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TurQuÍa
El lujo, más allá del lujo
Texto y Fotos: Alonso Vera
Página anterior. Estambul es una de las ciudades más sofisticadas del planeta, una mezcla entre El Cairo y Nueva York, pero con más de tres mil años de historia ininterrumpida.
Página actual. El puerto de Bodrum, sobre la costa del mar Egeo, ocupa el sitio en donde fue erigido el Mausoleo de Halicarnaso en el año 350 a.C.
En Turquía la hospitalidad es un estilo de vida propio de esta nación. Prueba de lo anterior son las muchas tazas de té que uno debe estar dispuesto a beber cuando sus protagonistas se convierten en nuestros anfitriones.
Turquía es uno de mis destinos favoritos. Siempre que lo visito, hago al mismo tiempo una exploración en busca del lugar donde quisiera pasar el resto de mis días. Me he imaginado en una cabaña rústica a orillas del Mar Negro cultivando té, así como en una mansión escarbada en los dramáticos valles de Anatolia Central y, por supuesto, en una suntuosa villa entre olivares frente a las magníficas costas del Mediterráneo. Me he visto en Asia y en Europa, mientras disfruto de la sofisticación y la simplicidad. Y es que hay algo esencial en Turquía que, sin importar las grandes diferencias, te hace sentir en casa.
Como no existe una manera correcta de visitar Turquía, ya sea por primera o por décima ocasión, realicemos una ruta que nos ofrezca la oportunidad para descubrir sus muy ricas y diversas personalidades. Llamémosle el “triángulo dorado”, el cual iniciará en Estambul, para luego volar a la mítica región de Capadocia y culminar navegando por la costa del Egeo. A lo largo del camino descubriremos algunos de los mejores hoteles y restaurantes del mundo, así como sitios arqueológicos. Tendremos la oportunidad de adquirir algunas de las más finas artesanías y obras de arte. Y, por supuesto, disfrutaremos de un contacto pleno con la naturaleza mientras nos sumergimos en una historia que nos remonta al origen de los tiempos. Será nuestra oportunidad para descubrir el significado del lujo, más allá del lujo y vivirlo en plenitud.
(Anti) guíA prácticA de estAmbul
A la antigua Bizancio, más tarde llamada Constantinopla, se le conoce como Estambul desde 1930, cuando se adoptó como nombre oficial. No, no es la capital de Turquía, pero sí es la quinta ciudad más visitada del mundo. Cada año duplica su población con unos 13 millones de visitantes, muchos de los cuales llegan con tanta prisa que suelen perderse la promesa que ofrece al viajero: la vida eterna.
Más personas visitan esta ciudad transcontinental que a todo México. Es como si Bélgica entera se movilizara a la que fuera capital del Imperio Otomano, hasta su declive tras la Gran Guerra. Con los años, uno se hace de formas antes de aproximarse a ciudades tan sofisticadas como Estambul, una mezcla entre El Cairo y Nueva York, pero con más de tres mil años de historia ininterrumpida. Mi sugerencia es despertarse antes del alba para intentar tomarla por sorpresa. Comience caminando sin un rumbo definido, escuchando la manera en que su cuerpo responde a sus estímulos y, cuando algún sonido, vista o aroma le sugiera una excusa para interactuar, hágalo con una sonrisa sincera y sin expectativas. No se arrepentirá. Así fue como por azar o designio me senté a tomar mi primera taza de çay —té turco— con los pescadores que se reúnen frente al Bósforo, un estrecho que divide la ciudad y separa físicamente a Europa de Asia. Son hombres, todos, de pocas palabras pero miradas afables. “Günaydin”, me dicen. “Günaydin”, respondo mientras sorbo por primera ocasión aquella infusión cultivada en las costas del Mar Negro. Cada turco consume un promedio de 2.5 kg de té al año, casi medio kilo más que los habitantes del Reino Unido. No termino de entender si pescan por gusto o necesidad. Pequeñas sardinas dan bocanadas a un aire que les asfixia. Nada pasa, y todo sucede a la vez. Ya los gatos merodean. Yo pido otro té y me integro al grupo.
