IBAGUÉ, ABRIL 17 DE 2011
FA CE
TAS CULTURA AL DÍA Los Colores de la Montaña:
Juego y desplazamiento Jorge Ladino Gaitán Bayona El ‘Tigre’ Camacho
Ibagué antigua en el MAT Johanna Andrea Vargas G. Reflexionando
La novela amerindia José Martínez Sánchez
FACETAS Por: Javier Flores*
Mi abuelo guardaba un tesoro en un cuarto. Eran cientos de libros viejos. Algunos estaban escondidos en un clóset. Muchos eran sobre religión, unos más sobre ciencia y otros temas. Encuadernados finísimos con títulos dorados, el mismo color del filo de las hojas cuando estaban cerrados. Una cinta púrpura de seda servía para separar las páginas que uno leía. Cuando murió, el cuarto estaba ahí con los libros y el clóset cerrado. Yo era un niño y lo primero que se me ocurrió fue abrir el clóset. Revistas y libros apilados con polvo y olor a viejo. Si estaban encerrados era por algo. Al leerlos me enteré de cosas increíbles. Descubrí cómo hacen el amor los hipocampos y otras especies animales y el conocimiento de la época sobre la sexualidad humana. No sé qué pasó con esos libros. No me correspondía disputar su propiedad, aunque ahora confieso que es lo que hubiera querido. Mi padre fue médico. Acumuló gran cantidad de libros de medicina, en especial de ginecología y obstetricia. En mi adolescencia veía las ilustraciones de síndromes rarísimos, los embarazos, las versiones por maniobras internas, las histerectomías y las afecciones de las glándulas endocrinas. Tratados maravillosos de anatomía humana y de cirugía. También se perdieron. Mi padre murió y sus libros quedaron en lugares que se volvieron inaccesibles para mí. Pero luego me dediqué a recuperar la biblioteca de mi padre. Casi todos los libros de ginecolo-
Polémica Este vocablo, que hoy se refiere a una controversia o a un choque de ideas, proviene del ámbito militar. En efecto, el vocablo polemista, que se
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Libros viejos
gía y obstetricia ya están conmigo, algunas joyas como el Testut de anatomía humana, la Anatomía topográfica y algunos de los libros viejos de sexualidad humana de mi abuelo. Pero, como comprenderá el lector, es una empresa titánica y todavía no termino… quizá nunca lo logre.
Hay material de estudio muy importante en esos libros viejos. Temas apasionantes, como algunas patologías ya desaparecidas que forman parte de la historia de la medicina y, al mismo tiempo, son parte de lo más actual del conocimiento. Yo visito regularmente las
hombres tendrían dos genes M contra uno F (por tener sólo un cromosoma X), mientras las mujeres tendrían dos genes F (por tener XX), asumiendo que F es cuantitativamente superior que M. También destaca la teoría de Bridges (1932), quien proponía la existencia de genes sexuales en todos los cromosomas, entre los cuales se ejercía influencias recíprocas en un balance en el que al final unos podrían predominar sobre otros. Finalmente destaca la explicación ofrecida por Lebedeff (1938), quien, basado también en la idea de los dos factores M y F (pero en este caso igualmente potentes), postula la existencia de mecanismos especiales, consistentes en elementos supresores, que determinan el balance entre estos dos factores inhibiendo al gen masculino. Son teorías de gran belleza contenidas en este viejo libro que forman parte ya de la historia de las ideas sobre la determinación del sexo. Destacan las nociones sobre el papel de los autosomas y la existencia de genes supresores que tienen gran vigencia. Por supuesto, también hay errores, pero en la era de la biología molecular, del SRY (el gen que se cree que determina el sexo) y del desciframiento de la molécula completa del ácido desoxirribonucleico no hay razones para ser pretenciosos, pues siguen existiendo fallas. O sea, de algún modo hoy sigue pasando lo mismo que en los entrañables libros viejos.
