El Mundo de Sophia 42

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EL MUNDO DE SOPHIA

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El mundo de Sophia

Contenidos 6 PARA REFLEXIONAR...

Lo esencial es invisible a los ojos

7 LIBROS, PELÍCULAS... 8 JÓVENES ESCRITORES

Duncan y Graham Fundadoras del baile moderno

11 ESCULTURA POÉTICA... Escriba sentado

12 HISTORIA

La ciencia y el arte de los alquimistas Los fascinantes enigmas de una antigua práctica que se extendió a lo largo de la Edad Media europea, pero que también conocieron otros pueblos: el arte de la trasmutación.

16 ARTE

Arte, mito y modernidad Una visión del aspecto simbólico del arte a la luz del Romanticismo. 2

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Revista de difusión cultural Fundación

SOPHIA

· Difusión del pensamiento y el arte de las culturas tradicionales. · Mecenazgo de artistas. · Promoción del voluntariado.

20 HISTORIA - EGIPTOLOGÍA Los Faraones de Sais

La Dinastía XXVI constituyó una etapa de grandes contrastes, brotes de esplendor en medio del inicio del Periodo Tardío de la civilización egipcia.

25 LO QUE ALGUNOS DIJERON SOBRE... El dolor

26 ENTREVISTA

Antonio Velasco Piña Novelista y ensayista, fundador del grupo la Nueva Mexicanidad.

30 ARTE - REPORTAJE

De Atenas a Viena

34 POESÍA Y LITERATURA Mario Vargas Llosa

36 CARTAS A UN JOVEN IDEALISTA La Fortuna

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Editorial

EL MUNDO DE SOPHIA 2011 Nº 42 DIRECTOR: Francis J.Vilar JEFE DE REDACCIÓN: Víctor Vilar REDACCIÓN Y MAQUETACIÓN: Felipe Aguirre Elvira Rey DISEÑO GRÁFICO: Diana Hirsch HAN COLABORADO: Francis J.Vilar Herminia Gisbert Víctor Vilar Naty Sánchez Daniel Capllonch Mónica Gutiérrez Fernando Celli Elvira Rey Felipe Aguirre Gina Hernández Amelio Una publicación de: Fundación Sophia c/ Jaime Ferrer, 3 Palma de Mallorca (Baleares) www.fundacionsophia.com Telf. 971 72 15 55 mundosophia@mundosophia.com redacción@mundosophia.com www.mundosophia.com D.L. PM-2099-98 Los artículos firmados expresan única y exclusivamente la opinión de su autor, quien se hace responsable de la veracidad y autoría de los contenidos expuestos.

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El Eterno Femenino

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ivimos en un universo misterioso y fascinante, cuyos enigmas son tan inabarcables como las estrellas que pueblan el firmamento. Somos humanos, y como tales pensamos, razonamos, observamos y deducimos. Pero lo curioso es que cuantas más cosas entendemos del mundo que nos rodea, cuanto más nos esforzamos en comprender los cómos, los porqués y los paraqués de nuestra propia existencia, más preguntas surgen en nosotros. El cosmos ha sido, es y será siempre la mansión del gran misterio. Una totalidad ordenada o «gran orden de lo exis-

tente» —como pensaban los griegos cuando acuñaron la palabra Kosmos— en el que la vida se mantiene en un permanente equilibrio dinámico entre dos principios fundamentales, que los venerables sabios taoístas llamaron Yin y Yang, lo femenino y lo masculino, lo negativo y lo positivo, lo receptivo y lo dativo, lo intuitivo y lo racional. Dos fuerzas opuestas, pero tan complementarias e interdependientes que no podrían existir la una sin la otra. Dos polaridades de la energía-una que en la naturaleza se manifiestan a través de las múltiples dualidades: día-noche, frío-calor, húmedo-seco, sol-luna etc., y en la dimensión humana como hombre y mujer Sin embargo, más allá de todo aquello que podemos observar, analizar, medir y clasificar con nuestro intelecto racional, subyace siempre el gran misterio… y el misterio siempre será, por definición, algo femenino que desafía y pone a prueba nuestra lógica y nuestra razón. El misterio es todo aquello que se escapa a nuestra comprensión, porque esta más allá de lo visible, más allá de lo cognoscible y más allá de lo inteligible… el misterio es, en suma, la cara oculta de la vida con rostro de mujer. Tal vez por eso en el antiguo Egipto la Sabiduría y el Misterio se encarnaban simbólicamente en una diosa, Isis, cuya estatua


del templo de Sais tenía grabada en su pedestal la siguiente inscripción: «Yo soy todo lo que es, todo lo que ha sido y todo lo que será… y jamás mortal alguno ha levantado mi velo». Es por ello que tanto para los sabios del Antiguo Egipto, como para muchos de los filósofos, los místicos, los poetas y los trovadores galantes del amor cortés que en el mundo han sido, la mujer, como personificación del eterno femenino, es el gran misterio por excelencia. Síntesis prodigiosa de las «Tres Gracias»: el amor, la belleza y la vida, el eterno femenino es todo aquello que no podemos alcanzar a entender con la razón, todo aquello que nos sobrepasa, que nos encanta, que nos hechiza, nos atrae y nos seduce. El supremo misterio de la vida, que quisieron desvelar con gran ahínco todos los buscadores enamorados de la Sabiduría. El misterio provoca en nuestro corazón la fascinación, el asombro y la admiración, porque vela a nuestros ojos todo aquello que no podemos viviseccionar con el afilado bisturí de nuestra lógica racional… que no podemos envasar en conceptos, ni etiquetarlo con palabras exactas y fórmulas precisas… como

tanto nos gusta hacer a los hombres. Por lo tanto, sólo podemos hablar de ello indirectamente… dando rodeos… cortejando las ideas con tacto… aproximándose a ellas con sutil elocuencia. Convirtiéndonos en poetas de la belleza, Don Juanes del misterio y pintores del amor cortés. Pues solo así es posible esbozar una acuarela que sea capaz de captar el rostro del eterno femenino a través de las pinceladas sonoras de la metáfora, el símbolo y la alegoría, en el lienzo de la imaginación. El eterno femenino es el firmamento estrellado y la misteriosa luna… la suave brisa que refresca nuestra rostro en una cálida tarde de verano y las diamantinas gotas de rocío que brotan cristalinas de los pétalos de las flores, cuando reciben con lagrimas de emoción el primer beso del sol con la luz del nuevo día. El eterno femenino es el rubor que tiñe de rosa el horizon-

te antes del alba… y el blanco algodonoso que pinta las nubes con el color de la pureza. Es el olor de la tierra fecundada por la lluvia… y el alegre trino de los pájaros en primavera. El verdor aterciopelado de los bosques… y la risueña espuma de las olas que brota cuando el mar abraza a la tierra al llegar a su orilla. El eterno femenino es el amor y la alegría, la compasión y la ternura, la palabra de aliento que nos impulsa a escalar nuestros más altos sueños… y la paciencia infinita, preñada de un silencio más elocuente que mil discursos. Es la belleza que hechiza nuestros sentidos, invitándonos a abandonarnos al dulce placer de la contemplación… y el misterioso sentimiento que embriaga nuestro corazón, impulsándonos a emprender la gran búsqueda del saber, por que el eterno femenino es, en suma,… La vida misma con rostro de mujer. m EL MUNDO DE SOPHIA

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Para reflexionar...

Lo esencial es

invisible a los ojos... Por Víctor Vilar

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ay lugares que encienden nuestra imaginación… como si tocasen un resorte escondido en los mecanismos invisibles de la creatividad y de pronto, «¡tachán!»: Se hace la luz. Lo que para unos es una montaña, para otros que ven con la mirada de un niño, se ve claramente a una boa que se tragó a un elefante. Así de fácil, así de magnífico. El espíritu humano puede provocar este milagro.

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Muchas personas verán esta fotografía y pensarán por dentro: «es un bello paisaje. Pero al fin y al cabo sólo es un monte». Sin embargo, basta con que sólo una persona vea algo distinto para que se dé el prodigio... es suficiente que uno vea con los ojos de niño… Según cuentan corría el año 1938 cuando un avión, en la época en que volar era toda una aventura de pioneros, aterrizó para repostar en una

pista guatemalteca. Uno de los pilotos era, nada más ni nada menos, que Antoine de Saint-Exúpery. Una vez llenos los depósitos, se dispusieron a continuar ruta hacia el sur, pero tuvieron el infortunio de que una mala planificación de la carga de combustible provocara un accidente en el momento del despegue. Pocos lo saben, pero nuestro personaje quedó en coma durante cinco días y tuvo que recu-

perarse durante largos meses después de salir de su estado. Paseó por Antigua Guatemala, la ciudad de las perpetuas rosas… contempló los volcanes… Posiblemente pasó por el lago Atitlán, y divisó el Cerro de Oro… tal vez él fue el primero en ver a una boa devorando a un elefante. Lo que sí es cierto es que en 1941 se publicó la obra por la que es mundialmente conocido… El principito.Y allí, en sus primeras páginas, aparece el dibujo de un sombrero… tal vez un monte… qué digo… una boa que se ha tragado un elefante. Aprendamos algo de todo esto: cuando miremos el mundo que nos rodea, hagámoslo recordando que «lo esencial es invisible a los ojos, sólo puede verse con el corazón». Mirad la fotografía nuevamente… ¿Qué veis?


lo que algunos dijeron sobre... Más allá de la vida

Director: Clint Eastwood Drama. 2010. USA.

Justo un año después del estreno de Invictus, el célebre Clint Eastwood, ganador de cuatro Premios de la Academia, se ha propuesto con esta película reavivar el debate sobre qué se encuentra después de la muerte. En Mas allá de la vida, Eastwood recurre a una narración fragmentada que focaliza la atención en tres historias unidas por un nexo común: la experiencia cercana a la muerte; ya sea como superviviente milagrosa de una catástrofe natural, familiar de una persona prematuramente fallecida o individuo detentor de un extraño poder de comunicación con el más allá. No es la primera vez que Eastwood nos habla de la muerte, pero es aquí donde se hace más explícita en el texto y en la historia. Está claro que el director, a punto de cumplir 81 años, tiene un buen puñado de inquietudes sobre las que reflexionar. Lo más remarcable de esta nueva y peculiar aventura cinematográfica de Eastwood es su capacidad para narrar una historia con evidentes tintes sobrenaturales de un modo clásico, sosegado, repleto de matices e incluso plausible para la descreída mentalidad occidental.

El legado de Osiris Autor: Carlos Sanmiguel Tras un año difícil en que pierde en un accidente a Silvia, su mujer, Marc Beltrán comienza una andadura en la que se irá desdibujando su incredu-

Una visión moderna de la Grecia Antigua lidad y falta de esperanza en una vida más allá de este mundo, volcado en continuar con la investigación que estaba realizando su esposa antes de morir. Con El legado de Osiris, Carlos Sanmiguel recupera el mito de la resurrección del alma en el Antiguo Egipto y lo convierte en una emocionante historia de misterio sobre la pervivencia de un dios que parece habitar entre nosotros. Una aventura en la que sus protagonistas se verán obligados a luchar, por encima de todo, para salvar su alma.

