Revista Biblia viva nº 9

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El exilio, segundo éxodo

AÑO 4, Nº 9 · ENERO-MARZO 2023
C ENTRO B ÍBLICO S AN P ABLO

Librería SAN PABLO

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EDITORIAL

Después de varios números de nuestra revista es necesario retomar la línea inicial. Los lectores asiduos habrán percibido que hay un «hilo conductor»: queremos leer la Biblia como «historia de la salvación». La palabra Biblia significa «libros», o mejor, «colección de libros»; es un término que recoge un «plural». Pero, y ahí está una de las claves, la palabra Biblia/conjunto de libros no tiene por qué ser necesariamente religiosa. Es verdad que en origen designa al conjunto de los libros que la Iglesia reconoce como «palabra de Dios», que abarcan la Antigua Alianza (Antiguo Testamento) y la Nueva Alianza (Nuevo Testamento). Ahora bien, con los «desplazamientos» que sufren las palabras, la Biblia ha pasado a ser «uno de los libros de las religiones monoteístas» (Tanak-Biblia-Corán). Para algunos estudiosos, es un libro religioso entre otros, pero no es el libro que revela la historia de la salvación de Dios.

Nosotros, en esta revista, sí seguimos esta última concepción. Dios se revela. Dios revela su plan de salvación. Dios se hace presente en la historia de un pueblo que camina; primero el antiguo pueblo de Dios, Israel; a continuación, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Ruptura y continuidad. Matriz y desarrollo. Origen y cumplimiento.

En nuestros tres primeros números partíamos de esas palabras que leemos en el relato de

los discípulos de Emaús: Jesús les explica las Escrituras y parte el pan. En los números sucesivos, del quinto al octavo, hemos ido contemplando poco a poco esta revelación salvífica de Dios. La creación como obra salvífica (número 5). Los patriarcas, personas sin una tierra fija, que escuchan a Dios y miran al futuro (número 6). El Éxodo como crisis que está a punto de hacer desaparecer al pueblo esclavo y donde, sin embargo, Israel hace la experiencia de un Dios libertador (número 7). Y, por último, Dios promete, sirviéndose del rey David y del profeta Isaías, que va a enviar a su «Ungido/ Mesías» (número 8).

La historia del pueblo de Israel narra que de nuevo hubo una gran crisis política. De hecho, el pueblo del norte (Israel), con sus tribus y su capital en Samaría, desaparece para siempre de la historia a manos de los asirios (722 a.C.). El reino del sur, después de unos años de paz, de recuperación e incluso de renovación religiosa bajo el rey Josías (650 a.C.), verá que el cielo se cubre de negros nubarrones que presagian lo peor. El año 586 a.C., los babilonios, guiados por Nabucodonosor, arrasan Jerusalén y destruyen el Templo; el Templo que había levantado Salomón. Los dirigentes de Judá son deportados a Babilonia para que se «disuelvan» entre otros pueblos vencidos como ellos. ¿Desaparecerá el pueblo de Judá y su fe en YHWH?

El exilio supuso un revulsivo en la historia de Israel. No solo no desapareció, sino que regresó más fuerte. La antigua religión nacional, vinculada a su Dios-YHWH y al Templo de Jerusalén, pasará a ser una religión «mayor de edad». La fe en Dios-YHWH se mantiene, pero ahora no es la fe en un Dios nacional, sino que es la fe en un Dios universal, creador y redentor, que se comunica en las palabras escritas. Nace la Escritura, se madura la fe, se impone el sábado, los sacerdotes se hacen cargo del futuro de la nación. Ha nacido el judaísmo, o mejor, el «protojudaísmo». Que disfrutéis de este número.

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ORAR

16 Isaías 40,11-1. «Preparad, en el desierto, el camino...» LOS

EDITA

Sociedad de San Pablo

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PRESIDENTE : Miguel Carmen

DIRECTOR : José Ignacio Pedregosa

REDACTOR JEFE : Pedro Fraile

DISEÑO : José Luis Silván

MAQUETACIÓN: Susana Rosendo Crespo

CORRECCIÓN: José María Fernández · Cecilia Sáez

COLABOLADORES: Quique Fernández

Depósito legal: M-34014-2019 Biblia viva Sociedad de San Pablo San Pablo Comunicación SSP. Imprime Gar.Vi. © No se permite la reproducción total o parcial de artículos y fotografías sin una autorización expresa de la dirección de la revista, que se publica, trimestralmente, en enero, abril, julio y octubre.

