AÑO XV | Nº 158 | JUNIO 2009
PERIÓDICO DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA PUBLICACIÓN MENSUAL, ESPECIALIZADA EN EL CAMPO DE LA SALUD MENTAL, INDEPENDIENTE, PLURALISTA, PROFESIONAL Y DE OPINIÓN QUE PROMUEVE LA ACTIVIDAD «PSI»
Periódico El Øtro del ámbito «Psi» (Reg. Prop. Intelectual nº 419.367) editada por EDICIONES El Øtro (Reg. Nac. Der. de Autor nº 452.270) C.U.I.T 30-69381315-4 Director: José H. Méndez
notas y publicidad del mes
> Psicoanalisis > Adicciones > Opinion
POR HÉCTOR LÓPEZ
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> Psicoanálisis > Niñez > Caso Clínico
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“inocente” en cuanto a sus efectos, tiene como el dios Jano dos caras: es remedio que cura y es narcótico que intoxica. Pero el sujeto, más pulsional que racional, y a pesar suyo, está más implicado en el goce que interesado en su bien. El pensamiento occidental con su inevitable resabio cartesiano odia la contradicción y por lo tanto no soporta que una sustancia destinada a curar pueda al mismo tiempo enfermar, ni su inverso, que una sustancia ilegal pueda al mismo tiempo tener efectos terapéuticos. El código penal, al definir lo que es ilícito, define al mismo tiempo lo que es bueno y lo que es malo. Por eso separa a una prudente distancia lo nocivo de las sustancias tóxicas con respecto a lo terapéutico del psicofármaco, aunque esa diferencia no
... La afinidad entre las llamadas “drogas intoxiresulta extraño no se repare más en ella.”
...toda droga tiene más que ver con el goce del cuerpo que con la curación de una enfermedad.” Esta inocente observación abre sin embargo la posibilidad de una pregunta: cuando el médico administra una droga ¿qué es lo que está indicando? ¿Qué función está destinada a cumplir la droga en el paciente? Es lo que se pregunta Lacan en “Psicoanálisis y Medicina”1, para responder que toda droga tiene más que ver con el goce del cuerpo que con la curación de una enfermedad. Lacan no menciona allí la teoría del pharmakon pero la supone todo el tiempo: el medicamento no es
en cuanto a ser un “subterfugio”, un alivio del dolor y de la angustia. Pero mientras recorremos sus textos, tengamos en cuenta que nunca Freud dice que la droga cura, sino que sirve de “consuelo” temporal frente al “dolor de existir” ¿Existir dónde? En la falta estructural de satisfacción. El texto orientador y creo que pionero sobre el tema de la identidad irreductible que existe entre el remedio y el veneno, es sin duda el ensayo “La farmacia de Platón” de Jacques Derrida incluido en su libro La diseminación.3 Derrida nos invita a un original recorrido por algunos diálogos platónicos que se ocupan justamente de esta verdadera condensación entre contrarios que significa el vocablo pharmakon, remedio, droga. El pensamiento claro y distinto de
cantes” y los psicofármacos es tan obvia e íntima que
pueda deducirse ni siquiera del vocablo droga (drug). Toda nuestra concepción de las sustancias químicas está basada en esa operación disyuntiva, y toda discursividad la sostiene. Es una premisa que va contra el pensamiento freudiano que en el capítulo dos de “El malestar en la Cultura”2 sostiene que la intoxicación química es eficaz contra el dolor y contra la infelicidad inevitable de la vida. Por
supuesto que Freud reconoce al mismo tiempo que siendo los tóxicos uno de los remedios más poderosos, son al mismo tiempo los más perjudiciales. Pero también dice que todo ser humano, en ciertos momentos, necesita de un “quitapenas” cuyo modelo sería el alcohol. Freud, antes que asumir una posición moralista frente a las drogas (en su época el alcohol, la morfina y la cocaína) reconoce la función ambigua y dual que cumplen los tóxicos
POR GISELDA BATLLE
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EL SÍNTOMA EN LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA CON NIÑOS. DE CÓMO LLEGA UN NIÑO A PREGUNTARSE POR SU SÍNTOMA. EL PEQUEÑO LEONARDO.**
LAS DROGAS Y PLATÓN**
1. LA AMBIGÜEDAD DEL PHARMAKON La afinidad entre las llamadas “drogas intoxicantes” y los psicofármacos es tan obvia e íntima que resulta extraño no se repare más en ella. En principio, el término “droga” designa no sólo a las sustancias químicas ilícitas, —consideradas por la Justicia como “estupefacientes” por sus efectos narcóticos sobre el organismo y el psiquismo— sino también a los sofisticados productos de los que se vale la medicina para combatir los síntomas psiquiátricos, desde los poderosos neurolépticos a los antidepresivos y tranquilizantes. El conjunto común al que pertenecen ambos elementos -que parecen tan distanciados y opuestos entre sí- se hace escuchar en casi todos los idiomas: el idioma inglés por ejemplo emplea la misma palabra drug para referirse tanto al tóxico como al medicamento, empleo menos frecuente en nuestro idioma donde la palabra “droga” se vincula más directamente a las sustancias ilegales que a la farmacia. La homonimia señalada descorre un pudoroso velo y deja ver que la naturaleza de los psicofármacos incluye indisolublemente ciertas propiedades “estupefacientes”. Por lo cual, no se trata de una homonimia accidental o contingente desprovista de valor, sino más bien de una muestra de lo que el lenguaje sabe a expensas del ocultamiento interesado. Un saber que se refiere a la función ambivalente y contradictoria de toda droga, ya se encuentre los estantes de la farmacia o en la cuevas de los narcotraficantes.
