El mundo de Sophia 61

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EL MUNDO DE SOPHIA

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Contenidos 3 Editorial 4 La elegancia, reflejo de vida interior Elvira Rey

10 Reflexiones sobre libros Fernando Celli

14 Anatomía de la autoestima Borja Vilaseca

Redes sociales 18 Quino y Mafalda Pepa Vélez

23 Frases sobre la admiración 24 Karate Dô. El Zen en las Artes marciales Antonio Marí

28 El misterioso arte de ser valiente Javier Vilar

34 Viaje a Itxlam

Catalina Simonet

39 Libros y películas 40 Los médicos grecolatinos y el arte de curar Cristina Gavilán

EL MUNDO DE SOPHIA 2021 Nº 61 DIRECTOR: Javier Vilar JEFA DE REDACCIÓN: Elvira Rey REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN: Elvira Rey, Nacho Vilar y Isabel Salvá. Una publicación de Fundación Sophia c/ Jaime Ferrer, 3 Palma de Mallorca (Baleares) www.fundacionsophia.com / Tel: 971 72 15 55 editorial@fundacionsophia.com www.mundosophia.com D. L. PM-2099-98 2

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Editorial

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a hace un año que estamos viviendo esta pandemia, una situación excepcional, una circunstancia que es totalmente atípica e inesperada. Según la opinión de ciertos analistas, las probabilidades matemáticas de que algo así ocurriera, son del 0,00018 por ciento. Mantenerse a salvo se ha convertido en sinónimo de quedarse en casa el mayor tiempo posible. Este es sin duda un tiempo de contrastes y también de extrañas contradicciones. Las fronteras mundiales se han cerrado, estamos aislados; sin embargo, nos sentimos más unidos que nunca con todo el mundo. Aunque estamos en nuestras casas más tiempo que antes, hablamos con nuestros vecinos y familiares más que nunca. Ante el hecho de que el ocio y la diversión nos han cerrado las puertas, nos encontramos con que tenemos más tiempo que nunca para hacer lo que queríamos hacer, y sin embargo, tenemos la sensación de que el tiempo se nos escapa entre los dedos como la arena de un reloj. Es como si el duende de la paradoja se hubiera instalado en nuestras vidas para hacernos pensar, para hacernos reflexionar un poco; tal vez para hacernos cambiar… Parece como si el espectro severo del coronavirus estuviera mirando en este momento a los ojos de la humanidad y le dijera lentamente:

-¿Qué prefieres, cambiar o dejar de existir? tú eliges. -Quiero vivir -responde temerosa y asustada la humanidad. -Entonces -responde el heraldo de la fatalidad-, vete a tu casa, vuelve a tu hogar, reflexiona, cambia tu vida y empieza de nuevo. Posiblemente ese sea el mensaje y la clave de todo esto, «volver a casa». Pero volver a casa no es solo recluirnos en nuestro domicilio. Pienso que se trata también de una toma de conciencia, de una reflexión compartida, de una reconciliación y de un reencuentro. Se trata de una reflexión profunda y coherente que nos devuelva nuestro lugar en armonía con la naturaleza. Solo cuando la realidad se refleja sin autoengaños en la pantalla de nuestra conciencia, es cuando tomamos conocimiento de nuestra propia realidad esencial y podemos reconciliarnos y reencontrarnos con nosotros mismos. Como se suele decir, creo que «íbamos como motos», corriendo todo el día de aquí para allá, hacia ese lugar llamado «ninguna parte»; llevando como permanentes compañeros de viaje al estrés, al agobio, la ansiedad y la insatisfacción permanente. Lo cierto es que de tanto querer sacar rentabilidad al tiempo, finalmente nos quedábamos sin tiempo para tener tiempo y nos olvidábamos de vivir; nos olvidábamos de que lo que le hacemos a la naturaleza nos lo hacemos a nosotros mismos, porque formamos parte de ella. Nos olvidábamos de que estamos todos juntos en el mismo barco y que como nos

está mostrando covid, lo que le afecta a uno nos afecta a todos. Nos olvidamos que lo que genera, protege y hace prosperar a la vida no es el interés, la ambición, la competitividad despiadada; sino el amor benevolente, la solidaridad, la generosidad y la compasión. Y así, mientras pasábamos frenéticamente de una actividad a otra, nos decíamos como escusa a nosotros mismos «no tengo tiempo para reflexionar, no tengo tiempo para leer, no tengo tiempo para meditar, no tengo tiempo para pensar…». Pues ahora ya tenemos el tiempo y la oportunidad para reflexionar sobre nuestra propia vida y para darnos cuenta de lo que queremos ser y lo que no queremos ser, de lo que queremos vivir y de lo que no queremos vivir, de cómo queremos actuar y de cómo no queremos actuar, de lo que tiene valor en la vida y lo que no tiene apenas importancia, aunque antes estuviésemos dispuestos a pagar un altísimo precio por ello a toda costa. Ahora las cosas han cambiado, el mundo se ha detenido y el tiempo fluye de una forma diferente. Se trata de eso que los antiguos griegos llamaban kairós, el tiempo de la oportunidad, el tiempo del cambio, el tiempo germinal en el que se siembran las semillas de lo que habrá de fructificar mañana en nuestra vida si somos capaces de volver a reinventarnos, de reconciliarnos con ella y de volver a empezar con renovada ilusión. Que seamos capaces de aprender y de hacer de este tiempo un tiempo de cambio, un tiempo de oportunidad, un tiempo vivo.

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La elegancia reflejo de la vida interior

Elvira Rey

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uién no se ha sentido alguna vez atraído por personas que exhalan un atractivo irresistible e inconsciente, que solemos justificar por el buen gusto en el vestir, una buena apariencia física, un saber estar, que conlleva una gran cantidad de requisitos necesarios que nos traen a la memoria el ideal de persona del que tanto nos hablaban los antiguos filósofos griegos. Lejos de captar la atención como un producto vendible, la persona elegante cultiva actitudes silenciosas y poco evidentes, expresa con calma su opinión y deja tras de sí un cálido aire de amabilidad y respeto que necesariamente deja una suave huella en quienes se relacionan con ella. Si bien esta apariencia es bella, lo que captura nuestra admiración es un conjunto de cualidades amorosamente cultivadas y que conforman una persona que se acerca bastante a lo que consideramos «ideal». Para que despierten admiración en otros, éstos tienen que participar de los mismos cánones estéticos y de unos mismos ideales. Vamos a remitirnos al origen de la palabra «elegancia». El término nos remite al vocablo latino eligere, escoger, elegir. En una elección acertada reside la elegancia; es la libertad del ser humano consciente, que conoce lo que es y que busca cómo desarrollar la capacidad de ser elegante. Pero para que la elección sea acertada, se requiere previamente el equipamiento de criterios estéticos por parte de la inteligencia. Llamamos elegante a lo que es gracioso, sencillo, bien proporcionado, airoso, suave en sus movimientos. Esta combinación de varios elementos puede encontrarse en todas las obras bellas, excepto en las sublimes, y denota que han sido tratados con esmero y cuidado. No sólo se atribuye la elegancia a las obras sensibles, de la naturaleza como del arte, sino también a las intelectuales. La elegancia de una demostración

consiste en que sea sencilla, acabada, ligera, no recargada, clara, obtenida por medios fáciles, por caminos sencillos, no complicados. Cualidades que podemos encontrar en un escrito, una poesía o en la manera de hablar. Cuando nos hallamos en presencia de una demostración de estas cualidades sentimos un cierto placer estético semejante al que experimentamos al ver alguna obra natural o artificial, que sin dudar llamamos elegantes. Lo más llamativo, lo más ostentoso, no es siempre lo más elegante; es más, casi nunca lo es. Difícilmente sabrá escoger quien no disponga de criterios de selección de acuerdo con un canon estético que es fruto de una conquista conseguida con el paso del tiempo. Por lo tanto, la elegancia es un bien adquirido, una conquista personal, una manifestación de la riqueza interior de quien la posee. La elegancia no radica, por lo tanto, en las formas, sino que éstas son más bien la expresión de una virtud interior que las vitaliza y da sentido La elegancia no es frívola, como lo es el deseo de llamar la atención en sí mismo, sino todo lo contrario: es la expresión de quien ha elegido lo mejor, porque contaba con los criterios necesarios para valorar qué era lo mejor. ¿En qué consiste esa fuerza interior capaz de perfumar con el aroma de la elegancia toda una personalidad y lo que le envuelve? Tal vez el Bien, la Verdad y la Belleza tengan algo que ver con ese ungüento de inapreciable valor que empapa a ciertas personas haciéndolas especialmente atrayentes. Platón decía que lo bello, en tanto se va alejando de lo sensible, va depurándose hasta alcanzar el estatus de la idea del Bien. El amor y la inclinación a la elegancia están estrechamente unidos a la vida en sociedad. Los demás, es posiblemente, el factor más decisivo que nos impulsa a embellecernos. No obstante nuestra estima también necesita sentirse reconfortada y advertir que somos mirados, es una llamada a embellecernos como modo de merecer la estimación y el reconocimiento propio y ajeno. EL MUNDO DE SOPHIA

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El respeto a uno mismo nos hace cuidar tanto el cuerpo como aquello que acogemos en nuestro mundo interior. El equilibrio entre lo que mostramos hacia fuera se sustenta en lo que no se muestra, en lo que valora nuestro espíritu y que nos hace felices. Aquello que no se muestra abiertamente, que encierra un secreto, despierta el explorador innato que busca la causa de todas las cosas; y quiere descubrir lo que en realidad está en sí mismo. La belleza, por ejemplo, está en nuestra esencia, por eso nos deslumbra cuando la vemos reflejada en una flor, en las estrellas, en una mirada… La elegancia se muestra con naturalidad porque el alma necesita expresar en ella misma el mayor grado de belleza, al contrario de la compostura que puede obedecer a querer esconder algo que resulta vergonzoso para su ser interior. Aunque podemos calificar a ambas de contrapuestas, no es así. El ser interior elige brillar manifestando tanto su verdadera esencia, como escondiendo lo que la desluce. Es decir, la elegancia incluye la compostura como aliado insustituible, pero la compostura por sí misma es insuficiente para poder reflejar la elegancia. La compostura incluye en primer lugar limpieza, ausencia de lo sucio y todo lo que podría afear a la persona. En

segundo lugar contiene pulcritud, que es un aseo cuidadoso, el cuidado de la propia presencia para estar en disposición de aparecer públicamente ante quien corresponda. En tercer lugar, compostura es orden, un saber estar que no se refiere sólo a la disposición material de objetos y vestidos, sino al moverse del modo conveniente, en el momento adecuado y, sobre todo, con los gestos adecuados; es honor, reverencia que se debe una persona a sí misma porque se sabe que alberga en sí un ser espiritual que todo lo observa. Ser elegante significa además tener buen gusto. Pero ¿qué es el buen gusto? Es «un modo de conocer», un cierto sentido intrínseco de la belleza o fealdad de las cosas. Es un reconocimiento inmediato que no necesita ser pensado ni analizado. No se aplica sólo a la naturaleza o al arte, sino a todo el ámbito de las costumbres, conveniencias, conductas y obras humanas, e incluso a las personas mismas. Las cosas «de mal gusto» no pueden ser de ninguna manera elegantes. El buen gusto mantiene la mesura, el orden, incluso dentro de la moda, a la que lleva a su mejor excelencia, sin seguir a ciegas sus exigencias cambiantes, sino más bien encontrando en ella nuevos medios de inspiración y la manera de mantener el estilo personal. Si la elegancia es una expresión natural de un mundo interior exquisitamente trabajado, existe una dimensión innata en algunas personas especialmente sensibilizadas para apreciar la belleza allí donde esté o para crearla. Por otro lado, no hay que olvidar que también depende del cultivo espiritual, de la educación y de la sensibilidad que cada uno haya cultivado. Para darnos a conocer cómo somos y que nuestra conducta sea elegante, es necesario que nuestro mundo interior también lo sea. Las palabras, los gestos, la ropa, exteriorizan nuestra manera de ser, en definitiva, constituyen un reflejo, una sombra –para utilizar un símil platónicode lo que realmente es el ser humano: su espíritu.

