ELIMPOSTOR
, PRIMER NUMERO
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Š El Impostor 2009
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Hay aproximadamente ciento cincuenta y siete millones de referencias a la palabra «crisis» en Google, más del doble que a la palabra «dios» y sólo cien millones menos que a la palabra «sexo». Con estos datos no deberíamos hablar en nuestra presentación ni de sexo, ni de dios y mucho menos de la crisis. Pero lo vamos a hacer, y en la primera entrega, porque queremos ampliar el concepto de crisis. En los últimos tiempos, cada vez que alguien nombra la palabra «crisis» nos viene a la mente la actual y complicada situación económica. Y es lógico. La avalancha diaria de noticias al respecto hace que la crisis económica sea la primera asociación que se nos ocurre. Sin embargo, también existen la crisis de valores, de ansiedad, de los cincuenta... Vamos, que crisis hay unas cuantas. Y es que la crisis como concepto, según define Wikipedia, por ejemplo, es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable (...) sobre los que siempre existe algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad (....). Por lo que, como concepto al menos, la crisis es algo bastante más amplio y menos terrible que el desempleo, la caída del consumo o la deflación. Así, cuando nos enamoramos, pasamos de una realidad ordenada, a sufrir cambios que nos inundan de inestabilidad y de los que no sabemos ni el grado de profundidad ni el de reversibilidad. Por ello, enamorarse es, en toda regla, una auténtica crisis a nivel personal. Y sin embargo, quién no quiere enamorarse. La crisis económica existe. Es real. Tanto que es la primera preocupación de medio mundo (el otro medio solo quiere comer o tener paz). Sin embargo y pese a ello: a las estadísticas, cifras, noticias e incertidumbre en la que estamos inmersos, existen proyectos editoriales y cinematográficos, grupos musicales, colectivos culturales que, con mucha imaginación y poco dinero, aspiran a hacerse un hueco en medio del ambiente de tormenta. Gente de la que hablaremos en esta muestra primera entrega. Porque del pozo se sale hacia arriba.
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America, Zoe Strauss Ammo Books ISBN: 9781934429136; PVP: $29,95 Zoe Strauss nació en los setenta en el sur de Filadelfia, y es allí donde realiza la mayoría de sus fotografías, una inagotable serie de imágenes que reflejan la personalidad del desconocido, de la gente de los suburbios, el mundo de barrio, en sesiones que no duran más de 5 minutos y en las que Zoe consigue atrapar el alma del retratado, la atmósfera silenciosa de un edificio, o mensajes en la calle, sus tres principales intereses. Comenzó a hacer fotografías cuando se compró su primera cámara a los 30 años, con el dinero que recibió por su cumpleaños. Poco después se embarcó en su proyecto «Under I-95», una exposición anual de sus fotografías bajo la autopista interestatal del sur de Filadelfia. Siempre el mismo día del año, durante 3 horas, y en el mismo lugar. «Éste será el décimo, y daré por concluido el proyecto I-95», admite con el rostro cansado. Proyecto que consiste en conseguir un archivo fotográfico de la ciudad, teniendo como protagonistas a los vecinos y los barrios de la ciudad. Recientemente, y durante cuatro semanas, Zoe Strauss estuvo viviendo en un pequeño apartamento junto a la plaza del madrileño barrio de Lavapiés. «Lavapiés me encanta, es un barrio asombroso. Es como el sur de Filadelfia, un barrio de inmigrantes, con diversidad cultural, ni más ni menos seguro que cualquier otro barrio» revela a El Impostor. La presentación de esta fotógrafa en España comenzó con el acto de presentación del número 9 de la revista International C Photo Magazine en la galería de Ivory Press en Madrid. Un acto en el que recibió constantes elogios de la coleccionista Lola Carretero y del principal artífice de su llegada a España, el editor creativo de C Photo, Ignacio Andreu. Zoe Strauss impartió también un taller de comisariado para La Casa Encendida que culminaría con una exposición colectiva de sus participantes en «La Noche en Blanco». Dicha exposición siguió el espíritu de su proyecto, los comisarios consiguieron que centenares de copias de sus fotografías decoraran las paredes y los escaparates de las tiendas de Lavapiés. Se configuraron grupos de dos o tres fotografías por cada © El Impostor 2009
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, Numero 1 compromiso y atrevimiento del dueño del establecimiento, y la respuesta no pudo ser mejor, para alegría de Zoe Strauss «Me siento como un chico de 10 años». En Lavapiés ha sido un soplo de aire fresco, una visitante que ha entrado en casas, hablado con vecinos, fotografiado lo que a casi todos pasaba desapercibido, o no le daba importancia. Desde el guardia de seguridad del Carrefour a las viejas gemelas que cada día se visten idénticas, por no hablar de la anciana con el pelo teñido de rojo, una batalla perdida para Strauss, ya que finalmente no accedió a prestar su imagen para la exposición. Zoe Strauss lo lamentó profundamente, iba a ser la fotografía estrella de «Hola, ¿cómo estás?», su exposición para la «Noche en Blanco» de Madrid. A finales del 2008, vio editado su primer libro monográfico, America. Donde encontramos, su personal descripción de su país, un mundo diferente, sincero, lleno de color, de decadencia, de una nocturnidad luminosa, resplandeciente, realizado por una mujer con una fe inquebrantable en lo que hace, apasionada en su visión del mundo. Repleto de imágenes crudas, impactantes, sinceras y bellas, aunque también con una frustración, le falta una: «Estaré enfadada con eso toda la vida»; dos moteros enseñando sus genitales tatuados con el logo de Harley Davidson. La censura no ha pasado por alto su estilo trasgresor, o mejor dicho, la censura no pasa por alto la sordidez de una sociedad que no suele mostrarse, esa otra América. La América de los suburbios, de los ciudadanos de a pie en su propio ambiente, mirando a Zoe a través de la lente con serenidad, con libertad, sin imposturas ni poses. Las fotos se van distribuyendo de dos en dos, una manera completamente diferente a como ella concibe su fotografía, creando una inercia narrativa interior por la que recorremos su país. En America también hallamos algunas imágenes muy personales y perturbadoras. Una vez que Zoe explica, de forma cuidadosa pero directa, la historia que esconden, las manchas de sangre del suicidio de un amigo, el parking donde su padre se suicidó, o la pared de la casa de sus abuelos en la que vivió durante unos pocos años, uno comprende el grado de implicación emocional que imprime a este trabajo. © 2009, Aitor Aguirre © Fotografías, Zoe Strauss
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Las vacas de Stalin, Sofi Oksanen Traducción de Ursula Ojanen y Rafael García Anguita PVP: 21,50€ 451 editores, Madrid, 2008