SUMARIO
3 Editorial
PALABRA
VIVIR LA
LA PALABRA
El fin de los dos reinos 12 Religión nacional
Hay vida después del exilio
Dios sale del palacio y entra en todas las casas ESTUDIAR
8
14
LA PALABRA
LIBROS DE LA BIBLIA
Teología del Segundo
RECURSOS 20 Judá/Yehud/Judea 21 El Templo de Jerusalén 22 Ponte a prueba
18
Isaías (Is 40-55)
AÑO ENERO-JUNIO 2023 CENTRO BÍBLICO SAN PABLO El exilio, segundo éxodo

DIOS SALE DEL PALACIO Y ENTRA EN TODAS LAS CASAS

QuiQue Fernández

LA PÉRDIDA DEL TEMPLO-PALACIO

La religiosidad judía otorgaba al Templo una exclusividad en cuanto a la presencia de YHWH en él y, por tanto, lo convertía en espacio obligado del culto. Un culto que «escondía» a YHWH, que moraba en el Templo a modo de rey en su palacio. No debe extrañarnos que la pérdida por destrucción del Templo supusiese un colapso de su universo religioso. Sin embargo, el exilio, con todo lo que suponía de humillación, obligó a pasar de una religiosidad de identidad nacional a otra con mayor peso familiar, doméstico.

Pero lo que realmente fue relevante es que sin Templo cobró mayor importancia la lectura de la Torah. Podríamos decir que, al no disponer de un templo donde adorar a YHWH, esta adoración se transformó en adoración por medio de la Torah.

EL EXILIO SE «INVENTA» LA SINAGOGA

En el marco socio-religioso hasta ahora esbozado, parece probable que esas circunstancias facilitasen la aparición de la sinagoga, un lugar de reunión de los fieles para escuchar la Escritura y la oración. A modo de pequeñas células, si las comparamos con el Templo, permitían no depender de un solo centro geográfico, sino expandirse llevando la palabra de Dios a todo lugar.

Podemos decir que el fiel judío ya no tenía que desplazarse a un único lugar, algo imposible para el judío en el exilio, sino que allí donde estaba un judío podía estar la presencia de Dios por medio de su Palabra y darle culto.

Se pasaba del protagonismo del sacrificio de animales al de la relación de la propia persona con Dios por medio de la lectura de la Torah y la oración. Y toda esa relación no quedaba tan solo en manos de una casta sacerdotal sino que era mucho más abierta.

LA IGLESIA EMPEZÓ SIENDO DOMÉSTICA

La sinagoga es el precedente necesario, diríamos que providencial, para la aparición con el cristianismo de las Domus ecclesiae, la «Iglesia doméstica».

Los primeros cristianos necesitaron de un espacio para compartir la Palabra y la Eucaristía. Resulta lógico que si la Última Cena o Pentecostés habían sido vividos y celebrados en un Cenáculo, las primeras comunidades celebrasen en las Domus ecclesiae, en los triclinios (salón-comedor).

Leemos en Romanos 16,3-5: «Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús. Ellos arriesgaron su cabeza para salvarme, y no solo yo, sino también todas las Iglesias de la gentilidad tienen con ellos una deuda de gratitud. Saludad, igualmente, a la Iglesia que se reúne en su casa».

Un matrimonio cristiano aporta su casa para que la asam-

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blea de fieles tenga donde escuchar la Palabra y celebrar la Eucaristía. Es en este mismo capítulo de la Carta a los romanos en el que Pablo les va a dar las gracias a muchos de sus colaboradores, entre los que hay un buen número de mujeres comprometidas, ellas, sus familias y sus hogares, con la Iglesia doméstica.

LOS GRUPOS BÍBLICOS DE LECTURA COMPARTIDA

Las Domus ecclesiae, es decir, las asambleas cristianas en las casas, son el precedente de las parroquias, pero a la vez también de todos los encuentros en los que se comparte la Palabra desde cualquiera de sus posibles dinámicas: formación, lectura compartida, oración, lectio divina…

Los grupos de lectura compartida de la Palabra en parroquias, comunidades, casas… son una buena muestra de sinodalidad: adoran a Dios por medio de su Palabra en Espíritu y Verdad, y a la vez escuchan lo que el Espíritu suscita en los otros miembros del grupo en esa lectura de la Palabra.

Ello, por tanto, supone que Dios, por medio de su Palabra y Espíritu, habla a todo el que se dispone a escucharle y que, en consecuencia, escuchar al hermano que ha escuchado es una muy buena forma de escucha. Todo ello nos lo habríamos perdido si hubiésemos seguido siendo una religión de Templo-palacio con casta-élite sacerdotal. El exilio, una situación dramática, sirvió a Dios y a sus hijos para una conversión del culto.

