Agua y Vida

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AGUA VIDA y

AGUA VIDA y

AGUA VIDA y

Idea y edición literaria: Gigliola Zecchin

Dirección editorial: Juan Manuel Duhalde

Textos apertura y capítulos: Diego Golombek; epílogo: Claudio Bertonatti

Edición: Gigliola Zecchin y Juan Manuel Duhalde

Arte y diseño gráfico: Daniela Coduto y Ariana Jenik

Investigación periodística: Ariel Cuch y Soledad Melli

Investigación y edición fotográfica: Silvia Gabarrot

Fotografías: Marcelo Gurruchaga

Traducción al inglés: Camila Rufino

Producción gráfica: Daniela Coduto y Ariana Jenik

Corrección: Irene Domínguez

Producción general: Canela Producciones SA

Supervisión editorial: Relaciones Institucionales. Laboratorios Bagó

Golombek, Diego Andrés, Agua y vida / Golombek, Diego Andrés ; contribuciones de Ariel Isaac Cuch ; Silvia Raquel Gabarrot ; coordinación general de Juan Manuel Duhalde ; editado por Gigliola Zecchin ; fotografías de Marcelo Gurruchaga. - 1a edición especial - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Laboratorios Bagó, 2022. 160 p. ; 30 x 21 cm.

ISBN 978-987-98983-9-0

1. Agua. I. Cuch, Ariel Isaac, colab. II. Gabarrot, Silvia Raquel , colab. III. Duhalde, Juan Manuel , coord. IV. Zecchin, Gigliola, ed. V. Gurruchaga, Marcelo, fot. VI. Título.

CDD 551.48

ISBN 978-987-98983-9-0

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin permiso escrito de los titulares del copyright.

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723. ©2022, Laboratorios Bagó SA

Índice

Carta presentación 7 Prólogo 9 Agua. Por Diego Golombek 11 Naturaleza. Maravillas de un planeta húmedo 29 Sociedad. La civilización que depende de ríos y mares 47 Deporte. En búsqueda del fluido equilibrio 65 Salud. La energía que nos mantiene vivos 79 Vida cotidiana. Compañía de todos los días 93 Ciencia. El principio de la vida 103 Historia y leyendas. Navegar a través de nuestro pasado 117 Arte. Una lluvia de ideas y de creatividad 135 Epílogo. Por Claudio Bertonatti 151

Agradecimientos y Créditos fotográficos 159

El agua transforma. Genera bienestar. Activa las industrias y las economías. Nutre nuestro ecosistema… El agua impulsa la vida.

Es un recurso esencial que ha sido utilizado por la humanidad en múltiples circunstancias que exce den la necesaria hidratación y, en el caso de la salud, ha sido clave para la prevención y el tratamiento de enferme dades, así como para la investigación científica.

Con esta premisa de fundamental relevancia para Laboratorios Bagó, y reforzando nuestro compromiso por la cultura, presentamos un nuevo libro cuyo eje es el agua y su capacidad transformadora, y que invita a recorrer los múltiples escenarios en los que su presencia impacta posi tivamente para nuestro desarrollo y crecimiento como país.

Convencidos de que ningún otro recurso natural resul ta tan imprescindible para potenciar la calidad de vida de las personas, invitamos a un gran equipo encabezado por Diego Golombek, doctor en Ciencias Biológicas y presti gioso divulgador científico, y por la reconocida periodista Gigliola Zecchin, Canela, para producir Agua y vida Esperamos que disfruten de estas páginas que nos per mitirán estimular nuestro conocimiento sobre este valioso recurso y profundizar el diálogo acerca de su uso respon sable para cuidar nuestro futuro y el de las generaciones venideras.

Water transforms. It gen erates wellbeing. It boosts industries and economies. It nurtures our ecosystem… Water drives life.

Water is an essential resource that has been used by humankind in mul tiple circumstances exceeding the necessary hydration and, in the case of health, it has been crucial for the prevention and treatment of diseas es, as well as for scientific research.

With this idea that is significantly relevant for Laboratorios Bagó, and re inforcing our commitment to culture, we present a new book focused on water and its transforming capacity, and which invites to explore the mul tiple scenarios in which its presence has a positive impact on our develop ment and growth as a country.

Convinced that no other natural resource is so essential to enhance the quality of life of people, we invited a great team led by Diego Golombek, PhD in Biological Sciences and a prestigious science communicator, and by the re nowned journalist Gigliola Zecchin, Canela, to produce Water and Life

We hope that you enjoy these pages that will help us broaden our knowl edge on this valuable resource and improve the dialogue on its responsi ble use to take care of our own future and that of future generations.

Sebastián Bagó Juan Carlos Bagó

Desde el principio mismo de la filosofía Tales de Mileto pensaba que el agua era el origen de todo lo que existe y que la tierra, como un tronco, flotaba en ella. Más tarde, Aristóteles reflexionaba sobre “lo húmedo que da origen a la vida”. Y Leonardo da Vinci, en su luminosa concep ción de lo viviente afirma: “El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza”.

De la filosofía y la ciencia a la sabiduría popular que repite: “agua que no has de beber déjala correr”, o casi su contradicción: “agua que pasa, no vuelve a pasar”. La idea del agua nos acompaña como el aire que respiramos.

De pronto, cuando a raíz de la propuesta de Laboratorios Bagó concen tramos nuestro objetivo como equipo en un desafío tan vasto y universal como el agua, tema elegido como eje de este libro por Edgardo Vázquez, su gerente general, se nos aparecieron imágenes e ideas que lo abarcan todo. Aquello que sabemos, lo que creíamos saber y lo que no sabemos todavía.

Desde su conocimiento como biólogo y divulgador científico, Diego Golombek nos introduce a este tema vital. Elige un lenguaje directo y claro no exento de humor que nos permite considerar desde distintos puntos de vista el valor del agua. Desde los hábitos en lo cotidiano hasta lo social y lo económico, valo rizando los descubrimientos en los que interviene la ciencia y la técnica que deberían influir en las decisiones políticas y los acuerdos planetarios. De lo que se trata es de enfatizar cómo el uso y su cuidado es responsabilidad de todos. En este mismo sentido, el naturalista Claudio Bertonatti nos ofrece una sensible página final.

Hemos procurado que las imágenes obtenidas por grandes fotógrafos, entre ellos especialmente Marcelo Gurruchaga, sumadas a una minuciosa investi gación de archivo, ampliaran los textos y revelaran la presencia del agua en el todo: sus secretos, utilidad, misterio y belleza, como expresa la obra de arte que acompaña este prólogo.

Corresponde un reconocimiento especial al equipo de excelencia que ha co laborado desde el diseño, el relevamiento de material visual y literario y que, com prometido con este proyecto, ha puesto su pasión en las páginas de Agua y vida

El pez de Brancusi, técnica mixta sobre tela, Pérez Celis, 2007.

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Gigliola Zecchin
¡Rejuvenecer a cada instante el mundo: tarea del Agua!

agua

La revolución del agua Agua, agua, agua. El agua es quizá el elemento más primario, más obvio, más vital que conocemos desde que el mundo es mundo.

El agua cambia todo lo que la rodea. Convierte páramos en huertas, trans forma los colores, genera emociones, modifica el paisaje y el ambiente.

El agua limpia. Es, de alguna manera, un solvente universal, que alimenta nuestros sentidos químicos, lava la tierra y las manos, disuelve el polvo y las burbujas.

El agua lleva y trae. Transporta nutrientes, organismos, minerales, viaja por el cuerpo y por el planeta, hace flotar barcos de papel y de acero, levanta islas y hace viajar a las nubes. El agua es parte de un ciclo eterno, de una relación permanente entre el cielo, la tierra y el inframundo.

El agua regenera suelos, inventa árboles, hace florecer los desiertos y las urbes. Inventa caminos; desarrolla y rompe límites y fronteras. Protege las ciu dades y los hogares… aunque a veces cambia el rostro y, poderosa, arrastra sedimentos y aluviones, sumerge lo que encuentra a su paso.

Al fin el agua es, sobre todo, vida. No podemos ni siquiera imaginar el origen de los seres vivos o cualquiera de sus funciones sin la presencia de agua. Desarrollamos nuestros sistemas e ingenierías hídricas a imagen y semejanza de los organismos que, sabiamente, inventan tubos y cañerías, canillas y vál vulas, para que el agua pueda hacer sus tareas en todo el cuerpo. Allí están las plantas, esos pulmones planetarios, alimentándose de agua que sube y baja, produciendo oxígeno como una fábrica cuyo producto se puede respirar.

Sí, es todo eso, pero el agua es también un recurso indispensable para los países, las industrias y las economías. Las zonas húmedas del planeta –en fran ca minoría con respecto a la sequedad reinante, a excepción de mares y océa nos– son fundamentales para la humanidad. Son barreras frente a la erosión y esponjas frente a las inundaciones. El agua es protagonista de la historia: dispara civilizaciones, desarrolla industrias, augura peleas y amistades.

Y, quizá lo más importante, el agua es sinónimo de salud. Si tuviéramos que nombrar un factor (y solo uno) que haya contribuido a la calidad de vida de la población, que haya sido decisivo en la esperanza de vida y el bienes tar de la gente, no cabe duda: el agua siempre estará en la primera posición.

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Traten de imaginar una vida saludable y prometedora, que nos permita cumplir con nuestros sueños, sin agua. No, ni siquiera podemos imaginarlo.

Efectivamente, el agua es vida, es salud, es calidad, es transformación.

El agua es una revolución.

La promesa del agua

Cuando los astrónomos levantan sus antenas, sus telescopios y sus esperanzas hacia el cielo, lo hacen con una ilusión secreta. No se trata solo de hallar nuevos cuerpos celestes, explosiones cósmicas o agujeros de diversos colores. No, acaso busquen una sustancia maravillosa y cotidiana, el origen de la vida tal cual la conocemos: el agua. Como diría el poeta Francisco Umbral,

Inventan el milagro, hay agua en Marte. Ese charco ligero entre los cielos, esa huella ligera y matutina.

Si hay agua en Marte hay vida para siempre. Si hay agua en Marte hay luz en la tiniebla.

Efectivamente, podemos buscar esa luz en la tiniebla, comenzando por los diferentes planetas y objetos que surcan nuestro sistema solar. Entre ellos, sabemos que solo nuestro mundo posee agua en sus tres estados; al estar en una posición privilegiada con respecto al Sol, nos hemos permitido disfrutar de líquidos y hielos, de vapores y de nubes.

Pero ¿qué sucede con nuestros vecinos? Las Crónicas marcianas de Ray Bradbury nos indican que por sus canales y colinas corría agua líquida, hoy quizá limitada a asociarse con ciertas rocas y minerales —como seguramente ocurre en nuestra propia Luna—. Sin embargo, las condiciones de presión y temperatura del planeta rojo hacen que el agua que pueda encontrarse en sus polos en estado sólido pase directamente a vapor, por el proceso llamado sublimación. Al menos, la situación es más promisoria que en Venus, donde ya no esperamos encontrar agua. La sorpresa nos la puede dar Mercurio, el planeta más cercano al Sol, en el cual extrañamente se detectó la presen cia de hielo en sus zonas polares. Los planetas gigantes y lejanos parecen tener nubes cargadas con agua; y quizá sus lunas —parajes favoritos de la ciencia-ficción— sí cuenten con agua líquida y, quién sabe, vestigios de vida en algún momento de su evolución.

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Sin embargo, hay muchos más planetas que los que puede ver nuestra astro nomía. Los llamados exoplanetas, más allá de los confines de nuestro sistema solar y, más aún, de nuestra galaxia, podrían albergar agua líquida si se encuentran en la órbita adecuada alrededor de sus estrellas.

Miremos ahora más cerca… mucho más cerca: hacia nuestra querida Tierra. Ya su nombre es un equívoco: se sabe que el agua —sobre todo el mar— cubre dos tercios de la superficie del planeta. Todos los astronautas que ven la Tierra desde el espacio se emocionan hasta las lágrimas cuando enfocan ese ma ravilloso globo… azul. No solo eso: el agua penetra muy profundo en nuestro planeta; la fosa más honda está cerca de las islas Marianas, en Filipinas, y llega a una profundidad de ¡11 kilómetros! Sigamos con los números. En la Tierra hay aproximadamente 1,4 x 1024 g de agua (14 seguido de 23 ceros). Sin embargo, esto podría ser una completa subestimación. Recientemente se sugirió que el mineral llamado ringwoodita, que se encuentra debajo de la corteza terres tre, puede contener grandes cantidades de agua asociadas. Se calcula que en nuestro planeta habría unos 1.400 kilómetros cúbicos de agua en sus diversas formas. La gran mayoría está constituida por el agua salada de los océanos y mares, y en mucha menor medida lo integran hielos polares y glaciares y el agua subterránea (cada cual con menos del 2% del total). Finalmente está el agua líquida dulce, presente en los lagos, ríos, nieve, humedad del terreno y, como veremos más adelante, el agua que todos los seres vivos llevamos dentro.

Sin embargo, hay algo que no sabemos: cómo llegó el agua a la Tierra. ¿habrá venido desde la misma formación del planeta o será la consecuencia de los cho ques de los cometas y asteroides que nos bombardearon hace 4.000 millones de años? Y ese es uno, solo uno, de los misterios del agua.

El misterio del agua

Dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. ¿Puedes creerlo?

Dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno —nada más simple que eso—. Hasta son los elementos más comunes: el hidrógeno es seguramente lo más abun dante en el universo, y el oxígeno, uno de los más comunes de la corteza terrestre. Sin embargo, el agua sigue siendo una molécula sorprenden te, y fundamental para la vida. Es la parte principal de nuestro cuerpo

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(que requiere agua para todas sus funciones), ha modelado el cli ma de nuestro planeta, es un solvente casi universal, tiene una enorme capacidad calorífica, es el hábitat obligado de muchas plantas y animales, es rica, es sana… ¿qué más se le puede pedir? Quizá una enorme fuerza, y allí está la denominada tensión super ficial, la energía necesaria para aumentar la superficie, también llamada la piel del agua. Imaginemos que, en una gota, en un char co o en un recipiente, las moléculas de agua van a estar atrayén dose unas a otras (a través de uniones conocidas como “puentes de hidrógeno”); sin embargo, las que estén en la superficie van a estar atraídas solo “hacia adentro”. Esa tensión o fuerza es difícil de romper; incluso hay algunos animales que pueden caminar sobre el agua aprovechando la tensión superficial. Esta tensión es tam bién responsable del llenado de los pulmones y de la capilaridad que permite, por ejemplo, el ascenso del agua por las plantas. Es más: si ponemos con mucho cuidado un alfiler en una superficie de agua lo más pura posible… ¡va a flotar (sostenido por “la piel del agua”)!

La fórmula de la molécula de agua es posiblemente la primera que aprendemos en nuestra vida, y nos queda grabada para siem pre. Aunque recién hacia fines del siglo XVIII se llegó a la conclu sión de que el agua no era un elemento simple, sino compuesto por otros dos. Y así como se puede componer, se puede descom poner: a través del proceso conocido como electrólisis, obtene mos el hidrógeno y oxígeno que la conforman. Más adelante se descubrió que entre el oxígeno y cada uno de los hidrógenos se realiza un enlace con un ángulo de 104,5 grados… un número que quizá no nos diga demasiado, pero es parte fundamental de una de las características del agua: que sea polar, con áreas de densi dad de carga positiva y otras con densidad de carga negativa. Esta polaridad resulta en que el agua sea un gran medio de transporte y disolución de numerosas sustancias, incluyendo las que viajan por nuestro organismo.

El agua tiene también otras propiedades extraordinarias. Por ejemplo, su elevada capacidad calorífica, la energía que necesita para modificar su temperatura y, por lo tanto, su estado (de sólido a líquido, y de líquido a gaseoso). En otras palabras, el agua pue de absorber mucho calor, y esto la hace un regulador excelente, tanto de nuestra temperatura como del clima planetario.

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Hay más sorpresas acuáticas. El agua es una de las pocas sustancias que resulta ser menos densa —y ocupa mayor espacio— en estado sólido que en estado líquido: por esto es que el hielo flota. Este hecho aparentemente simple fue fundamental en la historia del planeta: cuando durante las grandes glacia ciones la Tierra se cubrió de hielo, la vida continuó floreciendo en el agua que fluía por debajo. Si el hielo hubiera sido más denso que el agua líquida, habría ido creciendo desde abajo hasta la superficie, no dejando lugar para la vida. Avancemos ahora hacia las particularidades del planeta Agua, esa esfera azul que llamamos hogar.

Hilos de agua

Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua.

Jorge Luis Borges

El agua va y viene, ya se sabe. La atrae y repele la Luna formando las mareas, baja de las montañas, se evapora hacia los cielos, renace en las lluvias y en las raíces. El agua da vueltas y permanece en el tiempo y en el espacio: su ciclo es, quizá, una metáfora de la eternidad. Gota más, gota menos, gracias al ciclo recurrente del agua, los dinosaurios deben haber bebido la misma agua que nosotros bebemos ahora.

Su ciclo permite que las nubes la almacenen y luego la dejen caer en forma de lluvia, nieve o granizo. La Tierra la recibe alegremente, se escurre y fluye, para luego evaporarse, llegar a gran altura y condensarse para comenzar nue vamente el circuito. Como decíamos, la mayor proporción del agua está pre sente en los mares y océanos, verdaderos protagonistas de este ciclo vital: se calcula que almacenan un 80% del total, mientras que solo un 2% está en el hielo o el agua dulce de ríos y lagos. Hay otras aguas, unidas a las rocas: repre sentan el 18% restante.

¿Cuánto tiempo se queda quieta el agua en cada lugar? Si pudiéramos seguir cada molécula acuosa, veríamos que en promedio vive en los mares y océanos durante 3550 años, mientras que solo perdura en ríos y lagos du rante unos 4 meses. El agua atmosférica es más efímera: pervive allí duran te solo unos pocos días. Aunque, a veces, se vuelve aventurera y, como dice

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Ramón Gómez de la Serna, el agua se suelta el pelo en las cascadas, incluyendo en nuestras extraordinarias cataratas del Iguazú, una de las maravillas del mundo.

Las lluvias son también actrices del ciclo hidrológico. Quizá, es cierto, no tan espectaculares como las que asolaron a Macondo durante cuatro años, once meses y dos días, según cuenta Gabriel García Márquez en Cien años de soledad. Lo interesante es que el agua de lluvia, que vuelve a la Tierra luego de ser evaporada y condensada, puede ser almacenada en grandes tanques o cisternas, y podrá ser utilizada para riego o consumo cuando fuera necesario (o cuando fue necesario, como en la antigua Roma o en las culturas mesoame ricanas prehispánicas).

Los ríos, por su parte, han sido sinónimo de la humanidad y la civilización desde sus comienzos: como dice el refrán, cuando el río suena, agua lleva. Allí donde hay un río se puede soñar una ciudad, como las que se soñaron en la India, en la Mesopotamia, en Egipto o en los valles de Perú y México. Pero no necesariamente son los ríos los mayores reservorios de agua dulce —de por sí un bien escaso—: una buena parte está en hielos y nieves, otro tanto en los acuíferos que nos recorren por debajo de la superficie terrestre (como ese enorme reservorio natural que subyace en la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y una mínima proporción se encuentra en los ríos y los lagos.

