IBAGUÉ, ABRIL 18 DE 2010
FA CE
TAS CULTURA AL DÍA Cine
Up in the Air El amor sólo toma un momento Patrimonio
Casa de Jorge Isaacs Falta inversión y compromiso Arquitectura
Capadocia Un lugar mágico
FACETAS
IBAGUÉ, ABRIL 18 DE 2010
Una escala para el amor Puedes recibir mil mensajes en Facebook, pero eso nunca será lo mismo que la posibilidad de mirar a alguien a los ojos directamente.
Jason Reitman
Andrés Ricardo Duque Rincón*
P
ara algunos la película “Up in the air” (Amor sin escalas) se consideró un drama, para otros una comedia y, en algunos casos, una comedia romántica; pero lo más relevante aquí, antes que tratar de enmarcarla en un género en especial, es reconocer que es un buen filme. El director canadiense Jason Reitman, quien junto a Sheldon Turner realizó el guión de la película basándose en la novela de Walter Kim, es el hijo del reconocido director de la popular saga de los Caza Fantasmas, Iván Reitman. Jason, desde muy joven, comenzó a realizar pequeños cortos y como muchos directores de cine se inició en el campo de la publicidad. Su opera prima “Gracias por fumar” cautivó en el festival de Roma, en el que consiguió el premio Marco Aurelio al mejor filme. La segunda película de Jason, “Juno”, lo afianzó como un joven director con un prometedor futuro en el séptimo arte. Como dato curioso también participó como actor en películas como Dave, presidente por un día (1993),
Poli de guardería (1990) y Caza Fantasmas (1989). “Up in the air” narra la vida de Ryan, interpretado por George Clooney, quien tiene la peculiar labor de viajar a través de Norteamérica para despedir personal cuyos servicios ya no son necesarios. Desprevenidamente, quien no sepa que el personaje principal tiene tan desagradable empleo, no simpatizaria con él. Pero no es así. El joven director canadiense nos sorprende logrando que compaginemos con Ryan, lo entendamos y a lo largo del filme nos inquietemos por su suerte. Ya lo afirma el mismo director: “Quizás es un defecto que yo tengo, pero estoy convencido de que nadie es totalmente malo”. En los primeros minutos de la película se nos presenta un hombre exitoso en su trabajo, satisfecho con su forma de vida, sin ninguna clase de complicación en el campo sentimental ni laboral. Hasta que aparecen en un momento especifico de su vida dos mujeres que le harán replantear muchas cosas que parecían claras en su vida, (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia). Es aquí donde asoman a su vida
Alex y Anna (interpretadas por Vera Fermiga y Natalie Keener, respectivamente); la primera parece ser la compañera sentimental ideal para este tipo de hombre que no quiere nada de ataduras; la segunda mujer es su nueva compañera de trabajo quien ha encontrado un nuevo método para despedir gente sin necesidad de viajar. La nueva empleada propone que los despidos se realicen vía Internet, lo cual preocupa a Ryan por la amenaza de acabar con su perfecta forma de vida laboral. Anna refleja a la eficiente empleada que choca con una realidad muy diferente a la de la academia. A ella debe ayudar Ryan con su experiencia. Por su parte, Alex es la mujer con quien inicia Ryan una relación romántica descomplicada, que admite las relaciones casuales y que no pretende involucrarse sentimentalmente con sus parejas. Aquí es donde, para el protagonista, lo que parecía perfecto ahora no lo es tanto. Las dudas empiezan a carcomerlo y decide cambiar el rumbo de su existencia. ¿Qué le deparará la vida? Lo único que se puede decir es que aquí nos vuelve a maravillar gratamente su director al plantearnos un final lúcido. Al salir de la sala de cine cada espectador sacará sus propias conclusiones, aunque para el director de la película lo que plantea es el problema de la incomunicación humana en una sociedad que se jacta de estar inundada de redes sociales de comunicación. Para el director “el hombre moderno sufre mucho por culpa de la incomunicación. Esto me resulta muy paradójico porque estamos más conectados que nunca, a través de las redes sociales, como Facebook y Twitter... Y sin embargo, a pesar de esta falsa impresión de estar acompañado, hay gente que se siente más sola que nunca”. No se nos haga extraño observar, si no es que ya se está presentando
en sitios como cafeterías o parques, a ciertas personas disfrutando de la grata compañía de un computador portátil. Para aquellas personas que quieren un final edificante, o los ya prefabricados de Hollywood, se van a encontrar con una sorpresa: Jason Reitman lo que busca es hacernos despertar del rumbo que le estamos dando a nuestra vida, pero sin señalarnos uno (¿existe alguno?). Al respecto nos dice Jason Reitman: “Espero que salgan preguntándose cómo se sienten en sus vidas,
cuál es el propósito de sus vidas, a quién quieren en ellas, etc. Y supongo que eso me hace feliz”. Lo que no sabe Jason es que su felicidad es la inquietud que consigue despertar en nosotros. Nota: las opiniones del director Jason Reitman fueron extractadas de la página de Internet: http://www. decine21.com/entrevistas/ Jason-Reitman-21012010 *Estudiante Lic. en lengua castellana, UT.