librerías de viejo para encontrarme con ese pasado. Por alguna razón, siempre aparece un libro, salta. Como dice mi buen amigo Mauricio Ortiz, a veces no es uno quien encuentra un libro, sino el libro el que lo encuentra a uno. Eso fue lo que ocurrió hace poco; inesperadamente apareció el libro de Hoffman Female Endocrinology (endocrinología de la mujer), publicado por Saunders en 1944, en que el autor recoge algunas de las primeras teorías sobre los factores genéticos involucrados en la determinación del sexo. En esa época los humanos teníamos 48 cromosomas (sí, 48 y no 46 como sabemos ahora), 23 pares de autosomas y dos cromosomas sexuales, X y Y. Hoffman se pregunta sobre la naturaleza de los genes determinantes del sexo y cómo estos difieren en mujeres y hombres. En su minuciosa revisión, cita autores como Goldschmit (1931), quien sostiene que hay dos genes sexuales que difieren cuantitativamente en los dos sexos. En las mujeres el factor F, que se localizaría en el cromosoma X; y en los hombres el factor *Libros y Letras. Nota enM, localizado en los autosomas. viada por Luciano Londoño, Para explicar las diferencias, los Medellín
Palabra del día aplica actualmente al individuo aficionado a la polémica, proviene del griego polemistés, que significaba ‘combatiente’, mientras que polemikós era
en esa lengua, ‘el arte de la guerra’, palabra formada mediante pólemos ‘guerra’ e ikós ‘de’, o sea, ‘de la guerra’. Con el tiempo -mucho
tiempo, por cierto-, los enfrentamientos armados entre los polemistés se fueron convirtiendo en choques más gentiles, apenas de opiniones
y puntos de vista, y polémica se tornó sinónimo de controversia, como llamaban Quintiliano y Tácito a los choques de ideas.
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FACETAS
Juego y desplazamiento
en Los colores de la montaña Por Jorge Ladino Gaitán Bayona*
Resulta aterrador el boletín número 77 del 15 de febrero de 2011 de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento en Colombia, Codhes, sobre la violencia y el exilio interno. En el 2010, 280 mil 41 colombianos fueron obligados a abandonar sus viviendas, lugares de trabajo y contextos de supervivencia. En un lapso de 25 años (1985 - 2010), cinco millones 195 mil 620 personas fueron desplazadas en Colombia por culpa de la violencia. Desde 1980 hasta el 2010, seis millones 636 mil 195 hectáreas de tierra fueron despojadas a los campesinos por parte de grupos armados ilegales. En dicho boletín se señala además que “el 13 de enero de 2011, la Fiscalía General de la Nación reveló que tiene documentados con corte a 31 de diciembre de 2010, 174 mil 618 casos de homicidios, mil 614 masacres y 34 mil 740 de desaparición forzada” (Codhes, 2011: 6). Atendiendo a Flaubert en su consideración de que “el arte, como el dios de los judíos, se alimenta de holocaustos” (citado por Roca, 2007: 15), la tragedia del desplazamiento interno en esta Colombia donde “la masacre de hoy borra la masacre de ayer pero anuncia la de mañana” (Roca, 13) ha “inspirado” novelas como La multitud errante (2001) de Laura Restrepo, Rencor (2006) de Óscar Collazos y Los ejércitos (2007) de Evelio José Rosero, además de diversos poemas, pinturas y películas como La primera noche (2003), de Luis Alberto Restrepo; Retratos en un mar de mentiras (2010), de Carlos Gaviria, y Los colores en la montaña, de Carlos César Arbeláez.