Los reservorios de agua dulce son nuestro futuro. Y también lo son las gran des masas de hielo, los glaciares y las nieves eternas que afortunadamente definen gran parte de nuestro país. El agua además marca límites, como el que estableció Francisco Pascasio Moreno para superar las diferencias con Chile; el mismo Moreno que da su nombre a ese prodigio de la naturaleza, el glaciar que nos regala el espectáculo de romperse frente a nuestros ojos maravillados.

Entre sus muchas funciones, el agua y sus ciclos gobiernan el clima del pla neta. Ya sabemos que el agua puede absorber y liberar mucho calor; así, las grandes masas de agua regulan la temperatura y la mantienen dentro de límites aceptables para la vida en la Tierra. No por nada la denominación de algunos de los meses del calendario de la Revolución francesa era claramente acuosa: el brumario, el frimario, el nivoso y el pluvioso.

Claro que el ciclo del agua ya no es lo que era. En los últimos 200 años, los modos de vida y producción alteraron la composición de la atmósfera e impactaron en los ecosistemas marinos, las características de las aguas, las poblaciones y la función del océano como moderador del clima. Afectado por el cambio climático, el ciclo del agua nos permite visibilizar cuán frágiles somos y asumir la responsabilidad de las actividades humanas en la crisis actual.

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Detengámonos un momento en las palabras: llamamos dulce a esa agua presente en ríos, lagos y lagunas. Dulce como la dicha, como el jardín de las delicias, como las emociones. Pero, ¿no es que el agua es, entre sus propie dades, insípida, o sea, carente de sabor? Nada de eso: para nuestras lenguas y nuestra percepción el agua es dulce, y así la llamamos, para recordar que de ella dependemos, de esos reservorios que aseguran la salud y la posibilidad de expresarnos en toda nuestra dimensión.

El agua es vida, y la tentación de pensarnos ríos es mucha, como nos recor dó Jorge Manrique en su famoso poema de 1476: “nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar”. Allá vamos, a la mar.

El mar de agua y de plata

Como todo el mundo sabe, Simbad el Marino recorrió los Siete Mares. Lo que no todo el mundo sabe es que los siete mares de la Antigüedad eran el mar Me diterráneo, el mar Rojo, el mar del África del Este, el mar del África del Oeste, el mar de China, el Golfo Pérsico y el océano Índico. Nuestros siete mares ac tuales podrían ser el Pacífico Sur y Norte, el Atlántico Sur y Norte, el Antártico, el Ártico y el Índico.

Los hay de todos los colores. En general tienden a ser azules porque reflejan el color del cielo, sin embargo, esto cambia con la profundidad, las algas o las partículas que lleve en suspensión. Y si de colores se trata, cómo no recordar al mar Negro (que separa Europa de Asia), el mar Rojo (entre África y Asia, que debe su color a un alga roja) o el mar Amarillo (en China, y que lleva arcillas de ese color del río Huang He).

Serena o furiosa, la mar nos fascina. Comparte con el fuego su hipnotismo, la imposibilidad de resistirnos a sus designios, la atracción de nuestra mirada. Y nos habla, con la voz de los poetas:

Aquí en la isla el mar y cuánto mar se sale de sí mismo a cada rato,

dice que sí, que no, que no, que no, que no, dice que sí, en azul, en espuma, en galope, dice que no, que no.

Pablo Neruda

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Tan fascinante es que le debemos nuestro nombre, Argentina, al deseo de que nuestros mares y ríos estuvieran rociados por la plata, el metal precioso que refulgía en la imaginación de los conquistadores. No fue así, y no hubo plata en sus orillas o sus profundidades, pero el mar nos conforma, mucho más de lo que hemos admitido a lo largo de la historia.

El océano es oxígeno, vida, trabajo, soberanía, ciencia y cultura. Casi dos tercios de la superficie del país están cubiertos por las aguas del Mar Argentino y el océano Atlántico Sur, pero su inmensidad no evita que sea vulnerable. En los últimos 200 años, los modos de vida de la sociedad impactaron en los ecosistemas mari nos, la función del océano como moderador del clima y las características de sus aguas. El Mar Argentino es un recurso estratégico para profundizar el desarrollo tecnológico, económico y productivo del país; por eso, la participación comunitaria es central. Dialogar sobre esta situación crítica es la oportunidad para involu crarnos, entender diversos fenómenos y repensar nuestra relación con el océano.

Aunque no lo veamos, el 62% del territorio argentino está debajo del mar y es el hábitat de una enorme variedad de especies. El mapa bicontinental, que incluye nuestra porción sudamericana, el territorio antártico y la plataforma submarina, nos sorprende y nos interpela con su escala y su inmensidad. Aun que hay que estar muy atentos a sus variaciones: mientras avanzan las inves tigaciones sobre sus efectos en el océano, algunos estudios ya muestran que el cambio climático tiene un impacto notable en las especies que habitan en el Mar Argentino y mares antárticos.

Afortunadamente, el Mar Argentino no se caracteriza por su contaminación: podemos disfrutar de él en la mayor parte de sus costas. Sin embargo, las zonas costeras más urbanizadas e industrializadas sufren las consecuencias más seve ras de la contaminación, y son un aviso importante de lo que puede ocurrir a falta del cuidado necesario. Pensemos que, en el mundo, se descartan en el océano unas 13.000.000 de toneladas de plástico anualmente. En la Argentina, 40% de los materiales de plástico producidos por año son embalajes y terminan en el océano inquietando sus aguas. Mirar hacia el mar es también mirarnos a nosotros mismos.

El cuerpo de agua

Aun siendo terrestres, llevamos dentro nuestro océano personal, como recuer do del origen acuático común. Todo lo que hace nuestro cuerpo depende del agua: la circulación, la respiración, la digestión, los movimientos, el funciona miento del cerebro.

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No solo eso: la vida en la Tierra, tal como la conocemos, sería impensable sin agua, un líquido tan especial que hizo posible la evolución en el planeta. Sus cambios de estado, su capacidad de dar y absorber calor, su densidad, su espe cialidad en disolver otras sustancias, su ciclo eterno, entre otras propiedades, son responsables de que estemos acá, junto con los peces, las mariposas, las iguanas y las almejas. Las nubes, cargadas de agua, han hecho posible un clima agradable, sino tolerable para todos nosotros. Y el agua, también, le ha dado trabajo a miles de fabricantes de paraguas y de impermeables… Todo el tiempo estamos intercambiando agua con el mundo: cuando respi ramos perdemos unos 500 g (medio kilo) de agua al día, y si hace calor, se nos van unos cuantos litros de agua diarios con el sudor —sí, unos cuantos litros—. Casi es como si charláramos con la naturaleza en un lenguaje de humedades. Conversamos desde nuestros cuerpos de fuego y de agua: y tu cuerpo sea de llamas sobre un cuerpo de agua.

El agua es parte del medio interno del cuerpo, aquel que debemos mantener estable como sinónimo de salud. Muchos de los sistemas corporales se ponen en juego para conservar la homeostasis, ese mecanismo que logra que, frente a grandes cambios en el ambiente, nuestro propio medio ambiente cambie lo menos posible. No solo el agua se mantiene estable, sino también las sales que lleva disueltas. ¿Y dónde guardamos el agua? La mayor parte, alrededor del 30-40%, está dentro de las células. Otra buena porción (un 16%) se encuentra rodeando a esas mismas células, la llamada agua intersticial. Y solo un 4% circula a través de nuestros vasos sanguíneos. El resto está dentro de los órga nos o en el tejido conectivo. El ciclo del agua que ya hemos descripto tiene su contraparte en otro ciclo dentro de nuestro organismo: vivimos y dependemos del agua, como un tesoro del que nos alimentamos. Nos es tan cercana que nos conforma, adentro y afuera, en nuestra vida y nuestras historias.

El cuidado y la ingeniería del agua

Sin darnos cuenta, en nuestros hogares nos enfrentamos a un milagro cotidiano: abrir la canilla y que salga agua. Pero, ¿cómo ocurre este misterio maravilloso?

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¿Cómo llega el agua hasta la canilla de casa? El agua cruda (que se obtiene directamente de las fuentes de agua dulce) tiene que ser potabilizada —o sea, tiene que cumplir con los criterios del Código Alimentario Argentino: el agua para alimentación no debe contener sustancias extrañas que la hagan peligrosa para la salud, debe tener sabor agradable y ser de aspecto límpido—. Así, en las plantas de potabilización se comprueba que no haya sustancias tóxicas de origen químico o biológico, y hasta hay probadores y oledores de agua para el consumo humano.

En los grandes piletones donde se almacena el agua se agregan ciertas sustancias que hacen que las partículas en suspensión y los microorganismos caigan al fondo. Luego se filtra el agua y se desinfecta con cloro para destruir los microorganismos que hayan quedado. También se controla la acidez del agua y la presencia de diversas sales, y ya está lista para viajar a los hogares a través de las redes de abastecimiento. Claro que también hay una red de vuelta: la de descarga cloacal (que viene de los baños) y la de descarga pluvial (que se lleva el agua de lluvia para que la ciudad no se inunde). Así, la red nos provee de mucha, mucha agua… y la verdad es que usamos mucha, mucha agua. En el lavado de manos se consumen 6 litros por minuto de canilla abierta, un lavado en la varropas requiere 100 litros, y descargar el inodoro, unos 13 litros de agua. Entre otras actividades cotidianas, las más gastadoras son lavar un auto o regar un jardín grande: pueden usarse hasta 500 litros de agua.

En muchos países del mundo, incluyendo varios de Latinoa mérica, beber agua no significa abrir la canilla sino conseguir una botella con agua potable. Puede ser destilada o desmine ralizada: se hierve el agua, asciende el vapor y en el proceso quedan las impurezas tóxicas y las no tóxicas también, como los minerales. Además, se embotella el “agua de manantial”, que proviene de una fuente que emana a la superficie terrestre. La más común de las aguas embotelladas es el “agua mineral”, que puede obtenerse del subsuelo (se perfora la tierra para llegar a alguna fuente subterránea) o bien ser agua purificada a la que se agregan minerales. Algunos de los minerales son calcio, hierro o sodio.

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Todo esto trae consigo un mandamiento: cuidar el agua, como canta Joan Manuel Serrat:

Cuídala, como cuida ella de ti.

Brinca, moja, vuela, lava, agua que vienes y vas.

Río, espuma, lluvia, niebla, nube, fuente, hielo, mar.

Agua, barro en el camino, agua que esculpes paisajes, agua que mueves molinos…

Casi toda el agua de la Tierra es salada (y es mucha, más de un billón —es decir, un millón de millones— de kilómetros cúbicos): menos de un 3% es agua dulce, y esta, casi toda está congelada. Sí: del agua dulce, 69,7% es agua congelada, 30% es subterránea y en los ríos y lagos hay solo 0,3%. Hagamos cuentas: si el planeta tuviera 100 litros de agua, solo habría 750 mililitros de agua subterránea y 7 mililitros en ríos y lagos superficiales.

Hace unos 20 años se calculaba la existencia de, en promedio, 9000 metros cúbicos por persona, pero a medida que crece la población y se malgastan los recursos naturales, esta cantidad desciende —será aproximadamente la mitad para 2025—.

Atención: el acceso al agua potable tiene sus problemas, y no son pocos. Según la Organización de las Naciones Unidas (que declararon el período 2005-2015, “Decenio Internacional para la Acción ‘El agua, fuente de vida’”) hay 1.100 millones de personas a las que no llega el beneficio del agua potable y 2.600 millones no disponen de saneamiento. Lamentablemente, mucha gente en el mundo consume agua en mal estado, y las industrias contaminan aguas super ficiales y subterráneas. El calentamiento global (que hace que la temperatura del planeta suba, sobre todo por acción humana) agrava cada vez más la situación.

Pero ¡ojo!: no es cuestión ni de esperar ni de desesperar, sino de ser cons cientes del problema y, de a poco, actuar tanto en nuestras casas y escuelas como en el barrio, la ciudad y desde el gobierno para ir encontrando soluciones. Un uso adecuado del agua, mayores cuidados y controles en los desechos in dustriales, pensar tanto en el derroche como en la falta y, en fin, considerar al agua como un recurso insustituible que requiere nuestra especial atención, son todos factores que pueden aportar al comienzo de un mundo nuevo.

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Eso nos lleva al uso (buen uso, mal uso y abuso) del agua. Empecemos di ciendo que nuestro país cuenta con abundantes recursos hídricos (incluyendo su cuenca del Plata y los acuíferos subterráneos). Aunque, es justo decirlo, estos recursos están distribuidos de manera muy heterogénea, de ello se deriva provin cias áridas con muy poco nivel de precipitaciones y posibilidad de almacenamien to. Nuestra agua subterránea es un recurso inigualable, alrededor de 225.500 km² solo en el acuífero Guaraní. Pero hay que cuidarlo, y mucho: los acuíferos en gene ral están en permanente peligro de contaminación y, con ellos, nosotros mismos nos arriesgamos a perder muchos puntos en nuestra calidad de vida.

Los números parecen ser elocuentes: se calcula que más del 80% de la población en zonas urbanas tiene acceso a agua potable, y más del 50% a servicios de cloacas y alcantarillas. En zonas rurales, esos números disminu yen mucho, lo mismo que en los barrios más vulnerables. Así como en el Área Metropolitana de Buenos Aires la red de agua potable llega a más del 90% de la población, en provincias como Formosa o Chaco hay personas que deben realizar largos recorridos para obtenerla. Lo mismo sucede en algunas áreas vulnerables del Gran Buenos Aires, con enorme desigualdad en la distribución de agua potable y sus sistemas de saneamiento. Sabemos que, si no se tratan adecuadamente, los desechos ocasionan epidemias y problemas de salud, so bre todo en la población infantil. El agua, así, se vuelve sinónimo de justicia.

Está bien: tenemos agua suficiente y, en promedio, por encima de lo ne cesario para vivir. El índice que mide la escasez de agua se denomina estrés hídrico: calcula la cantidad de agua que se extrae de las diversas fuentes dis ponibles subterráneas y superficiales para satisfacer la demanda. La Argentina tiene un índice de estrés de bajo a medio, lo que significa que, a nivel general, podríamos estar tranquilos en cuanto a la cantidad de agua para nuestros habi tantes. Pero los promedios son siempre engañosos, y hay una gran desigualdad en la distribución de agua en nuestro territorio.

El agua también se enoja, y nos somete a períodos de escasez o demasía; las inundaciones amenazan a varias de nuestras regiones, y las sequías marcan el paso de nuestra economía agraria.

Por todas estas razones es importante educar en la concientización del uso responsable del agua. Debido a la presunta riqueza acuática que tenemos en el país, esta cuestión se nos suele olvidar. Así, tanto en actividades domés ticas como industriales o agropecuarias, es común que se incurra en un uso desmedido de este oro transparente. Lo vemos en nuestras ciudades, en las ve redas, en nuestras casas y en nuestras fábricas: el derroche de agua se ha vuel to una costumbre. Si bien solo alrededor del 10% del agua se destina al consumo

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humano (el resto es de uso industrial y agropecuario), somos responsables de su cuidado. En nuestros hogares, la cocina y el baño se llevan el premio al ma yor consumo de agua. Una ducha de 10 minutos requiere 185 litros, y un baño de inmersión entre 200 y 350 litros. Una canilla goteando puede perder unos 46 litros de agua diarios, y si el depósito del inodoro no funciona correctamente, se puede llevar ¡ miles de litros por día ! Lo mismo sucede con el regado exce sivo de jardines, o el cambio de agua frecuente en las piletas de natación. Los cálculos son inapelables: cerrar las canillas, usar baldes en lugar de mangueras abiertas permanentemente, aplicar aireadores en las duchas, entre otros pro cedimientos, ahorra hasta un 80% del agua de todos los días.

Entonces: agua que no has de beber… habrás de cuidar.

Un libro sobre el agua

Nadie lo duda: hemos avanzado mucho como especie. Vivimos más, hemos de sarrollado tecnologías de ciencia ficción, producimos más y mejores alimentos. Así, no hace tanto tiempo que empezamos a hablar del concepto de calidad de vida: no se trata solo de vivir… sino de vivir bien. Esta calidad de vida es un fenó meno complejo: representa el conjunto de factores que nos dan bienestar, tan to físico como emocional. También impactan la educación, la cultura, el acceso a la salud y, claro, poder disfrutar de la naturaleza y el mejor ambiente posible.

En la base de todo el bienestar… siempre está el agua. Así, también estará pre sente en estas páginas; no cabe duda de que se trata de un texto acuático, mojado, húmedo –agua para la salud, para el ambiente, para la cultura–. Y nos quedamos cortos: el agua es también disfrutar del ocio, de los deportes, de la naturaleza.

De esto trata este libro: de maravillarnos con la ubicuidad y lo imperioso del agua. De recordarnos que no existe bienestar físico y mental sin que este líqui do increíble nos bañe los sentidos y las playas. A lo largo de los capítulos que siguen iremos revisando la relación del agua con la ciencia, con la salud, con el ambiente y con la cultura. Pasearemos en barco por sus historias y leyendas, la encontraremos en nuestra vida cotidiana, jugaremos con el agua y recono ceremos su importancia para la economía y su papel en el arte. Saldremos, es de esperar, mojados y fascinados por igual.

Vale la pena recordarlo: somos agua, vivimos en el planeta agua, y la nece sitamos.

Al agua vamos…

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NATURALEZA

Maravillas de un planeta húmedo

Gozamos de la fortuna de habitar un planeta con la distancia exacta a su sol para disfrutar de agua líquida en abundancia y, hacia sus extremos, en estado sólido como reservorio de agua dulce. En Argentina podemos jactarnos de nuestras masas de hielo, que constituyen más del 20% de la masa glaciar de Sudamérica. Contamos con más de 15.000 glaciares, una maravilla para la vista y una necesidad para el clima en la Tierra; el área más extensa es la de la cuenca del río Santa Cruz, con alrededor de 1000 cuerpos de hielo (incluyendo el famoso y fotogénico glaciar Perito Moreno y los gigantes Upsala y Viedma). Es un hecho que la retracción de los glaciares por efecto del cambio climático es una nota de alarma que no debemos soslayar. El clima, y la vida, dependen de nuestras acciones al respecto.

El agua en estado líquido es también un gran reservorio… de vida. Allí habitan los peces, reyes de ríos y mares que, si bien no cuentan con un censo preciso, suman 570 especies marinas y 539 de agua dulce. La fauna acuática no se limita a ellos, sino que existen innumerables invertebrados que dan sustento a las diversas cadenas alimentarias, así como aves y mamíferos marinos que pueblan nuestras costas y mareas.

Puede que al pensar en la vida del agua inmediatamente nos vengan a la mente los animales, pero es imposible olvidar las plantas, desde el fitoplancton (cuya etimología proviene del griego: pequeñas “plantas que van errantes” por ríos y mares), fundamental en la base de los ecosistemas, y las algas, fotosintéticas, que en conjunto son nuestro mayor seguro para la captura del carbono atmosférico, hasta las que vuelven verdes a los humedales y nos hacen perder la mirada en el horizonte.

Pero cuidado: a veces los humanos interferimos con los ciclos naturales del agua. Así, nuestra creciente necesidad de espacio y energía se multiplica en espacios urbanos, represas, tala de árboles y desaparición de los humedales. Estas acciones ponen en peligro nuestra propia supervivencia: si olvidamos la preservación del agua, corremos el riesgo de perder la fuente de nuestra salud y la base misma de la naturaleza.

En la cima de las montañas, en los valles, en nuestra extensa costa atlántica, en los caudalosos ríos y los modestos arroyos, en las lagunas y los humedales, allí está el agua que no solo es guardiana de la vida y del clima, sino que posibilita asentamientos humanos y el desarrollo sustentable en comunión con la naturaleza.

