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COrEa DEl sur

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Islas COOK

Islas COOK

Vida de monje

Cada año miles de viajeros se alojan en monasterios budistas de Corea del Sur, para experimentar la vida de los monjes por unos días. Los rituales comienzan diariamente, desde hace 600 años, a las 3:00 am con cantos, meditación, ceremonia del té y conversaciones filosóficas.

Texto y fotos: Julián Varsavsky

Tengo una reservación para pasar tres noches en el monasterio Geumsunsa, situado en las afueras de Seúl. De acuerdo con las indicaciones de la oficina de la red Templestay —que agrupa 120 templos budistas— tomo el autobus Nº 2 y, al descender, me llama al celular la señorita Yeosilan. Quiere saber si necesito que un monje baje de la montaña para ayudarme con la maleta. Le digo que no, pero me arrepiento a los veinte minutos de estar subiendo los irregulares escalones que trepan por una empinada ladera.

A la mitad del camino y en medio del bosque aparece de todas formas el monje. Previsores, ellos tienen un sistema eléctrico con polea —una especie de carrito colgante— donde coloco mi equipaje que llega a la cima antes que yo.

Los escalones en la roca se internan en una cueva con un oscuro santuario budista. Avanzamos hasta el fondo para ascender por una escalera de caracol tallada en la montaña.

Subo y, al salir a la superficie guiado por el monje, me encuentro en un bosque paradisíaco donde se vislumbran los techos de los templos entre los árboles: la sensación es la de retroceder, como por obra de magia, al tiempo del Buda.

Muchos templos budistas de Corea del Sur se sitúan en montañas, donde todo es paz y serenidad. En el caso del Geumsunsa se encuentra dentro del Parque Nacional Monte Bukhan. Allí me saluda, con las palmas juntas a la altura del pecho, la joven Yeosilan, encargada de recibir a los huéspedes. Me presenta a Kim, el monje con el que trataré de manera directa en un inglés aceptable y quien será mi maestro de filosofía budista. Yeosilan me entrega un set de ropa monástica y me conduce al cuarto. Dejo afuera mis zapatos e ingreso a un ambiente limpio y confortable, amueblado con una mesita muy baja, un colchón tradicional enrollado en el piso, un buen baño con ducha y el panorama increíble de la ciudad en la lejanía.

01. Página anterior. Lámparas con forma de flor de loto cuelgan en los monasterios coreanos.

01. Los diferentes templos del monasterio Geumsunsa están unidos por escalinatas.

02. Dorado es el color predominante de los budas coreanos.

03. Bocadillos vegetarianos son la base de la comida budista.

02. 03.

No hace falta ser budista para sentirse en el monasterio como fuera del mundo. Es un ámbito lleno de sutilezas, con códigos opuestos a los de esa urbe materialista y tecnologizada al extremo, que vemos de reojo por la ventana. Nos rodean un silencio perfecto y una arquitectura sublime de pura madera.

El antiguo complejo tiene 600 años y está dividido a la mitad por un arroyo que fluye bajo el Puente del Nirvana, cuya forma arqueada conecta con el templo mayor.

A media tarde vamos al templo a realizar el ritual de las 108 postraciones, inclinando el torso hasta arrodillarnos y apoyar la frente en el suelo. Kim aclara que las arduas postraciones “no son para Buda -aquí no hay un Dios ni somos sus esclavos- sino para bajar nuestro propio ego, que a menudo nos hace olvidar que somos apenas una parte de la naturaleza y no sus amos con derecho a destruirla”.

En el monasterio se cena a la hora de la merienda. A las cinco de la tarde nos sirven una comida vegetariana muy sencilla, que saboreamos sentados en el suelo sobre unos cojines alrededor de mesitas. La norma es que no se deben desperdiciar ni un grano de arroz ni una gota de agua, así que platos y vasos deben quedar rigurosamente vacíos. El mío me lo devuelven por haber dejado la berenjena.

ConversaCIones fIlosófICas

Uno de los ritos más interesantes es la ceremonia del té. Cada acto cotidiano aquí -incluyendo el momento de la limpieza comunitaria- tiene un ceremonioso sentido ritual. A las 19:30 hrs comienza la ceremonia del té, momento de esparcimiento donde uno puede conversar libremente de lo que desee. Los extranjeros nos dedicamos a interrogar a Kim, sentados sobre el suelo en círculo a su alrededor.

El monje hierve agua en un calentador y cada uno de nosotros llena su propia tetera, que está puesta en una mesita individual con vasos de cerámica. Las hebras de té se colocan en la tetera y la bebida se sirve a través de un colador.

“El budismo es una filosofía antes que una religión. El Buda fue un ser humano que descubrió el camino medio entre el derroche y el ascetismo extremo, para suprimir así el deseo y el consecuente sufrimiento, en busca de la iluminación a través de prácticas meditativas”, explica Kim con tono pausado entre un sorbo y otro. Agrega que el Buda nació hace 2,582 años, el octavo día del cuarto mes del calendario lunar. El budismo ingresó a Corea desde China hace 1,700 años en la Era de los Tres Reinos, para convertirse en la religión oficial durante la dinastía Goryeo (s. X al XIV).

Los otros huéspedes del templo son una señora de Singapur, una joven norteamericana esposa de un Marine recién llegada de Afganistán -mientras su marido trabaja ella hace voluntariado- y una amiga de esta última. La señora de Singapur pregunta con interés cómo se alcanza la Iluminación.

Kim explica que el camino para lograrla es bastante largo y complejo. Él estudió por cuatro años antes de ordenarse monje y, al final del aprendizaje, su maestro le asignó una pregunta filosófica para que buscara su respuesta todo el tiempo que fuese necesario, incluso durante la vida entera.

