El Impresionismo y el Arte de los Argentinos - Edición Laboratorios Bagó

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El IMPRESIONISMO está relacionado íntimamente con la naturaleza, la realidad, la belleza y fundamentalmente con la ética. Este valor, aplicable a lo artístico, acompaña a todos los campos en donde Laboratorios Bagó, que el 11 de abril de 1999 celebrará su 65° aniversario, desarrolla sus actividades empresarias con la incorporación de nuevas tecnologías, con el esfuerzo productivo, el desafío de la investigación y con el trabajo cotidiano, Laboratorios Bagó incorpora la ética a su gestión, priorizando el respeto por la salud de la comunidad. Este nuevo libro integra el aporte que Laboratorios Bagó brinda cada año al patrimonio cultural del país, contribuyendo al bienestar de nuestra gente a través de expresiones artísticas de alta calidad. Promover el arraigo hacia nuestras verdaderas raíces, y destacar los valores culturales de la Argentinidad, son objetivos que Laboratorios Bagó compromete en cada una de sus acciones, para la grandeza de nuestra Nación.

Dr. Sebastián Bagó

Dr. Juan Carlos Bagó


Edición declarada de Interés Cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación



Coordinación General María Torres Diseño Gráfico Estudio AK3 Diagramación Nora Moskovich Investigación Miguel Gómez Paula Sarachman Producción María Torres Paula Sarachman Fotografía Gustavo Sosa Pinilla Fotocromía e Impresión Arcángel Maggio

Obra de Tapa “En la Hamaca”, Cesáreo B. de Quirós Obra de Contratapa “En la Terraza”, Cesáreo B. de Quirós

I.S.B.N.: 987-9022-32-7 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 1998, Zurbarán Ediciones Cerrito 1522 (1010) Buenos Aires Tel./fax: 815-1556 República Argentina Impreso en Argentina Printed in Argentina


C

uando un siglo se termina marca una época conflictiva, de crisis, de cuestionamientos. Y, aunque parezca contradicto-

rio, un época de pesimismo e incertidumbre ante el futuro. Digo contradictorio, porque los cambios siempre denotan esperanza y por lo tanto el cambio debe ser optimista, alegre, libre, no sujeto a los sinsabores del pasado. ¿Por qué en esta obra nos ocupamos de ese momento que se llama Impresionismo y sus fabulosas consecuencias en el Arte de los Argentinos? Porque éste es nuestro grano de arena, nuestro aporte para recibir el nuevo siglo con el ejemplo de esos maravillosos creadores que en vez de ver las cosas en tonos grises, las vieron brillantes. Y aunque parezca imposible con más colores que el arco iris. Quiero agradecer a los que comparten nuestra visión optimista y han hecho que este libro esté en sus manos. A María Torres y al maravilloso equipo que ha logrado formar. A los hermanos Bagó que creen sin necesidad de haber visto. A mis hijos y a Margarita, mi mu jer, que co mo siem pre me acom pa ña en to dos mis sue ños.

Ig n a cio Gu tiérrez Za ld íva r


A los mĂŠdicos que silenciosamente trabajan para mejorar nuestra calidad de vida.



E E

L IMPRESIONISMO COLOR Y OPTIMISMO

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Gauguin

Cezanne

Manet

Monet

Renoir

Degas


IMPRESIONISMO O R I G E N E S

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Y

C A R A C T E R I S T I C A S

s un error pensar que el impresionismo nació el 15 de abril de 1874 con la exposición de la Sociedad Anónima de Artistas, en los salones del

atelier del fotógrafo Nadar, en el 35 Boulevard des Capucines, en París. Podríamos sostener que comienza en 1830 con el nacimiento de Camille Pissarro y algunos dicen que finaliza en 1926 con la muerte de Claude Monet. Creo que es un error darle una fecha de nacimiento y mucho menos una partida de defunción, ya que sin ninguna duda es hoy la pintura más apreciada y aquella que concentra la mayor cantidad de admiradores y el regocijo del público que concurre por millones a visitar los museos. Cuando se visita el Museo de Orsay en París, que contiene el arte del siglo XIX, se puede ver la convivencia entre el "arte oficial", anterior a los impresionistas y las obras de estos últimos. Y siem pre en las sa las de los ar tis tas im pre sio nis tas la can ti dad de gen te

Pissarro

su pe ra am plia men te a las otras sa las del Mu seo. La pintura tradicional siempre significó composición, dibujo, temática, y reglas preestablecidas que no podían ser alteradas sin cometer errores que descalificaran la totalidad de la obra. Es más, uno debía tener conocimientos de mitología, de historia, o bien de historia sagrada, para poder interpretar correctamente qué es lo que había querido representar el artista. Pensemos en "El rapto de las sabinas", "El juicio de los Horacios" de Jean Louis Da vid, en las que no se con tem pla me ra men te una obra de ar te, si no que pa ra dis fru tar la ple na men te se de be co no cer la his to ria del te ma que ha que ri do re pre sen tar el ar tis ta. El movimiento que se llamó Impresionismo abarcó tan só lo una veintena de artistas, no más, que tenían como unión o vín cu lo el ser la mayo ría residentes en París, el ser contemporáneos en tre ellos, y el estar disconformes con la política oficial de los salones de arte don de normalmen te eran rechazados o bien ni intentaban enviar obras, para no su frir la depresión que les producía la no admisión de las mismas. También tenían en co mún su falta de interés en cuestiones políticas (únicamen te Camille Pissarro era un so cialista declarado e inclu so fue acu sado de anarquista). Los unía la poca aceptación que tenían sus obras entre los coleccionistas y el público.

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CLAUDE MONET

“La Cathèdrale de Rouen” (1894)

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Otra cualidad común era que disfrutaban pintando paisajes y generalmente realizaban pequeñas manchas del natural, aunque esto no quiere decir que las obras fueran íntegramente pintadas a "plein air", ya que muchas veces eran terminadas en la tranquilidad del taller. Reflejaban en las telas sencillamente lo que veían, característica en común de singular importancia. No intentaban pintar lo que creían ver, ni tampoco lo que pensaban que debían ver. Espontáneamente pintaban sin un orden ni composición establecidos. Suele relacionarse al impresionismo con el manejo de la luz pero creemos que es un error caer en el lugar común de la luz y su reflejo sobre las cosas. Ya en la Escuela Francesa, Claude Lorrain (1600-1682) se había ocupado revolucionariamente de los paisajes y de la luz, también JeanBaptiste Corot habitualmente pintaba del natural en los bosques de Barbizon. CLAUDE MONET

Los pintores impresionistas en su vida y su obra fueron siempre, absoluta-

frente a “Las Ninfeas”

mente LIBRES. Es por eso que el ser independientes fue una característica fundamental. Tampoco fue "una escuela", tan sólo algunas exposiciones en común y el calificativo peyorativo de algún crítico los llevó a construir lo que podríamos llamar “un movimiento”. Entre ellos no había solidaridad, había celos, envidias y esporádicamente algún gesto amistoso o solidario. Buscaban la libertad que les permitiera crear sin atarse a normas académicas o a la escuela realista. En general eran autodidactas y tan solo habían recibido lecciones a través de talleres privados. La pintura impresionista es ALEGRIA, es brillo, es optimismo, y diez años antes de la primera exposición, en 1864, Pissarro había eliminado el negro, el betún, el tierra siena, y los ocres. Lo que estaban realizando no les parecía revolucionario ni algo orgánico. Nunca tomaron conciencia del cambio fundamental que estaban produciendo en los gustos estéticos ni la vigencia que tendría su obra a través de los tiempos. Jamás pensaron en perdurar, tan sólo quisieron pintar la atmósfera que los rodeaba y captar la vibración de la luz en dicha atmósfera. También ha sido fundamental para su vigencia que hayan realizado un gran número de obras. Si todos hubieran fallecido jóvenes como el caso de Frédéric Bazille (quien murió a los 29 años), la historia del arte los hubiera juzgado como meros continuadores de la escuela de Barbizon y no como revolucionarios y jalón de importancia extraordinaria dentro de la historia del arte. Tampoco tuvieron el apoyo de la crítica especializada. Es más, fueron combatidos y objeto de burla permanente, y aquellos que los apoyaron con fervor y pasión, como Émille Zola, fueron tan sólo una gota que no modificó el correr del cauce de las críticas. Los impresionistas son COLOR. Al hacerlos sinónimo de luz lo único que hacemos es rescatar lo único incoloro que hay en una pintura.

