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DOMINGO 28 DE AGOSTO DE 2016 - IBAGUÉ
FACETAS Apuesta a la recuperación de un idioma histórico
Sefaradí, entre el recuerdo y la melancolía LA PÁGINA DEL CASTELLANO
¿Es posible revivir el sefaradí? Sin niños que lo hablen, sin “un sustrato generacional” que lo sostenga, el judeoespañol es “una especie de fósil vivo” que ha quedado como “la lengua del recuerdo, de la melancolía”, un idioma que “no tiene academia ni patria”. La ensayista y narradora Angelina Muñiz-Huberman (1936), de ascendencia sefaradí, y la escritora y periodista Myriam Moscona (1955), de origen búlgaro sefaradí, coinciden en que el ladino, como también se le denomina, es una literatura “muy rica” de cinco siglos que ya cumplió su meta y que “no le hace falta a las nuevas generaciones”. Esta reflexión sobre la lengua que hablaban las comunidades judías que vivieron en la península ibérica, hasta su expulsión en 1492, y que no sólo la conservaron como idioma familiar, sino que la llevaron a los distintos países a donde emigraron, cobra vigencia a raíz de los recientes intentos de la Real Academia Española (RAE) por mantenerla viva.
Incorporación de expertos
El 12 de noviembre pasado la RAE incorporó como académicos correspondientes a ocho estudiosos extranjeros, cuya especialidad es el judeoespañol, lo que significa que, por primera vez en la historia de esta institución, el sefaradí
Los sefardíes o sefarditas y también sefaradíes o sefaraditas, son los judíos que vivieron en la península ibérica hasta 1492 y sus descendientes. En la actualidad, hay unos dos millones de integrantes. está representado oficialmente. Además, en 1990, las comunidades sefaradíes recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, hecho que marcó el inicio de la revaloración de este idioma que aún tiene una fuerte presencia en países como Israel, Turquía, el norte de África y Latinoamérica, sobre todo en México. En concepto del académico de la lengua Ignacio Padilla (1968), incorporarla a la RAE es “degradarla” un poco a un dialecto o argot del español. “Hay hablantes tanto en México como en España y Turquía, y quizá tendría que existir una academia turca de la lengua sefaradí que estuviera vinculada con una academia mexicana de la lengua sefaradí y, claro, que se mantuvieran en constante comunicación con las academias de la lengua española”.
Espacio literario
‘Normandía’, novela con diálogos “muy locales” GERMÁN GÓMEZ CARVAJAL ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA
Soy estudiante de Comunicación Social y Periodismo, no me considero escritor aunque escribo. Y es que la escritura como profesión demanda un nivel de talento exuberante y por aquí aún se aprende. La particularidad de esta pieza literaria, ‘Normandía’, es que tiene un lenguaje incluyente. Siempre me he preocupado por hacerme entender de la manera más sencilla sin perder profundidad y también, que es para jóvenes, un público al que las letras difícilmente alcanzan. El academicismo y la “intelectualidad” han creado unos códigos que solo entienden ellos, un tecnicismo jodidisimo que hace de lo sencillo algo complejo. Y a eso le llaman profundidad. En ‘Normandía’ me cuidé de eso. Son 126 páginas que podrá leer todo el mundo con gusto y pasión, encarretados con todo lo que pasa. Si bien tiene un lenguaje fácil de comprender, tampoco cayó a ser insulso y llano. Tiene unos diálogos creíbles y muy locales. Normandía es el bagaje de jóvenes buscando experiencias o estrellándose con ellas. Algunos con éxito y otros no tanto (...). Si usted oscila entre los 15 y los 30 años, se verá en el libro, si tiene más, se recordará en él sin lugar a dudas. UN FRAGMENTO -¡Mijo, mire lo que hice! -¡Qué bonito, abuela! -¿Cierto? -Hermoso, abuelita. -Bueno, pues como es tan hermoso, póngaselo. -Pero está haciendo mucho calor. -Que se lo ponga, ¡le dije!- sentenció la abuela. Y así salió Francisco, ofuscado, pero con la tranquilidad de tener paciencia a quien se la merece. El pobre sudaba de amor con un saco tejido a lana. A 35 grados de temperatura a Francisco se le cocinaba todo mientras esperaba la ruta en un paradero sin techo, porque en Normandía un paradero es solo una señal similar a las de stop y listo. No hay techos, no hay árboles. Esperar el transporte público es una bronceada segura y con abrigos hechos a croché, un castigo.
Comunicador social - periodista en formación entrega una manera muy particular de ver el amor, la infancia y más aspectos de la cotidianidad.
OTRAS GENERALIDADES La comercialización se viene pronto, faltan asuntos editoriales por concretar, se ha despertado un interés por la novela, cosa que me agrada pero no deja de sorpréndeme. Esperemos no defraudar a toda esa gente que desde ya afirma tomarse el tiempo de comprarla y, lo más importante, leerla. ‘Normandía’ no es un texto biográfico ni nada por el estilo, pero en toda pieza artística, sea en la manifestación que sea, hay mucho del autor. Gabo decía que escribía para que los amigos lo quisieran más. Me encantaría decir lo mismo, pero pues… no es un libro meloso. La apuesta es que sea un espejo para que nos miremos como el lobo a la Luna y nos descubramos contradictorios e imperfectos, pero también con un llamado interno a ir en ascenso hacia no sabemos dónde. También habrá mucha risa, esas risas que se escapan cuando encuentras a un personaje del libro haciendo las mismas payasadas que tú haces por amor, por rabia o por borrachera. Esa risita picarona que se te dibuja cuando recuerdas a la mujer perfecta, en el momento perfecto, en el lugar perfecto, con la posición perfecta y temperatura idónea. ‘Normandía’ también es sexi. Es un libro con todos los aderezos de la noche ibaguereña. Risas, picardía, hostilidad, abundancia, lujuria, infidelidad, tristeza, locura y desgano. Celos, perros, indigentes, gatos, muerte, vida y familia.