Decía Adam Zagajewski, en un nebuloso curso de verano sobre literatura europea, que últimamente echaba en falta una crítica literaria realmente crítica, una crítica que no temiera dar su opinión y que fuera más allá de la superficie mediática de novedades y autores consagrados para rastrear lo que el editor Hubert Nyssen ha denominado «escritura con denominación de origen». En El Impostor creemos que al poeta polaco no le falta razón, y por ello iniciamos sección ajenos a imposturas literarias y decididos a dar un espacio a esos perfectos desconocidos de la literatura que, a pesar de su indudable calidad, no han tenido la visibilidad que merecen. Por ello, y porque, como decía uno de nuestros maestros, los manuscritos no arden (aunque algunos quizás debieran hacerlo, añadimos desde esta humilde columna 2.0), comenzamos andadura con un libro que no es una novedad editorial pero que quizás sí sea un descubrimiento para muchos de nuestros lectores, esperamos que no tan improbables: la escritora finlandesa de origen estonio Sofi Oksanen (Jyväskylä, 1977) y su novela Las vacas de Stalin. Señores, no sólo de «larssons» y novela negra vive la literatura del norte de Europa, como demuestran 451 editores (una de nuestras debilidades, reconozcámoslo) con esta valiente apuesta... A aquellos que, tras leer la palabra «bulimia» en la cuarta de cubierta del libro y ver fotografías de su autora en su página oficial o en MySpace, tengan la tentación de salir huyendo ante el riesgo de encontrarse con la obra primeriza de una neogótica torturada llegada de los helados confines de Europa, no me queda más remedio que ponerles la zancadilla: abstráiganse de la imagen personaje, ya que encontrarán en esta novela la voz de una escritora con una sólida técnica narrativa, una mirada singular y un sentido crítico que le han valido tanto la admiración de la crítica y el éxito de lectores en Finlandia, como algún que otro problema de índole diplomática en el extranjero. Y es que Sofi Oksanen es una autora que, según sus propias palabras, aún cree que el arte puede cambiar el mundo. Ya con su debut literario Las vacas de Stalin (2003; nominada al Premio Runeberg en 2004), en
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, Numero 1 el que combina la crítica social y la recuperación de la memoria histórica con un estilo altamente poético, consiguió abrir un debate público y desmitificar la aparentemente idílica sociedad finlandesa. Algo, que, por otra parte, en las últimas décadas parece haberse convertido en una constante en la obra de autores provenientes de los países nórdicos. Tras su igualmente exitosa segunda novela, Baby Jane (2005), Oksanen, que es estudiante de la Academia de Teatro de Helsinki, estrenó en 2007 su obra La purga, cuya versión novelada (2008) fue catapultada inmediatamente al número uno de las listas de ventas de ficción y ha recibido los premios Finlandia (2008) y Runeberg (2009). «Tres mujeres, tres generaciones: la historia de una Europa dividida entre el este y el oeste, el hambre y la bulimia». Así comienza, y muy acertadamente, el resumen que los editores hacen de la obra. En efecto, Sofi Oksanen consigue entretejer con gran habilidad la historia de tres generaciones de mujeres con un destino marcado por trágicas circunstancias históricas y personales: Anna, bulímica convencida y por decisión propia (o eso cree ella), acomplejada por su origen estonio; su madre Katariina, que huyó de la oprimida Estonia soviética gracias a su matrimonio con un finlandés, matrimonio que la condujo tan sólo al desengaño y a la condición de ciudadana de segunda clase en una Finlandia más llena de prejuicios de lo que aparenta; y, finalmente, su abuela Sofia, de la que las separa tan sólo un viaje en ferry para atravesar la frontera, que constituye la encarnación de la memoria histórica, de las consecuencias de la violencia y el absurdo de la guerra, de la represión estalinista, pero también el regreso a los orígenes. La estructura de la novela, en la que se yuxtaponen fragmentos de la vida de estas tres mujeres sin seguir un orden estrictamente cronológico, no es casual: sus destinos están más relacionados entre sí de lo que a ellas mismas les gustaría reconocer, aunque sólo sea en su intento por no repetir los mismos errores o por cambiar un futuro que ven abocado al desierto vital de sus predecesoras. Tan sólo una voz narrativa desnuda y desgarrada, con fuerza y verosimilitud, como la conseguida por Sofi Oksanen (a menudo comparada con Marguerite Duras), que fluye sin dificultad entre la primera persona de Anna y un narrador omnisciente, podría dar unidad a una obra de construcción tan compleja y convencer de su particular lógica al lector. «El este y el oeste, el hambre y la bulimia». Sin duda, la dicotomía entre la abundancia y la carencia material es uno de los hilos conductores de la novela. Pocos autores lograrían transmitir con la capacidad de observación y la agudeza de Oksanen el significado y el estatus que
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otorgaban unos pantalones vaqueros o un plumífero finlandés en la Estonia comunista; la carga sentimental e ideológica que pueden llegar a tener unas medias o una barra de labios made in Estonia; los millones de sentimientos que puede despertar la comida, desde la añoranza hasta el odio, pasando por el ansia, la dependencia o el erotismo. Sin embargo, este tema no es más que un leit motiv que nos conduce a los motores de la obra de Sofi Oksanen. En primer lugar, la búsqueda de la propia identidad (personal y nacional), el extrañamiento, la aceptación de lo diferente. Y en segundo lugar, pero no menos importante, el poder y la desigualdad en planos muy diferentes: la indefensión del individuo frente al absurdo de un régimen totalitario, la opresión de una pequeña nación dentro de la gran mole unificada de la URSS, los prejuicios de la Europa Occidental hacia la Europa Oriental, el papel subordinado de la mujer en una sociedad aún mayoritariamente machista, la sexualidad instrumentalizada. Cuando todos estos conflictos confluyen en apenas tres generaciones y una autora con el valor y el talento de Sofi Oksanen se decide a darles voz, el resultado es una novela tan amarga y reveladora como absorbente: Las vacas de Stalin © 2009, Patricia Gonzalo de Jesús © Fotografía de Teemu Rajla
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Sunshine, de Danny Boyle Sobre una nave avanzando en el espacio, dirección al Sol: «El Sol se muere. La Humanidad se enfrenta a la extinción. Hace siete años, el proyecto Icarus mandó una misión para reactivar el Sol, pero fracasó antes de llegar. Hace dieciséis meses, yo, Robert Capa, junto a una tripulación de siete personas, dejamos la tierra congelada en un invierno solar. Llevábamos a bordo una bomba con una masa equivalente a la isla de Manhattan. Nuestro objetivo: crear una estrella dentro de una estrella. Ocho astronautas atados a una bomba. Mi bomba. Bienvenidos al Icarus II». Y aparece en la pantalla el título: Sunshine. Es la película que Danny Boyle dirigió en 2007, justo antes de la oscarizada Slumdog Millionaire. Y también es, junto con la divertida e irreverente Millones, de 2004, la gran olvidada de su filmografía. Ahora, se encuentra a la venta en grandes superficies por 8,95 €, dentro de una colección de cine independiente. Una pena, porque valía la pena verla en pantalla grande y con un buen sistema de sonido. Una película de ciencia-ficción ambientada en el espacio sólo debería hacerse de una manera, y es esta: con admiración y fascinación primitiva ante el entorno natural en el que tiene lugar. Es lógico, sólo hay que pensar en la cantidad de horas que pierde una persona a lo largo de su vida mirando al cielo. Hay un momento de la película en que los ocho tripulantes del Icarus II miran desde la sala de observación de la nave, protegidos por potentes filtros, cómo Mercurio, un minúsculo punto negro, se cruza entre ellos y el ingente Sol. Algo tan enorme, les hace considerarse pequeños. Curiosamente, son «astronautas y científicos», profesiones importantes, proclives al complejo de dios. Sin embargo, si para algo sirve la ciencia-ficción, es para desvelarnos aspectos no ya del futuro, sino del presente y el pasado. Sunshine se centra en la –vieja, y suficientemente tratada como tema en el arte– relación del hombre con la Naturaleza. Estos científicos, mientras más conocen la naturaleza, más admiración sienten ante ella y por formar parte de la misma: el doctor Searle (Cliff Curtis), psiquiatra de la nave, pasa horas muertas en el mirador de la sala de observación; Cory (Michelle Yeoh), médico, estaría dispuesta a defender con su vida el jardín, la fábrica de oxígeno de la nave, no tanto por ser la base de su supervivencia como por lo anacrónico en sí © El Impostor 2009