La película de Carlos César Arbeláez (guionista y director nacido en Medellín en 1967), estrenada en marzo de 2011 en Colombia, está protagonizada por Hernán Mauricio Ocampo, Luis Norberto Sánchez y Genaro Alfonso Aristizábal (niños actores naturales). En el elenco intervienen Hernán Méndez, Carmen Torres y Natalia Cuellar. El filme ha cosechado las siguientes distinciones: Premio Cine en Construcción del Festival de Cine de Toulouse en Francia a inicio del 2010; Premio Kutxa - Nuevos Directores por ópera prima en el 58 Festival Internacional de Cine de San Sebastián en España en septiembre de 2010; Premio del Público y Mención Especial del Jurado en el Festival Internacional de Ronda “Cine político para el siglo XXI” en España, 2010; Taiga de Plata en el Festival Internacional de Cine Debutante Spirit of Fire, Rusia en el 2011; Premio del Público en el 51 Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, 2011; y Premio al mejor actor para Hernán Ocampo en el 13 Encuentro de
Cine Suramericano en Marsella , Francia, en abril de 2011. “Son caminos de caminos, donde las piedras son las minas que van rompiendo huesos de la tierra que se queja dejando inválida la esperanza” dice Juanes en su canción “Minas piedras”, incluida en la banda sonora de Los colores de la Montaña. El verso de esta bella canción (por su letra y rica instrumentación) sirve para indicar la situación base de la película: en una zona campesina de Antioquia, cerca de donde los niños juegan fútbol, han sido instaladas varias minas antipersonas y lo peor de todo es que el balón recién estrenado ha quedado allí cautivo. Los adultos prohíben el paso, pero tres amigos -Julián, “Poca luz” (un niño albino) y Manuel (el protagonista laureado a quien regalan el esférico en su noveno cumpleaños)- querrán, a lo largo de la cinta, rescatarlo. La historia se va complejizando: los niños, cuando llegan a sus casas, contemplan a sus padres jugando inútilmente a esconderse de guerrilleros y paramilitares que los quieren ver muertos o integrando sus filas; cuando van a
la escuela y se hace el llamado a lista la orfandad de un pupitre es la señal de que uno más ha sido muerto u obligado a desplazarse. La historia de los niños que debieran preocuparse sólo de sus estudios y diversiones es también la historia de la nueva profesora de escuela, joven y llena de ideales, quien debe huir porque no le perdonan que ella y sus alumnos pintaran un paisaje en las propias paredes de su institución, donde antes los violentos habían garrapateado sus consignas. En pantalla sólo tres escenas (con cámaras que se alejan porque no importa aquí el morbo de la sangre o el golpe) desarrollan un nivel moderado de violencia. No es la preocupación de esta cinta la evidencia bruta de la sangre o de los cuerpos. Ella está cargada de poeticidad para que el espectador vislumbre el idilio quebrado y el nivel de zozobra y desamparo de zonas campesinas sometidas a la indiferencia del Estado. Una película cargada de humanidad no sólo por su recreación del miedo y la sutileza con que aborda estéticamente la tragedia
del desplazamiento, sino también porque explora con acierto la lucha por la supervivencia de tantos campesinos, el aleteo de la esperanza de las mujeres que se aferran al amor de sus hijos cuando asesinan a sus maridos, y la búsqueda de alegrías en medio de la guerra: niños anotando goles con sus botas de trabajo, las sonrisas y ternuras entre padres e hijos cuando temprano hacen las labores de ordeño, el infante a quien faltaba el verde y cuando le regalan una caja de colores está plácido pintando la montaña mientras la contempla, reinventándola en el papel, ya no la misma donde se muere, sino llena de vida en sus matices, poblada de aves y cerdos que sonríen porque allí, en el consuelo de la página, no hay minas que exploten sin distingo de especies. La escena del niño que pinta la montaña es una de las más memorables en el cine nacional, profundamente alegórica también sobre el sentido del arte en medio de la barbarie. Cómo no recordar aquí a Julia Kristeva cuando decía: “¿Cuál otro antídoto frente a la muerte, sino la belleza?” (Kristeva, 1999: 23).
Referencias
KRISTEVA Julia. Sentido y sinsentido de la rebeldía, literatura y psicoanálisis. Trad. Guadalupe Santa Cruz. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1999. ROCA, Juan Manuel. “Introducción”. La casa sin sosiego, los poetas colombianos y la violencia (ant.). Bogotá: Taller de Edición, 2007. *Profesor de Literatura de la Universidad del Tolima, jlgaitan@ut.edu.co
El ‘Tigre’ Camacho
FACETAS
IBAGUÉ, ABRIL 17 DE 2011
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FACETAS
La Ibagué antigua en el MAT
Aquellas estructuras que tan solo reposaron en la memoria de cientos de ibaguereños entre los años 70 y 80, han quedado plasmadas en todo un estudio fotográfico de Daniel Camacho Ponce de León, donde se ilustra algunos pasajes del tiempo que la ciudad añoramos perdidos; sin embargo, hoy están presentes, gracias al amor que este municipio le inspiró. Año tras año, desde su partida hace 20 años, en cada cumpleaños de Ibagué se convoca su arte condensado en registros fotográficos, momentos que han ido desapareciendo de las memorias a medida que avanzan las nuevas generaciones. Aun así, este legado y este testi-
monio sobreviven, y la ciudad ha cambiado por el impulso de fuerzas diversas, algunas imperativas, otras caprichosas. Cambió también la sensibilidad vertida en la ciudad. Con admirables hitos arquitectónicos, Camacho Ponce recrea cívicamente la vida ciudadana en sus espacios públicos, plazas y parques, centros educativos, sedes administrativas y áreas comerciales, legitimando su institucionalidad. Acoge poco a poco las innovaciones, el tren, el automóvil, la fotografía,
la electricidad, la telefonía, la radio y la transformación urbana. El curso de transformación de la ciudad fue signado por el desconsiderado derribamiento de esos hitos. Hasta hoy, el itinerario de esta memoria fotográfica legada por Daniel Camacho Ponce de León ha sido resguardo de aquella sensibilidad, un proyecto nacido de los albores de citadinos.