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EL FIN DE LOS DOS REINOS

El reino hebreo del norte, heredero de la Casa de José (esto es, de las tribus de Efraín y de Manasés, principalmente), llevaba el sonoro y prestigioso nombre de Israel. En esta época de la historia (siglos IX-VIII a.C.) se identifica Israel con Efraín, o con Samaría. Se habían desgajado de la monarquía davídica muy pronto, tras la muerte de Salomón. Sin embargo, mantuvieron la fe en YHWH, si bien con muchas dificultades, tal como testifican los profetas: Elías, Oseas y Amós. Nunca aceptaron la Casa de David, identificada

con Judá; por tanto, sus reyes no forman parte del «hilo de las promesas mesiánicas». Este reino del norte, bullicioso y rico, propenso a aliarse con los fenicios y los sirios, se subleva contra el Imperio asirio y desaparece pronto de la historia. El año 722 a.C. el rey asirio Sargón II arrasa Israel, con su capital, Samaría, y deporta a su población al norte de Mesopotamia. Desaparece del mapa bíblico el «reino histórico de Israel», y con él buena parte de las tribus. Una tragedia aún no superada.

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El reino hebreo del sur, Judá, con capital en Jerusalén, con su rey Ezequías, consigue librarse por esta vez de la destrucción asiria. El rey asirio Senaquerib pone sitio a Jerusalén (701 a.C.), si bien no la conquista. A Ezequías le sucede en el trono Manasés, rey proasirio, que gobernó durante 55 años (698-643); es uno de los reyes de Judá peor considerados.

Tras años de impiedad y debilidad, sube al trono de Jerusalén el rey Josías (641-609), que para la historia bíblica es uno de los mejores (si no el mejor) de los reyes de Judá. Josías, aprovechando la debilidad asiria, reconquistó el territorio del norte, sin conseguir restablecer las fronteras de David. Destaca sobre todo por su «reforma religiosa»:

× Purifica el Templo de Jerusalén de imágenes de otros dioses extranjeros.

× Unifica todo el culto a YHWH en el Templo de Jerusalén.

× Manda destruir otros santuarios dedicados a YHWH (Betel, Silo, Dan).

× Concentra a los sacerdotes de estos santuarios yahvistas en Jerusalén.

× La Pascua pasa de ser fiesta familiar, a ser fiesta nacional.

ELOGIO AL REY JOSÍAS DE JUDÁ

«Antes que él no había surgido ningún rey que se volviese al Señor como él, con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, según la doctrina de Moisés. Ni después de él se ha levantado nadie como él» (2Re 23,25).

El decadente Imperio asirio cedió el paso al «nuevo Imperio babilónico». Senaquerib, «un día… fue asesinado por sus hijos» (2Re 19,37). Asurbanipal (669-627) fue el último gran rey de Asiria. Un nuevo rey, de origen caldeo, Nabopolasar (626-605) vence a los asirios y funda el nuevo Imperio babilónico. Junto con los medos tomó Assur (614) y Nínive (612).

El faraón Neco II intervino en apoyo de la moribunda asiria, por temor a los babilonios. El joven Nabucodonosor, general de los caldeos, infringió una severa derrota a los aliados egipcios y asirios en la batalla de Karkemish, en Siria.

CRONOLOGÍA

722 Los asirios destruyen el reino del norte (Israel) y Samaría. Fin de Israel.

622 El rey Josías de Judá inicia una reforma religiosa: centralización en Jerusalén.

605 Nabucodonosor derrota la coalición de Asiria y Egipto en Karkemish (Siria).

597 Primera deportación de castigo: el rey Joaquín y el profeta Ezequiel en Babilonia.

586 Nabucodonosor conquista Jerusalén. El Templo destruido. Fin de la monarquía davídica.

Tras este efímero tiempo de prosperidad, fundamental en la evolución del yahvismo como religión unificada en Jerusalén, y con la primera certeza de poseer un documento redactado con carácter normativo (2Re 22,8-9), la muerte en una batalla del rey en Meguido (609), cuando quería cortar el paso al faraón Nekao, ahogó todas las esperanzas (2Re 23,29).

En Judá, después de los años gloriosos de Josías, sube al trono el rey davídico Joaquín (609597), teniendo que elegir ser vasallo de Egipto o de Babilonia. Fue un rey despótico, al que se enfrentó el profeta Jeremías. Antes de la «solución final» (la destrucción de Jerusalén y el fin de Judá), Babilonia realizó dos deportaciones de la población de Judá. La primera se sitúa el año 597; en ella va el nuevo rey de Judá, Jeconías, con la familia real. Para muchos estudiosos, en esta primera deportación iba también el profeta Ezequiel. Nabucodonosor deja en Jerusalén como «rey vasallo» a Sedecías (597-586), un rey débil e indeciso, que pide ayuda a Egipto.

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El año 587 los babilonios responden a la rebelión, sitiando Jerusalén. Un año después, el 586, conquistan la ciudad, la arrasan y destruyen el Templo. Sedecías es deportado a Babilonia; él es el último rey de la dinastía davídica. Años más tarde, Nabucodonosor aún manda realizar una tercera deportación de castigo contra Judá, dejando solo una pequeña parte de la población, los más pobres.