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, Numero 1 de unas plantas entre tanta tecnología; incluso Capa (Cillian Murphy) habla de su bomba con cariño y devoción. No están locos, son humanos que, gracias a toda esta técnica, van a poder llegar al mismo corazón de los elementos naturales, del Sol. Hay una diferencia entre el ser humano y la Naturaleza que la película lleva a primer término. La Naturaleza es devastadora: sólo hay que ver los informativos para oír hablar de tsunamis, terremotos, huracanes... En Sunshine, el Sol se apaga y puede acabar con la vida en la Tierra. Pero no tiene intención, no tiene moral. Está ahí, ante nosotros, magnánimo e impasible. No juzga. El ser humano, sí. Tiene conciencia, miedos, curiosidades... «Dime qué se ve desde ahí», pide el doctor Searle al capitán Kaneda (Hiroyuki Sanada) cuando éste está fuera, sobre el escudo solar de la nave, arriesgándose a morir abrasado por la luz solar. Algo menos complaciente y poético: Capa y Mace (Chris Evans) no se llevan bien y, cuando las cosas se complican, el segundo le echa en cara al primero: «Toda esta sangre es tuya». La Naturaleza no se equivoca –quizás, el término error sea exclusivamente «humano»–; Trey (Benedict Wong), ingeniero, sí, y difícilmente será capaz de superarlo. Pero en una situación extrema y límite como la que plantea la película, si el hombre quiere sobrevivir a la Naturaleza, tiene que comportarse como ella. Ser un engranaje más del mecanismo de la vida, y cumplir su papel –misión- sin consideraciones morales. Ellos lo intentan. Hay un momento revelador en el que, ante una difícil decisión, la tripulación del Icarus II plantea la situación en los siguientes términos: si el Sol se apaga, muere toda la humanidad, incluidos ellos. Sus vidas no tienen valor si se comparan con la importancia de la misión. No van a votar qué hacer porque no son una democracia, sino un grupo de científicos y astronautas, así que se decidirán por la opción más lógica y racional. Icarus II se aproxima al Sol. Ha habido contratiempos, bajas, y decisiones equivocadas –decisiones humanas–. Conforme nos adentramos en el tramo final de la película, emerge el siguiente e importante tema de Sunshine: para relacionarse con la Naturaleza, aparece la religión. Parece una lección de filosofía, pero sólo es una película de hora y media ambientada en un futuro próximo. La religión surge espontáneamente, sin premeditación, como probablemente afloró en el pasado. Ya se ha dicho: la ciencia-ficción revela mucho más del presente –y el pasado– que del futuro. El ser humano es incapaz de encajar en su torpe raciocinio la primigenia fascinación ante los fenómenos naturales; le desbordan tanto que se los acaba atribuyendo, por fuerza, a un ser superior. Capa, Cassie (Rose Byrne) y Mace, ingeniero el primero, y astronautas los segundos, son testigos de esta irrupción violenta. Ellos están fuera de todo dogmatismo. Mace es puro nervio y emoción, no le preocupa no entender el origen de las cosas; Cassie no tiene reparo en admitir que es humana y tiene miedo a morir; y Capa... es la inteligencia. © El Impostor 2009
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, Numero 1 Asume su ignorancia conforme aumenta su conocimiento. Acepta su lugar. Cuando Cassie, puesto que el Icarus I fracasó, le confiesa que tiene miedo a la muerte, Capa le responde: «Cuando detonemos la bomba, al principio no ocurrirá casi nada. Después, una chispa surgirá de repente. Durante un instante, quedará suspendida en el espacio. Y, luego, se dividirá en dos. Y esas dos se volverán a dividir otra vez... y otra. Una detonación más allá de lo imaginable, un big bang a pequeña escala. Una nueva estrella nacerá de otra moribunda. Creo que será precioso. No, no tengo miedo». Es lo más cerca que un hombre va a estar de ser Naturaleza pura, y sin necesidad de dios. Sunshine fue lanzada como una película de acción para el gran público, y no lo es. Quizás, este salió de las salas de cine escandalizado o, más probablemente, aburrido, y es comprensible, pues les vendieron otra película; a los que íbamos buscando una de Danny Boyle nos fascinó, como casi siempre. Sin embargo, el director inglés no suele caer bien. Los Oscars recibidos por Slumdog Millionaire fueron muy criticados. La película que le lanzó a la fama, Trainspotting, fue su maldición: sigue siendo la horma con la que se mide el resto de su filmografía, aunque él no esté intentando repetirla. Así que, cuando Boyle se propone dirigir una de ciencia-ficción sobre astronautas que tienen que salvar la tierra, los modernos se rasgan las vestiduras porque –otra vez– ha sucumbido al cine main stream; los clásicos se horrorizan ante sus moderneces y todos, en general, murmuran: «ya lo sabíamos, Danny Boyle era un fiasco». Poco importan los buenos momentos que nos ha hecho pasar con, por ejemplo, 28 Días Después –incluso, hay quienes la adoran pero le dan más valor a la secuela de Juan Carlos Fresnadillo–. Un crítico puso a Sunshine como ejemplo de película cuyo director se empeña en borrar las huellas autoriales. No sé, a lo mejor lo que tiene que hacer es no firmar con su nombre. Ya en La Playa, hace casi diez años, (¡horror!, el director indie de Trainspotting dirigirá la primera peli en la que va a salir Leonardo DiCaprio después de Titanic: está claro que se ha vendido) plantea lo que quiere que sea, y empezaba a ser, su filmografía: por un lado, la vitalidad y la energía (Trainspotting, La Playa, Una Historia Diferente, Slumdog Millionaire) y, por otro, la reflexión new age y ese extraño y escéptico humanismo (28 Días Después, Sunshine, también Trainspotting). La Playa fue un intento fallido, vale, pero Sunshine es todo un acierto. © 2009, Manuel Gay Moreno