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la ciencia, supone que si una droga es benéfica no puede ser perjudicial, salvo claro está esos daños llamados ahora colaterales, es decir efectos secundarios indeseados, ¡como si no pertenecieran a la fórmula química de la droga! La condición paradójica del pharmakon no se limita a poner de manifiesto la evidencia de que una droga hecha para curar pueda eventualmente ser nociva, o a que el universo de las drogas se divide en estupefacientes y psicofármacos, sino que apunta al ser mismo de la droga: el remedio puede ser veneno, el veneno puede ser remedio. Si tomamos el caso de aquél que da testimonio en carne viva de la ambigüedad del pharmakon, el psicótico, vemos que aquello que lo cura de sus síntomas, de sus alucinaciones, de sus delirios, lo envenena como sujeto, lo quebranta. Lo poco que le quedaba de sujeto, precisamente su angustia, sus síntomas, es barrido químicamente hasta desaparecer obteniéndose así como logro un estado anónimo al que se considera como adaptativo.
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Inventaba el color de las vocales!- A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde.- Regía la forma, el movimiento de cada consonante, y, con ritmos instintivos, me jactaba de inventar un verbo poético accesible, un día u otro, a todos los sentidos. Reservaba la traducción. Rimbaud
N
os dice Freud: “La transferencia dado que los padres reales existen juega un rol diferente” en relación al adulto. El niño dirige su neurosis de transferencia sobre cualquier objeto parental cercano: la madre, el padre, un hermano. Cuando un adulto no puede sostener la transferencia con el niño, la neurosis estalla, dice Freud. Los padres no pueden sostener el lugar de saber hacia el niño, no tienen respuestas frente a sus dificultades. El niño se vuelve persecutorio para ellos. Los padres consultan por el niño como síntoma. El síntoma del niño está en posición de responder a lo sintomático en la estructura familiar. El niño cuenta con lo fantasmático del padre y de la madre para hacer su síntoma. El niño ocupa el lugar de objeto en la estructura, la mediación paterna evita que quede tomado en exclusividad por el fantasma materno. La metáfora paterna es la encargada de dicha mediación. En el despliegue de un análisis el niño pasa del lugar de síntoma de la pareja parental a la posibilidad de construir un síntoma propio. La creación del niño posibilita que los objetos que crea lleven la marca de su singularidad. El analista posibilita el cambio de fin y de objeto, propicia la sublimación, propicia poner en juego las distintas pulsiones, da lugar a la intricación de las mismas. El analista se ubica desde una mirada propiciatoria hacia el niño. En el análisis la ficción, juega un papel importante en la cura. Es la posibilidad que tiene un sujeto de hacer algo con lo real, poner coto al goce del Otro, realizar una nueva escritura con lo que le viene del Otro y lo singular del sujeto. El niño cae como objeto fantasmático de los padres. La ficción hace pantalla a la palabra, a la voz, a la mirada del Otro. Arma escenas, relatos que posibilitan una nueva escritura del sujeto con su trazo singular. El pequeño Leonardo (7 años) Leonardo, llega y se sienta. Mira el reloj y dice: “Hace 30 días”. Mientras comenta que le gusta tocar la guitarra e inventa canciones, me pregunta dos semanas son 30 días....60? ….. “Seis semanas para atrásdice- seis semanas que tengo guitarra. Era de mi papá, creo que se la regaló el abuelo. Cuando murió la guitarra era mía. Un arreglo de papá y mío. Me dijo si muero cuando seas grande las cosas te pertenecen a vos, no todas alguna, pero murió de chico. Dejó dos chalecos grandes me quedan grandes. Cuando seas grande….., mi mamá guardó”. Me pregunta: “¿Para que vengo a la psicóloga?” A. Escuché esto que me decías: “Tantos días para atrás. Insistías en los días, en las semanas para atrás. Escuché el arreglo que habían hecho entre tu papá y vos, pero pasó algo distinto. No esperabas que papá muriera de chico y vos chico”. Leonardo con plastilina hace “un monstruo”, Güerito, el que salva el mundo. Canta “A orillas del mar me puse a cagar, el hijo de puta me trajo viruta. “Güerito no tiene más remedio que usar sus poderes para morir más rápido, está condenado Güerito. Voy al baño”, sale corriendo y la madre entra. Me cuenta que Leonardo se subió a un árbol. El maestro le advirtió que se podía caer. Leonardo le dijo: “Me quiero morir”.. Maria Fernanda comenta que su hijo tuvo problemas de adaptación cuando comienza el jardín, tenía un año y medio. “Agarra una silla, una mesa y las revolea. Se encarama a una baranda en la escuela y amenaza con tirarse El padre con violencia lo (CONTINÚA EN PÁG.3)