Facetas 04 de septiembre del 2016

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DOMINGO 4 DE SEPTIEMBRE DE 2016 - IBAGUÉ

FACETAS Las peluquerías y salas de belleza que existían en Mariquita eran pocas

Remembranza de la belleza en Mariquita En el pueblo había contados peluqueros; los viejos mariquiteños recuerdan a Julio Patiño, Jesús García, Pastor Villalba y Misael Lozano, de manera amena algunos muchachos le decían al negocio de éste último ‘Pelsascan’, porque era peluquería, sastrería y cantina. Los peluqueros eran amables confidentes, que escuchaban a los clientes cuando contaban sus cuitas y problemas; uno de ellos, don Julio Patiño y su peluquería, es recordado por los muchachos de la época. “Los que tuvieron la fortuna de conocer a don Julio y el gusto de recibir sus buenos servicios de peluquería con ‘Show’ de coca o valero incluido, recuerdan que era “el mejor coquero del Norte del Tolima”, juego que dominaba a la perfección, jugaba con esa bola grande de madera atada a un palo por una piola gruesa que incrustaba y jugaba haciendo series y casi siempre le ganaba a sus amigos; la “encholocaba” por la punta, por detrás, por la espalda, por debajo de la pierna, hacia delante y hacia atrás... en fin, por donde la pudiera jugar; era buena entretención para los viejos de la época”. Era don Julio Patiño de familia numerosa, oriundo de Piedras Negras, vereda del municipio. Su hijo Nelson agrega: “Recuerdo que mi padre era un hombre muy estudioso, aunque solo hizo primero de primaria en una escuela de la vereda; cuando yo era niño, muchas estudiantes de los colegios llegaban a repasar con él las reglas de ortografía, porque, eso sí, se las sabía completicas; además era un As para desarrollar crucigramas; siempre compraba El Tiempo o El Espectador y lo primero que hacia después de leerlo era llenar el crucigrama, luego sí empezaba a trabajar. “Los utensilios de la peluquería como la escobilla, la barbera, la navaja, las tijeras, las tazas con jabón y la brocha para hacer espuma, la piedra lumbre, el limpiapelo, la espuma importada y la mezcla de agua con formol quedaron grabadas en el recuerdo; lo mismo las sillas metálicas, reclinables y giratorias de origen inglés, para la afeitada con barbera; de los asientos colgaba el asentador, un trozo largo de cuero con el que años atrás solían afilar las cuchillas. “El señor Patiño tenía una especie de masajeadora, para después de afeitar a sus clientes les pasaba esa máquina envuelta en un trapito blanco por donde le cortaba la barba; tenía también varias barberas que usaba en diferentes sitios de la cara o para hacer los “guardabarros” por encima de las orejas o el “guardapiojos”, que era un moñito que le hacían a los pelaos encima de la frente; la barbera era afilada en una correa de cuero de vaca grueso que colgaba a un lado de la silla, mi mamá cosía la sábana blanca que le colocaba a la gente para cubrirlos del pelo que caía y además le hacía unos pañitos blancos como de 20 cms cuadrados, que los ponían en la nuca y cuando terminaba el trabajo con ese trapito le limpiaba la cara y los pelos que quedaban por ahí pegados. “Los espejos eran de cristal de roca, hoy en día son muy caros y solo se consiguen como antigüedad. Mis hermanos y yo teníamos que ir tres o cuatro veces al día a barrer la peluquería, recogíamos canecadas de pelo, y si en esa época compraran el pelo, se hubiera vuelto rico. “Durante muchos años los cortes de pelo eran los mismos: el estilo argentino, el corte americano, el italiano, el corte ‘Humberto’ para los niños con un copetico, que lo llamaban el guardapiojos. El corte semirredondo que, según el señor Patiño, era el predilecto de sus clientes. “El otro detalle de la peluquería era que se podía es-

En este ameno relato, se hace una semblanza de lo que significaban para la Capital Frutera de Colombia los negocios de antaño de Julio Patiño, Jesús García, Pastor Villalba y Misael Lozano. cuchar el programa radial de las Aventuras de Montecristo en su radio Telefunken, de gran ojo verde, a todo volumen y mal sintonizado, decían algunos que los chistes los escuchaban hasta la mitad porque se metía otra emisora”. Esto se olvidaba rápidamente, cuando de entretenerse se trataba, pues muchas veces había mucho turno y para eso esperaban apiladas gran cantidad de revistas y los periódicos del día El Tiempo y El Espectador. Yuyo Amaya recuerda que allí en la peluquería se podía leer El Tiempo y gracias a ello se enteró de que lo habían aceptado en la Universidad Francisco de Paula Santander de Cúcuta. “Cuando don Sergio, el padre de los hermanos Amaya Cárdenas, mandaba a sus hijos a la peluquería a hacerse el famoso corte ‘Humberto’, que “estaba de moda”, iban pasando a sentarse en la silla Yuyo, Checho, Augusto, Raúl, Leonel y don Julio con la paciencia del caso y la filosa navaja iba puliendo el arco de las orejas, la aplicación del alumbre, la empolvada con brocha y el pachulí con rociador, y los clientes quedaban muy perfumados”. Los Cuartas, Díaz, Amaya y Paz eran familias numerosas y los otros muchachos, a manera de chiste, decían que “cuando les tocaba peluqueada a ellos esa semana no había turno para nadie.” “Cuando Alonso H. era sardino usaba el cabello más o

