FACETAS 20 DE FEBRERO 2011

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IBAGUÉ, FEBRERO 20 DE 2011

FA CE

TAS CULTURA AL DÍA Reflexión

La importancia de la solidaridad

Carlos Arturo Gamboa La reseña

David Sánchez J.: palabrero mayor Carlos Orlando Pardo

Archivo Histórico del Tolima:

rincón del relato regional Hernán Camilo Yepes


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La importancia de la solidaridad Por: Carlos Arturo Gamboa

Solidario por predestinación y por oficio. Solidario por atavismo, por convencionalismo. Solidario a perpetuidad. Solidario de los insolidarios y solidario de mi propia solidaridad. Oliverio Girondo El mundo actual es profundamente individualista. Los sujetos deambulan solitarios por el asfalto del desarrollo, buscando el bien personal sin voltear a mirar el panorama desolador de las multitudes excluidas. Si errabundos caminamos, solos moriremos. El día en que seamos prescindidos, otros mirarán y entonces no tendremos la dimensión ética

de solicitar ayuda. ¿Quién o qué ha fulminado la solidaridad? Atreveré algunas ideas al respecto. Un sistema basado en el confort es altamente egoísta. Ya olvidamos que como humanos nuestro deber sería propender por la dignidad de todos, pero durante el siglo XX se creó la falsa imagen del hombre exitoso; aquel cuyo dormitorio está situado en los rascacielos; aquel cuya acumulación de dinero le hace dueño de bienes y de vidas; aquel que por estar imbuido en la cotidianidad productiva olvida a los demás. Como el protagonista de la película Ciudadano

Kane, la soledad terminará por carcomer su propia existencia, recordando con dolor el valor de las cosas verdaderamente importantes. La magia de la muerte consiste en que nos recuerda que somos profundamente humanos. El miedo es otro factor que altera la movilidad. Habitamos en la época del miedo, ahora nos asustan con todo, con dietas, con virus, con memorandos, con ganancias y con pérdidas, con estigmatizaciones, porque aquel que reclama justicia se hace sospechoso para la sociedad. Nuestros héroes

terminan siendo aquellos que encarnan la injusticia. Miles de ejemplos demuestran que algunos que ofrecían nuestra salvación fueron los mayores tiranos, porque nadie nos salvará; nos preservaremos entre todos. El miedo del siglo XXI es un personaje encarnado en millones de seres. Ahora quienes reclamamos un mundo mejor, somos ‘el coco’ con que aspavientan cualquier posibilidad de cambio. La solidaridad puede ser definida, de manera muy cotidiana, como la colaboración recíproca entre seres humanos, (incluso los animales son soli-

Maniquí En los últimos años, se ha hecho más común el nombre de modelo para la profesión de hombres y mujeres que desfilan mostrando nuevos diseños de ropa, pero durante mucho tiempo se empleó la palabra

darios) que se convierte en un sentimiento conservando a las personas unidas en todo momento, sobre todo cuando se enfrentan situaciones de las que no resulta fácil recuperarse. Esa solidaridad debe ser reconquistada y debe establecerse como un valor ético, no es suficiente con aterrarse de un mundo repleto de miseria, inequidad y horror, se hace necesario actuar para poder transformar esa realidad del otro, que es también mía. El miedo nos hace insolidarios y la insolidaridad nos deshumaniza. Como lo expresó Gioconda Belli: “La solidaridad es la ternura de los pueblos”

Palabra del día maniquí, hoy reservada más bien para los muñecos usados para exponer la ropa de moda en las vidrieras de las tiendas. Esta palabra se originó en el neerlandés manneken, diminutivo de man ‘hombre’ y se usó al

principio para denominar a los muñecos de madera que los pintores y escultores usaban como modelos, hasta que el empresario francés Charles Fréderic Worth (1825-1895), propietario de la casa de alta costura Worth,

decidió en 1858 utilizar aquellos muñecos para mostrar sus modelos a la clientela, para lo cual el nombre original holandés fue adaptado a mannequin. Worth, como otros empresarios de su ramo, no demoró en

percibir que esa función sería mucho mejor cumplida con maniquíes vivas e inauguró así una profesión que, inicialmente, llevó el nombre del muñeco holandés, y que llegó al español como maniquí.


