El mundo de Sophia 58

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EL MUNDO DE SOPHIA

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Contenidos 3 Editorial 4 Hayao Miyazaki y el estudio Ghibli Gil Miró

10 El papelito azul

Laura Etcheverry

16 Por sorpresa... Rocío Romero

Redes sociales 19 Frases sobre el trabajo

20 Los mandalas en el hombre Fernando Celli

Sabiduría de oriente 24 Recordando a Alberto Cortez Javier Vilar

30 El valor de la humildad Borja Vilaseca

MIndfulness 34 El genio de Leonardo Mónica Gutierrez

39 Libros y películas MIndfulness 40 La imaginación creativa Mercedes de Ambrosio

EL MUNDO DE SOPHIA 2019 Nº 58 DIRECTOR: Javier Vilar JEFA DE REDACCIÓN: Elvira Rey REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN: Elvira Rey, Isabel Salvà, Nacho Vilar. Una publicación de Fundación Sophia c/ Jaime Ferrer, 3 Palma de Mallorca (Baleares) www.fundacionsophia.com / Tel: 971 72 15 55 editorial@fundacionsophia.com www.mundosophia.com D. L. PM-2099-98 2

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Editorial

Editorial

Pepa Vélez

Si

aún te gusta pisar los charcos, sentir la lluvia sobre tu cara o si no desprecias un día nublado, porque las aguas y el cielo se tiñen de plata... Si todavía te subes a los columpios o juegas en los parques con los niños... Si eres de los que cuando te descuidas, la noche se convierte en madrugada... Si eres de los que escribes retazos de versos en una servilleta o en papeles sueltos. Y cuando la musa te llama, acudes a su cita y te dejas raptar por la inspiración, porque ella te reclama... Si no temes salir al mundo luciendo tu mejor sonrisa y vestido solo con tu autenticidad... Si no temes al dolor ni al amor sabiendo que ese sufrimiento es el peaje por estar vivo y bebes la vida intensamente, a grandes sorbos; para poder disfrutar de pequeños instantes de felicidad... Si aún después de caer, encuentras siempre una fuerza desconocida para levantarte desde lo caído y vuelves a luchar, contra tus viejos enemigos, contra molinos o contra Goliat...

Si eres de los que aún haces locuras por amor y despreciando todas las cautelas te lanzas a lo desconocido y te atreves a mostrarte a otro ser, sin miedo a ser herido... Si aún después de muchos fracasos sigues creyendo en el amor verdadero y esperas que tu príncipe o princesa te rescate de la torre donde tú mismo te encierras... Si los versos de poetas y cantautores son a veces tu mejor compañía y como un mágico oráculo te otorgan las respuestas cuando más las necesitas... Si eres de los que en un mismo día eres capaz de reír y también de llorar. Si eres de los que aún tomas cafés y miras a los ojos para apresar el alma de cristal que encierran silenciosos... Si cuando te llega el momento de las ansias infinitas, sientes como si te fuera a estallar el pecho y querrías gritar o reír para desatar el torrente de emociones que te inunda dentro... Si hay días que no puedes seguir con los juguetes del mundo y necesitas evadirte y escaparte al mar, ver un atardecer, llenarte la pupila de verdes y azules o tumbarte en

silencio para ver salir las estrellas, una a una... Si aún te conmueve el arte, si te mueve el alma y se te caen las lágrimas cuando lo ves masacrar... Si piensas que es más grande el que ama, que el ser amado y sabes que tú como Cyrano, serías capaz de amar en silencio, con entrega absoluta, sin esperar lo mismo de los demás... Si a veces te embarga una nostalgia infinita, una melancolía atávica que no sabes de dónde viene... Si a veces te parece que naciste en el siglo equivocado y no acabas de sentirte cómodo en el traje de cordura que te obligan a poner... Si eres comprometido y tomaste la determinación de ser parte del cambio que necesita el mundo y luchas para mejorarte... Si sueñas y tus sueños te parecen más reales que este mundo de luces y sombras cambiantes... O si estás hoy aquí esperando una señal de la vida que te guíe hacia tu Ítaca. Que sepas que estás despertando, que tú como yo, estamos buscando respuestas con la mirada puesta en las estrellas... por si ellas nos escuchan... EL MUNDO DE SOPHIA

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Hayao Miyazaki y el Studio Ghibli Un lenguaje simbรณlico para el S. XXI

Gil Mirรณ 4

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H

oy más que nunca es imprescindible hablar de figuras como la de Hayao Miyazaki y su trabajo, pues más allá de ser considerado una leyenda viva por sus creaciones y éxitos cosechados, en nombre propio y del anime (dibujos animados japoneses), existe una historia humana y creativa, al margen de la aclamada figura pública, que es a mi juicio, inspiradora y de una necesaria actualidad. Una historia de tolerancia y adversidades, de decepciones y poesía, que se resume en transmitirnos un hermoso mensaje que aprender mientras trucos, palabras, personajes, emociones, luces o colores nos entretienen y le dan alas a nuestra imaginación para viajar a otros mundos, incluido el interior. Nuestro protagonista nace en Japón en enero de 1941 en plena II Guerra Mundial y a las puertas de la participación en ella de su país. Toda su infancia y juventud estarán estigmatizadas por las secuelas de la post-guerra, que irán desde el sentimiento colectivo de haber sido derrotados, pasando por las miserias o las hambrunas y terminando con la frustración de no entender porqué los dirigentes del país Nipón se embarcaron en una guerra innecesaria y sin sentido para ellos. Miyazaki siempre ha criticado y condenado esto y en cierta forma se ha hecho presente en muchas de sus películas a través de la figura de los adultos, personajes sin escrúpulos ni conciencia, rodeados siempre de destrucción, ambición y egoísmo. Trasladado a Kanuma a la edad de cinco años, donde su familia tenía su empresa familiar dirigida por su tío, «Miyazaki airplanes», su juventud, vinculada a los residuos de una guerra mundial, se contrabalanceará a esa gris y asfixiante realidad con su pasión hacia la literatura y los cómics, especialmente con los géneros de fantasía y ciencia ficción. Y esta temprana relación entre mangas y libros será la primera consecuencia destacable del posterior éxito de Hayao Miyazaki, es decir, su íntima relación con los clásicos, fuente de inspiración crucial para todo

creador, donde se halla gran parte del valioso legado de conocimiento, sabiduría, imaginación y valores humanos que gracias a grandes artistas, sabios y pensadores poseemos como un incalculable tesoro. La obra de Miyazaki esta repleta de referencias, guiños y perfume de los clásicos, como por ejemplo de: Saint Exupery, Ramayana, Viajes de Gulliver, La isla del tesoro, Julio Verne, Los cuentos de Andersen, Los hermanos Grimm, El libro de la selva, Alicia en el país maravillas, Mitología china, cuentos rusos y tibetanos, Ovidio, La odisea, Shakespeare, Dune, Hokusai, Millais, Moebius, Richard Corben, Kurosawa… De su relación con los clásicos entresacamos dos grandes virtudes en la obra de Miyakzaki, la primera está en su utilización como inspiración y trampolín para crear algo nuevo, brillante y genuino, que a su vez formará parte del elenco de obras inmortales a las que tanto ha querido. La segunda está en la utilización de los valores que contienen los clásicos que aunque se alejan de las sociedades del mundo moderno, Miyazaki rescata una y otra vez para reactualizarlos y darles protagonismo entre las nuevas generaciones. Me refiero a valores como la amistad, la compasión, la cooperación, los actos heroicos, el sacrificio, el respeto a la vida y a la naturaleza…

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Su vida profesional inicial es bastante turbulenta ya que no acaba de encontrar su lugar ni la libertad para hacer el trabajo que está predestinado a crear. Tanto en la Toei Doga, donde es iniciado y aprende el oficio, como en la TMS o en Nippon Animation, donde dirige su única serie de anime, Conan, el niño del futuro, no está del todo a gusto, y si hablamos de su paso por la A-pro, la situación se vuelve crítica. Toda esa presión desaparece cuando fundan el Estudio Ghibli, cuyo nombre está inspirado en un viento sahariano que puede llegar a velocidad de huracán. Y ese fue el espíritu, un huracán que creará una revolución conceptual, ontológica y creativa que dará una nueva dimensión al anime. El inicio de los primeros dibujos animados de la historia fue toda una épica aventura técnica y creativa, desde la primera aproximación de Emile Reynaud con el praxinoscopio y sus «pantomimas luminosas», hasta llegar al comienzo de todo con el cinematógrafo de los hermanos Lumière y las primeras animaciones históricas: Fantasmagorie de Émile Cohl (1908), y Gertie el dinosaurio de Winsor McKay (1914), padre y madre de todo el universo animado que vendrá después. Miyazaki hereda en cierta forma todo ese espíritu aventurero de los primeros animadores, creadores de una nueva manera de contarnos historias a través de ideas y emociones hechas dibujos en 6

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movimiento. Junto a su inseparable amigo Isao Takahata y Toshio Suzuki, al fundar el Estudio Ghibli, lo hacen bajo ese espíritu, consiguiendo un impulso y una impronta para el anime, parecidos al del espíritu inicial de su homologo norteamericano, Walt Disney, uno de los grandes referentes para todo el universo de la animación. Un Disney que en su momento revolucionó y le dio alas al sector, lejos de la realidad industrial, comercial y estereotipada que vive hoy su compañía, como si de un sueño roto se tratase. Miyazaki inicia el estudio Ghibli de la misma manera y parte con la ventaja de haber vivido la «industrialización comercial» del anime trabajando para la todopoderosa Toei Doga, la «Disney japonesa post-Walt». Esto hará que su trabajo nunca esté supeditado al aspecto comercial, sino a contar historias que transmitan un mensaje útil y hermoso, aunque sea triste o nos enoje, y aunque estén al borde de la quiebra, como sucedió en varias ocasiones. Su divorcio con una de sus fuentes de inspiración, el Manga no Kamisama (dios del manga) Osamu Tezuka, influye también en su trabajo a la hora de no caer en los dos grandes defectos para él, de Mushi Productions y su creador: primero la producción en cadena de dibujos, limitando la


calidad, expresión y movimientos de éstos (pasa de los doce fotogramas por segundo impuestos por la Blancanieves de Disney a dos o tres), y segundo, rompe la influencia y vasallaje hacia el arte de Disney que Osamu tenía (Astro Boy – Kimba), para crear algo nuevo, incluso mejor, y dejar de vivir a su sombra (paradójico pensar que será posteriormente la Disney quién imite a Osamu, plagiando la historia de su león Kimba para crear el Rey león).

