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CáCeres

Donde las piedras son historia

Texto: Noelia Ferreiro Fotos: Cristina Candel

pasear por esta milenaria ciudad española es perderse en un tiempo remoto mientras asaltan miles de relatos, pero también representa descubrir gente amable y hospitalaria, además de rendirse a los placeres de su sabrosa gastronomía.

Como los gruesos muros en los que se sostiene, Cáceres aguanta el peso de la historia. Discreta, silenciosa, muchas veces olvidada, resiste los fuertes embates de la modernidad mientras pervive sumida en su memoria ancestral y congelada en su grandiosa belleza pétrea. Porque Cáceres está trazada de piedra, esa piedra que esconde en cada esquina un significativo episodio, que deja leer en cada fachada una página de su pasado. Por eso descubrir esta ciudad del interior español es hacer un viaje en el tiempo, perderse por un rincón impasible como en la antesala de la eternidad.

Poco se sabe de la solera de esta bella localidad ubicada en el centro de Extremadura. Una tierra de abolengo, pródiga en conquistadores y tapizada con ese mar de dehesas que guarda el secreto del famoso jamón de pata negra. Allí, entre encinas y alcornoques, retoza libre el cerdo ibérico, seña de identidad de una región que en el fervor del s. XXI aún vive, trabaja y sueña según los dictados del campo.

Cáceres es la más guapa de las ciudades extremeñas, capital de la provincia que lleva su mismo nombre, emplazada en la mitad oeste de la península, ya cerca de la frontera con Portugal. Tan hermosa que, desde 1986, es Patrimonio de la Humanidad, un título que hace honor a esas mismas piedras que hoy protegen del frío en las noches gélidas de invierno o propician frescura en el sopor estival.

Y es que, bien es cierto, también existe esa otra Cáceres de comercio pujante y populosas avenidas, que no duerme a la sombra de su historia. Esa Cáceres moderna que tiene en el Parque del Príncipe su pulmón, con sus más de mil especies vegetales y uno de los museos de esculturas al aire libre más extensos de España. Pero es en los vericuetos de su parte vieja, en su entramado urbano de hechuras medievales, donde mejor exhibe su encanto irresistible.

01. Página anterior. El casco histórico que le valió a Cáceres el título de Patrimonio de la Humanidad es uno de los mejor conservados del mundo. Podemos ver las torres del Palacio Episcopal y de la Casa de los Toledo-Moctezuma.

01. La Iglesia de Santa María, con categoría de Concatedral, es el mayor templo cristiano de la ciudad.

02. Por los recovecos de la Ciudad Vieja surgen edificios de diferentes épocas dentro de un armonioso conjunto. La Torre de los Sande, cubierta de enredadera, es en la actualidad un restaurante.

03. La Plaza Mayor, a donde se asoma la Torre del Bujaco, es la principal de la ciudad y donde todo pasa.

eCos Romanos

En este hermoso paraje ya habitado en el remoto paleolítico, la ciudad fue fundada por los veteranos del ejército romano veinticinco años antes del nacimiento de Cristo. Surgía así Castra Caecilia o Norba Caeserina, los dos nombres empleados durante centurias para designar a este emplazamiento que estaba de paso en la Vía de la Plata: la calzada imperial que atravesaba Iberia de norte a sur como eje fundamental de las comunicaciones locales y con Roma.

Pero aunque la capital cacereña mantiene algunas huellas clásicas y, a pesar de haber sido posteriormente revitalizada por los árabes en los albores de la Edad Media, es después de la conquista americana cuando alcanza su mayor esplendor. La ciudad monumental que hoy conocemos comienza a forjarse al calor de las familias nobles que levantaron ostentosas mansiones en busca de influencia y poder.

Lo hicieron en los alrededores de la Plaza Mayor, punto de encuentro de vociferantes mercaderes, centro de reunión del pueblo, foco de celebración de torneos y corridas de toros. Hoy, mucho tiempo después, sigue siendo el lugar preciso donde todo pasa, el centro neurálgico de uno de los cascos históricos mejor conservados de todo el mundo. Sus soportales, como en los orígenes, aún cobijan tiendas, talleres de artesanía, bodegas, restaurantes y son testigo del trasiego de gente al caer la animada tarde.

