Facetas septiembre 24 de 2017

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DOMINGO 24 DE SEPTIEMBRE DE 2017 - IBAGUÉ

FACETAS El cuento

La tórtola del ala herida Elzira Dantas de Machado* Todas las mañanas Laura, una jovencita de diecisiete años, llevaba en su brazo una canasta llena de granos de maíz para darlos a sus aves predilectas, unas pequeñas palomas, llamadas tórtolas, que le gustaban mucho. Las llamaba por medio de una campana y ellas venían en bandos a posarse, una a una, en sus hombros y en su cabeza, como agradeciéndole el manjar que todos los días les ofrecía. La joven sentía gran placer con esta diversión y les correspondía acariciándolas con la mano. Estaba de novia, se iba a casar en breve. Su prometido, un joven de grandes cualidades y talento, venía todos los días a verla y a veces se distraía cazando en el bosque que había en la propiedad de Laura. Un día que él llevaba la escopeta al hombro, divisó en el aire un bando de tórtolas, cogió el arma, disparó y desgraciadamente los perdigones hirieron a una de las tortolitas que en aquel momento pasaban. La pequeña ave cayó y el joven muy triste la levantó del piso, y verificó que la había herido en una de sus alas. La llevó a su casa y Laura, al ver que la avecita estaba lastimada, lloró y comenzó a curarla. Todos los días le lavaba la herida y la trató con tanto cariño que al fin de una semana la tortolita estaba sana de nuevo. Como de costumbre, la niña

continuó llevando el alimento matinal a sus aves preferidas. Una mañana, la avecita ya restablecida, después de engullir el último grano y moviendo las alas, voló y voló tan alto que nadie más la vio y... nunca volvió. “Qué ingrata es”, pensó Laura. “Así es como me agradece el bien que le hice. Como afirma el dicho: ‘Por el bien que haces, mal recibes’”. ¿Y con esta tortolita sin maldad sucedió lo mismo? Es lo que vamos a ver. Llegó el día del matrimonio de Laura y ella, vestida toda de blanco, radiante y risueña, bajó los escalones de la iglesia. De repente, de entre una nube blanca, se acercó una tórtola que traía en el pico una flor de azahar y fue a posarse en el hombro de Laura. Era la avecita del ala herida que, homenajeando a su protectora con aquella flor, parecía querer decirle: “No fui ingrata y aquí vine para festejar tu matrimonio”. Y dirigiéndose al novio, con las alas temblorosas, semiabiertas, movió la cabecita, como queriendo recomendarle: “Hazla feliz”.

*Del libro ‘Cuentos para mis nietos’Traducido por la tolimense Martha Esperanza Ramos de Echandía.

Martina y Jacinto III (Fragmento) Jorge Isaacs* Tomó la montera que la madre le hizo de paño celeste con grana por vivos; llevóse tres puchas de arroz, bien molido, y el perro tras ella salió dando brincos. Gozosa bajaba de sirgua el camino cantando las vueltas que canta Jacinto; prendió batatillas de sus negros rizos; cortó en las moreras hermosos racimos, y ansiosa de verlo cuando eran las cinco lo esperó lavando su arroz el río. Bramaba el torrente soberbio y crecido. ¡Si viene, quién sabe! ¿Pero él me lo dijo?... No hay puente, ¿qué haremos? No pases, Jacinto. Pero él a las aguas lanzóse atrevido, que viendo a Martina no teme peligros.

Las olas lo azotan... ¡No pases! ¡Dios mío! No ahogaba sus voces el ronco estampido de bombas de agua que rompe el granito. El perro impaciente sus tristes aullidos en vano repite. Rugiendo y henchido de hirvientes espumas derramóse el río. Aún lucha el mancebo, y débil, y caído con sangre ya tinto. De hinojos Martina en él solo fijos los ojos oraba. ¡Dios Santo!... ¡Dios mío! ¡Ya llega! ¡Se salva! -¡Mi amor! ¡Mi Jacinto! Las aguas ahogaron su adiós... *Del libro ‘Jorge Isaacs: siempre genio’ Autoría de Efraín María Isaacs


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