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Como la elegancia anida en el espíritu, desde él se expande como una ola a nuestro cuerpo y todo lo que irradia a través suyo adquiere las maneras más en consonancia con el alma que le vivifica. La elegancia no se improvisa, sino que se adquiere en un largo proceso de opciones personales: de ahí su valor. Así mismo, está estrechamente vinculada a las ideas. Los convencimientos personales, las tomas de postura, las creencias y, en definitiva, todo aquello que configura la visión del mundo de una persona, se refleja en su comportamiento, creando la manifestación de su forma de ser en su imagen externa. El mundo interior configura el mundo exterior, y es lógico, pues a cada uno nos gusta que nos identifiquen con lo que realmente somos, aunque no hagamos ostentación de ello. De alguna forma, somatizamos lo que pensamos porque necesitamos la coherencia en todo nuestro ser. Cuanta más identificación existe entre los convencimientos personales y el porte externo, la elegancia adquiere un encanto mayor. La cultura es uno de los principales modeladores del pensamiento, y por lo tanto, de nuestra conducta. Como hemos visto, la elegancia es una cualidad humana que consiste en elegir lo mejor, y la elección es fruto, en primer lugar, de la inteligencia y del conocimiento. Lo más importante de las personas es su universo interior, y no su armario o su coche. Y ese universo interior estructura nuestro pensamiento que luego exteriorizamos a través de nuestras conversaciones y de nuestras acciones. Hablamos de lo que pensamos, y pensamos en función de lo que somos, elegantes o vulgares. La forma de ver la vida tiene también mucho que ver con la elegancia. No es lo mismo estar siempre insistiendo en el lado oscuro de la realidad, problematizarlo todo como sistema, que pasar por alto las incidencias desagradables. La elegancia va siempre unida a la sencillez -no a la simpleza-, por eso las personas complicadas y llenas de contradicciones internas se alejan de la elegancia. La

elegancia no obliga, se manifiesta como una suave brisa que perfuma a aquellos que vibran en su misma sintonía. La virtud es el modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y por el cual realiza bien su función o sentido de vida, y es ella la que elige cuál es el término medio en cada momento. La virtud adorna de cualidades inmejorables a un hombre o a una mujer que van a alimentar su elegancia. Nada perfuma tanto al espíritu como la virtud. La verdadera elegancia no es frívola ni superficial, sino todo lo contrario: tiene un peso y una profundidad adquirida con la buena educación desde la juventud y perfeccionada a través del ejercicio de la virtud que da libertad para saber escoger en cada ocasión lo mejor. La virtud es bella para el alma y de esta forma participa del bien y de la verdad, irradiando un aroma capaz de enamorar a quien la percibe.

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El respeto a la propia persona, a su dignidad, proporciona los criterios libremente escogidos que no admiten concesiones a quien está firmemente convencido de su valor. Discierne

elegantemente qué temas quedan excluidos de las conversaciones. El respeto a los demás también es un criterio orientativo del tono de nuestra conversación y no es agradable escuchar cosas cuando sin ser necesarias conocerlas, puedan herir nuestra sensibilidad. La elegancia se hace presente si nuestros intereses, lejos de ser vulgares, se centran en ámbitos artísticos y culturales. La moda en sí misma no es una garantía de belleza, pues tal fenómeno sociológico necesita ser sometido a la crítica en función de nuestros propios conceptos estéticos que forman parte de nuestra identidad personal. La elegancia se configura siempre en torno a un sello personal, a un estilo peculiar, en el que puede estar presente lógicamente la moda, pero no de una manera indiscriminada.

El buen uso de la crítica supone el ejercicio de la inteligencia. De las personas inteligentes surgen las críticas interesantes. Criticar no es destruir, sino valorar inteligentemente, con lucidez mental, todo aquello que nos afecta como personas. La Verdad, el Bien y la Belleza son los paradigmas a los que debe remitirse la mente y todo nuestro discernimiento espiritual para saber a qué atenerse a la hora de emitir un juicio. De esta forma, la crítica selecciona y nos ayuda a huir del error, de la equivocación, de la fealdad, de la maldad, de lo vulgar, chabacano, ordinario y repetitivo. La elegancia de cada ser humano tiene algo de irrepetible que únicamente puede darse en él. «Encanto» es la traducción del término francés glamour y si bien, a veces no acertamos a definir, desprende 8

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esta palabra bonitas resonancias. Este tipo de palabras iluminan y perfuman la imaginación y el alma con sólo nombrarlas. El encanto es algo que emana de una persona haciéndola irresistiblemente atractiva. Llama poderosamente la atención, en nuestra sociedad actual, una persona que posea glamour, que se caracterice por su capacidad de acogida y por el respeto hacia los demás y hacia sus opiniones. Recordemos que el respeto nace de un profundo e incuestionable convencimiento de la dignidad de todo hombre y mujer. Otro rasgo que siempre acompaña a los que poseen el «encanto» o glamour es la serenidad. Una persona serena y mucho más si es inteligente, termina por conquistar la admiración. Sabe escuchar y cuida de no errar por la palabra. Controla la lengua para no caer en incorrecciones y en comentarios inoportunos de los que luego se pueda arrepentir. El que es prudente y discreto, sabe usar igualmente de los silencios como de las palabras y tiene siempre en cuenta, a la hora de dosificarlos, el alcance que éstas últimas pueden tener. La forma de hablar de una persona, dice más de ella que su vestuario. Nada es tan gratificante para quien busca respuestas claras como escuchar una exposición en donde no estén presentes las contradicciones y las incoherencias La patria de la elegancia es más bien la del discurso ordenado y la de las finas matizaciones; en este territorio también tienen su cabida el sentido del humor y el optimismo, porque la sonrisa siempre es hospitalaria y porque todos estamos necesitados de salir de una charla mejor y más alegres de como entramos. Por consiguiente, la sonrisa es lo mejor que podemos ofrecer a los que nos acompañan. Todo lo que conlleva la sonrisa es también elegante: el buen humor, la alegría, la paz interior, la tranquilidad... Hay quienes para hacerse los interesantes adoptan gestos y actitudes serias, sin darse cuenta del riesgo que corre de parecer ridículo

y fuera de lugar. La seriedad como estrategia para distanciarse de los otros o para marcar las diferencias está muy lejos de ser elegante. Sonreír es amar y la sonrisa iluminadora nace del espíritu enamorado de la vida. El vestido es generalmente, una expresión más de nuestra forma de ser, porque al escogerlo buscamos en él una cierta identificación que realce nuestra mejor parte. Un vestido es elegante cuando está en consonancia con nuestra edad, con nuestra personalidad, con nuestra constitución física, con el momento en el que lo utilizamos y cuando reúne condiciones estéticas tanto de diseño como de color. Lo más difícil es saber si un vestido reúne o no estas condiciones y si no se tiene un gusto muy depurado es fácil equivocarse. No hay nada del adorno de una persona, incluido el vestido, que subraye tanto la personalidad de alguien como el perfume. El universo de las sugerencias más arrebatadoras pululan en el aroma que envuelve a una persona bien perfumada. Distinción, elegancia, encanto, constituyen entre otros el mensaje que emana de una fragancia bien escogida, que es capaz de anticipar o constatar la presencia de una persona. Si queremos que un determinado aroma nos identifique, es preciso que le seamos fieles con el paso del tiempo. A cambio de esa perseverancia, de esa constancia, el perfume nos regala un elemento configurador de nuestra personalidad. En resumen, la naturalidad de la elegancia es un conjunto de requisitos que despiertan la emoción de admiración de una obra no solo estética, sino similar a la contemplación de una bella obra de arte. Pero no nos conformemos con esta explicación, pues toda obra maestra va más allá de su forma y apariencia formal. Que nuestro paso por la vida, que nuestra presencia rememoren en los demás sensaciones inolvidables. EL MUNDO DE SOPHIA

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reflexiones sobre libros «La brevedad de la vida» Lucio Anneo Séneca