Las deportaciones de la población eran una práctica habitual entre los imperios que querían someter a la población conquistada. Pueblos enteros han desaparecido a lo largo de la historia con esta práctica. En el caso de Israel y Judá se cuentan tres deportaciones respectivamente. La diferencia es que Israel desapareció para siempre de la historia, disuelta en el norte del Tigris y del Éufrates. Judá, por su parte, de forma aún sorprendente e inexplicable, sobrevivió y regresó a Jerusalén, con una fuerza y energía renovadas. El «protojudaísmo», cuya matriz es el yahvismo anterior al exilio, da sus primeros pasos.

LOS ASIRIOS DEPORTAN A LA POBLACIÓN DE SAMARÍA/ISRAEL

732 Castigo y advertencia (rey asirio Tiglatpileser III).

722 Conquista de Samaría (rey asirio Sargón II).

701 Asedio de Jerusalén (rey asirio Senaquerib).

LOS BABILONIOS DEPORTAN A LA POBLACIÓN DE JERUSALÉN/JUDÁ

597 El rey Jeconías y su corte van al destierro. También el profeta Ezequiel.

587 Conquista de Jerusalén (rey babilonio Nabucodonosor).

582 Castigo de la población (Jer 52,28).

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YAHVISMO (antes del exilio)

RELIGIÓN NACIONAL

UNA RELIGIÓN NACIONAL. DEL YAHVISMO AL PROTOJUDAÍSMO

PROTOJUDAÍSMO (época Persa)

Rey (dinastía davídica) Sacerdotes

Santuarios yahvistas (Betel, Silo, Dan, Jerusalén)

EXILIO EN BABILONIA (587-538 a.C.)

Segundo Templo (culto en Jerusalén)

Torah/Ley

Tierra (reinos de Israel y Judá) Diáspora (Palestina, Babilonia, Egipto) Sábado. Pureza e Impureza

UNA RELIGIÓN UNIVERSAL. DEL PROTOJUDAÍSMO A LA CATÁSTROFE DEL AÑO 70 d.C.

El judaísmo choca con el helenismo

Introducción de la lengua griega

Persecución de los judíos piadosos

Dinastía asmonea. Unen el título de rey al de sumo

sacerdote

Traducción de la Torah al griego en Alejandría

Purificación del Templo de Jerusalén (Hanukkah)

Decadencia de la dinastía asmonea Dinastía herodiana (no son judíos)

Desaparecen herodianos, saduceos, esenios. Qumrán

Fariseos. Esenios (Qumrán)

Escritura: Ley, Profetas (Prólogo Eclo)

Sinagogas en Galilea Destrucción de Jerusalén (Tito)

Escritura: Ley, Profetas, y Salmos

Sobreviven los fariseos

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SIGLO IV a.C. SIGLO III a.C. SIGLO II a.C. SIGLO I d.C. Año 70 d.C.

DEL CONCILIO DE YAMNIA AL JUDAÍSMO DEL SIGLO II d.C.

AÑO 90 d.C.

«Concilio» en Yamnia.

Se fijan las Escrituras hebreas

DOBLE TORAH MISNÁ

Torah escrita y Torah escrita

SIGLO I d.C.

Leyes de los Padres Evoluciona desde los fariseos que sobreviven a la catástrofe

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HAY VIDA DESPUÉS DEL EXILIO

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Numerosos textos bíblicos recogen el sentir del pueblo de Judá desterrado en Babilonia: «Decía Sion: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”» (Is 49,14). Sobresale por su dureza, el salmo 137, en el que pide a Dios que se vengue de la «Babilonia criminal»:

Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar acordándonos de Sion […] capital de Babilonia criminal, dichoso el que te pague el mal que nos has hecho, dichoso el que agarre a tus hijos y los estrelle contra la roca (Sal 137).

Los años centrales del siglo VI a.C. son testigo de un nuevo cambio de poder en el tablero de Oriente. Los persas sustituyen a una débil y decadente Babilonia. El año 539 a.C., el rey persa Ciro, entra en la ciudad de los zigurats y de los «jardines colgantes». Ciro, que practica una religión de tolerancia con otros credos, permite que los pueblos cautivos en Babilonia puedan regresar a su tierra de origen. Los descendientes de los deportados de Judá aprovechan la oferta. Han pasado cincuenta años (587-539). Todo es igual y todo ha cambiado. El pueblo ha madurado su fe con el contacto con otras visiones del mundo. Ya nada será igual.

EL EDICTO DE CIRO

«Esto dice Ciro, rey de Persia: “El Señor, Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén de Judá. El que de vosotros pertenezca a su pueblo, que su Dios sea con él, que suba a Jerusalén de Judá a reconstruir el Templo del Señor […]”. Entonces, los cabezas de familia de Judá y Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos aquellos a quienes Dios había despertado el espíritu, se pusieron en marcha hacia Jerusalén para reconstruir el Templo del Señor» (Esd 1,2-5).

