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DOMINGO 2 DE JULIO DE 2017 - IBAGUÉ
FACETAS Una de sus más representativas obras es ‘La sede del ocobo’, compuesta para los Juegos Nacionales de 2015, y montada por más de 300 niños.
CON EL VITILIGO Una de las mayores pruebas que ha debido superar ‘Totoya’ es tener el vitiligo -unas manchas claras en la piel-, que aunque no tiene cura, no le imposibilita vivir. “Para nada me lo impidió, es como un lenguaje de niños. Como estoy con ellos, no les importa, le preguntan a uno y a veces pueden ser crueles, pero lo preguntan de la manera tan sencilla: les contesto que los dálmatas tienen los dos colores y que eso me pasa a mí. Ellos me abrazan y como es una enfermedad que estéticamente es tediosa, pero no es contagiosa”, comenta. Y añade que aunque otras dos hermanas la padecen, a ella se le incrementó, según los médicos, por el estrés de difíciles situaciones económicas, hace algunos años. “Yo espero en Dios”, asegura.
FOTOS: CAMILO YEPES - EL NUEVO DÍA
Uno de los discos más recientes que ha grabado Los Güipas es un DVD con obras de cultura ciudadana y el cuidado del agua. “Luis H. tuvo que ver mucho con estos temas (...), me los pedía y yo rápido se los escribía”. También hay sanjuaneros y bambucos a Dios.
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‘Totoya’ Noreña cumple 30 años de trabajar orientand
Mi lenguaje s HERNÁN C. YEPES V.
Resumir la vida de Victoria Eugenia ‘Totoya’ Noreña es adentrarnos en una trayectoria de 30 años amando la música y, más, por una fuerte razón de ser: los niños, de ahí que su cotidianidad esté prácticamente envuelta por la enseñanza de sus primeras notas. Es la labor constante de esta bogotana, radicada en Ibagué, por inculcar la música tradicional en los más pequeños y que le ha hecho destacarse en los grupos Tutti Frutti y Crayola, con que participó en los festivales ‘Mono Núñez’ y Cotrafa, hace dos décadas. Reparte su tiempo entre tres actividades que la hacen feliz: su labor como docente desde 1992 en el Nuevo Liceo, su tesón como fundadora y directora del grupo y academia Los Güipas y su tiempo libre tejiendo en telares, en los que elabora los ponchos que utilizan los más de 300 niños que han pasado por esa agrupación. “Mi idea es tocar a los niños a través de la música” y “mi lenguaje son los niños” (esta última recibida del maestro César Augusto Zambrano hace dos años) son dos de sus premisas de vida, y que ha alimentado con cada experiencia, con fuerza desde hace 30 años, con la historia de Lina, una pequeña niña que participó con su grupo Tierra Caliente en un ‘Mono Núñez’ y se decidió que no podía continuar porque “decían que no se adaptaba con adultos”. De esa pequeña frustración se derivó el amplio trabajo que la caracteriza, y que ha sido motivado por niños como Valentina Saavedra, integrante de Los Güipas que muy joven se marchó de este mundo producto de un cáncer, o sus dos hijos, Julián Alberto y Ana Victoria, quienes también
fueron ‘güipas’ y ahora con las enseñanzas también de su padre, Alberto, y una tradición de padres muy musicales, siguieron cultivando la música que ‘Totoya’ deja como semillas sembradas con fervor.
Empírica y entusiasta
Su formación es estrictamente empírica, y es que, con tantos niños bajo su enseñanza permanente, ¿quién no aprende? Aunque no pudo cumplir su sueño de estudiar Licenciatura en Música debido a dificultades con su embarazo de Ana Victoria, se siente tranquila al considerar que su complemento en lo académico son los profesores que alguna vez fueron sus alumnos. “A uno siempre le queda faltando lo académico, por eso trato de que los profesores sean del Conservatorio, para que enseñen lo que no he podido enseñar (...) He querido y no he podido, primero por la niña, que está ya grande, luego por la plata. Igual, si me quedo así, me quedo así, y para eso hay nuevos que vienen con lo académico”, añade. Se siente orgullosa de ser empírica, pues esta formación “deja un mensaje muy adentro del corazón: el trato, el amor por los niños, la pedagogía, y tú lo ves con Juan David (Güipa), que es un virtuoso, y él en su estudio ha indagado más de la música. Creo que son muy importantes ambos, no solo lo empírico, porque queda faltando”. De ahí que le ponga el alma a sus composiciones, más de 50, que en su mayoría son “por necesidad”, y al trabajo que ha desempeñado en 10 colegios como Santa Teresa, La Presentación, Liceo Especial, Liceo Colombia, Marañacos, Cuclí y Acuarela (estos dos últimos tienen himnos de su autoría), pero me quedé en el Nuevo Liceo, que ha sido el colegio de mis entrañas, ya que no es tanto por la parte económica, sino que es un amor profundo por sus niños”.