El mundo de Sophia 56

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EL MUNDO DE SOPHIA

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Contenidos 3 Editorial 4 Chamanismo: la visión sagrada Juan Marí

8 Paisaje

Laura Echeverría

11 Frases sobre La Compasión Redes sociales 12 La magia de los mandalas Fernando Celli

Psicología 18 La figura del héroe Sergio Pujol

22 Conect-Arte José Luís Gil

Sabiduría de oriente 26 Los cuatro acuerdos de la sabiduría tolteca Mónica Gutierrez

31 Libros y películas 32 Eneagramas. Patrones psicológicos del ego Catalina Simonet

MIndfulness 36 Poema de Magdalena S. Blesa Instrucciones a mis hijos MIndfulness 38 El Arte de ser Uno con la Vida Shibumi Javier Vilar

EL MUNDO DE SOPHIA 2018 Nº 56 DIRECTOR: Javier Vilar JEFA DE REDACCIÓN: Elvira Rey REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN: Elvira Rey, Isabel Salvà, Nacho Vilar. Una publicación de Fundación Sophia c/ Jaime Ferrer, 3 Palma de Mallorca (Baleares) www.fundacionsophia.com / Tel: 971 72 15 55 ediciones@fundacionsophia.com www.mundosophia.com D. L. PM-2099-98 2

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Editorial Elvira Rey

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ay dolores que sanan por sí solos; hay problemas que parece que se solucionan sin actuar sobre ellos; hay nudos que con el tiempo dejan de apretar porque simplemente se han deshecho sin dejar rastro... Cuando nos hacemos conscientes de que el dolor llega y se va, de que se alternan épocas difíciles con periodos donde todo parece ir bien, hay una sensación de que son como visitantes silenciosos que acuden a nuestra casa y un día salen por la puerta sin ruido y otro día nos damos cuenta de que aquella molestia, aquella decepción, se ha ido sin dejar huella. Lo que parecía un gran problema se ha disipado como la niebla con la llegada del sol. Podemos pensar que aquello que dejamos que siga su curso, que no encerramos entre las cuatro paredes de nuestra casa, que no permitimos que entre en nuestro círculo de preocupación, que no le dedicamos nuestra energía hablando y pensando en ello, son como hojas sin vitalidad que caen por sí solas cuando les llega el momento. Todos hemos vivido alguna vez el dolor físico de una enfermedad, el dolor emocional de una decepción o el dolor mental de un pesimismo o duda que nos oprime el corazón, y

por encima de ellos, de manera calmada intuimos que en la vida hay un poder de curación y regeneración que muchas veces no terminamos de creer. Pero no quiero pensar que las cosas se solucionan solas. La vida, como gran madre y sabia, deposita en nosotros una alta dosis de confianza de que podremos aprender lo que para ella es una ley incuestionable: la regeneración es la base para que la vida siga. Somos nosotros los que tenemos que asumir que formamos parte de todo y, como consecuencia, darnos cuenta de que la capacidad de regeneración de la naturaleza también está en nosotros. Hay una frase tan delicada para el corazón, como precisa para la mente: Todo sanará, tu cuerpo sanará, tu corazón sanará, tu mente también lo hará. Tu alma se reparará a sí misma y la felicidad volverá a tu vida. Los tiempos malos vinieron a enseñarte algo, no a quedarse. Me encanta saber que todo lo que se nos presenta nos viene a enseñar algo. Nada es malo ni bueno, todo es para bien nuestro y de nuestro entorno, por lo tanto para bien del mundo. Si asumimos con amor a la vida que el sufrimiento y la alegría son el azúcar y la sal de las que se compone vivir,

tomaremos con aceptación y como buenas las cosas que quiera traernos. Entonces, sanar es comprender que todo está bajo las mismas leyes naturales, todo se mueve y avanza en el rio de la vida, nada está fuera de él. Las cosas que calificamos como malas son nuestras propias interpretaciones y en nuestra arrogancia nos creemos con el derecho de juzgar las razones que la vida ha tenido para traernos una u otra cosa. Desde esa postura se desencadenan las quejas, creer que somos injustamente tratados por ella, que tenemos mala suerte, que nuestros deseos no se cumplen, y de esta forma la inconformidad se instala en nuestra vida. Hasta los animales, cuando ven que no pueden conseguir la presa porque otro ha llegado antes, dan media vuelta y, sin rencor, se tumban y descansan a esperar otra ocasión. Cuando sentimos que «el sanador» se ha cruzado en nuestra vida, como mínimo sentimos agradecimiento y mucho respeto; algo dentro nuestro empieza a creer que no estamos separados del resto de la creación y empezamos a aprender a dejamos llevar por el rio de la vida.

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Chamanismo La visión sagrada

Juan Marí

Primera parte

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l chamanismo es una de las técnicas arcaicas del éxtasis que era a la vez mística, magia y religión. No ha sido un fenómeno aislado de una región concreta, pues podemos encontrar restos de esta tradición en distintos formatos en diferentes partes de la geografía del planeta, desde Asia central y Siberia, pasando por Australia y las islas del pacífico, Sudamérica, Norteamérica, en África y también en Europa; conviviendo con otras religiones, ya que es más una mística, una vía de contacto con lo sagrado. Al ser principalmente una tradición oral, su origen se perdería en la noche de los tiempos; podríamos llegar a afirmar que existe desde que el hombre es hombre y tiene la capacidad de percibir lo sagrado. Si retomáramos el relato mítico, nos remontaríamos a in illud tempus, expresión que se refiere a un tiempo primigenio, al tiempo de los orígenes. Por lo general, los mitos narran que «Los Dioses crearon al hombre y este vivió feliz hasta que los malos espíritus esparcieron sobre la tierra la enfermedad y la muerte. Los dioses acordaron procurar a los hombres un chamán que luchase contra la enfermedad y la muerte, y les enviaron al águila. Al no poder comunicarse con los hombres que no conocían su lenguaje y que además la temían, el águila regresó al cielo con los dioses y les pidió que le dieran el habla para poder comunicarse con los hombres. No se lo concedieron, pero la volvieron a enviar con la misión de entregar el don chamánico a la primera persona que encontrara. De camino, se encontró con una mujer y se lo entregó, según unos mitos a ella, según otros cohabitó con ella y de ella nació el primer chamán.» (M.Eliade). El primero, por lo tanto, tenía el poder de conjurar las enfermedades e incluso de traer a los muertos de la otra orilla. Este es el recuerdo de los actuales chamanes y comentan que han perdido parte de ese gran poder, ya que antiguamente podían hacer el

El primer chamán tenía el poder de moverse a voluntad por los tres mundos: el celeste, el terrestre y el inframundo. Algunos espíritus que allí habitan se convierten en sus aliados para sortear los peligros que pueda encontrar. EL MUNDO DE SOPHIA

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«viaje extático» a propia voluntad, por sus capacidades innatas, sin necesidad de hierbas o psicotrópicos. En la actualidad, han perdido esa capacidad, según cuentan ellos, ya no se aventuran a según qué lugares en el viaje por los tres mundos. Así pues, el chamán es el gran especialista del alma humana, ya que solo él la ve porque conoce su forma y destino. Es el especialista en lo sagrado, con la capacidad de moverse a voluntad por los tres mundos: el mundo celeste, el terrestre y el inframundo. Puede comunicarse con los espíritus que allí habitan, algunos de ellos se convierten en sus aliados, le acompañan en el «viaje» y le ayudan a sortear los peligros que hay en cada uno de esos mundos. Por lo tanto, puede entrar, salir y transitar por esos lugares a través del trance extático. Este trance se logra a través de alcanzar una forma de consciencia extraordinaria, donde deja su cuerpo en estado cataléptico. Para el que observa desde fuera, podría pensar que está muerto, y en ese estado se mueve por los planos sutiles de la existencia.