El pincel de la naturaleza. Al igual que un creador ante su lienzo, la naturaleza despliega en el agua su rica paleta de colores. Según factores como la luz del sol, la profundidad o la sedimentación, los ríos, mares y lagos adquieren tonalidades sorprendentes.

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Por fin, una tarde, las nubes empezaron a llegar. Como era temprano todavía, las primeras eran grandes y muy blancas, con los bordes festoneados en ondas, y cuando pasaban demasiado bajas, su propia sombra las oscurecía en la cara inferior, visible desde la tierra. Teníamos la esperanza de verlas ennegrecerse y, partiendo desde el horizonte en una masa gris pizarra interminable, cubrir al poco rato el cielo entero y derramarse en lluvia.

Juan José Saer, Las nubes.

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Cuando el agua vuela. Por la acción del agua, no existe un cielo igual a otro. Los hay diáfanos, apenas teñidos por alguna nube, como los que se alzan sobre la meseta de la Patagonia, en la provincia de Santa Cruz, propicios para la observación del espacio. Y aquellos en donde la visibilidad es casi nula debido a la suspensión de partículas higroscópicas, fenómeno atmosférico conocido como bruma, habitual en las selvas de yungas, en la provincia de Salta.

A unos 5 km al sur del Paso Río La Leona puede verse la silueta de la Estación Astronómica Austral “Félix Aguilar”, cerrada en 1975 debido a que la proximidad del río condicionaba la calidad de visualización de las estrellas.

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Espejos naturales. Laguna Brava, provincia de La Rioja. De pronto, entre los relieves que conforman la extensa geografía argentina, aparece una porción de cielo, en donde las montañas lucen invertidas y las nubes nadan.

Son nuestros magníficos lagos y lagunas, cuerpos de agua separados del mar. Esta laguna integra una reserva provincial que resguarda tres especies de flamencos o parinas, las vicuñas y un valioso ecosistema en una superficie de 405.000 hectáreas por sobre una cota de 3000 m.s.n.m.

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Ciudad de hielo. Las temperaturas bajo cero del océano Antártico, masa de agua compren dida desde las costas de la Antártida hasta los 60° Sur, generan un paisaje único de colores cambiantes.

Los témpanos tabulares que se desprenden de los glaciares navegan como inmensas islas flotantes. En este medio, donde abunda la condición sólida del agua, solo sobreviven animales adaptados al frío extremo como el elefante marino del sur o el pingüino rey.

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Lagunas de altura. Laguna de los Pozuelos, provincia de Jujuy. Entre montañas y volcanes existen paradisíacos espacios de agua, a los que el hombre accede mediante esforzadas travesías. En la laguna viven tres diferentes especies de flamencos: el flamenco austral, la parina grande y la parina chica. Las dos últimas, habitantes emblemáticas de la Puna.

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Dulces aguas. Formados con el agua de lluvia, de manantiales o de nieve, los ríos pueden integrar el paisaje urbano, determinar límites territoriales o atravesar más de un país, como el río Paraná, que nace en Brasil, recorre Paraguay y culmina en el Río de la Plata. En su traza, el rayador, con su pico, roza las aguas en búsqueda de alimento.

A la orilla del río dos soledades puras confundidas sobre una isla efímera de amor desesperado.

Cuando salió, estaba nevando. Blancos copos caían del cielo y aterrizaban en el pueblo y sus alrededores. Se quedó mirando sus pantalones, las puntas de sus botas, luego se ajustó la gorra y se abotonó el abrigo.

Claire Keegan, Pequeñas cosas como esas

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Lluvia blanca La nieve, esas gotas de agua que se desprenden de las nubes y se congelan al caer formando copos, no se registra en todas las regiones ni en cualquier estación del año. Puede blanquear brevemente esta arboleda en el Valle de Calamuchita, provincia de Córdoba, o negarse a desaparecer, fenómeno visible en los altos picos de la cordillera de los Andes, eternamente cubiertos por un manto blanco.

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En todas partes la luz y la sombra se arrastraban lentamente. El agua que se evaporaba ya no enfriaba las dunas, que reflejaban el calor como barrancos de ceniza alrededor del oasis.

J. G. Ballard, La sequía.

De excesos y sequías. Cuando la lluvia cae en exceso, el agua de ríos, arroyos o lagos sube de nivel y se abre paso hacia zonas que no le pertenecen. Esto puede provocar inundaciones en regiones como la llanura pampeana. Pero hay territorios a los que la lluvia nunca llega, como la “Cancha de bochas” del Parque Provincial Ischigualasto (en voz quechua, “sitio donde se posa la luna”), provincia de San Juan. Un paisaje lunar que en su desértica aridez deja al descubierto y perfectamente diferenciado todo el período triásico, fenómeno único en el mundo.

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La tierra líquida. En ciertas zonas de tierra, generalmente plana, cuya superficie se inunda de manera permanente o intermitente, se forman humedales, bañados, esteros y lagunas, como el de Iberá en la provincia de Corrientes o el de La Estrella en Formosa.

Estas inmensas depresiones geográficas, que funcionan como gran filtro purificador del agua, se caracterizan por su clima tropical y por albergar numerosas especies de flora y fauna, como el ciervo de los pantanos, el gallito de agua y el irupé.

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Decían siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren. A veces, los que la quieren hablan mal de ella, pero lo hacen siempre como si fuera una mujer.

Ernest Hemingway, El viejo y el mar.

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El encanto del mar. Es el hábitat de gigantes como la ballena franca austral que encuentra en el golfo de San José, provincia del Chubut, el ámbito ideal para su procreación. Estas asombrosas criaturas migran desde las aguas subantárticas a este refugio natural a principios de mayo y se retiran los primeros días de diciembre de cada año. Esta especie, que fue llevada al borde de la extinción por su caza indiscriminada, se encuentra protegida en aguas territoriales argentinas, que la declaró monumento natural nacional en 1984.

Ese mismo mar, fuente de inspiración de poetas y novelistas, es el arriesgado desafío de tantos hombres que, desde tiempos remotos, se le atreven a esa vastedad sin límites, como si persiguieran, hechizados, el canto de una sirena.

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SOCIEDAD

Suele afirmarse que la civilización moderna nació en la mítica Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates. No es de extrañar: las sociedades siempre buscan el agua y se nutren de ella. A la vera de ríos y lagos, aprovechando las costas, la humanidad nunca se alejó demasiado del agua, el sustento diario para la vida, la alimentación, las comunicaciones. La historia tiene curvas de río y profundidades de mar. Esta es también la historia de la Argentina, nuestro país, trazado sobre una generosa red de venas hidrográficas. En la historia colonial, y más tarde en la de la nación, los ríos y puertos significaron las puertas de entrada y salida para el comercio y la industria. Quizá fue más tarde cuando se comenzó a reconocer el mar como parte integral y estratégica de la patria. Pero de lo que no cabe duda es de que esa enorme entrada que significa el Río de la Plata, así como su conexión con los portentosos Paraná y Uruguay, ha sido fundacional en nuestra historia, al igual que los cuerpos de agua que en todo el territorio fueron la base de ciudades y sueños.

El agua también nos limita, al constituir una frontera natural con los vecinos. Basta recordar la doctrina de las “altas cumbres divisorias de aguas” con la cual Francisco Moreno logró dejar atrás diferendos limítrofes con Chile, allá por 1881.

Y cuando el agua divide internamente, allí está el ingenio para acercarnos: las maravillosas obras de ingeniería que tejen puentes y túneles, crean matrimonios entre ciudades y pueblos, entre islas y tierras firmes.

De hecho, es imposible pensar en el establecimiento y evolución de cualquier sociedad sin remitirnos al agua, elemento que hemos aprendido a respetar y, cuando fue necesario, a dominar. Así, obtenemos sustento a partir de la pesca, riego desde ríos y arroyos, diálogos a partir de las embarcaciones. Con la tecnología adecuada, las zonas áridas y los desiertos, sedientos, pueden transformarse en tierras cultivables y, así, promover nuevas poblaciones y crecimientos individuales y colectivos. Por otro lado, a lo largo de la historia han aparecido civilizaciones que, a fuerza de ingenio y de ciencia, lograron instalarse en zonas más alejadas de las fuentes primarias de agua, y sobrevivir aun en condiciones desfavorables en términos acuáticos.

Es cierto que también hemos abusado de las bondades del agua, llegando a contaminar lechos de ríos y costas marinas; quizá esté llegando el momento de la conciencia crítica y el cuidado: una sociedad que no custodia y protege sus aguas compromete su futuro.

El agua y la ciudad. El barrio más joven de la Ciudad de Buenos Aires, Puerto Madero, construido sobre el antiguo puerto de Buenos Aires, integra el agua a su traza. Los conceptos modernos de urbanización incluyen al agua con su espacialidad como paisaje y camino.

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La civilización que depende de ríos y mares

Los canales de agua. De origen precolombino, las zanjas o acequias son construcciones a cielo abierto por las que circula el agua destinada al riego. La ciudad de Mendoza es famosa por sus acequias urbanas que permiten el riego de huertas y de la arboleda pública.

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La sed de los cultivos. Las precipitaciones se encargan de humedecer con suficiencia gran parte de la superficie cultivable del país. En suelos de escasa humedad, los cultivos necesitan agua que el hombre suministra mediante diversas técnicas. En el riego por surco, el agua llega a las plantaciones a través de canales. En el riego por aspersión o por goteo localizado imita la acción de la lluvia.

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La ruta líquida. Las vías navegables interio res son un recurso de enorme valor para la actividad comercial.

Las hidrovías ofrecen múltiples ventajas económicas como la agilización de los mo vimientos de carga, el traslado de grandes volúmenes a bajo costo, la descompresión de las rutas terrestres, el menor consumo de combustible y una reducción del impacto ambiental. Por otro lado, con el acceso de buques de ultramar disminuyen costos por tránsito directo de mercaderías exportadas a destinos distantes.

El generoso río Paraná vincula a provincias y puertos desde Misiones hasta el Río de la Plata uniéndolas entre sí y con el mundo.

Deberías navegar en un río, en aquel río que dicen es ancho como el mar pero tiene otro color y sabe distinto. No te sería fácil, barquita mía, en ese mar frustrado.

Griselda Gambaro, El mar que nos trajo

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Un barco, ufano el porte, se aleja, con palpitación ruidosa, de la orilla. Sol declinante; brisa que dice “¡vamos!”; mansas nubes. El barco se adelanta, dejando una huella negra en el aire, una huella blanca en el mar. Avanza, avanza, sobre las ondas sosegadas.

José Enrique Rodó, Motivos de Proteo.

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Las puertas del país. El transporte comercial marítimo es el más empleado en todo el planeta. Un solo barco portacontenedor puede trasladar hasta 24.000 de esas unidades estancas que miden 2,44 m de ancho y, generalmente, 6, 10, 12 o 19 m de largo.

Desde Buenos Aires hasta Tierra del Fuego inmensos bloques de todos los colores pueblan barcos y puertos. Buques graneleros, portacontenedores o buques tanque, entre otros, forman parte de una cadena mundial de suministros que fluye sin parar aportando al desarrollo de nuestra economía.

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El río potable. El “Gran Depósito Ingeniero Guillermo Villanueva”, popularmente conocido como Palacio de Aguas Corrientes, está revestido por 130.000 ladrillos esmaltados y 300.000 piezas de cerámica importados de Bélgica e Inglaterra y numerados para facilitar su colocación. Fue construido en 1894 para albergar tres pisos de tanques, sostenidos por 180 columnas que acumulaban más de 72 millones de litros de agua con un peso calculado de 135.000 toneladas. A través de un sistema de caños subterráneos, el río llega al Palacio de Aguas, en el que se producía la potabilización para el consumo y su distribución. Este coloso dormido hoy alberga el Museo del Patrimonio Histórico y el Archivo de Planos Domiciliarios.

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Del aljibe al Palacio de Aguas. Hacia 1871, Buenos Aires carecía de un sistema de desagües, la población se abastecía de agua de los aljibes y de los aguateros, las epidemias eran frecuentes y la ciudad crecía con la inmigración.

Así, a finales del siglo XIX, comenzó la construcción de una red de agua corriente y de un imponente edificio para su almacenamiento. Con influencias victoriana y del Segundo Imperio francés, el Palacio de Aguas fue diseñado por el ingeniero inglés John Bateman y construido por su par sueco Carlos Nyströmer y el arquitecto noruego Olaf Boye.

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Una fuente de energía. Evolución de los antiguos molinos hidráulicos que aprovechaban la corriente de los ríos, las centrales hidroeléctricas se nutren de la fuerza del agua para la producción de electricidad.

Abundantes en todo el territorio argentino, la más notable es la represa binacional de Yacyretá, construida en el curso alto del río Paraná, y que se extiende entre los departamentos de Ituzaingó, en la provincia de Corrientes en Argentina, y de Misiones, en Paraguay. Su potencia instalada de 3.200 MW aporta aproximadamente 45% del total de la energía hi droeléctrica producida en el país.

Recursos bajo el agua. El hombre ha pescado desde la prehistoria. Una práctica que seduce con el premio inmediato y concreto de extraer alimento del agua. La industria pesquera apro vecha el extenso espacio marítimo argentino. El 90% de los peces que se recogen del mar es destinado a la exportación.

La pesca de río también es un significativo motor de la economía. Con sus 4000 km de cauce, la cuenca del Río de la Plata provee una variada fauna de peces de agua dulce y salobre para la pesca comercial y deportiva.

La riqueza ictícola parece inextinguible en nuestro país, pero su sobreexplotación ha diez mado muchas zonas y especies. El cumplimiento de las regulaciones y la responsabilidad indi vidual son fundamentales para proteger este valioso recurso.

Tíñese el mar de azul y de escarlata; el sol alumbra su cristal sereno, y circulan los peces por su seno como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata corre a la playa de las ondas freno, y el musculoso pescador moreno la malla coge que cautiva y mata.

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Un gran puente es una construcción poética dotada de una belleza y una utilidad perdurables. A principios de los años sesenta del siglo pasado, mientras la autovía en forma de arcoíris del puente Verrazano-Narrows se estaba ampliando en 4 kilómetros a lo largo del puerto de Nueva York, conectando así los barrios de Brooklyn y Staten Island, con frecuencia me colocaba un casco de seguridad y seguía los pasos de los trabajadores por las pasarelas, observando durante horas cómo subían y bajaban por los cables de acero al modo de arañas, o cómo apretaban tornillos con sus llaves inglesas, sentados a horcajadas.

Gay Talese, El puente.

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Atravesando el agua. El Puente Ingeniero Marcial Candioti salva la laguna Setúbal, uniendo desde 1928 la Costanera Oeste con la Este de la ciudad de Santa Fe. El 28 de septiembre de 1983 uno de sus pilares fue derrumbado como consecuencia de una fuerte inundación que persistió varios meses. Orgullo de la ciudad, ese día, el diario El Litoral publicó: “Un adiós que quiere ser hasta luego”. Al fin, el puente, de 295,40 m de longitud y 10 de ancho, fue reconstruido y reinaugurado en 2002.

En 1969 se inaugura el Túnel Subfluvial Raúl Uranga-Carlos Sylvestre Begnis que conecta la ciudad de Paraná con la de Santa Fe apoyado sobre el limoso fondo del río Paraná a una profundidad que llega a los 32 metros.

Un país que alberga en su superficie tantos ríos, lagos, arroyos y lagunas necesita de importantes obras de ingeniería para facilitar la circulación de una región a otra, saltando sobre el agua o sumergiéndose en ella. Puentes y túneles que acortan distancias...

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Los arroyos invisibles. Bajo el asfalto porteño transitan arroyos invisibles y silenciosos. En el pasado formaban parte del paisaje a cielo abierto, pero ante los frecuentes desbordamientos se decidió entubarlos.

El entubamiento del arroyo Vega se caracteriza por su irregularidad: numerosos cambios de sección y dirección (algunos de ellos, a 900) y pendientes muy variables. Posee una longitud aproximada de 10,8 km, naciendo en Villa Devoto y atravesando los barrios de Agronomía, Parque Chas, Villa Ortúzar, Villa Urquiza, Coghlan, Belgrano y Colegiales hasta su desembocadura en el Río de la Plata, a la altura de Ciudad Universitaria.

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DEPORTE

En búsqueda del fluido equilibrio

El agua es una fuente de desarrollo físico y de bienestar mental. Nos invita a co nectarnos con la naturaleza, y lograr un equilibrio dinámico entre nuestro cuerpo y el medio. Las actividades acuáticas seguramente acompañaron a to das las civilizaciones, pero es relativamente reciente el hecho de que se hayan convertido en verdaderos deportes, con sus reglas y eventos internacionales de práctica. Quizá el más obvio de todos sea el arte de desplazar nuestro cuerpo por el agua: el arte de la natación. Entre las disciplinas de nado podemos encontrar el nado en piscina (con sus diversos estilos), en aguas abiertas, el nado sincronizado y los sal tos ornamentales. Es cierto que, aunque evolucionamos a partir de organismos mari nos, no estamos naturalmente preparados para desplazarnos con cierta gracia por el agua. Sin embargo, nadar es aplicar una serie de principios científicos para movernos a través de un medio que nos es extraño. Así, se ha llegado a récords de alrededor de 9 km/h en el agua —nada mal, para un caminador terrestre como es el ser humano—.

Podríamos dividir a los deportes acuáticos según dónde se realicen. Así, sobre la superficie, en el caso de los deportes náuticos que aprovechan el viento, las olas o las corrientes, o bien se ayudan de motores para lograr mayores velocidades; subacuáti cos, como el buceo, o, incluso, aquellos que nos elevan por sobre la superficie, como el kite-surf.

Un fenómeno importante a considerar en cuanto a los deportes acuáticos es la flo tación del cuerpo. Como con cualquier otro cuerpo que se sumerja, vale recordar el principio de Arquímedes, que afirma que se recibe un “empuje de abajo hacia arriba”, imprescindible para flotar. Un ejercicio interesante es dejar salir todo el aire de los pulmones mientras estamos flotando en una piscina y… nos iremos suavemente ha cia abajo. Una nueva inspiración nos podrá mantener a flote y seguir disfrutando de nuestro contacto acuático.

Sea sobre, dentro o por debajo del agua, tenemos pasatiempos y competencias para todos los gustos, tanto para su práctica de alta competición como recreativa. Sobre todo, la práctica de ejercicios en el agua, comenzando por la natación, es una inagotable fuente de bienestar para la salud, con enormes beneficios para la postura, la respiración y el estado de ánimo… beneficios que debemos intentar mantener una vez que regresamos a la tierra.

Descenso a otro mundo. Es un ámbito desconocido, inhóspito y silencioso para el ser humano. Bucear se asemeja a visitar otro planeta, con su atmósfera, colores y gravedad singular.

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Desde la largada se sacaron chispas. El asunto se mantenía indeciso, pues si Cattáneo lograba ventaja en las rectas, Regnicoli la descontaba en las viradas. Prácticamente corrían a la par, hasta que Cattáneo tocó la boya frente al canal San Fernando y quedó eliminado.

Revista El Gráfico, “Motonáutica en el río Luján”, crónica del año 1959.

Sobre tablas. Robbie Rendo, representante nacional de wakeboard y 13 veces campeona argentina en este deporte, logró el título mundial en España en 2004. Salta y gira sobre las olas tirada por una cuerda de unos 20 metros de largo.

