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Mundo invisible

Pablo Núñez

NADIE EN EL PUEBLO recuerda a Paco, el vampiro, con un aspecto distinto al que tiene en la actualidad. Entre otras cosas, es historiador y médico. Nos cuenta las vivencias de nuestros antepasados, pues fue contemporáneo en vida de algunos, y no muerto, como ahora, en la de otros. También es el bibliotecario municipal; en sus horas libres escribe la historia de Nítida, nuestro pueblo, desde que lo conoce, hará unos novecientos años. La biblioteca también es su casa. La oscuridad y el silencio le dan el sosiego que necesita su cuerpo. Solo come una vez al día y le dejamos un tarro de sangre antes de que cierre. Hoy me ha tocado a mí. Decidimos seguir el orden alfabético de nuestros apellidos para ver quién le lleva la cena cada día. Gracias a Paco, que es un gourmet excelente, sabemos cuál es nuestro grupo sanguíneo y nos deja una analítica completa junto al tarro vacío. Así hemos descubierto ciertos problemas de salud que él mismo ha corregido a tiempo.

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Además de Paco, los espíritus de la comarca también se han convertido en nuestros vecinos. Viven en el castillo que corona uno de los montes que nos cobija, a poco más de cinco minutos a pie. Nos han prestado su ayuda cada vez que se la hemos pedido. La primera vez fue cuando en época de cosecha sufrimos una sequía y estuvimos a punto de sacar a san Genaro en procesión para ver si atraía la lluvia. Al enterarse, el mismo espíritu del santo vino a decirnos que no era necesario. Nos invitó a contar nuestro problema a sus compañeros del castillo, seguro de que encontrarían una solución. He leído en algunos libros que la gente le tiene terror a los espectros. A nosotros nunca nos asustaron, supongo que porque se le tiene miedo a lo que no se ve, y ellos son nítidamente visibles. Tras escucharnos, nos pidieron un calendario en el que vinieran señalados los días en los que queríamos sol o lluvia. Una vez que lo estudiaron, crearon un microclima a la carta y, desde entonces, no hemos vuelto a mirar el cielo con preocupación.

Las visitas del recaudador de impuestos se convirtieron en otro problema. Pasaba a estafarnos los días pares del mes. Nosotros le dábamos mil excusas y nos amenazaba con volver con fuerzas del orden y multas por el retraso de los cobros. No somos gente avara, pero nos negábamos a pagar porque nunca recibíamos nada a cambio, tan solo promesas incumplidas una y otra vez. Curiosamente, no sabíamos si por superstición o desidia, los días impares no se le veía el pelo. Luego nos enteramos de que esos los destinaba a pasar por Bruma, el pueblo de al lado. Volvimos a pedir ayuda a nuestros fantasmas ante el nuevo contratiempo. Convocaron en una reunión a todos los seres del más allá, incluidos Paco y Manuel. Manuel es un hombre lobo, pastor de ovejas, que se ha convertido en vegetariano para no quedarse sin trabajo. Tras exponerles el problema, unieron sus fuerzas y nos dijeron que todo se arreglaría haciendo invisible el pueblo aquellos días en los que pasaba el funcionario.

Samuel y Rosa fueron víctimas indirectas de esta solución. Uno vivía en Nítida y la otra en Bruma. Desde el primer día que cruzaron sus miradas, quedaron enredados en un amor incondicional y no pasaba una noche sin que sus cuerpos se entrelazaran en mil aventuras. Sus encuentros quedaron acotados y comenzaron a sentirse perdidos en sus propias vidas. Para evitar tal contrariedad, nos reunimos con el padre Cristóbal, que además de párroco, tiene el poder de manejar el tiempo. Sus campanadas rigen los movimientos de la luna y el sol, que obedecen al sonido del campanario, anunciando el amanecer o el ocaso del día. Le pedimos que retrasara el toque de medianoche hasta que los amantes escaparan al designio de los días pares. Romántico empedernido, accedió encantado y ahora espera a verlos cogidos de la mano antes de anunciar el final del día.

Hace unos días nos visitó un hombre con unos aparatos que no habíamos visto nunca. Se presentó como estudioso de manifestaciones paranormales. Secretario del recaudador, se había enterado de nuestras desapariciones, y venía a investigar cómo y por qué se producía tal prodigio, asegurando que no era ningún espía y tan solo le movía el afán por conocer una parte de magia que se dejaba entrever en una vida llena de tedio. Sin tener ninguna respuesta a sus preguntas, pues nunca pensábamos en cómo ocurren las cosas, sino en la suerte de llevar a buen puerto nuestros deseos, lo acompañamos al castillo para satisfacer su curiosidad. Le presentamos a los inquilinos. Fue bien recibido, ya que vio a todos y para ellos aquello era la prueba de que aquel joven tenía un alma noble. «La explicación es muy sencilla», dijo Paco, al que habían elegido como portavoz. «Verá, usted nos ha podido ver y, si se fija en el calendario, es día par». Nuestro visitante no había caído en este detalle, que lo dejó más que sorprendido. Tras unos minutos de silencio, para que confirmase la fecha en uno de sus artilugios, siguió explicándole que las personas con buenos principios y finales todo lo ven. Lo único que habían hecho ellos era acelerar los acontecimientos que, más temprano que tarde, acabarían por venir. Nuestro pueblo siempre sería visible. El que desaparecía poco a poco, invadido por todas las inquinas que el hombre deja florecer como el odio, la envidia o la codicia, era el resto del mundo, incapaz de soportar el maltrato al que es expuesto.

Felipe, que así se llama el visitante de los aparatos extraños, se quedó para siempre, y tú, que puedes leer cada palabra de esta historia escrita por mí, mas siguiendo lo que tu mente me iba dictando, eres uno de los nuestros. Coge tu maleta y sigue el camino hasta Nítida. Te esperamos. No tiene pérdida porque, sin duda, nos verás.

Pablo Núñez (España)

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