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DOMINGO 23 DE JULIO DE 2017 - IBAGUÉ
FACETAS
Ángel Sánchez Rivero ingresa a la Academia Canaria de la Lengua La Academia Canaria de la Lengua celebró, hace algunos días, la ceremonia de ingreso de Ángel Sánchez Rivero como numerario de la sección segunda, conformada por reconocidos escritores y estudiosos relevantes de la literatura de las Islas, en la Biblioteca Pública del Estado de Las Palmas de Gran Canaria. Ángel Sánchez Rivero (Gáldar, Gran Canaria, 1943) es poeta, narrador, ensayista y antropólogo, según recordaron desde la Academia. Cursó sus estudios de educación primaria y secundaria en Gáldar y en Las Palmas de Gran Canaria; también de alemán en la Deutsche Schule y de francés en la Alliance Française de la ciudad capitalina; y posteriormente, se especializó en Filología y Antropología en las universidades de La Laguna, Salamanca, Grenoble, Paris-Vincennes y Göttigen. Inmerso en la renovación creadora de los años 60 y 70, siempre muy independiente, su poesía destaca por su fuerza experimental y por dejar atrás tradiciones y tópicos, según las mismas fuentes académicas. Si en el dominio de la poesía canaria puede mirar hacia la época de los conquistadores o hacia Bartolomé Cairasco de Figueroa, el poeta isleño del Siglo de Oro, su escritura opta por el mestizaje y la “mestura”. A partir de una voz que transita por las inquietudes fundacionales
de la poesía contemporánea bajo la conciencia de un “yo tardío”, en la línea de un Gottfried Benn, Ángel Sánchez se aleja de toda melancolía para no privarse de nada: referencias cruzadas e intertextuales, alusiones a escritores americanos, franceses o alemanes, roqueros radicales de su generación como Jimi Hendrix o alusiones cinematográficas. Su poesía, además, alcanza una proyección visual en su deseo de romper con el orden que impone el lenguaje verbal, objetivo cercano a los concretos brasileños. En narrativa, menos experimental, hace suyas tradiciones diversas, populares o universales, reinterpreta textos antiguos o funda historias que hablan de la compleja diversidad de lo canario. La obra ensayística e investigadora de Ángel Sánchez, aunque posee numerosos títulos inéditos, resulta fundamental para comprender el espacio cultural de las Islas Canarias.
El cuento Cuando los estudiantes oyeron, de boca de la maestra, la tarea para el lunes se les agrió la fiesta y el fin de semana, y a la cabeza de Juanito, el niño más aplicado de la clase, le dijeron a la maestra Fidelina. ¡Maestra! -hicieron una breve pausa para ponerse de acuerdo-. ¡Maestra Fidelina!, esa tarea es muy difícil y no sabemos cómo sacar el tiempo suficiente para pintar una hoja. ¡Ah! -dijo la maestra Fidelina-, y además deben dibujar la melodía que produce al roce con el viento. ¿¡Qué!? ¡Maestra! -gritaron todos. -Eso es imposible. Recuerde -dijo la maestra-, la nota de fin de año depende de ese dibujo. Suerte. Los muchachos se rascaron la cabeza y se miraron unos a otros, fijando en sus rostros tremenso desconcierto y tratando de coordinar ideas y planes para la gran labor que les había puesto la maestra; caminaron juntos, en especial el grupo de Juanito, que vivían por la misma acera de aquel recóndito barrio y solo y sin movimiento, como detenido en el tiempo y en la época de una sequía. Este barrio era distinto y quedaba en un pueblo también distinto, donde las calles estaban ahí, sin vida, sin horizonte, solas y quietas, como suspendidas en un agujero negro. Juanito acordó con sus compañeros que le diría a su padre lo de la tarea y que luego los buscaría