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Valle Del río HuDson
Nueva York, más allá de Manhattan
Por: Alonso Vera Fotos: Paulina Vallejo y Alonso Vera
Página anterior. La Mansión Glenmere fue el refugio de verano para la familia Goelet y hoy es un romántico hotel de lujo.
En esta página. El High Line de Chelsea es un proyecto de revitalización urbana que se ha convertido en una de las nuevas visitas indispensables en Nueva York.
el Valle del Río Hudson es uno de los destinos más complejos y exquisitos de la Costa Este. Tradicional sitio de recreo para la alta sociedad neoyorquina desde principios del s. XIX, es también la región en donde se formuló el concepto gastronómico “de la granja a la mesa”.
“¿Café?”. No estoy seguro si la sobrecargo me está ofreciendo una bebida caliente, o si lo que desea es una reafirmación de que lo que me está proponiendo es eso en realidad. La miro a los ojos, pero no atino a decir nada cortés. Ella espera una respuesta. Engendro con esfuerzo una sonrisa, tan auténtica como su nauseabunda infusión, mientras meneo la cabeza como una clara negativa para satisfacer todas las alternativas. Aun así me sirve una dosis, y la presenta humeante frente a mí sobre una charola repleta con restos de edulcorantes y sobres mutilados con sustitutos de crema ricos en grasas trans y caseína. Aun desplazándonos, casi a la velocidad del sonido, en un tubo presurizado a más de once mil metros sobre el nivel del mar, el aroma y la simple vista de aquel caldo re, re, recalentado me parece más que un lujo, una falta de respeto. “¿Azúcar y crema?”. Ahora sí estoy convencido de que lo que desea es matarme. Mi silencio es interpretado a discreción. Derrotado, sorbo la repulsiva sustancia y agradezco con un lánguido gemido. “Mmmm”.
Voy de camino a Nueva York, pero como es de notar lo hago sin emoción, pues ya estuve ahí, y en varias ocasiones. Además, por iniciar la travesía bebiendo semejante alquimia estoy convencido de que mi viaje está destinado al fracaso. Luego de darle la vuelta al mundo en varias ocasiones, no logro obtener satisfacción tan fácilmente. Además, me he convertido en un neurótico profesional. Mi esposa dice que lo que pasa es que soy un sibarita que ha perdido la capacidad de asombro. Mis amigos aseguran que más bien mi problema es que soy un especie de hípster, cuyo único interés al viajar es descubrir el origen y documentar las historias detrás de los productos y servicios que consume. Lo cierto es que estoy deprimido y ya no empaco expectativas, pues el planeta entero ha sido descubierto y enredado con fibra óptica. Ahora la vida se vive detrás de una pantalla de cristal líquido y sólo nos queda seguir los pasos de otros, pero con ojos propios. Ya comienzo a sentir el efecto del café. Necesito otra dosis. ¡Esta existencia es paradójica!
Mientras aterrizamos recuerdo la incertidumbre que sentí la primera ocasión que visité Nueva York. Aún me sobrecoge su intensidad, como en la infancia. Los últimos dos siglos se ha dicho y hecho tanto acerca de esta ciudad que al fin un dejo de emoción se asoma en mi estómago. Querer comprenderla es tan fácil como resolver la Hipótesis de Riemann, pero no se requiere de un instructivo para disfrutarla. En esta ocasión elegí hospedarme en la primera propiedad de Grupo Habita fuera de México. El Hôtel Americano es considerado el alojamiento de moda. Pero eso no es lo que me sedujo, sino su emplazamiento en West Chelsea, un barrio relegado de Manhattan que a principios del milenio abrazó a la industria creativa con sus bajos costos inmobiliarios. Las necesidades y el estilo de vida derivado de sus inmigrantes han ido enriqueciendo el espacio con atractivos turísticos y más de 600 galerías. Hoy es la reencarnación de la gentrificación y el metro cuadrado promedio se vende en $17,000 USD.
