13 minute read

río ZambeZe

Next Article
CáCeres

CáCeres

Safaris acuáticos por el África austral

Texto: Elena del Amo Fotos: Cristina Candel

Página anterior. Las cataratas Victoria a vista de pájaro.

en swahili sólo significa viaje, pero en cualquier otra lengua la palabra safari hace volar la imaginación hacia los horizontes de África y la fauna salvaje que los habita. No hay safaris comparables a los que, a bordo de un barco de lujo, se adentran por los territorios de los elefantes, cocodrilos, hipopótamos o de su majestad el león.

Los mapas, en el ejercicio de síntesis al que se deben, vienen a dibujar las geografías de África como una inmensa y reseca estera de esparto. Dentro de ella, lo que en un mapa por lo general se intuye como un escueto hilillo de agua en medio de la nada, se convierte sin embargo, a escala real, en un río superlativo como el Nilo o el Níger, que al norte del continente le arrancan al desierto un fértil tajo de verdor, mientras que en el corazón del África austral una maraña lujuriante de selvas se cierne sobre otros de la talla del Congo o del Zambeze, el gran río en lengua tonga.

Partido en dos por las mundialmente famosas Cataratas Victoria, este último es con sus casi 3,000 km el cuarto más largo de África, aunque nadie lo diría al verlo nacer como un humilde arroyo en los montes Kalene de Zambia. Desde el manantial irá engrosando su caudal gracias a los muchos afluentes que lo nutren a medida que, repartiendo pesca, cosechas y electricidad a millones de almas, enfila hacia Angola para en seguida rozar Namibia y Botswana y, tras perfilar las fronteras entre Zimbabwe y de nuevo Zambia, se adentra en Mozambique, donde se derrama en el océano Índico a través de los dedos de un gran delta.

03.

01. El exclusivo Zambeze Queen, con tan sólo 14 camarotes, surca las aguas del rio Zambeze entre Namibia y Botswana.

02. Preparativos para la cena en el Zambeze Queen

03. Un cocodrilo reposa a pocos metros de la embarcación.

Salvo algún insensato que ha conseguido vadear en kayak todo el curso de este río infestado de hipopótamos y cocodrilos, el Zambeze sólo es completamente navegable a partir de la ciudad mozambiqueña de Tete. Sí lo son, sin embargo, muchos de sus tramos anteriores, ya sea a bordo de canoas, en los ferries que usan los lugareños para viajar de un punto a otro, e incluso en pequeños barcos de un lujo extremo. A través de su tributario río Chobe, el Zambezi Queen, más un hotel boutique flotante que un crucero, ofrece por la frontera de Namibia y Bostwana los más increíbles safaris acuáticos.

Sus 14 suites, presididas por una pared de cristal tras la cual asoman los áridos paisajes del Parque Nacional de Chobe, permiten a su treintena de pasajeros avistar jirafas, cebras y búfalos sin salir siquiera de la cama o, al final del día y fondeados en mitad del río, distinguir desde el balcón del camarote el brillo de los ojos de los cocodrilos y los gruñidos de los hipopótamos, que rompen el inquietante silencio de la noche africana. Para sentirse un absoluto privilegiado, bastaría con salir a navegar unas horas a bordo de las espartanas barcazas, que al atardecer se adentran por el Chobe para espiar a las inmensas manadas de elefantes, que dan fama a este parque. Hacerlo en una embarcación como el Zambezi Queen son ya palabras mayores.

El barco, remozado de arriba abajo para su botadura hace seis años, tiene un diseño minimalista esencial y un casco de apenas 70 cm de calado, que le permite vérselas sin dificultad con los fondos someros del río durante la temporada seca. En sus insólitas singladuras, los pasajeros pueden elegir a la carta entre salir a pescar, abordar un 4 × 4 para emprender un safari por las polvorientas pistas de la reserva en busca de leones y hienas o, mejor aún, optar por hacerlo en sus lanchas, que se acercan lo indecible a la fauna: a fabulosas aves que, como los cormoranes e ibis sagrados, sobrevuelan las aguas chocolate del Chobe; a los cocodrilos, inmóviles sobre el fango con sus prehistóricas hechuras a ni siquiera dos metros de uno y hasta a los cientos de elefantes que, en cuanto empieza a caer el sol, rojo y grandioso aquí, llegan a agolparse a las orillas para su baño ritual.

