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Vidas

Esperanza Tirado

ADMIRANDO EL TORREÓN desde el exterior se sintió llena de sol. Los girasoles se giraban para ella al brillante azul del día. Esa era la señal. Todo saldría bien.

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Pero en el primer balcón sintió la primera patada. Ansias de salir. Antes de tiempo. Tenía prisa. No estamos preparadas aún.

Tranquila, despacio, no corras, tendrás todo el tiempo del mundo.

Respiró, cargándose de la energía que desprendía el invernadero. El sol, de nuevo, la templaba. A ambas. Su pequeña volvía a latir calmada. Sonrió. Y su sonrisa se amplió con la de su interior. Por un capricho del destino, de Dios, o de algún poder superior al que no supo ponerle nombre entonces, las curvas de su vida la llevaron por caminos confusos. Casi a descarrilar. El cuento de hadas se convirtió en pesadilla. En un laberinto interminable de preguntas sin respuesta. De lágrimas. De noches sin sueño. De salidas en falso. De rodeos buscando la senda correcta.

Y es que su supuesto príncipe azul, un hombre de mirada recta y limpia, se volvió gris, asustándose ante las curvas crecientes y perfectas de su cuerpo. Y, convertido en cobarde dragón alado, huyó separando sus caminos.

Entonces sintió que llevaba una carga que no podría soportar. Sola. Lejos de todos los que conocía y la conocían. No llegarían a saber del regalo que venía.

Porque esa vida que traía era un regalo. Ahora lo sabía. La historia volvería a ser perfecta. Tras secarse todas las lágrimas y volver el sueño y la calma a sus noches en blanco.

La vida la esperaba entre las curvas de ese pequeño cuerpo que pugnaba por salir entre girasoles de luz.

Los gorjeos en clave de sol de pájaros volando quietos entre coloridas cristaleras aplaudieron la llegada de la nueva realidad.

Sus vidas recorrían una complicada curva que, por fin, se completaba.

Esperanza Tirado Jiménez (España)

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