Tras Mononoke, llega el Oscar por El viaje de Chihiro y la incesante fama con hermosos proyectos hasta la retirada de Miyazaki en 2014, consecuencia del cierre del estudio (en 2017 se reabre y se espera una última película de Miyazaki para el 2021). Occidente ya conocía el anime. Katsuhiro Otomo fue el primero en conquistarlo con Akira, siguiéndole Mamoru Oshii con la increíble Ghost in the Shell y posteriormente Satoshi Kon con su escalofriante Perfect Blue. Pero Miyazaki marca una notable diferencia de taquilla y éxito. Y la pregunta es ¿por qué?... Las claves del brillante trabajo de Miyazaki son muchas. Podemos destacar tres de ellas, imprescindibles para entenderle a él y a su trabajo. En primer lugar, Hayao entiende que vive una época de pobreza espiritual, sin embargo el esfuerzo común parece centrarse en la pobreza material que se inicia con un Japón derrotado y empobrecido durante la postguerra y que se contagia de la cultura del bienestar y el «tener» occidentales. Por ello quiere hacer conscientes a las nuevas

En segundo lugar destacar la importancia que da en todo momento a la identidad de los personajes, a su psicología individual y colectiva dentro del contexto de cada historia. Propone mostrarle a las nuevas generaciones el gran potencial que existe en su interior, el cual, nunca debe ser corrompido, pues las acciones fruto de ese potencial pueden cambiar el curso de la historia y solucionar los problemas que azotan al mundo y a uno mismo. Establece siempre tres roles muy definidos: los niños y jóvenes como portadores de la esperanza y del cambio, los adultos como portadores de los defectos del mundo actual, y los ancianos como sabios y custodios de la tradición. Enmarca al personaje heroico entre dos mundos, uno inmanente y otro trascendente. En el inmanente está la búsqueda de uno mismo, la superación personal, el crecimiento, búsqueda y lucha por los ideales, la convivencia y la compasión. En el plano trascendente estaría el contacto con lo sagrado y lo mágico, con la historia, la tradición y el nexo de unión con las creencias ancestrales que nos definen como seres humanos.

hacer conscientes a las nuevas generaciones de los problemas que les rodean y hacerles criticos ante ellos

El estudio Ghibli tiene un comienzo modesto, y va creciendo película a película. Pero será La princesa Mononoke la que dé el salto a occidente y lo conquiste, gracias a la inestimable ayuda de Miramax (en posesión de Disney), y a pesar de todos los conflictos vividos, sobretodo por el deseo de Dreamworks de adaptar y amoldar el trabajo de Miyazaki a los estereotipos occidentales, algo que no consiguieron.

generaciones de los problemas que les rodean y hacerles críticos ante ellos para poder solucionarlos: la destrucción y contaminación de la naturaleza; una sociedad mercantil y tecnológica que adormece e impide tomar conciencia y responsabilizarse del bien individual y colectivo; la ambición, la búsqueda de poder o la supremacía; las malas acciones que afectan a la convivencia y al conjunto de la sociedad; o el desinterés por las tradiciones y las raíces culturales, son algunos de los problemas que señala y que mantiene muy presentes en su obra.

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Uno de los sellos psicológicos y genuinos de Miyasaki está en que el reto de sus héroes no radica en destruir al enemigo sino en entenderlo, aceptarlo e integrarlo. Su personaje heroico suele habitar con dos realidades que debe armonizar. Por ello, Miyasaki cree que esta manera de enfrentarse al mundo y sus adversidades es más propia del género femenino, por eso ellas son sus perfectas y aclamadas protagonistas. Y por último, cabe destacar la importancia que le da a la tradición y a la cultura tradicional, en su caso destacando la japonesa. Expresa esto como un sello de identidad del individuo y de sus raíces, conformando unos valores necesarios e intrínsecos para el desarrollo tanto del individuo como de la sociedad. Su obra está plagada de shintoismo, de zen y de distintos elementos animistas que nos acercan a las tradiciones como fuente de formación e inspiración para avanzar hacia un futuro mejor. Hayao Miyazaki utilizando sus historias bajo los mismos principios filosóficos del «cuento maravilloso» o del «monomito» de J. Campbell, ha sido capaz de conquistarnos dejándonos un legado lleno 8

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de arte, belleza e imaginación, a la vez que un mensaje crítico y esperanzador, repleto de símbolos sobre el poder que sustentan las nuevas generaciones para ejercer su derecho y su privilegio en provocar un cambio global que construya un mundo mejor.


2001

El castillo ambulante

¿2021?

2013

El viaje de Chihiro

La princesa Mononoke

2008

Porco Rosso

2004

Nicky, la aprendiz de bruja

Mi vecino Totoro

1997

El castillo en el cielo

1992

1989

Nausicaa del valle del viento

1988

1986

pre-Ghibli 1984

Filmografía Ghibli de Hayao miyazaki:

Ponyo en el acantilado

75TH ACADEMY AWARDS 2003 EL VIAJE DE CHIHIRO SPIRITED AWAY

87TH ACADEMY AWARDS 2014 PREMIO HONORIFICO HAYAO MIYAZAKI El viento se levanta

¿cómo vives?

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Laura Etcheverry

El papelito azul 10

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F

ue una mañana de otoño cuando Fernando conoció al hipopótamo. Hundía sus patas en su corazón de niño sin que nadie lo viera, y le dejaba ahí, en el centro del pequeño pecho, un despilfarro de miedos, fríos y oscuridades. Su madre traía un tazón con leche humeante y unas tostadas crujientes en las que la manteca se derretía como un río espeso. Los días anteriores habían sido extraños. Gente que entraba y salía, la habitación de su papá cerrada, miradas que huían cuando él trataba de encontrarlas. Ahora un silencio transparente llenaba la casa y el sol abarcaba su cuarto como un arco iris amarillo. – Tu papá se fue de este mundo. No sé a dónde, eso es un misterio como los cuentos que te leía, pero dijo que esto alcanzaría para que no dejaran de estar juntos... Fernando sintió que la inocente cuchara perforaba su mundo de seis años y le cavaba un vacío que no había sentido nunca, ni siquiera al ver las escenas en las que Bambi se perdía en el bosque y él lloraba, y su padre le acariciaba la cabeza y en esa mano de su padre se abrían como un abanico todos los senderos para que Bambi supiera regresar. Pero su madre parecía tranquila y él confiaba en su madre, aunque el hipopótamo no dejaba de apretarle el corazón y hacía lo imposible para que no le creyera: –Tómalo... El papelito azul apareció en su mano, como un velero en medio de un mar blanco. La letra inconfundible de su padre había dejado una sola frase: «Siempre estaré allí donde me busques». Fernando lo dobló en dos. Pensó en hacerlo casi invisible para que nunca se perdiera ni se lo arrebatara la luz ni el silencio, muchísimo menos el desalmado hipopótamo, pero no quiso que las letras se estrujaran hasta borronearse. Entonces su pánico lo llevó al otro extremo: enmarcarlo, protegerlo... pero ¿dónde?... Su mamá tenía una lágrima también huérfana que recorría el cauce de

su mejilla con amorosa lentitud...: – Dentro de ti... Ahí debes dejarlo... Nadie podrá con él si lo guardas ahí...

Pasó el otoño, y a Fernando le costó entender que el invierno volviera a vestir el paisaje de copos blancos, si su papá no estaba para verlos. Le parecía un invierno por error, como si los planetas se equivocaran. A su papá le fascinaba la nieve, esa lluvia silenciosa que amontonaba blancura hasta encandilar. Al instante recordó a su padre en el mar, libre como el viento en la cresta de las olas, salpicados de sal y espuma sus ojos verdes. Y pensó que en cada etapa que se sucediera se sentiría igual. Hubiese preferido un otoño eterno, que las estaciones no rotaran más. Entonces salió al parque y enterró sus botas en la alfombra esponjosa. El hipopótamo se reía con paciencia socarrona. La cachetada del frío le dio de lleno en la nariz, subió su bufanda, se acomodó los guantes y corrió. Una montaña de nieve tomó forma como arcilla deslumbrante entre sus dedos y al rato un muñeco desprolijo se elevó sobre el suelo. Tenía un gesto desolado y la sonrisa era una línea recta. Pero se levantaba bajo los nubarrones como un monumento a la esperanza. Y eso, al hipopótamo, no le gustó. No le gustó nada y le debilitó la fuerza de sus patas por un buen rato.

Para regocijo del hipopótamo de ojos saltones nacidos para entristecer, el almanaque marcó el mes del cumpleaños de su padre. Su madre arrancaba las hojas del calendario y a Fernando le parecía que se avecinaba la hora del jarabe, que se desplomaba el edificio que había armado con sus ladrillitos de colores. Un ladrillito, dos, tres... Había visto en la alacena el EL MUNDO DE SOPHIA

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paquete de azúcar negro y el de café suave con el que su madre le horneaba su torta en esa fecha. Ese sabor celebrado era una amenaza para su triste paladar. Le temía al indefenso plato como si fuera un tiburón que rodeaba su balsa de papel. Pero pensó qué hubiese deseado su padre, y su voz atragantada se hinchó de coraje: —Mamá, quiero que mañana hagas la torta de café. A la mañana siguiente lo despertó el olor que brotaba del horno como una oleada de abrazos. La torta se enfriaba sobre la mesada y desayunó haciéndose el distraído. A la hora de la merienda, su madre la cortó en porciones cuadradas, como antes, y le sirvió una en uno de los platitos con bordes rojos y dorados. Fernando tomó la cuchara con temor y la hundió en la esponja húmeda de la masa. La cuchara atravesó la capa de dulce de leche y se detuvo en la zona amarronada del café. El olor a los granos molidos se adelantaba, y su corazón latía con fuerza. Tuvo a su padre en las papilas. Volvió a verlo. Sintió en la boca la sal aguada de sus lágrimas y pidió permiso para ir a su cuarto. El hipopótamo celebró su triunfo con una carcajada sorda, mientras probaba un resto de cobertura. Pero Fernando también quiso un regalo para su papá. Buscó las mejores fotos de ambos y las pegó sobre una cartulina. Les agregó dibujos, colores, papelitos trozados, mariposas, peces, un sol inusitado, y colgó la lámina en la pared. A diferencia de su madre no encendió ninguna vela, porque pensó que su padre y él, de por sí, eran pura luz. Buscó un ramito de violetas en el parque y las colocó debajo de la gran obra. El hipopótamo se restregó los ojos encandilado por tanta claridad que el sol atravesaba en diagonal. Pero como era malo de pura maldad, lo calló bien callado y esperó otra vez un momento oportuno para volver a afirmarle sus patas frías hasta dejarlo sin aire.