Cámaras de grandes y hermosos volúmenes, sedentes, que hoy superan un siglo, ellas mismas le aseguraron una estética, se afinaron con aquello que le pareciera más llamado a permanecer.
Un legado
solicita un lugar de permanencia, restitución de la memoria. La figura de ‘El Tigre’ Camacho alienta la esperanza de ver multiplicada tan entrañable pasión por el pasado y el porvenir de Ibagué.
El examen de la obra, de poder documental y elemental valor plástico,
que regaló a la ciudad.
Su escaparate fotográfico posa frente al “Acto Inaugural - Llegada del Tren a Ibagué 1º de Enero de 1921”, fotografía ecuánime y de gran recordación. En esta ocasión, el Museo de Arte del Tolima ha adoptado en su homenaje tal actitud, desandando por lugares llenos de testimonios y testigos, edificando, recreando en el baldío de la imaginación la memoria, pronunciando en su favor el conjuro de los sueños.
Herencia
Antes de morir, don Daniel entregó parte de su extenso archivo a la biblioteca Darío Echandía del Banco de la República, que bajo la administración de Polidoro Villa, valora este archivo como un patrimonio que reconstruye la memoria y fortalece el com-
promiso de formar ciudad. Sus fotografías han sido expuestas en parques de la ciudad y universidades, publicadas en revistas y periódicos, pero escasas veces se reconoce su autoría, y esa es una deuda que la ciudad tiene para quien, como él, entregó toda una vida en la recolección de memoria que sin su vocación y su tozudez no poseería Ibagué. Sea esta una ocasión para que justo tras 20 años de su muerte, los pobladores de la Capital Musical disfruten de esta pequeña muestra y se haga un justo reconocimiento a este persistente personaje
Toda una vida
Ibaguereño por adopción y devoción, Daniel ‘El Tigre’ Camacho, quien nació en Bogotá en 1907 y falleció en Ibagué en 1991, con apenas nueve años de edad y de la mano de Eduardo y María sus hermanos mayores, recorrió el centro del territorio Tolimense. Establecido en Ibagué, fue fotógrafo oficial en diferentes instituciones públicas, corresponsal y cronista de diarios y otras publicaciones locales y nacionales y miembro fundador del Círculo de Periodistas de Ibagué. Dedicó su vida a la gente, los amigos, la familia y la ciudad que vio crecer con viejo arraigo. Es así como en la Foto Lux, desde la década del 70, hasta su muerte, hizo de los regulares y convencio-
nales mosaicos-exhibidores fotográficos, permanentes exposiciones por donde desfilan tanto pobladores y personajes como lugares e hitos de la ciudad, a fin de restituir en la belleza, la memoria y el afecto de transeúntes y contertulios, el pasado por costumbre desvanecido. En tanto se derrumban los hitos de la ciudad y crece la brecha con el pasado, no cesa en su labor artística y documental. En su entorno se aviva la dinámica de adquisiciones e intercambio con colegas, amistades e historiadores, que poco a poco y, mutuamente, enriquecen sus archivos. Es también autor de crónicas. La ciudad, en su cumpleaños recibe de sus manos, sucesivos homenajes fotográficos en múltiples galerías durante los años 70 y 80. Alimentó luego el patri-
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monio de la ciudad y la nación cediendo, a título de donación, una numerosa selección de fotografías suyas al archivo del Banco de la República, hasta ahora en labores de clasificación y adecuada conservación, enhorabuena. Un gran archivo se preser-
va bajo la tutela de la Corporación Casa-Teatro Antonio Camacho Rugeles, entidad que se dio a la tarea de recuperar y restaurar eso que Daniel no alcanzó a consolidar en su ardua y amorosa labor de décadas: la digna y amplia difusión de su bella obra diseminada por el
pasado.