Autor: Sócrates Adamantios El grecovenezolano Sócrates Adamantios Tsokonas se adentra en la épica y la tragedia, así como en otros motivos artísticos y culturales griegos, para acercarnos a la comprensión de esa sociedad cuyo esplendor

nos asombra aún en la actualidad, a casi tres mil años de distancia. «El objeto de mi trabajo nunca será abarcar ni mucho menos exponer las virtudes de este gran pueblo del Mediterráneo. Sólo desearía y me contentaría con llevarle al lector una óptica distinta para observar la literatura griega antigua, de tal modo de incentivar nuestra admiración por quienes fueron una de las civilizaciones más relevantes e influyentes de los últimos tres mil años: los griegos».

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Gina Hernández Amelio

Ningún artista está adelantado a su tiempo. Él es su tiempo; los demás sólo están atrasados.” Martha Graham

En el arte, como en la vida, al ser humano le gustan los retos. Tiene la constante necesidad de saber qué es lo que pasaría si cruzara ciertos límites, ciertas zonas prohibidas. ¿Qué es esta curiosidad? ¿Es la adrenalina de adentrarse en lo desconocido? ¿O es un susurro que nos va guiando a través del tiempo recordándonos que lo que creemos estar descubriendo, simplemente lo habíamos olvidado? A principios del siglo XX, un par de bailarinas norteamericanas encontraron una falta de rumbo y dirección en el camino artístico de su período. Entonces, escuchando esa voz milenaria, cada una a su manera y con su método, trató de reanimar el 8

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espíritu del hombre moderno sensible, sentando con esto las bases de la danza moderna. Varios años antes de que la Primera Guerra Mundial llegara a invadir la tranquilidad de los hogares en Estados Unidos, las primeras consecuencias de la visión industrializada de la vida, ya comenzaban a manifestarse. Ni el progreso de la ciencia ni la aparente simplicidad de los actos cotidianos con la ayuda de la tecnología, parecían ayudar a la gente a sentirse identificada con su entorno. Isadora Duncan, fue la primera en el ámbito de la danza que manifestó la inconformidad ante la aparente mecanicidad de la existencia y la decreciente falta de importancia que se daba a la religión y la espiritualidad. Inspirada en jarrones griegos que observó en el Museo Británico, comenzó a crear coreografías basadas en la visión de la cultura clásica. La espontaneidad y el contacto con la naturaleza fueron

los fundamentos de todas sus creaciones. Por lo general, vestía con una túnica blanca para que el cuerpo humano luciera en toda su sencillez y hermosura, sin el adorno de leotardos con escote o piedras brillantes, como se acostumbraba entonces. Duncan no dejó ninguna escuela ni composición escénica, ya que la improvisación en cada baile era parte de la autenticidad de su trabajo. Sin embargo, la esencia de su legado revivió el baile, dándole una gran importancia al alma presente en el movimiento e inspirando con esto a muchos coreógrafos que decidieron seguir sus pasos. Uno de ellos fue Michael Fokine, quien buscó que el baile se integrara mejor a las otras artes y que recuperara sus formas y cualidades espirituales. Junto con el empresario de los Ballets Russes, Sergei Diaghilev, encontró al compositor ruso Igor Stravinsky para realizar el Pájaro de Fuego, una de las primeras obras primitivistas.


Jóvenes escritores Con el tiempo Fokine moldeó a Vaslav Nijinsky, uno de los mejores primeros bailarines no solo de la compañía sino también, el tiempo después lo demostraría, del siglo XX. Nijinsky fue elegido por Diaghilev como coreógrafo principal para El Rito de la Primavera, obra compuesta por Stravinsky que rompería definitivamente con el vocabulario rígido y convencionalizado de la danza. En esta obra maestra del arte moderno se empezó a cuestionar la validez de las reglas musicales, por lo que la interpretación no seguía los patrones normales de ritmo, así como de métrica y melodía. Parecían en conjunto un bonche de notas, que de vez en cuando cambiaban para formar otra serie de armonías irregulares.

En este choque de orden y caos aparecía, con pasos del folclor ruso, una chica en un rito pagano cuyo propósito, como personaje, era bailar hasta su muerte. El simbolismo de comunicarse con una fuerza superior era mucho mayor del acostumbrado en las coreografías mecánicas y sin espíritu que presentaban «los niños bonitos» de Rusia. Del otro lado del mundo, una contemporánea de Duncan llamada Marta Graham creó la primera escuela de danza contemporánea. Difundió su creencia en el valor femenino de la Historia a través

del montaje de coreografías basadas en la Biblia, contados desde el punto de vista de las mujeres participantes en los pasajes. Su técnica consistía en la contracción y la relajación de los músculos, provocando así una mayor impresión de naturalidad en los movimientos tradicionalmente verticales y estilizados. Dicha naturalidad era la propia de la mujer, pues en vez de ser vista como un ser etéreo e inalcanzable como La Be-

Isadora duncan (Izq.), introdujo nuevos aires en la danza con su retorno al canon estético griego. Martha Graham (arriba), sentó las bases para la danza contemporánea tras explorar caminos de expresión corporal al márgen de la técnica clásica. EL MUNDO DE SOPHIA

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La Consagración de la Primavera, en una reconstrucción de su coreografía original (derecha) y en una representación moderna (izquierda).

lla Durmiente o Giselle, se conceptualizaba como un ser atado a la tierra, apasionado y complejo psicológicamente, basándose en teorías de Freud. Uno de sus alumnos más destacados, Pearl Primus, incorporó la técnica Graham a sus propias raíces étnicas, fundando así la primera academia de danza moderna afroamericana. Incorporar el primitivismo al arte era una tendencia muy común en el concepto modernista, pues se creía que los antiguos parecían tener mayor sabiduría de la vida y sus abstracciones que ellos mismos. En pintura y escultura ya se recurría a las culturas polinesias y haitianas para buscar inspiración; en este caso, se volvía la vista hacia África, donde la improvisación y el baile en círculos eran vitales. El movimiento de todas las partes del cuerpo, azotar los pies, tener una ligera inclinación hacia el suelo y hacer un uso asimétrico de brazos y piernas 10

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eran cánones nuevos para las coreografías que intentaban buscar en las sabidurías antiguas respuestas a los problemas modernos. Tiempo después, estos ritmos peculiares sentarían las bases para la música y el baile del jazz y el rock and roll. Buscar el conocimiento y la inspiración del hombre «civilizado» a través de la visión de pueblos «menos intelectualizados». puso en perspectiva el verdadero avance que la racionalidad y el pragmatismo habían tenido en el siglo XX. La expresión individual y creativa, por encima de la perfección técnica de Duncan y Graham, ayudó a recuperar en los estilos arcaicos la belleza natural y el alma en los movimientos que caracterizan a la danza. m

«Si buscamos la verdadera fuente de la danza, si vamos a la naturaleza, encontramos que la danza del futuro es la danza del pasado, la danza de la eternidad y siempre será la misma. El movimiento de las olas, el viento, la tierra, será siempre esta eterna armonía». Isadora Duncan


Escultura poética...

Escriba sentado IV Dinastía (2613-2498). Museo del Louvre, París

Naty Sánchez

T

e encontraron en las arenas de Saqqara, inmóvil y silencioso, inmerso en tus tareas milenarias. El primero que te vio quizá se aturdió por tu mirada inquisitiva, cristal de roca imperturbable que anhela mirar con pupila humana. Ironías del destino, ni un solo jeroglífico se grabó en tu efigie, y ocultando tu identidad, agigantas tu misterio. Eres el testimonio mudo de los discípulos de Thot, escritor sin palabras de una estirpe de hombres enamorados del saber. Tu piel de caliza apenas retiene ya el tostado abrazo del sol que bañó tu vida. Nos contemplas impertérrito con distancia secular, escondiendo tus pensamientos con burlona sonrisa de Gioconda. ¿Proteges acaso los herméticos secretos de las pirámides? ¿Leíste quizá el perdido libro de Thot en su vieja biblioteca? ¿Escuchas el dictado de benéficas enseñanzas en la Casa de la Vida? No oprimas más tus finos labios, no aletargues el silencio… ¡Quién pudiera insuflar espíritu a esta piedra y que el escriba cobrara ímpetu de nuevo! ¡Qué no daría por ver sus ágiles dedos y su cálamo diligente volar sobre el papiro! ¡Oh arte milenario, que haces a los hombres inmortales deteniendo su imagen en el espacio, embaucando a los señores del tiempo! Gracias por conservar para la memoria el perfil de estos hombres singulares. Gracias, escultor anónimo, por tu legado generoso, por haber mediado entre dos puntos de la Eternidad.

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Fernando Celli

Sólo hay un medio de comprender cualquier fenómeno cultural ajeno anuestra coyuntura ideológica actual, que consiste en descubrir el ‘centro’ e instalarse en él para desde ahí alcanzar todos los valores que rige. Sólo volviéndose a situar en la perspectiva del alquimista llegaremos a una mejor comprensión del universo de la alquimia y a medir su originalidad». (Mircea Eliade, Herreros y alquimistas) 12

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Hasta hace poco más de medio siglo muchos aspectos y facetas de la ciencia oculta de los alquimistas y de su aplicación eran desconocidos e incomprensibles a nuestra occidental y moderna visión del mundo. Esto explica, en parte, las sucesivas malinterpretaciones que había sufrido esta práctica, tan antigua como el hombre mismo, a lo largo del tiempo. Sin embargo, gracias a rigurosas investigaciones, como las que realizaron Mircea Eliade o Carl G. Jung, entre otros, se ha ido redescubriendo su carácter más científico; y hoy en día se nos presenta en toda su magnitud,


Historia como una gran ventana a la comprensión de otras dimensiones de la existencia. Los hallazgos que legó la alquimia han sido, sin duda, la base fundamental para el desarrollo de nuestra química experimental. El trabajo de los alquimistas aportó elementos hoy por hoy imprescindibles para la vida; aunque se sabe que perseguían algo mucho más elevado que una simple «química de los elementos». Lo cierto es que se trata de un tema que despierta poderosamente nuestra curiosidad, uno de aquellos misterios que siguen generando preguntas a nuestra mente inquieta, a nuestra alma de buscador… Sin embargo, hablar de la alquimia es como intentar abarcar el inmenso mar, pues, como él, está llena de secretos ocultos y tesoros escondidos, con lugares peligrosos donde podemos encallar, así como paisajes maravillosos dignos de ver. Y hablar de un alquimista es equivalente a querer describir a un marinero que se aventura al océano, lleno de pruebas, de dificultades que superar en busca de la «Gran Obra». La alquimia era ante todo una ciencia y un arte, alrededor del cual aquellos que la cultivaban fueron tejiendo ese halo de secreto que la envuelve. Su afán era preservar un conocimiento, muy antiguo y sagrado desde sus orígenes, de las manos de quien pudiera profanarlo, haciendo mal uso de él. Esto explica la forma simbólica y casi indescifrable de sus escritos: un lenguaje hermético, esotérico y místico a la vez, saturado de códigos y fórmulas, que permanece velado salvo para aquel que tiene las claves para

descifrarlo y —en palabras de los mismos alquimistas— las virtudes y pureza necesarias para llegar hasta el final del proceso. Se trata de una ciencia asombrosa, por los prodigios que podía obrar en la materia y en el hombre mismo. El alquimista transformaba la mater materia, sublimándola y acelerando su proceso de evolución, hecho que le convertía en un colaborador de la Naturaleza. Según Paracelso, «Lo que la Naturaleza no puede perfeccionar en un largo periodo de tiempo, nosotros lo acabamos en breve lapso con nuestro arte». Este hecho le provocaba al practicante una verdadera trasmutación interior, ofreciéndole la posibilidad de tener acceso a unos conocimientos muy elevados y un despertar de la conciencia a otras realidades que están mas allá del plano físico de existencia, donde la materia le revelaba sus secretos, tras un largo proceso de iniciación y aprendizaje. Como explica C. G. Jung, la alquimia «es un procedimiento de transformación filosófica, es decir una forma especial de yoga, que persigue también la transformación espiritual». Los alquimistas de todo tiempo y lugar, tanto si hablamos de China, Japón, la India, Egipto, los países islámicos, Grecia o Roma, eran conscientes de que vivimos en un universo fascinante y cambiante, en el que la materia se forma y se transforma periódicamente. También sabían que todos los seres que lo habitan se hallan en conexión con el todo, interrelacionándose e influyéndose mutuamente, tal

«Lo que laNaturaleza no puede perfeccionar en un largo periodo de tiempo, nosotros lo acabamos en breve lapso con nuestro arte».