Palabra del día Agorafobia Se llama así el temor patológico a los espacios abiertos o, en forma más general, a los lugares donde no se puede recibir ayuda. La agorafobia se vincula también al temor a los ataques de pánico, es decir, se trata de una especie de ‘miedo al miedo’. Entre los griegos, el lugar abierto por excelencia era el ágora, la plaza pública
donde se reunía la asamblea del pueblo, la ekklesia. Ágora provenía del indoeuropeo ger-l, que también dio lugar a voces como alegoría, categoría y panegírico. En agorafobia, ágora aparece unida a -fobia, del griego phobos ‘miedo’. La raíz indoeuropea estaba vinculada a la forma gre-g- de la que surgió el vocablo latín grex ‘rebaño’.
Obras del pintor colombiano Luís Alfonso Luna
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El cuento
En la sala de urgencias
Stivens Parra Gámez* No me quito de los oídos el ruido espantoso y disforme de la camilla que condujo a mi papá hace días hacia la sala de urgencias. Después de probar la incertidumbre que deja el hecho de no ser atendi-
do en una y otra clínica, asumí con indiferencia su destino. ¡Tal vez se muera! -pensé-. Los hombrecillos de la ambulancia me miraban con algo de desprecio. Por esos instantes me parecí a Meursault, el héroe de la novela de Albert Camus “El Extranjero” aunque yo no
Poesía
María Eugenia Caseiro Poeta cubana
recibiera telegramas que dijeran: “Su madre ha muerto. Entierro mañana”. Mi papá estaba vivo. Estaba delante de mí, y miraba para todos lados como avergonzado por lo que me estaba haciendo. Él sabe -más que ustedes- que viéndolo así me hacía daño. Tenía forrada la cara con mangueritas que le daban el oxígeno que sus pulmones ya no le proporcionan. Su tos sonaba como un tarro vacío. Y no me acostumbro a mirarle los ojos aplastados por la fiebre. Me aparté de la cama en la habitación y fui al corredor. ¡No quiero que se muera! ¿Si esas telarañas de plástico dejan de tejer su respiración y no puede más? No es fácil aceptarlo. ¡Lo amo tanto! Desde niño lo he amado. A veces creo que él no sabe cuánto. Él me enseñó la solidaridad. La fuerza del cariño. La capacidad de ser justo. Me enseñó que en el mundo somos como un afilador dando vueltas y vueltas en un mismo pedal. De pronto mi mamá sienta celos pero no entiende que mi amor por ella es más que humano. Que la amo mil, como cuando era niño. No quise rezar. Quise quedarme ahí, viendo la foto de mi mamá y mi hermana. Qué pensará de él ahora que no están juntos. Estoy seguro que sonríe y lo evoca con gracia. Sin resentimiento por lo que pasó entre ellos, que en realidad pasó entre nosotros cinco. Tomó desde muy joven. Fumó desde muy joven. Y fue bueno desde mucho antes de nacer. Tal vez por esa razón elemental mi mamá lo amó y lo siguió por sus molinos de
¿Adónde? Finalmente data en el abrazo una tonelada de papel sin nombre y tus pies corren blandos ejercicios de mañanas tan viejas de tan nuevas mañanas que ya son el fin del mundo en el infierno desde el árbol no sembrado en el acoso. Inmensos viscerales siguen no recuerdan el camino lo que queda en la mirada que no se ha vuelto loca mi mirada tu mirada nuestra; siguen, siguen, siguen despilfarro de impulsarse a secas, cruzan los puentes, los parques las veredas, los edificios, pasan cada día la costumbre, las campanas. Sobreviven la carrera, el pa-