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La planta verde y regordeta había sido atravesada por unas hileras de enredaderas amigas que le abrazaban los tallos resistentes a las heladas. Antes, los jazmines aparecían de repente, como si unas golondrinas blancas hubiesen llegado en bandada e hicieran sus nidos al cobijo del verdor de las hojas. Entonces, con su padre se acercaban guiados por el perfume y los contaban. Los pétalos parecían de terciopelo y el aroma era de otro planeta. Su padre solía decirle que había que detenerse en la belleza de las pequeñas maravillas, porque Dios nos volvía humildes frente a la naturaleza. Pero después los jazmines se marchitaban. Y de la mano de su padre, bajo el alero de su mirada mansa, le daba pena que los pétalos se ajaran heridos, se rindieran, y la planta volviera a ser una mata verde sin nidos. Pero su padre le decía que al año siguiente volverían, y en todo ese tiempo él tenía a su padre para recordar la belleza sin necesidad de los jazmines. Eso lo sabía perfectamente el hipopótamo, y aprovechaba la situación para recordárselo en los oídos del pensamiento. Ahora su gran desafío era esperar al año siguiente, al día siguiente, a la semana siguiente, para reestructurar siempre su propio tallo y recuperar el perfume de su sonrisa, porque eso amaba su padre como nada en el mundo. Y ante esa reflexión, la fuerza del hipopótamo tambaleó.

Cuando empezaron las clases, las agujas del reloj iniciaron una carrera enloquecida. Fernando se olvidaba de su papá en medio de sus obligaciones, y sucedían cosas raras. Al principio no les dio importancia, pero después empezó a atar cabos y a notar en ellas algo extraño. No se las contó a nadie,


Sie

don

de

hasta que una tarde de domingo, cuando mordían los recuerdos, las vio a todas en una especie de pantalla de cine en su cabeza, y se las contó a su mamá. Le contó que el día en que buscaba la caja con los ladrillitos de colores y ya se iba al colegio con la idea de que los había extraviado, fue a su cuarto a buscar la mochila y la vio en el espejo que reflejaba uno de los rincones. Que otro día también salía con prisa, abrió el placard en busca de unas botas rojas que hacía tiempo no usaba, y apenas abrió la puerta, aparecieron ante sus ojos. Que una mañana, cuando su mamá estaba a punto de despertarlo para salir de campamento, en su sueño sonaron las campanadas de la Iglesia que se oían en la montaña cuando salían de pic-nic con su papá, y no hizo falta que su madre lo sacara del sueño. Que el número 3, el preferido de su padre y él, aparecía siempre que miraba la hora, a veces combinado con el día de su cumpleaños, que para su padre era el gran número sagrado. Que su mejor

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amigo, Juan, llegó un día asombrado a contarle que un señor que trabajaba en su casa en los arreglos del tejado, le había dado un caramelo de los que siempre tenía su padre para repartirles, que no se conseguían en la zona. Y el señor se había ido contento, saludándolo con la mano levantada hacia el sol. Que una noche vio a su padre en un sueño susurrándole que se abrigara, y al instante se despertó y estaba congelado, porque las mantas se habían enroscado lejos de su cuerpo. Y se tapó con pura felicidad y siguió durmiendo.

Su padre le había regalado una colección de cuentos con canciones que sonaban a medida que los leía. Todas las noches y durante los domingos lluviosos, corría a buscarlos y los apilaba a su lado, para

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que él lo guiara. Le parecía que su padre disfrutaba más de esos momentos que él mismo. Le espiaba los gestos por el rabillo del ojo y le descubría la expresión de quien escuchaba la mejor melodía del universo. Pero Fernando hacía como que no se daba cuenta. Ahora dudaba en acercarse a esas historias cantadas. Dudaba porque esos sonidos le iban a hacer daño, le iban a arañar su corazón de súper niño valiente y sin el agregado de la voz y el abrazo de su padre, esa música se transformaría al instante en el hipopótamo negro que le aplastaría el pecho. Recordó las herencias descomunales que los reyes dejaban a los príncipes en los cuentos y pensó que su padre había sido, como siempre, más inteligente. Se había quedado él en las cosas, en los sonidos, en los cinco sentidos que se contaban con los cinco dedos, para no abandonarlo jamás. Y supo que él tenía que estar a su altura, tenía que hacerse cargo de eso. Esperó a que fuera domingo y lloviera, y cargó con el galeón hasta el sillón. Abrió el primer tomo y cerró los ojos para que la música le llenara sus oídos bien llenitos. Después vio las imágenes tantas veces vistas. Se le removió el corazón como la tierra sembrada cuando cae la lluvia…, sintió el dolor, pero resistió dos cuentos seguidos. Pensó que por un domingo lluvioso estaba bien y que con el tiempo ese sonido tendría cada vez menos ausencia y más compañía. Su padre le decía que él era un niño fuerte y bueno, y aunque él pensaba que el fuerte y bueno era su padre, ahora él era la síntesis de los dos.

Era raro acercarse a las cosas de su padre, pero no quiso que las quitaran de allí. Por la mañana, cuando el sol dibujaba figuras en la chimenea o se encendía con amor la lámpara que iluminaba el rectángulo donde su padre escribía, le gustaba hacer los deberes ahí. En cada detalle vivía su padre y eso lo llenaba de energía. Veía el señalador con la forma de un caballero 14

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sobre un caballo delgadísimo que sobresalía en su libro preferido. De fondo negro y con hilos de oro, ese hombre con espada, parecía esperar a su padre para continuar el viaje quién sabe por qué llanuras. Y parecía dispuesto a esperarlo por todo lo que durara la eternidad. El mismo caballero aparecía en relieve en la agenda de cuero marrón que su padre usaba para las anotaciones importantes, él siempre decía que para anotar sus sueños. Su mamá había retirado junto a los anteojos el bloc de hojas y lo había reemplazado por uno intacto y Fernando pensó que empezaría a anotar sus propios sueños en él. En la butaca frente a la computadora con el monitor gigantesco, su madre había puesto un mullido almohadón, para que él llegara al teclado. Su madre acostumbraba a hacer esas cosas sin decir nada. Ahí su padre escribía durante horas o escuchaba música con una sonrisa aniñada. También veía muchos videos de entrevistas a grandes escritores, se zambullía en ellas como él en la pileta en pleno verano y se olvidaba de relojes y cansancios. Se le iluminaban los ojos, suspiraba cada tanto, y parecía contemplar paisajes que él no veía. En el mueble con fotografías y recuerdos de viajes estaba la colección de libros más fascinante que hubiera visto jamás: rojos, naranjas, azules, con los títulos en letras labradas y que ahora eran para él la colección del cielo. «Al principio, cuando era muy joven, compraba uno por mes. Así completé la colección de los más bonitos». Esa frase, «los más bonitos», se había quedado atada a su memoria como un prendedor de ternura. Cuando fuera grande los leería uno por uno. En otro estante estaban el termo y el mate que su padre utilizaba en su escritorio. Cuando él jugaba cerca, solía darle uno cuando ya estaba suave y la yerba lavaba el amor sin ardores. El termo era blanco y tenía unos dibujitos rojos y negros; su mamá decía que simbolizaban la suerte. Y él pensó que sí, porque era una suerte su padre y ahora el termo de su padre y todo lo que lo acompañaría para siempre. Porque sin la certeza de su presencia, él


no podría estar mirando al caballero de la espada con alegría. Se daba cuenta de que algún truco le había buscado su padre a su ausencia, y él confiaba en su padre. Su padre en la locomotora del tren del fin del mundo, su padre en la montaña. La mirada parecía fugarse de las fotos para volver a verse. Él hubiese jurado que su padre lo miraba y eso le cosía sin agujas el corazón. El lapicero, los clips, la caramelera repleta, su película preferida que era la historia de un cartero en una isla donde había tenido que refugiarse un poeta del que su padre tenía todos los libros; el diccionario con anotaciones al margen, el sillón de lectura con las lámparas que apuntaban a las páginas que su padre desplegaba como un mapa. «Los cuentos deben iluminarse mucho vistos desde ahí», pensó. Vio las dos fotos de paisajes preferidas de su padre, una de un bosque entre glaciares, otra de un atardecer en un puente donde el último rayo de sol caía sobre un hombre distraído que nunca se enteró de la foto. Pensó en ampliarlas y ponerlas en la pared azul. Lo hablaría con su madre. Y de paso le pediría que le guardara la cámara fotográfica de su padre hasta que fuera grande para capturar momentos dentro, en un acto de magia majestuoso; y también el juego de ajedrez que su padre atesoraba en lo alto del desván, regalo de su abuelo; y la mochila de cuero que cruzada como bandolera usaba cuando viajaban. Un día él viajaría aferrado a ella y el trayecto sería más bello, el vuelo más seguro, el mar más calmo y más celeste.

los ojos y en el eco de su propia voz lo escuchaba. No tenía que esforzarse en recordar su mirada en las fotos, porque lo cargaba en sus ojos de acá para allá, en un recorrido inquieto del día y del mundo como a su padre le gustaba, como le había enseñado a mirar. Incluso miraban juntos lo que no se veía. Cuando oía las canciones compartidas, las tarareaba como para acercárselas al aire y sentía que su papá tarareaba con él. Y cuando en la librería descubría historias, pensaba que a su padre también le gustarían. Y así llenó de libros nuevos la biblioteca hasta que rebalsó y pareció estallar de letras que renacían cada vez que las buscaba y las colocaba ante la linterna de sus ojos y ante el faro invisible de su padre. Usó sus cosas y las de su padre y a éstas últimas las hizo suyas sin que dejaran de ser de él, uniendo sus sueños a los nuevos que le nacían a su niñez floreciente. Y un día leyó «estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato» entre los poemas preferidos de su padre. Y cuando creció, el diccionario de sinónimos de su padre le arrojó siempre un salvavidas de palabras. Y la torta de café le supo doblemente exquisita sin ningún lagrimón. Y los aguaceros parecían palabras de su padre. Y se sintió invencible. Y exterminó al hipopótamo. Y dejó de temer desesperadamente que se perdiera el papelito azul.