Paracelso

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Como muestran estos manuscritos, la alquimia fue una práctica muy común en varias culturas de Oriente y Occidente, y a lo largo de diferentes épocas. 14

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cual lo define hoy nuestra moderna ciencia con el paradigma holográfico. Su labor más ardua consistía en encontrar esas relaciones, conexiones y correspondencias en el plano de la materia. De ahí que nos encontremos muchas veces escritos alquímicos donde se asocia por ejemplo un metal con un planeta determinado, con un color, etc. La materia primordial, la prima materia de la cual surgió todo el universo, y con la cual se creo todo lo manifestado, era uno de los grandes misterios que buscaba desvelar el alquimista, pues allí estaba todo contenido «in potentia», antes de venir a la existencia.A esta mater materia la clasificaron en cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, aquellos que, en sus diferentes estados, generan todas las formas en nuestro mundo. Además de estos cuatro elementos estructurales, los alquimistas nos hablan de la existencia de un «quinto elemento», que actuaba sobre los otros, era el que producía en ellos las transformaciones. Es la famosa quintaesencia, aquello que buscaban extraer de la materia a través de todas sus técnicas, es lo depurado, lo refinado, el elixir, especial portador del poder curativo de las hierbas, metales y piedras; el espíritu que hay en todas las cosas. El célebre Arnau de Villanova lo expresa en éstos términos: «En la naturaleza existe una cierta materia pura, que descubierta y perfeccionada por medio del arte, convierte en si misma todos los cuerpos imperfectos que toca». La labor del alquimista se centraba, especialmente, en tres facetas distintas: por una parte la búsqueda de convertir el plomo en oro, a tra-


vés de un elemento concreto que se le atribuía la característica de que en su presencia y a través de su contacto, cualquier metal podía ser transmutado en oro. En segundo lugar, el descubrimiento del elixir de la larga vida, que tenía el poder de otorgar la eterna juventud a aquel que lo bebía, imaginado como una sustancia capaz de evitar la corrupción de la materia y el desgaste del tiempo. Por último, la búsqueda de la «piedra filosofal», cuyo objetivo era convertir el plomo de nuestra propia materia personal imperfecta, en el oro del espíritu. En palabras de Mircea Eliade, «La alquimia no solo se limita a transformar, perfeccionar o regenerar la naturaleza, sino que confiere perfección a la existencia humana, otorgándole salud, juventud eterna e incluso inmortalidad». En su laboratorio, lugar sagrado donde experimentaban y trabajaban, era donde se purificaban, morían, se transformaban y renacían las sustancias. El maestro alquimista, a veces en solitario hasta altas horas de la noche, velando por su obra, otras junto a sus discípulos, les instruía en las fases y transformaciones que iba sufriendo la materia: nigredo, albedo, citrinitas y rubedo. La calcinación, la sublimación, la fusión, la cristalización y la destilación eran algunos de los procesos necesarios para realizar la Gran Obra. A través de ellos destilaban y elaboraban misteriosas pócimas que servían como

remedio a las enfermedades; en la fragua, con el secreto de los fuegos, aceleraban el proceso de los metales. En esos misteriosos lugares de transmutación era donde trabajaba el

Arriba: Paracelso (1493 - 1541). Uno de los más célebres alquimistas del Renacimiento.

alquimista consigo mismo, desarrollando la voluntad, la paciencia y la fe, cultivando las virtudes más elevadas de su carácter. Según Paracelso, «[n]ada ha sido creado como última materia, en su estado final. Todo se crea primero en su prima materia, la materia inicial, sobre la que actúa la alquimia y lo transforma en la materia final». Nuestra sociedad moderna es heredera de muchos de los descubrimientos alquímicos del pasado. Los perfumes, las esencias, las técnicas de destilación, el «baño maría» que se utiliza en la cocina, las tinturas, todas las técnicas minero-metalúrgicas, la forja, los disolventes, la pólvora, los bálsamos, la aromaterapia, etc., son sólo algunos ejemplos. Sin embargo, hay dos grandes aportes de la alquimia al mundo, quizá los más importantes: como ciencia, el concepto de que todo en la Creación —desde los minerales, las plantas, los animales y seres humanos, hasta las estrellas— tiende hacia la perfección, hacia lo Uno; un universo en evolución del cual nosotros formamos parte activa. Y como arte de transmutación, el habernos enseñado las claves para alcanzar esa perfección que hay dentro de cada cosa, ya sea en la Naturaleza o dentro de nosotros mismos. m

Izq.: Ouroboros. Símbolo frecuente en la iconografía alquímica, relacionado con la consumación del Magnum Opus (la Gran Obra).

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Arte

Mito y Modernidad Felipe Aguirre

Director de Orquesta por el Conservatorio de Viena

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espués de la caída del Mundo Antiguo en Occidente, han sido varios los intentos de reivindicar el poder simbólico del arte y su relación con la vivencia colectiva de lo sagrado a través del mito. Dos de los más relevantes fueron el Renacimiento italiano (entre los siglos XV y XVI) y el Neoclasicismo, seguido por el Romanticismo europeo (durante el siglo XIX). El primero de ellos, influenciado por el humanismo florentino, centró su esfuerzo en el rescate (a través, principalmente, de las traducciones de Marsilio Ficino) de textos filosóficos y herméticos que se habían perdido para la tradición occidental. La mayoría de Diálogos platónicos, el Corpus hermeticum, así como varios textos del neoplatonismo alejandrino, trajeron a la Europa del Cinquecento un acervo cultural y filosófico que la llevaría a encontrar en el pasado sus propias raíces, además de una gran fuente de producción artística. El segundo, marcado por el pensamiento filosófico idealista, se caracterizó por una «grecomanía» imperante (la tendencia a buscar en el pueblo heleno modelos humanos y éticos), que repercutió en el desarrollo de los cánones estéticos del arte 16

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«romántico», así como en las ideas filosóficas, no sólo de idealistas como Hegel, Kant, Fichte o Schelling, sino también de figuras singulares como Nietzsche, cuyo eco llegaría hasta el siglo XX. En ambos casos, la historia parece mostrar que el ser humano, una y otra vez, ha sentido la necesidad de reencontrar su origen en los elementos mitológicos que le son propios y de aprehenderlo a través del estudio y la interpretación hermenéutica y filosófica del legado de la antigüedad. Teniendo en cuenta la trascendencia que este período romántico tuvo para el desarrollo del arte, nos detendremos un momento a reflexionar acerca de algunos aspectos de ese último gran —y a nuestro modo de ver, inconcluso— intento de construcción de una «mitología viva» a través del arte, con el fin de entresacar elementos que aporten conceptos en el ámbito estético de la actualidad.


Arte El arte y la religión En la Antigüedad, como es bien sabido, la línea imaginaria que separa los ámbitos de la religión y el arte como esferas de valor de la cultura, no estaba tan marcada. Por ejemplo, en un género artístico como la tragedia griega encontramos innumerables elementos rituales, tantos más numerosos cuanto más atrás en el tiempo: el concepto de «fiesta sagrada», la procesión ritual, el altar del dios en el centro de la orkestra, etc. Asimismo, una expresión religiosa tan neta del helenismo como el culto de Apolo, era impensable sin la práctica de la música y la poesía de los peanes que revivían escenas mitológicas del dios. Arte y religión estaban, pues, unidas por un concepto que las superaba: el rito, la ceremonia, comprendidos como la «puesta en acción» de determinados «símbolos vivos» que, en ambos casos, cumplían una finalidad similar: la experiencia de lo sagrado; el reencuentro con la propia esencia, con los demás seres, con la Naturaleza y con la divinidad. Ahora bien, si tenemos en cuenta que, en uno de sus aspectos, el arte puede ser entendido como el medio a través del cuál los símbolos religiosos cobran vida, expresando y haciendo comprensible una realidad intangible a nivel racional, veremos que los siglos posteriores a la Época Clásica (que abarcan gran parte de la Edad Media hasta nuestros días) describen —salvo algunas excepciones— una creciente escisión de ambas esferas, demarcada en gran medida por el racionalismo y la secularización del mundo occidental. Dentro de este contexto no es, pues, extraño el hecho de que uno de los ideales del Romanticismo consistiera precisamente en el anhelo de restablecimiento de dicha unión originaria entre el arte y la religión. Ya a finales del siglo XVIII el poeta alemán Novalis lo formuló así: «Poeta y sacerdote eran uno al principio, y sólo en tiempos posteriores se separaron (…) ¿Y no debería el futuro hacer renacer la antigua condición?». El mismo Schiller traduce esta escisión al campo de lo humano; según él los hombres modernos «hemos proyectado en los individuos la imagen de la especie… pero rota en pedazos (…) Has-

Una bacante danzando en el tiempo de la vendimia, de L. Alma-Tadema (1880).

ta tal punto está fragmentado lo humano, que es menester andar de individuo en individuo preguntando e inquiriendo para reconstruir la totalidad de la especie»1. Otros escritos de este poeta, que apelaban a seguir los modelos éticos de los griegos, sumados a las reflexiones de Schelling, que ponían de manifiesto la necesidad de retornar a un pensamiento mitológico (en su Filosofía de la Mitología, de 1842), así como el invaluable trabajo de investigación y catalogación de la mitología germana, realizado por Jakob y Wilhelm Grimm, derivarían en la necesidad colectiva de «dar vida» nuevamente a figuras mitológicas. No obstante, este anhelo no estaba exento de una cierta dicotomía en su relación con la institución religiosa. Al respecto, escribía Schiller a Goethe: «Virtualmente encuentro en la religión cristiana todas las tendencias a cuanto hay de más sublime y noble; en cuanto a las diferentes formas que asume en la vida, me parecen tan repelentes (...) sólo porque no constituyen sino erróneas representaciones de la que en ella hay de sublime»2. En su reflexión percibían los primeros románticos la escisión de ambas esferas de la cultura, así como el natural anquilosamiento del poder simbólico que toda religión puede sufrir con el paso del tiempo.También Richard Wagner, alentado por la lectura atenta del libro de Schelling, se hacía eco de este pensamiento al afirmar que cuando una religión se hace artificiosa, «está reservado al arte el salvar el núcleo sustancial, penetrando los símbolos míticos»3.