En la ciudad vieja queda resumida la azarosa historia de Cáceres: el basamento romano, la muralla almohade, las torres de los s. XII al XV, la ermita del XVIII, el ayuntamiento del XIX, entre otros. Un mix extraño que, sin embargo, resulta aparentemente uniformado y equilibrado. Nada sorprende más que la armonía de este conjunto, algo extraordinario si tenemos en cuenta la diferencia de edad de los monumentos y la disparidad de los estilos: desde el románico hasta el barroco y desde el renacimiento hasta el gótico.

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páginas del pasado

El casco histórico, ese lugar primigenio donde Cáceres empezó su crecimiento, es mucho más que un recinto de piedras dormidas. En cada uno de sus rincones asoma una historia fascinante, como la que comienza en las escalinatas que desde la bulliciosa Plaza Mayor presiden su puerta de entrada atravesando el famoso Arco de la Estrella.

Fue aquí donde Isabel de Castilla, en 1477, juró los fueros y privilegios de la ciudad, eso sí, después de aniquilar todas sus posibles defensas. La reina ordenó que las torres de la ciudad fuesen desmochadas, un término en desuso que, sin embargo, los cacereños conocen bien. La medida, cargada de venganza, consistía en eliminar las almenas. ¿Y el motivo? Subrayar el poder de la Corona para aquellas familias nobles que habían apoyado a su rival, Juana la Beltraneja, en la sucesión al trono, que había sido muy controvertida. Esto explica que los torreones de Cáceres carezcan de su parte superior. La ordenanza real tan sólo contempló una excepción: la conocida como Casa de las Cigüeñas, cuya torre despunta sobre los tejados como premio a la que fuera su única lealtad. Un reconocimiento público muy evidente.

Otras historias aguardan en el cogollo monumental. Algunas son cicatrices, como la de la Torre de Bujaco, asomada a la Plaza Mayor, donde en la primavera del 1173 los almohades pasaron a cuchillo a cuarenta caballeros cacereños que trataron de defenderla. Su estrategia, la de derramar aceite hirviendo desde sus altas ventanas, resultó finalmente fallida.

01. Nada como redescubrir el cogollo monumental al caer la noche, bajo la luz temblorosa de los faroles en la Plaza Mayor.

02. Arcos de la Iglesia de Santiago. Cáceres es más que un recinto de piedras dormidas: en cada uno de sus rincones asoma una historia fascinante.

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03. 01. Vista sobre los tejados de la parte alta, con las torres blancas de la Iglesia de Francisco Javier.

02. Otro sugestivo rincón presidido, al fondo, por la cúpula del Palacio de los Toledo-Moctezuma.

03. La Concatedral de Santa María alberga un impactante retablo mayor de estilo plateresco.

04. Desde la terraza del Hotel Atrio podemos ver la Parroquia de San Mateo.

intimidad bajo tieRRa

A la antigua cultura musulmana se debe el ingenio del aljibe que, almacenando la lluvia, logró abastecer de agua a esta población que carecía de río. Hoy su visita en el actual Museo de Cáceres (dentro del Palacio de las Veletas), es un hito de la ciudad. Y no sólo porque se trata de uno de los más extensos e inalterados de Europa, sino también porque sus cinco naves, compuestas por arcos de herradura, se tornan espectaculares con la luz dorada que se filtra desde el cenit, reflejándose en el espejo de agua acumulada.

Pero aunque los almohades ejercieron una influencia determinante, su rastro, salvo las murallas y una que otra torre, quedó completamente sepultado por la cultura cristiana. La Iglesia de San Mateo, en la parte alta del casco histórico, fue construida sobre las ruinas de lo que había sido la mezquita, mientras que, a su lado, el citado Palacio de las Veletas se levantó sobre el solar del antiguo alcázar árabe.