Junto a apenas un puñado de pasajeros, tan cerca de los animales y sin más protección que la pericia del guía que lidera cada expedición, no hay nada como apagar el motor de la lancha y paladear en silencio el momento con el corazón en un puño. El atardecer, al igual que la primera hora del día, es siempre el mejor momento para los avistamientos de fauna. El resto de la jornada podría visitarse alguna aldea ribereña, en cuyas chozas de barro y paja se vive casi como siglos atrás, y salir con sus pescadores a surcar los caños del río a bordo de las leves canoas que aquí conocen como mokoros. Una alternativa es quedarse en el Zambezi Queen, disfrutando del paisaje desde las hamacas de cubierta o tomando una copa en su salón panorámico mientras se hojean los libros de vida salvaje, que instruyen sobre los animales que se verán al día siguiente. ¡Pura sofisticación en el entorno más agreste!

Los elefantes comen sin sentirse amenazados, bajo la mirada de turistas.

03.

01. Parada del Zambeze Queen para cenar en un poblado cercano a la orilla.

02. Baño frente al río Zambeze.

03. Un hipopótamo sale del agua para alimentarse.

A poco más de una hora del Chobe, tras cruzar la frontera de Kazungula en la que los brazos del Zambeze separan Zambia, Zimbabwe, Bostwana y Namibia, el río ve interrumpido su curso por el más fenomenal espectáculo de esta parte del continente: las Cataratas Victoria, con todo derecho Patrimonio de la Humanidad. Antes de que Livingstone las rebautizara en honor de su reina, la tribu local de los kololo las conocía como Mosi-oa-Tunya, el humo que truena. Este viejo nombre le hace ciertamente más justicia que el que le puso el explorador y misionero escocés cuando se convirtió en el primer blanco en admirarlas. Y es que el bramido con el que las aguas del Zambeze se estampan contra los riscos es del todo atronador. La nube de vapor en suspensión, que se forma por el impacto, llega a verse a una veintena de km a la redonda cuando el río va más cargado, generalmente en los meses de febrero y marzo. Entonces, hasta 500 millones de litros al minuto llegan a derramarse en caída libre por este tajo de casi 2 km de ancho, que oficia como frontera natural entre los países de Zambia y Zimbabwe. En esos meses será imposible no salir calado hasta los huesos tras transitar por los miradores que, tanto desde un país como del otro, se asoman a su cauce buscándole sus ángulos más fotogénicos. Es especialmente en esta temporada cuando resulta casi imprescindible subirse a los helicópteros o ultraligeros que sobrevuelan las cascadas. Sólo así, desde el aire, podrá admirarse toda su grandeza.

Hacia noviembre, cuando el Zambeze acarrea menos caudal, su aspecto será radicalmente distinto y se podrán admirar mejor las hendiduras que el río ha ido tallando en las rocas a lo largo de veinte millones de años pero, eso sí, sin sentir de esa manera brutal la fuerza del agua. Sin embargo, esos meses cuentan con el aliciente de poderse bañar en las piscinas del diablo, unas pozas naturales que, en el lado zambiano, se posan en lo más alto de la cascada. Una experiencia desde luego no apta para cardiacos, aunque todavía lo son menos los saltos al vacío en bungee desde el puente centenario que une una de sus gargantas, así como las travesías en rafting y kayak entre los rápidos de este río, favorito de los hipopótamos y los cocodrilos.

02. 01. Las cataratas Victoria vistas desde el lado de Zimbabwe. Los turistas pasean por la llamada piscina del diablo.

02. Las Cataratas Victoria, llamadas por la tribu de los kololo Mosi-oa-Tunya, “El humo que truena”.

Página anterior. Entrada al Parque Nacional del Chobe.

01. Una de las atracciones mas llamativas es el paseo a lomos de elefante.

02. Una leona en el Parque Nacional de Mana Pools en Zimbabwe.

03. A lo largo del río Zambeze encontramos hipopótamos, sus habitantes más numerosos.

01.

02.

03.

01. El Royal Livingstone Express cruza el Mosi-oaTunya National Park mientras se sirve la cena.

02. Romántica mesa, iluminada para la cena en el jardín del Hotel Royal Livingstone.

03. Cae el sol y, desde la terraza del Royal Livingstone, se divisa el vapor que se levanta de la caída cercana de las Cataratas Victoria.

Quienes busquen experiencias menos extremas, a la vera de las cataratas podrán participar en los safaris en 4 × 4 por los frondosos parques nacionales de ambas orillas, a rebosar de animales, incluso recorrer la espesura a lomos de elefante y caminar entre leones en una granja cercana. También tendrán la oportunidad de jugar al golf no lejos de donde triscan los facóqueros o reservar una velada en el Royal Livingstone Express, desde cuyos vagones de los años veinte pueden avistar elefantes y jirafas mientras su locomotora de vapor se abre paso por el Mosi-oa-Tunya National Park al caer la noche. Lo que sin falta nadie se debería perder son los pequeños cruceros que, al atardecer, brindan unas vistas increíbles sobre el curso del río y su fauna o, del lado de Zambia, una copa en la espectacular terraza del hotel Royal Livingstone, con la humareda de las cascadas al fondo y un enjambre de monos haciendo de las suyas por sus espléndidos jardines, mientras que en la orilla de Zimbabwe reina con todos los honores el mítico Victoria Falls Hotel, la gran dama de estos territorios. Por él llevan más de un siglo recalando desde reyes hasta estrellas de cine, pero está siempre abierto a cualquier simple mortal que se pueda dar el lujo de hospedarse ahí o, como mínimo, acercarse a tomar el té en sus magníficos salones de época.