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Barfly, The Wrestler Michey Rourke La reedición para dvd de la olvidada Barfly, El borracho de (Barbet Schroeder, 1987), aprovechando el tirón de la salida en vídeo de The Wrestler, El luchador, (Darren Aronofsky, 2008), supone una excelente excusa para dedicarle unas líneas al actor Mickey Rourke, un ángel caído a la búsqueda de la redención creativa. Cuando en 1987, Mickey Rourke decidió meterse en la piel del mismísimo Henri Chinaski, alter ego del gran escritor Charles Bukowski, «el borracho más feliz del mundo» en Barfly, el actor, o mejor dicho la estrella de Hollywood, se encontraba en la cresta de la ola. La inefable Nueve semanas y media (Adrian Lyne, 1986) lo había catapultado definitivamente al estrellato y lo había convertido en un mito erótico a escala planetaria. Pero Rourke, que a su fama de tipo problemático unía por aquella época la de actor, venía de protagonizar tres o cuatro de las películas más importantes de la década. Su inolvidable participación en las extraordinarias Rumble fish, La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983), Manhattan Sur (Michael Cimino, 1986) o El corazón del ángel (Alan Parker, 1987) lo habían convertido en uno de los actores más importantes de su generación. En aquella época, Mickey Rourke lo tenía todo y podía permitírselo todo. Abonado al escándalo y acostumbrado a que le consintieran todos los caprichos y las salidas de tono propias de una estrella de Hollywood, parecía empeñado en querer demostrar que ante todo seguía siendo actor, un actor de método (había estudiado en el Actors Studio) que elegía cuidadosamente sus proyectos. El borracho, curiosísima película producida por Francis Ford Coppola y dirigida por el francés Barbet Schroeder sobre un guión (de próxima publicación en Ocho y medio) del propio Charles Bukowski, que poco tiempo después publicaría la desternillante novela Hollywood (Anagrama, 2006) sobre sus vivencias durante el proceso de producción de la película, fue un trabajo muy estimable a la vez que controvertido que le valió a Rourke el beneplácito general de la crítica. Para el actor, aquella delirante historia de vagabundos borrachos, que permitía adentrarse en el fascinante y enloquecido mundo literario y biográfico del gran escritor americano de la segunda mitad del siglo XX, suponía un auténtico reto interpretativo que lo alejaba de la imagen de chico guapo y atormentado que lo había catapultado al olimpo de Hollywood. © El Impostor 2009
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, Numero 1 Aunque el gato al agua de la función se lo acaba llevando la gran Faye Dunaway, la carismática interpretación de Rourke como el entrañable y sensible Henri Chinaski, escritor vagabundo, borracho, gordo, feo y asqueroso, una auténtica bestia transparente rebosante de humanidad, nunca dejará de sorprendernos. Los grandes personajes de Rourke siempre habían tenido un trasfondo oscuro, atormentado, fascinante, pero parecía como si el actor necesitara transformarse físicamente, sembrar su rostro y su cuerpo con las cicatrices de su interior, para demostrar su valía como intérprete. En no pocos aspectos, El borracho supuso su último gran trabajo de la época. Hoy en día, más de veinte años después, resulta cuando menos curioso establecer un paralelismo entre el personaje que interpretaba en aquella película, también en la manera de interpretarlo, y el nuevo y «renovado» Mickey Rourke de películas como Sin City (Robert Rodríguez, Frank Miller y Quentin Tarantino, 2005) en la que el actor vuelve a brillar con luz propia, si bien la luz ha cambiado bastante, o la extraordinaria y redentora El luchador. Lo que son las cosas, su creación de Henri Chinaski en El borracho fue el canto del cisne del actor, o de la estrella para ser más exactos Mickey Rourke, que poco tiempo después entró en una dinámica errática que, fracaso tras fracaso, acabó desembocando en una decadencia creativa y en una deriva autodestructiva, rebosante de escándalos, drogas y alcohol, que se acrecentó en la década de los 90 y que lo acabarían marcando, en el rostro y en el alma, para siempre. El actor había dejado paso definitivamente al tipo problemático y la historia de Mickey Rourke se acabó convirtiendo en la típica historia del sueño envenenado de Hollywood. Como alcanza a decir Randy The Ram Robinson, el personaje casi autobiográfico que Rourke interpreta magistralmente en El luchador, la convincente película de Darren Aronofsky que ha supuesto el regreso triunfal de Mickey Rourke veinte años después y que, además del León de Oro del Festival de Venecia, le han valido un Globo de Oro y una nominación a los Oscar, «los años 90 fueron una puta mierda», y es que tras varios fracasos consecutivos que lo llevaron a la ruina per-
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, Numero 1 sonal y artística, el actor llegó a anunciar su retirada del cine para dedi carse al boxeo y acabó tocando fondo a todos los niveles. La magnífica película de Darren Aronofsky El luchador, en la línea de las grandes creaciones de John Huston, es el emotivo, desolado, profundo retrato del fracaso y la derrota física y humana de Randy The Ram Ro binson, antiguo campeón de lucha libre en clara decadencia, que pasea las cicatrices de su cuerpo y las de su alma en peleas de cuarta categoría en antros de mala muerte. Su retrato, a ratos desolado, a ratos desgarrador, siempre auténtico y verdadero, está interpretado por un Mickey Rourke en estado de gracia, sensible, humano, convincente, verdadero. Su nuevo rostro, monstruoso, conmovedor, destrozado por una vida en la que lo tuvo todo y lo perdió todo, seguirá dando que hablar. El guapo que se empeñó en ser feo lo había acabado consiguiendo.
© 2009, Carlos Ceacero
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El Cosmonauta Riot Cinema Collective Riot Cinema Collective está preparando lo que será la producción más innovadora, viva y atractiva del cine español. El colectivo formado por Carola Rodríguez, Nicolás Alcalá y Bruno Teixidor se ha propuesto realizar la película El Cosmonauta acudiendo a distintos tipos de financiación, entre ellas el crowdfunding. El crowdfunding es un modelo de financiación en el que cualquiera puede convertirse en coproductor de la película aportando desde 2 €, teniendo derecho a poner su nombre en los títulos de crédito, y si se invierte una cantidad mayor de 1.000 € se obtiene un porcentaje de los beneficios. En el caso de El Cosmonauta el asunto va todavía más lejos ya que a través de la licencia Creative Commons todos los pequeños coproductores tendrán la posibilidad de editar y distribuir su propio montaje del material rodado a través de Internet, una combinación nunca vista con anterioridad. La cifra de coproductores ya ha sobrepasado los 1.000, y sigue subiendo gracias al uso que Riot Cinema Collective hace de las redes sociales como Facebook, Twitter, Vimeo o Flickr y la solvencia que da tener el apoyo del ex-director de los programas de la NASA en España, la Agencia Espacial Rusa, ayuntamientos, universidades, asociaciones y revistas. Os presentamos una película española rodada en ruso, con actores desconocidos y realizada por un equipo joven. Una nueva vía de aproximarse al séptimo arte, más directa, económica y participativa, usando las nuevas formas de comunicación. Un nuevo cine para un nuevo público, el que prefiere ver las películas cuando quiere y desde su ordenador. No sabemos si es este un cine para tiempos de crisis o es una fórmula que ha llegado para quedarse y democratizar el cine. Hablamos con Bruno Teixidor para que nos explicase algo más sobre la película. Bruno, ¿cuál es el origen del proyecto? El proyecto surge de un guión de cortometraje que Nicolás comenzó a escribir con Pablo Gutiérrez. Se trataba de un guión de cortometraje que poco tiene que ver con lo que ahora es El Cosmonauta, pero que, de forma natural, acabó siendo lo que es ahora: un largometraje.