Página actual. El Palacio de Çiragan fue creado por mandato del sultán Abdülaziz I y ahora es un hotel de lujo operado por Kempinski, el grupo hotelero alemán fundado a finales del siglo XIX.
el viejo bArrio de sultAnAhmet
Turquía es un país laico donde el 99% de sus habitantes practica el Islam. El sol se aproxima luego de una tercera taza de té. Entonces fui seducido por la voz del muecín a practicar el Salat del amanecer en la Sultanahmet Camii, conocida como la “Mezquita Azul”. No me resulta complicado mimetizarme en un mercado de granjeros en Noruega, pero pasar desapercibido en este sitio sagrado fue imposible, sobre todo porque a diario llegan hordas de turistas cuyo único estímulo es tomarse una foto para decir que estuvieron ahí. El interior es como una recreación del paraíso en la Tierra, a partir de 20 mil mosaicos de Iznik, la antigua Nicea. Sus diseños recuerdan que estas tierras dieron origen al tulipán, planta perenne cuyo vocablo persa significa “turbante”. Se muestran dispuestos a la perfección, como un manifiesto de la capacidad humana por materializar la belleza inspirada en el amor a lo divino. Al terminar, el imam que guió la oración me invita a tomar mi cuarta taza de té y me sugiere buscar otras manifestaciones locales de lo sublime.
Con más de tres mil tiendas, el Gran Bazar es un microcosmos visitado a diario por medio millón de personas. Para llegar al primer centro comercial del mundo atravesé la Cisterna Basílica, donde se encuentra la cabeza de Medusa. Es un mundo subterráneo y resbaloso en el que florece un bosque de arcos resguardado por una escuela de carpas cuyo tamaño promedio es similar al de un infante bien nutrido. De vuelta a la superficie, los primeros rayos del sol acentúan la sensualidad en las formas de Estambul. Ya también se levantan las cortinas de hierro, revelando vitrinas repletas con “delicias turcas” como lámparas, telas, antigüedades y todo lo que se pueda imaginar en aquellos 45 mil m2 de tentaciones materiales llamado Kapalıçarşı. Ahí conocí a Hasan Semerçi, un vendedor de tapetes. “El Gran Bazar es un sitio muy seguro, pero si no sabes la diferencia entre un tapete tejido a mano y uno hecho a máquina, entonces...”, se detuvo un instante, como recordando una anécdota que deberá permanecer secreta hasta el fin de los tiempos, “...sí debes tener cuidado”, y se echó a reír. Con él bebí ya mi undécima taza de té en el día. “Tienes que visitar a Sevan Biçakci”, me sugirió como siguiente parada. “A mí me corrieron de la escuela por flojo a los 12 años y, por ser de familia Armenia, sólo tuve tres caminos: ser carpintero, mecánico o joyero”, me confesó Sevan Biçakçi. Abrió su primer taller a los 18 años. Hoy es una celebridad en Turquía y se le reconoce como uno de los mejores diseñadores del mundo. “Nosotros no aceptamos pedidos”, me dice su hermano Arman mientras me sirve ya mi duodécima taza de té. Con la ayuda de una lupa, admiro los más exquisitos anillos y collares en el taller donde sólo reciben previa cita. Sus gemas traslúcidas han sido talladas a mano con formas que denotan un talento sobrehumano, así como una paciencia equivalente a la de la naturaleza. Arman se anticipa a mi pregunta y confirma mi suposición: “Son obras de arte, invaluables. Sevan diseña lo que quiere, le toma unos seis meses hacer cada pieza y luego las ofrece a sus coleccionistas.”
Página actual. El Gran Bazar es el primer centro comercial del mundo y, con más de tres mil tiendas, es visitado a diario por medio millón de personas.
Página opuesta. El barrio histórico de Sultanahmet es el corazón de la antigua Bizancio, más tarde llamada Constantinopla. Hoy a la ciudad se le conoce como Estambul desde 1930.
extrAñAs sugerenciAs de viAje
He sido testigo de lo sublime o el çay surte ya un efecto casi espiritual sobre mi percepción. Estambul sufre uno de los peores tránsitos vehiculares, así que sigo la recomendación de Sevan y cruzo a pie el Puente Gálata para explorar el vecino barrio de Karaköy. “Estambul es una ciudad muy diversa y este barrio sintetiza su diversidad”, me dice Antony Doucet mientras bebemos, sí, otra taza de té con las vistas del Cuerno de Oro. Estamos en la terraza de su Vault Hotel Karaköy, en donde suelen reunirse los protagonistas de la escena creativa contemporánea en la ciudad. Francés expatriado y representante de The House Hotel Collection, para Antony “la experiencia del barrio debe continuar al entrar o salir de tu hotel”. Y para comprobar su teoría, me acompaña a descubrirlo personalmente.
