El Otro psi . nº167

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AÑO XVI | Nº 167 | JULIO 2010

PERIÓDICO DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA

PUBLICACIÓN MENSUAL, ESPECIALIZADA EN EL CAMPO DE LA SALUD MENTAL, INDEPENDIENTE, PLURALISTA, PROFESIONAL Y DE OPINIÓN QUE PROMUEVE LA ACTIVIDAD «PSI»

Periódico El Øtro del ámbito «Psi» (Reg. Prop. Intelectual nº 419.367) editada por EDICIONES El Øtro (Reg. Nac. Der. de Autor nº 452.270) C.U.I.T 30-69381315-4 Director: José H. Méndez

notas y publicidad del mes

Psicología / Problemáticas contemporáneas / Familia

www.psi-elotro.com.ar Por Julia Elena Duplessis

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archivo de ediciones anteriores

PSICOANALISIS / opiniones

Por Osvaldo M. Couso

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MATRIMONIO ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO

UN SOL NEGRO

UNA MIRADA LEGAL Y PSICOLOGICA

El amor cuando no muere, mata. Los amores que matan nunca mueren.

Es indudable que hay una cuota de población (mínima), que requiere sea regulado el ejercicio de sus derechos en forma igualitaria, respecto de la herencia y otros derivados ocasionados por la convivencia. Y es bueno que así lo requieran, porque derechos igualitarios no deben confundirse con uniformidad de derechos, interpretación que parece haber confundido a la sociedad

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n efecto, no interesa a mi entender la característica que se posea, están todas las personas incluidas (también las gays). Se trata sin embargo de no distorsionar la institución matrimonial y los derechos que los regulan (una mayoría), y reglamentar los derechos de cierta minoría, sería clave y lo justo, siempre que fuera igualitario. Es decir, igual que el matrimonio heteroxesual, no existe ningún problema, son derechos legítimos que deben ser regulados. Por otra parte, existen varios baches en materia de legislación, en razón de las nuevas familias que se conforman: entre nuevas parejas de divorciados con varios hijos que a su vez pasan a formar otros grupos familiares, incluyendo los hijos de las diferentes parejas, dejando “abandonados” parentescos directos, los mayores (los padres), por la imposibilidad de hacerse cargo al adoptar el nuevo compromiso de pareja cuando se multiplica con los hijos del / la compañero/a. Estableciéndose esta misma posibilidad en otra dimensión parental, agravada con la venida de hijos en la nueva pareja formada. Los hijos de los unos y los otros conviven como “hermanos” demandando nuevos roles con los nuevos hijos... ¿hermanos? ¿hermanastros? Desde el punto de vista legal, no sólo distorsiones económicas y hereditarias traen problemas que afectan la convivencia, lo emocional también, además que el desajuste puede extenderse en otros niveles: aprendizaje, desarrollo psíquico, etc. Los terapeutas familiares y los psicoanalistas pueden aportar buenos argumentos al respecto. Las falencias legales están a la vista. Si de modificar la legislación se trata, estimo que se debe tomar el tiempo necesario. Estamos hablando de la constitución familiar, no es cuestión de hacer leyes a la ligera y tampoco es cuestión de desamparar a los individuos con problemas diferentes, en sus derechos civiles, aunque sean una minoría. Se trata de que la calidad de vida los alcance, tanto como a las mayorías, pero no a costa de éstas. Esto constituiría una discriminación, legislar para unos pocos en detrimento de los más. Partimos desde la constitución de la pareja o mejor de la dupla gay que, mientras no pretenda la naturaleza parental, podrá constituirse como tal, en razón de pareja civil si se desea, que de hecho han existido y nadie como tal las ha incomodado. Es como que lo distor-

sionante es la pretensión de que se les atribuya la característica matrimonial que les es ajena, con el agravante de retrotraer toda la estructura familiar a un concepto minoritario y extemporáneo, en detrimento del concepto legítimo y mayoritario, adosándole además a ellos la adopción de niños para su crianza, formación y desarrollo.

heterosexualidad de su génesis. Fabricar nueva concepción teórica light, en el aire y sin ningún sustento científico descoloca y desvaloriza a quien la formula. Aquí, no se necesita mucho para optar en la decisión justa, la naturaleza es sabia y le ahorra dudas a quien las tenga. Sobre esta base natural se tejieron y comprobaron los postulados científicos sobre el desarrollo psíquico del individuo, los aprendizajes generacionales cimentados en la tradición hereditaria y tantos otros etcétera que, de desde Freud a la fecha, se vienen fortaleciendo, como: la psicología, mientras psicoanalistas y terapeutas reafirman en su accionar diario que la díada madre-padre está vigente

...Hay una cuota de población (mínima), que requiere sea regulado el ejercicio de sus derechos en forma igualitaria, respecto de la herencia y otros derivados ocasionados por la convivencia.

Pensando desde el punto de vista psicológico.