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El hechicero de la tribu, el medicine-man, el mago, el sacerdote… son confundidos con el chamán porque este puede cumplir todas estas funciones, lo que no significa que estos tuvieran las capacidades chamánicas. Por lo que nos narran, ya venían predestinados. De hecho, la gran mayoría de ellos recibirían algo similar a una llamada donde, generalmente a través de sueños, se les revelaría por algún animal simbólico, o directamente vivirían una enfermedad que les llevaría al estado cataléptico y así permanecerían varios días. En este tiempo, los espíritus de los antepasados les iniciarían en el conocimiento de los parajes que conocemos como inframundo y cielo, les mostrarían los caminos y les instruirían en un lenguaje sagrado, que solo ellos sabrían. En ese mismo tiempo reconocerían a sus aliados, antepasados

y animales simbólicos, que les guiarían y les ayudarían a pasar los distintos umbrales custodiados todos ellos por espíritus. Tendrían que confeccionar distintos elementos rituales que les ayudaría a alcanzar los estados de conciencia no ordinarios, generalmente el tambor sagrado, que sería tallado a partir de madera del propio árbol cósmico. Este instrumento jugaría un papel fundamental en las ceremonias y cumpliría múltiples funciones mágicas: conducir al chamán al centro del mundo, convocar y aprisionar espíritus, permitir la concentración y volver a establecer el contacto con el mundo espiritual. Todo ello nos habla de una visión de la realidad totalmente enfrentada a nuestra cosmovisión occidental. Para poder comprender, tenemos que hacer un esfuerzo por dejar atrás los prejuicios de nuestra sociedad, de nuestra educación y mirar desde otro ángulo; de otro modo, es imposible entender nada de ellos. EL MUNDO DE SOPHIA

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Paisaje Laura Etcheverry

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iempre había querido conocer ese paisaje, y por extrañas razones del destino, desde la redacción lo habían enviado a fotografiar los lugares más exóticos, los más distantes, los más codiciados por los turistas, pero nunca había estado allí. Varias veces los amigos le habían propuesto pasar las vacaciones en los grandes saltos del Iguazú, pero sin darles demasiadas explicaciones, o dándoles explicaciones fragmentadas, había huido invariablemente de la experiencia. Pero quizás el paso del tiempo, los años, el ablandamiento que producen, lo habían impulsado a aceptar el viaje relámpago para cubrir la declaración de los saltos de agua como una de las maravillas del mundo. Se hospedó en un hotel de primera categoría, como siempre, y trató de pisar con cuidado la mítica tierra colorada, como si fuera una alfombra a la que había que honrar mucho más que a los suelos despojados. Caminó por Puerto Iguazú dándole por todo un día la espalda al espectáculo natural, que muy cerca rugía como un león de agua y destilaba como un géiser su bruma blanca de misterio y sublimación. Al amanecer tomó su cámara fotográfica, pidió un remís y descendió en el puntapié de la maraña de pasarelas que se internaban en la selva como el laberinto que encierra al minotauro. Tenía el permiso especial para acceder al circuito todavía clausurado a esa hora, para retratarlo con su lente privilegiada a diestra y siniestra, bajo el primer fulgor del día.

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Sin embargo no tomó ninguna foto mientras avanzaba hacia el gran salto, hacia la maravilla. Al tenerlo cerca se le salpicaron las mejillas de gotas y el estruendo le calzó en el corazón como una canción de cuna. Desempacó la cámara y enroscó el filtro en la boca redonda y hambrienta. Aferrado a ella con las dos manos la acercó a su mirada, mientras sentía en la sangre un vago recuerdo que se hacía cada vez más nítido, recuerdos que nunca había vivido pero que recorrían su ADN guaraní desde el principio de los tiempos. En el ruido del agua creyó escuchar aquellas palabras de su padre antes de morir, diciéndole con voz de arrepentido y ronco trueno que era sangre de su sangre, que lo habían adoptado al nacer, luego de un fugitivo viaje a Misiones. Calibró la lente y enfocó en toda su magnitud panorámica la Garganta del Diablo. El río que se desbordaba en el vacío parecía llamarlo, llevárselo con él. El zoom en cada torrente era revelador, como si el fenómeno le devolviera el líquido amniótico transparente por el que su vida había germinado. Gotas, bruma, majestuosidad, un repentino tuteo de Dios que lo devoraba. Todo eso sintió al hacer clic y capturar la imagen que nunca nadie vería. Casi sin darse cuenta se envolvió con la cobija de agua de la infancia que le hubiese correspondido y se entregó a ella en cuerpo y alma. Ni siquiera sintió los golpes que su cuerpo dio contra las rocas de aquel grandioso paladar, antes de sumergirse para siempre en las amígdalas de la Garganta.

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En la separación se encuentra la gran miseria del mundo, en la compasión reside la verdadera fuerza del mundo. Buddha

Antes de reaccionar detente, respira tres veces, sonrie y responde con compasión. Deepak Chopra

Cuando la conciencia crece, a la vez crece el amor. No pueden permanecer separados, se mueven juntos. Osho

Nuestro enemigo no es la otra persona, sino la violencia, la ignorancia y la injusticia que hay en nosotros. Cuando estamos armados con la compasión y la compresión, no luchamos contra la otra persona, sino contra nuestra tendencia a invadir, dominar y explotar. Thich Nhat Hanh

Nadie merece más tu amor que tú mismo. Buddha

Sé amable siempre que sea posible. Siempre es posible. Dalai Lama

El amor y la compasion no son lujos, sin ellos la humanidad no puede sobrevivir. Dalai Lama EL MUNDO DE SOPHIA

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Fernando Celli

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«Solo paulatinamente comprendí lo que realmente es el mandala: formación – transformación. El eterno pasatiempo del sentido eterno» C. G. Jung

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l fenómeno «mandalas», aunque muy antiguo temporalmente y existente en todas las culturas de tradición espiritual de la humanidad, sigue siendo de mucha actualidad en los tiempos modernos, desde que el psicólogo Carl Gustav Jung los redescubriera y reintrodujera su concepto en Occidente, mostrando así la utilidad de los mandalas y su carácter universal e intemporal. De ahí que hacer mandalas, hoy en día, está tan en boga y es original, cuando original no es otra cosa que volver al origen, al centro de uno mismo, y en el mandala, parte de su magia está precisamente en llevarnos de nuevo a la fuente, pues son un puente perfecto del que vamos a hablar. Definir qué es un mandala no es una tarea fácil, es más de lo que vemos a simple vista cuando lo miramos como una expresión artística; supone un verdadero reto pues su símbolo es profundo y está cargado de contenido. Hay muchos autores que lo han intentado con matices diferentes. Casi todos coinciden en definirlo, resumidamente, como una representación o expresión simbólica de la totalidad del universo y del ser humano, un cosmograma multidimensional condensado en una figura que admite

múltiples aproximaciones, tanto a nivel cósmico, humano o de la naturaleza; resultado de una forma de pensar y de sentir la vida, del mundo y de sí mismos de innumerables generaciones. Pero aquí nos encontramos un primer escollo, algo que ocurre cuando queremos comprender algo que va más allá de lo conocido y de lo físico: «el lenguaje simbólico», que es holístico y muy diferente al lenguaje racional con el que estamos acostumbrados a definir la realidad. Los misterios y enigmas que plantea el estudio del universo y de nosotros mismos son tan amplios que es muy difícil llegar a abarcarlos, por lo que hacen falta todas las herramientas posibles a nuestro alcance. La dificultad más apreciable está en que el lenguaje racional, propio del método científico, para estudiar las cosas necesita dividirlas, aislarlas de su contexto, conceptualizarlas en su análisis y sacar conclusiones. Pero un símbolo es todo lo contrario, en vez de separar, integra y sintetiza las cosas en una representación perfecta, en este caso el mandala. Detrás de un símbolo se expresan realidades metafísicas que, para desvelarlas, hay que unificar dos métodos EL MUNDO DE SOPHIA

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de comprensión: el racional y el intuitivo. Teniendo en cuenta que con la mente racional lo explicamos con libros, escritos y charlas interminables desde diversas ramas, todo ese saber lo podríamos sintetizar en un arquetipo. ¿Que es un arquetipo? Una palabra griega donde arje es la causa, el principio y tipo es un modelo. Es el modelo primero sobre el cuál se sustenta la manifestación objetiva. Si tuviéramos que traducir del sánscrito (idioma clásico de la India) al castellano, la palabra mandala sería «círculo» o «centro sagrado y sus alrededores» muy parecido al término latino de «Universus» el Uno y todo lo que gira a su alrededor. Englobando en sí mismo la idea griega de cosmos, Universus significa orden, pero no solo un orden visible, sino también uno invisible, implícito, de una leyes y principios que rigen lo manifestado o, en palabras del físico David Bohm, un orden implicado. En otras acepciones, mandala significa rueda, unión, etc., dependiendo de qué aspecto queramos destacar, pero, en definitiva, hay toda una cosmovisión integradora que nos permite descubrir el mundo que nos rodea, así como la conexión interna y externa con el ser humano; un todo unificado e interrelacionado donde precisamente es donde adquiere profundidad, sentido y trascendencia material. Podemos deducir de todo esto que su magia reside en el momento en que empezamos a comprenderlos, cuando comienzan a desvelar sus secretos. Esa es precisamente la función que cumple un símbolo, para poder penetrar en él a través de la intuición y desvelar de una forma clara, sin palabras, todo lo que hay velado en una imagen; se abre nuestra visión a una nueva percepción que complemente la que ya tenemos, que nos transforme y nos re-integre a una nueva realidad. 14