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David Sánchez Juliao: palabrero mayor Por Jorge Eliécer Pardo*

Jamás he conocido escritor más lleno de amor y vida que David Sánchez Juliao. Siempre, en estos largos y agitados años de amistad, escucharlo al calor de un café relatar historias escritas y por escribir, deleitaba a contertulios y espontáneos que se acercaban. Tampoco he conocido autor de mi generación que llene tanto una sala de conferencia y que su exposición, matizada con referencias intelectuales y populares, no sacara admiración; la gente quería que siguiera hablando, sin papeles ni ayudas audiovisuales. Un verdadero palabrero. Uno de esos escritores colombianos -escasos ya- que no se expresaban en malos términos de nadie; siempre ponderando lo bueno de los demás, en especial de los que lo acompañaban en la literatura. Escuché, en la época de los primeros libros de David, a esos acartonados sociólogos bautizados por entonces como científicos sociales- que Sánchez Juliao pretendía apropiarse del discurso popular, que no beneficiaba ni a la sociología ni a la literatura. Bastó el paso del tiempo para entender que David daba comienzo en ColomPor: José Luis Díaz Granados*

Era la más fiel personificación del hombre caribe: altivo, generoso, alegre, sentimental. Espléndido narrador, tanto en la prosa escrita como en su obra sonora y visual, no podía haber mejor intérprete del alma de su tierra que este colosal fabulista de Lorica. “El Pachanga”, “El Flecha”, las “Historias de Racamandaca”, “El arca de Noé”, “Fosforito”, entre otros, son relatos deliciosos en su reinvención de la labia popular de nuestro litoral Caribe y ya pertenecen a la entraña profunda de los colombianos.

bia a una nueva lectura donde sus textos vivos y llenos de tejido social y poético, conformaban la idiosincrasia de diferentes zonas del país, sobre todo la de la Costa Caribe. Primero lo tomaron con humor (El Pachanga, El Flechas) y después se dieron cuenta de que su discurso narrativo y estético no sólo estaba impregnado del lenguaje propio de

sus protagonistas sino que allí navegaba una juiciosa investigación que leía e interpretaba la sociedad, más allá de los marmóreos estudios o informes de los científicos sociales. Y David esperó, no necesitaba más. Insistió en su forma expresiva y en sus contenidos vernáculos. Muchos, como Orlando Fals Borda y la antropóloga Nina de Freidemann comentaron la

importancia de esos textos en la cultura colombiana. Allí está la esencia viva de nuestras comunidades, me dijo alguna vez Nina. Se nos fue David y su parsimonia para relatar viajes y anécdotas, amores y despedidas. En la radio, entrada la mañana cuando supe la noticia, oí un viejo reportaje donde narraba cómo se formaban las identidades. La trascribo de

David era una fiesta

Lo mismo podríamos afirmar de su maravillosa trilogía musical conformada por las novelas Pero sigo siendo el rey, Mi sangre aunque plebeya y Danza de redención, merecedoras de diversas distinciones como el Premio India Catalina y de la espléndida historia de amor y dolor “Gallito Ramírez”, tan celebrada por televidentes de todas las edades. El inconformismo nato de David, su espíritu crítico y su alergia al arribismo y a la medianía, están plasmados en su obra de temática andina Buenos días,