Izq.: La Libertad guiando al pueblo, de E. Delacroix (1830). Uno de los emblemas del Romanticismo.

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Zeus y Wotan, los principales dioses del panteón griego y escondinavo, respectivamente.

El teatro de Dionisos en Atenas, lugar donde se representaban anualmente de las Tragedias, en el marca de festividades de culto.

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En suma, vemos en todas estas «voces» un ambiente renovador que, ante la imposibilidad de transfigurar las formas religiosas, quiere ver en el arte una nueva forma de religión. Las condiciones, aparentemente, estaban dadas para que surgieran «nuevos profetas», y para que las artes y sus creadores hicieran la gran obra de redención del género humano. En tal punto de los acontecimientos, entró una figura polémica y arrolladora en escena: el joven Nietzsche. Para entonces, frecuentaba la compañía de Wagner y antes de sacar a la luz su primer libro4, había pasado muchos días al lado del músico, reflexionando sobre el destino del pueblo alemán. A juzgar por el pensamiento del Wagner de aquella época y las osadas tesis que el joven filólogo publicaría poco tiempo después, podemos imaginar que en sus conversaciones ocupaba un lugar muy importante el futuro de Europa como simiente para una nueva humanidad. Y es un hecho significativo que en el centro de la discusión estuviera la tragedia griega como modelo para un nuevo

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arte: el drama alemán. Pero este no se trataba sólo de un proyecto artístico, sino de una especie de nueva puesta en escena del «dionisismo», del más puro espíritu de la religiosidad griega, esta vez trasladada a una mitología local, con dioses y héroes germanos. La obra de arte que nacía, de nuevo a partir del seno de la mitología, debía convertirse, a su vez, como una forma de «religión». Nietzsche, en su libro, habla claramente de una nueva «edad trágica» para el espíritu alemán, de un retorno a la «fuente primordial de su ser», inspirado en la «alta gloria» de un pueblo, el griego, al que necesitarían más que nunca ahora que estaban «asistiendo al renacimiento de la tragedia»5. Así, entre el fructífero ambiente artístico y la benévola sustentación filosófica, nacía para Alemania (y, con ella, para Europa) el nuevo concepto de lo trágico. Como si se tratase de un poietes, de un «creador» de mitos de la Antigüedad, Wagner forjó una «nueva mitología» a partir de leyendas germanas de la Edad Media (Tannhäuser, Parsifal, Lohengrin, etc.), enlazadas con mitos nórdicos pertenecientes a los Eddas (El anillo de los Nibelungos). El mito en escena No ahondaremos ahora en el estudio de las obras wagnerianas ni en su indudable repercusión artística y estética. Seguiremos, sin embargo, el hilo nuestra reflexión destacando el siguiente hecho: a la luz de la numinosidad (es decir el «poder arquetípico») que ostenta per se una figura mítica, el acto de poner en escena símbolos colectivos tan poderosos como, por ejemplo, dioses del antiguo panteón nórdico (Wotan, Frigga, Thor, etc.), o héroes medievales «semidivinos» (Lohengrin, Parsifal), podría tener una trascendencia ontológica equivalente a la que tuvo la tragedia griega, en tanto acto cercano al ritual. Sin embargo, nuestra visión en perspectiva de más de un siglo nos permite concluir que ni la «obra de arte total» wagneriana, hija de todos los anhelos de utopía estética del romanticismo, ni las figuras divinas que ella encarna, han tenido el alcance religioso que se esperaba, no obstante haber mantenido intactos sus rasgos psicológicos y su influencia «catártica». Hoy en día podemos asistir a una representación del Anillo wagneriano y constataremos que la aparición en escena del dios Wotan no causa en el público ese efecto de «terror sagrado» ante el mysterium


tremendum que sentía el ateniense al ver al imponente Zeus; o la figura de Frigga, que encarnaba uno de los aspectos de la ancestral Diosa Madre, difícilmente despertaría en nuestros espectadores modernos el amor y la devoción que un griego medio profesaba por Atenea o Deméter. Y aquí llegamos al planteamiento central de nuestro análisis: la idea de que la representación artística no puede sustituir al acto religioso, pues es, en su aspecto ideal, una expresión visible del sentimiento místico, un medio a través del cuál el hombre puede acceder a una vivencia religiosa, mas no una vía religiosa en sí. Asimismo, los símbolos que utiliza una representación artística (sean cuales sean) producen un efecto religioso o «místico» en el público, sólo en la medida en que éste tenga un vínculo cognitivo y, principalmente, afectivo, devocional y tradicional con aquellos. Su efectividad depende, pues, del mito como un acto vivo, sustentado por la fuerza activa y constante de la práctica religiosa. Así, por ejemplo, lo que movía al griego en su vivencia «mística» era un profundo sentimiento sagrado de amor y devoción hacia los dioses, aquellas fuerzas de la naturaleza, la vida y el cosmos, que representaban de forma ideal (W. F. Otto). Estamos, pues, en pleno, ante los síntomas de un mundo «desmitificado» o «desmagificado» (M.Weber), en el que nuestra «conciencia mitológica» y poder imaginativo ha menguado sustancialmente frente al de nuestros antepasados (C. Jung), y en el que prolifera el culto a nuevos mitos «descralizados» (M. Eliade) como el «tumulto solidario del deporte, o el fanatismo de las manifestaciones políticas» (H. G. Gadamer)6. Se plantea, entonces, la inevitable pregunta: ¿Podremos (o querremos) algún día revertir el proceso histórico que nos alejó de aquel origen que, una y otra vez, parecemos buscar? ¿No estaremos ahora, de nuevo, allí en ese punto indefinido de los ciclos históricos en el que la voz de nuestra conciencia colectiva (que muchos filósofos y pensadores ya vienen escuchando y poniendo en palabras desde hace décadas) parece llamarnos a ha-

cer un alto en la vertiginosa carrera hacia el «progreso» material y tecnológico, y a echar mano del legado del pasado para «salir del vórtice» y retomar de nuevo la evolución, esta vez desde un punto de vista más humano y espiritual? En respuesta a estos interrogantes, quizá nuestra presente generación de artistas deba ser aún más osada que los románticos, y tomar como fuente de sabiduría no sólo a los griegos sino a todas las grandes culturas que han existido (Egipto, Mesopotamia, China, la India), y en cuyo modelo civilizatorio el arte y la religión han estado, fieles a la naturaleza que les es propia, en función de un fin único: la evolución moral y espiritual del hombre. Y así, si Wagner, el hijo del romanticismo, sostuvo en su momento que «un verdadero arte sólo puede florecer en el terreno de un verdadero hábito moral», que nosotros, en la aurora del nuevo milenio, podamos decir que «un arte verdaderamente nuevo sólo puede nacer en el seno de un mito vivo, de la vivencia real de lo Sagrado». m

Wotan y Brunhilde en una representación de El anillo de los Nibelungos de Wagner.

NOTAS Schiller, Friedrich. Über die ästhetische Erziehung des Menschen (En: Escritos sobre estética. Ed. Tecnos, Madrid, 1991. Pág. 112. 2 Citado por Wagner: R. Wagner, Religión y Arte. (En Sämtliche Schriften und Dichtungen, Band X, C.F.W. Siegel, Leipzig, 1871.) 3 R. Wagner, Religión y Arte. (En Sämtliche Schriften und Dichtungen, Band X, C.F.W. Siegel, Leipzig, 1871.) 4 El Nacimiento de la Tragedia. 5 Nietsche, Friedrich. El Nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial, Madrid, 2007. (pag. 168) 6 Gadamer, Hans Georg. Mito y Razón. Paidós Studio, Barcelona, 1997. Pág. 61. 1

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Naty S谩nchez Licenciada en Historia y Miembro del Proyecto Arqueol贸gico de Amenhotep Huy en Luxor, Egipto.

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Historia - Egiptología

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a historiografía moderna, siempre presta a catalogar la historia en etapas mejores y peores, utiliza el término «Baja Época» para caracterizar el tiempo que discurre entre el primer faraón saíta, Psamético I, y Alejandro Magno. Términos como «bajo» o «tardío» son incapaces de recoger el peculiar espíritu con que Egipto entonó su canto del cisne, una melodía que embriagó a los griegos y despertó su respeto por el noble anciano del Mediterráneo. El ascenso de los príncipes de la ciudad de Sais a la institución faraónica tuvo lugar en el contexto de la invasión asiria que padeció Egipto en el siglo VII a.C. Los últimos miembros de la dinastía etíope no pudieron repeler el avance de Assurbanipal y éste acabó por recluirles en Nubia. Sin embargo, los asirios no mostraron interés por permanecer en el país y otorgaron al príncipe Psamético, heredero del difunto Nekao de Sais, el gobierno de algunas ciudades del Delta. Desde allí, con suma prudencia y pacífico talante, fue reunificando los nomos del Bajo, el Medio y el Alto Egipto, hasta volver a consolidar un Estado políticamente cohesionado. El destino quiso otorgarle un largo reinado (664-610 a.C.) en el que desarrollar con prudencia nuevas y audaces estrategias. El principal logro de Psamético y sus sucesores fue saber armonizar la política interna con las circunstancias internacionales. Egipto no podía permanecer al margen de los sucesos que acaecían en Oriente (auge y caída de Asiria frente a Babilonia y posterior ascenso persa) y en el Mediterráneo (expansión griega por medio de colonias y desarrollo de las grandes polis). Con genuina perspicacia, supo prever el papel que Grecia jugaría en el futuro y por ello no sólo incorporó sus mercenarios al ejército y permitió el comercio a sus mercaderes, sino que fundó la primera ciudad extranjera del valle del Nilo: Naucratis. Este pequeño núcleo fue creciendo y el acercamiento económico dio paso al cultural, cuando los titanes del mundo helénico comenzaron sus peregrinaciones a Egipto en busca de su sabiduría pretérita. La importancia que los saítas otorgaron a este fenómeno se aprecia en la creación de una escuela de intérpretes en el Bajo Egipto por orden de Nekao II (609-595). Allí aprenderían la lengua griega algunos escribas y sacerdotes que a su vez se encargaron de enseñarla a los cuadros administrativos.