Fernando Celli

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eguro que alguna vez has tenido la sensación de que la vida se te escapa de las manos, que el tiempo pasa y los días se hacen cortos para todo lo que te gustaría hacer y has sentido esa inevitable angustia por no poder detener el tic tac del reloj. Lo más probable es que en algún momento te hayas dicho la frase «si el día tuviera más horas, haría esto o aquello» pero desmoralizado, finalmente compruebas que terminó el día y no has hecho nada. Puede que hayas pensado alguna vez que ya es tarde, demasiado tarde para vivir y que tu momento ya ha pasado; o tienes la esperanza de que en un futuro tendrás tiempo y todo será mejor y podrás hacer realmente aquello que te gusta, pero el tiempo de espera se te hace muy largo. Muchos seres humanos, sienten o han sentido lo mismo y se plantearon estas cuestiones. Algunas de las conclusiones a las que llegaron fueron escritas en forma de claves para que reflexionemos y comprendamos lo que significa «estar vivo» y sobre eso que nosotros denominamos «tiempo». Si eres de los que cree que la vida aún no está perdida, que hoy es un buen día para comenzar a estar al mando de tu tiempo, y que empezar a vivir de verdad solo depende de ti…, en este artículo encontrarás herramientas que te pueden ayudar en tu búsqueda. Abrir las páginas de un buen libro, es adentrarte en la mente y las ideas de

otro ser humano que como tú, tuvieron las mismas inquietudes. En los autores clásicos y en muchos otros también actuales, podrás encontrar un amigo, un compañero de viaje o un maestro que te puede inspirar o alentar a ser mejor. Lo que dejaron como legado en un libro es de incalculable valor, solo hay que atreverse a abrirlo y como el mismo autor nos recomienda, hay que probar a iniciar un diálogo. Los filósofos y sabios están ahí esperándote para enriquecer tu vida, así es como la sabiduría se hace viva, comprensible y práctica. En este pequeño libro de 21 capítulos titulado «La brevedad de la vida», el autor y gran filósofo romano, Lucio Anneo Séneca, reflexiona con su cuñado Paulino sobre cómo apreciar la vida, cómo aprender a vivir y evitar las distracciones que nos roban lo esencial, que es la vida misma. Séneca nació en Hispania en el año 4 a.C. Fue un personaje muy influyente dentro de la corte del imperio romano ocupando altos cargos, incluso llegó a ser el preceptor del emperador Nerón durante cinco años en el llamado quinquennium Neronis (5459). Estudió y practicó el estoicismo, una filosofía moral cuyo concepto de felicidad y plenitud es el bien supremo a alcanzar, asociada con la virtud y la capacidad de vivir acorde a nuestra propia naturaleza esencial. Por tanto, él entendía la filosofía como una forma de vida, una práctica para el arte de vivir más que una especulación teórica. De hecho, este libro es una manifestación EL MUNDO DE SOPHIA

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corto para vivir, sino que perdemos mucho y la mayoría en cosas innecesarias. «La vida es lo bastante larga como para realizar lo más importante» nos dice. Hacer aquellas cosas grandes que vinimos a hacer, a dedicarlo a lo que más amamos. En realidad, el tiempo se nos ha dado con generosidad para hacer aquello esencial en la vida. El problema está en que derrochamos el tiempo, y cuando llega el final de los días, nos damos cuenta de que ha pasado una vida sin saber que estaba pasando. La clave está en reconocer que «el tiempo siempre será corto y breve para los que no lo saben usar y largo para los que se organizan y lo saben administrar». Muchos son los motivos que nos hacen desperdiciarlo sin sentido. Séneca nos recuerda que hay vicios, falsas ideas y malos hábitos por todas partes en nuestra vida y jamás hay descanso de nuestras ansias de hacer, de tener, de demostrar, pero casi nunca encontramos tiempo para ser y vivir.

de su pensamiento, una invitación a vivir y hacer de nuestra vida una obra de arte. Al inicio del libro, el autor nos dice que «la mayor parte de los hombres y mujeres, se queja de la naturaleza, culpándola de que nos haya engendrado para una edad corta y que el espacio que se nos ha concedido de vida va muy deprisa» Si te das cuenta, ya los antiguos romanos se quejaban de esto y también en nuestra sociedad actual. Casi todo el mundo está siempre quejándose de no tener tiempo, de ir acelerado, estresado y justo de tiempo. Es como si fuera un bien escaso, pero sin embargo, estamos ocupados con cientos de cosas…; parece ser una adicción eso de estar ocupado. Si tuviera más horas el día, lo llenaríamos de más y más cosas por hacer. Y lo que nos plantea el autor, es que en realidad, no es que tengamos un tiempo 12

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Esto me recuerda una frase que escuché alguna vez, que decía que la gente inteligente dedica su tiempo solo a lo que es importante. Ser inteligente sería plantearse ¿qué cosas innecesarias me roban mi tiempo?, porque a todos se nos esfuma por algún lugar. Nos da un consejo: escribe en un papel cuánto tiempo te lleva cada cosa superflua que haces y saca tus propias conclusiones. «Si la vida se contara por los años vividos de verdad, muchos seríamos jóvenes todavía pero con cuerpo de viejos» ¿Dónde están las grandes razones de que perdamos tanto tiempo? Vivimos como si fuéramos a vivir siempre. Hay gente que hace planes de vida a largo plazo: «cuando me retire o me jubile hare esto…, o viajaré…, o me dedicare tiempo a mí mismo…,» pero nadie nos garantiza que la vida vaya a ser tan larga. Hay muchos que echan la culpa a los demás de su pérdida de tiempo, a su jefe, a su trabajo, a sus ocupaciones, etc.; y justifican que son ellos los que no les permiten vivir. Hay otros que andan empeñados y ocupados pensando que


algún día podrán vivir mejor y equipan la vida futura en base de gastar vida presente. Para otros tantos, el tiempo libre es simplemente un sueño a alcanzar que nunca llega. Si escuchamos las palabras del filósofo «el desperdicio mayor de vida es la dilación» dejar las cosas para más adelante, perseguir promesas de futuro que no sabemos si llegarán. El mayor estorbo para vivir el hoy, es la expectativa del mañana. Si no tienes tiempo libre, hay muchas cosas importantes que no podrás hacer y a las cuales no te podrás dedicar por falta de tiempo. Por eso «saber vivir es muy difícil y hay que estar aprendiendo toda la vida, al igual que el morir» Pero hay esperanzas. Dice que hay muchos que han aprendido, que han sabido apreciar esto y han abandonado cargos, placeres, persecución de objetivos, lujos… y buscaron una vida más sosegada dedicándose a practicar hasta el final de sus días el saber vivir y no solo sobrevivir. Él considera sabias las personas que valoran su tiempo, que cuidan de que nada se lo robe; y sus vidas se hacen largas justamente porque se las dedican, sin depender de que nadie les dé permiso. Si has vivido bien, si has aprovechado el tiempo de vida que te tocó vivir «llegarás al fin de tus días con paso decidido al encuentro de la muerte». Para que no tengas que arrepentirte de haber desperdiciado los mejores años de tu vida, nos deja estos consejos: Retírate a un tiempo más tranquilo, a una vida más sencilla, dedícale un tiempo preciado no solo a tus tareas y trabajo, sino también a tí mismo. Ten la muerte a la vista y vive hoy como si fuera el último día de tu vida. No sientas envidia por los que hayan alcanzado grandes logros, ni los persigas como si fuera eso para tí lo importante, porque eso se cuenta en tiempo de vida, en los años que tuvieron que dedicarle a conseguirlo.

En definitiva, no desprecies el bien más preciado y valioso que tienes, tu vida. Espero que todas estas claves te sirvan para reflexionar, que sepas seleccionar lo que sea valioso para ti y que encuentres ese tiempo que tanto anhelas. Te dejo con este poema de la escritora alemana Elli Michler titulado «Te deseo tiempo». No te deseo un regalo cualquiera, te deseo aquello que la mayoría no tiene: te deseo tiempo, para reír y divertirte. Si lo usas adecuadamente, podrás obtener de él lo que quieras. Te deseo tiempo para tu quehacer y tu pensar no sólo para tí mismo, sino también para dedicárselo a los demás. Te deseo tiempo, no para apurarte y andar con prisas, sino para que siempre estés contento. Te deseo tiempo, no sólo para que transcurra, sino para que te quede: tiempo para asombrarte y tiempo para tener confianza y no sólo para que lo veas en el reloj. Te deseo tiempo para que toques las estrellas y tiempo para crecer, para madurar. Para ser tú. Te deseo tiempo para tener esperanza otra vez y para amar, no tiene sentido añorar. Te deseo tiempo para que te encuentres contigo mismo, para vivir cada día, cada hora, cada minuto, como un regalo. También te deseo tiempo para perdonar y aceptar. Te deseo de corazón que tengas tiempo, tiempo para la Vida y para tu Vida.

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natomía de la utoestima Borja Vilaseca

Fundador del Máster de desarrollo personal y liderazgo

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esde un punto de vista emocional, todo lo que una persona no se da a sí misma lo busca en su relación con los demás: afecto, confianza, reconocimiento… La independencia pasa por aprender a autoabastecerse. Es hora de reconocerlo: por lo general somos una sociedad de «eruditos racionales» y «analfabetos emocionales». No nos han enseñado a expresar con palabras el torbellino de emociones, sentimientos y estados de ánimo que deambulan por nuestro interior. Y esta ignorancia nos lleva a marginar lo que nos ocurre adentro, sufriendo en silencio sus amargas consecuencias. Debido a nuestra falta de conocimiento y entrenamiento en inteligencia emocional, solemos reaccionar o reprimirnos instintivamente cada vez que nos enfrentamos a la adversidad. Apenas nos damos espacio para comprender lo que ha sucedido y de qué manera podemos canalizar lo que sentimos de forma constructiva. De ahí que nos convirtamos en víctimas y verdugos de nuestro dolor, el cual intensificamos al volver a pensar en lo sucedido. En eso consiste vivir 14

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inconscientemente: en no darnos cuenta de que somos co-creadores de nuestro sufrimiento. Por el camino, las heridas provocadas por esta guerra interna nos dejan un poso de miedos, angustias y carencias. Y la experiencia del malestar facilita que nos creamos una de las grandes mentiras que preconiza este sistema: que nuestro bienestar y nuestra felicidad dependen de algo externo, como el dinero, el poder, la belleza, la fama, el éxito, el sexo y otras drogas por el estilo. ROTOS POR DENTRO Sólo si me siento valioso por ser como soy, puedo aceptarme, puedo ser auténtico, puedo ser verdadero. (Jorge Bucay) Bajo el embrujo de esta falsa creencia y de forma inconsciente, vivimos como si trabajar en pos de lo de afuera, fuese más importante que cuidar y atender lo de adentro. Priorizamos el «cómo nos ven» al «cómo nos sentimos». Y no sólo eso. Este condicionamiento también nos mueve a utilizar mucho de lo que decimos y hacemos para que los demás nos conozcan, nos comprendan, nos acepten y nos quieran. Así es como esperamos


recuperar nuestra estabilidad emocional. Pero la realidad demuestra que siguiendo esta estrategia no solemos conseguirla, y que en el empeño terminamos por olvidarnos de nosotros mismos. Por eso sufrimos. Al ir por la vida rotos por dentro, nos volvemos más vulnerables frente a nuestras circunstancias y mucho más influenciables por nuestro entorno familiar, social y profesional. Lo que piensen los demás empieza a ser más importante que lo que pensamos nosotros mismos. No en vano, al desconocer quiénes somos dejamos que la gente que nos rodea moldee nuestra identidad con sus juicios y opiniones. Es el precio que pagamos para sentirnos aceptados y consolados por la sociedad. Al seguir desnudos por dentro, poco a poco nos vestimos con las creencias y los valores de la mayoría, y empezamos a pensar y a actuar según las reglas, normas y convenciones que nos han sido impuestas. A través de este «pensamiento único» es como se consolida el «status quo» establecido por el sistema. LA CARENCIA COMÚN ES INVISIBLE Uno es lo que ama, no lo que le aman. (Charlie Kaufman) Mientras, durante nuestros quehaceres cotidianos, a veces nos mostramos arrogantes y prepotentes al interactuar con otras personas, creyendo que esta actitud es un síntoma de seguridad en nosotros mismos. En cambio, cuando