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Simbolismo y Manifestación: Forma y Contenido del Mandala Vamos a hacer una simple aproximación al sentido de los mandalas que nos proporcione una visión abierta, dejando libre nuestra intuición para que sea ella quien penetre en lo desconocido y establezca una comunicación con lo incomunicable. Cuando empezamos a estudiar y a introducirnos en los mandalas, nos damos cuenta de su gran riqueza en manifestación y significado. Los hay sencillos y otros muy elaborados, plasmados en arquitectura de piedra en forma de templos, como las estupas budistas que sirven de elemento transmisor. Hay mandalas expresados en danzas sagradas como las sufíes, de arena como los kalachacras en India o de los nativos americanos navajos; hay mandalas de oración pintados como los kolam hindúes que brindan protección y prosperidad; o pintados en rollos de tela transportables, como los thangkas tibetanos; mandalas en la tradición japonesa que aluden a la iluminación de Buda bajo el árbol bodhi; mandalas del momento presente que reflejan el estado de tu psique; hay otros que son ofrendas, peticiones o soportes de meditación; los hay que se utilizan para atraer energías positivas; otros aparecen en rosetones de catedrales góticas o en el diseño de plantas de las iglesias cristianas; en discos o calendarios solares como el azteca; espiralados; laberínticos, etc. Siendo diferentes en su expresión e intención, presentan características propias como un círculo, un centro; suelen tener implícita o explícitamente un cuadrado junto con otras formas geométricas triangulares, pentagonales y todas las combinaciones posibles. El centro es la causa original de todas las formas conocidas. Es fuente del mandala, el principio del cual surgen infinitas posibilidades que pueden ser


visibles o estar invisibles, pero siempre implícitas. Es la idea de lo Uno, de lo divino, que dan sentido a la existencia; es lo eterno e inmutable que hay detrás de la esencia. Por otro lado, está el círculo, khil khor en tibetano, en cuyo interior se hallan todas las manifestaciones posibles; hace de protector y engloba al espacio sagrado dentro del mandala simbolizando la perfección y organización del «caos», lo opuesto al orden, una perfecta armonía de todas las partes dentro del círculo: Maat como dirían en el antiguo Egipto. Esta armonía se deja ver en la ciclicidad de las estaciones, del día-noche, en el ciclo lunar, en el movimiento de los astros, en la inspiración y espiración, el ciclo de existencia o rueda de vida hindú; el samsara, donde los seres nacen y mueren continuamente en su devenir,

dejando ver su aspecto cambiante, la impermanencia de la vida sujeta a cambios y vaivenes sobre la que meditan los monjes tibetanos al deshacer su mandala, en la que saben que solo el ser permanece. El círculo es también sinónimo de ciclo, de movimiento expresado en símbolos como el yin-yang en China; una dualidad integrada que le otorga el movimiento para que se genere y regenere. El cuadrado, por su parte, es sinónimo de solidez y estabilidad. Son las cuatro direcciones del espacio, los cuatro elementos de la naturaleza, la materia en sí que da la simbiosis entre lo celeste y lo terrestre, la famosa «cuadratura del círculo» indagada entre los alquimistas que busca armonizar la esencia circular divina y la forma cuadrangular de lo terrestre. EL MUNDO DE SOPHIA

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El mandala contiene, a pequeña escala, siempre con una visión trascendente, el diagrama de la Creación, con sus leyes, fuerzas y principios que lo hicieron venir a la existencia. El Patrón en la Manifestación. Mandalas en la Naturaleza Podemos encontrar este modelo universal representado en múltiples expresiones, con el cual crea la naturaleza: en el ojo humano, en las plantas y flores, en el interior de un kiwi o en verduras como la cebolla, en el tronco de los árboles, en insectos como los caracoles, en la estructura del átomo, en el Sistema Solar, en el ojo de un huracán, en la gestación de un bebé o cualquier ser 16

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vivo... En definitiva, en lo grande y en lo pequeño, en el macro y el microcosmos. Cada criatura será y nacerá así porque siguen ese patrón. Hay un orden implícito en el que el universo se expresa a sí mismo y lo repite, se expande y manifiesta hacia fuera desde su punto central. El escritor inglés Alexander Pope quiso resumir esto cuando dice «las cosas no son sino parte de un todo espléndido, cuyo cuerpo es la naturaleza y cuya alma es Dios». La relación del símbolo con el ser humano lo abordaremos en el próximo número...


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La figura del héroe

Sergio Pujol

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l concepto de héroe en nuestra sociedad es un poco impreciso, evoca a películas, cómics…, por eso he empezado por consultar su significado en internet donde dice que es una persona que ha realizado algo extraordinario con gran valor o que es un personaje de una novela. Pero el héroe, más allá de su valor y sus hazañas, lo que realmente hace –y que para mí son los pilares de alguien que adquiere el privilegio de este título– son dos cosas primordialmente: la primera, que es capaz de dedicar los actos de su vida por el bien de otros; y la segunda, que deja una huella indeleble para servir de inspiración a otros. Hay un libro que está dedicado a 18

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esta figura, «El héroe de las mil caras», publicado en 1949 por el mitógrafo estadounidense Joseph Campbell, que no es otra cosa que el mito del héroe o el monomito. El título en sí ya nos habla de que la figura del héroe es atemporal y se manifiesta a través de distintas formas y lugares, para luego deleitarnos con lo que podemos llamar el viaje evolutivo de transformación, o fases de su vida, hasta desembocar en esa figura admirable que a tantos espectadores ha hecho soñar. Campbell lo clasifica en tres partes: la partida, la iniciación y el regreso. Si observamos los primeros films de Stars Wars, vemos muy bien reflejado cómo en La partida: el héroe es un


humilde campesino en un planeta árido, pobre y ordinario. El primer paso es una invitación de la vida a vivir una aventura vital, que en este caso es mediada por una princesa en apuros. En este momento, surge el rechazo a la llamada por miedo a las expectativas que los demás ponen en él, y, como contraparte, tiene lugar un acto simbólico en que se abandona el pasado, lo viejo y obsoleto representado en la muerte de sus tíos. Aparece entonces un personaje misterioso, cuyo papel ejerce de enlace al protagonista con ese mundo de héroes, al que podemos llamar «mentor o maestro», el cual le enseña que él tiene un origen divino, pues es hijo de un Jedi. Le hace entrega del Arma mágica, que en este caso es el sable de luz y la Fuerza.

La siguiente fase es La iniciación, donde vive las primeras pruebas de cómo «cruzar el umbral», su formación y las pruebas finales. En la parte de El regreso, el héroe ya no es el mismo que al inicio de la aventura, ya que ha integrado lo aprendido del mundo extraordinario con el mundo ordinario o común, y vuelve al inicio del ciclo como si de una rueda se tratara. En la película esta fase está representada con una celebración, entrega de premios honoríficos, etc. Lo más importante es lo que nos enseña el mito con todo el elenco de problemas y soluciones vividos: que por tratarse de experiencias universales, es totalmente válido para toda la humanidad. EL MUNDO DE SOPHIA

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A pequeña o gran escala, todos estamos sumergidos en uno o varios procesos de aprendizaje, superación y asimilación. Cuando terminamos un ciclo empezamos otro nuevo sobre la experiencia y adiestramiento que ya hemos adquirido, o comenzar otro aspecto que ha despertado en nosotros la necesidad de seguir su búsqueda. De esa manera, el ser humano está viviendo constantemente el camino del desarrollo del héroe. Dicho todo esto, hay que mencionar que estos individuos son fuente de inspiración para otras personas, ya que representan un modelo ejemplar. En las distintas culturas de otras épocas eran conscientes de la influencia que podían ejercer en el pueblo y ensalzaban y relataban la vida de estos personajes para impulsar los valores de respeto, valentía, cortesía, ecuanimidad, tolerancia, justicia, nobleza, honor, etc., como los pilares de una educación engrandecida. De esta forma, el héroe es como un mapa al que poder seguir e imitar para poder llegar al lugar donde soñamos y ser como anhelamos ser.

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Eso me lleva a comparar los héroes de todos los tiempos con los actuales, en pleno siglo XX y XXI, en que tenemos varios tipos de héroes: los de ficción y los que están entre nosotros de manera silenciosa. En los de ficción tenemos héroes solares, lunares y los que me gusta llamar «ambiguos». El ejemplo claro de un héroe solar sería Superman que es perfecto en todo lo que hace y tan solo tiene una debilidad, en este caso la criptonita. Batman seria uno del tipo lunar, que aunque ejerce como héroe su parte humana está muy presente tanto física como psicológicamente. Los héroes ambiguos están ahora muy de moda: se comportan como héroes al mismo tiempo que tienen una conducta irreverente, vulgar o indigna, dando rienda suelta a los instintos más bajos del ser humano. Ejemplos de ello son Deadpool, Watchmen, el fenómeno conocido como Juego de Tronos, Jessica Jones, etc.