viento, pues ese hombre que tosía desde adentro es un verdadero quijote. No es un hombre común, aunque la prensa no hable de él. Pero es la noticia de centro en los periódicos de parques, esquinas, cafeterías. Hasta las prostitutas con sus mil cuerpos y mil bocas lo quieren. Y no porque pague bien. Lo quieren porque las ha escuchado, porque las ha respetado. Eso aprendí también acampándolo a conocer los mundos paralelos y despreciados. Los lugares que a los pequeños burgueses causa miedo -eso sí, sólo cuando van con sus esposas, porque al menor descuido pagan por la peca y hacen pecar por la paga-. Enseguida llegaron Fabián y Daniela, mis dos hermanos. Fueron a verlo. Yo pasé de vez en vez y el médico olfateó mi desespero. Me llamó, y fuimos a su oficina. Hablamos sobre él y nosotros. Concluyó que la disgregación familiar lo ha llevado a esos laberintos. No lo creo aunque sea cierto. Repasé si había culpables: mi hermano lo quiere, mi hermana lo adora. Mi mamá lo perdonó hace mucho tiempo. Y yo sólo escribo que es un buen hombre. De todos, el menos interesado en él soy yo. Pero quien más lo conoce soy yo. Al día siguiente escribí este texto. Ellos en cambio lo visitaron. Mientras yo buscaba un título más creativo que este, Fabián debía estar sacándole sonrisas e inflándole otra vez los pulmones sin darse cuenta. Pero alguien tiene que tirar la basura o lavar los trastes, y yo enjabono con delicia
esta proclama. Mi tía Gloria llegó después. No fue con el “mono” quien desde joven siente por mi papá un aprecio finísimo. Pero su llegada no me dio confianza porque cuando llega mucha gente es sinónimo de despedida. Una vez mi mamá sufrió un ataque que a la fecha no entiendo. Como en Aznavour (el cantante francés) la escena era lúgubre. Tenía pegado en las mejillas del frío de Asunción Silva. Pero siento que Dios ha estado de nuestro lado todo el tiempo. Finalmente se recuperó. Está de nuevo irradiando felicidad. En el barrio goza del afecto de todos, hasta de quienes le cobran el arriendo y cuando tarda, lo azotan todo el día. Escribo esto porque tengo miedo de que deba hacerlo cuando ya no esté. No quiero repetir la historia de Héctor Abad. No obstante creo que seremos olvido, pero hay un punto en la memoria que se parece al rayo de Miguel Hernández, y no cesa. Yo veo en la historia de mi linda Jenniffer una elegía que me da vitalidad para querer. La vida es una vela y de pronto el tiempo la consume, o los vientos de la guerra la apagan a la fuerza. O alguien sin querer la tumba. O alguien sin dolor se la lleva para otro lugar a iluminar otras noches. Mis padres tendrán que morirse algún día, y para entonces, quiero habérmeles adelantado.
pel las letras asustadas desde allí el ojo el rayo el fuego que te toca que me toca prorrogan atraviesan mesas, estantes, cuadros ocurra el sol la lluvia de destino fracturado, esa pisada sin mediar desvelo esa pisada, la que no medita barrancos; tu barranco, mi barranco, nuestro... ronda el cierre, evade los semáforos lo escrito por mí, lo escrito por ti por nosotros que no sabemos adónde.
Se lo lleva una ausencia repentina como de sombras, como de miedos con rostro desnudo habitando otras bocas desprovistas de palabra y cielo. El poema siente el compromiso la incertidumbre de salir a escena con la luz en los brazos con las alas abiertas Un crepitar de la palabra próxima al llanto le oprime el pecho duele en cada verso en el hueso endeble del momento. Con la púa clavada en el costado sin maquillar el vuelo sale del vientre salta arriesga su sendero en la cuerda de una hoja. Ya no tiembla. A su paso piedra terrible el silencio... Como un ángel muerto el poema cae como un ángel muerto.
Como un ángel muerto Abre el agujero enfrenta el desabrigo, tiembla el poema tiembla como un ángel recién nacido frente a los bancos alineados que aguardan fríamente.