La embarcación que la tracciona dibuja con sus virajes largas estelas de agua y espuma que la wakeboardista aprovecha como rampa para despegar de la superficie.

Velocidad y adrenalina se replican en la motonáutica. Como el asfalto de un circuito de Fórmula 1, la superficie del río o del mar se aviva ante el avance de las lanchas que llegan a volar sobre el agua alcanzando velocidades superiores a los 200 kilómetros por hora.

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Nadábamos desde la pasarela hasta el trampolín, íbamos y volvíamos lentamente, luchando primero con los brazos entumecidos hasta que los músculos se dirigían solos y los brazos entraban y salían frente a nuestras cabezas, la respiración se movía al compás de los brazos…

Miguel Briante, “Hombre en la orilla”.

Entre brazadas y goles. En la natación, no hay otro elemento que el propio cuerpo y su habilidad para desplazarse, veloz y armoniosamente, sobre o bajo el agua. En el waterpolo, la piscina se transforma en una cancha, donde hay arcos, una pelota y dos equipos de siete integrantes flotando incansablemente. Según estudios neurocientíficos, los deportes acuáticos generan un “estado de flujo” que permite calmar la mente.

Desafíos sobre hielo. Cerro Tronador, provincia de Río Negro. El hombre camina sobre una pared helada. Debajo, solo el abismo. Calzado con crampones y con la ayuda de dos martillos con punta llamados piolets se desafía a sí mismo y a la montaña imperturbable.

Desplazarse sobre hielo, a través de patines, afiladas cuchillas que cortan la superficie. La neuquina Victoria Rodríguez López representó en las Olimpiadas de Beijing 2022 a la Argentina que, por primera vez en su historia, clasificó para competir en patinaje de velocidad sobre hielo, categoría 500 m.

Esquíes, botas y bastones ayudan al control y ritmo en el zigzagueante slalom a máxima velocidad. Tomás Birkner, deportista olímpico argentino, expresa el equilibrio en movimiento.

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Las grandes piedras detienen el agua de esos ríos pequeños; y forman los remansos, las cascadas, los remolinos, los vados. […] En los ríos anchos y grandes no todos llegan hasta las piedras. Solo los nadadores, los audaces, los héroes.

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Río abajo. Embarcados en una balsa, en el rafting se trata de dejarse llevar en equipo, como en una turbulenta cinta transportadora, en la dirección de la corriente, veloz y furiosa, en este caso del río Mendoza, de esa provincia cuyana. Un curso de agua que nace en el Parque Provincial Aconcagua, formado por el deshielo, dominado por rocas, desniveles e imprevistas curvas que al mismo tiempo es una de las fuentes de agua para riego más importantes del país.

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Como un barrilete. Con el cuerpo sujeto a un arnés, los pies firmes sobre una tabla y un cometa inflado por el viento, el kite-surf permite navegar y volar con la libertad de las aves acuáticas.

En los veleros no hay más motor que el viento, que infla las velas y le otorga potencia a la embarcación. Es un desafío a la destreza de los regatistas para dominar los caprichos del aire y del mar. Victoria Travascio y María Sol Branz, batallan durante la competencia de vela femenina categoría 49er FX en los Juegos Panamericanos de Toronto, Canadá, 2015.

María Celia Tejerina Mackern terminó en cuarto lugar en la competencia de Windsurf RSX Femenino en los mismos juegos. Se aferra sobre su tabla al mástil de esa singular bandera de los mares, la vela, que el viento infla y empuja como propulsor natural.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento?

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Entre gigantes. En las playas de Mar del Plata, en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, hay un lugar, alejado de la orilla, donde las olas alcanzan su mayor altura y, por un instante, el tiempo parece detenerse. Es ape nas una fracción de segundo que le permite al surfista pararse sobre la tabla antes de la rompiente y jugar con su equilibrio y con el empuje de ese coloso de agua en movimiento. Hay lugares del mundo en los que se decla ran a las olas, esa misteriosa ondulación del mar, patrimonio natural. Nuestro país, con su extensa costa marítima, quizá lo haga algún día en honor a la pasión con que se practican estos deportes.

¿La ola no tiene forma? En un instante se esculpe y en otro se desmorona en la que emerge, redonda. Su movimiento es su forma.

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SALUD

La energía que nos mantiene vivos

Es curioso que no siempre se haya relacionado al agua limpia y potable con la salud. Algo que hoy vemos como obvio, esto es, la necesidad de tener acceso a este recurso como la fuente principal de sanidad humana, es un hallazgo relativamente reciente para la humanidad.

Un ejemplo interesante es que, recién durante la epidemia de cólera del siglo XIX en Londres, se concluyó que la enfermedad era transmitida por el agua, al trazar un mapa de casos hasta llegar al “culpable”: una bomba que llevaba agua contaminada a las casas de los enfermos. Hoy tenemos recursos para potabilizar el agua y transpor tarla de forma segura a través de sistemas de cañerías y de saneamiento para garan tizar la salud de la población.

Pero el agua es también fundamental para nuestra salud psicológica. Diversas te rapias y rituales nos invitan a sumergirnos en piscinas o cuerpos de agua con diversas propiedades. La hidroterapia, las aguas termales o con presencia de minerales pueden ser grandes aliados para el bienestar y la salud.

Y el agua, finalmente, puede ser fuente de nuevos fármacos y tratamientos. Los organismos marinos generan diversos compuestos bioactivos con potenciales usos terapéuticos. Así, se han descubierto compuestos con efectos antitumorales, antibió ticos, antioxidantes y antiinflamatorios, derivados de algas, invertebrados y peces, con promisorios usos en la clínica.

Aunque tal vez la práctica más conocida que relaciona agua y salud sea, sencillamen te, lavarse las manos. Mantener nuestras manos limpias es quizá una de las medidas más importantes para evitar la transmisión de enfermedades infecciosas.

Sabemos que llevamos un océano dentro nuestro, y que todos los sistemas fisio lógicos requieren directa o indirectamente de agua. Así, el balance hídrico es funda mental para el correcto funcionamiento del organismo. Eliminamos líquido a través de la respiración, la transpiración, la orina y las deposiciones. Pero tenemos un remedio: beber el agua necesaria, cuya cantidad obviamente va a depender del clima, la realiza ción de ejercicio y las diversas condiciones individuales. En promedio se recomiendan entre dos y tres litros de agua diarios para los adultos, y alrededor de 2 litros diarios en niños y niñas preadolescentes. La mayor parte de esta agua proviene de bebidas, y solo un 20% es obtenido a partir de los alimentos.

El agua alimenta, previene, hidrata, cura, es la esencia de la salud humana.

El balance esencial. El cuerpo pierde agua permanentemente y el balance hídrico resulta negativo. Entonces surge la sed, el mecanismo por el cual el cuerpo sabe que debe reponer líquidos. A través de la hidratación, el volumen de agua recupera su equilibrio y se reactivan o refuerzan las funciones fisiológicas sustanciales que hacen posible la vida.

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Hidroterapia. Una aliada eficaz para el tratamiento de diversas afecciones: el agua. En cualquiera de sus estados y temperaturas, a través de piscinas o fuentes naturales, la medicina emplea el agua como herramienta para el tratamiento de diversos cuadros patológicos como pueden ser traumatismos, enfermedades reumáticas, enfermedades digestivas, respiratorias o neurológicas.

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De la tierra al cuerpo. Proveniente de lluvias o deshielos, el agua se infiltra en el suelo y, a medida que desciende, aumenta su temperatura y se nutre de los minerales existentes en las capas subterráneas. Estas aguas, como las que emergen en las Termas de Cacheuta, provincia de Mendoza, tienen 5 °C más que la temperatura de la superficie y son ricas en azufre, magnesio, calcio, hierro, cloro y bicarbonato de sodio. Su milagrosa composición ayuda a eliminar gérmenes y toxinas, aumenta la circulación sanguínea, estimula el metabolismo, relaja los músculos y fortalece el sistema inmune.

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no pretende irrumpir en el mundo de otros / el primer llanto es por haber nacido sin infancia / sin visado de vuelta a su limbo en suspenso / esa nada de origen […] con el tiempo sus pies hallarán su baldosa y crecerá amará irá quemando etapas cuando por fin sonría como la mona lisa estará en condiciones de fabricar a dios

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Mario Benedetti

Como pez en el agua. El ser humano ha flotado en el líquido amniótico durante el tiempo de su gestación. La matrona tación propone renovar esas sensacio nes vividas, a los pocos meses de haber nacido, acompañado por su madre o por quien lo sostenga en el agua. A través de esta actividad temprana los niños reci ben estímulos que se consideran intere santes aportes para su desarrollo integral.

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Un hábito saludable. Antes de sentarse a la mesa, los escolares se lavan las manos prolijamente, utilizando para secarse toallas de papel como medida de higiene. Noviembre de 1921 (AGN, inventario 14072).

El lavado de manos constituye una de las acciones más simples y eficientes para evitar la propagación de enfermedades. Solo se necesita agua, jabón y constancia. Se trata de la primera línea de defensa contra virus y bacterias. Una conducta personal que beneficia a toda la humanidad.

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Las manos limpias. Aunque se suele pensar que el lavado de manos, en el ámbito sanitario, surgió casi con la crea ción de la medicina, se trata de una práctica que, hasta hace 150 años, no era considerada en los hospitales. Al igual que los peluqueros, los cirujanos afilaban el bisturí en sus botas. Promediando el siglo XIX, el médico hún garo Ignaz Semmelweis (retrato) ordenó instalar fuera de las salas de parto un recipiente con agua y jabón. Este fue el principio de un hábito que redujo considerablemente la alta tasa de mortalidad por falta de asepsia en las prác ticas médicas.

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La clínica de Agnew, óleo sobre lienzo, Thomas Eakins, 1889.

La búsqueda del tesoro. En sus cuantiosos ríos y su inmensa plataforma marítima, la Ar gentina esconde una extraordinaria riqueza ictícola, alimentos que aportan valores nutri cionales difíciles de hallar en tierra. Los peces de mar, como la merluza, la anchoa, el abadejo o el atún, o de río, como el sábalo, el surubí o el pacú, entre otros, aportan omega 3, un ácido graso esencial que el cuerpo no produce. Otro de los tesoros más codiciados, no solo por los humanos sino también por ballenas, pin güinos y otros animales acuáticos, es el krill, que habita en el mar Antártico. El aceite de este pequeño crustáceo ayuda a regular los niveles de colesterol, posee propiedades anti inflamatorias y mejora la salud cardiovascular.

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Vegetales del mar. Las algas tienen los mismos ciclos naturales que las plantas terrestres, se alimentan de la luz solar con la capacidad de llevar a cabo la fotosíntesis. Y, por supuesto, cuen tan con la ventaja de una irrigación natural y permanente. Son un superalimento que contiene altas concentraciones de minerales esenciales, como el yodo, el calcio, el magnesio y el hierro. Además, son ricas en vitaminas (sobre todo A, C y B-12), aportan fibra que facilita la digestión, casi no tienen contenido calórico y, como si fuera poco, son de una infinita vastedad.

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Porque en mi imaginación, cada época tenía su sabor. Si el de Grecia era a cereal, leche y miel, la Edad Media se me envolvía en efluvios de gran caldera donde hervía borboteando un guiso gomoso como para encolar madera. La conquista sabía a chirimoya y ananá. La Revolución Francesa a horno de panadería y la de Mayo a los pasteles que en 1810 vendían bajo la recova. El “olor a cocina” expandido en el resto de la casa nunca me molestaba, al llegar de la calle aspiraba con disimulado deleite y cierto agradecimiento: en él me daba la casa su cálida bienvenida…

María Rosa Oliver, Mundo, mi casa.

Agua segura. Las soluciones para mejorar la calidad y la segu ridad del agua para beber, limpiar o cocinar no son un invento reciente. Entre los años 4000 y 2000 a.C. existían métodos de potabilización, como exponer el agua al sol o filtrarla a través de leña. En la actualidad, si no contamos con agua potable de red, hervirla por al menos cinco minutos o agregar dos gotas de lavandina concentrada por cada litro produce el “milagro” del agua potable.

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Una mujer sirve sopa de un caldero en un tazón (En piga höser såppa utur en kiettel - i en skål), óleo sobre lienzo, Pehr Hilleström, siglo XVIII.
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El agua perfecta. Como si existieran miles de grifos sin cerrar, de la tierra brota agua en grandes cantidades. Aquella que proviene de una fuente sub terránea, o de entre las rocas, tiene en su origen natural una composición mineral particularmente beneficiosa para el consumo humano.

Para medir la calidad del agua se emplea una técnica rápida cuya sigla en inglés es TDS (Sólidos Totales Disueltos). Es el porcentaje de residuo seco que engloba minerales, sales y materia orgánica disueltos en ella. Sus principales constituyentes son los cationes, como calcio, magnesio, sodio y potasio, y los aniones de carbonato, bicarbonato, cloro, sulfato y nitrato. Se expresa en miligramos por unidad de volumen (mg/l). La Organi zación Mundial de la Salud considera de calidad excelente al agua que tiene menos de 300 mg/l.

agua que mece al mundo en la hamaca de sus redes […] agua jubilosa de donde sales jubilosa y agua delicada y desprendida que deja salir tu sombra intacta seca… agua que no parte las cosas que reparte agua que pone una luna entera en cada lago en cada balde en cada vaso… agua del borbotón maciza y decidida que brota rotunda de la sombra subterránea agua que hace bulto a flor de tierra y monta en ella como una hogaza de pan sobre la mesa…

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VIDA COTIDIANA

Compañía de todos los días

Abrimos la canilla, o la buscamos en el río o en un pozo, y allí está, cristalina y lista para los innumerables usos que le damos. ¿Alguna vez se han detenido a pensar en los usos cotidianos del agua?

Obviamente la bebemos con sed y con alegría. Pero también es la base de la limpieza de nuestro cuerpo, nuestros hogares y los lugares de trabajo. La usamos además en el riego y en el lavado de distintas superficies e infraestructuras. Como ya hemos visto, jugamos con el agua y la hacemos vehículo para el ocio y la recreación. Indirectamente la tomamos de los alimentos, ya que ha sido artífice de los cultivos y del crecimiento del ganado. Es también un motor de la industria, cuyos productos utilizamos a diario, y de la energía que mueve el mundo y, sobre todo, nuestras ciuda des. Y nos mueve, como pasajeros de un viaje humano interminable, así que ha llevado cartas de amor y esperanza por ríos y mares, o bien enormes cargas que atraviesan el planeta flotando hacia su destino.

Claro que esta disponibilidad de agua no siempre fue natural. El ingenio humano logró maravillas para proveerse de agua, desde los acueductos de los antiguos asirios y romanos hasta la primera bomba diseñada por Arquímedes.

Sin embargo, la verdadera revolución de los sistemas de distribución y saneamien to del agua es reciente: de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Curiosamente, fue una enfermedad la que impulsó a replantearse el manejo del agua en nuestro territo rio: hacia 1871 la epidemia de fiebre amarilla había cobrado miles de víctimas, lo que obligó a diseñar nuevos sistemas de cañerías y desagües cloacales.

Si queda alguna duda sobre la presencia del agua en la vida cotidiana, revisemos nuestro día, que seguramente comience con alguna infusión, como ese mate que in vita a la charla y a las amistades, y quizá termine con un baño reparador que se lleve el cansancio y las preocupaciones. Así, los veranos se refrescan con un chapuzón y los inviernos se mitigan con una bolsa de agua caliente en el regazo. Nuestros recuerdos siempre vienen directa o indirectamente ligados al agua: aquellas vacaciones en el mar o en el río, una lluvia intensa, una cantimplora como compañera de caminatas pueden ser el origen de una historia que siempre llevaremos con nosotros.

El agua nos acompaña a lo largo del día y de la vida. Si nos falta, sentimos un vacío imposible de llenar. Es nuestro pequeño milagro de todos los días.

Dale gas. El “sifón”, ingenioso invento argentino, mantiene el equilibrio entre el CO 2 disuelto en el agua y el gas libre en la parte superior. Cuando se acciona su válvula, burbujea la soda, que conserva en este envase su textura intacta.

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Llueva o truene; juegue o chapotee. Un día de nostálgica lluvia en Plaza de Mayo, frente a la Catedral de Buenos Aires (1930). El agua no desaparece, se transforma. Tal vez no tomemos conciencia de que la gota que hoy cae como aguacero fue hielo, río, lago o simplemente una lluvia remota que vuelve para mojarnos en la ciudad.

El agua es una usina inagotable de juegos infantiles. Estimula el contacto con la naturaleza y el disfrute de la libertad. Un simple chapoteo, sumergirse en una pileta de lona, jugar con barcos de papel o construir diques en miniatura divierte, estimula la creatividad y el desarrollo cognitivo de los niños: ¡al agua pato!

La lluvia tiene un vago secreto de ternura, algo de soñolencia resignada y amable, una música humilde se despierta con ella que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra, el mito primitivo que vuelve a realizarse. El contacto ya frío de cielo y tierra viejos con una mansedumbre de atardecer constante.

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Reír con el agua. Los juegos con agua en tiempos de Carnaval tendrían su origen en prácticas de purificación física. En nuestras latitudes, esta costumbre no solo sirve de diversión sino también de bálsamo contra el calor. En viejas celebraciones, las cáscaras de huevo se utilizaban como recipiente para arrojar agua. Más prácticas y coloridas, las “bombitas” que permiten afinar la puntería, se convirtieron en el arma favorita de cada verano.

Más que con comparsas, bailes y disfraces, el Carnaval se asocia con el agua. Desde hace mucho tiempo, una vez al año, grandes y chicos se encuentran en las calles, con pomos, baldes y palanganas, en una inocente batalla en la que se empapan vencedores y vencidos. En imágenes, Carnaval en la Costanera, junto al Río de la Plata (1936) y en las calles de la localidad de Boulogne (1964), provincia de Buenos Aires.

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Y Carnaval con pomos, bombitas y serpentinas, con caretas de diablos y antifaces, dominós y tigres rayados en la fúnebre berlina. Y Navidad esplendente y Semana Santa, siempre lluviosa, y Pascua, con huevos de chocolate que nunca se comían porque estaban sucios o porque eran demasiado bonitos.

Silvina Ocampo, Invenciones del recuerdo.

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Punto de encuentro. El agua tiene aroma, ritmo, luz, color y sonidos: las neuro ciencias llaman “fascinación suave” al efecto que nos causa. Un descanso para la exigencia cotidiana de nuestro cerebro. El agua, en cualquiera de sus formas, atrae a millones de viajeros durante todo el año. Los balnearios de la costa bo naerense, los ríos serranos y los lagos e imponentes glaciares son algunos de los destinos únicos que ponen en movimiento al país entero.

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Cuando las almas navegan. En Japón, la ceremonia de los faroles flotantes, llamada tōrō nagashi, se emplea para despedir a los difuntos. Pequeños faroles de papel con una vela encendida son dejados sobre el río, con el fin de que la luz y el agua guíen a los seres queridos hacia el otro mundo.

En las grandes religiones, el agua es símbolo de inicia ción y purificación. Durante la ceremonia del bautismo católico, rememorando el antiguo bautismo por inmer sión, se invoca a Dios para que se le conceda vida nueva a niños y adultos derramando agua bendita sobre sus ca bezas. En el judaísmo, se emplea una pileta o contene dor de agua natural, llamado mikve, en donde se sumer gen las mujeres, una vez al mes, como ritual purificador. Los fieles creyentes del islam, antes de cada oración, practican la ablución en diversas partes del cuerpo para la depuración de cuerpo y alma.