“Si crías a un pájaro dentro de un botella, cuando crece ya no puede salir. ¿Cómo lo sacas de allí sin matarlo?”. Esta pregunta le asignaron a Kim y lleva dieciséis años meditándola. La esposa del Marine dice que “no se puede liberar al pájaro porque no sabría alimentarse por sí solo y moriría”.

Kim se sobrecoge con la respuesta: “Es la más inteligente que he oído en mi vida: voy a meditar sobre ella”. Parece que se trata de una pregunta famosa dentro de las escuelas del budismo coreano. Si encuentra la respuesta, al monje se le abrirían las puertas del nirvana o “estado de iluminación”, que es el estado de más alta conciencia al que se puede aspirar.

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01. Simbolismo de la reencarnación infinita en el budismo.

02. En Geumsunsa el día comienza con una meditación matutina.

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Las preguntas filosóficas nos resultan un poco curiosas y queremos saber más. Kim explica que hay 1,400 indagaciones de este tipo y que el maestro elige una, según la personalidad de cada alumno. Otra es: “¿Cómo hacemos para llenar un cántaro que tiene un orificio en su base?”. Kim explica que esta pregunta es diferente a las anteriores, aquellas que no tienen respuesta. Yo arriesgo la hipótesis de llenarlo de nieve. Pero me dice que “en primavera no se podría y debes poder llenarlo siempre. La respuesta correcta es tirarlo al océano”.

A través de las meditaciones metafísicas los monjes resuelven estas incógnitas. Para el budismo zen la Iluminación la pueden lograr tanto monjes como laicos. El objetivo es entender que la felicidad no se puede buscar fuera del cuerpo con posesiones materiales, sino en el interior del propio ser. Y esto se alcanza reenfocando el deseo individual hacia el bienestar de todos los seres vivientes del planeta.

Kim cuenta que en Corea del Sur ni los monjes se salvan del servicio militar. De hecho, la semana siguiente debe irse por tres días a hacer entrenamiento militar como reservista.

“¿Iría a la guerra?”, le pregunto esperando un “no”.

“El budismo no permite matar, pero nuestra nación está antes que los preceptos religiosos”, responde pragmático.

“¿Iría a la guerra por obligación o porque le gustaría?”, insisto con cierta esperanza.

“Porque me gustaría”, asegura y me desarma.

01. El místico puente del Nirvana en Geumsunsa, decorado para el nacimiento de Buda.

02. La red Templestay recibe miles de viajeros por año para sumergirse en la religión budista.

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sueños sagrados

A las 21:00 hrs vamos todos a dormir. Pero a las 3:00 de la madrugada comienza la actividad con un monje que toca una larga castañuela de bambú y despierta a la comunidad entera. Luego golpea un gran tambor con ritmo monótono y volumen creciente. Los huéspedes nos acercamos a la pagoda y todos a la vez hacemos sonar una campana gigantesca, golpeándola con un tronco que cuelga del techo.

A las 4:00 am ya estamos meditando en posición de flor de loto dentro del templo, que tiene las puertas abiertas para ver la salida del sol. A las 6:00 am desayunamos.

Uno de los ejercicios tradicionales más importantes que hacen los monjes zen en Corea del Sur es la meditación anual de la primera semana de diciembre, cuando pasan todo ese tiempo sentados en posición de loto sin dormir ni comer. Un maestro zen vigila que no se les caiga la cabeza de sueño. Cada tanto caminan un rato alrededor del templo y luego se vuelven a sentar. Al que lo vence el sueño, el maestro le pega tres golpes en la cabeza con una vara de bambú.

“Te aseguro que no dormimos y son siete días, porque ese tiempo meditó Buda hasta alcanzar el nirvana. ¡Qué lástima que no lo hizo en tres días!”, bromea Kim recordando esa demandante meditación, que todos deben realizar.

La vida de los monjes se basa en la repetición constante y obsesiva de una rutina estricta a la que reducen su existencia. Kim baja a la caótica Seúl tres veces por mes para visitar amigos. Cuenta que habla chino y le apasiona la microfísica atómica, porque tiene “respuestas similares a las del budismo”. Sucede que, según Kim, la física cuántica plantea que todo es ilusión: “Tú lo eres y yo lo soy”. La conclusión del budismo es que “todo es vacío (yongui). En el fondo, el pájaro en la botella no existe: este mundo es una ilusión”, dice.

Durante la estadía hacemos una “caminata zen” a la cima del Monte Bukhan, participamos de los cantos ceremoniales Yebul, de un almuerzo monástico Balwoogongyang y copiamos a mano antiguos sutras budistas: nos sumergimos por completo en el sosiego de la rutina monacal.

Como despedida, Kim nos enseña a hacer un farol de papel con forma de flor de loto, como los que se elaboran por millares para el aniversario del Buda. El sentido simbólico de esa flor tiene una explicación: “A diferencia de otras, ésta crece en aguas pantanosas con barro, donde el loto florece limpio y reluciente. La flor es entonces una metáfora del Buda quien, sin importar cuan lleno de suciedad, odio y avaricia estuviera el mundo a su alrededor, creció puro y limpio, pleno de sabiduría”.

01. La meditación de una semana se hace en todos los monasterios para el natalicio de Buda.

02. Los monjes meditan varias horas al día.

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InformacIón y reservacIones

Templestay (red de templos) Las oficinas se ubican frente al templo Jogyesa de Seúl. Calle Gyeonji-dong 71 T. (+82) 2 2031-2000 templestay.com geumsansa.org

cosTo

El alojamiento con pensión completa cuesta $63 USD por día. Hay programas para pasar sólo unas horas en el monasterio y también opciones más extensas de una semana.

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