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CAMILLE PISSARRO

“El Prado de Velhermeil” (1874)

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La pincelada rápida y la yuxtaposición de los tonos hacen a la esencia de su técnica. El arte impresionista es un arte óptico, ratificando lo que sostenemos que sencillamente pintaron lo que veían. Eran trabajadores y perfeccionistas, si no veamos el caso de Claude Monet que realizó una serie de veinticinco "Parvas", de veinte "Catedrales de Rouen" y de treinta y siete "Puentes de Londres", serie esta última que comienza en 1871 y que continúa hasta 1901, las últimas realizadas desde su pequeña suite en el quinto piso del hotel Savoy. Esto nos habla también de su preocupación por perfeccionar la obra realizada. Nunca estuvieron sujetos a la técnica o al oficio. La emoción y la espiritualidad siempre estarán por sobre el oficio. Es cierto que el azar y lo imprevisible están presentes en su obra, y por eso, a partir de 1889, George Seurat busca un método, un análisis, una especie de "receta" que sirva para dar teoría al movimiento. De esta manera podemos afirmar que Seurat, Signac y otros seguidores discontinúan lo realizado por los impresionistas y realizan una pintura totalmente diferente donde lo imprevisible y el azar no tienen cabida. Otra característica del impresionismo es la supresión de la forma y el diJEAN-BAPTISTE COROT

“Paisaje boscoso visto desde un pueblo”

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bujo. La tonalidad del color y la impronta del momento dado son las únicas características de composición. Posiblemente cada uno buscaba diferentes


resultados, y sin duda lo lograron. A un ojo atento no se le escapan las di-

EDOUARD MANET

“Le Déjeuner sur l ’herbe ” (1863)

ferencias en el tratamiento incluso de un mismo paisaje. También los avances de la ciencia han sido responsables de la existencia del Impresionismo. Los pomos de pintura realizados en plomo recién comienzan a fabricarse alrededor de 1844 y facilitan así la pintura al aire libre. El desarrollo de la fotografía no sólo les sirvió para sus composiciones, sino también para difundir sus obras. Un químico, Michel Eugène Chevreul, en 1839 publicó el tratado "Sobre la ley del contraste simultáneo de los colores", que estaba destinado a servir de ayuda a los operarios de las fábricas de tapices donde se hacían los Gobelinos. Es casi seguro que Eugène Delacroix conoció esta obra, y creemos que quien la estudió con profundidad fue Claude Monet. Cuando Chevreul cumplió cien años en 1886, se realizaron varios actos en su homenaje, y fue Georges Seurat quien se entusiasmó con el tema de la división de la luz y comenzó a realizar lo que popularmente se conoce como "puntillismo", que consiste en aplicar colores con pequeños puntos o toques de pincel, separando el rojo, azul, amarillo y verde, y en vez de estar mezclando

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los colores en la paleta, nuestra vista al observar dichos puntos de lejos, los funde obteniendo distintos matices y variaciones. El taller de estudio más respetado de París era el que dirigía Charles Gleyre, aproximadamente más de 600 artistas pasaron por sus aulas y cada grupo estaba integrado por treinta alumnos. Renoir, Sisley, Monet, Whistler y Bazille fueron sus alumnos. Otro taller era la Academia Suiza, propiedad de un ex modelo de David, que brindaba tan sólo el lugar y el modelo vivo para trabajar, no dictaba clases ni corregía trabajos, por allí pasaron Monet, Pissarro y Cezánne. Fueron multiplicándose las escuelas de arte ya que la demanda era no sólo de los locales sino también de los extranjeros que viajaban a París, la meca indiscuEDOUARD MANET

tida del arte por aquellos años.

“La Ninfa Sorprendida”, detalle

La escuela oficial era la Escuela de Bellas Artes, en la cual podían ingresar aquellos que contaran entre 15 y 30 años de edad y que además hubieran nacido en Francia. Debían tener también un patrocinante o presentador y pasar un examen de ingreso. Así lo hicieron Degas, que en marzo de 1855 fue ubicado 33 entre 80 aspirantes, una buena colocación, frente a la que obtuviera en pintura Renoir, en el año 1862, la cual recibió la aceptación 67 entre también 80 presentados. Más suerte tuvo cuando dos años más tarde se presentó para los cursos de escultura y dibujo, obteniendo el décimo lugar entre 106 candidatos. El impresionismo es una visión positiva y optimista del mundo, y sobre todo alejada de complicaciones. Ya en el siglo XVII había ocurrido algo parecido, Bartolomé Esteban Murillo triunfa con su obra en Sevilla, dando una visión optimista del mundo, di fe ren cián do se así de la du re za y la frial dad con que en ca ra ba el mun do re li gio so Fran cis co de Zur ba rán. En Holanda ocurre otro tanto. La pintura holandesa se aleja de las escenas históricas dando una imagen apacible del mundo. Un claro ejemplo es la obra de Jan Vermeer, la tranquilidad y la hermosura son una constante en su obra.

Las obras impresionistas son de fácil captación por el espectador, que se presenta frente al arte con el corazón abierto, sin prejuicios o complicadas lucubraciones intelectuales. Nos muestra lo placentero y lo agradable del mundo, quizás representen un momento instantáneo y por lo tanto superficial, pero sin duda que deslumbra y al ser la obra de arte creación de un hombre, en la misma está su pasión y su alma. Alguien ha dicho con justeza que la obra de Monet está realizada por un ciego que acaba de recuperar la vista, sin duda no se me ocurre mejor elogio para una obra de arte que ésto.

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EL SALON OFICIAL El arte en el siglo XIX en Europa estaba relacionado directamente con los encargues oficiales del estado, que había tomado el lu gar que históricamente tenía la Iglesia Católica, quien fue la que originó todo el gran arte de occiden te, al en cargar a los artistas pin tu ras y esculturas para el culto y la mayor gloria de Dios en los templos y palacios. El estado actuaba a través de un criterio conservador y en la mitad del siglo se define el perfil y la estética de la ciudad de París, que en treinta años triplicaría sus habitantes. La única posibilidad para un artista de poder trascender y recibir encargos era ser admitido en el Salón Oficial. Aproximadamente 2500 artistas enviaban sus pinturas, esculturas, grabados y dibujos. En ocasiones, el 70% fue rechazado y los impresionistas pertenecían a este grupo. El estado adquiría una cantidad enorme de obras que permanecían en distintas dependencias, pudiendo ingresar recién al museo del Louvre luego de cinco años de fallecido el EDOUARD MANET

“ La Ninfa So rprend id a ” (186 1 )