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, Numero 1 El núcleo de los guiones anteriores giraba en torno a la historia de un cosmonauta. Muchos factores, entre ellos la lectura de Poética para Cosmonautas, de Henry Pierrot, llevaron a Nicolás a dar a la historia el espacio y tiempo que necesitaba. Así que nos lanzamos a la piscina con todo: seguíamos de cerca proyectos de crowdfunding, devorábamos blogs que hablaban de la cultura libre y nos declaramos fans de las licencias Creative Commons. Así que, básicamente, hicimos una mezcla de todo aquello que nos gustaba y que, por encima de todo, sabíamos que podía funcionar junto. ¿De qué trata El Cosmonauta? En 1975, el primer cosmonauta ruso en la Luna no consigue regresar, y se le da por perdido en el espacio. Él, sin embargo, a través de fantasmales mensajes de radio, clama haber vuelto a la Tierra y haberla encontrado vacía, sin un alma. Su irreal presencia y su voz irán destruyendo poco a poco el mundo de sus seres queridos. ¿Creéis que puede cundir el ejemplo respecto al crowdfunding? Lo cierto es que aunque no seamos novedosos en la fórmula, somos los primeros en mezclar creative commons y crowdfunding en un largometraje, nuestros ejemplos estaban ahí: llevábamos meses siguiendo los derroteros de las interesantísimas producciones Artemis Aeternal y A Swarm of Angels, ambas de ciencia ficción y la segunda, además, con una interesantísima y novedosa fórmula participativa. Ahora mismo, en IndieGoGo son cientas las películas que buscan financiación mediante este sistema, aunque ninguna apuesta aún por el valor añadido o las licencias abiertas. La realidad es que el ejemplo ya ha cundido. ¿Qué pensáis de las subvenciones y la forma tradicional de producción en España? Este es un tema algo difícil de hablar. En primer lugar creemos que la industria, como tal, no existe. Un sistema que se sostiene solamente por subvenciones y dinero aportado por las televisiones para crear sus propios contenidos no es una industria cinematográfica. Puede ser otra cosa, pero no industria. Es una pena porque hay grandes talentos en nuestro país y también muy buen hacer para el cine de género, poco explotado y mal financiado normalmente. Evidentemente, si solo se estrenan películas subvencionadas, ya que no hay una industria económica detrás que apueste por otras cosas, y casi siempre se subvenciona lo mismo, arriesgando lo mínimo, es difícil que el cine llegue al espectador. Al final acaba creándose un bucle en el cual el espectador critica el cine patrio y el cine patrio no hace nada para remediarlo a nivel estatal. Realmente creemos que hace falta un
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, Numero 1 verdadero cambio dentro de la industria cinematográfica, con medidas muy diferentes a las que se están planteando o imponiendo hoy en día. En parte creemos que hace falta una (re)evolución de la forma tradicional desde sus pilares más básicos. ¿Qué ideas tenéis para implicar a vuestros coproductores en la producción de El Cosmonauta? El Cosmonauta no es una película participativa, en el sentido de que su realización, su rodaje, compete sólo al director y al equipo, pero sí es un proyecto participativo: damos la oportunidad al público de aportar contenidos, que podrán servir al resto a construir su propia versión del universo de la película. De hecho, todo el material rodado se pondrá a disposición del público para que lo remezclen, editen y distribuyan como quieran, y eventualmente puede influir en el nuestro, las convocatorias de cartelería buscan el teaser poster que será oficial, la de música una banda sonora alternativa, y las de escritura, «completar» el guión, de manera que tu texto tal vez puede formar parte de la versión que finalmente rodemos, además, nos cuidamos bastante de que sean jugosos en extremo: todas tienen premios y incentivos a la altura. © 2009, Aitor Aguirre
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Let s get lost, Chet Baker ´
Nos encontramos ante una rara joya: la unión de Chet Baker y Bruce Weber en un documental histórico, Let´s get lost (1988), que se estrenó el pasado septiembre en España, en La Casa Encendida (Madrid) con la presencia del director de barba canosa y gorro de colores. Chet Baker, nacido Chesney Henry Baker, en Yale, Oklahoma (EE UU), en 1929, heredó la pasión por la música de su padre. Éste, explica Baker en Let´s get lost, tuvo que abandonar la música tras el crack del 29, ya nadie tenía dinero para ir a los bailes. Un trombón, que le regaló, fue el primer instrumento que cayó en las manos del joven Chet. Su embocadura no era la más adecuada, era demasiado grande para él, y además, por aquel entonces, no tenía tan desarrolladas sus marcadas mandíbulas, por lo que rápidamente lo cambió por la trompeta. A su madre se le congela el rostro cuando Bruce Weber, fotógrafo y director del documental, le pregunta si su famoso hijo le ha defraudado como tal, para acabar admitiendo que sí. Chet Baker era una persona perdida, tal y como nos lo enseña Bruce Weber, quien nos invita a ser testigos de conversaciones, paseos, en donde Chet no cesa de preguntar(se): «¿Dónde estoy?»; no deja de ser irónico que el título del documental y de uno de los temas más míticos de Baker sea "Let´s get lost", perdámonos. Siendo muy joven se alista en el Ejército, y allí comienza a tocar en la banda de la Armada. Escuchar a Dizzy Gillespie en la radio del Ejército cambiaría su forma de entender la música. El Ejército, recuerda Chet, le licenciaría con la frase «No compatible con la vida militar». En 1950, acude en incontables ocasiones a las jam sessions del Bop City y del Blackhawk en San Francisco, y es entonces cuando toca junto a los dos saxos altos Paul Desmond y Charlie Parker, quien lo contrata tras escucharlo en una audición entre más de 50 músicos. En cuanto escuchó a Chet suspendió inmediatamente la selección. Había encontrado a un genio, a un igual. Se traslada a Los Ángeles y allí participa en las grabaciones en vivo de Pacific Jazz junto a Gerry Mulligan. Su popularidad crece en el circuito, así como en las influyentes revistas de jazz Downbeat y la desaparecida Metronome.
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, Numero 1 El fotógrafo William Claxton le descubre, «fotográficamente hablando», en esta época en la que la imagen de Chet, con su gesto duro y atractivo, aún conserva un aire juvenil y ya posee ese halo de misterio fatal que tendrá siempre. En 1953, su cuarteto hace la gira europea más larga de un grupo de jazz americano hasta el momento, pero pronto llegarían los problemas. En aquella gira su pianista muere a causa de las drogas y, en 1959, Baker es detenido por posesión de heroína. A final de este año comienza otra gira por Europa y probablemente empieza también su etapa personal más sombría, con una espiral de hospitalizaciones y detenciones. Hasta que en 1964, lo deportan de Alemania a Estados Unidos y se cambia al fliscornio, ya que le habían robado su trompeta. Su carrera también se resiente y se llena de altibajos; sus grabaciones de final de los sesenta para Pacific Jazz y Verve son poco afortunadas y tienen poca repercusión en el público. En esos años Chet vive entre Nueva York y Los Ángeles, aunque es en San Francisco donde unos matones le dan una brutal paliza y le dejan sin dientes. A partir de ahí deja de tocar y empieza a desengancharse con metadona. Baker admite que le costó 6 meses volver a tocar. Definitivamente, en 1974, vuelve a tocar y a grabar, demostrando mayor rotundidad y autoridad; poco después regresa a Europa en formaciones de cuarteto, trío y dúo y tanto con la trompeta como con su voz, no deja a nadie indiferente derrochando belleza, pasión, emoción e intimismo. Pero todo acabaría demasiado pronto, cuando en el mes de mayo de 1988, Chet se arroja por la ventana de la habitación de su hotel en Amsterdam. El mundo del jazz y la música en general se quedan huérfanos. Cercano a Miles Davis en delicadeza, melancolía, originalidad, Chet Baker es pura sensibilidad. Se le asocia con el jazz de la Costa Oeste, pero su swing recuerda más al bebop de finales de los 40 que se hacía en Nueva York. Cuando vuelve de Europa se percibe un cambio de concepto y de estilo, tanto en su técnica como en sus ideas, y su música adquiere mayor emotividad. Su tempo se vuelve más relajado, suave y profundo. La grabación del tema Almost Blue (Let´s get lost, RCA, 1987) entre París y Hollywood recoge toda la esencia de Baker, la del cantante exquisito, tímido, osado y muy sensible, la del nstrumentista colosal, con sus tresillos recogidos y delicados, su tiempo de plomo, su sentido melódico, su swing inimitable, la emoción de sus solos… Todo esto hace que su música sea de una belleza absoluta, extraordi-