En el MAT
En el Museo de Arte del Tolima, MAT, desde el jueves de la semana pasada, reposa una muestra de 28 fotografías en su homenaje, de las más reconocidas de su archivo y otras no tanto, junto con un conversatorio alrededor del tema del fotógrafo y su obra y la importancia patrimonial del archivo fotográfico. Adicionalmente, se exhibe dos fotografías de la estampa de Daniel Camacho Ponce de León. Esto, con el propósito de crear un montaje adecuado para exhibición en el MAT, la realización de una conferencia y visitas guiadas para estudiantes y la posible itinerancia de esta muestra por diferentes destinos en las redes de museos. Igualmente, el proyecto incluye la publicación de un libro que contiene crónicas de Ibagué y una selecta muestra de fotografías que desde su visión de ciudadano global, muestran la ciudad de antaño y una arquitectura republicana demolida, pero recuperada para la memoria de la ciudad, a la par que rememora instantes de celebración de las novedades del progreso que deslumbran el Siglo XX.
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El cuento Por: Eduardo Pérsico*
Atardece. Mi vecino José Juan cruza por su nieto a la escuela de enfrente y luego vendrá a conversar unos minutos. Hoy con certeza me hablará del terremoto en Japón, del riesgo de una lluvia radioactiva más la guerra del petróleo y las fortunas inhumanas que acumulan futbolistas y famosos. Esas cosas. La luz se adelgaza en la tarde y desiste de obstinar su brillo. Quizá se repliegue sutil bajo el ocaso hasta volver el día sobre el mundo. Que no cambió es verdad y está en su sitio. Es muy sabia la luz, vale creerle que de medir el universo no justamente, pero al menos en millones de tiempos imprecisos, esta esfera vagando el infinito no parece de mucha relevancia. Una porción modesta de universo que ni los más fanáticos en milagros y cielos aciertan en decirnos lo contrario. Es que acaso habitemos una brizna que el infinito ni percibe y el girar diminuto de este planeta nuestro, por miles
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Paisaje de mi calle
de centurias no inquietó ni un segundo al gigantesco espacio. Y a pesar del anuncio de que nos vendrán dioses que ‘se la saben todas’, nadie arriesga si la inmortalidad anda cerca del barrio o es lejano infinito, como al fin nos parece. Ya pasó mi vecino José Juan con su nieto, sonriendo, y prometió decir algo que leyera ‘de las deudas perpetuas de los países pobres’. En verdad, no con ansiedad aguardé su llegada si cuánto bien vendría charlar con algún dios de esos que nos imponen ajustar cuentas a nosotros, seres comunes que respiramos en este sur del mapa y por siempre nos aprietan matones vestidos a la moda que nos envían unos divertidos banqueros. Y José Juan predice que admitiendo por siempre ser deudores de cuentas desprolijas nos evitamos futuros de pólvora y calibre; ‘nosotros tan pobres seres vivos ayudamos al ciclo de quienes siempre cumplen al acreedor fantasma que eternamente cobra, deudas que no sabemos quien contrajo’,
redondeó mi vecino. Nos reímos, charlamos otro rato y lo ayudé a salir al comenzar con frases que a él lo divierten demasiado. Son estilos. Las sombras ya se apropian de la calle abierta y esa penum-
sombras y mi jardín ya opaco sin madres y sus chicos trajinándole cerca, me dice hasta mañana. Hay un tiempo más tiempo que sugiere esta calle, un diálogo constante o al menos, simulado libreto guardado en su memoria. Es la calle en que vivo y no se si contemplo o ya imagino el mundo. Por aquí no transcurren multitudes esclavas ni eternos ganadores exhibiendo riquezas o panfletos de moda; es un sitio hasta esquivo a esos vendedores de la fe en iglesias mezquitas sinagogas y varios. ‘A quienes hay que liquidarles tanta impostura de eternidad y cielo prometido; cada pibe muerto de hambre en el mundo es una derrota de sus dioses; y ustedes no sigan haciéndose los giles, che’. Parrafada que recién esquivé que pregonara José Juan y gritada por una multitud cambiaría el ensoñado paisaje de mi calle.