Escritor colombiano. www. nosquedavivir.blogspot.com
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Falta inversión
en la casa de Jorge Isaacs
Las telarañas y la humedad habitan las estancias que por cerca de 15 años recorrió Jorge Isaacs y en la que falleció hace 115 años. Insignia del billete, ajeno a la canasta familiar, de 50 mil pesos y uno de los escritores más importantes del romanticismo hispanoamericano. La casona de Isaacs, ubicada en el Cañón del Combeima, recuerda el esplendor de la arquitectura colonial de la región cafetera del país, pero es tan solo un recuerdo vago, pues el mal estado en el que se encuentra deja ver el paso del tiempo y el abandono. “Yo llevo cerca de 10 años luchando por conseguir recursos para la restauración de la casona, pero hasta el momento no he conseguido algo. Es triste ver la casa en estas condiciones, el peligro de que se caiga es constante y más en invierno”, comentó Lucero Moreno, miembro de la Fundación Grupo Lugar, que actualmente es propietaria de la edificación. La casona “La Meseta” fue declarada patrimonio histórico y cultural, pero los recursos que se suponen los entes territoriales destinan para este tipo de edificaciones no se ven; sin embargo, se encuentra en uno de los corredores turísticos más importantes de la
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Capital Musical y del Tolima. Tal vez no sea esta la casa que inspiró aquel maravilloso relato de María, o una hermosa y productora finca cafetera; tal vez sus antiguos dueños ignoraron el patrimonio que poseían y no hicieron algo por preservarlo. Ahora unas pocas personas se preocupan y ven cómo sus esfuerzos se quedan en simples esfuerzos, y cada año la situación empeora: no sólo el clima afecta más la ya debilitada estructura, sino que los arreglos por hacer y el costo mismo de la restauración aumenta. “Las paredes se deben reparar, el techo se debe poner nuevamente en teja de barro y no de zinc como está ahora, por esto mismo necesita un recubrimiento especial, para evitar daños y filtraciones”, agregó Moreno. Adicionalmente, se debe colocar un nuevo piso para la segunda planta, las escaleras, pasillos y barandas, así como las puertas, ventanas y pintura en general. El trabajo es arduo y si no se
empieza pronto será mucho más costoso y difícil de realizar. La Fundación Grupo Lugar posee muchas ideas y proyectos de lo que se puede desarrollar en la casona: tiendas de café, finca de recreación, atracción turística y muchas otras.En todas ellas, de acuerdo con Moreno, la idea es generar un ingreso económico que se invertiría en el sostenimiento del patrimonio. Por el momento, los turistas que acuden al Cañón del Combeima ven el letrero bilingüe que alguna vez la Administración municipal, decidió instalar. Se acercan hasta la casa y al igual que ministros de cultura y secretarios locales, caminan por los pasillos en piedra, se asombran de la casa y de aquel mágico ambiente que recrean, regresan a sus cómodos hogares y escritorios y la casa en la que alguna vez vivió y falleció Jorge Isaacs, permanece igual.
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Leovigildo y los Pijaos
Leovigildo Bernal Andrade
Jairo Rivera Morales*
A
lguna vez le hice conocer a Gregorio Rudas Chinchilla una afirmación escuchada a Severiano Ortiz Nieto según la cual, por muchas circunstancias que el chaparraluno refería en detalle y con gracia, el último de los Pijaos habría sido Jacobo Prías Alape, el guerrillero apodado “Charro Negro”. Gregorio, con la sorna de sus frases lacónicas que estimulaban la inteligibilidad, me contestó: “El último de los Pijaos es Leovigildo Bernal”. Leovigildo, también chaparraluno, ha sido muchas cosas, entre ellas íntegro y avezado servidor público: juez municipal, Concejal, Parlamentario, Magistrado de los más altos Tribunales, Rector de la Universidad del Tolima. En su fascinante travesía de pensamiento y acción se han encontrado el Derecho, la Política, la Literatura, la Arqueo-