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, Numero 1 naria, llena de humanidad. En definitiva, algo que nadie debería dejar de escuchar. La discografía de Chet Baker es afortunadamente muy extensa, su último disco Straight from the heart, The great last concert (Enja Records,1988) grabado en vivo con la Radio Orchestra de Hannover es una elegante despedida, que se cierra con My funny Valentine, quizá su tema más emblemático. En este concierto, editado en dos volúmenes, Chet se despedía, dos semanas antes de su muerte. Straight form the heart es Chet Baker, siempre directo desde el corazón. Gracias a William Claxton y sus primeras fotografías, que fueron usadas para incontables portadas de los discos de Baker, recordamos a Baker como un chico misterioso y melancólico, pero es gracias al documental de Bruce Weber, y su perfecta fotografía en blanco y negro con textura granulada, obra de Jeff Preiss, donde descubrimos al auténtico Chet Baker, el que está siempre buscando su mechero, dando caladas al cigarro como si fuera el último, el que recita emocionado canciones en voz baja, como si revelara un secreto pequeño y hermoso. Probablemente era eso lo que hacía. En Let´s get lost vemos a Chet Baker reverenciado en el estudio de grabación, respetado con sabiduría y silencio (entre otros por un jovencito Chris Isaak), como se asiste a la presencia de algo histórico, único. El mundo exterior era otra cosa, él era el Jazz. Puede que defraudara, como persona, a su madre, a los que le quisieron, pero también dejó para la historia de la música algunas de las obras de arte por la que merece la pena estar vivo. Gracias Bruce Weber, gracias Chet Baker. © 2009 Javier del Rosal y Aitor Aguirre © Fotografía de Chet Baker de William Claxton
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CP V CPV (Club de los Poetas Violentos) ha vuelto al directo. Diez años después, la mítica formación de rap madrileña se ha reunido, en una serie de conciertos, para regalarnos un viaje en el tiempo a los primeros años clave del hip-hop español. Años clave (segunda mitad de la década de los noventa) porque, en ellos, se gestaron los primeros LP´s y Ep´s de formaciones tan significativas en el panorama rap como 7 notas 7 colores (1997), Solo los solo (1998), VKR (1996), Arianna Puello (1999), Frank-T (que formó parte de CPV) (1996), El Chojín (1998), la Mala Rodríguez (2000), Violadores del Verso (1998), SFDK (1999), Tote King (1999)(en aquel tiempo en la formación «La Alta Escuela») u otros muchos que, diez años después, y en mayor o menor medida, siguen siendo buques insignia de este estilo que ya nadie hoy se atreve a despreciar, porque no solo se ha convertido en un mercado altamente rentable para la industria (Violadores del Verso llegaron con su último disco al número uno en la lista de ventas), sino porque además sigue manteniendo una alta calidad creativa a prueba de presiones y corrección política. De todos aquellos grupos, CPV fue quien abrió la veda. De ahí su importancia. Allá por 1994, El Club de los Poetas Violentos publicaba su primer LP, Madrid Zona Bruta, que está considerado como el primer disco serio de rap en español publicado en nuestro país. A él le siguieron dos LP´s más entre varios maxi singles, siendo el último «Grandes Planes», en 1998, con el que se ponía punto y aparte a esta importante banda que, entre otros hitos, colocó en los grandes medios el primer vídeo musical de un tema de rap español (el de su tema «De Cacería»). Pioneros del movimiento, desde entonces cada uno de sus componentes ha seguido su carrera en solitario. Si bien hay que reconocer que su éxito por separado ha sido dispar y sin duda menor del que consiguieron juntos, sus seis componentes (El Meswy, Supernafamacho, Paco King, Kamikaze, Mr. Rango y Jotamayus© El Impostor 2009
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, Numero 1 cula) han seguido publicando trabajos en solitario o colaboraciones que han compaginado con labores en la producción de nuevos artistas. Por poner un ejemplo, Jotamayuscula no ha parado desde que CPV paró. El DJ de la banda es presentador del programa El Rimadero de Radio3 desde 1998, convirtiéndose en toda una referencia de lo que se mueve en el panorama rap no sólo español, sino también latinoamericano. Ha acompañado a la Mala Rodríguez en tres de sus albumes de estudio, siendo este clave en el éxito de la Mc sevillana. Ha colaborado en la producción con SFDK y Violadores del Verso, y en sus cuatro discos en solitario, ha sido capaz de reunir a los mejores mc´s de España para que diesen voz y rimas a sus siempre espectaculares mezclas. Su último trabajo junto a Supernafamacho se llama Sonido Campeón, publicado en 2008. Así pues, como se puede comprobar, ninguno de los componentes de CPV ha vuelto porque le falte el pan. Y aunque aún es pronto para saber si estos conciertos han marcado el inicio de una nueva etapa para el grupo, o por el contrario sólo han sido la gran despedida que todos los fans necesitaban, la realidad es que, desde su anuncio, todos los foros de internet comenzaron a hablar del regreso de CPV con entusiasmo. Youtube acumula más de 150.000 visualizaciones del único video de la banda, así como cientos de comentarios que van desde los que con nostalgia proclaman el reinado eterno de los Poetas Violentos, hasta los que, quizá desde la juventud, preguntan inocentemente quién es tal o cual MC de los que salen en el video. Todos, sin excepción, hablan maravillas de este grupo que, aunque nunca se disolvió, paró en pleno apogeo empujado por las inquietudes personales de cada uno de sus miembros. Inquietudes que definen, en gran medida, el nacimiento y el desarrollo del Hip Hop en España. Una cultura de la que El Club de los Poetas Violentos ha sido sin duda vanguardia y de la que muchos grupos, lo quieran o no, serán siempre deudores. © 2009, Ángel Carrión © Fotografías de Selector Marx
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Zahara,
La fabulosa historia de ... Zahara nació en Úbeda, muy musical comenzó a drid desde los 20 años. está generando una ola ción oficial de la Vuelta
hace 26 años. Criada en un ambiente familiar tocar en pequeños locales de Granada y MaSu disco de debut La fabulosa historia de... de fans, buenas críticas, conciertos, ser la canCiclista a España 2009.
Algo se está moviendo en nuestra música, una nueva generación de cantautoras como Zahara ha conseguido crearse un espacio propio. ¿Todavía no la conoces? Hablamos con Zahara, una fabulosa chica pop. ¿Cuál es el título completo del disco? La fabulosa historia de la chica que perdió el avión y que estuvo esperando sola toda la noche después de despedirse del amor de su vida en una cena sin postre. Lo conoció en Roma y, aunque aprendieron a flotar y a hacer infinitos los domingos, creían haberse perdido para siempre, pero mientras despegaban los aviones él le preguntó, ¿te llevo a casa? Cuéntanos la historia, ¿es cierto que compusiste «Me lo merezco» en la T4 de Barajas? Totalmente cierto. Cuando me dijeron que mi vuelo se había cerrado, sentí tanta vergüenza que empecé a escribir allí mismo esas líneas de «solo llegué a ver salir aviones...» Acabé volviendo en bus a casa. ¿Cómo fue ese trayecto en autobús? ¿Qué te pasaba por la cabeza? Bueno, fue un fin de semana bastante intenso y emocionante. Había subido a Universal, había conocido a personas fantásticas... Tenía mucho sobre lo que reflexionar. Te mueves por muchas redes sociales, MySpace, Flickr, Twitter, Facebook…, ¿crees que hubieras conseguido llegar a tanta gente sin el uso de Internet? Por supuesto que no. En mi carrera ha sido y está siendo fundamental. Sigo encargándome de todo y es bonito ver cómo va creciendo.