La continuación desde las cataratas, siguiendo el curso del Zambeze, depara un viaje en mayúsculas por algunas de las geografías menos trilladas de esta parte del continente. El ferry que, a lo largo de un día con su noche correspondiente, las une con el lago Kariba es mucho más que un mero transporte. Después de unos días entre los miles de turistas de cualquier lugar del mundo que las Victoria atraen, se agradece el lánguido fluir de este barquito sin grandes lujos que devuelve al viajero a la cadencia lenta y genuina de África, mientras se adentra por unos de sus rincones más intactos.

El Kariba es el mar que no tienen ni Zambia ni Zimbabwe, los dos países con los que también aquí hace frontera el río. En este inmenso lago, el más grande jamás creado por el hombre, se embalsaron por primera vez las aguas del Zambeze. Desde entonces nadie volvió a ver a Nyami Nyami, el espíritu tutelar del río que el pueblo tonga honraba y al cual, en agradecimiento, esta criatura legendaria con cuerpo de serpiente y cabeza de pez permitía comer de su carne en tiempos de necesidad.

02.

Instalado en alguna de las casas flotantes del lago, podrá salirse a pescar por sus aguas o avistar una barbaridad de fauna por el vecino parque de Matusadona, donde cada recodo es una postal. Más allá todavía aguarda el del Lower Zambezi, del lado zambiano y, del otro, el universo anfibio de Mana Pools, a cuyas pistas sólo entran los todo terreno durante la temporada seca, de junio a octubre, mientras que el resto del año sólo se podrá acceder en canoa o a pie. Hasta el pasado mes de mayo, este parque nacional era el único de África por el que se podía caminar a voluntad sin la compañía de un ranger armado. Ahora lo han prohibido a pesar de que, sorprendentemente, hubo pocos accidentes. Algunos lo achacan a que la visibilidad de sus explanadas permite avistar sin sorpresas a los animales y mantener las distancias, aunque no se entiende bien cómo aquella convivencia tan íntima no acababa en un festín para los leones. Con todo y prohibición, caminar con un guarda por unos paisajes en los que en cualquier momento podría aparecer un predador, plantar allí mismo el campamento para pasar la noche o navegar en una balsa por unas aguas infestadas de hipopótamos y cocodrilos, hace que Mana Pools no sea precisamente un territorio para principiantes.

03.

01. Unas jirafas nos miran en el Parque Nacional del Chobe

02. Un baobab en el Parque Nacional de Mana Pools.

Página opuesta. Cebras cerca del lago Kariba.

01.

DónDe hospeDarse

A bordo del Zambezi Queen, una embarcación de lujo con apenas 14 camarotes que por el Parque Nacional de Chobe, entre Botswana y Namibia, ofrece programas de dos, tres o cuatro noches, con todas las comidas y safaris acuáticos incluidos. zambeziqueen.com

El Victoria Falls Hotel es el gran establecimiento de lujo de las Cataratas Victoria. Situado en la orilla de Zimbabwe, a lo largo de su más de un siglo de historia, ha albergado desde reyes hasta estrellas del cine. victoriafallshotel.com

Cerca y también en este lado de las cascadas, surge el exclusivo lodge de aire colonial Stanley and Livingstone. stanleyandlivingstone.com En el lado zambiano de las cataratas, el Hotel Royal Livingstone, con una fabulosa terraza volcada sobre las aguas del Zambeze y abierta también a los no alojados en este 5 estrellas, cuenta con numerosos proyectos de cooperación con las comunidades vecinas que, a petición, pueden ser visitadas por sus huéspedes. suninternational.com

En el Parque Nacional de Mana Pools, Zimbabwe, el campamento Kanga Camps ofrece una docena de tiendas del más alto nivel en una de las zonas más remotas de este universo anfibio, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. africanbushcamps.com DónDe comer

Durante los safaris es habitual realizar todas las comidas en los campamentos y lodges donde se pernocta. Una buena propuesta para conocer el folclore local de la zona de las Cataratas Victoria es la cena Boma Experience del Victoria Falls Safari Lodge. victoria-falls-safari-lodge.com

01. El hotel Royal Livingstone con mas de un siglo de historia.

This article is from: