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DOMINGO 11 DE JUNIO DE 2017 - IBAGUÉ

FACETAS JULIÁN TORRES ESCRITOR Y COMUNICADOR SOCIAL IBAGUEREÑO

Desde hace un tiempo, el cerro Pan de Azúcar de Ibagué ya no es el lugar que solía ser: uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad, al menos en los folletos guía. Un sitio para ir a elevar cometas en agosto, para subir con la familia los domingos o para andar de aquí para allá con los amigos, como acostumbraba a hacerlo Eduardo, desde que tenía uso de razón. Pero ese ya no es un plan recomendable, debido a la inseguridad que reina en el lugar; solo que Eduardo no se había percatado del riesgo o no había querido hacerlo, sino hasta la tarde de aquel 4 de febrero. Ese sábado, Eduardo y tres compañeros de la universidad: María, Henry y Miguel, se reunieron a las 3 de la tarde en la esquina de la calle 10 con Octava, entre el DAS y el Panóptico inconcluso, monumento a la desidia y a la corrupción. Los cuatro estudiantes debían preparar una exposición fotográfica y el martes anterior habían estado tomando imágenes por el sector de Belén, desde la 10, hasta el parque de la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Las imágenes les parecieron tan buenas, que decidieron recorrer todos los barrios aledaños para completar el trabajo. De pronto, Eduardo recordó que Miguel en días anteriores había sugerido la idea de subir al cerro Pan de Azúcar, para tomar fotos de la ciudad desde allí. De manera que, se lo había sugerido a Henry y decidieron ir, pese a cierta reticencia de María por subir a ese lugar.

- ¿En serio?- Preguntó Miguel. Entre incrédulo y sorprendido, pero con la curiosidad viva, pues nunca había estado en ese sitio. De manera que tomaron la calle 10 y desde las canchas del barrio 20 de Julio, comenzaron a tomar fotos María, Miguel y Eduardo, quienes llevaban cámaras y se las alternaban con Henry. De repente, al desviarse de la avenida 13 para llegar más rápido, María hizo una advertencia que resultaría profética. -Por allá nos van a robar. En ese momento, pese a que se precia de ser un precavido psicorrígido, Eduardo no advirtió la carga de intuición femenina contenida en aquellas palabras y se limitó a responderle: -No sea paranoica. Avanzaron en dirección a su destino, registrando cada vez más casas, más calles, más vistas. Subieron por la cuesta que va a Ancón, sin advertir todos los ojos que ya tenían puestos encima; sin darse cuenta de que hasta los árboles espiaban y que aquel sujeto de buzo azul a rayas no estaba por ahí de casualidad, a pesar de lo indiferente que lucía. Aún antes de iniciar el ascenso hicieron una pausa y se aprestaron a subir parsimoniosamente. No faltaron las preguntas de Henry y Miguel: “¿Seguro que por aquí no roban?”. Pero Eduardo resolvió las dudas con una fórmula general: “Por acá sólo es peligroso de noche”. Y basaba su deducción en los años que llevaba viviendo en el sector. -Me la pasé en ese cerro

la mitad de mi infancia.- suele decir. El lugar lucía desolado desde el principio, cosa que a María no le daba buena espina. Pero de todas formas avanzaron. Ninguno, aparte de Eduardo, había estado nunca en aquel lugar. Miguel pensó que era un lugar espléndido. Eduardo, quien avanzaba adelante, se sentía seguro. De pronto, casi en la cima, dos señores, que parecían ser un matrimonio, aparecieron como de la nada; María estuvo a punto de devolverse, pero Miguel la detuvo. La pareja, devota de la Virgen, estaba en su labor de embellecer el sitio con plantas florales y ambos los invitaron a colaborar cuando les fuese posible. Temiendo que los pusieran a trabajar gratis en labores de jardinería, se apresuraron a iniciar su sesión de fotos panorámicas. La vista era genial. El Sol estaba parcialmente cubierto, pero sus rayos eran visibles por entre las nubes y los tonos entre azulosos y grises del sur y de las montañas del Cañón del Combeima registraban muy bien en las cámaras. Además, la perspectiva del monumento a la Virgen ofrecía buenos contrapicados. Siempre custodiando el lugar, sobreviviente a varios sismos, al paso de los años y testigo de tantas cosas, como la que estaba a punto de ocurrir. Cuando volvieron a subir los jardineros de la Virgen, no estaban solos: un joven bajito, gordo, de ojos achinados y dientes prominentes los acompañaba, aparentemente con el ánimo de ayudarles, pero lo cierto es que

no les quitó la vista de encima a los estudiantes y sus cámaras. María adquirió una expresión de preocupación, a pesar de que no lo dijo. En tanto Miguel y Henry tomaban fotos a más no poder. En cierto momento, Eduardo se detuvo, ante la mirada de aquel sujeto a quien recordaba haber visto por el barrio alguna vez y aunque su estado de paranoia recurrente estuvo a punto de activarse, no lo hizo, quizá por la certidumbre de que estaba en uno de los pocos sitios donde se había sentido seguro desde que era un niño. Eran las 4:30 cuando decidieron irse, en un estado de alarma silenciosa, aunque ninguno lo exteriorizó. Era evidente que la presencia del dientón no era normal y todos lo habían advertido. Se despidieron de los señores y apresuraron el paso. Ya era tarde. Cuando doblaron en la primera sección de gradas, el “ayudante” de jardinería les dio alcance y le preguntó la hora a Miguel, quien iba de último. El respondió que no sabía, pero que debían ser casi las 5. Apresuraron el paso lo más que pudieron y el sujeto bajó tras ellos. Hicieron el segundo giro y casi corriendo, en un estado ya de pánico, Eduardo y María se adelantaron, pero alcanzaron a darse cuenta de que un segundo sujeto se abrió paso de entre los árboles y los alcanzó, luego les cerró el paso. Con unos movimientos tan rápidos, como estudiados, le puso un cuchillo “mataganado” a Eduardo en el cuello y dio la orden:

r a c ú z A e d n a P o v El nue cal

Una crónica lo

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA

“Entrégueme la cámara”. Era el sujeto que vieron abajo, de buso azul a rayas. Más alto y delgado que el otro, moreno, de mirada matrera. María y Henry, sin saber cómo, lograron adelantarse, movidos más por el instinto de conservación que por el de solidaridad, aunque con la idea de buscar ayuda. Mientras, Miguel se quedó a encararlos. Eduardo permaneció como petrificado unos momentos, hasta que pudo reaccionar. A la segunda orden, el ladrón dejó ver qué tan en serio iba, así que Eduardo abrió su maletín y buscó torpemente la cámara Kodak y dejó caer su saco, al segundo intento, la encontró y se la entregó, mientras observó cómo se apoderaba de la prenda, esculcando además el bolsillo izquierdo de su jean, del que extrajo un viejo celular Siemens, al tiempo que se quedó también con la cámara Canon de Miguel, quien indignado le gritó que lo esculcara, ante la pregunta de “¿qué más tiene?”. Fue un error. El ladrón en efecto le revisó los bolsillos y extrajo 50.000 pesos. Miguel se quedó gritándoles cosas, mientras el ladrón se retiraba con su botín. Pero Eduardo no había dejado de observar su saco y pensó que era el colmo que se quedara con él, así que le pidió que se lo devolviera. Lo tiró al piso y se devolvió por donde había salido. En tanto, el gordo, bajito, que había estado observando cómo procedía su cómplice, se quedó un momento allí inmóvil.