Y llegó un día en el que Fernando se levantó con la sonrisa de antes. Cuando quería un abrazo mañanero de su padre, lo imaginaba y al instante sentía su olorcito inconfundible, con esas poleras gruesas de algodón blanco perfumado con que lo despertaba, y se sentía en un refugio donde había calor en invierno y frescura en verano. Cuando quería hablarle frente a frente de algo importante, cerraba EL MUNDO DE SOPHIA

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Por s o r p r e s a... Rocío Romero

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A

quella fría mañana de Reyes desperté y lo primero que vi fue el rostro de mi madre mirándome con gesto preocupado: —¿Rocío? ¿Rocío?… ¿Estás bien? —Sí mamá, dormía. —contesté con voz cansada. —¿Cómo has llegado a mi cama? —No lo sé… —conteste confundida—. En la mía no conseguía entrar en calor. Anoche hizo tanto frío en la cabalgata de Reyes… Aunque yo no era consciente, mis respuestas eran lentas y torpes. Atribuía al frío de la noche haber estado tiritando de un modo inusual. Ante este panorama mi madre me dijo: —Rocío, no vuelvas a dormirte que nos vamos al hospital. Y así fue como la epilepsia se presentó en mi vida por sorpresa con diez y nueve años, en una madrugada mágica mientras los niños viven la ilusión de los regalos.

Una vez en el hospital, un médico joven con la camiseta de los Ramones me dio la noticia. Yo le escuchaba como si no hablara de mí y no tenía ni idea de lo que cambiaría mi vida a partir de ese momento. En el hospital fueron muy claros conmigo dándome una serie de pautas que debía cumplir: no beber, no fumar, no trasnochar, no alterarme, no conducir, no olvidarme de mi medicación, no, no, no... Cuando mi amiga Sonia vino al hospital a hacerme compañía nos miramos fijamente y nos leímos el pensamiento «esto iba a hacer imposible volver a tener vida social». Sinceramente, fue ahí cuando empecé a asustarme y a preguntarme cómo de grave era lo que me pasaba, mucho más cuando ni si quiera recordaba lo que me pasó la noche anterior. Mis temores me hicieron depender como nunca de los demás, pues no quería encontrarme sola por lo que pudiera pasarme. «¿Olga, me acompañas a clase?», empecé a preguntar

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con frecuencia a mi hermana. «Mamá ¿puedo dormir contigo una noche más?». «¿Me acompañas a casa de mi amiga?, ella estará allí y no quiero ir sola».

Esto no me libraba de momentos en que no me encontraba bien, pero ya no me paralizaba como antes y comencé a planear mi futuro con nuevas aventuras.

Esta enfermedad había roto todos los esquemas de mi vida, y mi creciente susceptibilidad me hacía pensar que era un estorbo para mis amigos y familiares que se encontraban en la situación de acompañarme siempre a casa. Me invadía el miedo a quedarme sola, me sentía impotente y me odiaba a mí misma por ello; en algunos momentos de debilidad hasta me enfadé con la vida por la situación en que me había puesto. Cada vez pasaba más tiempo en casa y sentía una apretujada protección por parte de mi familia que no sabía si me ayudaba o me limitaba más.

Poco a poco dejé de alimentar mis miedos e inseguridades y descubrí una herramienta que no me la daba ni mi médico ni mi medicación: vivir aceptando lo que no podía evitar y tomando las riendas de mi vida.

Las catorce pastillas que tomaba diariamente, con sus efectos adversos, aumentaban más mi tristeza y confusión: vómitos, mareos, pérdida de equilibrio, pérdida de memoria, cambios de peso y de humor, somnolencia, pérdidas de visión… Por si esto fuera poco, los medicamentos no lograban controlar las crisis epilépticas, por lo que los médicos me modificaban continuamente el tratamiento con el fin de dar con el más adecuado. Cuando me iba encontrando mejor, opté a algunos trabajos que poco después me denegaban por miedo a que abusara de la baja laboral. Parecía que nada colaboraba para que pudiera superar mis difíciles circunstancias. Después de casi siete años conviviendo con la enfermedad, llegué a aceptarla como parte de mí, como mi eterna compañera. Empecé a salir más con mis amigos e incluso no tenía reparos en tomar la medicación delante de otras personas.

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De forma progresiva dejé las catorce pastillas hasta tomar solo cuatro, y había experimentado una considerable mejoría según los médicos de España como los de Holanda, país donde he vivido cuatro años. He hecho realidad muchos de mis sueños: me inicié en el mundo del teatro, visité muchos museos, festivales de danza, aprendí a montar en bici; fui capaz de desenvolverme en otro país con otra cultura y otro idioma; adquirí experiencia profesional… Y sobre todo conocí gente maravillosa, entre ellas la persona con la que comparto mi camino en la vida. Ahora soy capaz de ver el lado bueno de todas las cosas; aprendo técnicas de meditación y mindfulness de mis maestros, porque creo que es absolutamente necesario que el miedo y la inseguridad no dirijan mi propia vida. Hasta tal punto esto es real, que puedo decir que estoy hasta agradecida a la epilepsia porque me ha encaminado a estar rodeada de personas que me quieren y me hacen feliz; que me están enseñando a ser fuerte y valiente y a sentir que la vida es maravillosa si se vive plenamente. Creo absolutamente que la fuerza de nuestro ser es más poderosa que las circunstancias adversas que nos toque vivir, porque en nosotros está el cambio a una vida mejor.


El trabajo No es importante lo que uno hace, sino cómo lo hace, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos. Cada trabajo es importante, y lo que yo hago, no lo puedes hacer tú, de la misma manera que yo no puedo hacer lo que tú haces. Pero cada uno de nosotros hace lo que Dios le encomendó. Elige un trabajo que ames y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida. Confucio

El único modo de hacer un gran trabajo es amar lo que haces. Si aún no lo has encontrado, sigue buscando. No te conformes. Como en todo lo que es propio del corazón, lo sabrás cuando lo encuentres. Steve Jobs

El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento. Víctor Pauchet.

Madre Teresa de Calcuta

El trabajo en equipo es el secreto que hace que la gente común logre resultados poco comunes. Ifeanyi Onuoha Trabajar con amor es construir una casa con cariño, como si vuestro ser amado fuera a habitar en esa casa. Khalil Gibran

El estrés y la ansiedad suelen ser producto de un exceso de ambición y de unas expectativas demasiado altas. Dalai Lama. EL MUNDO DE SOPHIA

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LOS MANDALAS EN EL HOMBRE Segunda parte

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Fernando Celli


«El Mandala es el paradigma de la evolución y la involución cósmica en su retorno al centro del universo; pero simboliza también el refluir de la experiencia de la psiquis en busca de la unidad de consciencia para descubrir el principio ideal de las cosas. No es solamente un cosmograma sino también un psicograma, el esquema de la desintegración del uno en lo multiple y la reintegración de lo múltiple en el uno, en la consciencia absoluta, entera y luminosa, que tendría que brillar en lo profundo de nuestro ser»

E

n el día a día del transcurso de la vida cotidiana, somos impulsados a actuar, a tomar decisiones, a solventar problemas, imprevistos, a asumir responsabilidades que activan nuestro «modo hacer». Múltiples tareas que la mayor parte de las veces nos desestabilizan, nos desequilibran y nos descentran se manifiestan en cansancio, críticas a medio mundo, sentimientos de agobio y pensamientos que se expresan en nuestro cuerpo como dolor o enfermedad. Esta cascada de síntomas denotan que nos hemos alejado de la fuente, del centro, del ser. Hasta cierto punto es inevitable que esto ocurra, pues vivir es estar en la acción, tal y como dice un viejo texto de sabiduría hindú: «Nadie puede permanecer inactivo, pues las leyes naturales le obligan constantemente a la

C.G.Jung actividad corporal, mental o de ambas…»¹ cabría preguntarse ¿hay alguna técnica, práctica o actividad que nos vuelva a reconectar con nosotros mismos, que permita renovarnos completamente y con la cuál podamos encontrar esa paz y armonía interior que tanto buscamos, esa fuente inagotable de energía, motivación y alegría para no desfallecer en el intento? La respuesta es un gran «¡Si!, por supuesto». Yo, por fortuna, conozco muchas y curiosamente, todas estas prácticas siguen un mismo patrón, un mismo arquetipo, el mandala, esa forma geométrica, ancestral y artística a la vez, que esta fuera, en el universo, en la naturaleza y al mismo tiempo de nosotros mismos. Como han enseñado siempre los maestros y fundadores de todos los sistemas

¹ Bhagavad Guita EL MUNDO DE SOPHIA

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filosóficos y místicos de la larga cadena de tradición espiritual de la humanidad, buscar el centro es conectar con nuestro ser esencial, volver a beber de la fuente de eterna juventud, emprender el camino de regreso a Ítaca, como el mítico héroe Ulises, para que desde ese ser podamos pensar, sentir y actuar con presencia y plenitud, como un individuo=indiviso=no dividido. Te propongo que vayamos poniendo en práctica lo que hemos reflexionado y, como si pintáramos un mandala, hagamos ese recorrido laberíntico hasta llegar al centro, reuniendo las partes de un todo, viendo por qué estos símbolos tan antiguos nos pueden ayudar a este proceso de reintegración y de unidad con nosotros mismos. Relájate y elige ahora el color más hermoso que puedas para tus emociones. Selecciona el papel en blanco de tu mente sin prejuicios ni ideas preconcebidas e imagínate por un instante el mandala más impresionante que te gustaría pintar y desde ese centro o idea que hemos vislumbrado, desgranemos esta mágica herramienta. En la primera parte de este artículo hablamos de lo difícil que era definir un mandala, dada su compleja y metafísica composición, sumado a que un símbolo se expresa en otro lenguaje diferente al que estamos acostumbrados, que es el de la intuición. Por ello, es meramente imposible querer encerrarlo en un concepto, porque es más «lo que sugiere, que lo que expresa» pues se trata de una representación de la totalidad del universo y del ser humano. 22