para organizar las brigadas necesarias y así concretar la labor. Así fue que, cuando llegó el papá de Juanito a la casa lo recibió el alboroto de la madre, los hermanos, los tíos y los vecinos que aterrados no salían del asombro de semejante tarea que les había puesto la maestra Fidelina a sus alumnos, y don Colino, muy suspicaz y un poco calmado, les dijo: Bien, no hagan tanto escándalo que no es para tanto. -Y agregó-: Saldremos mañana a buscar esa hoja. ¿Dónde? -preguntaron todos asustados-, si por aquí no hay árboles. Lo sé -dijo Colino-, lo sé. Y en eso tenemos todos la culpa, porque desde hace muchos años hemos estado acabando con todo. Así que, muy por la madrugada, todos los alumnos de la clase de la profesora Fidelina, los padres de familia, las brigadas de socorro y los altos mandos ecológicos de la ciudad salieron con él a la cabeza en búsqueda del
último árbol del planeta. Horas y horas caminaron por un desierto, es decir por espacio lleno de arena, kilómetros bien largos de bancos de arena, un desierto que jamás la humanidad había imaginado; un pavoroso desierto, que nunca los otros niños de aquella época, que arrancaban y talaban los árboles, que destruían la hierba, maltrataban a los animales y que desperdiciaban el agua, llegaron a imaginar. Arena pura y seca, con piedras encima, reptiles patas arriba, es decir, muertos, culebras y sapos disecados, y nada de agua. Nada. El poco líquido que llevaban y que ahora producían con algún químico se les estaba agotando, pero seguían caminando en búsqueda del último árbol del planeta con la esperanza de encontrarlo en el próximo descenso, pero seguían bajando y subiendo y nada. En esas estaban, cuando les llegó la noche. La noche se les hizo eterna, no se oían como antes los grillos y las ranas, no sonaban los dindes rozándose el uno con el otro, no aullaban los lobos, ni se sentía el melódico canto del búho; una noche sin el encanto de otrora, cuando los enamorados se recostaban a mirar hacia el infinito, sobre una
El último árbol del planeta Manuel Montenegro Reyes*
suave colcha de hierba y que con el sabor y la dulzura del sentimiento se decían que se amaban; nada de eso se sintió en esta noche y solo utilizaban el tiempo esperando. Juanito caminó casi a tientas por un sendero que lo llevó a una hondonada y allí vio a un anciano, uno de los que lo acompañaban, en cunclillas mirando hacia el infinito. ¡Abuelo! -le dijo el niño-. Abuelo, ¿le pasa algo? Pero el señor no contestaba y parecía deambular mentalmente en algún abstracto pensamiento. ¡Abuelo! -repitió Juanito, ya más cerca-. ¿Necesita ayuda, abuelo? No, hijo -respondió el anciano de repente, sin dejar de mirar hacia el piso y sacando una manotada de arena-. No, Juanito -lo miró y en sus ojos aparecían sendas lágrimas que le rodaban por las mejillas. -Y entonces, abuelo, ¿por qué lloras? -De tristeza, hijo, de ber en lo que hemos convertido en planeta- hizo un leve suspiro y continuó: -Esto era un arroyuelo hermosolanzando la arena hacia las piedras -en cuya orilla crecían plantas y árboles que florecía hermosos. Aquí, hijo, venía yo a divertirme con los conejos y lagartijas. Veníamos varios niños a usted a bañarnos y a jugar. Las palabras del anciano hicieron que Juanito, en un pequeño sollozo, lo tomara del brazo cuando estaba a punto de llegar el día; estaban de nuevo en la soledad de ese reguero de piedras y arena sin esperanza alguna. Y siguieron caminando horas y horas, días y días, hasta que por fin Juanito, que iba a la cabeza, gritó: -¡El árbol!