nos infravaloramos o nos despreciamos, pensamos justamente lo contrario. Sin embargo, estas dos conductas opuestas representan las dos caras de una misma moneda: falta de autoestima. Es nuestra carencia común. Y a pesar de ser devastadora es prácticamente invisible. ¿Qué es entonces la autoestima? Etimológicamente, se trata de una sustantivo formado por el prefijo griego autos –que significa «por sí mismo»– y la palabra latina aestima –del verbo aestimare, que quiere decir «evaluar, valorar, tasar»… Podría definirse como «la manera en la que nos valoramos a nosotros mismos». Y no se trata de sobre o subestimarnos. La verdadera autoestima nace al vernos y aceptarnos tal como somos. La falta de autoestima tiene graves consecuencias, tanto en nuestra forma de interpretar y comprender el mundo como en nuestra manera de ser y de relacionarnos con los demás. Al mirar tanto hacia fuera, nos sentimos impotentes, ansiosos e inseguros y nos dejamos vencer por el miedo y corromper por la insatisfacción. También discutimos y peleamos más a menudo, lo que nos condena a la esclavitud de la soledad o la ira. Y dado que seguimos fingiendo lo que no somos y reprimiendo lo que sentimos, corremos el riesgo de ser devorados por la tristeza y consumidos por la depresión.

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COMPENSACIÓN EMOCIONAL Si no lo encuentras dentro de ti, ¿dónde lo encontrarás? (Alan Watts) De tanto mirar hacia fuera, nuestras diferentes motivaciones se van centrando en un mismo objetivo: conseguir que la realidad se adapte a nuestros deseos y expectativas egocéntricos. Así es como pretendemos conquistar algún día la felicidad. Sin embargo, dado que no solemos saciar estas falsas necesidades, enseguida interpretamos el papel de víctima, convirtiendo nuestra existencia en una frustración constante. Expertos en el campo de la psicología de la personalidad afirman que este egocentrismo –que se origina en nuestra más tierna infancia– condiciona nuestro pensamiento, nuestra actitud y nuestra conducta, formando lentamente nuestra personalidad. Así, la falta de autoestima obliga a muchas personas a compensarse emocionalmente, mostrándose orgullosas y soberbias. Al negar sus propias necesidades y perseguir las de los demás, son las últimas

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en pedir ayuda y las primeras en ofrecerla. Aunque no suelan escucharse a sí mismas, se ven legitimadas para atosigar y dar consejos sin que se los pidan. De ahí que suelan crear rechazo y se vean acorraladas por su mayor enemigo: la soledad. ¡OJO CON EL DIÁLOGO INTERNO! Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos. (Buda) En otros casos, esta carencia fuerza a algunas personas a proyectar una imagen de triunfo en todo momento, incluso cuando se sienten derrotadas. Cegadas por el afán de deslumbrar para ser reconocidas y admiradas, se vuelven adictas al trabajo, relegando su vida emocional a un segundo plano. La vanidad las condena a esconderse bajo una máscara de lujo y a refugiarse en una jaula de oro. Pero tras estas falsas apariencias padecen un profundo sentimiento de vacío y fracaso. La ausencia de autoestima también provoca que algunas personas no se acepten a sí mismas, y se construyan una identidad diferente y especial para reafirmar su propia individualidad. No soportan ser consideradas vulgares y huyen de la normalidad. Y suelen crear un mundo


de drama y fantasía que termina por envolverles en un aura de incomprensión, desequilibrio y melancolía. Y al compararse con otras personas, suelen sentir envidia por creer que los demás poseen algo esencial que a ellas les falta. El denominador común de esta carencia es que nos hace caer en el error de buscar en los demás el cariño, el reconocimiento y la aceptación que no nos damos a nosotros mismos. La paradoja es que se trata precisamente de hacer lo contrario. Sólo nosotros podemos nutrirnos con eso que verdaderamente necesitamos. LO QUE PIENSAN LOS DEMÁS Cada vez que se encuentre usted en el lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar. (Mark Twain) Cuenta una parábola que un hombre y su mujer salieron de viaje con su hijo de doce años, que iba montado sobre un burro. Al pasar por el primer pueblo, la gente comentó: «Mirad ese chico tan maleducado: monta sobre el burro mientras los pobres padres van caminando.» Entonces, la mujer le dijo a su esposo: «No permitamos que la gente hable mal del niño. Es mejor que subas tú al burro.» Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuró: «Qué sinvergüenza es ese tipo: deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima.» Entonces tomaron la decisión de subirla a ella en el burro mientras padre e hijo tiraban de las riendas. Al pasar por el tercer pueblo, la gente exclamó: «¡Pobre hombre! ¡Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro! ¡Y pobre hijo! ¡Qué será lo que les espera con esa madre!» Entonces se pusieron de acuerdo y decidieron subir al burro los tres, y continuar su viaje. Al llegar a otro pueblo, la gente dijo: «¡Mirad que familia, son más bestias que el burro que los lleva! ¡Van a partirle la columna al pobre animal!» Al escuchar esto, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro. Pero al pasar por el pueblo siguiente la gente les volvió

a increpar: «¡Mirad a esos tres idiotas: caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos!» EL ÉXITO MÁS ALLÁ DEL ÉXITO Este gozo que siento no me lo ha dado el mundo y, por tanto, el mundo no puede arrebatármelo. (Shriley Caesar) Los demás no nos dan ni nos quitan nada. Y nunca lo han hecho. Tan sólo son espejos que nos muestran lo que tenemos y lo que nos falta. Ya lo dijo el filósofo Aldous Huxley: «La experiencia no es lo que nos pasa, sino la interpretación que hacemos de lo que nos pasa». Lo único que necesitamos para gozar de una vida emocional sana y equilibrada es cultivar una visión más objetiva de nosotros mismos. Sólo así podremos comprendernos, aceptarnos y valorarnos tal como somos. Y lo mismo con los demás. El secreto es dedicarnos más tiempo y energía a liderar nuestro diálogo interno. Hemos de vigilar lo que nos decimos y cómo nos tratamos, así como lo qué les decimos a los demás y cómo los tratamos. Forjamos nuestra autoestima con cada palabra, pensamiento, interpretación, actitud, comportamiento… La manera en la que vivimos cada experiencia de nuestra vida nos nutre y nos compone: nos convierte en lo que somos. La verdadera autoestima es sinónimo de humildad y libertad. Es el colchón emocional sobre el que construimos nuestro bienestar interno. Y actúa como un escudo protector que nos permite preservar nuestra paz y nuestro equilibrio independientemente de cuáles sean nuestras circunstancias. Los filósofos contemporáneos lo llaman «conseguir el éxito más allá del éxito». Dicen que cuando una persona es verdaderamente feliz no desea nada. Tan sólo sirve, escucha, ofrece y ama. Podemos seguir sufriendo por lo que no nos dan la vida y los demás o podemos empezar a atendernos y abastecernos a nosotros mismos. Es una decisión personal. Y lo queramos o no ver, la tomamos cada día. EL MUNDO DE SOPHIA

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Quino y la niña que nos enseñó a pensar Pepa Vélez

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H

ace tan solo unos meses que se nos fue el extraordinario Quino. Que este pequeño artículo sirva como homenaje y recuerdo de este gran dibujante de historias que nos regaló ese gran personaje que es Mafalda y que tanto me acompañó en mi infancia. Las sincronicidades de la vida hicieron que su muerte se diera a conocer unas horas después de que se cumplieran los cincuenta años de su primera publicación de Mafalda en España. Joaquín Salvador Lavado Tejón, para nosotros simplemente Quino, nació en Mendoza (Argentina) en 1932, hijo de emigrantes españoles. Desde pequeño se le llamó Quino para distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, pintor y dibujante publicitario con quien a los tres años descubre su gusto por el dibujo. A los diez y siete años, después de estudiar en la Escuela de Bellas Artes, decide que su vocación será dibujar historietas humorísticas. Por eso, un año más tarde, se traslada a Buenos Aires en busca de trabajo y tras tres años de penurias y de golpear muchas puertas, en 1954 consigue publicar sus primeras viñetas. Ese día lo describe como «el más feliz de mi vida». Mafalda no llegaría hasta 1964, personaje que nació por casualidad, cuando un año antes, una agencia de publicidad buscaba un dibujante que realizara una historieta sobre una familia de clase media para promocionar unos electrodomésticos. La campaña no vio la luz, pero las historias de nuestra querida niña habían venido para quedarse. Cada semana se publicaban seis tiras en el diario El Mundo. Sus primeras viñetas las edita en un libro y en Argentina vende cinco mil ejemplares en tan sólo dos días. Pocos años después es reproducida en otros países latinoamericanos y llega a Europa. Sin embargo, en 1973, en pleno éxito, Quino decidió poner fin a las andanzas de esta niña, según confiesa «porque se me agotaron las ideas» y no quería repetirse. Mafalda se convirtió en una losa para él y prefirió seguir otro camino; curiosamente, este hombre tímido nunca se consideró

«otra cosa que un obrero del dibujo». Desde que dejó de dibujar a Mafalda, Quino se entregó a un humor más ácido y negro, destinado a un público adulto, pero sus libros siguen imprimiéndose y formando parte de campañas benéficas como Unicef o Cruz Roja. Mafalda es el personaje más famoso de Quino, que desarrolló sus tiras desde 1964 a 1973. Contándonos las reflexiones de una niña preocupada por la Humanidad y la paz mundial, que se rebela contra el mundo que le dejan sus mayores. Odia la sopa, no soporta las injusticias y vive pegada a su radio donde escucha los noticieros y a sus amados Beatles.

MAFALDA es esa persona que todos quisiéramos ser, una niña con la libertad de decir lo que piensa. Sus maduras contestaciones resuenan en la conciencia de los adultos con la simpleza del lenguaje de los niños, pues es pacífica, curiosa y ecologista adelantada a su tiempo. Por la época en que nació se la podría etiquetar como hippie, pero Mafalda es esencialmente una idealista y filósofa natural que necesita saber el porqué de cada cosa, con la osadía de la ingenuidad y rebosando altruismo. Sus abnegados padres, siempre se quedan sin palabras ante las agudas observaciones y preguntas de «su niñita» sobre el gobierno, los conflictos, los bebés, etc. y es por eso que representan a la clase media. Sin embargo, Mafalda no sería lo mismo sin sus amigos, que como secundarios compañeros, enriquecen las viñetas y hacen que todos en algún momento nos sintamos identificados con ellos. EL MUNDO DE SOPHIA

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GUILLE es el hermanito menor de Mafalda, que es igual de preguntón que ella y es el único que no crece a lo largo de la tira. Es muy travieso, rebelde e ingenuo.

