El Otro psi . nº147

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“We are the recipients of the ego ideals of our parents and teachers, their ideology, morals, ethics, honesty, integrity, and decency”. Bornstein, Melvin.

Freud heredó en la propuesta psicoanalítica una teoría, un método y una técnica haciendo de ello una disciplina de pretensión científica. La enseñanza de la institución fue una extensión de su teoría del surgimiento de la neurosis bajo el presupuesto del conflicto entre el deseo individual y las demandas sociales y su creencia de que el conocimiento en literatura, historia y artes eran aconocimientos importantes para la práctica psicoanalítica, como refiere Ascher (2005). Esta autora advierte que el contexto legal de Austria marcó un criterio sobre la formación del analista, a saber que para una práctica clínica se requeriría ser médico.

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runer, J. (2001) pondera por otro lado cómo la teoría sobre la histeria y la metapsicología freudiana tienen un posicionamiento político en la época de Freud en donde la lucha simbólica entre los psiquiatras más positivistas y los apostados más en los valores del horizonte cristiano hacían sus batallas. En este campo político la incorporación de “gentiles” en el primer grupo de estudio de Freud, como Jung no fue inocuo. Las rupturas y las marginaciones de quienes diferían de Freud en la primera generación fueron constituyendo la identidad del grupo y del psicoanálisis mediante el mecanismo fundamental del “narcisismo de la diferencia”. Muestra de ello es el texto de 1914, Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico, el cual González (2004) considera el documento menos psicoanalítico y más centrado en la política del fundador. Reed & Levin (2004) sostienen que el nacimiento del psicoanálisis tiene un estigma: la exclusión del grupo emerge como juicio científico y castigo. Para estos autores esta marca será algo que Freud impregna desde el inicio del nacimiento del psicoanálisis y es algo que hasta nuestros días sigue siendo el modo de proceder dentro de algunas grupalidades analíticas. Si bien Freud en momentos es muy autocrítico con sus propuestas también sostiene una rigidez respecto de aquello que será considerado lo psicoanalítico en los postulados fundamentales1. Eisold Kenneth (1995) nos recuerda al respecto “Freud argued that those who & " L6>H7GDI# 9# '%%,0'&

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NOTAS PARA PENSAR LA INSTITUCIÓN PSICOANALÍTICA

deviate from orthodox psychoanalysis encourage resistance to the unwelcome basic “truths” of childhood sexuality, and the family “realities” of incestuous and murderous wishes”. La historia del movimiento analítico inicia en la sociedad psicológica

poder para rechazar toda responsabilidad de aquellos que no pertenecen al grupo propio. Determinar que es un psicoanalista y qué no lo es son aspectos fundamentales en la constitución de esta asociación (Manuel González & Blanca Fernández, 1998). El comité de los siete anillos sería un grupo más selecto que trataba de guardar el sigilo y la intimidad de una enseñanza bajo el maestro. Este recurso fue también insuficiente para los posteriores conflictos entre el maestro y algunos otros de sus seguidores como Ferenczi y Rank. En la investigación sobre el movimiento psicoanalítico se evidencia que las separaciones y excomuniones de los grupos tienen que ver con el modo de operar y con la finalidad de lo que se realiza en análisis. Además por supuesto, de los conflictos de poder y control que la constitución y guía de cualquier institución genera en sus agremiados. Finalmente la representación de un padre que es conjurado por los hijos, seguirá a Freud. Conflictos que después del maestro no cesarán. El aspecto fundamental en la contienda de la IPA ante la ausencia del fundador será quién lee y práctica con mayor fidelidad la herencia del padre. La salida de Jacques Lacan de la Sociedad Psicoanalítica de Paris (1953) (por la no admición a la IPA), como de la Sociedad Freudiana de Paris (1963) se debió a la prohibición de enseñar (entre otras razones).

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El modo de enseñar de Lacan y su particular práctica, vista como no rigurosa, pegó de frente con el modelo estándar de la Asociación Internacional de Psicoanálisis. Esta misma prohibición de enseñanza la vivió Erich Fromm por el Instituto Norteamericano de Psicoanálisis, en New York en 1941. En este momento fue la razón de no ser médico lo que le impedía la enseñanza y el ser didacta, aspecto que secundó su no ratificación como miembro por la IPA en 1953 (Guadalupe Rocha 2001). Subrayemos. Estos dos problemas marcaron el momento posterior a la muerte del fundador: por un lado el requerimiento del ser médico y su mayor valencia, que provocó que en América se constituyeran una gran variedad de Asociaciones. Dos, la “manzana de la 8DCI>Cå6 :C FÜ=$(

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LA DECADENCIA DEL COITO** La clásica relación genital entre la mujer y el varón, al igual que ciertos países y culturas, estaría pasando de la barbarie a la decadencia sin haber alcanzado la plenitud.