América. En su paso por la diplomacia como embajador en la India y en Egipto, promovió, divulgó y publicó a los valores más representativos de la cultura de Colombia. Tanto en sus libros como en su famosa literatura-cassete, en sus libretos, en sus incursiones en la política y en la tertulia familiar y fraternal, siempre dejó la impronta de su gracejo, de su proverbial sentido del humor, de su gracia perpetua, pero, sobre todo, del duende prodigioso

de su imaginería caribe. Era, pues, David un grandísimo mamador de gallo. Alguna vez, intuyó que dos jóvenes que lo iban a entrevistar no tenían la menor idea de su vida y mucho menos de su obra. Entonces, aparentó seriedad y se tornó trascendente. Ante la pregunta que de dónde era, él, la más pura encarnación del Caribe, les respondió que era bogotano. Soy cachaco, les dijo, y de pura cepa. Soy de los Sánchez de Teusaquillo y de los Juliado de Chapinero. Los jóvenes, algo confun-

memoria: Un negrito que se mira al espejo de frente y se dice: soy chévere. Se mira el perfil izquierdo y se dice: soy chévere. Se mira el perfil derecho y se dice: soy chévere. Un blanco, que está cerca, le reprocha: usted no es más que un negro hijueputa. El negro no lo mira, sólo se dice: pero chévere. *Escritor colombiano

didos, le preguntaron: Entonces ¿por qué tiene acento costeño? Y él les contestó imperturbable: Bueno, porque ya me he pulido. Tus seres queridos, tus familiares, tus amigos, colegas, coterráneos, lectores, admiradores y adoradores, te decimos adiós, David Sánchez Juliao. Tu corazón de oro te ganó la partida. *Escritor colombiano. Libros y Letras. Palabras para despedir al escritor David Sánchez Juliao, en la Parroquia de Cristo Rey, el 10 de Febrero del 2011, Bogotá.


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Archivo Histórico del Tolima: el rincón del relato regional

¿Quién hubiera llegado a pensar que un lugar con una trascendencia tan sin igual, justificada en su gran número de documentos valiosos para la historia y las historias de la región y del municipio, no goza de tanto reconocimiento, o que, al menos, no cuenta con la mirada contemplativa de tantos y tantas tolimenses que olvidan o no conocen parte de su historia? Recorrer la historia de los 461 años que está próximos a cumplir la Capital Musical de Colombia y de los 150 años del Tolima Grande no es sólo conocer someramente la historia, ni tratar de descifrar qué tanto se ha avanzado en materia administrativa y gubernamental. Es, también, detenerse en los escenarios que nos manifiestan, con la mediación de páginas eternas, pero susceptibles al paso del tiempo, que siempre hay un pasado que no debe repetirse. Prueba fiel de ese testimonio que reposa aguardando la mirada de los más aguzados y, por qué, no, también de los sagaces nuevos investigadores, es el Archivo Histórico del Tolima, un espacio reducido al que la biblioteca Soledad Rengifo acoge con fervor en su segundo piso.

Una necesidad

De valores cultural e histórico irrefutables para la historia de la ciudad y del Departamento, este recinto fue creado gracias al acuerdo 012,

“Que no nos vaya a suceder como con el Archivo de Honda.”

Nelly Flórez

Su primer nombre fue ‘Centro de Estudios Históricos’, que fue cambiado, en 1984, a Archivo Histórico del Tolima.

A pesar de la humedad y la estrechez del sitio, Nelly Flórez se esmera por preservar este patrimonio.

promulgado por el Concejo de Ibagué en 1978, un acto legislativo que daría comienzo a la conservación de este grueso compilado de hechos, personajes, travesías, situaciones y demás circunstancias que han caracterizado a la región. Ver alrededor de tres siglos de documentos reunidos en un lugar que pide a gritos ser ampliado es un gran desafío. Más interesante, aún, es descubrir un tesoro en innumerable cantidad de libros: algunos, en peligro de muerte, otros renaciendo de entre las cenizas y otros, que con mayor suerte y con un decidido apoyo institucional pudieron gozar de una exhaustiva restauración. Con la valerosa puesta en marcha del Archivo Histórico, se acabó la desidia en que se alojaron miles de documentos de un gran apoyo teórico para la ciudad. Las ‘tumbas’, unas