MANOLITO es una caricatura del inmigrante gallego y representa al materialista, el capitalismo y la avaricia del progreso económico. Un personaje que también es utilizado por Quino para mostrar el abuso hacia los niños porque trabaja en la tienda de comestibles de su padre. Aunque es poco inteligente, es el que más sonrisas te arranca por su simpleza. 20

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FELIPE es tímido, despistado y enamoradizo; que quiere arreglar el mundo como su ídolo, el Llanero Solitario y representa al soñador que todo niño tiene dentro. Pierde su mirada pensando en los vaqueros, los indios y en qué será de él cuando sea grande. Tiene la mala costumbre de dejar todo para el último momento y detesta hacer los deberes de la escuela. Aunque es muy inteligente, cada vez que reflexiona sobre algún tema, se angustia con facilidad. Quino siempre dijo que era el personaje que más se parecía a él.

SUSANITA es parlanchina, chismosa y altiva, pues le interesan mucho las apariencias. Su único interés es crecer y convertirse en madre. Para ella el futuro perfecto del verbo amar es casarse y tener «hijitos». Siempre está tratando de dar envidia a los demás y es despectiva con la clase baja.


MIGUELITO es un niño bastante enérgico, contundente y más filósofo incluso que la propia Mafalda. Es uno de los personajes que más se hace querer. Es muy soñador, aunque a veces se comporta como un niño egoísta y reaccionario. Suele hacerse auto preguntas analíticas con respecto a temas sin importancia.

No podemos olvidar a BUROCRACIA, la tortuga mascota de Mafalda y Guille, llamada así por la lentitud que tiene para todo. Como el mal de los países modernos, por la lentitud del papeleo, las colas de espera y el «vuelva más tarde».

LIBERTAD es el último de los personajes que se añadió a la tira y es una metáfora de su nombre. Es la más radical del grupo y su padre es socialista. Quino la representa de pequeña estatura para hacer notar que ella es tan pequeña como la libertad. Es como una Mafalda pero en versión más radical, ya que tiene un espíritu revolucionario.

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Quino es un maestro de la caricatura. Supo escoger las mejores situaciones para darles vida con los personajes de Mafalda y hacerlos intemporales, y en un grupo de inocentes niños supo retratar toda una sociedad para ponerles voz a las reflexiones, problemas y angustias por las que todos pasamos. Dijo que le gustaría ser recordado «como

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aquel que hizo pensar a la gente sobre las cosas que pasan» y sobre nuestra responsabilidad individual para mejorarlas. Ese es el legado de Quino a nuestra época. A pesar de que el progreso siga avanzando, no debemos dejar de hacernos las preguntas transcendentes, ni perder nuestra humanidad ni olvidar el sueño de hacer de este mundo un lugar mejor.


La Admiración Reemplaza los celos por la admiración: la envidia te colma de pobreza, la admiración te llena de riqueza. Buda

Cada persona que admira es simplemente un recordatorio de su propia excelencia latente, su propia belleza no reconocida. Vironika Tugaleva Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado Espíritu Superior que se revela en pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente. Albert Einstein

Dime quién te admira y quién te ama, y te diré quién eres. Antoine de Saint Exupery

Si eres un hombre, admira a aquellos que intentan grandes cosas, aunque fracasen. Séneca

Nada es de más digna admiración en hombre noble, que el saber aceptar e imitar las virtudes de los demás. Confucio

Es el instinto arraigado en los hombres de admirar lo que es mejor y más bello que ellos mismos. James Russell Lowell

Cuando admiro las maravillas de una puesta de sol, o la belleza de la luna, mi alma se expande en la adoración al creador. Mahatma Gandhi EL MUNDO DE SOPHIA

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Karate-Dô:

el Zen en las Artes marciales Antonio Marí

L

Tercer DAN de kárate Shotokan y Monitor regional de kárate. Prof. de la Escuela de Sabiduría Práctica de la Fundación Sophia

as artes marciales que llegaron a Occidente el siglo pasado están bastante lejos del espíritu que las alumbró hace cientos de años en el Extremo Oriente. A su llegada a Europa, quedaron filtradas por la mentalidad imperante, y en los gimnasios occidentales se transformaron en deportes de competición. Los deportistas que las practican, desconocen generalmente el ideal del Budô¹ original: el despertar de la conciencia, en donde el cuerpo, las armas y la técnica son soportes para alcanzar una sabiduría y una fuerza que les trasciende. 1 Vía del guerrero 2 El que sirve. Los guerreros del Japón.

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En el Japón medieval, los Samurai², formados en el seno de una cultura marcial, acostumbrados a enfrentarse a la muerte, alcanzaban un alto nivel técnico a través de una férrea disciplina. Con la llegada del Budismo Zen, se abrió una nueva interpretación de la guerra, transmutando el combate contra un enemigo exterior de los rudos guerreros Samurai, en un combate interior contra sí mismos. Por supuesto que también se preocupaban de los aspectos técnicos: la agilidad, la velocidad, la potencia, la precisión, la


estrategia, etc. De esta manera, tras la influencia del Zen, emerge el interés por un trabajo filosófico más profundo que es el conocimiento y conquista de sí mismo. No en vano, Siddhartha, el Buda, enseñó: Más grande que la conquista en batalla de mil veces mil hombres, es la conquista de uno mismo. Un practicante podía alcanzar un alto grado de dominio de su cuerpo, de la espada, el arco o el bastón después de muchos años de un duro entrenamiento especializado; pero bajo la perspectiva del Dô, «la Vía, el Camino», el adversario más peligroso hay que buscarlo en el interior de uno mismo. La Vía del combate adquiere así un sentido filosófico y

místico; es el combate contra las propias imperfecciones, defectos y debilidades, sombras interiores…, contra la ignorancia en definitiva. El Zen cala muy hondo en el país del Sol Naciente y se funde con el espíritu de todas las artes tradicionales japonesas: Bonsai (cultivo de árboles en miniatura), Bunraku (el antiguo teatro de títeres), Chanoyu (ceremonia del té), Ikebana (el arte del arreglo floral), Origami y Kirigami (el arte de doblar y cortar el papel), Shodo (el arte de la caligrafía), Teatro Noh y el teatro Kabuki, el Kintsukuroi (arte de arreglar cerámica), etc. Las artes japonesas se convierten en un soporte de meditación e introspección. Un soporte de la Atención Plena.

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el camino hacia esta iluminación. Por lo tanto, el Karate-Dô fundado por Funakoshi Gichin es una vía de iluminación a través de las artes marciales.

Dôjô, el lugar del despertar

Karate-Dô y Zen En el siglo XX, Funakoshi Gichin funda el Karate-Dô, la Vía de la mano vacía, y lo difunde por el resto de Japón. La palabra Kara (vacío) tiene un doble sentido. Por un lado está el aspecto de combate a mano desnuda de este arte marcial, pero ante todo está su vinculación a la tradición Zen, en donde Kara se refiere al vacío de ego, y evoca la experiencia Zen del vacío, Sūnyatā en sánscrito. Dô, es el camino de la vida, el arte de vivir pero con consciencia; el camino que todos los seres humanos transitamos, pero al hacerlo con conciencia aprovechamos la experiencia para descubrir quién somos, para descubrir nuestra naturaleza profunda y encontrar nuestro propósito de vida. Para el budismo Zen, el fin último de la vida es la iluminación espiritual, la meta de las artes marciales, y el Dô es

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Dôjô significa en japonés «el lugar de la Vía». En los templos Zen es el lugar donde se recibe la enseñanza y se practica la meditación. En las escuelas de Budô se practica además el arte marcial en todas sus dimensiones, tanto el zazen o meditación formal sedente, como la meditación en movimiento (katas, combates, kihón, etc), que luego se revertirá en la práctica de la vida cotidiana. El Budô no se practica solamente en el dôjô. Como dijimos antes, es un arte de vivir que se experimenta a cada instante dentro y fuera del dôjô, ya que el verdadero dôjô —enseñan los Maestros—, es el que el discípulo debe construir en su propio corazón, en lo más profundo de sí mismo, ya que es un estado de conciencia. El Karate-Dô, como cualquier arte marcial imbuido de espíritu del Budô, debe impregnar por completo nuestra vida. No podemos ser una persona distinta dentro y fuera del Dôjô. La visión, la actitud, el estado de alerta, las cualidades que se adquieren en el Dôjô, configuran una forma de ser y estar en el mundo.


La meditación Una sesión de Karate-Dô comienza y acaba en seiza³ con la meditación Mokuso, término japonés que podríamos traducir de forma muy inspiradora como «mirar en silencio hacia el corazón». Al comienzo es necesario para parar el mundo agitado del que venimos (trabajo, familia, estrés, organización, problemas…). Gracias a la postura, al silencio, la quietud y a la respiración, busca acallar la mente de su incesante parloteo. Parar la mente de agenda, la mente que no cesa de comentar la jugada, de juzgar a los demás y a sí mismo, de interpretar. Utilizando como soporte de la atención en la respiración, se va vaciando la mente de la angustia de lo que ocurrió y del temor o del deseo de lo que ocurrirá. La práctica de Mokuso pretende ayudar a liberarnos del pasado y del futuro para poder enfocar el eterno instante del aquí y ahora.

Dojo Kun⁴ y la formación del carácter

que ha aprendido aplicándolo con coherencia en todas las esferas de su vida. Inspirado en el código de honor del samurái (código del Bushido) las diferentes versiones de Dôjô kun que enseñaban los maestros de la Vía, pretendían proporcionar modelos éticos de conducta para sacar a la luz los universales valores esenciales del ser humano: la honradez, la ecuanimidad, la palabra dada, el valor heroico, la compasión, la cortesía, el deber, la lealtad, el honor, etc. La primera gran evidencia de haber avanzado un alto grado en la Vía, de despertar o Satori⁵ , no era pues una cuestión técnica, sino la manifestación de las cualidades internas esenciales a través de la personalidad. La personalidad como expresión de ser y no del ego.