El Reino de los Cielos está en el fondo de un pozo de agua color de zafiro, apenas perturbada por peces muy pequeños, a veinte o treinta metros bajo la luz del día […]

María Rosa Lojo, “Dónde está el reino”.

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CIENCIA

El principio de la vida

De alguna manera, el agua es la base de la ciencia. La estudiamos desde la química, la física o la biología, la investigamos desde la astronomía o en las ciencias de la atmósfera.

Así como buscamos afanosamente agua en Marte y otros planetas, tam bién nos planteamos la pregunta acerca del origen mismo del agua en la Tierra. Lo desconocemos, aunque todo parece indicar que el líquido elemento es nada menos que un extraterrestre.

Sea como sea que haya llegado, lo cierto es que los seres vivos la han aprovechado al máximo, comenzando por las plantas, cabales reinas de la evolución. Estas verdade ras fábricas de energía utilizan agua, oxígeno y minerales para realizar el milagro diario de producir su propio alimento y, en el camino, generar la vida tal cual la conocemos. El problema surge cuando, sin agua a la vista, hay que ingeniárselas para la produc ción vegetal. Así, diversas tecnologías humanas han logrado cultivar en condiciones bastante inhóspitas, como desiertos, en la Antártida o incluso en la Estación Espacial Internacional. Dentro de estas técnicas se encuentran la agricultura hidropónica, con cultivos en disoluciones minerales, la recirculación de agua en condiciones desérticas o, más recientemente, la producción de plantas resistentes a la sequía gracias a la ingeniería genética. El agua también esconde enigmas científicos. Sí: en su interior encierra potencia y geometría. Allí están el vapor que protagonizó una de las grandes revoluciones industriales y, quizá uno de sus secretos mejor guardados, el hidrógeno, fuente de energía limpia y altamente eficiente.

El agua es además una verdadera guardiana de los ecosistemas. Debido a su enor me capacidad calorífica es el regulador climático por excelencia: su falta puede llevar a climas extremos. Más aún: uno de los primeros efectos del cambio climático, que conlleva un importante aumento de la temperatura, es el derretimiento de los hielos árticos y antárticos, lo cual modifica la vida acuática y terrestre; asimismo, el aumento del nivel de los mares puede tener un efecto altamente negativo sobre las costas y las poblaciones costeras.

Por último, el agua también nos desafía y nos obliga a desarrollar tecnologías para poder atravesarla. El instinto de viajar y recorrer el mundo ayudó a expandir nuestra vida en el mar, verdaderas ciudades flotantes que nos trasladan por el mundo: botes, veleros, barcos que la humanidad construyó desde el comienzo de la historia.

Somos agua y dependemos del agua: la ciencia aún está tratando de entenderla.

Viaje al centro de la Tierra. Zona del volcán Domuyo, provincia del Neuquén. Como en la novela de Julio Verne, el interior del planeta nos depara más de una sorpresa. La geotermia es una energía alternativa y renovable que aprovecha el calor emitido desde su núcleo y que viaja en forma de agua hirviente y vapor hasta su superficie.

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El robot sediento. El 18 de febrero de 2021 el rover Perseverance de la NASA aterrizó en el cráter Jezero, que hace millones de años fue un inmenso lago. Es el quinto vehículo de exploración que la agencia espacial estadounidense coloca en la superficie de este planeta. El ingeniero argentino Alejandro Miguel San Martín, haciendo honor a su apellido, fue uno de los artífices de este gran hito. Como si fuera un robot sediento, “Percy” -así lo llaman sus creadores- bus ca restos de agua en suelo marciano.

En la panorámica del Monte Sharp en el planeta Marte los colores se ven ajustados para imitar la luz familiar a los terrícolas.

Clásicos de la literatura y el cine de ciencia ficción encontraron en el pla neta rojo el ámbito ideal para sus relatos. Sin embargo, es el pasado quien explica mejor a este mundo. Unos 3500 millones de años atrás, Marte se pa recía a la Tierra. Mares, ríos y lagos abundaban al igual que en nuestro hogar, generando condiciones propicias para la vida. ¿Cuánto queda de aquel paisaje en el cuarto planeta? Gracias a la ciencia, la respuesta parece estar cada vez más cerca.

Los antiguos nombres marcianos eran nombres de agua, de aire y de colinas. Nombres de nieves que descendían por los canales de piedra hacia los mares vacíos.

Ray Bradbury, Crónicas marcianas.

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Del verdadero Padre Ñamandú, el primero: “Los frutos maduros se producen para que de ellos coman todos, y no para que sean objeto de avaricia. Dando de comer a todos, solo así, solo viendo nuestro Primer Padre nuestro amor al prójimo, alargará nuestros días para que podamos sembrar repetidas veces”.

León Cadogan y Alfredo López Austin, “Normas para la agricultura de los mbya”, La literatura de los guaraníes

Antártida verde. En el extremo sur del planeta, en donde rigen las condiciones climáticas más adversas y cuyo suelo no es apto para el cultivo, las plantas, igualmente, pueden crecer.

Técnicos del Comando Conjunto Antártico (Cocoantar) y del Instituto Na cional de Tecnología Agropecuaria (INTA) administran el Módulo Antártico de Producción Hidropónica de Base Marambio para producir variedades de verdu ras para consumo. El MAPHI está emplazado en un contenedor de 6 metros de largo con un sistema de aislación y calefacción que hace posible el ajuste de la temperatura y la luz a niveles óptimos para facilitar el crecimiento de los cultivos.

Cuando la naturaleza se muestra hostil para la vida humana, la ciencia busca la forma de abrirse paso.

Gracias a la agricultura hidropónica se puede cultivar con una ausencia total de suelo. Las raíces reciben disueltos en agua todos los nutrientes que necesi tan para su desarrollo haciendo un uso eficiente del líquido elemento, con una alta compatibilidad con el automatismo del proceso productivo y con la optimi zación de uso de espacios reducidos.

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Respuestas bajo cero. Desde las bases científicas de la Antártida se llevan a cabo estudios para conocer el comportamiento del clima a lo largo de la historia. Al igual que las diferen tes capas o anillos que conforman un árbol, a través de las cuales podemos indagar en el pasado de la naturaleza, un trozo de hielo preserva datos sustanciales relacionados con el origen de la vida y con los desequilibrios ambientales de la actualidad. El estado sólido del agua conserva burbujas de aire de miles y hasta millones de años. Al extraerlas, es posible comprender cómo se ha ido modificando la composición de la atmósfera.

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Cambio climático. El continente antártico padece varios de los efectos más negativos del calentamiento global. El hielo marino antártico ha caído a un mínimo histórico de 1966 millones de kilómetros cuadrados. Sus ecosistemas se están viendo afec tados por el deshielo mientras que el océano Austral se está calentando, volviéndose más ácido y perdiendo oxígeno.

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La resurrección de El Recluta. En blanco y negro, el momento en que el velero naufraga, hace ochenta años, a la altura de la Bahía de Samborombón. Hoy, con la proa hacia el horizonte, El Recluta escribe su nueva historia.

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Buena madera. Desde tiempos inmemoriales el hombre ha buscado deslizarse sobre el agua. La Argentina tiene una larga y rica tradición en diseño, planificación, proyecto y construcción de buques, embarcaciones y artefactos flotantes. Uno de los arquitectos navales más desta cados de nuestra historia fue Germán Frers, quien, en 1942, rediseñó un velero de 67 pies en pura madera, bautizado El Recluta. Aquel año, durante una regata entre Buenos Aires y Mar del Plata, el velero naufragó. Ochenta años más tarde, valiéndose de los planos originales, Germán Frers (hijo) concretó un viejo anhelo: la reconstrucción de esta auténtica obra de arte. Y demostró que hay sueños que nunca naufragan.

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Joyas perfectas. Presentan una acabada simetría, como si el hombre hubiera puesto mano al arte para el diseño de estas figuras. Pero son cristales de hielo producidos cuando se modifica su composición atómica. Estos cambios mi croscópicos son los que le confieren al cristal una perfecta forma hexagonal, emulando flores o estrellas.

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Retratos ínfimos. Fotografías de copos de nieve tomadas por Wilson Bentley cerca de 1902. Para capturarlas adaptó un microscopio a una cámara foto gráfica y observó los cristales de hielo; en su observación, no encontró dos cristales iguales.

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Transportador de energía. También conocida como hidrógeno renovable, se trata de una fuente de energía que se genera a partir de un proceso de electrólisis del agua. Cuando este proceso se produce en base a energías como la eólica se lo llama “hidrógeno verde”. La Patagonia argentina aparece como una región de un enorme potencial para el desarrollo de esta tecnología sustentable.

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Más liviana que el aire. El hidrógeno es el elemento más ligero y abundante del universo, incluido nuestro planeta. Su energía se utiliza para pilas de combustible o motores de combustión interna. Unido a átomos de oxígeno, forma el agua.

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Navegar a través de nuestro pasado HISTORIA Y LEYENDAS

El agua nos resulta tan naturalmente cercana que es parte integral de nuestra cultura. No hay civilización que no le haya rendido su justo homenaje, en forma de dioses, historias, ensueños, como escribió Borges en su “Poema del cuarto elemento”, agua que hospedas, como el sueño, monstruos y pesadillas. Monstruos como el kraken, aquel pulpo gigante y terrorífico de los mares, el misterioso Nessie del lago escocés Ness y su querido primo local, el elusivo Nahuelito que, cada tanto, saca a relucir su cresta en el Nahuel Huapi.

Es fascinante constatar cómo las distintas culturas incluyen leyendas sobre grandes inundaciones y sus consecuencias. El mito de Gun-Yu se refiere a un gran diluvio ocurrido en China unos 3.000 años antes de nuestra era. Por su parte, los Vedas hindúes narran la historia de Manu, quien, avisado del diluvio por el dios Visnú, logró construir una nave y salvarse. ¿Suena conocido? Claro que sí: es la misma base de la historia de Noé, presente tanto en el Antiguo Testamento como en el Corán.

Por otro lado, todos los mitos y rituales de las religiones incluyen al agua como protagonista. Así, dan testimonio de este origen acuático el matrimonio de Apsú (agua dulce) y Tiamat (la mar) en Babilonia, Aban en Persia, Poseidón reinando en las profundidades del océano griego, el Tláloc lluvioso de los aztecas o el Popol-Vuh maya. Asimismo, según el Génesis judeo-cristiano, el agua ya está presente en el primer día de la creación, seguida por la aparición de ríos y mares. Sin embargo, estas cuestiones mitológicas siempre se afianzan sobre necesidades prácticas referidas al manejo y uso del agua.

Nada de esto es casual: quien conoce y domina el agua es, en parte, dueño del mundo. La navegación para la pesca, para el comercio, para la exploración y la conquista de otras tierras ha creado culturas y civilizaciones. Los grandes imperios se establecieron sobre sus capacidades marítimas: una verdadera cultura flotante que requiere de ciencia y tecnología al servicio de barcos, balsas y factorías marinas. La navegación promovió la astronomía, las tecnologías en alimentos, los avances en instrumentos de medición y, claro, también las novedades y supremacías bélicas para aplastar a la flota enemiga. El agua también genera héroes, como nuestros Guillermo Brown o Hipólito Bouchard, autores de hazañas dignas de corsarios patrióticos.

En la paz y en la guerra, en las leyendas y la historia… siempre está el agua.

Tierra de amor y venganza. Los guaraníes contaban que cuando la bella Naipí estaba a punto de ser sacrificada por Mbói Tu’i, la serpiente mitológica, el valiente Tarobá rescató a la muchacha y huyó con ella a través del Iguazú. Mbói Tu’i descargó su furia sobre el río y las cataratas emergieron con todo su esplendor. La cabellera de Naipí fue convertida en cascada. Tarobá es un árbol asomado al abismo.

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¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Se treme el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea.

Cañonazos en el Paraná. 20 de noviembre de 1845. Sobre el margen derecho del río Paraná, en un angosto recodo del paraje Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro, tropas al mando del general Lucio Norberto Mansilla enfrentaron el avance de la escuadra anglo-francesa, cuyo fin era apoderarse de la ruta comercial del Río de la Plata y sus afluentes.

Los invasores contaban con fuerzas muy superiores a las criollas. Once buques de combate munidos de la tecnología más avanzada en maquinaria militar de la época, impulsados tanto a vela como con motores a vapor. Mansilla hizo tender tres gruesas cadenas de costa a costa, sobre varios lanchones y en la ribera derecha del río montó cuatro baterías artilladas. A pesar de la heroica resistencia del general y sus hombres, la flota extranjera rompió las cadenas y se adentró en el Paraná.

Aunque las bajas de las tropas nacionales fueron diez veces mayores y los agresores lograron avanzar, fue vano su intento de vender las mercaderías y recibieron nuevas embestidas río arriba. El saldo final fue frustrante para los europeos. Así, Juan Manuel de Rosas logró que Europa reconociera la soberanía de la Argentina sobre sus ríos interiores.

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Ataque y captura de las baterías de la Vuelta de Obligado, 20 de noviembre de 1845 (Attaque et prise des batteries de Ponto Obligado, 20 novembre 1845), óleo sobre lienzo, François-Pierre-Bernard Barry, 1846.

Retrato de Juan Manuel de Rosas

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El monstruo del lago. Su nombre es un simpático diminutivo del lago que da origen a la leyenda; la descripción popular es temible: mide entre 10 y 15 metros, tiene jorobas y piel de cuero. Los mapuches aseguraban haber visto a la gigante criatura.

Clemente Onelli, por entonces director del Jardín Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires, a comienzos del siglo XX, organizó una exploración por este lago de 557 kilómetros cuadrados y 464 metros de profundidad. Solo encontraron truchas y pejerreyes, pero, quién sabe, bajo las profundas y frías aguas del Nahuel Huapi, compartidas por las provincias del Neuquén y Río Negro, el Nahuelito espera la ocasión para asomarse otra vez.

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Quiero volver a tierras niñas; llévenme a un blando país de aguas. En grandes pastos envejezca y haga al río fábula y fábula.

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El abrazo de los ríos. Los mapuches Limay y Neuquén se disputaban el amor de la hermosa Raihué, deseosa de conocer el sonido del mar. Los hombres, entonces, emprendieron una carrera hacia el océano, en busca de un caracol que pudiera satisfacer aquellos anhelos. Como Penélope, ella esperó el regreso de sus cortejantes, hasta que, suponiendo que habían muerto, puso fin a su propia vida.

Cuando volvieron, Limay y Neuquén se fundieron en un abrazo tan profundo que se convirtieron en un solo ser, el Río Negro, cuya melancolía desemboca en el mar que Raihué nunca conoció.

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Agua para el palacio. El Palacio San José, en Entre Ríos, don de vivía Justo José de Urquiza, contaba con un sofisticado sistema de distribución de agua potable, único en su época. Era extraída de pozos por la acción de bombeo mecánico y almacenada en un enorme tanque. Por diferencia de nivel, el agua circulaba con la presión suficiente para alcanzar distintos puntos de la residencia. A la izquierda, imagen de la canilla que asombró a Domingo F. Sarmiento en su visita del año 1870.

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Honores al presidente. La residencia de Urquiza estaba lejos de ser un “rancho”, como la calificó el presidente Sarmiento cuando recibió una invitación del caudillo entrerriano para que visitara su hogar.

Enterado del despectivo epíteto, Urquiza, además de cubrir con pétalos de rosas rojas el camino que bordeaba el acceso a la residencia, mandó instalar una canilla que dispensaba agua en la privacidad del cuarto destinado al ilustre sanjuanino, quien, al encontrarse con el inusual artefacto, expresó: “Ahora me siento un presidente”.

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Retrato de Domingo Faustino Sarmiento Daguerrotipo de Justo José de Urquiza

Sigue el agua su camino, Y al pasar por la arboleda Mueve impaciente la rueda Del solitario molino.

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Antonio Fernández Grilo

En el nombre del agua. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como parte del legado jesuita, El Tajamar, símbolo de Alta Gracia (región que en quichua era llamada Paravachasca, que significa “lluvias a destiempo”), fue construido en 1659 y es el dique artificial más antiguo de la provincia de Córdoba.

Esta joya de la ingeniería hidráulica permitió optimizar el aprovechamiento del agua al cons tituir una importante reserva para abastecer a las tierras y la producción industrial semiarte sanal, con independencia de las lluvias.

Encauzando el agua del arroyo Los Paredones y almacenándola en acequias, los religiosos lograban regar sus huertos y poner en funcionamiento dos molinos harineros y un batán, para trabajos de tejidos. El sistema favorecía el reciclaje del agua que retornaba a El Tajamar. Su construcción fue realizada en piedra caliza mezclada y asentada mediante calicanto, una argamasa de conchillas.

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Vinieron de muy lejos. De más allá del mar. De las regiones donde fueron paridas las montañas.

Vinieron escapando de la piedra, buscando tierras anchas con su secreta brújula de sueños. Ellos necesitaban una tierra más simple y menos dura para sembrar la casa.

Tierra limpia de cercos, tierra abierta, para poder mirar por las ventanas el lejano horizonte donde nace desnuda, la esperanza; y seguir con los ojos, desde el patio familiar de la calma el irse silencioso de todo lo que muere y lo que pasa.

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El Atlántico como puente. Desde el siglo XIX, la Argentina de sarrolló una política inmigratoria intensa que despertó desigual interés en muchos países europeos y más allá. Muchas empre sas marítimas respondieron organizando una fluida ruta conec tando Argentina con el Viejo Continente. Así se llevaron a cabo innumerables travesías en barcos que traían familias enteras de inmigrantes o viajeros solitarios.

Estos movimientos migratorios multiplicaron la población del país. De acuerdo con el censo de 1914, ya una tercera parte de los habitantes de la Argentina estaba compuesta por extranjeros.

Los adelantos tecnológicos en materia de navegación permi tían masivos desplazamientos ultramarinos, y la costa de Buenos Aires se convirtió en la puerta de entrada para los extranjeros que buscaban, lejos de su patria, una nueva tierra donde volver a empezar. Aunque muchos de los recién llegados eligieron la gran ciudad portuaria para quedarse, comunidades enteras se insta laron en distintas zonas del país, desde Misiones o las provincias del Noroeste hasta la Patagonia, haciendo de los distintos rinco nes de la Argentina su tierra prometida.

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Los dientes del mar. Desde el siglo XVI, los navegantes europeos se animaron a la exploración del más austral y despoblado de los mundos. Como gigantescos colmillos, las rompientes de las islas del sur ofrecían a los marinos una insidiosa bienvenida. Desde sus oscilantes naves divisaban fogatas cuyo humo oscurecía el cielo. Ante la descripción de los exploradores, Carlos I de España nombró a la región “Tierra del Fuego”.

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Destino final. La Isla de los Estados alberga el verdadero “faro del fin del mundo”. Su geografía anticipa el paso natural entre el Atlántico y el Pacífico, último y fatal destino de numerosos navíos vencidos por la bravura del mar, la niebla y, al fin, sus filosas costas. En la foto se observa la reconstrucción del faro en San Juan del Salvamento. Ni en la más oscura de las noches, ni atrapado en la peor de las tormentas, me siento desfallecer. Cuando no hay camino donde ir, ni rumbo que tomar, todo lo que necesito es la luz de un faro y mantener la fe. La fe en mí.

