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conversando con s arMIento
Editado por Ignacio Gutiérrez Zaldívar Coordinación Editorial Laura Moskovich Paula Sarachman Diseño Gráfico Laura Moskovich Fotografía Archivo General de la Nación Depto. Doc. Fotográficos (AR AGN DDF) Museo Histórico Sarmiento (MHS) Museo y Biblioteca Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento (MBCNS) Néstor Paz Colaboración Enrique Burone Risso Ricardo Celma Claudio Gallina José Marchi Juan Manuel Jaimes Roy Mario Sanzano Agustín Viñas Ignacio Gutiérrez Zaldívar (h) Walter Pérez Pablo Quinteros Gustavo Roldán Jonathan Sandoval Gabriel Sarmiento Javier Zenteno Obra reproducida en tapa Retrato de Domingo Faustino Sarmiento realizado por Eugenia Belín (MHS) Fotocromía e Impresión Arcángel Maggio - Selección Maggio Boutique No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión por ninguna forma o método, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Los infractores serán reprimidos con las penas de los arts. 172 y concordantes del Código Penal (arts. 2, 9, 10, 71, Ley 11.723). © Zurbarán Ediciones, 2019.
Jaim Etcheverry, Guillermo Conversando con Sarmiento / Guillermo Jaim Etcheverry. - 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Zurbarán Ediciones, 2019. 160 p. ; 31 x 22 cm. ISBN 978-987-596-065-7 1. Biografía. 2. Historia Argentina. I. Título. CDD 920
Hecho el depósito que marca la ley 11.723 2019, Zurbarán Ediciones Cerrito 1522 (C1010ABF) Buenos Aires | Tel./Fax: (54-11) 4815-1556 e-mail: igz@zurbaran.com.ar | www.zurbaran.com.ar | República Argentina Impreso en Argentina | Printed in Argentina
FOTOCOPIAR LIBROS ES DELITO
Libro declarado de Interés Educativo por el Gobierno de la Provincia de Mendoza, Dirección General de Escuelas, resolución 2019-5246410
ÍNDICE El comienzo del viaje ¿imposible?
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El nacimiento de su interés por la educación: infancia y juventud
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La educación y el desarrollo económico y social
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La educación popular: pública y común
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La creación de las escuelas
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La importancia de la educación inicial: los jardines de infantes
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La educación de las mujeres: una política innovadora
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El complejo problema que plantea la formación de los maestros
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Los contenidos de la enseñanza, una cuestión debatida
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Los castigos corporales en el ámbito escolar
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Implicancias de la tarea de enseñar
82
La lectura, los libros y las bibliotecas populares
88
El financiamiento de la educación
96
Los viajes y las experiencias de otros países en materia educativa
102
La situación de las escuelas en Buenos Aires
106
El impacto de la visita a los Estados Unidos. La relación con Horace y Mary Mann
112
La percepción de su influencia en la sociedad de su época
120
El balance de su vida
124
La despedida
133
Cronología
144
Conversing with Sarmiento: his views on education
150
Principales fuentes bibliográficas
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Agradecimientos
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E
I
Este aporte en el ámbito de la salud se complementa con nuestra convicción de que la educación es el motor de cambio individual y social, así como un factor de desarrollo a nivel país. Por eso editamos este nuevo libro, Conversando con Sarmiento, con el desafío de generar un espacio de reflexión sobre los ideales de este maestro, político, escritor y periodista argentino que supo influenciar a sus contemporáneos para transformar la educación argentina.
This contribution to the health field is supplementary to our conviction that education is the driving force of individual and social change, as well as a development factor at country level. Therefore, we have published this new book, Conversando con Sarmiento (Talking with Sarmiento), with the aim of creating space for reflection on the ideals of this Argentine teacher, politician, writer and journalist, who had an influence on the people of his time to transform Argentine education.
Sarmiento modificó la realidad social de aquellos días y con su trabajo innovó en la forma de pensar la educación, concibiendo el conocimiento como pieza clave para el crecimiento de la Nación. La vigencia de su pensamiento es parte del legado que recibimos para repensarnos como sociedad y poner en valor la educación y el potencial de nuestro país.
Sarmiento changed the social reality back then and through his work, he brought innovation to the way of thinking about education by conceiving knowledge as a key element for the Nation’s growth. The current validity of his thought is part of the legacy we received to rethink ourselves as a society and to award high value to education and to our country’s potential.
Para ello, Guillermo Jaim Etcheverry nos propone un diálogo imaginario con Sarmiento sobre temas relacionados con sus ideales. A partir de fragmentos de sus escritos, cartas y discursos hace un recorrido por sus pensamientos más significativos y momentos relevantes de su vida: la lucha por la educación laica, pública y obligatoria, la educación de las mujeres, la formación de los maestros, la importancia de las bibliotecas populares y el fomento de la lectura así como sus experiencias con las enseñanzas en otros países.
For this purpose, Guillermo Jaim Etcheverry proposes an imaginary dialogue with Sarmiento about different issues related to his ideals. Taking some extracts of his writings, letters and lectures as a starting point, he goes over his most significant ideas and the most relevant moments of his life: the fight for lay, public and mandatory education, women education, teacher training, the importance of popular libraries and promotion of the reading habit as well as his educational experiences in other countries.
Los invitamos a sumarse a este desafío y a disfrutar de este diálogo reflexivo e inspirador con uno de los pensadores más importantes de la Historia de Argentina y de Latinoamérica.
We invite you to join this challenge and to enjoy this reflexive and inspiring dialogue with one of the most outstanding thinkers of Argentine and Latin American History.
n el año de nuestro 85º aniversario, renovamos el compromiso de trabajar a diario por consolidar la misión de Laboratorios Bagó: mejorar la calidad de vida de las personas con productos innovadores y reconocidos internacionalmente por su calidad y eficacia terapéutica.
Sebastián Bagó
n the year of our 85th anniversary, we renew the daily commitment to work in furtherance of consolidating the mission of Laboratorios Bagó: to enhance the quality of life with internationally acknowledged and innovative products due to their quality and therapeutic effectiveness.
Juan Carlos Bagó
Reloj de bolsillo perteneciente a Domingo Faustino Sarmiento. (MHS) 6
EL COMIENZO DEL VIAJE ¿IMPOSIBLE?
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…Su obstinado Amor quiere salvarnos. Noche y día Camina entre los hombres, que le pagan (Porque no ha muerto) su jornal de injurias O de veneraciones. Abstraído En su larga visión como en un mágico Cristal que a un tiempo encierra las tres caras Del tiempo que es después, antes, ahora, Sarmiento el soñador sigue soñándonos. Sarmiento, Jorge Luis Borges
Volver al pasado. Eso es lo que me propuse. Nada menos. Me animó la lectura de un pasaje de “La noche del oráculo” en el que el novelista estadounidense Paul Auster plantea una idea inquietante. A propósito de “La máquina del tiempo” de H.G. Wells, la conocida historia cuyo protagonista viaja hacia el futuro, Auster se pregunta si, en realidad, no resultaría más atractivo regresar al pasado que aventurarse en el futuro. ¿Nos interesa en realidad ver cómo hemos envejecido, cómo nos desengañamos de nuestras vidas, cómo moriremos o, en cambio, preferiríamos conocer a nuestros abuelos cuando eran niños, ser testigos del momento en que se conocieron nuestros padres, ver jóvenes a las personas que quisimos? ¿Cambiaríamos esas experiencias por la contemplación de un mundo en el que ya no estaremos? Por eso, en cuanto surgió la inesperada oferta de hacer un viaje en el tiempo, la acepté de inmediato y pedí volver al pasado. Quería visitar a Domingo Faustino Sarmiento. Sabía que durante su vida, una poco común combinación de pensamiento y acción pública, había abarcado prácticamente todo lo que un ser humano puede imaginar y hacer. Pero yo quería visitarlo para que me relatara su actividad como educador de la que la Argentina se ha beneficiado durante más de un siglo. Debí decidir en qué momento de su existencia aparecer. Pensé que lo mejor era visitarlo en las postrimerías de su vida y por eso me propuse viajar al Paraguay de mediados de 1888, meses antes de su muerte ocurrida el 11 de septiembre de ese año. Debí comprometerme a no revelarle nada de lo sucedido luego de su desaparición así como a no intentar alterar el curso de los hechos con mis dichos. Sería una visita de pocos días y debía poner especial cuidado en que no resultara muy evidente que llegaba desde el futuro. El de 1888 era el segundo viaje que
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Sarmiento hacía a ese país en busca de un clima más propicio para su salud muy quebrantada por padecimientos respiratorios y cardíacos. Al partir de Buenos Aires el 28 de mayo de ese año, viendo alejarse la ciudad desde la borda del “Cosmos”, el barco que lo llevaba, tuvo el presentimiento de que esa sería la última vez que la contemplaría porque advertía que estaba mucho peor que cuando viajara el año anterior.
Sarmiento con su nieto Augusto Belín (1854-1936).
Así relata esa partida su nieto Augusto Belín Sarmiento: “Sobre la borda del vapor que lo llevaba al Paraguay, en mayo de 1888, abrazaba con la mirada la extensión inmensa de la ciudad y decía
con melancolía: ‘Será Buenos Aires lo que he dicho tantas veces, la ciudad reina del Sud; pero no estaré yo para ver realizados mis pronósticos. No paso de este año... hijo, me voy a morir...’ y repentinamente, irguiendo la frente y brillantes los ojos, agregó: ‘¡Ah, si me hicieran Presidente les daría el chasco de vivir diez años más!’ ”. Cuando el buque levaba anclas y se alejaba la figura de quienes lo despedían en la rada, Sarmiento alzó la mirada tratando de abarcar la ciudad que se alejaba y, esbozando una sonrisa según han relatado quienes lo acompañaban, dijo: “Morituri te salutant” (Los que van a morir te saludan), frase tradicionalmente atribuida a los delincuentes romanos ajusticiados que se disponían a morir como si fuesen gladiadores. Fue su adiós al país que no volvería a ver.
aloja en el “Hotel Hispanoamericano”. Pocos días después se traslada al hotel “Cancha Sociedad” aceptando el ofrecimiento de quien era entonces su propietario, el Dr. Silvio Andreuzzi.
Doctor Silvio Andreuzzi (1842-1912).
Vista de Buenos Aires desde el Río de la Plata, ca. 1880.
Retrato de su hija Ana Faustina (1832-1904) y su nieta Eugenia. (MHS)
Al llegar a Asunción en compañía de su hija Ana Faustina Sarmiento de Belín y su nieta Eugenia, a quienes luego se unió su nieto Julio, se
Trabó una estrecha amistad con este médico, originario de Navarons en el norte de Italia y reconocido oftalmólogo, y fue él quien se ocupó de su salud convocando a numerosos colegas para atenderlo. El predio donde se encontraba el hotel había pertenecido al último gobernador español del Paraguay, luego a la familia Egusquiza y finalmente a Elizabeth Alicia Lynch, conocida como Elisa Lynch o Madame Lynch, irlandesa que era la compañera del Mariscal Francisco Solano López, presidente de Paraguay (1862 -1870) y conductor de la Guerra contra la Triple Alianza (1865-1870) con quien había tenido cinco hijos. En casa de Mme. Lynch se cantó por primera vez el Himno Nacional paraguayo el 24 de julio de 1860. En ese predio, el Dr. Andreuzzi construyó un teatro de verano, la primera pista de patinaje del país y otras instalaciones campestres. Ese complejo, que se encontraba en el barrio de la Recoleta a unas 15 cuadras de la estación de ferrocarril en dirección al villorrio de Campo Grande, estaba rodeado de frondosas quintas e inmensos naranjales. Fue bautizado con el nombre de “Recreo Cancha Sociedad”. El casco de lo que fuera la antigua “Villa Egusquiza” se adaptó para uso hotelero.
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Pabellón que habitó Sarmiento en el hotel de Asunción. (AR AGN DDF / Consulta INV:24762)
Sarmiento y su familia se alojaron en un pequeño pabellón anexo al hotel, una casa de madera cuyo techo estaba recubierto por pizarra y que constaba de cuatro habitaciones. Sarmiento tenía un terreno que le había sido donado por una suscripción pública organizada por varios caballeros paraguayos y que se encontraba a unos 1.500 metros del Hotel Cancha Sociedad en la llamada curva de San Miguel y en el que se propuso construir una casa isotérmica que importó de Bélgica. Nunca llegó a habitar esa casa en cuya erección trabajó activamente plantando árboles, cultivando flores y construyendo un cerco de mimbre, material que había importado de Argentina y que fue el inicio de una próspera industria en Paraguay. Ese era el escenario en el que aparecí en Asunción un caluroso día de junio de 1888. Pensé que podría acceder a Sarmiento por intermediación de mi colega el Dr. Andreuzzi. Utilicé para llegar hasta el complejo un tranvía empujado por mulas, cuya concesión le pertenecía. La empresa tranviaria llamada “Conductor Universal”, llegaba a lo que hoy es el “Gran Hotel del Paraguay”, un servicio de transporte que, unido a los que brindaba el complejo recreativo, convirtió al lugar en uno de los sitios más frecuentados por la sociedad asunceña a fines del siglo XIX. Subí al tranvía en la Plaza Uruguaya y, luego de trepar por calles empinadas y mal empedradas, llegué a la “Cancha Sociedad”. La entrevista con el Dr. Andreuzzi fue muy cordial. Le expliqué de manera bastante confusa que venía de otra época y que quería que intercediera ante el prócer para que me recibiera
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Comedor y jardines del hotel.
porque quería entrevistarme con él. Algo asombrado, ya que le pedí que no abundara en explicaciones con Sarmiento, se comprometió de todos modos a hablarle y me invitó a regresar al día siguiente. Así lo hice y cuando llegué nuevamente, tras la reiterada experiencia del accidentado viaje en tranvía, Andreuzzi me acompañó al pabellón que ocupaba Sarmiento. Ingresamos a la pequeña sala donde él trabajaba en la que había una especie de canapé cubierto por una manta de viaje. A uno de sus lados, un plato con flores reposaba sobre una mesita de hierro. Frente a ella, otra mesa igual, cargada de libros y papeles, sostenía una lámpara de cristal. En un rincón, un trípode de caña oscura soportaba un mate labrado. Las paredes estaban decoradas con obras de la nieta de Sarmiento, Eugenia Belín, muy buena pintora. Una representaba el busto de una japonesa con una sombrilla en la mano y otra figura era una muy buena copia del francés Chaplin. También decoraban las paredes un espejo de marco pintado con flores, dos fotografías que representaban un hermoso paisaje y algunos retratos con marcos formados por ramas secas de árboles vetustos. Una cortina verde separaba la sala del que, según supe después, era el dormitorio de Sarmiento y en el que había una estrecha cama de hierro y un sillón de resortes que él mismo diseñó y que le resultó muy útil durante su enfermedad. La casa tenía otros dos cuartos, uno era el que ocupaba su hija Faustina con la nieta Eugenia y el otro era para su nieto, Julio Belín Sarmiento y una de sus pequeñas hijas. No me extenderé en describir la impresión
que sentí cuando se apartó la cortina verde y apareció Domingo Faustino Sarmiento. Traté de disimular mi conmoción al tenerlo frente a mí: a él “el padre del aula”, el “Sarmiento inmortal”. Hubiera querido cantarle “¡Gloria y loor!” pero eso hubiera hecho peligrar mi visita. Su aspecto coincidía con la descripción que de él hizo Alberto Palcos: “Moreno de cara, simpáticamente feo, de mediana estatura, cargado de hombros e inclinado, prematuramente calvo, la cara surcada de arrugas, fuerte aunque un tanto pastosa la voz, rudas manos de labriego. Tres rasgos denunciaban al hombre superior: la cabeza grande y llamativa, la frente amplia, luminosa y los ojos muy brillantes, enormemente expresivos, ellos hablaban antes que los labios y traducían, minuto a minuto, con soberana elocuencia, los mil matices de sus sentimientos”. Cuando se acercó con cierta vacilación en la marcha y me extendió su mano, advertí la palidez de su rostro y la dificultad respiratoria evidente que lo aquejaba, signo de algún problema pulmonar o de una insuficiencia cardíaca. Sus primeras palabras fueron muy cordiales: “Me dijo el Dr. Andreuzzi que está Usted de visita. Aunque no entendí bien de dónde viene, sé que le interesa conversar conmigo acerca de mi labor que yo he caracterizado como de ‘educacionista’. Si bien estoy muy ocupado, respondiendo a mi correspondencia y, en estos días, preparando los festejos del centenario de Francisco Narciso de Laprida, emparentado conmigo, que se celebrará en San Juan, lo recibiré con gusto”. Me advirtió que debería estar preparado para acompañarlo en algunas de sus recorridas por la casa que estaba construyendo, proponiéndome también conversar en su casa y en el parque. “Estoy algo débil – me dijo – de modo que deberé recurrir a mis escritos para responder a sus inquietudes. Además en este largo viaje que prosigo, voy perdiendo los órganos que me ponen en contacto con el pensamiento ajeno o me permiten expresar el mío propio. La audición disminuye y la voz flaquea. Deberá tolerar esos impedimentos y disculpar si involuntariamente reitero mis argumentos. Pero siempre es preferible repetir la lección…” afirmó con una pícara y melancólica sonrisa. Luego prosiguió: “Tanto el Dr. Andreuzzi como yo advertimos que su lenguaje tiene algunos giros algo diferentes a los que utilizamos nosotros y parece hablar una lengua más simple que la nuestra, más primaria. Por eso, queda Usted en libertad de adecuar mis palabras para que puedan ser comprendidas por quienes las leerán en el informe que, según entiendo, se propone redactar,
siempre que se comprometa a no modificar su sentido”. Luego de insistir en que no le quedaba muy en claro de dónde había llegado – lo que me cuidé muy bien de aclararle – me invitó a visitarlo al día siguiente para el desayuno. “El hotel tiene un muy buen comedor”, me dijo, lo que motivó una mirada cómplice del Dr. Andreuzzi, presente durante la entrevista, quien me había advertido que Sarmiento era un gran gourmet.
Sillón que utilizaba Sarmiento durante su estancia en Asunción. (MHS)
Dialogamos durante muchos días en la salita, en el hotel y en los jardines rodeados de palmeras y con una exuberante vegetación. Lo acompañé varias veces al predio donde estaba instalando su casa con paredes aislantes del calor e hicimos algunas excursiones, muchas veces en compañía del ministro argentino ante el gobierno paraguayo, Martín García Merou, y su familia. Fueron jornadas intensas durante las que Sarmiento experimentaba distintos estados de ánimo. Haciendo gala de una memoria prodigiosa, muchas veces respondía a mis preguntas recurriendo a sus textos y me indicaba los tramos pertinentes. En no pocas oportunidades reiteraba su extrañeza por el léxico que yo utilizaba.
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Embajador Martín García Merou (1862-1905).
Sarmiento no salía por las noches que aprovechaba para atender y despachar su correspondencia. También escribía artículos que publicaba en periódicos de Asunción sobre “El Paraguay Industrial”. Como me había advertido, trabajaba muy activamente preparando un programa de festejos con el que se celebraría en San Juan un nuevo aniversario del 9 de julio. Recuerda esas jornadas su nieto Augusto Belín Sarmiento: “En las fiestas Julias de 1888 debía celebrarse en San Juan el centenario de Laprida y desde la Asunción, al borde del sepulcro casi, emprendió una
campaña de mover cielo y tierra para hacer de aquello una fiesta memorable. Espantaría el número de cartas que escribió, las instrucciones de veinte páginas, las disertaciones de cincuenta para fomentar con ese motivo las ideas sobre educación. ‘No hemos de dejar de ser independientes, pero podemos dejar de ser bárbaros, estimulando la educación’, decía”. Recibía incesantemente a figuras destacadas del Paraguay y a muchos representantes de gobiernos extranjeros. Los trabajos hortícolas y literarios eran interrumpidos de cuando en cuando por amenas excursiones. Lo recuerdo en un día de intenso calor presidiendo una larga mesa tendida bajo un naranjal frondoso en el “Dulce Lambaré” en la ribera del río y frente a la desembocadura del río Pilcomayo en una de cuyas orillas se descubrían los pliegues de la bandera argentina. Así relata este almuerzo el embajador García Merou, presente en esa ocasión: “Alegre y decidor tenía al marchar una ligera fatiga. Después del almuerzo, regresamos al vapor que nos había llevado hasta allí y navegamos el Pilcomayo, rozando casi las orillas con las ruedas de la embarcación, haciendo nutrido fuego a los caimanes tendidos en las playas cenagosas, absortos ante las magnificencias de la selva virgen cuyos árboles dejaban caer sus ramas sobre nuestras frentes, como un regio pabellón. Y era de ver el encanto del grande hombre delante de aquel espectáculo que le traía innumerables reminiscencias de sus largas peregrinaciones a través de América y Europa. Fue tal la impresión que le produjo aquel paseo que un mes antes de morir se disponía a hacer otro conmigo…Un inesperado aguacero tropical, de esos que convierten los caminos en torrentes, destruyó tan magníficos preparativos”.
Sarmiento reunido con amigos durante una excursión por el río Pilcomayo. (AR AGN DDF / Consulta INV:294674)
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En esos días lo acompañé a la visita que hizo al Colegio Nacional de Asunción. Así recuerda esa visita Enrique Alió, un alumno que tenía entonces quince años: “En 1888 me pusieron mis padres pantalones largos, inscribiéndome en primer año del Colegio Nacional. La vida de Asunción tenía entonces la pausa de sus interminables siestas. Era un pueblo sin grandes noticias, ni apuro. De ahí que el día en que Sarmiento llegó imprevistamente, el tono menor de las horas tuvo un suceso que las conmovió. Un día de junio el ecónomo del internado nos anunció: ‘El expresidente argentino visitará esta tarde el Colegio. ¡Mucho orden!’. Llegó apoyado en un bastón, andando lentamente, como si cuidara un dolor recrecido en las piernas. Recuerdo que nos impresionó su fealdad. Sonreía ásperamente y usaba gestos rudos. Después, cuando con el Director y otras personas hubo recorrido las clases, nos habló en el gran patio oscuro y cuadrilongo de los recreos. No recuerdo otra emoción más pura que aquella. Por un momento se apagó su figura cansada y fea, envolviéndonos su voz clara,
plena de ternura y de reminiscencias como cicatrices. Nos dijo lo que esperaba de nosotros, lo que nosotros debíamos esperar de nosotros mismos. Cuando se hubo ido, no era ya para los alumnos del Internado un ex presidente. Era el maestro a quien ganosos hubiéramos confiando cosas de la ilusión de ser, de llegar”. Así transcurrieron esos días inolvidables en los que estuve muy cercano al prócer. Olvidé contar que me había trasladado al hotel “Cancha Sociedad” para estar más cerca de la casa que habitaba Sarmiento lo que me permitió pasar días enteros en su compañía. Hablamos durante horas y horas sobre educación, diálogo muchas veces dificultado por su seria sordera y por su insuficiencia respiratoria. En el texto que sigue, he tratado de transcribir fielmente el pensamiento del “Maestro de América” respetando, hasta donde resultara posible, las palabras de su rico lenguaje que se revela en su prosa, considerada como una de las más notables en español del siglo XIX.
Sarmiento con su bastón acústico junto a Guillermo Jaim Etcheverry durante sus encuentros en Asunción, junio de 1888.
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EL NACIMIENTO DE SU INTERÉS POR LA EDUCACIÓN: INFANCIA Y JUVENTUD
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uisiera, en primer lugar, descubrir las raíces de su interés por la educación. Pienso que para encontrarlas deberemos regresar a su niñez y a sus años juveniles…
- Creo haber escrito ya demasiado en relación a esa época. Tal vez la más completa descripción de mis antecesores y de mis primeros años es la que figura en “Recuerdos de Provincia”. En ese libro he evocado mis reminiscencias, he resucitado, por decirlo así, la memoria de mis deudos que merecieron bien de la Patria, subieron alto en la jerarquía de la Iglesia y honraron con sus trabajos las letras americanas. He querido apegarme a mi provincia, al humilde hogar en que he nacido; débiles tablas sin duda, como aquellas flotantes a las que, en su desamparo, se aferran los náufragos, pero que me dejan advertir a mí mismo, que los sentimientos morales, nobles y delicados existen en mí. Gozo en encontrarlos en torno mío en los que me precedieron, en mi madre, mis maestros y mis amigos. Hay una nobleza democrática que a nadie puede hacer sombra, imperecedera, la del patriotismo y el talento. Cuento en mi familia con dos historiadores, cuatro diputados a los congresos de la República Argentina y tres altos dignatarios de la Iglesia, como otros tantos servidores de la Patria, que me muestran el noble camino que ellos siguieron. Además de eso, me atrae la biografía. Es la tela más adecuada para estampar las buenas ideas. Quien escribe ejerce una especie de judicatura, castigando el vicio triunfante, alentando la virtud oscurecida. Hay en ella algo de las bellas artes, que de un trozo de mármol bruto puede legar a la posteridad una estatua. La historia no marcharía sin tomar de ella sus personajes y la nuestra sería riquísima en caracteres si, los que pueden, recogieran con tiempo las noticias que la tradición conserva de los contemporáneos. Espero que mis apuntes biográficos, sin valor por sí mismos, sirvan de pretexto y de vínculo, porque en mi vida tan destituida, tan contrariada y sin embargo tan perseverante en la aspiración de un no sé qué elevado y noble, me parece ver retratarse esta pobre América del Sur, agitándose en su nada, haciendo esfuerzos supremos por desplegar las alas y lacerándose a cada tentativa contra los hierros de la jaula que la retiene encadenada.
Admito que se trata de una cuestión que está lo suficientemente expuesta en sus escritos. Sin embargo, quisiera insistir en la importancia de que nos relate, al menos, los aspectos que considera más destacados en relación a su propia educación. - Como Usted sabe, nací en 1811, el noveno mes después del 25 de mayo en San Juan, una provincia ignorante y atrasada, en el barrio de El Carrascal. Mi familia vivió largos años en una mediocridad muy vecina de la indigencia y hasta hoy es pobre en toda la extensión de la palabra. Mi padre - un buen hombre que no ha tenido otra cosa notable en su vida que haber prestado algunos servicios en un empleo subalterno en la guerra de la Independencia - se había lanzado en la revolución y mi madre - el verdadero tipo del cristianismo en su acepción más pura para quien la confianza en la Providencia fue siempre solución a todas las dificultades de la vida - palpitaba todos los días con las noticias que llegaban por momentos sobre los progresos de la insurrección americana. Por mi madre me alcanzaban, pues, las vocaciones coloniales; por mi padre se me infiltraban las ideas y preocupaciones de aquella época revolucionaria. 14
Retrato de Paula Zoila Albarracín e Irrázabal (1774-1861), madre de Sarmiento. (MHS)
Partida de bautismo.
Retrato de José Clemente Quiroga Sarmiento y Funes (1778-1848), padre de Sarmiento. (MHS)
(AR AGN DDF / Consulta INV:25937)
Balbuciente aún, empezaron a familiarizar mis ojos y mi lengua con el abecedario, tal era la prisa con la que los colonos que se sentían ciudadanos acudían a educar a sus hijos. Lleno de este santo espíritu, el gobierno de San Juan en 1816 hizo venir de Buenos Aires unos sujetos dignos por su instrucción y moralidad de ser maestros en Prusia e, inmediatamente de la apertura de la Escuela de la Patria, yo pasé a confundirme en la masa de cuatrocientos niños de todas las edades y condiciones que acudían presurosos a recibir la única instrucción sólida que se ha dado entre nosotros en escuelas primarias. A los cinco años entré a una escuela que, al leer las obras de M. Cousin, he visto en ellas un dechado de 15
perfección. Se enseñaba a leer muy bien, a escribir, aritmética, álgebra y los rudimentos de religión. La parte moral era cuidada con un esmero del que no he visto ejemplo después en escuela alguna. Mi padre y los maestros me estimulaban desde muy pequeño a leer, en lo que adquirí cierta celebridad por entonces.
Menciona con frecuencia en sus escritos con reverencia esa Escuela de la Patria de San Juan. - Al hablar de los progresos de la enseñanza siempre regreso a la descripción de ese establecimiento de educación primaria que, a cada paso que doy en mi tarea, viene a mi espíritu, con todos los prestigios e ilusiones de la primera época de la vida, tan cara siempre y tan suave en los recuerdos del hombre. Antes de la Revolución de la Independencia, existía en aquella San Juan, como en todas las ciudades americanas, una Escuela del Rey, sostenida por el Cabildo y, por lo general, regentada por algún sacerdote. Los que han conocido aquella época saben por cuanto entraba el azote como medio de impulsión y aquella división de la escuela en dos bandos de Roma y Cartago que excitaba la emulación de los niños hasta el odio y el furor en los remates de clases en que terminaba la semana. Esta organización ha sido por algunos siglos la de todas las escuelas católicas y se conserva aún en Roma y otros puntos de Italia. En 1815, el Cabildo de San Juan se propuso, lleno del bello espíritu de progreso de los primeros tiempos, dar a la educación primaria mayor ensanche y estímulos más conformes con las ideas dominantes. Se hizo venir de Buenos Aires una respetable familia de tres hermanos y al mayor de ellos, don Ignacio Fermín Rodríguez, se confió la dirección del nuevo establecimiento que comenzó a funcionar a principios de 1816. Tan alto fue desde entonces el prestigio de la escuela gratuita de la provincia que las particulares desaparecieron por muchos años y el empleo de maestro asumió el carácter de una de las más altas magistraturas a lo que contribuía en gran parte la respetabilidad personal de los encargados de la enseñanza. Los alumnos no dejaban la escuela sino después de haber dado examen público ante las autoridades y previo informe del maestro que daba al Gobierno la lista de los que ya habían terminado su educación. Estos exámenes fueron por muchos años uno de los espectáculos más solemnes y atractivos que podían ofrecerse a los habitantes de una ciudad apartada y cuyas costumbres conservaban aún la simplicidad colonial. Los padres acudían a la plaza y se agrupaban en torno de la doble hilera de bancos en que sus hijos estaban sentados bajo la prolongada sombra que en las tardes de diciembre formaba la iglesia parroquial. El Gobernador, el Cabildo, el cura, algunos raros extranjeros que acertaban a pasar a la sazón y muchos vecinos notables por sus luces o influencia presidían el acto que tomaba a los ojos del público la importancia que en otras ciudades se da solo a la enseñanza superior. Cuando se aproximaba el mes de mayo, se escogía entre los alumnos un número de jóvenes por su talla e idoneidad, se les disciplinaba regularmente en el ejercicio y marchas militares y, vestidos de blanco y azul, a expensas del Estado los más pobres, daba esta tropa juvenil a las matinales fiestas del 25 de Mayo una alegría e interés que atraía a toda la población. El espíritu de la enseñanza fue siempre eminentemente religioso. Los sábados a la tarde el maestro hacía una verdadera plática sobre algún punto de moral o de dogma, interrogando o poniendo a los alumnos en camino de exponer sus dudas. Otras veces narraba en una serie de días una historia interesante, tal como la de Robinson Crusoe o, a veces, la vida de Jesucristo. El sentimiento de la igualdad era sembrado en nuestros corazones por el tratamiento de señor que estábamos obligados a darnos unos a otros entre los alumnos, cualquiera que fuese la condición o la raza de cada uno. El ejemplo del maestro, las lecciones orales y los castigos, que solo eran severos y humillantes para los crímenes, estimulaban la moralidad de las costumbres. En aquella escuela de cuyos pormenores he hablado en mis libros “Civilización y barbarie” y en “Educación popular” y que conoce hoy la América, permanecí 16
nueve años, sin haber faltado un solo día bajo pretexto ninguno. Mi madre estaba ahí, para cuidar con inapelable severidad que cumpliese con mi deber de asistencia. A los cinco años de edad leía corrientemente en voz alta, con las entonaciones que solo la completa comprensión del asunto puede dar. Tan poco común debía ser en aquella época esta temprana habilidad que me llevaban de casa en casa para oírme leer, cosechando gran cantidad de bollos, abrazos y encomios, lo que me llenaba de vanidad. Aparte de la facilidad natural de comprender, había un secreto detrás de bastidores que el público ignoraba y que debo revelar para dar a cada uno lo que le corresponde. Mi pobre padre, ignorante pero preocupado porque sus hijos no lo fuesen, aguijoneaba en casa esta sed naciente de educación, me tomaba diariamente la lección de la escuela y me hacía leer sin piedad, por mis cortos años, la Historia Crítica de España por Don Juan de Masdeu en cuatro volúmenes, el Desiderio y Electo y otros librotes abominables que no he vuelto a ver y que me han dejado en el espíritu ideas confusas de historia, alegorías, fábulas, países y nombres propios. Debí pues a mi padre, la afición a la lectura, que ha hecho la ocupación constante de una buena parte de mi vida. Si no pudo darme después educación por su pobreza, me dio en cambio por aquella solicitud paterna, el instrumento poderoso con que yo, por mi propio esfuerzo, suplí a todo, llenando el más constante, el más ferviente de sus votos. A esa decidida afición a la lectura le debo la dirección que más tarde tomaron mis ideas.
Sarmiento fue el hombre más indivisible del mundo. No se puede aislar en él nada. Todos los elementos de su organismo moral se ajustaban armónicamente y el periodista Sarmiento forma tan íntimamente parte del maestro Sarmiento y del escritor Sarmiento que solo los podemos aislar para estudiarlos. E duardo Mallea
Me daban, además, una superioridad decidida mis frecuentes lecturas de cosas extrañas a la enseñanza, con lo que mis facultades inteligentes se habían desarrollado a un grado que los demás niños no poseían. En medio de mi abandono habitual prestaba una atención sostenida a las explicaciones del maestro, leía con provecho y retenía indeleblemente cuanto entraba por mis oídos y por mis ojos. Contó en una serie de días el maestro, la preciosa historia de Robinson y yo la repetí, tres años después, íntegra sin anticipar una escena y sin olvidar ninguna delante de Don José Oro y toda la familia reunida. La publicidad adquirida desde entonces, los elogios de que fui siempre objeto y testigo y una serie de actos posteriores, han debido contribuir a dar a mis manifestaciones cierto carácter de fatuidad de que me han hecho apercibirme más tarde. Yo creía desde niño en mis talentos como un propietario en su dinero o un militar en sus actos de guerra. Pero mi conducta era abominablemente mala, tenía notas de policía, había llegado tarde, me escabullía sin licencia y otras diabluras con que me desquitaba del aburrimiento. En aquel naufragio de mis cualidades morales de los últimos tiempos de la escuela, por desocupación del espíritu, salvé una que me importa hacer conocer. La familia de los Sarmiento tiene en San Juan una no disputada reputación que han heredado de padres a hijos, lo digo con mucha mortificación mía, de embusteros. Nadie les ha negado esta calidad y yo les he visto dar tan relevantes pruebas de esta innata y adorable disposición que no me queda duda de que es alguna calidad de familia. Mi madre, empero, se había premunido para no dejar entrar con mi padre aquella polilla en su casa y nosotros fuimos criados en un santo horror por la mentira. En la escuela me distinguí siempre por una veracidad ejemplar, a tal punto que los maestros la recompensaban proponiéndola de modelo a los alumnos, citándola con encomio y ratificándome más y más en mi propósito de ser siempre veraz. Ese propósito ha entrado a formar el fondo de mi carácter de lo que dan testimonio todos los actos de mi vida. 17
Concluyó mi aprendizaje de la escuela por una de aquellas injusticias tan frecuentes, de que me he guardado yo cuando me he hallado en circunstancias análogas. Don Bernardino Rivadavia pidió a cada provincia seis jóvenes de conocidos talentos para ser educados por cuenta de la Nación a fin de que, concluidos sus estudios, volviesen a sus respectivas ciudades a ejercer las profesiones científicas y dar lustre a su patria. Se pedía que fuesen de familia decente aunque pobres. Don Ignacio Rodríguez fue a casa a dar a mi padre la fausta noticia de ser mi nombre el que encabezaba la lista de los hijos predilectos que iba a tomar bajo su amparo la Nación. Empero se despertó la codicia de los ricos, hubo empeños; todos los ciudadanos se hallaban en el caso de la donación y se hizo una lista con todos los candidatos, eligiéndose por sorteo. Como la fortuna no era el patrono de mi familia, no me tocó ser uno de los seis agraciados. ¡Qué día de tristeza para mis padres aquel en que nos dieron la fatal noticia del escrutinio! Mi madre lloraba en silencio, mi padre tenía la cabeza sepultada entre sus manos. Me detengo en estas nimiedades, porque una rara fatalidad ha pesado siempre sobre mí, que parecía cerrarme las puertas de los colegios.
Fachada del Museo Casa Natal de Sarmiento. (MBCNS)
Telar utilizado por Doña Paula. (MBCNS)
La familia Oro parece haber ejercido una influencia muy importante en su formación. - Mi infancia está ligada a la casa de los Oro por todos los vínculos que constituyen al niño miembro adoptivo de una familia. Doña Paula era mi madrina y esposa de don Ignacio Sarmiento, mi tío. La matrona, blanda de carácter como una paloma, grave y afectuosa a la par como una reina y un tipo de la perfección de la madre de familia entre nosotros. Don José el presbítero, me llevó de la escuela a su lado, me enseñó el latín y luego le acompañé en su destierro en San Luis. Tanto nos amábamos maestro y discípulo, tantos coloquios tuvimos, él hablando y yo escuchándole con ahínco, que para hacer un relato detallado necesitaría dos años. Mi inteligencia se amoldó bajo la impresión de la suya y a él debo los instintos por la vida pública, mi amor a la libertad y a la patria y mi consagración al estudio de las cosas de mi país, de la que nunca pudieron distraerme ni la pobreza, ni el destierro, ni la ausencia de largos años. Salí de sus manos con la razón formada a los quince años, valentón como él, insolente contra los mandatarios absolutos, caballeresco y vanidoso, honrado como un ángel, con nociones sobre muchas cosas y recargado de hechos, de recuerdos y de historias de lo pasado y de lo entonces presente. Eso me ha posibilitado después tomar con facilidad el hilo y el espíritu de los acontecimientos, apasionarme por lo bueno, hablar 18
y escribir duro y recio, sin que la prensa periódica me hallase desprovisto de fondos para el despilfarro de ideas y pensamientos que reclama. Salvo la vivacidad turbulenta de su juventud, puesto que yo fui siempre taimado y pacato, su alma entera trasmigró a la mía y en San Juan mi familia, al verme abandonarme a raptos de entusiasmo decía: “Ahí está don José Oro hablando” pues hasta sus modales y las inflexiones de su voz alta y sonora se me habían pegado. Durante el tiempo en el que vivimos juntos lo creí un santo y creo que por eso pudo transmitirme sus sabios consejos, sin que afectara su eficacia la duda que trae el ejemplo contrario. Conocí su historia por el relato de otros y así supe que era insigne domador, la energía de su físico le acompañó hasta la vejez. Era valiente y se preciaba de serlo, gustaba de las armas y una chapa de pistolas adornaba siempre la cabecera de su silla. Vestía de paisano con chaqueta y no rezaba el breviario por concesión especial del papa. Gustaba con pasión de bailar y él y yo hemos fandangueado todos los domingos de un año enredándonos en pericones y contradanzas en San Francisco del Monte en la sierra de San Luis, en cuya capilla estando él de cura, reunía por las noches después de la plática de la tarde a las guacitas blancas o morenas, que las hay de todo pelaje y lindas como unas Dianas, para domesticarlas un poco, porque ningún pensamiento deshonesto se mezcló nunca a estos recreos inocentes.
¿Cómo lo educaba don José Oro? - La manera de trasmitirme las ideas habría hecho honor a los más grandes maestros. Llevábamos un cuaderno con el título de “Diálogo entre un ciudadano y un campesino” que siento haber perdido. Era yo el ciudadano y conociendo la gramática castellana y comparando con ella la latina, me iba enseñando las diferencias. Declinaciones distintas de las de Nebrija servían de tema y al estudio de las leyes de la conjugación se seguía el de los verbos regulares formados por mí sobre las radicales. De mis preguntas y de sus respuestas se engrosaba el diario de día en día y, de a poco, siempre estudiando los rudimentos, empecé a traducir en lugar de Ovidio y Cornelio, Nepos, un libro de geografía de los jesuitas. Daba la lección casi siempre a la sombra de unos olivos y, más que del latín, me aficionaba a la historia de los pueblos que animaba con digresiones sobre la tela geográfica de la traducción. Así olvidé y volví a estudiar varias veces el latín, pero desde niño fue mi estudio favorito la geografía. Pasábamos el tiempo en pláticas variadas y de ellas siempre quedaba asentado algún dato útil en mi memoria. Todos los accidentes de la vida suministraban asidero a alguna observación y yo sentía, de día en día, que el horizonte se me agrandaba visiblemente. Don José se preocupaba de eliminar de mi tierno espíritu toda preocupación dañina y las candelillas, los duendes y las ánimas desaparecieron después de largas dudas y aun resistencia de mi parte. No solo me enseñó latín y geografía sino que de nada se cuidaba más que de formar mi carácter moral y de instruirme en los fundamentos de la religión y en los acontecimientos de la revolución de la Independencia, de la que él había sido actor. Creo deberle a él una gran parte de mis ideas generales, mi amor a la patria y principios liberales, porque era muy liberal sin dejar de ser muy cristiano. Aún antes de concluir mis estudios de latín, los sucesos políticos nos separaron, dado que yo vivía con él.
¿Cómo continuó su vida luego de la separación de su tío José? - Enseguida entré de oficial de ingenieros a estudiar geometría y, cuando ya me hallaba en aptitud de continuar por mí solo con las operaciones para levantar el plano de la ciudad que nos había encargado el jefe de la sección, un señor Barran, este me dejó solo y el gobierno mandó suspender los trabajos al no creerme capaz, por mi corta edad, de desempeñarme con acierto a pesar de mis protestas. Era gobernador de San Juan entonces don José Antonio 19
Sánchez, chileno quien se empeñó en mandarme a Buenos Aires al colegio de ciencias morales, a cuyo efecto vio a mi madre, quien se negó a admitir el ofrecimiento porque yo quería absolutamente ir a reunirme al destierro con mi tío y maestro, el presbítero Oro, que me llamaba.
Y fue entonces cuando viajó a San Luis. - Si. Después de la batalla de las Leñas en que los suyos fueron vencidos, Don José de Oro emigró a San Luis y – como ya comenté - fui yo a poco a reunírmele abandonando la carrera de ingeniero que había comenzado. Nos queríamos como padre e hijo, yo quise seguirlo y mi madre por gratitud lo aprobaba. Algunos rastros han debido quedar en San Francisco del Monte de nuestra residencia allí. Introdujimos flores y legumbres que nosotros cultivábamos, pasando horas enteras en derredor de un alelí sencillo, el primero que nos nació. Fundamos una escuela a la que asistían dos niñitos Camargos de veintidós y veintitrés años.
Escuela en San Francisco del Monte, San Luis. Pastel de Eugenia Belín Sarmiento.
Escuelita en San Francisco del Monte de Oro. (AR AGN DDF / Consulta INV:24851)
Escuelita en la actualidad.
El maestro era yo, el menor de todos, pues tenía quince años; pero hacía dos por lo menos que era hombre, por la formación del carácter y guay del domador de aquellos, que hubiese osado salirse de los términos de discípulo a maestro, a pretexto de que tenía unos puños como perro de presa. Vagaba yo por las tardes a la hora de traer leña por los vecinos bosques, seguía el 20
curso de mi arroyo trepando por las piedras. Me internaba en las soledades, prestando el oído a los ecos de la selva, al ruido de las palmas, al chirrido de las víboras, al canto de las aves, hasta llegar a alguna cabaña de paisanos, donde todos me conocían como el discípulo del cura y el maestro de la escuelita del lugar, por lo que me prodigaban mil atenciones. Regresaba al anochecer a nuestra solitaria capilla, cargado con mi hacecillo de leña, algunos quesos o huevos de avestruz con que me habían obsequiado esas buenas gentes. Aquellas correrías solitarias, aquella vida selvática en medio de gentes agrestes, ligándose sin embargo a la cultura del espíritu por las pláticas y lecciones de mi maestro, al tiempo que mi físico se desarrollaba al aire libre, en presencia de la naturaleza triste de aquellos lugares, han dejado una profunda impresión en mi espíritu. Me asalta a menudo el recuerdo de las fisonomías de las personas, del aspecto de los campos y aun hasta el olor de la vegetación de aquellas palmas en abanico y del árbol peje tan vistoso y tan aromático. Por las tardes vuelto a casa, oía en la cocina cuentos de brujos a una Na Picho y volvía más tarde al lado de mi tío a promover conversación sobre lo pasado, a leer un libro juntos y preparar las lecciones del día siguiente.
Si no lo hubiera venerado como el ciudadano a quien mi patria le debe la suma mayor de esfuerzo que uno de sus hijos pudo hacer por ella, lo veneraría como mi maestro, cuya palabra fortaleció mi espíritu con la prédica constante de las ideas que caracterizaban su fisonomía democrática y cuyo ejemplo imprimió a mis sentimientos la suficiente energía para no sacrificarlos sino en aras de los principios que constituyen la moral del ciudadano. Adolfo S aldías
Una mañana apareció uno de mis deudos que venía a llevarme a San Juan para mandarme por cuenta del Gobierno a educarme a Buenos Aires. Mi tío me dejó elegir libremente y escribí a mi madre la carta más indignada y más llena de sentimiento que haya salido de pluma de niño de quince años. Todo lo que en ella decía, era sin embargo un puro disparate. Poco después mi padre vino por mí y entonces no había qué replicar. Nos separamos tristes sin decirnos nada, estrechándome don José la mano y volviendo los ojos para que no lo viera llorar. ¡Ah! Cuando nos juntamos después de su regreso de la Convención de Santa Fe a la que fue nombrado diputado en 1827 era yo... ¡unitario! La razón que él había desarrollado con tanto esmero, había visto claro y, una vez que tocamos el asunto, vio él que había de mi parte convicciones profundas, lógicas, razonadas que pedían ser respetadas. Después nos veíamos como amigos. Yo lo visitaba después en su viña de noche y, ya hombre y teniente de línea, pasaba las más gratas horas al lado de su lecho en el que estaba postrado, oyéndolo hablar y abandonarse sin reserva a los recuerdos de lo pasado. Alguna vez le vi poseído de tal preocupación que dudé por primera vez en aquel momento si estaba fresca su razón. Más tarde supe que los vapores del vino avivaban aquella existencia monótona, para remontar su alma cuando el cuerpo decaía. Mientras vivimos juntos, nunca le vi señal ninguna de exaltación extraordinaria porque usaba del vino en cantidades moderadas. Al declinar de la edad, desencantados de la vida, sin esperanzas, sin emociones, sin teatros, sin movimiento porque no hay educación, ni libertad, dan muchos en irse temprano a sus viñas. La soledad y el vacío del espíritu traen el tedio, este llama al vino, como antídoto y concluyen por perderse de la sociedad y darse a la embriaguez misantrópica solitaria y perenne. Murió Don José de Oro en 1836, como había vivido, el hijo de la naturaleza, el campesino como gustaba a apellidarse en el diálogo conmigo. Dormía entre dos 21
puertas en el invierno, bajo la techumbre celeste en el verano. Saltaba de la cama a las tres de la mañana en todos los tiempos y su tos, muy conocida, se oía en la soledad de la noche mientras vagaba por las vecindades de su viña. Jamás el sol pudo sospechar que se acostaba en la cama. Cuando su fin se aproximaba iba a las cordilleras donde estaba su hacienda, para respirar aires más puros y allí murió, rodeado de algunos de sus deudos, bendecido de todos y casi sin sentirlo. La bondad de este hombre rarísimo, pasaba todos los límites conocidos. Una vez le advirtieron que su mayordomo le robaba a lo que contestaba riéndose: “Ya lo sé, pero ¿qué diablos quieren que haga? Tiene este canalla un cardumen de hijos y si lo despido se mueren de hambre”.