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s sabido que los humanos, en los últimos miles de años, no lograron inventar nada en materia sexual. El último cambio coital cualitativo y digno de ser mencionado sucedió en la prehistoria y su protagonista fue la mujer. Aquel momento fue bien expuesto por la película “La guerra del fuego”, de Jean Jacques Annaud, basada en la novela de Rosny Ainé. Asesorada por estudiosos del pasado, la historia narró de qué manera, en el paleolítico, sobre una tierra de acechanzas y bajo un cielo de lunas color sangre, la hembra humana produjo un hecho al que no se había atrevido la de ninguna otra especie: se dio vuelta y se acomodó frente al macho para la consumación del coito. El apareamiento, que hasta entonces había sido con introducción del pene en la vagina por detrás (“more ferarum”: como las fieras) pasó a ser cara a cara, permitiendo el abrazo mútuo, la mirada y el nacimiento del lenguaje verbal. Si hay que creerle a la etnología, fue a partir de esa instancia que se produjeron algunos cambios corporales: crecieron por ejemplo los pechos femeninos, con el sólo propósito de convocar los homenajes eróticos del varón. Tal como sucede con otros simios hembras, las mamas, para cumplir con la función lactante, bien podrían haber conservado su antiguo tamaño, no superior al de una nuez. Aquella transformación vino también a sugerir que el amor (excitación sexual o afecto), al expresarse a través de la mirada, de la temperatura corporal (“estar caliente”), de la boca y del lenguaje, sería un fenómeno particular de los mamíferos. Ivonne Bordelois recuerda, al respecto, que en distintos idiomas (quechua o latín), para pronunciar la “m” de mamá, hay que adelantar los labios en un gesto que se asocia al acercamiento de la boca del niño al pezón materno. Y Claude Levy-Strauss llegó a sugerir que el de los derechos humanos es un tema que sólo podía surgir entre mamíferos. Mientras en los otros primates la sexualidad permaneció ligada a las épocas de celo, entre los humanos, por el contrario, se convirtió en permanente e intensa. Y lo hizo a tal punto que, contra lo que sucede en otras especies, la unión de la vagina y el pene entre dos humanos de sexo diferente y con el propósito exclusivo de la reproducción, nunca llegó a expresar en toda su extensión el concepto de sexualidad (los genitales no son las únicas zonas erógenas de las personas). Ochenta mil años después de aquel desgarrón antropológico señalado en “La guerra del fuego”, la cópula tradicional, en el comienzo del tercer milenio, y más allá de las fantasías mediáticas, se encuentra en franca decrepitud. No sólo sucede que otras partes de la anatomía asumen cada vez más el papel de los genitales, sino que, también y además, se usan objetos que los suplantan. Y por otra parte, con el acto sexual consumado por teléfono o por internet, se ha llegado inclusive a descartar el contacto cuerpo a cuerpo. Cada vez son más las relaciones sexuales que prescinden de la supremacía de la vagina y del pene y que promueven otras zonas corporales. Y es evidente que así las realizaron, tradicionalmente y entre muchos otros, los homosexuales, las lesbianas, los partidarios de la fellatio o los masturbadores típicos. Sigmund Freud, al principio del Siglo XX, preocupado por estos cambios, pensaba que la vida sexual del ser civilizado estaba gravemente lesionada y que daba la impresión de ser una función en estado de involución, tal como sucedía con el vigor de los dientes y de los cabellos. Y así lo escribía en “La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”, en un mensaje que hoy podría considerarse desmesurado: “… otras partes del cuerpo de mujeres y varones asumen el papel de los genitales y estas prácticas no pueden juzgarse inofensivas; son éticamente reprobables, pues así los vínculos de amor entre dos humanos dejan de ser un asunto serio y se los rebaja a la condición de un cómodo juego sin riesgos ni participación anímica”. 8DCI>Cå6 :C FÜ=$+


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