Para Funakoshi Gichin, el objetivo final del Karate-Dô era Jinkaku kansei ni tsutomuru koto, «busca la perfección del carácter». El Maestro Funakoshi enseñó el Dôjô kun, conjunto de 20 reglas de conducta que servía tanto en el Dôjô, como también una guía para la vida cotidiana. Para los Maestros de la Vía todo lo que aprendemos en el Dôjô, no sirve para nada si no lo aplicamos a la vida cotidiana. Al encontrar y transitar el Dô, el Camino, el discípulo mantiene el estado de conciencia 3 Literalmente «correcto sentar», que es la postura japonesa de sentarse de rodillas. 4 Dojô lugar de la vía. Kun, preceptos. 5 Literalmente «comprensión». Término japonés que designa la iluminación en el budismo zen. EL MUNDO DE SOPHIA

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Javier Vilar Presidente de la Fundación Sophia

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P

or regla general, la valentía va asociada al liderazgo, pero teniendo en cuenta que el valor es algo que se tiene o no se tiene, algo que no se puede fingir, podemos decir que ser valiente es un rasgo del carácter que se manifiesta especialmente ante el peligro y la adversidad. Una cualidad que está vinculada a su vez con la determinación, la presencia y el autodominio, es decir, con el liderazgo de uno mismo. De hecho, ser valiente implica creer en ti mismo, confiar en la Vida y confiar en tus posibilidades. Partiendo de esta base, podemos hablar entonces del arte de ser valiente y de su natural contraparte, que es la ausencia de valor o cobardía. Sea como fuere, la cobardía es siempre una reacción instintiva provocada por el miedo, esa omniosa sensación de amenaza que es capaz de polarizar nuestro estado de ánimo y modificar nuestra conducta de una forma radical, llegando incluso a paralizarnos, cortocircuitando nuestra conciencia y nuestro discernimiento.

Esto nos lleva a preguntarnos ¿de dónde surge realmente el valor? ¿Cuál es el manantial, la fuente de eso que llamamos tener valor? Cuando alguien actúa con esta cualidad, decimos que «ha actuado valientemente»; por lo tanto, el ejercicio del valor se convierte en una virtud que es la valentía. Palabra de origen latino que en el mundo Romano dio origen incluso a ciudades como Valentia. Si ser valiente es ejercer la cualidad del valor ¿Qué sería entonces el miedo? Para empezar, el miedo no tiene entidad en sí mismo, es la ausencia de valor; de igual forma que el frío no tiene entidad propia, es ausencia de calor y aunque podamos pensar que la oscuridad tiene presencia e identidad en sí misma, en realidad no es más que ausencia de luz. En ese sentido, muchos filósofos afirman que el valor es una cualidad inherente al ser, a nuestro yo esencial, lo cual significaría entonces que se trata de una virtud espiritual, una cualidad que es consustancial al espíritu humano. Ahora bien, si es cierto que somos innatamente

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valientes ¿por qué entonces el miedo suele estar tan presente en nuestras vidas? ¿por qué en ciertos momentos puede llegar a condicionar nuestra conducta, nuestras decisiones y nuestras palabras de forma tan radical y categórica cada vez que nos sentimos atenazados y bloqueados por el miedo? Esto nos hace preguntarnos cuáles son las causas ocultas del miedo. La primera es, sin duda, LA FALTA DE CONEXIÓN CON UNO MISMO. Cuando no estamos conectados con nuestro Yo esencial, nuestro ser intemporal, nos sentimos desorientados y envueltos en la niebla, como si hubiéramos perdido nuestro eje interior de conciencia. Nos hallamos, valga la metáfora, fuera del eje, enajenados, pues al no estar en conexión con nuestro verdadero Ser y todo su potencial, nos falta el valor. Otro motor causal del miedo es la FALSA CONVICCIÓN DE QUE PODEMOS CONTROLARLO TODO, incluso el riesgo, la adversidad o el infortunio. Creemos que si planificamos y analizamos muy bien las cosas podemos controlarlas, pero de

pronto surge un factor X, un accidente, una enfermedad o una pandemia como el coronavirus y el suelo desaparece bajo nuestros pies y todo lo que parecía firme, seguro, real, consistente y sólido en nuestra vida, de pronto se tambalea y parece que hasta el cielo va a desplomarse sobre nuestras cabezas; y es entonces cuando aparece en escena el miedo. Ante este tipo de miedo que es la incertidumbre, lo único que puede inmunizarnos es la aceptación. Pero aceptar la realidad no significa resignarse, sino ver las cosas tal como son, y para eso, hay que empezar por reconocer que no podemos controlarlo todo y que en cualquier momento la vida nos puede sorprender. Se trata básicamente de adoptar una actitud abierta y receptiva ante la vida, estar abiertos a lo inesperado, a lo imprevisto e incluso a lo incomprensible. Porque si no, cuando aparezca el factor X, el susto, la frustración y el disgusto será doblemente grande y puede llegar a bloquearnos. Si programamos nuestra mente para que reconozca la existencia del «factor riesgo», estaremos mucho más preparados cuando surja lo inesperado, pues como decía el sabio egipcio Anjsesongy: «Quien enfrenta con valentía la desgracia… no sentirá todo el rigor del infortunio». Otra causa del miedo son LAS CREENCIAS LIMITANTES DE NOSOTROS MISMOS que hemos ido alimentando desde pequeños a raíz de ciertos momentos en los que tuvimos que enfrentarnos a determinados peligros, reales o imaginarios. Situaciones de gran responsabilidad y estrés en las que sentíamos que nos jugábamos todo y que nuestra vida o nuestro futuro dependía de ese examen, esa prueba, esa entrevista, ese instante crucial. Situaciones en las que no supimos actuar valientemente con decisión, seguridad, firmeza y aplomo, sabiendo bien lo que teníamos que hacer. El problema es que cuando nos enfrentemos de nuevo a una situación difícil, puede que aparezcan esas creencias limitantes y nuestra mente nos diga «que la cosa pinta fatal», que «igual de esta no salimos»; y si le haces caso y te lo crees, lo más probable es que te desanimes

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y que te invada la duda, el miedo y la incertidumbre, haciéndote actuar de forma insegura, dubitativa, ambigua o cobarde. Otra causa importante del miedo es la MENTE SALTIMBANQUI o MENTE DE MONO. Esa que siempre está comentando, comparando, juzgando y criticando, y parece empeñada en no darnos tregua ni sosiego, ya que continuamente estamos recibiendo miríadas de bits de información sensorial que provienen de nuestras percepciones visuales, auditivas, táctiles, olfativas etc. Son sensaciones que a su vez desencadenan en nuestra mente diversos procesos cognitivos, emocionales, etc. De hecho, según algunos estudios podemos tener más de 36.000 pensamientos en un solo día. Esta vocecita mental es como un comentarista radiofónico que todo lo señala, lo critica, lo etiqueta, lo compara, y cuando nos enfrentamos a una situación difícil en la que el miedo, la inseguridad e incertidumbre flotan en el ambiente puede condicionar mucho nuestro estado de ánimo, haciendo que nuestras certezas se tambaleen y nos invada el miedo, cortocircuitando nuestra fuente interna del valor.

en la psique cierto tipo de curiosidad morbosa, pero el problema añadido es que además es adictiva y una vez que la mente entra en esos pantanos, queda atrapada en un bucle de negatividad, miedo y angustia del que es muy difícil salir. Por eso, lo mejor es dedicar el menor tiempo posible a las redes sociales y no prestar atención a los rumores sensacionalistas. No obstante, si lo mantienes a raya el miedo puede ser útil porque te advierte del peligro y te pone alerta. Pero hay que mantenerlo a distancia, porque si le dejas entrar en tu corazón se apodera de él, se asienta en tu casa y a partir de ahí es él quien manda. Si dejas que el miedo polarice tu conciencia será tu miedo el que tome las decisiones por ti; tu miedo el que hable por ti y el que decide si actúas o te quedas quieto, impidiéndote hacer lo que sabes que tienes que hacer, pues ahora él se habrá convertido en tu amo y señor. Por eso, una cosa es tener miedo y otra muy distinta es que el miedo nos

¿Y cómo podemos evitar eso? Para aquietar la mente saltimbanqui debes entrenar tu foco de atención, teniendo en cuenta que educar a la mente dual es como adiestrar un cachorro, al que hay que marcarle con amor, paciencia y firmeza cual es la conducta correcta y cuáles son los límites. De esa forma, cuando estamos concentrados en un trabajo o una idea, la mente puede sugerir mil temores, fantasías o problemas, y tenemos que decirle con amable firmeza y autoridad «¡Ahora no! ¡Ahora necesito silencio para poder resolver este tema!» Cultivar esta sana autodisciplina mental es muy útil para poder tener un buen foco de atención dirigida y un eficaz poder de concentración. Asimismo, relacionado con la mente inquieta hay un elemento causal del miedo, vinculado a las redes sociales, que es la intoxicación o saturación informativa. No olvidemos que el sensacionalismo vende porque despierta EL MUNDO DE SOPHIA

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tenga a nosotros. En todo caso, es obvio que la mayor parte de miedos surgen cuando nuestra mente evoca aquellas frustrantes experiencias del pasado que no supimos gestionar bien o imagina funestos peligros y desgracias que amenazan nuestro futuro; con lo cual, la clave de oro es no vivir en el pasado o el futuro, sino en el presente; vivir plenamente en el aquí y en el ahora (mindfulness). Respecto a esas voces mentales que nos provocan miedo, hay que saber tratar con ellas, y para eso no conviene olvidar que el miedo es un chantajista emocional, un asesino de sueños, un saboteador de esperanzas y un terrorista mental. El miedo mental es peligroso, porque si te dejas convencer por él, te desanima y mina la seguridad en ti mismo para que no hagas lo que te habías propuesto hacer. De hecho, si dialogásemos con él y le preguntásemos: «Suponiendo que te haga caso ¿tú qué me ofreces a cambio?» él nos diría «Yo nada, solo que te quedes quieto»; entonces tendríamos que responderle: «Vale, prefiero actuar según mis propias convicciones y decisiones, aunque pueda ser arriesgado, a no hacer nada como tú me propones, así es que no me interesa seguir escuchándote».