Paisaje de San Francisco del Monte, San Luis.
¿Cómo continuaron sus estudios después que abandonó la tutela de su tío don José? - Cuando llegué a San Juan, la administración que se proponía costear mis estudios fue depuesta y se frustró todo. En 1826 entraba tímido dependiente de comercio en una tienda, yo que había sido educado por el presbítero Oro en la soledad, que tanto desarrolla la imaginación, soñando congresos, guerra, gloria, libertad, la república en fin. Estuve triste muchos días y, como Franklin a quien sus padres dedicaban a jabonero, él que debía “robar al cielo los rayos y a los tiranos el cetro”, le tomé desde luego ojeriza al camino que solo conduce a la fortuna. En mis cavilaciones en las horas de ocio volvía a aquellas campañas de San Luis en que vagaba por los bosques con mi Nebrija en las manos estudiando mascula sunt maribus e interrumpiendo el recitado para tirarle una pedrada a un pájaro. Echaba de menos aquella voz sonora que había sonado en mis oídos dos años enteros, plácida, amiga, removiendo mi corazón, educando mis sentimientos, elevando mi espíritu. Las reminiscencias de aquella lluvia oral que caía todos los días sobre mi alma, se me presentaban como láminas de un libro, cuyo significado comprendemos por la actitud de las figuras. Pueblos, historia, geografía, religión, moral, política, todo ello estaba ya anotado como en un índice. Sin embargo, me faltaba el libro que lo detallaba y yo estaba solo en el mundo, en medio de fardos de tocuyo y piezas de quimones, menudeando a los que se acercaban a comprarlos vara a vara. Pero debe haber libros, me decía yo, que traten especialmente de estas cosas, que las enseñen a los niños y entendiendo bien lo que se lee, puede uno aprenderlas sin necesidad de maestros. 22
Mario Sanzano
El Rumor del Agua (detalle) Zurbarรกn Colecciรณn
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Me lancé en seguida en busca de esos libros y en aquella remota provincia, en aquella hora de tomada mi resolución, encontré lo que buscaba, tal como lo había concebido, preparado por patriotas que querían bien a la América y que, desde Londres, habían presentido esta necesidad de la América del Sur de educarse, respondiendo a mis clamores. Me enviaron los catecismos de Ackermann, que había introducido en San Juan Don Tomás Rojo. ¡Los he hallado! podía exclamar como Arquímedes, porque yo había previsto, inventado, buscado aquellos catecismos que en 1829 regalé a Don Saturnino Laspiur para la educación de sus hijos. Allí estaba la historia antigua y aquella Persia y aquel Egipto y aquellas Pirámides y aquel Nilo de que me hablaba el clérigo Oro. La historia de Grecia la estudié de memoria y la de Roma enseguida, sintiéndome sucesivamente Leónidas y Bruto, Arístides y Camilo, Harmodio y Epaminondas. Todo esto sucedía mientras vendía yerba y azúcar y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto para vivir en él. Otra lectura me ocupó más de un año, ¡la Biblia! Por las noches después de las ocho, hora de cerrar la tienda, mi tío Don Juan Pascual Albarracín, presbítero ya, me aguardaba en casa y durante dos horas, entre las 9 y las 11, discutíamos sobre lo que iba leyendo, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. ¡Con cuánta paciencia escuchaba mis objeciones para comunicarme en seguida la doctrina de la iglesia, la interpretación canónica y el sentido legítimo y recibido de las sentencias! A este otro de mis tíos, no menos liberal que el primero, debí el complemento de mi educación religiosa, que don José Oro me había recomendado mucho. Desde aquella época me lancé en la lectura de cuanto libro pudo caer en mis manos, sin orden, sin otro guía que el acaso que me los presentaba o las noticias que adquiría de su existencia en las escasas bibliotecas de San Juan. Fue el primero la vida de Cicerón por Conyers Middleton, con láminas finísimas y aquel libro me hizo vivir largo tiempo entre los romanos. Si hubiese entonces tenido medios habría estudiado el derecho, para hacerme abogado, para defender causas, como aquel insigne orador a quien he amado con predilección. El segundo libro fue la vida de Franklin y ningún libro me ha hecho más bien que este. La vida de Franklin fue para mí lo que las vidas de Plutarco para él, para Rousseau, Enrique IV y tantos otros. Yo me sentía Franklin ¿y por qué no? Era yo pobrísimo como él, estudioso como él y dándome maña y siguiendo sus huellas podía un día llegar a formarme como él, ser doctor ad honorem como él y hacerme un lugar en las letras y en la política americana.
¿Cómo aprendió idiomas? Tradujo luego muchos libros. - Como parte de estos estudios tan desordenados y que continúan hasta ahora, en 1829, durante un tiempo en que estuve escondido por motivos políticos, pude proporcionarme una gramática francesa vieja de Pierre-Nicolas Chantreau y unos diccionarios de francés y, cuando salí a luz, me había traducido muchos libros. Durante doce años he andado atisbando la pronunciación que aún no es correcta. En el año 1834 aprendí en Chile el inglés, pagando por mes y medio un maestro que me iniciase en él y que hasta ahora no he podido aprender a pronunciarlo. En 1837 aprendí en mi país el italiano y en 1841 el portugués en Chile, por necesitarlo para la redacción del Mercurio.
Es decir, que con las herramientas que le había proporcionado su educación inicial y las adquiridas con sus tíos, su formación fue la de un autodidacta. - Efectivamente. Leyendo y sin maestros ni colegios, he adquirido algunos rudimentos en las ciencias exactas, la historia, la moral y la filosofía, etc. Siendo aún muy joven, hablamos en los Andes con don Ramón Barí sobre metafísica y los estudios que él estaba haciendo entonces en el Instituto. Me tomé la confianza de rebatírselos, lo cual le arrancó esta pregunta: “¿Y dónde has aprendido eso?”, pregunta que no he olvidado nunca, porque análogas me hacen muchas a cada momento. Un amigo me decía: “Tal artículo de usted está muy bueno; a la verdad nunca lo 24
Su Familia
Madre de Sarmiento. (AR AGN DDF / Consulta INV:439)
Benita Martínez Pastoriza, esposa de Sarmiento (1819-1890). (MHS)
Vicenta Bienvenida Sarmineto, hermana (1804-1900). (MHS)
Procesa del Carmen Sarmiento, hermana (1818-1899). (MHS)
Augusto Belín, nieto de Sarmiento.
Eugenia Belín Sarmiento (1860-1952). (MHS)
(AR AGN DDF / Consulta INV:24727)
Eugenia Belín, nieta de Sarmiento en su taller de pintura.
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hubiera creído capaz de eso”. Ni yo tampoco, hombre, fue mi respuesta; lo veo y no lo creo. Pero no han parado aquí mis constantes esfuerzos para formar mi razón y mi espíritu. El año de 1839 formamos en mi país una sociedad para entregarnos a los estudios literarios. Los doctores Aberastain, Quiroga, Cortínez, otro joven y yo, nos hemos reunido durante dos años consecutivos, por mi parte casi sin falta de una sola noche, a darnos cuenta de las lecturas que hacíamos y formarnos un sistema de principios claros y fijos, sobre literatura, política y moral, etc. Entonces hemos estudiado de una manera crítica y ordenada la literatura francesa. Así he conocido a Hugo, Dumas, Lamartine, Chateaubriand, Thiers, Guizot, Tocqueville, Lerminier, Jouffroy y los de la Revista Enciclopédica, cuyos escritos solo nosotros poseíamos, las revistas europeas y muchos otros escritores de nota que servían de texto a nuestros estudios. Esta útil e instructiva asociación duró hasta el momento en que las persecuciones políticas nos desparramaron. Siempre me he creído no muy inferior a ellos en materia de conocimientos. Mis paisanos nunca han llegado a persuadirse que, sin haber estado en un colegio, hubiese por mi propia constancia y esfuerzo, llegado a tener una razón tal cual ilustrada. Esos amigos me han dado confianza en mí mismo y hasta ahora me prodigan los cuidados de unos hermanos, afeándome mis extravíos, exhortándome a la constancia y suministrándome consejos e ideas.
Sarmiento escribe a pesar y en contra de sus propios límites; escribe como un acto de rebelión frente al destino que le marcaban su origen familiar y la provincia de la que venía. A su escritura le asigna la función de ganarle un espacio visible, de ponerlo en la competencia, de alinearlo respecto del poder y convertirlo en candidato. Usa la escritura como alguien que está condenado a ella. Sabe que en esta relación única, privilegiada, inescapable con lo escrito está su fuerza pero también una señal clara de su distancia con el poder. Beatriz Sarlo
Así se ha formado esta educación lenta y oscuramente. Ni mis palabras, ni ninguna arrogante apariencia exterior, han revelado nunca este trabajo interno, obra de la paciencia y de una idea fija, llevada adelante, durante veinte años, en despecho de la pobreza, del aislamiento, y de la falta de elementos de instrucción en la oscura provincia en que me he criado. En la infancia, en los viajes, en el destierro, en los ejércitos, en medio de las luchas de los partidos, en la emigración en fin, no he conocido más amigos que los libros y los periódicos ni he frecuentado más tertulias que las de hombres de instrucción. Mis modales se resienten de esta falta de roce y mis apariencias desmienten todos los juicios favorables que alguna vez arranca una que otra producción literaria. Pero sé que no son muchos los jóvenes de mi edad que puedan vivir solos, meses enteros encerrados en un pobre gabinete, profundizando una idea útil, masticándola. Son pocos los jóvenes que, sin mendigar la protección de nadie, ni andar prodigando visitas y sin fortuna, puedan bastar a sus cortas necesidades y tengan el valor de despreciar las exigencias de la sociedad. Mis amigos y las personas que me tratan de cerca, se ríen de mi torpeza de modales, de mi falta de elegancia y de aliños y de mis descuidos y desatenciones y yo también los acompaño en sus burlas. Un amigo me caracterizó una vez con estas palabras: “el niño dentro de casa, el hombre en la calle” y todos los que me conocen me consideran así. Algunos se han encargado de mis asuntos, porque ven que necesito un tutor. Cada día lamento la falta que siento de luces en ciertas materias, luces que solo pueden adquirirse en los colegios y que ya es demasiado tarde para ponerse a remediarla. Mis pobres estudios han sido pues desordenados e incompletos; pero a este desorden mismo, debo grandes ventajas, pues, que no teniendo maestros ni más guía que mi propio juicio, yo he sido siempre el juez más bien que el admirador de la importancia de un libro, sus ideas, sus principios. De esta falsa 26
posición ha nacido la independencia de mi pensamiento, y cierta propensión de crearme ideas propias sin respetar la autoridad de los otros. Quizás a esto es debido mi espíritu de observación, que me pone en el caso de desempeñarme sin mucho esfuerzo en la prensa periódica, hallándome en aptitud de tratar sin mucha dificultad cuestiones del momento. Y a esta educación que tiene por base el haber sido estimulado a leer bien y mucho cuando chico, se debe mi decidida persuasión de que, reformando los métodos y sistemas de educación primaria, puede civilizarse un pueblo más bien que con colegios y universidades. Esta persuasión me ha arrastrado a reunir mis conocimientos sobre la enseñanza primaria y a crear métodos nuevos en varios ramos. Siempre que he escrito sobre educación, he manifestado mi firme creencia de que la perfección y los estímulos en la lectura, pueden influir poderosamente en la civilización del pueblo. En mí no ha tenido otro origen mi afición a instruirme que el haber aprendido a leer muy bien. Como permanecí muchos años en la escuela, me aficioné al dibujo, principiando según el método que propone Rousseau para su Emilio. Logré perfeccionarme yo solo, sin modelos y sin maestros. Cuando en mi primer viaje a Chile vi lo que era el dibujo y vi modelos, me convencí de que no sabía nada y abandoné para siempre la pretensión de dibujar. Después he enseñado todos los ramos de este arte y he llegado a formar retratistas. Muchos dibujos de discípulos míos corren en Santiago y don Franklin Rawson (1829-1871) me debe algo de sus conocimientos.
Caricatura de Sarmiento realizada por Franklin Rawson, 1850. (AR AGN DDF / Consulta INV:25016)
Retrato de Sarmiento pintado por Franklin Rawson, 1845. (MHS)
¿Continuó el vínculo con la familia Oro? Entiendo que participó en la creación de un colegio gratuito para niñas promovida en 1835 por Fray Justo José Santa María de Oro. - Si. Algunos años después, yo emprendí con Doña Tránsito de Oro, hermana del Obispo y digno vástago de aquella familia tan altamente dotada de capacidad creadora, la concreción de una parte del vasto plan de Fray Justo, aprovechando los claustros concluidos, para fundar el Colegio de Pensionistas de Santa Rosa, advocación patriótica dada por él al monasterio y que cuidamos de perpetuar nosotros. Hija única de doña Tránsito y de uno de mis maestros era una niña que desde su más tierna infancia revelaba altas dotes intelectuales. Fray Justo, habiéndome conocido en Chile en 1827 y gustado mucho de hallarme muy instruido en geografía y otras materias de enseñanza, escribió más tarde a su hermana que me confiase la 27
educación de su hija. De mi aceptación y de los resultados obtenidos, salió entero el programa de educación y el intento del colegio de Pensionistas de Santa Rosa, que abrimos el 9 de julio de 1839, para conmemorar la Declaración de la Independencia, en la que Fray Justo había tenido parte, aprovechando para hacer de los exámenes públicos del Colegio, una fiesta cívica provincial, puesto que Laprida, el Presidente del Congreso de Tucumán, era nuestro compatriota e inclusive deudo mío. El Colegio aquel cuya piedra fundamental pusimos entonces vivió dos años y alcanzó a dar frutos envidiables. Recuerdo aún que fue solemne y tierna la despedida de aquel colegio. Seis u ocho niñas de dieciséis años, cándidas y suaves como los lirios blancos, agraciadas como los gatillos que triscan en torno de su madre, fueron a darme lección al último asilo que me ofreció mi patria en 1839, la cárcel donde me tenía preparando para arrojarme de su seno por la muerte, la humillación o el destierro.
Fray Justo José Santa María de Oro (1772-1836).
Colegio de pensionistas Santa Rosa, San Juan.
Constitución del Colegio de Señoritas. (MHS)
Mencionaba antes el proceso de formación de las ideas. ¿Cómo han contribuido las lecturas a la formación de sus propias ideas? - Yo creo que en el espíritu de los que estudian sucede como en las inundaciones de los ríos, donde las aguas al pasar depositan poco a poco las partículas sólidas que traen en disolución y fertilizan el terreno. En 1833 yo pude comprobar en Valparaíso que tenía leídas todas las obras que no eran profesionales, de las que componían un catálogo de libros publicados por el Mercurio. Estas lecturas, enriquecidas por la adquisición de los idiomas, habían expuesto ante mis miradas el gran debate de las ideas filosóficas, políticas, morales y religiosas y abierto los poros de mi inteligencia para embeberse en ellas. En 1838 fue a San Juan mi malogrado amigo Manuel Quiroga Rosas, con su espíritu mal preparado aún, lleno de fe y de entusiasmo en las nuevas ideas que agitaban el mundo literario en Francia y poseedor de una escogida biblioteca de autores modernos: Villemain y Schlegel en literatura; Jouffroy, Lerminnier, Gaste, Cousin en filosofía e historia; Tocqueville, Pedro Leroux en democracia; la Revista Enciclopédica como síntesis de todas las doctrinas; Charles Didier y otros cien nombres hasta entonces ignorados para mí, alimentaron por largo tiempo mi sed de conocimientos. Como creo haberle relatado, durante dos años consecutivos prestaron estos libros materia de apasionada discusión por las noches en una tertulia en la que los Doctores Cortínez, Aberastain, Quiroga Rosas, Rodríguez y yo discutíamos las nuevas doctrinas, las resistíamos, las atacábamos, concluyendo al fin por quedar más o menos conquistados por ellas. Hice entonces, y con buenos maestros, mis dos años de filosofía e historia. Concluido aquel curso, empecé a sentir que mi pensamiento propio, espejo reflector hasta entonces de las ideas ajenas, empezaba a moverse y a querer marchar. Todas mis ideas se fijaron clara y distintamente, disipándose las sombras y vacilaciones frecuentes en la juventud que comienza, llenos ya los vacíos que las lecturas desordenadas de veinte años habían podido 28
dejar, buscando la aplicación de aquellos resultados adquiridos a la vida actual, traduciendo el espíritu europeo al espíritu americano, con los cambios que el diverso teatro requería. No al principio de mi carrera de escritor, sino más tarde, se levantó en Santiago un sentimiento de desdén por mi inferioridad, de que hasta los muchachos de los colegios participaron. Yo preguntaría hoy si fuera necesario, a todos esos jóvenes del Semanario ¿habían hecho realmente estudios más serios que yo? ¿También a mí querrían embaucarme con sus seis años del Instituto Nacional? Pues qué, ¿no sé yo, hoy examinador universitario, lo que en los colegios se enseña?
Curiosamente, muchos años después, en julio de 1868, la Universidad de Michigan, para su sorpresa, le concedió el título de doctor Honoris Causa en Leyes de esa casa. Lograba lo que había conseguido su admirado Franklin. ¿Cuál fue la importancia de esa designación para Usted que, como comenta, había sido autodidacta y no había cursado estudios universitarios? - Entre nosotros nos faltan prestigios pero se adquieren fácilmente desde que ven que somos tenidos en algo en países más adelantados. Como yo soy un selfmade man, el oráculo de la Sorbona y de Salamanca, levanta su voz para estorbar que otros que los que tienen un título de doctor puedan trabajar por medios vulgares en el bien común. Verdad es que mis títulos de doctor en Humanidades están en la creación de la Universidad de Chile, en “Civilización y Barbarie” y en muchos otros trabajos. Mis títulos de Doctor en Leyes están en Chivilcoy, feliz, creado por el estudio de las leyes agrarias de todos los países; en la Constitución de mi país que preparé por diez años de estudio y viajes y por la libertad asegurada a la conciencia. Si me presentara a rendir examen de leyes, ante los mismos que no se atreverían a replicarme, me negarían audiencia porque cuando niño, no seguí las clases…
Usted ha sido muy crítico de la formación universitaria especialmente de la difusión de los títulos que las universidades otorgan. - Subsiste en la República Argentina como un pasaporte, un privilegio, un título sin el cual no hay admisión en las regiones de la ciencia oficial. La universidad, una institución añeja, mata el saber donde quiera que se desenvuelva fuera de sus puertas y castiga con un rechazo permanente y persigue hasta la muerte al talento, a la aplicación, que intentasen abrirse paso por entre estas trabas. Hay una universidad en Córdoba y otra en Buenos Aires, en que los alumnos se gradúan en teología, derecho o medicina. No vitupero esto. Para la enseñanza de ciencias tan altas, se requieren centros de población importantes, profesores hábiles, rentas suficientes para su sostén. No está ahí el mal. El mal está en que para recibir el grado de doctor que se cree indispensable, solo el latín aprendido en Córdoba, es buen latín y sólo los rudimentos de química o bien las simples nociones de matemáticas que se dan en Buenos Aires, que son apenas suficientes para ser agrimensores, son tenidas por matemáticas. No se gobiernan así las cosas en Inglaterra y Estados Unidos. Ni para ser abogado ni jurisconsulto se piden títulos escritos. El presidente Lincoln, el vicepresidente Filmore, entre mil, nacieron peones, se educaron labradores o pulperos. Con la edad viril y una self-education como ellos llaman, se fueron dilatando sus facultades mentales hasta revelarse, escritores y hombres maduros. Buscaron un abogado que les enseñase leyes, y cuando aprendieron el oficio se presentaron en el foro a abogar o fueron en la tribuna parlamentaria sabios legisladores. Nuestros sistemas de doctores patentados producen otro daño. De trescientos que existen en Buenos Aires o Santiago de Chile, todos graduados o documentados, dos o tres son eminentes. Diez ganan plata con su profesión y doscientos se mueren de hambre, porque de tal manera disimulan su saber ya que el público, no obstante el título, se persuade al fin que no saben “jota” de nada. 29
LA EDUCACIÓN Y EL DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL
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no de los aspectos más relevantes de su interés en la educación popular ha sido el convencimiento de su trascendencia para sostener el desarrollo económico y social del país así como el sistema político democrático. Le propongo, pues, comenzar con algunas reflexiones sobre esas vinculaciones. ¿Cree Usted que en la sociedad moderna está disminuyendo la importancia de las fuerzas materiales en el desarrollo de los países?
- Todos los grandes acontecimientos del mundo han de ser hoy más preparados por la inteligencia y la grandeza de las naciones menos ha de estribar ya en las fuerzas materiales, que en las intelectuales y productivas de que puedan disponer. Esto supuesto, ¿cuál de los Estados sudamericanos podrá decir que ha hecho lo bastante para prepararse a la vida inteligente y activa que como republicanos y como miembros de la familia cristiana deben llevar a cabo? Hay tradiciones de raza que obran todavía poderosamente sobre nosotros y perpetúan los males de los que creíamos habernos librado por solo el acto de desligarnos de España. Todos los gobiernos americanos han propendido desde los principios de su existencia a ostentar su fuerza y su brillo en el número de soldados de que puedan disponer. Estado ha habido que ha organizado por la primera vez ejércitos superiores a sus fuerzas cuando no quedaban ni presuntos, ni posibles enemigos que combatir. La existencia de los ejércitos es una gran necesidad para pueblos habituados a no sentir otros estímulos de orden que la coerción. La infancia de los gobiernos quizá requiere también esta ostentación de fuerza que halaga aun a aquellos mismos sobre quienes su existencia gravita. Yo no desapruebo la existencia de ejércitos permanentes, condenados forzosamente a la ociosidad en América cuando no se emplean o en trastornar el orden o en arrebatar la escasa libertad.
Su aureola lucía en el combate recio; que la he visto sobre su frente cuando, anciano solo, pero con esa fortaleza de los que, para salvar los principios, se ofrecen en sacrificio a los que en vano quieren llegar a las alturas, vencía cuanto se le oponía, armado con la misma pluma con que trabajó la civilización y la libertad para su patria que en premio ha sancionado para él la apoteosis. Adolfo S aldías
Pero el ejército satisface una necesidad de previsión del Estado; como la educación pública satisface otra más imperiosa, menos prescindible. No es del todo probado que sin ejércitos permanentes o siendo estos menos numerosos, el orden no se habría conservado en cada Estado o que habrían habido más ni menos revueltas, a las que los ejércitos y los militares sin destino dan siempre pábulo y estímulo. Pero es muy seguro que no educando a las generaciones nuevas, todos los defectos de que nuestra organización actual adolece continuarán existiendo y tomando proporciones más colosales a medida que la vida política desarrolla mayores estímulos de acción, sin que se mejore en un ápice la situación moral y racional de los espíritus. ¿Cuánto se gasta anualmente en la educación pública que ha de disciplinar el personal de la nación, para que produzca en orden, industria y riqueza lo que jamás pueden producir los ejércitos? 30
En varias oportunidades formuló Usted interesantes reflexiones acerca de la importancia de la educación para el avance económico del país. - Adam Smith, que ha fundado toda la economía política en la demanda y en la oferta aplicándola a todos los casos de la riqueza y de los valores, ha hecho una sola excepción: “menos para la educación”, porque la educación será demandada, tanto más, cuanto más educados sean los pueblos que la piden y la rechazará el ignorante que más la necesita. Se trastornan, pues, todas las reglas de la economía de los pueblos, tratándose de educación: el ignorante no quiere educarse él, ni quiere educar a sus hijos y el educado quiere cuanta más educación puede obtener a favor suyo. Entonces, es legítima la intervención del Estado y el Estado puede compeler a los pueblos a educarse, porque la educación es necesaria para la industria, para el uso de las instituciones libres y para todos los casos que constituyen la prosperidad.
La compasión a la ignorancia y el amor a la verdad, hicieron de Sarmiento un educador. L eopoldo L ugones
Hoy día, ya es un axioma aceptado por todos los pueblos, que la riqueza, que la libertad y que todo progreso humano, se reduce a una sola palabra: inteligencia. Y es ridículo que pensemos en tener pueblos e instituciones libres, con las hordas que siguen a un caudillo, como hemos visto todos los que contamos años. Veinte mil bárbaros manejados por un pícaro, asolando pueblos, sin saber precisamente qué es lo que quieren, porque generalmente no quieren nada, sino seguir los impulsos de pasiones brutales. El solo éxito económico, nos transformará en una próspera factoría, pero no en una Nación. Una Nación es bienestar económico al servicio de la cultura y de la educación. Por eso, ¿se disminuye el diezmo? Educad a la masa de la población para aumentar las producciones. ¿Baja en lugar de subir la renta de aduana? Educad a los más para que produzcan algo. ¿Teméis a las revoluciones? Domesticad a los bárbaros, para que no os supriman a vosotros o a vuestros hijos. ¿Queréis que la representación nacional sea una realidad? Educad a los electores futuros. Yo, desesperando de servir a mi país, porque prefiere a los prestidigitadores que lo divierten, he seguido mi camino, consagrándome a preparar el remedio que otros aplicarán más tarde, cuando se convenzan de la eficacia de la panacea. Educación, nada más que educación. Pero no de a chorritos, como quisieran, sino acometiendo la empresa de un golpe y poniendo medios en proporción del mal. En una nota que escribí a un ministro le sugería la modesta idea de tres millones de duros consagrados a la educación por año. No le rebajo un cuartillo. Será este tema como el libro de la Sibila. Tres son caros. Entonces quemo uno y ofrezco los dos restantes por el mismo precio. ¿Todavía caro? Pues, quemo otro y el único vale lo mismo que los tres... Cualquier fundamento para confiar en la perpetuación de nuestras libertades civiles y religiosas; cualquier expectativa de la elevación de nuestra raza; cualquier fe en la cristianización del mundo son aspiraciones que dependen de los maestros, más que de todos los otros medios de acción de la humanidad unidos. Y si en los consejos de Dios existe el misericordioso propósito de restablecer en la raza humana su borrada imagen, creo que elegirá y ungirá a los maestros de la juventud entre los más elegidos de sus ministros para la santa obra. Al dirigirme, pues, a los maestros, siento que piso un terreno sagrado, porque estoy en la augusta presencia de los más altos intereses, mortales e inmortales, que estoy en medio de los eternos principios de la vida moral y de la muerte moral. En cada palabra del maestro, dicha a gritos o al oído, despierta un eco que vivirá 31
por siempre. Año tras año, mientras vive, año tras año, después de sus días, las reverberaciones retrocederán hasta sus oídos o los oídos de los amigos sobrevivientes en tonos de aprobación o vituperio. Aprende de ahí a sembrar temprano la semilla. Sabe que para dar fruto debe ser cuidada y atendida. Si espera desarrollar el espíritu de su alumno por el proceso de la escuela, ha de principiar con los rudimentos e inculcar los principios elementales, en los varios ramos que se propone enseñar. Si hago referencia a verdades tan familiares, es que me propongo aplicarlas al asunto de la política civil. Trataré de demostrar con ellas que no solo debiera hacer, sino que debe de ser parte de la educación elemental e instrucción del niño. El único recurso que nos queda es principiar con el niño; hacer de su país, de la paz, del orden y de la política civil asunto y parte de sus pensamientos, juicio y afecciones. A menos que no se haga esto durante la niñez, nunca podrá hacerse de una manera completa y duradera. Ha de tener que pasar si no por la enseñanza que dan los propósitos de partido y de sus combinaciones deducir reglas, con lo que tendremos jefes de partido y politicastros pero continuaremos siendo víctimas de la organización de partidos y nuestros hombres de Estado se inclinarán a la política estrecha para la que solo son adecuadas las almas pequeñas. Que ninguno, por tanto, cuando reúna en torno suyo su pequeño grupo de jóvenes inmortales y recuerde que es copartícipe con ellos, al mismo tiempo que maestro, consienta de nuevo en creer que su tarea es molesta o desagradecida. No ha de quedar en la tierra registro de lo que estáis haciendo. No habrá monumento de bronce o de mármol que señale el lugar donde reposáis, cuando os llegue vuestra última vacación. Pero por toda esta nación quedarán registros vivos y monumentos vivientes del bien que habréis hecho en las almas educadas que habréis preparado, cuyo amor a la libertad avivasteis vosotros y cuyo poder para guiar y gobernar a los otros, vosotros con vuestra influencia y ejemplo ayudasteis a desarrollarse. Los esfuerzos que el Congreso ha hecho por mejorar la educación y difundirla tienden a aligerar estos males, preparando mayor número de inteligencias para la vida pública. Pero el mal no será extirpado de raíz, sino cuando se adopte un sistema universal de educación que haga descender hasta las muchedumbres el conocimiento del mecanismo del gobierno que ellas eligen o destruyen, no siempre con conciencia de sus actos.
A esas apelaciones al apoyo de la educación, no pocas veces la sociedad ha respondido con indiferencia. - Al egoísmo personal de los que, por legar a sus hijos una gran fortuna, se sustraen a la obligación de ayudar a la fundación de un vasto y duradero sistema de enseñanza, puede recordárseles el hecho de que la población de Buenos Aires desciende de los conquistadores españoles, de los oidores, de los generales y notables que fueron en un tiempo: sin poder hoy distinguir en la muchedumbre ignorante o desvalida cuál es el descendiente de peón o de caballero. Las familias que a la época de la revolución de la Independencia eran acaudaladas no son, salvo algunas excepciones, los millonarios de hoy, sin que haya uno de estos que esté seguro de que sus bisnietos no nazcan en la miseria, cualquiera sea la fortuna que a sus hijos leguen. Fundar hoy un sistema de educación, que como la religión se ha de perpetuar por sus templos, sus sacerdotes, sus capellanías, es legar a su progenie un bien duradero, en escuelas públicas, en monumentos y propiedades, para que, si la destitución la alcanza algún día (y la alcanzará en épocas tan azarosas como las que atravesamos), hallen en la educación dada a todos un medio de rehacerse y crear nuevas fortunas, mientras que sin educación el hijo del rico que ha dejado de serlo, desciende a la muchedumbre, a las plebes, y funda familias menesterosas, legando a su posteridad su ignorancia y su oscuridad. 32
Juan Manuel Jaimes Roy Sarmiento Zurbarรกn Colecciรณn
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En la duda de cuál será el futuro, educar a la masa común, poner en sus manos el medio de civilizarse con el conocimiento de lo escrito, es un procedimiento político que debe tranquilizar la conciencia, porque nunca dañará disminuir el espesor de la barrera que la ignorancia opone a toda mejora, ya en las ideas, ya en las adaptaciones de la materia a las más elevadas ideas.
Entiendo que Usted siempre se manifestó interesado por el progreso de las ciencias a las que consideraba también esenciales para el progreso del país. Cuando le resultó posible, hizo grandes esfuerzos para que la Argentina participara del diálogo de la humanidad sobre esas cuestiones. - Efectivamente. En 1862 invité a Buenos Aires a Germán Burmeister, consagrado naturalista alemán, para que se hiciera cargo del Museo porteño de Ciencias Naturales. En 1865 en los EE.UU. inicié contactos con el astrónomo Benjamin Gould que proyectaba realizar una expedición astronómica al hemisferio sur que finalmente se frustró por la guerra con el Paraguay. Pero, una vez presidente, logré que el Congreso aprobara la instalación del Observatorio Astronómico en Córdoba que dirigió Gould. Poco tiempo después fundé, también en Córdoba, la Academia de Ciencias para la que contraté a numerosos naturalistas europeos lo que fue autorizado por una ley del Congreso. El propósito era organizar en la universidad un centro de investigaciones científicas, una Escuela de Ingeniería en todas sus ramas y un instituto para formar profesores de enseñanza secundaria en las ciencias físicas, naturales y exactas.
Grupo del Observatorio Astronómico de Córdoba. (AR AGN DDF / Consulta INV:346547)
No se le escapará que estos esfuerzos por incorporar a la Argentina al esfuerzo mundial por el progreso despertaron también muchas críticas. - Si. Es un cargo al que siempre debo responder y que, apenas satisfecho por una parte, reaparece por otra bajo nueva forma. Es anticipado o superfino, se dice, un Observatorio en pueblos nacientes y con un erario o exhausto o recargado. Y bien, yo digo que debemos renunciar al rango de nación o al título de pueblo civilizado, si no tomáramos nuestra 34
parte en el progreso y en el movimiento de las ciencias naturales. Nos hemos burlado del tirano Rosas cuando se hacía solicitar que dejase por años abandonado todo interés administrativo, a fin de contraerse solamente a los asuntos de eminencia nacional. Estos, según su teoría, eran hacer cartuchos para exterminar a los salvajes unitarios, pues caminos, muelles, educación, industria, todo debía sacrificarse ante esta maestranza de proyectiles. Quienes hallan inoportuno un Observatorio Astronómico, nos aconsejan lo que Rosas practicaba, lo que Felipe II legó a sus sucesores, y nos separó por fin de la especie humana, en todos los progresos realizados mediante el estudio de las ciencias naturales desde el renacimiento hasta nuestros días en el resto de la Europa y en los Estados Unidos, que con Franklin y Jefferson contribuyeron desde su origen a los progresos de la física y la geología y que en sus aplicaciones a las necesidades de la vida con Morse, Fulton y Agassiz, se han adelantado a veces en la marcha general.
¿Cree Usted que pueblos nuevos como los nuestros están en condiciones de hacer aportes importantes a la ciencia? - Es una cruel ilusión del espíritu creernos y llamarnos pueblos nuevos. Es de viejos que pecamos. Los pueblos modernos son los que reasumen en sí todos los progresos que en las ciencias y las artes ha hecho la humanidad, aplicándolas a la más general satisfacción de las necesidades del mayor número. Lo que necesitamos es, pues, regenerarnos, rejuvenecernos, adquiriendo mayor suma de conocimientos y generalizándolos entre nuestros conciudadanos. Los españoles que venían a poblar la América, se desprendían de la Europa, cuando ella se renovaba, y llegados a este lado del Atlántico, subyugaban e incorporaban en la nueva sociedad que principiaron a constituir, al hombre primitivo, al hombre prehistórico, al indio que forma parte de nuestro ser actual. ¿Cuánto necesitamos, nosotros los rezagados de cuatro siglos, para alcanzar en su marcha a los pueblos que nos preceden? Con harta frecuencia y para honor nuestro, grandes nombres que figuran en los anales de los progresos de las ciencias, se ligan a nuestra historia y a nuestros progresos también. El Observatorio Astronómico Argentino es ya un paso dado en este sentido. Añadirá algunas conquistas en los cielos, sometidos al dominio del hombre.
¿Qué recuerdos conserva de su visita a Córdoba en 1871 para inaugurar formalmente ese Observatorio? - Reflexionaba en aquellos días de octubre que cuando las impresiones acumuladas por los espectadores del variado drama del que había sido teatro Córdoba, se hubieran convertido en recuerdo, en cada uno de ellos predominarán aquellas que más congenien con su naturaleza, sus ideas o sus esperanzas. A mí me quedó una indeleble, apacible, colorida con el inimitable pincel del sol poniente, dominando una atmósfera transparente como el cristal, montañas azules como el cobalto, llanuras humedecidas por la lluvia y entonando el himno de gratitud con que la tierra sedienta agradece las gotas de agua que la fertilizan y vuelven a la vida. Cuando contemplamos con la pesadilla de grandeza que las montañas imponen, con sus gigantescos dorsos de eternos monstruos de granito arrodillados a lo lejos, según la expresión de un poeta nuestro, pensamos en prodigiosas aglomeraciones de átomos, solicitados de atracción, cuya inmovilidad aparente no es sino un equilibrio de esfuerzo, y que elaboran transformaciones incesantes, que no presencia la breve existencia del hombre. Al terminar la ceremonia de instalar el Observatorio Astronómico, resonando todavía en el oído las palabras con que Mr. Gould descorría ante el público asombrado una 35
punta del velo que cubre para la generalidad las maravillas del cielo, yo dilataba mis miradas desde los Altos, sobre aquel anchuroso horizonte que apenas limita la Sierra al poniente, tendida la ciudad a nuestros pies, con sus pináculos, torres y cúpulas, dilatándose en otras direcciones las pampas infinitas, que alguna vez he intentado describir. Espectáculo más bello no encontrarán los ojos otra vez aquí, porque raras veces la naturaleza será contemplada en aquella hora y con escenas tales, por el alma sobrecogida por las emociones profundas que a todos nos había causado la inauguración del Observatorio. De las «Ruinas de Palmira», descritas por Volney, no ha quedado viva sino la sublime pintura de la tarde expirando y la noche que sobreviene sobre ruinas que evocan el recuerdo de lo que fue y ha dejado de ser. Otro poeta se habría inspirado con la escena que presenciamos entonces, viendo venir un mundo nuevo como el evocado desde la apertura del ferrocarril del Rosario a Córdoba, de la Exposición y del Observatorio Astronómico. Córdoba no sentía aun el mundo que se agitaba en sus entrañas pero en esos días de octubre de 1871 ya se advertían claras manifestaciones de vida. Cuando los palacios de Buenos Aires y del Rosario sean construidos con los mármoles de Córdoba; cuando su cal y su yeso sirvan de cimiento a las obras hidráulicas de todo el Litoral y su campaña, Córdoba será menos docta quizá; pero en cambio será más rica, más próspera y más generalmente civilizada.
Una de sus mayores preocupaciones fue lograr la más amplia difusión de los conocimientos científicos. - Empiezan, en efecto, a familiarizarse nuestros ojos en América con los portentos de las ciencias aplicadas a las necesidades prácticas de la vida, que no son otra cosa esos vapores y caminos de hierro, esos telégrafos y tanta otra invención asombrosa, sin que a la contemplación de lo que presenciamos, haya precedido aquella paulatina iniciación que en su origen y progresos recibieron los pueblos donde primero se han ensayado. Bueno es que, a falta de instrucción más positiva, se difundan entre nosotros, nociones suficientes para no quedarnos de una pieza, cuando el niño indiscreto nos pregunte qué es el telégrafo, por ejemplo. El libro de Louis Figuier “Exposición e Historia de los Descubrimientos Modernos” que traduje del francés y que fuera editado en Chile en 1849, satisface a esta inquietud, acercando datos que nada dejan que pedir. En su elección no nos ha movido otro estímulo que el conocimiento de la necesidad, por muchos sentida, de dar pábulo útil a la sed de instrucción que empieza a despertarse en nuestra juventud y que satisfecha a ese respecto, se despertaría más y más ansiosa cada día.
Eso requiere, como Usted lo ha sostenido reiteradamente, la destreza en la lectura y, sobre todo, en la comprensión de lo que se lee. - Así es, porque de un solo artículo no puede proveernos el comercio extranjero, ni importarlo podemos como los rieles de los caminos de hierro, los alambres del telégrafo, ni las máquinas de los molinos y es precisamente del cuero de que son correas todos aquellos inventos. No podemos importar instrucción general, sino es introduciéndola a guisa de semilla y sembrándola y regándola con el sudor de nuestra frente. Los libros mismos, que son los almacenes del saber, no vienen ya preparados para nosotros y tales como los necesitamos, es decir, en nuestro idioma y para la lectura común. Los libros necesitamos hacerlos en casa y ya que nuestro saber no alcanza a crear los conocimientos de que son conductores y propagadores, podemos, vaciando, por decirlo así, en nuestro idioma, los tesoros que en este género poseen otras naciones, hacer nuestro el trabajo de todo el mundo. Muchas desazones nos ha costado ya insistir en estas verdades, cuan triviales son 36
y a riesgo de experimentarlas cada vez más duras, habremos de insistir siempre sobre lo mismo. ¿De dónde nos proveemos de libros? ¿Qué libros nos vienen de fuera? ¿Cuántos libros y sobre qué materias ven al año la luz en nuestra lengua? Cuestiones utilísimas son estas que debieran haberse estudiado con prolijidad. ¿Por qué la erudición bibliográfica de nuestros literatos americanos no se ha propuesto contar y clasificar el repertorio de libros que proveen en nuestro propio idioma de instrucción al mundo hispano-americano?
Como la mayor parte de los grandes hombres de América en el Siglo XIX, Sarmiento fue hombre múltiple; político, escritor, maestro, hasta diplomático, hasta militar; pero toda esta multiplicidad se resume en una luminosa unidad: es un civilizador. La posteridad lo recuerda a cada paso por su acción política y por su obra literaria. Pero la obra literaria, una de las más altas que ha producido América, es el mero instrumento de la acción política. ¿Por qué? Porque la acción pública es para él todo lo contrario de lo que el vulgo incluye en el vocablo “política”: es obra de bien, obra de civilización, en que el éxito personal se olvida por completo, porque todo se rige por el desinterés; en que el éxito del partido se sacrifica por el triunfo del ideal. Obra de civilización es su obra política y su forma favorita, la educación. Dentro de este político está siempre el maestro. P edro Henríquez Ureña
Los hombres educados de la América del Sud se muestran por lo común casi indiferentes a todas estas cuestiones, ya que con la posesión de los idiomas vivos, sus bibliotecas están atestadas de los mejores libros que producen los ingenios de Francia, Inglaterra, Estados Unidos, siendo cosa de regla en las librerías, cual si fuéramos un pueblo políglota, ostentar a la par sus catálogos de libros en francés, en inglés y en castellano. Así, pues, las luces que tan rápida difusión encuentran por doquier, en la multiplicidad y baratura de los libros, están detenidas por años a nuestras puertas, esperando que un autor o un impresor halle su cuenta en abrirles paso.
¿Han encontrado apoyo entre los grupos dirigentes sus propuestas en materia educativa y de desarrollo de la ciencia? - No siempre. Hablando a los que dirigen los destinos públicos, entre quienes se cuentan los hombres más distinguidos que el país tiene en saber, influencia y valimiento, señalé su indiferencia. Viéndolo ahora retrospectivamente, entiendo que no ha sido una tarea sencilla convencerlos de esas necesidades fundamentales para el desarrollo del país y para el sostenimiento de su democracia. Si ellos se muestran indiferentes por lo que hace al progreso intelectual y moral de sus compatriotas, ¿con qué derecho exigirían que otros se mostrasen más solícitos? Si por los beneficios de una educación esmerada, no necesitan de bibliotecas populares, si sus hijos no han de ocurrir a ellas en busca de conocimientos que hallarán sobrados en los estantes de sus colecciones, ¿podrán decir otro tanto del labriego inculto que cuida de sus heredades? Sus hijos son un dechado de virtudes y de moderación pero el del vecino con quien forzosamente se reúnen en busca de pasatiempos, ¿no les indicará algunos de aquellos que proceden de la falta de cultura intelectual y moral, que tanto degrada al hombre?¿Adónde volverán los ojos, egoístas, en qué ciudadela se encastillarán que no les alcance el medio ambiente de la sociedad en que viven? 37
LA EDUCACIÓN POPULAR: PÚBLICA Y COMÚN
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ómo surge la idea de la instrucción pública, es decir, el hecho de que el estado asuma la responsabilidad de educar a las personas?
- El lento progreso de las sociedades humanas ha creado en estos últimos tiempos una institución desconocida a los siglos pasados. La instrucción pública, que tiene por objeto preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimentario de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón. Es una institución puramente moderna, nacida de las disensiones del cristianismo y convertida en derecho por el espíritu democrático de la asociación actual. Hasta hace dos siglos había educación para las clases gobernantes, para el sacerdocio, para la aristocracia. Pero el pueblo, la plebe no formaba, propiamente hablando, parte activa de las naciones. Tan absurdo habría parecido entonces sostener que todos los hombres debían ser igualmente educados, como lo habría sido dos mil años antes negar el derecho de hacer esclavos a los vencidos, derecho sobre cuya práctica estribaba la existencia de las sociedades libres. La libertad adquirida en unos países, el despotismo mismo en otros para hacer perdonar su irregularidad, han contribuido poderosamente a preparar a las naciones en masa, para el uso de los derechos que hoy pertenecen no ya a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre. Hay más todavía: los derechos políticos, esto es, la acción individual aplicada al gobierno de la sociedad, se han anticipado a la preparación intelectual que el uso de tales derechos supone. Nada habría parecido más conforme a razón que preguntar al que va a expresar su voluntad en la dirección de los negocios públicos, si esa voluntad estaba suficientemente preparada y dirigida por una inteligencia cultivada y por la adquisición de todos los hechos que autorizan a prejuzgar sobre el bien o el mal público que puede producir la línea de conducta que haya de adoptarse. Pero los acontecimientos históricos se han anticipado y la ley no se atreve ya a poner por condición del uso del derecho que pertenece al hombre, por nada más que ser persona, racional y libre, su capacidad para ejercerlo prudentemente. Hasta hace poco podría decirse que existían entre los pueblos civilizados dos derechos civiles distintos: uno que se refería a la propiedad, otro a la persona. Aquella como garante de la inteligencia de la otra. Esta diferencia sin embargo va a desaparecer con la última revolución de Europa, que dará por resultado final en la práctica, como ha dado ya en principio, el derecho de todos los hombres a ser reputados suficientemente inteligentes para la gestión de los negocios públicos por el ejercicio del derecho electoral, asignado a todos los varones adultos de una sociedad, sin distinción de clase, condición, ni educación.
La igualdad de derechos de todos los seres humanos, ¿ha ejercido una influencia importante en la difusión general del derecho a la educación? - Sin duda, la igualdad de derechos acordada a todos los hombres, aun en los países que se rigen por sistemas tutelares, es en las repúblicas un hecho que sirve de base a la organización social, cualesquiera que sean las modificaciones que sufra accidentalmente por los antecedentes nacionales u otras causas. De este principio imprescriptible hoy nace la obligación de todo gobierno de proveer de educación a las generaciones venideras ya que no puede compeler a todos los individuos de la presente a recibir la preparación intelectual que supone el ejercicio de los derechos que le están atribuidos. La condición social de los hombres depende muchas veces de circunstancias ajenas a la voluntad. Un padre pobre 38
no puede ser responsable de la educación de sus hijos. Pero la sociedad en masa tiene interés vital en asegurarse de que todos los individuos que han de venir con el tiempo a formar la Nación, se hayan preparado suficientemente para desempeñar las funciones sociales a que serán llamados por la educación recibida en su infancia. El poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean.
Anteojos pertenecientes a Sarmiento. (MHS)
Poncho perteneciente a Sarmiento. (MHS)
De acuerdo con esa visión, para el progreso de la Nación resulta imprescindible que el Estado se ocupe de la calidad de quienes la integran… - Por supuesto. La educación no es una caridad, sino una obligación para el Estado, un derecho y un deber a la vez para los ciudadanos. La dignidad del Estado, la gloria de una Nación no pueden ya cifrarse, pues, sino en la dignidad de condición de sus súbditos y esta dignidad no puede obtenerse, sino elevando el carácter moral, desarrollando la inteligencia y predisponiéndola a la acción ordenada y legítima de todas las facultades del hombre. Hay además objetos de previsión que tener en cuenta al ocuparse de la educación pública y es que las masas están menos dispuestas al respeto de las vidas y de las propiedades a medida que su razón y sus sentimientos morales están menos cultivados. Por egoísmo, pues, de los que gozan hoy de mayores ventajas en la asociación, debe tratarse cuanto antes de embotar aquel instinto de destrucción que duerme ahora y que han de despertar la vida política misma y la influencia de las ideas que se irradian sobre todos los pueblos cristianos.