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artista. Las obras se colgaban atiborrando las paredes y los marcos uno junto al otro, sin dejar espacio entre ellos. Cada uno de los participantes enviaba como referencia los datos de sus maestros. Generalmente se inauguraba el 1 de mayo o el primer día hábil de dicho mes. Se realizaba en el Palacio de la Industria que quedaba en los Champs Elysées, desde 1856. La entrada era gratuita. Los domingos, cerca de 40.000 personas la visitaban. En 1856, 520.000 personas visitaron el Salón. Pa ra los ar tis tas argen ti nos que es tu dia ban y tra ba ja ban en Eu ro pa, la in clu sión de su obra en di cho Sa lón era tam bién mo ti vo de pres ti gio e in clu so de con sa gra ción. Así lo ma ni fes ta ron en rei te ra das oca sio nes Ce sá reo B. de Qui rós y Al fre do Gut te ro, en tre otros. En 1863 los rechazos fueron de tal magnitud (no fueron admitidas cerca de 2.800 obras) que el emperador Napoleón III decidió la exposición de las obras rechazadas en el salón "Des Refuces". En el Salón Oficial participaron 983 artistas. Entre los admitidos estaban Fantin-Latour y Renoir. La intención era demostrar la objetividad del jurado, calmar las quejas y demostrar que lo admitido era de calidad, y lo otro, mero trabajo de aficionados. En un lugar separado, en el Palacio de la Industria, se expusieron 781 obras, lo cual demuestra que cerca de 2.000 fueron retiradas por sus autores, que no quisieron integrar este Salón de rechazadas, que quizás les causaría desprestigio. La obra que obtuvo mayor suceso fue "La muchacha blanca" de Whistler, que había sido rechazada el año anterior en la Real Academia de Londres. Se convierte en el éxito de la exposición, y este retrato de la amante del autor fue recibido con ardor, con una nota vanguardista y revolucionaria, ya que el manejo de los blancos, tanto del fondo como el vestido de la modelo eran algo olvidado y no utilizado desde hacía dos siglos, cuando Velázquez y Zurbarán lo impusieron. EDOUARD MANET

“Olympia”, detalle

Para Edouard Manet este Salón de los rechazados significó su consagración como cabeza de los disidentes al Salón, ya que su "Comida en la hierba" o "Comida campestre" causó suficiente escándalo como para recordar aquello de "Ladran Sancho señal que cabalgamos". Una mujer desnuda comparte en el medio del jardín un momento con dos jóvenes vestidos que sostienen una expresión "estúpidamente satisfecha". Hasta se criticó que uno de los hombres portara un gorro y no se lo sacara ante la presencia de la dama... Al cuerpo de la modelo lo calificaron de fofo y carente de estructura, y hasta algún crítico manifestó que los dedos parecían carecer de huesos. Por supuesto que la obra era indecorosa y hasta algunos podrían calificarla de pornográfica. En fin, la audacia de Manet escandalizó a los conservadores y

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significó una bocanada de aire fresco para sus colegas. Al año siguiente el

EDOUARD MANET

“Olympia” (1863)

Salón fue más tolerante y tan sólo fue rechazado el 30% de los presentados. Manet vuelve a ser noticia cuando en 1865 presenta su "Olympia", que fue vapuleada por los críticos: les molestaba la fealdad de la modelo, hablaron de la falta de modelado, del gato negro que ensuciaba la cama...Dijeron que lo único que motivó al autor: "es el deseo de atraer la atención a cualquier precio". Por suerte, y como suele ocurrir con los críticos de arte cuando quieren inducir a pensar como ellos, la gente les responde ignorándolos. La “Olympia” fue la obra más admirada de la exposición, y frente a ella siempre se agolpaba una muchedumbre. Los críticos no sólo descalifican a los impresionistas sino que los atacan con brutalidad, dicen que la obra está realizada por "cinco ó seis lunáticos...agarran la tela, las pinturas y los pinceles y tiran unas cuantas manchas al tun tun, y hasta firman semejante cosa". Hoy resulta absurda la posición de los críticos ante los pintores impresionistas, no sólo porque están sin duda ya consagrados, sino porque hasta nos parece desproporcionada la vehemencia del ataque de estos intelectuales. Hasta llegaron a hacer una caricatura de un policía que impedía la entrada a una mujer embarazada a la muestra de los impresionistas, por temor a que sufriera algún inconveniente el niño que llevaba en su vientre. La Exposición Universal de 1867 convocó a once millones de

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personas, cantidad de público fabulosa si pensamos que en París vivían tan sólo 800.000 personas. Curiosamente la sección de Bellas Artes de la Exposición Universal que suplanta al Salón Oficial de dicho año carece de atractivo. Tan sólo 98.000 personas (menos del 1% de los visitantes) la visitaron. Ninguno de los impresionistas fue invitado a participar, ante lo cual Edouard Manet tomó una audaz decisión y montó un pabellón frente a una de las entradas de la exposición, en el lugar donde hoy se encuentra la Torre Eiffel. Para ello pidió a su madre el dinero de su herencia y con esos 28.000 francos presentó 50 obras que, desgraciadamente, no obtuvieron ningún éxito. Otro tanto realizó Courbet, quien el año anterior en una racha inédita de suerte había vendido obras por 150.000 francos en el Salón. La prensa humorística se ocupó de dichos pabellones, al de Manet lo calificó de "Museo Cómico" y al de Courbet "El Templo de la Memoria". En el catálogo de su exposición, Manet es quien utiliza por primera vez esta emblemática palaPIERRE-AUGUSTE RENOIR

“Lise con una Sombrilla”, detalle

bra para referirse a su pintura, ya que manifiesta: "el artista sólo pretende expresar sus propias impresiones". En 1868 casi todos los impresionistas son admitidos al Salón. Así ocurre con Manet, Bazille, Pissarro, Sisley, Berthe Morisot, y Degás. Lo mismo sucede con una de las obras enviadas por Monet, mientras la otra es rechazada, agudizando así su depresión que lo llevara a un intento de suicidio, no sólo por la falta de apoyo artístico, sino también por su desesperada situación económica. En los Salones atiborrados de pinturas se colgaban las de mayor tamaño en la parte más alta y a bajo se colocaban las más pequeñas, para permitir así la mejor visión de las mismas, aunque las pequeñas quedaran oprimidas y confundieran la visión. El éxito del salón fue Au guste Renoir, con su obra "Lise con una sombrilla", la mu jer era Lise Tréhot, la modelo preferida del artista durante cin co años. Incluso probablemen te era su amante. Sin du da nos recuerda a la mu chacha en blan co de Whistler con la salvedad que no es en este caso una obra de in terior sino que la mo delo se en cuen tra en el bosque de Barbizon. Al año siguien te (1869) son rechazadas las obras de Mo net y Cezánne, y Manet presenta "El balcón", obra inspirada en la famo sa pintura de Goya, titu lada "Majas en el balcón", la mo delo que aparece en la obra es Berthe Mo risot que no había participado en el salón. Ella fue la única alumna que tuvo Manet, que inclu so reto caba las obras realizadas por ella causando fastidio a la artista, que siempre estuvo sometida a los deseos de su maestro. Manet se inspiró en los grandes clásicos del arte y siempre ambicionó el reconocimiento oficial y nunca envió obras a las exposiciones de los impresionistas, en cam bio acos tum bra ba ha cer lo al Sa lón Ofi cial, aun que in cur sionó en

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PIERRE-AUGUSTE RENOIR

“Lise con una Sombrilla” (1867)

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EDOUARD MANET

“El balcón” (1868/69)

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temas conflictivos como en el caso de sus pinturas sobre la ejecución del emperador Maximiliano en México, él mismo manifestó en el prólogo de su exposición del '87 que: “nunca había deseado protestar”. Era un dandy que siempre se paseaba impecable, con sus guantes de gamuza, llamativos pantalones y sombreros planos. En fin, no tenía nada de bohemio ni sufrió de grandes penurias como sí ocurrió con sus colegas impresionistas. Al año siguiente se bate a duelo con el crítico Edmond Duranty quien le había hecho una observación insultante, en el café Uerbois. Se reconciliaron prontamente a instancias de sus amigos en común. En 1870 Edgard Degas solicita un nuevo montaje del Salón Oficial, pide que haya tan sólo dos filas de cuadros y no las habituales cuatro, y que al menos hubiera entre cuadro y cuadro 30 centímetros de aire. No fue escu-

BERTALL

Caricatura de “El Balcón” de Manet

chado su reclamo, pero la obra que deslumbró en el Salón fue "La mujer de Argelia" de Renoir. Lize fue su modelo y la obra nos recuerda a Delacroix por su clima oriental, hay que destacar que Renoir recién conocería Africa once años después. En el Salón de 1873, es rechazada la obra de Renoir que era de gran formato, y en la cual el artista tenía fundadas esperanzas. Es admitida una pintura de Marye Cassatt, joven artista norteamericana que gozó de la amistad de Degas. El 27 de diciembre de 1873, se constituye la Sociedad Anónima de Artistas, en el taller de August Renoir, a la manera de una cooperativa, lo que se buscaba era realizar exposiciones colectivas que les permitiera hacer conocer su obra y vender las mismas, paralelamente a las galerías y al Salón Oficial.