Pasear sin prisa por sus callejuelas estrechas, perderse entre los recovecos y descubrir sorpresas ocultas lleva al visitante a sentirse cómplice del escenario. Cáceres es un rincón para deambular sin rumbo, para dejarse guiar sólo por la intuición. En lo que dura un paseo, la ciudad abre su intimidad.

Así, siguiendo el hilo histórico, damos pronto con la plaza y el templo de Santa María. Esta iglesia, con categoría de concatedral, fue la primera construida en el recinto amurallado después de la Reconquista, cuando la urbe cayó definitivamente bajo el poderío cristiano. Pero su particularidad se halla en el interior. Allí se esconde un maravilloso retablo mayor de estilo plateresco, realizado en cedro y sin policromar. Es ésta una tradición extremeña que gusta de saborear el auténtico color de la madera. En la misma plaza, el Palacio de los Carvajal, reconvertido en el Patronato de Turismo, invita a descubrir cómo vivían los nobles en sus antiguas casas señoriales.

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pResenCia azteCa

De la riqueza que vino del Nuevo Mundo, también quedaron varios reclamos. Cuesta encontrar uno de ellos, pero si se mira bien saldremos pronto de dudas: en la fachada del renacentista Palacio Episcopal figuran unos medallones con una princesa azteca y un indio araucano. Pero es el Palacio de los Toledo-Moctezuma el que mejor da cuenta del mestizaje que llegó tras el descubrimiento. La casa perteneció a Isabel, la hija del mismísimo Moctezuma II, casada con un noble cacereño que había ido a hacer las Américas.

Tarde o temprano, nuestro paseo mágico nos llevará hacia los dos palacios de los Golfines (el de Arriba y el de Abajo) o hacia la Judería Vieja, con sus casas más modestas y encaladas que se agarran a un terreno tortuoso. Seguramente, también a la Plaza de San Jorge, que es el escenario del Festival de Teatro Clásico y el marco perfecto para los arrumacos de los enamorados. Allí, en una hornacina, está representado San Jorge, el santo patrono de Cáceres, protagonista de la fiesta que, en su honor, se celebra cada 23 de abril. La ciudad entera se viste de color para acoger sus dos grandes ritos: la divertida recreación de la Reconquista (con su batalla entre moros y cristianos) y la quema de un dragón gigantesco que está cargado de leyendas.

Menos festivo es el homenaje a su patrona, la Virgen de la Montaña, que descansa en un santuario a 2 km del casco histórico, elevada sobre un peñasco. Una vez al año desciende al centro para permanecer una semana, lo cual origina larguísimas colas para adorar su figura. Tal es la devoción, que Montaña es un nombre muy frecuente entre las niñas cacereñas, aunque esto suscita extrañeza en el resto de España. el aRte de las tapas

Queda la parte más mundana, la del ocio diario que regala la ciudad, esa costumbre tan hispana de salir a tomar unas cañas acompañadas de las mejores tapas. Cáceres sabe mucho de esto porque es dueña y señora de un arte culinario que destaca en todo el país. No en vano en 2015 ha sido nombrada la Capital Española de la Gastronomía.

Los mesones de la Plaza Mayor y sus calles aledañas (Godoy, Zapatería, Pintores, etc.), son un hervidero de gente a la hora del aperitivo, allí donde las barras se convierten en escaparate con los mejores productos de la tierra. El jamón ibérico, por supuesto, pero también platos típicos como las migas, el zorongollo, el cuchifrito, la cachuela, quesos como la torta del casar y un abanico de productos de la huerta que a nadie deja indiferente. Todo ello regado con el vino de la Ribera del Guadiana, que cuenta con Denominación de Origen.

