El último diario de Tony Flowers

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© Universidad de Caldas -Comité EditorialTítulo: El último diario de Tony Flowers Autor: Octavio Escobar Giraldo Ilustraciones: Jorge Tamayo Quinta edición: Manizales, abril de 2017 Derechos reservados por la Universidad de Caldas para esta edición ISBN: 978-958-759-155-2 Editor: Luis Miguel Gallego Sepúlveda Coordinación editorial: Jorge Iván Escobar Castro Diseño de portada y diagramación: Luis Osorio Tejada

Editorial Universidad de Caldas E-mail: produccion.editorial@ucaldas.edu.co Apartado aéreo: 275 Teléfono: (57+6) 8781500 Ext. 11106 Manizales — Colombia Catalogación en la fuente, Biblioteca Universidad de Caldas Escobar Giraldo, Octavio El último diario de Tony Flowers / Octavio Escobar Giraldo. – 5 ed.– Manizales: Universidad de Caldas, 2017. 77 páginas. – ils ISBN: 978-958-759-155-2 Novela colombiana / Literatura colombiana / Novela erótica colombiana / Realismo /Título / CDD 863.6/E746 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de la presente obra solo puede realizarse con autorización expresa de la Editorial Universdidad de Caldas, salvo las excepciones establecidas por la ley.


Ilustraciones

jorge tamayo



Cuando Juan Carlos Aristizábal me propuso, en nombre de la editorial, la traducción del último diario de Tony Flowers, mi reacción fue de pasmo absoluto; el autor era para mí apenas merecedor del gusto indulgente de las «amigas» lectoras de Vanidades y sin ambages se lo expresé a través del teléfono. Concertamos una cita y con bien fundadas razones me convenció en pocos minutos de la validez de la empresa y despertó mi interés en Tony Flowers. Nació el catorce de junio de 1946 en Lincoln, capital de Nebraska. Tercer hijo varón de un inmigrante español y una dama de la aristocracia local, terminó estudios en el Roosevelt Institute y a los diecisiete años, después de otra de sus disputas familiares, se fue a Omaha, la ciudad más progresista del estado, a casa de unos amigos de su madre que lo acogieron sin entusiasmo. Fue allí donde manifestó sus inclinaciones hacia el teatro y partió con las maletas llenas de esperanzas en su repentina vocación, rumbo a New York. En un Greenwich Village en plena efervescencia, su participación en muchas obras, la mayoría de


escaso interés, le granjeó algún reconocimiento. No obstante, resulta curiosa su fotografía de entonces abrazado a Richard Burton; quizá un encuentro fortuito en momentos de efusividad etílica del actor inglés. También conoció al contrabajista Eddie Gómez, motor de su admiración por el malogrado pianista de jazz Bill Evans (1929-1980). Por aquella época aparecieron cuentos suyos en revistas de vanguardia aunque su estilo no era en absoluto audaz, como sí lo fue su vida amorosa, por llamarla de alguna manera. Flowers medía más de seis pies y su rostro moreno enmarcaba admirablemente dos ojos azules y expresivos; las canas daban al cabello ondulado y oscuro un aire aristocrático. Sus dotes galantes inclinaban a las mujeres a mantener bien servidos su guardarropa y su lecho. Hay al respecto numerosas historias, unas harto picantes, otras bastante sórdidas, pero parece que siempre salió de este tipo de situaciones con alguna gracia. Después viene un período que la prensa sensacionalista ha poblado de escándalos y en 1977 su primera novela: Strike (En español se conoce como Pánico en primera base, Editorial El Duende, Barcelona, 1978), que obtuvo el éxito gracias a las gestiones de una editora judía muy emprendedora y enamorada, Miriam Stein, a cuya colaboración atribuyen muchos los pasajes más vigorosos. El asunto se refiere a la toma de un estadio de béisbol


por miembros de una facción extremista palestina. La trama discurre con truculencia, bastante sexo y uno o dos golpes ingeniosos que precipitan el final. Las ventas fueron millonarias y su figura se hizo habitual en las páginas de las revistas, al lado de las más diversas personalidades: Jane Fonda, Grace de Mónaco, Kissinger. En su estado, por el contrario, la situación fue bien distinta según se infiere de la carta publicada por Charles Morton, primo de su madre, en el Omaha World Herald: «Si bien no deseo ser indebidamente severo con ningún autor, debo confesar que el estilo de Flowers me inspira menos interés que desagrado, y debo expresar mi admiración ante el extraordinario favor que las editoriales conceden a un autor que con invitaciones a la violencia y excesivo énfasis en los asuntos de Venus, pretende competir con las delicadas narraciones de Willa Cather». No es probable que Flowers pretendiera eclipsar los relatos de pioneros e inmigrantes —A Lost Lady o My Antonia– de Willa Silbert Cather (1876-1947), o desbancarla del primerísimo lugar que ocupa en la literatura de Nebraska, pero algunos interpretaron así sus declaraciones triunfales. Dos años después, ya instalado en el penthouse de Park Avenue donde se enfrentara con el destino, publica Shadows Over London (Traducido como Misiles contra Londres, Editorial El Duende, Barcelona, 1980), historia de espionaje y política internacional. Es la apoteosis. Las entrevistas se