Primero caminamos al mercado Karaköy Balikçilik para elegir el pescado que más tarde prepararíamos a la sal para almorzar con sus amigos artistas y activistas locales. Luego visitamos talleres y galerías en esta versión turca de la Colonia Roma en la Ciudad de México y tomamos un macchiato en Mahalo con vistas de la Torre Gálata. En 1348 fue nombrada por los genoveses, que la erigieron en la cima de la ciudadela, como la Torre de Cristo. Se levanta imponente sobre el distrito que los griegos llamaron Pera en Sykais, que significa “la higuera del otro lado”. Éstos fueron los campos de cultivo de la gran Constantinopla. Aquí es donde la escritora británica Agatha Christie escribió su “Asesinato en el Orient Express” y donde aún subsisten los oficios tradicionales, pese a los estragos de la gentrificación, como el baño turco o hammam. El Palacio de Çirağan fue creado por mandato del sultán Abdülaziz I y ahora es un hotel de ultra lujo. Estoy en la “Suite del Sultán”, una especie de templo de mármol y maderas finas revestidas con tapetes de seda, obras de arte y candelabros de cristal. Pasar aquí la noche cuesta unos 30 mil euros. Frente a mí el gerente general del hotel, Ralph Radke, me platica de este mítico lugar. “La primera ocasión que lo visité era un adolescente, y me enamoré de inmediato”. Luego caminamos a una terraza frente al Bósforo donde bebí, sí, mi vigésima y última taza de té en el día. “Esta propiedad es el resultado de 400 años de estilo y refinamiento de uno de los imperios más exquisitos”, dijo Herr Radke. Y mientras discutíamos sobre el futuro del turismo de lujo, se acercó una joven cuyos ojos me hicieron recobrar la fe. Era el momento de asistir a mi cita en el hammam. Al despedirnos, Ralph me invitó a probar su icónico restaurante Tuğra, “donde puedes cenar al fresco las más auténticas recetas otomanas”.
El Spa del Çirağan Palace Kempinski me hizo pensar en los baños del harén de los sultanes. El término proviene del árabe herâm, utilizado para designar “lo prohibido”. Imagino la música y la danza de sus doncellas mientras me recuesto sobre una plancha de mármol dentro de una pequeña habitación, penetrada por los rayos de luz que descienden como una señal divina desde su bóveda celeste. La temperatura y la humedad me recuerdan al útero materno. Ante mí se presenta una terapeuta cuyo físico evoca a la mítica Elena de Troya. El baño turco me parece la más exquisita alquimia de higiene y placer.
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Páginas anteriores. El interior de Sultanahmet Camii, conocida como la “Mezquita Azul”, ha sido decorado con 20 mil mosaicos de Iznik, la antigua Nicea, cuyos diseños evocan la flor del tulipán.
01. y 02. The House Hotel Nisantasi es un fiel reflejo del ambiente y estilo manifiesto en el barrio de Nisantasi, favorito entre los diseñadores y el paraíso de las compras en Estambul. De pronto envuelto en una cobija de espuma, o sorprendido por un balde de agua fría. A veces golpeado y restregado sin cuartel, pero siempre estimulado con precisión. Al final del rito me siento de nuevo uno con mi cuerpo. Parte también de la perfección vivida aquel día memorable.