EDOUARD MANET

“El balcón”, detalle

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LOS MARCHANDS En 1870 Francia le declara la guerra a Prusia y muchos artistas son enrolados en el ejército. Bazille pierde la vida en una pequeña escaramuza, mientras pertenece al regimiento de los Zuavos. Degas ambicionaba ser declarado no apto ya que era prácticamente ciego de un ojo, pero igualmente fue enrolado. Monet viaja a Londres. Cézanne y Pissarro también escapa del ejército. París es sitiada por los prusianos y el arte impresionista comienza a ser exhibido en Londres, ya que el marchand Paul Durand-Ruel alquila una galería en New Bond Street.

Pissarro quien vive en las afueras de Londres y Monet, envían sus obras al Salón Anual que se realiza en la Royal Academy de Londres donde para no cambiar la tendencia, son rechazados. Unicamente en la galería son exhibidas las obras de Pissarro y Monet que no tienen compradores, pero el marchand se las compra para que puedan solventar sus gastos en el extranjero. Para ambos su estada en Londres es fundamental.

Se firma la paz entre Francia y Prusia, que significará la pérdida de territorios para el país galo. Degas también visita Londres y el mar chand Du rand Ruel co mien za su com pra per ma nen te de obras a los ar tis tas im pre sio nis tas. En ene ro del ‘72 an te el éxi to de sus ven tas de pin tu ras clá si ca y aca dé mi ca, co mien za a ad qui rir su pin tu ra pre fe ri da aun que de es ca so su ce so co mer cial. EDOUARD MANET

“Les Grandes Baigneuses” (c.1906)

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LAS EXPOSICIONES IMPRESIONISTAS 1874

- Primera exposición

Se llevó a cabo entre el 15 de abril y el 15 de mayo de 1874 en el salón que había sido estudio del fotógrafo Nadar. Por deferencia con los trabajadores, la muestra permaneció abierta todos los días también entre las 20 y las 22 horas. En las paredes del salón, tapizadas de rojo, se exhibieron 165 obras en total, entre las cuales se destacaban las de Monet, Morisot, Renoir, Degas, Pisarro, Cézanne y Guillaumin. El resto de los artistas participantes (30 en total) había sido reclutado por alguno de los dieciséis fundadores de la Sociedad. Asistieron 3500 visitantes y las crónicas de la época fueron, en general, favorables. Sin embargo, algunos detractores existieron, tales como Louis Leroy, cronista de la revista satírica Le Charivari, quien fue el primero en acuñar el término Impresionismo al reseñar la muestra bajo el título: “La exposición de los impresionistas”. Algunas de sus palabras despectivas en dicha crónica fueron: “...Parecen más bien salpicaduras de la paleta disCLAUDE MONET

“Impression, Soleil Levant” (1873)

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puestas uniformemente sobre un lienzo sucio. Esto no tiene ni pies ni cabeza, ni arriba ni abajo, ni derecho ni revés...”


EDGAR DEGAS

“Retratos en una Oficina” (1873)

1876

Segunda exposición

Se inauguró el 11 de abril de 1876 en la Galería Durand-Ruel y permaneció abierta hasta el 9 de mayo. Se exhibieron 252 cuadros, destacándose entre ellos los 24 de Degas, 18 de Monet, 17 de Morisot, 13 de Pissarro y 8 de Sisley. Un pintor recién llegado, Gustave Caillebotte (hombre muy rico y que financió casi todas las exposiciones impresionistas) exhibió 8 telas, aunque no figuraron en el catálogo. Si bien la con cu rren cia no fue nu me ro sa, la mues tra fue re ci bi da fa vo ra ble men te por la crí ti ca y hu bo ma yor co ber tu ra de la pren sa na cio nal. In clu so dia rios ex tran je ros (co mo la re vis ta in gle sa The Aca demy y el dia rio The New York Tri bu ne) se hi cie ron eco de la ex po si ción.

PIERRE-AUGUSTE RENOIR

“Desnudo al Sol” (1875)

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PIERRE-AUGUSTE RENOIR

“Baile en el Moulin de la Galette” (1876)

1877

Tercera exposición

Se inauguró el 4 de abril y permaneció abierta hasta el 30 de ese mes, en un pi so de la rue Le Pe le tier. So la men te par ti ci pa ron 18 ar tis tas: Caillebotte, Cals, Cézanne, Cordey, Degas, Guillaumin, Jacques François, Lamy, Levert, Maureau, Monet, Morisot, Piett, Pissarro, Renoir, Rouart, Sisley y Tiliot. En total se exhibieron 241 obras, distribuidas en cinco salas. En la sala principal se exhibieron obras de Caillebotte, Monet, Pissarro y Sisley; la obra de Renoir “Baile en el Moulin de la Galette” presidía la tercera sala y Degas tenía una sala propia. Acudieron alrededor de 8000 visitantes y la prensa se ocupó favorablemente y con mucho despliegue de esta muestra, aunque no faltaron las notas que ridiculizaron la exposición (como la del caricaturista Cham, que apareció en la revista Le Charivari, donde el gendarme dice a una dama que va a ingresar a la exposición: "Señora, no sería sensato que entrara Ud. ahí"). CHAM

Caricatura de la Revista Charivari

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1879

Cuarta exposición

Esta muestra, en cuyo título los artistas participantes se denominaban a sí mismos como impresionistas, el título fue “4ta. Exposición hecha por un grupo de artistas independientes, realistas e impresionistas”, se realizó entre el 10 de abril y el 11 de mayo en un salón de la avenida de La Opera. En esta edición, fueron 15 los expositores, entre los cuales estuvieron Pissarro, Monet y Degas. No participaron Cézanne, Renoir y Sisley; Gauguin fue invitado a participar pero no pudo entregar sus obras a tiempo. La prensa fue, en general, hostil con la exposición. A pesar de ello, acudieron 15.400 visitantes y se cubrieron todos los gastos de organización.

EDGAR DEGAS

“Boceto para Miss La La…” (1879)

EDOUARD MANET

“En el Conservatorio” (1879)

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1880

Quinta exposición

Entre el 1˚ y el 30 de abril se llevó a cabo esta muestra, en un local que se encontraba en reparación, por lo que había vibraciones, ruidos y los críticos indicaron que además la exposición estuvo mal iluminada y mal montada. Toda la crítica fue, en esta edición, desfavorable.