¿Entiende Usted que es generalmente apreciada esa que plantea como imperiosa necesidad? - Los escritores públicos, más que nadie, se hallan en el caso de apreciar en todo su valor la necesidad de educar el pueblo y de dar al mayor número el pan de la inteligencia por medio de la instrucción primaria. En la democracia, que es el gobierno de todos, todos deben estar en el caso de saber escribir el nombre de los candidatos de su elección y de leer los consejos que la alta razón nacional dirige a las masas por medio de la prensa y que hasta hoy no llegan sino a las clases favorecidas, permaneciendo todavía en estado de fábula esa 39
especie de predicación sin auditorio que hace el periodismo cuando se dirige a las masas. Es preciso que la educación sea un sacerdocio, una institución, una necesidad tan vital como las necesidades de la conciencia a que acude el Estado costeando y manteniendo el culto. La fe debe ser inteligente para que dé en lugar de estúpidos devotos, hombres morales. Para que el ciudadano ejerza sus derechos en vez de ser instrumento ciego y mudo de intenciones ajenas, es preciso que goce de cierto grado de instrucción al que no puede llegar sino a merced de la capacidad de aprender por medio de la lectura. El bautismo de la instrucción caerá en adelante sobre el pueblo, a torrentes, para todos, como caen siempre las cosas que vienen del cielo, como la luz, como el aire. ¿Y qué otra cosa es la instrucción sino el día de la inteligencia y el ambiente del espíritu? Mens sana pedían para sus hijos los antiguos. Pídala la prensa al gobierno para el pueblo, que es el hijo favorito de las autoridades democráticas.
Retornemos al análisis de la importancia de la educación para el progreso. - ¿Se ha preguntado Usted cuál es la causa de que la difusión de la educación no marche como lo exige la conveniencia individual, el mayor progreso y riqueza del país, las disposiciones de las leyes mismas y el deseo de los que trabajan en su beneficio? Viene esto de que en cada país se encuentran hábitos antiguos de indiferencia o clases sociales con intereses al parecer diversos. Las ideas de mejora, si bien encuentran simpatía en las capas superiores de la sociedad, penetran lentamente al fondo de ella, a menos que alguna pasión religiosa, como sucedió con el protestantismo, no les abra profunda huella.
Sarmiento, el ideólogo más lúcido de la burguesía ilustrada fue, antes que nada, un predicador de la modernidad. J uan José Sebreli
La educación pública, común, universal, ilimitada es la empresa del presente y la garantía del porvenir. Hija de la democracia, se ha hecho la palanca de la riqueza, la base de la moral y el baluarte de la libertad. Si se carece de ella, a la corta o a la larga nuestras instituciones libres nos llevarían fatalmente al suicidio, como la agilidad del fogoso corcel sería un don funesto para el hombre que no ha aprendido el arte de dirigirlo. Los momentos de reposo que marca nuestra historia política de medio siglo a esta parte, serían sin ella la inquietud de la atmósfera que permite a los vapores condensarse y acumularse en nubes de las que se escapará el rayo, precursor de nuevas tempestades. La falta de educación de nuestro pueblo ha esterilizado la más pingüe riqueza de nuestros campos. Los productos de la leche son en todos los países superiores en valor al que tienen nuestras vacas. Pero para obtenerlos se requiere otro sistema de cría más adelantado, residencias de campo mejor acondicionadas, pueblo más sedentario e industrioso. En una palabra, hábitos y educación que nos faltan. Una poderosa corriente de emigración se dirige a nuestras costas y su feliz afluencia llena los vacíos que sobre la superficie de tierra tan vasta deja la escasez de habitantes. Pero el emigrante del mediodía de Europa nos trae por lo general brazos robustos, mayor actividad para adquirir y, no pocas veces, igual falta de educación a la que padecemos, con algunos vicios análogos a los nuestros. Estas masas de hombres que vienen buscando una patria y una familia aumentan, lejos de disminuir, los inconvenientes de nuestro propio atraso. Más activos, más económicos que los habitantes oriundos, ellos acumulan partícula por partícula la riqueza, invaden todas las profesiones, acometen todas las industrias, obtienen la preferencia en los trabajos con decadencia visible de la idoneidad del antiguo colono, disipado, inerte y mal adiestrado. Cuando la familia 40
viene a consolidar su existencia, si no ha llegado a la fortuna, perpetúan el recién llegado y el descendiente de los pobladores primitivos la emigración y la nacional ignorancia y barbarie. Bajo el sistema actual, en veinte años tendremos un millón de habitantes, más enérgicos, más emprendedores y más inquietos que los que dejó la colonización y se han exterminado entre sí, por falta de haber dado por la educación una dirección útil a la actividad de las pasiones humanas. ¡Cuánta poesía por otra parte en estas instituciones que benefician a millares de seres que están todavía solo en la mente del Creador y coadyuvan a acelerar los progresos de los pueblos, a disminuir rápidamente el número de los destituidos y a acrecentar indefinidamente la masa de inteligencia, de riqueza y de moralidad! La educación común hará, en veinte años, la obra de los siglos que nos han precedido en vano, como el telégrafo hace en segundos la obra de meses y el ferrocarril en horas la de días y días. El crecimiento de las naciones como su perfección íntima está hoy sujeta a estas mismas leyes de abreviación de tiempo. No son los más civilizados los pueblos más antiguos sino los que han puesto mano a la obra de difundir las luces, con más ahínco y en mayor escala.
El ferrocarril, uno de los grandes avances de la época, fue activamente promovido por Sarmiento.
¿Cuál es la relación que advierte entre educación y pobreza? - El Estado debe cuidar de dar educación a los que sin su auxilio no la recibirían, porque esas masas ignorantes de mujeres y de hombres que aumentan las cifras del censo son inútiles para la producción, no acreciendo la riqueza nacional, fuentes de la renta y base única del poder del Estado. Tanto tienes, tanto puedes, sino en cuanto ganan un salario, por la fuerza bruta de sus brazos, más débil que la de un caballo y cuyo salario derrochan el domingo en orgías degradantes, con cuyos abusos lo moral se deprava, las familias quedan en la destitución y la salud deteriorándose, la mortalidad aumenta, al paso que se detiene el desarrollo de la riqueza. Educar pobres, es pues aumentar el número de los que pueden ser ricos, es decir, agregar riqueza al total de la riqueza del Estado. El Estado no impone una contribución, sino que cobra un valor suyo, da educación y recibe el valor de ese precioso don. ¿Qué sucedería? ¿Habría padres que se negasen a pagar lo que deben, pretendiendo ser un derecho suyo, ahorrarse los gastos de educación de sus hijos? Retirarían a sus hijos de las escuelas públicas, en lo que también están en su derecho. Pero como han de darles forzosamente educación, fomentarían escuelas particulares pagándolas a más subido precio, con lo que la instrucción ganaría doblemente; con las 41
nuevas escuelas y con el hueco que sus hijos dejarían en la escuela pública o municipal, que ocuparía inmediatamente uno menos exigente o menos acaudalado y podrían educarse treinta mil niños más de aquella masa que hemos denunciado como imposibilitada de recibir instrucción ninguna.
Es cierto que se puede estar contra Sarmiento pero no se puede estar sin él. Saúl T aborda
Una nación no puede pretender ante la historia haberse dado instituciones que la eximen de proveer a la primera necesidad de un Estado, que es la de preparar ciudadanos formados para la vida social, en una época en que hasta el poder material se liga al desarrollo intelectual. La educación universal es hoy la empresa que preocupa igualmente el ánimo de los gobiernos de todos los países republicanos y demócratas. Pero la demanda de educación está en razón inversa de su necesidad. La piden menos los que más la necesitan, que son los destituidos y tratándose de nuestras provincias, aquellas más apartadas y por lo mismo más pobres o con mayor suma de población ignorante, requieren el auxilio de la Nación para mejorar su condición. Es común a todos los habitantes el daño y la responsabilidad que trae la ignorancia y la pobreza que suele ser causa y efecto a la vez de atraso. Por eso la sociedad entera está interesada y obligada a precaverse contra los males que de aquella fuente han de sobrevenirle, ni más ni menos que la parte culta y acaudalada no quedaría exenta de reproche si contentándose con dar educación a sus propios hijos, dejase que la muchedumbre ignorante la gobierne por el voto o por el alboroto.
¿Cuáles son las razones por las que se generalizó el interés por la educación primaria? - El rápido desarrollo de las ciencias, las convulsiones políticas, el choque de las nuevas doctrinas y, más que todo esto, los intereses industriales que han puesto en actividad la inteligencia, aplicándola a objetos de interés positivo, son los poderosos móviles que han ayudado a la difusión de las luces en muchos países. Eso ha hecho de la educación primaria en todas las clases una necesidad, por su aplicación inmediata a los intereses de la vida y al tono general de la sociedad en la que se mueven. Los principios democráticos que se insinúan en todas las instituciones europeas, el espíritu de proselitismo de los partidos y la actividad de la prensa, que diariamente trabaja atrayéndolo en diversos sentidos, han hecho, por fin, que las leyes fomenten la educación pública y que, no satisfechos con los esfuerzos del gobierno, los particulares llenos de filantropía, la impulsen con todas sus fuerzas, cuidando por medio de asociaciones de que corresponda en sus resultados a sus sanguíneas expectativas. ¿Cuál de todos estos móviles coopera entre nosotros para la difusión general de los conocimientos útiles? ¿El espíritu religioso es tan activo que se interesa en la cultura de todos los miembros de la sociedad? ¿Hay doctrinas que se choquen entre sí y cuya difusión afecte la simpatía de la comunidad, de tal manera que se interese vivamente en las soluciones que de ellas se intenta dar? ¿Tienen las luces una aplicación inmediata, de modo que la falta de ellas se haga dolorosamente sensible y diariamente importuna a las clases que no la poseen? ¿Alcanza el común de los hombres a comprender otro género de especulaciones industriales, que aquellas tan sencillas en que se han ejercitado por rutina y ya que la invención de nuevos ramos de industria fuese impracticable, sería cosa fácil echar al pueblo a adquirir en libros nuevos medios de industria y de labrarse ocupaciones provechosas? 42
A falta de estímulos que obren directamente en el común de los hombres, se deja sentir el espíritu público de aquellos que, conscientes de los intereses de la sociedad, ¿podrían filantrópicamente proveer la difusión de la instrucción primaria en todas sus clases, llamando, más aun, compeliendo, a la participación de los bienes cuya importancia no conocen aún? ¿Puede prometerse la sociedad esta solícita cooperación de sus propios miembros, más que de la acción de los gobiernos a crear en todas partes en instrucción de utilidad pública? ¿Qué extrañamos pues, si todos los esfuerzos han fracasado hasta hoy y no obstante el clamor general de todos, tan poco se ha andado en la grande y larga obra de sacar de la oscuridad intelectual en que yace una crecida parte de la población? Porque entendemos que al establecer la educación primaria sobre una extensa escala y darle un impulso general, el gobierno se propone echar con ella y por medio de ella, los conocimientos de un sistema de difusión de las luces más completo y extenso que el que hasta ahora ha sido del resorte de las escuelas, reducidas en su mayoría a una especie de inacción en la lectura, escritura y rudimentos de aritmética.
Esto nos conduce a otra cuestión de gran importancia: el papel de la educación primaria. - La instrucción primaria, en su humilde forma, afecta los intereses sociales, puesto que se nos pide analizar cuál es su influencia en la moralidad, en la industria y en la prosperidad general de las naciones ¿De cuál otra institución pública podrían esperarse resultados tan diversos y de tanta trascendencia? La instrucción primaria, para darle su verdadero significado, es la INSTRUCCIÓN NACIONAL o el grado de educación que tiene o recibe un pueblo culto para prepararse debidamente al desempeño de las múltiples funciones de la vida civilizada.
Si su herencia no le proporcionó al joven Sarmiento ni propiedad ni un rango que la sociedad reconociera, lo dotó en cambio de los instrumentos morales e intelectuales con los que el periodista y el político aspiran al ascenso y la fama. Beatriz S arlo
y
Carlos Altamirano
Mirada la instrucción primaria bajo este aspecto, desaparece la aparente antítesis, entre la oscuridad y pequeñez del agente y la omnímoda extensión que se señala a su influencia. Acaso ha contribuido aquella clasificación, que parece solo un grado ínfimo de una jerarquía más alta, a extraviar el patriotismo de ciudadanos, bajo otros respectos celosos de la gloria y engrandecimiento de su país. Acaso la indiferencia de las clases acomodadas sobre asunto que remueve hoy los corazones en todos los países cultos y es el centro adonde convergen todas las instituciones políticas, ha provenido de creerla extraña a sus familias, a sus intereses, a su atención, si no es como una limosna arrojada a desvalidos sin nombre y a quienes no nos ligan ni relaciones, ni necesidades, ni contacto indispensable. Los hechos que han tenido lugar en diez años dejan sospechar que hay un malentendido en el espíritu público, un error de concepto en la opinión, que la hace fría espectadora de los esfuerzos iniciados por desarrollar la instrucción primaria. La instrucción primaria, como medio de propagación de las ideas religiosas, no nos habría conmovido, pues que en tres siglos de existencia, nos hemos pasado sin ella, sin dejar por eso de ser religiosos, a nuestro modo. Como base de la libertad tampoco, puesto que ha discurrido casi medio siglo, desde que nos llamamos republicanos, sin que los ciudadanos hayan tomado a pecho esta cuestión. Pero ha alcanzado ya el mundo industrial 43
hasta nuestras puertas y el rebote que experimentamos actualmente hace despertar a los que han dormido tres siglos y a quienes ni el interés de la religión ni el de la libertad sucesivamente, lograron sacar de su letargo. La industria moderna que tiene por base la instrucción primaria golpea ya a nuestras puertas, preguntando si sabemos construir máquinas y si tenemos quien las maneje; si producimos cereales a precios baratos; si tenemos brazos, naves, poder, capital bastante para entrar en competencia con todas las naciones industriales y, sobre todo, con aquellas que han venido a sentar sus reales a orillas del Pacífico. Estas, como la diligente araña, tienden ya sus hilos a los cuatro puntos cardinales en ferrocarriles y telégrafos por tierra, en líneas de vapores multiplicadas por sobre las aguas. Todas las sustancias que puedan ofrecer ventaja y ganancia que atraviesen por entre estas redes, que tienen ya asegurados sus cabos en el Japón, en Sídney, en Panamá, Tehuantepec, Valparaíso, Europa y Nueva York irán, cual moscas incautas, a reconcentrarse en los puntos centrales de donde parten los hilos, si en otra parte no se mantienen centros con la misma actividad, con los mismos poderes de asimilación, con la misma capacidad industrial. La instrucción primaria es la base de la religión, de la libertad y de la prosperidad nacional y de su difusión depende la suerte próxima del país. La creación de la escuela normal para enseñanza primaria, encierra en sí un porvenir inmenso para la mejora social y la cultura intelectual de todas las clases de la sociedad. Desde entonces, la educación primaria ha dejado de ser un asunto de poco monto. Pensadores célebres, sabios constituidos en altas dignidades, no han desdeñado echar profundas miradas de interés sobre los medios de difundir las luces, fraguando a la luz de la filosofía, métodos de enseñanza claros y sencillos, que se adapten fácilmente a la limitada comprensión de la infancia. Viajes de exploración se han emprendido por todas partes para ir a examinar los medios de instrucción y el espíritu que la anima en los países que han cobrado fama de ir más adelante en este tramo. Gracias a tantos esfuerzos reunidos, la instrucción primaria ha tomado el rango de una ciencia y la profesión del maestro de escuela, la importancia de un arte, que requiere ingenio, instrucción previa y un caudal de conocimientos generales.
Situado entre el pasado y el futuro, Sarmiento cobra a mi juicio su verdadera perspectiva. Si de otros puede decirse con certeza que pertenecen solamente al pasado, de Sarmiento no es posible afirmar lo mismo. Algo hay en él que no ha muerto, y acaso pudieran repetirse pensando en él las palabras que escribió sobre Quiroga: “No, no ha muerto. Vive aún. Él vendrá”. No se requiere apelar a la vana esperanza de su regreso para descubrir su proximidad y su permanencia. Sarmiento no tiene necesidad de que se anuncie su retorno porque no ha desaparecido de la vida argentina. Pero no porque obraran en él misteriosas fuerzas, sino por la peculiaridad de su genio, cuyas incitaciones recobran en cada circunstancia actualidad, eficacia y dimensión contemporánea. José L uis Romero
Se ha dicho que la educación es mi manía. Las manías han hecho del mundo lo que es hoy. Manía fue la libertad para pueblos que, como el inglés, la conquistaron en siglos con su sangre; manía fue la Independencia, en la generación que nos precedió, hasta dejárnosla asegurada. Solo cuando una grande aspiración social se convierte en manía, se logra el hacerla hecho, institución, conquista. Demos aguas corrientes al pueblo, luz a las ciudades, templos al culto, leyes a la sociedad, Constitución a la Nación. Todo es 44
necesario y excelente, pero si no damos educación al pueblo, abundante, a manos llenas, la guerra civil devorará al Estado, el cólera diezmará cada año a las poblaciones, porque la guerra civil y el cólera son la justicia de Dios que castiga los pecados de los pueblos.
¿Considera Usted que esa difusión de la educación resultó esencial para consolidar la idea de la libertad y la igualdad? - Lo fue. Transportada al Norte de la América la preciosa innovación, vino a hacerse el pedestal de la libertad y de la igualdad entre los hombres, desde que habían desaparecido del orden social los esclavos. Todavía la propagación de la instrucción primaria no era mirada por el lado de la economía política, a saber, como elemento fecundo para generar la riqueza y el poder de las naciones. Era preciso para esto que la industria se desarrollase al grado que lo está hoy en los pueblos civilizados y que a los procederes tradicionales de la rutina ciega de siglos, se sucediese la aplicación de los principios de las ciencias naturales, la química y la mecánica a la industria y que la fuerza bruta de los brazos fuese sustituida por los agentes naturales, el vapor y la electricidad. Desde entonces, cada operación industrial ha debido ejecutarse con intervención de la inteligencia y desde entonces la instrucción primaria debía entrar como elemento indispensable de la aptitud al trabajo. Fundar escuelas es preparar brazos para el manejo de las máquinas, del vapor, del arado, de todo lo que entra en la preparación y transformación de la materia. La Inglaterra aristocrática, la Francia monárquica, la Prusia despótica, los Estados Unidos democráticos, todos los estados modernos se han puesto con redoblado esfuerzo a desarrollar la instrucción primaria, simplemente como medio de acrecentar la producción y la riqueza, si no querían exponerse a quedarse atrás o ver disminuida la exportación de sus productos, rechazados de todos los mercados por su inferioridad o la morosidad o impericia de sus medios de transporte.
¿Cuál ha sido la evolución que ha experimentado la educación primaria entre nosotros? - Cuando se considera el desarrollo de la educación primaria en diversos países, no debemos avergonzarnos de haber andado tan bisoños y descuidados en la formulación de un sistema general de educación popular. Salidos apenas de una revolución penosa y mal preparada; luchando con las dificultades inherentes al establecimiento de un nuevo gobierno y teniendo que enfrentar incesantemente los obstáculos poderosos que a todo progreso oponen nuestras costumbres y la falta de materiales preparados para la realización de las reformas y mejoras que el interés de la sociedad exige, demasiado se ha hecho si desde temprano se ha sentido la necesidad de establecer un sistema de educación general. Mucho si se han probado los medios posibles de plantearlo y demasiado si se saben escoger los más oportunos para conseguirlo con éxito. No es muy grande la ventaja de tiempo que las sociedades más cultas nos llevan en cuanto está al alcance de la acción del gobierno. Si no nos es posible rivalizar con ellas, podemos prometernos al menos seguir el camino que nos han dejado trazado, aprovechándonos de las luces que su experiencia acumula anticipadamente.
El grado que había alcanzado la evolución de nuestra sociedad, ¿ayudó a instalar la necesidad de generalizar la educación? - Llegadas las cosas a este punto, aún no habrían alcanzado a interesarnos vivamente aquí, secuestrados como estamos del movimiento industrial que agita a las otras naciones. Vienen en apoyo de las ideas sostenidas en mi informe de 1881 sobre educación las 45
declaraciones que el presidente Chester Arthur de los Estados Unidos hizo ante el Congreso en su primer mensaje en 1857, diciendo: “Muchos de los que ejercen hoy el derecho de sufragio son incapaces de leer los nombres propios del boleto que depositan en la urna. Sobre muchos que acaban de salir de las condiciones de la esclavitud han recaído las responsabilidades del ciudadano. He sabido con placer que mucho se ha hecho por la legislación local o la generosidad privada, pero a esto debe añadirse la ayuda que como suplemento pueda darle el gobierno nacional”. Los que pretenden la gloria de llamarse una Nación deben vivir en el porvenir lejano, como en el presente, más allá de donde alcanzan nuestros ojos. Un país extenso y despoblado, habitado por masas ignorantes y desmoralizadas, puede producir cierta cantidad de riqueza que contente las aspiraciones de algunos y engendrar la independencia que produce la ausencia de compresiones sociales. Pero ahí se estará incubando el germen de las enfermedades que han de postrarla o aniquilarla un día. Con cuarenta millones de habitantes, con dos mil años de civilización y la historia más rica en acontecimientos, ahí está Francia sometida al juicio terrible del éxito. Quería libertad y creó despotismos; quiso engrandecimientos y fue cercenada y hasta hoy no sabe a qué atenerse en cuanto a formas de gobierno. ¿Por qué hemos de ser más confiados nosotros si ponemos menos prudencia y creemos tener tanto saber como los que sucumben? Es posible, ¡Dios mío! que hayamos de hacernos una religión del conato de conservar restos de cultura en los pueblos argentinos y que el deseo de instruir a los otros tome los aires de una vasta y meditada conspiración.
¿Cómo influye la instrucción primaria sobre las costumbres de la sociedad? - No solo la instrucción primaria como una adquisición contribuye a mejorar las costumbres, elevando el alma por el desarrollo de las facultades intelectuales, sino que las escuelas son la única ocasión que la generalidad de los habitantes tiene de adquirir hábitos morales. Las costumbres son la moral práctica y las costumbres no las da el artesano o el gañán que no las tiene sino depravadas por lo general, ni la mujer vulgar que carece de tiempo, de medios y de moralidad para establecerlas. Las buenas costumbres en las clases acomodadas las da la casa en que viven, el aseo al que se habitúan, el sentimiento de la dignidad propia, el freno de la crítica, el bien parecer y las ideas de moral y decencia, que son comunes a todas las sociedades cristianas. ¿Qué entendemos por moral? Lo que proviene de mori, les moeurs, las costumbres, y ¿qué son las costumbres sino los hábitos? Luego dando buenos hábitos se arribará a la moral que es el precepto teórico. Los hábitos, las costumbres se fundan sobre hechos y requieren un modo de ser particular. No se habituará al aseo, esta moral del cuerpo, quien no tenga camisa que mudarse. La formación de las costumbres depende, pues, de hechos materiales y de la desaparición o atenuación de dificultades que embarazan el repetir ciertos actos saludables, hasta adquirir el hábito de obrar bien siempre, es decir, en conformidad al precepto moral. Al hablar de la moral pública debemos señalar otro costado por donde esta flaquea entre nosotros. Lo que las costumbres son a las leyes, es el espíritu público para el gobierno de la sociedad. La ley reprime y castiga los delitos, pero las costumbres se anticipan a la ley, previniéndolos y evitando que nazcan. Las costumbres buenas o malas, son pues la policía de la ley. Sucede lo mismo con el espíritu público: él hace lo que la ley no puede hacer, porque es la acción de los sentimientos comunes a una sociedad, manifestándose por actos independientes de la acción gubernativa. El signo más característico de nuestra época y la glorificación de las ideas cristianas son esa multitud de asociaciones, de donaciones, de suscripciones, con objeto de promover la mejora intelectual y moral de las clases inferiores que es lo que distingue a los pueblos más avanzados. Hay sociedades en Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Alemania, para dar educación a los desvalidos, para difundir la Biblia, 46
Claudio Gallina
Rayuela Zurbarรกn Colecciรณn
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para enviar misiones a países salvajes. Las hay en Inglaterra para fundar escuelas para los andrajosos (ragged schools), para la difusión de los conocimientos útiles por publicaciones periódicas, para escuelas dominicales en las que enseñan personalmente los socios, para escuelas nocturnas, etc. Una sociedad, la de escuelas públicas, ha educado a la ciudad de Nueva York, fundando la educación común y hay además sociedades para fomentar la educación de las gentes de color y en todos los Estados que forman la Unión Americana, los vecinos contribuyen al sostén de las escuelas públicas en proporción de sus haberes, como que la instrucción y educación dada a todos es la mejor garantía de la conservación de la propiedad y el germen de todo progreso. Todos estos esfuerzos del espíritu público no son más que la caridad cristiana ilustrada, obrando en escala más dilatada que la limosna que envilece sin atacar el origen de la indigencia. El hospital cura la enfermedad que ha provenido de los desórdenes y abusos de apetitos indisciplinados. La escuela, elevando el carácter moral, previene la incontinencia y los malos hábitos. Un vestido viejo cubre la desnudez del andrajoso; pero roto ese vestido, reaparece la desnudez, mientras que la educación de los andrajosos, aunque más lenta en sus efectos, acaba por proporcionar al paciente los medios de vestirse y romper el hilo de la tradición de miseria de la familia en que ha nacido. Es, pues, la educación un capital puesto a interés por las generaciones presentes para las futuras.
Sarmiento, en cambio, más cercano a un liberalismo democrático, creía que la igualdad de oportunidades para todos, a través de la educación popular, era una de las condiciones para la democracia política y el desarrollo económico. Coincidía con John Stuart Mill para quien la educación universal debía ser el presupuesto del sufragio universal. Juan José S ebreli
Los ricos pagan con su fortuna entera y a veces su vida en las revueltas, las invasiones y los saqueos, la deuda que no pagaron en pequeña cantidad a los niños, de su barrio, de su pueblo, de su provincia, educándolos para que amen, respeten y aumenten la propiedad en lugar de destruirla. Eso me movió a decir hace pocos años en Chile: “Vuestros palacios son demasiado suntuosos al lado de barrios demasiado humildes. El abismo que media entre el palacio y el rancho lo llenan las revoluciones con escombros y con sangre. Pero os indicaré otro sistema de nivelarlos: la escuela”. Una vez que lleguen a comprender los vecinos ricos el interés inmediato que tienen en la educación de todos los habitantes, como medio de prosperidad general y como válvula de seguridad para sus propiedades y vidas en los tiempos difíciles que pueden sobrevenir, no tardarán en adoptarlo, como el sistema más barato y productivo para obtener el resultado que la educación se propone. Es imposible decir cómo obra la educación para mejorar la condición del hombre pero el solo hecho de ir siempre a la escuela, de obedecer a un maestro, de no poder en ciertas horas abandonarse a sus instintos y repetir los mismos actos, bastan para hacer más dócil y educar a un niño, aunque aprenda poco. Este niño así domesticado no dará una puñalada en su vida y estará menos dispuesto al mal que los otros.
¿Cómo debería impartirse la enseñanza moral? - Las máximas morales no interesan a los niños; lo que les interesa son los cuentos, como este con que comienzan las “Tempranas lecciones” de Miss Edgeworth, una célebre autora inglesa, acaso el primer escritor que ha bosquejado la nueva ciencia de escribir para los 48
niños: “Había un niñito el cual se llamaba Juan. Tenía padre y madre, los cuales eran muy buenos con él, y lo querían mucho, y el niño gustaba de conversar con ellos. El niño Juanito gustaba de pasearse con ellos y gustaba de estar con ellos. El niño Juanito gustaba de hacer lo que le mandaban, y no hacía lo que le mandaban que no hiciese. Cuando su padre o su madre le decían: ‘Juanito, cierra la puerta’; corría sin detenerse y cerraba la puerta. Cuando le decían: ‘Juanito, deja ese cuchillo’, Juanito retiraba sus manos y no tocaba el cuchillo. Era un niño muy obediente”. He aquí la moral, la novela, el lenguaje y el libro de los niños: todo lo que salga de este círculo es absurdo, perjudicial; porque crea aversiones fatales contra una lectura que no comprenden y que no les interesa, que vicia su razón y fatiga su espíritu cerrándoles para siempre el camino de la instrucción y del saber.
No se le ha escapado la importante función de socialización que cumplen las escuelas. - El solo hecho de salir cada uno del estrecho círculo de la familia, de la presión de su modo de ser habitual, la reunión de un grupo de seres bajo una autoridad, echa en el ánimo el primer germen de la asociación. Es preciso obedecer, es preciso obrar, no ya conforme a la inspiración del capricho individual, sino en virtud de una cosa como deber, según un método como regla, bajo una autoridad como gobierno, con un fin que se dirige más allá del tiempo presente. He aquí ya la moral inculcada, la naturaleza ruda sometida, disciplinada; empieza a haber costumbre, hábito diario de obrar, de dirigir las acciones a un fin. Dícese de las matemáticas que son la disciplina de la razón; las escuelas, por el solo hecho de asistir a ellas a horas fijas, con objeto determinado, son la disciplina de las pasiones en germen y en desarrollo. No se puede en ellas gritar cuando se quiere, ni reír, ni correr, ni pelear, ni comer. La vida social comienza y deja trazas imperecederas en el espíritu y en las costumbres futuras del que va a ser hombre.
¿Existe alguna evidencia empírica del efecto de la educación sobre las costumbres? - Los datos estadísticos en cuanto al grado de moralidad adquirida por los que han recibido alguna educación primaria confirman aún más aquella idoneidad del espíritu a mejorar la condición del individuo por el solo hecho de haber estado en ejercicio. Bastará observar lo que en los ejércitos y en las fábricas se nota, que los que saben leer visten con más aseo y tienen más orden y método en todas sus acciones y una constante aspiración a mejorar de condición. En 1846 la estadística criminal inglesa demostró por los hechos y la comparación, la cuestión muy debatida sobre si el simple acto de aprender a leer y escribir, aunque no se hayan empleado después estos medios para adquirir instrucción, basta por sí solo a ejercer alguna influencia sobre el carácter moral de los individuos. Las cifras se han pronunciado victoriosamente por la afirmativa. Esto quizás se deba a la capacidad y la fuerza que con el más débil ejercicio adquieren las facultades mentales, las cuales a su vez obran sobre el carácter moral, por aquella misma ley que hace que la humanidad vaya ablandando sus costumbres y tomando mayor repugnancia a la violencia y al derramamiento de sangre, a medida que se civiliza por los progresos de las ciencias. La mayor dificultad que a la difusión de la instrucción se opone entre nosotros nace del hecho de que no se quiere bien lo mismo que se desea; de que no hay convicciones profundas y de que no se ha sondeado bastante la llaga, ni apreciado suficientemente la extensión del mal. Cuando aquella convicción nazca de este estudio, la aplicación del remedio parecerá a todos cosa fácil y factible, puesto que nada vamos a inventar, nada a crear que no haya sido ya puesto en práctica en diversos países y dado resultados completos. Es más, se ha convertido todo el mecanismo de procedimientos en leyes y reglamentos vigentes, de una aplicación practicable bajo todas las condiciones de localidad y según cada grado de civilización y sistema de gobierno de las naciones que los han ensayado. 49
Entiendo que no hemos considerado aún de manera exhaustiva la relación entre el progreso y la educación. - Los famosos prodigios de las artes modernas han creado nuevos seres que centuplican las fuerzas humanas o que las ahorran, donde su acción es innecesaria. La idea que atormentó vagamente a los antiguos del poder creador del hombre, personificado en Prometeo, que roba el fuego sagrado para hacer un remedo de la creación divina, la ha realzado la época presente, robándole real y verdaderamente a la tempestad sus rayos para transmitirse la palabra, a los volcanes sus erupciones para derribar los montes o abrirse paso por sus entrañas y en las innumerables máquinas que facilitan el trabajo, creado en efecto seres matemáticos, importa poco que sean animados, puesto que obran con más precisión, inteligencia y poder que estos. Queremos deducir de estos hechos reconocidos que la escuela merecía también los prolijos inventos de las artes para distribuir, sentar y acomodar centenares de niños en poco espacio y sin violar las reglas de la higiene, ni contrariar el desarrollo de la naturaleza. Si en nuestros países no nos hemos cuidado de dedicar un pedazo de terreno en cada parroquia para la escuela, era menos de esperar que se hubiese contraído nadie a estudiar las necesidades de la enseñanza, ni buscar la comodidad de los niños.
Debemos recordar que la educación pública ha constituido también un efectivo mecanismo de integración de los inmigrantes. - Efectivamente. Un riesgo nacional es el que resulta de la inmigración de la industria extraña que puede y debe fatalmente aclimatarse entre nosotros. La industria emigra de unas naciones a otras con los individuos que se expatrían buscando en suelo extraño mayores ventajas. Un crecido número de emigrantes de otras naciones que no sean la española, la única que nos es análoga en atraso intelectual e incapacidad industrial, traerá por consecuencia forzosa la sustitución de una sociedad por otra. Esto hará descender lentamente a los últimos escalones de la sociedad a quienes no estén preparados por la educación de su capacidad intelectual e industrial, el impulso de progreso y la transformación que experimentará la sociedad. Por eso, es fácil vaticinar a millares de padres de familia que hoy disfrutan de una posición social aventajada, la posibilidad de que, con la acción de nuevos hombres y con su mayor capacidad de adquirir, sus hijos en no pocos años desciendan a las últimas clases de la sociedad.
Llegada de contingentes de inmigrantes a nuestros puertos, ca 1900.
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¿Cómo se compatibilizaba su proyecto educativo con la realidad de las zonas rurales del país? - La base del proyecto de educación común que he sostenido, parte del examen de las peculiaridades del país y de la necesidad de asegurar desde ahora la suerte de las poblaciones rurales, la mejora del pastoreo actual, acelerando la época en que la desnudez primitiva de la tierra haya de cubrirse metódicamente de cultura silvestre, por lo menos para que auxilie el desarrollo de la población, favoreciendo y beneficiando al pastoreo. Así, pues, en una sola ley, pueden combinarse estos resultados: cultura de la tierra, cultura del ganado y cultura del hombre. La educación que ha de darse a un pueblo ha de ser relativa a las necesidades de su posición. No se educa al pueblo de las campañas entre nosotros, porque el conocimiento del arte de leer y escribir por ejemplo, se considera innecesario para cuidar ganado. Se enseña dibujo en Francia, porque el productor, en cualquier ramo de la industria, necesita tener un gusto exquisito para dar formas bellas y graciosas a todos los objetos que salen elaborados de sus manos. Se enseña a leer, escribir, geografía y astronomía en los Estados Unidos, porque hay 2.000 diarios en la Unión, todos sus habitantes tienen negocios, todos compran tierras o viajan y millares surcan los mares como pilotos, marineros y capitanes. Se debería enseñar a leer en Buenos Aires para despertar la inteligencia embrutecida del hombre de los campos; para moralizarlo por la educación y contener sus pasiones indómitas; para asegurar la propiedad, amenazada por las revueltas y para generalizar la instrucción práctica que haga volver la industria ganadera de su extravío, echándola en las vías que, apoyándose en la agricultura, sigue en todos los países cultos, ocupando menos terreno y produciendo más dinero.
¿Cómo concibe la relación entre la educación y la industria? - Debemos a nuestra raza la ineptitud industrial que nos aqueja, pues que no posee la parte de la España que pobló la América mejores medios industriales que nosotros, para dar medios de vivir a su población. A los españoles que emigran a América y a Argel buscando trabajo, rara vez se les ve practicar artes manuales que por lo general no poseen, consagrándose al comercio de comestibles, de libros o de menudeo. La estadística comercial muestra que solo veinte artículos manufacturados que no sean productos preparados o en bruto, recibe de España el comercio de Chile, mientras que la Inglaterra nos envía para nuestro consumo 373 artefactos diversos, producto de otras tantas industrias distintas; 316 Alemania y 225 Francia en objetos de gusto generalmente. Este hecho dará la medida de lo que nuestra falta de educación afecta el desarrollo de la riqueza y el bienestar del común de las gentes. ¿Sería inútil la educación para los millares de personas de ambos sexos que, no poseyendo capital ni habiendo heredado tierras, necesitan sin embargo producir objetos que tengan un valor? No hemos heredado industrias y casi estamos condenados a no verlas importadas por industriales extranjeros ya que como lo ha demostrado el censo, tan poca población hemos adquirido: ¿cómo entonces se cuenta extender las artes y la industria y dar ocupación a aquella parte de la población que no quiera sujetarse a la condición de persona tosca y ruda? Las artes manuales son complemento indispensable en la economía interior de los pueblos. La tierra no desarrolla su superficie con los progresos de la población; por lo que las campañas y aún más las ciudades, suministran en cada generación un excedente de brazos que, no poseyendo tierra ni capital, necesitan adquirir el arte de producir objetos que, cambiados por dinero, den medios de vivir y de adquirir capital. Cuando estos medios artificiales producen solo para vivir se llaman oficios, cuando producen capital se llaman industrias. Puede llegar una época en que ni aun estos medios sean suficientes para dar ocupación a la población que aumenta indefinidamente. Esto fue lo que indujo a Malthus a 51
considerar como necesario poner trabas al progreso de la población en ciertos países muy avanzados. Teoría tan inhumana venía de un error de óptica, por circunscribir el observador el horizonte a los límites topográficos de un país. Se habla hoy de guerra entre Oriente y Occidente, entre un mundo semibárbaro y otro que hasta hoy era tenido por muy civilizado. Nada de esto es lo que va a ocurrir luego en el Pacífico. Es esta la guerra santa del sistema de escuelas públicas, de esa instrucción primaria de cuya influencia en la industria y la prosperidad nos andamos inquiriendo todavía por estos mundos, preguntando con curiosidad si un hacha afilada cortará más que otra embotada y mohosa o si mil inteligencias desarrolladas, armadas de todos los medios de producir, serán tan eficaces como la de diez palurdos ignorantes, embrutecidos, ebrios, desnudos y sin instrumentos para sobreponerse a la materia, domeñarla, someterla, sea en forma de tierra, de mares, de vientos, de tempestades, de piedras, de metales, de madera e imprimirle formas, expedirla rápidamente por medios de locomoción que disputan a los astros la velocidad y la rectitud de sus trayectos. Tal es la lucha en que vamos a ser actores y corremos riesgo de ser víctimas. ¿Lucha de razas? ¡Miopes! No hay razas que tengan el don exclusivo de dar educación general a sus miembros. Los niños de los Estados Unidos nacen tan destituidos de toda instrucción como nacen aquí los de nuestros paletós. Los caracteres de aquella pretendida raza empiezan a desarrollarse desde la edad de cinco años y el expediente no es ya un secreto que no pueda comunicarse, porque no lo ocultan, como los emperadores de Oriente ocultaban la manera de preparar el fuego griego o Venecia el secreto de sus famosas fábricas de vidrio. Oíd este secreto divulgado de fundar naciones, de hacerlas crecer en medio siglo, como no habían crecido las otras en miles de años, de templar hombres como el acero de Sheffield, para convertirlo en instrumentos contundentes, cortantes, punzantes, perforantes. La escuela debe ser el primer correctivo a nuestras costumbres, pasadas ya de moda en el mundo. ¿Quién oculta que ha sido educado a mirar el trabajo manual como desdoroso, para un caballero, para un fijodalgo, como es la clase que se llama decente en América y en España? Las consecuencias las palpamos diariamente y la crisis las hace más sensibles. Millares de familias y de personas no saben qué destino tomar, qué empleo ejercer, qué sueldo adquirir por lo que no quieren confesarse a sí mismos y es que no están preparados para nada en la vida. Artes mecánicas, industria, la aptitud manual siquiera para las pequeñas ocupaciones nos encuentran desprovistos de ejercicio y práctica. Aun la salud misma de las clases cultas se resiente de la falta de uso diario de los músculos y la pulmonía y otras dolencias acusan nuestra perversa educación física, sin juegos enérgicos como los que en Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y otros países mantienen la fuerza corporal y desarrollan la aptitud mecánica de los miembros.
La educación general, ¿prepara para el comercio? - En todas partes es el comercio el campo en el que se ejercita el talento, la actividad y el buen sentido del hombre, premunido de dotes y conocimientos que no entran en las clasificaciones de una educación clásica. Un abogado, un médico, un literato llevan con estos títulos y la ciencia que presuponen, un pobrísimo caudal para medrar en las varias especulaciones mercantiles. Por el contrario, la escuela es la verdadera nodriza del comerciante. Una forma de letra irreprochable, la teneduría de libros, la aritmética, la geografía, la estadística y la secuela comercial, he ahí toda la preparación con que la sagacidad, la economía y la capacidad personal entran en la liza. Ni pergaminos, ni nacionalidad, ni ideas políticas, dan en sus filas preferencia. El comercio y no las minas es el verdadero nivelador de las clases en Chile. Un bodegón miserable, el escritorio del humilde dependiente, la pacotilla del inmigrante, están de ordinario en el prólogo de los libros de negocios de nuestras más fuertes 52
casas de comercio. Principiad por el falte, pasad al baratillero y de este al tendero y a la casa almacén hasta las más encumbradas categorías y encontraréis las diversas gradaciones de una misma familia o, más bien, la fortuna en diversos grados, adquirida sin otra preparación que la de la escuela común. El labrador es una planta vegetativa, cuando no posee sino un pequeño espacio de terreno; el minero es un jugador grueso en el juego del alcance de la riqueza. La mayoría es pobre y está cargada de deudas, mientras que unos cuantos han atesorado cientos de miles. El comerciante llena el espacio entre el que vegeta y el que marcha a grandes saltos. Su negocio principia por cien pesos y estos cien pesos le dan de que vivir, con la esperanza de acumular una fortuna andando el tiempo.
Es un aventurero y esto se nota en la distancia, a veces irónica y a veces insultante, con que lo juzgan muchos de sus contemporáneos. Está completamente fuera del poder, por lo menos hasta mediados del siglo XIX, y desde ese afuera que no se refrenda por otros títulos que los que él inventa, se propone a sí mismo y a su programa como instrumentos de salvación pública y también como modelos de virtud. El exitoso paradigma pedagógico con el que reguló su ascenso público será también el paradigma que le ofrece a la nación que todavía no existe. Beatriz S arlo
El mal de la extrema ignorancia está en que hace improductivo al hombre y le conserva estacionario sin aspiración alguna. Yo propondría a los comerciantes un buen negocio. Nadie entra en el comercio sino en condición de permanecer en él por muchos años. Y bien, empecemos por crear el consumidor. El peón ignorante viste con poncho y le basta una camisa. Los hombres consumen no en razón de sus posibilidades, sino en proporción al desarrollo de su inteligencia. Conozco poquísimos hombres que no sepan leer y usan reloj. Para llevar reloj se necesita poner a contribución todas las producciones de la industria: muchas camisas, excelentes calzados, tejidos de lana y de seda. Todo hace a la armonía entre el reloj y la habitación, el porte y el vestido.
Abrecartas perteneciente a Sarmiento. (MHS)
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LA CREACIÓN DE LAS ESCUELAS
U
na de sus preocupaciones recurrentes ha sido la de llamar la atención sobre la falta de escuelas en el país. ¿A qué atribuye esa circunstancia?
- Entre nosotros no existen ni buenos ni malos edificios de escuelas en ninguna parte. Se puede decir que este departamento de la vida común, estuvo suprimido desde tiempo inmemorial entre nosotros. Al fundar nuestras poblaciones las autoridades no dejaron de construir una iglesia y una cárcel pero rarísima vez se extendió la solicitud pública a proveer de una escuela para la educación de los niños del lugar. De esta pasada negligencia procede el presente embarazo, pues no solo el pueblo por tradición y hábito no se ocupa de este asunto que debiera en cada localidad ser de tan rico interés para todos, sino que sintiéndose a un tiempo por todas partes la necesidad de proveer de escuelas, como las pasadas generaciones no han legado, nada se ha hecho ni adquirido a este respecto. Abruma y desalienta la idea de tener que crearlo todo de un golpe en todas partes, cerrándose el camino a toda tentativa de hacerlo por medio de erogaciones de fondos nacionales. Lentos como son nuestros progresos en todo y por difíciles e inseguros que sean los pasos que damos, hay en lo que respecta a la instrucción primaria mucho que debe hacernos esperar que llegaremos a resultados positivos. Es esta una necesidad pública y privada a un tiempo y basta solo despertar el interés privado, el egoísmo si se quiere, de los vecinos para obtener lo que no alcanzarían las rentas del Estado. ¿Qué es en efecto, una escuela, sino la casa común de los niños del vecindario, pobre, demasiado incómoda de ordinario y una especie de penitenciaría en que los niños sufren torturas que los hombres adultos no toleran sin creerse desgraciados? ¿A quién interesaría la mejora y comodidad de estos establecimientos, sino a los padres de familia que mandan a ellos sus hijos a pasar los primeros años de la vida, cediendo los grandes a medida que crecen, su lugar a los pequeñuelos? No sabríamos por qué una familia pudiente compraría en el cementerio un lugar para que descansen las cenizas de sus miembros muertos, acaso de las enfermedades contraídas en la niñez y no habrían de acomodar su lugarcito en la escuela para que habiten una generación en pos de otra los miembros vivos, abandonados a la inclemencia, con bancos insoportables, habitaciones malsanas y peor ventiladas, en la edad en que el cuerpo asimila cuanto lo rodea para su crecimiento. No sabríamos por qué un dueño de casa construye un cuarto más para alojar un sirviente y no añadiría a la ventana de la escuela un vidrio para que su propio hijo no se resfríe. ¿Será porque los hijos de su vecino han de participar del beneficio? Pero el constipado de su prole ni daña ni alegra a los extraños. Como las escuelas pocilgas hoy requieren locales espaciosos y adecuados a su objeto, la falta de los cuales hace malograr la enseñanza y los dineros públicos que cuesta y la opinión no está dispuesta todavía para comprender cómo el local es todo en una aglomeración de seres humanos, propuse establecer loterías públicas con premios graduados cuyas utilidades fueran destinadas a la erección sucesiva de locales, según las exigencias de objeto tan privilegiado. Todo el mal viene de nuestros hábitos de irreflexión que hacen del interés público otra cosa que el interés privado. El gobierno debiera, dicen, edificarnos una escuela o reparar la que tenemos o proveerla de útiles, etc. Pero a seguir el orden natural de los sentimientos y de las ideas, parece que el gobierno tiene poco que ver con que el hijo de Juan Vecino esté con más o menos comodidad. Cuánto puede un párroco sobre sus feligreses para hacerles comprender estas verdades sencillas de que nos hemos constituido en débil eco, a saber: que de la educación de sus hijos depende la salvación de sus almas, porque ellos son responsables de los vicios que la degradación moral engendra, de los delitos que las pasiones indisciplinadas pueden 54
producir. Que la fortuna y la elevación de sus hijos depende a veces de una buena letra, de la temprana afición a leer que prepara el espíritu a más ordenadas adquisiciones; que la escuela es asunto doméstico, de la incumbencia de los padres de familia, quienes, así como edifican una casa cómoda para vivir, deben en común edificar una escuela, para la comodidad de sus hijos, que como tienen en su casa un vaso para beber agua, necesitan una pizarra para beber conocimientos. En materia de educación la ley ha negado el cómodo principio de “chacun pour soi”, sustituyéndole el de “todo para todos”. No entramos aquí a justificar la ley. Hoy no se discuten en ningún pueblo civilizado tales principios. Monarquías o repúblicas, todos los gobiernos están montados sobre la base de que la educación ha de ser común para todos; que todos, los ricos más que los pobres, los que ambicionan la libertad más que las masas populares, los que se sienten menos afectados por su privación están personalmente interesados en extirpar la ignorancia, la pobreza y el crimen. Rusia y Suecia están más adelantadas en este trabajo que los Estados Unidos y estos más que Francia o Inglaterra. Pero el despótico Zar de Rusia hace mayores esfuerzos que nosotros para difundir la educación entre sus súbditos. La ley de educación común se hizo en Buenos Aires, con el antiguo desorden y falta de plan. Hace cincuenta años no recibían educación sino los hijos de los pudientes de la aristocracia colonial. Cinco escuelas públicas en Buenos Aires bastaban para el vulgo de la ciudad, pues la campaña no tenía ninguna. Hoy que se ha generalizado el bienestar, son millares los que del bienestar gozan y por hábito antiguo continúan dando educación en escuelas particulares, porque de antiguo viene la idea de que las escuelas públicas son para los pobres.