Por si fuera poco, la tarde me llevó a la cima del distrito Beyoğlu donde me esperaban el chef Mehmet Gürs y un Martini seco en la terraza de su restaurante Mikla. La vista es, sin temor a equivocarme, la mejor de Estambul. Por un lado el Mar de Mármara y por el otro el Mar Muerto. Enfrente la península histórica y detrás los rascacielos que se extienden al horizonte. Turistas y gaviotas se amontonan en el mirador de la Torre Gálata mientras Mehmet me confiesa su emoción por ser reconocido como uno de los 50 mejores chefs en el mundo. “Llevo diez años definiendo la nueva cocina de Anatolia, explorando, investigando, probando…”, se detiene a inhalar el atardecer, “...por ello a Mikla no vienes sólo a cenar, pues te vamos a platicar una historia que te llevarás a tu casa, no como un souvenir, sino como una experiencia de vida”. Fue entonces cuando el ocaso nos abrazó a la usanza local, con una mezcla de música electrónica y el eco de los llamados a la oración del almuecín.
01. y 02. El hotel Argos Cappadocia se encuentra en el Valle de los Pichones. Ha sido reconocido como el mejor hotel del país los últimos tres años, pues le hace sentir que Capadocia es suya.
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Aterrizo en cApAdociA
Desayuné un delicioso gözleme de espinaca y un çay antes de volar a Nevšehir, en el corazón de Capadocia. Hace millones de años, con las violentas erupciones de sus volcanes Erciyes y Hasan, las planicies de esta histórica región de Anatolia Central se vistieron de lava, lodo y ceniza, amasando una capa de roca suave llamada toba. Desde aquel entonces la persistencia del viento y de la lluvia han moldeado su paisaje con valles prodigiosos, donde se acomodan monolitos cónicos que semejan muelas de gigantes, fantasmas, dioses o lo que la imaginación permita. A estas formaciones se les conoce como peri bacalari o “chimeneas de las hadas”. La formación de cada una ha tomado entre uno y cinco millones de años. Sin embargo, sus habitantes, herederos de una de las más ricas y complejas historias humanas, las conocen simplemente como “rocas”. De camino a mi hotel, estas rocas se me presentan con una belleza plena en versiones del rosado al amarillo, pasando por el café y el verde, inmersas en el escarlata de las amapolas silvestres y los plantíos de trigo que se propagan hasta el horizonte. Cuando llego al Valle de los Pichones, donde se encuentra el hotel Argos Cappadocia, me siento como en el paraíso terrenal. Ha sido reconocido como el mejor hotel del país los últimos tres años. “La terraza te hace sentir que Capadocia es tuya, pero cuando llegas a tu habitación queda claro que tú eres de Capadocia”, me comenta su diseñadora y arquitecta Asli Özbay, encargada del proyecto de restauración de esta magnífica propiedad que ocupa las ruinas de un monasterio troglodita, escarbado hace más de mil años. Las habitaciones resguardan el ambiente rústico, pero sin perder jamás el confort o la elegancia de esta propiedad exquisita. Algunas cuentan con alberca interior y han sido decoradas con finos tejidos de la región y antigüedades, así como cuencos amorfos que integran las vistas del valle entre sus formas.
AnAtoliAn bucket list
La primera ocasión que visité Capadocia había una compañía que tenía dos globos y el monopolio del vuelo aerostático para observar el amanecer. “Hoy llegamos a ver hasta 130 globos en una sola mañana”, me dice Bariš Pehlivan, el mejor capitán de Kapadokya Balloons, “y es que Capadocia se ha convertido en la capital mundial del globo aerostático”. Hay ansiedad en el grupo. Las condiciones no fueron propicias la madrugada anterior, por lo que muchos de los presentes tuvieron que volver a la cama muy a pesar suyo. Pero estoy convencido de que el día será perfecto. Y así lo fue. Primero nos trasladaron en un todo terreno a la zona de despegue. Lenguas de fuego por doquier. Comienzan a ensancharse las siluetas de gigantes. Ya flotamos sin ni siquiera darnos cuenta y en el momento cuando el alba se vistió de una luz aperlada comenzó la magia. El inmenso territorio se me figura como un mar ígneo petrificado. A diestra y siniestra se iluminan masas como de cascadas líticas y barquillos derretidos. Muchas de ellas adornadas con los indicios verdes de cepas y duraznos. Bariš, con su pericia, nos desplaza por el espacio como danzando con el universo.