Dejé mi maleta en una habitación que me recordó la simplicidad de un ryokan; subí a la terraza para elegir una mesa en donde más tarde cenaría con vistas ininterrumpidas de la ciudad y luego bajé al patio para tomar un auténtico café. Frente a mí Nicole Kidman terminaba su desayuno de un solo bocado. Me costó trabajo reconocerla sin maquillaje. A cada sorbo de aquel mágico elixir etíope se diluyen los designios de mi odisea. Comienzo a despertar del letargo que me agobia cuando me alejo de la vida en el camino. Estaba listo para recorrer a pie el barrio, siguiendo las sugerencias de mi amigo Rafael Micha: la boutique Comme des Garçons, el serpenteante jardín urbano The High Line y la galería Paul Kasmin, en donde lo compré todo con la imaginación. Antes de la cena pasé a saludar a Danny Bensusan, propietario del mítico Blue Note Jazz Club, y me quedé bebiendo con él mientras Dave Holland nos deleitaba en vivo con su proyecto Prism. No cabe duda de que Manhattan es una zona de confort que te seduce como las flores de loto a los marineros de Ulises. Fue entonces cuando tuve una revelación: mi viaje será para descubrir qué hay más allá.
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01. Terraza del Hôtel Americano sobre West Chelsea, que tiene alberca y un restaurante de comida latinoamericana.
02. Hôtel Americano fue diseñado por el arquitecto Enrique Norten y tiene tres tipos de habitaciones. Foto: Undine Pröhl.
03. La galería Paul Kasmin es una de las favoritas dentro de las más de 600 en Chelsea.
04. La obra de Constantin Brancusi, “Pionero del minimalismo Americano”, en la Galería Paul Kasmin.
01. Retrato de Daniel Krieger al aclamado chef Dan Barber.
02. Platillo al interior del Blue Hill at Stone Barns. Foto: Andre Baranowski.
Encontré mi guía e inspiración en Chelsea Market, una suerte de mercado de granjeros con espacios de oficina, foros y tiendas en donde los turistas pueden sentirse tan cómodos como una drag queen en La Meca. Bebiendo un jugo de berza china con jengibre aprendí sobre la existencia del Valle del Río Hudson y su papel como el origen de los productos y las tendencias culinarias más exquisitas de Nueva York. Resulta ser el sitio en donde se encuentra el restaurante Blue Hill at Stone Barns Center for Food & Agriculture encabezado por Dan Barber. Autor del libro The Third Plate, el chef se ha convertido en un referente para los entusiastas de la alta gastronomía y la agricultura sostenible. En el valle también se encuentran la academia militar West Point y el Instituto Culinario de América; además en la zona nació Franklin D. Roosevelt, único elegido para cuatros mandatos presidenciales.
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Para llegar al Valle del Río Hudson desde Manhattan, sólo tuve que abordar un vagón de primera clase en la estación Penn y viajar hora y media al poblado de Poughkeepsie, en donde renté un convertible para explorar a discreción ésta que es una de las 20 rutas más atractivas del planeta, según la National Geographic. Ahora sí me siento feliz. La energía del camino fluye por mis venas y mi corazón late con una fuerza renovada. La verdísima región discurre como las curvas de una caravana de dromedarios revestida con pastizales infinitos a orillas de un río que lame los bosques y poblados del estado de Nueva York como si fueran las mismas lágrimas de las montañas Adirondack en su peregrinaje hasta el Atlántico. Todo brilla con esa luz privilegiada para quien la existencia otorga de nuevo sentido. Me siento intoxicado por la curiosidad y la ingenuidad dignas de un infante.
Semillas flotan por doquier, anunciando la primavera. Parece una nevisca, pero el clima es suculento. Viajando así como ellas, sin un rumbo predeterminado pero con una clara misión de honrar la continuidad de la vida, me encontré con la vinícola más antigua de Norteamérica. Sin embargo, sus vinos me parecieron menos que interesantes. También visité la célebre granja para la crianza de caballos Old Salem, en donde tendrá lugar la próxima American Gold Cup. Resulta ser que, aunque Sagitario de nacimiento, tengo una leve alergia a los caballos campeones de salto. Mientras recuperaba el control de mi flujo nasal visité la biblioteca presidencial y la casa del político Franklin D. Roosevelt. Al recobrar el dominio pleno de mis facultades, me senté a disfrutar las excelentes cervezas artesanales que producen Angela y Richard Barone en su Hyde Park Brewing Company. En el poblado de Rhinebeck encontré muy buenas chocolaterías y tiendas de antigüedades, pero la mayor revelación fue el Storm King Art Center; un museo al aire libre que resguarda una extraordinaria colección escultórica de gran formato, dirigido por David R. Collens.