SALAS DE BELLEZA En Mariquita por los años 60 y 70 las damas que se dedicaron a embellecer a las mariquiteñas con los salones de belleza eran contadas, los más representativas quedaban por la carrera cuarta enseguida de lo que hoy es Telecom, un mariquiteño recuerda que siendo niño acompañaba a su mamá para que le hicieran la permanente en el salón de belleza Martha y muy cerca, el otro salón, que era atendido por una señora rubia; estos salones contaban con todos los aparatos que se utilizaban en esa época, los estrambóticos secadores de casco y no olvida el olor característico de los líquidos “tumbapelo” que se utilizaban. A escasas cuadras de ella quedaba la sala de belleza Chela, atendida por su propietaria, corte de pelo, arreglo de uñas y peinados. Georgina también gozaba de buena clientela y su sala de belleza estaba ubicada en su casa de habitación cerca de la Bomba Codi, “arreglaba las uñas, pedicure y manicure, corte de cabello y peinados”. A estas salas de belleza acudían las damas mariquiteñas para lucir más atractivas con nuevo corte de cabello, la permanente o el ondulado permanente,

los peinados de moda como el banano, la gatica y el enredado. En los años 60 los cabellos largos de los hippies tomaron también variados estilos, como la rasta, el afro o el cabello suelto estilo Brigite Bardot, que ya aparecía en sus películas luciendo su cabellera larga y sensual. Mientras, en los 70 las chicas lucían saludables y naturales estilo los Ángeles de Charlie, Farah Fawcett y Julie Cristie. Las chicas querían tomar el estilo del cabello de Farah que fue imitado por muchas seguidoras en todo el mundo, hasta en Mariquita algunas chicas llegaban al salón de belleza y tímidamente señalaban la modelo de la revista y decían: “Quiero un corte como la de los Ángeles de Charlie”. No se hablaba de capas ni de grafilado, era un “corte escalonado”, el requisito era tener el cabello largo liso. Aunque, las de cabello rizado también se sometían a alisarlo y secarlo con los famosos secadores que eran una tortura china. En los 80 continuó el cabello libre y suelto, hasta la era del Copete Alf.

El reconocido Julio Patiño

FOTOS: SUMINISTRADAS - EL NUEVO DÍA

menos largo, alguna vez fue donde don Patiño a motilarse y estando sentado ya en la silla el sr. Patiño amablemente le preguntó: -¿Qué corte quiere el joven? Y el muchacho se quedó pensando y no contestaba, entonces el peluquero le dijo -¡El que calla otorga!, y empezó la peluqueada, le metió la máquina y lo dejó casi pelao”. “Cierto día en casa de la familia Rivera mandaron a la hermana mayor con los dos chiquillos a la peluquería del señor Patiño, llegaron y cogieron el primer turno de la tarde. El sr. Patiño preguntó a la chica: “¿Qué corte quiere? -¿Cuáles hay? El peluquero enumeró varios y como la chica la estaba molestando un muchacho de nombre Humberto, presurosa contestó: “El corte ‘Humberto’”. La chica se entretuvo con las revistas. Al rato ya estaba sentado el pequeño con media cabeza rapada y el mayor, que ya había pasado, sentado hojeaba una revista, haciendo pucheros todo bravo, pues el corte era muy bajito y con un moñito en la frente o una capulita que parecía de burrito chiquito. La muchacha soltó la carcajada y ellos a la salida la cogieron a piedra camino a casa.” Para unas vacaciones llegaron unas “rolas bonitas” al pueblo, ellas, salieron por la noche “a dar la vuelta y en plan de conseguir amigos”, se encontraron con un par de mariquiteños, charlaron y cuadraron el paseo para el otro día por la tarde al río. Uno de los chicos relató la graciosa anécdota que le sucedió, al día siguiente por la mañana, cuando su padre se le quedó mirando y le dijo: “Joven, que no pase de hoy ir a la peluquería” -Papi, mejor voy mañana (pensando en el paseo, las rolitas y su pelo larguito). -No, antes del almuerzo debe estar motilado. -Bueno, señor (órdenes eran órdenes). Todo aburrido se fue adonde el peluquero que lo dejó (de aposta, dice él) con el corte bien bajito, y con el guardapiojos (corte ‘Humberto’) ya no se podía hacer nada. Cuando se encontraron con las chicas, le dijeron en coro: “¿Y eso? ¿Qué le pasó?”. La última peluquería del señor Patiño la tuvo en compañía de don Pastor Villalba, en ese entonces se llamaba Barberia Argentina. Y hoy la última peluquería que aún existe en nuestro pueblo está enseguida del edificio Villarraga y es atendida por su propietario, don Pastor Villalba. Este es un sencillo homenaje a don Pastor. *Colaboración de Nelson Patiño, Aníbal Henao V., Luis Fernando Díaz, Jorge Obdulio Amaya y Víctor Lozada.


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