bóvedas ubicadas en el edificio de la Alcaldía, fue la primera morada de documentos que yacían casi inertes entre el moho, la suciedad, el mal trato y el desorden, convivían archivos de toda índole. Un año decisivo para que la iniciativa se transformara y tuviera la seriedad de que requería con urgencia, fue 1980, época en que la Universidad del Tolima sentó su decidida posición hacia su recuperación, luego de que un anuncio radial alertara de la cruel situación de hacinamiento y de abandono documental. El liderazgo, a partir de entonces, se revistió en los nombres de Lilia Alvarado, Miriam de Varón, Armando Martínez y Hernán Clavijo, entre otros docentes, quienes emprendieron la labor de recuperación documental. Y fue, de esta manera, como se recuperó un material

Educación de ese alma máter, compromiso que algunos tomaron por vocación y don de ayuda, y que a otros también sirvió para su graduación. Con el acuerdo 032 de 1983, expedido por el Consejo Superior de la Universidad, se consolidó tan noble acción, catalogada con el nombre de ‘Centro de Estudios Históricos’, al que seguiría el 037 del año posterior, que lo bautizaría en definitiva como lo que hoy conocemos, estableciéndose como meta ser un generador de proyectos de investigación y, a su vez, elevando a la máxima potencia el cuidado de dichos elementos históricos.

voluminoso, que hoy, a pesar de las secuelas tan fuertes que le dejó esa enfermedad nada esquiva que es el olvido. Los archivos, entonces, fueron trasladados gracias a un delicado proceso en el que intervinieron docentes y estudiantes Composición del departamento de Cien- La relevancia del sitio quecias Sociales de la facultad de daría en vano si no fuera por-

En estos libros notariales existen hasta tres siglos de historia.


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FACETAS “Estamos en este proceso porque nos gusta y somos ­responsables, como ­Universidad.”

Nelly Flórez

El Comercio, El Cronista, El Derecho y La Tribuna.

Sus guardianas

El médico Pablo Isaza se ha caracterizado por buscar que los resultados de sus investigaciones lleguen a manos de los ciudadanos.

que en el poco espacio que nos ofrece el Archivo Histórico se albergan unos testimonios muy especiales y que se caracterizan por ser los más ‘niños consentidos’ del lugar: el Fondo Notarial, por el que se agrupan los libros que han manejado las primeras dos notarías existentes en Ibagué. En cuanto a la Primera, en sus libros se esconde un registro de entre 1615 y 1965, mientras que en la Segunda, sus documentos están distribuidos entre los años 1912 y 1969. Son más de 300 años de archivo a disposición, un sinnúmero de juicios de sucesión, compraventas de tierras, conformaciones de sociedades, división de globos comuneros, reconocimientos de

Desde 1978 funciona el Archivo Histórico en la biblioteca Soledad Rengifo.

hijos naturales, entre otros. En este Archivo han confiado sus fuentes documentales, también, entidades como Gestora Urbana, Instrumentos Públicos, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Secretaría de Planeación y Alcaldía municipales (con comunicaciones oficiales, acuerdos y decretos desde 1817) y Gobernación del Tolima (con ordenanzas). De igual manera, un lugar especial en el corazón de este recinto lo ocupan las decenas de libros que brindan su testimonio particular acerca de las épocas de la República y la Colonia, que bien podrían colaborar con la formación histórica en los colegios públicos y privados. A ellos se suma el acervo documental del área judicial, que fue extraído del Palacio de Justicia, donde sus expedientes, muchos de ellos incompletos, ocupaban inhóspitas bolsas y anaqueles. A él acuden, particularmente, estudiantes de Derecho, pues

en sus hojas se incluyen procesos por conflictos de familias y órdenes de tierras. No sólo los documentos académicos tienen cabida en este espacio particular. La prensa también ha sido, difí-

cilmente, recuperada y clasificada, trabajo con que se ha logrado convertir en perennes diarios de gran antigüedad como Diario Oficial, Gaceta Oficial (con ejemplares de entre 1874 y 1918), El Carmen,