Los visitantes fueron escasos y los artistas más importantes (Cézzane, Monet, Renoir y Sisley) no participaron. Gauguin llevó seis pinturas y un busto; Degas presentó menos obras de las que figuraron en el catálogo y se destacaron artistas menos conocidos, tales como Berthe Morisot, Mary Cassatt y Marie y Félix Bracquemond. PA U L G A U G U I N

“Busto de su Esposa Mette” (1877)

BERTHE MORISOT

“ Ve r a n o ” ( 1 8 7 8 )

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PA U L G A U G U I N

“Desnudo” (1880)

EDGAR DEGAS

“La Bailarina de 14 años” (1880)

1881

Sexta exposición

En el local de la primera exposición (estudio Nadar), entre el 2 de abril y el 1˚ de mayo, se realizó ésta que fue conocida como la "exposición de Degas" por la gran influencia de este pintor, quien expuso seis pinturas y una escultura de cera: “La bailarina de catorce años”. Gauguin concurrió con pinturas y dos esculturas; Pissarro fue -como siempre- el más productivo con 27 obras. Estuvieron presentes también Cassat y Morisot. Faltaron una vez más Cézanne, Monet, Renoir y Sisley. El público asistente fue escaso y la crítica fue impiadosa con los artistas.

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1882

Séptima exposición

Se inauguró el 1˚ de marzo en el Salón du Panorama de Reichshoffen y fue la única de las exposiciones que permanecía abierta hasta las 23 horas. Se exhibieron unas 198 obras, entre las cuales había cuadros de Manet, Pissarro, Renoir, Gauguin, Sisley, Morisot y Caillebotte.

Esta fue conocida como la más impresionista de las exposiciones y, en general, la crítica reaccionó favorablemente a la muestra. Ernest Chesneau, crítico del París-Journal, escribió en esos días: “…es legítimo el esfuerzo de los impresionistas (…) que se dedican con pasión y convicción, a traducir no ya la realidad abstracta de la naturaleza, no la naturaleza tal como Portada del catálogo de la 7˚ Exposición Impresionista

es, como puede concebirla la inteligencia del sabio, sino la naturaleza, como se nos aparece, la naturaleza como la hacen para nuestro ojo, si éste sabe ver, los fenómenos de la atmósfera y de la luz”.

PIERRE-AUGUSTE RENOIR

“Le Déjeuner des Canotiers” (1881)

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GEORGES SEURAT

“Domingo por la Tarde en la Isla”

1886 Octava exposición Esta, que fue la última exposición colectiva de los impresionistas, se celebró del 15 de mayo al 15 de junio en el segundo piso de un conmocido restaurant parisino. Participaron 246 obras de Degas, Gauguin, Cassatt, Morisot y Camille Pissarro entre otros. CAMILLE PISSARRO

“Vista desde mi Ventana” (1886)

La descomposición del grupo de los impresionistas originales resultó evidente. El mismo Pissarro presentó obras con técnica marcadamente puntillista y luego de una ardua discusión, Seurat y Signac fueron admitidos en la muestra aunque se resolvió que sus obras fueran exhibidas en una sala separada del resto. Además, la mayoría de las críticas se centraron en la obra “Domingo por la tarde en la isla de la Grande Jatte” de Seurat, que llamó la atención tanto por sus dimensiones como por su técnica.

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EDOUARD MANET

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ste pintor francés, que nació en París en 1832 y murió en el mismo lugar en 1883, es mal llamado el padre del impresionismo, ya que nunca quiso

exponer con los artistas que después serían reconocidos con esa denominación.

Sin embargo, por su independencia del arte oficial, que simbolizó -sin lugar a dudas- el rechazo de la nueva generación de pintores e incluso el rechazo del público al arte realista y académico, no puede ser dejado de lado a la hora de considerar a los precursores del Impresionismo. Su ruptura con la pintura tradicional fue absoluta y por lo general sus obras fueron las que concitaron, siempre, mayor polémica y algunos de sus cuadros causaron gran escándalo por sus atrevidos desnudos.

La influencia de la pintura española es fundamental para poder apreciar la obra de Manet. Y tal vez, como sostenía Sorolla, Diego de Velázquez debería ser considerado el verdadero padre del impresionismo por su búsqueda de tonos y colores, por sus pinceladas frescas y espontáneas y hasta incluso por ser quizás el primero en pintar a plein air, perfectamente ilustrado en sus dos vistas de la Villa Medici en Roma que se encuentran en el Museo del Prado.

Por ello, seguramente Velázquez y Goya le marcaron el camino a Manet, así como éste, a su vez, fue el camino para varias generaciones de artistas.

EDOUARD MANET

“Un Bar aux Folies Bergère” (1881/82)

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CLAUDE MONET

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onet, exponente número uno y la figura más emblemática entre todos los impresionistas, nació en París en 1840. Buscó incesante-

mente realizar un arte propio y, a pesar de las dificultades económicas que tuvo que enfrentar durante gran parte de su vida, nunca se desanimó ni buscó el favor de la pintura oficial. Pintor completo, ningún tema le fue ajeno. Pero sin duda es en el paisaje donde se encuentra el verdadero espíritu y esencia de este genio del arte universal. Fue un trabajador incansable y su obra “Mujeres en el jardín” se adelantó en una década al inicio formal del impresionismo, marcado por aquella famosa exposición de 1874, en la cual el crítico Louis Leroy quiso burlarse de su obra y las de sus colegas, y los denominó despectivamente “impresionistas” a partir del título de una de las obras de Monet (“Impression Soleil Levant”, de la que hasta hoy se discute si representa un amanecer o una puesta de sol) en la que, con pinceladas rápidas, el pintor presenta una visión totalmente personal del puerto de El Havre. Pintó series sobre La Estación de San Lázaro, La Catedral de Rouen y paisajes sobre temas fluviales. Desde 1883 y hasta su muerte en 1926, vivió en Giverny, a sólo una hora de París, donde creó un notable jardín (actualmente destrozado) y donde pintó su serie de Las Ninfeas que es -sin dudauno de los antecedentes más notables de la abstracción del siglo XX.

CLAUDE MONET

“Orillas del Sena” (c.1880)

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PA U L C E Z A N N E

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ijo de un fabricante de sombreros convertido en banquero, nació en Aix-en-Provence en 1839 y fue amigo de Zola desde su infancia. Se

trasladó a París para estudiar en la Académie Suisse en 1861, donde conoció a Pissarro quien habría de ejercer una gran influencia sobre él y lo introdujo en el círculo de los impresionistas.

Participó de la primera y la tercera exposición impresionista, pero pronto comenzó a distanciarse del grupo, al aumentar su interés por la forma y el espacio. Se caracterizó por una paleta brillante y aspiró a representar, sólo con el color, la forma y los valores. Sus naturalezas muertas y los paisajes que realizó constituyen lo más notable de su producción artística.

Su síntesis en el uso de los medios expresivos hizo escuela y ejerció gran influencia en el arte moderno. Tras heredar la fortuna paterna en 1886, pasó el resto de su vida en Aix-en-Provence, tomando como tema de muchas de sus pinturas de esa época, el paisaje circundante. Murió en el año 1906.

PA U L C E Z A N N E

“Naturaleza Muerta” (1879/82)

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EDGAR DEGAS

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intor, grabador, escultor y fotógrafo, Hilaire-Germain-Edgar Degas había nacido en París en 1834 hijo de una familia de ricos banqueros napolitanos

instalada en Francia, y con el tiempo -tal vez cansado de que su nombre fuera mal escrito- redujo su nombre a Edgar Degas, con el que fue conocido para siempre. En principio, y debido a su estadía en Italia, se inspiró en los maestros del Renacimiento italiano, pero pronto se sintió atraido por el modelado de la forma y la expresión del movimiento y encontró en el papel y la carbonilla la mejor manera de desarrollar su interés por la línea y la composición y de expresar la atmósfera cautivante de sus sensuales desnudos. Su búsqueda permanente de expresar el movimiento encontró no sólo en la pintura su manera de manifestarse sino que además fue un notable fotógrafo y escultor. Expuso solamente una escultura (La bailarina de 14 años) en la sexta exposición impresionista de 1881, aunque ya la había incluído en el catálogo de la quinta exposición pero la retiró por razones desconocidas antes de que la muestra se abriera al público. El resto de sus esculturas realizadas en cera fueron fundidas en bronce después de su muerte, en una cantidad de 28 copias por pieza. En los últimos años de su vida se convirtió en un extraordinario coleccionista, reuniendo una importante cantidad de obras de Delacroix y otros artistas. Murió en París en 1917.