Para gobernar Judea, el poder persa envió a un príncipe de Judá llamado Sesbasar. Según las órdenes de Ciro, empezó los trabajos de reconstrucción del Templo, pero pronto tuvo que

renunciar a ellos, ya que el país era pobre y estaba dividido. En esta época de desánimo surge en Jerusalén un nuevo profeta muy dependiente del segundo Isaías, a quien se le conoce como el tercer Isaías (55-66).

Probablemente el acto más importante de este momento, para la composición de las Escrituras Sagradas y para el nacimiento del judaísmo como religión, es la lectura pública del libro de la Ley por parte del escriba Esdras en Jerusalén:

El sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad […]. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la Ley. El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión. […] Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra (Neh 8,2-6).

El regreso del exilio supuso un choque con la realidad, porque Jerusalén estaba sin murallas, sin templo, devastada. Todo parecía indicar que la decisión de volver había sido un error. Sin embargo, la decisión de tornar a la tierra de los padres sirvió de acicate para volver a comenzar. Solo hay un Dios: «Yo soy el Señor, y no hay otro» (Is 45,5). El pueblo crece en una nueva experiencia de Dios: el único Dios que rige el mundo, el Dios creador, es el que nos ha rescatado de las manos de los babilonios; el que nos ha liberado de nuevo, en un nuevo éxodo. La nueva experiencia religiosa está acompañada de los textos que se ponen por escrito: los primeros pasos de la futura Torah; nace «la Escritura». El pueblo que salió de Jerusalén no se ha disuelto en las aguas del Éufrates, ni se ha dejado arrollar por la potencia de los templos babilonios que escalaban los cielos, los zigurats. El pueblo hebreo en Babilonia ha sabido escuchar a los sabios de Mesopotamia, ha leído sus textos, ha interiorizado sus tradiciones populares, pero a la vez las ha pasado por el tamiz de la fe en YHWH, el Dios de la libertad. Los primeros pasos para el judaísmo se ponen en las orillas de los ríos de Babilonia.

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ISAÍAS 40,1-11

«PREPARAD, EN EL DESIERTO, EL CAMINO…»

Podríamos colocar en medio de la sala una imagen de la Trinidad, junto con una fotografía de un camino, Dios nos va a acompañar por el sendero de nuestro deambular por el desierto hasta Jerusalén. La palabra de Dios abierta, pues ella nos ilumina y tenemos que anunciarla.

Uno de los participantes toma en sus manos la palabra de Dios y, pausadamente, la proclama en voz alta para todos los demás:

El exilio concluye. Hay que salir de Babilonia y, atravesando el desierto, volver a Jerusalén. Para ello, el camino debe ser preparado. También, cada uno de nosotros hemos de salir de nuestro propio exilio para entrar en nuestra Jerusalén. Cada uno ha de preparar el camino, no solo para nosotros mismos, sino para todos. Todos somos mensajeros de la bondad, la misericordia y el amor de Dios.

× Invoquemos a la Santísima Trinidad. Al Padre de bondad, al Hijo amor y al Espíritu Santo que es vida: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».

× Guardamos un momento de silencio; nos ponemos en la presencia de Dios y nos hacemos conscientes de que Él está en medio de nosotros para acompañarnos en nuestro itinerario.

1«Consolad, consolad a mi pueblo», dice vuestro Dios. 2Hablad al corazón de Jerusalén y gritadle que se ha cumplido su servicio, que está perdonado su pecado, que ha recibido de la mano del Señor el doble de castigo por todos sus pecados.

3Una voz grita: «Preparad en el desierto para el Señor un camino, allanad en la estepa una senda para nuestro Dios. 4Que los valles se eleven, que las montañas y colinas se abajen, que los caminos tortuosos se hagan rectos y los escabrosos llanos. 5La gloria del Señor se manifestará y todo mortal la verá, porque la boca del Señor ha hablado».

6Una voz manda: «¡Grita!». Yo digo: «¿Qué he de gritar? Todo mortal es hierba, toda su gloria como flor del campo. 7La hierba se seca, la flor se marchita, cuando el soplo del Señor le llega. ¡Sí, el pueblo es la hierba! 8La hierba se seca, la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre. 9Sube a un monte alto, mensajero de albricias de Sion, haz resonar fuertemente tu voz, mensajero de albricias de Jerusalén. Hazla resonar sin miedo: di a las ciudades de

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ORAR LA PALABRA
José ignacio Pedregosa

Judá: ¡Aquí está vuestro Dios! 10Aquí el Señor Dios, que viene con potencia; su brazo lo somete todo. Viene con él el precio de su victoria, y sus trofeos le preceden. 11Como un pastor apacienta su rebaño, en su brazo recoge a los corderos, en su seno los lleva y conduce al reposo a las paridas».