Miguel le lanzó un reproche: “¿Usted por qué está en esto?”. El ladrón permaneció allí. Eduardo se quedaría con la imagen de aquella mirada y la respuesta más cínica que jamás hubiera escuchado: “Yo no sé nada”. De inmediato dio vuelta y alargó el paso. Miguel y Eduardo bajaron corriendo. En la calle, María parecía ahogada en su propio llanto. Jamás había vivido algo así. Ella y Henry habían captado la atención de algunos curiosos que se quedaron a ver qué pasaba, pero era como si no escucharan, sólo miraban. Entre ellos, el señor de las flores, que había bajado a buscar más planticas a su camioneta. Pese a lo que vio, no hizo nada y siguió su camino con la mayor indiferencia. Se dirigieron de inmediato al CAI de policía, distante sólo tres cuadras. La respuesta no pudo ser más olímpica: “La patrulla estaba ocupada atendiendo una emergencia. Además, el cerro tenía muchas salidas y para ese momento, los ladrones ya debían ir lejos”. La auxiliar bachiller de la estación permanecía hablando por teléfono con su mamá. Quizá lo que más indignación causó a Miguel fue el tono de reproche de los auxiliares al decirles que debieron ir antes a pedir compañía para subir al cerro. Eduardo pensó solo en ese momento que tenían razón y que todo había sido su culpa. Debió prever lo que había de suceder, de hecho sí pensó por un momento en pedir la compañía de policías, pero su seguridad, basada en la emotividad, frenó su sentido

común. Henry le salió al paso: “La culpa es de todos, la decisión de ir la tomó el grupo”. En ese momento, porque Henry lo señaló, Eduardo descubrió que tenía una pequeña cortada en el cuello, pero no le dolía. La conmoción lo había anestesiado. Miguel, el más explosivo, tuvo que ver con impotencia cómo no sólo no habría forma de recuperar lo perdido, sino que las autoridades no harían algo al respecto. Entre tanto, María sufría otro episodio nervioso, al narrarle por celular a su mamá lo ocurrido. A las 7 de la noche, en su casa, Eduardo no dejaba de dar vueltas al asunto, no solo porque la cámara digital fue adquirida con mucho esfuerzo y reponerla no sería fácil, sino además estaba lo que perdió Miguel, la profanación de un lugar que significaba mucho para él, al menos hasta ese día. Pero lo que más le preocupó entonces fue su seguridad. Ahora, ¿cómo iba a llegar todas las noches a su casa? Porque debería pasar muy cerca del lugar donde los robaron y su paranoia se había exacerbado. Decidió ir de nuevo al CAI a exponer su preocupación a quienes, se supone, deberían garantizarle seguridad. Lo recibió el subcomandante de la estación, quien no hizo más que repetir lo que ya se había dicho sobre el robo y hacer preguntas que volvían a lo mismo. Al final, cerró con un discurso bien ensayado: “Estaremos haciendo rondas, ya identificamos algunos sectores. Pero necesitamos la colaboración de ustedes”. Desde ese día, Eduardo ha visto algu-

nas veces parejas de auxiliares bachilleres haciendo sus rondas por el sector. Sin embargo, él cambió su ruta. Ha preferido caminar un poco más saliendo de la Universidad del Tolima por las noches, que llegando a su propia casa. Sabe que los ladrones son del barrio y no quisiera volver a encontrárselos. -El muelón se llama Víctor, yo lo conozco- ha dicho Juan Pablo, un amigo de Eduardo, quien se precia de nunca haber sido robado en el sector. - Yo sé dónde vive ese chino, tuvo que ver en el robo del celular, por el que mataron a ese muchacho el primero de enero- asegura Diana, la vecina que representa a la cuadra ante la Junta de Acción Comunal, quien con su alharaca natural, le ha manifestado el caso a la comandante del CAI de Ancón. Además, María escuchó algún comentario al respecto en una emisora juvenil, en que se resaltaba que era el colmo que no se hiciera nada al respecto. Eso fue todo lo que pasó en cuanto al episodio que los cuatro estudiantes quieren olvidar. Para Eduardo, ese lugar donde creció y se divirtió, tan lleno de recuerdos, ya no existe. El cerro de sus afectos se lo cambiaron y lo peor es que no se dio cuenta de en qué momento sucedió. El otro, el viejo, era el Pan de Azúcar; éste, el nuevo, es un Pan de Vinagre, un lugar hostil al que ya no quiere volver. Su lugar recordado es sólo eso, un recuerdo. Ahora prefiere evitar pasar por allí e ignorar ese lugar, a pesar de que se lo encuentra de frente todos los días cuando sale de su casa.


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FACETAS LUIS MIGUEL NARANJO M.

A Víctor Rondón la pintura lo atrapó después de la música y solo la tomó en serio luego de varios años, cuando a su visión artística le faltó otro lenguaje para comunicar. Tras largos periodos de experimentación, en 2015, decidió integrar ambas expresiones en ‘Itinerante’, una exposición en la que convergen la plástica y la música en un mismo espacio, como un performance. ‘Itinerante’ es también el título del más reciente trabajo discográfico del grupo de rock ibaguereño Larvante, del que hace parte. Tanto el disco como la exposición nacieron emparentadas y exploran temas tan introspectivos como universales. “La idea es acercar a la gente a esas dos artes. Mientras las personas ven la obra, la música suena en vivo. ‘Itinerante’ nació cuando al pintar pensaba en la música y al tocar reflexionaba sobre la pintura, con el tiempo se fueron amarrando y es lo que es hoy”, explica. Rondón dice que su creación pictórica se circunscribe en el Surrealismo, pues en el mundo de los sueños se hallan los temas que lo han obsesionado, siendo la mujer femenina ese elemento común que nutre, muchas veces, su ejercicio como pintor.

La idea es que la gente relacione lo que está en la pintura con la música y crear una atmósfera. Quiero que la gente sea recogida por las imágenes y los sonidos en vivo. Víctor Rondón

Una exposición de Pedro Cabrera y Víctor Rondón

“Por lo general, uno de músico, siempre tiene una imagen en la cabeza cuando se toca y lo que quise fue llevarlo ahí, mostrarlo en la plástica. Quise representar sonidos e ideas que surgen, por eso pienso que la exposición ha madurado, pues no es algo que se cree y es estático, sino es algo dinámico, que se va nutriendo”, agrega. El nombre también se debe, en esencia, a que la exposición está pensada para que sea presentada en cualquier escenario, convencional o no, pues la idea es que esté en constante movimiento. De hecho, recientemente la exposición estuvo en Argentina, en el marco del

‘Itinerante’: una amalgama entre la pintura y la música

Mentor y pupilo están presentando en la galería Viva el Arte parte de su obra pictórica, una muestra itinerante que explora temas tan universales como personales. La exposición tiene un ingrediente adicional: la música.

En ese camino, el maestro Pedro Cabrera, su mentor y presidente de la Omai en el país, ha estado presente; de hecho, junto a ‘Itinerante’ están colgados algunos de sus cuadros, en los que se reúnen diferentes tiempos o edades de la obra. Sobre su trabajo, Cabrera dice que “conceptualmente es lo que ha tomado de la vida y las experiencias que he tenido con la misma gente con que me rodeo”.

La Omai: por la unión artística

FOTOS: JORGE CUÉLLAR - EL NUEVO DÍA

más reciente encuentro de la Organización Mundial de Artistas Integrados (Omai), que invita a artistas de diferentes latitudes a exponer a un país determinado. Rondón destaca que a esa cita fue posible llegar gracias al plan de estímulos de la Alcaldía de Ibagué, que aprobó su propuesta. “Estuvieron en Mendoza, Argentina, y en Chile, allá se quedaron algunas obras. Esa fue una gran oportunidad de relacionarnos con otros artistas, de ver los trabajos y cómo funcionan, porque allá están interesados en saber qué están haciendo los colombianos” agrega Rondón.