EDGAR DEGAS

“Amarillo y Rosa”

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PA U L G A U G U I N

“Contes Barbares” (1902)

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PA U L G A U G U I N

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ació en París en 1848 pero se crió en el Perú. Pasó siete años de su vida como marinero y luego se convirtió en agente de la Bolsa de París, pro-

fesión en la que se desempeñó con todo éxito.

En París, hacia 1833, después de haber conocido y haber sido influido por el pintor impresionista Pissarro, decidió abandonar los negocios para dedicarse al arte. Sus primeros años están marcados por la pintura impresionista y como tal, participó en las exposiciones de 1880 a 1886.

Pero, un poco más tarde, se asoció con Seguin, Chamaillard y Bernard, con quienes fundó la Escuela Simbolista de Pont-Aven, y su estilo personalísimo se modificó un tanto. Este cambio de orientación de su pintura habría de conocer todavía una transformación más radical con su viaje a Tahití, a donde partió en 1890 y donde permaneció el resto de su vida, hasta su muerte en Atuana, en las Islas Marquesas (Tahití) en 1903.

En Tahití, su pintura experimentó una gran transformación, adoptando el dibujo simple y el color vivo, dispuestos en planos masivos. La pobreza en la que vivió todos sus años en las islas de los mares del Sur caracterizó esta última etapa de su vida y de su producción. Algunas de sus obras más importantes son “Mujeres tahitianas en la playa” y “El Cristo amarillo”.

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CAMILLE PISSARRO

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ste pintor y grabador, de origen antillano, nació en Saint-Thomas (Antillas)

en 1830. Vástago de una próspera familia de comerciantes, fue enviado

a París para completar su educación y en 1855 se inscribió en la Académie Suisse, donde conoció a Monet.

Era frecuentador del Café Guerbois, en la Rue de Batignolles, ubicado en el barrio donde vivían Renoir, Cézanne, Baudelaire y otros artistas importantes de la época. Allí, en las veladas de los jueves, comenzó a vincularse con quienes luego integrarían el núcleo de los pintores im pre sio nis tas, jó ve nes ar tis tas que ha bían si do bau ti za dos por los crí tri cos co mo "L'é co le des Ba tig no lles" y que du ran te es tos en cuen tros man te nían de ba tes apa sio na dos so bre el ar te y la pin tu ra.

Pissarro, radical en política, asumió con entusiasmo la tendencia anarquista, y participó activamente en la creación de la Sociedad Anónima de Artistas. Sus obras estuvieron presentes en todas las exposiciones impresionistas y aunque en el año 1865 adoptó una forma de puntillismo, pronto volvió a su estilo anterior, y su adaptabilidad lo llevó a pintar abanicos y porcelanas, a la ilustración y al grabado. Este pintor impresionista, el más veterano entre ellos, cuya influencia fue determinante para que Monet -a quien conoció en París y con quien trabajó después en Londres- se integrara al grupo, murió en 1903.

CAMILLE PISSARRO

“Camino al Hermitage” (1874)

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PIERRE-AUGUSTE RENOIR

“El Columpio” (1876)

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PIERRE-AUGUSTE RENOIR

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ijo de un sastre y una modista, nació en Limoges en 1841. Después de haber sido aprendiz de un pintor de porcelana, estudió con Gleyre

y más tarde ingresó en la Ecole des Beaux-Arts. Inicialmente fue influido por la escuela de Barbizón, pero en contacto con Monet y Sisley, su arte evolucionó hacia un tratamiento más amplio de la luz y la sombra. Su dibujo es soberbio y la búsqueda de tonos y colores fue su permanente ambición. Aunque su participación fue muy activa en la creación de la Sociedad Anónima de Artistas y en la organización de varias de las exposiciones impresionistas, siguió presentándose siempre al Salón de París, en el que obtuvo no pocos reconocimientos. Pintó retratos, escenas de la vida parisiense, paisajes y desnudos. Durante algún tiempo, se dedicó también a la escultura. Sus obras principales son “El desayuno”, “Le Moulin de la Galette”, “El Juicio de París” y “Baigneuses”, entre otras. En 1912 sufrió un ataque de parálisis, no obstante lo cual continuó pintando hasta 1919, año de su muerte.

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E E

L IMPRESIONISMO Y EL ARTE DE LOS ARGENTINOS

LOS ACONTECIMIENTOS

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LA PINTURA ARGENTINA A PRINCIPIOS DE SIGLO En los años que marcaron el final del siglo pasado y el comienzo del presente, algunos maestros europeos se radicaron en la Argentina con la ilusión de "hacerse la América", 34 eran franceses, 21 italianos, 7 alemanes, y 5 ingleses. Al mismo tiempo algunos artistas argentinos viajaron a Europa buscando perfeccionar su técnica. Esta suerte de "peregrinación artística", tuvo como meta principalmente a Italia y Francia y no tanto a España, tal vez porque a casi 100 años de la gesta de la independencia, aún permanecían ciertas resistencias a la antigua Metrópolis colonialista.

Entre los artistas argentinos, uno de los primeros que viajó a Europa fue Eduardo Sívori en 1882 con destino a París. Allí también estuvieron, en diferentes momentos a partir de entonces, Faustino Brughetti, Fray Guillermo JOSE MALANCA

“Usseglio, Italia” (1925)

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Butler, Ernesto de la Cárcova, Luis Cordiviola, Alfredo Guttero, Justo Lynch, José Malanca, Martín Malharro, Ramón Silva y Thibon de Libian.


VA L E N T I N T H I B O N D E L I B I A N

“Escena de Circo” (1927)

Con destino a Ro ma, Italia, partieron Brughetti, Ernesto de la Cárcova, Reinaldo Giudici, Ceferino Carnacini, Pío Collivadino, Cesáreo Bernaldo de Quirós, Ramón Silva, Thibon de Libian y Carlos Ripamonte. Otro de los destinos en Italia fue la Academia Albertina de Turín, en la que estudiaron Antonio Alice, Ernesto de la Cárcova y Angel Della Valle. Algunos permanecieron en distintos lugares de la Península itálica, estudiando o pintando por períodos. Entre ellos, Lynch y Giudici en Venecia, Fray Butler, Guttero y Ernesto de la Cárcova en Florencia, entre los más destacados. A España viajaron Justo Lynch, José Malanca, Atilio Malinverno, Ramón Silva, Thibon de Libian y Luis de Aquino. Y Fernando Fader fue a Munich, Alemania.

En el país, en tanto, a partir de 1876 y con la creación de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, la enseñanza artística había comenzado a tener un programa ordenado. Ignacio Manzoni y Giuseppe Aguyari trabajaron en los más variados temas, aunque la mayoría de los artistas, casi todos recién llegados de Europa, debía ganarse la vida realizando retratos. La primera gran exposición se realizó en 1888. Fueron 850 obras de arte francés y se efectuó en el Jardín Florida, un parque de diversiones ubicado en Florida y Córdoba.