Nelly Flórez es la actual escudera del Archivo Histórico del Tolima, desde hace tres años. Para ella, ha sido una prioridad dar a conocer este lugar, pues allí se puede encontrar un testimonio irrefutable de lo que es el devenir de la región. “Desde que ingresé a administrarlo, he estado muy dedicada a publicarlo, porque me di cuenta de esa falencia desde que era estudiante de Ciencias Sociales en la Universidad del Tolima, pues estábamos frecuentemente consultando (aquí) y con ello lo conocimos”. Ella es la segunda persona y la segunda mujer que se hace a cargo de este espacio, luego de un trabajo que durante casi dos décadas cumpliera la también profesional universitaria Evelia Campos, quien cumplió su pensión y, además, hubiera, loablemente, aprovechado su paso por el manejo del Archivo para retratar la historia de Ibagué, al igual que otros letrados más.

Urgente, urgente

Es complicado hablar de sostenimiento de un espacio que ha tenido gran injerencia en la conservación de la cultura de la región, cuando las entidades gubernamentales descuidan una labor que, por simple razón de ser, deberían cumplir. La Universidad del Tolima, desde hace algún tiempo, ha debido asumir por su propia cuenta los costos de que se requiere para el mantenimiento del sitio. Prueba fotográfica del­ ­primer archivo, ubicado en el sótano del ­Palacio de Justicia, antes de su traslado definitivo.

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En cuando al abandono, Nelly Flórez expresó que “en la actualidad se puede decir que hemos estado solos, ya que el sostenimiento ha sido sólo de parte de la Universidad, que apoya en la parte administrativa y en la custodia y el proceso de microfilmación de los documentos. Estamos en eso, pero cuesta y no los hemos hecho, pues faltan recursos para hacerlo. Estamos hablando con la Alcaldía para ver de dónde sale el rubro presupuestal para poder hacer este trabajo. No ha sido fácil”. Debido al poco presupuesto se frenó un proceso fundamental: el que quiso lograrse con el Archivo General de la Nación, entidad que, tal como lo manifestó la centinela del lugar, pretendió enviar dos de sus funcionarios a hacer revisión del estado actual y buscar salidas a estas necesidades, siendo un costo que no pudieron asumir, con ello, estropeando una noble ilusión. Otro factor que pone en apuros a quienes se han declarado amigos del Archivo Histórico es el del espacio reducido que actualmente tiene para su funcionamiento. Para Flórez, es urgente hablar de un traslado a otra locación, como el Panóptico, pues un segundo piso no es para un sitio que periódicamente se llena de documentos, cuyo peso se fija más por el valor histórico que por su volumen en gramos y kilos. circulación, a su manera, las historias que este rincón conLas investigaciones serva. Son, ellos, escritores Hay, como se ha dicho an- de la región, quienes se han teriormente, apoyos intelec- encargado de revivirlas y dartuales que procuran poner en les vida gracias a exhaustivas investigaciones a esos libros, para evitar que mueran allí, en anaqueles y estantes, ante la vista gorda de quienes se nie“Fue un proceso de gan a recordar un poco de su años para tenerlo pasado. así como lo estamos Este es el ejemplo que han viendo.” Nelly Flórez tomado historiadores de la

talla de Álvaro Cuartas Coymat, Hernán Clavijo, Evelia Campos, Carlos Roberto Carvajal, Héctor Villegas, María Yolanda Jaramillo, Jorge Luis Cárdenas y Ángela Inés Guzmán, quienes han plasmado sus investigaciones en libros que también hacen parte del compendio. En sus textos, producto de investigaciones de largo alcance, que también reposan en el Archivo, se puede encontrar