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Como ya hablamos sobre su significado universal en la primera parte, esta vez centraremos la atención en la que expresa la totalidad del ser humano y en lo que a mí me sugiere esta idea. Para comprenderlo, debemos partir de una cosmovisión sagrada de la existencia. Lejos de ser el hombre un ente separado y aislado, se concibe a sí mismo como un microcosmos dentro del macrocosmos, es decir, que las mismas leyes que rigen lo grande, rigen también lo pequeño. Es el mandala el puente o conexión entre esas dos realidades que nos permite descubrir y comprender los vínculos que relacionan todas las cosas. En toda cosmovisión sagrada, el hombre se concibe como un ser espiritual encarnado en una personalidad o vehículos de expresión que sirven de soporte a su ser esencial. Esta esencia divina aparece representada en la idea del centro, y el cuerpo material en las cuatro direcciones del espacio donde vive y experimenta en el universo al cual pertenece y se rige por sus leyes, el círculo. Estas son las tres partes más importantes del mandala expresadas en el ser humano. Aplicándolo a la vida práctica tenemos que saber que en el interior del ser humano, así como en el universo, confluyen dos fuerzas que nos dan el movimiento, se complementan y equilibran. Una es la que


se expresa hacia afuera (centrífuga), que nos mueve para hacer cosas y crear. La otra energía es la centrípeta, relacionada con la necesidad innata del ser humano de volver su mirada hacia dentro, de reconectarse con uno mismo, de reflexionar, es decir, la energía que nos devuelve a nuestro centro, es la energía del ser. Si actúan juntas y en armonía, nos permiten estar presentes, conectados y podemos expresarnos desde nuestro propio ser. El mandala es el patrón generador de todas las formas y expresiones, ya sea en el universo, en la naturaleza o en el ser humano. Seguimos ese patrón consciente e inconscientemente cuando buscamos participar de un círculo de amigos, cuando estamos desorientados en la vida y sentimos la necesidad de centrarnos; en el sencillo acto de organizarnos la semana y priorizar los trabajos; cuando nos retiramos a la naturaleza y regresamos renovados; al festejar los aniversarios o fechas especiales, en la elección del lugar donde vivir y permanecer. En todas estas acciones y muchas más, hacemos y recorremos nuestro propio camino del mandala hacia el centro. De la misma forma, cuando reflexionamos para descubrir las causas de algo que ha sucedido; al asistir a una reunión de trabajo para sacar conclusiones y planificar nuevos objetivos; si meditamos y reconectamos con nuestro corazón al orar y hablar con la vida; al volver a casa después de un largo día de trabajo; cuando nos hacemos las preguntas esenciales para encontrar respuestas, ahí también estamos trabajando con la misma idea de retorno.

Hacer un mandala físico como los budistas o tibetanos, sea pintado, dibujado, con piedritas o con arenas de colores…, de cualquier manera nos sirve para reconcentrarnos, para ir al corazón de las cosas, para no alejarnos demasiado de la fuente. Por lo tanto, es un patrón que está a nuestra disposición como herramienta equilibradora, unificadora, de reconexión y armonización de las partes. Resumiendo el significado de este símbolo, podemos decir que el mandala es una síntesis magistral de las leyes y principios universales, una forma de expresión ancestral que se caracteriza porque trasmite una cosmovisión y la idea esencial de que todo se expresa a partir del centro. Por ello pasa a ser un símbolo con múltiples interpretaciones, un soporte para la meditación y la concentración, un camino paradigma de regreso y conexión con nuestro propio centro interior, dependiendo de cómo lo usemos o expresemos cada uno. Si los mandalas han logrado despertar en ti el anhelo de descubrir más, te invito a que hagas ese viaje interior de descubrirte a ti mismo. A diferencia de los viajes externos, los viajes internos nos unen a todos los hombres y mujeres una misma y única gran búsqueda. Tal vez la magia de los mandalas se siga desplegando y nos permita descubrir que somos algo más de lo que nos han dicho y nos hemos creído. En realidad, no estamos tan separados de todo lo que nos rodea, somos parte de una misma unidad, un granito de arena único e irrepetible en ese inmenso mandala que es el universo y del cual formamos parte.

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Recordando a Alberto Cortez

Javier Vilar

Alberto Cortez nos ha dejado y sentimos como nunca su presencia, porque ha anidado en un rincón de nuestro corazón. Resuenan en nuestros oídos sus canciones que antes de ponerles música eran verdaderos poemas surgidos del alma. Elevó al viento la verdadera amistad, el amor, el dolor y los sueños imposibles...

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ué difícil es definir con acierto la vida y obra de Alberto Cortez, pues en cada cosa que digamos de él, habrá siempre mil matices que se nos quedarán en el tintero. ¿De quién vamos a hablar primero? ¿De Alberto el hombre, cuya alma permanece tan intacta «Como el primer día»? ¿De Alberto el caminante infatigable que recorre paso a paso la distancia como un ave solitaria, llevando consigo la fe como único equipaje? ¿De quién vamos a hablar hoy? ¿De Alberto el amigo fiel, en cuya mesa siempre hay una copa preparada para brindar «de todo corazón» por el valor de ser uno mismo contra viento y marea? ¿De Alberto el amigo entrañable en cuya alma se abre un vacío infinito que nada puede llenar… «Cuando un amigo se va»? ¿De quién vamos a hablar hoy, amigos? ¿De Alberto el soñador, que bebe los vientos de la vida a todo corazón, construyendo «Castillos en el aire» solo por amor? ¿De Alberto el trovador enamorado que le regala una rosa a su amada cada mañana, siempre como el primer día? ¿De Alberto el rebelde impenitente, que a lomos del rocinante corcel de su ironía,

arremete contra los molinos de viento del escepticismo y de la indiferencia de los indiferentes? ¿O de Alberto el noble cantor de ideales, que se levanta cada día de su vida exclamando: «¡Qué maravilla, qué suerte he tenido de nacer!» y que cuando se acuesta por la noche, haciendo el último balance de su andadura cotidiana, se propone firmemente cambiarse a sí mismo «a partir de mañana» para que el mundo pueda también empezar a cambiar? ¿De quién hablaré hoy? ¿De tí Alberto, noble poeta de nuestra esperanza que cuando te pedimos que te dejes raptar por el vuelo de la metáfora y entones tu canto con voz vibrante, para que nuestro corazón pueda extender sus alas y pueda creer de nuevo en sueños imposibles? Entonces tú, con aviesa sonrisa, acaricias las cuerdas de tu guitarra y respondes… «Pudiera ser que pudiera»... Loco quijote enamorado de la vida, que vas por el mundo soñando caminos para despertar a ese peregrino que llevamos en el interior de cada uno de nosotros... Tú que nos dices siempre «No soy de aquí», yo creo que eres más de aquí que cualquiera de nosotros. Nos has hecho

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amar tanto esa Pampa que llevas «En un rincón del alma», que, hechizados por tu canto hemos hablado con los árboles y con la rosa, hemos cantado «Nanas a la cebolla» y hemos llorado por un «Perro callejero» que nunca llegamos a conocer. Una vez, incluso, vi llorar a mi lado a un japonés en un recital tuyo en Madrid y le pregunté: «¿Por qué lloras, amigo?» Y él me dijo: «Porque yo también quiero tener un abuelo gallego». Por eso, cuando conoces un artista de la talla de Alberto Cortez..., cuando escuchas sus cantos, cuando te emocionas con sus versos, cuando se te eriza la piel del alma en contacto con su palpitante voz, siempre surge en mí la misma pregunta… ¿Cuál es el oculto secreto de su magia? ¿Dónde se halla la misteriosa fuente de su fecunda inspiración? ¿De dónde surge esa fuerza atávica y pararracional que conmueve el alma del oyente hasta hacerle escalar las más altas cumbres del sentimiento? ¿Cuál es el secreto poder de tu arte, Alberto? ¿es el amor tal vez? ¿es un anhelo inextinguible de perfección y completura? ¿es el deseo inconfesable que late en el corazón de ese niño intemporal que todavía hoy sigue queriendo rozar las estrellas con la punta de sus dedos? ¿es la secreta pasión de un alquimista sublime que no ha dejado nunca de mezclar en el atanor de su alma los ingredientes vitales de la existencia humana en pos de hallar algún día la piedra filosofal, el Ars-Magna, el misterioso elixir de la eterna juventud para poder entregarlo a manos llenas a los demás, sin esperar nada a cambio? ¡Cuéntanos tu secreto, viejo Ulises!... Dime dónde está tu Ítaca y en qué lejanos mares de la inspiración la buscas hoy, todavía. Porque cuando el cálido viento de tu verbo infla las velas de nuestra alma peregrina, sentimos que nosotros también queremos navegar contigo hacia ese horizonte inabarcable de certezas, siguiendo la brillante estela que tus versos dibujan sobre las aguas de nuestra esperanza. Dicen que eres un hijo de la Pampa y que la Pampa es un mar sin orillas en el 26

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que navega el silencio. Tal vez ahí resida el poder de tu inspiración, porque dicen los viejos sabios que antes de hablar, hay que haber aprendido a escuchar la melodía insonora del silencio, y tú… viejo amigo, pudiste escucharla muchas veces cuando aprendiste a parar el mundo y a dialogar con el duende invisible de la vida. Por eso, tu voz tiene para nosotros el eco infinito de la palabra verdadera, pues es en el silencio donde se crea la expresión y nace la verdad, una verdad que late en el florido vergel de ese jardín interior… que algunos ya se han olvidado escuchar. Querido Alberto, tú nos lo recuerdas cada vez que los aguzados dardos de tus versos se clavan en nuestro corazón, inflamando en nosotros el ardiente deseo de volver a ser buscadores de prodigios; peregrinos del tiempo que venimos desde siempre y vamos hacia siempre, porque atesoramos en nuestros pechos la nostalgia de nuestra patria perdida… Esa patria celeste a la que tú, como fatigado marinero de la eternidad, también sueñas regresar algún día... Y yo te pregunto… ¿Quién eres tú, oh, amigo cantor? ¿el compañero del hombre o la melodía que le acompaña? ¿el amante o el amado? ¿el buscador o el encontrador? ¿el caminante o el camino?... ¿o es que tal vez, lo que ocurre es que tú eres todo eso a la vez? ¡Oh poeta de la desesperación y la esperanza! Nunca dejes de cantar para nosotros. No dejes de entonar cada día tu entrañable melodía... Que tu voz siga iluminando como un cometa de la esperanza los espacios infinitos... Que tu canto inextinguible traspase las fronteras del tiempo y del espacio haciendo sonreír a las estrellas… Nunca dejes de cantarnos, Alberto, porque tus cantos tienen un eco en el océano de la eternidad… ¡Gracias Alberto!… Gracias por ser tú… Gracias por habernos dejado acompañarte un trecho del camino… ¡Gracias por cantar para nosotros!... ¡Gracias por cantarle a la Vida!… ¡Gracias por existir… y que Dios te bendiga!