En cuanto del matrimonio gay en cuestión, basta observar la naturaleza. El conocimiento vital de las diferentes especies, no revela en ningún caso apareamientos entre animales del mismo género. Siempre la procreación se da entre el macho y la hembra. En la raza humana también, por ello con la institución del matrimonio se trató y aún se perdura, proteger la especie. Extrapolar convivencia entre personas del mismo sexo permite confundir acerca del origen de dicha constitución heterosexual y torna abstracta toda otra teoría que desde el punto de vista psicológico intente proclamar que el desarrollo de la persona y su madurez no está regida por la díada madre-padre que a manera de matriz psico-social va instalando en el niño el adulto que será mañana. A partir de este breve esquema, se puede apreciar que, decir que apoyamos la instalación de una pareja del mismo sexo, cualquiera sea: ambos varones o ambos mujeres, nos deja a los psicólogos, huérfanos de parámetros y de ideas científicas al respecto. Como psicólogos creo que debiéramos considerar a la luz de los principios tradicionales de familia, procreación, formación psíquica del individuo, desarrollo, aprendizaje...etc. Esta afirmación pretende señalar como un error el creer que “la maternidad y la paternidad” se presentan en personas con independencia de su orientación sexual – madre y padre responden a la

para formar el vínculo relacional y sustentar el desarrollo, evolución y madurez de los individuos. No menos feliz fue la comunicación de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), que dice: “APBA, comunica su posicionamiento a favor del pleno ejercicio del derecho a contraer matrimonio y conformar familias de ciudadanas y ciudadanos, con total independencia de su orientación sexual. Entendemos que el Proyecto de Ley de matrimonio para personas del mismo sexo, actualmente a consideración del Senado de la Nación, avanza decisivamente en este sentido, motivo por el cual expresamos nuestro apoyo a su inmediata sanción” Mi respuesta fue: “No estoy de acuerdo. Me parece poco inteligente que por entender que el proyecto de ley de matrimonio para personas del mismo sexo... “avanza decididamente en este sentido, motivo por el cual expresamos nuestro apoyo a su sanción inmediata”. Resulta demasiado pobre y sin argumento, es que nosotros como profesionales en psicología, no tenemos absolutamente nada que aportar?. Deseo refrescar conceptos que sobre el desarrollo psíquico vertí en oportunidad de la presentación de mi tesis doctoral (1977) y en un trabajo de investigación sobre Familia y Comunicación (1978) (CONTINúA EN PáG.2)

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Joaquín Sabina

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n su torbellino, el amor articula una ilusión de plenitud del ser, con la falta en ser. Como desde siempre ha enseñado la cultura el amor es idealización y ensueño, pero también subjetivación del vacío que en tanto humanos, nos constituye: su promesa de re-encuentro, su ilusión febril, su desvarío, envuelven una inquietante vecindad con el desamparo y la soledad que habitan el corazón mismo del hombre. El amor es vértigo que amalgama juramentos y traiciones, promesas de eternidad con muelles desiertos, paraísos con flores mustias, sueños de completud con pañuelitos estrujados. Es vacío 1 que, desde su agujero carnal, inventa una esperanza: ella empuja, aunque extravíe, a una continuidad, a un fluir por los laberintos de la vida. Naciendo de una falta, el amor intenta el encuentro entre alguien a quien algo le falta y alguien que parece tener “eso” que le falta al primero. Más tarde o más temprano se revelará que sólo ilusoriamente puede creerse en un encuentro por el cual alguien tiene (y puede dar) lo que le falta al otro. Aunque tales malentendidos generan una discordia que es esencial en el amor, como lo enseña el saber popular y lo acentúa Lacan 2, su papel es propiciatorio: tienen el mérito de producir una puesta en escena de carencias, ansias, ilusiones y desengaños; de constituir un campo ficcional de decisiva importancia para el análisis (y para la vida misma): “es preciso que hagamos surgir el campo del engaño posible.” 3. UN ANUDAMIENTO

Hay una pérdida de goce que es inaugural en el hablante, ya que se produce como consecuencia del encuentro entre el cuerpo viviente y el significante. En su empuje por hacer pasar el goce a la palabra, haciéndolo entrar en el campo de la demanda (lo que se pide, se da, se niega, se intercambia), el significante no sólo transmuta el goce, sino que le infringe una pérdida radical: el cuerpo viviente es vaciado del goce que, por viviente, le suponemos. La alienación es forzada: el viviente no la elige, debe someterse a ella; pero si bien perder la bolsa salva la vida, lo perdido no deja de llorarse, condiciona desde entonces una nostalgia (por lo que presuntamente fue) y un ansia (indeclinable) de recuperación. Todo esfuerzo de lo simbólico por llevar el goce a la palabra, atrapándolo en la demanda, será fallido. Es por ello que se circunscribe una “zona de goce”, un campo que es exterior al significante: “territorio” al que la palabra no alcanza, de límites imprecisos, sombra que amenaza al símbolo con la potencialidad de una irrupción arrasadora. Por otra parte el goce extraviado, descaminado por las vías simbólicas, va a encontrar una nueva localización (además de las palabras): los agujeros del cuerpo real son el lugar privilegiado para los intercambios entre el sujeto y el Otro. Allí se recortan, se separan del cuerpo los objetos, que tanto permiten alcanzar una satisfacción libidinal como simbolizan, por estar destinados a desprenderse, la pérdida originaria. En dicha pérdida pueden, entonces, precisarse tres articuladores esenciales: vaciamiento, nostalgia y recorte del objeto. A partir del deseo se agrega otro articulador fundamental: la función de la causa, que transforma lo traumático de la pérdida en motivación, induciendo la movilización y la búsqueda. Pero ello requiere de una condición: la función del amor, que permite al sujeto obtener una imagen que se postula como continente del objeto perdido. Para que la función de la causa se articule con la originaria pérdida de goce, es necesario que un señuelo se le presente al sujeto, prometiéndole el anhelado reencuentro con lo perdido: en el espacio de esa pérdida radical, empujado por un objeto (no menos radicalmente) perdido, llamado por “otro” objeto (recortable del cuerpo del semejante) que aparenta ser alcanzable, la relación de objeto es hecha posible por el anudamiento borromeo de amor, deseo y goce. Funcionamiento (normativizado por el complejo de Edipo) sostenido por una lógica fálica: el deseo promete goce para mitigar la pérdida originaria; el amor promete unificación a quien afecta la división y la incompletud.

(CONTINúA EN PáG.3)


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