logía, la Antropología, la Historia y la Filosofía, como disciplinas tutelares de un quehacer enciclopédico. Su obra es densa y diversa. Siguiendo las huellas de Darwin, Lamarck, Huxley, Tehilard de Chardin y otros evolucionistas, se ha impuesto la tarea de descifrar -no por la vía mística, sino por la científica, pero sin excluir la interpretación y el estudio elucidante de las religiones- los enigmas más intrincados y complejos de la historia, el hombre y el cosmos. La hondura y el progreso de sus investigaciones nos resultan evidentes, incluso a quienes apenas conocemos una mínima parte de su producción intelectual y del legado que se ha propuesto dejar. Hace varios años un paisano nuestro expresó: “Leovigildo ya averiguó cuál es el origen del hombre y ahora está dedicado a averiguar el de Dios”. Algo había de cierto en esa apreciación que entonces pareció jocosa. Tres enjundiosos libros suyos de reciente aparición han venido a confirmarlo: ‘Dios y la ciencia ¿son incompatibles?’, ‘El origen de Dios’ y ‘Antropología y religión’. Las revelaciones de la historia tienen su malicia. Hace dos años Leovigildo nos había entregado su formidable obra Los Pijaos. Historia e importancia antropológica. Una publicación profunda y documentada con la cual quiso impedir que pasara desapercibida la conmemoración del cuarto centenario del exterminio de aquella raza. Dicho libro es el aporte más sustantivo de cuantos se han ensayado en el empeño por desentrañar el significado del protagonismo, la bravura, la heroicidad, la leyenda y el misterio que circundan la historia de la legendaria nación indígena. Lo he releído en estos días, con el asombro y la fruición de entonces; y no vacilo en recomendarlo a todos los que entienden que sin memoria y sin análisis minucioso de la misma no es viable el porvenir. Lo recomiendo especialmente a los tolimenses. Para quienes hemos tenido el privilegio de nacer y vivir en la misma porción geográfica que sirvió de escenario a los Pijaos, este libro resulta demostrativo y aleccionador. Es un encuentro con lo más profundo de nuestro ser colectivo, lo cual, desafortunadamente, suele ser lo más ignorado. Esta hora que vivimos, por ser de grandes incer-
tidumbres ha de ser, también, de epifanías radicales. Hora de volver a lo raizal. Hora de elaborar, desde el venero de nuestros substratos históricos, muchas de las respuestas que demandan las encrucijadas actuales. No vacilo al afirmar que esa aproximación de Leovigildo es una verdadera reconciliación con la historia de mi región. Repasando algunas de sus anteriores producciones y recabando en el mensaje del libro -del cual el capítulo más original e interesante resulta ser el dedicado a la importancia antropogénica de aquella tribu inconquistable-, se siente uno como preparándose “ad-hoc” para asistir -despojado de prejuicios mágicos- al encuentro con los más profundos interrogantes de la existencia: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos?... El naturalista Wagensberg ha publicado recientemente algunas reflexiones en dos opúsculos cuyos títulos podrían compendiar, con bastante aproximación, el aporte que Leovigildo ha venido realizando: ‘si la naturaleza es la respuesta, entonces ¿cuál es la pregunta?’ y ‘A más cómo, menos por qué’. No obstante, aquellas realizaciones no son muy conocidas. No sólo porque muchas de ellas aún no han sido publicadas, sino porque el autor no las ha promocionado. Tal vez por timidez y por modestia probablemente los mayores defectos de Leovigildopor confianza en el fluir incesante de las cosas, por esa “echandiana acinesia” que lo emparienta, más allá del paisanaje, con el insigne Maestro a quien -también como a él- bañaron de niño en las aguas “lustrales” de la quebrada “El Chocho”. Pero, cuando las resonancias de esa obra monumental sean percibidas en su verdadera magnitud, desde diversas latitudes se volcarán sobre ella las inquietudes de los entendidos. ¿Acaso la mayor de las consagraciones no es la que otorga la posteridad? Siempre que se pretenda reflexionar acerca de la historia del Tolima y de la patria, de los misteriosos “informes” de la arqueología y de la secuencia de los “saltos” efectuados entre Neandertal y Cromañón, entre el prehomínido, el homo erectus, el homo sapiens y el homo ethicus, habrá que abordar esta obra que, para mayor honra del Chaparral de los grandes, se proyecta como un regio aporte del Tolima a la cultura universal.
El ciervo de Santa Cruz Jesús Alberto Sepúlveda Grimaldo*
Once breves relatos escribió José Ramiro García Valbuena desde algún recodo de un camino pedregoso, entre las butacas somnolientas de una cantina de pueblo, en la complicidad de labriegos y cafetales florecidos o desde las entrañas mismas de La Gran Laguna Seca donde habita desde siempre el Mohan y su eterna compañera, para armar su más reciente
libro de relatos “El Ciervo de Santa Cruz”. Historias en que la mujer sumisa, dolorida, humillada y sometida a toda clase de desmanes por parte del histórico “macho” campesino de machete al cinto y aguardientes inacabables en la cabeza, terminan por devolvernos y ubicarnos al desnudo en los parajes de la injusticia que se vuelven costumbre también en esos pedazos de nuestra geografía de la tierra y del alma.
