AÑO XVIII Nº 185 JULIO 2012
P E R I Ó D I C O D E D I S T R I B U C I Ó N G R A T U I T A
PUBLICACIÓN MENSUAL, ESPECIALIZADA EN EL
Periódico El Øtro del ámbito «Psi» (Reg. Prop. Intelectual nº 419.367) ISSN 2250-8805 Publicación editada y distribuida por EDICIONES El Øtro (Reg. Nac. Der. de Autor nº 452.270) C.U.I.T 30-69381315-4 Director: José H. Méndez
CAMPO DE LA SALUD MENTAL, INDEPENDIENTE, PLURALISTA, PROFESIONAL Y DE OPINIÓN QUE PROMUEVE LA ACTIVIDAD «PSI»
notas y publicidad del mes
www.psi-elot r o.com.ar
Por Ana Casalla
PSICOANALISIS EN HOSPITAL
*
archivo de ediciones anteriores
FAMILIA ADOPCIÓN
Por Por Alicia Beramendi Claudia Cadranel Julia Gomel María Teresa Marin Lidia Matus
*
EL SUJETO PERJUDICADO
VÍNCULO DE GUARDA PRE-ADOPTIVA: ¿UNA TRAMA FAMILIAR POSIBLE?
“Nuestro sistema se caracteriza por la exclusión, que no sólo es desempleo, sino también destrucción de la personalidad. El problema fundamental de la democracia es la defensa del individuo y la lucha contra la exclusión”. Así decía una entrevista Alain Touraine a propósito de la Argentina, en el diario La Nación este domingo1
L
os psicoanalistas, tanto por estar metidos en el mismo sistema y también por lo que escuchamos en la clínica certificamos lo dicho por Touraine y podemos incluso dar testimonio de todo tipo de la exclusión social. Sin embargo, agregaríamos que si ciertamente es un problema fundamental para la democracia –en tanto Touraine sitúa la democracia como defensa de lo individual- así mismo lo es para los psicoanalistas quienes nos sentimos conmovidos por ese inmenso problema. Efectivamente, también para el psicoanálisis se trata de la defensa del individuo pero, conviene aclarar, como singularidad. Sin embargo, en cuanto a la problemática del sujeto –psicoanalíticamente hablando- hay cuestiones desde ese campo que quisiera considerar pensando en la clínica. El camino clínico, rico pero con límites, lleva al encuentro del analista con el padecimiento del paciente. Uno u otro consultante evocan en el tratamiento psicoanalítico la dificultad en juego, del propio analista también, por una razón estructural: la castración2. Es que la transferencia implica a ambos. Es un lazo singularizado por la dificultad de la posición del analista. Y es ético, ya que –dicha dificultad de la posición del analista- es el punto de fisura donde se marca el deseo del analista, puesto que analizamos con los límites humanos incluidos. Efectivamente, sólo poniéndolos3 en juego, se posibilita que una dimensión nueva intervenga en ese sufrimiento, lo cual implica, entonces, una forma de lazo social. Implica que el analista tenga que estar ahí. Será por eso que hoy y en estas circunstancias, sólo puedo explayarme en el tema que nos ocupa desde la poesía y la clínica. Es que el mismo sufrimiento puede conducir –según qué se haga con ello- a encontrarse con la humanidad que habita en el hombre, aún en condiciones de crueldad y de exclusión. Quise compartir en ese sentido una poesía de Fried:
Un perro El cual está muriendo Y El cual sabe Que está muriendo Como un perro Y El cual puede decir, Que sabe, Que está muriendo, Como un perro, Es un hombre. Erich Fried
Intuyo que esta poesía puede transmitir algo de lo que hoy nos convoca. En ella, decir y saber del sufrimiento y de la degradación se resuelve de un modo increíblemente individual. Es un modo individual que sin embargo no elude el lazo con otros –esa es la clave- por cuanto nos habla, nos hace saber y de ese modo nos incluye. Pasa el padecer deviniendo poema. En acto devuelve dignidad al hombre que habla. Aunque no le evite sufrimiento y no lo salve de que ese sea su último acto. Se subjetiva en la poesía ese ser que se nombra perro puesto que al decir y saber que esta muriendo como tal, eso lo trastoca en hombre. Frente a ese inmenso problema decía, los psicoanalistas procuramos resistir desde esta pequeña trinchera que es el psicoanálisis. Lo llamo trinchera en la medida en que el psicoanálisis, jugando determinados resortes –en el interior del dispositivo analítico- en ocasiones, posibilita una respuesta a la destrucción del sujeto. El sociólogo francés habla de destrucción de la personalidad, en cambio nosotros preferimos por la especificidad que nos ocupa hablar de sujeto. Puesto que hablar de sujeto –llamarlo en cada caso- connota deseo, singularidad, diversidad de respuestas. Justamente considero que el psicoanálisis propicia el encuentro