- Y sí, evidentemente ahí estaba, en una pequeña subida; ahí había un viejo abarco ya doblado y a punto de morir, con la última hoja también a punto de caer y todos se arrodillaron a mirar el último árbol del planeta, con la última hoja que tenía, y allí los niños empezaron a dibujarla justo y en el momento en que esta se desprendía y caía en una danza melancólica y profunda, que obligó a los niños a seguirla. Dicen que la siguieron por mucho tiempo, sin lograr jamás dibujarla, y que el metálico sonido que se escucha ahora y el susurro del viento que se esparce en forma distorsionada son las voces de los niños y la gente tratando de dibujar la hoja del último árbol del planeta. *Colaborador de este diario
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DOMINGO 23 DE JULIO DE 2017 - IBAGUE
FACETAS Pudo quedarse en Europa, aprendiendo de grandes maestros y viviendo majestuosas experiencias, pero su amor por la Ibagué que lo vio nacer y que podía recibir mucho de su talento y su gestión lo hizo volver. Así que aquí está, generando arte. HERNÁN CAMILO YEPES VÁSQUEZ culturales@elnuevodia.com.co
Desde que el maestro Carlos Manuel Fernández Hernández regresó a Ibagué en 2013, supo que su experiencia musical en el extranjero serviría no para llenar un vacío, sino para aportar algo a una ciudad que de por sí es rica en cultura, pero que necesita muchas más manos que contribuyan. Fue aquella Novena Sinfonía de Beethoven, presentada bajo su batuta en el cumpleaños 463 de Ibagué, en 2013, la marca registrada de un retorno que significó para él su reencuentro con la actividad artística que siempre ha deseado apreciar en esta tierra, que lo vio nacer hace 31 años. Más que talento, su ingrediente principal es la chispa, algo con lo que, dice, “vine configurado. Siempre he diferenciado a mis estudiantes con eso: el que la tiene, va a lograr éxito pronto; el que no la tiene, puede triunfar, pero el que no la busca ni la encuentra, no la encontrará, y es esa ambición no por plata, sino por autolograrse”. De ahí vino su larga estadía en el extranjero: primero en Estados Unidos, donde empezó organizando productos en un supermercado, mientras en sus audífonos sonaba
MÁS ACTIVIDAD CON EL MISMO CARIÑO Una de sus más recientes y satisfactorias experiencias la ha adquirido en la Universidad de Ibagué, de la que dirige el Coro y la Orquesta de la Excelencia, que “fue muy bonito porque me citaron. No conocía a nadie, no me he movido por amigos políticos, sino como gestor cultural, como músico. Antes que invitar a un desayuno o un almuerzo de trabajo, invito a un concierto o a un recital, y ahí está mi muestra, ya sea tocando o dirigiendo”. Se sintió como “un niño nuevo y consentido”, y más cuando el rector de entonces, Alfonso Reyes Alvarado, y la directora de Bienestar Universitario, la soprano Bibiana Barreto, le dijeron que “estaban siguiendo mis pasos (...). Pocos homenajes me han hecho y muy bien: estoy muy joven, y los homenajes son para los viejitos (dice con cariño). Poco he hecho y quiero hacer más todavía, pero que me digan que están siguiendo mis pasos en un medio tan olvidado como la música coral es un homenaje”. De ahí que llene poco a poco su vida de gratas experiencias. A pesar de haber perdido a su padre en un accidente, antes de su nacimiento, tiene a su esposa, dos hijas (de uno y tres años) y muchos ‘hijos’ de la música que le han posibilitado consolidarse como alguien que quiere aportar a la región. “No me siento llenando un vacío, porque la ciudad es muy rica. Me siento más un aportante, pues de esa experiencia (en el exterior) aprendí el sentido gigante de pertenencia por todo”, describe.