Sarmiento se preocupó de los más variados temas relacionados con el fomento y extensión de la educación popular puesto que consideraba que la misma era la base indispensable para el desarrollo institucional y económico de las naciones y especialmente en los países sudamericanos, incluida obviamente la Argentina. Sus lecturas, viajes y especialmente su curiosidad por todo aquello que sirviera a aquel propósito fueron, sin dudas, base y fundamento de sus ideas. F ernando E nrique B arba
Hoy son sin embargo, las escuelas públicas para ricos y pobres, costeadas por la propiedad de todos. La ciudad de Buenos Aires el año pasado ha pagado muchos millones de pesos del dos por mil para el sostén de las escuelas. Hasta el año pasado, sin embargo, las escuelas particulares educaban a la mitad de los niños que asisten a las escuelas todas. Como la educación en escuelas particulares es pagada, es claro que otro tanto y más pagan de contribución de educación los padres de familia pudientes o acomodados. Así, pues, lo que un vecino paga por educar a sus hijos en escuelas privadas, es la contribución que pagó en el dos por mil más el estipendio que le cobra el maestro particular que suele ser el doble del costo de las escuelas públicas. De estas aberraciones nacen otras que distinguen a Buenos Aires y viene al caso hacer notar aquí la cultura a que esta ciudad ha llegado. La riqueza de que dispone, el espíritu público que la anima, el deseo de progreso, hacen que se provean con lujo ciertas necesidades públicas y, lo que es más, con exceso de gastos. Hay casas monumentales de Bancos provinciales que han costado millones, hay penitenciaría que puede rivalizar con la primera del mundo, hay templos nuevos como Balvanera, Socorro, Concepción Belgrano. Basílicas como la Piedad, teatros Victoria, Colón, Alegría, Variedades, Ópera; hospitales Residencia, Cuna, Aguas Corrientes, etc. 55
No hay edificios de escuelas en la ciudad demócrata por excelencia. El pueblo soberano paseará sus cadenas bajo las galerías suntuosas de la penitenciaría a causa de no haber tenido una escuela a donde concurrir cuando niño. Tales fenómenos no se producen al acaso. Faltan escuelas porque hay una causa mórbida que persiste aún después de radicada la República y proclamada la igualdad. Interróguese cada uno y pregúntese si quiere con pasión poner los medios de llenar este vacío y, si guarda silencio, la Historia está ahí para decirle que no se han construido escuelas, sino por impulsión accidental y personal, porque nadie siente la necesidad.
Cuando en 1869 asumió la presidencia de la Argentina, destacó en reiteradas oportunidades la importancia que su gobierno otorgaba a la educación. - Si en 1868 le hubieran preguntado al último hombre de la República cuando asumí la presidencia qué creía que habría de hacer con ese poder, hubiera respondido que haría escuelas, como aquel mozo de molino a quien un rey de incógnito preguntaba qué haría si lo hicieran rey y decía que compraría un caballo para llevar el trigo al molino. Dije entonces: “Hagamos escuelas, compatriotas. Eduquemos a toda la generación naciente. Entremos de lleno en la revolución que estamos en vano preparando después de tantos años. La educación dada al mayor número se reproduce en mayores facultades productivas. La provincia es pobre, aumentemos el número de los que pueden aspirar a ser ricos”.
Usted siempre puso especial énfasis en la necesidad de contar con edificios escolares adecuados. - El mal que aqueja a nuestro pueblo y puede decirse a nuestra raza española y que la mantiene en un estado normal de barbarie, viene del desaliño y de la falta habitual de aquellas pequeñas pero multiplicadas comodidades que hacen confortable la vida de los otros pueblos europeos. En el norte, cualquiera que sea la mediocridad de su fortuna, las familias rodean sus habitaciones de flores y de arbustos; las ventanas de sus casas tienen vidrios y persianas; las camas cortinas, empapelado las murallas, cada pieza tiene estufa o chimenea y las cocinas, en donde reina el mayor aseo, están dotadas de aparatos económicos y de utensilios brillantes por el cuidado diario de limpiarlos. Todos estos resultados de la civilización obran sobre el espíritu, realzando la importancia del individuo por la multitud de objetos que aplica a su conveniencia y despertando la actividad necesaria para satisfacer todas estas necesidades. Los pueblos bárbaros permanecen estacionarios, menos por el atraso de sus ideas que por lo limitado de sus necesidades y por sus deseos. Donde basta una piedra o un trozo de madera para sentarse, la mitad de los estímulos de la actividad humana están suprimidos. Nuestras escuelas deben, por tanto, ser construidas de manera que su espectáculo, obrando diariamente sobre el espíritu de los niños, eduque su gusto, su físico y sus inclinaciones. No solo debe reinar en ellas el más prolijo y constante aseo, cosa que depende de la atención y solicitud obstinada del maestro, sino también tal comodidad para los niños y cierto gusto y aun lujo de decoración, que habitúe sus sentidos a vivir en medio de estos elementos indispensables de la vida civilizada. Más atenciones se prodigan en Europa a los caballos en las caballerizas que a los niños en nuestras escuelas. El hijo de uno de nuestros ricachos está sentado horas enteras en un banquillo de madera de una cuarta de ancho, con las piernas colgando sin espaldar en que apoyarse, escribiendo sobre mesas que parecen construidas para atormentar los miembros, y viciar el pulmón. El polvo que levantan los niños al menor movimiento sobre la tierra desnuda se insinúa en su garganta y sus miradas no caen sino sobre muebles viejos, manchados, murallas sucias y objetos 56
Escuelas
Escuela Graduada de Niñas “Nicolás Avellaneda” en la esquina de Talcahuano y Viamonte (hoy demolida) (1885).
Alumnos en sus pupitres.
Típica escena escolar.
Escolares en Recoleta, 1890. Al fondo, la Iglesia del Asilo de Pobres y Mendigos (actual Centro Cultural Recoleta).
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nauseabundos por todas partes. ¿Es esta, por ventura, la educación que van a recibir los niños, en una escuela pública? La construcción de edificios de escuelas reclama un conocimiento especial de las necesidades de la enseñanza y de las leyes de higiene. Un edificio inadecuado es un error petrificado. Ahí queda y dos generaciones tienen por economía que aceptarlo. Aún no ha habido tiempo suficiente para que se observen los resultados de la ley del que ha tomado la iniciativa de llenar el vacío, poco honorable para los antecedentes de nuestras sociedades destituidas hasta hoy, de edificios consagrados a la educación de las generaciones que se suceden. Se han alquilado habitaciones de familia, inadecuadas al objeto, como si la necesidad a que proveen fuese pasajera o las ciudades mismas no contasen con permanecer siempre. El salvaje construye su tienda sobre movedizos sustentáculos, porque la esencia de su vida es el amago del presente y la inseguridad del porvenir. Pero la sociedad civilizada tiene por base la posesión del suelo, la inmovilidad de la ciudad, sin la cual ninguna de las artes de la civilización puede subsistir. Suplir aquel defecto insanable de la colonización española de la que procedemos es lo que hacemos al inaugurar escuelas suntuosas, en monumentos que revelen, por las formas arquitectónicas y el espacio que cubren, la grandeza e importancia de la idea que representan. Si en un cuadro fotográfico, como se hace con frecuencia en los Estados Unidos, se pusiesen, formando grupo artístico, los cien edificios suntuosos de escuelas en el Estado de Buenos Aires, el palacio del Consejo de Educación en La Plata, modelo de gusto clásico y las escuelas Sarmiento de Venezuela, Valparaíso, Tucumán, Mendoza y San Juan, habría cómo mostrar a la generación presente el camino que ha hecho una idea nueva y las formas arquitectónicas que ha asumido.
En el pensamiento educativo de Sarmiento es fundamental tener en cuenta su convicción en el poder redentor de la educación. Según sus ideas, para poder sacar al país de la barbarie y llegar a la civilización, el único camino es la educación. Con ella se formarán los futuros ciudadanos con virtudes sociales y con plena conciencia de sus derechos. Según su pensamiento y acción, la escuela se convierte en el medio para transformar y perfeccionar la sociedad argentina. Su anhelo era convertir a toda la República Argentina en una escuela. Tenía, además, el concepto de que la democracia no será posible en Argentina e Hispanoamérica sin el fortalecimiento de la educación. Javier O campo L ópez
Es un honor para la República Argentina el que en esta regeneración de nuestro sistema social, sea ella la primera de las excolonias españolas que se lanza por el sendero que señalan a todas tan gloriosamente las excolonias inglesas. Ningún Estado de Sud América ha construido mayor número de escuelas ni más suntuosas que la provincia de Buenos Aires. Solo las escuelas de Nueva York o de Filadelfia exceden en capacidad y ornato a la “Escuela Sarmiento” de San Juan. Para que la analogía sea más exacta, los Estados Unidos están presididos hoy por un alumno de las escuelas comunes de campaña, mozo de labor en su juventud, lanchero del Ohio más tarde, orador de aldea después, diputado al Congreso al fin, abogado eminente, abolicionista exaltado y presidente de la República, Abraham Lincoln, cuyo nombre se ligará en la historia de la humanidad al de Washington, terminando la obra comenzada. Las ciudades antiguas, faltas de aseo, aguas corrientes, cloacas, etc., preparaban cada diez años el ajuste de cuentas que trae una plaga, un contagio. Las escuelas, los colegios públicos o particulares, por no estar provistos de edificios adecuados a su objeto, están viciando lentamente constituciones robustas o acelerando la destrucción de las que, nacidas débiles, no requerían sino darles aire, espacio y facilidad de 58
movimientos para reintegrar sus fuerzas y alcanzar al pleno desarrollo de la existencia. No hay edificios para las escuelas, ni nadie piensa en la necesidad de proveerlos. Es la América española el único país civilizado donde no haya edificios para las escuelas. Cuando en Francia se han mandado abrir veinte mil escuelas más, se ha comenzado por mandar construir diecisiete mil edificios, que no existían. Nosotros, en esto, como en todo, nos contentamos con la idea en abstracto, sin ocuparnos mucho de la práctica. La educación común tiene por objeto hacer que el pobre no se quede sin educación alguna. Los que poseen bienes, ponen en común, bajo la administración común, la parte que cada uno ha de gastar necesariamente en educar a sus hijos y se logra que se eduquen pobres y ricos más ampliamente y con menos costo que si éstos lo hiciesen cada uno separadamente. La ley, al destinar el dos por mil de la propiedad para esta común educación, ha excluido sin embargo, la propiedad mueble. De manera que los hijos de comerciantes, por mayor y menor, de fabricantes, de artesanos, que poseen en mercadería y artefactos tanto más que los propietarios de casas, educan sus hijos sin ayudar con su trabajo al pago de casa, maestros, etc. Los propietarios de casas, al arrendar sus almacenes o casas de habitación, pagan la educación de los niños de los inquilinos, lo que es una gran comodidad que no les agradecen. Y como hay más comerciantes, fabricantes y artesanos que dueños de casas, resulta que la mayor parte de los padres no paga la educación que en las escuelas públicas dan a sus hijos. El dos por mil sobre la propiedad mueble e inmueble, no bastaría todavía a llenar cumplidamente las necesidades o los deseos de los padres de familia, de una educación suficiente para sus hijos. Dada la población de Buenos Aires y la de París, la erección de cuarenta y cuatro edificios de escuelas, representa un mayor esfuerzo ejercido en mayor escala en Buenos Aires que en París. La similitud del objeto solo se explicaría con algunas frases de un discurso pronunciado en 1859 al colocarse la piedra fundamental del primer edificio para escuelas erigido en Buenos Aires y del que los cuarenta y cuatro de 1886 no son sino continuación y parte integrante: “En la tierra (la América española) que ocupan veinticinco millones que hablan nuestra lengua y que abraza medio mundo, esta es la vez primera que un puñado de padres de familia se reúnen a poner la piedra fundamental para la erección de una escuela sobre esos cimientos”. Mirada desde ese punto de vista la inauguración de cuarenta y cuatro edificios suntuosos de escuelas, veintisiete años después, en la misma ciudad y con acrecentamiento de amplitud y formas, para concurrir al mismo fin de entonces, a pesar del tiempo transcurrido, se tendrá que “el pueblo argentino es el primer Estado sudamericano que erigiendo una construcción especial para la escuela, solemniza el acto con la conciencia cierta de que inaugura una época nueva de nuestros fastos morales, intelectuales y políticos”. Las ciudades de la América española han sido dotadas en estos últimos años de aguas corrientes, jardines, alumbrados a gas, etc., etc., pero solo Buenos Aires ha sido dotada además de edificios de escuelas suntuosísimos, obedeciendo a un propósito de las instituciones que rigen a la Nación entera. Ha entrado, pues, el país en una era nueva en la que no han entrado todavía los otros países hispanoamericanos.
Sello perteneciente a Sarmeinto. (MHS)
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LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN INICIAL: LOS JARDINES DE INFANTES
C
¿
ómo nació su interés por la educación inicial? Entiendo que fue durante un viaje a Francia cuando vio el funcionamiento de las Salas de Asilo…
- Efectivamente. Hacía algún tiempo que las doctrinas socialistas desdeñadas por las ideas dominantes como sistema de organización social, habían dado origen a nociones por las que el espíritu público, sin advertirlo, se dejaba penetrar, generando una multitud de aplicaciones prácticas de una ventaja innegable. Pertenecen a este grupo las Cunas Públicas, en las que, generalizando a la sociedad el sistema seguido en las casas de depósitos, se crían los niños desde su nacimiento hasta la edad de dieciocho meses y las Salas de Asilo, la más bella, la más útil y la más fecunda en resultados morales de todas las instituciones modernas. Una de las señoras fundadoras de una Cuna en París y dama inspectora de una Sala de Asilo, fue la guía amable que tuve para introducirme provechosamente en aquellos interesantes establecimientos. Las Cunas nos interesan vivamente en América, por cuanto a merced de medios inteligentes e higiénicos aplicados a la crianza de los párvulos, se salvan millares de existencias que sacrifican la ignorancia de las madres o la falta de recursos. Nosotros, que tanta necesidad sentimos de un rápido aumento de población, hallaríamos en el establecimiento de las Cunas un medio seguro de duplicar la que nace en nuestro territorio mismo y se extingue a poco de haber pisado los umbrales de la vida. Pero las Salas de Asilo tienen un alcance más extenso. La moral del niño se forma allí en aquellos patios en los que reunidos centenares de ellos, bajo la vigilancia apenas necesaria de mujeres inteligentes y solícitas, se abandonan a la movilidad de su edad, corrigiendo por la influencia de la masa sobre el individuo, los vicios de carácter que dejan desarrollar los mimos o la inexperiencia materna, el aislamiento y la soledad del hogar doméstico, las propensiones orgánicas o el abandono, en fin, en que los hijos de los pobres quedan, en las horas consagradas al trabajo por las madres. Durante los cuatro años en que los niños pueden ser gimnásticos, es allí el medio de dar precisión y agrado a la enseñanza. Por limitado que sea el aprovechamiento de estos estudios, el niño sale para la escuela primaria, educado, moralizado y desembarazado de las dificultades que rodean el aprendizaje de los primeros rudimentos.
Ha hecho reiterada referencia en sus escritos a esas Salas de Asilo. ¿Cuál considera que es su importancia y cuál el papel que desempeñan las mujeres que están a su cargo? - En todos los países que tienen organizado este ramo de la cosa pública, las salas de asilo por una parte, y la admisión de las mujeres en el personal de la enseñanza pública por otra, hacen esperar que en una época no muy remota, la instrucción primaria sea devuelta a quienes de derecho corresponde, a las mujeres a quienes la naturaleza ha instituido tutores y guardas de la infancia. Su capacidad de enseñar está comprobada hasta la evidencia y la educación dada indistintamente a ambos sexos en todos los países cristianos, si se exceptúan los pueblos españoles, las prepara suficientemente para abrazar aun aquellos ramos que se consideran de la exclusiva competencia de los hombres. No terminaré este asunto sin detenerme un momento sobre otra de las benéficas influencias que el bello sexo puede ejercer en la educación popular. Se trata de la inspección que las señoras de las clases más acomodadas e ilustradas pueden hacer de la enseñanza de su propio sexo. En Francia, el establecimiento de las salas de asilo ha puesto en ejercicio 60
todos aquellos tesoros de solicitud, de consagración y de intereses que yacían hasta hace poco sin empleo en el corazón de las damas que por su fortuna, su influencia y sus luces tanto bien pueden hacer. Las cunas en que se educan y crían los niños de uno a dieciocho meses y las salas de asilo, en las que se reúnen los niños de dos a seis años, han debido todo su esplendor a la injerencia directa de las señoras de las altas clases de la sociedad en su inspección y sostén. Las salas de asilo tienden más a preparar la educación moral del niño que a su instrucción, sin descuidar esta última, como medio de invertir el tiempo. La edad de los alumnos de estos establecimientos no ha de pasar de siete años ni bajar de dos. Su objeto es modificar los vicios del carácter, disciplinar la inteligencia para prepararla a la instrucción y empezar a formar hábitos de trabajo, de atención, de orden y de sumisión voluntaria.
Una síntesis sobre el pensamiento educativo del político y educador Domingo Faustino Sarmiento, nos lleva a señalar que su principal preocupación fue la educación. Él quería organizar una república democrática, con un pueblo capacitado para el cumplimiento de sus funciones sociales y políticas por medio de la educación. Para Sarmiento, las escuelas constituían la base de todo gobierno republicano. Si todos los argentinos pasan por la escuela, se llegará a sostener una verdadera democracia que hará la felicidad de la república. Javier O campo L ópez
Es el hombre un ser moral, que menos obra por la reflexión y el sentimiento de la justicia, que por los hábitos contraídos que vienen desde la más tierna infancia indicando ya el carácter futuro del adulto. La madre educa al niño en los primeros pasos de la vida. ¿Pero sabe la madre medir las consecuencias de los actos, de las pasiones, de los gustos, de los hábitos que ella presencia, fomenta o hace nacer? La madre perteneciente a una clase elevada confía de ordinario, con la lactancia, la primera educación del párvulo a una nodriza de clase inferior. El niño de seis meses de edad siente que él es amo, que su madre adoptiva lo respeta; llora y acuden a hacerlo callar; quiere algo y una servidumbre complaciente se apresura a satisfacer sus deseos. Así la edad en que por su debilidad estaría el niño condenado a la sujeción que imponen las fuerzas superiores, es la edad del poder absoluto. Un niño reina en su casa; su madre misma le obedece y le basta llorar con tenacidad para conseguirlo. Todas las leyes naturales están violadas; hollada la justicia a cada paso; subvertido el orden natural de dependencia de lo débil a lo fuerte, del que recibe al que da. Pedid una gota de gratitud a este corazón, que se ha habituado a creerse el centro adonde converge toda la familia; exigid amistad y benevolencia de esta alma helada ya por el egoísmo. ¿Cómo limitar los deseos del que pide a su nodriza que detenga un batallón que pasa para oír la música que lo entretiene; el que en el insensato orgullo de ver ceder todo lo que le rodea, pide otra vez, que le bajen la luna, para tenerla en sus manos? ¡Y cuáles son los medios usados por las nodrizas, para acallar aquellos llantos estudiados, lenguaje convencional para hacerse obedecer! ¿Acaso se empeña en hacerle sentir la fatalidad de las fuerzas naturales independientes de la voluntad humana o que existe un mundo de cosas que no están sometidas a la voluntad del aya, y por tanto a la suya? Por ejemplo, que no puede detenerse la marcha de un batallón, que hay principios de justicia que no deben violarse, que hay deseos que no deben nacer ni ser satisfechos. No. La nodriza tiene una panacea universal para imponer silencio: prometerlo todo para después y suscitar ideas vagas de terror y de superstición, por explicaciones absurdas, o por seres nocivos a los niños: el diablo, el cuco, el mendigo, el perro negro. Este niño tiene con tales preparativos que lanzarse en la 61
sociedad de los otros que fueron niños como él y su vida entera es una pugna contra todas las resistencias que encuentra o un duro aprendizaje que, de desengaño en desengaño, lo lleva al fin del duro batallar a reconocer que coexisten leyes supremas, inatacables, sucesión necesaria de causas y efectos, voluntades independientes de la suya, derechos ajenos, justicia, etc. La muerte o las enfermedades suelen con frecuencia venir a poner coto al excesivo abrigo de los vestidos, a la abundancia de alimentos, a la falta de ejercicios, a los vicios del aire de los salones, a la violación en fin de todas las leyes naturales, suspendidas, por decirlo así, en el hogar doméstico para que no sufra interrupción la vida ficticia que se le hace llevar. No es menos lastimosa la educación del pobre en sus primeros años. Entre cualquiera en el cuarto de cuatro paredes reducidas en que viven, comen y duermen padre, madre, hijos, perros, gatos; donde se lava la ropa; donde se prepara la comida. Dejemos a un lado el aire malsano; los miasmas pútridos; el desaseo habitual, la desnudez inevitable; tomemos solo el espectáculo moral. La madre necesita ocupar su tiempo y los niños la perturban. Sus actos de represión son, por tanto, simples desahogos de cólera y de venganza. Necesita el terror de un palo, del primer mueble que encuentra, para contener el desorden naciente. El niño presencia las luchas brutales que tienen lugar entre sus padres: la calle es el jardín de recreo que los libra de la estrechez del hogar doméstico; la dureza misma de su vida endurece su corazón contra la dependencia: la falta de instrucción de sus padres, aleja de sus ojos toda idea de una mejor condición posible para él. Su ociosidad habitual, donde como entre nosotros no hay fábricas que lo embrutezcan de otro modo, abusando de su naciente fuerza, entorpece sus facultades mentales, al mismo tiempo que el sentimiento de la justicia es nulo, el de la mejora imposible. De estos seminarios sale el hombre llamado plebe, roto. Ser casi insensible a las necesidades físicas, negado a la acción moral, limitado en su esfera, comprimido por la fuerza brutal, único freno que conoce, dispuesto siempre a ensanchar su acción toda vez que sienta aflojarse la fuerza de coerción que, a falta de sentimientos morales, lo tiene sujeto. Como las aplicaciones de las reglas morales no tienen lugar sino en sociedad, el niño encuentra desde luego, en los primeros pasos de la vida, una sociedad compacta, en donde ejercitar sus pasiones, que aprenden a limitarse en ciertos límites de justicia y de orden, que forman irrevocablemente su conciencia para lo sucesivo.
Sala de Jardín de Infantes.
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LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES: UNA POLÍTICA INNOVADORA
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sted ha realizado un importante y sostenido esfuerzo por desarrollar la educación de las mujeres, tema que ha constituido una preocupación central en sus programas educativos. ¿Cuál era en su época la actitud social frente a esta cuestión y qué le resultó posible lograr?
- Parecería que no se advierte que puede juzgarse el grado de civilización de un pueblo por la posición social de las mujeres. Llamativamente, recién empieza a ponerse atención en su educación. Los primeros pasos que se han dado en ese sentido son nuevos extravíos que alejan más y más de la verdadera senda que debe conducirla al conocimiento de sus deberes, de sus intereses y de su alta misión en la sociedad actual. Muchos consideran exagerado ese interés cuando recién brilla la estrella de la mujer en los países que nos preceden en civilización. ¡Exagerado cuando nuestra legislación no ha preparado nada en su auxilio, cuando se creería intempestivo y aun indigno de los cuidados del gobierno, rentar establecimientos para educar a las mujeres! Es preciso dedicar algunos minutos a la reivindicación de los derechos que tiene el sexo débil al cultivo serio de su inteligencia, señalando el objetivo al que la educación debe dirigirse, como asimismo la falsa senda en la que hoy se extravía. Todavía no se ha dicho nada, absolutamente nada sobre la educación de la mujer. No ignoramos que aún existen, resistiendo a las luces y necesidades de nuestro siglo, las ideas árabes que sobre la mujer nos legó España que no vio en ella, en los tiempos de oscurantismo, sino un ser débil y susceptible que necesitaba celosías, aislamiento y vigilancia para su guarda. Hombres existen que aún consideran superfluos y peligrosos otros conocimientos en la mujer que los simples rudimentos del arte de leer y formar los caracteres. Pero no dirigimos nuestras observaciones a estos restos decrépitos de un mundo que pasó. Dejaremos que los muertos entierren a sus muertos, mientras que conversamos con esa parte viva de la sociedad que la dirige e influye en sus destinos. No hace mucho que se creía superfluo, impropio y aun perjudicial, el enseñar a las mujeres a leer y escribir y la generación que nos precede ha desaparecido sin gustar de los goces que el cultivo del espíritu proporciona. La división de los sexos en escuelas diferentes, parte del mismo origen que el no admitir ni autorizar la presencia de las mujeres en los actos públicos. ¡El resultado del conjunto es que una mujer no se atreve a mostrarse inteligente, a escribir una palabra, porque en el concepto secreto y no dicho, esto es un poco indecente! Tales son nuestras costumbres y los resabios de barbarie de los que no nos apercibimos porque son americanos y nacionales. Este abandono de una parte tan interesante de la sociedad, no es fruto del descuido colonial en cuanto a la educación pública, sino consecuencia de ideas recibidas que dependen de hechos históricos, peculiares a la península española, al atraso de su civilización con respecto a las demás naciones de Europa y al tinte especial que la ocupación de los moros dio a sus costumbres. Existe una íntima relación entre la condición social de las mujeres con el grado de civilización de un pueblo. Pero lo importante es considerar a la mujer bajo el punto de vista de un miembro de la sociedad y que tiene por tanto una alta misión que cumplir. Los varones, se ha dicho, forman las leyes y las mujeres, las costumbres; ellas son para la sociedad lo que la sangre para la vida del hombre. No ejerce ésta una influencia, por decirlo así, visible en la existencia; es el cerebro, son los nervios quienes desempeñan las disposiciones del alma; pero ella lo vivifica todo, está presente en todas las partes de la estructura y se hace una condición indispensable de la vida. El hombre dirige sus propias 63
relaciones exteriores, pero la mujer realiza la vida en el hogar doméstico y prepara los rudimentos de la sociedad en la familia. La mujer tiene una alta misión y en esta sociedad, que cada día requiere mayor conjunto de luces en los que la forman, la mujer se presenta a desempeñar sus deberes sin otra preparación que gustos y hábitos frívolos de entretenimiento y de irreflexión; sin más propósito que el de ostentar galas costosas y un brillo exterior que arredra. Inclusive después del momento en que, pasando a la condición de esposa, ha cesado la ocasión de poner en uso ese aparato de seducciones con que acostumbra engalanar sus gracias naturales para atraerse adoradores. Y aun para este período de su vida, para la época que la sociedad y la naturaleza destinan a prepararle su ubicación en la sociedad, sus pasos son inciertos porque carece de guía que la dirija en medio de los escollos que la cercan, porque no tiene tradiciones ciertas que seguir y tiene que guiarse casi siempre por la inspiración de los sentidos y por esa prisa que siente de amar y ser amada, a falta de una razón cultivada y de un conocimiento de la sociedad en medio de la que vive. Nuestras costumbres marchan visiblemente a la emancipación de la mujer en lo que respecta a formar enlaces y son pocos los jóvenes que solicitan previamente la aprobación de los padres para insinuarse en el corazón de las hijas; no son muchas las que se abstienen de abrigar sentimientos dulces, aunque honestos, sin aquel previo requisito y no todos los padres sostienen la pretensión de imponer un esposo a sus hijas. La injerencia paternal se reduce de día en día a un simple veto, como el de los monarcas constitucionales que solo pueden impedir el extravío, mas no dar la impulsión primera. Con esta tendencia de nuestras costumbres, muy conforme por otra parte con la marcha del siglo, con esta libertad indispensable en sus actos, ¿cuáles son las ideas que le han dado la educación que recibe en nuestros colegios actuales, cuáles los preceptos de moral que deben reglar su conducta en lo sucesivo? ¿Sería demasiado aventurarnos sostener que un vacío inmenso queda por llenarse? Aún hay más todavía. Siendo el fin de su existencia desempeñar los deberes de la maternidad y éstos siendo tan graves, por cuanto desde el regazo materno sale el hombre completamente formado, con inclinaciones, carácter y hábitos que la primera educación forma, ¿cuáles son las fuentes de instrucción en que las encargadas de tarea tan delicada, beben las doctrinas que la experiencia, la razón y la filosofía han creado para la educación física y moral de la infancia? ¿Dónde están los libros que las dirigen, los ejemplos que las guían? Lo diremos sin rebozo, en el instinto maternal, tan peligroso cuando no está contenido en su ternura; en prácticas tradicionales nacidas de la ignorancia y la rutina o de ideas añejas y perjudiciales; en la falta de experiencia y de convicciones que puedan hacer útil la que se adquiere. ¿Se extrañará todavía que hayamos sentado que no se ha dicho bastante sobre la educación de la mujer? ¿Se nos reprochará que hallemos insuficiente y aun perjudicial la que hoy recibe? No nos cansaremos de repetirlo, muchos pasos tiene que dar la educación de la mujer para prepararla dignamente para la sociedad, puesto que en Europa misma se levantan enérgicas voces contra el descarrío de la educación.
¿Cómo han encarado otros países la educación de la mujer? - La rehabilitación de la mujer por medio de la instrucción moral y religiosa es la gran empresa de nuestra época y lo que se piensa en Europa, se ensaya en América, iniciando a la mujer en las ideas que deben ponerla en aptitud de ser esposa y madre con la suficiencia necesaria para formar costumbres a la altura de las necesidades actuales de la sociedad. El sentimiento religioso es, pues, la piedra angular de las buenas costumbres y en este sentido estamos autorizados a creer que las monjas francesas depositan en el seno de nuestra sociedad un germen de mejora cuyos frutos recogeremos más tarde. En España la educación de las mujeres en general está en el mismo grado de atraso que entre nosotros y la conciencia pública no le da otra importancia que la de un mero 64
Su casa en Carapachay, Delta del Tigre
La casa en 1938 (AR AGN DDF / Consulta INV:24818/24816) y en la actualidad.
Enrique Burone Risso Museo Casa Sarmiento Zurbarรกn Colecciรณn
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adorno en las clases acomodadas. De la educación de las mujeres depende, sin embargo, la suerte de los Estados ya que la civilización se detiene a las puertas del hogar doméstico cuando ellas no están preparadas para recibirla. Hay más todavía, las mujeres, en su carácter de madres, esposas, o sirvientes, destruyen la educación que los niños reciben en las escuelas. Las costumbres y las preocupaciones se perpetúan por ellas y jamás podrá alterarse la manera de ser de un pueblo, sin cambiar primero las ideas y hábitos de vida de las mujeres. La prensa de Chile ha reproducido la bellísima obra de Aimé Martin, “De la civilización del género humano por las mujeres” y en aquellas páginas inmortales, escritas con el corazón, podrán los hombres llamados a influir sobre el destino de los pueblos americanos encontrar muchas de las causas de su atraso actual. Los franceses atribuyen la civilidad y dulzura de costumbres que caracteriza a su nación, con razón, a la parte que dan a las mujeres en todos los actos de su vida.
La vida excepcional y fecunda de Sarmiento es un ejemplo para la juventud, para el magisterio y para todos los argentinos. En sus aguas claras, decantadas por la acción del tiempo y por el apaciguamiento de las pasiones podemos todos beber sus enseñanzas penetradas de la más alta idealidad humana. Las principales ideas educacionales de Sarmiento están en la médula de nuestras instituciones de enseñanza que se alimentan con sus inspiraciones. O ctavio P ico
El anhelo de mejorar todo moralmente hizo bien pronto echar miradas, ya de compasión, ya de interés, sobre la mujer y el hombre empezó a dudar de la verdad de lo que siglos de opresión, de fuerza y de barbarie le habían enseñado. “Se quiere que las mujeres - murmuró pesarosamente uno - no sean capaces de estudios, como si su alma fuese de otra especie que la de los hombres, como si ellas no tuviesen, como nosotros, una razón para dirigir, una voluntad que reglar, pasiones que combatir o como si les fuese más fácil desempeñar sus deberes sin saber nada”.
Mariano Pagés . “Sarmiento”. Zurbarán Colección
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EL COMPLEJO PROBLEMA QUE PLANTEA LA FORMACIÓN DE LOS MAESTROS
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no de los aspectos centrales de su propuesta educativa es el relacionado con la formación de los maestros. ¿Cuáles han sido los fundamentos de sus ideas sobre esta cuestión?
- La creación de la Escuela Normal para la instrucción primaria, encierra en sí un porvenir inmenso para la mejora social y la cultura intelectual de todas las clases de la sociedad. Hasta hoy solo habíamos visto esfuerzos estériles e incompletos de parte del gobierno, esperanzas por realizarse y expectativas burladas. Para obtener resultados que, en materia de tan vivo interés, correspondiesen a las necesidades del país, tan profundas y generalmente sentidas hoy, no bastan medidas a medias y estímulos que hasta ahora han quedado sin efecto. No son simplemente obstáculos materiales los que impiden la propagación al comienzo de la república de estos rudimentos de toda cultura y que tantas veces han bastado para desarrollar capacidades de primer orden y revelar genios que yacían ocultos. También obstan a ello inconvenientes que se ligan estrechamente con nuestros pasados hábitos, causa de un orden moral de la mayor trascendencia, se ha propuesto arrostrarlos uno a uno, principiando por preparar madura y concienzudamente los medios por los que un sistema bien combinado de instrucción elemental y al alcance de todos, haya de trasmitirse. ¿Qué resultados de consecuencia podrían prometerse sin esta confección previa de preceptores idóneos, preparados de un modo uniforme y dotados de un caudal de luces suficientes para desempeñar con dignidad el alto encargo de mentores y guías de la nueva generación? Cuesta mucho, en efecto, persuadirse de que en pueblos como los nuestros, en que, si bien no hay todavía una alta civilización como en los más avanzados de Europa, haya diferencia de las sociedades asiáticas, un pleno conocimiento de lo que ella es y de sus inestimables ventajas como, asimismo, el deseo de adquirirla y comunicarla en el mayor grado posible a los que nos son caros. Cuesta mucho persuadirse de que por tan largos años y en medio de los esfuerzos que las clases acomodadas de la sociedad hacen para iniciar a sus hijos en los elevados misterios de la ciencia y ponerlos al nivel de las exigencias del ilustrado siglo en que vivimos, se haya dado tan poca importancia a la perfección de los medios de comunicar a la infancia los rudimentos que han de llevarla más tarde a saborear todos los goces que el cultivo de la inteligencia proporciona. Pero mayor sería nuestra admiración si no nos fuese fácil desentrañar la causa social que ha obrado esta anomalía que hace solícitos a la mayor parte de los hombres y que se afanan por el adelantamiento de su país, en establecer y fomentar universidades y seminarios, que solo debieran ser como los capiteles que decorasen el ancho y bien cimentado edificio de la educación pública. Al mismo tiempo se muestran desdeñosos y poco interesados en la general difusión de aquellos modestos conocimientos que, sin dar el lustre de los grados científicos, sirven no obstante a desarrollar la razón del mayor número y a habilitarlo para mayores adquisiciones intelectuales. Se forma así la verdadera cultura y civilización de un pueblo, que no consiste en poseer algunos centenares de individuos que hayan cursado las aulas y alcanzado los títulos que forman la aristocracia del saber, sino en la general cultura de todos o la mayor parte de los miembros que componen la sociedad.
¿Cómo se han originado las Escuelas Normales? - La profesión de la enseñanza requiere tanta o mayor preparación como ninguna otra. A la idoneidad individual del maestro ha de añadirse la serie de conocimientos adquiridos y 67
los resultados ya conocidos, si no se quiere que cada maestro invente el arte de enseñar y lo deje morir con él, para renacer de nuevo con el que le sucede. La Escuela Normal, es pues, una institución conquistada ya para la educación pública y que no puede omitirse donde quiera que se trate de organizar el sistema público de instrucción popular. Tuvo origen esta institución en Prusia, como todas las que tienen por objeto asegurarse de los resultados de la educación. Se extendió más tarde a Francia, donde hay hoy 78 establecimientos de este género y se ha generalizado en Europa y aun en España. En América del Norte, no obstante lo antiguo de la educación popular, no se empezaron a organizar sino en épocas muy recientes. En todos los países en que la educación pública es una de las primordiales funciones del Estado, la creación de Escuelas Normales ha sido uno de los primeros pasos dados para la organización de un sistema general de enseñanza. No basta para transmitir los conocimientos, poseerlos en alto grado. Hay un arte de enseñar que facilita asegurar el éxito de las tareas; sistemas de organización y disciplina para el manejo de grandes masas; métodos de enseñanza para la trasmisión de las ideas; conocimiento de la índole del espíritu humano y de las propensiones y pasiones que se desenvuelven primero en eI niño. Un maestro debiera ser un sabio en el sentido que los griegos daban a esta palabra, porque él tiene en sus manos la masa amoldable de la que va a formarse la sociedad y la toca en mayor medida que el padre de familia en sus individuos y más de cerca que el gobierno civil en su conjunto. ¡Cuántas luces, cuánta ciencia de gobernar a los hombres necesita el que así los tiene por centenares bajo su influencia inmediata!
Las maestras. (AR AGN DDF)
El predominio de las mujeres en el magisterio, ¿resulta de condiciones especiales que ellas poseen? - Una mujer para educar y cuidar a los niños no necesita haber sido madre, trae consigo el sentimiento de la maternidad y del amor desde su cuna y posee un caudal de conocimientos instintivos como el de las aves para el cuidado de sus polluelos. La mujer ama a todos los niños, sin saber darse razón por qué, cualquiera que sea su sexo y condición. Su predilección por todo lo que es hermoso y débil, pasa hasta las flores, las avecillas y los pequeños cuadrúpedos. Cualquiera que sea la posición de la mujer en la sociedad y los años que 68
haya vivido, cualquiera que sea la condición o las afecciones que dominan su corazón, le desprenderá momentáneamente siempre que un niño se presente a su vista porque este es el instinto más poderoso del que está dotada. Este sentimiento exquisito de la maternidad, esta presciencia de su misión es la que ha hecho pensar seriamente a los filósofos de nuestro tiempo en devolver a la mujer sus funciones de maestro de la infancia. Los hombres que han dedicado sus esfuerzos y sus vigilias a la mejora de la condición de la mujer en la sociedad, lamentan, aun en la Europa misma, la necesidad de echar mano todavía del auxilio de los hombres para encarar la educación de la mujer.
La síntesis de Sarmiento es difícil por la extensión de su obra y de su existencia, por su desconcertante variedad exterior. No hay una única perspectiva, ni visión concreta y panorámica que la compendie. El considerarla en trozos, a través de sus libros fundamentales y más notorios, es perder zonas de vida, de originalidad, de pasión, que integran el extraordinario conjunto. Ricardo Rojas
La piedad es el don inherente de la mujer; la fe, su razón y la religión, el depósito sagrado confiado a la pureza de su corazón. A la mujer está encargada la conservación y la transmisión de las tradiciones y las creencias sancionadas. El hombre piensa, duda, discute, altera y reforma. Las ideas cambian y las instituciones y las leyes se modifican sucesivamente. Pero la costumbre marcha a paso más lento y en la costumbre que la mujer mantiene por el suave imperio que ejerce sobre la familia, reside uno de los principios de orden que detienen la marcha de las ideas, que podría ser demasiado brusca y repentina sin este saludable contrapeso.
Pantuflas pertenecientes a Sarmiento. (MHS)
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LOS CONTENIDOS DE LA ENSEÑANZA, UNA CUESTIÓN DEBATIDA
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nalicemos ahora algunos aspectos específicos que deberían ser enseñados a los niños. En otras palabras,¿qué debería saber un niño?
- Un niño debe saber contar, para poder arreglar sus negocios, comprar, vender, cobrar su salario y para pagar a los que le sirven. Debe saber geografía; esto es, el nombre de su pueblo, dónde está ubicado, a qué república pertenece, en qué continente se halla situado. Saber, en fin, qué pueblos habitan la tierra, qué nombres tienen, qué ríos los riegan, qué montañas los dividen, qué forma de gobierno los rige. Debe saber gramática; esto es, el nombre de las palabras de que se sirve en la conversación, el modo de usarlas y los vicios en que incurre. Debe saber ortografía, o el modo de escribir las palabras, de manera que todos le entiendan lo que escribe y que no haya defectos, ya en las letras, ya en la puntuación. Debe saber dibujo lineal, que es el arte de representar en el papel una puerta, una casa, un objeto cualquiera, para mandar hacer otro igual si quiere o hacerlo él mismo, si aprende alguna profesión. Además de todas estas cosas indispensables, debe saber rezar, para encomendarse a Dios; la doctrina cristiana, para saber ser cristiano católico y conocer y profesar la religión de Jesucristo. Después de adquirir todos estos conocimientos, debe saber historia sagrada, que comprende todos los acontecimientos memorables que tienen relación con nuestra religión. Historia antigua, que comprende la relación de los sucesos memorables que han tenido lugar ahora muchos siglos, en algunas naciones, como la Caldea, la Asiria, la Persia y la Grecia. La historia y la geografía son casi siempre la tela en que están estampadas la mayor parte de las ideas de los libros populares, los diarios y demás publicaciones usuales. La gramática explica la textura del discurso y la ortografía la manera de producirlo por los signos representativos de la escritura. De manera que el conocimiento de estas ciencias viene a ser parte integrante de la lectura y de la escritura, que no pueden practicarse con perfección y provecho si no se tienen nociones generales de aquellas partes accesorias. Por último, debe saber la historia romana y la de su propio país. Todo esto podrá aprenderlo en las escuelas primarias donde se enseña gratuitamente a los niños pobres.
Doctrina Cristiana. (AR AGN DDF / Consulta INV:193425)
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Escena escolar.
Insiste Usted de manera reiterada en la importancia del conocimiento de la historia. - El conocimiento de los hechos históricos es un antecedente necesario para que la lectura sea provechosa. Es la historia la parte de la vida de las sociedades que ha precedido al momento de nuestra existencia y forma, por tanto, un complemento necesario de la vida intelectual, de la vida de un hombre civilizado. Es, pues, un conocimiento popular que debe entrar en todo plan de educación primaria, que haya de tener por objeto dar al pueblo nociones generales que sirvan para prepararle el camino que conduce al vasto campo de los conocimientos humanos.
Siempre manifestó su preocupación por nuestro retraso en materia de enseñanza de las ciencias. - Pocos han advertido nuestra profunda ignorancia en todo lo que concierne a los fenómenos naturales. Las ciencias físicas han sido descuidadas por nuestros antepasados hasta hacer de este descuido el distintivo de los pueblos españoles y, sin embargo, las ciencias naturales son el origen de todos los portentosos descubrimientos de nuestra época y de las aplicaciones no menos maravillosas que la industria ha hecho de ellos a las artes y a las comodidades de la vida. Quien dice ciencias naturales, dice vapores, ferrocarriles, telégrafos eléctricos, máquinas, industria, por la aplicación de los descubrimientos de la química y de la mecánica. Todo esto nos falta a nosotros, porque se descuidó el estudio de las ciencias naturales. Por eso es importante que nuestra juventud se aplique al estudio de las ciencias naturales, de estas ciencias que forman así el timbre más glorioso de nuestro siglo, que han creado los prodigios de nuestra industria moderna y que nuestros padres ignoran aún en sus más simples rudimentos. La Europa debe su engrandecimiento, sus fábricas y sus variados productos a la aplicación de las ciencias naturales a las artes y a la industria. La historia natural ha revelado el catálogo de la creación, la química ha revelado los procesos que la naturaleza emplea para sus infinitas combinaciones y la mecánica ha tomado de la física las leyes que rigen la materia. El genio del hombre, armado de la ciencia con cien fases como con una vara mágica, ha dado sus órdenes a la naturaleza, la ha sometido a su imperio y, dándole nuevas formas, se ha vuelto creador también, haciendo brotar prodigios, nacer milagros. En la joven América, en esta hija postrera de la creación, apenas se ha descorrido el borde del virginal velo que encubre las formas de la naturaleza. Sus producciones naturales no han sido desfloradas aún: el misterio las envuelve en sus nubes oscuras. Los gigantescos Andes que sirven como de cimiento, son un inextinguible receptáculo de cuantas producciones, ricas, útiles o hermosas están diseminadas en todos los puntos del globo y el americano vive negligentemente en medio de ellas, sin aprovechar los tesoros que su planta huella a cada paso. Sin la explorada antorcha de la ciencia, su vista no alcanza a penetrar el misterio que se envuelve bajo la engañosa forma de las combinaciones naturales.
Muchos han cuestionado su interés en que se enseñen las ciencias de las leyes y el gobierno por considerarlas demasiado abstractas. - A ese cuestionamiento responderé preguntando: ¿cuál es el asunto cuyos rudimentos se enseñan en la escuela que no esté sujeto a la misma objeción? ¿Qué sabe el niño del poder y extensión de las matemáticas, cuando es apenas capaz de servirse de sus cuatro primeras reglas? ¿O va a comprender la filosofía del lenguaje cuando se le ha explicado el misterio de nombres, verbos y proposiciones? ¿No hay en esto, como en tantas otras cosas que en la escuela se enseñan, más ciencia y filosofía que la que es de esperarse pueda abarcar el más adelantado discípulo? 71
El niño toma bajo la fe de otros tanto lo que adquiere en la escuela como fuera de ella. En el plan de su creación ha entrado el hacerlo un ser confiado y crédulo. Benéfico y bello es el designio de la Providencia en ponerlo a cargo de quienes no tienen interés de traicionar su cándida confianza. Las facultades con las cuales el niño ensaya, pesa y examina una proposición y forma juicio de su consistencia y exactitud, adquieren su madurez en un período más avanzado de la vida, cuando los hombres se han vuelto escépticos y ya no acuden sin réplica al padre o al maestro por guía y dirección. No encuentro mayor dificultad en imprimir en el alma del niño la idea de leyes y de gobierno humano, como cosa que le concierne en sus relaciones con los otros y con el Estado mismo, que la que se encuentra para hacerle reverenciar aquellas reglas de vida y de conducta que se le hacen aceptar, porque son reveladas y llegan hasta él desde una remota antigüedad.
¿Cuál es la importancia de contar con una buena letra? - Un joven que nada posee sino una bella forma de letra, posee ya un capitalito, un valor, un producto que se solicita en el mercado, que tiene casi precio fijo y hasta una fascinación y un engaño, porque una buena letra arguye bien de un joven a los ojos de un comerciante, como una buena fisonomía ante el corazón de las mujeres. Un maestro de escuela tiene, pues, en la clase de escritura una pepinera de arbolillos que debe cuidar uno por uno a fin de que no se tuerzan antes de haber asumido la forma conveniente.