Reconozco que estas son películas o series que gustan a gran parte de público, pero el problema surge cuando pueden estar enseñando un mal ejemplo, dando tanto peso e importancia a la parte heroica como a lo más oscuro de sus personalidades, pudiendo confundir especialmente a niños y jóvenes que todavía están faltos de experiencias y herramientas. Los héroes de a pie, los verdaderos héroes que han hecho algo por la humanidad, serían la madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela, Mahatma Gandhi y muchos otros que realmente son capaces de marcar en la historia un antes y un después con sus actos. Son aquellos que realmente le dan sentido al tema que estamos tratando. Y para terminar, vamos a hablar de lo que podríamos llamar «falsos héroes», cuya responsabilidad es mayor de lo que a veces creemos. Sin querer generalizar, estoy hablando de los famosos, deportistas, artistas, tertulianos de prensa, etc. Estos individuos lo que hacen es interpretar un rol o papel para mantenernos entretenidos, es decir, están al servicio de la distracción. Son los que acaparan el mayor porcentaje de atención de las personas, influyendo de manera muy acentuada en una cultura materialista y superficial donde lo más importante tiende a ser la fachada, el montaje que cada individuo se crea, por encima de su propio mundo interior. Lo que para mí es importante de todo lo que hemos tratado es el símbolo de que los héroes tienen un origen divino de grandes poderes y otro mortal y humano. Y así somos nosotros, también tenemos esa parte luminosa y otra no tan luminosa que nos coloca en una encrucijada donde sentirnos en la libertad de elegir constantemente entre lo correcto e incorrecto y ser dueños de nuestros propios actos. Y ese es nuestro poder, el poder de decidir qué queremos alimentar o sencillamente, qué tipo de héroe queremos ser. EL MUNDO DE SOPHIA

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conect Arte La Belleza y el mundo interior Gil Miró

La Belleza es «La cualidad de las cosas que las hace ser amadas.» El espíritu humano en su experiencia vital está predestinado a buscar y alcanzar la perfección de la Belleza. 22

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ste artículo pretende fundamentalmente hablar de una «conexión» humana, a modo de compensación por la deslumbrante era de conexiones tecnológicas, energéticas o telemáticas, entre muchas otras, con las que se identifica y clasifica de super avanzada a nuestra sociedad. El ser humano disfruta de todos esos privilegios siendo el depositario de un prodigio comunicativo sin precedentes históricos. Pero, cegados a veces entre toda esta maravillosa interconectividad, pierde valor y protagonismo la conexión más importante de todas, la que deberíamos tener con nosotros mismos, con nuestro mundo interior, nuestros pensamientos, sentimientos, sueños e identidad más profunda.


Esto se traduce en una manera de ser y de entender el mundo y en una sapiencia que se destila de un diálogo que permite caminar por la vida sin tropezar demasiadas veces, no hundirse en el fango, aprender, o simplemente para extraer el máximo rendimiento a ese anhelo que llamamos felicidad. Hay muchas maneras de conectarse a nuestro mundo interior. Con el enfoque de CONECTARTE, la propuesta surge desde el ARTE, uno de los grandes caminos para poder hacerlo. De hecho, el verdadero sentido ontológico del Arte es precisamente «conectarnos» a realidades profundas no ordinarias, a veces relacionadas con nosotros mismos, a veces en relación con la vida o con la arcana realidad que lo penetra todo.

India, grandes exponentes de una estética metafísica donde el concepto de Belleza va cogiendo protagonismo. Finalmente, con todo el canon clásico oriental y griego, el arte se vuelve canal de expresión de la belleza. Tras mucho tiempo, el reinado de «lo bello» va dando paso a nuevas incorporaciones. En primer lugar, aparecen los conceptos de «lo real» y «lo imaginado», y si bien esto ya estaba implícito en el modelo anterior, a partir de la Edad Media y fundamentalmente del Renacimiento, ambos conceptos, realidad e imaginación, cobran más fuerza y se unen a una necesidad de expresar ideas junto a emociones.

Preguntémonos, en primer lugar, qué es el Arte. Encontramos varias acepciones que nos vienen a decir resumidamente: «Conjunto de disciplinas que tienen por objeto expresar la belleza. El arte como pura manifestación de la belleza por sí misma.» «Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.» Sin embargo, hablar de Arte es entrar en un laberinto de subjetividad, opiniones, reglas, axiomas…, todo junto, batido y servido al mismo tiempo. Quizás podríamos sintetizar todo ese despliegue conceptual en una interpretación genérica que más o menos responde a un devenir histórico que da comienzo en la prehistoria y llega hasta nuestro presente. En primer lugar, y gracias al Homo sapiens, descubrimos al arte en su función ritual, mágica, simbólica y religiosa (actualmente ya hay estudios que postulan el uso del arte por el neandertal). A medida que el tiempo avanza se le suma a ese espíritu trascendente la excelencia y su profunda maduración con culturas como la maya, la egipcia, la mesopotámica o de la vieja EL MUNDO DE SOPHIA

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siglo XXI, ya gestionado y como una consecuencia directa de los ismos del siglo anterior, aparecen la trasgresión, la provocación y un marcado egolatrismo en la figura del artista. Quizás, el sentido del arte más recurrente y canónico sea el que se basa en un ideal de belleza, convirtiéndose en canal de expresión de ésta. Pero el concepto de belleza continúa siendo un gran misterio desde un punto de vista filosófico, ya que tiene a su servicio uno de los grandes canales de expresión del ser humano, el Arte, y hasta una ciencia filosófica como es la estética, dedicada a su comprensión y apreciación.

Tras todo esto, el arte va convirtiéndose en una visión del mundo, una manera de ver e interpretar la sociedad, adquiriendo una función pedagógica que no solo transmite un modelo sociocultural, sino también unos valores acordes a ese modelo. Con la revolución francesa aparecen en el arte la denuncia socio-política, la reivindicación y la rebeldía que alcanzará popularidad sobre todo tras los pilares románticos y neoclásicos, que a las puertas de la historia contemporánea conviven con una nostalgia del pasado y un idealismo estético que de nuevo defiende el estandarte de La Belleza junto a La Idea. Por último, el arte del siglo XX consolida la rebeldía y reivindicación comentadas, además de aportar la función ornamental, consecuencia de la cotidianeidad propia del siglo al margen de las grandes guerras. Tras estas, acrecenta también su uso como valor mercantil, insistiendo y consolidando, por primera vez en la historia, el valor del arte como inversión económica más que como objeto de inspiración o educación, sea al nivel que sea. En nuestro naciente 24

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La Belleza es descrita como una noción, un concepto abstracto ligado a distintos aspectos de la existencia y realidad humanas. Es una percepción sensorial, emotiva y mental que tenemos los seres humanos sobre aquello que nos gusta y nos produce placer, bienestar e incluso atracción. Hay una definición muy inspiradora que dice: «Cualidad de las cosas que las hace ser amadas.» La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿Por qué se le da tanta importancia a la belleza?... En el siglo XX, con el concepto de ornamentación, observamos que el arte puede ser tan solo cosas bonitas que nos rodean, sin más relevancia. También podemos comparar los distintos cánones de belleza, y estos pueden llegar a ser totalmente antagónicos o muy diferentes entre culturas, países, etnias y ya no diremos entre personas y el universo de la subjetividad humana, ¿entonces?... Pitágoras, filósofo y matemático griego, nos da una primera pista interesante. Él ve una conexión singular y profunda entre matemáticas y belleza, se da cuenta de que las cosas simétricas son más atractivas y llamativas. Así, todo el canon griego está basado en esta simétrica proporción y búsqueda de perfección. De hecho, la proporción áurea o número de oro, phi, es esa relación entre simetría, perfección y belleza. Phi es el número con el que la misma naturaleza crea y con el que se construye el cosmos partiendo de


ese «bello» modelo matemático. Es decir, que las cosas bellas tienen un «código de programación» basado en la proporción y la simetría, lo que se traduce en un orden esencial y un anhelo de perfección hacia un modelo ideal. Y parece ser que ese «orden» más perfecto que otros es lo que nos atrae y nos produce bienestar, diferenciándolo de aquello más común que nos puede producir indiferencia, o de aquello vulgar, feo o incluso grotesco, que nos produce rechazo y repulsión. Si a todo esto le añadimos un poco de Platón, el gran filósofo griego y uno de los padres del pensamiento de nuestro modelo civilizatorio occidental, añadiremos una pieza más a este complejo puzzle, aportándonos entendimiento en el proceso de conexión entre arte y mundo interior y el papel de la belleza en todo ello. Platón eleva a la Belleza a categoría de Arquetipo, es decir, nos habla de una idea pura, un patrón perfecto que reside en un plano superior, cósmico o divino y que sirve de meta y modelo para todo lo manifestado, en especial para nosotros, los seres humanos. Lo que entendemos por «cosas bellas» en nuestra realidad no son más que un reflejo cuántico, un intento de parecerse lo máximo posible a ese patrón perfecto. Es como si todo viniera a este mundo con ese «código de programación» buscando la conexión con esas ideas esenciales o arquetipos y el paso por la vida, la experiencia, el devenir de las circunstancias y procesos vitales estuviera predestinado a ser un aprendizaje con el fin de alcanzar ese anhelo de perfección mencionado.