Mi obra, digamos, es un diario muy personal, no tengo compromisos políticos pero sí tengo un concepto personal del mundo y por eso cada cuadro es una carta de navegación. Pedro Cabrera

La Omai es una organización que nació en Sinaloa, México, luego de un encuentro de artistas que decidieron integrarse para efectuar un intercambio, a través de encuentro o también llamados cumbres. Entre 70 y 80 artistas consagrados de toda la región hacen parte de la organización. “La idea es hacer cosas nuevas y en este caso en el continente a través de la colaboración. Ahora estamos con el ánimo de traer a Ibagué algunas experiencias y hacer algunos eventos para la ciudad y trabajar hacia el ornato público”, detalla. La próxima cumbre de la Organización se llevará a cabo el próximo 17 de noviembre en Lima, Perú.


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FACETAS El poema

Angustia

*Stéphane Mallarmé

Hoy no vengo a vencer tu cuerpo, oh, bestia llena de todos los pecados de un pueblo que te ama, ni a alzar tormentas tristes en tu impura melena bajo el tedio incurable que mi labio derrama. Pido a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos con que duermes después de tu engaño, extenuada, tras el telón ignoto de los remordimientos, tú que, más que los muertos, sabes lo que es la nada. Porque el Vicio, royendo mi majestad innata, con su esterilidad como a ti me ha marcado; pero mientras tu seno sin compasión recata. Un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho, pálido, por el lúgubre sudario obsesionado, ¡con terror de morir cuando voy solo al lecho! *Poeta y crítico francés La separación (1896) - Edvard Munch

Aves de paso es el conmovedor retrato de los Peláez Vallejo narrado a partir de los recuerdos del autor. Sus hermanos mayores, Ricardo y Marta Luz, son el hilo conductor de esta historia que da cuenta del entramado sentimental que sostiene a las familias y que, a su vez, se presenta como el reflejo de una generación, en Medellín, a finales de los años 60. Con una prosa rica en detalles e imágenes, Eduardo Peláez consigue colar al lector en una serie de episodios íntimos de su pasado familiar, que unidos se convierten en un relato potente y emotivo sobre el amor fraternal.

Con gran sentido de los contextos y un uso perspicaz de las fuentes, este texto ilumina personajes, hechos y fuerzas, que en su mayoría comprenden episodios de finales de la Colonia y de las posteriores jóvenes repúblicas. La prosa de Malcolm Deas se nutre de sutil ironía y humor lúcido, y sus ensayos, por polémicos que resulten, tienen la ventaja de ser entretenidos. Armas, letras, economistas y tempranas economías, historia electoral, Francisco Miranda -el pensador y el militar-, fronteras culturales en América, y hasta el traslado de los huesos de Jorge Isaacs, se conjugan en un libro abierto a los descubrimientos.

Editorial: Alfaguara Título: Aves de paso

Editorial: Taurus

Autor: Malcolm Deas

Título: Las fuerzas del orden

Páginas: 381

NOVEDADES LITERARIAS

Autor: Eduardo Peláez Vallejo Páginas: 320

La minería en el posconflicto, un asunto de quilates se puede considerar el “libro blanco” de un tema tan complejo y diverso. Este texto, en que se reúnen la investigación exhaustiva, la estadística, la crónica periodística y antropológica, demuestra la importancia de la minería legal ilegal en el posconflicto que hasta ahora comienza a dar sus primeros pasos en Colombia. Es un análisis sin sesgos, equilibrado, que a la voz a los diferentes protagonistas será un aporte para ayudar a consolidar la democracia en nuestro país. Pero la lección magistral de este libro es que viejos conflictos traen nuevas realidades.

En estos ensayos, Pablo Montoya, el Premio Rómulo Gallegos 2014, reflexiona sobre la vida y la obra de varios de los grandes escritores franceses del siglo XX. Los escritos aquí reunidos constituyen una mirada crítica a la obra de 10 de los escritores galos más destacados del siglo pasado como Albert Camus, André Gide, Michel Houellebecq y Marguerite Yourcenar. Abordados desde perspectivas originales, inteligentes y escritos con una prosa paciente y muy rica, estos ensayos son, además, una franca invitación al lector a sumirse en una de las literaturas más fascinantes del siglo pasado. Editorial: Random House

Editorial: Ediciones B Título: La minería en el pos-

Autor: León Valencia y Alexander Riaño

Título: Un Robinson cercano Autor: Pablo Montoya

conflicto Un asunto de quilates

Páginas: 344

Páginas: 192

CINE

La palabra de la semana

Genio

La genialidad del físico alemán Arlbert Einstein lo llevó a ser considerado el científico más conocido y popular del siglo XX.

«Capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables, para ver posibilidades creativas que la mayoría no percibe. Persona dotada de esta facultad. Índole o condición peculiar de algunas cosas: El genio de la lengua. Ser fabuloso con figura humana, que interviene en cuentos y leyendas orientales: El genio de la lámpara de Aladino». Proviene de la palabra latina genius, que tiene la base indoeuropea gen‘producir, generar’. ‘Divinidad que vela por cada persona’, su significado se extendió de manera considerable a lo largo de los siglos. Como genio de las leyendas orientales que aparece al frotar una lámpara, se supone que es obra de traductores del siglo XVIII de ‘Las Mil y una noches’, quienes habrían sufrido la influencia del nombre de esa criatura en árabe: jinn. La acepción más común en la actualidad es ‘persona de inteligencia excepcional’, que fue adoptada en francés en el siglo XVII y usada en castellano ya a principios del siglo XIX, aunque solo entró en el diccionario de la Real Academia en 1884.

‘Sin mover los labios’ Director: Carlos Osuna Los placeres que vienen con el cine raro no son los mismos, claro, que los del más convencional. Acá no necesariamente es deseable la coherencia ni replicar los estándares de belleza masculinos o femeninos como los concibe, digamos, una telenovela. Este cine raro busca excavar en lo que consideramos normal para hallar artefactos que la mayoría prefiere ignorar. Es justamente lo que ha logrado Carlos Osuna en este, su segundo largometraje: rescatar una seguidilla de imágenes poderosas, perturbadoras y por momentos incoherentes, muy inquietantes de ver. El protagonista es Carlos (Giancarlo Chiappe), un ventrílocuo que vive con su madre (Consuelo Luzardo) mientras trabaja sin esperanza en un call center infernal -una llamada menciona problemas de internet, pero de resto en el filme no hay ni rastro de celulares inteligentes o computadores-. Es una película profundamente bogotana, pero de una Bogotá poco explorada: la melancólica del Chapinero bajo, de los barrios San Luis y Teusaquillo, todas estas zonas de casas oscuras y calles estrechas, de una clase media desesperanzada que desayuna con pan blandito y un café con leche y mucha azúcar. Obviamente, un mundo así produce sus propias psicopatías y este ventrílocuo (en una interpretación aterradora, como puede ser aterrador un saco cuello de tortuga de hilo beige) es un psicópata agridulce, tierno y cruel, apocado y egoísta. No es una cinta coherente y recriminarle eso sería perder de vista lo que tiene de valioso. Al sumergirse en las complejidades de su protagonista, ‘Sin mover los labios’ ofrece un retrato distorsionado e incómodo de nuestra vida psíquica. No sobra decir que en el cine colombiano, que tiende a ser tan conservador, producir algo así es un acto de notable valentía. (Fragmento de Manuel Kalmanovitz para Semana.com)

GERENTE: Miguel Ángel Villarraga Lozano EDITOR GENERAL: Edwin Ballesteros Vásquez COORDINACIÓN: Redacción Cultural EL NUEVO DÍA PERIODISTA: Luis Miguel Naranjo M. DISEÑO: Edison Guarnizo FOTOS: Suministradas. Internet. Colprensa. TEL.: 2770050. Ibagué - Tolima - Colombia. PÁGINA WEB: www.elnuevodia.com.co CORREO ELECTRÓNICO: culturales@elnuevodia.com.co FACEBOOK: El Nuevo Día - Colombia - Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.


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