La naturaleza hizo en grande a Sarmiento. La compasión a la ignorancia y el amor a la verdad, hicieron de él un educador. L eopoldo L ugones
Hay cierta honradez y no sé qué de bondadoso, en escribir bien y aun trazas de ese sentimiento de justicia y equidad que dice: hagamos a los otros lo que quisiéramos que nos hiciesen a nosotros mismos. Una mala letra es una desatención, algo de egoísmo se trasluce en ella. Una mala letra va diciendo: “qué me importa la conveniencia o el placer de quien haya de leerme”. Haced comprender a los niños que hay cierta franqueza e ingenuidad de carácter, cierto amor del bien en una letra clara, bien definida y de un carácter fijo. Pero una mala letra trae la idea de algo falso, de evasivo y disimulado.
Uno de los problemas más serios que enfrenta la educación de los niños es mantener su atención. ¿Advierte alguna solución para superar ese escollo? - Evidentemente la dificultad más grande para la educación de los niños consiste en mantener fija en un objeto su voluble y disipada atención. La naturaleza ha puesto en esta edad tal rapidez en el ánimo para bastar a aprender cuanto necesita para desenvolverse, que en un minuto de tiempo pasa por cien ideas distintas. El niño se deja atraer por un sonido que oye, por una paja que se mueve y pasa de un objeto a otro, sin permanecer en ninguno con una prontitud verdaderamente asombrosa. Las escuelas, los colegios luchan en vano contra la falta de atención de los alumnos y los padres culpan a los maestros de no hacerles progresar en la instrucción. ¿Pero, de qué medios valerse, para remediar este defecto capital de los niños, inveterado ya a la edad de ocho años e incorregible, si no es por medios violentos? La educación moral de las salas de asilo se contrae especialmente a esta parte nueva de la enseñanza. La primera lección y la más duradera porque es la más difícil, es la de aprender a atender. La maestra dice, ¡silencio!, y saca el reloj, para que puedan todos oír el golpe 72
de la máquina hasta que los niños se habitúan a oír desde sus asientos este imperceptible sonido. ¿Quiere la maestra asegurarse que todos los niños le atiendan mientras explica? Nada hay más sencillo: al mismo tiempo que habla, está describiendo con un brazo círculos horizontales y todos los niños están haciendo otro tanto. Repentinamente este movimiento se cambia por el del zapatero que cose y repentino ha de ser el cambio. Toda la lección se da en esta continua agitación que mantiene en ejercicio el cuerpo, desarrolla los miembros, y muestra que la atención está fija. Lo que más agrava la dificultad es que en la clase los alumnos no tienen nada que hacer. En la época en que la naturaleza pide que estén en mayor movimiento que en período alguno de la vida, se les fuerza a conservar una completa paralización de todas las fuerzas del cuerpo y del espíritu a pesar de que, mientras el corazón late y circula la sangre, no es posible suprimir enteramente las manifestaciones de la vida. Sin embargo, el fuerte trabajo de las leyes de la naturaleza es segura ocasión de castigos para el maestro, pues si para los niños grandes es intolerablemente molesto estar sentados quietos medio día, en una postura forzada, con las manos desocupadas, la vista fija al frente, ¿cuánto más no debe serlo para los niños chicos?
Escenas escolares de la época.
¿Cuál es, en su concepción, el lugar que ocupa la educación física? - La enseñanza de la gimnástica debe entrar forzosamente en todo sistema de educación popular. Las sociedades modernas vuelven poco a poco al plan de educación de los pueblos antiguos, dando igual importancia al desarrollo físico del hombre que al intelectual. Es el cuerpo humano una máquina de acción y un objeto de arte. La educación gimnástica es indispensable para dar a las fuerzas de impulsión o de resistencia todo el resorte de que son susceptibles y al talante, toda la gracia artística de los movimientos viriles. Por la primera de estas dos adquisiciones se aumenta el poder, la salud y la facultad de obrar del individuo. Por la segunda adquiere las exterioridades que más ennoblecen al ser humano. Algunos nacen con las primeras, otros adivinan las segundas pero solo la educación puede generalizar estas aptitudes. El pórtico de gimnástica es demasiado sencillo y completo a la vez para que una gran parte de nuestras escuelas no puedan con el tiempo ponerlo al alcance de sus alumnos, como medio de ejercicios gimnásticos.
¿Cómo concibe la relación de la familia con la escuela? - Entre la escuela y el niño hay un tercero y este es el padre de familia, sobre cuya voluntad, ni la existencia de la escuela, ni la renta malgastada, ni el gobierno tienen influencia. He ahí el escollo. Para desbaratarlo es preciso agitar la opinión pública, crearla, conmoverla, interesarla, animarla, instruirla. La opinión es Moisés con los brazos levantados al cielo, sosteniendo el ardor de los combatientes. Si esos brazos descienden por cansancio, los ánimos desfallecen y el pueblo vuelve la espalda, aunque sepa que muy triste fin le aguardará. 73
Eso faltó en Buenos Aires desde 1861 en que amarraron el Departamento de Escuelas a la zaga de la Universidad. Valía mejor habérselo confiado a la policía. Siquiera, ella puede perseguir a los niños vagos. Enmudecieron los Anales de la Educación que llevaban el movimiento y la vida a todo el cuerpo. Cesaron los Informes anuales, que son en los Estados Unidos el muecín que llama al pueblo a la oración desde lo alto de los minaretes. No se vieron más las pueriles fiestas, único lenguaje y peroración que entiende la pobre madre que no se resuelve todavía a mandar sus hijos a la escuela, porque el rico educará a su hijo siempre, por mejor gozar de su riqueza. Han suprimido estas superfluidades los sabios y los cuerdos, como en sus Constituciones suprimen los resortes esenciales del sistema. Andando unos pocos años, se encuentra que las escuelas se despueblan, si bien los maestros se aumentan.
¿Cuál es la actitud de la juventud con respecto a la educación? - Nuestros colegios dan todos los años un contingente precioso de jóvenes preparados por el estudio para la vida activa y para el ejercicio de la inteligencia y, sin embargo, nuestra juventud se consume de inanición, no produce nada, ni vuelve a la sociedad en trabajos útiles para ella lo que ha costado prepararla. Se creería, a juzgar por las apariencias, que se han derramado semillas fecundas en tierra ingrata y estéril. Pero son otras las causas que producen y mantienen esta especie de letargo: no hay una cuestión viva que agite los ánimos y ponga en actividad la inteligencia. No hay objetos que provoquen su entusiasmo, su actividad y su deseo natural de ostentar su capacidad y sus luces. Si se les da un tema, un motivo de acción, un problema que resolver, se les verá entonces lanzarse con ardor en una carrera gloriosa y llena de encantos para ella y emprender trabajos colosales, tornarse estudiosa, reflexiva y observadora.
Sarmiento sigue siendo un hombre bandera: esto es lo importante. Libra a cincuenta años de su muerte batallas terribles como si siguiera viviendo. Sufre ataques violentos y ciegos ditirambos, y lo que es peor, unos y otros provienen a menudo, del conocimiento fragmentario y superficial de su vida y de sus obras. Pertenece a la progenie de hombres que se engrandecen bajo el peso formidable de la verdad. Él, que tenía el puño lleno de verdades, las reclama como nadie para sí. Estaba seguro de que en el balance final el saldo le sería totalmente favorable. Alberto P alcos
Peine perteneciente a Sarmiento. (MHS)
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LOS CASTIGOS CORPORALES EN EL ÁMBITO ESCOLAR
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uál es la reacción de los jóvenes ante la disciplina escolar y como debería encararse?
- A los que pretenden poner límites a la autoridad disciplinaria del maestro, no habría mejor castigo y corrección que encomendarles el gobierno de cien niños, que él solo ha de tener a raya, cualesquiera que sean sus caracteres, la mala crianza que traen de sus casas, el hábito del desorden; la perversión incurable de alguno que hace cabeza siempre y pervierte y extravía a los demás; con la dificultad de atraer al trabajo a una edad que requiere movimiento y juegos en lugar de lecciones y luego la falta de vergüenza, de respeto de sí mismos que traen muchos niños del seno de sus familias. ¡Los niños deben ser gobernados por el estímulo y por los sentimientos de honor!, dicen estos cómodos moralistas. ¿Y si no traen el sentimiento del honor desde sus casas, qué se hace? ¿Qué moral puede subsistir donde hay un grupo de bribones que hace punta al maestro, como dicen? El deber más sagrado de las autoridades de quienes depende una escuela, es protegerla contra toda causa de desmoralización y no hay moral que resista al espectáculo de un maestro llevado ante la autoridad por sus niños, oyendo los demás los cargos, las reprensiones y acaso los vejámenes. Si había abuso de parte del maestro, y lo creemos muy posible, es el deber de la autoridad reprimirlo, pero de manera que la autoridad paterna del maestro no reciba menoscabo ante los alumnos.
Los castigos en el aula. Escenas de 1880.
Cada corrillo de muchachos imberbes es un tribunal en el que entran pullas y cuchicheos; se está fallando sin apelación del mérito, de la capacidad, de los defectos o habilidades del profesor que les transmite sus conocimientos, del funcionario encargado de la distribución y economía del trabajo, del director a quien el gobierno ha encargado la gestión general del establecimiento. Toda medida, pues, que contraríe a sus gustos, a su pereza, tiene que pasar por el tamiz de juicios de niños o de hombres en la peor edad de la vida para comprender la importancia de las cosas. Pero estos malos hábitos serían sin consecuencia si no tuviesen por esfera de acción un claustro murado, en donde tanto la vida como el horizonte están limitados al espacio que encierran sus murallas. De aquí proviene que la pasión o el error individual se hacen la pasión y el error de todos debido a esta peculiaridad de nuestro espíritu de dejarse impresionar por los juicios ajenos, formar una masa común, un criterio público. Un travieso o un disoluto echa a rodar una pulla maliciosa, una 75
observación ofensiva y luego la acoge un círculo y no tarda en pasar de los unos a los otros hasta que, contando con el asentimiento común, los más reflexivos, si no asienten a ello, consienten en aceptar las consecuencias inevitables como son el desprestigio paulatino de profesores y directores hasta que, sin darse cuenta de ello, llega un momento en que todo respeto se ha disipado, y lo que existe en el ánimo se desliza y se revela en palabras, gestos y risas desdeñosas. Estas pequeñas faltas, efecto de un mal espíritu arraigado, que es preciso cauterizar o naciente que debe contenerse antes de que tome cuerpo, eran ya precursoras de la desobediencia obstinada y reiterada que ha dado lugar a la medida de severidad adoptada. Es grato que la falta sea leve en cuanto puede afectar al honor de los que la cometen, aunque sea enorme, enormísima en cuanto al establecimiento que en quince días puede desmoralizar la repetición de actos semejantes. Estamos seguros de que no se repetirán nuevas escenas que, de hacerlo, encontrarían mayor severidad. En la sociedad política compuesta por hombres, pues ni los menores ni las mujeres entran en ella, no puede decirse el gobierno solo tiene razón, porque la monstruosidad es aparente; los gobernados son hombres. Pero no sucede así en una escuela, aunque se componga de jóvenes de veinte años. Hemos dicho que ante la ley son menores de edad, sin el más mínimo derecho. No pueden quejarse de malos tratamientos, sino cuando son habituales; pues los que por accidente sufrieren no dan derecho a reparación. El niño ante la razón es un ser incompleto y el púber lo es más aún, ya porque su juicio no está todavía suficientemente desarrollado, ya porque sus pasiones toman en aquella época un desusado y peligroso desarrollo. ¿Qué sería a cada momento de una escuela, en la que están encerrados cien jóvenes de veinte años, robustos, fáciles de apasionarse, si cada acto, cada disposición, hubiese de esperar su unánime aprobación para tener lugar?
Pero, ¿es Usted partidario de la aplicación de castigos severos a los niños y jóvenes? - Un pueblo que logra sacudir el yugo del despotismo, ha de ir necesariamente hasta la licencia y la anarquía. De la crítica de los abusos en nombre del cristianismo, pasó el espíritu europeo en el siglo pasado a la impiedad. No se detuvo ahí, fue hasta el ateísmo. Del abuso que se había hecho de las penas aflictivas aplicadas a la infancia se produjo una reacción, no solo entre nosotros sino también en Europa, que llegó hasta negar el derecho y la conveniencia de aplicar ningún género de represión efectiva para corregir las faltas de aplicación y aun de moralidad. Las leyes y reglamentos han venido en apoyo de las ideas dominantes y en Francia y en Chile está prohibido el uso del azote, la palmeta o el guante. Esta reacción del espíritu público ha sido fecunda en buenos resultados. Las costumbres ganan con ella en blandura y suavidad, los sentimientos de humanidad se depuran y elevan en el corazón del niño mismo y su dignidad moral se realza al no sufrir la acción violenta del maestro quien, por ser el más fuerte, lo oprime y lo humilla. Su sensibilidad se conserva irritable contra las violencias personales, al no acostumbrarse su vista desde temprano al espectáculo del dolor y no presenciando ni sufriendo la acción de la fuerza material, adquiere la conciencia de su dignidad y aprende a abstenerse él mismo de usarla para con los demás. Esta antipatía general contra los castigos corporales puede, sin embargo, ser llevada hasta la exageración y producir efectos perniciosos para la moral y aprovechamiento de los niños en las escuelas y colegios. Solo deben ser permitidos estos castigos para corregir las faltas de orden. Siendo gratuitas estas faltas en los niños, pueden abstenerse de ellas y son de consecuencia para la enseñanza en general. Sería, pues, un convenio tácito entre el maestro y el discípulo: a tal falta que perjudica a todos, tal pena que sobre todos influye. Cuesta hoy persuadirse de que la crueldad de los castigos en las escuelas del rey y en las particulares, no era agravada por el carácter de hombres violentos sino que era un 76
Libreta de Viaje
Libreta escrita por Sarmiento durante su viaje de regreso a la Argentina dedicada a Aurelia VĂŠlez, 1868. (MHS)
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sistema de educación, no solo tolerado, sino lo que parece hoy inconcebible a los ojos de los hijos de aquellos que fueron niños azotados, martirizados, los padres, las madres, las autoridades públicas, la opinión general prestaban a aquellos actos su sanción y apoyo. Si un niño recibía veinte azotes en la escuela, estaba seguro de recibir cuarenta más de la robusta mano de su padre, sin preguntar la causa del castigo y solo obedeciendo a un sentimiento de moral que le llevaba a corroborar la autoridad del maestro, mayor si cabe, en la conciencia pública, que la que tenía el padre mismo.
¿De allí proviene el dicho “la letra con sangre entra”? - Efectivamente, era un axioma, que nadie puso en duda en el siglo pasado, ese adagio que ha quedado estereotipado en el idioma. No era esta una alusión moral, era la fórmula de un hecho material. El maestro daba azotes a los niños, simplemente para hacer que las carnes maceradas aguzasen su inteligencia. Oigan las madres de hoy, los alumnos de escuelas y colegios, cómo han sido educados sus padres o sus abuelos y comparen la feliz situación que les han hecho costumbres, ideas e instituciones más adelantadas. Nuestros padres han sido víctimas de tratamientos brutales, que confundían toda idea de justicia, de graduación, de equidad. Azotados por hablar, azotados por callar, azotados por hallarse cerca, azotados por cualquier accidente que ocurría al maestro fuera de la escuela. El maestro mismo se complacía en anunciar a sus discípulos por un gorro puesto de través u otro signo siniestro, que ese día estaba de mal humor y lloverían azotes, bofetadas, puntapiés y malos tratamientos sobre todos sin distinción. Lo arbitrario, el capricho, eran así anunciados por carteles.
Pocas vidas tan seductoras como la de Sarmiento. Participa a un tiempo, del drama, el poema lírico y la epopeya. Drama intenso la lucha porfiada con el medio, su cruzada contra la barbarie, su afán civilizador. Poema de rico lirismo ese fondo de ternura, de humanidad, de desbordada emoción que reflejan nítidamente sus páginas íntimas de evocación familiar o histórica. Y genuina epopeya su bregar sin descanso por la elevación de nuestra Argentina y nuestra América. Alberto P alcos
¿Eran mejores los niños educados por este sistema? De boca de ellos mismos, ancianos hoy, hemos oído la ratificación de lo que ya sabíamos teóricamente. Eran más traviesos, más perversos y, lo que parecería inconcebible, vivían tan alegres, o más, que con nuestros blandos y contemplativos sistemas. Pero un hecho moral se desprende en medio de tanta iniquidad. En la gradación de los objetos de veneración para el niño, estaban Dios, el maestro y sus padres; para estos, Dios, el maestro y después ellos mismos para apoyar al maestro, cerrando los ojos sobre sus injusticias y endureciendo sus corazones paternales, si no agravando su crueldad.
¿De ese entonces data también el adagio “el maestro sabe lo que hace”? - Con la doctrina resumida en el adagio, “la letra con sangre entra” venía ese otro axioma significativo de la autoridad moral del maestro. La revolución contra el primero envolvió en su caída al segundo y el decreto de 13 de octubre de 1813 que el Estatuto Provisional 78
declara abolido, desautorizando al maestro para corregir, ponía en duda, no sólo el derecho del maestro, sino la capacidad de hacerlo con discernimiento y justicia. Cincuenta años después, todavía la sociedad se resiente de las consecuencias de la revolución y nuestro deber es ilustrar estas cuestiones para apercibir a los padres de familia, a los jueces y autoridades, a los profesores y aun a la opinión general, del origen de las ideas que abrigan sobre este punto importante.
Vivió apasionadamente en el campo de las humanidades y su vida no fue sino una dramática lucha por defenderlas. Pero defendía humanidades históricas, reales, vivientes, reflejo de su pueblo, no meras abstracciones o desenvolvimientos intelectuales. J uan Mantovani
Cuando un pensamiento queda incrustado en el idioma bajo la forma de adagio o proverbio, ese pensamiento ha sido acatado como verdad incuestionable por un pueblo entero. “Chancho limpio no engorda”, se dice todavía entre nosotros, no obstante que el arte moderno de criar cerdos ha probado lo contrario, porque la humanidad entera lo creyó así durante miles de años. Cuando se condensó el proverbio “El maestro sabe lo que hace”, no hemos de creer que todos los hombres eran necios o estúpidos, para persuadirse de que todo maestro era un pozo de ciencia, pues los maestros de entonces eran de ordinario célebres por su ignorancia, hecho que se demuestra por la literatura de todas las naciones y el menosprecio con que eran mirados por la alta sociedad. “El maestro sabe lo que hace” era, pues, una verdad moral y un freno puesto a la autoridad del padre o a la irreflexiva ternura de la madre, pronta a abrazar la causa de su hijo o a inquirir en la de su castigo, retenidos por el inflexible axioma grabado en su conciencia: el maestro sabe lo que hace. Es necesario renovar este axioma en toda su fuerza si queremos tener educación pública y privada; si los padres quieren estar seguros de que sus hijos aprovecharán su tiempo en la escuela; si sobre todo, cuidan de ahorrarse la mitad del dinero que malgastan en lección de que no aprovecha el niño por falta de atención y de respeto a quien se las da, por tener su espíritu ocupado en confabular travesuras, dispuesto siempre a perturbar el orden y burlar a quienes lo educan. Cuando el niño, para vengarse del maestro o profesor que lo ha castigado, va a su casa con la queja, siempre inocente él, considerando siempre perverso, inepto o ridículo al maestro, sus padres deben tener esta única respuesta: “El maestro sabe lo que hace”. Cuando los jueces son importunados en la campaña por padres de familia indiscretos que van a poner queja contra el maestro, trayendo niños de testigos, ponga el juez por sentencia: el maestro sabe lo que hace. Habrá cumplido con su deber, pues no es atribución de la justicia humana castigar maestros por actos que no tengan el carácter de crimen.
Los castigos en el aula. Escenas de 1880.
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¡Los niños deben ser gobernados por el estímulo y por los sentimientos de honor! dicen estos cómodos moralistas. ¿Y si no traen el sentimiento del honor desde sus casas, qué se hace? Los castigos corporales no están abolidos en las escuelas de los Estados Unidos ni nombres como el de Horace Mann, los han condenado nunca, aunque los crean conveniente solo en casos extremos y como correctivo aplicado a niños viciosos. Pero no tratamos de lo material del castigo, sino de la autoridad del maestro que debe ser tenida por el niño en la misma altura y respeto que la de su padre. ¿Se atrevería un chicuelo a interpelar a sus padres, mostrándoles sus puños y diciéndoles “¿Qué se ha creído, que a mí me ha de poner las manos?” Los padres de familia deberían deponer todo error egoísta en materia que tanto interesa a la felicidad de sus hijos, hoy de difícil manejo en las escuelas, colegios y universidades, por errores prevalentes en la opinión pública y en la de sus padres. Mucho tiempo y dinero se malbarata en la inaplicación y disipación que de tal estado de los ánimos juveniles procede y si insistimos sobre este punto, es persuadido de que sin una cura radical en la opinión, muchos años han de pasar aun, sin que se moralice la enseñanza.
En cierta ocasión me preguntó un sujeto cuál era el escritor español del siglo XIX que prefería yo entre todos y aunque la pregunta es demasiado española, quiero decir simplista, porque casi nunca es posible contestar a preguntas de primero y último, le contesté sin embargo diciendo: Sarmiento. Y al ver su gesto interrogativo, hube de añadir, diciendo: Domingo Faustino Sarmiento, un argentino que murió ya de edad, el 11 de setiembre de 1888. “¿Argentino? - exclamó mi interlocutor – entonces no era español”. Y hube de responderle: “¡Más español que ninguno de los españoles, a pesar de lo mucho que habló mal de España! Pero habló mal de España muy bien”. Miguel
de
Unamuno
Para conocer hasta dónde llega la autoridad del maestro, existe la regla sencilla de compararla con la del padre y no hay hombre tan ignorante que no la comprenda entonces. Lo que el padre puede, puede el maestro y por maestro se entiende todo el que enseña, ya sea en escuelas públicas, ya en particulares. El niño no tiene derechos ante el maestro, no tiene por si representación, no es persona, según la ley. Es menor. No es verdad que el maestro sepa siempre lo que hace, ni tenga siempre razón, sino que requiriendo sus funciones que el prestigio de su autoridad no sea puesto en duda, se ha hecho una verdad moral, necesaria para sostenerlo. El maestro tiene razón, porque nadie tiene el derecho de probar lo contrario en los casos a que se aplica este axioma que es legal. El niño que está bajo su patria potestad, no puede juzgar con acierto sobre la justicia o injusticia de su maestro. El padre de quien es sustituto, no puede tomar cuenta de la autoridad que se ejerce en la misma forma y bajo el mismo principio que él la ejerce; el juez no puede oír demanda sobre el ejercicio de la patria potestad, que no está al alcance de los tribunales. Ningún padre tiene el derecho de ir a la escuela a reconvenir delante de los niños al maestro, por actos que cree indebidos. Los jueces de paz, por demanda del maestro o del municipal de escuelas, deben ser inflexibles, en la represión de este atentado, tan frecuente en nuestros países y de tanto escándalo. El maestro es como el padre, inviolable ante sus discípulos y nada hay más vergonzoso que presentar, padre y maestro, el ejemplo de la violencia y de la injuria.
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Ricardo Celma
Sarmiento Zurbarรกn Colecciรณn
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IMPLICANCIAS DE LA TAREA DE ENSEÑAR
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uál es su visión acerca de la importancia social de los maestros?
- La naturaleza inanimada y las sociedades humanas ofrecen numerosos ejemplos de efectos inmensos producidos por causas infinitamente pequeñas. Los pólipos del mar, seres vivientes que apenas tienen formas, han alzado desde las profundidades del abismo hasta la superficie de las aguas la mitad de las islas, floridas hoy y habitadas por millares de hombres en la Oceanía. Las catedrales góticas de la Europa, la maravilla de la arquitectura en cuanto a sus detalles, columnatas, estatuas, rosetones, pináculos y calados en la piedra, han sido obra de artesanos oscuros, de millares de albañiles, cofrades de una hermandad, que trabajaban sin salario, en desempeño de un deber, un voto o una creencia, sucediéndose de una generación a otra los aprendices a los maestres, hasta dejar sobre la tierra un monumento de la inteligencia, de la belleza, de la audacia y de la elevación del genio del hombre. Los maestros de escuelas son, en nuestras sociedades modernas, esos artífices oscuros a quienes está confiada la obra más grande que los hombres puedan ejecutar, a saber, terminar la obra de la civilización del género humano, comenzada desde los tiempos históricos en tal o cual punto de la tierra, trasmitida de siglo en siglo de unas naciones a otras, continuada de generación en generación en una clase de la sociedad y generalizada solo en este último siglo, en algunos pueblos adelantados, a todas las clases y a todos los individuos. El hecho de un pueblo entero, hombres, mujeres, adultos y niños, ricos y pobres, educados o dotados de los medios de educarse, es nuevo en la tierra y, aunque todavía imperfecto, ya se ve consumado o en vísperas de serlo en una escogida porción de los pueblos cristianos en Europa y América. Esto sucede en países desde muy antiguo habitados y en territorios nacidos ayer solamente, para mostrar que la generalización de la cultura es menos el resultado del tiempo, que el esfuerzo de la voluntad, el movimiento espontáneo y la necesidad de la época. El caudal de conocimientos que posee hoy el hombre, fruto de siglos de observación de los hechos, de estudio de las causas y de comparación de unos resultados con otros, es la obra de los sabios y esta obra eterna, múltiple, inacabable, está al alcance de toda la especie. La prensa la hace libro y el que lee un libro, con todos los antecedentes para comprenderlo, ese tal sabe tanto como el que lo escribió pues este dejó consignado en sus páginas cuanto sabía sobre la materia. El humilde maestro de escuela de una aldea pone, pues, toda la ciencia de nuestra época al alcance del hijo del labrador a quien enseña a leer. El maestro no inventa la ciencia, ni la enseña. Acaso no la alcanza sino en sus más simples rudimentos, acaso la ignora en la magnitud de su conjunto. Pero él abre las puertas cerradas al hombre naciente y le muestra el camino. Él pone en relación al que recibe sus lecciones con todo el mundo, con todos los siglos, con todas las naciones, con todo el caudal de conocimientos que ha atesorado la humanidad. El sacerdote, al derramar el agua del bautismo sobre la cabeza del párvulo, lo hace miembro de una congregación que se perpetúa por siglos a través de las generaciones y lo liga a Dios, origen de todas las cosas, Padre y creador de la raza humana. El maestro de escuela, al poner en las manos del niño el silabario, lo constituye miembro integrante de los pueblos civilizados del mundo y lo liga a la tradición escrita de la humanidad, que forma el caudal de conocimientos con que ha llegado, aumentándolos de generación en generación, separándolo irrevocablemente de la masa de la creación bruta. El sacerdote le quita el pecado original con que nació, el maestro la tacha de salvaje, que es el estado 82
originario del hombre; puesto que aprender a leer es solo poseer la clave de ese inmenso legado de trabajos, de estudios, de experiencias, de descubrimientos, de verdades y de hechos que forman, por decirlo así, nuestra alma, nuestro juicio. Para el salvaje no hay pasado, no hay historia, no hay artes, no hay ciencias. Su memoria individual no alcanza a atesorar hechos más allá de la época de sus padres y de sus abuelos, en el estrecho recinto de su tribu, que los trasmite por la tradición oral. Pero el libro es la memoria de la especie humana durante millares de siglos: con el libro en la mano nos acordamos de Moisés, de Homero, de Sócrates, de Platón, de César, de Confucio; sabemos palabra por palabra, hecho por hecho, lo que dijeron o hicieron. Hemos vivido, pues, en todos los tiempos, en todos los países y conocido a todos los hombres que han sido grandes por sus hechos, por sus pensamientos o por sus descubrimientos. Y como si Dios hubiese querido mostrar a los hombres la importancia de la palabra escrita, el libro más antiguo del mundo, el primer libro que escribieron los hombres, el libro por excelencia, la Biblia, ha llegado a nuestras manos a través de cerca de cuatro mil
Camilo Romairone . “Sarmiento” . Zurbarán Colección
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años, traduciéndose en cien idiomas, después de haber sido leído por todas las naciones de la tierra, uniendo de paso a todos los pueblos en una civilización común. Y cuando el renacimiento de las ciencias, después de siglos de barbarie, ensanchó la esfera de acción de la inteligencia sobre el globo, la publicación de la Biblia fue el primer ensayo de la imprenta. Su lectura echó los cimientos de la educación popular que ha cambiado la faz de las naciones que la poseen. Últimamente con la Biblia en la mano y a causa de la Biblia, del libro primitivo, del libro padre de todos los libros, los emigrantes ingleses pasaron a América a fundar en el Norte de nuestro continente, los estados más poderosos del mundo, porque son los más libres y aquellos en que todos los hombres sin distinción de edad, de sexo, clase o fortuna, saben leer cuanto deposita en libros la ciencia, el talento, el genio, la experiencia o la observación de todos los hombres, de todas las naciones, de todos los tiempos. Todo un curso completo de educación puede reducirse a esta simple expresión: leer lo escrito, para conocer lo que sabe y continuar con su propio caudal de observación la obra de la civilización.
Sí, sigámonos riéndonos de Sarmiento, sigamos arrojando bombas de alquitrán contra sus estatuas - hasta tal punto somos poderosos y perdurables en el resentimiento, casi en lo único que somos -, tomemos en broma a las maestritas... pero señalemos que los que sonríen irónicamente y hasta los que abiertamente se ríen no son pobres gentes de pueblo, sino intelectuales formados en las escuelas inventadas por aquel loco. E rnesto S ábato
Esto es lo que enseña un maestro en la escuela, este es su empleo en la sociedad. El juez castiga el crimen probado, sin corregir al delincuente; el sacerdote enmienda el extravío moral sin tocar la causa que le hace nacer; el militar reprime el desorden público, sin mejorar las ideas confusas que lo alimentan o las incapacidades que lo estimulan. Solo el maestro de escuela, entre estos funcionarios que obran sobre la sociedad, está puesto en lugar adecuado para curar radicalmente los males sociales. El hombre adulto es para él un ser extraño a sus desvelos. Él está puesto en el umbral de la vida, para encaminar a los que van recién a lanzarse en ella. El ejemplo del padre, el ignorante afecto de la madre, la pobreza de la familia, las desigualdades sociales, producen caracteres, vicios, virtudes, hábitos diversos y opuestos en cada niño que lleva a su escuela. Él tiene una sola moral para todos, una sola regla para todos, un solo ejemplo para todos. Él los domina, amolda y nivela entre sí, imprimiéndoles el mismo espíritu, las mismas ideas, enseñándoles las mismas cosas, mostrándoles los mismos ejemplos. El día en que todos los niños de un país pasen por esta preparación para entrar en la vida social y que todos los maestros llenen con ciencia y con conciencia su destino, ese día venturoso una nación será una familia, con el mismo espíritu, con la misma moralidad, con la misma instrucción, con la misma aptitud para el trabajo un individuo que otro, sin más gradaciones que el genio, el talento, la actividad o la paciencia.
Siempre ha sostenido que la mujer desempeña un papel especial en la educación de los niños. - Así es. En los más apartados extremos de la República, en la oscuridad y desamparo de las aldeas, en los barrios más menesterosos de las ciudades populosas, la Escuelita de mujer está como débil lamparilla manteniendo la luz de la civilización. Sin ella desaparecería del 84
todo por millares de infelices, abandonados al embrutecimiento por la falta de establecimientos públicos y a la escasez de sus propios recursos. Aun en los puntos donde las escuelas abundan, la madre al desprenderse por primera vez de sus hijuelos, prefiere la escuela de mujer, llevada del instinto materno que la hace comprender que una mujer es un maestro más adecuado para la inteligencia infantil y juez más indulgente para sus faltas. Allí, en la humilde morada de la maestra, sin otros utensilios que los de su habitación y supliendo con perseverancia y amor lo que de instrucción le falta, estas mujeres por precios ínfimos, dan a la niñez los primeros rudimentos de instrucción en la lectura, escritura y rezos, únicos ramos que ellas pueden enseñar y que no son por fortuna limitados para la comprensión de los niños de cuatro a seis años que forman por lo general la mayoría de sus alumnos. Pero hay algo más fundamental todavía que justifique estas predilecciones y es que las mujeres poseen aptitudes de carácter y de moral, que las hacen infinitamente superiores a los hombres para la enseñanza de la tierna infancia. Su influencia sobre los niños tiene el mismo carácter de la madre; su inteligencia dominada por el corazón se dobla más fácilmente que la del hombre y se adapta a la capacidad infantil por una de las cualidades que son inherentes a su sexo.
¿Es importante contar con un mecanismo de supervisión de la actividad de los maestros? El estado adquiere la obligación de inspeccionar desde el momento en que se reconoce obligado a cuidar de que todos sus miembros reciban en la infancia aquella parte de educación que es indispensable por lo menos para que el hombre salga del estado de naturaleza y se halle apto, por la adquisición de los conocimientos rudimentarios, para cultivar su inteligencia y satisfacer a las necesidades de la vida civilizada. De la naturaleza misma de la cosa inspeccionada resulta que las autoridades municipales y civiles deben tener una larga injerencia en la administración de las escuelas, asegurando los fines de la institución por la doble acción de los inspectores y de la administración pública.
La escuela es, pues, un poderoso agente de cambio social y los maestros vitales para ese cambio. - Aun cuando no produjese más resultado que ejercitar precozmente los órganos de la inteligencia subordinando un poco las pasiones, la escuela sería un medio de cambiar en una sola generación la capacidad industrial del mayor número, como su moralidad y sus hábitos. Está probado, fuera de toda duda, que el saber leer, es motivo de producir más y mejor en las fábricas. Seria materia de conjeturas determinar cómo se produce el fenómeno. Pero el fabricante no se engaña: las mujeres que no saben leer, ganan diez céntimos, las que saben, treinta y las que han enseñado a leer cuarenta, haciendo la misma obra al día. Pero la escuela moderna no se limita en sus resultados posibles a esos misteriosos o imperceptibles resultados de los primeros rudimentos de cultura. Si se emprende la obra con certeza del fin y con los medios ya experimentados, los efectos se harán sentir bien pronto. La lectura ha dejado ya de ser un suplicio para el niño y el tormento de años enteros de aprendizaje. El castellano es, después del italiano, el idioma más legible por la simplicidad de su ortografía. La lógica más severa domina en su escritura. Se escribe como se pronuncia, se pronuncia como se escribe. El libro rudimentario desciende hasta la limitada capacidad del niño, para iniciarlo por grados e insensiblemente en los libros de los hombres. Esta dificultad está allanada. No hay que luchar con la rutina; la rutina ha cedido ante la experiencia y los resultados. Falta, empero, la escuela, falta el edificio cómodo, aseado, ventilado, espacioso, con fuego en invierno, con sombra y aire en verano. ¿Qué edificio es aquel que se divisa en la perspectiva, blanco, elevado, de elegantes proporciones? Es la escuela del lugar, bajo cuyo techo 85
ha pasado la presente generación tres o cuatro años. Cuando los de esa generación sean hombres y mujeres, el rancho desaparecerá poco a poco, la chimenea arderá alegremente en el seno de la familia. Los más bellos recuerdos de la infancia están ligados a una casa bonita y espaciosa, a una chimenea animada y confortable, ¿cómo queréis que se desasocien aquellas ideas? Pero ¿dónde está el libro que ha de leer cuando haya aprendido a leer, el libro que ha de iniciarlo en las cosas de la vida? Este libro no se hará esperar. La agricultura necesita libros; la guerra necesita libros; la cría de ganados necesita libros; la escuela necesita libros y hasta la creencia religiosa, difundida hasta hoy por la tradición oral, necesita también libros. Aprender a leer, por el solo hecho de ejercitar en ello las facultades mentales aun sin aplicación a los fines de la lectura, causa una revolución en el espíritu del niño, lo mejora, lo dilata. Enseñemos, pues, a leer, a leer bajo todas sus fases, con toda la posible preparación para leer con fruto (la geografía es elemento de lectura, la aritmética es leer, el dibujo lineal es objeto de lectura como la escritura misma) y cambiaremos los destinos del país, sustituyendo al pueblo inepto para el progreso por un pueblo capaz de seguir al mundo industrial moderno en la rápida marcha que lleva. Estos vapores que agitan las aguas de nuestras costas, no son obra nuestra. Esas manufacturas que nos visten, no son la hechura de nuestras manos; esos caminos de hierro que ya penetran hasta el pie de nuestras cordilleras, no son la combinación de nuestro espíritu. Medios auxiliares de educación popular pero que acusan nuestra vergonzosa impotencia y nulidad, son la obra de otros. Es la cultura ajena que desborda de su país natal y entra ya por nuestras casas, nuestras calles y nuestros campos. Enseñemos, pues, a leer esos caminos de hierro, esos telégrafos eléctricos, esos vapores que, como las obras de la naturaleza narran la gloria de Dios, así ellos van narrando, por todos los países de la tierra, la gloria y el poder de las naciones que han cultivado la inteligencia y prodigado los medios de conocer y participar del caudal de luces que ha atesorado la humanidad. Esta es la obra del maestro de escuela. Obra sublime pero humilde, humildísima. Que no lo olviden los que tan santo ministerio desempeñan. ¡Son mezquino instrumento de producir, a la larga, maravillosas transformaciones!
Los maestros de la escuela Normal de Jujuy, 1887. (AR AGN DDF / Consulta INV:346580)
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Las Maestras
(AR AGN DDF / Consulta INV:346545/346546/346548/346549/346550/346557/346560/346562)
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LA LECTURA, LOS LIBROS Y LAS BIBLIOTECAS POPULARES
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reo no equivocarme si afirmo que un elemento clave, más bien el central, en su concepción pedagógica es la enseñanza de la lectura.
- No se equivoca. Siempre he sostenido que leer y escribir es la civilización entera. No se comprende lo suficiente cuantos cuidados deben prodigarse para que los niños adquieran las ideas necesarias para que puedan leer con provecho. Los vicios introducidos en las escuelas, el tono monótono y odioso adoptado en la lectura, el leer por leer, sin conciencia y sin otro objeto que el trabajo mecánico, hacen más males a la cultura del pueblo que la falta de escuelas y la escasez del libro. Estos obstáculos, nacidos de la incuria de los maestros, hacen inútiles los esfuerzos ya hechos y esterilizan las semillas de instrucción arrojadas por los libros que caen en sus manos y que una lectura natural, fácil y correcta no reanima volviendo al calor de la vida la palabra muerta de los caracteres de un libro. “Por falta de un buen modo de leer - dice Benjamin Franklin hablando de estos defectos populares - pierden la mitad de su fuerza escritos publicados con el objeto de influir en el ánimo de los hombres, en beneficio de ellos mismos o del público. Con tal que haya en una vecindad un solo buen lector, un orador público puede ser oído por toda una nación, con las mismas ventajas y produciendo los mismos efectos sobre sus auditores que si todos estuvieran al alcance de su voz”.
Una de las cuestiones que más le ha preocupado es precisamente enseñar a leer correctamente. - Las dificultades que para aprender a leer experimentan los niños y las entonaciones viciosas y las muletas que se les deja tomar, son causa de males gravísimos cuya influencia se extiende a toda su vida. Un niño que ha luchado durante dos o tres años con una cartilla o un cartón, que ha padecido seis horas diarias, lastimándose inútilmente, sufriendo castigos y reprensiones, toma al fin aversión a la lectura, y un libro es para él un recuerdo amargo de las desagradables impresiones que el penoso aprendizaje le dejó. Son raros los niños que, con el arte de leer, adquieren el gusto de la lectura y más raros son aún los que se instruyen por su amor a los libros. Otro tanto sucede con el tono empalagoso y de leyenda con que se les habitúa a leer. Un niño que lee así se fastidia a sí mismo y fastidia a los que le escuchan, con la desventaja de no comprender lo que lee y de no interesarse mucho en el asunto.
Pero si algo le enseñó el pasado fue a no tratar de conservarlo incólume, rígido, inmutable. Solo la vida y la creación le parecieron definitivas, eternas. Por eso Sarmiento está vivo y nos ilumina el futuro, el nuestro, que no se parece al de él sino en la invitación a la acción creadora. La suprema lección de Sarmiento fue aceptar esa invitación y transmitírnosla para que nos sintiéramos frente al contorno como se sintió él mismo: hombre libre, creador. José L uis Romero
La perfección de la lectura consiste en imitar tan perfectamente las modulaciones de la voz que, al oír leer, creamos oír una conversación o un discurso tal como lo hubiera 88
pronunciado de viva voz el autor que lo escribió. Es verdad que esto no se consigue sino a la vuelta de muchos años, porque muchos años se necesitan para aprender a leer perfectamente. Pero toda la vida de un hombre no basta para corregir los malos hábitos adquiridos en la infancia y esta parte puede dirigirla con acierto el maestro, evitando con constancia los vicios que al aprender a leer se adquieren. Sobre este punto importantísimo y sobre la manera de enseñar por el Silabario, me propuse suministrar a los que ejercen la laudable y penosa profesión de enseñar a los niños, los conocimientos que he adquirido yo mismo en la materia, ya por mi práctica durante el tiempo que he sido maestro de escuela, ya por la lectura de lo que aconsejan autores competentes. Lo primero que ha de cuidar el maestro es que sus discípulos no prolonguen los sonidos, ya sea al nombrar las letras, ya al formar las sílabas. No hay medio que deba economizarse para conseguir que un niño lea bien y se aficione a la lectura. De lo primero resulta que comprende lo que lee y lo segundo puede conducirlo a adquirir una grande instrucción, que puede decidir su suerte futura. Los niños deben, pues, aprender a leer primero en las escuelas y después leer de corrido, leer en voz alta para ser oídos con provecho de los otros y para oírse a sí mismos corrigiendo mentalmente la defectuosa enunciación de lo oído cuando, por las palabras subsiguientes, advierten el sentido correcto. Debe leerse en la escuela lo más notable de los escritos, lo más atrayente para ser instructivo, lo más divertido para suplir por medio tan barato y al alcance de todos, de entretenimientos en cuya búsqueda van a la pulpería tras las ilusiones de la embriaguez y la codiciosa excitación del juego, que hace subir como espuma las pasiones rencorosas que enceguecen.
Como en los tiempos de Sarmiento, una vez más, el futuro de la Argentina dependerá en gran medida del esfuerzo que realicemos y de la imaginación que despleguemos para cumplir con el desafío de la educación. Solo podremos hacerlo si lo asumimos entre todos, si este es aceptado como el desafío de la sociedad argentina en su conjunto, más allá de las banderías políticas y de los intereses sectoriales. Raúl Alfonsín
Cuídese el maestro de las distracciones de los niños que se aburren a cada momento. Un niño no aprende, no tanto porque no comprende, sino porque no se fija. Con los niñitos chicos conviene más enseñarles un rato y dejarlos y repetir las lecciones cortas muchas veces, antes que tenerlos largo tiempo contraídos. Pero en todo caso, el maestro no ha de abandonarlos a sí mismos en los principios, porque no harán nada de provecho. Cuando más puede confiárselos a un niño grande y capaz. En las escuelas en que haya muchos niños, el maestro no ha de consentir que lean a gritos, que suele ser el prurito de malos maestros. Esta bulla no sirve, sino para arraigar todo género de vicios en la lectura y para que no se contraigan los niños a trabajar seriamente. Regla general: el niño que lee en voz alta y sin equivocarse está repitiendo una lección que ya sabía y por tanto perdiendo tiempo. El maestro debe cuidar mucho la puntuación porque los niños tomando la lectura por una tarea que desempeñan maquinalmente, aspiran a leer de corrido sin pararse en la puntuación, lo que hace que no contraigan su inteligencia al sentido de lo que leen. Sobre este punto el maestro debe ser escrupulosísimo y mostrarse menos tolerante para con los errores de simple pronunciación de las palabras. 89
Las notas ortográficas, coma, punto y coma, dos puntos, punto final y punto aparte indican, como todos saben, pausas progresivamente mayores. La coma indica que el sentido no está completo y el maestro ha de enseñar al niño a subir la voz en la sílaba que le precede inmediatamente, como se dijo al leer cada palabra en los principios. Yo doy tanta importancia a la perfección en leer, que creo que si esta parte de la enseñanza se mejorara, las luces podrían sin dificultad penetrar hasta las aldeas de la República y las nuevas generaciones cambiarían de hábito. ¿Por qué no gusta de leer la generalidad? Porque no aprendieron bien cuando eran niños y después, de hombres, huyen naturalmente del trabajo y de las dificultades que por falta de ejercicio les cuesta la lectura. ¿Por qué se esquivan casi todos de leer en voz alta para que otros escuchen? Porque en una población de cuatro mil almas, es raro encontrar dos personas que tengan confianza de que leen bien, y no sientan de antemano la vergüenza de cometer a cada paso faltas ridículas. A los maestros de escuela toca, pues, regenerar nuestras costumbres, perfeccionando el medio de instrucción que es la lectura. Piensen que la mala enseñanza en este ramo perjudica a los niños y les cierra la puerta de la instrucción. Convénzanse de que a causa de enseñarles mal a leer, no hacen nunca uso de lo que han aprendido. Si van a colegio, todavía allí les estorba para aprender el no saber leer con perfección. El mal maestro de escuela ha hecho, pues, malograrse un talento, condenando a su poseedor a la miseria y a la oscuridad. Por el contrario, todos los niños que, por una buena educación primaria adquieran el gusto de leer y el amor a los libros y lleguen a instruirse por ellos, serán deudores a su maestro de la posición que un día lleguen a hacerse entre sus conciudadanos. Si alguna vez aparece un gran hombre, el maestro que lo enseñó, podrá decir lleno de justo orgullo: yo le puse el silabario en las manos.
¿Cuál es la importancia de los libros en la educación? - Quien dice instrucción dice libro. Solo los pueblos salvajes se transmiten su historia y sus conocimientos, costumbres y preocupaciones por la palabra de los ancianos. El cristianismo tiene por base las Escrituras. De la esencia de su doctrina, dijo el Divino Maestro: «Esta es la Ley y los Profetas; yo no vengo a derogar las Escrituras». Nuestra civilización cristiana es, pues, esencialmente escrita; el libro es su base y mal cristiano será siempre el que no sepa leer. ´ De la misma boca salió esta otra amonestación: “Mirad, no tengáis en poco a estos pequeñuelos”. Y muy en poco los tienen los que los dejan crecer en la ignorancia, morir en la destitución hereditaria o depravarse en hombres groseros e inmorales. La educación primaria es, pues, eminentemente cristiana. Y como la religión ha producido la civilización y a esta la mantienen y desarrollan todas las ciencias que hoy posee la especie humana, resulta que los libros son los depositarios de toda ciencia, de toda moral y de toda luz. La idea más practicable que puede proponerse para enriquecer de libros la lengua española se dividiría en dos aplicaciones prácticas. Ningún Estado sudamericano es capaz por sí mismo de llenar vacío tan grande en materia que solo el consumo de millares de ejemplares puede hacer menos onerosa, como es la publicación de libros. Los gobiernos aprensivos hoy de peligros que presienten, aunque no acierten a reconocer su forma, creyéndolos próximos, cuando por ser futuros no son menos ciertos, se inclinan a unirse entre sí, acordándose ahora de que todos pertenecen a una misma familia. La opinión apoya con calor estas tendencias, que siempre serán laudables, aunque las irritaciones naturales a los que sienten su inferioridad la desvíen del blanco. Todos los gobiernos de habla española, bajo cuyos auspicios se publiquen libros de enseñanza, de ciencias, viajes y exploraciones, harán sus ediciones en concepto de remitir a los otros, cantidades de ejemplares según cada uno lo exija, que serán permutados por 90
los otros que se publiquen por los demás. Los agentes diplomáticos ajustarán los detalles y servirán de intermediarios para las remisiones. Todos los Congresos americanos serán invitados a votar una suma anual de dinero como ley permanente o por el término que se designará, a fin de emprender en común, en lugar conveniente y a los precios más reducidos, grandes ediciones de todas las obras importantes que posean los otros idiomas sobre ciencias, artes, viajes y cuanto falta aún en nuestra lengua. Lo primero tiene por objeto a más del ostensible, desarrollar la imprenta en cada uno de los Estados sudamericanos, porque si encargamos al extranjero todos nuestros libros, estos países nunca verán difundido el modo de transmitir las ideas. Esta necesidad ha sido olvidada más de una vez por nuestros hombres de Estado que se lamentan o se complacen, según lo entienden, del daño que ellos mismos hacen con leyes y amaños que, sirviéndoles para cosas del momento, aniquilan por medio de trabas todo desarrollo posible de la difusión de los libros. El otro tiene por objeto aprovechar, mientras se alimenta la industria librera en países tan atrasados y desprovistos de todo elemento como los nuestros, la maquinaria y baratura del material, grabados y litografía que ofrecen los países más adelantados en este ramo. Debemos educar nuestra lengua, hacerla una buena conductora de ideas y que el mundo moderno se refleje en ella como en un espejo.