EL ARTE es un camino para conocernos a nosotros mismos

El Arte, como canal de expresión de la Belleza, se convierte, bajo esta óptica, en un camino para conocernos a nosotros mismos y para buscar y entender el sentido mismo de la vida. La Belleza es la atracción que surge de ese oculto «código» impreso en nuestro ser más profundo… es el enigma y la conexión a descifrar.

Funcionaria como un instinto, viene de serie, no tenemos que pensar ni sentir para que a veces nos dirija, nos proteja, tome el control o nos aprisione. Solo que a diferencia de un instinto, un proceso básico y elemental carente de conciencia en nuestra «programación» como seres humanos, el anhelo de perfección del que hablamos forma parte de un estado «no ordinario» de conciencia que pertenece a nuestro mundo interior más profundo y elevado conocido también como mundo espiritual. EL MUNDO DE SOPHIA

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Los cuatro acuerdos de la sabiduría Mónica Gutierrez

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tolteca


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n la última mitad del siglo XX la literatura hispanoamericana se ha dado a conocer a nivel internacional, descubriendo numerosos escritores latinoamericanos y antropólogos que, a modo de agentes literarios, han trasladado con su lenguaje mágico, sagrado y cargado de simbolismo, el conocimiento ancestral de las culturas americanas a la gente común. Este gran efecto que ha provocado su recuperación podría ser debido a que muestra al hombre de hoy en día, carente muchas veces de una visión trascendente de la vida, una forma espiritual muy antigua de la cultura chamánica. Aporta claves sobre el poder interior que invitan a una mejor comprensión de nosotros mismos, animándonos a la búsqueda de nuestra propia autenticidad, desapego y trascendencia. Miles de años después de que fueran escritos, su lenguaje nos resulta familiar, claro y a la vez profundo y atemporal. En su forma simbólico-metafórica logra pulsar determinados resortes que resuenan en nuestro interior haciéndolo práctico y útil para la vida. Los cuatro acuerdos pertenecen a un libro de sabiduría tolteca, una cultura de México precolombino, cuyos descendientes serían los aztecas que tienen sus orígenes en Tula. Según su autor, el mexicano Dr. Miguel Ruíz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, los toltecas fueron un grupo de hombres y mujeres, filósofos y artistas que formaron una sociedad con el fin de estudiar y conservar el conocimiento espiritual y la sabiduría de vida de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) estudiantes en Teotihuacán, la ciudad de las pirámides, conocida como «el lugar en el que el hombre se convierte en Dios». Mucho se ha escrito sobre los toltecas, y en verdad es poco lo que se sabe de ellos. Fueron un linaje de conocimiento de la sabiduría ancestral del Cem Anáhuac

(nombre dado al mundo por los nahuas) protegida y ocultada durante milenios ante la mirada de la conquista europea, transmitido por distintos linajes de naguales hasta que llegó el momento de darla nuevamente a conocer, según sus profecías. El tolteca, simbólicamente, es el artista entre los artistas, el que hace brotar los rostros propios y los corazones verdaderos, el que ilumina y no humea, el maestro entre maestros. Era un grado de conocimiento de la Toltecáyotl, el arte de vivir en equilibrio, el pensamiento filosófico que le daba sentido a la existencia y que representó la cúspide de su cosmovisión durante miles de años, tal como lo son el budismo o el taoísmo para la cultura oriental. Según nos trasmite esta sabiduría, los seres humanos durante toda la primera parte del aprendizaje del sueño de nuestra vida «somos domesticados» por toda una serie de elementos culturales que nos vienen dados y que no elegimos por nosotros mismos. La información del sueño externo o del planeta es trasmitida al sueño interno y va configurando un sistema de creencias que guían cómo vemos e interpretamos las situaciones y nuestro entorno en función de la sociedad en la que vivimos, de nuestras familias o educación. Toda la humanidad busca la verdad, la justicia y la belleza fuera, cuando realmente está en nosotros, pero debido a los acuerdos y las creencias que hemos almacenado en nuestra mente en forma de bruma cegadora, no vemos lo que realmente somos. Esa bruma es la que los toltecas llamaron «mitote». Es la condición de la mente humana un gran mitote. Un gran vocerío en el que miles de personas hablan a la vez y nadie comprende a nadie. Nos recuerda el maya de la India que, a modo de velo, oculta la realidad y significa «ilusión». Por otro lado, la única forma de almacenar información es por acuerdo. Si EL MUNDO DE SOPHIA

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no estamos de acuerdo, no se almacena. Estar de acuerdo es creer que es posible y tener fe en ello. Un acuerdo surge ante una creencia a la que hemos otorgado rango de verdad fruto de nuestra educación y de la sociedad en la que hemos nacido y configura nuestro mapa mental a través del cual filtramos toda la realidad de lo que nos ocurre. Hemos establecido miles de acuerdos a lo largo de nuestra vida: con otras personas, con la sociedad, con nuestros padres, con nuestra pareja, con nuestros hijos. Los más importantes son los que hemos establecido con nosotros mismos y que configuran nuestra personalidad. En esos acuerdos nos decimos: «Esto es lo que soy, lo que creo o soy capaz de hacer y lo que no. Esto es real o fantasía, posible o imposible». Al realizar un examen de nuestra vida vemos que muchos acuerdos necesitan ser cambiados, para lo cual, la sabiduría tolteca nos propone cuatro acuerdos muy fáciles de recordar, de sembrar y hacer que crezcan, que nos ayudarán a romper con aquellos que surgen del miedo y nos limitan además de agotar nuestra energía, para así lograr restablecer nuestro equilibrio. SÉ IMPECABLE CON TUS PALABRAS Las palabras constituyen una de las herramientas de expresión y de creación más poderosas. Son numerosos los ejemplos, desde las diferentes cosmogonías de Oriente y Occidente, que nos hablan de que el mundo se creó por medio de la palabra. En los estudios de Masaru Emoto se ve cómo las palabras afectan al proceso de cristalización de una gota de agua. Hasta los recientes estudios de neurociencias nos dicen que las palabras son capaces de afectar al sistema neurocerebral influyendo en la sinapsis neuronal, o incluso la PNL (Programación Neurolingüística) afirma que nos permite la modificación de la conducta humana en función de qué 28

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y cómo usamos las palabras en un determinado contexto. Las palabras capturan ideas, son la materialización de las mismas. Los egipcios ponían especial atención en la pronunciación y nos dicen que nos reservemos de hablar en momentos de alteración, porque cuando el corazón está perturbado las palabras vuelan muy rápido y podemos arrepentirnos. De la misma forma que actúa en un sentido positivo con un propósito luminoso, lo hace también en sentido contrario y de ahí el énfasis en que no pronunciemos nunca nada que no queramos que pase, porque le damos fuerza y puede hacerse realidad. Las palabras son una espada de doble filo: según cómo las utilicemos nos liberarán o esclavizarán más de lo que imaginamos. Reflejan nuestro ser, captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian por entero, para bien o para mal, nuestras creencias. «Nuestra intención se pone de manifiesto a través de ellas. Lo que soñamos, lo que sentimos y lo que realmente somos lo mostramos por medio de las palabras». Uno de los filos es el uso erróneo de las palabras, el otro la impecabilidad. Aquí reside su poder, «impecable» proviene del latín pecatus, «pecado»; im pecatus «sin pecado». Un pecado es cualquier cosa que hacemos, sentimos, juzgamos o decimos contra nosotros mismos o contra los demás. Nuestra mente es un campo fértil donde florece todo cuanto se siembra. Ser impecable nos hace asumir la responsabilidad de nuestros actos porque al hacer daño a otro, ese mal se revierte contra uno mismo. Así nos proporciona inmunidad ante cualquier persona o idea. NO TOMARTE NADA PERSONALMENTE El sentimiento de estar atrapados por la importancia personal se expresa en nuestro egoísmo. Nada de lo que los