bra anuncia cierto otoñal encanto. La yunta de aguiluchos apareados de vuelo retorna a la torre de la escuela y acalladas las voces, la tarde amaga cierta leve tristeza en el entorno. El si- *Escritor argentino. lencio convoca a un concilio de Gaceta literaria virtual
Poesía Poemas Nelson Romero Guzmán Escritor colombiano
1 Es de piedra este fondo oscuro. Las azucenas dan a luz más azucenas, como niñas violadas en las puertas del templo. No veo el alba veo un caballo blanco aquí, donde grandes mariposas con cuernos,
húmedas velludas depositan el huevo del día. Allí, mientras la cumbre florece, acá la piedra alza sus mamposterías para que en sus cuartos veamos la historia que atraviesa los pasillos con su vela encendida dentro de una calavera. 2
Impenetrable es la luz cuando por primera vez llega a conquistar el jardín y por olvido deja una puntilla clavada en una flor. Eso es deseo: más un misterio que no contrasta muy bien con la deslucida pared de la que fuera la primera construcción. Precisamente de esa flor cuelga el
Hijo imprudente. La luz sobre aquel muro rojo aún sin blanquear. 3 Nadie ha podido entrar por esa hendidura, quizá el frío con su hermana flor de rocío pudo, quién sabe. El maestro que echó la plomada para nivelar la obra, no sabemos.
Pero no se borra el rastro de lo que pudo ser y allí estuvo, porque cómo, entonces leímos esos matrimonios en los bestiarios la guerra y la hambruna el elfo y la anguila la exilia y el llanto. Cómo, ¡oh Piedra!, leímos ese bestiario si había que penetrar por la hendidura. ¡Cuándo!
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La novela amerindia Por José Martínez Sánchez*
Justo ahora, cuando distintas voces de la literatura europea claman por un retorno del realismo social ante el recrudecimiento de la guerra y el fracaso histórico de las dictaduras, sobre todo en España, nos enteramos de la doble moral agenciada por escritores, académicos, editores e intelectuales ante la “Novela política”. El debate secular, clausurado mediante la censura en el viejo continente, cobra actualidad para el lector ante la postura de autores como Mario Vargas Llosa y sus epígonos latinoamericanos, desencantados de los procesos revolucionarios del mundo, ideólogos y defensores de las llamadas “sociedades abiertas”. Ellos gozan no sólo de la libertad novelesca como vehículo de expresión de las ideas sino de un amplio aparato de resonancia en los medios masivos de comunicación. Otra cosa sucede con autores opuestos a los sistemas de explotación imperantes, cuyo “realismo” se justifica por la existencia de una dictadura de estado abocada a fenómenos como la corrupción, el paramilitarismo, la violación a los Derechos Humanos y el narcotráfico. Lo que en el medio español fue el inicio de una reflexión con signos de validez universal, en Colombia no pasó de ser la expresión testimonial de los hechos y la negación de una discusión teórica a fondo. La ausencia de crítica literaria seria (erradicada por el pragmatismo de la oferta y la demanda), la violencia desenfrenada en lo social y el conservadurismo de las estructuras de poder, constituyen factores encaminados a frenar la libre elección de contenidos estéticos e ideológicos. De ahí la circulación restringida y subterránea de aquellas obras postuladas como denuncia y elaboración literaria de conflictos evidentes: el reinado del bipartidismo con sus secuelas de corrupción y barbarie, la represión a los movimientos
sociales, el desplazamiento forzoso de comunidades no incorporadas a la voluntad del ejecutivo y la eliminación física de poblaciones y dirigentes de izquierda, para mencionar sólo algunos de los aspectos soslayados por los autores del “marketing”. Una contribución reciente es la novela “Invenciones de un hidalgo amerindio”, de Manuel Giraldo -Magil- (Editorial Domingo Atrasado, Bogotá, 2006), concebida como una trama que fluctúa entre la aventura romántica y la labor quijotesca de la dirigencia política, en pugna por alcanzar un espacio de participación en los destinos de Buritaca, una ciudad que resume las costumbres de un país enfrentado a la peor crisis de valores del continente. Conocedor de esa suerte de cultura híbrida propia de los escritores de la diáspora, Magil es al mismo tiempo uno de los pocos autores comprometidos con la investigación social en Colombia. El tratamiento político del tema viene de ese vínculo directo con los procesos internos de organizaciones