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, Numero 1 ¿Sientes que formas parte de un relevo generacional en el pop español? Siento que hago canciones, pero para ser algo tan enorme como el relevo generacional creo que tendrán que pasar bastantes años y ver si realmente lo conseguí o no. ¿Cómo fue colaborar con Santi Balmes de Love of Lesbian tanto en tu disco como en el suyo? Maravilloso. Santi es una persona muy interesante con la que da gusto estar. Conocerlo ha sido una de las cosas bonitas de este año y que esté en mi disco, sin duda, es un privilegio. Me encanta hacer una canción suya y que él decidiera volver a mí para grabar esas pequeñas voces en el suyo. ¿Qué queda en tu música de tus comienzos en el jazz, piensas retomar esa vía en el futuro? Me encanta, por supuesto, pero cada vez que entono «In a sentimental mood» en la ducha me muero de nostalgia y a la vez de respeto. Creo que ahora que conozco más profundamente las raíces de esa música, no sé si me atrevería a cantarla en público. Parte de la gracia de esos años era el desconocimiento, ahora siento una gran responsabilidad que me impide volver a cantar jazz. Pero ¡quién sabe qué pasará en los próximos años! Tengo entendido que tu padre fabrica instrumentos con material que recoge de la calle, has pensado alguna vez grabar un unplugged con esos instrumentos? ¡Sí! ¡Me encantaría! de hecho para el siguiente disco estoy pensando en poner a mi padre con sus creaciones en alguna canción! ¿Tienes alguna influencia literaria consciente o inconscientemente a la hora de escribir canciones? No, me guío más por letras de canciones que por libros. Me gusta mucho leer, pero a la hora de escribir me influyen más las canciones que escucho que los libros que leo.
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, Numero 1 Háblanos de la cartelería de tus conciertos, de la imagen del disco. ¿Por qué lo primero que vemos de ti es una chica dulce, rodeada de pasteles? Era difícil hacer la portada de este disco pero se nos ocurrió que podía ser una extensión de lo que hago en los conciertos que es regalar golosinas y que en parte son, como una especie de cumpleaños pop donde me encuentro atrapada. Tratamos de llevar eso a la imagen del disco. «Todos queríamos ser extraordinarios…», ¿qué te faltaría para ser extraordinaria? Muchísimas cosas, pero ¡no me atrevo a contarlas públicamente! :) Por último me gustaría saber tu opinión sobre la obra y la figura de Mercedes Sosa, que nos dejó hace poco. Sin duda es un referente en la música y por lo menos para mí, una constante en mi infancia. Mi madre la escuchaba en casa y tengo recuerdos de ella y los viajes con mis padres escuchándola. Para nosotros ha supuesto una gran pérdida y la recordamos siempre con cariño en las grandes canciones que interpretó. © 2009, Aitor Aguirre
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Love of Lesbian Piromanos de nieve «Cómo generar incendios de nieve enfocando una lupa a la luna», ésa es la propuesta de Love of Lesbian en su sexto disco, más conocido como 1999. En su tercer álbum integramente en castellano, la banda formada por Santi Balmes, Julián Saldarriaga, Oriol Bonet, Joan Ramon Planell y Jordi Roig nos presenta la historia de amor y desamor de una pareja (Marina y Carles) a través de catorce canciones rebosantes de ritmo, imágenes líricas y fina ironía, tres de las señas fundamentales de esta formación cuyo anterior disco, Cuentos chinos para niños del Japón (2007), fue elegido Disco del Año por la prestigiosa revista Mondo Sonoro. 1999, como en sus dos anteriores discos, alterna temas llenos de intimismo y melancolía, como «Cuestiones de familia» o «Voy a romper las ventanas», con otros más desenfadados y bailables, como «Club de fans de John Boy” o «Miau». Y es que el contraste también es otra seña de identidad de Love of Lesbian. Sus discos y sus directos parecen divididos por una muy sutil pero clara línea que divide los temas entre aquellos cargados de sentimentalidad, y aquellos que, sin perder mensaje, están llenos de humor. Así, sus conciertos se convierten en todo un show en el que, tras el repaso a los temas más apasionados de sus últimos discos, la banda se transforma (a veces incluso literalmente) para ofrecer al público sus temas más divertidos. «Marlene la vecina del ático», «Algunas Plantas» o «Villancico para mi cuñado Fernando» son los títulos de alguno de estos temas. El Impostor ha tenido la oportunidad de hacer algunas preguntas a Santi Balmes, vocalista y guitarra de Love of Lesbian, acerca de este nuevo trabajo y de su trayectoria musical en general. «Decíais que John Boy era boreal, algo ambiguo y de infancia gris». ¿Qué se dice por ahí de los Love of Lesbian? Que somos bipolares y de infancia apedreada ¿Cómo está siendo la acogida de vuestro último disco? Desde luego no paráis de dar conciertos. Es difícil calibrar numéricamente el éxito de una banda últimamente. Todo son inputs abstractos menos, claro, la afluencia de público de tus
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, Numero 1 conciertos. Tomando únicamente este dato, este año está siendo especialmente increíble, sí. 1999 habla de dos personajes, Marina y Carles, y de sus altibajos como pareja. ¿Cómo surgió la idea de contar esta historia? Supongo que para cerrar heridas. Craso error. Hay cosas que siempre sangran. Cosas que sigues sin entender. 1999 era mi particular psicoanálisis. Y, como las sesiones de esta técnica, no han servido de nada. Bueno, de hacer un buen disco, eso sí... Vuestra discografía está llena de personajes singulares como el propio John Boy, Marlene la vecina del ático, Shiwa o el cuñado Fernando. ¿De dónde los sacáis? ¿Realmente conocéis gente así? Pertenecen a mi particular mundo de espejos deformados, muy valle inclanesco. En nosotros hay surrealismo y dosis de esperpento a partes iguales. ¿Qué destacaríais de 1999 a nivel musical sobre vuestros anteriores discos en castellano? Es más atrevido, sobretodo por el número de canciones y los ritmos incorporados. El discurso argumental es homogéneo. Y es un disco que no acabará hasta que no tengamos filmados todos los clips pensados, así como un probable documental sobre 1999. En el disco contáis con las colaboraciones de Sidone, The New Raemon, Carlos Gros, Zahara, etc... Tenéis desde luego muchos y buenos amigos ¿Qué os han aportado en este trabajo sus colaboraciones? Aire fresco y las primeras opiniones. Todos son grandes. Los amamos a todos. ¿Por qué rara vez tocáis en directo temas de vuestros discos en inglés? ¿Habéis planteado hacer alguna versión de ellos en castellano? Sí, es un planteamiento recurrente, recuperar algunos temas de aquella época. No renegamos, pero sabemos que si llenamos las salas es por los temas que la gente entiende y quiere cantar de pé a pá, así que, para hacer justicia a esos temas, habrá que readapatarlos. Los que puedan soportar un tipo de transformación de tal calibre.