demás hacen es por nosotros, lo hacen por ellos mismos. Lo que dicen, hacen y opinan responde a los acuerdos que han establecido en su propia mente como resultado de su domesticación, según su sistema de creencias; de modo que nada de lo que piensan estará realmente relacionado conmigo, solo con ellos. El don de este acuerdo es ser inmune, salirnos de nosotros mismos. Hacer de este acuerdo un hábito firme evita muchos disgustos que nos mantienen atrapados y nos causan un sufrimiento innecesario. Nuestra rabia, celos o envidia, incluso la tristeza desaparecerán. Nos sentiremos mucho más libres para entender cada situación y para aprender a afrontarla con madurez. NO HACER SUPOSICIONES Hacemos suposiciones todo el tiempo y con gran rapidez de manera inconsciente, tanto de lo que nos rodea, como sobre los demás o nosotros mismos, generando conflictos internos al creer que son ciertas y reales. La mente humana está todo el día interpretando y creando un enorme caos. Solo vemos y oímos lo que queremos ver y oir, sin percibir las cosas tal como son; lo que nos lleva a entender mal las cosas generando problemas y un drama de nada. Por un lado, nuestra mente racional necesita justificar, explicar y comprenderlo todo para sentirnos seguros. Precisa respuestas y, ante la incapacidad de encontrarlas, hace suposiciones. Además hemos acordado que hacer preguntas es peligroso, nos da miedo pedir una aclaración y suponemos que los demás ven la vida, piensan, sienten y juzgan del mismo modo que nosotros, cuando no es así. Buscar la verdad, pensar, reflexionar, preguntar, clarificar, indagar, profundizar…, requieren de mucha presencia y en general, no tenemos ese músculo trabajado.

Preguntar es nuestro antídoto para no sufrir innecesariamente al sacar conclusiones precipitadas, además de asegurarnos que las cosas queden entendidas. Una comunicación clara cambia nuestras relaciones personales. Es necesario hacer saber nuestras intenciones de las cosas «esto es lo que yo quiero, y esto es lo que tú quieres», para que no surjan malos entendidos, además de tener el valor de preguntar para clarificarlo todo. HAZ SIEMPRE LO MÁXIMO QUE PUEDAS Se refiere a que convirtamos en hábitos los anteriores acuerdos dándonos libertad, ni más ni menos. El nivel de lo máximo lo marcamos nosotros mismos. Puesto que todas las cosas están vivas y, por lo tanto, cambian continuamente, en ocasiones lo máximo que podremos hacer tendrá una gran calidad y en otras no tanto. Variará en función de nuestros estados de ánimo, que cambian según las horas del día, estar sano o enfermo, sentimos bien, disgustados, enfadados, celosos... A su vez, independientemente del resultado, si siempre hacemos lo máximo que podemos, no nos juzgaremos ni culparemos. Si emprendemos la acción por el placer de hacerlo, sin esperar una recompensa, disfrutaremos de cada momento. La acción nos hace sentir felices, vivos, plenos, mientras que la inacción niega la vida. Si actuamos por una recompensa, estamos atados a los resultados y no somos libres. Por otro lado, «ni más ni menos» hace referencia a que si hacemos de más gastaremos más energía de la necesaria, influyendo en nuestro rendimiento y agotando nuestro cuerpo. Si hacemos menos, nos sometemos a frustraciones, juicios, culpas y reproches; mientras que cuando hacemos lo máximo que podemos no le damos al juez la oportunidad de que dicte sentencia y nos considere culpables,

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ya que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. Cuando nos enfrentemos a una nueva situación, ya sea relaciones con los demás, en nuestro trabajo, estudio o un proyecto en marcha por conquistar, la única manera de sentirnos totalmente satisfechos es si sabemos que hicimos todo lo posible. Puede que no consiguiéramos alcanzar el objetivo, pero si lo intentamos al máximo, lo que quedará será un aprendizaje que nos ayudará a hacerlo mejor la próxima vez. Si fracasamos y sabemos que no hemos hecho todo lo posible, entonces aparece la frustración, dificultando una nueva oportunidad en el futuro. La fuerza para continuar y volver a intentarlo nos lo da el saber que hicimos lo máximo. Entregarnos dejando ir el pasado nos permite estar plenamente vivos en el momento presente, disfrutar de lo que acontece ahora mismo. Los nahuales toltecas nos proponen que el verdadero camino consiste en ser quienes realmente somos. Actuar como un guerrero tolteca, un sabio pleno y libre, capaz de lograr romper los viejos acuerdos que no nos pertenecen para conformar otros nuevos a través de la práctica de los cuatro acuerdos y de tres maestrías, que son los caminos para tomar conciencia de cómo vivimos conforme al «sueño exterior» o conforme al «sueño interior» para lograr la plenitud y la armonía. Todas las doctrinas de la sabiduría con sus maestros, escuelas y métodos de enseñanza, buscaron conducir al hombre hacia un despertar espiritual de la conciencia y cada una de ellas nos ha legado útiles y valiosas técnicas y conocimientos que nos hemos propuesto ir rescatando en este espacio llamado Sophia.

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ESTRELLAS EN LA TIERRA Director: Aamir Khan Película hindú con su característica forma de hacer cine (un metraje que incluye bailes y canciones), pero que aborda de forma magistral un tema muy interesante: que educar no es hacer encajar a todos en un determinado patrón preestablecido a modo de maquinaria en serie, sino que es, o debiera ser, el arte de hacer «educir» de cada qual lo que naturalmente lleva dentro, sus propia luz (convertirse en una estrella en la tierra). Ishaan Awashi es un niño de 8 años cuyo mundo imaginario está plagado de maravillas y que parece no poder hacer nada bien en clase. En un momento dado, aparece en su vida un maestro diferente, capaz de captar la diferencia de Ishaan y de ir a favor de lo que esta esconde en lugar de seguir sepultándola con incomprensión e indiferencia. Esta obra nos recuerda que la verdadera creatividad, la que nace de dar a luz lo más genuino que llevamos dentro, es el motor que conduce a una vida plena y feliz.

El Tao de Pooh

Autor: Benjamín Hoff Muy del estilo de «El Principito» de Saint Exupéry, es uno de esos libros aparentemente escrito para niños, pero que encierra detrás de sus palabras una historia que no solo te cautivará, sino que te dará claves útiles para la vida. El famoso osito Winnie the Pooh con sus historias y aventuras nos explica de forma sencilla y efectiva muchas de las ideas y principios taoístas: el wu wei, el «hacer sin esfuerzo»,

el pu, «estar abierto pero no agobiado» ante las circunstancias de la vida. Por ello el Tao, aunque es un concepto expresado hace más de dos milenios, se hace muy necesario en nuestra moderna sociedad del siglo XXI. Hoff considera que la naturaleza simplona de Pooh, su cosmovisión sencilla y sus métodos para resolver los problemas son muy clarificadores para comprender el fundamento filosófico taoísta. Un libro perfecto para iniciarte en la filosofía taoísta o para mirarla desde una perspectiva muy curiosa y humana.

La presencia pura Autor: Christian Bobin Este es un breve y bello texto a través del que el autor comparte su vivencia acompañando a su padre enfermo de alzheimer. La mirada profunda y poética de Bobin reflexiona desde la quietud y el silencio, desde el amor incondicional, para darse cuenta de que lo que queda cuando el personaje que hemos sostenido toda la vida desaparece, en esta ocasión a causa de una enfermedad, es la presencia pura. Una presencia desnuda, sin patrones defensivos ni creencias a través de las cuales filtrar la realidad. Es un estado que no dura mucho tiempo porque la enfermedad sigue

su curso, un auténtico regalo si quien observa está libre de prejuicios y abierto a dejarse inundar por la belleza de cada gesto, de cada mirada, de cada silencio.

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Eneagramas

Catalina Simonet

Patrones psicolรณgicos del ego 32

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P

or poco que observemos la realidad, descubriremos que vivimos una época histórica de cambio de paradigma, de disolución de viejos patrones de conducta, de estereotipos que ya no cumplen su función. Todo ello remueve los cimientos de nuestra sociedad, configurando en cada uno de nosotros una nueva mirada y un interés por entender lo que está ocurriendo, a nivel político, social, educativo, etc. Centrándonos en el ser humano, una de las características actuales es un interés creciente por el autoconocimiento. Numerosos son los cursos, libros y ponentes que dan claves prácticas para profundizar en nuestra psique y de este modo entender por qué somos como somos. La psicología es una ciencia relativamente moderna y desde Freud ha ido cobrando importancia, a la vez que se ha ido desarrollando con grandes psicólogos entre los cuales destacaría Jung como pieza clave. Lo cierto es que cada vez son más las personas que indagamos y queremos acceder al conocimiento que nos permita dar respuestas a preguntas tales como: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi potencial? ¿Hacia dónde me dirijo? ¿De qué tengo miedo? ¿Es posible cambiar? ¿Hasta qué punto estoy influenciado por mi entorno?… Y buscando respuestas certeras y profundas encontré los eneagramas. Ubicado dentro de la psicología transpersonal, es un sistema que va indagando en el interior de la psique humana iluminándola como si hiciera una radiografía detallada de nuestra interioridad. Nos permite contemplar un mapa detallado de nuestro ego hasta extremos insospechados, y todo ello desde un enfoque profundo, serio y relacionado con la neurociencia.