Gracias a este centro, personajes como Tales, Solón, Platón y otros muchos lograron conversar con los sabios egipcios. A otros, como Pitágoras, parece que se les concedió el privilegio de conocer personalmente los enigmas de la lengua jeroglífica. En contraste con estas concesiones a lo extranjero, poco frecuentes en la hermética tradición de estas gentes, se inició una intensa campaña de recuperación de los valores intrínsecos del pasado faraónico. Así estalló un auge creativo cuyos modelos principales se hallaron en los monumentos del Imperio Antiguo, dando vida a multitud de obras maestras de excepcional belleza. De modo simultáneo, se ordenó la copia y divulgación de numerosos y variados textos, generando la renovación de bibliotecas y centros de estudio. Para ello se popularizó el demótico, un modo de escritura derivado del hierático que pronto se volvió oficial. Esto se acompañó de una especial atención regia hacia los templos, que se vieron atendidos con gran interés por la administración central.Tebas, que había sufrido el saqueo más sangriento de su historia a manos de los asirios, nunca logró recuperarse por completo, pero sí pudo subsanar daños importantes

La diosa Neith, patrona de Sais, representada en una columna de un templo en Medinet Habu.

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Mapa del bajo Egipto.

Estatuilla de Isis con niño Horus. Una de las piezas representativas del arte saita.

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bajo la dirección de las Divinas Adoratrices, a la par que seguir construyendo algunas de las maravillosas tumbas que hoy contemplamos en su necrópolis. Estos dos rasgos (inclusión de elementos foráneos con el auge de las tradiciones milenarias) singularizaron el siglo y medio en que Sais se irguió como capital. Desde allí la diosa Neith alumbró este afán de sabiduría. La antigüedad de esta divinidad se remonta a épocas predinásticas y su protagonismo varió en los distintos períodos sin que perdiera nunca un papel destacado. Sus distintivos son la corona roja del Bajo Egipto y un escudo con dos flechas cruzadas, con cuyas puntas adormece a los malos espíritus. Entre sus epítetos figuran «la libia», «la terrorífica», «la que amamanta cocodrilos» o «Madre de todos los Dioses». Es una de las pocas entidades femeninas que asume el rol creador del universo, que gestó al pro-

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nunciar siete palabras: con la primera surgió la colina primordial y ella se colocó encima; con la segunda dio vida a Ra-Amón-Jnum; con la tercera se manifestó la Ogdóada de la ciudad de Hermópolis y con la cuarta el dios Thot vino a la existencia… Como inventora del arte de tejer ofrecía las vendas de la momia dentro del ritual funerario, en el que además intervenía como diosa protectora junto a Isis, Neftis y Selkis; en este ámbito custodiaba en concreto el estómago del difunto en el vaso canopo con la imagen de Duamutef, uno de los cuatro hijos de Horus. Los vínculos con Atenea no son pocos, lo cual no deja de ser un reflejo de las relaciones con los griegos durante todo este período. El mismo Platón las identifica y parecer estar fuera de duda el origen libio de la Señora de Atenas. El príncipe de la filosofía reproduce en el diálogo Timeo la conversación entre Solón y un sacerdote de Neith en Sais. Si bien somos conscientes de que esta narración es una evocación literaria, no deja de recoger un testimonio parcial sobre las actitudes de aquellos egipcios hacia los atenienses, además de ejemplificar el intercambio cultural que se estaba produciendo. En sus líneas hallamos expresada la común devoción por la diosa y una hermosa explicación de la diferencia entre Grecia y el valle del Nilo: frente a la sabia y conservadora (en el sentido de saber guardar) tradición de Egipto, la griega se muestra ingenua, por las continúas pérdidas de sus conocimientos a manos de avatares históricos o naturales. Sin embargo, el sacerdote egipcio no hace de menos a los atenienses y se muestra generoso en elogios respecto a su grandeza como pueblo. La atención que los reyes de Sais prestaron a los dioses no se limitó a su patrona local. En esta época, y muy especialmente bajo los auspicios del faraón Amasis, se alzarán templos como el de Isis en Philae y el de Amón en Siwa, entre otras muchas construcciones y reformas relevantes. Un renacimiento del arte El artista saíta estaba enamorado de su más remota tradición y buscó su inspiración en la necrópolis de Menfis y en otros monumentos de los Imperios Antiguo y Medio. Esto explica que encontremos en sus tumbas tebanas algunos relieves idénticos en forma


DINASTÍA XXVI (SAÍTAS) Psamético I (664-610) Reunificación de Egipto. Aparición de los griegos en la historia del país. Alianza con Giges de Libia. Alianza con los asirios, que le dan mano libre en Palestina: toma de Ashod. Tropas egipcias apoyan al ejército asirio. Desarrolla la marina y los puertos, se abre hacia el Egeo. Tebas: Shapenupet II se mantiene y adopta a la hija de Psamético Nitocris (656 a.C.). que gobernó la Tebaida hasta 584 a.C.

Nekao II (609-595) Apoya a Asurubalit contra babilonios y medos. De camino a Harran se encuentra con Josías de Judá en Meggido, le vence y corona a Joaquín, pero no llega a tiempo para ayudar a Asiria. Somete Siria y la sublevación de Gaza. Derrota de Asiria ante Nabucodonosor. Derrota egipcia en Karkemish, perdiendo todo lo conquistado en Palestina. Cuatro años después Egipto contraataca. Sigue aumentando la marina: construcción de canal Nilo-Mar Rojo (acabado por Darío I). Herodoto relata un viaje de circunvalación de África, pero con flota fenicia. Fundación de la escuela de traductores.

Psamético II (594-588) Expediciones a Nubia con ejército griego, cario y fenicio. Amasis dirige a los egipcios. Sigue fomentando la marina mercante. Viaje diplomático a Fenicia (año 4).

Apries (588-568) Papiro arameo de Saqqara: Ascalón pidió ayuda a Apries contra Babilonia. Expedición naval contra Tiro (inaudito en la historia egipcia) Ataque terrestre a Sidón. Gran migración judía a Egipto tras la toma de Jerusalén por Nabucodonosor (586) Conflicto entre los griegos de Cirenne y los libios: estos piden a Apries apoyo militar, que es derrotado. Este ejército vencido se subleva contra el faraón, Amasis es enviado a parlamentar y proclamado rey. Guerra civil. Apries es derrotado. Tebas: en 586 su hermana Ankhnesneferibra es nombrada Esposa de Amón.

Amasis (568-526) Lucha contra Nabucodonosor sin consecuencias. Fomentó la concordia con los griegos. Status de colonia para Naucratis (Per-Merit). Da dinero para restaurar Delfos tras un incendio. Conquista de Chipre. Alianza con Creso de Libia. Alianza con Polícrates de Samos. Alianza defensiva de Babilonia, Lidia y Esparta contra Persia, vencida por Ciro. Amasis muere cuando Cambises prepara la campaña contra Egipto.

Psamético III (526-525) Fracasa ante Cambises y es ejecutado durante una sublevación. Egipto se convierte en satrapía persa.

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La escritora frente a la tumba de Pabasa (arriba el detalle del portal y los alrededores).

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y temática a los existentes en milenarios sepulcros de Saqqara. Como en el Renacimiento italiano, no se trata de una copia estéril, sino de una interpretación renovada de unos valores éticos y estéticos; esto nos permite distinguir a simple vista muchas obras saítas de las anteriores. A instancias de sus gobernantes, despertó un afán arqueológico en escultores, pintores y arquitectos, una imperiosa necesidad de conectar con la íntima visión que particularizaba al genio egipcio y lo distinguía de las demás naciones. Desde nuestra perspectiva, su historia es una trayectoria única que concluye definitivamente con el cierre del templo de Philae en el siglo VI d.C. Sin embargo, para los saítas las primeras dinastías estaban tan lejos en el tiempo como están los romanos para nosotros. La diferencia entre el Renacimiento saíta y el europeo estriba en que durante ese lapsus que les separaba de sus modelos el país había conservado con lealtad incansable sus ideas, sus monumentos y sus textos, pese a las pérdidas puntuales provocadas por los vaivenes históricos. En cambio, los humanistas del Cuatrocento se enfrentaron a mil quinientos años de destrucción de un conocimiento y un sentido de la belleza considerados «paganos» y por tanto, destruidos y proscritos. Por tanto, quizá sería factible hablar de una revitalización y no de un renacer, pues en ningún caso es aceptable decir que al subir de Psamético al trono el paradigma egipcio hubiese muerto. Una vez más las necrópolis se convierten en excepcional fuente de información. Son destacables tumbas como la de Pabasa, Ibi o Sheshong en Tebas. Las de Menfis se construyen con una estructura de pozo que alcanza en ocasiones los 25 m de profundidad, lo que supone un gran ingenio técnico. Una curiosidad es que la imitación de los mausoleos se

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realice en base a los nombres de sus propietarios. Es decir, la tumba tebana del Ibi saíta reproduce elementos de la de otro Ibi antiguo en Menfis, y así en otros muchos casos. No podemos dejar de mencionar la impresionante necrópolis de esta época en Oxirrinco, que está saliendo a la luz gracias al esfuerzo de la Misión española dirigida por el profesor Padró y la Societat Catalana d’Egiptologia. La escultura, impregnada de un hieratismo «juvenil» que sugieren sus formas redondeadas, su pulido deslumbrante y sus expresiones vitales, ha conservado para nosotros ejemplares extraordinarios. Su perfección ha sido acusada de frialdad técnica, pero yo me pregunto si opinaríamos lo mismo en el caso de no haber contemplado nunca las obras del Imperio Antiguo. ¿Vuelve a imponerse el tenaz afán de catalogar las cosas en buenas y mejores? Las manos que dieron vida a estas nuevas estatuas, nunca concebidas como obra de arte en el sentido frívolo de la noción moderna, quisieron infundirles el mismo espíritu de heka (magia) que animó a sus predecesoras, pues tenían una funcionalidad religiosa antes que estética. Su genio está precisamente en los matices que a nosotros, observadores de museo, nos permiten distinguirlas. Termina aquí nuestro retrato de una época que quiso «ser egipcia» por encima de todo, aunque estuvo dispuesta a conocer a los nuevos protagonistas de la historia. Gracias a este esfuerzo, la cultura de Nilo se recargó con una savia renovada de la que se nutrieron los pueblos del Mediterráneo en general, y Grecia en particular. Ciudades como Alejandría, con todo el carácter griego que queramos darle, construyó su aureola como foco del saber extrayendo abundantes conocimientos de su anciana anfitriona. Este binomio que unió en peculiar matrimonio a estas dos formas de concebir el mundo y que resumió la urbe de los Ptolomeos tuvo su noviazgo en el Egipto saíta. Aún hoy nos beneficiamos de ello. m


lo que algunos dijeron sobre...

el Dolor El que teme sufrir, sufre de temor.

No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada. Friedrich Nietzsche

Proverbio chino

Quien se aflige antes de tiempo se aflige más de lo necesario. Séneca

El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Buda

De cualquier modo que se llame tu espina, acéptala; es compañera de la rosa.

Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento. Viktor Franklyn

Rabindranath Tagore Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.

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Entrevista Antonio Velasco Piña Escritor e investigador Por Daniel Capllonch y Naty Sánchez

Antonio Velasco Piña es novelista y ensayista, fundador de La Nueva Mexicanidad. Entre sus obras de ensayo más interesantes se encuentran El retorno de lo sagrado y El despertar de Teotihuacán. En lo que a novela se refiere, Tlaclaelel, Regina y La mujer dormida debe dar a luz han sido notables éxitos de venta.