Es ésta la mejor manera de saborear la ciudad con su cocina más tradicional, la que bebe de la gran despensa natural que proporciona su entorno: dehesas, campos de cereales, grandes extensiones de olivares y bosques de árboles frutales. Pero también la vanguardia se ha colado en sus fogones. ¿La prueba? El restaurante Atrio, el único de Extremadura galardonado con dos estrellas Michelin, toda una referencia incluso en el panorama internacional. Aquí la innovación es cosa seria. Y no sólo la del magnífico hotel en el que se emplaza, sino también la que se sirve en sus platos: cigala con pan de algas y tierra de aceite, colas de carabinero con tacos melosos de cerdo o tartar de vacuno retinto con helado de mostaza son sólo algunas de las delicias que pueden degustarse.

Así, con el estómago contento, pronto caerá la noche en Cáceres, el momento con mayor embrujo. Nada hay comparable a un nuevo paseo por su parte vieja bajo la luz temblorosa de los faroles. Los adarves en penumbra y las calles desiertas configuran un peculiar mosaico de sombras donde las piedras, más que nunca, continúan contándonos historias.

02. 01. Ostra frita con Quinchi y frutos rojos del restaurante Atrio.

02. Uno de los cocineros del restaurante Atrio, que cuenta con dos estrellas Michelin.

museo vostell: el ingenio de la ContRadiCCión

¿Un encuentro entre el arte y la naturaleza? ¿Una reflexión vanguardista sobre el mundo urbano? Conviene desplazarse unos 14 km hasta la localidad de Malpartida de Cáceres para asistir a este fenómeno extraño. Y también, ya de paso, para descubrir el evocador paraje de Los Barruecos en el que se inscribe: enormes rocas de granito reflejadas en el agua de las charcas, sobre las que anida una de las mayores colonias de cigüeñas de Europa. Allí, en este rincón alucinante declarado Monumento Natural, se oculta el Museo Vostell en un antiguo lavadero de lanas. Todo un alarde de originalidad que se debe a un artista alemán, Wolf Vostell, fundador del movimiento Fluxus. Se trata de obras fundamentales para entender el arte de los sesenta y las contradicciones del hombre moderno, todo ello en un entorno completamente agreste.

01. El paraje de Los Barruecos, declarado Monumento Natural.

02. Museo Vostell Malpartida: encontramos está pieza de Wolf Vostell de 16 metros de altura, titulada ¿Por qué el proceso entre Pilatos y Jesús duró sólo dos minutos? (1996).

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El Parque del Príncipe es el pulmón de la ciudad, con más de mil especies vegetales.

Cómo llegar:

Una vez en la capital española, el trayecto a Cáceres por carretera lleva unas cuatro horas. Hay diversos autobuses al día, operados por Avanza Bus. avanzabus.com DónDe hospeDarse:

atrio El más aclamado de Cáceres, miembro de Relais & Châteaux. Ubicado en el interior de la ciudad amurallada, este hotel exhibe una sublime arquitectura obra de Luis Moreno Mansilla y Emilio Tuñón Álvarez, maestros del diseño contemporáneo español. restauranteatrio.com/hotel

hotel V Centenario Elegante hotel de cuatro estrellas con piscina y amplias habitaciones confortables en las afueras de Cáceres. barcelo.com

parador de Cáceres Ideal para empaparse de historia, se trata de un palacio renacentista en pleno casco histórico, exquisitamente restaurado y con un acogedor jardín. parador.es/es/paradores/ parador-de-caceres DónDe Comer:

atrio Galardonado con dos Estrellas Michelin, comer en este restaurante aclamado a nivel mundial es una experiencia inolvidable. Sus autores, José Polo y Toño Pérez, están especializados en creaciones de alta vanguardia gastronómica. restauranteatrio.com

madruelo restaurante Acogedor restaurante del centro, con una exquisita carta basada en productos de temporada y recetas de inspiración mediterránea. madruelo.com

restaurante Torre de sande Situado en el castillo de los Sande del s. XV, con salón abovedado de piedra, mesas redondas y jardín, ofrece cocina extremeña de autor y ricas tapas. castillodelaarguijuela.com más InformaCIón:

spain.info turismoextremadura.com turismocaceres.org

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