En las últimas décadas lo están utilizando psicólogos y psiquiatras para diagnosticar y aplicar tratamientos, así como herramienta de psicoterapia para el desarrollo personal; consultores para trabajar en gestión de equipos con aplicaciones en el ámbito laboral, coaches para ayudar a mejorar las competencias personales e interpersonales, en el terreno de la educación para individualizar los métodos de enseñanza y mejorar la comunicación, y, en general, es útil para el desarrollo personal de cada ser humano. Sería como una llave que permite establecer comunicación con los demás ya que no solo se trata de conocernos a nosotros mismos, sino de aplicarlo en el intercambio con nuestro entorno permitiendo desarrollar una empatía extraordinaria y, así mismo, ayuda en las relaciones y en la gestión de conflictos de todo tipo. El símbolo del eneagrama nos entronca con la sabiduría milenaria de antiguas culturas, ya que su origen es muy lejano, símbolo complejo que la psicología rescató gracias a Gurdjief. Neoplatónicos, la cábala, el sufismo y el cristianismo primitivo están en relación con este símbolo repleto de contenido y con diferentes claves de interpretación. No obstante, es en el siglo XX y de la mano de Oscar Ichazo que se interpreta en la clave psicológica que pretende aportar una visión detallada y muy realista que clarifica nuestro comportamiento y actitud ante la vida según el patrón de conducta al que pertenece nuestro ego. Posteriormente, Claudio Naranjo fue desarrollando el contenido de forma muy certera seguido de una línea de psicólogos transpersonales entre los que hay que destacar a Don Richard Riso y Russ Hudson, con aportaciones muy valiosas.

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«Sé tú mismo. El resto de los papeles están cogidos» Los eneagramas despliegan nueve modelos del ego en los que cada uno de nosotros encajamos. Es el molde en el cual se construye nuestra personalidad. No podemos cambiar de molde, pero sí podemos y debemos trabajar el interior para que la calidad de la materia que lo rellena sea cada vez mayor, lo que traducido sería ir esforzándonos para desarrollar nuestro potencial y cualidades, a la vez que ir transmutando nuestras carencias y aspectos negativos de nuestra personalidad. Conviene aclarar que, si bien hay nueve moldes, en realidad hay múltiples matices que diferencian cada ego, con lo cual, cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Cada molde, por decirlo de alguna forma, estaría influenciado por aspectos de moldes cercanos, así como por otros a los que tiende estando muy trabajado o poco trabajado. Al mismo tiempo, cada molde tiene tres sabores o instintos que predominan y le afectan más. Si además añadimos que hay diferentes niveles de conciencia de cada ser humano, la combinación se multiplica desplegando un amplio abanico de posibilidades. Profundizar en este apasionante enfoque requiere el firme propósito de trabajar nuestra interioridad de forma profunda, sin miedo a ir al origen de nuestros miedos, deseos y el reconocimiento de las estrategias que nuestro ego construye en la búsqueda de la felicidad. Un camino sorprendente y revelador que nos dará herramientas muy útiles que suponen una mirada más elevada y objetiva de la realidad. Un aprendizaje que responde a muchas preguntas sobre nosotros mismos, a la vez que plantea otras nuevas que van apareciendo en el recorrido.

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Es una actitud que impele a la reflexión sobre la condición humana y que, tal vez nos permita vivenciar, por propia experiencia, el que esos nueve egos en realidad buscan la felicidad a través de tácticas diferentes que nos desconectan de nuestra esencia. Volver a conectar con ella es aliarse en una unidad para poder crecer y desarrollarnos con plenitud.


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Instrucciones a mis hijos qué historia le empuja, qué pena lo envuelve, qué miedo le para, qué madre lo tuvo, qué abrazo le falta, qué rabia le ronda, qué envidia lo apresa…

Magdalena S. Blesa Jamás un conato de daros la vuelta, jamás una huida, por muchos que sean. Jamás ningún miedo, y si acaso os diera; jamás os lo noten, que no se den cuenta. Jamás un «me rindo», si no tenéis fuerzas; aunque fuese a gatas, llegad a la meta. Que nadie os acuse, ¡miradme a la cara! Que nadie os acuse de dejar a medias un sueño imposible, (si es que los hubiera). Yo no los conozco, y mira que llevo yo sueños a cuestas. Jamás, y os lo digo como una sentencia, ¡miradme a la cara!, jamás en la vida paséis por el lado de cualquier persona sin una sonrisa; no hay nadie en el mundo que no la merezca. Hacedle la vida más fácil, ¡miradme!, a cada ser vivo que habite la tierra. Jamás se os olvide que en el mundo hay guerra, por pasar de largo sin gloria ni pena delante de un hombre y no preguntarnos qué sueño le inquieta, 36

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Jamás, y lo digo faltándome fuerzas, si el mundo se para, os quedéis sentados viendo la manera de que otro lo empuje. Remangáos el alma, sed palanca y rueda. Tirad de la vida vuestra, y de quien sea. Que os falte camino, perded la pelea contra los enanos. No sed los primeros; que os ganen los hombres que no tienen piernas. No sabedlo todo, dejad que contesten los que menos sepan. Las manos bien grandes, las puertas abiertas. Anchos los abrazos, fuera las fronteras. Hablad un idioma claro, que se entienda. Si estrecháis la mano, hacedlo con fuerza, mirando a los ojos, dejando una huella. Prestad vuestra vida, regaladla entera, que a nadie le falte ni una gota de ella. ¡Cantad!, que cantando la vida es más bella. Y jamás, os hablo desde donde nazca el último soplo de vida que tenga, jamás una huida, por muchos que sean…


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El Arte de Ser Uno con la Vida Javier Vilar

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esde mediados del siglo XX, el hombre de la moderna sociedad occidental ha vuelto su mirada cada vez más hacia Oriente buscando en su sabiduría tradicional la inspiración necesaria para poder encarar aquellos problemas y cuestiones trascendentes de la vida para los que ni la ciencia moderna, ni la filosofía académica, ni la sociedad de mercado tienen respuesta. Fruto de ello, en la década de los 60 y 70, ciertas obras literarias tuvieron una gran repercusión, especialmente entre la juventud, como el libro Siddhartha, del premio nobel de literatura Herman Hesse; El tercer ojo, de Lobsang Rampa; El Retorno de los brujos, de Louis Pauwels y Jacques Bergier. La serie televisiva Kung Fu, cuyo protagonista era David Carradaine; El Camino del Zen, de Alan Wats o ciertos best sellers de divulgación científica como El Tao de la Física, de Fritjof Capra. A raíz de esta búsqueda existencial del sentido de la vida, toda una serie de filosofías, tradiciones y técnicas espirituales se han ido integrando de forma paulatina en el tejido vital de 38

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Shibumi

nuestra sociedad, como es el caso del yoga, el tai-Chi, el feng-Shui, la acupuntura, las artes marciales, el mindfulness y los diversos sistemas y escuelas de meditación de raíz oriental. De todas estas tradiciones, no cabe duda que el zen ejerce una fascinación muy especial sobre la moderna mentalidad occidental. Pero lo curioso es que el zen no es una doctrina religiosa basada en un dogma teológico concreto o en ciertos libros revelados, sino más bien un arte de vivir o filosofía práctica que promueve la meditación y el desarrollo de la atención plena, como vía de autosuperación personal y de desarrollo espiritual. De hecho, las enseñanzas de los maestros zen no nos hablan de obtener ningún tipo de salvación, sino de alcanzar por propios méritos la iluminación. En este sentido, el zen es un camino de búsqueda interior y de perfeccionamiento espiritual que promueve la atención consciente, la serenidad interior y la meditación sistemática como forma de cultivar la ecuanimidad, el libre albedrío, el discernimiento y la libertad interior.