retrospecciones en cuanto a factores como la agricultura, los personajes, la demografía, la historia de la esclavitud y el desenvolvimiento tanto de Ibagué como del Tolima. El médico Pablo Isaza es otro de quienes actualmente se sumergen en las historias compiladas por este archivo, para desarrollar un informe sobre la salud en el Tolima; su objetivo, insertarse en enfermedades típicas de la época

de la Colonia. A largo plazo, promete ser un documento de gran utilidad para la población ibaguereña. Que la experiencia de Honda no se repita, y que tanto el invierno como el olvido no terminen por arrasar este espacio que durante tantos años ha permanecido intacto, comprimido, pero intacto. No sería justo que la historia sufriese un nuevo embate en su contra.


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El cuento

Por David Sánchez Juliao*

Un día, en la triste soledad de una biblioteca pública, un libro decidió abrir sus páginas, sentarse, encender una lámpara y leerse a sí mismo. Aprendió mucho, pues se trataba de un libro sobre los medios de comunicación en la era actual, entre los cuales,

Poesía Antonio Mora Vélez El caminante ha muerto. Detrás de sus huellas hay un centenar de valles irrigados con su mensaje de palabrero zenú. Era su estirpe la del guerrero que cree más en el fuego, en el filo y en la contundencia del verbo ilu-

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Autotexto

ellos, libros, eran de poco uso. De modo que el libro tuvo tiempo para releerse, subrayarse y analizarse, de la misma manera que tuvo tiempo para hacer lo propio con el resto de libros de la biblioteca. Tan sabio llegó a ser, que pronto fue ascendido a enciclopedia y pudo entender que, claro,

vivía en un mundo de analfabetas en el cual los libros eran las únicas personas que leían cosas importantes y a consciencia. Pronto, convenció a sus colegas de que abandonaran las bibliotecas y se fueran a los parques de diversión, a los cines, a las calles, a los estadios deportivos, a los restau-

rantes de comida rápida, a los supermercados, a los centros comerciales, a las emisoras de radio, a las salas de belleza, a las playas y a las salas de televisión con el propósito de leer a la gente. “Hay tanto que aprender de ellos” –concluyeron– “que no habíamos caído en la cuenta de que el mundo es una

enorme biblioteca –y se preguntaron—: “¿Por qué será que nos tenían encerrados?” –, a lo que un anciano Tratado de Ética respondió—: “Es que lo que se encierra es siempre lo peligroso”. *Homenaje al escritor e incomparable amigo, fallecido en Bogotá el 8 de febrero de 2011.

El caminante ha muerto minado. La del cantor que decidió contagiar el paisaje de alegría con sus cantos y decirles a las golondrinas y a los camajones que no todos los hombres se miden en la vara de los sueños. El caminante ha muerto. Y con su muerte se recienten las cui-

tas de las ceibas milenarias y de los bocachicos rebeldes que luchan en silencio contra la tempestad de las palmeras salvajes. El caminante ha muerto y con él muere el porro del hermano y la risa antídoto de la mala ventura. Y por él están llenos de flores negras los montes y veredas, el

río de sus padres ancestrales corre con la velocidad de la tristeza y un espasmo sacude la epidermis del valle de Melxión, como si la tierra toda con sus hijos sintieran su partida y reclamaran su querencia. El caminante ha muerto porque después de recorrer tantos ca-

minos con sus cuentos y de sembrar tantas semillas de verdad con sus voces, decidió abonar con su cuerpo y con su luzla tierra que hoy lo llora. Poema escrito a raíz de la muerte de David Sánchez Juliao.