Me llevaré conmigo[...] en los pliegues del alma,

la sonrisa de un niño, es decir, la esperanza, esa brisa constante que sostiene mis alas

y que va por delante remolcando mis ansias. Me llevaré conmigo [...] la presencia de tantos

a los que no he podido estrecharles la mano. La próxima nos vemos y cualquier escenario será el sitio adecuado para darles mi canto.

Me llevaré conmigo, de las cosas más bellas un sarape tejido con tejido de estrellas

y un sombrero de luna, del cielo de esta tierra para que me cobijen el frío de la ausencia. Me llevaré conmigo [...]

si el tiempo es un instante y un instante es mañana

mañana nos veremos, mañana es cualquier día [...] Me llevaré conmigo [...]

esta canción que acaso no es canción sino alma

que se entrega al hermano cuando extiende sus alas. Y me iré lentamente, con el último aplauso,

con el último vuelve y con el último abrazo.

Yo sé que nos veremos cuando Dios lo decida. Dejo aquí lo que tengo: esta mano tendida...

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EL VALOR

de la HUMILDAD

Borja Vilaseca

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Comunicador, emprendedor y creador de sistemas pedagogicos y de crecimiento personal


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a mayoría de las personas piensan que su forma de ver la vida es la más correcta en comparación con la visión de los demás. Por ello, naturalmente tendemos a rodearnos de personas que comparten esa manera de ver la vida, sobre todo para confirmar que no estamos equivocados, pues hay otras personas que afianzan nuestra manera de apreciar las cosas. Pero ¿sabemos de dónde viene nuestra visión de la vida?¿Podemos decir que es realmente nuestra? ¿La hemos elegido libre y voluntariamente? Desde el momento en que venimos al mundo, nuestra mente se ve encauzada en formas de pensar, comportamientos, opiniones, aspiraciones y valores de nuestro entorno. Aunque no hayamos elegido nuestro lugar de nacimiento, nos sentimos identificados con el idioma, la religión, la cultura, sus costumbres… Entonces, ¿porqué nos aferramos a una identidad prestada sin cuestionarnos nuestra forma de pensar? ¿Qué consecuencias tiene esto en nuestra vida?

Todas las personas buscan la felicidad, pero vamos a ver cómo la ignorancia es la que les impide llegar a ella. Solo tenemos que echar un vistazo a nuestra sociedad. Pocas personas se sienten realmente felices con su vida y lo que es peor, no tienen ni idea de qué hacer para conseguirlo. En vez de cuestionar nuestro sistema de creencias y hacer un esfuerzo para iniciar un cambio personal en nuestras vidas, nos quedamos anclados en el victimismo, la indignación, la impotencia o la resignación.

SER HONESTO ES DOLOROSO «¿Quién de nosotros tiene el valor de decirse la verdad a sí mismo?» (Séneca) Las personas tienen la sensación de encontrarse perdidos en un mundo que nos presiona para comprar cosas que no necesitamos y para hacer cosas que no nos convienen. Y los resultados de nuestra existencia nos dicen que nuestra vida carece de sentido y que nos sentimos vacíos. Reconozcamos esta realidad y dejemos de mirar hacia otro lado. El «autoengaño»

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es un déficit de «honestidad». Si no reconocemos que tenemos un problema, no podremos solucionarlo. Ser honestos con nosotros mismos puede ser doloroso, pero enseguida notaremos una sensación liberadora. Afrontando nuestra propia realidad y la de nuestro mundo interior se manifiesta un bienestar emocional. Los efectos terapéuticos de la honestidad disminuyen el miedo a mirar cara a cara nuestro lado oscuro y no desear ni necesitar seguir llevando una máscara que agrade a los demás y nos ayude a ser aceptados por nuestro entorno social o laboral. De la misma manera nos da fuerza para cuestionarnos las falsedades y mentiras que pueden estar formando parte de nuestra vida. Esto se manifiesta en que perdemos interés en justificarnos cada vez que se señalen nuestros defectos y crece nuestra motivación para desarrollar nuestro potencial como seres humanos. Conforme la honestidad va formando parte de nuestro tejido exitencial, se experimenta el alivio de no tener la necesidad de fingir quienes no somos.

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LA TIRANÍA DEL ORGULLO «¿El orgullo es un albañil especializado en la construcción de murallas que cuanto más nos protegen, más a la defensiva nos hacen vivir.» (Irene Orce) Cuando el sufrimiento y el conflicto no son suficientes para darnos cuenta de que estamos equivocados, preferimos utilizar mecanismos de defensa que nos mantienen en nuestra zona de confort. Uno de estos mecanismos es la «arrogancia» de creer que no hay que cambiar nada y que nada tenemos que aprender. Así nos convencemos de que no necesitamos rectificar nuestro sistema de creencias en el que se sustenta nuestro concepto de identidad. Lo mismo hacemos con la «soberbia» que nos hace sentir superiores cuando nos comparamos con alguien poniendo de manifiesto nuestro complejo de inferioridad. De aquí surge la «prepotencia» con la que intentamos demostrar que tenemos siempre razón y haciendo uso de la «vanidad» resaltamos nuestros méritos, virtudes y logros.


De esta forma, el causante de los conflictos con otras personas es el orgullo porque nos incapacita para reconocer y enmendar después nuestros propios errores. Por lo tanto, el orgullo pone de manifiesto una falta de «humildad». Etimológicamente, esta cualidad viene de humus, «tierra fértil» sobre la cual se puede aprender todo aquello que todavía no sabemos.

LOS BENEFICIOS DE LA HUMILDAD «La humildad nos permite silenciar elegantemente nuestras virtudes, permitiendo que los demás descubran las suyas.» (Clay Newman) Gracias a la humildad podemos aceptar nuestras limitaciones y cuestionar aquello que hasta ahora habíamos dado por verdadero. Si reconocemos que somos vanidosos o prepotentes, nos ayudará a mantener la boca cerrada y hablar solo de nuestros éxitos si se nos pregunta, siendo siempre breves. Aunque las cualidades que tenemos formen parte de nosotros, éstas no son nuestras.

Hay que saber que la humildad tiene dos caras, aquella que manifiesta como un orgullo disfrazado, que presume de ser humilde diciendo «en mi humilde opinión…». La verdadera humildad no se muestra, sino que se practica; es el resultado de conocer nuestra verdadera esencia más allá del ego. Reconocer qué somos nos hace diferenciar aquello que no: lo que pensamos, decimos, hacemos y tenemos. Esta es la razón de que las personas humildes suelen pasar desapercibidas. En la medida que cultivamos la humildad más fácil nos resulta reconocer nuestras equivocaciones, a sabiendas de que éstas no harán crecer y evolucionar. Ya no tenemos la necesidad de discutir para imponer nuestra opinión, no en vano, tenemos mayor predisposición para escuchar nuevos puntos de vista y aceptar con curiosidad otras formas de entender la vida. Resumiendo, el cultivo de la humildad es la tierra fértil donde van geminando semillas de sabiduría.

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El genio de

Leonardo Mรณnica Gutierrez 34

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¿ ué hace que sea escogido el nacimiento de un hombre y su anagrama como lo más representativo para el día mundial del arte? ¿o que 500 años después de su muerte sigamos hablando de su vida? Leonardo Da Vinci, es alguien que evidentemente ha dejado huella en la historia de la humanidad y del arte; un personaje inabarcable que no ha dejado indiferente a nadie; admirado por todos, fuente de inspiración y ejemplo de hombre universal más allá del artista y del genio. En un principio era conocido por su faceta de pintor, y aunque sus obras fueron escasamente treinta, el mismo Leonardo dijo que «un buen artista tal vez hará pocas obras, pero todo el mundo se detendrá a mirarlas.» Sin embargo doscientos años después de su muerte se encontraron unos códices que desvelaban otras facetas suyas de investigador, científico, anatomista… «Era tan poco común y multifacético que la naturaleza había producido en él un milagro, no por la belleza de su persona, sino por la multitud de dones que le concedió y que él dominaba a la perfección. Es decir,

tenía una naturaleza que desde muy joven estaba dotado de muchas capacidades para todo tipo de artes.» (Códice Galeano) Podría hablar de cualquiera de sus aspectos multifacéticos, como escritor, inventor, ingeniero, matemático, óptico, anatomista, arquitecto, botánico, zoólogo, fisionomista, pintor o filósofo; pero quiero hacer presente las cualidades y virtudes por las que destacó en el momento histórico privilegiado que le toco vivir. En su rostro vemos la imagen de un sabio, de mirada profunda y observadora, amante de la vida y de la naturaleza, a la que buscaba desentrañar sus misterios con todos medios que tuviera a su alcance. Es el prototipo del Renacimiento, en las artes y en el pensamiento. Esta época, aunque algo más de cien años, surgió como reacción a mil años de Edad Media y paralela a la Grecia del siglo de oro de Pericles. El apogeo del Renacimiento abarca toda la vida de Leonardo, desde su nacimiento, en 1452, que coincide con la caída de Constantinopla, hasta su muerte en 1519, justo antes de que aparezca el concepto de ciencia moderna. EL MUNDO DE SOPHIA