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REINALDO GIUDICI

“Venecia, Giudecca”

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HENRI MARTIN

“ Ve n e c i a ” ( 1 9 0 9 )

Durante la muestra se vendieron dos obras y luego se realizó un remate donde se vendió aproximadamente el 20% de las obras, en especial aquellas de menor valor y calidad. Tres meses después se inauguró una exposición de pintura española con 326 obras cerca de la Plaza de Mayo. Tuvo más suerte que la anterior y estuvieron representados Meifren, Bellure, y varios de los hermanos Madraso. En 1893 se inauguró la primera exposición de artistas argentinos en El Ateneo (Piedras y Avenida de Mayo) y en la Navidad de 1896 en el primer piso del Bon Marche (Galerías Pacífico) se inauguró el Museo Nacional de Bellas Artes, siendo su primer director el pintor Eduardo Schiaffino. No existía ninguna galería de arte y las exposiciones se realizaban en bazares y salas de fotografía, como el estudio del fotógrafo inglés Alejandro Witcomb, el que -ante el éxito de la primera exposición de arte que realizara- comenzó a mostrar en su negocio lo mejor del arte europeo y, de manera esporádica, algún pintor argentino.

En 1896 se ven dió ca si ín te gra men te la pri me ra ex po si ción de ma ri nas y vis tas del puer to de Bue nos Aires y Montevideo, realizadas por Manuel de Larravide, el discípulo charrúa de Eduardo De Martino, con lo que se convirtió en un verdadero éxito. Ese mismo año apareció una publicación destinada

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a promocionar el arte moderno y la escuela española. Su editor era José Artal, quien se convirtió en el más importante marchand que actuó en Buenos Aires, cuyo éxito sirvió de atracción a otros comerciantes como Justo Bou y al pintor y mercader José Pinelo, quienes realizaron numerosas exposiciones durante cerca de dos décadas. Artal realizó 24 exposiciones durante 17 años, en las cuales se expuso la obra de 146 pintores españoles, al gu nos de in dis cu ti da ca li dad co mo el ga lle go Fer nan do Al va rez de So to ma yor o los ca ta la nes Her me ne gil do An gla da Ca ma ra sa, Ra món Ca sas, Joa quín Mir y San tia go Ru si ñol. La obra del vas co Ig na cio Zu loa ga o de va len cia nos co mo Na va rro, Vi la y Pra des y Ni co lau Co tan da, que son pro mo cio na dos en Argen ti na a ins tan cias del ver da de ro nú men de es te mo vi mien to que fue don Joa quín So ro lla y Bas ti da.

En junio de 1907 Artal presentó la exposición que le dará mayores satisfacciones, aunque se sostiene que él sólo se atribuye el logro de la misma. Dicha exposición, que se realizó en Witcomb, puso al alcance del público obras de los fran ce ses Clau de Mo net, Sis ley, Ca mi lle Pis sa rro, Hen ri Fan tin La tour, Hen ri Mar tin -cu ya obra fue ad mi ra da por Ce sá reo B. de Qui rósy Jean Fran cois Raffae lli y del es can di na vo Fritz Thau lon.

Son los años en que Buenos Aires se transforma. El primer intendente, don Torcuato de Alvear, en tan sólo 48 horas tiró abajo la recova de la Plaza de Mayo y cercenó el Cabildo de Buenos Aires para construir la Avenida de Mayo, arteria con reminiscencias de la Gran Vía de Madrid. El intendente quiere hacer de la ciudad la "París de Sudamérica". Av e n i d a d e M a y o

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LA EXPOSICION DE BRUGHETTI DEL AÑO 1901 Brughetti conoció la pintura impresionista cuando visitó la Exposición Universal de 1900 en París. Dicha muestra es la primera a la que son invitados a concurrir los artistas impresionistas, ya que en las otras cinco exposiciones universales que se habían realizado en las últimas cuatro décadas en la "Ciudad Luz" nunca habían podido participar.

En su autobiografía -aún inédita-, el pintor nos cuenta que la fuente de su inspiración es "el ambiente, el clima, la hora, el efecto de las mil variantes de la atmósfera..." Incluso también en estos escritos explica cuidadosamente la teoría de Newton acerca de la luz y de los colores complementarios, como bien consigna Sidward Blum en su estudio sobre el artista. En mi opinión Brughetti trata -al igual que Seurat- de encontrar una base científica a la pintura que realiza, buscando afirmar sus sentimientos.

Luego de cinco años de trabajar y estudiar en Italia, la nostalgia hizo indispensable la vuelta, con tres grandes cajones que contenían el resultado de estos años de trabajo. Al llegar a Buenos Aires en octubre de 1901, y luego de abrazar a sus hermanas y a su padre, en su querida La Plata, se presentó ante Ernesto de la Cárcova, director de la Academia de Bellas Artes que se encontraba en el edificio Bon Marché (hoy Galerías Pacífico).

Le exhibió sus pinturas, y el maestro lo alentó a que las exponga. A los pocos días Brughetti inauguró la que sería la primera exposición impresionista realizada en la Argentina, el 17 de noviembre de 1901, en los salones del diario La Prensa, en la Avenida de Mayo. Las obras fueron seleccionadas por De La FA U S T I N O B R U G H E T T I

“Contraluz”, detalle

Cárcova, y una de las escasas crónicas de la muestra consigna que el autor expuso veintidós trabajos, que el cronista discriminó como “dos obras y veinte pinturas impresionistas”.

Para los aficionados y hasta para los críticos, tan sólo revestían la calidad de pintura seria los trabajos académicos y de gran tamaño; las demás pinturas eran simples bocetos o manchas al aire libre que eran calificadas como meras impresiones o estudios. Ante la escasa repercusión de su muestra, Brughetti a los 45 días, regresó a Italia, donde continuó trabajando y ahondando en el carácter de su pintura. Las pinturas impresionistas expuestas fueron, en su mayoría, paisajes realizados en Villa Del Bosco, una localidad del Piamonte, y otras de los alrededores de Roma.

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Entre ellas se destacaba “Las Lavanderas” un estupendo óleo de 1900, que puede considerarse una pieza emblemática dentro del arte argentino. Julio Payró destacó que las obras expuestas eran de rico empaste y relacionó la obra de Brughetti con la de “los macchiaioli”, que eran “impresionistas a su manera”. Al año siguiente la familia del artista realizó en la ciudad de La Plata otra exposición y las obras fueron calificadas como “arte novísima de escuela impresionista”.

Siempre ha habido una discusión, según creo banal, sobre si fue Malharro ó Brughetti el primer impresionista criollo. Y quizás ninguno de ellos fue el primer pintor argentino que abrazó el impresionismo. Pero sin duda, como hecho histórico, noviembre de 1901 puede ser considerada la fecha en la que públicamente se manifestó la pintura impresionista en nuestro país.

Creo que la obra de este extraordinario artista que fue Brughetti -que gracias al fervor de su hijo Romualdo ha sido ampliamente expuesta y comentada en nuestro país- debe ser relacionada, más que con el impresionismo francés, con la obra de Giuseppe De Nittis y, de acuerdo a sus figuras y retratos, sus referentes más indicados son Silvestro Lega y Tranquilo Cremona.

FA U S T I N O B R U G H E T T I

“Contraluz” (c.1912)

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LA EXPOSICION DE MALHARRO DEL AÑO 1902 Malharro encontró en París la tranquilidad de estar ubicado en el centro del mundo artístico. No tuvo becas ni premios, tampoco un mecenas que le permitiera una estadía cómoda en la capital de Francia, pero su voluntad y sus extraordinarias condiciones lo llevaron a realizar un arte entroncado en lo mejor de la escuela de Barbizon, y abrazar la técnica impresionista afín a sus sentimientos. También se interesó por el pun tillismo pero salvo un “estu dio” que fue expuesta en la memorable expo sición de Witcomb en 1902, su obra está impregnada de luz, claridad, y del brillo que contiene la de su admirado Claude Monet.