Aterrizamos cerca de Göreme, un pueblo extraño donde la presencia del hombre se ha mimetizado con el entorno. La mayor parte de sus casas y establecimientos están labrados en los monolitos de cuyos agujeros ya salen los vapores de las ollas de café y los humos de los hornos que cocinan pan de trigo para el desayuno. “Las Chimeneas de las Hadas han sido almacén y refugio desde hace más de nueve mil años, antes de convertirse también en sustento económico por medio del turismo”, me comenta Murat Gulyaz, director del Museo al Aire Libre de Göreme, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En Capadocia se han encontrado más de 600 iglesias, que han sido clasificadas en tres categorías: las rústicas iniciales sin ornamentos; las iconoclastas de entre los s. VIII y IX decoradas con motivos simbólicos de geometrías simples; y las de los s. X al XIII, con frescos que personalizan a Cristo y a los Santos en los momentos épicos de redención. Algunas de las más hermosas y mejor conservadas se encuentran precisamente aquí, como el convento fundado por San Basilio en el s. IV y la “iglesia oscura” o de Karnalik.
También en la región hay excelentes alfareros de barro rojo, así como poblados cuyo ambiente y arquitectura recuerdan a la Grecia medieval. También hay restaurantes donde se preparan los más suculentos platillos en hornos de tierra, como el Babayánevi, e innumerables valles para explorar a pie, a caballo o en un ATV. Sin embargo, la única experiencia que no debe faltar es visitar la ciudad subterránea de Derinkuyu. Son casi doscientas las ciudades bajo tierra que se han encontrado en la región, las cuales han sido señaladas como la octava maravilla del mundo antiguo. Son redes subterráneas que semejan hormigueros, con establos, cocinas, molinos y pozos, así como sistemas de oxigenación y de defensa, refugio de grupos humanos que desearon preservar su riqueza y sus vidas de las continuas guerras que azotaron tan importante zona durante siglos.
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01. Capadocia, la histórica región ubicada en Anatolia Central, se ha convertido en la capital mundial para la práctica del vuelo en globo aerostático. 02. Cocineras tradicionales del restaurante Babayánevi, que preparan los más suculentos panes y platillos en hornos de tierra. 03. El Museo al Aire Libre de Göreme es reconocido Patrimonio de la Humanidad y resguarda la famosa “iglesia oscura” o de Karnalik.
costA de los dioses
Luego de pasar la noche entera cenando y bebiendo raki con mi querido amigo Murat Özgüç, propietario de Travel Atelier y uno de los empresarios turísticos más importantes de Turquía, abordé mi avión de camino a Bodrum. Ubicada en la costa del mar Egeo, la ciudad ocupa el sitio donde fuera erigido el Mausoleo de Halicarnaso por el año 350 a.C. y se encuentra entre los principales puertos de Turquía. De hecho, es uno de los destinos más importantes del Mediterráneo y ofrece una sorprendente infraestructura de lujo, rodeada por un espeso bosque de pinos. No hay nada mejor que rentar un yate o un convertible para explorar la zona a discreción, tomando como base el espléndido resort Amanruya, que significa “sueño pacífico” en una mezcla de sánscrito y turco. Está ubicado en una colina con impresionantes vistas del mar. Un camino de piedra conduce al club de playa, resguardado por olivos y coníferas, con camastros y cabañas para pasar el día. Además de una impresionante alberca central y uno de los mejores centros de salud y relajación en la región, ofrece un exquisito restaurante de cocina tradicional y diversos espacios inspirados en elementos arquitectónicos mediterráneos y otomanos, que respetan los ambientes naturales de la zona. Todas las habitaciones son villas que tienen su propio jardín con alberca privada y una zona cubierta para descansar o ducharse al exterior. Adentro todo es de mármol y maderas finas.
Una visita imprescindible en la región es al poblado de Etrim, donde se resguarda el noble oficio de la confección de alfombras y kilims de seda y lana teñidas con pigmentos naturales y bordadas a mano, tomando como base diseños ancestrales. “Son la única obra de arte que uno puede pisar”, me dice orgulloso mi amigo Engin Basol, “y en éste, que es mi poblado, todas las mujeres han heredado el oficio que desafortunadamente se está perdiendo en el resto del país, y los hombres las apoyamos”. Luego de comprar algunos de los más finos tapetes jamás creados a un precio por demás increíble, me voy al club de playa del hotel Maçakizi a beber la tarde, pues es el sitio ideal para ver y ser visto.