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"Era tan poco común y mul tifacético que la naturaleza había producido en él un milagro, no por la belleza de su persona, sino por la mul titud de dones que le concedió y que él dominaba a la perfección. Es decir, tenía una naturaleza que desde muy joven estaba dotado de muchas capacidades para todo tipo de artes." Códice Galeano

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En ese momento se estaba gestando en Italia el esplendor del espíritu humano, el renacer del mundo clásico, los conocimientos y las semillas que van a dar inicio a la Edad Moderna. La influencia en filosofía, ciencia y arte durante doscientos años, marcaron el inicio de la consciencia histórica, el descubrimiento de la creatividad artística y la naturaleza, dando lugar al nacimiento de la ciencia, un nuevo arte y las ideas humanistas. El acento se pone en el hombre como medida y centro de todas las cosas, como el Hombre de Vitruvio, inscrito en el círculo y en el cuadrado, puente entre lo espiritual y lo material. Devolver la dignidad al hombre se convirtió en lo más importante, como se manifiesta en el Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirándola que surge para colocar al hombre como escultor y dueño de su propio destino. La figura del mecenas aparecerá de manos de los Médicis que apostaron por que la riqueza se aliara con la cultura para promocionar el arte y a los artistas y potenciar el conocimiento, la filosofía y la literatura. Leonardo conoció la filosofía neoplatónica gracias a la Escuela neoplatónica de Florencia de la que formó parte. En ella, Cosme de Medici junto a Marsilio Ficino decidieron rescatar todo el saber de la época traduciendo las obras del pensamiento platónico, algunos tratados herméticos y de la antigüedad clásica, reuniendo así las bases que inspirasen a filósofos, artistas y científicos, entre los que estaba Leonardo. Este centro del saber, junto al taller de Verrochio, fueron claves para su formación y para el despertar de su potencial. El ideal del Renacimiento pone en primer plano el desarrollo de las cualidades esenciales del ser humano dando forma al hombre universal del cual es ejemplo. Leonardo había sido formado en todas las artes y disciplinas para ser capaz de armonizarse y sacar a la luz sus cualidades interiores. Este era el objetivo del humanismo, un sistema basado en una educación vivencial nacida de la experiencia, capaz de cambiar al hombre y como consecuencia, el mundo que le rodea.


El ambiente de un taller renacentista como el de Verrochio, es un ejemplo de todo ello. Era una verdadera universidad del arte y centro de alto rendimiento para artistas. La teoría y la práctica se daban la mano adquiriendo conocimientos de diferentes artes como pintura, orfebrería, escultura, arquitectura, técnicas cerámicas y música; además de formarse en filosofía, mitología, simbolismo, astrología, etc.; colaborando también en la creación de escenarios de teatro, banderolas para los desfiles y fiestas de la ciudad. Todos sus aprendices tenían a su alcance la oportunidad de practicar lo necesario para convertirse en un artista completo. Los primeros años consistían en imbuirse del espíritu del taller. Además de organizar labores menores como alimentar con carbón las fraguas y estufas, traer agua, mantener el orden y la limpieza, se formaban en la preparación de los materiales, herramientas, fabricación de los colores, etc. Los siguientes años consistían en copiar a partir de los dibujos del maestro del taller hasta adquirir su propio estilo (antes que hacerlo del natural), para luego estudiar obras de otros artistas. Estas prácticas se acompañaban de música o de lectores de obras clásicas. Su formación duraba doce años (muy distinto a la actualidad), para poder ser considerado maestro en un arte, pintor, escultor o arquitecto y no firmaban sus obras con su nombre, sino con el del Taller. Esta costumbre respondía al ideal renacentista que reconoce, ama y respeta su legado, aunando lo mejor de cada uno a favor de un proyecto común enriquecedor. No es de extrañar que a Leonardo le inspirasen la poesía, la pintura, la escultura y la arquitectura y que fuese amante de la gracia, la elegancia, lo exquisito, de los clásicos y la historia. En este contexto cultural vivió Leonardo da Vinci junto con otras personalidades que en conjunto dieron a luz una generación especialmente creativa e innovadora en Florencia facilitando el resurgir del joven genio. Los artistas

que destacaron por el mismo nivel de virtuosismo, Brunelesqui, Botticelli, Miguel Ángel, Rafael, junto a grandes filósofos y amantes del conocimiento como Pico della Miràndola, Giordano Bruno, Alberti, Erasmo de Rótterdam, Cosme y Lorenzo hicieron resplandecer este momento de la historia. Sin embargo, es Leonardo quien destacó por su grandeza y su genialidad. ¿Cuál es su misterio y sus peculiaridades? Nos hablan de su entusiasmo por comprender, descubrir y buscar los porqués de todo cuanto existe. Ya de niño era diferente a los de su edad, sorprendía por su rapidez de aprendizaje, todo le despertaba curiosidad e inquietud junto a un amor al conocimiento y una sed insaciable por saber más, que mantuvo despierta hasta el último día de su vida. Criado en el campo, en Vinci, un pueblecito de la Toscana, creció en contacto con la naturaleza que la hizo su maestra de vida y su mayor fuente de inspiración. Era normal encontrarle ensimismado en cualquier lugar del Monte Alba, contemplando enamorado su belleza. Amaba a los animales, especialmente a los pájaros y caballos; compraba pájaros en los mercados para soltarlos y contemplar su vuelo y las formas que trazaban en el cielo. Le encantaba dibujar y crear criaturas fantásticas y hacer bromas y travesuras con ellas, como aquella ocasión en la que a un lagarto le puso alas y las decoró como las de un dragón y lo soltó para verlo volar, creando un verdadero revuelo, propio de su sentido del humor. Poseía un extraordinario poder de concentración, podía quedarse horas absorto con un enigma que quería desvelar; seguía el desplazamiento de las nubes, del agua, de las hormigas y de las abejas revoloteando sobre las flores, según sus dibujos. Veía en las formas del hombre, la tierra y del universo el resultado de unas leyes que indagaría para poder crear, tal y como lo reflejaron sus numerosos tratados de anatomía, botánica, fisiología, etc.

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Los cronistas cuentan que desde niño tenía esa visión de ir más allá de las cosas para comprender la esencia de lo existente, ya experimentando nuevas técnicas (como si lo logrado por sus precedentes solo le sirviera de punto de arranque), o para ver la belleza que se esconde detrás de una flor, un árbol o una roca. Cualquier momento era propicio para tomar apuntes. Su mente imaginativa, siempre activa proyectaba luz sobre los miles de temas sobre los que reflexionaba e investigaba, dando lugar a una explosión de ideas que necesitaba acreditar a través de su trazo. Así se percibe cómo congelaba el movimiento en sus dibujos, como si de fotogramas se tratara, atrapando cada segundo. Solo pensar en la concentración en la observación que eso requiere sin la existencia de videos o fotografías, amplía nuestra admiración hacia este gran genio. Pensar que hoy, distraídos con tanta tecnología, nos cuesta tanto mantener unas horas de concentración para leer, estudiar o meditar… Su facultad para recordar y conectar conocimientos de forma coherente y holística le llevó a relacionar la interdependencia que existe entre todas las cosas, convencido de que respondían a un mecanismo misterioso, asombroso y no exente de lógica. Relacionaba lo grande y lo pequeño, los ejemplos de la naturaleza y su conocimiento con el hombre, las experiencias propias de la infancia con la propia la vida; ya sea para una obra, para un invento, una pintura o una decisión que tomar. Supo unir como nadie el aspecto imaginativo e intuitivo con la razón.

Su enorme sensibilidad unida a su gran practicidad le llevaba a experimentarlo todo, característica propia de los grandes sabios capaces de convocar al don de la creatividad. El solo hecho de contemplar cómo una semilla con forma de hélice se desplazaba en el aire desplegaba en su mente un sinfín de posibilidades creativas, hasta llevarlo a escala humana y darle una función útil. Así surgió la idea del helicóptero. Igual sucedió con el estudio del ojo humano y sus conexiones con el cerebro, del cual nace la teoría de la perspectiva¹, que la relaciona con la música² y logra trasladarla a la creación de sus retratos, su género estrella, en pro de lograr ese alma presente. La Gioconda es el ejemplo perfecto, que observa el mundo como si sus ojos estuviesen vivos, presentes en cualquier época o lugar, trascendiendo el espacio y el tiempo como lo ha hecho su autor. Es también admirable la capacidad de Leonardo de concebir algo por primera vez, creer que es posible y diseñarlo. Esto le ha hecho ser considerado avanzado e implicado en su tiempo con mirada hacia el futuro, transformando cosas y reinventándolas para que permitieran mejorar al ser humano y beneficiar a la sociedad, aunque muchos de sus inventos no se vieron reproducidos hasta varios siglos después de su muerte³. Todos estos aspectos juntos, llevados a su máxima expresión, dan lugar al genio que hoy conocemos y que vive en la memoria de la humanidad para siempre, lo que le hace merecedor de ser llamado «hombre universal».

¹ Él decía «La pintura se basa en la perspectiva y la perspectiva no es otra cosa que el conocimiento de la

función del ojo». L. da Vinci ² «La música es hermanana de la pintura. Ambas expresan armonías. La música en sus acordes, la pintura en sus proporciones. Los intervalos musicales y la perspectiva lineal están sujetos a los mismos ratios numéricos, porque si colocamos objetos de igual tamaño alejándose gradualmente del observador a intervalos exactos, disminuyen en tamaño en progresión armónica.» L. da Vinci ³ Vasari dijo: «Muchas de las cosas que realizó hubieran sido útiles si se les hubiese puesto un motor. Le faltó eso, pero el diseño era exacto y no lo hubiéramos mejorado los especialistas actuales.»