Do proviene del sinograma chino Tao, «camino infinito del aprendiz de un arte» e implica un cuerpo de sabiduría y tradición ética y estética. Así, a través de su propia experiencia consciente, el hombre puede ir encontrando dentro de sí mismo el sentido de la vida y comprender la respuesta vital a sus propias preguntas. La filosofía zen enseña, por ejemplo, que cualquier arte u oficio, incluso las más pequeñas tareas cotidianas, si las vivimos

con una actitud de paciente humildad y tranquilo desapego del fruto de la acción; una predisposición interior a aprender en todo momento y circunstancia las valiosas lecciones que nos trae la vida; y un noble espíritu de superación y perfeccionamiento constante, pueden llegar a convertirse entonces en una vía o dô, un camino hacia la iluminación espiritual. La palabra japonesa dô proviene del sinograma chino Tao, un término que hace referencia al «camino infinito del aprendiz de un arte». Por lo tanto, dô implica un cuerpo de sabiduría y una tradición con una ética y una estética determinadas. Por eso, en Japón encontramos un rico abanico de artes que van desde lo estético y ceremonial, hasta la jardinería, la caligrafía o el arte marcial; y que durante largos siglos han sido consideradas como un dô. Artes como la vía de la caligrafía (sho-dô), el camino de las flores (ka-dô) o vía del arreglo floral (ikebana), el camino de la esencia o vía del incienso (ko-dô), la vía del té (cha-dô) o de la ceremonia del té (chanoyu), la poesía (haiku), la vía del guerrero (bushidô), la vía del tiro con arco (kyu-dô), la vía de la espada (ken-dô) y las diversas artes marciales como el karate-dô, el ju-dô, el aiki-dô, el iai-dô, etc.

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Dentro de todas estas filosofías y tradiciones ancestrales, shibumi es una palabra japonesa que significa equilibrio, armonía, plenitud, serenidad, silencio elocuente y también simplicidad, elegancia y fluidez de movimientos. En el arte, el espíritu del shibumi toma la forma de sabi, expresándose como elegante simplicidad, mientras que en el ámbito de la filosofía emerge como wabi, la calma interior, el sosiego espiritual que invade el alma cuando el hombre se haya en perfecta posesión de sí mismo. De esa forma, sabi, que podemos definirlo como simplicidad elegante y wabi, la serenidad y equilibrio interior, se unen en una perfecta simbiosis para formar shibumi, ese estado del ser o cualidad espiritual que caracteriza al hombre que transita el camino de la sabiduría. De hecho, el shibumi, aunque es un término bastante conocido dentro de la tradición del budismo zen, no hace referencia a ninguna vía o doctrina en particular, sino más bien a una actitud mental, un estado de ánimo y una cualidad del carácter.

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Según la tradición espiritual que se cultivaba en las diversas escuelas zen, shibumi es la actitud y el estado de ánimo que caracteriza al discípulo que transita la vía del despertar de la conciencia que conduce a la iluminación. Sin embargo, como la Maat de los egipcios, el Dharma de los indos o el Tao de los chinos, no tiene una única definición posible. Es decir, a través del vuelo de la metáfora y la analogía, podemos usar varias vías indirectas de aproximación para que la conciencia pueda ir dibujando una imagen coherente de lo que es el shibumi. Para el que ya lo ha experimentado, hablarle de shibumi es como describirle el paisaje a un montañero que lo conoce muy bien por haber estado allí. De hecho, sabemos que en el camino espiritual, como en la vida, nada puede sustituir a la experiencia directa. Pero, para el que aún no ha ascendido a esa montaña, le sirve de motivación para buscarla y para saber reconocerla cuando la encuentre. Es como el plano geográfico para el caminante y, aunque es obvio que «el


Tener shibumi es actuar en la vida de una forma natural en todas las circunstancias, sin miedo pero sin ostentacion, con autoridad pero sin dominio, con modestia pero sin recato.

mapa no es el territorio», sirve para identificar el paisaje conforme te lo vas encontrando a lo largo del camino. Síntesis sublimada de toda acción, el espíritu del shibumi se expresa como simplicidad elegante, perfecta concentración, claridad de pensamiento, desapego en la acción, ecuanimidad impecable, humildad en el éxito, serenidad en el fracaso, naturalidad en el gesto y maestría en la ejecución. Como muy bien expresa Raymond Thomas, «Shibumi es un comportamiento que denota una perfecta comprensión. Tener shibumi es actuar en la vida de una forma ‘natural’ en todas las circunstancias, sin miedo pero sin ostentación, con autoridad pero sin dominio, con modestia pero sin recato». Para la mentalidad tradicional japonesa, shibumi es, por lo tanto, la actitud perfecta que debe conquistar todo aquel que aspira a alcanzar la iluminación. En este sentido, shibumi es un concepto tan metafísico y abstracto como elegante y sutil, ya que hace referencia a un estado del ser muy especial. Un elevado estado de conciencia que podemos calificar de «espiritual», ya que engloba en sí mismo todos los planos de la constitución

humana. Es decir, shibumi es a la vez un «estado mental», un «estado emocional», un «estado de la energía vital», un «estado de percepción sensorial» y un «estado corporal». Como en todo verdadero estado de conciencia superior, es la luz del espíritu la que ilumina y armoniza todos los demás aspectos del ser, lo cual significa que podemos hablar de shibumi como estado mental o actitud de vida, como estado de ánimo o sentimiento, como sensación vital e incluso como estado físico o corporal. Pero, paradójicamente, siempre habrá un aspecto del shibumi que se nos escapa de entre los dedos y que solo la intuición puede llegar a captar. Shibumi es, ante todo, un estado de conciencia interior que se expresa naturalmente a través de una serena actitud mental ante la vida y la muerte, una forma singular de percibir y experimentar la realidad del mundo que nos rodea, un estado del espíritu tan elevado que impregna de luz todo cuanto el hombre piensa, dice o hace. Por eso el shibumi es a la vez un espíritu y una forma; es, en suma, el secreto del misterioso arte de vivir en armonía con la vida y, por tanto, no es solo el camino, EL MUNDO DE SOPHIA

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sino también la manera de recorrer el camino, pues es un estado del ser que no se puede adquirir, solo se puede descubrir. Es algo que ocurre cuando lo de fuera y lo de dentro se armonizan perfectamente transformando nuestro corazón en un axis-mundi, una columna de luz capaz de unir la tierra con el cielo, el pasado con el presente, el pensamiento con el sentimiento, la acción con la intención, al hombre con su dios interior y al tiempo con la eternidad. Como diría un poeta, Shibumi es encontrar sin buscar, saber sin pensar y sentir sin desear. Es reconocer sin mirar, comprender sin analizar, actuar sin prejuzgar y dominar sin controlar. En suma, shibumi es ayudar sin empujar, amar sin exigir, enseñar sin obligar y agradecer sin esperar nada a cambio. Los antiguos egipcios llamaban iri a la acción divina, la acción perfecta, la acción natural, la acción que está en concordancia con el flujo y reflujo del río de la vida, en armonía con la Maat. Cuando el hombre actúa de esta forma tan especial es que está en shibumi o, como dirían los egipcios, se halla «bajo la clemencia de Ra». Sentirse en shibumi es como navegar por el río de la existencia con el viento en la popa, dejando que las aguas de la eternidad impulsen la barca de nuestro corazón hacia nuestro natural destino, mientras el sol de la vida acaricia la piel de nuestra alma inmortal despertando en ella un sereno canto de alegría.

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Lo cierto, querido amigo lector, es que a través del vuelo de la metáfora hemos querido dibujar con el esquivo pincel de la imaginación la sutil textura de un color del alma, cuyos matices son tan inapresables y hermosos como infinitos. Sin embargo, en honor a la verdad, el shibumi no es algo muy sofisticado, ni tampoco un estado tan espiritual o elevado que esté fuera de nuestro alcance; todo lo contrario, es muy posible que lo hayamos experimentado fugazmente en algún que otro momento de nuestra vida, aunque no supiéramos que se trataba de él. De hecho, si bien es un estado de ánimo maravilloso, no es nada espectacular ni aparatoso; es un sentimiento de claridad mental, de calma total, de armonía interior, de gratitud a la vida, de serena alegría, de gozosa plenitud, de lucidez inspirada y reconocimiento sincero que te hace sonreír por dentro porque descubres que te sientes en paz con la vida, con los demás, contigo mismo y con dios.


Shibumi es navegar por el rio de la existencia con el viento en la popa hacia nuestro natural destino, despertando en nuestra alma inmortal un sereno canto de alegría. Para el sincero buscador de la sabiduría, shibumi es el estado de ánimo que aspira a conquistar de forma permanente; una actitud mental y un sentimiento que va descubriendo paso a paso, a medida que va recorriendo la vía; un estado de conciencia que para «ese ser intangible y luminoso que en esencia somos» es tan natural como necesario, como el agua para el pez, el sol para la flor o el aire para el pájaro; un sentimiento interior tan grato, sereno y reconfortante que cuando lo perdemos, nos hace sentirnos lejos del hogar; un estado a partir del cual la conciencia puede ascender hacia otros estados teofánicos aún más elevados para poder derramar generosamente desde allí su cálida energía espiritual hacia los demás seres. Como muy bien enseñaban los maestros de sabiduría de oriente: «Solo aquel que ha despertado su propia luz puede realmente iluminar a otros».

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