“
Desde la primera infancia, es prácticamente ley que todos seamos músicos, porque somos la Ciudad Musical del planeta; hay que rendirle homenaje hasta el último momento. Es algo que uno debe inyectar a la gente: mirar alternativas, que la música no tiene que provenir del Estado, sino ser hecha por músicos, promovida por músicos, y alentada por todos. Carlos Manuel Fernández
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música de Brunner, Mahler y Strauss; “saber que el día a día era ahorrar para la meta grande, ser director de todo eso que estaba escuchando”. También se probó en una tienda distribuidora de pianos, en la que podía explorar sus dotes de concertista mientras mostraba instrumentos a los interesados en comprarlos, así como en un banco, en el que le ofrecieron, incluso, narra, coordinar una nueva sucursal. “Nada demerita, todo es experiencia y todo forma. Además, los colombianos somos muy trabajadores”, reconoce.
Aun resultando becado, pagar -hace 10 años- 12 mil 500 dólares, la mitad de la beca, era un imposible para un colombiano promedio, de tal manera que surgió su viaje a Europa, más exactamente a audicionar en el afamado Conservatorio de Música de Viena. “Era de los pocos colombianos que llegaban a la entrevista hablando no en inglés, como hacen todos, sino en alemán (idioma que se habla en Austria). Fueron muchos años de mi vida muy contento, conocía, me nutría todos los días, me metía a escondidas en los ensayos, pues allá sí hay un jet set de la música clásica”, resume. Y añade, sobre esa experiencia formándose como director de Orquestas y Coros, que “cada vez que veía mi nombre, no precisamente en
Su etapa musical
Y llegó la música. Realmente no apareció: siempre estuvo con él desde su estudio en el Bachillerato Musical, con el fagot y el piano, pero sí fue el inicio de una definitiva etapa: su estudio en Pedagogía en Piano, en el San Francisco City College, aprovechando la residencia de su mamá en ese país y mientras cumplía el sueño de tomar una batuta.
FOTOS: SUMINISTRADAS - EL NUEVO DÍA
Con el destacadísimo Luis Enrique Aragón Farkas, músico y compositor tolimense.
Es la historia del músico y director Carlos Manuel Fernández
Volvió a su tierra a dar mucho arte
CONTROVERTIDA Y EXITOSA SINFONÍA Dirigir la Novena Sinfonia fue un punto exitoso de su trayectoria, pero en él también debió sortear críticas de quienes catalogaron que traer el Coro de la Ópera de Colombia no era lo más conveniente para la ciudad, “pero siento que fue una manera de llamar la atención sin dejar caer el evento, de decir ‘todavía no tenemos un coro de ciudad’, para que las administraciones no pregunten ‘dónde está’, sino ‘dónde está el que estamos apoyando’. “Cuando se hizo, yo no había regresado todavía a Ibagué -actuó como director invitado-, pero tenía la intención al menos de hacer algo desde afuera, empezar a trabajar. (...) ¿Cómo era posible que la ‘Novena’ no se hiciera en una ciudad musical? Era una oportunidad para unir lo que antes era uno; hacer eventos de gran magnitud, porque Ibagué no es la ciudad reguetonera de Colombia, sino coral, y rescatar cosas que no se habían presentado”, añade. Después, al regresar del todo a Ibagué, comenzó a recibir inquietudes de jóvenes artistas, de ahí que inició algo que ha cumplido su propósito, el Coro Polifónico Nuevo Tolima: “Yo ya estaba buscando la idea, para que la Alcaldía o la Gobernación la apoyaran. Finalmente, esos esfuerzos no dieron frutos, y propusimos que no estuviera centrado en gobierno o instituciones (...). Hubo talento por doquier y ahí empezamos, con un coro independiente con toda la necesidad y ganas de que alguien del sector privado o público nos dijera que quería aportar”.
primera plana, pero sí en la lista de los eventos culturales, no lo creía y me maravillaba, no importaba qué día de la semana fuera. El nombre de un pobre ibaguereño perdido en esas grandes capitales (risas) es bonito”. En su experiencia se cuenta también, según lo reseña, su función como asistente en las dos casas de ópera principales de la ciudad, con dos maestros del Conservatorio en la Ópera Estatal, así como en la Ópera del Pueblo de varias ciudades de Europa, lo que le significó ver cómo se aprende a coordinar la ópera con el ballet, “que no es como uno se lo imagina”. Pasaron al menos cinco años: la nostalgia y las circunstancias hicieron posible su regreso a la Capital Musical, donde por convocatoria fue llamado a dirigir las actividades artísticas del colegio Amina Melendro de Pulecio y la Secretaría de Cultura.