Y como si escribiera con otra mano y desde otro universo tan diferente y tan remoto, José Ramiro nos interna en las páginas de “Leyenda del Pueblo Pijao” para redescubrirnos el mito infinito de la creación de los hombres entre las presencias deslumbrantes de “Ta” y “Taiba”, que es lo mismo que decir el sol y la luna, principio sin final de los hombres y de esa naturaleza tan ofendida que todo nos lo da y de pronto todo nos lo quita.
Este mundo en permanente creación donde “el aire sin control se movía acostado entre ráfagas de calor y borrascas heladas que azotaba la superficie acuática que cubría la faz de la tierra”. Realidad desbordada en los caminos del hombre. Mito y leyenda recreada y fantaseada entre una mano y otra por José Ramiro García, caminante de surcos y escritos de nostalgias. *Escritor colombiano
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Una subversión paródica de Nostromo
Jorge Ladino Gaitán Bayona
H
istoria secreta de Costaguana (2007, Bogotá, Alfaguara) de Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), novela publicada en el 2007, fue Premio Qwerty al mejor libro de narrativa en castellano en Barcelona y Premio Fundación Libros & Letras a principal obra de ficción en Bogotá. En esta novela, el narrador protagonista, el viejo José Narváez, se denomina un “pobre colombiano, anónimo y desterrado” y da cuenta de por qué salió de su país: “Vine a Londres, como tanta gente ha venido huyendo de tantos lugares, huyendo de la historia que me tocó en suerte, o, mejor dicho, de la historia del país que me tocó en suerte. En otras palabras: vine a Londres porque
la historia de mi país me había expulsado”. El protagonista de la novela sintió cómo la Guerra de los Mil Días entre 1899 y 1902 afectó su armonía familiar: un soldado desertor asesinó a su esposa en Colón (Panamá); tras la muerte, la relación con su hija se vio deteriorada. Este factor, sumado a la insatisfacción de ser parte de una nación que durante el siglo XIX registró varias guerras civiles y dictaduras (narradas en el texto ficcional), lo llevaron a traicionar a su patria: “Porque quería vengarme de mi país y de su historia entrometida, déspota, asesina”. Para tal propósito, fue cómplice al guardar silencio cuando se fraguaba la independencia de Panamá e incluso, facilitó un soborno a un militar encargado del Batallón Los
Tiradores que debía evitar la emancipación. En Historia Secreta de Costaguana, Narváez se considera un alma gemela de Conrad, a quien contó en una noche su vida y los hechos de una Colombia que perdió a Panamá a cambio de que lo incorpore como personaje de Nostromo, como se llamaría la novela, promesa que no es cumplida por el autor polaco: “Usted me ha eliminado de mi propia vida (...) Usted Joseph Conrad me ha robado”. En la novela de Juan Gabriel Vázquez, no únicamente Conrad, sus amigos y familiares son personajes, también se dan cruces intertextuales con Nostromo. Recuérdese que esta novela de Conrad, publicada en 1904, es considerada por Edward Said, Malcom Deas y varios críticos como una de las mejores creaciones ficcionales sobre Latinoamérica, en lengua no castellana, por el grabado que ofrece de las turbulentas naciones latinoamericanas, a través de un país ficcional, Costaguana, ubicado en Suramérica. En Costaguana, además de una historia de guerras, dictaduras y corrupciones internas, se suma la injerencia de intereses externos para privarlo de una parte de su geografía: Sulaco, en la provincia occidental donde se encuentra la mina de plata de Santo Tomás. Es bien curioso, en todo caso, el juego de espejos que puede construirse desde las parejas Costaguana-Colombia y Santo Tomás-Panamá. Ahora bien, lo que le otorga a la novela de Juan Gabriel Vásquez un encanto especial es que no es un ejercicio intertextual donde claramente se evidenciara que el hipotexto es Nostromo y el intertexto Historia secreta de Costaguana. El ingenio del colombiano está en poner patas arriba el orden de las cosas e imaginar que Historia secreta de Costaguana sería el “verdadero” hipotexto de Nostromo. En vez de la “angustia de las influencias”, Juan Gabriel Vásquez, desde las posibilidades que le otorga la ficción, rompe la lógica: el autor polaco sería el ladrón de las historias contadas por