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«»Primavera,

Verano, Otoño, Invierno… y Primavera «» Año: 2003 País: Corea del Sur Director: Kim Ki-duk Dos monjes viven en un monasterio aislado. Bajo la atenta mirada del más viejo, el más joven ve pasar las estaciones de la vida. El director nos conduce a un espiritual, sensorial y duro a la vez viaje simbólico de la vida. Este film nos invita a reflexionar sobre la juventud, los errores, las emociones, la experiencia, la resignación; pero sobre todo en la búsqueda de esa sabiduría interior que nos acerca de forma más sublime al entendimiento de que todo pertenece a un mismo ciclo, desde las emociones, las estaciones, hasta la vida y la muerte.

«Ser Paz. El corazón de la comprensión» Autor: Thich Nhat Hanh Thich Nhat Hanh fue nominado por Martin Luther King para el Premio Nobel de la Paz. Nacido en Vietnam, dedicó su vida a dar a conocer el sufrimiento de su pueblo, lo que le valió tener prohibido volver a su país bajo pena de muerte. Este libro es la recopilación de sus conferencias a estudiantes de meditación en su paso por los centros budistas de Estados Unidos. Expresa las más profundas enseñanzas del budismo de forma poética y clara, pero la clave principal que da es cómo albergar la paz y la alegría en nuestro corazón a pesar de lo que ocurra en el mundo. Gracias a la meditación, al tomar conciencia, al sonreir

y respirar, volvemos a nuestro interior y observamos qué sucede allí. Viendo lo bueno y lo malo, lo maravilloso y el profundo sufrimiento, tenemos que vivir la paz entre nosotros y el mundo. Esta es la única forma de que la paz en el mundo sea posible.

«La utilidad de lo inútil. Manifiesto»

Autor: Nuccio Ordine El profesor italiano Nuccio Ordine llama la atención, mediante este manifiesto, acerca de la necesidad de volver la vista a saberes que se gestan y saborean a fuego lento como la literatura, la filosofía, el arte o la música, «que no dan ningún beneficio, no producen ganancias, pero sirven para alimentar la mente, el espíritu y evitar la deshumanización de la humanidad». Un éxito de ventas en Italia

y Francia que, como bien dice Fernando Savater, «Algunos impenitentes agradecemos a Nuccio Ordine su manifiesto La utilidad de lo inútil, en el que repasa las opiniones de filósofos y escritores sobre la importancia de seguir tutelando en escuelas y universidades ese afán de saber y de indagar sin objetivo inmediato práctico en el que tradicionalmente se ha basado la dignitas hominis.»

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Mercedes de Ambrosio

La imaginación creativa L

a imaginación creativa es una capacidad que solo la tienen los seres humanos. Y nos podemos preguntar ¿por qué? Deducimos porqué tenemos vista, un lenguaje, manos…, pero algo tan sutil y casi desconocido para la mayoría, debe tener también un propósito importante en nuestras vidas. La imaginación es la capacidad de formarnos una imagen mental o pensamiento/idea. Ésta puede ser reproductiva, es decir, que parte de experiencias y/o hechos del pasado, como por ejemplo recrear la primera vez que vimos el mar; la creativa/productiva sería imaginarnos algo que no hemos vivido ni sentido con anterioridad. 40

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Imaginar o visualizar una situación soñada o deseable es una forma de llamar a este desenlace, y si lo hacemos de forma repetida en nuestra imagen mental atraemos a nuestras vidas lo que hemos imaginado. Esto nos explica cómo con nuestra mente creamos la realidad. Por ello, esta imaginación creativa es una gran herramienta que bien utilizada puede colmar nuestra vida de cosas positivas, de felicidad y de buenas oportunidades. La imaginación creativa es, por lo tanto, la capacidad para crear lo que queremos para nosotros y para los demás. Al ser una capacidad humana que la tenemos todos, solo necesita ser activada y estimulada; no basta con creer que la suerte pasó de


largo y no nos brindó esta prometedora cualidad. Mirar el mundo con mente innovadora, cambiando nuestro punto de vista respecto a nosotros y lo que nos rodea, es el mejor medio para que nuestra creatividad pueda desarrollarse. Muchos estudios dan gran importancia a la relajación y a vaciar nuestra mente para cultivar y estimular nuestra imaginación creativa. Diariamente estamos entregados a actividades que llenan nuestra mente, incluso cuando descansamos sentimos que no podemos pararla, como si viviera por sí misma en punto automático. Nosotros mismos nos hemos reprochado no poder dejar de pensar en los mismos problemas o preocupaciones cuando queremos descansar… Tenemos nuestro cerebro tan ocupado que no le permitimos liberarse para que fluyan nuevas ideas.

No obstante, existen unas pautas y claves que nos ayudan a saber cómo despertar nuestro lado más creativo: Creer en nosotros mismos. Dejar de lado las creencias limitantes que nos dicen que no somos creativos porque no lo hemos hecho nunca. Si la creatividad es una capacidad humana, también está en mí esa facultad. Preparación. En esta fase estudiamos todo lo que consideramos que tiene que ver con aquello que queremos hacer o solucionar. Perspectiva. Cambiar de perspectiva abre un espacio inexplorado para nosotros y es aquí donde se pueden producir soluciones novedosas. Implica flexibilidad de pensamiento y es de ayuda también, imaginar cómo vería el problema otra persona, incluso un niño.

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Relativizar. No es aconsejable tomarse el trabajo como una obligación, de forma rígida. La distensión y relajación que da divertirse facilita que emerjan los resultados. Practicar la meditación. Al dejar libre la mente de las ideas que siempre la están saturando, damos la oportunidad de que otras nuevas fluyan al consciente. Incubación. Dejar que la mente descanse para que el cerebro haga su trabajo sin ser nosotros conscientes de ello. Por otro lado, como ya no pensamos en el problema u objetivo y estamos ocupados en otras cosas, otras ideas, lecturas o actividades, damos lugar a que, mientras nuestro inconsciente sigue con su tarea, estamos atrayendo hacia nosotros nuevas aportaciones, nos fijamos en cosas que en otro momento no las habríamos visto, aportando un nuevo punto de vista a nuestra inspiración. Resolución. Suele ocurrir en momentos de relajación mental, mientras paseamos, meditamos o realizamos cualquier otra tarea. Es el resultado de las fases anteriores donde surgen ideas originales e inesperadas que nos dan la solución creativa.

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El entorno. Se ha demostrado que un entorno natural ayuda a la inspiración, y si esto no es posible porque la mayoría de nosotros vivimos en ciudades, rodearnos de algunas flores o plantas fomenta la creatividad. Esto se debe a que la naturaleza reduce el stress y la rumiación o estado en el que nos quedamos «enganchados» en un problema o elemento que nos inquieta; por otro lado, porque en la naturaleza están todas las respuestas, siempre hay alguna similitud que estimule nuestro inconsciente o una reflexión a flor de piel inspirada en ella nos puede dar la solución. Expresión. Para que la creatividad dé sus frutos hay que ponerse de nuevo manos a la obra y utilizar nuestras habilidades de pensamiento para dar forma final a esa idea, de manera que pueda ser comunicada y llevarla a cabo. Escribir objetivos concretos nos permite apartar la confusión mental y de antemano, saber qué ruta de trabajo seguir. Todo este plan creativo se puede aplicar no solo a tener una idea original como lo fue para nuestras abuelas la lavadora o el ordenador, sino también en crear unas buenas relaciones personales,


un ambiente saludable, un espacio donde conectar con nosotros mismos… A cada instante estamos dando espacio a nuestra creatividad cuando nos imaginamos qué ropa nos pondremos, qué cena haremos con las tres cosas que hay en la nevera, cuando ponemos en palabras una emoción que nos invade, cómo gestionar el stress, una mala contestación o un acontecimiento doloroso… En todo está «ella» la que nos inspira a ir a por más, a ampliar nuestra visión del mundo. Un artesano, gracias a su creatividad es capaz de «ver» una vasija con todos sus detalles, colores, texturas y formas en el plano de las ideas; luego, de forma consciente, se alía con la voluntad para dar realidad a algo y la decisión de llevar a término la idea. Es aquí donde muchas veces nos quedamos en el camino. Dado que nos tenemos que responsabilizar de las decisiones que tomamos, trae como consecuencia la seguridad en uno mismo y la fortaleza de ánimo tan necesaria para mantenerlas en el tiempo. Y finalmente, dar rienda suelta a la acción para poder materializar de forma concreta la idea/objeto.

con limpieza y orden que favorezcan a la hora de ponernos a trabajar con la materia o con nuestras emociones. Nuestra imaginación es al final de cuentas como un músculo más que hay que tonificar con herramientas como la meditación que nos brinda ese espacio de conexión, la atención plena para enfocar y disfrutar aquí y ahora de cada cosa; la visualización que nos permite componer aquella realidad que queremos vivir. Sin olvidarnos de lo sencillo y a mano que tenemos, que es disfrutar de un paseo al atardecer, bailar, una buena lectura, jugar con el mar…, pues todo ello despierta y alimenta nuestra imaginación; sin olvidar la escritura diaria que conlleva a la reflexión, y por ende, a la claridad mental. Al ver la vida con mente de principiante, al estar alegres e ilusionados, la imaginación creativa encontrará en nuestro corazón una tierra fértil para acercarse y ayudarnos a hacer realidad nuestros sueños.

Vive de la mano de la voluntad con la determinación como compañera de ruta y el amor en tu corazón, y siempre hallarás la manera de cumplir tus sueños...

Hemos visto que una idea requiere de un proceso creativo con diferentes etapas en las cuales no se pone a prueba nuestra idea ni nuestro plan para hacerla realidad, sino a nosotros mismos. La creatividad nos da la maravillosa opción de elegir qué queremos, de nuestra elección se verán los resultados. Las personas se definen a sí mismas viendo lo que han dado a luz en su vida; según sus logros, son sus sueños y anhelos, su disciplina y su trabajo. Si anhelamos cultivar el poder de la imaginación creativa y atraer aquello que soñamos a nuestra vida, el equilibrio entre nuestro mundo interior y exterior se hace necesario. Para este último hay que dedicar un espacio/tiempo en un ambiente luminoso, con perfumes que nos eleven a ese mundo sutil de las musas, EL MUNDO DE SOPHIA

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