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LA DROGADEPENDENCIA
EL ESTADO DE INDIFERENCIACIÓN
NO EXISTE**
EN LAS FAMILIAS NUCLEARES Y LOS GRUPOS TRIBALES PRIMITIVOS
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n este trabajo, se señalan algunas semejanzas que existen entre lo que la terapia familiar conoce como “familias rígidas” y la organización tribal de los pueblos tribales primitivos.
La presencia del narcotráfico en los poderes públicos, el ultimátum del sida y las falacias en cuanto a su etiología, hacen del consumo de drogas un tema crucial del Siglo XXI.
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ntes de la creación universal, cuando toda la materia se concentraba en un solo punto pues aún no se había expandido en el espacio, unos extraños seres cursaban amablemente sus vidas. Hasta que, de pronto, entre ellos, una dama dijo la frase que originó el big bang: “¡Muchachos, como me gustaría amasarles unos tallarines!”. Para complacerla, entonces, hubo que crear el espacio, los campos de trigo, el agua para regarlos, las galaxias, el sol, los animales que darían la carne para la salsa, etc. Esta historia, resumida de “Todo en un punto”, cuento de Italo Calvino, armoniza con una idea de Jacques Lacan: “Una cosa no existe sino a partir del momento en que es nombrada por alguien”. Pero, además, viene a coincidir con la semiología del mensaje publicitario (“El mundo no es otra cosa que la forma en que ha quedado dicho mediante algún lenguaje”) y concuerda, asimismo, con una poesía de Antonio Machado: “También la verdad se inventa”. El cuento de Italo Calvino viene a colación de expresiones como “drogadependencia” (o “drogodependencia”) y “adicción”, que atribuyen a las sustancias la responsabilidad de ciertos perjuicios que son propiedad de los humanos. Esto es al menos extraño, porque si bien las drogas fueron consumidas desde la Antigüedad, sólo a finales del Siglo XIX se empezó a referirse a ellas como si fuesen un flagelo o una enfermedad. Fue recién con el advenimiento de la psicofarmacología moderna, y tal vez por su influencia, que consumir tóxicos fue considerado como una “organización psicopatológica autónoma”. Pero, una vez formulada esa noción y tal como pasó con aquella dama y con su deseo de amasar unos
tallarines, llegó el momento en que, el diagnóstico “drogadependencia”, no pudo sostenerse por sí mismo. Y entonces se produjo otro big bang: la psiquiatría recurrió al médico generalista y éste convocó a la psicología, y el psicólogo pidió el auxilio de la bioquímica que, a su vez, demandó a la pedagogía y a la Justicia, y el alud fue creciendo hasta que, entre todas las disciplinas, convocaron a la policía para que apresara al drogadicto que había adquirido el doble estatuto
Para llegar a sus formulaciones, este trabajo entrevistó extensamente a 130 mujeres y varones en varias ciudades de distintas provincias argentinas, consultando a choferes de micros de larga y media distancia, periodistas, presos en cárceles, pacientes internados por consumo de tóxicos, habitantes de villas miserias, deportistas y alcohólicos en recuperación. En cuanto a los planteos teóricos, hay que señalar que siguieron el camino trazado por autores como Sylvie Le Poulichet (Las narcosis del deseo, Amorrortu, 1996). Y también por el grupo TyA (Toxicomanía y Alcoholismo) y sus tres ejemplares de Sujeto, goce y modernidad (Atuel). Se recurrió, además, al formidable aporte de la Facultad
En estas dos sociedades encontramos que los miembros que la integran se hallan pobremente diferenciados respecto del grupo de pertenencia, funcionando más como una parte de un gran organismo que como seres independientes y autónomos, capaces de relacionarse sin perder o modificar su grado de individualidad. En ambos casos, esta forma de comunidad está fundamentada por un conjunto de creencias compartidas por todos los miembros y en las cuales se organizan y van creando su concepción del universo. Se dan también algunos ejemplos interesentes de esta indiferenciación que –para la mentalidad primitiva- se hace extensiva a la totalidad de los procesos que tienen lugar en la naturaleza. Cuando hablamos de desarrollo, de diferenciación, de