Es bueno estar atento y ser prudente, pero no podemos vivir con miedo. El piloto toma medidas de seguridad, pero no puede volar con miedo; el cirujano toma precauciones, pero no puede operar con miedo. No se puede pensar y decidir con miedo porque vivir con miedo es malvivir, es construir una mazmorra dentro de ti mismo donde el alma encarcelada clama por salir. Y llega un momento en que vale más la pena arriesgarse, dar la cara, afrontar el peligro y asumir el riesgo de triunfar o fracasar, incluso de salir dañado en la experiencia; que pasar la vida huyendo de un posible peligro que a lo mejor no ocurre nunca. Pues cuando llegue nuestra hora, nada podrá evitar que crucemos a la otra orilla. Pero como no sabemos cuándo será, podemos ser precavidos, pero sin volvernos neuróticos, maniáticos o hipocondríacos; ya que eso sería vivir en un estado de psicosis y pánico permanente, pues como dice el refrán: El cobarde muere mil veces, el valiente muere solo una vez. ¿De dónde nace entonces ese misterioso poder que nos hace valientes?. Yo pienso que de la conexión con uno mismo, de conectarte con tu propio corazón, de ser consciente que el riesgo de vivir es que puedes enfermar y morir; tenerlo asumido, estar preparado por si eso ocurre para poder vivirlo con altura y dignidad. Esta dignidad de la que hablo no es algo «de cara a la galería», se trata de la dignitas, el «respeto de uno mismo», respeto de tu propio ser, el respeto que nace de saber que tu eres un ser vivo, un ser consciente y, en esencia, un espíritu inmortal. Somos luz condensada y hasta la física cuántica lo dice: onda y partícula. Nos corporizamos como partícula y nos sutilizamos de nuevo tras la muerte, porque somos espíritus de luz, somos pura conciencia. Eso no quita que el trance de la muerte sea el examen más difícil que tenemos que pasar en toda nuestra vida. Pero, aunque no sepamos cuándo nos van a poner ese examen, sí sabemos que va a llegar; por lo tanto, lo que sí podemos hacer es prepararnos para encarar ese trance con

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la mayor fortaleza, templanza y elegancia moral posible. Como es algo inexorable que tarde o temprano va a ocurrir, al menos que cuando llegue no nos vea temblar de miedo; sino que podamos mirar a los ojos a ese severo examinador final que es la muerte y decirle: «Mira, he hecho todo lo mejor que he podido y sabido, así que no he tengo nada de qué arrepentirme». ¿Quién tiene que temer ese final, si durante todo este proceso que llamamos vida, se ha esforzado en ser cada día un poco mejor persona; en ayudar a los que tenía a su lado y, aunque no siempre lo haya logrado, al menos puede ofrendar con orgullo ese esfuerzo continuo de mejorar como ser humano? Por tanto, el miedo es un entrenador duro y severo, pero hay que mantenerlo a distancia, verlo con el rabillo del ojo y decirle: «Te reconozco, pero yo soy yo y hago lo que tengo que hacer. No voy a modificar mi conducta porque tu me estés amenazando. Yo soy libre de elegir mi destino». Lo cierto es, que en el fondo de todo miedo, detrás de todas las máscaras del miedo, hay un único gran miedo, que es «dejar de existir». Pero ese gran miedo es

un espejismo, una ilusión. Si realmente nos conectamos con nuestro propio corazón, si aprendemos a escuchar esa voz que resuena como una divina melodía dentro de nosotros mismos; si aprendemos a respirar en paz y a reservarnos esos espacios de calma y armonía que nos aporta la meditación; si podemos abrazar el silencio dentro nuestro y prestamos atención, la voz que oiremos es la voz de la vida, no la voz la muerte. La voz que vamos a escuchar es la voz del «Ser», no la del «no ser». La Tradición Sapiencial enseña que: «Cuando el hombre está en conexión consigo mismo, está en estado de presencia». Eso es lo que espanta a todos los miedos: la presencia. Si estás con presencia de espíritu, los miedos se evaporan como nubes de humo; e incluso, el gran miedo, que no es otro que la omniosa presencia de la muerte, te puede mirar y hasta te puede respetar. Porque pase lo que pase, y vayamos donde vayamos, no vamos a dejar de ser. El Ser fue, es y será siempre. No hay nada que temer, somos seres de luz. La vida es una escuela de aprendizaje, un curso más en el gran rio de la eternidad en el que vamos poco a poco aprendiendo a alcanzar la perfección en el arte de vivir.

Como decían los antiguos egipcios:

Que las plantas de tus pies caminen por el sendero de la verdad y la sabiduría y que te reencuentres contigo mismo; porque cuando lo hagas, te reencontrarás con con la vida y te reencontrarás con el universo.

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Catalina Simonet Vidal

Licenciada en Pedagogía y profesora de la Escuela de Sabiduría Práctica

Viaje a Itxlam Ideas para reflexionar...

E

n el año 1972 se publicó un libro inspirador e imprescindible para todo aquel buscador del conocimiento: Viaje a Itxlán. Lo escribió Carlos Castaneda con el propósito de transmitir las enseñanzas que don Juan, chamán yaqui le revela al propio autor. Mucho se ha elucubrado sobre la realidad o ficción de dicha historia. Más allá de si ocurrió o no en realidad, lo que si nos debe importar es la fuerza de sus reflexiones, ideas y planteamientos de la vida y de cómo vivirla… Este artículo pretende compartir de forma breve algunas de ellas que nos pueden orientar en el modo de enfocar nuestra vida y encontrar su sentido trascendente. Don Juan empieza por señalar que el mundo cotidiano no es real, sino que es una descripción mental que se nos inculca desde el nacimiento. Por eso, el universo es mental, y según la cosmovisión que tengamos, apreciaremos cada detalle de la vida de un modo u otro, dando una valoración y una explicación que imprimirá 34

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nuestro mundo psíquico y mental y repercutirá en la acción. Para don Juan, la realidad de nuestra vida diaria consiste en un fluir interminable de interpretaciones perceptuales que nosotros, como individuos que comparten una membrecía específica, hemos aprendido a realizar en común. Don Juan propone una descripción diferente del mundo con la dificultad que ello conlleva, pues para lograrlo tendremos que superar la subjetividad con la que solemos interpretar todo lo que nos ocurre. El primer paso para conquistar el poder de ser auténtico y no dejarnos influir por esa cosmovisión que nos han inculcado: «Sólo hay un modo de aprender: poniendo manos a la obra. No tiene caso nomás estar hablando del poder. Si quieres conocer lo que es el poder, y si quieres guardarlo, debes emprender todo por tu cuenta. El camino del conocimiento y el poder es muy difícil y muy largo».


PASOS PARA CONQUISTAR PODER INTERIOR BORRAR LA HISTORIA PERSONAL PARAR EL MUNDO

«No tengo historia personal, un dia descubrí que ya no me era necesaria y la dejé, igual que la bebida».

El primer paso necesario para ver y no solo mirar. Mirar no es ver al igual que pensar no es saber.

«Todos cuanto te conocen tienen una idea sobre ti y tú la alimentas con todo lo que haces».

Se refiere a estados de conciencia en los que la realidad se altera, porque el fluir de la interpretación se detiene. Para detenerlo hay que estar convencido, poner en duda la realidad de nuestros juicios sobre nosotros mismos y nuestra vida, sobre nuestro dogma.

No importa cómo lo hayan criado a uno. Lo que determina el modo en que hacemos cualquier cosa es el poder personal. Un ser humano no es más que la suma de su poder personal, y esa suma determina como vive y cómo muere.

No sólo se trata de parar el ritmo, y parar físicamente. Sería poner pausa en nuestra vida, detenernos y observarnos de forma neutra.

«Tu problema es que eres demasiado cierto, tus acciones son demasiado ciertas, tus humores son demasiado ciertos. Debes empezar a borrarte…» Solemos ser muy previsibles y demasiado apegados a nuestros estados de ánimo, a todo lo que nos preocupa, a la definición que tenemos de nosotros mismos, y todo ello nos limita e impide avanzar en esa búsqueda del conocimiento. EL MUNDO DE SOPHIA

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PERDER LA IMPORTANCIA «…te tomas demasiado en serio, te sientes de lo más importante, y eso te da pretexto para molestarte con todo. Eres tan importante que puedes marcharte así nomás las cosas no salen a tu modo… Sin duda con eso piensas que demuestras tener carácter. Eres débil y arrogante». «Mientras te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras, nada más te ves a ti mismo, ajeno a todo lo demás». La susceptibilidad y el orgullo suelen boicotearnos debido a lo mucho que nos importa lo que los demás opinen de nosotros, porque queremos tener razón siempre, y además, creemos tenerla. «Uno necesita el ánimo de un guerrero para cada uno de sus actos. De otro modo uno se enchueca y se afea. No hay poder en una vida que carece de ese ánimo. Mírate tú mismo. Todo te ofende y te inquieta. Chillas y te quejas y sientes que todo el mundo te hace bailar a su son. Eres una hoja a merced del viento. No hay poder en tu vida ¡Qué feo debe de sentirse eso!».

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LA MUERTE COMO CONSEJERA «Piensa ahora en tu muerte…está al alcance de tu brazo. Puede tocarte en cualquier momento, así que de veras no tienes tiempo para pensamientos y humores de cagada. Ninguno de nosotros tiene tiempo para eso». ¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando? Cada vez que estemos desesperados, angustiados, tan sólo consultando a la muerte, podremos relativizar las preocupaciones… Debemos volver a apreciar el gozo de simplemente estar vivos más allá de lo mental…


HACERSE RESPONSABLE «Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas». Solemos lamentarnos cuando las cosas no salen como nos gustaría y en parte olvidamos el hacernos responsables de nuestras acciones. Cada decisión grande o pequeña nos conduce a ser auténticos, asumir que nos puede salir mal y seguir adelante, sin lamentos ni traumas… Desde el poder no sobrevaloramos la personalidad porque sabemos que con sus reglas no hay poder y sí desconcierto y miedo, y duda, y debilidad…; desde el poder impregnado de amor, de fortaleza, de generosidad, de las virtudes, en fin, podemos tener otra cosmovisión y otra vida más valiosa y digna de ser vivida.

VOLVERSE CAZADOR «Un día descubrí que si quería ser un cazador digno de respetarme a mí mismo, tenía que cambiar mi forma de vivir. Me gustaba lamentarme y llorar mucho. Tenía buenas razones para sentirme víctima, soy indio y a los indios los tratan como a perros. Nada podía hacer yo para remediarlo, de modo que solo me quedaba mi dolor. Pero entonces mi buena suerte me salvó y alguien me enseñó a cazar, y me di cuenta de que la forma como vivía no valía la pena de vivirse… así que la cambié…» Es importante reconocer cuando tendemos a victimizarnos, y a sentirnos incapaces de tomar las riendas de nuestra vida. Sean cuales sean nuestras circunstancias, siempre podemos decidir la actitud con la que vamos a enfrentar las vicisitudes y todo lo que nos depare la vida.

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CÓMO CAZAR PODER

SER INACCESIBLE Significa tocar lo menos posible el mundo que nos rodea. Significa no estar hambriento ni desesperado, ni devorarlo todo con avidez. Preocuparse supone ponernos al alcance, y una vez así nos aferramos forzosamente, nos agotamos a nosotros y a las personas a las que nos apegamos. Un cazador usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales, o cosas, o poder. Un cazador tiene trato íntimo con el mundo y es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuando necesita quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.