Apenas son las cinco de la tarde en la bulliciosa Ciudad de México cuando tocamos al timbre de la casa en que nos ha citado don Velasco Piña. Somos acogidos con la genuina hospitalidad mexicana y no tardamos en estar sentados junto a él. Nuestro entrevistado es ya una persona mayor, que actualmente ocupa el cargo de Subdirector de Desarrollo y Política cultural de la Dirección General de Cultura de Coyoacán (México D.F.) y autor de numerosos libros. Antes de comenzar conversamos un poco sobre nuestros mutuos intereses por la cultura y la sabiduría tradicional. En pocos minutos todos nos sentimos entre amigos. v¿Nos podría hacer una presentación de sí mismo y hablarnos de qué cosas han ido modelando su vida? vMi primer maestro fue un compañero que había estudiado Historia y que luego tuvo la suerte de irse al Tíbet; él fue quien me introdujo en el estudio de esta ciencia con una visión diferente. Sin embargo, mi gran maestra fue Regina, la

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dirigente de la parte espiritual del «movimiento» del 68 en México. Soy abogado, he estudiado leyes y me dedicaba entonces a las cuestiones fiscales, pero a partir del 68 mi vida dio un giro radical, gracias a que ella me encomendó la tarea de hacer un testimonio de lo que fue dicho movimiento en su aspecto espiritual. Este fue un larguísimo camino que tuve que recorrer. Lo primero que tuve que vencer fue intentar hacer una memoria personal de lo que había sido ese movimiento y entre las múltiples cosas que aprendí es que la percepción de la realidad es totalmente subjetiva y personal, y esto es lo que genera todos los conflictos. v¿Qué significó lo que conocemos como «el fenómeno del 68» en México? vEn el 68 ocurrió en todos los países del mundo un fenómeno de protesta que sacudió al planeta. Pero esos movimientos se extinguieron con la misma velocidad con que se habían generado, de tal forma que un


año más tarde había un bajo porcentaje de protesta y no sirvió absolutamente para nada. Los gobiernos capitalistas decían que fueron instigados por los comunistas, y los socialistas decían que era culpa de los Estados Unidos. No sirvió para nada, no cayó ni un solo gobierno y casi cincuenta años después podemos entender que el 68 fue una toma de conciencia global. Durante varios meses, de marzo a septiembre, la humanidad se dio cuenta de que había una serie de instituciones que estaban mal, y sobre todo de la falsedad de las ideologías políticas y de las mismas instituciones, es decir, que todo era un engaño. Esta toma de conciencia planetaria se fue gestando en el inconsciente colectivo de los pueblos para intentar algunos cambios y el más evidente es el desplome de los sistemas comunistas. ¿Por qué vivimos

ese desplome? Porque en el 68 se dieron cuenta de que era una auténtica mentira lo que se vivía en los sistemas socialistas, que no había tal dictadura del proletariado ni tal igualdad, que no era más que una camarilla burocrática y despótica la que estaba controlando el poder, que todo lo demás era «puro cuento» y que no había igualdad para los obreros. Lo maravilloso de esta toma de conciencia fue que veinte años después estos sistemas se desplomaron sin sangre; todos creían que para que cayeran estos gobiernos tenía que haber una revolución, una guerra mundial o algo parecido, y no pasó nada de eso; los poderes se desplomaron porque todos los habitantes de los países eran conscientes de que eran falsos. Lo mismo ocurre en los países de Sudamérica con las dictaduras militares, y en España, donde la mayor parte de los españoles pensaban que para cambiar el sistema franquista iba a

El Movimiento estudiantil de 1968 en México.

ser necesaria otra revolución, otra guerra civil, otro millón de muertos… Sin embargo, sin disparar una sola bala, se desmanteló todo. En México fue un poco diferente, pues había un sistema político increíblemente deficiente pero que tenía controlada toda la sociedad, hasta que unos muchachos pensaron que la única forma de cambiar la dictadura era a través de una revolución. Entonces entraron en guerrilla, fueron capturados y asesinados.Varios centenares de jóvenes murieron y no sirvió para nada. En cambio, en el año 2000 hubo una transformación por vez primera en nuestro país, sin llegar a una revolución o un golpe de estado. Estamos lejísimos de haber llegado a la perfección en México o en cualquier parte del mundo, pero por lo menos ya somos conscientes de que podemos aclimatarnos unos a otros, y eso ya es un gran progreso. Otro aspecto de la repercusión del 68 ha sido el incremento de la conciencia ecológica. Cincuenta años atrás, todo lo que era producción industrial se consideraba maravilloso porque era el progreso, la base del desarrollo; si ello implicaba contaminarlo todo, no importaba, mientras hubiera producción. A partir del 68, los pueblos se empezaron a preguntar sobre la consecuencia de este proceder: la destrucción del planeta. EL MUNDO DE SOPHIA

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bagaje espiritual del ser humano y dar un paso adelante. No se trata de recuperar el aspecto formal de una determinada civilización, porque yo puedo vestir como un sacerdote egipcio, ponerme nombre egipcio y ser el mismo hombre de siempre; sino recuperar lo esencial de la tradición egipcia, lo esencial de la tradición griega, de la china, de la hindú…

vSegún su opinión, ¿dónde nos encontramos dentro de este proceso de cambio? ¿en el 50%? v¡No! Estamos en el 1%, porque este proceso está encaminado a conseguir una conciencia planetaria que rompa con nuestro sectarismo, nuestro fanatismo, nuestro individualismo, nuestro nacionalismo mal entendido, es decir, que entendamos que todos somos uno, que vivimos la «ilusión de la separación», que aunque estamos en cuerpos separados, el espíritu de la humanidad es uno solo. Además, que el espíritu de la humanidad está conectado con el de la Tierra y éste, a su vez, con el del universo entero. Para que esto funcione como concepto necesitamos que primero funcione como una realidad operativa, una vivencia que determine toda nuestra conducta permanente, si no, es una filosofía muy bella pero sólo teórica. vEntonces ¿qué podemos hacer para ayudar en este proceso? vHay dos etapas: la prime-

v¿Qué significa esto de la nueva mexicanidad?

ra, recuperar toda la herencia espiritual de la humanidad, independientemente de qué cultura o religión se trate. Hace muy pocos años esto era imposible porque si yo era europeo y quería recuperar la tradición, tenía que ir a la India para empezar. La recuperación del ente espiritual no consiste en que nos convirtamos en unos eruditos de la cultura del pasado.Yo puedo recuperar un instrumento de ampliación de la conciencia como es el yoga practicándolo en mi propia casa y esto es algo que antes era imposible. La segunda etapa consiste en hacer una síntesis de todo el

...recuperar toda la herencia espiritual de la humanidad, independientemente de qué cultura o religión se trate.

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vEn México, como en cualquier nación, existe una tradición ancestral representada por los guardianes de esa tradición. Estoy hablando en concreto de la tradición indígena, aunque fuera de ella, en México hay ya ochenta millones de personas que no somos indígenas sino el resultado de un sincretismo entre la espiritualidad prehispánica y la tradición cristiana y europea. Entonces ha surgido esta corriente de una «nueva mexicanidad» que no pretende oponerse a las raíces antiguas de México, ni tampoco hacer algo totalmente diferente, sino, simplemente estar en nuestro tiempo, en nuestra circunstancia, en nuestro ahora, recogiendo siempre lo fundamental del legado indígena y de aquella tradición que está más cerca de nosotros que es la española y cristiana. Al fin y al cabo, el mexicano, en su mayor parte, es fruto de un sincretismo que va más allá de un mestizaje racial. v¿Y el papel de la juventud? vLes toca a ellos tomar la antorcha de todo lo que se ha avanzado, que no es poco, en cuando a la ampliación de criterio, búsqueda de caminos y extensión de conciencia. Hace


Algunos de los libros más importantes del escritor.

más de cuarenta años, México se encontraba cerrado en un sistema conservador y muy sectario; se ha hecho un gran avance y ahora les toca a los jóvenes dar un pasito más. v¿Y cree que están por la labor? vHay de todo.Yo creo que para entender lo que está pasando en cualquier parte del mundo tenemos que comprender que se están dando simul-

táneamente dos procesos. Uno es que ante nuestros ojos se están desintegrando y viniendo abajo todas las instituciones del pasado, que todas las culturas del mundo están en etapa de decadencia y degradación; hay una disolución y no hace falta ser filósofo ni historiador para darse cuenta de ello, basta con abrir los periódicos y ver lo que está ocurriendo. Simultáneamente, se está dando un proceso mundial de generar una nueva cultura global que

abarque a la humanidad. En todas partes están surgiendo grupos y personas que se están encaminando a ello. Las soluciones que no pueden aportar los gobiernos, vendrán de otros sectores de la sociedad, no de los grandes intelectuales, ni de los grandes científicos, ni de los grandes capitalistas; será la base misma de la sociedad la que irá creando un nuevo futuro con parámetros distintos, con miras distintas, ocupando una escala de valores de carácter espiritual. Sin darnos cuenta ha anochecido. Aunque no todos los momentos de esta conversación se respiran en el papel, el elixir del encuentro puede beberse entre líneas. Para nuestro escritor el mundo se halla en la puerta de un cambio de paradigma. Nosotros, ciudadanos del siglo XXI, seremos sus creadores. Nuestros actos y nuestros pensamientos presentes conforman el futuro, y lo moldean en la educación de nuestros hijos. ¿Somos conscientes de nuestro protagonismo? Sirva esta entrevista para la reflexión. m

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De Atenas a Viena

Mónica Gutiérrez

Directora de la Academia de Arte Renacimiento

M El compositor de los valses vieneses: Johann Strauss

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ás de dos mil años nos distancian de la Atenas de Pericles, la época de máximo esplendor griego. Muchos acontecimientos han sucedido en este tiempo, pero la memoria de esta pequeña ciudad del mediterráneo se ha esparcido por el mundo, haciendo florecer en diferentes culturas su esencia. Convertida en maravilla del mundo, ha sido inspiración para Occidente y modelo a evocar, dejando la huella de su grandeza impresa en nuestro arte, en nuestras costumbres e incluso en nuestras palabras y pensamientos. Los griegos del siglo V

nos transmitieron maravillosos textos y obras literarias que invitan a elevarse hacia otras realidades. Con su filosofía nos legaron en forma sencilla pero profunda, ideas y conceptos que nos ayudan a comprender los misterios de la vida, de la Naturaleza y del hombre. Con su arte nos dejaron un lenguaje en piedra y mármol capaz de trasmitir a través de símbolos el significado de lo esencial a las generaciones futuras, plasmando una belleza capaz de sobrecogernos cuando se la contempla. Es por eso que al reconocer algún resto de aquella Atenas plasmado en las grandes ciudades del mundo como Roma, Florencia, Paris o Nueva York y proyectar un trocito de la misma a través de sus monumentos, podemos recrear en nuestras mentes una idea mucho más acabada de los que fue aquella ciudad griega. En este sentido, Viena destaca de forma especial. Situada a orillas del Danubio, se la considerada faro cultural de Europa con un historial inigualable que la convierte en una de las urbes más antiguas del continente. Puente entre Europa occidental y oriental, ha recibido y transmitido influencias de ambas regiones, junto