del sufriente con su palabra pero dirigida al analista. El analista puede, algunas veces, hacer desencontrar por su posición en la cura a ese Otro –evocado por el analizante- que se presenta gozándolo. Efectivamente, alguna razón habrá para ese padecer, algún lugar tomará eso que implique lo propio en juego: lo que empecé a abrir como la singularidad de cada uno que atañe a lo singular del goce y a legitimar la diferencia con otros. Eso es una política contra la exclusión. Política contra la exclusión, que atraviesa el psicoanálisis mismo, y también de un modo u otro a los psicoanalistas y a sus sociedades. El tema que nos convoca en esta mesa: “El oro y el cobre”, caminos de la terapia analítica, abre a una dimensión particular a través del título de las jornadas. El título: El amor en Tiempos de Cólera: Actualidad de la Transferencia evoca el amor en tiempos de coléricos, pero referidos a la actualidad de la transferencia. Recuerdo que la ira, la cólera, es cuando las clavijas no entran en los agujeritos4. Nos preguntamos: ¿Por qué la cólera en el título de estas jornadas, y en este 2002? Somos habitantes de este país. Son inolvidables por lo tanto, los sucesos en que la cólera trató de poner algún freno en diciembre a una política económica de saqueo salvaje a los argentinos. El Ameghino no está exceptuado de esta problemática, más bien todo lo contrario. Seguramente se hizo necesario entonces, poner bajo esa problemática las jornadas de este año. En esa realidad analista y analizante estamos inmersos aún hoy. Una realidad que si nos encolerizó en diciembre, nos deprime y socava cada vez más en octubre. Es que es una realidad que empeora. Sin embargo no sólo la cólera, puesto que el título convocante a las jornadas está compuesto –recordemos- por dos frases
CONTINúA en PáG.2
Nos interesa abordar algunas vicisitudes del vínculo entre pre-adoptantes y niños en tiempo de guarda, en especial en la complejidad del caso de adopción de niños mayores. Nos centraremos en los efectos paradojales que pueden producir nuestras prácticas cuando desconocemos las especificidades de este vínculo.
A
partir del trabajo con pre-adoptantes o con quienes consultan para elaborar su propósito de adoptar, hemos recortado el período de guarda como una etapa del vínculo de filiación por adopción que presenta especificidades a las que es necesario hacerles lugar. Se nos impuso para ello, un trabajo de de-construcción, partiendo de preguntarnos desde dónde estamos pensando esta realidad. Pensamos que entonces emerge la posibilidad de considerar lo hasta entonces desmentido. La escena clínica se abre y se hace visible en sus aspectos velados, convocándonos para que el armado de otra escena -“una trama familiar posible”-, sea posible.
Comencemos aclarando algunos conceptos:
El proceso de adopción, desde lo jurídico, implica dos momentos diferenciados: el primero incluye todos los pasos y procedimientos tendientes a adjudicar la Guarda del/los niños, con fines de adopción. El estado, en su responsabilidad de preservar la vida del/los niños, participa en la adjudicación de la Guarda y en el seguimiento de esa vinculación. En el sexto mes será posible iniciar el segundo momento: el juicio de adopción, que concluye cuando el juez determina el cambio de filiación. La sentencia judicial que acuerda la adopción, tendrá efecto retroactivo a la fecha de otorgamiento de la Guarda. Se trata entonces, más que de un momento, de una institución. Ser guardador es tener a cargo la preservación de los derechos del niño, ejerciendo funciones paterna y materna sin que exista filiación jurídica. Un sábado a la mañana, Lucía llama por teléfono a su analista, en estado de profunda angustia, desesperación y desconcierto. Le cuenta sumamente alarmada el episodio vivido con Carlos (9 años) y Rubén (8 años), a quienes
CONTINúA en PáG.3