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Frontera húmeda. Los habitantes originarios de la región llamaban a esta montaña con el nombre Chaltén que en aónikenk (tehuelche) significa “montaña que humea”. Esto se debe a las nubes que la cubren casi siempre.

El perito Francisco Pascasio Moreno la bautizó “Fitz Roy” en 1877 en homenaje al ca pitán del Beagle, embarcación en la que via jaba el joven científico Charles Darwin, que recorrió el río Santa Cruz en 1834 sin lograr descubrir las nacientes de ese curso de agua tan solo por unos pocos kilómetros. La familia de Fitz Roy le cedió a Moreno, a su pedido, los mapas de la zona trazados en las expedicio nes del capitán con una condición: que algún hito geográfico fuese nombrado con el apelli do del explorador británico.

En esta montaña de 3405 m.s.n.m. se dibuja parte de la frontera entre Argentina y Chile. La línea divisoria de aguas que marca el destino de las vertientes que desembocarán en los océanos Pacífico o Atlántico traza los límites de este mapa andino.

Este rincón de la tierra, donde el fuego y el agua antigua han elevado estas montañas atrevidas, y donde el fuego y el agua moderna han labrado cráteres y lagos a cual más grandioso.

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ARTE

Una lluvia de ideas y de creatividad

Ver una imagen de un copo de nieve al microscopio nos puede generar la misma emoción que un aria de ópera. El agua también puede ser arte, todas las artes, desde las novelas de río de Juan José Saer hasta tangos como “Garúa” o “Agua mansa”. Efectivamente, el agua ha sido actriz y musa de artistas, un ele mento tan químico como estético que inspira a la poesía y a la imaginación. Ya que no podemos retener el agua entre los dedos, tal vez el arte pueda captarla en sus obras.

Quizá sea en las artes plásticas donde el agua cobre mayor protagonismo. Las acuarelas, las témperas y las esculturas siempre han tratado de transmitir los misterios y las bellezas acuáticas.

La encontramos en la ciudad y sus puertos, como nos desafía el gran Benito Quin quela Martín con sus imágenes del Riachuelo, sus barcos y sus hombres sobre el río gris. Y, desde siempre, los artistas han querido apropiarse y retratar el movimiento del agua, como lo intenta Gyula Kosice con su arte hidrocinético, en el que las esferas, las gotas, las burbujas y los chorros de agua interactúan con luces y sonidos, generando ilusiones y realidades acuáticas e hipnotizantes.

Pero si de ilusiones se trata, no podemos dejar de mencionar la obra de Nicolás Gar cía Uriburu, el más famoso coloreador de ríos. Combinando arte conceptual y activismo ecológico, logró teñir ríos y fuentes en Europa y América, recordándonos lo efímero de nuestra existencia y proponiendo “la unión de los países latinoamericanos por las aguas de sus ríos, que serían simbólicamente coloreadas, de manera de poner fin a los límites fijados por el hombre. Todo nuestro continente unido por un ideal: la Naturaleza”.

Pero el agua no solo ha inspirado a las artes plásticas. Escuchar, por ejemplo, la Música acuática de Haendel nos lleva de viaje en barco por el río Támesis. Las obras de Beethoven ( La tempestad ), Debussy (sus piezas inspiradas en el mar) o Chopin (desde su preludio “Gota de agua”) nos rodean de una atmósfera líquida y húmeda.

¿Y qué decir de la literatura y su relación con el agua? De viajes por el agua está hecha la Odisea, de sed la poesía de Federico García Lorca, de mar los versos de Pablo Neruda, de río los cuentos de Horacio Quiroga.

Desde el arte precolombino al contemporáneo, los artistas llueven, se derraman, nos inundan. Del arte clásico al moderno, el agua siempre fluye; agua que grita como en el poema de Alfonsina Storni, ¡Agua, agua, agua! / Eso voy gritando por calles y plazas

Gota de luz. Las creaciones hidrolumínicas de Gyula Kosice, como esta gota acrílica “Persistencia”, proponen elementos tan fantásticos como científicamente posibles. Kosice define con palabras poéticas la esencia de su obra: “Hubo una primera lluvia / me llevé las pisadas del hombre al espacio / pregunten por mi mediodía / por la red del mundo / por un apellido del amor / por el hueco de mis manos.”

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Se quitó el suéter que colgaba de sus hombros y se zambulló. Sentía un inexplicable desprecio hacia los hombres que no se arrojaban a la piscina. […] El día era hermoso, y que él viviera en un mundo tan generosamente abastecido de agua parecía un acto de clemencia.

Ilusión acuática. Con La pileta, instalación que representó a la Argentina en la 49 a Bienal de Venecia (2001), y que ha sido expuesta en el Malba con récord de público, Leandro Erlich logra una de las experiencias visuales más sorpren dentes del arte contemporáneo: entrar a un espacio en el que el agua se ofrece como una ilusión. Esta obra se suma a otras realizaciones del artista inspiradas en la subversión del orden cotidiano: un ascensor como trampa de espejos o una puerta giratoria que da al río. La pileta plantea un desafío al espectador en un juego visual cuyo se creto se ignora, lo sumerge en el agua y permite que salga indemne de la experiencia. Las obras e instalaciones de Erlich integran exposiciones internacionales y colecciones de grandes museos en todo el mundo.

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La pintura ondulante. En las obras de Benito Quinquela Martín (retratado en 1946 en el barrio de La Boca), el tratamiento del color y los juegos con luces y sombras pro ducen la sensación de agua en movimiento, así en sus cuadros Hundimiento del Santos Vega y Rincón del Riachuelo . Un Riachuelo vivo como representación del esfuerzo, el trabajo y la transformación. Quinquela, desde su obra inspirada en un humilde ám bito portuario, ha inmortalizado el color y movimiento de uno de los barrios porteños que más atrae a los turistas de todo el mundo.

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Aguas verdes. El 19 de junio de 1968, las aguas de Venecia se tiñeron de verde. No fue por la acción de la naturaleza, sino por la osadía de Nicolás García Uriburu que, desde una góndola, arrojó al canal una sustancia inocua llamada fluoresceí na. Con esta intervención, que repitió en otros ríos del mundo, se propuso denunciar la conta minación ambiental.

Toda su obra, pinturas, esculturas y objetos expresan el desasosiego que le producían las aguas contaminadas, la deforestación y la des trucción del hábitat natural de muchas especies. Su gesto veneciano ha sido quizá la expresión más difundida de su legado artístico.

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Pero al día siguiente sintieron de nuevo el ruido en el agua, y vieron pasar de nuevo al vapor, haciendo mucho ruido y largando tanto humo que oscurecía el cielo. —Bueno —dijeron entonces los yacarés—; el buque pasó ayer, pasó hoy, y pasará mañana. Ya no habrá más pescados ni bichos que vengan a tomar agua...

Horacio Quiroga, “La guerra de los yacarés”.

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No se puede decir que el río cambie de una manera en invierno y de otra manera en verano. Cambia. Eso es todo. Las islas, por el contrario, parecen distintas con cada estación que llega. No solo por la intensidad del verde, en el verano, sino por algo mucho más sutil. En el invierno, desde el río abierto, se pierden en una lejanía brumosa. De pronto están, de pronto no están.

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Delta, hogar e inspiración. En 1954, el multifacético Xul Solar, inspirador del universo borgiano, compró una casa en la confluencia del río Luján con el ca nal Villanueva, en Tigre. No solo proyectó los ambientes, fabricó los muebles y diseñó los espacios exteriores, sino que también, ese mismo año, pintó con sus célebres témperas el Proyecto Fachada Delta, una representación de su propio hogar de cara al paisaje acuático.

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Ahora pasa una gran nube blanca, […] y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá sale el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión.

Paisajes imaginarios. Gabriel Sainz nació a pasos del Obelisco, en la Ciudad de Buenos Aires, pero reside en la Patagonia desde joven. Su historia con el arte se debe al vínculo que lo une a la ecología y al cuidado del medio ambiente.

En su obra Calibrador de tormentas expresa el “rea lismo mágico” que caracteriza su lenguaje. Metáforas que ponen al ser humano en relación con el clima y su hábitat. Esta obra recuerda la aventura de Juan Pedro Baigorri, ingeniero argentino conocido por haber in ventado la misteriosa “máquina de hacer llover”, allá por el año 1930.

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La vida de las fuentes. El agua esconde un recorrido interior por las fuentes hasta que se mues tra exultante una y otra vez. Las esculturas de Lola Mora exhiben este circuito virtuoso. La Fuente Monumental Las Nereidas representa el nacimiento de la diosa Venus sostenida por estas ninfas del océano, hijas del dios del mar, Nereo. La obra, esculpida en Roma en mármol y donada al país por la escultora, fue inaugurada en 1903, y 15 años más tarde reubicada en la Costanera Sur de la Ciudad de Buenos Aires, por la censura que despertó su trabajo que ex ponía el desnudo femenino.

La Fuente de los Continentes, emplazada hacia 1911 en el Parque General San Martín de la ciudad de Mendoza, está inspirada en el conjunto escultórico del francés Jean Baptiste Carpeaux denominado Fuente del Observatorio o de los Cuatro Continentes, ubicado en los Jardines de Luxemburgo. Simboliza solo cuatro continentes, América, Asia, Europa y África, ya que por aquella época Oceanía era considerada parte de Asia. Aunque algunos la atribuyen a Lola Mora, se desconoce el autor de esta obra de hierro de refinadas figuras y motivos ornamentales.

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La nueva Constitución argentina debe ser una constitución absorbente, atractiva, dotada de tal fuerza de asimilación, que haga suyo cuanto elemento extraño se acerque al país, una constitución calculada especial y directamente para dar cuatro o seis millones de habitantes a la República Argentina en poquísimos años; una constitución destinada a trasladar la ciudad de Buenos Aires a un paso de San Juan, de La Rioja y de Salta, y a llevar estos pueblos hasta las márgenes fecundas del Plata…

Juan Bautista Alberdi, Las Bases...

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La gota que pinta. La acuarela y la témpera son procedimientos en los que el agua actúa como diluyente del pigmento y le da vida propia a la pincelada. Ambos fueron genialmente aprovechados por el maestro Gui llermo Roux. En la imagen se ve un estudio en tempera del mural que se inauguró en el año 2011 en el recinto de la Legislatura de la Provincia de Santa Fe. En sus palabras, esta obra, llamada La Constitución guía al pueblo , “simboliza al pueblo siguiendo su Constitución al pie de la letra y cumpliendo lo que ella manda. La pintura es un acto de fe”. Detrás del despliegue de la bandera argentina que enarbolan los personajes en la escena corren las aguas grises del río Paraná.

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Una imagen satelital de la Argentina no solo refleja la inmensidad del mar, y las distintas formaciones geográficas, sino lo que sabemos y sentimos sobre nuestra tierra. Las emociones se expanden ante la multitud de glaciares, campos y cumbres nevadas, lagos y lagunas, ríos y arroyos, esteros verdes y otros humedales. Tenemos una gran variedad de unidades de paisaje y en todas está presente el agua.

Un naturalista asocia esta presencia húmeda con una extraordinaria diver sidad de formas de vida. Pensemos que bajo las aguas de nuestro territorio viven más de mil especies de peces marinos y de agua dulce, que, a su vez, se relacionan con otros organismos. Existe un diálogo continuo entre los seres vivos y el medio donde habitan.

Demasiado a menudo los seres humanos olvidamos que somos parte de la naturaleza desde nuestro origen. Para los antiguos pueblos andinos el agua era fundamental. Eso los llevó a representar anfibios en su refinada alfarería, porque la presencia de ranas y sapos anunciaba la deseada lluvia que regaba sus cultivos. Los abipones, que fluyeron por los humedales del nordeste, se reconocían como jaaukanigás o “gente del agua”. Hacia sur, el dios supremo de los tehuelches, Kooj, que existió antes que el sol y su luz, lloró tanto en su soledad que sus lágrimas crearon el mar.

Surcando ese mismo mar, arribaron los colonizadores que, asentándose a orillas de los ríos, fundaron ciudades. Su crecimiento llevó a domesticar los paisajes silvestres con las tecnologías del Viejo Mundo, y también a deteriorar los entornos naturales. Sin embargo, más allá de los desvelos de los grandes naturalistas, podemos ver hoy el desarrollo de una conciencia ambiental que da lugar a gestos reparadores. Esta causa es un compromiso ineludible de las actuales y futuras generaciones. Es necesario que fortalezcan su saber y ex periencia con información y más “horas verdes” en contacto con la naturaleza para enfrentar la crisis ambiental. Agua y vida comparte esta responsabilidad a través de sus páginas, que aspiran a poner en valor al elemento esencial que identifica tan bellamente a nuestro planeta.

Cono Sur del continente americano, imagen satelital NASA.

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Reinvigorating the world at every single instant: That’s the role of Water!

From the very beginning of philosophy, Thales of Miletus believed that water was the principle of all things, and that the Earth float ed, as a trunk, on it. Later on, Aristotle reflected on “that which is wet and engenders life.” And Leonardo da Vinci, in his clear understanding of living things, states that: “Water is the driving force of all nature”.

And there we go, from philosophy and science to popular wisdom, which repeats: “Let others have a taste of the water you are going to waste” (“Agua que no has de beber déjala correr”) o the almost op posite phrase “the water that runs away is gone for good” (“agua que pasa, no vuelve a pasar”). Water is a concept as related to us as the air we breathe.

Suddenly, when due to the project proposed by Laboratorios Bagó, we focused our goal as a team in a so widely extended and universal challenge as water, the theme chosen as the core of this book by Edgardo Vázquez, Bago’s General Manager, we run into fully comprehensive images and ideas. What we know, what we thought we knew and what we still do not know.

Diego Golombek shares with us his knowledge as a biologist and science communicator, and introduces us into this vital issue. He chooses a direct and clear language not exempt from humor, which helps us reflect on the value of water from different points of view. From the daily habits to the social and economic aspects, value is given to the scientific and technical discoveries that should influence the political decisions and the planetary agreements. The purpose here is to emphasize that using and caring for water is a responsibility of everyone. To that regard, Claudio Bertonatti, as a naturalist, offers us a sensitive final page.

We have sought that the pictures taken by extraordinary pho tographers, among them, in particular, Marcelo Gurruchaga, together with a thorough archival research, enlarged the texts and revealed the presence of water in everything: its secrets, use, mystery and beauty, as shown by the piece of art that accompanies this foreword.

A special acknowledgment should be given to the extraordinary team that has helped with the design and gathering of both visual and literary material, who have committed to this project and have passionately worked on the pages of Water and Life

Water regenerates soils, gives rise to trees, makes deserts and cities flourish. It creates roads, and develops and breaks limits and borders. It protects cities and homes… though sometimes it chang es its face and drags sediments and floods with its powerful force, submerging everything in its path.

Ultimately, water is life above all. We cannot even imagine the origin of living creatures or any of its functions without the pres ence of water. We develop our hydrological systems and engineer ing modeling on the organisms that, wisely, invent tubes and pipes, taps and valves, for water to fulfill its function on their whole body. There we have the plants, those planetary lungs that feed from wa ter that flows up and down, and that produce oxygen, as a factory the product of which may be breathed.

Yes, water is all that, but also a resource that is indispensable for countries, industries and economies. The humid areas of the plan et –clearly a minority compared to the prevailing dryness, except in seas and oceans– are essential for humanity. They are barriers against erosion and sponges in the face of floods. Water is a main character in history: it gives rise to civilizations, develops indus tries, foretells fights and friendships.

And, the most important thing is, perhaps, that water is a syn onym of health. If we had to name one (and only one) element that has contributed to the living conditions of people, that has been de cisive for life expectation and welfare of people, there is no doubt: water will always be first in the list.

Try to imagine a healthy and promising life that allows us to fulfill our dreams without water. We cannot even imagine that.

Indeed, water is life, quality, transformation. Water is a revolution.

The Promise of Water

When astronomers raise their antennas, their telescopes and their hopes to the sky, they do so with a secret illusion. It is not only about discovering new celestial bodies, cosmic explosions or holes of different colors. No, may be they are looking for a marvelous and everyday substance, the origin of life as we know it: water. As the poet Francisco Umbral would say,

They invent the miracle, there is water in Mars. / That small pond among the heavens, / That light morning track. / If there is water in Mars, there is life forever. / If there is water in Mars, there is light in the dark.

Indeed, we may search for that light in the dark, starting by the different planets and objects traversing our solar system. Among them, we know that it is only in our planet that water has three states; as we are in a privileged position with respect to the Sun, we have been able to enjoy liquids and ice, vapors and clouds.

Water

The Water Revolution

Water, water, water. Water is probably the most primary, most obvious, most vital element that we know since the dawn of time.

Water changes everything around it. It turns deserts into gar dens, transforms colors, generates emotions, changes the land scape and the environment.

Water cleans. It is, somehow, a universal solvent, that nurtures our chemical senses, cleans dirt and hands, dissolves dust and bubbles.

Water brings back and forth. It transports nutrients, organisms, minerals; it travels through the body and the planet; it makes paper and steel boats float; it creates islands and makes clouds travel. Water is part of an eternal cycle, of a permanent relationship be tween the sky, the land and the underworld.

But what happens with our neighbors? According to Martian chronicles, by Ray Bradbury, liquid water run through Mars’ channels and hills; probably, now such water is only related to certain rocks and minerals —as is most probably the case in our own Moon—. However, due to the pressure and temperature conditions in the Red Planet, the water that may be found in its poles in solid state turns directly into vapor through a process called sublimation. At least, the situation is more promising than in Venus, where we no longer expect to find water. The surprise may come from Mercury, the closest planet to the Sun, where, oddly, ice was detected in its polar zones. Huge and far planets seem to have clouds loaded with water and maybe there is indeed liquid water in their moons —favor ite science fiction locations— and, who knows, traces of life at some stage of their evolution.

However, there are many more planets than those that can be ob served by our astronomy. The so called exoplanets, beyond the limits of our solar system, and, even further away from our galaxy, could have liquid water if they are located in the right orbit around their stars.

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Now, let’s look closer… much closer, to our beloved Earth. Its name is already a misnomer: it is known that two thirds of the planet’s sur face is covered by water —in particular, by the sea—. All astronauts that see the Earth from outer space are moved to the point of tears when they focus on that wonderful globe… a blue globe. And not only that: water gets very deep in our planet; the deepest pit is close to the Mariana Islands in the Philippines, with 11 kilometers in depth! Let’s go on with figures. In the Earth there are about 1.4 x 1024 g of water (14 followed by 23 zeros). However, this could be a complete understatement. It has recently been suggested that ringwoodite, a mineral found under the Earth’s crust, may contain large amounts of related water. It is estimated that our planet would have about 1,400 cubic kilometers of water in their several states. Most of it is formed by the saltwater of oceans and seas, and to a much lesser extent, by polar and glacier ice and underground water (each with less than 2% of the total amount). Finally, we have liquid freshwater, that may be found in lakes, rivers, snow, soil humidity and, as we will see below, the water that all living creatures carry inside.

However, there is something we do not know: how the Earth got its water. Has water existed since the very formation of the planet or is it the result of the crash of comets and asteroids that bombarded us 4 billion years ago? And that is one, just one, of the mysteries of water.

The Mystery of Water

Two atoms of hydrogen and one atom of oxygen. / Can you believe it?