Arte - Reportaje con ideas de su propia cosecha. Imposible de definir con un solo adjetivo, podemos decir de ella que es a la vez clásica y romántica, que es el mito de Sisi y Francisco José, cuna del poderoso Imperio austrohúngaro... Acogió en su seno no sólo a grandes músicos como Mozart, Strauss o Beethoven, sino también a literatos, pensadores y artistas.Viena es moderna y contemporánea a la vez, pero la caracteriza su profunda cultura, expresada a través de su arte. Caminar por sus calles y sus coloridos jardines no sólo despierta las ganas de vivir, también anima a aprender y a descubrir. No es raro percibir en una travesía del casco antiguo, en una iglesia o en una mansión o palacio el aroma del pasado, pues en ella confluyen varias épocas y estilos artísticos. La influencia griega está patente por doquier a través de su mitología y las obras de arte neoclásico: es «un viaje en el tiempo a través del tiempo» que despierta el interés de conocer éste o aquel personaje, a través de los emblemas en ellos representados, o de rescatar una verdad escondida entre los detalles de un determinado símbolo. A medida que uno se adentra por las calles del casco antiguo rumbo hacia el Hofburg el castillo de la corte, unas figuras de Heracles captan nuestra atención. Cuatro de los doce trabajos del gran héroe griego que antaño se extendían por todo el palacio le hacen honor. El León de Nemea, el Cancerbero o la Hidra de Lerna son los primeros con los que nos encontramos. Es la recreación en piedra de las pruebas que Euristeo puso al mítico héroe y que al superarlas conquistó la virtud de aquel que se eleva a la condición divina. Al penetrar por los pórticos del castillo hacia la entrada principal, una serie de virtudes personificadas custodian nuestro paso. Se trata de esculturas que a través de sus representaciones alegóricas nos hablan de aquellas cualidades que ennoblecen al hombre: la constancia y la fortuna, la justicia y la clemencia, la virtud y la unidad, entre otras. Continuando con nuestro paseo, por otro lado aparece Niké, la diosa griega de la Victoria, quien se hace presente de forma constante por toda la capital. Con el resonar de su aleteo vuela entre los jardines de los museos, en lo alto de los palacios guiando su carro tirado por ca-

De camino al Hofburg se encuentran varias representaciones de los trabajos de Heracles.

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Tanto en el Parlamento como en diversas calles de la ciudad nos encontramos con NIke, la diosa griega de la victoria.

El Danubio

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ballos y con la corona de olivo de los vencedores en su mano derecha, o bien en la encrucijada de las calles donde aparece sola, desafiando el viento con sus alas extendidas. Como ciudad de la música, en cada parque o fuente están esos artistas de las Musas, capaces de hacernos rozar con sus armonías nuestros más altos sentimientos. Por un lado, en la entrada del Stadtpark (el parque municipal) la famosa estatua dorada de Johann Strauss hijo, con su violín, imagen rodeada de aromas y flores de colores, hipnotizadora para el que la contempla. O a la entrada del Burggarten, donde se puede contemplar la estatua de Mozart en mármol blanco.Y

cómo no, muy cerca de allí, el monumento a Beethoven, en bronce solemne, con una representación a sus pies del impresionante Titán Prometeo (aquel que en su osadía por robar el fuego de los dioses y haberlo entregado a los hombres fue castigado por Zeus a estar encadenado al monte Cáucaso, donde un águila devoraba sus entrañas cada día). El escultor parece haber visto en el dios griego una cualidad inequívoca del compositor: el símbolo de aquel que desafía al destino para dar un poco de esperanza a los hombres, sin importar sus consecuencias. En suma, toda la ciudad parece rendir homenaje a la grandeza humana, a través de los personajes de ciencia, inventores, artistas, pensadores, filosofos y políticos del mundo que van apareciendo a nuestro paso. Esa unión fecunda de Atenas con Viena la vemos de nuevo reflejada en uno de los edificios más emblemáticos y llamativos de la ciudad: el Parlamento. Obra de estilo neoclásico, cuya fachada de columnas nos recuerda a los templos griegos. Con dos rampas de acceso flanqueadas por bustos de filósofos que ennoblecen el amor al conocimiento, la verdad y la justicia, aparece delante una inmensa Palas Atenea, la diosa griega de la sabiduría, inspirada en la que Fidias realizó para el Partenón de Atenas. La hija de Zeus, la diosa de los ojos glaucos, con su casco, su escudo y su lanza en una mano y la diosa Nike en pequeño posada sobre la palma de la otra, se erige vertical sirviendo de inspiración no solo a los legisladores austriacos sino a todo aquel que pasa y la contempla; desde su pedestal la patrona de Atenas custodia la ciudad de Viena. Ella misma, en forma de Atenea-Sophia (diosa de la sabiduría), aparece a menudo con diferentes atributos y símbolos, como si de entre las brumas del tiempo quisiera decirnos algo. La encontramos o bien en lo alto de uno de sus palacios, portando una antorcha y con una corona de puntas, similar a la famosa Estatua de la libertad; o bien en el interior del Hofburg, más moderna por sus gestos


Izqierda: El Museo de Historia del Arte.

Abajo: las estatuas representativas de los dos principales compositores que crearon en la capital de la música: Mozart y Beethoven.

y facciones y con una pequeña lechuza a sus pies y en la mano el emblema del fuego, alegoría de ese conocimiento que va pasando a través de los tiempos. Ambas, maravillosas representaciones ideales que nos recuerdan el anhelo y amor a la sabiduría que ha existido siempre, más allá de su aspecto formal. Los griegos, a través de sus obras de arte, nos recuerdan que el hombre debe rodearse de belleza para no permitir que el alma olvide su verdadero origen divino. Viena, algunos siglos después, parece haber plasmado esta enseñanza al pie de la letra. Hay cosas que no pasan de moda y aún provocan pensamientos y emociones intensas. Todo ser humano con un poco de sensibilidad es capaz de reconocer en cada una de estas estatuas y esculturas la esencia de lo que representa, pues en el arte hay una parte física y estética, y otra de orden

más ético. La primera corresponde a la ciencia y al conocimiento, aquello que le otorga la armonía y la belleza. Y la segunda, se asocia a la parte que trasciende la forma, que no va con las modas y que en un lenguaje de símbolos habla al alma, que también es eterna. Como cuando contemplamos un amanecer, cada vez diferente y perfecto, su belleza nos emociona, pues lo que tiene de eterno se funde con lo que hay de eterno en nosotros… Como diría un sabio: «El don de poder ver las cosas directamente y ver lo que es hermoso y noble en ellas no sujeto a modas es maravilloso, pues describe detrás de las formas lo que hay detrás de nuestros ojos y se une nuestro ser más profundo con el ser más profundo de aquello que vemos». Tal vez sea ese el misterio que Viena parece compartir e invita continuamente a descubrir a través de su arte. m EL MUNDO DE SOPHIA

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Mario Vargas Llosa (1936)

Por Elvira Rey

D

espués de varios años sonando su nombre como favorito, el escritor hispano peruano Mario Vargas Llosa ha sido premiado recientemente con el primer Premio Nobel en español desde el concedido a Octavio Paz en 1990. Mario Vargas Llosa nació en Arequipa (Perú) el 28 de marzo de 1936. Pasó parte de su infancia en Bolivia, estudió Derecho y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima, y trabajó en varios medios periodísticos. Recibió de aquella universidad una beca para seguir cursos de post grado en la Universidad Complutense, en la que también obtuvo el Doctorado en Filosofía y Letras, defendiendo su tesis doctoral titulada García Márquez: lengua y estructura de su obra narrativa, luego publica34

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da bajo el título García Márquez: historia de un deicidio. Fue una figura destacada del espíritu literario del Boom Latinoamericano, en el que estos novelistas se hicieron mundialmente famosos por su defensa de la acción política y social,

debido a que sus obras se publicaron en toda Europa. Es miembro de la Real Academia Española, y atesora los dos máximos galardones internacionales que se conceden en el ámbito de las letras hispánicas, el Premio Internacional de Literatura Rómulo Gallegos, el Premio Cervantes, el Premio Ortega y Gasset de Periodismo y el Príncipe de Asturias. Además, ha sido investido doctor honoris causa por las universidades de Oxford y Harvard, entre otras. Desde su época de universitario fue un luchador por lo que creía ecuánime, denunciando injusticias políticas y sociales, primero a través del partido comunista peruano, entonces perseguido por el gobierno, y después en el partido Demócrata Cristiano. Por el compromiso que sentía con su país, se presentó candidato electoral por el centro derecha con un programa orientado a luchar contra los males endémicos de Perú, como la vioUniversidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, donde Vargas Llosa estudió derecho y literatura.


F R A S E S w La pasión por la literatura, como los buenos vicios, se acrecienta con los años, y con el tiempo se descubre que lo importante no son los libros que se escriben, sino el hecho de escribirlos, el tránsito hacia el libro. w Nada enriquece tanto los sentidos, la sensibilidad, los deseos humanos, como la lectura. Estoy completamente convencido de que una persona que lee, y que lee bien, disfruta muchísimo mejor de la vida, aunque también es una persona que tiene más problemas frente al mundo.

lencia terrorista y la mala situación económica, pero perdió contra el candidato Alberto Fujimori. Vargas Llosa es un ciudadano del mundo que hoy tiene casa en las capitales peruana y española, pero lo que más le identifica con esta frase es que allí donde esté, si hay injusticia social se levanta su ánimo de luchador y no duda en denunciarla. Hoy, con 74 años, se estrena como autor de literatura infantil: Fonchito y la luna, y es capaz de viajar al Congo para documentarse para su nueva novela y, de paso, como hiciera tantas veces, denunciar la resaca del colonialismo en África. Un espíritu imbatible es aquel que no se aplaca con la edad, como prueban sus palabras: «Me sentiría muy desgraciado si no pudiera trabajar. Con el tiempo se pierden capacidades, me temo que sí, pero hay que mantener la lucidez y el espíritu crítico. Perder el espíritu es una enfermedad en la que caen muchos escritores. Es como volverse una estatua en vida». m

w El genio artístico o literario, no es, en ningún caso, garantía de lucidez política. w Los pueblos a veces se equivocan, y a menudo la pagan caro. Por regla general, los pueblos tienen los gobiernos que merecen tener, aunque luego se arrepientan. w Todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información. Se puede medir la salud democrática de un país evaluando la diversidad de opiniones, la libertad de expresión y el espíritu crítico de sus diversos medios de comunicación.

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Cartas a un joven idealista LA FORTUNA Herminia Gisbert

La Rueda de Fortuna de Edward Burne-Jones.