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01. Artículos personales de Franklin D. Roosevelt en la Biblioteca Presidencial.
02. Frank Madden, entrenador y uno de los propietarios de la Old Salem Farm.
03. “La barda espejo” de Alyson Shotz es parte de la colección del Storm King Art Center.
01. Ubicado a una hora de Manhattan, el Bedford Post Inn es la propiedad de Richard Gere dentro de una residencia histórica de 1780, rodeada por un bosque preservado.
02. Fachada de la Mansión Glenmere, erigida en la “Edad Chapada en Oro”.
03. Glenmere Mansion es uno de los mejores hoteles de Norte América, con sólo 18 habitaciones y elegantes áreas comunes.
A principios del s. XIX, en la entonces llamada Edad Chapada en Oro, familias como los Vanderbilt, que amasaron inmensas fortunas por concepto de los bancos y ferrocarriles, crearon sus “casitas” de verano en la región. Algunas de aquellas mansiones y castillos han sido revitalizados como hoteles de lujo en donde la alta sociedad neoyorquina y los viajeros conocedores de allende se refugian para darse gustos sublimes. Mi favorita fue la Glenmere Mansion de Alan Stenberg, un exitoso empresario neoyorquino que decidió adquirir la propiedad y restaurar su antigua gloria con una visión global. Alan describe su hotel como “la casa del tío rico que no tienes, pero que quisieras tener”, y es reconocido como uno de los 100 mejores en Norteamérica. Otra gran opción es el Castle Hotel & Spa, concebido también como residencia en el s. XIX, que llegó a ser una de las propiedades más elegantes del continente. Sus habitaciones son regias y miran al río entre jardines, no sin un dejo de nostalgia. El otro favorito fue el Bedford Post Inn, la propiedad del actor Richard Gere, que forma parte de los Relais & Châteaux y frecuentemente ofrece retiros de yoga.
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Página anterior. Exterior del magnífico restaurante Blue Hill at Stone Barns por Jen Munkvold.
01. Chef Dan Barber en los plantíos del Stone Barns Center por Jen Munkvoid.
02. Brioche de trigo con ricotta y mermelada de espinaca por Thomas Delhemmes.
03. “Vegetales del Invernadero” por Andre Baranowski, uno de los tiempos más apreciados en el menú degustación del Blue Hill at Stone Barns.
04. Jack Algiere, director de las granjas de cuatro estaciones en el Stone Barns Center for Food & Agriculture. Otra de las familias con presencia relevante en el Valle del Río Hudson son los Rockefeller, quienes donaron la propiedad en donde se encuentra y opera el Blue Hill at Stone Barns. Se podría pensar que es sólo uno de los cincuenta mejores restaurantes del mundo dirigido por el cocinero autor de un best-seller que “se enamoró de un pez”; un sitio para el cual conseguir una reservación es tan fácil como lograr una audiencia privada con el Dalai Lama. Sin embargo, el restaurante es sólo una pieza en el rompecabezas que hoy redefine el futuro de la comida en Norteamérica. Así me lo hizo saber Jack Algiere, el director de la granja que supervisa el cultivo de más de 200 variedades a lo largo del año. Me dio a probar un chícharo crudo que me supo a gloria. Fundado en 2004, el restaurante es la punta de lanza del Stone Barns Center for Food & Agriculture, una granja productiva sin fines de lucro con un centro educativo que promueve la agricultura sostenible, así como la investigación de técnicas de cultivo y crianza, y también la sensibilización de la sociedad civil —sobre todo los niños— ante el impacto que conllevan nuestras decisiones alimenticias.
Las experiencias de vida han dejado de ser un concepto alternativo. De hecho, el abuso del término es la norma en la industria del turismo. Las implicaciones inmediatas son la pérdida tanto del sentido como de su propio valor. Ya no hay certidumbre de que aquello que se ostenta detrás de dicha expresión es algo relevante. Sin embargo, haber visitado la granja y visto el cariño con el que se realizan el cultivo y la crianza de los productos es determinante. Más tarde se sirven con respeto en un menú degustación que tiene la finalidad de sostener la operación de algo que le permite al individuo redescubrir la capacidad de asombro y formar parte de una sociedad con un futuro digno. Es algo que bien amerita replantear nuestras motivaciones al viajar e incluso, me atreveré a decir por la humildad a la que me vi sometido ante semejante congruencia, talento y autenticidad, nuestra manera de comer.