individuación; hacemos referencia a un proceso natural de crecimiento mediante el cual el individuo va adquiriendo una personalidad cada vez más definida y por consiguiente en grado mayor de autonomía con respecto al grupo de pertenencia. Sin embargo, este desprendimiento a veces no se produce y el individuo permanece en un estado indiferenciado, donde sus límites personales no están claramente delimitados respecto de los de lo otros miembros del grupo. Encontramos que el estado de indiferenciación estudiado por la Terapia Familiar en las familias nucleares rígidas de nuestra sociedad existe también en muchas de las culturas llamadas primitivas. Para la Teoría Sistémica, la familia puede compararse a un organismo vivo cuyos procesos homeostáticos pueden modificarse en base a las leyes que evolucionan en el tiempo, con el fin de adaptarse mejor a las exigencias de las nuevas etapas de su desarrollo. Esta autorregulación del sistema, se asienta en dos tendencias opuestas pero complementarias: por un lado, la diferenciación progresiva de los miembros hacia funciones cada vez más ricas y variadas; y por el otro, el mantenimiento de la unidad del grupo en el tiempo. La capacidad creciente de participar en diferentes situaciones, establecer nuevas relaciones y pertenecer a otros sub-sistemas extrafamiliares, permite desempeñar roles diferentes enriqueciendo aspectos de la personalidad que hasta ese momento no se conocían o eran pobremente utilizados. Con el ensanchamiento progresivo del espacio individual, la persona va descubriendo e integrando estos nuevos elementos a su verdadera identidad específica, pudiendo luego hacer uso de ellos en diferentes situaciones. En este sentido, el individuo se volverá cada vez menos indispensable en el funcionamiento de su sistema familiar original, produciéndose la separación de éste en aras de la creación de un nuevo sistema en la construcción de una nueva familia. Ahora bien, para que todo este proceso se dé de una manera fluida, la familia de pertenencia debe ser flexible –esto es- capaz de tolerar las fases de inestabilidad que cualquier proceso de crecimiento implica, ofreciendo, en el cambio, un punto de referencia constante como apoyo para el mantenimiento de la continuidad personal. Cuando esto no ocurre, nos encontramos ante un sistema rígido, caracterizado por su poca capacidad de adaptación a las nuevas situaciones relacionales que el transcurrir del ciclo vital trae aparejadas. Así, el acrecentamiento de la autonomía es vivido como un peligro creciente para la estabilidad del sistema, el cual intenta reducirlo a su mínima expresión, pautando relaciones estereotipadas en base a funciones rígidas acordadas en forma explícita o no. De esta manera el individuo permanece en un estado indiferenciado,
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de esa manera oculta los múltiples perjuicios que padecen las personas. 4º Propone una categoría psicopatológica a partir del consumo de una sustancia y no se entiende de qué manera, y tan sólo por el apego a una misma droga, las personas serían similares y les correspondería el mismo tratamiento. 5º Supone que a una persona se le puede “ordenar que se cure”. 6º Realiza tratamientos que heredan lo peor de la psiquiatría: encierros, violencias y “drogas contra la droga” (metadona, psicofármacos, etc.). 7º Obliga a pensar que, la drogadependencia, es una construcción social, mediática y política y el eje de un discurso legal, sanitario y militar.
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de “enfermo” y “delincuente”. La hipótesis de este texto, de la cual sólo se brindará un segmento, surge de un extenso trabajo de campo, auspiciado por instituciones diversas (desde hospitales nacionales a la Selección Juvenil de fútbol de la AFA) y solventado con aportes privados. Y uno de sus propósitos es señalar que, la “drogadependencia”, es una teoría construida de apuro y que genera diversos daños, entre los cuales deben mencionarse: 1º Organiza su saber alrededor del objeto-sustancia y no del sujeto-persona. 2º Establece una “terapia” que depende de discriminaciones policiales y legales que la carcomen. 3º Centra el daño en el tóxico y