Libro “Método de lectura gradual”, Chile 1846. (AR AGN DDF / Consulta INV:24922/24925)
Para fomentar la lectura, una de sus principales preocupaciones ha sido la promoción de las bibliotecas populares. - Es una consecuencia lógica de la enseñanza de la lectura. Es necesario mejorar la instrucción común, proveyéndola desde ahora de los medios directos de instrucción que están en la general difusión de los libros, en la formación paulatina pero inmediata, de bibliotecas puestas en todas las localidades, al alcance de todos los que hayan de desear instrucción. Esto debe comprender a los hombres adultos que estuvieron en la escuela en su infancia, acomodados o pobres y que no hacen uso de aquella simple capacidad adquirida y a los jóvenes que terminan su preparación rudimentaria y la olvidan o mantienen ociosa por falta de ocasión de ejercitarla así como también a los que en adelante irán saliendo a desperdiciar en la incuria y el olvido los caudales públicos gastados en darles la educación preparatoria que gratuitamente han recibido. 91
Cuando asumí la dirección del “Monitor de las Escuelas Primarias” y debido a la importancia que le asigno a este aspecto del desarrollo de los pueblos, me propuse generalizar la idea de la conveniencia de las Bibliotecas Populares. He tenido ocasión de observar con placer que la opinión pública, a medida que comprendía el alcance de una institución tan útil, acogía con interés la posibilidad y ventaja del sistema de instrucción y de mejora que, a más de tener a su favor, el ejemplo próspero de los Estados que lo han ensayado, se recomienda por la simplicidad del mecanismo y por lo directo de los resultados. La escuela es sin duda un primer paso para la posterior instrucción de los que a ella concurren; pero no contiene en sí la instrucción misma y aun aquellos rudimentos que proporciona, son solo simiente sembrada para otra generación y otra época. No así la biblioteca. Ella encierra o podrá encerrar en sus estantes un prontuario de todos los datos, nociones y conocimientos que forman el caudal de las ideas de nuestra época. Las Bibliotecas Populares no piden, como las escuelas, condiciones de sexo, edad, ubicación y hasta de situación social para derramar sus tesoros, que estarían al alcance de quienes soliciten participar de ellos. La fundación de Bibliotecas Populares y su establecimiento en todas las localidades donde haya población reunida, sería solo el comienzo de una obra que ha de durar siglos de continuados esfuerzos para dotar, mediante trabajos sistemáticos, a nuestras poblaciones y a nuestra lengua de los medios de tomar parte en el movimiento industrial e intelectual de las otras naciones, so pena de ser en corto tiempo anulados por la incapacidad de competir en productos en los grandes mercados comerciales. ¡Libros, libros, libros! Pero libros adecuados, distribuidos metódicamente, donde quiera que haya una autoridad, una escuela y un adulto que sepa leer, que si no los leen tan luego, los libros quedan y aguardan al lector y dan tiempo al tiempo que es esta la principal dote de la institución de las Bibliotecas Populares. Estas no solo cuidan de la generación actual, que descuida las escuelas, sino que mientras el niño se cría, está acumulándose un capital de medios de instrucción que encontrará formado cuando haya menester.
¿Cuáles son las principales características que deben tener las bibliotecas populares? - Para llenar su objeto las Bibliotecas Populares deben tener todas las condiciones que la experiencia ha mostrado que son requisitos para su buen éxito. Es el Estado quien debe encargarse de abrir canales a la difusión de las luces a todos los extremos de la República. Todos quienes habitan el suelo y han adquirido el arte de leer han de tener fácil acceso a estas fuentes de los necesarios conocimientos. Deben ser, pues, una institución pública, dirigida bajo un sistema general. Todas las tentativas que individuos particulares hicieren para fundarlas o mantenerlas, serían abortivas. Es esta una administración de las ideas útiles o de los conocimientos indispensables. Es la distribución metódica y sostenida de aquellas luces de las que la generalidad carece y cuya difusión, abandonada a sí misma, se detiene en las grandes ciudades en las clases acomodadas, en un sexo y en ciertas épocas de la vida, dejando el resto del territorio y a los habitantes menos favorecidos, abandonados por siglos, en una ignorancia hereditaria, local y permanente. Las Bibliotecas Populares han de ser públicamente administradas y sus libros prestados a los lectores para llevarlos a sus casas, único lugar donde leemos, pues es quimera que nadie ha pretendido hacer realidad el querer que los vecinos, el niño, la joven, salgan de sus casas a horas determinadas para sentarse en bancos helados y duros a leer un libro. El libro en la habitación doméstica es una esponja que embebe los momentos perdidos; echado como por accidente sobre una mesa, es otras veces antídoto contra el fastidio y cerca de la cama un narcótico o un estimulante contra el sueño. Lo saben bien las sociedades bíblicas, que colocan un ejemplar de su libro favorito donde quiera que haya de reposarse un 92
Sarmiento Presidente
Sarmiento Presidente. (AR AGN DDF / Consulta INV:24721)
Retrato con atributos presidenciales realizado por Eugenia Belín. (MHS)
Sarmiento en una litografía de época.
Sarmiento con la banda presidencial.
(AR AGN DDF / Consulta INV:24704)
(AR AGN DDF / Consulta INV:24682)
Pluma utilizada durante su presidencia. (MHS)
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hombre, seguros de que la vista sola del libro lo llevará a abrirlo y echar miradas distraídas sobre sus páginas hasta que un pasaje atractivo haya fijado su atención y el bien intentado se haya conseguido. La necesidad de las Bibliotecas para proveer de lectura al público, ha venido al espíritu como una deducción de la escuela en los países en que se ha desarrollado como institución social. Para nosotros es más que una consecuencia de aquella, es una iniciación, un medio de importación y distribución de ideas, de nociones, de datos y conocimientos. No tenemos el libro, nacido en el país diremos así, sino relativo a nuestros propios hechos internos. No habría una biblioteca argentina que pueda leerse fuera de los límites del país por otros que no sean los eruditos y estudiosos.
Cuando la República Argentina sea una de las grandes naciones de la tierra y sus hijos vuelvan la mirada hacia la cuna de su grandeza, verán destacarse la sombra de Sarmiento, consagrado desde hoy y para siempre, como uno de los Padres de la Patria. Carlos P ellegrini
Un número considerable de personas posee cierta cantidad de libros, que salvo los profesionales han ido quedando arrumbados en estantes, como en rincones las botellas vacías del vino que hemos bebido antes. Vacíos los libros para sus dueños, porque no volverán a leerlos. Quedan como recuerdo, como propiedad, como ostentación; pero en general inútiles e improductivos.
¿Deberían las bibliotecas disponer de diarios y revistas? - El diario representa un comienzo de circulación de ideas y conocimientos. Por insignificante que sea, una de estas hojas volantes lleva siempre consigo, cuando no sea más que para completar sus páginas, algún trozo de mejor composición, transcripto de un libro o tomado de otros diarios de más alta alcurnia. Los periódicos y magazines son de mucho más auxilio para la difusión de las ideas cuando se consagran especialmente a algún orden de ellas. Las revistas quincenales son de ordinario la arena en que ensayan sus fuerzas los literatos jóvenes que salen a la palestra o la sala de exposición de muestras de sus lucubraciones que los grandes pensadores anticipan al público. Los ensayos son los precursores de una idea que viene, como las luces de la aurora preceden al sol. No tenemos todavía periódicos hebdomadarios, como tienen los Estados Unidos cinco mil, para mil diarios políticos, ni revistas como la de Deux Mondes, el Quarterly Review, que son antorchas perennes que arrojan luz fúlgida sobre las inteligencias. El Black Magazine que patrocinó Lord Browgham, no nos alcanza y aun los que se han ensayado en español como el Correo de Ultramar, no han echado raíces todavía en el país. Sin duda las publicaciones periódicas son en nuestra época como la respiración diaria; ni libertad, ni progreso, ni cultura se concibe sin este vehículo que liga a las sociedades unas con otras y nos hace sentirnos a cada hora miembros de la especie humana, por la influencia y repercusión de los acontecimientos de unos pueblos sobre los otros. De ahí nace que los gobiernos tiránicos y criminales necesitan, para existir, apoderarse ellos solos de los diarios y perseguir en los países vecinos a los que pongan de manifiesto sus iniquidades. Los tiranos temen más a la prensa que a las conspiraciones porque una conspiración puede ser ahogada en sangre mientras que un libro o una revelación de la prensa queda ahí siempre. Lo que está impreso queda estampado para siempre y si en el momento presente es inútil y sin efecto, no lo es para la posteridad que, juzgando por el examen de los hechos y libre de toda preocupación y de toda intimidación, pronuncia su fallo inapelable. 94
JosĂŠ Marchi Sarmiento
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EL FINANCIAMIENTO DE LA EDUCACIÓN
Q
¿
uién debe ser responsable de sostener la educación? Si está de acuerdo, comencemos por analizar la responsabilidad que les cabe a los padres en la instrucción primaria de sus hijos.
- Ya es tiempo de que todos nos ocupemos seriamente de la mejora de la instrucción primaria, que tanto interés despierta en todos los pueblos civilizados. Querer que el gobierno lleve por sí solo a cabo tan importante como difícil tarea, sin la activa cooperación de los ciudadanos, es pretender imposibles. La negligencia de los padres de familia que, desde que confían sus hijos a un maestro de escuela, no se ocupan más de saber si adelantan, si aprenden, escaseándoles el estímulo que la aprobación paternal les proporcionaría, es igual a la de los vecinos en general, que rara vez se ocupan de inquirir sobre el estado y progresos de la instrucción en las escuelas, abandonando absolutamente este cuidado, si lo hay, a las autoridades, que no siempre se conducen mejor, por el mismo sentimiento de indiferencia y casi menosprecio con que el común mira las escuelas.
Sarmiento vivo era grande, pero su mármol estatuario se levantará mucho más arriba de lo que alcanzara en sus años de lucha y triunfo, porque cada habitante de la república entera ha traído una piedra para su glorioso pedestal. P aul Groussac
Ya le he dicho que la instrucción primaria es la medida de la civilización de un pueblo. Donde es incompleta, donde yace abandonada y al alcance de un corto número, hay un pueblo semibárbaro, sin luces, sin costumbres, sin industria, sin progresos. Lo contrario sucede donde la instrucción primaria llama la atención de todos y se hace un interés de primer orden, no solo para el gobierno que la establece, reglamenta y dirige, sino para cada padre de familia que vigila en el adelanto de sus hijos y mira la escuela de su departamento o de su parroquia como una propiedad suya, en cuya buena conservación están interesados el honor del lugar de su residencia, su propia utilidad y la de todos sus convecinos. Además, los padres de familia deberían interesarse por cualquier reforma que se introduzca en los medios de enseñar. Cuanto menos tiempo se requiera para completar la instrucción primaria de los niños, menos costosa será esta para sus padres, pudiendo dedicarlos con provecho a los estudios superiores si sus posibilidades lo permiten o a los quehaceres domésticos, cuando las facultades no den para más.
Pero entiendo que Usted ha sostenido siempre que el principal responsable de sostener la educación es el Estado. - Por un convencimiento tácito en unos países, por una declaración explícita y terminante en otros, la educación pública ha quedado constituida en derecho de los gobernados, obligación del Gobierno y necesidad absoluta de la sociedad, remediando directamente la autoridad la negligencia de los padres, forzándolos a educar a sus hijos o proveyendo de medios a los que, sin negarse voluntariamente a ello, se encuentran en la imposibilidad de educarlos. 96
Esto es lo que resulta de la legislación y práctica de Estados Unidos, de Prusia, de los estados protestantes de Alemania y de Francia, en este caso después de la revolución de 1789 y la organización dada a la instrucción primaria por Napoleón, remodelada bajo el gobierno producido por la revolución de julio. La revolución de 1848 ha establecido, como un dogma social, que el Estado debe asegurar la educación elemental a todos los individuos de la Nación, lo que importa primero la declaración del derecho que todos tienen a recibir una educación competente y la protección que el Estado o la fortuna nacional deben dispensar a los que no puedan hacerlo por sí mismos. Creo que ya le comenté días atrás que la razón por la que la educación debe ser obligatoria la dio Adam Smith en sus “Principios de economía política”, excluyéndola de la necesidad de regular los beneficios de la oferta con la demanda. En la instrucción fallaba la regla, pues tanto menos demandará instrucción el que la necesita cuanto más ignorante sea y siendo la instrucción general fuente de riqueza y de orden, el Estado debe darla en la medida elemental para que el individuo la extienda según su capacidad.
Mencionó al pasar la importancia de la contribución económica de los padres para la educación de sus hijos. Pero la Constitución sostiene el principio de la educación gratuita. - “Educación gratuita”. Esta es una de las más bellas prescripciones de la Constitución y con la que se ha puesto de un golpe a la altura de su época. Los estadistas norteamericanos, no obstante su respeto por los fundadores de la Constitución federal, se avergüenzan hoy de su silencio sobre punto tan esencial. “La Constitución de los Estados Unidos - dice Horace Mann - nada provee para la educación del pueblo y creo que en la convención en que fue forjada, no se habló siquiera del asunto. Una moción para insertar una cláusula proveyendo el establecimiento de una universidad nacional fue rechazada. Creo también que no ando errado si digo que las constituciones de solo tres de los trece Estados primitivos hacen parte de su ley fundamental la obligación de mantener un sistema de escuelas gratuitas. Puede preguntarse sobre qué esperanzas o razones se basaban los fundadores de la Constitución para prometerse que los futuros ciudadanos de esta República serían capaces de sostener las instituciones o gozar de las bendiciones que ellos nos legaban. Cuan grandes hombres fueron, preciso es confesarlo, que esta verdad sencillísima se les pasó por alto. No reflexionaron que en el curso ordinario de la naturaleza todos los hombres instruidos, sabios y virtuosos desaparecen del teatro de la acción y a ellos se les sucede una generación, que viene al mundo enteramente desprovista de instrucción, de saber y de virtud. De aquí nace que cada generación nueva tiene que aprender todas las verdades de nuevo y para sí misma y la primera que deja de hacerlo, lo pierde todo, y no solo se arruina ella misma, sino que envuelve en su ruina a sus sucesores”. ¡Qué diremos nosotros, si en los Estados Unidos en 1840 podían articularse estas quejas y mostrarse el temor de que una generación no educada viniese a envolver en su propia ruina a los que vienen atrás!
Sarmiento era además un orador, un grande orador. Lo que no ha hecho con la pluma lo ha hecho con la palabra hablada. Ha pronunciado arengas en nuestros parlamentos, que oídas en el foro romano, en los últimos días de la República, habrían retardado la llegada de los emperadores. Aristóbulo
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La verdad es que la educación de sus hijos deben pagarla inmediatamente los padres y el Estado difundirla e igualar su distribución a todos y que en todas las provincias hay ya suficientes rentas consagradas bona fide a la Educación, si no se exceptúan algunas, 97
en que la barbarie tradicional y local ha tendido trampas, aun con leyes, para pescar dineros públicos so pretexto de educar a sus hijos. La limosna que socorre la necesidad del momento, sin curar la incapacidad de trabajar, se ha convertido en ese vasto sistema de escuelas que cubre hoy los Estados cristianos y se ha organizado en contribuciones para su sostén. La prueba es que, donde las escuelas abundan, escasean los mendigos, porque se ha acudido a la fuente de la miseria. Pero ni aun la limosna dada al necesitado exonera del deber al patriota de ayudar a la mejora moral, intelectual e industrial de sus conciudadanos como la parte de la humanidad sobre la cual debe extender su acción. Los sentimientos de caridad de las clases acomodadas que hoy disipan sus erogaciones en monumentos de arquitectura, deben ser dirigirlos a la construcción de esos otros monumentos, las escuelas, más aceptables para la suprema inteligencia puesto que tienen por objeto rescatar almas degradadas que no se muestran hechas a su imagen y semejanza. Debemos, pues, constituir la democracia pura y para esto no solo contamos con los maestros, sino con toda esa juventud que forma una generación entera, que ayudará en la obra. Para eso necesitamos hacer de toda la República una escuela. ¡Sí!, una escuela donde todos aprendan, donde todos se ilustren y constituyan así un núcleo sólido que pueda sostener la verdadera democracia que hace la felicidad de las repúblicas. Este es el secreto de la educación común, que es hoy el símbolo de la libertad, de la civilización, de la moral y del desarrollo de la riqueza de los estados modernos. Consiste todo ello en administrar los dineros que forzosamente gastan los padres de familia en educar a sus hijos, de manera que a su sombra se eduquen los hijos de los que carecen de recursos.
La historia de nuestra nación es fruto de la acción de todos los argentinos, conocidos o ignorados, humildes o poderosos. Los grandes argentinos son quienes no solo dejaron una huella más profunda en la historia de todos, sino también aquellos cuyo pensamiento y su espíritu nos sigue iluminando hoy y, sin duda, seguirán mostrando el camino a los argentinos de mañana. Sarmiento marcó a la Argentina con su vida y nos sigue sirviendo ahora cuando enfrentamos dilemas y desafíos en los que se juega el destino de la patria. Raúl Alfonsín
El Estado da becas gratis. No sería fácil ajustar este gasto al espíritu de una constitución federal. ¿Por qué la Nación ha de educar a unos pocos en cada provincia? Pero ahí entra el espíritu de clase. La clase decente forma la democracia, ella gobierna, ella legisla. De su seno se recluta el Congreso, las Legislaturas, los jueces, los empleados. ¿Qué cosa más natural que educar a expensas de la Nación a los suyos y allegados? Un plebeyo, el roto, como tan pintorescamente se le llama en Chile, no ha de ir a aprender geografía o latín sino por excepción. Hay, es verdad, becas para los pobres, pero estos pobres son los de la democracia decente. Pídalas un diputado, un amigo, alguien. Pero este alguien es de buena familia, es decir, de la raza conquistadora. El que distribuye estas gracias, que equivalen por beca a mil o dos mil fuertes en todo, no sabría tampoco por qué negarlas, sino es por compromiso anterior. El mérito está en solicitarlas. De este hecho proviene que por el colegio pagado, los ricos y el colegio gratis, los pobres, la democracia decente se siente invenciblemente desinteresada en la dotación y fundación de escuelas para todos y si lo hacen por la negra honrilla, lo hacen con mano avara. El Congreso de la República Argentina, por ejemplo, da cien mil fuertes para las escuelas en que debieran educarse cuatrocientos mil niños y doscientos ochenta mil pesos 98
Miguel ร ngel de la Vega Sarmiento Zurbarรกn Colecciรณn
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para los colegios en que solo se educan mil quinientos, sin que nadie sepa por qué esos y no otros niños son los tan ampliamente agraciados. He aquí el plantel de nuestro sistema de educación, acumular profesores en la Universidad para trescientos graduados; preparar al sujeto en un colegio gratis al lado y una escuela donde aprendan a leer. Las consecuencias de este sistema son: 1. Satisfacer la necesidad de la clase culta en las Universidades para dar profesiones lucrativas. 2. Matar con el colegio gratis toda competencia y limitar la educación pues los colegios particulares que debieran proveerla, no pueden existir al lado de uno que con el prestigio del Estado, las rentas del Estado, los edificios del Estado, da de balde o a precios reducidos la enseñanza. 3. Limitar en el contribuyente el interés de la educación a su interés propio, a las ciudades con preferencia a los campos. Europa ha seguido este sistema desde el Renacimiento, arribando Italia a tener dieciocho millones de ignorantes al lado de cuatro o cinco que algo saben y España once en cambio de tres que saben leer y algunos que pretenden saber algo más. Se sigue en esto la tradición de la Edad Media en el mediodía de Europa de la que procedemos. España tenía por todo instituto de educación seis u ocho Universidades, otras tantas Italia y hasta la Revolución existió en Córdoba americana, al lado de la Universidad, el Colegio de Monserrat preparatorio y en la vecindad del Colegio, la Escuela única para proveer de alumnos al Colegio. La provincia de Córdoba tiene doscientos dieciséis mil habitantes a los que hasta hoy no se ha provisto de educación.
Sarmiento es una llama ardiente, una victoria… Sarmiento es una iluminación, una dura respuesta a interrogantes que agitan el ser argentino y a preguntas estremecedoras como aquella última de Conflicto y armonías de las razas: “¿Argentinos? ¿Desde cuándo y hasta dónde? Bueno es darse cuenta de ello”. Antonio P agés Larraya
Los Estados Unidos y Prusia han optado por el otro sistema: la escuela para todos, el Colegio para los que pueden y la Universidad para los que quieran. Ni en dos siglos se educa la masa del pueblo en nuestra América, sino contramarchamos para tomar este mejor camino. La tradición jesuítica de enclaustrar a los alumnos so pretexto de moralizarlos, es otra causa de despilfarro en las rentas ya tan mal empleadas. De los 280.000 destinados a los 1.500 privilegiados en becas, la mitad se gasta en servicio de hospedería y cocina, de lo que queda poco atesorado en ciencia. Se aumentaría mucho la instrucción si cada niño durmiera en su casa, como todos los niños, sin privilegio de comer mal y vivir presos. En Escocia toda familia paga al maestro una primicia del fruto de sus labores, enviando al maestro una medida de trigo, de cebada o de papas, según lo que ha sembrado o recogido. Esta institución patriarcal pone al alcance de los acaudalados el medio de pagar la deuda inmensa contraída con el maestro. Y conserva este el carácter de miembro de cada familia. Pues el maestro es el segundo padre de los niños y acaso aquel, a quien deberán si son pobres, desenvolviendo su inteligencia. ¿Por qué no se conserva esta bella costumbre entre nosotros? ¿Por qué la primicia olvidada ya como contribución voluntaria no se comparte con el maestro? ¿Por qué el padre y la madre descargan sobre los fatigados hombros del maestro la pesada carga de la educación de sus hijos, mirándolo como un sirviente asalariado si le retribuyen su penoso trabajo en dinero o como un extraño si es un funcionario público?
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Sarmiento Militar
Sargento Mayor, luego de Caseros. (AR AGN DDF / Consulta INV:24707)
Uniforme de General. (AR AGN DDF / Consulta INV:24709)
Traje militar de Sarmiento. (MHS)
De pie con el uniforme. (AR AGN DDF / Consulta INV:24679)
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LOS VIAJES Y LAS EXPERIENCIAS DE OTROS PAÍSES EN MATERIA EDUCATIVA
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o se le escapa que ha sido criticado el hecho de que Usted ha tenido la vista demasiado puesta en Europa y en los EE.UU.
- Efectivamente. Hay escritores que aseguran al público que nuestros males provienen de haber tomado demasiado a la Europa. Pero esta frase ostentosa de una mentida suficiencia, carece de sentido al analizarla despacio. Esta es la compañera inseparable de "pueblos nuevos". ¿Qué habremos tomado en demasía a Europa? ¿Serán sus ciencias, sus bellas artes? ¿Serán sus establecimientos de beneficencia, sus museos, sus escuelas primarias, sus universidades, sus colegios? ¿Serán las máquinas, hijas portentosas de la ciencia y las mil industrias que dan de vivir al pobre, su agricultura que hace dar a las rocas cinco por uno? ¿Serán, acaso, sus instituciones, la libertad de pensar, que permite tocar todas las cuestiones políticas, económicas, comerciales o religiosas? ¿La libertad de creer, que hace de todos los hombres una sola familia y de cada fragmento de la tierra la patria de todos? ¿Será la libertad de gobernar, la igualdad entre todos los hombres, sin distinción de plebeyos y de decentes? ¡Dios mío! ¡Qué es pues lo que hemos tomado demasiado! ¡El vestido europeo siquiera! ¡Oh! no: dejemos de agravar nuestros males, sancionándolos por una doctrina impía, insocial y presuntuosa. No hagamos del atraso una ciencia, del vacío un ente.
Con el calor popular y el trabajo de un magisterio abnegado y eficiente, cuya formación le pertenece, Sarmiento puso en obra su doctrina, instituida para siempre en fundamento y garantía del desarrollo nacional. La escuela pública argentina, la escuela popular en sentido lato, es la expresión más alta de su concepción política y la manifestación más notable del cumplimiento de una promesa por parte de un hombre que ambicionó el poder para realizar sus principios, hoy compartidos por la Nación. Por ello la consigna de acción implícita en la política educacional sarmientina constituirá siempre un mandato para los representantes del pueblo: gobernar es educar. Héctor F élix Bravo
¿No queréis educar a los niños por caridad? ¡Pero hacedlo por miedo, por precaución, por egoísmo! Moveos, el tiempo urge, mañana será tarde. Guardaos de decir en nombre de las ideas del gobierno, que las insignificantes luchas de la industria son las guerras del rico contra el pobre porque esa idea lanzada en la sociedad puede un día estallar ya que no imponéis respeto a los que así corrompen, por miedo o por intereses políticos, la conciencia del que no es más que un poco más pobre que los otros. Educad su razón o la de sus hijos, por evitar el desquiciamiento que ideas santas pero mal comprendidas, puedan traer un día no muy lejano. Nosotros no queremos ver llegar ese día; es ya demasiado triste, demasiado vergonzoso, el espectáculo de la América del Sud, desde México hasta Buenos Aires, desde el Paraguay hasta el Ecuador, para no temer, para no temblar, con la perspectiva de tantos males. Pero curad la llaga, cicatrizadla, si no queréis que os llegue al corazón. ¿Quién nos ha dicho, que sanan las enfermedades crónicas sin remedio, sin régimen, sin sistema? Dejarse estar, dejar de hacer, dejar de obrar, ¿es remedio? Nosotros no tenemos ni reyes ni clases privilegiadas de que desembarazar el suelo. 102
El mal no está en este o en el otro hombre, sino en nosotros todos, en la sociedad, en las costumbres coloniales, en las instituciones. Y ni esas costumbres, ni esas instituciones se modifican con revueltas ni con violencias, se modifican solamente con uniformar el sentimiento de todos los que piensan, con hablar, con escribir, que es el arma pacífica e inteligente de nuestra gloriosa época. Libertad: he aquí el principio de la ley. Igualdad: he aquí el principio de asociación. Fraternidad: he aquí el principio de la ley de las naciones.
Sarmiento en Argel, 1845. (AR AGN DDF / Consulta INV:24713)
Una de sus preocupaciones más importantes y sostenidas ha sido la de viajar para analizar comparativamente los sistemas educativos de diversos países. ¿Cuáles han sido las conclusiones de esas investigaciones? - En términos generales, los viajes son el complemento de la educación de los hombres y si el contacto con personajes eminentes eleva el espíritu y perfecciona las ideas, puedo vanagloriarme de haber sido muy feliz en mi excursión por Europa, África, Estados Unidos, pues he podido acercarme, no sin haber sido favorablemente introducido, a los hombres más eminentes de la época.
A la luz de las experiencias recogidas en sus viajes a otros países, ¿ha percibido Usted un cierto desentendimiento de nuestra sociedad con respecto a la educación? - Sin ninguna duda ese desinterés existe. Como hoy Buenos Aires, los EE.UU. se encontraban hace treinta años sin leyes ni organización especial para proveer a la educación. Son los Estados particulares los que han llenado aquel vacío. Para ello han seguido el mismo sistema que propongo y es destinar a la educación pública todas las propiedades del Estado. Don Bernardino Rivadavia formó un magnífico sistema de educación sostenido por las rentas ordinarias y bajo la dirección del Estado. Seis años después vino un bloqueo que echó por tierra aquel edificio fundado sobre arena y no hay necesidad de atribuirlo a mala voluntad de don Juan Manuel Rosas. Este tenía otras cosas de que ocuparse que de los muchachos de escuela. Fue la dura ley de la necesidad la que lo llevó a economizar el dinero empleado en la educación para consagrarlo a más premiosas necesidades de la situación. 103
Fueron disueltas las escuelas públicas, arrojados los expósitos, cerrados los hospitales y la Universidad convertida en almacenes, porque el Estado no tenía los fondos necesarios para atender a estas necesidades de pura beneficencia. Ese desentendimiento con respecto a la educación me recuerda un cuento popular que he oído en los Estados Unidos y que voy a referirle. Un día vinieron a decir a una señora que la vida de su marido se veía amenazada porque lo había acometido un oso. Ella sin inmutarse, contestó: “Yo no me entrometo en los asuntos de mi marido, que él se las componga con el oso”. Eso es lo que pasa en la República Argentina con la educación: se dice que es necesario educar a los pueblos; pero los gobiernos contestan: “No me meto con el oso”. Se dice que es necesario hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad, educándolo y todos contestan: “yo no me meto con el oso”. Pero es necesario ¡meternos con el oso! para que el pueblo argentino sea un verdadero pueblo democrático. Ya se puede comprender lo que entiende de democracia el que decía que lo vendrían a fastidiar con escuelas. Las escuelas son la democracia. Para ellos que tienen la Universidad para que se eduquen gratis sus hijos, la tierra para solazarse y el Gobierno, la escuela es para el vulgo y entonces dicen: que allá se las compongan con el oso, que es la ignorancia, la pobreza y el vicio. Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales. El célebre Lord Brougham al morir acaba de dejar a la Inglaterra una frase que ha sido acogida como un testamento importante: “La misión de los ejércitos ha concluido en el mundo; entra ahora a llenarse la del maestro de escuela.”
Basta para el lector novel la prevención de que los libros deben utilizarse principalmente como excitantes de la propia meditación, y no como una revelación de la propia verdad. En cuanto al lector sabio, le rogamos que no olvide al juzgar a Sarmiento, la época y circunstancias en que sus páginas fueron escritas. Ricardo R ojas
Ningún país del mundo está en peores condiciones que el nuestro para ser República porque estamos divididos en aristócratas y plebeyos, división que es el fruto de la mala educación que se da. Y este no es un mal peculiar de la República Argentina, sino de todas partes de América. He recorrido toda América y observado que en todas partes donde se habla nuestro idioma, el lenguaje de la prensa es el mismo, las revueltas y el desquicio universal. México es el caos; Venezuela vuelve a los tiempos de Rosas. He oído la opinión del mundo sobre nosotros, sobre “South America” y todos, todos, desesperan de pueblos que después de medio siglo de convulsiones, hoy menos que nunca, muestran elementos de organización. ¡Qué diferencia de sistema de educación democrática la de la América del Norte! La ley de un Estado que me complazco siempre en citar dice simplemente: “Las poblaciones de menos de setenta casas tendrán una escuela en que se enseñe a leer, escribir, contar gramática”, y extendiendo la enseñanza en proporción a la importancia de la población, concluye: “Las poblaciones de más de cinco mil habitantes, a más de aquellos ramos, tendrán escuelas donde se enseñen matemáticas, filosofía natural (física), latín, griego, etc.”.
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Claudio Gallina
Cuentos de la Selva Zurbarรกn Colecciรณn
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LA SITUACIÓN DE LAS ESCUELAS EN BUENOS AIRES
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n varias oportunidades durante estas conversaciones ha manifestado su interés por el estado de las escuelas en la ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo ve la situación de esas escuelas? - Durante mucho tiempo no ha tenido la ciudad de Buenos Aires escuelas, porque no ha debido tenerlas, porque no ha habido razón para tenerlas. En el periodo colonial las escuelas eran un accidente de la organización social y no una necesidad pública porque el gobierno estaba fundado en otra base que la que hoy tiene. Había una monarquía en Europa y delegados suyos aquí para ejercer la soberanía. Por consiguiente, la educación del pueblo no era una parte integrante del sistema de gobierno. Durante la guerra de la Independencia los habitantes de este país han corrido a las fronteras y a los extremos de la América a destruir el enemigo que los amenazaba y que era el antiguo sistema de gobierno. Por lo tanto no se podían contraer los patriotas a formar la base del gobierno futuro, cuyos cimientos consolidaban con su sangre, porque no tenían sino la intuición, diremos así, de ese gobierno. Concluida la guerra de la Independencia, se ha seguido un período de treinta años de guerras desastrosas en el interior de estos países, guerras que no reconocen sino una causa única, la incapacidad del pueblo para usar de la conquistada libertad. El principio de la soberanía popular presupuesto por nuestras instituciones, no tenía por base la voluntad inteligente del pueblo. ¿No han demostrado acaso todos nuestros desastres y guerras la verdad incontestable que el pueblo no estaba preparado para ser libre? ¿Quiénes han sido los enemigos de las instituciones en Buenos Aires? Las masas populares. ¿Quiénes las han sublevado? Los más bárbaros de entre nosotros.
Sus pensamientos fueron tajos de luz en la penumbra de la barbarie americana, entreabriendo la visión de cosas futuras. Pensaba en tal alto estilo que parecía tener, como Sócrates, algún demonio familiar que alucinara su inspiración. Cíclope en su faena, vivía obsesionado por el afán de educar. J osé I ngenieros
Buenos Aires como pueblo ninguno de la América del Sur, ha sido gobernada por la barbarie, en su representación más odiosa, es decir, cuanto más bárbaro era el candidato, tenía más títulos para llegar al gobierno. Digo, pues, que no hemos tenido escuelas, porque no ha habido razón social para fundarlas. Cuando el extranjero llega a nuestras playas, desde el centro del espacioso río, la primera cosa que divisa es una torre que le dice: este pueblo es cristiano y católico. Pero si desciende a tierra, buscaría en vano las señales de que es un pueblo democrático. En vano preguntaría donde están las escuelas del pueblo. No existen. Es que la educación común era un principio nuevo que se introducía con el gobierno republicano. La falta de edificios capaces es hasta hoy el mayor de los obstáculos para la buena organización de la educación. Atravesamos una época en que la opinión pública se preocupa de todo, menos de educación pública; ven que hallando que esas cosas se hacen por sí mismas, o de alguna manera, los legisladores se ocupan poco de saber si hay edificios para dar educación a los niños. Al prestar atención la ley francesa a la educación, ha autorizado 106
empréstitos, para que se construyan diecisiete mil escuelas, que se necesitaban para diecisiete mil municipios. En Buenos Aires, hubo una sola durante años y todos preguntan por qué no se obliga a los niños, como la ley dispuso, a concurrir a las escuelas.
Usted promovió la creación de un edificio para albergar la Escuela Modelo de la Catedral al Norte en la ciudad de Buenos Aires. Por una ley sancionada por la Legislatura que Usted promovió, se destinaron fondos cuantiosos para proveer a la erección de edificios con tal de que el vecindario diese otro tanto. El ensayo de la ley empezó por la Parroquia de la Catedral al Norte. Se formó una comisión de vecinos en la que figuraron los más notables patricios: los Guerrico, Anchorena, Llavallol y otros. Se recolectaron fondos cuantiosos y los mismos vecinos corrieron con la dirección de los trabajos. Quisiera que recordara lo que dijo en oportunidad de colocarse la piedra fundamental de esa escuela en mayo de 1859 en circunstancias de graves luchas civiles.
Acta de colocación de la piedra fundamental (1859) y de la inauguración (1860) de la Escuela de Catedral del Norte.
- Recordar no lo recuerdo. Pero encontraré entre mis papeles ese texto que resumiré para Usted…Señalé entonces que el hombre que hace dos mil años descubrió la potencia motriz del simple tornillo que hoy impele las naves, en despecho de Eolo y Neptuno y de todos los mentidos dioses, agitadores del mar y de los vientos, pedía un punto de apoyo para la palanca, ese primitivo poder del arte y ofrecía sacar la tierra de sus cimientos. Arquímedes no había inventado ni el tornillo ni la palanca, que pertenecía a Dios y a la humanidad. Él solo había observado la fuerza que poseían y la preconizaba en vano a sus compatriotas. La escuela es, en lo moral, lo que la palanca de Arquímedes en lo físico: el más vulgar y conocido mecanismo humano, la más colosal de las fuerzas aplicadas a la materia o a la inteligencia. Pero esta palanca carecía en América de apoyo. Donde se ha intentado ponerla, el suelo se ha hundido y la potente fuerza ha quedado neutralizada. En la tierra que ocupan veinticinco millones de seres que hablan nuestra lengua y que abraza medio mundo, con sus archipiélagos e islas, esa fue la vez primera que un puñado de padres de familia se reunió a poner la piedra fundamental para la erección de una 107
escuela sobre esos cimientos, que bastan para apoyar sobre ellos la palanca omnipotente. El pueblo de Buenos Aires es el primer Estado sudamericano que, erigiendo una construcción especial para la escuela, solemnizaba el acto con la conciencia cierta de que inauguraba una época nueva en nuestros fastos morales, intelectuales, políticos y comerciales. Solo en Buenos Aires, la cuna de la independencia americana, la Patria de Belgrano que daba batallas y fundaba escuelas, de Rivadavia que creaba el Banco y la Sociedad de Beneficencia, se ha visto en esta América descender un ciudadano del primer puesto del Estado y hacerse Comisario de Escuelas y al Presidente del Senado tomar la plana del albañil para poner la primera piedra, de un monumento levantado a la inteligencia del pueblo, no por vana ostentación, sino porque es suya la cosa que honra. Los pueblos antiguos hicieron en pirámides y mausoleos la apoteosis de lo pasado y de la muerte, ensalzando la tumba. Los pueblos modernos principian hoy a enaltecer el porvenir y la vida, erigiendo en la escuela monumental la cuna del pueblo, donde han de crecer y desarrollarse las virtudes y las dotes sociales de todos. “La escuela es el secreto de la prosperidad y el engrandecimiento de los pueblos nacientes”, dijo Bernardino Rivadavia. ¡Cuántas verdades demostradas por la experiencia de otras naciones, posterior a su época, revelan aquellas palabras, que la parroquia de la Catedral al Norte se propuso hacer efectivas! Porque eso tiene de noble en nuestro país el paso que dimos, que está en armonía con otros pasos anteriores, que el pensamiento de educar al pueblo no viene a sorprendernos inopinadamente, sino que es la realización de los grandes propósitos proclamados por nuestros más grandes hombres. La difusión de las luces viene entre nosotros ligada a las cuestiones políticas y se mezcla en la conciencia pública con los otros intereses sociales. Por eso el público se apasiona ardientemente por ellas, por eso las escuelas decaen entre nosotros, cuando los que combaten por la libertad política, son postrados o sucumben. Por eso las escuelas se asocian a Rivadavia y a sus principios, por eso no les deben a sus adversarios sino persecución y desprecio. Por eso, a la víspera de encenderse la guerra a que nos provocan tiranos retardatarios, el pueblo quiere antes de empuñar las armas, dejar echados los cimientos de su primera escuela, porque abandonar el propósito a la época tranquila, habría sido confesar que Calfucurá u otro bárbaro podía en efecto, con sus desmanes, estorbar que educásemos a nuestros hijos y los dejásemos crecer tan bárbaros como ellos. Cada progreso moral o material que hacemos es una batalla que ganamos o una reserva que dejamos a nuestra retaguardia, para que triunfen los que vienen en pos. Dije también (y esto se lo leeré): “Luchemos por el día presente, que el porvenir nos pertenece y lo dejamos hoy asegurado. Si hay aquí entre los presentes algunos que parten a defender la Patria con su brazo, les diré que dejan ya los cimientos de la casa donde sus hijos encontrarán, si les falta padre, diez padres en los Comisarios, Inspectores y Síndicos de las Parroquias de la Catedral al Norte o al Sur, que darán más que pan gratuito a sus hijos, les darán el pan del alma, la educación que les haga amar la memoria de sus padres muertos en defensa de la Patria, de la libertad y de la civilización. Aquí, fundando una Escuela, allá, defendiendo la frontera, fundamos y defendemos la civilización, contra el último esfuerzo de la barbarie. Que no constituyen un Estado los altos edificios, ni las tierras labradas, ni espesas murallas, ni firmes puertas, ni excelsas ciudades coronadas de pináculos y torres, ni anchas bahías, ni puertos fortificados donde riéndose de las tempestades entren las naves ricas, ni cortes de dorada techumbre donde la bajeza queme incienso al orgullo. No— ¡hombres!— hombres de alta mente, dotados de potencias que los eleven mucho más arriba de la bestia bruta. ¡Hombres! Que conozcan sus deberes, pero que conociéndolos, tengan el coraje de sostenerlos y parando el golpe de largo tiempo preparado: aplasten al tirano, mientras trozan sus cadenas”.
Creo recordar haber leído que concluyó esas palabras con una invocación al general Bartolomé Mitre… - Si. Quise dirigirme a un conscripto, que no estaba allí en ese momento entre nosotros, 108
el ayer Coronel, entonces General Mitre, mi digno y noble amigo. Los generales romanos daban mucho valor a los augurios favorables o adversos, porque en ellos creían ver señales misteriosas de la voluntad del cielo. El sol que alumbraba su primer día de General, veía al pueblo de Buenos Aires afanado fundando una escuela. Si los Augures romanos hubieran sido consultados por Escipión, le habrían dicho que esto significaba que la campaña que se aprestaba a iniciar era la campaña de la civilización contra la barbarie, que se fundarían escuelas a cada batalla que gane, que las escuelas en su generalización o en su decadencia, están ligadas a la suerte de sus armas y que el historiador de Belgrano, del patriota honrado, del sabio modesto, que su talento y su estudio ha devuelto a la posteridad, está destinado a imitarlo y completarlo, dando batallas y fundando escuelas a su paso.
Poco más de un año después, el 18 de julio de 1860 se inauguró esa Escuela Modelo de la Catedral al Norte en la Ciudad de Buenos Aires, que Usted promovió. En ese acto, que tuvo lugar en una oportunidad histórica singular porque acababa de concretarse la Unión Nacional, estuvieron presentes el presidente de la Confederación Argentina Santiago Derqui, el Gobernador de Buenos Aires Bartolomé Mitre y el Capitán General Justo José de Urquiza simbolizando esa unidad. Recordando esa circunstancia Usted, que era Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires, hizo importantes reflexiones.
Escuela Catedral al Norte, Buenos Aires.
- Merecería mayor espacio la descripción de ese acto. Delante de millares de niños armados de sables, de fusiles de palo, precedidos de bandas de tambores, pitos y cornetas que hacían una algazara infernal, el busto de Rivadavia era traído como en los triunfos romanos las estatuas. El Cura de la Parroquia bendecía el edificio y el Ministro de Instrucción Pública, en nombre de la Comisión de Educación de la Parroquia, hacía los honores de la hospitalidad al General Urquiza, Presidente de la República. Después de vencer éste las tropas de Buenos Aires y mientras se echaban las bases de su incorporación en la Confederación, vencedores y 109
vencidos reunidos en una escuela, prometían al país mejores y más tranquilos días. Pocas veces ha presenciado una ciudad americana, escena más conmovedora. La guerra civil de cuarenta años venía a terminar en erigir los combatientes reunidos, una escuela de instrucción primaria. Destaqué también el hecho de que hacía apenas un año que nos reuníamos en ese mismo sitio, desierto y cubierto de escombros, a depositar en el seno de la tierra, cual semilla fecunda, la piedra angular del que contemplábamos con delicia y asombro. Palacio consagrado a la educación popular. Inhospitalaria le era entonces la atmósfera política, preñada de tempestades y cubierto el horizonte de nubarrones torvos. Pero muy vigoroso debía ser el germen de esta nueva planta, muy bien preparado debió estar el suelo que la guardaba, para que apareciendo a la superficie, se desarrollase y creciese, en despecho de los huracanes de la guerra y de las conmociones por las que pasamos. Este monumento y el acto que nos reunía a su sombra, era la muestra menos equívoca de que habíamos llegado por fin al puerto de salvación, a que por distintos rumbos el pensamiento argentino se encaminaba hacía años. ¿Qué diría el espectador si de entre el humo de batallas sangrientas dadas a nombre de principios y de pasiones adversas, viese salir una escuela, como el viajero ve salir inopinadamente los templos de una ciudad de entre la niebla que le ocultaba el camino? ¿Qué diría el hombre de estado al que le dijeran que al día siguiente de la batalla los generales, enemigos de la víspera, vendrían a encontrarse reunidos en una escuela como al despertar de una pesadilla, con igual complacencia, con el mismo interés y los mismos sentimientos? Esa escuela no era una planta exótica, criada con el calor artificial de un esfuerzo aislado. El país entero estaba en movimiento de creación y de erección de escuelas. Ni es tampoco extemporánea y sin antecedentes esta solicitud de los padres para sus hijos, sino satisfacción de una necesidad universal en todas las clases de la sociedad.
La escuela Catedral al Norte en sus primeros años.
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La escuela en la actualidad con el busto de Sarmiento.
Carta a Dominguito
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EL IMPACTO DE LA VISITA A LOS ESTADOS UNIDOS. LA RELACIÓN CON HORACE Y MARY MANN
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egresemos a su experiencia en el exterior. Cuando Usted llegó a los EE.UU. como embajador de la Argentina, señaló su interés en estrechar los lazos en materia de educación.
- Efectivamente. Dije a poco de arribar que entre las instrucciones de mi gobierno estaba la de estudiar el sistema de educación pública que prospera y perpetúa la libertad. Señalé que la noble misión de los Estados Unidos es hacer, por su influencia si no por su política, que la República como institución sea en América sinónimo de desarrollo próspero e intelectual del pueblo, garantía de la independencia de los gobiernos existentes y prenda de tranquilidad interna y de paz externa. Me propuse entonces cultivar con el gobierno de ese país los sentimientos de fraternidad que la naturaleza y las instituciones establecen entre esa gran República y la naciente nuestra ya que ese era el ardiente deseo de mi gobierno y, para mí, un honroso y grato deber.
¿Cuándo conoció Usted a Horace Mann que tanto influenció su visión de la educación? - Fue en Inglaterra también donde, por la primera vez, tuve conocimiento de la obra de Mr. Horace Mann, publicada en los Estados Unidos y reimpresa allí que tiene por título “Informe de un viaje educacional en Alemania, Francia, Holanda y Gran Bretaña”. Mr. Mann era el secretario del Consejo (Board) de Educación del Estado de Massachusetts y el ciudadano que más podía vanagloriarse de haber dado a la educación primaria de su Estado el impulso que la constituyó en la más adelantada de los Estados Unidos.