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«Si en verdad sentía yo que mi espíritu estaba deformado, simplemente debía componerlo, purificarlo, hacerlo perfecto, porque en toda nuestra vida no había otra tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu era buscar la muerte, y eso era igual que no buscar nada, pues la muerte nos iba a alcanzar de cualquier manera». Buscar la perfección del espíritu del guerrero sería la única tarea digna de nuestra vida, la más útil y valiosa. Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo de un guerrero, de nada sirve estar triste y quejarse y sentirse justificado de hacerlo, creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, mucho menos a un guerrero. Nuestro lugar de caza de poder es este mundo, no hay manera de escapar al hacer de este mundo, por eso ese mundo se convierte en su campo de caza. He aquí las ideas más relevantes de este libro que propone ese viaje al interior de nosotros mismos con claves en lenguaje chamánico para poder abrir cada vez más nuestra conciencia y presencia en el arte de vivir. Todo un reto y una aventura apasionante…


Soul Disney Pixar Año: 2020

Una maravillosa historia de la mano de Pixar. Nunca fallan, siempre están a la altura de hacerte pasar un buen rato, de reírte, reflexionar e incluso emocionarte. La historia, de compleja narrativa, nos habla de los entresijos del «más allá» y sobre los propósitos que cada uno tiene, ha tenido o tendrá en la vida. No tiene desperdicio por su originalidad, su coherencia, por su reflexión y por el imprescindible mensaje que nos deja:

El mandaloriano Disney Director: Jon Favreau

Los fieles seguidores de la saga de Star Wars, no estábamos tan emocionados desde el estreno de El Retorno del jedi (salvando algunas escenas y momentos estelares de las tres películas sucesoras o predecesoras y obviando las tres últimas anodinas entregas). La saga del Mandaloriano, con sus dos trepidantes temporadas, vuelve a traernos el perfume original de la primera saga creada por George Lucas, y tras más de cuatro décadas desde el estreno de la primera entrega de la trilogía original, se constata que la fórmula de entonces sigue funcionando en la actualidad: estética, códigos de honor, personajes carismáticos, valores, tragedia; buen y justificado sentido del humor, argumento, enigmas, giros inesperados y originales, y la probatoria del héroe, es decir, éxito asegurado. Se agradece que una nueva generación de guionistas y directores hayan tomado por fin el relevo, y tanto Disney como Lucas les permitan trabajar. Este es el camino…

saborear la vida que tenemos o la que podríamos tener, sin dejar de prestarle atención incluso a los pequeños detalles que ésta nos regala a cada instante. Un entretenido viaje repleto de buenos y reflexivos momentos que te harán pasar un rato divertido, profundo e inolvidable.

«Desafiando la tierra salvaje»

Autora: Brené Browon Investigación tras investigación, libro tras libro, Brené Brown va profundizando en temas tan importantes como la vulnerabilidad, la empatía o el verdadero sentimiento de pertenencia. En «Desafiando la tierra salvaje» se adentra en este último tema, el de nuestra necesidad de pertenencia. Desafiar la tierra salvaje es desafiar todas nuestras creencias sobre el significado de pertenencia, atreverse a mirar todos los engaños y autoengaños en los que caemos con tal de sentirnos queridos e integrados y tener el coraje para «aventurarnos en las tierras salvajes de la inseguridad, la vulnerabilidad y las críticas». Como descubre la autora, la única persona que tiene que quererme y sostenerme soy yo mismo. «Un libro oportuno y necesario que desafía lo que pensamos sobre nosotros mismos y nuestra forma de relacionarnos con los demás.» EL MUNDO DE SOPHIA

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y el arte de curar

Cristina Gavilán

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L

a medicina fue una de las ciencias más desarrolladas en el mundo clásico. De no haber sido por la prohibición del saber clásico en los inicios de la Edad Media, no se habría interrumpido la tradición sapiencial que era transmitida de Médico a discípulo y tampoco se habría dado el divorcio entre el cuerpo y la psyche que se observa hoy en día en la medicina tradicional. Los médicos de la antigüedad llegaron a un conocimiento muy desarrollado en cuestiones de higiene, especialización médica, instrumental y farmacopea, pero sobre todo, eran muy conscientes de que el cuerpo y el alma estaban íntimamente ligados y que no podían ser desligados el uno del otro en términos de salud y armonía general. En la antigua ciudad de Roma, desde el año 291, un templo dedicado al patrón de los médicos grecolatinos llamado Esculapio, irradiaba su benefactora influencia sobre el pueblo romano. Su santuario se encontraba en la isla-hospital «Isola Tiberiana». Era un lugar único con una geografía insular en forma de barco. En uno de los muros de las ruinas aún se puede visualizar un relieve del dios con su atributo característico: la serpiente enroscada en un bastón. Una boca de manantial consagrada al dios se hallaba en medio de los escalones que llevan al presbiterio. Esculapio es considerado el padre de la estirpe de los médicos y su arte se dividía en dos elementos fundamentales: la sanación mediante la

incubatio, es decir, a través del sueño, en la que jugaba un papel importante el agua de los manantiales consagrados a los templos del dios. El enfermo era invitado a beber o lavarse con agua de ese manantial sagrado para poder recibir la curación del dios a través de los sueños en los que este inspiraba al paciente el tratamiento que debería seguir para recuperar la salud. Por otra parte, el arte o el saber de la medicina, la techné, transmitida por generaciones, desde Apolo a su hijo Esculapio, y a partir de entonces, de padre a hijo biológico o hijo adoptivo, que es en lo que se convertía el discípulo del Médico. Una de las inscripciones de lo que queda del templo reza (AESCV) LAPIO VEDIOVI IN INSVLA. Vediovis es el Júpiter del inframundo, una forma de Plutón, que en la tradición romana antigua representa a Apolo, que envía la enfermedad y también la curación (la imagen del dios fue llevada desde su santuario en Epidauro hasta Roma durante un brote de peste que asolaba la ciudad). Así, nos encontramos con elementos propios de la medicina: el mismo elemento que provoca la enfermedad también posee el poder de curarla. La misma serpiente de Asclepios representa esta característica presente en la farmacopea en diferentes ámbitos: de su propio veneno es extraído el antídoto para contrarrestarlo. En el antiguo Egipto, la diosa de la medicina Selkit es una divinidad cuyo atributo es el escorpión. El mismo veneno de escorpión que pica y asfixia es utilizado a su vez como antídoto en

1. Del griego archiatrós que significa proto-médico , médico original, de origen. El término alemán paramédico, Arzt, proviene de esta palabra (Sshwarz 2013:23)

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cantidades diluidas. Es el mismo principio que siguen las vacunas con las que son inyectados virus en pequeñas cantidades para estimular el sistema inmunológico que lucha contra ellos. La higiene era un aspecto fundamental para evitar la enfermedad y mantener la salud. Esto era algo que los griegos y romanos tenían muy claro. La hija de Asclpeios, Higeia, está asociada a la divinidad Salus, siempre en relación con el agua como elemento purificador por excelencia. Así, los romanos incorporaron en su panteón al patrón protector de la medicina, Aesculapius, y heredaron de los griegos el arte y la técnica de la medicina, la ampliaron y mejoraron. Las termas romanas tenían un papel

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fundamental dentro del contexto higiénico y lúdico. Se sabe que bajo el imperio de Adriano (117- 138 d.C.) el horario de apertura al público de las termas era la octava hora del día; mientras que antes, estaban reservadas a los enfermos a cuyo cuidado estaban los médicos. En el mundo romano, la medicina estaba dividida en tres aspectos básicos: la nutrición, la farmacopea y los tratamientos (cirugía, terapias con agua, etc.). Existían «especialistas» que se dedicaban a la ginecología, a las enfermedades de los ojos, dentistas, etc. En el juramento Hipocrático se halla un párrafo que hace alusión a los especialistas «No tallaré cálculos, sino que dejaré esto a los cirujanos especialistas».


Un amplio espectro de instrumental quirúrgico permite vislumbrar el nivel técnico al que llegaron estos médicos. Un ejemplo lo encontramos en las termas de la colonia Ulpia Traiana, donde fue encontrado instrumental para realizar operaciones. En época imperial, los médicos de origen griego tenían una gran aceptación en Roma, siendo Galeno de Pérgamo uno de los terapeutas más representativos. Nació en el año 129, hijo de un matemático y arquitecto. Sus observaciones médicas se centraron en las relaciones entre alma y cuerpo, dos entes inseparables, explicando que si la psique no se encuentra sana tampoco lo estará el cuerpo. Desarrolló el conocimiento de la anatomía interna para la realización de operaciones quirúrgicas y llegó a convertirse en médico del emperador Marco Aurelio. ¿Pero qué hay del populus romano? Si los emperadores tenían médicos personales (archiater¹ palatinus), también el pueblo recibía cuidados de médicos (archiater popularis). Existía una especie de sanidad pública que ponía a disposición del pueblo a médicos y especialistas de la salud. Estos médicos eran remunerados por el Estado y realizaban las consultas bien desde algunas tabernae o en sus «consultorios» privados. También las visitas domésticas estaban a la orden del día. Había médicos masculinos y femeninos. También se documentan tratamientos médicos en las termas romanas. Sabemos también que en algunas de las piscinas higiénicas eran añadidos distintos elementos para reforzar el efecto curativo del agua: sales, hierbas medicinales y aceites (Heinz 1993: 40). Los aceites y ungüentos formaban parte del ritual del baño tanto en las termas higiénicas como en las salutíferas. Esta tradición es heredada de Grecia que a su vez la recoge del antiguo Egipto (Heinz 1993: 21).

en nutrición y, sobre todo, en heridas de combate. Se sabe de la existencia de hospitales anexos a campamentos romanos, como el suizo de Vindonissa, capaz de albergar a unos tres cientos pacientes. Los campamentos romanos, valetudinaria, estaban equipados con las instalaciones higiénicas a imagen y semejanza de las ciudades: cocinas, baños, letrinas; conscientes de la importancia de la higiene cuando tantas personas conviven agrupadas. En el contexto del mundo militar se conoce la estrecha relación que había con las aguas salutíferas. Numerosos campamentos romanos se encontraban geográficamente cerca de surgencias de aguas mineromedicinales. Al igual que un ciudadano romano, los soldados acudían a tomarse baños salutíferos para mejorar su salud o curarse de enfermedades y heridas. Es significativo el culto a la Fortuna Balnearis, extendido entre el ejército romano. La diosa Fortuna representaba la abundancia y prosperidad en un amplio espectro de significados, por lo que hace alusión a la salud al igual que al éxito bélico.

El ejército romano también recibía los cuidados de médicos especializados en toda clase de enfermedades, así como EL MUNDO DE SOPHIA

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