Narváez. Por su narración cruzan sin desparpajo seres que rodearon a Conrad como también otros de la historia colombiana. Como bien lo recomienda el autor bogotano en su libro El arte de la distorsión, su Historia secreta de Costaguana habría que leerla, no únicamente frente a la “Historia” de Colombia, sino también frente a Nostromo “en clave de parodia o de farsa”. En la obra, la vivencia individual del tiempo por parte del narrador es conexa a la vivencia de un tiempo colectivo. Por eso se recrean episodios violentos de la historia colombiana sobre los que opera una mirada cáustica. En el delirio de su narración, el protagonista imagina que ese carácter tragicómico de Colombia hace que “el ángel de la Historia, sentado en la platea con su gorra frigio, se reviente a carcajadas”. El narrador aprovecha la metáfora benjamiana del “ángel de la historia” (que permite apuntar la mirada crítica al pasado) para cuestionar a los prohombres, una tradición de presidentes gramáticos y escritores que con una mano escribían versos celebrando la libertad y con la otra firmaban órdenes de destierro para sus opositores. En el texto narrativo son criticados y ridiculizados presidentes gramáticos como Miguel Antonio Caro, José Manuel Marroquín y Rafael Núñez. Seduce el fresco profundamente crítico (nunca nostálgico) que ofrece de Colombia en el siglo XIX e inicios del XX. Se trata de una obra que puede leerse bien sea desde la nueva novela histórica o desde la metaficción historiográfica (ficción que se piensa a sí misma, autoconsciente del proceso la de escritura e instaladora de relatos de la historia que son subvertidos e impugnados). El protagonista antepone su historia particular a la Historia nacional (no tanto como acontecer, sino como relato entronizado por la historiografía), su escritura anónima y solitaria frente a la literatura canónica. Quiere contarlo todo, a su modo y estilo, tragándose los relatos
de la historia oficial y los de la literatura para ponerlos a servicio de su narración carnavalesca y agónica: “Mi relato caníbal habrá de incluirlo todo, todas las historias que buenamente le quepan en la boca, las grandes y las pequeñas”. En cierta forma, en su cabeza febril, cercana a la desaparición por la avanzada edad, hay una suerte de aleph que quiere narrarse, en aras de tratar de retratar un país agitado y violento. Él reitera que sus páginas se quedan cortas para abordar las infamias cometidas en Colombia. Narra desde las heridas propias, pero también las de su país de origen. Su memoria es equivalente a la memoria de su nación, llena de traumas que se acumulan, de carácter incurable que arrastran a la melancolía. Su historia, sin embargo, tiene muchas aristas y cruces: “En el mundo de las historias, todas las historias que se saben y se recuerdan, todas esas pequeñas historias que por alguna razón nos importan a los hombres y que van componiendo sin que uno se dé cuenta el temible fresco de la Gran Historia, se yuxtaponen, se tocan, se cruzan: ninguna existe por su cuenta. De ahí que el lector de Historia secreta de Costaguana encuentre una narración vertiginosa y una novela con afán totalizante que para nada incomoda porque se juega con los tiempos, los espacios, la historia de vida de José Narváez y paralela la de Conrad (su juventud, su llegada como marinero a América Latina, sus viajes por África, su pobreza, enfermedades y angustias escriturales), mientras se cuenta, a la vez, una versión distinta y oscura de la historia de Colombia. Vale destacar, finalmente, la amenidad del relato, a través de un lenguaje coloquial que hace uso de la mordacidad, la ironía y elementos grotescos que desentronizan hechos y dignatarios del pasado nacional. Grupo de Investigación en Literatura del Tolima, UT, jlgaitan@ut.edu.co
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Capadocia: la octava maravilla del mundo Alfonso Carrero Herrán Arquitecto S.C.A.