× MEDITAMOS LA PALABRA y la hacemos nuestra: Dios te está invitando a ponerte en camino, porque tu «exilio» ha concluido. ¿Escuchas su voz? ¿Estás atento a su Palabra? ¿A los mensajes que cada día te regala? Hoy Dios te está diciendo que has de llevar el consuelo a todos los que te rodean. ¿Eres capaz de hablarles al corazón acerca de la misericordia de Dios?

× Dios te ofrece el PERDÓN. ¿Lo acoges con alegría y prontitud? Tienes también que llevar el perdón de Dios a los demás: ¿Estás dispuesto? En muchas ocasiones no llevamos el perdón y la misericordia de Dios a los demás, no les trasmitimos esperanza. No les comunicamos la Palabra que salva. Pedimos perdón por ello.

× El DESIERTO es el lugar de ENCUENTRO con Dios. ¿Estás buscando tu propio desierto? ¿Estás dispuesto a emprender el camino?

× SUPLICAMOS al Padre, para que nos envíe su Espíritu Santo y nos acompañe en nuestro peregrinar por el desierto hasta Jerusalén.

Interiorizamos el texto guardando unos minutos de silencio, dejando que la Palabra proclamada penetre en nuestro corazón, que vaya iluminando nuestro peregrinar hacia Jerusalén. Aquello que ha resonado en nuestra mente y en nuestro corazón podemos compartirlo con los demás: una palabra, una frase, un versículo…

Continuamos en silencio orante, interiorizando el texto, haciéndonos conscientes de aquello que Dios nos está comunicando en este momento, acogiendo lo que los otros están compartiendo para nuestra edificación mutua.

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TEOLOGÍA DEL SEGUNDO ISAÍAS (IS 40-55)

Desde hace años se acepta, por la mayor parte de los estudiosos, que el libro del profeta Isaías está compuesto por tres obras menores (véase el número anterior de Biblia Viva). La segunda parte, que comprende los capítulos 40-55, se denomina bien Segundo Isaías, bien Deuteroisaías, bien segunda parte de Isaías. En este artículo desarrollamos brevemente sus principales líneas teológicas. A pesar de la relativa brevedad de su obra, el mensaje del Segundo Isaías es uno de los más ricos, densos y variados de

Comienzo del Deuteroisaías (Is 40,7-8)

«Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando sopla sobre ellos el aliento del Señor. La hierba es el pueblo; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero permanece para siempre la PALABRA de nuestro Dios».

todo el cuerpo profético. Dejamos a un lado los Cánticos del Siervo, presentes en el corazón de este libro, por su complejidad a la hora de encajarlos en el conjunto de la obra.

La fuerza de la palabra de Dios. Desde el principio (Is 40,5-8) hasta el final (Is 55,1011) se forma una gran inclusión. La palabra de Dios no se marchita, permanece (Is 40,78); es fecunda como la nieve, se cumple siempre (Is 55,10-11).

Final del Deuteroisaías (Is 55,10-11)

«Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será MI PALABRA que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo».

El nuevo éxodo. La antigua acción salvífica de Dios en Egipto se convierte en paradigma de la nueva liberación. Como entonces, Dios se apiada de su pueblo, lo rescata y lo hace salir, esta vez no de Egipto sino de Babilonia. Lo conduce a través del desierto y lo introduce en su tierra, la tierra de las promesas. El desierto ya no tiene el carácter de prueba, pues se ha convertido en un auténtico paraíso que facilita la marcha festiva de la comunidad: «Haré brotar ríos en las cumbres peladas y fuentes en medio de los valles, transformaré el desierto en estanque, la tierra árida en manantiales de agua» (Is 41,17-20).

Dios creador. El protagonista del nuevo éxodo es el «Dios libertador» o «rescatador» que se identifica con el «Dios creador»: «Tu esposo es tu Creador, su nombre es el Señor todopoderoso; tu libertador es el Santo de Israel, que se llama el Señor de toda la tierra» (Is 54,5). Dios es el origen de todo, pues Él solo ha creado (Is 44,24). Su

18 z LOS LIBROS DE LA BIBLIA
Pedro Fraile

poder creador abarca tanto el nacimiento y la elección del pueblo (Is 43,1.7.15) como el nuevo éxodo, designado también como creación (Is 41,20; 48,7). Dios pone su poder creador al servicio de su plan salvador. Al mismo tiempo deja en evidencia a los dioses de Babilonia, que no salvan.

