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Y el mundo se paró

…Y el mundo se paró… Tomar conciencia de la dureza de estas palabras nos obliga a una profunda reflexión sobre el momento histórico que estamos viviendo, a plantearnos interrogantes, e intentar unir los miles de puntos inconexos que dan forma y dibujan este dramático reto que nos ha tocado vivir: la pandemia provocada por el covid-19.

No dejo de sorprenderme al recordar el comienzo de todo esto, viviendo como espectadores de lo que sucedía en un escenario remoto, autoengañados porque la catástrofe se localizaba en un punto lejano del planeta (Wuhan – China) sin imaginar el impacto que meses mas tarde tendría al propagarse por todo el mundo. Los expertos coinciden que vivimos un punto de inflexión a gran escala, una crisis sanitaria mundial con repercusiones económicas, sociales, culturales… castigando duramente a los más vulnerables. Dicha emergencia internacional obliga a mantener activas las investigaciones que expliquen el origen de la pandemia, así como sus repercusiones en un espacio globalizado e interconectado en el que habitamos, con el fin de obtener respuestas que nos orienten hacia la prevención de futuros eventos como este, capaces de paralizar al mundo entero.

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Vivir esta nueva situación en primera línea ha sido desconcertante, lidiando con el miedo, la inseguridad, el cansancio y la incertidumbre constante, en un ambiente que se complicaba diariamente y donde nos hemos visto forzados a adaptar e improvisar la atención en un sistema de salud saturado y colapsado. Muchas han sido las personas y profesionales implicados que han dado lo mejor de sí en esta lucha, por salir adelante en este desafiante contexto, personas comprometidas, valientes y entregadas que merecen todo nuestro reconocimiento.

Como enfermera tengo mi propia visión de la pandemia, he compartido con todos la preocupación y las dudas, el confinamiento, las restricciones, el distanciamiento de los amigos, de la familia, la falta de abrazos y todas las cosas importantes que nos hemos visto obligados a aplazar o suspender; aunque sin duda lo más doloroso han sido las terribles cifras de defunciones. Casi 90.000 fallecimientos en España es un precio extremadamente alto y difícil de admitir. Los sanitarios hemos asumido que nuestra labor diaria se transformaba radicalmente llenándose de nuevos cometidos y tareas, un desafío constante y en un entorno desconocido por todos. Adaptarnos ha sido muy complicado, desbordados por el número de casos que gestionar cada día y la incapacidad para continuar atendiendo al resto de población que nos necesitaba y sentía que no estábamos disponibles… También hemos sentido miedo… y hemos sentido frustración y rabia ante un reto sin precedentes donde la tensión y la sobrecarga ha sido descomunal. Nos hemos visto impotentes

en esta lucha en la que claramente se han evidenciado las fortalezas y debilidades del sistema sanitario.

Pero también hemos vivido con gran emoción los aplausos y las palabras de ánimo que cada día nos dieron fuerzas para continuar, al igual que tantos gestos solidarios de empresas, instituciones, hermandades y personas anónimas que nos han ayudado con sus valiosas aportaciones. Agradecemos su inestimable colaboración y su compromiso tanto como el cariño y aliento que nos han infundido para seguir adelante en este camino que se está haciendo largo.

Y así hemos sobrellevado este año y medio de pandemia con una montaña rusa de emociones y gran desgaste emocional…luchando por contenerla y dominarla, a veces derrotados, criticados y desarmados frente al virus, pero sin perder la esperanza. En diciembre con la aprobación de varias vacunas llegaba la esperanza (aunque no libre de reticencias), el remedio que permitiría prevenir la infección, disminuir la gravedad y la mortalidad causada por el virus. La ciencia una vez más proporcionaba una herramienta eficaz como solución al caos vivido los últimos meses.

Hablar de los resultados de la vacunación es tan solo una cuestión numérica, viendo la relación inversamente proporcional entre el número de dosis administradas y el número de fallecimientos. Ha sido sin duda un logro sin precedentes y el que nos está permitiendo poco a poco acercarnos a la normalidad. El arranque de la vacunación se vivió con una ilusión descomunal, ya que después de casi un año de medidas restrictivas y limitaciones, los brotes, la sobrecarga sanitaria y las muertes, seguían sin freno ni control a pesar de los grandes esfuerzos de unos y otros. Cuando iniciamos la vacunación a los grupos más vulnerables y a los mayores nos conmovió la fe e ilusión con la que recibían su dosis, siempre acompañadas de cariñosas palabras de agradecimiento. Los buenos resultados de la vacunación, nos daban la energía necesaria para seguir adelante, contagiados por un halo de entusiasmo general que hemos compartido día a día en Pabellón Manuel Ibáñez y donde miles de totaneros han sido vacunados en estos meses. Debemos ser conscientes que el éxito, traducido en el descenso de la incidencia de la enfermedad sigue siendo responsabilidad y compromiso de todos, en un esfuerzo colectivo y comunitario.

No hay duda que la herida que este virus nos está dejando será imborrable a pesar del tiempo y de los esfuerzos de superación del ser humano, a pesar del coraje y las ganas de sobreponerse y recuperarse. Todavía hoy la herida permanece abierta, profunda y dolorosa, menos sangrante y más estable, aunque sigue afectando a todas las dimensiones de nuestra vida.

Así, la realidad actual, aunque se muestra con muchas lagunas e inseguridades, apunta hacia la combinación de medidas preventivas y la vacunación como el mejor remedio para controlar y limitar la expansión del virus, en dirección hacia la nueva normalidad. Es tiempo de mirar adelante con ilusión, de levantarnos fortalecidos para reconquistar y recomponer todos los espacios que en un parpadeo nos arrebató el virus.

Carmen Ibáñez Aznar

Responsable de Enfermería del Centro de Salud Totana Sur

Afortunadamente la comunidad científica desde el primer momento concentró los esfuerzos por un lado en conseguir tratamientos eficaces para combatir la infección por el virus SARS-CoV-2 y sus variantes y por otra parte en el desarrollo de vacunas efectivas capaces de proteger a millones de personas en el mundo frente a la infección y sus complicaciones. Apostar por la investigación es ganar en conocimiento sobre la enfermedad y por tanto nos hace capaces de mejorar la vida de los enfermos.

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