suceden tanto como las ediciones; los círculos intelectuales comentan sus posibles afinidades con Hemingway y Graham Greene y participa como jurado en Miss Universo. Es entonces cuando desecha a la abnegada editora que tanto contribuyó a su éxito y en su reemplazo escoge a William A. Spielmann, quien se encarga de que afloren suculentísimos adelantos para asegurar los derechos sobre su inminente próximo libro. Flowers vive un período de bonanza social que no interrumpe ni la muerte de su padre. Cuando su hígado no soporta más alcohol ni sus oídos más ditirambos, mermadas sus energías y sus ganancias, decide tomarse un descanso en Europa. El tiempo agota la paciencia de las editoriales que hicieron los generosos desembolsos y Spielmann presiona para que vuelva a New York. Es a su regreso de España cuando inicia el último diario. Pero antes de entrar en materia deseo aclarar un poco mi labor. He procurado ser fiel a Flowers en estilo e intención, aunque atemperando las descripciones que juzgué procaces. Parto, como es obvio, de la edición de Spielmann, que tiene el grave pecado, ya señalado por las críticas anglosajona y francesa, de ser una selección arbitraria del texto original, hasta el momento inaccesible. Muchos afirman que tal expurgación condena los pasajes donde el malogrado escritor expresa sus más serias desavenencias con


Spielmann y en días pasados The Washington Post reveló que las partes eliminadas costaron y costarán muchos dólares a las personas implicadas. Al respecto el cotarro es grande y la familia ya objetó ante las cortes los derechos del editor a los papeles póstumos de Flowers. Aparecieron, además, dos damas que reclaman contraprestaciones por su devoción a «El mayor escritor norteamericano de este siglo», en palabras de una de ellas. El escándalo ha sido de tal magnitud que un columnista de Los Angeles Tribune insinuó que la muerte de Flowers era una patraña montada para aumentar las ventas de sus libros. Las complicaciones apenas comienzan, como se puede ver, y mucho oiremos hablar del asunto en el futuro. Una última aclaración: prescindo aquí de iluminar a los lectores respecto a Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) y su literatura, porque los datos necesarios para la comprensión del texto que Flowers no consigna, aparecen en las notas a pie de página que incluye la edición. Quiero agradecer a Juan Carlos Aristizábal la bondad del esclarecimiento, ni el primero ni el último, y expresar mi regocijo por su amistad. A él dedico ésta, mi magra labor.



IN MEMORIAM

RECONOCIMIENTOS

Este es el testamento de una de las voces más vivas de la literatura americana de los últimos tiempos: Tony Flowers. Al interés crítico se agregan catorce meses de permanencia en las listas del New York Times de los autores más populares de los Estados Unidos. Capaz de transmitir las inquietudes del americano medio en forma vigorosamente seductora, rehuyó los círculos intelectuales aunque respetaba el trabajo de sus colegas. En una de sus últimas apariciones públicas discutió ampliamente de literatura con el asistente que durante meses le proporcionó más de un millar de páginas mecanografiadas y medio centenar de libros con información para el proyecto que dejó inconcluso. La amistad que nos unió me obliga a presentar al público un documento íntimamente conmovedor, que no podía permanecer oculto. He seleccionado los trozos más significativos únicamente para dar coherencia a la obra; Tony acostumbraba mezclar bocetos literarios y comentarios personales con información absolutamente intrascendente. También suprimí pasajes que pueden perjudicar


a prestigiosas personalidades con las que Flowers no tuvo buenas relaciones, porque creo que convertirían el libro en materia de escándalo. Por desgracia al incendio sobrevivió solamente la última de las libretas de pasta veteada de color marrón, que recogían el testimonio directo de una existencia plena que no supo encontrar ni la medida de sus gastos. Seguramente los historiadores y los futuros biógrafos lamentarán tanto como nosotros esta pérdida. El hecho de que estas anotaciones revelen la penosa perturbación emocional que llevó a Tony hasta las puertas del infierno no demerita en nada sus virtudes literarias. Las últimas de ellas están separadas de la entrada precedente por un espacio en blanco suficientemente revelador que suple la falta de fecha. Editarlas era un compromiso que al fin he cumplido.

WILLIAM A. SPIE LMA N N



Este libro se terminó de imprimir el 22 de abril, fecha en la que Tony Flowers comenzó a escribir su último diario. Las diversas tipografías usadas aluden a la ciudad de Nueva York, a las revistas The New Yorker, Playboy, y The Twilight Zone, así como el periódico The New York Times.

Impreso en Matiz Taller Editorial Manizales – Colombia





ISBN:978-958-759-155-2


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