Justicia y salvación. El autor del Segundo Isaías presenta al «heraldo» que anuncia la nueva salvación (Is 40,9). La fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas se atribuye a su justicia (la expresión aparece 28 veces). En este profeta la justicia y la salvación se identifican con frecuencia (Is 45,8.21; 46,13; 51,5-6.8). Esta salvación tiene dos caras: por un lado, se define como liberar, libertar, rescatar, por otro lado significa reagrupar, reconfortar, consolar, término este especialmente significativo, que ha dado nombre a toda la obra como libro de la consolación.

Universalismo. Aunque el destinatario prioritario de la salvación es Israel, sin embargo, no es el único. La acción de Dios va dirigida a todos los pueblos, pues antes que Israel creó a la humanidad (Is 45,12) y antes de hacer una alianza con Abrahán la hizo con Noé (Is 54,9). Una gran variedad de sinónimos refleja este universalismo: humanidad, toda carne, multitud, los pueblos, las naciones, las islas lejanas, los extremos y confines de la tierra… Todos están bajo el cuidado de Dios, todos dependen de Él, son destinatarios de su luz y de la invitación a la alegría de la salvación (Is 45,22-24; 55,3-5).

Jerusalén, esposa fiel y ciudad universal. Otro de los temas dominantes en el Segundo Isaías es la restauración y la nueva situación de Jerusalén, objetivo último de la vuelta de los desterrados. Con imágenes procedentes de Oseas y Jeremías se describe su restauración como el reencuentro conyugal entre Dios-esposo y la ciudad esposa: la infiel volverá a ser recuperada por su marido, la viuda tendrá protector, la estéril dará a luz nuevos hijos. En cambio, no se alude al Templo ni a las tradiciones teológicas jerosolimitanas. La ciudad futura, reconstruida y hermoseada, abrirá sus murallas a nuevos hijos, procedentes de las naciones extranjeras, y se convertirá en hogar de fraternidad y justicia:

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sion: «Tu Dios reina»!

Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sion. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios (Is 52,7-10).

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JUDÁ/YEHUD/JUDEA

1. Nombre bíblico de amplio espectro. Es el nombre propio de uno de los hijos de Jacob (Judá, hijo de Lía). Judá da nombre a un grupo étnico: la «tribu de Judá» o también «la casa de Judá». Con el tiempo, pasará a ser el nombre del reino hebreo del sur, «reino de Judá» (del 938 al 596), por contraposición al reino hebreo del norte o reino de Israel (del 938 al 722 a.C.). Después del destierro Judá, con el nombre arameo de Yehud, es el territorio al que regresan los deportados de Babilonia. Por último, Judá (con el nombre de Judea) es una de las provincias romanas, que conocemos por los evangelios (Galilea-Samaría-Judea).

2. Judá es hijo de Jacob y de su esposa Lía. Cuando Jacob bendice a sus hijos, antes de su muerte, anuncia la prevalencia de Judá sobre el resto de sus hermanos: «Judá […] los hijos de tu padre se inclinarán ante ti […], no se apartará de Judá el cetro […] hasta que venga aquel a quien pertenece, y a quien los pueblos obedecerán» (Gén 49,8-10).

3. En la época premonárquica se identifican dos grupos fuertes entre las tribus hebreas. La «casa de Judá» se ubica al sur, mientras que la

«casa de José», se localizada en el centro y norte (Jos 18,5).

4. Tras la muerte de Saúl, el primer y débil rey hebreo, «ungieron a David como rey sobre la casa de Judá» (2Sam 2,4.7). David consigue unificar las dos casas, la de Judá y la de José; conquista Jerusalén y la convierte en la nueva capital de su reino. A la muerte de Salomón, el reino unificado se divide en dos: reino de Israel, en el norte, cuyo primer rey será Jeroboán; y reino de Judá, en el sur, cuyo primer rey será Roboán.

5. Dios no prefiere a ninguno de los dos reinos en detrimento del otro. En algún momento, cuando el reino del norte (Israel) está a punto de desaparecer, se puede pensar que Dios elige a la «tribu de Judá» y rechaza la «tienda de José» (Sal 78,67-68). Sin embargo, en los profetas, la salvación reúne a los dos reinos. El profeta Jeremías, cuando anuncia la nueva alianza para todo el pueblo sin exclusión, lo hace citando las dos casas: «Vienen días en que yo sellaré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva» (Jer 31,31; Heb 8,8). El profeta Zacarías anuncia la salvación refiriéndose a las dos casas: «Fortaleceré a Judá, y salvaré a los descendientes de José» (Zac 10,6).

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EL TEMPLO DE JERUSALÉN

El Templo de Jerusalén aparece en la historia entre el siglo IX a.C. (construido por Salomón) y el año 70 d.C., cuando el general romano Tito lo destruye. Hasta el día de hoy, no ha vuelto a ser reconstruido.