01. Comedor del restaurante Blue Hill at Stone Barns por Jonathan Young.
02. El famoso tuétano del chef Dan Barber por Susie Cushner.
03. La cabeza de cerdo, una de las delicias más apreciadas, por Andre Baranowski.
04. “Huevos Inmaduros”, cortesía de Blue Hill.
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Guía práctica El Valle del Río Hudson está ubicado en el estado de Nueva York y comienza 50 km al norte de Manhattan. Lo conforman 11 condados que han prosperado en sus riberas, incluyendo Dutchess, Orange y Westchester. En extensión la zona es equivalente al territorio de Gales y tiene una densidad de población similar a la de Irlanda. Ha sido reconocido por ofrecer una de las 20 rutas de viaje más atractivas en el mundo y, desde principios del s. XIX, ha sido considerado como uno de los destinos más exclusivo de Norte América.
cómo lleGar y traslaDarse El valle es accesible en tren desde la estación Penn en Manhattan, y también cuenta con una espléndida infraestructura carretera.
DónDe hospeDarse
Castle Hotel & spa, tarrytown. Fue creado en el s. XIX como una de las residencias más elegantes del continente y hoy recuerda esa época de gloria en sus 31 habitaciones entre jardines que miran al río, así como uno de los mejores centros de relajación y belleza. castlehotelandspa.com
Bedford post Inn, Bedford. Es la propiedad de Richard Gere en el corazón del condado de Westchester. Forma parte de los Relais & Châteaux y ofrece un estudio de yoga, un restaurante idóneo para el brunch y 8 lindas habitaciones. bedfordpostinn.com
Glenmere mansIon, CHester. Brinda un Spa con el único hammam que recomiendo fuera de Turquía, 2 restaurantes entre terrazas y jardines y 18 habitaciones que han sido ocupadas por la realeza. glenmeremansion.com
rItz-Carlton westCHester, wHIte plaIns. Además de tener un servicio impecable y uno de los mejores centros de relajación y belleza, se ubica cerca del Woodbury Common Premium Outlet, el segundo destino turístico más visitado en el Estado, tras la Estatua de la Libertad. ritzcarlton.com
La vista del Río Hudson desde la mansión Vanderbilt. DónDe comer
Blue HIll at stone Barns, nueva york. Su menú degustación implica una de las más reveladoras experiencias gastronómicas disponibles en el planeta. bluehillfarm.com
42 tHe restaurant, rItz-Carlton westCHester. Ubicado en el último piso del hotel y a cargo del chef Anthony Goncalves brinda un homenaje al Valle del Río Hudson. 42therestaurant.com
equus, Castle Hotel & spa. Dirigido por el chef Yoghi, ofrece una de las cavas más comprensivas y una cocina que fusiona las gastronomías francesa y japonesa con los ingredientes locales. castlehotelandspa.com/ equusrestaurant.aspx
Qué visitar
storm kInG art Center en mountaInvIlle CerCa de newBurGH Es un magnífico museo al aire libre con la mayor colección de esculturas de gran formato de los principales artistas del s. XX. stormking.org
lectura suGeriDa “The Third Plate, field notes on the future of food”, escrito por el célebre cocinero Dan Barber y publicado por Penguin Books. thethirdplate.com
aGraDecimientos Linda Ayares y Melanie Klausner @ Finn Partners, Dan Barber, Irene Hamburger y Laura Neil @ Blue Hill at Stone Barns Center for Food & Agriculture, Jeff Dziak y Dana Cooper @ The Ritz-Carlton Westchester y a Natasha Caba Caputo @ Westchester County.
Stone Barns Center for Food & Agriculture, en Pocantico Hills, es una granja productiva sin fines de lucro, con un centro educativo que promueve la agricultura sostenible, la investigación de técnicas de cultivo y crianza y la sensibilización del impacto de nuestras decisiones alimenticias. stonebarnscenter.org old salem farm en nortH salem. Es un templo de la cultura equina y la casa de la American Gold Cup, donde se puede tomar clases de equitación sin importar el nivel que se tiene o comprar los mejores caballos del planeta. oldsalemfarm.net theamericangoldcup.com