Todos lo hemos visto, todos lo hemos conocido; era la cumbre más elevada de nuestras eminencias americanas, el Sol coronaba de luz su sien soberbia y había en sus entrañas agitaciones de volcán. Viviendo en su contacto era difícil medir sus proporciones, y recién al caer derruido por el tiempo podemos apreciarlas, al ver sus fragmentos cubrir medio siglo de nuestra historia, en la extensión de medio continente. Carlos P ellegrini
Después de haber visitado todos los otros estados de la Unión, Mann solicitó ser enviado a Europa para inspeccionar la enseñanza primaria en los demás países del mundo civilizado y el libro del que hablo, fue el fruto de aquel viaje. Mr. Mann partiendo desde el Norte de la América y guiado por los mismos motivos, me precedía dos años en la misma empresa que yo había acometido desde el Sud del continente y, salvo las diferencias que las peculiaridades de nuestros respectivos idiomas establecían, habíamos recorrido los mismos países y examinado las mismas escuelas de manera que sus observaciones corroboraban, rectificaban o completaban las mías. Desde que este importante escrito cayó en mis manos, tuve ya un punto fijo adonde dirigirme en los Estados Unidos y, poco después de mi arribo, se me proporcionó la satisfacción de tratar personalmente a este noble promotor 112
Legación argentina en Washington (1865) De izquierda a derecha: Sentados, Domingo F. Sarmiento y Juan Lavalle, hijo del General y de pie: Carlos d’Albach y Salcedo y, en el extremo derecho, Bartolito Mitre, hijo del presidente Bartolomé Mitre. (AR AGN DDF / Consulta INV:24716)
de la educación, recogiendo en la intimidad que establecían nuestras simpatías comunes, mil informaciones útiles de las que he sacado gran provecho. Precisamente, el principal objeto de mi viaje a los Estados Unidos era ver a Mr. Horace Mann, el secretario del Consejo de Educación, el gran reformador de la educación primaria, viajero como yo en busca de métodos y sistemas por Europa y hombre que a un fondo inagotable de bondad y de filantropía, reunía en sus actos y sus escritos una rara prudencia y un profundo saber. Vivía fuera de Boston y hube de tomar el ferrocarril para dirigirme a Newton East, pequeña aldea de su residencia. Pasamos largas horas de conferencias en dos días consecutivos en octubre de 1847. Me contó sus tribulaciones y las dificultades con las que su grande obra había tenido que luchar por las preocupaciones populares sobre educación y los celos locales y de secta y la mezquindad democrática que deslucía las mejores instituciones. La legislatura misma del Estado había estado a punto de destruirle su trabajo, destituirlo y disolver la comisión de educación, cediendo a los móviles más indignos, la envidia y la rutina. Su trabajo era inmenso y la retribución escasa, enterándola él en su ánimo con los frutos ya cosechados y el que abría a su país. Creaba allí, a su lado, un plantel de maestras de escuela que visité con su señora, y donde no sin asombro vi mujeres que pagaban una pensión para estudiar matemáticas, química, botánica y anatomía como ramos complementarios de su educación. Eran niñas pobres que tomaban dinero anticipado para costear su educación, debiendo pagarlo cuando se colocasen en las escuelas como maestras y, como los salarios que se pagan son subidos, el negocio era seguro y lucrativo para los prestamistas. Mr. Mann me favoreció con muchas cartas de introducción para sabios, pedagogos y hombres notables. Su nombre solo era ya por todas partes un pasaporte y un título de capacidad y de importancia para mí. Tuve una larga conferencia con uno de los ministros de Estado, quien me proveyó de una orden para que se me entregasen varias colecciones de libros y documentos públicos, que me ponían al corriente del estado de la educación 113
en Massachusetts. Después de ver cuánto digno encerraba la ciudad de ser visto, me puso en camino para Nueva York, por una serie de ferrocarriles y vapores combinados, que me pusieron no sé cómo, de día y de noche marchando, en el desembarcadero de Nueva York.
Horace Mann (1796-1859). (MHS)
Sarmiento en EE.UU. (AR AGN DDF / Consulta INV:24675)
Estatua de Horace Mann en Boston, EE.UU.
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El corresponsal en Nueva York del diario “El Mercurio” de Valparaíso así informaba la muerte de Horace Mann ocurrida el 2 de agosto de 1859: “La quincena pasada ha sido fecunda en fallecimientos de personas notables. Entre estos debo notar al elocuente campeón de la educación popular, Mr. Horacio Mann, a quien tanto cita el señor Sarmiento…” Se advierte un dejo de ironía en esas palabras. - Un día llegará en la historia de la especie humana que, por haber sido precedido por un largo crepúsculo, no herirá tan vivamente el ánimo de los contemporáneos con su esplendor, como fascina desde ahora su expectación. ¿Qué es, qué fue el pueblo, la masa de la humanidad, desde la vida salvaje hasta que Egipto, Grecia, Roma y la Edad Media se elevaron por la cultura de una casta sacerdotal, de patricios o de nobles? Si la Revelación y la dignidad del hombre no hubieran fijado nuestras ideas a este respecto, podríamos preguntarnos si hay alma en el salvaje, que digiere en el torpor del embrutecimiento, durante días de silenciosa inmovilidad, el fruto de las rapiñas que obtuvo por el esfuerzo combinado de la tribu, saqueando, degollando cuanto cae bajo su dominio. ¿El águila que desciende de las nubes para arrebatar su presa, el tigre que sacia inocentemente su hambre, sea hombre o bestia lo que devora, no tendrán alma también? ¿Quiere más a sus hijuelos la india que la gata?
En Sarmiento se fundía de tal manera el pensador con el hombre de acción, que no hay posibilidad de clasificarlo en una u otra categoría exclusivamente. Sus ideas brotaban con aliento de vida y apenas enunciadas, se las veía tomar cuerpo, encarnarse y convertirse en acción personal o social. Aristóbulo
del
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Y, sin embargo, las manifestaciones son en ambos casos las mismas. Pero tales son los comienzos del hombre; la idea de Dios, de un sistema moral, de responsabilidad, no han nacido en la tribu del desierto, por más que se lo hayan persuadido así los que la tienen heredada; sino que con el transcurso de los siglos y por la trasmisión del pensamiento humano, a medida que avanza con la civilización, ha venido creándose una razón en el animal que por la especialidad de su cerebro era capaz de reflexión y, por la singular conformación de su lengua, era susceptible de significar en palabras las ideas y trasmitirlas. Menos aparente que en los salvajes, ha sido en la masa común de la humanidad, en las diversas naciones hasta ahora poco civilizadas, esta original bestialidad del hombre. Las naciones cultas fueron siempre civilizadas por una clase privilegiada, por un sacerdocio, una nobleza o una casta que ejercía el poder, poseía riquezas y cultivaba la inteligencia. Las naciones modernas mismas participan de este carácter. Francia, Inglaterra, Italia y otras descuellan por sus adelantos en las ciencias y, sin embargo, en aquellos países la masa común es en parte más pobre, a veces más degradada, casi siempre más ruda, ignorante y preocupada, que en los pueblos al parecer menos adelantados. Si, pues, llegase un día en que todos los habitantes de un país, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, pobres y ricos, poseyeren una cierta suma de conocimientos y la aptitud de adquirir cuantos hubiesen menester para su elevación y bienestar, todas esas masas (que así se llaman, masas, para indicar por la palabra misma su afinidad con la materia bruta, su estado de inacción), se dispersarían en individuos aptos de manera que no hubiera masas por no haber punto más elevado en la humanidad desde donde contemplarlas. Cuando esto suceda, el país donde se realice presentará un fenómeno desconocido en la historia del mundo: un pueblo de sacerdotes, de patricios y de nobles y de sabios a la vez, sin plebe, sin masas, sin grey. Un teatro de acción cuyo centro estará en todas partes; un poder público, 115
sin formas, sin compulsión como sin obediencia porque todos obedecerán instintivamente a las leyes de la razón, como sucede ya entre las clases educadas y morales, en que ha desaparecido el robo a mano armada y el homicidio, que era una virtud exclusiva de los nobles de la Edad Media. Y si la humanidad pudiese, cuando esa feliz época llegue, buscar en sus tradiciones históricas el nombre de los hombres que produjeron ese cambio profundo en la condición de la humanidad, encontraría el de Lutero como iniciador del movimiento, sin previsión de los resultados y sin intención de producirlos y a Mr. Horace Mann de Massachusetts como el realizador de la innovación, con plena conciencia de su obra, con el ardor del Apóstol de las Gentes, que reduce a ciencia el sentimiento, con la terca persuasión de Colón que completa la geografía del globo, desde que se sabe a ciencia cierta que es globo el planeta que habitamos. Tal es mi respuesta a la observación del corresponsal de Nueva York que encuentra un tanto exagerada nuestra profunda veneración por Mr. Horace Mann.
Luego de la muerte de Horace Mann, Usted continuó la relación con su esposa Mary Peabody Mann a quien visitó en varias oportunidades. Un cronista de la época relata así esas visitas: “Se encontraron solo una media docena de veces: en 1847 cuando Sarmiento vino a los Estados Unidos expresamente para hablar con Horace Mann; en 1865 compartiendo el pavo del Día de Acción de Gracias en 7 Sudbury Road en Concord, en la casa blanca rodeada de grandes pinos cuyas semillas Sarmiento recolectó para llevar a la Argentina; en Cambridge en septiembre de 1866 cuando los follajes otoñales de los alerces y los robles encantaron al visitante de las pampas desprovistas de árboles (diez años más tarde Mary Mann le envió un cuadro de New England en otoño); en febrero y octubre de 1867 y, finalmente, para despedirse en mayo de 1868 antes de navegar de regreso a la Argentina como un probable presidente electo”. ¿Cómo recuerda Usted a Mary Mann? - La Sra. Mary Mann, con quien mantuve una prolongada relación en esas visitas y por medio de muchas cartas, es la encarnación del amor materno. Ha dejado a su esposo Horace Mann, cristalizado en la estatua de bronce que decora el frente del State Hall de Boston. Pero él no será olvidado jamás y su excelsa gloria no necesita de su patrocinio. La conocí en 1847 como dice el cronista, época en que me sirvió de intérprete para entenderme con su marido. Renové mi relación con motivo de la inauguración de la estatua. Teníamos, pues, un objeto común de adoración. Era preciso ayudarme a sacar la tarea que a mí me cupo en suerte y ella puso mano a la obra. Su vida, desde entonces, se liga a la mía, aunque no nos veamos más que dos o tres días una vez cada año. Su correspondencia es numerosa y las ramificaciones de su afecto abrazan a la República Argentina, porque yo la amo, a la Manso, porque me ama a mí, a mi hija porque murió Dominguito, cuyo retrato está sobre su mesa y es adornado de guirnaldas de flores cuando voy a verla.
Sarmiento nada debe a su época, ni a su escena. Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América y en todo tiempo y en todo lugar hubiera tenido sus alas de cóndor y morado en las alturas. Nacido en el primer año de la revolución, ha sido el que vio más lejos en el porvenir los destinos de nuestra patria y quien mejor comprendió los medios de alcanzarlos. Ha sido el faro más alto y más luminoso de los muchos que nos han guiado en la difícil senda. Carlos P ellegrini
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Retratos
Retrato realizado por Narcisse Desmadryl, 1851 C. (MHS)
Retrato realizado por su nieta Eugenia BelĂn. (MHS)
Retrato realizado por Guillermo Cantalamessa, 1984. (MHS)
Retrato realizado por su nieta Eugenia BelĂn. (MBCNS)
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Dondequiera que vaya, encontraré amigos que su solicitud me ha deparado y si algo publico, las revistas, los diarios hablarán del libro y yo sorprenderé en un artículo de diario una frase que es tomada de una carta mía a ella. Es, pues, suyo ese escrito. “Your glorious introduction”, me escribió de la de Lincoln, “¿pero quién es usted que así comprende nuestras cosas?”, se preguntaba. Tradujo esa introducción, no sé si para publicarla, pero seguramente para tener el gusto de traducirla. Traduciría mis “Viajes”, si estuviera yo seguro de que fuesen leídos. Al fin, emprende la tarea más desesperada, como era la de escribir mi biografía. ¡Cuántas molestias le hubiera costado sí, como me lo dice en una carta, no encontrase en ello su propia complacencia! Su plan primero era la historia de mis trabajos sobre educación, para lo que le suministré copiosos datos, contenidos en libros y publicaciones del género.
Ciudadanos, hombres y mujeres a quienes ha conducido a este recinto el amor a la libertad. Su ejemplo no armará nuestro brazo, pero su pensamiento y su conducta esclarecerán nuestros espíritus y su voz retumbará estentórea en nuestra voz. Su llama es la más noble, la más pura, la más intensa y clara de las que alumbran el destino patrio. Que se enciendan en su fuego sagrado las antorchas que nos toca llevar y acaso entonces se abrirán las tinieblas que nos amenazan y volverá a reinar la inmarcesible luz de la democracia, de la civilización y de la libertad. José Luis Romero
Quiso más tarde abrazar la vida política y tuvo que rehacer los apuntes. Le mandé al fin “Recuerdos de Provincia” y entonces me escribió: “Por fin lo tengo todo entero y lo comprendo”. Me invitó una vez a revisar sus apuntes y cuál fue mi pena al ver en ellos materia para un grueso volumen. ¿Cómo decirle que había extractado, traducido, redactado demasiado? Tomé conmigo los papeles, pretextando ser con urgencia llamado de Nueva York, y allí, rehaciendo, podando, cercenando, mutilando sin piedad, dejé lo necesario para un bosquejo, única forma en que podía introducirse tan indiferente asunto a un público desapasionado.
¿Fue al conocer las escuelas de Boston en las que se formaban las maestras cuando tuvo la idea de promover el viaje de algunas de esas jóvenes a la Argentina para encabezar la creación de las escuelas normales? - Efectivamente, fue entonces cuando surgió esa posibilidad y formulé alguna propuesta el ministro de educación. Pero volví a considerarla con mayor seriedad en 1866 cuando supe del viaje de 600 maestras que, desde la costa este de los EE.UU. se dirigían al estado occidental de Oregon para establecer nuevas escuelas. Lo curioso era que para llegar allí debieron ir hasta el Cabo de Hornos en nuestro sur para subir por el Pacífico y así acceder al oeste a su país. Era evidente que el prolongado trayecto era más del doble del requerido para llegar a la Argentina y, además, nosotros podíamos pagar el doble del salario que les ofrecían en los EE.UU. Con la inestimable ayuda de Mary Mann y de la señora Kate Newall de Doggett, que tan bien me recibió en Chicago, así como de otras personalidades vinculadas con la educación en ese país, pusimos en marcha un proyecto muy ambicioso que, sin embargo, enfrentó dificultades de todo tipo que sería muy largo comentar. Las primera maestra, Mary Elizabeth 118
Gorman, llegó en 1869 y, a partir de entonces, han continuado haciéndolo numerosas jóvenes aunque no en la magnitud en la que yo había pensado. ¡Fíjese que me proponía traer mil maestras…!
En todo momento, ya ocupara la más alta magistratura de su país, en su banca de senador, manejando la pluma del polemista, en el seno de la intimidad, era siempre el mismo, espontáneo y genial, de pensamiento vastísimo y fecundo, con un soberbio desconocimiento de lo pequeño y del ridículo, inmaleable, con un poder de iniciativa no igualada y con una energía y tenacidad inagotables. Carlos Pellegrini
Retrato de Mary Mann (1806-1887) realizado por Eugenia Belín Sarmiento. (MHS)
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LA PERCEPCIÓN DE SU INFLUENCIA EN LA SOCIEDAD DE SU ÉPOCA
L
a difusión de las escuelas entre nosotros, ¿fue en su momento un sueño irrealizable?
- Se me ha acusado de abandonarme a sueños de perfección irrealizables entre nosotros. No es por cierto la más lamentable franqueza del espíritu la de tener fe en la posibilidad de mejorar nuestra condición. Tales quimeras, si lo son, deben merecer indulgencia, cuando los que se dejan alucinar por ellas son aquellos que están durante largos años habituados por la práctica, por el continuo ensayar mucho y realizar poco, a tocar de cerca las dificultades que obstan a la difusión y perfección de la enseñanza popular. Menos crédito merecieran en su pesimismo los que, presintiendo el mal, no han acudido personalmente a hacerlo desaparecer, los que vacilan a la entrada y vuelven inmediatamente la espalda. El estudio de lo que en América se ha hecho cuando se ha tenido la intención decidida de hacer y la propia experiencia en materias de enseñanza, me hacen presentir lo que pudiera hacerse, si se quisiese bien.
Releer al Sarmiento de mediados del siglo XIX puede parecer una tarea reservada al mundo académico de los historiadores. Sin embargo, no son pocos los analistas del presente que sostienen que el comienzo del siglo que estamos transitando se parece mucho más a los finales del siglo XIX que a la segunda mitad del siglo XX. Vivimos transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales de significativa profundidad y, en ese sentido, el espíritu “fundacional” que tenían las reflexiones y propuestas de Sarmiento pueden ser una fuente de inspiración para nuestra época. La lectura actual de Sarmiento permite apreciar la necesidad de recuperar una tradición de pensamiento holístico, de visión sistémica de los problemas sociales y educativos. Juan Carlos Tedesco
e I vana
Z acarías
La Escuela Normal de Santiago, la Sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, la Escuela de la Patria de la humilde provincia de San Juan, son ejemplos prácticos, irrecusables, de lo que sin otros elementos que la buena voluntad puede hacerse entre nosotros. Así serían fáciles y realizables las Cunas públicas que reciben al hombre en el umbral de la vida; las Salas de Asilo que domestican su índole, disciplinan sus hábitos y preparan su espíritu para pasar a la Escuela primaria que pone a su disposición los instrumentos del saber, para entregarlo a la Escuela Superior que lo inicia en los conocimientos indispensables en la vida civilizada. La Escuela de Artes y Oficios, cuando la Normal de este nombre haya derramado por todas partes sus maestros, puede más tarde recibir en su seno a este peregrino que viene desde la infancia hasta la pubertad, pasando por las diversas preparaciones para entrar en la vida, hasta que, dotada su inteligencia de la capacidad de discurrir con acierto y sus manos de un arte para producir riqueza, llegue a la “edad adulta”, al desempeño de los deberes que la sociedad le impone y por las lecturas, los diarios, la vida pública, los espectáculos y el contacto con los otros hombres, termine solo con la vida este continuo aprendizaje, que constituye la esencia del hombre civilizado porque solo los pueblos 120
bárbaros quedan al salir del hogar doméstico, irrevocablemente educados en costumbres, ideas, moral y aspiraciones.
¿Considera que ha tenido éxito en difundir su obra en materia educativa? - Hay que tener presente que es la humanidad una tierra dura e ingrata, que rompe las manos que la cultivan y cuyos frutos vienen tarde, muy tarde, cuando el que esparció la semilla ha desaparecido. Prueba de que en el corazón de todos los periodistas jóvenes y partidos, la palabra democracia no alcanza al pueblo, es que jamás hablan de escuelas con entusiasmo. Se le cae la pluma de la mano al cronista al tener que hablar de cosas de escuelas. Se han publicado libros interesantísimos como lectura atenta sobre escuelas y las ediciones han pasado en silencio porque no han encontrado diario que hable de ellas. Habría sido necesario leerlos y a eso no se resuelve un demócrata. Artículo escrito y mandado publicar ha andado rodando por las oficinas porque al editor le cuesta publicarlo por no dar a sus lectores ese ripio. Se han publicado por años periódicos de educación sin que los lean personas instruidas, educadas, ocupando posiciones distinguidas o empleos. Senadores o diputados que votan sus gastos; gobernadores y ministros, se hallan en el mismo caso y toda persona que profese doctrina democrática es inaccesible a todo interés por este mecanismo de la democracia moderna, para realizar la democracia inteligente: la escuela. De aquí resulta que es imposible, de toda imposibilidad, popularizar ideas sobre educación, porque no hay órgano ni vehículos por donde transmitirlas.
Claudio Gallina Miedo al Río
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¿Por qué se propuso desempeñar el puesto de director de escuelas? - Cuando llegué en 1855, solicité del gobierno de Buenos Aires, con el mayor ahínco y poniendo todos los medios posibles para conseguirlo, el humilde puesto de director de las escuelas, nada más que esto, nada más arriba de la educación primaria. Porque la educación más arriba la desprecio como medio de civilización. No es un medio, es la educación primaria la que civiliza y desarrolla la moral de los pueblos. Los pueblos de todo el mundo han tenido siempre ingenieros y doctores. De que haya grandes doctores, nada se deduce. Son las escuelas la base de la civilización.
Imitando ahora la famosa frase de Lincoln (Gettysburg, 1863), afirmamos que Sarmiento contribuyó, como no lo hizo otro, a instituir en la Argentina la “Educación del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. “Educación del pueblo” porque, combatiendo ciertos principios teológico-políticos de una sociedad todavía apegada a las diferencias de clase y a la formación clerical, sostuvo que la educación debía cumplir una función social. Implícitos en este concepto están el derecho y el deber del pueblo de recibir educación, en igualdad de oportunidades y la correspondiente obligación del gobierno de proveer a la satisfacción de esa necesidad, conforme al principio de la libertad de enseñanza interpretado con mentalidad republicana y democrática. “Educación por el pueblo” porque propugnó la más amplia intervención popular en el gobierno de la enseñanza, su inspección y su sostenimiento. Y “educación para el pueblo” porque la doctrina pedagógica de Sarmiento está fundada en un peraltado concepto del hombre. No era menor el grado de creencia en la bondad del sistema democrático de gobierno adoptado desde 1810 - con las interrupciones conocidas -, cuya vigencia efectiva dependía directamente del desarrollo de la educación popular. Héctor F élix Bravo
Perchero perteneciente a Sarmiento. (MBCNS)
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Casa Natal
Museo y Biblioteca Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento, San Juan.
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EL BALANCE DE SU VIDA
E
s esta la segunda oportunidad en la que viene al Paraguay. Ha sido aquí muy bien recibido y ha podido alejarse un tanto de los problemas de Buenos Aires.
- Así es. Como le he escrito a mi amigo Adolfo Saldías, ahora, en el último tercio de mi vida he remontado esta red de ríos majestuosos que han descendido con silencio inútil por los siglos de los siglos y oigo el vivificador murmullo de las ruedas del vapor o el silbato que anuncia su arribo a un pueblo naciente. Siento que no esté vivo el viejo Vélez para pedirle breve epitafio para mi tumba, único terreno que poseeré y que quisiera dejar cultivado. Los rostros del Foro y Mercurio echando su caduceo entre dos víboras para separarlos a guisa de arbitraje, no estarían mal como emblema, si los clásicos griegos y latinos tuvieran como yo el a, b, c del silabario como la Ilíada, la Odisea y la Eneida. Mi epitafio diría como resumen de mis deseos: “Una América toda / asilo / de los dioses todos / con lengua, tierra y río / libres para todos”.
Durante estos días lo he visto sentirse muy cómodo en el Paraguay . - Lo estoy. Veo alegre levantarse mi casita de hierro elegante a la sombra de árboles seculares, con un horizonte espléndido en que veo el Chaco y el río Paraguay como charcos de plata bruñida. Me levanto de madrugada por hallar corto el día para tanto quehacer, desvelado de noche ideando cómo allanar una dificultad con algún expediente que me echa necesariamente en otras dificultades. Duplicada mi acción, vivo y siento la gloria de vivir en una especie de apéndice a la vida ya concluida en el país de lá-bas y de la política, de la que estoy sustraído. El clima paraguayo es delicioso, los naranjos en flor ostentan dos cosechas y los duraznos floridos se confunden a veces con el lapacho.
¿Cómo quisiera ser recordado? - En una villita, yendo a Tucumán, sentado sobre los raigones de un algarrobo atormentado, me vi rodeado de párvulos que me contemplaban con ojazos confianzudos y candorosos. A una niñita sentada tranquilamente a mi lado que se apoyaba sobre sus rodillas, le pregunté: “¿Quién soy yo, señorita?” Me respondió: “Es Usted el padre de los niños argentinos. ¡Es Sarmiento!”. Después de enjugar una lágrima silenciosa, les dije a los niños: “He sido mucho más pobre que Ustedes y he luchado con dificultades mucho más terribles que las que nunca conocerán. He combatido mucho y muchos años. Pero parece que las tempestades se hicieron para que el piloto avanzara más camino, las resistencias para vencerlas, la envidia, la detracción para dar testimonio de la verdad honrosa. Sin desviarme de la obra de hacer bien a mis semejantes, he llegado a la cima de la montaña, en la penumbra de esa zona de gloria a que se han encaminado mis pasos.
Admiramos sobre todo en Sarmiento al educacionista, no porque él hubiese descubierto nuevas leyes o creado métodos y procedimientos especiales en la enseñanza sino por haber dado a su propaganda una alma, un sentimiento y una pasión; por haber hecho de la educación una obra viva y un arma de combate. Osvaldo Magnasco
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Esto lo comprenderán más tarde. Pero lo que sus maestros no necesitarán explicarles es que he amado mucho, he amado a mi madre y he amado a mi patria y muchos de mis pecados me serán perdonados”. Así, quisiera ser recordado así. En este país donde no hay una hora de reposo, en que se cambia de escena diariamente, de teatro, de personajes y de decoraciones, yo he conservado una cosa y es la fe en que digo la verdad y en que soy honrado. Quiero que esta vez los jóvenes que vendrán después de nosotros, los viejos que hemos luchado treinta años, oigan la palabra y crean a un hombre sincero que no ha tenido ambición nunca, que nunca ha aspirado a nada, sino a la gloria de ser en la historia de su país si puede, un nombre, ser Sarmiento, que valdrá mucho más que ser presidente por seis años o juez de paz en una aldea.
Altorrelieve realizado por Víctor de Pol. Mausoleo, Cementerio de la Recoleta.
Antes de despedirme y agradeciendo una vez su gentil disposición a responder a estos encuentros que han resultado para mí inolvidables, lo invito a que intente resumir su vida para nuestros lectores, vida que alguien ha dicho (fue José Luis Romero pero no podía aclarárselo) que Usted ha estado situado entre el pasado y el futuro, una difícil posición… - Es así. No escuché bien quien ha dicho eso… En fin, yo soy un ente raro. Otros lo son mucho más sin apercibirse de ello. Soy el intermediario entre dos mundos distintos. Empecé a ser hombre entre la colonia española que había concluido y la República que aún no se organiza; entre la navegación a vela y el vapor que comenzaba. Mis ideas participan de estos dos medios ambientes. Yo soy el único que quedo todavía gritando: ¡mueran los godos! 125
Pertenezco a los viejos revolucionarios de la independencia y voy, con la teoría de entonces y la práctica norteamericana, contra lo que queda de la vieja colonia. Aunque nuestra alma sea inmortal, la vida, en los estrechos límites que la naturaleza ha asignado al hombre, es pasajera. Pero la especie humana se perpetúa hace mil siglos, dejando tras sí, entre el humo de las generaciones que se disipan en el espacio, una corriente de chispas que brillan un momento y pueden, según su intensidad y duración, convertirse en luminares, en llama viva, en rayos perpetuos de luz, que pasen de una a otra generación y se irradien de un pueblo a otro, de un siglo a otro siglo, hasta asociarse a todos los progresos futuros de la sociedad y ser parte del alma humana. Partiendo de la falda de los Andes nevados, he recorrido la tierra y remontado todas las pequeñas eminencias de mi patria. Al descender de la más elevada, me encuentra el viajero, sin las haces de los lictores, amasando el barro informe con que Dios hizo el mundo, para labrarme tierra y mi última morada.
Pocas vidas tan seductoras como la de Sarmiento. Participa a un tiempo, del drama, el poema lírico y la epopeya. Drama intenso la lucha porfiada con el medio, su cruzada contra la barbarie, su afán civilizador. Poema de rico lirismo ese fondo de ternura, de humanidad, de desbordada emoción que reflejan nítidamente sus páginas íntimas de evocación familiar o histórica. Y genuina epopeya su bregar sin descanso por la elevación de nuestra Argentina y nuestra América. Alberto P alcos
No se describirá con menos frases vida más larga. He vivido en todas partes la vida íntima de mis huéspedes y no como viajero. Dejo tras de mí un rastro duradero en la educación y columnas miliarias en los edificios de las escuelas que marcarán en la América la ruta que seguí. Hice la guerra a la barbarie y a los caudillos en nombre de ideas sanas y realizables y, llamado a ejecutar mi programa, si bien todas las promesas no fueron cumplidas, avancé sobre todo lo conocido hasta aquí en esta parte de América. He labrado, pues, como las orugas, mi tosco capullo y sin llegar a mariposa, me sobreviviré para ver que el hilo que depuse sería utilizado por los que me sigan. Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía, de mi patria; endurecido en todas las fatigas, acometiendo todo lo que creí bueno y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo. He sido favorecido por la estimación de muchos de los grandes hombres de la tierra y, sin la fortuna que nunca codicié porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé. Soldado, con la pluma o la espada, he combatido para poder escribir, que escribir es pensar. Escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento. No deseé mejor que dejar por herencia millares en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubiertos de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, de que yo gocé solo a hurtadillas. Aquí concluye mi cuento, contado de una pieza y recordando los versos de Shakespeare, de que en verdad no me acuerdo, pero que vienen de perlas: “Es un cuento contado por un loco con grandes aspavientos y gesticulaciones y que nada significa”. 126
Sarmiento por Rodin
Monumento a Sarmiento encomendado al escultor francĂŠs Auguste Rodin por una comisiĂłn de notables en 1894 e inaugurado el 25 de mayo de 1900 en los jardines de Palermo, Buenos Aires.
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Antes de pedirle que nos deje unas palabras acerca de su visión del futuro de nuestro país, quisiera saber si sigue pensando que el principal problema de la Argentina es la falta de unión nacional como lo ejemplificó en el famoso discurso de las empanadas que pronunció en Tucumán en 1869 al inaugurar el ferrocarril? ¿Podría recordar para nosotros ese momento? - Recuerdo vívidamente ese episodio. Visité Tucumán en oportunidad de inaugurase el ferrocarril. En esa ocasión se había servido el almuerzo en unos galpones y al aparecer las empanadas, pedí a quienes me acompañaban que observasen si entre los comensales estaban representadas todas las provincias argentinas y verificado que no faltaba ni una, alcé en el aire una empanada, y sentencié gravemente este aforismo: “La verdad es que ninguna empanada en el mundo vale la empanada sanjuanina”. Un jujeño interrumpió el silencio de estupor que causó tan insólita declaración, observando que tenía en mucho mi opinión por considerarme un genio, aun en achaque de empanadas. Pero era de presumir que mis conocimientos no hubiesen alcanzado hasta la empanada de Jujuy, la más sabrosa y la más jugosa, la que no podía comerse sino con la camisa arremangada para chuparse los dedos hasta el codo... Un correntino dijo que esas cosas no se discutían, siendo la de su heroica provincia la única empanada posible. Siguieron argumentando mendocinos, puntanos, catamarqueños, santiagueños, salteños, etc., declarando detestables a todas las empanadas que no fuesen las de su pago. Don Pepe Posse desafió a quien quisiera relevar el guante que presentase ahí mismo algo mejor que la empanada tucumana que todos estaban saboreando, lo que parecía darle una fácil victoria. Un senador por Córdoba, con cara de filo de cuchillo y muy más fino casuista, estableció como petición de principio que aun cuando en su vida hubiese comido ninguna especie de empanada, tenía por averiguado en su fuero interno y en el santuario de su conciencia que la cordobesa era el non plus ultra de las empanadas.
Como apóstol de la educación, se lo ha comparado con Horacio Mann, pero este vivió en un ambiente más propicio que el de la América española y su personalidad es menos intensa y extensa que la de Sarmiento. El nuestro es, en todos sus aspectos, el más esforzado educador del Nuevo Mundo y este es sin duda, el perfil más importante de su figura intelectual. Ricardo R ojas
La batahola de encontradas pasiones fue subiendo de punto, hasta que impuse silencio, diciendo, más o menos: “Señores: esta discusión es un trozo de historia argentina, pues mucha de la sangre que hemos derramado, ha sido para defender cada uno su empanada. El ferrocarril que inauguramos servirá la unión de la República como conductor de sus progresos y agente para la realización de sus instituciones y servirá la unión, disipando la deplorable fascinación de la mezquindad de aldea que nos hace creer detestable la empanada del vecino. La falta de asociación de nuestros pueblos proviene de las distancias intermediarias, como las tonadas vienen de los largos viajes a mula, la marcha de la cabalgadura haciendo acentuar la palabra al asentar el caballo la pata. La tonada es el localismo, como la empanada. El localismo es nuestra historia: en detrimento del poder, de la dignidad y de la gloria del todo, cada rincón empezó a pugnar por zafarse de toda sujeción y a título de amor a la independencia los unos, a nombre de un patriotismo local los otros, ambiciones pigmeas trataron de achicar a su talla el campo de la acción y de alejar hombres para que la sombra que deja tras sí el mérito real no los eclipsase y obscureciese. Merced a estos amaños, hemos visto durante medio siglo sucederse en la escena política notabilidades singulares, que al desaparecer, han dejado Estados que hoy piden limosna para subsistir”. 128
Otros juicios sobre Sarmiento
Descubrió el primero que la causa de nuestros históricos trastornos residía en la barbarie de las campañas y se hizo el apóstol de la educación popular, hasta transformar en pasión pública los aforismos doctrinarios de Rivadavia. Hoy día, cientos de miles de argentinos saben leer porque el infatigable propagandista logró convencer a su país y a su época que la educación del pueblo es una función eminentemente gubernamental. Aristóbulo
del
Valle
Queremos ver el antiguo maestro de escuela en la personalidad que se encumbra hasta la más alta magistratura política de su patria. Ese encumbramiento es como la glorificación de la causa a que consagró la mejor parte de su vida y que forma aún hoy su título más precioso a la gratitud de los pueblos. Ella es la mejor recompensa y la más hermosa corona que pueda colocarse sobre su sepulcro. Agustín
de
Vedia
Ningún hombre de nuestra historia ha sido a la vez tan evidente y tan enigmático; ninguno, tampoco, ha sido tan contradictorio consigo mismo. Releer sus escritos, muchísimos de ellos velados por la sombra de los archivos públicos y familiares, es descubrir otro Sarmiento, solo parecido al que íbamos imaginando al recorrer la inmensa y desigual bibliografía que se ha acumulado con el aporte de varias generaciones. Antonio Pagés Larraya
Muchas imperecederas imágenes ha legado Sarmiento a la memoria de los argentinos: la de Facundo, las de tantos contemporáneos, la de su madre y la suya propia, que no ha muerto y que aún es combatida. Paul Groussac, que no lo quería, lo llamó «el formidable montonero de la batalla intelectual» y ponderó «sus cargas de caballería contra la ignorancia criolla». Jorge L uis Borges
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He aquí la historia de las empanadas y sería bueno que alguna vez, al lado del sacrosanto amor la empanada de nuestro terruño, tengamos indulgencias por las demás empanadas. “Amemos, señores, la empanada nacional, sin perjuicio de saborear todas las empanadas...”, concluí.
Ahora sí por último en este nuestro encuentro final, le pido que resuma en unas pocas palabras su visión del futuro de la Argentina. - Cualesquiera que sean nuestros errores, por cualesquiera dificultad que haya de atravesar la generación presente, dentro de dos siglos, dentro de mil, al extremo sur de la América, descargarán sus aguas en el océano los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, y la pampa se extenderá desde sus costas hasta las faldas de los majestuosos Andes. Una nación ha de cubrir tan vasta superficie y deber nuestro es, desde ahora y por siempre, propender a que se llame Argentina, que sea república, próspera, civilizada y fuerte, mansión de hombres felices y libres, que cuenten por millones.
Todo lo que constituye nuestro progreso debe algo o mucho a Sarmiento. En su vida laboriosa ha trazado largo y profundo surco en nuestro virgen suelo argentino… ¿Cometió errores, injusticias? Tal vez, no lo recuerdo. Carlos P ellegrini
Las heridas han de cicatrizarse. Réstanos abrir muchos senderos para que corra sin tropiezo el progreso humano, que allí, más que en otro punto de América, empuja de todas partes. La república es todavía un sentimiento, un desiderátum, la libertad no tiene todavía asiento fijo y, para dárselo, tenemos que fundar un gobierno de la libertad, porque sabrá ponerla a cubierto. Necesitamos, pues, acelerar ese movimiento, realizar el programa de la Providencia, responder dignamente al llamado de la historia. Una nación está destinada a prevalecer, cuando obedece en su propio seno a las inmutables leyes del desarrollo humano. Sin el espíritu de conquista, Roma vive en nosotros con sus Códigos, como Grecia con sus artes plásticas, su lengua y sus instituciones republicanas, completadas por el sistema representativo. Acaso es providencial que debamos existencia y nombre a Colón y a Américo Vespucio y si Garibaldi ha de tener su parte en la reconstrucción de la Italia romanizada, su lugar en la historia lo conquistara, mezclando aquí su sangre a la nuestra, para endurecer los cimientos de nuestra constitución, libre, republicana, representativa. Hago fervientes votos, porque si a la consumación de los siglos, el Supremo Hacedor llamase a las naciones de la tierra para pedirles cuenta del uso que hicieron de los dones que les deparó y del libre albedrío y la inteligencia con que dotó a sus criaturas, nuestra Bandera, blanca y celeste, pueda ser todavía discernida entre el polvo de los pueblos en marcha, acaudillando cien millones de argentinos, hijos de nuestros hijos, hasta la última generación. Hagamos votos porque ellos puedan deponer sin mancha nuestra bandera blanca y celeste que, ¡Dios sea loado!, no ha sido atada jamás al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra, ante el solio del Altísimo, mostrando a todos los que la siguieren que en civilización, moral y cultura intelectual, aspiraron sus padres a evidenciar que, en efecto, fue creado el hombre a imagen y semejanza de Dios.
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Monumentos
Museo y Biblioteca Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento. (MBCNS)
En San Juan por Víctor de Pol.
Sarmiento en su casa de Carapachay.
“Ofrenda floral a Sarmiento”, altorrelieve sobre mármol realizado en 1915 por el francés Émile Peynot y ubicado en el Rosedal de Palermo.
Monumento en Boston, EE.UU.
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Tintero y pluma pertenecientes a Sarmiento. (MHS) 132
LA DESPEDIDA
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Fue la lucha, tu vida y tu elemento; la fatiga, tu descanso y calma. La niñez, tu ilusión y tu contento, la que al darle el saber, le diste el alma. Con la luz de tu ingenio iluminaste la razón en la noche de ignorancia Por ver grande la Patria tú luchaste con la espada, con la pluma y la palabra. Himno a Sarmiento, Leopoldo Corretjer
Recuerdo la calurosa tarde en la que le dije a Sarmiento que debía partir. Estábamos conversando en el jardín de la casa que tan bien ha descripto García Merou: “A la caída de la tarde, sentados en el exterior, contemplando a la distancia las embarcaciones ligeras que resbalaban sobre las aguas mansas del Paraguay, admirando los celajes de la puesta del sol, invadidos lentamente por la suave poesía del crepúsculo que iba ennegreciendo el verde claro de los árboles lejanos y traía, en la frescura de sus brisas, las emanaciones balsámicas de los naranjos en flor...”. También describe ese jardín Ricardo Rojas: “La rústica vivienda tenía un jardín rodeado de palmares. El aire tibio zahumábase de jazmines y de esencias del trópico. A veces venía hasta ahí cerca a cantar un tordo de Santa Cruz o le traían un guacamayo que lucía sus plumas de seda y oro. Delicia era desde la explanada ver morir la tarde tras el río y encenderse en la noche tórrida quietas estrellas y luciérnagas errantes”. Esa última tarde quedé solo con él y, mientras lo acompañaba a su casa a buscar un libro que quería que, como recuerdo de esas jornadas, “lleve a su tiempo”, me dijo enigmáticamente. Se detuvo un momento y de improviso me preguntó: “¿Cree Usted que seré recordado luego de mi muerte que presiento próxima? ¿Se erigirán monumentos a mi memoria?”. Pensé que algo debía haberle sugerido Andreuzzi acerca de mi visita “desde el futuro” e intenté responder a su interrogante sin faltar a mi compromiso. Evoco aquí ese diálogo: - ¿Recuerda presidente al gran arquitecto británico Sir Christopher Wren que actuó a fines el siglo XVII? - Por supuesto. Es quien diseñó los planos de la catedral de St. Paul en Londres…Fue gran maestre de la francmasonería inglesa. Es recordado como un hombre de vasta cultura científica. - Efectivamente. Sus restos descansan en esa catedral bajo una sencilla lápida de piedra con la siguiente inscripción:
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“SUBTUS CONDITUR HUIUS ECCLESIÆ ET VRBIS CONDITOR CHRISTOPHORUS WREN, QUI VIXIT ANNOS ULTRA NONAGINTA, NON SIBI SED BONO PUBLICO. LECTOR SI MONUMENTUM REQUIRIS CIRCUMSPICE” (Aquí en sus cimientos descansa el arquitecto de esta iglesia y de esta ciudad, Christopher Wren, que vivió más de noventa años, no para su propio beneficio sino para el bien público. Lector, si buscas su monumento, mira a tu alrededor.)
Tumba de Sir Christopher Wren en la St. Paul’s Cathedral, Londres.
Maestro Sarmiento. No se preocupe por buscar los monumentos a su memoria. Para recordarlo a los argentinos nos bastará con mirar a nuestro alrededor. Repitiendo para sí las palabras en latín “Si monumentum requiris circumspice”, llegó dificultosamente a la casa. Buscó en su desordenada biblioteca y me dedicó la primera edición de 1849 de “Educación popular”, su libro preferido en el que, me dijo, encontraría la más completa exposición de sus ideas acerca de la educación. Me mostró la dedicatoria a su primer maestro, don Ignacio Rodríguez en la que decía: “lanzado en la
vida sin otra preparación que las lecciones de Vd., pudiera trazarse el camino que desde el umbral de la Escuela, me ha conducido a ofrecer el concurso de mis observaciones al Legislador, sobre la materia de la educación que Vd. me enseñó a amar. Quiera Vd. aceptar la eterna gratitud y el invariable y profundo respeto de su discípulo”. Como pude reuní mis papeles dispersos que estaban todavía en su casa. Sarmiento advirtió mi emoción, que intentaba en vano ocultar, y me estrechó en un abrazo. Los dos sabíamos que nuestros tiempos históricos no habrían de coincidir nunca más.
Portada de la primera edición de Educación Popular, 1849. (MHS)
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Dedicatoria de Sarmiento al Presidente de Paraguay.
***** Es conocido el hecho de que la salud de Sarmiento se comprometió seriamente el 4 de septiembre siguiente cuando se esforzó muchísimo en ultimar los detalles de la casa que estaba construyendo en cuyo terreno surgió el agua después de frustrados intentos de excavación.
Casa con muros aislantes en construcción en Asunción.
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Relata ese episodio Antonio Pagés Larraya: “Sarmiento siguió trabajando alegremente en los últimos detalles de su morada de Asunción. No pudo ser inaugurada durante la visita de Aurelia (Vélez) porque faltaban algunos trabajos y, sobre todo, porque no brotaba el agua. Cerca del Paraná caudaloso el suelo de arena escondía muy profundamente el agua dulce. Los poceros paraguayos y correntinos cavaban hondo en distintos lugares. El Viejo Sarmiento, en una muestra más de su ingeniosa voluntad, acudió a nuevos métodos que creyó de tanta importancia que los comunicó en un memorándum a su amigo el ministro Decoud. Sarmiento guía sin reposo esa búsqueda del tesoro escondido. El agua surge después de duro empeño el 4 de setiembre de 1888. Los borbollones de agua clarísima lo exaltan hasta el paroxismo. Esa fuente inexhausta es el símbolo de que sus premoniciones se han cumplido. Mira el agua a través de sus signos arcaicos: la regeneración, la vida. Sarmiento hace izar las banderas argentina y paraguaya; bate palmas; prorrumpe en grandes risas y en hurras de festejo; convida a los poceros con sidra sanjuanina y cerveza paraguaya; hace lanzar cohetes luminosos cuando comienza el atardecer. Su alegría lo
deja sin palabras en presencia del agua nueva. El manantial abierto no fue, como creyó Sarmiento, un anuncio dichoso. No supo leer los signos trágicos de ese dulce afloramiento. De pronto se sintió sobresaltado, tembloroso y cayó abatido. Jadeante y sin
palabras fue llevado a su casa. Comenzó su agonía”. A partir de entonces su salud se agravó día a día hasta que murió en la madrugada del 11 de septiembre de 1888 con el libro de Herbert Spencer “Filosofía sintética” entre sus manos.
El cuerpo de Sarmiento en su sillón. (AR AGN DDF / Consulta INV:24698)
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Otra vez Pagés Larraya: “Pronto el telégrafo, las gentes, el viento mismo, llevan la tremenda noticia: ¡Sarmiento ha muerto! Una gran pesadumbre se apodera de las almas. En el trayecto de más de una semana por el Paraná se va forjando la más grande apoteosis conocida hasta entonces por la República que Sarmiento contribuyó a forjar. En todos los puertos se celebraron ceremonias de imborrable recordación. No solo se asoman a los puertos las autoridades; gentes del pueblo, en las que hay indios y negros, bordean el río. Los niños bienamados por el gran Viejo van con sus guardapolvos a decirle adiós. El río se cubre de guirnaldas, de coronas, de flores silvestres. Está llegando la primavera. El féretro de Sarmiento arriba al puerto de Buenos Aires el 21 de setiembre. El río está embravecido. Las delegaciones del periodismo de Buenos Aires y de la comisión popular de homenaje no pueden trasbordar al barco donde viene Sarmiento
por la furiosa marejada. Todos los pasos se cumplen según un ceremonial riguroso. La lluvia arrecia por momentos y otras veces se apaga como si acompañase los ritmos profundos del alma tormentosa del héroe. El viento Sud golpea a ese hombre que aparece ante sus conciudadanos como una roca de los Andes. Nunca pudo soñar Sarmiento, ni aun en los momentos en que más estremecidamente combate por su gloria, los funerales con que fue honrado. Más de cien mil personas se congregaron en el puerto, en la Plaza de Mayo, a lo largo de la calle Florida. Desde los balcones y las aceras, pese a la lluvia por momentos muy fría, se iba abriendo paso ese féretro envuelto por las cuatro banderas hermanas (según sus deseos las banderas de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay ‘para atestiguar que merecí bien de sus habitantes’) y de flores que cubrían el ataúd y el camino de su paso.
Llegada del cuerpo de Sarmiento al puerto de Buenos Aires, 21 de septiembre de 1888. (AR AGN DDF / Consulta INV:24820)
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En la plaza San Martín esperaba a Sarmiento el homenaje que más vivamente hubiese tocado su corazón: diez mil niños y sus maestros vistiendo sus guardapolvos blancos y desafiando la inclemencia, le arrojaban llores y entonaban la canción patria”. Bartolomé Mitre resume magistralmente el sentir de ese momento: “Llega tendido en su féretro y dijérase que viene más pujante que nunca, de tal modo brota la brisa a su paso, se agitan las mentes, laten apresurados los corazones. Llega vencido y dijérase que vuelve como otrora con el laurel de Caseros en la enhiesta mano o dispuesto el pecho a ceñir la banda del primer magistrado, tal es la pompa con que sale a recibirlo inmensa gente, entre músicas y palmas. Todo un triunfo en la muerte, más grande que los de la vida, como que es la resultante de éstos, acalladas las pasiones por la voz de la justicia y disipadas las sombras por la voz de la gloria. Sarmiento idea puede más en la tumba que en el mundo”.