1. El «Templo de Salomón». El primer edificio fue construido por el rey Salomón, el hijo de David, en Jerusalén (1Re 3,1), «sobre el monte Moria» (2Crón 3,1). Hasta el año 622 a.C., el culto a YHWH se realiza simultáneamente en Betel, Guilgal, Silo, Dan y Jerusalén. A partir del año 622 a.C., el rey David manda destruir todos estos santuarios y solo deja el de Jerusalén. En el año 587 a.C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, destruye Jerusalén y el Templo: «El día siete del quinto mes […] llegó a Jerusalén e incendió el Templo del Señor, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalén» (2Re 25,8-9).

2. El «segundo Templo». Algunos judíos exiliados en Babilonia vuelven y consiguen con muchas penas reconstruir un pequeño templo, que se conocerá con el tiempo como «segundo Templo» (Neh 1–7). Tras la llegada de los reyes griegos seléucidas, el Templo es profanado por Antíoco IV Epífanes (2Mac 5,1-27); los generales griegos «tenían órdenes de profanar el Templo de Jerusalén, dedicándolo a Júpiter Olímpico […]; el Templo se vio lleno de lujuria […]; el mismo altar estaba lleno de víctimas ilícitas y prohibidas por la Ley» (2Mac 6,2-5). Daniel se refiere a estos hechos detestables y comenta que el rey

extranjero «pondrá fin al sacrificio y a la ofrenda, y levantará sobre el altar el ídolo detestable» (Dan 9,27). Los macabeos se sublevarán y, una vez vencidos los generales griegos, conseguirán recuperar la ciudad y purificar el Templo. Con motivo de la Fiesta de la dedicación del Templo, nace la fiesta de la Hanukkah (candelabro de nueve brazos).

3. La reforma de Herodes. El rey Herodes el Grande engrandecerá y embellecerá el «segundo Templo»; las obras duraron «cuarenta y seis años» (Jn 2,20). Es el Templo contemporáneo de Jesús, donde realiza parte de su ministerio. No se puede hablar de «tercer Templo», pues no se corresponde con la realidad.

4. El Templo, lugar elegido por Dios, es donde descansa su «gloria»: «Mientras los sacerdotes salían del lugar santo, una nube llenó el Templo del Señor […]. La gloria del Señor llenaba el Templo» (1Re 8,10). El profeta Ezequiel tiene una doble visión. En la primera ve cómo la gloria de Dios abandona el Templo por los pecados del pueblo: «La gloria del Señor se elevó en medio de la ciudad y fue a posarse sobre el monte oriental de la ciudad» (Ez 11,22). En la segunda ve cómo la gloria del Señor regresa al Templo: «Me llevó luego al pórtico que mira al este y vi que la gloria del Dios de Israel llegaba del este […]. La gloria del Señor entraba en el Templo por el pórtico oriental […]. La gloria del Señor llenaba el Templo» (Ez 43,1-5).

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pasapalabra

El final de los reinos de Israel y de Judá A Contiene la A. Rey asirio que conquista Samaría. B Empieza por la B. Ciudad a la que son trasladados los exiliados de Jerusalén.

C Comienza por la C. Rey persa que libera a los judíos de su exilio.

D Contiene la D. Rey mesopotámico que lleva a los jerosolimitanos al exilio.

E Contiene la E. Nombre de la torre bíblica que quiere llegar al cielo.

F Contiene la F. A orillas de este río son instalados los deportados de Jerusalén.

G Contiene la G. Río de Mesopotamia que corre paralelo al río anterior.

H Contiene la H. Constructor de las murallas de Jerusalén tras el regreso del pueblo.

I Comienza por la I. Profeta que llama al retorno a Jerusalén.

J Comienza por la J. Profeta que anuncia la inmediata destrucción de Jerusalén.

K Acaba por la K. Tercera parte de la Escritura hebrea.

L Contiene la L. Valle en el que murió el rey Josías.

M Comienza por la M. Región geográfica que comprende dos grandes ríos bíblicos.

N Acaba por la N. Libro de Isaías que contiene los capítulos 40-55.

O Contiene la O. Monte de Jerusalén al que son convocados todos los pueblos.

P Comienza por la P. Imperio que libera a los habitantes de Jerusalén.

Q Contiene la Q. Nombre de profeta que estuvo exiliado en Babilonia.

R Contiene la R. Nombre del escriba que lee la Ley ante el pueblo de Jerusalén.

S Empieza por la S. Nombre del último rey davídico.

T Empieza por la T. Construcción religiosa de Jerusalén destruida el año 587 a.C.

U Contiene la U. Instrumento musical que usaban los deportados en Babilonia.

V Contiene la V. Cánticos mesiánicos del Segundo Isaías.

X Contiene la X. Sinónimo de deportación.

Y Contiene la Y. Libro que lee el escriba ante el pueblo de Jerusalén.

Z Comienza por la Z. Nombre del principal templo babilónico.

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