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de las Monjas de la Cruz
Una devoción en la clausura III: la Inmaculada de las Monjas de la Cruz
La información cofrade vuela, cada día más, acorde con nuestra sociedad en la que las nuevas tecnologías y las redes sociales nos copan sobradamente. Así pues, afloran los entendidos en diversos aspectos: priostías, costaleros, música y, por supuesto, en la tradición y en la historia, ambas mal interpretadas en la mayoría de las ocasiones. De este modo, al nombrar al escultor Francisco Buiza Fernández (Carmona 1922-Sevilla 1983) se le relaciona con obras suyas tan señeras como el Cristo de las Cigarreras o la Resurrección en Sevilla, el Nazareno de Viñeros de Málaga o el de la Coronación de Espinas de Córdoba, por citar sólo unos ejemplos. Menos conocida es la profunda devoción a la Inmaculada Concepción de María que se vivió en nuestra villa de Osuna desde que la promocionara el IV conde de Ureña, don Juan Téllez-Girón, desde mediados del siglo XVI, aunque la ofrenda floral del Consejo Local de Hermandades a la del Ayuntamiento y la procesión desde la parroquia de Consolación intentan revalorizarla. Sabido de todos es la humildad y discreción con que las hermanas de la Cruz entregan su vida a Cristo y, por ende, a los pobres y necesitados; pero poco conocida por muchos cofrades y capillitas es su iglesia, en la que cada tarde se expone el Santísimo. Y menos aún que su retablo rococó, de raigambre antequerana, lo preside una escultura de Francisco Buiza.
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Francisco Buiza es uno de los grandes escultores, de los más exquisitos, del siglo XX. Su producción es mayoritariamente religiosa y bebió de los grandes maestros del XVII, Martínez Montañés y Juan de Mesa, como fuentes de inspiración. A él acudieron las hermanas de la Cruz de Osuna, el 7 de abril de 1975, con el objeto de encargarle una Inmaculada Concepción para que presidiera el retablo mayor de su templo, en plena etapa de madurez del artista. Durante los siguientes meses, Buiza la talló en su taller, en la sevillana calle Viriato (entre las iglesias de San Martín y de San Juan de la Palma), empleando pino de Flandes y un policromado y estofado con pan de oro y plata. Alcanza un metro y sesenta centímetros de altura y su iconografía responde, fielmente, al barroco sevillano: sobre una nube con varias cabezas de ángeles, la Virgen María se yergue, triunfante, vestida con túnica blanca y manto azul, removido por el viento en complicados pliegues. Su rostro joven, lleno de gracia y luminosidad, posee los rasgos que hacen fácilmente identificables las obras de Buiza. A su vez, el movimiento se expresa en el contrapposto clásico de su figura, sobre su pierna izquierda, flexionando la derecha, que queda marcada en su túnica, lado hacia donde dirige su cabeza; mientras que los brazos se dirigen a la izquierda, uniendo las palmas de sus manos. El contrato entre el escultor (quien firmó su obra en la parte trasera) y la superiora de las hermanas preveía su fecha de entrega el 15 de agosto del mismo año, siendo su coste unos 960 euros actuales. Por tanto, en 2020 se cumplen cuarenta y cinco años de su ejecución, la única obra de Francisco Buiza existente en Osuna, desconocida pero que mantiene viva nuestra devoción inmaculista e intercede en las oraciones de las hermanas de la Cruz.
Antonio Morón Carmona
Licenciado en Historia