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DOMINGO 23 DE JULIO DE 2017 - IBAGUÉ
FACETAS Octavio Paz
Los poemas
Poeta mexicano
Silencio Así como del fondo de la música brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen. Tu nombre Nace de mí, de mi sombra, amanece por mi piel, alba de luz somnolienta. Paloma brava tu nombre, tímida sobre mi hombro. *Poemas-del-alma.com Obras de Agnès Mateu y Fernando Rivas
Editorial: Paidós Título: Aporofobia, el rechazo al pobre
Autor: Adela Cortina Páginas: 200
BOGOTÁ
Quienes producen verdadera fobia no son tanto los extranjeros o las gentes de una raza diferente como los pobres. Los extranjeros con medios no producen rechazo, sino todo lo contrario, porque se espera de ellos que aporten ingresos y se les recibe con entusiasmo. Los que inspiran desprecio son los pobres, los que parece que no pueden ofrecer nada bueno, bien sean emigrantes o refugiados políticos. Y sin embargo no existe un nombre para una realidad social que es innegable. Ante tal situación, Adela Cortina buscó en el léxico griego la palabra «pobre», áporos, y acuño el término «aporofobia», que se está imponiendo de forma exponencial. Además de definir y contextualizar el término.
NOVEDADES LITERARIAS Editorial: Ediciones Destino Título: La señora Stendhal
Autor: Rafel Nadal Páginas: 288
BOGOTÁ
Cuando el último día de la guerra una bala se lleva la vida de una joven madre en un tiroteo en la plaza de Sant Pere de Girona, el destino de Lluc queda para siempre atado al de la señora Stendhal, que lo criará cómo si fuera hijo suyo. La fuerza de la madre adoptiva, la rebeldía del joven Dani y la sabiduría del abuelo Dídac acompañarán la mirada inocente del niño por un paisaje cargado de emociones y promesas. Hasta que choque con el ansia de venganza de los ganadores, decididos a saldar cuentas. Después del éxito internacional de La maldición de los Palmisano, Rafel Nadal vuelve a la posguerra con su obra más madura; una novela, entre realidad y ficción, que cierra el ciclo del autor sobre los bandos, el destino y la libertad individual.
La palabra de la semana
Píldoras gramaticales
Piedra
Cuenta el Evangelio que, en sus últimos días, Jesús se dirigió al apóstol Pedro, originariamente llamado Simón, para decirle: “Tu est Petrus et super hanc petram edificabo eclesian meam” (Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia [Mateo 16, 18]). Petra era un helenismo que penetró en el latín hablado, pero fue evitado por los clásicos. Sin embargo, difícilmente habría sido usado por Jesús, que hablaba arameo (en esta lengua, el término para piedra es kefa); parece más probable que aquella cita haya nacido en las traducciones de la Biblia al latín. Ni el término griego petros ni el arameo kefa habían sido usados antes como nombres de persona. La palabra aparece por primera vez en nuestra lengua en el siglo XI como pietra, aunque en 1074 ya hay registros de la forma actual piedra. Del agua fezist vino e de la piedra pan (Cantar de Mío Cid). La voz griega se perpetuó en las lenguas romances, entre las que mencionamos el portugués pedra, el francés pierre y el italiano pietra.
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¿Se dice cuerpito o cuerpecito?
De ambas formas, aunque es más frecuente la forma cuerpecito. En general, el uso de los diferentes sufijos diminutivos (-ito, -ecito, -illo, -ín) depende de las preferencias regionales.
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