***** Lector: no me obligue a mostrarle el libro que me regaló Sarmiento porque no existe. Mi visita a su casa de Asunción fue solo un sueño, una aspiración incumplida. Tal vez debamos esperar mucho tiempo hasta que se concrete la experiencia de viajar al pasado. No nos resultará tan fácil volver hacia atrás como propone Paul Auster y conocer a quienes nos precedieron. En la reflexión de Auster, subyace la convicción de que, en realidad, de algún modo ya hemos estado en ese pasado, que hemos surgido de él. Imagina que dentro de dos siglos, como un rito de iniciación a la adultez, los gobiernos recompensarán a los jóvenes que cumplan veinte años invitándolos a realizar un único viaje al pasado. Expresamente vedada la posibilidad de intervenir en el curso de la historia, su propósito sería conocer a sus antepasados y su mundo. El viaje comenzaría dos siglos antes y el viajero volvería al presente al cabo de un año, después de haber recorrido velozmente siete generaciones. Esta experiencia permitiría aprender humildad y compasión, tolerancia hacia los demás seres humanos. Sostiene el autor: “Entre los cientos de antepasados que encontrará en su expedición, se despliega ante el viajero la
más completa gama de posibilidades humanas, aparece cada número de la lotería genética. El viajero comprenderá que proviene de un inmenso caldero de contradicciones y que, entre sus antecesores, hay mendigos y tontos, santos y héroes, tullidos y beldades, almas buenas y criminales violentos, espíritus altruistas y ladrones. Estar expuesto a tantas vidas en tan poco tiempo supone alcanzar una nueva comprensión de sí y del lugar que se ocupa en el mundo. Es percibirse como parte de algo más grande que uno mismo y advertir que uno es un individuo singular, un ser sin precedentes con un futuro que le es propio e irremplazable. Finalmente, uno comprende que es enteramente responsable de construirse quién es”. Aún no podemos viajar al pasado pero, sin embargo, contamos con una herramienta que, si bien no nos permite visitar a nuestros abuelos cuando eran niños, ni a Sarmiento en sus últimos días en el Paraguay como he fingido hacerlo, nos proporciona una idea de su mundo, acerca de qué y cómo pensaban. Se trata de la cultura. Acercarse a lo que ha producido el ser humano durante su devenir histórico permite, como lo acabamos de hacer a propósito de las ideas de Sarmiento sobre la educación, emprender de un modo rudimentario ese viaje hacia el origen, comprender que somos parte de ese “algo más grande que uno mismo” y, a la vez, percibir nuestra singularidad irrepetible. Si no advertimos que provenimos de un pasado, no seremos capaces de concebirnos como constructores de futuro. Como lo fueron quienes nos precedieron en ese pasado al que hoy la tecnología hace más fácil que nunca regresar. Podemos reconstruir la vida y las ideas de nuestro gran maestro Sarmiento volviendo a la lectura de sus obras lo que nos permite apreciar su monumental contribución a la formación de nuestra Argentina. No solo en lo que respecta a nuestra educación sino a casi todos los aspectos de nuestra realidad económica y social. Descubrimos su visión acerca del que creía habría de ser nuestro futuro. No hemos logrado concretar aún esas esperanzas pero como le dije al “visitarlo”, para recordarlo no son necesarios monumentos, basta con que miremos a nuestro alrededor. Allí es donde está presente Sarmiento. “Todo lo que constituye nuestro progreso le debe, algo o mucho… Apóstol y soldado”, como dijera
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Carlos Pellegrini. Al referirse a él, no es preciso mencionar que fue presidente, gobernador, senador, embajador, ministro, general, director de escuelas, periodista, escritor, siempre maestro… Basta con enunciar su nombre: Sarmiento. Es recordado tal como él lo quiso cuando me respondió que quería ser recordado “como un hombre que no ha tenido ambición nunca, que nunca ha aspirado a nada, sino a la gloria de ser en la historia de su país si puede, un nombre, ser Sarmiento, que valdrá mucho más que ser presidente por seis años o juez de paz en una aldea”. Resulta hoy de primordial importancia transmitir a las nuevas generaciones la esencial dimensión histórica de los seres humanos. Visitar el pasado es hoy más urgente que nunca porque, si algo define a nuestra época, es la sensación convertida ya en peligrosa convicción, de que el mundo comienza con la vida de cada uno. Condenar el pasado al olvido, no solo es privar de sentido al presente, sino despojar a la vida de la trascendencia que adquiere cuando advertimos que, sobre todo, es creación de futuro.
Segundo aniversario de su muerte en el Cementerio de la Recoleta.
Mausoleo en el Cementerio de la Recoleta.
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Auguste Rodin (1840 – 1917). Presidente Sarmiento. Bronce (109.2 x 58.4 x 45.7 cm). Legado de Jules E. Mastbaum, 1929. Museo Rodin, Filadelfia, EE.UU.
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Homenajes de escolares
Alumnos de las escuelas de Capital Federal rindiendo honores en el monumento realizado por Auguste Rodin, 1938. (AR AGN DDF / Consulta INV:24772)
Concentraciรณn de alumnos rindiendo honores al pie del monumento a Sarmiento en el Parque 3 de Febrero, 1938. (AR AGN DDF / Consulta INV:24771)
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Alumnos de las escuelas llevando ofrendas florales al mausoleo de Sarmiento en el Cementerio de la Recoleta en el cincuentenario de su muerte. (AR AGN DDF / Consulta INV:24767)
Descubrimiento de una placa de Sarmiento en el aula Ricardo GutiĂŠrrez de la Escuela NÂş 10 del Consejo Escolar V, 1938. (AR AGN DDF / Consulta INV:24792)
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Cronología de Domingo Faustino Sarmiento, Argentina y el Mundo* Domingo Faustino Sarmiento
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1811 | 1825
Infancia y juventud en San Juan El 15 de febrero de 1811 nace en San Juan de la Frontera Domingo Faustino Sarmiento, hijo de Paula Zoila Albarracín y José Clemente Sarmiento. La familia, si bien con escasos recursos, pertenecía al patriciado sanjuanino. Desde 1816 concurre a la Escuela de la Patria, de primeras letras, su única experiencia de educación formal. En 1825 se inicia en la práctica de la enseñanza elemental junto a su tío, el presbítero José de Oro, en San Francisco del Monte, provincia de San Luis, donde funda una escuela.
1826 | 1836
Participación en las guerras civiles y exilio en Chile Vuelve a San Juan en 1827. En 1829 se une junto con su padre a las fuerzas unitarias. Derrotado, inicia en 1831 su primer exilio en Chile. Allí trabaja como maestro, dependiente de tienda y minero. Nace su hija natural Emilia Faustina (1831). Su madre fue María Jesús del Canto. Hacia 1835 enferma de fiebre tifoidea y sufre una depresión. Sus amigos gestionan ante el gobernador de San Juan el permiso para que vuelva a la provincia. Es autorizado por el gobernador Nazario Benavídez y retorna a San Juan (1836).
1837 | 1844
Retorno a San Juan y segundo exilio chileno En 1838 constituye con otros jóvenes de la provincia una Sociedad Literaria, emparentada con la Asociación de Mayo fundada por Echeverría. Al año siguiente, funda el Colegio de Señoritas de la Advocación de Santa Rosa de Lima, bajo el patrocinio de su tío Fray José Quiroga Sarmiento, obispo preconizado de Cuyo. Pone en marcha el periódico El Zonda. La empresa dura poco más de un mes, frustrada por desavenencias con el gobierno y falta de suscriptores. Participa en una conspiración unitaria y es desterrado nuevamente a Chile (1840). Allí inicia en 1841 una exitosa carrera periodística en El Mercurio y El Nacional. Se vincula con Manuel Montt. En 1842 abandona El Mercurio y funda El Progreso. Organiza y dirige la primera Escuela Normal de Preceptores que se abre en América Latina. Publica Mi defensa (1843). Es nombrado miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Lee allí su obra Memoria sobre ortografía americana, que genera un vivo debate.
1845 | 1851
Viajes y publicación de sus grandes obras En 1845 publica el Método gradual de lectura, la Vida de Fray Félix Aldao y Civilización y barbarie, Vida de Juan Facundo Quiroga y Aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina. El 28 de octubre sale de Valparaíso en un viaje encomendado por su amigo Manuel Montt, entonces ministro de Instrucción Pública, para estudiar la organización escolar en Europa y Estados Unidos. En dos años visita Montevideo, Río de Janeiro, París, España, Argel, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y Cuba, adquiriendo una experiencia que lo marcaría de manera decisiva. Durante suestadía en Francia, visita en 1846 al General San Martín en Grand Bourg. La Revue de Deux Mondes publica un artículo de Charles de Mazade elogiando al Facundo. En 1847 traba relación con Horace Mann, eminente educador norteamericano, y con su esposa Mary. En 1848 se casa con Benita Martínez Pastoriza, viuda de don Domingo Castro y Calvo y madre de
Argentina
El Mundo
1813 1816 1819 1820 1825
Comienza a funcionar en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente. Se reúne en Tucumán el Congreso Constituyente, que declara la Independencia. Se sanciona la Constitución. La Liga de los Pueblos Libres derrota al Congreso y al Directorio. Tratado de Amistad con Inglaterra.
1812 1815 1819 1821 1822 1824
1826 1828 1829 1830 1831 1835
Bernardino Rivadavia es presidente. Fusilamiento de Dorrego. Rosas gobernador de Buenos Aires. Paz derrota a Quiroga en Oncativo. Se firma el Pacto Federal. Paz cae prisionero. Quiroga es asesinado en Barranca Yaco. Rosas vuelve a la gobernación, esta vez con la suma del poder público.
1829 Independencia de Grecia. Aparece en Francia la Revue des Deux Mondes. 1830 Revolución liberal en Francia. 1832 Rusia toma el control de Polonia. 1835 Alexis de Tocqueville publica La democracia en América. 1833 Se publican los Commentaries on the Constitution of the United States, de J. Story. 1836 En Francia, Thiers es nombrado presidente del Consejo de Ministros de Luis Felipe.
1837 Alberdi publica el Fragmento preliminar al estudio del Derecho. 1838 Los franceses bloquean Buenos Aires. Echeverría funda la Asociación de Mayo. 1840 Convención Arana-Mackau. Se forma la Liga del Norte. Rosas es reelecto. 1841 Lavalle y Marco Avellaneda son asesinados. 1842 Oribe sitia Montevideo. Paz defiende la plaza. 1843 Buenos Aires decreta el bloqueo de Montevideo y Maldonado.
1837 Victoria I comienza su largo reinado. 1838 Crece en Inglaterra el movimiento cartista. 1839 Charles Goodyear desarrolla el proceso de vulcanización. Finaliza la guerra carlista en España. Pierre-Joseph Proudhon: ¿Qué es la propiedad? 1841 En África, Livingstone descubre el lago Ngani. 1842 Finaliza la guerra del opio entre China e Inglaterra. 1844 En Italia, el revolucionario Mazzini funda la «Joven Europa».
1845 1846 1847 1848 1849 1850
1845 1846 1847 1848
Se inicia el bloqueo anglo-francés de Buenos Aires. Urquiza fortalece su posición en el Litoral. Echeverría publica el Dogma socialista. Inglaterra decide levantar el bloqueo. Se levanta el bloqueo francés de Buenos Aires. Se firman los convenios Arana-Southern, y Arana-Le Prédour. La Asamblea Nacional francesa pospone la aprobación del convenio Arana-Le Prédour. En octubre el imperio brasileño rompe relaciones con Buenos Aires.
Se sanciona la Constitución de Cádiz. Napoleón es derrotado en Waterloo. Bolívar pronuncia el Discurso de Angostura. Grecia se levanta contra la dominación turca. Independencia del Brasil. F. Guizot publica la Histoire de la civilisation en France. Se reconoce en Inglaterra el derecho de huelga.
Texas es anexada a los Estados Unidos. Pío IX es consagrado Papa. Es abolida la ley de granos en Inglaterra. Europa sufre una fuerte crisis económica y una creciente agitación social. Se afianza el movimiento del Risorgimento italiano. Se descubren ricos yacimientos de oro en California. En diversas regiones de Europa se produce una ola de movimientos revolucionarios. John S. Mill publica los Principios de economía política, y Carlos Marx y Federico Engels dan a conocer el Manifiesto comunista. 145
Domingo Faustino Sarmiento Domingo Fidel, probablemente hijo de Sarmiento. Su hija Faustina se casa con el tipógrafo francés Jules Belin. En San Juan, muere su padre. Publica el tomo I de los Viajes por Europa, África y América y Educación popular (1849). Por dos veces, Juan Manuel de Rosas reclama su extradición. Durante 1850 publica Argirópolis, proyecto para una Confederación Argentina con Uruguay y Paraguay con capital en la isla Martín García, y Recuerdos de provincia. En septiembre de 1851 parte con Mitre, Aquino y Paunero para ponerse bajo las órdenes de Urquiza. Es encargado de la edición del Boletín del Ejército Grande de Sudamérica.
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1852 | 1854
De Caseros a la causa de Buenos Aires El 3 de febrero de 1852 participa en la batalla de Caseros. Entra con el Ejército Grande a Buenos Aires. Se distancia de Urquiza y abandona la ciudad rumbo a Chile. Publica Campaña en el Ejército Grande. Entabla una fuerte polémica con Juan Bautista Alberdi (1853). Publica en diarios chilenos «Las ciento y una» y los «Comentarios a la Constitución de la Confederación Argentina». En 1854 parte de Chile hacia San Juan. Es interceptado y detenido brevemente por pedido del gobierno de San Juan. Vuelve a Chile.
1855 | 1860
Su experiencia política en Buenos Aires Regresa a Buenos Aires en 1855. Publica Educación común. Es nombrado director del diario El Nacional. Forma parte del Concejo Municipal de Buenos Aires y es designado Jefe del Departamento de Escuelas (1856). Establece una estrecha relación con Aurelia Vélez, hija de Dalmacio Vélez Sarsfield. En 1857 es elegido Senador del Estado de Buenos Aires. Durante 1860 se desempeña como miembro de la Comisión Revisora de la Constitución Nacional y de la Convención Reformadora de Santa Fe. El gobernador Mitre lo designa Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores.
1861 | 1864
La gobernación de San Juan En 1861 muere su madre y su amigo Antonio Aberastáin es fusilado en San Juan. Vuelve a San Juan como parte de la expedición de Paunero y es elegido gobernador en 1862. Se separa de su esposa. En 1863 establece la enseñanza primaria obligatoria en San Juan. Ante la invasión de Peñaloza, establece el estado de sitio y persigue al caudillo. Peñaloza, derrotado en Caucete, es capturado y ejecutado. Renuncia a la gobernación sanjuanina (1864) y es designado ministro plenipotenciario de la República Argentina en los Estados Unidos parte rumbo a su destino, haciendo escala en Chile y Lima, donde se realiza el Congreso Americano. Condena el ataque español contra Perú, contrariando la opinión de Mitre.
1865 | 1868
Diplomático en Estados Unidos En 1865 llega a los Estados Unidos y se instala en Nueva York. Publica el periódico Ambas Américas. En 1866 recibe la noticia de la muerte en la batalla de Curupaytí de Domingo Fidel Sarmiento, su hijo «Dominguito». Publica Vida de Lincoln; Escuelas, base de la prosperidad de la República en los Estados Unidos y Vida del Chacho. Durante 1867 mantiene una relación sentimental con Ida Wickersham, joven esposa de un médico de Chicago. A fines de año, el coronel Mansilla lanza la candidatura presidencial de Sarmiento. En febrero de 1868, el Club Libertad, órgano dirigente de los autonomistas, proclama la candidatura presidencial de Sarmiento. En su viaje de retorno, recibe la noticia de que ha sido elegido Presidente de la República. Designa a Vélez Sarsfield como Ministro del Interior y a Nicolás Avellaneda como Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública.
Argentina
El Mundo
1851 Urquiza se pronuncia contra Rosas, concier- ta un acuerdo con Corrientes, Montevideo y Brasil y prepara la campaña del Ejército Grande.
1849 1851
Los movimientos revolucionarios son derrotados. Th. Macaulay comienza la publicación de su Historia de Inglaterra. Luis Napoleón es plebiscitado como presi- dente de Francia. En Londres se realiza la primera Gran Exposición industrial.
1852 En Caseros, el Ejército Grande derrota a las fuerzas rosistas. Rosas parte desterrado a Inglaterra. Buenos Aires rechaza los planes de Urquiza. 1853 Se sanciona la Constitución de la Confederación Argentina. 1854 El Estado de Buenos Aires dicta su propia Constitución.
1853 Estalla la Guerra de Crimea. Se realiza en Bélgica el Primer Congreso Internacional de Estadísticas. F. Lieber publica On Civil Liberty and Self Government. 1854 Se funda en los Estados Unidos el Partido Republicano, con un programa antiesclavis- ta. Charles Dickens: Tiempos difíciles.
1857 Buenos Aires pone en vigencia el Código de Comercio elaborado por Vélez Sarsfield y Acevedo. 1859 Las fuerzas porteñas son derrotadas por Urquiza en Cepeda. Se firma el Pacto de San José de Flores. 1860 Derqui es elegido presidente de la Confederación.
1856 Finaliza la Guerra de Crimea. 1857 Estalla en la India la rebelión de los cipayos. Charles Baudelaire: Las flores del mal. 1859 Charles Darwin: El origen de las especies. 1860 Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos.
1861 1862 la 1863
Las fuerzas porteñas triunfan en Pavón; Urquiza se repliega en su provincia. La ley-compromiso autoriza al gobierno federal a instalarse en Buenos Aires. Bartolomé Mitre es elegido presidente de la Nación, acompañado en la fórmula por Marcos Paz. Se divide el liberalismo y la facción autono- mista liderada por Adolfo Alsina gana el control del gobierno de Buenos Aires.
1861 1862 1864
Comienza la Guerra de Secesión norteamericana. Benito Juárez, presidente de México. Víctor Manuel es proclamado rey de Italia. Se perfecciona el fusil de repetición. Otto von Bismarck, canciller y primer minis- tro de Prusia. Se funda en Londres la Asociación Inter- nacional de Trabajadores, conocida como la 1° Internacional. Pío IX da a conocer el Syllabus.
1865 Se firma el Tratado de la Triple Alianza. Comienza la guerra con Paraguay. Mitre es nombrado general en jefe de los ejércitos aliados. 1866 Adolfo Alsina es elegido gobernador de Buenos Aires. Derrota de los ejércitos alia- dos en Curupaytí. 1867 Levantamiento de Felipe Varela. 1868 La fórmula Sarmiento-Alsina triunfa en el Colegio electoral. Caída de la for- taleza de Humaitá en manos aliadas.
1865 1867 1868
En Estados Unidos, termina la Guerra de Secesión con el triunfo del norte; la esclavi- tud es abolida. Lincoln es asesinado. Richard Wagner: Tristán e Isolda. Se modifica la legislación electoral inglesa, ampliando el sufragio. El emperador Maximiliano es fusilado en México. Carlos Marx publica el primer volumen de El capital. Se inicia el proceso de «occidentalización» en Japón. Son descubiertos en Francia los restos del hombre de Cro-Magnon.
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Domingo Faustino Sarmiento 1869 | 1874
Sarmiento presidente Ordena que se levante el primer Censo Nacional y funda el Colegio Militar de la Nación (1869). El 3 de febrero de 1870 visita a Urquiza en el palacio San José. El 11 de abril Urquiza es asesinado. Sarmiento enfrenta a la rebelión de López Jordán. Finaliza la Guerra de la Triple Alianza. Durante 1871 una epidemia de fiebre amarilla, en la que mueren cerca de 15.000 personas, se adueña de Buenos Aires. Organiza la Exposición Nacional en Córdoba. Inaugura el observatorio astronómico de Córdoba, que será dirigido por el astrónomo norteamericano Benjamín Gould. En 1872 crea el Banco Nacional y funda la Escuela Naval y la Academia de Ciencias de Córdoba, dirigida por el botánico alemán Germán Burmeister. Sufre un atentado contra su vida del que sale ileso (1873). En 1874 crea el Parque 3 de Febrero. Termina su presidencia. El país cuenta con cien mil niños en sus escuelas, 70.000 más que los que había en 1868. Sarmiento apoya la candidatura presidencial de su ministro de Instrucción Pública, Nicolás Avellaneda.
1875 | 1880
La vuelta al llano Es nombrado director general de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires (1875). Funda la revista La educación en la Provincia de Buenos Aires. Es senador nacional por San Juan. Muere Vélez Sarsfield. En 1876 se manifiestan los primeros signos de su enfermedad cardíaca. Funda la revista Educación común. En 1877 es ascendido a General de Brigada. En 1879 Avellaneda lo nombra Ministro del Interior. En octubre abandona el cargo. Acepta la candidatura presidencial ofrecida por la Asociación de Jóvenes «Unión Nacional» (1880).
1881 | 1888
Los últimos años En 1881 es designado superintendente de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. Renuncia al cargo en 1882, en medio de un conflicto con otros miembros del Consejo y con el Ministro de Instrucción Pública. Alcanza el grado de General de División. Publica el primer volumen de Conflicto y armonías de las razas en América, dedicado a Mary Mann (1883). Se presenta a la elección para el Concejo Municipal de Buenos Aires y es derrotado por el farmacéutico Otto Recke. Durante 1884 viaja a Montevideo y a Chile, enviado por el gobierno de Julio A. Roca, para suscribir un acuerdo entre Argentina, Uruguay, Chile y Colombia para traducir al castellano obras importantes de la cultura occidental. Roca acuerda financiar la publicación de las obras completas de Sarmiento. En 1885 funda el diario El Censor, el último de sus periódicos, para llevar adelante una campaña contra Roca y su candidato, Miguel Juárez Celman. Publica Vida y escritos del coronel don Francisco J. Muñiz y Vida de Dominguito (1886). Acepta la candidatura a diputado por San Juan, ofrecida por los opositores a Juárez Celman. Es derrotado con fraude por Agustín Cabeza, que había sido jefe de policía en San Juan. Busca mejor clima para su precaria salud y se instala en 1887 en Asunción del Paraguay. Regresa en octubre a Buenos Aires. En mayo de 1888 vuelve a Asunción, acompañado por su hija y su nieta María Luisa. El 6 de septiembre sufre un ataque al corazón. Muere a las dos y cuarto de la mañana del 11 de septiembre.
* Modificada de Botana, N.R. “Domingo Faustino Sarmiento. Una aventura republicana”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1996 (con autorización del autor).
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Argentina
El Mundo
1869 El Primer Censo Nacional muestra que la Argentina tiene 1.836.490 habitantes. Las fuerzas aliadas toman Asunción. 1870 El asesinato de Urquiza es seguido por una rebelión encabezada por López Jordán, que se prolonga por tres años. Con la muerte de de López en Cerro Corá, concluye la Guerra del Paraguay. 1873 Llegan al país más de 70.000 inmigrantes. 1874 La fórmula Nicolás Avellaneda-Mariano Acosta obtiene una amplia mayoría en el Colegio Electoral. Mitre se rebela contra el gobierno y es derrotado en La Verde y Santa Rosa. Alsina es nombrado ministro de Guerra.
1869 Se reúne el Concilio Vaticano I. Se inaugura el Canal de Suez. 1870 Guerra Franco-prusiana. Francia es rápida- mente derrotada; cae el II Imperio y es proclamada la III República. 1871 Guillermo I, emperador de Alemania. Comuna de París. 1872 Comienza el tendido de ferrocarriles en Japón. 1873 Se inicia una crisis económica mundial. 1874 El Papa Pío IX prohíbe la participación de los católicos en actividades políticas. Primera exposición impresionista en París.
1876 El Ferrocarril del Sur llega a Azul. 1877 Se produce la conciliación entre Avellaneda y Mitre. Muere Alsina. 1879 Roca comienza la Campaña del desierto. 1880 Triunfa la fórmula Julio A. Roca-Francisco Madero. La rebelión tejedorista es derrotada en Puente Alsina, Los Corrales y Constitución. Federalización de Buenos Aires.
1876 A. Graham Bell inventa el teléfono. Porfirio Díaz llega al gobierno de México. 1878 Bismarck proscribe al Partido Socialdemócra- ta. 1879 Se construyen en Chicago los primeros rasca- cielos con estructuras de acero. 1880 Charles Parnell impulsa la lucha de Irlanda contra Inglaterra.
1881 Establecimiento de una moneda única para todo el país. 1882 Fundación de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. 1884 Se sanciona la ley de enseñanza laica, gratuita y obligatoria, y se crea el Registro Civil. Juan B. Alberdi muere en París. Lucio V. López publica La gran aldea. 1886 Con el apoyo de Roca es elegido presidente Miguel Juárez Celman. Carlos Pellegrini, vicepresidente. 1887 Las exportaciones de trigo alcanzan las 238.000 toneladas -en 1880 habían sido de solo 1.200 toneladas-. Mitre publica su Historia de San Martín. 1888 Se aprueba la ley de matrimonio civil y se inaugura la primera parte de las obras del puerto de Buenos Aires.
1881 Un grupo anarquista asesina al zar Alejandro II de Rusia. Primer ministerio de Jules Ferry: sanción de las leyes educativas. 1882 R. Koch descubre el bacilo de la tuberculosis. Thomas A. Edison construye la primera central eléctrica en Nueva York. 1884 Las potencias europeas con intereses coloniales realizan la Conferencia Internacio nal de Berlín para discutir el reparto de África. Herbert Spencer: El individuo contra el Estado. 1885 Louis Pasteur desarrolla la vacuna contra la rabia. 1886 El 1° de mayo se produce en Chicago una huelga general en reclamo de la jornada de ocho horas; sus líderes son arrestados y condenados a muerte. 1888 Abolición de la esclavitud en Brasil.
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Conversing with Sarmiento: his views on education
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omingo Faustino Sarmiento (San Juan, Argentina, February 15, 1811 Asunción, Paraguay, September 11, 1888) was a prominent figure in XIX century Argentina. A gifted intellectual, a consummate writer, a visionary statesman, Sarmiento was also a journalist, a historian, a linguist, a political activist. Mary Peabody Mann defined him as “not a man but a nation”. The seventh President of Argentina (1868-1874), he was well known for his efforts to modernize the country and for his attempts to improve its educational system. He was referred to as the “Teacher President” for his obsession to foster education not only in Argentina but also in South America, convinced that this was the only way to improve the quality of democracy. In the 52 volumes of his “Complete Works” he analyzes a wide range of issues. His work “Facundo or, Civilization and Barbarism” is one of the pinnacles of literature in Spanish.
His impact on the political and social structure of Argentina and his ideas, considered now as innovative, were actively resisted at his time. He saw himself as self-made man and, during his trips to Europe and the United States, he developed a keen interest in the ways to promote the social and economic growth of Latin America. This book reproduces an imaginary interview between the author and Sarmiento that took place during June 1888 in his last residence in Asunción, Paraguay where he died several months later. The conversation was focused entirely on the educational ideas of Sarmiento and his responses reproduce his writings on the different issues raised during the meetings. The following introduction to Sarmiento’s ideas explored in the dialogue, is a synthesis of the article written by the Argentine academician Héctor Félix Bravo 1.
Domingo Faustino Sarmiento near the shore line, San Juan. (AR AGN DDF / Consulta INV:24711) 1 Héctor Félix Bravo (Argentina 1912-2002) Graduate in philosophy, law and education at the University of Buenos Aires. Former inspector of secondary education, director of educational information at the Ministry of Education, and head of research at the Centro de Investigaciones en Ciencias de la Educación. Member of Parliament and Chairman of the Education Commission (1963–66). Honorary professor of educational policy and comparative education at the University of Buenos Aires and member of its Academic Tribunal. Member of the Governing Board of the Argentine Association of Comparative Education and of the National Academy of Education. Author of numerous journal articles and publications, including: “Sarmiento: pedagogo social” [Sarmiento: social teacher] and “Estudios sarmientinos” [Studies on Sarmiento]
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DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811–88)2 Domingo Sarmiento’s socially oriented education may, without a doubt, be traced back to the adverse circumstances that hampered his own education and the disastrous situation prevailing in Argentina as a result of economic and cultural deprivation. His reading and travel for study purposes, exposed him to theories that strengthened those views. The ideas put forward by Condorcet on the state’s duty to provide each and every individual with education to ensure full spiritual, political, economic and social development through effective de facto equality and the institutionalization of secularism, and those of Guizot, the main proponent in France of mass education which should be free of charge and allow freedom of conscience, made a very important contribution to the educational theory and practice of the ‘Schoolmaster of America’. His humanitarian views were also largely influenced by the ideas of Horace Mann, the reformer from Massachusetts, who promoted universal education — compulsory, non-sectarian and free — that sought to encourage civic virtues and social efficiency. But the observations made during his study tours exerted the strongest influence on the development of Sarmiento’s educational philosophy. This is borne out by the fact that the ideas he defends in “De la educación popular” [On Popular Education]—reporting on his tours of inspection from 1845 to 1847 — encapsulate the themes developed and
repeated subsequently during his lengthy career as a journalist and teacher. During his stay in Europe, which encompassed visits to France, Prussia, Switzerland, Italy, Spain and England, he was able to learn about and assess new educational methods and procedures, interesting experiments in special education, advanced teacher-training institutions and modern systems of school organization. His two visits to the United States gave him an opportunity for direct contact with a highly progressive education movement, which was influenced to a great extent by Pestalozzian ideas and accordingly had its roots deep in the community.
Civilization and public education Barbarism and despotism, with ignorance, poverty, anarchy and fanaticism in their train, were in Sarmiento’s view Argentina’s legacy of social ills. He explained the origin of these evils in demographic terms, approaching the problem from two different angles. The explanation he gave in “Facundo (Civilización y barbarie: vida de Juan Facundo Quiroga” [Civilization and Barbarism. The Life of Juan Facundo Quiroga]) is quantitative — depopulation, but in “Conflicto y armonías de las razas en América” [Racial Conflict and Harmony in America], qualitative — the formation of ethnic groups. With the passion of an apostle and the conviction of a visionary, he proclaimed the absolute value of education. It was in “De la educación popular” that he presented, for the first time in specific terms, his full programme of civilization through education. In his later work, admittedly, he did no more than elaborate on and repeat — with a teacher’s insistence — the ideas defended in the 1848 report. Civilization could not be the preserve of a few. It required each citizen to be suitably trained to discharge the functions incumbent upon him or her in the Republic. A man of action, an achiever and a builder, Sarmiento worked and fought to put his doctrine into practice, but without
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En: Prospects: the quarterly review of comparative education (Paris, UNESCO: International Bureau of Education), vol. XXIV, no. 3/4, 1994, p. 487–500.
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detriment to morality and spiritual values. Ample proof of this is afforded, primarily, by his fundamental interest in educational issues; secondly, by his own life, which shows him to be a model of lofty thinking; and lastly, by his clear definitions. To civilize, in Sarmiento’s view, was to make provision for things that would lead to the prosperity of the country and to progress in all the provinces, such as the introduction of the legislation and regulations necessary to create a state under the rule of law, the encouragement of immigration, the building of railways, the occupation of state-owned land, the introduction and establishment of new industries, the influx of foreign capital, etc. But it also meant attending to the advancement of culture by organizing public education and guaranteeing the welfare and freedom of each and every inhabitant, and the sovereignty of the Republic, as stipulated by the Constitution. Sarmiento was both a man of action and an idealist. He tackled the great task of transforming the country, gripped as it was by anarchy and barbarism, in the conviction that progress, built on ethical foundations, would bring happiness to the Argentine people. But, as Mantovani 3 pointed out, “Progress cannot be achieved on the basis of reason, as the thinkers of the Enlightenment supposed, nor can it be imposed from above by governmental decree. It must be the outcome of a process of development over time, whose main purpose is to educate the people and create new customs; in a nutshell, to civilize the people”. Just as he did not formulate a complete and coherent educational philosophy, Sarmiento refrained from giving an all-round definition of education. Admittedly, he never set out to found or develop a system of general education; all his concerns in this field were focused on one specialized area, namely, the politics of education, or, better still, educational policy. The favourite theme of his educational theories and books was therefore public education, whose purpose was—in his own words—‘to train individuals to use their intelligence through basic knowledge of the sciences and of the fundamental facts 3 Mantovani,
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that shape the intellect’. We therefore have a concept of public education, which, combined with other ideas taken from different works, may reasonably be summed up as follows: the objective of public education is to improve, intellectually, physically and morally, the largest and poorest class of society, by providing it with training so that it may participate in cultural progress. Sarmiento wanted to improve social conditions in the community by means of educational action, spearheaded by the state. But that educational action, designed primarily to raise intellectual capacity through science, would benefit the dispossessed or disregarded bulk of the population, and would no longer be a privilege of the dominant groups. ‘What we need, first of all, is to become civilized: not the 200 individuals who attend classes, but the 200,000 who do not even go to school.’ This was the basis of Sarmiento’s passion for primary schooling, which he called ‘mass education’, ‘national education’ or ‘general education’.
J. 1950. Épocas y hombres de la educación argentina. Buenos Aires, El Ateneo.
Democracy and mass education A republican and democratic system of government requires a well-informed citizenry, without class distinctions, which means that all citizens should be granted equality of opportunity. Sarmiento’s great concern, his greatest passion in life, was to educate the people, all the inhabitants of Argentina, raise their spiritual and economic levels and thus secure the development of a free and sovereign nation. Mass education was the heart and soul of his work and was the title of his most widely read, and probably his favourite, book, “De la educación popular”. In a profoundly revolutionary manner, he advocated education open to all without discrimination as to race, sex, economic status, social rank, political views or religious beliefs. He was a pioneer in the struggle for non-sectarian education, or education free of all religious dogma or segregation on similar grounds. Sarmiento devoted his life to the development of this form of education. Sarmiento understood what the most pressing educational need was. It was necessary to teach the masses to read rather than launch sophisticated cultural and specialized projects.
Other achievements With apostolic ardour, Sarmiento, who became a teacher while he was still an adolescent at a time when the profession was viewed with disdain, preached about the social usefulness and supreme importance of the teaching profession. He was convinced that the schoolteacher was the person working most actively for the nation’s advancement. The opening of public libraries was inspired by similar democratic principles, as he considered that education would be impossible without libraries. ‘Civilization in [Latin] America is to be achieved by linking schools to books’, he said. For that reason, he created mobile public libraries and never faltered in this endeavour, although he knew that some of them met with a sorry fate. He promoted scientific research with
leading institutions such as the Academies, the Faculty of Exact, Physical and Natural Sciences of the University of Córdoba and the Astronomical Observatory also in Córdoba, and arranged for the services of scientists from the United States and Germany to be supplied under contract. He increased the number of advisory bodies and laboratories for the purposes of educational renewal; and set up museums. He founded the military and naval academies, thereby improving cultural and technical standards in those professions. He allocated funds for the establishment of seminaries, and took the decision to organize the country’s first educational census. The list could continue.
Women’s education Until the middle of the last century, most women in Argentina had led sedentary, not to say vegetative, lives cloistered in their homes dedicated exclusively, at best, to domestic work. They were therefore cut off from cultural affairs, a situation exacerbated by strict religious observance and aggressive ignorance. It was therefore obvious that as long as women remained in this social situation civilization would stop at the front door of the family home. To borrow Abraham Lincoln’s famous words, Sarmiento did more than anyone else to introduce ‘education of the people, by the people and for the people’ into Argentina: Education of the people: he considered that education was a social function and argued against certain theological and political principles that held sway in a society still strongly attached to class distinctions and the teachings of the Church. Implicit in that idea were the right and duty of the people to be educated, in a situation of equality of opportunity, and the corresponding obligation of the state to make provision for meeting that need in keeping with the principle of freedom of education, in the republican and democratic sense. Education by the people: he campaigned for greater involvement of the people in the
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administration, inspection and general running of education. He considered that school inspection bodies should be set up, composed of people’s committees, university rectors or their deputies, municipal authorities and a technical representative of central government, in order to improve education and promote it in every community. Education for the people: Sarmiento’s educational philosophy was based on a lofty conception of human nature. He believed equally strongly in the system of government adopted in 1810, whose effective continuation depended directly on the development of mass education. ‘The word “democracy” is a sick joke’, he claimed, ‘when the government defers or neglects its task of training upright and intelligent citizens.’ This remedy for Argentine social ills therefore posed at the same time the serious problem of the possible loss of the national character. We shall now see how this new danger was avoided by mass education, introduced by Sarmiento. He called primary education ‘national education’ because the greatness and the future of the country, and the safeguarding of traditional values, depended on as much education as possible being given to the greatest number of citizens within the shortest possible time, through the simultaneous efforts of the state and parents. That was his reason for preferring this level of education to higher education. Of course, it did not blind him to the merits of secondary and higher education in developing general prosperity through the raising of the people’s moral standards. But primary education provided by the state for every child of school age, without discrimination on social, economic, political or religious grounds, was the strongest guarantee of national unity. Warmly supported by the people and by the ceaseless toil of dedicated teachers who owed their training to him, Sarmiento put into practice his social doctrine, which was established as the foundation and guarantee of national development. State education in Argentina is the highest expression of his political design and the most outstanding
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example of a promise kept by a man who sought power in order to implement principles that the entire nation shares today. The maxim implicit in Sarmiento’s education policy is thus a watchword for the people’s representatives: to govern is to educate.
During the “conversation” reproduced in this book, Sarmiento made many statements worth quoting. Here is a selection: Still babbling, my parents began to familiarize my eyes and my tongue with the alphabet; such was the rush with which the settlers who felt citizens came to educate their children. I owe my father the love of reading, which has made the constant occupation of a good part of my life. If he could not give me education after his poverty, he gave me instead for that paternal request, the powerful instrument with which I, by my own effort, supplied everything, filling the most constant, the most fervent of his vows. To that determined fondness for reading, I owe the direction that my ideas later took. I believe that in the spirit of those who study it happens as in the flooding of the rivers, where the passing water gradually deposits the solid particles that it brings in solution and fertilize the soil. But it is very certain that if the new generations are not educated, all the defects that our current organization suffers will continue to exist and take more colossal proportions as political life develops greater stimuli for action. Today, it is already an axiom accepted by all peoples, that wealth, that freedom and that all human progress is reduced to a single word: intelligence.
Economic success, will transform us into a prosperous factory, but not a Nation. A Nation is economic wealth at the service of culture and education. Do you fear the revolutions? Domesticate the barbarians, so that they do not suppress you or your children. Do you want national representation to be a reality? Educate future voters. Education, nothing more than education. But not to squirt, as they would like, but in a single blow and using the necessary means in proportion to evil. As I turn to the teachers, I feel that I have a sacred ground, because I am in the august presence of the highest interests, mortal and immortal, that I am in the midst of the eternal principles of moral life and moral death. In every word of the teacher, shouted or heard, an echo awakens that will live forever. There is no record of what you teachers are doing on earth. There will be no bronze or marble monuments where you will rest when your last vacation arrives. But throughout this Nation there will be living records and living monuments of the good that you have done in the educated souls that you have prepared, whose love for freedom you enlivened and whose power to guide and govern others, you with your influence and example helped to develop. Evil will not be rooted out, until a universal education system is adopted that brings down to the people the knowledge of the mechanism of government that they choose or destroy, not always with awareness of their actions. A poor father cannot be responsible for the education of his children. But the society as a whole has a vital interest in making sure that all the individuals who will form the Nation over time have been sufficiently prepared by the education received in their childhood to perform the social functions to which they will be called. The power, wealth and strength of a nation depends on the industrial, moral and intellectual capacity of the individuals that compose it and public education must have no other purpose than to increase these forces
of production, action and direction, increasing more and more the number of individuals who own them. Education is not a charity, but an obligation for the State, a right and a duty at the same time for citizens. Public, common, universal, unlimited education is the company of the present and the guarantee of the future. Daughter of democracy, it has become the lever of wealth, the basis of morality and the bulwark of freedom. Educating the poor is thus increasing the number of those who can be rich, that is, adding wealth to the total wealth of the State. It has been said that education is my hobby. Manias have made the world what it is today. Mania was freedom for people who, like the English, conquered it in centuries with their blood; mania was Independence, in the generation that preceded us, until we left it secured. Only when a great social aspiration becomes a mania, it is possible to make it reality, institution, conquest. Our schools must therefore, be constructed as palaces in such a way that their environment, working daily on the spirit of the children, educates their taste, their physique and their inclinations. The fate of the states depends on the education of women since civilization stops at the doors of their homes when they are not prepared to receive it. Don’t you want to educate children for charity? But do it out of fear, out of caution, out of selfishness! Move, time is urgent, tomorrow will be late. “Let’s make schools, compatriots. Let us educate the entire nascent generation. Let us enter fully into the revolution that we are in vain preparing after so many years. The education given to the greatest number is reproduced in greater productive capacities. The province is poor, let’s increase the number of those who can aspire to be rich”.
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Intellectuals and politicians write about Sarmiento Sarmiento was the most indivisible man in the world. Nothing can be isolated in him. All the elements of his moral organism were harmoniously adjusted and the journalist Sarmiento is so intimately part of Sarmiento the teacher and Sarmiento the writer that we can only isolate them for study purposes.
preaching of the ideas that characterized his democratic personality.
Eduardo Mallea
Leopoldo Lugones
If his inheritance did not give the young Sarmiento neither property nor a rank that society recognized, he endowed it instead with the moral and intellectual instruments with which the journalist and the politician aspire to rise to fame.
Sarmiento was concerned with the most varied issues related to the promotion and extension of popular education since he considered that it was the indispensable basis for the institutional and economic development of nations and especially in South American countries, obviously including Argentina. His readings, trips and especially his curiosity for everything that served that purpose were, without a doubt, the basis and foundation of his ideas.
Beatriz Sarlo and Carlos Altamirano
The exceptional and fruitful life of Sarmiento is an example for youth, for teachers and for all Argentines. In its clear waters, opted for by the action of time and by the appeasement of passions, we can all drink his wise teachings of the highest human ideality. The main educational ideas of Sarmiento are at the core of our teaching institutions that feed on their inspirations. Octavio Pico
Sarmiento, the most lucid ideologist of the enlightened bourgeoisie was, first of all, a preacher of modernity. Juan JosĂŠ Sebreli
It is true that you can be against Sarmiento but you cannot be without him. Saul Taborda
If I had not revered him as the citizen to whom my country owes the greatest amount of effort that one of his children could do for her, I would venerate him as my teacher, whose word strengthened my spirit with the constant
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Adolfo SaldĂas
Compassion for ignorance and love of truth made Sarmiento an educator.
Fernando Enrique Beard
The synthesis of Sarmiento is difficult because of the extension of his work and its existence, because of its disconcerting exterior variety. There is no single perspective, no concrete and panoramic vision that summarizes him. To consider him in pieces, through his fundamental and most notorious books, is to lose areas of life, originality and passion, which make up the extraordinary man. Ricardo Rojas
Principales Fuentes Bibliográficas
Las “respuestas” de Sarmiento a las preguntas formuladas resultan de la transcripción de los textos del prócer que forman parte de los 52 volúmenes de sus “Obras Completas”. “Como lo autorizara el autor”, dichos textos han sido adaptados al lenguaje de uso común en nuestros días, respetando, en la medida de lo posible, la estructura original y con el único agregado de algunas palabras y expresiones necesarias para mantener fluido el “diálogo”. - SARMIENTO, Domingo Faustino. Obras completas. Augusto Belín Sarmiento y Luis Montt, eds., Buenos Aires, Imprenta y Litografía Mariano Moreno, 52 vols., 1884-1903. (https://casanatalsarmiento.cultura.gob.ar/biblioteca-digital/obras-sarmiento/obras-completas/) Citar la fuente precisa de origen de cada párrafo transcripto dentro de la obra de Sarmiento hubiera hecho imposible la lectura del texto. Las obras que siguen sirvieron de orientación para la selección de los textos de Sarmiento relacionados con la educación: - BARCIA, Pedro. Ideario de Sarmiento. Tomos I, II y III. Buenos Aires: Academia Nacional de Educación; San Juan: Fundación Banco San Juan; Santa Fe: Fundación Nuevo Banco de Santa Fe; Paraná: Fundación Nuevo Banco de Entre Ríos; Río Gallegos: Fundación Banco Santa Cruz, 2014. - BERDIALES, Germán. Antología Total de Sarmiento. Tomos I y II. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1962. - BRAVO, Héctor Félix. Perfiles Sarmientinos. Sarmiento hacedor de la educación popular. Páginas Selectas de Sarmiento. Buenos Aires, Ministerio de Educación y Justicia, 1988. - MYERS, Jorge. El pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento. Buenos Aires, El Ateneo, 2010. - ROJAS, Ricardo. El pensamiento vivo de Sarmiento, Buenos Aires, Editorial Losada, 1983. - SARMIENTO, Domingo Faustino. Educación popular con presentación de Juan Carlos Tedesco e Ivana Zacarías. La Plata, UNIPE Editorial Universitaria, 2011.
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Los últimos meses de vida del prócer en Asunción del Paraguay, durante los que se desarrolla esta “entrevista”, fueron reconstruidos a partir de los siguientes trabajos: - GARCIA MEROU, Martín. Confidencias Literarias, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora Argos, 1893. - PAGES LARRAYA, Antonio. El adiós de Sarmiento, Boletín de la Academia Argentina de Letras, LVI (221-222): 341-394, 1991. Además, se consultaron innumerables fuentes relacionadas con la vida y la obra de Sarmiento, que resultaría imposible reproducir aquí. Se destacan entre las más importantes: - ALTAMIRANO, Carlos y SARLO, Beatriz. Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la Vanguardia, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983. - BELÍN SARMIENTO, Augusto. Sarmiento anecdótico (Ensayo biográfico), París, Imprenta Belín, 1929. - BOTANA, Natalio R. Domingo Faustino Sarmiento: una aventura republicana, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1996. - CRESPO, Julio. Las maestras de Sarmiento, Buenos Aires, Grupo Abierto Comunicaciones, 2007. - BUNKLEY, Allison W. Vida de Sarmiento, Buenos Aires, EUDEBA, 1966. - FERNÁNDEZ, Belisario y CASTAGNINO, Eduardo Hugo. Guión Sarmientino, Buenos Aires, La Obra, 1961. - HOUSTON LUIGGI, Alice. Sesenta y cinco valientes. Sarmiento y las maestras norteamericanas, Buenos Aires, Editorial Ágora, 1959. - LUGONES, Leopoldo. Historia de Sarmiento, Buenos Aires, Otero & Co. Impresores, 1911. - PALCOS, Alberto. Sarmiento. La vida, la obra, las ideas, el genio, Buenos Aires, El Ateneo, 1938. - ROJAS, Ricardo. El profeta de la pampa: Vida de Sarmiento, Buenos Aires, Kraft, 1945. - VERDEVOYE, Paul. Domingo Faustino Sarmiento: educar y escribir opinando (1839-1852), Buenos Aires, Plus Ultra, 1988.
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Retrato de Sarmiento realizado por Eugenia Belín. (MHS)
Agradecimientos Museo Histórico Sarmiento Virginia González . Constanza Ludueña . Valeria Benítez . Ingrid Bridge
Museo Casa Sarmiento, Tigre Milagros Noblía Galán . Albertina Klitenik . Susana Bruzzone
Museo y Biblioteca Casa Natal de Domingo Faustino Sarmiento María Rosa Plana . Elsa Alejandra Ponce
Archivo General de la Nación Dr. Natalio Botana Sr. Eduardo Tarditi
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Agustín Viñas . “Vocación” . Zurbarán Colección
Este libro terminó de imprimirse el día 4 de noviembre de 2019. Día de San Carlos Borromeo.
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