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Una vida conquistada Por: Roberto Burgos Cantor*

A medida que las librerías sufren el embate de las ventas por correo, apreciamos más las librerías de viejo. En apariencia es un gusto anacrónico o una supervivencia de un pasado del cual algunos no quieren desprenderse. Es apariencia, porque en las guaridas de resistencia que son las librerías de viejo se agita una vida de destellos inéditos y aristas sorprendentes. En el laberinto de libros apilados dentro y fuera de los estantes, entre su peculiar olor de papel leído, hay una oposición al vértigo destructivo de la realidad. A esa tiranía de la actualidad que niega huellas y hace de su rauda aparición una conquista del presente. Sólo tenemos eso: lo que pasó y lo único que queda es los que viene, si viene. Además, en las librerías de viejo puede suceder el encuentro con el origen de un tiempo, la terca permanencia de una idea, la duración de las palabras escritas, los testimonios de algún lector, y las divertidas dedicatorias de autor que un día cambian de manos o de corazón. Había creído, por la presencia de siglos que implica el trato con libros de variadas edades, que el oficio de librero de viejos estaba reservado a veteranos de largos años. Lo supuse hasta que visité San Librario. Es un local pequeño que perteneció a una las casas de estilo inglés que levantaron con ladrillos y tejas rojas en algunos barrios de Bogotá D.C. La regentan dos jóvenes de sensibilidad y afilada intuición: Álvaro Castillo y un descendiente de Cartagena de Indias, Camilo Delgado. Con las ambiciones de la

edad, Álvaro y Camilo, además de haber afinado la brújula de lectores en la intimidad con los libros, de recorrer ferias, de escarbar bibliotecas, han creado un sello de impresión noble y autores escogidos. Están Nicolás Suescún, Francia Goenaga, Juan Felipe Robledo, Roberto Fernández Retamar, Cintio Vitier, Eligio García Márquez, Patricia Iriarte, Héctor Rojas Herazo. Este año han iniciado la colección de San Librario con una compilación de artículos, ensayos, y reportajes de Arnoldo Palacios. Su título: Cuando yo empezaba. Es un libro que entrega el placer de los textos de un buen escritor, su humor contagio-

so, y ayuda a situar la obra y al narrador de Las estrellas son negras y La selva y la lluvia. La escogencia, la introducción, el ordenamiento de los materiales que hace Castillo, ofrecen pistas sobre la vocación, las realizaciones y la mirada de su época y su país que puede mostrar un novelista. Arriaga Andrade por Palacios es memorable. Los libros de Palacios estaban extraviados en el olvido y la ausencia crítica de la literatura colombiana. Del Chocó atascado viajó a Bogotá impedido por una parálisis que disminuía sus movimientos. Publicó la primera novela en 1949 después de reconstruirla de las cenizas de abril

de 1948. La solidaridad de Manuel Zapata Olivella, la fe de Clemente Airó y la complicidad de Alipio Jaramillo editaron Las estrellas son negras. Arnoldo se fue a Francia. La de entonces: libertad, igualdad, fraternidad. Allá se quedó. En sus viajes de renova-

ción de vínculos la universidad del Valle le ha publicado A la búsqueda de mi madre de Dios y nuestra librería de viejo el precioso itinerario de su vocación literaria. *Escritor colombiano. Libros y letras

DIRECTOR: Antonio Melo Salazar JEFE DE REDACCIÓN: Martha Myriam Páez Morales COORDINADOR: Benhur Sánchez Suárez, Redacción cultural EL NUEVO DÍA PERIODISTA: Hernán Camilo Yepes Vásquez EDITOR: Billy Edison Zúñiga Valencia DISEÑO: Katherine Moreno ILUSTRACIONES: viñetas de Benhur Sánchez. Colarte.com. Benhur Sánchez. FOTOS: Internet. Suministradas. Hernán Camilo Yepes Vásquez. Carrera 6a. No. 12-09 Tels.: 2770050 - 2610966 Ibagué Tolima - Colombia Apartado Aéreo 5476908-K www.elnuevodia.com.co Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.


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