Querido Jorge: charlando el otro día con una amiga y comentando algunas de las situaciones problemáticas por las que están pasando algunos de nuestros seres queridos, yo le decía que llegado a determinado punto crucial de la vida, consideraba necesario alzar los ojos al cielo y pedir un poco de «ayudita» a la Fortuna. Y la verdad es que he estado reflexionando largo y tendido sobre mis propias palabras, nacidas por una parte del amor hacia esas personas que están pasando por circunstancias difíciles; por otra, debido a mi impotencia para ayudarles, pues 36

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por mucho que quiera, no puedo ni debo ponerme en su lugar. Y por último, repasando mi propia experiencia en donde debo reconocer que sin esa «ayudita», fortuna o buena estrella —como queramos llamarlo—, la vida a veces se puede llegar a hacer muy espinosa. Y me pregunto ¿qué es la fortuna?; ¿quién es esa misteriosa dama que reparte suertes, colocando a unos en las cumbres más altas, mientras que a otros los derriba hacia los abismos más insondables? ¿Existe algún método para convocar la buena suerte? ¿Hasta qué punto es cierto el dicho de que unos nacen con estrella y otros estrellados? ¿Es el azar, el destino o uno mismo el que otorga las suertes?… Estas y otras muchas preguntas se agolpan en mi mente buscando una respuesta que me ayude a entender un poco más el gran misterio que encierra la vida. Y digo «la vida» en general, porque pienso que esas subidas y bajadas en la rueda de la Fortuna, esos éxitos y fracasos, alegrías y penurias con las que los seres humanos nos enfrentamos día a día, constituyen el tejido de nuestra existencia. Vayamos por partes. Ante todo veamos, con ese intuitivo lenguaje que nos concede el mito y basándonos en la modernizada versión


de Bucay, el origen de la diosa Fortuna. Según nos transmite la tradición, Fortuna —Tique para los griegos— era la hija predilecta del padre de los dioses, el propio Zeus. Tanto la amaba que no podía estar sin su presencia, así que le encargó una misión de por vida para mantenerla cerca de él. Tal labor consistía en traer cada mañana al Olimpo la divina ambrosía con la que se alimentaban los inmortales. No obstante, aconteció que una mañana, la diosa no acudió con tan precioso manjar, con la consiguiente desesperación de los olímpicos, pues sólo con la ambrosía podían mantener su divino don de la inmortalidad. Angustiados, buscaron por las distintas esferas del universo a la amada deidad, hasta que la hallaron junto a un pescador que, durante su faena, la había pescado con su red. Los dioses viendo tal contrariedad, ofrecieron al pescador como rescate la concesión de su mayor deseo, cosa que complació al hombre de inmediato. Así, Fortuna fue rescatada del mundo de los hombres para volver al monte Olimpo. Sin embargo, la suerte del pescador se extendió como reguero de pólvora entre los hombres, que a partir de entonces decidieron buscar a Fortuna para apresarla y pedir divino rescate a sus progenitores. Zeus, ante tal inconveniencia, y por miedo a que su amada hija volviese a ser secuestrada, decidió dotarla de ciertos dones, con los cuales la protegería de los hombres. Para ello convocó a los dioses en singular conclave, para que cada uno entregase una cualidad a la diosa. Hermes, el de pies ligeros, le otorgó el don de la velocidad; Artemisa, como buena cazadora, le concedió la capacidad del sigilo para que pasara inadvertida; la bella Afrodita le rapó la cabeza por detrás y peinó su mechón delantero con una sofisticada trenza que caía graciosamente por su frente, de esta forma nadie podría agarrarla por detrás cuando pasara a su

Fortuna (Museo Nacional de Historia de Constanţa Rumanía).

lado; el apuesto y aguerrido Ares le enseñó la estrategia de la guerra y a no pisar su propia huella para no ser jamás predecible; Hefaistos confeccionó para ella un afilado espadín, para ser «más aguda que toda agudeza»… y Dionisos, dios de la embriaguez, le reveló las virtudes del vino que le permitirían emborrachar a quien la apresara, para escaparse nuevamente dejándole con las manos vacías. Interesante, ¿verdad?... Pero sigamos tratando de descifrar el secreto de la Fortuna a través de sus atributos.Y para ello veamos qué nos sugieren los símbolos con los que se la ha caracterizado a lo largo de la historia, pues muchas han sido sus representaciones iconográficas. La más antigua la tenemos en Grecia como diosa Tique, con una corona con los muros de la ciudad, puesto que personificaba el destino de esa polis, rigiendo su suerte y prosperidad. Sin embargo, la más frecuente y con la que todos la recordamos es con los ojos vendados, puesto que es ciega a la hora de repartir suertes. Arbitrariamente, a veces otorga sus favores a quienes no lo merecen y los niega a quienes lo merecen. En una mano sujeta la cornucopia o cuerno de la abundancia repleto de dones, y en la otra porta un timón como

Izquierda: Tyche de Antioquía de Eutíquides, aprox. 300 a. C.

Centro: Representación romana de Fortuna como Ceres.

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Rueda de la Fortuna. Fachada de la iglesia de Saint-Etienne de Beauvois, 1130-40

Derecha: Rueda de la Fortuna. Miniatura del Hortus delidiarum (1176-85)

Centro: Fortuna velada en el Arcano X (Tarot ViscontiSforza, siglo XV)

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símbolo del dominio que ejerce sobre la vida de los hombres. Sus pies descansan sobre un pedestal circular, mostrándonos de forma gráfica su gran inestabilidad. Sin embargo, de entre sus representaciones vamos a elegir la que será común a lo largo de toda la Edad Media y el Renacimiento, y que por otra parte, es la imagen más interesante, puesto que considero que es la llave maestra con la que desvelar todos sus secretos. Elegiremos una de las numerosas variantes con las que se representa la «Rueda de la Fortuna», pues con esta iconografía la encontramos tanto en uno de los Arcanos Mayores de un Tarot del siglo XV, el Sforza, hasta en el rosetón de fachadas de iglesias y catedrales como la de Saint-Etienne de Beauvois, la de Basilea (siglo XII) o la de Sant Zeno en Verona; pasando por grabados, pinturas y miniaturas. Así, vemos una inmensa rueda y en su centro, o accionando la rueda con una manivela, se encuentra la misma diosa Fortuna. Serena e impasible, desde su centro dirige el destino de aquellos que se hayan a su merced en la periferia de la rueda, subiendo y bajando por ciclos, o a capricho de la diosa. De forma similar, en el Arcano X del tarot Visconti-Sforza, datado en el siglo XV, encontramos a la Fortuna velada en el centro, mientras cuatro personajes están atrapados en la rueda. Al que está subiendo le están creciendo unas orejas de burro, mientras susurra: «gobernaré». El que está en la cima, con las orejas totalmente crecidas, preside con un cetro en

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la mano afirmando: «Yo gobierno». El personaje de la derecha, que cae perdiendo sus orejas, nos dice: «he gobernado», mientras que en el suelo, soportando el peso de la rueda y humillado, se encuentra a gatas la única figura «humana» de toda la composición simbólica: un hombre viejo que dice «no tengo reino». Como ya sabes, la rueda es uno de los símbolos más antiguos y más repletos de significados de todos los tiempos. En su aspecto global significa la totalidad de cuanto existe, el universo mismo con sus ciclos y sus fuerzas centrípetas y centrífugas: expansión y retraimiento, unidad y pluralidad, emanación y retorno... Es el centro inmóvil de donde se expande el movimiento y por ende la creación. Es el samsara hindú, o rueda del nacimiento, vida, muerte y reencarnación en la que todos estamos atrapados por la ignorancia, y de la que habremos de alcanzar la liberación cuando se extinga el deseo hacia la vida material. En el centro de la Rueda, la estabilidad, en su periferia el desequilibrio; en el centro la serenidad, en la periferia la inquietud; en el centro el dominio del que sabe, en la periferia la esclavitud del ignorante… En el centro, la Fortuna, en la periferia los juegos de la vida, o como dirían en Oriente, los juegos de Mâyâ, divinidad de la ilusión. Esa vida periférica, superficial, digitada por las circunstancias, en donde como «hombresburros» nos hacemos la ilusión de creernos dueños de nuestro destino, cuando en realidad no somos sino sus esclavos. Esa vida que a veces nos da y a veces nos quita,


que a veces nos levanta y a veces nos derriba, que a veces nos alía con «la buena estrella» y otras nos «estrella» contra la dificultad, que a veces nos hace sentir como favoritos de la Fortuna y otras como títeres sin cabeza… Y como siempre, cual nuevos Aquiles, en nuestras manos está la elección: una vida apasionante a la búsqueda de nuestro centro interior desde el que expandir nuestro propio universo, o una vida tediosa y a merced del caprichoso destino circunstancial… Si me estás leyendo, y has llegado hasta aquí, sé que elegirás lo mejor. No obstante, por si aún no estás decidido, aquí te entrego algunas llaves mágicas, que he forjado para ti, en la dorada fragua del amor hacia aquellos a quienes van dirigidas estas palabras… Claves para atraer la Fortuna 1) Usa el poder de tu mente. La mente es como un imán que atrae ideas de su misma naturaleza. Los pensamientos positivos, esperanzados y exitosos cautivarán a la diosa y podrás sentir su motivadora presencia cerca tuyo. 2) En la Rueda de la Vida, busca tu propio centro interior y te fusionarás directamente con la diosa. Tú y ella seréis uno, y así podrás dominar las circunstancias periféricas de tu vida. 3) Vive intensamente, pon tus cinco sentidos en todo lo que hagas, disfruta de cada instante, aprende el divino Arte de Vivir en armonía con el universo… y despierta tu conciencia de inmortalidad… La propia diosa te considerará un inmortal y te traerá cada mañana la ambrosía con que alimentarte. 4) Lucha, sueña, esfuérzate por conquistar tus metas, prepárate, trabaja como trabajan los ambiciosos, pero sin ambición, brilla con la luz de tu entusiasmo por la vida (entheos: Dios en uno

mismo)… y verás como «la buena estrella» brilla en tu interior, pues hay un misterioso vinculo entre tu luz y la suya. 5) Haz de tus deberes y obligaciones tus placeres, pues es bien sabido que se triunfa mejor en aquello que más gusta. 6) Somos los actores principales de nuestra propia historia. Si bien no siempre podemos elegir el papel a representar, sí depende de nosotros representarlo con altura. De igual manera no podemos evitar las dificultades y obstáculos en el camino, pero sí podemos elegir cómo enfrentarlos: usa el poder de la Diosa que habita en tu centro.

7) Y por último y no menos importante: «cree firmemente en ella». Existe una oculta ley en la Naturaleza que hace que cuando alguien cree firmemente en algo, aunque no exista, lo crea. Querido Jorge: no busques la Fortuna, pues es más rápida que tú y no podrás alcanzarla; no sigas sus pasos, pues nunca vuelve a pasar por el mismo lugar; no la trates de agarrar por la fuerza, pues es calva y no podrás sujetarla; no te confíes si por un momento la atrapas, porque la embriaguez de tu gozo pasará tan rápido como el tiempo que ella tenga para escapar, y no le tengas miedo, pues su espadín sólo hiere a quienes temen ser felices por aliarse a ella. Más bien, permanece alerta para verla venir de frente, aprende a reconocer sus pasos aun en la oscuridad y en la sombra; intúyela cuando se acerque, desarrolla tus sentidos sutiles para descubrirla tras el camuflaje con el que se viste, espérale en el lugar adecuado y en el momento oportuno, haz con materiales de eternidad un santuario para ella en el centro de tu propio corazón… e invítala a entrar en él, pues se sentirá como en casa ya que está hecho de su misma esencia divina. Pues…¿no serás tal vez un Hijo de la Fortuna? m

Centro: La rueda del Samsara.

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