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Compartir la Palabra: Reflexiones sobre la Palabra

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Reflexiones sobre la

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Palabra de Dios

Cuando leemos la Biblia, el Antiguo o el Nuevo Testamento, nos puede parecer aburrido por las muchas veces que hemos leído o escuchado algunos pasajes. Mucha gente creyente, por eso, la lee poco; cree que ya lo sabe, se cansa.

Es muy bueno que en cada hogar haya una Biblia. Pero eso es insuficiente, ya que, a veces, esas Biblias, de encuadernaciones magníficas, casi siempre descansan en los estantes de muchos hogares sin que nadie las abra.

Mi deseo es que las siguientes reflexiones ayuden a abrir y a leer. Eso sí, hay que acercarse con humildad y cariño, pidiendo al Espíritu Santo que nos revele el significado de lo que leamos, y nos guíe; que si la lectura nos parece árida, nos descubra la faceta de amor de Dios que lleva escondida siempre. Aunque se disponga de poco tiempo, realizarla con tranquilidad, siempre con actitud de escucha, dando tiempo a la reflexión en silencio.

La Palabra de Dios que encontramos en la Escritura Santa es, resumido en una palabra: Amor. El Amor que Dios nos tiene, y en cada versículo esto es lo que tenemos que encontrar.

La Palabra de Dios es maravillosa, pues siendo una única palabra: Amor (amor que Dios nos tiene), no cansa. Es un deleite para quien la descubre; lleva la fuerza y la presencia de Dios mismo.

18 Alégrate

La Palabra de Dios es el tesoro escondido en el campo; el mayor tesoro del universo para una persona humana. A quien lo encuentra, todo lo demás le parece humo, nada.

La Palabra de Dios es como un diamante de una hermosura arrolladora y deslumbrante, lleno de luz blanquísima, su luminosidad nace de él mismo. Es como si se transmitiera por cada palabra.

Así como el Arco Iris está formado por siete colores, y estos unidos forman la luz blanca, la Palabra de Dios, compuesta por miles de versículos, cada uno distinto del otro, todos juntos nos manifiestan el Amor.

La Palabra de Dios calienta el corazón y le da fuerza. Por eso, es un alimento único para que la persona humana crezca integralmente.

La Palabra de Dios tiene un poder enorme, porque comunica al hombre lo que ansía en lo más profundo de su corazón, que es el sentirse amado. Y la persona que ama es Jesucristo, crucificado por amor, con sus brazos extendidos por toda la eternidad para que podamos acercarnos a Él y lo podamos abrazar con nuestro amor, sin miedo. Él es Dios, el que buscamos. Él es el Amor.

Cuando nos sintamos bien, acudamos a ella, para que sus textos nos ayuden a manifestar nuestro agradecimiento, alabar y bendecir al Señor. Cuando nos sintamos mal, por cualquier motivo que sea, acudamos a ella también, abrámosla y busquemos nuestro consuelo o remedio.

Una señora nos contó una vez que, cuando tenía miedo, se abrazaba materialmente a su Biblia, y eso la reconfortaba. Esa experiencia nunca la había conocido, pero me llevó a realizar una experiencia personal, y es la de acariciar las letras de lo que leo cuando no entiendo. Al fin y al cabo, nos enseñaron que la Biblia es una carta de amor de Dios a los hombres; y otra que me sugiere ahora que estoy escribiendo estas líneas, es abrazarla, en señal de amor o veneración, aunque no tengamos el miedo de aquella señora. También en la Liturgia el sacerdote besa el libro donde está la Palabra de Dios.

Y no nos quedemos en la Biblia, que al fin y al cabo es un medio, un camino; que podamos llegar al final de ese camino, que es el encuentro personal con el Papá Dios, el Abbá de Jesús, y con Jesús mismo. Ellos nos llevarán al encuentro gozoso con los hermanos. Que María, como Madre, nos lleve siempre de su mano y nos enseñe a vivir cómo vivió Ella todo esto.

Mari Muños, isva

Alégrate 19

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