Margaret Tait

Two atoms of hydrogen and one atom of oxygen —nothing more basic than that—. They are even the most common elements: hy drogen is probably the most abundant element in the universe, and oxygen, one of the most common elements of the Earth’s crust. However, water is still a surprising molecule essential for life. It is the main part of our body (which needs water for all its functions); it has shaped the climate of our planet; it is an almost universal solvent; it has a huge thermal capacity; it is the mandatory habi tat of many plants and animals; it is palatable, it is healthy… what more can we ask for from it? Maybe an enormous power, and there we have the so called surface tension, the necessary power to in crease the surface, also called water skin. Let’s imagine that in a drop, a pool or a container, water molecules will attract each other (through unions known as “hydrogen bonds”); however, those on the surface will be attracted only “inwards.” That tension or force is hard to break; there are even some animals that can walk on top of water by using the surface tension. This tension is also responsible for the filling of the lungs and the capillarity that allows, for instance, that water moves upwards in plants. Furthermore: If we put a pin very carefully on a surface of water as pure as possible… it will float (held by the “water skin”)!

The formula of the water molecule is probably the first one we learn in our lives, and it gets printed in our memories forever. Of course, it was not until the end of the eighteenth century that it was found that water was not a single element, but that it was formed by other two. And as it may be put together, it may also be break down: through the process known as electrolysis, we may obtain the hydrogen and the oxygen that make up water. Later on it was discovered that there is a bond angle of 104,5 degrees between the oxygen atom and each of the two hydrogen atoms… a number that may be does not say much to us, but which is an essential part of one of water’s features: its polarity, with positive charge density areas and other negative charge density areas. Given this polarity, water is a great means to transport and dissolve several substanc es, including those flowing throughout our body.

Water has also other extraordinary properties. For instance, its extraordinary thermal capacity, the energy that it needs to change its temperature and, therefore, its status (from solid to liquid and

from liquid to gaseous). In other words, water may absorb much heat, and this makes it an extraordinary regulator, both of our tem perature and of the planetary climate.

Water gives other surprises. It is one of the few substances that is less thick –and occupies more space— in its solid state than in its liquid state: that is why ice floats. This apparently simple fact was basic in the history of the planet: when the Earth was covered by ice during the large glaciations, life continued in the water that flowed underneath. If ice had been thicker than liquid water, it would have grown from underneath to the surface, leaving no space for life.

Let’s move now to the specific features of the Water planet, that blue globe we call home.

Water Strings

To gaze at a river made of time and water / and remember Time is another river, / to know we stray like a river / and faces vanish like water.

Water comes and goes, we know that. It is attracted and repealed by the Moon, thus, forming tides; it runs down mountains, evaporates to the skies, resurges as rains and in the roots. Water comes and goes, and remains in time and space: maybe its cycle is a metaphor of eternity. A drop more, a drop less, thanks to the recurring cycle of water, probably dinosaurs drank the same water we drink now.

Its cycle allows for clouds to store it and then let it fall as rain, snow or hail. Earth receives it with joy; it drains and flows to then evaporate, reach high altitude and condense to restart the cycle. As we said, seas and oceans, the true main characters of this vital cycle, contain the highest proportion of water: It is estimated that they store 80% of the total water, whereas only 2% of that element is found in ice or the freshwater of rivers and lakes. There are other rock-related waters: they represent the remaining 18%.

How long does water remain still in each place? If we could follow each water molecule, we would see that, on average, it lives on seas and oceans for 3550 years, whereas it remains in rivers and lakes only about 4 months. Atmospheric water is more ephemeral: it re mains there only for a few days. However, sometimes it becomes adventurous and, as Ramón Gómez de la Serna says, water lets its hair down in cascades, including our extraordinary Iguazú falls, one of the wonders of the world.

Rains also play a role in the hydrological cycle. It is true that may be they are not as spectacular as those that ravished Macondo for four years, eleven months and two days, as related by Gabriel García Márquez in A Hundred Days of Solitude. It is interesting that rain wa ter, that comes back to the Earth after evaporation and condensa tion, may be stored in large tanks or cisterns, and may be used for irrigation or consumption whenever necessary (or whenever nec essary, as in Ancient Rome or in the pre-Hispanic Mesoamerican cultures).

Rivers, for their part, have been synonymous to humanity and civilization from its inception; as the saying goes: When the riv er sounds, there is water (Cuando el río suena, agua lleva). Where there is a river we may dream with a city, as those dreamt in India, in Mesopotamia, in Egypt or in the valleys of Peru and Mexico. How ever, not necessarily rivers are the largest reservoirs of freshwater —a scarce commodity in itself—: a large part of it is in ice and snow, part of it may be found in aquifers running under the surface of the Earth (as that huge natural reservoir under Argentina, Brazil, Paraguay and Uruguay) and a minimum part may be found in rivers and lakes.

Freshwater reservoirs are our future, as well as the large masses of ice, the glaciers and the eternal snows that, luckily, may be found in a large part of our country. Water also sets limits, as that estab lished by Francisco Pascasio Moreno to overcome the differences

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with Chile; that is the same Moreno whose name was given to that wonder of nature, the glacier that gives us the show of breaking before our amazed eyes.

Among its many functions, water and its cycles govern the plan etary climate. We already know that water may absorb and release much heat; thus, the large masses of water regulate the tempera ture and maintain it within limits that are acceptable for life on the Earth. No wonder the names of some of the calendar months of the French Revolution were clearly water-related: Brumaire (mist), Frimaire (frost), Nivôse (snow), Pluviôse (rain).

It is clear that the water cycle is no longer that which it used to be. In the last 200 years, life styles and ways of production have altered the composition of atmosphere and impacted on marine ecosystems, the characteristics of water, populations, and the function of oceans as climate moderator. The water cycle, which has been affected by climate change, allows us to see how fragile we are and to assume the responsibility that human activities bear in the current crisis

Let’s stop a moment in the words: “sweet water” [the literal trans lation for “agua dulce” (freshwater)] is that which may be found in rivers, lakes and lagoons. Sweet as joy, as a delicious garden, as emotions. But is it not that one of water’s features is that it is taste less, i.e., that it lacks any flavor? Not at all: our tongues and our senses find that water is sweet, and that is how we call it (in Span ish), to remember that we depend on it, on those reservoirs that ensure health as well as the possibility of fully expressing ourselves.

Water is life and the temptation of thinking about ourselves as rivers is high, as Jorge Manrique reminded us in its famous poem of 1476: “Our lives are the rivers / that flow to the sea.” So there we go, to the sea.

The Sea of Water and Silver

As known by everyone, Sinbad the Sailor travelled around the Seven Seas. Not everyone knows, however, that the seven seas in Ancient times were the Mediterranean sea, the Red sea, the East Africa sea, the West Africa sea, the China sea, the Persian Gulf and the Indian ocean. Our current seven seas could be the South and North Pacif ic, the South and North Atlantic, the Antarctic, the Arctic, and the Indian seas.

There are seas of every color. In general, they tend to be blue, as they reflect the color of the sky; but this changes according to depth, algae or suspended particles. And, if we talk about colors, it is impossible not to bring to mind the Black sea (that which sepa rates Europe from Asia), the Red sea (between Africa and Asia, with its color being the result of a red alga) or the Yellow sea (in China, which brings yellow clay from the Huang He river).

Whether it be serene or furious, we are fascinated by the sea. It shares with the fire its hypnotic effect, the impossibility for us to resist to its purpose, the attraction of our gaze. And it speaks to us through the voice of poets:

Here in the island / the sea / And so much sea / overflowing, relentless, / it says yes, then no, / then no, no / then yes, in blue, in foam, with gallops, / it says no, again no.

It is so fascinating that we owe our name, Argentina, to the desire that our seas and rivers were drizzled by silver, the precious met al that glimmered in the imagination of conquerors. It was not like that, and there was no silver on their shores or depths, but we are content with the sea, much more than we have admitted through out history.

The ocean is oxygen, life, work, sovereignty, science, and cul ture. Almost two thirds of the surface of the country are covered by the waters of the Argentine Sea and the South Atlantic ocean, but their vastness does not prevent them from being vulnerable. In

the last 200 years, the life styles of the society have impacted on marine ecosystems, the role of oceans as climate moderators and the characteristics of ocean waters. The Argentine Sea is a strate gic resource to further the country’s technological, economic and productive development; that is why community engagement is essential. Talking about this critical situation is the opportunity to get involved, understand several phenomena and rethink our con nection with the ocean.

Even if we do not see it, 62% of the Argentine territory is under the sea and it is the habitat of a huge variety of species. The bicon tinental map, which includes our South American portion, the Ant arctic territory and the continental platform amazes us and chal lenges us with its scale and vastness. However, we should watch out for its variations: while progress is being made on research on their effect on the ocean, some studies already show that climate change has a significant impact on the species living in the Argentine Sea and Antarctic seas.

Fortunately, the Argentine Sea is not characterized by its con tamination: We may enjoy it in the most part of its shores. Howev er, the more urbanized and industrialized coastal areas suffer the most severe consequences of contamination and they represent a significant warning about what may happen if not enough care is taken. Let’s think about a world in which 13 000 000 tons of plastic are annually thrown away in the ocean. In Argentina, 40% of the plastic materials produced every year are packages and they end in the ocean, thus, disturbing its waters. Looking at the sea is also looking at ourselves.

The Body of Water

Even though we are terrestrial beings, we carry our own personal ocean inside as a reminder of the common aquatic origin. All func tions of our body depend on water: circulation, breathing, food pro cessing, movements, brain functioning.

Not only that: life on Earth as we know it would be inconceiv able without water, a liquid that is so special that it made possible the evolution on the planet. We, as well as fish, butterflies, iguanas and clams, are here due to water’s state changes, its capacity to transfer and absorb heat, its density, its capacity to dissolve other substances, its eternal cycle, among other properties. Clouds, filled with water, have made it possible for us to have a nice weather, at least tolerable for all of us. And water has also given jobs to thou sands of umbrella and raincoats manufacturers…

We are exchanging water with the world all the time: when we breathe we lose about 500 g (0,5 kg) of water every day, and if it is hot, we lose a few liters of water daily through sweat —yes, a few liters indeed—. It is almost as we were talking with nature in a mois ture language. We talk from our bodies of fire and water:

And let your body be of flames / on a body of water.

Water is part of the internal environment of the body, that which we must maintain stable as a synonym of health. Many body systems play a role in maintaining the homeostasis, that mechanism that achieves that, in the face of significant changes in the environment, our own environment changes as least as possible. Not only water remains stable, but also the salts dissolved in it. And where do we store the water? Most of it, about 30-40%, is contained in the cells. Another significant part (about 16%) surrounds those cells; that is the so called interstitial water. And only about 4% flows through our blood vessels. The rest is within the organs or in the connective tis sue. The water cycle we have already described has its counterpart in another cycle within our body: we live and depend on water, as a treasure that nurtures us. It is so close to us that it shapes us, inside and outside, in our lives and our histories.

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Water Care and Engineering

Without even realizing this, we experience an everyday miracle in our homes: we turn on the faucet and water flows. But, how does this marvelous mystery occur?

How does water get to our home’s faucet? Crude water (obtained directly from freshwater sources) must be purified —i.e., it must comply with the criteria stated in the Argentine Food Code: water for consumption must not contain alien substances that may make it dangerous for health, it must have good flavor and it must look clean. Thus, water purification plants check that there are no toxic chemical or biological substances and there are even people who taste and smell water for human consumption.

Certain substances are added to the large ponds where water is stored to make suspended particles and micro organisms fall to the bottom. Then, water is filtered and disinfected with chlorine to destroy any micro organism that may be left. The acidity of water and the presence of several salts are also checked, and then water is ready to be delivered to homes through the supply network. Of course, there is a returning network: the sewage discharge (from bathrooms) and rain discharge (that takes rain water away for the city not to get flooded) network. Thus, the network provides us much, much water... And the truth is that we use much, much wa ter. Hand cleaning takes 6 liters of water every minute the faucet is open; a washing machine cycle requires 100 liters, and flushing the toilette requires 13 liters of water. Among other daily activities, the most water-spending ones are washing a car or irrigating a large garden: up to 500 liters of water may be used to that end.

In many countries of the world, including several Latin American countries, drinking water does not mean turning on a faucet but getting a bottle of drinking water. It may be distilled or demineral ized water: water is boiled, the steam goes up and in the process, toxic and non-toxic impurities, such as minerals, are left. In addi tion, “spring water”, which comes from a source that emerges to the surface of the ground, is bottled. The most common bottled water is “mineral water,” which may be obtained from the subsoil (the soil is drilled to reach an underground source), or purified water to which minerals are added. Some of those minerals are calcium, iron or sodium.

All this entails a mandate: Take care of water, as sung by Joan Manuel Serrat:

Take care of it as it takes care of you.

Jump, wet, fly, clean, / water that comes and goes.

River, foam, rain, mist,/ cloud, fountain, ice, sea.

Water, mud in the road, / Landscape-carving water, Mill-driving water…

Almost all water in the Earth is salty (and it is a lot, more than one trillion —i.e., one thousand billion— cubic kilometers): less than 3% is freshwater and most of this percentage is frozen. Yes: 69.7% of the freshwater is frozen, 30% is underground water, and rivers and lakes contain only 0.3% of this freshwater. Let’s calculate: if the planet had 100 liters of water, there would be only 750 milliliters of underground water and 7 milliliters in surface rivers and lakes.

About 20 years ago, it was estimated that there were, in average, about 9000 cubic meters per person, but as population grows and natural resources are wasted, that amount declines, and it will be about half of it by 2025.

Look out: Access to drinking water has its problems, which are not few. According to the United Nations (which declared the period 2005-2015, “International Decade for the Action ‘Water, Source of Life’”), there are 1.1 billion people who lack the benefit of drinking water and 2.6 billion people without sanitation. Unfortunately, many people in the world uses water that is in bad condition, and indus tries contaminate surface and underground waters. Global heating

(which causes the planet temperature to increase, mainly due to human action) increasingly worsens the situation.

But, listen up! It is not about waiting or despairing, but about be ing aware of the problem and eventually acting both at home and at our schools as well as in the neighborhood, the city and from the government to find solutions. A proper use of water, more care and control regarding industrial waste, thinking about both the squandering and the lack of it, and, finally, considering water as an irreplaceable resource that requires our special attention, are all factors that may contribute to the beginning of a new world.

This takes us to the use (proper use, misuse and abuse) of water in Argentina. Let’s start saying that our country has considerable hydrological resources (including the del Plata basin and the un derlying aquifers). However, it is fair to say that these resources are distributed very heterogeneously; thus, there are very arid provinces with low level of rains and low storing capacity. Our un derground water is a unique resource, with about 225,500 km² only in the Guaraní aquifer. But we have to take care of it, and really take care: aquifers in general are in constant danger of being contami nated and, in that case, we ourselves are in danger of losing several points of our quality of life.

Figures seem revealing: it is estimated that more than 80% of the population in urban areas have access to drinking water, and more than 50% to sewer and drain services. In rural areas, those figures decrease significantly, as well as in the most vulnerable neighbor hoods. In the Metropolitan Area of Buenos Aires, the drinking water network reaches more than 90% of the population, but in provinces such as Formosa or Chaco, there are people who must make long trips to get it. The same happens in some vulnerable areas of the Greater Buenos Aires, where there is a huge inequality in the distri bution of drinking water and its sanitation systems. We know that the improper treatment of waste may result in epidemics and health problems, mainly in child population. Water, thus, becomes a syn onym of justice.

Right: We have sufficient water and, in average, more than we need to live. The index that measures the lack of water is called hy drological stress: it estimates the quantity of water obtained from the different available underlying and superficial sources to meet the demand. Argentina has a low to medium stress index, which means that, in general, we could be reassured about the quantity of water for our inhabitants. But averages are always tricky, and the distribution of water in our territory is very unequal.

Water also gets angry and submits us to periods of scarcity or excess; floods are a threat for several of our regions, and droughts set the pace for our agricultural economy.

For all these reasons it is important to raise awareness about the responsible use of water. Due to the alleged abundance of wa ter in our country, we usually forget about this issue. Thus, both in residential and in industrial or farming activities, this clear gold is usually used in excess. We see that in our cities, on the sidewalks, at home, and in our factories: wasting water is very usual. Although only 10% of the water is used for human consumption (the remain ing percentage is for industrial and farming use), it is our respon sibility to take care of it. At our homes, the kitchen and bathroom are the rooms with the higher consumption of water. A 10-minute shower requires 185 liters, and an immersion bath requires between 200 and 350 liters. A dripping faucet may lose about 46 liters of water daily, and if the toilet tank does not work properly, it may lose thousand of liters every day! The same happens with the excessive irrigation of gardens or the frequent change of water in swimming pools. Calculations are unquestionable: turning off the faucets, using buckets instead of hoses that are permanently open, using aerators in the showers, among other things, saves up to 80% of every day water.

Then: do not waste the water… take care of it.

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A Book about Water

There are no doubts about this: we have made a significant prog ress as a species. We live more, he have developed science-fiction technologies, we produce more and better food. Yet, it was not so long ago that we started to talk about the concept of qualify of life: it is not only about living... but about living well. This quality of life is a complex phenomenon: it represents the set of factors that gives us both physical and emotional welfare. Education, culture, access to health and, of course, the possibility of enjoying nature and the best possible environment have also an impact on that quality of life.

On the basis of any welfare… there is always water. And, thus, it will also be present in these pages; there are no doubts that this is an aquatic, wet, humid text –water for health, for the environment, for culture—. And we fell short: Water also means enjoying free time, sports, nature.

This book is about that: about the possibility of being amazed by the omnipresence and the overriding nature of water. It is about re minding us that there is no physical and mental welfare without this amazing liquid that washes over our senses as well as the beaches. Throughout the following chapters we will continue discussing the relationship between water and science, health, environment and culture. We will have a boat trip through its histories and legends; we will find it in our everyday life; we will play with water and acknowl edge its importance for economy and the role it plays in art. We will get out, we hope, both wet and amazed alike.

It is worth bearing this in mind this: we are water, we live in the Water planet, and we need it.

To the water we go…

SCIENCE. The Beginning of Life

Somehow, water is the basis of science. We study the chemical, physical or biological aspects of water, and we investigate it in con nection with astronomy or atmosphere sciences.

As well as we vigorously search for water in Mars and other plan ets, we also wonder about the origin of water on the Earth. We ig nore it, although everything seems to indicate that the liquid ele ment is, at least, an alien.

Regardless of how water got here, the truth is that living crea tures have taken the most advantage of it, starting by plants, the absolute queens of evolution. These true energy factories use water, oxygen and minerals to make the daily miracle of producing their own food and, along the way, generate life as we know it. The problem arises when there is no water around and it is necessary to figure out how to produce plants. Thus, several human technologies have achieved tilling in quite hostile conditions, such as deserts, the Antarctica, or even the International Space Station. Among these techniques we may find hydroponic agriculture, with crops developed in mineral dissolutions, recirculation of water in desert conditions or, more recently, the production of drought-resistant plants through genetic engineering. Water also hides scientific mysteries. Yes: water contains power and geometry. There they are the steam, the star of one of the largest industrial revolutions, and, may be one of the best kept secrets, hydrogen, a source of clean and highly efficient energy.

Water is a true guardian of ecosystems too. Due to its huge ther mal capacity, it is the climate regulator par excellence: the lack of water may result in extreme weathers. Furthermore: one of the first effects of climate change, which causes a significant temperature increase, is the melting of Arctic and Antarctic ice, which modifies aquatic and earthly life; in addition, the increase in the sea level may have a highly negative impact on shores and coastal populations.