y grupos surgidos de las luchas universitarias o de alianzas partidistas en torno a objetivos comunes. En un lenguaje ajustado al legado de la novela proletaria, Antonio Hidalgo Palomares, el protagonista, nos sorprende con la decisión que ha llevado al autor a homologarlo con “El caballero de la triste figura”: “Pensando en el futuro inmediato, creía ser un fuera de serie que salvaría la patria; si le daban la oportunidad de enfrentar en la tribuna al bipartidismo establecido, se comprometía a poner fin a la alternancia liberal conservadora en el gobierno, lo cual permitía a la oligarquía imponer sus privilegios, apoyados por un congreso corrupto” (p. 9). Nos parece oír el eco de experiencias narrativas como las de José Stevenson o Arturo Alape, en una tradición que se remonta a los años 70, cuando el influjo del Mayo Francés era una ola de renovación que sacudía el ambiente universitario en alianza
con el movimiento campesino y la clase obrera organizada. Eran las décadas de bonanza del Frente Nacional, la gestación de un nuevo exterminio y el comienzo del fin para los Derechos Humanos. Las dos décadas posteriores al surgimiento de grupos paramilitares sólo aportaron a la historia del país impunidad, intolerancia oficial y desprestigio internacional frente al crimen como única respuesta de los sectores dominantes. La literatura de la época, sesgada o elusiva, marcaba su punto más álgido en las expectativas del boom y preparaba el salto a la trivialidad, al amor de entrecasa o a la “sicaresca” de barriada, donde la violencia parece flotar en la naturaleza de sus víctimas. Como novela destinada a develar un mundo disimulado con los tintes de una democracia acomodada al criterio de los gobernantes, “Invenciones de un hidalgo amerindio” explora en escenarios y personalidades aún frescos en la memoria de varias generaciones. En Antonio Hidalgo Palomares y Javier Loaisa, el escudero, así como en Tachina, la Dulcinea venida de Barcelona a presenciar el experimento, el lector hallará trasuntos de aquellos dirigentes sociales que una vez hicieron presencia en la plaza pública, esperanzados en una vía civilizada para superar el viacrucis. Inspirados en símbolos de las luchas populares como Camilo Torres, el cura guerrillero, o en los avances significativos de la Revolución Cubana, los personajes viven el exilio forzoso, la persecución policial y el proceso organizativo en diferentes sectores sociales. En consonancia con las necesidades de la coalición, la discusión sobre el papel de la mujer, el reconocimiento de las culturas indígenas, los diálogos con la guerrilla, la legalización de la droga, el respeto a los derechos sexuales y la libertad de expresión -restringida al interés mediático del momentoestán al orden del día en la agen-
da del movimiento, cuya sigla recoge uno de los muchos intentos por reconstruir la opinión de la sociedad civil, ancestralmente acorralada entre la división interna, el horror generalizado y la escalada represiva promovida desde instancias gubernamentales. Convertido en candidato del Frente Unitario de Paz, FUP, al idealista Antonio Hidalgo Palomares, el amerindio, el soñador de un país con justicia social, a diferencia de sus pares reales en la las últimas décadas, le espera un nuevo encuentro con Tachina, la catalana de sus desvelos. El retorno a la tierra
natal será la apuesta por un futuro promisorio: “Ayudado por los hermanos Mayores trataría de convencer al régimen fascista para evitar que continuaran con las masacres y los asesinatos selectivos de dirigentes sociales” (p.294). Con “Invenciones de un hidalgo amerindio”, novela ambiciosa en recursos sobre los nuevos acontecimientos del país, Manuel Giraldo -Magil- nos pone de frente a una época donde el abuso y la desigualdad reclaman la intervención consciente del escritor comprometido. *Poeta, narrador y ensayista colombiano.
DIRECTOR: Antonio Melo Salazar JEFE DE REDACCIÓN: Martha Myriam Páez Morales COORDINADOR: Benhur Sánchez Suárez, Redacción cultural EL NUEVO DÍA PERIODISTA: Johanna Andrea Vargas Galindo EDITOR: Hernán Camilo Yepes Vásquez DISEÑO: Andrés Cubillos ILUSTRACIONES: Obras del pintor tolimense Alberto Soto. Colarte.com FOTOS: Internet. Suministradas. Casa Teatro Antonio Camacho. Carrera 6a. No. 12-09 Tels.: 2770050 - 2610966 -- Ibagué - Tolima - Colombia Apartado Aéreo 5476908-K www.elnuevodia.com.co Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.