El nombre de Capadocia poco le dice a la mayoría de los colombianos; este lugar hace parte de la Anatolia, una vasta región de la hoy República de Turquía que durante más de mil años fue el eje principal del Imperio Bizantino y durante 500 años el centro del Imperio Otomano. El país turco está formado por una parte europea, llamada Tracia oriental, y una asiática, la península de Anatolia y la Armenia Turca, separadas por el estrecho de los Dardanelos y el mar de Mármara. ¿Pero qué es lo que hace tan particular a la Capadocia para ser considerada la octava maravilla del mundo o un milagro de la naturaleza o un regalo extraordinario de la tierra de Anatolia por algunas coincidencias geológicas? Dada su belleza, la Unesco en 1985 la declaró Patrimonio de la Humanidad; su nombre viene del vocablo Katpatuka o “tierra de los bellos caballos”, por la calidad de estos equinos que eran entregados como regalos a reyes y emperadores: Azurbanipal, Darío y Jerjes recibieron este presente. Es un milagro formado a lo largo de los siglos como consecuencia de la erosión producida por el agua y los vientos sobre la acumulación de las capas heterogéneas de tobas, lavas, arrojadas hace siglos por algunos viejos volcanes como el Erciyes, Hasandag y Malendiz formando lo que se denomina “Chimeneas de las Hadas”: pilares cónicos de rocas volcánicas coronadas con basalto. Es una fiesta de colores y formas extraordinarias de un paisaje extraterrestre, allí se filmó la película la Guerra de las Galaxias; además es el lugar donde los primeros cristianos perseguidos por los romanos, entre ellos Pedro, vinieron a establecerse y esconderse en las pequeñas celdas excavadas en aquellas capas de tobas. En sus ciudades se localizan centenares de iglesias rupestres adornadas con bellos frescos; laberintos interminables de rocas y miles de casas- cavernas, se considera una obra maestra creada con-
juntamente por la naturaleza y el hombre. Una de las características de la Capadocia son sus ciudades subterráneas; recordemos las numerosas veces que fue invadida y durante todos los periodos históricos del Asia Menor, debido a su situación geográfica estratégica: en el cruce entre Oriente y Occidente y por encontrarse en la ruta de campañas de los ejércitos árabes contra Bizancio. Para protegerse y esconderse en casos de peligro, las primeras comunidades cristianas que habitaban esta región excavaron la tierra y construyeron ciudades bajo nivel, siendo las más importantes: Derinkuyu y Kaymaly, de las 36 ciudades existentes de diferentes tamaños que poseen particularidades semejantes. Para darnos una idea del tamaño de estas ciudades, por ejemplo Derinkuyu tiene mil 200 cuartos distribuidos en 13 plantas subterráneas en donde podrían refugiarse más de 10 mil personas en casos de emergencia; igualmente Kaymaly tiene numerosos cuartos distribuidos en ocho niveles subterráneos.
Iglesias Rupestres
Capadocia cuenta con centenares de iglesias; las mas importantes se encuentran en el museo al aire libre de Goreme y en sus cercanías existen otras iglesias excavadas en las rocas adornadas con hermosas pinturas. Los frescos de las iglesias rupestres son obras de diferentes estilos que datan de un largo periodo: finales del llamado “iconoclasta” en el siglo VIII cuando los heréticos ortodoxos destruían todas las imágenes religiosas bajo la influencia de los musulmanes, hasta el siglo XIV. Desafortunadamente a lo largo de las épocas los frescos han sido arrasados o dañados debido a los efectos del tiempo, a la ignorancia e intolerancia religiosa; las pinturas representan escenas de las vidas de Jesucristo y de sus Apóstoles, según la fe ortodoxa. Otro rasgo de Capadocia son las “fortalezas trogloditas”, grandes rocas de tobas excavadas como laberintos con el fin de utilizarlas como resistencias
contra los invasores. Las tres fortalezas más grandes son: Uchisar, Ortahisar y Sonhisar, localizadas en la ciudad de Urgup forman un paisaje espectacular. Igualmente en la Capadocia se encuentran una serie de valles, más de 30 (concentrados en 100 kilómetros cuadrados), en donde cada uno de ellos esconden capillas, iglesias, casas, chimeneas de hadas y múltiples formaciones geológicas de gran valor visual, estético e histórico. La región hizo parte de todos los periodos históricos: desde el Asirio, pasando por el Hitita, 5500 al 1200a. de C.; el Persa, el Helenístico con Alejandro Magno, siglo IV a. de C.; el Romano, 63 a. de C al 70 d. de C.; el Bizantino, siglo VI-VII d. de C., en cuya época aparecen las primeras iglesias cavadas en las rocas y finalmente el periodo Selyúcida, el de los antecesores de los turcos de hoy, especializados en construir palacios - cavernas. Sin duda, la Capadocia se convierte en uno de los lugares excepcionales del planeta por sus singulares formaciones geológicas, sus ciudades subterráneas, sus iglesias rupestres con sus maravillosos frescos y los paisajes que pareciesen diseñados por el más avezado de los urbanistas. Es una mezcla de la madre tierra, con irreverentes formas arquitectónicas y atrevidas soluciones estructurales. Por su entorno ambiental y paisajístico y la laboriosidad de sus gentes, se convierte en el principal atractivo turístico del país turco junto a la ciudad de Estambul, presentándose además como una dispensa agrícola de importancia. Bibliografía: “Turquía”. Publicado e impreso por MERT, Turquía 2005.
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