Página actual. Amanruya significa “sueño pacífico” en una mezcla de sánscrito y turco. El resort está ubicado en una colina cerca de Bodrum, con impresionantes vistas del Mediterráneo.
Página opuesta. En el poblado de Etrim se confeccionan las mejores alfombras y kilims de seda y lana, teñidas con pigmentos naturales y bordadas a mano.
Página opuesta. Éfeso nos remonta al siglo VII a.C. Ahí se encuentra la Biblioteca de Celso que fue la más importante de su época por su capacidad para resguardar hasta 120 mil rollos. Página actual. La ciudad de Éfeso fue una de las doce ciudades jónicas a orillas del mar Egeo, así como un importante centro cultural de la Grecia antigua.
en el pAís de lAs mArAvillAs
Después de desayunar con Monti Brown, gerente general del Amaruya, comencé el último tramo de mi travesía. Mi primera parada fue Selçuk, una ciudad trazada alrededor de un acueducto bizantino que ofrece una gran cantidad de monumentos, así como finos zocos con artesanías, cafeterías al aire libre, baños turcos y restaurantes al fresco. Otro de sus atractivos principales es la Basílica de San Juan, en una colina dominada por la ciudadela de Ayasoluk. Se dice que en sus ruinas de mármol y pisos decorados con azulejos se encuentran los restos del santo. Fue la basílica más grande de su tiempo, pero sucumbió a otros caprichos y ahora sus piedras sostienen la mezquita Isa Bey, en cuyas faldas se encuentran los restos del Templo de Artemisa, otra de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Sin embargo, de los muchos sitios clásicos en Turquía, el más grande y mejor preservado es la ciudad de Éfeso, la cual es superada en belleza tan sólo por Roma y Atenas. Esta mítica urbe, también conocida como Esmirna, fue una de las doce ciudades jónicas a orillas del mar Egeo, así como un importante centro cultural de la Grecia antigua y una capital provincial en época romana. Sus orígenes nos remontan al s. VII a.C., por lo que recorrer su Camino de Mármol hasta la Biblioteca de Celso es como un sueño hecho realidad para el arqueólogo que todos llevamos dentro. Luego de visitar la que fuera la biblioteca más importante de su época, con capacidad para hasta 120 mil rollos, llegué a la Iglesia de los Siete Consejos, donde se reunió el consejo ecuménico del año 431 d.C. para proclamar la maternidad divina de María. El atardecer lo miré mientras se escurría sobre la monumental Arcadia, un teatro con capacidad para 25 mil espectadores, antes de seguir la ruta con dirección al poblado de Alaçati para pasar el resto del verano en esta localidad, que es el secreto mejor guardado de Turquía.
Página actual. A las formaciones que le dan la vista tan particular a Capadocia se les conoce como peri bacalari o “chimeneas de las hadas”. Sin embargo, sus habitantes las llaman “rocas”.
sugerencIas y conTacTos
adnan & Hasan Mi tienda favorita de alfombras y kilims en el Gran Bazar. adnanandhasan.com
sevan Biçakçi Taller y galería con joyas transformadas en obras de arte. sevanbicakci.com
vault Hotel Karaköy Hotel boutique en el corazón del barrio de moda en la ciudad. thehousehotel.com
Çirağan palace Kempinski Palacio de los sultanes otomanos transformado en hotel de lujo. kempinski.com restaurante mikla Uno de los 50 mejores restaurantes en el mundo. miklarestaurant.com
Hotel argos cappadocia Reconocido como el mejor hotel de Turquía. argosincappadocia.com
Kapadokya Balloons La empresa local más confiable para volar en globo. kapadokyaballoons.com
agencia Travel atelier La mejor agencia turca especializada en viajes de lujo. travelatelier.com resort amanruya Una de las más hermosas propiedades de AMAN en todo el mundo. aman.com
alfombras etrim village Los guardianes de un oficio tan refinado como ancestral. etrimvillage.com
Hotel maçakizi El hotel y club de playa de moda en la costa del mar Egeo. macakizi.com