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, Numero 1 ¿Qué planes tenéis para el próximo año? ¿Os habéis planteado hacer las Américas? Tenemos muchísima gente de las américas interesada en que vengamos, pero... Ya sabes. ¿No sabes? Un día de estos te explico la dificultad, pero a solas... Pues esperamos poder contar con esa oportunidad. Love of Lesbian actuará, entre otros, el próximo 7 de noviembre en la Sala Riviera, de Madrid o el 20 de ese mismo mes en la Sala Q, de Sevilla. Además hay otras veintiuna actuaciones cuyo calendario podéis consultar en el MySpace del grupo. Oportunidades de conocer, engancharse o rendir pleitesía a esta gran banda que, sin duda alguna, puede considerarse ya una de las grandes y más frescas referencias del panorama pop de este país. © 2009, Ángel Carrión © Fotografías de LOL por Lyona
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Miguel Florian
La rodilla de Claire Una joven es y será siempre el único objeto digno de adoración de la naturaleza y de la existencia entera. SÖREN KIERKEGAARD
1 Ni frío ni caliente, turbio. Turbado. Pues que desconocemos si, en verdad, somos yo o, acaso, somos otro. Ambos, seguramente todos. Sí, las palabras son cosas muy terribles, artefactos que siempre nos rebasan, tentándonos. Dicen, desdicen. Ocultan, muestran: tejen, destejen. Esta es su perversidad. No acertamos saber en dónde sernos, y me quedo -te quedas- a medio camino de existir. Nos urge librarnos de todo cuanto, aparentemente, no nos pertenece. Y así, ligeros, fundirnos (confundirnos) en lo otro, y perdernos en ello. 2 En un principio a Jéromê para nada le interesa Claire. Ni tan siquiera reparó en la muchacha cuando le fue presentada por vez primera. ¿No estaba, acaso, prometido a otra mujer? Y, más tarde, incomprensiblemente, comienza a sentirse azorado en su cercanía. Es curioso, ella, Claire, casi una niña, le intimida. En su secreto ella le amenaza. El deseo se asoma por la ventana de un gesto; en la esquina más estrafalaria del cuerpo: la rodilla. Es un omphalos, el axis que ordena la topología de la carne. De carne que es sólo piel, disfraz de la apariencia. Lo que bajo ella se esconde aterroriza porque se nos revela como absurdo desorden. La rodilla de la joven será para Jéromê la matriz desde donde se conforma el cuerpo todo. Claire parece emerger desde ese misterioso hontanar que en la rodilla se concreta. «Es el polo magnético de mi deseo -dice él- el punto preciso donde, si pudiera seguir exclusivamente ese deseo, colocaría de entrada mi mano». La articulación le confiere significado al cuerpo, le hace gravitar hacia sí. Y en esa fuerza centrípeta parece absorberse el universo entero. Un universo, claro está, que coincide en todo con la conciencia de Jéromê. En territorios como estos gustan los dioses combatir a los mortales. © El Impostor 2009
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, Numero 1 3 «Provoca en mí un deseo nítido, sin objetivos precisos, y tanto más fuerte en la medida en que carece de objetivos, es un deseo puro, un deseo de nada». Un deseo de nada, un deseo sin márgenes en donde caben todos los deseos. «En el fondo de la seducción -sentencia Baudrillard- está la atracción por el vacío». La avarienta nada que todo lo ambiciona, y que nos arrebata en el vértigo de sus alas. Y sabemos que sí, que inevitablemente, habrá de devorarnos. El temor nos obliga a mantenernos en el pasmo y no traspasar su círculo de fuego. Tremor numinoso. No nos hallamos seguros dentro de los límites que impone nuestra piel. Otra piel más intensa, desde lejos, nos reclama. Jéromê está «al borde de un precipicio, a sólo un paso del vacío». Jéromê se siente poseído de nada, su conciencia se encuentra pregnada en unos centímetros cuadrados de la piel de una muchacha. La nada es más onerosa que el ser, como la noche lo es más que la luz. En su sombra engulle los seres que, adérmicos, se extravían en una masa informe. 4 El seducido es un poseso. Otro es en él. El oscuro ángel de la nada ha edificado su templo en su seno. Ay, sería tan fácil adelantar la mano hasta la rodilla para abrasarse en ella. Pero Jéromê parece un tullido. Y lo curioso es que se cree con cierto derecho sobre Claire. Algo es mío, sin más, porque lo apetezco, porque me solicita. De modo parecido suelen conducirse los niños al encapricharse por un juguete ajeno. Así es como también David se adueñó de Betsabé, la que fuera esposa de Urias. Es cuestión de deseo y de fuerza. 5 Lo seducido es propiedad, y, al tiempo, propietario de aquello que le reclama. Lo seductor se yergue, mayestático, como un ídolo imponente que no podemos dejar de venerar. Por eso es que nos volvemos celosos. Se nos hace inadmisible que pueda ser violado, profanado, ni tan siquiera por nosotros mismos. Su vehemencia es contradictoria: procuramos vaciarnos -acabarnos en ello- y colmarlo de nosotros mismos. Sobre el ánimo de Jéromê pesa un enigma. La rodilla de Claire posee la mirada inapelable de Gorgona o el sexo de Baubo.
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, Numero 1 6 Claire es inocente. Es el espejo donde Jéromê se ve reflejado. Claire es muy distinta, pongamos por caso, de Lolita. Las nínfulas conocen de sobra la comezón que en los demás provocan. ¿Por qué una rodilla y no unos labios, unos muslos o unos ojos? Lo estrafalario acrecienta la paradoja. ¡Tocar la rodilla...! Parece como si un ser diferente (¿la misma rodilla?) le mueve a actuar. Pero él sabe que acabará por dar el paso que le conducirá al fondo del abismo. Las Erinias de la cobardía le reservarían un destino aún más deleznable. Guilles, el novio de Claire, coloca su mano sobre la misteriosa rodilla, y nada ocurre. 7 De sobra conocemos cómo a Jéromê le inquieta ese contacto y, cuando al fin se decide –como con el beso de la princesita- el hechizo se desvanece. Sólo que aquí el príncipe se convierte en sapo. Claire, desconcertada, se deshace en lágrimas. Jéromê se ha atrevido a franquear el umbral. ¿De dónde le ha brotado esa fuerza? ¿Tal vez de la propia rodilla? Él no acierta a comprender el oculto venero de donde ha brotado esa voluntad que le parece ajena. Como un haz de luz se dispersa al traspasar un prisma de cristal, jamás atisbará de qué forma se ha producido tal fenómeno. Se siente atravesado. Eso es todo. Jéromê, extrañado, afirma que es «la única vez que ha realizado un acto de pura voluntad».
*Le genou de Claire. Eric Rohmer, 1970 © 2009, Miguel Florián © Fotografía de Miguel Florián, Aitor Aguirre
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Zoe Strauss
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© Fotografías Zoe Strauss © Fotografía de Zoe Strauss, Aitor Aguirre
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Han participado EN ESTE NÚMERO aitor aguirre santi balmes áNGEL CARRIóN carlos ceacero JAVIER DEL ROSAL Miguel florián estrella garcía manuel gay moreno patricia gonzalo de jesús selector marx Stephen Sangber ZOE STRAUSS Bruno teixidor Zahara
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