Finally, water is also a challenge and compels us to develop tech nologies to cross it. The instinct of travelling and going around the world helped us expand our life on the sea and create true floating cities that help us travel the world: boats, sailboats, vessels that humanity has built since the beginning of history.

We are water and we depend on water: science is still trying to understand it.

HEALTH. The Energy that Keeps us Alive Oddly enough clean and drinking water has not always been related to health. Something that is now evident for us, i.e.., the need to have access to this resource as the main source of human health, is a relatively recent finding for humankind.

An interesting example is that it was not until the cholera epidem ics that occurred in London during the nineteenth century that it was concluded that the disease was transmitted through water, when a case map was developed to reach the “culprit”: a pump that carried contaminated water to the homes of the diseased persons. Today we have resources to purify water and transport it safely through pipe and sanitation systems to ensure the health of the population.

However, water is also crucial for our psychological health. Sev eral therapies and rituals invite us to submerge into pools or bod ies of water that have several properties. Hydrotherapy, thermal waters or water containing minerals may be excellent partners for wellbeing and health.

And, last but not least, water may be the source of new drugs and therapies. Marine organisms generate several bioactive com pounds with potential therapeutic uses. That is how compounds with antitumor, antibiotic, antioxidant and anti-inflammatory ef fects have been discovered, which compounds derive from algae, invertebrates and fish and show promising clinical uses.

However, the most known water- and health-related practice is, simply, washing hands. Keeping our hands clean is, probably, one of the most important measures to avoid the transmission of infectious diseases.

We know we carry an ocean in us, and that all physiological sys tems require water, whether directly or indirectly. Thus, the water balance is essential for the body to function properly. We eliminate liquid through breathing, sweating, urine and stools. But there is a remedy: drinking the necessary water, the quantity of which will depend, of course, on the weather, on the exercise done and on the different individual conditions. In average, the recommended amount of water ranges from 2 to 3 liters of water per day for adults and about 2 liters per day for preteen boys and girls. Most of this water comes from drinkable liquids, and only 20% from food.

In brief, water feeds, prevents, hydrates, cures… It is on the basis of human health.

SPORTS. Searching a Fluid Balance Water is a source of physical development and mental health. It invites us to connect with nature and achieve a dynamic balance between our body and the environment.

Probably all civilizations had aquatic activities, but the fact that such activities have become true sports, with their rules and inter national practice events, is relatively recent.

The most obvious of all of them is probably the art of moving our body by water: the art of swimming. Among the swimming disci plines, we may find swimming in pools (with its different strokes), in open waters, synchronized swimming and ornamental jumps. It is true that, although we have evolved from marine organisms, we are not naturally prepared to move gracefully in water. However, swimming entails applying a set of scientific principles to move in a medium that is alien to us. Thus, records have been reached of about 9 km/h in water —not bad for a terrestrial walker as the human being—.

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Aquatic sports could be classified according to where they are played. Thus, they may be played on the surface, as is the case of nautical sports that take advantage of the wind, the waves or the currents, or with the help of engines to achieve higher speeds; un der water, such as diving, or even above the surface, like kite-surf.

An important phenomenon to be considered in connection with aquatic sports is the floatation of the body. As with any other body that submerges, it is worth reminding Archimedes’ principle where by there is “a force pushing upwards,” which is essential to float. An interesting exercise is to release all air from the lungs while we are floating in a pool and… we will softly descend. A new inhalation will keep us floating and enjoying of our aquatic contact.

Whether it be over, within or under the water, we have hobbies and competitions to suit all tastes, both for high-competition and for recreation purposes. Above all, making exercise in water, com mencing by swimming, is an endless source of wellbeing for health, with huge benefits for posture, breathing and mood… which bene fits we should try to maintain once we come back to the land.

NATURE. The Marvelous Things of a Humid Planet

We are lucky that we inhabit a planet whose distance to its sun is perfect, which allows us to enjoy abundant liquid water and, in its ex tremes, solid water as a freshwater reservoir. In Argentina we may brag about our ice masses, which represent more than 20% of South America’s glacier mass. We have more than 15,000 glaciers, which are marvelous for the sight and necessary for the Earth’s climate; the most extensive area is that of the Santa Cruz river basin, with about 1000 bodies of ice (including the famous and photogenic Moreno gla cier and the huge Upsala and Viedma glaciers). It is a fact that the retreat of glaciers due to the climate change is a warning sign that should not be ignored. Climate, as well as life, depends on the actions we take to that regard.

Water in liquid state is also a large reservoir… of life. That is the habitat of fish, the kings of rivers and seas; although there is no exact census, there are 570 marine species and 539 freshwater species. Aquatic fauna is not limited to fish, but there are innumerable inver tebrates that are on the basis of the different food chains, as well as marine birds and mammals that populate our shores and tides.

Probably, upon reflecting on life in water, we immediately think about animals, but we must not forget plants, from phytoplankton (coming from the Greek: small river and sea “errant plants”), which is essential at the base of ecosystems, and photosynthetic algae, which are, as a whole, our largest guarantee for the capture of at mosphere carbon, even those that turn wetlands green and make us lose our sight on the horizon.

But be careful: Sometimes we, humans, interfere with natural water cycles. Thus, our increasing need of space and energy mul tiply urban spaces, dams, tree logging and the disappearance of wetlands. These actions endanger our own survival: if we forget about preserving water, we run the risk of losing the source of our health and the base for nature itself.

On top of the mountains, in valleys, on our large Atlantic coast, in the abundant rivers and the modest streams, in lagoons and wet lands, there it is the water, not only as the custodian of life and weath er, but also as the element that makes it possible human settlements and the sustainable development in communion with nature.

DAILY LIFE. An Everyday Companion

We turn on the faucet or we search for water in the river or a pond, and there it is, clear and ready for the innumerable uses we give it. Have you ever thought about the daily uses of water?

Obviously, we drink it with thirst and happiness. But it is also es sential to clean our body, our homes and our workplaces. We also use it for irrigation and to clean different surfaces and infrastruc tures. As we have seen, we play with water and we turn it into a

vehicle for leisure and recreation. We take it indirectly from food, as it has helped crops and cattle growth. It is also a driving force of industry, the products of which we use every day, and of the power that drives the world, in particular, our cities. And it drives us, as passengers of an endless human trip, and it has, thus, carried love and hope letters through rivers and seas, or huge loads that tra verse the planet floating to their destination.

Of course, this availability of water has not always been natural. Human creativity has achieved wonders to obtain water, from the aqueducts of Ancient Assyrians and Romans to the first pump de signed by Archimedes.

However, the genuine revolution of water distribution and sani tation systems has been recent: it has occurred from the end of the nineteenth century to the beginning of the twentieth century. Oddly enough, it was a disease that which led to rethink about water han dling in our territory: by 1871 the yellow fever epidemics had caused thousands of victims, which made it necessary to design new pipe and sewage systems.

If there is any doubt about the presence of water in daily life, let’s check our day, which probably begins with some kind of infusion, such as that “mate” that invites us to talk and that is shared with friends, and the day may end with a refreshing bath that carries away fatigue and worries. Thus, summers are relieved with plunges and winters are mitigated by a hot water bag on the lap. Our memo ries are directly or indirectly related to water: those vacations next to the sea or river, an intense rain, a water bottle that accompanies us during our walks, they all may be the origin of a story that we will carry with us forever.

Water is with us throughout the day and throughout our life. If we lack of it, we feel a void that is impossible to fill. It is our small everyday miracle.

HISTORY AND LEGENDS. Navigating through Our Past

We feel water so naturally close to us that it is an integral part of our culture. All civilizations have justly paid tribute to it through gods, stories, dreams, as written by Borges in its “The Fourth Element Poem:” Water that houses, as dream, monsters and nightmares. Monsters as the kraken, that gigantic and terrifying octopus of the seas, the mysterious Nessie from the Scottish Loch Ness, and its dear local cousin, the elusive Nahuelito that, every now and then, shows its comb in the Nahuel Huapi lake.

It is fascinating to see how the different cultures include legends on large floods and their consequences. The Gun-Yu myth is related to the great downpour occurred in China about 3,000 years before our era. Hindu Vedas tell the story of Manu, who was warned by god Vishnu about the downpour and could build a boat and save his life. Does this story ring a bell? Of course: it has the same basis as Noah’s story, which is present both in the Old Testament and in the Quran.

On the other hand, all religious myths and rituals include water as a main character. Thus, the marriage between Apsu (freshwater) and Tiamat (the sea) in Babylon, Aban in Persia, Poseidon reigning in the depths of the Greek ocean, the rainy Tláloc of Aztecs or the Mayan Popol-Vuh reflect this aquatic origin. Also, according to the Judeo-Christian Genesis, water was already there on the first day of creation, followed by the emergence of rivers and seas. Howev er, these mythological issues are always based on practical needs related to water handling and use.

Nothing of this is just by chance: he who knows and controls wa ter is, in part, owner of the world. Navigation for fishing, trade, ex ploration and conquer of other lands has given rise to cultures and civilizations. The great empires have arisen based on their maritime capacities: a genuine floating culture requires science and technol ogy at the service of boats, rafts and marine factories. Navigation fostered astronomy, food technologies, advances in measurement tools and, of course, also war news and supremacies to crush the

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enemy navy. Water also creates heroes, as William Brown or Hipóli to Bouchard, the authors of feats worthy of patriot pirates.

In peace and war, in legends and stories… water is always there.

SOCIETY. The Civilization that Depends on Rivers and Seas It is usually stated that modern civilization was born in the mythi cal Mesopotamia, between the Tigris and Euphrates rivers. It is no wonder, then, that societies always look for water and nurture from it. By rivers and lakes, taking advantage of shores, humankind has never been far from water, the daily support for life, feeding, com munications. History has river curves and sea depths.

This is also the history of Argentina, our country, mapped on a generous network of hydrographic veins. During the colonial era and then, in the period of Argentina as a nation, rivers and ports were the entry and exit points for trade and industry. Maybe it was later that sea started to be considered as an integral and strate gic part of our nation. But there is no doubt that this huge entry gate that is the Río de la Plata, as well as its connection with the wondrous Parana and Uruguay rivers, has been foundational in our history, as well as the bodies of water that were essential to found cities and dreams throughout the territory.

Water also limits us as it is a natural border with neighbors. Suffice it to remember the “high-mountain watersheds” used by Francisco Moreno to overcome limit disputes with Chile, back there by 1881.

And when waters cause internal divisions, creativity steps in to bring together through wonderful engineering works that build bridges and tunnels, create marriages between cities and towns, between islands and continental land.

In fact, it is impossible to think about the settlement and evo lution of any society without referring to water, an element that we have learnt to respect and, if necessary, control. Thus, we get our subsistence from fishing, irrigation from rivers and streams, dialogues from vessels. With the proper technology, arid areas and deserts, thirsty regions, may become arable lands and, thus, new populations may arise, with individual and collective growth. Also, throughout our history, civilizations have arisen which, by their cre ativity and science, managed to settle in areas that were farther from the primary sources of water and survived even under unfa vorable hydrological conditions.

It is true that we have also abused from some of the virtues of water and contaminated the river beds and sea shores; maybe the time is coming to become aware and take care of it: a society that fails to care for and protect its waters compromises its future.

ART. A Shower of Ideas and Creativity

Seeing a picture of a snow flock under the microscope may gener ate in us the same emotion as an opera aria. Water may also be art, a part of all arts, from the river-related novels of Juan José Saer to tangos such as Garúa (Drizzle) or Agua mansa (Quiet waters). Indeed, water has been an actress and muse of artists, an element that is so chemical and aesthetic that inspires both poetry and imagination. Since we cannot retain water between our fingers, maybe it may be captured by art in its works.

Maybe it is in plastic works where water has a more important role. Watercolors, temperas and sculptures have always sought to convey the aquatic mysteries and beauties.

We find it in the city and its ports, as the great Benito Quinquela Martín challenges us with its images of the Riachuelo, its vessels and its men on the grey river. And artists have always sought to grab and depict the movement of water, as attempted by Gyula Kosice with his hydrokinetic art, where spheres, drops, bubbles and water jets interact with lights and sounds creating aquatic and hypnotiz ing illusions and realities.

But if we talk about illusions, we cannot forget to mention the work by Nicolás García Uriburu, the most famous river colorist. He combined conceptual art and ecology activism and managed to dye rivers and fountains in Europe and America, thus, reminding us about the ephemeral nature of our existence and proposing “that Latin American countries unite by the waters of their rivers, which would be symbolically colored, as a way to put an end to the limits set by men. All our continent united by an ideal: Nature.”

However, water has not only inspired plastic arts. Listening, for instance, Water Music by Händel takes us to a boat trip by the Thames River. The works by Beethoven (The Storm), Debussy (his pieces were inspired by the sea) or Chopin (from its prelude “Drop of Water”) surround us with a liquid and humid atmosphere.

And what about literature and its connection with water? The Odyssey is made of trips by water, Federico García Lorca’s poetry is made of thirst, Pablo Neruda’s poems are made of sea, Horacio Quiroga’s tales are made of river.

From Pre-Colombian to contemporaneous art, artists downpour, spill, flood us. From classic to modern art, water always flows; a wa ter that screams as in Alfonsina Storni’s poem: Water, water, water! / That ‘s my cry up and down streets and squares

Asatellite image of Argentina reflects not only the vastness of the sea and the different geographical formations, but also what we know and what we feel about our land. Emotions expand in view of the several glaciers, fields and snowy peaks, lakes and lagoons, rivers and streams, green wetlands and other marshlands. We have a great variety of landscape units, all of them with water.

A naturalist associates this humid presence with an extraordi nary diversity of forms of life. We should bear in mind that more than a thousand species of marine and freshwater fish live under the waters of our territory, which species are, in turn, related to other organisms. There is a permanent dialogue between living creatures and the environment where they live.

Too often we, humans, forget that we are part of nature since our inception. For Ancient Andean peoples, water was essential. That is why they represented amphibians in their refined pottery, as the presence of frogs and toads announced the desired rains that irrigated their crops. Abipones, who lived in the northeastern wetlands, called themselves jaaukanigás or “water people.” To the south, the supreme god of Tehuelches, Kooj, that existed before the sun and its light, cried so long in its loneliness that his tears gave rise the sea.

Navigating that same sea, conquerors arrived and, settling on the river coasts, they founded cities. Their growth led to the domesti cation of wild landscapes using the Old World technologies and also to the deterioration of natural environments. However, beyond the concerns of great naturalists, today we may observe the develop ment of an environmental awareness that results in healing ges tures. This is an indispensable commitment for current and future generations. To face the environmental crisis, they must enhance their knowledge and experience with information and more “green hours” in contact with nature. Water and Life shares this respon sibility through its pages, which aim at highlighting that essential element that so beautifully identifies our planet.

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Agradecimientos

Gabriela Alais, Myriam Angueira, familia Arnaud, Tomás Birkner de Miguel, Jorgelina Bonetto, Carlos Cento, Fernando Citara, Pablo Deganis, Juana Duhalde, Valeria Edelsztein, El Trampolín Hidroterapia, Sergio Fomicz, Fundación Nicolás García Uriburu: Claudio Alo y Andrés Terán, Diego Izquierdo, Mariela Landini, Ian Molina, Ezequiel Moreno, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes (Argen tina), Aníbal Parera, David Peña, Lucía Peña, Gloria Piacenza, Carlos María Pinasco, Oscar Ángel Poppe, Luis Ramírez Avila, Robbie Rendo, Victoria Rodríguez López, Mark Russell, Inés Tanoira, Teresa Tedin

Créditos fotográficos

Archivo General de la Nación (ps. 55, 60, 61, 78, 84, 95, 97, 128, 139 arriba, 147), Aero Pro (ps. 50/51), archivo personal Tomás Birkner de Miguel (p. 71 abajo), Diego Izquierdo (ps. 76/77), El Trampolín Hidroterapia (p. 80 arriba izquierda), Guido Piotrkowski (ps. 22/23, 42 arriba y abajo derecha, 44/45, 72/73, 90, 99 abajo, 116), INTA (p. 107), Ian Molina (ps. 122/123), Mariana Salcedo (ps. 38/39, 126/127), archivo personal Robbie Rendo (p. 67), archivo Télam (ps. 62/63, 74, 75 abajo), Rubén Alejandro Yonzo (p. 81), Inés Tanoira (p. 94 abajo), Jorge Aloy (p. 98), Miguel Ángel Toro (p. 130), Walter Díaz (p. 131), Vinicius Garcia Andrade (p. 46), Mark Russell (p. 71 arriba), Mauro Rico/Secretaría de Cultura de la Nación (p. 75 arriba), Maghradze ph (p.101), NASA (ps. 18, 104/105 y 150), Pragyan Bezbaruah (p. 106), Rafael Classen (p. 115 abajo), Archivo Visual Patagónico (p. 120 ariba), Palacio San José Museo y Monumento Histórico Nacional Justo José de Urquiza (ps. 124/125), Planet Labs PBC (ps. 132/133), Juan Ignacio Rojas (p. 110 arriba izquierda), Zelmira Frers y archivo familiar (ps. 110/111), Ricardo Gil (p. 142), Roberto Pera (p. 148 arriba izquierda), Shutterstock: Photobac (ps. 82/83), María Campos Carretero (p. 48), Max Lindenthaler (p. 49 arriba derecha), Literator (p. 115 arriba derecha), zavoda (p. 99 arriba derecha), Istockphoto: Hispanolistic (p. 80 abajo izquierda), chuck (p. 100), David Mark (p. 64)

Malba, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (p. 134) Gyula Kosice, Persistencia. Gota de agua C, 1970, acrílico en relieve, agua destilada, metal, luz a 220v y bomba de aire, en caja de madera 71 x 51,8 x 18,5 cm. Fotógrafo: Gustavo Sosa Pinilla (ps. 136/137) Leandro Erlich, La pileta, 1999. Vista de la instalación en 2019. Fotógrafo: Guyot Orti Colección Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina (p. 138) Benito Quinquela Martín, Hundimiento del Santos Vega, 1946, óleo sobre tela (p. 139 abajo) Benito Quinquela Martín, Rincón del Riachuelo, 1918, óleo sobre tela

Fundación Nicolás García Uriburu © Nicolás García Uriburu, reproduciones bajo permiso: (ps. 140/141 arriba) Green Venice (autorretrato), 1988, óleo sobre tela (p. 140 abajo derecha) Coloración Uriburu, 500 años de polución, Río de la Plata, dock 3, botellas con agua de la coloración, serie numerada de 30 botellas y prueba de artista, 1992 (p. 141 abajo) Coloration du Grand Canal, Venecia 1968, fotografía

Guillermo Roux (ps. 148/149) La Constitución guía al Pueblo, témpera sobre lienzo, 3.45 x 6.51 m, 2011

Museo Xul Solar, Fundación Pan Klub (ps. 142/143) Proyecto Fachada Delta, 1954, acuarela y tinta sobre papel montado sobre cartón, 26 x 36 cm, montaje: 33 x 41,5 cm

La mayor parte de las imágenes publicadas pertenecen a los archivos consignados. Algunas fotografías han sido extraídas de documentos, libros, revistas y bibliotecas digitales que también están reseñados. Se han hecho todas las gestiones posibles para identificar a los propietarios de los derechos de autor; por cualquier error u omisión accidental estamos a disposición de los poseedores de los eventuales derechos de fuentes iconográficas no identificadas.

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Este libro se terminó de imprimir en noviembre de 2022 en Talleres Trama Pje. Garro 3160, Ciudad Autónoma de Buenos Aires Impreso en Argentina – Printed in Argentina

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