Cu riosamente siempre se ha hablado que esta ex po sición de Witcomb fue ignorada por el público y la prensa. Esto no ha sido así, numerosos son los artícu los que elo gian a Malharro e incluso a posterio ri de la ex posición, el 26 de febrero de 1903, el diario La Nación destaca en un importan te artícu lo las con dicio nes del artista. Allí se habla de su “alta personalidad de artista...” “Puesto en contacto con los grandes maestros del impresionismo, MARTIN MALHARRO

“El Arado” (1901)

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después de algunas tentativas, gustó, por fin, la iniciación de aquel arte que evolucionaba como su propia alma, con fuerza tal de sentimiento, que las


primeras notas de color hechas en plena luz, agradaron y hasta sorprendieron a los estetas consagrados del modernismo”. El crítico que firma K.O y que pensamos puede haber sido el dibujante Cao, manifiesta que no está enteramente conforme con la escuela impresionista, pero reconoce que Malharro junto con la escultora Lola Mora, buscan fundamentar el arte nacional. También la revista Caras y Caretas en su número del 19 de abril de 1902, habla de la exposición de Malharro y curiosamente a todos los paisajes que

MARTIN MALHARRO

“En Plena Naturaleza” (1901)

eran presentados se los titulaba “estudio”, como ratificando esa costumbre de no considerar pinturas completas a estas pequeñas telas impresionistas.

En París el artista se había ganado la vida como ilustrador de importantes revistas, entre ellas “Figaro”, y en 1900 se publica en varios diarios y revistas una foto suya con uno de sus hijos en su estudio parisino rodeado de cuadros, y se informaba que “de salud estaba bien y de francos también”.

No sabemos porqué García Martínez en su estupendo estudio sobre el artista nos habla que por esta exposición de Witcomb fue “atacado, negado, silenciado”, ya que como bien consigna Rodrigo Gutiérrez Viñuales, Malharro vendió toda su obra, e incluso, como quedó reflejado en las páginas de El Diario, el Presidente Julio Argentino Roca compró una. Malharro en esta exposición demostró su obsesión por el impresionismo, su vocación, y que no era un oportunista.

Todo lo que se presentó en 1902 fue reafirmado en su exposición de 1908. Algunos críticos también han intentado señalar una rivalidad entre el Grupo Nexus y Malharro. Creemos que es un nuevo error, ya que ambos perseguían el mismo fin que fue la búsqueda de un arte nacional.

Hay una iden ti dad de pen sa mien to en tre am bos ya que Mal ha rro di ce: “El he cho de ser un ar tis ta na ci do en tie rra argen ti na no im pli ca por eso que su obra sea na cio nal, el he cho de pin tar es ce nas crio llas no re pre sen ta tam po co ar te nues tro, pa ra fun da men tar la pin tu ra na cio nal es ne ce sa rio que ol vi de mos ca si lo que po da mos ha ber apren di do en las es cue las eu ro peas. Es pre ci so que fren te a la na tu ra le za de nues tro país in da gue mos sus mis te rios, ex plo ran do, bus can do el sig no, el me dio apro pia do a su in ter pre ta ción aun que nos se pa re mos de to dos los pre cep tos co no ci dos o ad qui ri dos de ta les o cua les maes tros, de es tas o aque llas ma ne ras.” Opi no que es do lo ro so ver que hoy a ca si un si glo de es ta opi nión de ba mos se guir bus can do una iden ti dad.

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MALLORCA LA ISLA DORADA Ubicada en el Mar Mediterráneo al este de Valencia, es una de las islas que conforman el Archipiélago Balear, junto a Menorca e Ibiza. Las relaciones entre España y Argentina no eran todo lo fluidas como lo fueron a partir de 1910 con la visita de la simpática Infanta Isabel de Borbón a nuestro país. Hasta dicha fecha aún no le habíamos perdonado a los españoles su colonización. Es por eso que en general las becas de estudio eran para Italia y alguna vez para Francia, pero casi nunca para estudiar en la Península Ibérica. Mallorca fue un reducto de pintores argentinos: como Roberto Ramouge, Gregorio López Naguil, Francisco Bernareggi, Tito Cittadini y Cesáreo Bernaldo de Quirós, españoles como Joaquín Mir, Eliseo Meifren, Hermen Anglada Camarasa, Santiago Rusiñol, el uruguayo Blanes Viale y el norteamericano John Singer Sargent, pintaron en la isla. Francisco Bernareggi recordaría luego algunas curiosidades del lugar: “Me llamó la atención las puertas de las casas estaban colocadas del lado de afuera, hacia la calle, pregunté acerca de esa costumbre y un viejecito me respondió que las dejaban para que los que necesitaban algo abrieran y se lo llevaran. Y ello no sólo en el interior de la isla, esa misma nobleza se encontraba también en la capital. Allá no se conocían personas que pasaran necesidades extremas, había una institución sostenida por todos que daba CESAREO B. DE QUIROS

“Veleros en la Bahía” (1913)

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albergue y alimentos a los desamparados, a los extraños recién llegados y con recursos muy escasos que venían de Murcia, de Barcelona, de cien par-

CESAREO B. DE QUIROS

“Nubes, Mallorca” (c.1907)

tes de España y les daban trabajo”. A partir de 1897 se presentaron anualmente exposiciones en Witcomb de pintores españoles, las mismas eran organizadas por dos estupendos marchands, José Artal y José Pinelo, que era también un estupendo pintor. Es así que la pintura española comienza a ser conocida en la Argentina y maestros como el catalán Eliseo Miefren y valencianos como josé Navarro y Manuel García y Rodríguez comienzan a tener en la Argentina un mercado extraordinario para sus obras. Vicente Nicolau Cotanda, un maestro valenciano,

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CESAREO BERNALDO DE QUIROS

“En la Terraza” (c.1913)

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solía pasar largas horas en el Club Español y allí es donde lo conoce el jóven entrerriano Cesáreo Bernaldo de Quirós, quien deslumbrado por su obra le solicita que sea su maestro. Cuando Quirós trabaja en Europa recuerda las conversaciones que había tenido con su maestro que le había recomendado que conociera Palma de Mallorca. Es por ello que durante muchos años Quirós pasa cuatro meses en la “isla dorada”, aquellas temporadas en que el frío se hacía sentir más en el continente, y en la década del ’10 será un cuatrimestre en París, otro en Florencia y el preferido por él será en Mallorca. Alquila una casa en Plaza Gomila de Palma de Mallorca y también una finca que el gustaba llamarla “Palacio y Fortaleza”, en Pollenza. Allí es visitado por otros artistas sudamericanos, en especial desarrolla una amistad profun da con Pedro Blanes Viale, el gran maestro impresionista uruguayo, cuyos padres tenían una estupenda casa sobre la bahía de Palma de Mallorca, GREGORIO LOPEZ NAGUIL

“Pino de Formentor” (1925)

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en el lugar más aristocrático de la villa, denominado "El Terreno".


ELISEO MEIFREN

Hoy desgraciadamente moles de arquitectura se alzan en dicho lugar. En el

“Paisaje” (c.1902)

jardín de esta casa ambos maes tros rio pla ten ses rea li zan sus obras más fa bu lo sas. Fran cis co Blum y Ti to Cit ta di ni se ra di ca ron en la is la y son considerados como pintores locales, aunque nacidos en la Argentina. Santiago Rusiñol, junto con Ramón Casas significan lo más sólido de la pintura ca ta la na de fi nes de si glo y am bos tra ba ja ron en Pa rís y fueron seguidores a su manera de la escuela impresionista, aunque será Darío de Regoyos el más importante artista impresionista de España, sin olvidar al genial Joaquín Mir, quien con su pincelada alegre suelta y fresca ha realizado unos de los paisajes más maravillosos de todo el arte español.

En Mallorca se respiraba arte y era un oasis para los artistas sudamericanos. La vida era mucho más barata que en el continente y la temperatura sin duda más cálida. Si a esto agregamos la belleza de la naturaleza agreste comprenderemos porqué fue la elegida por tantos artistas. Unicamente dos artistas estudian en España, Bernabé Demaría quien estudia en Madrid con Antonio Esquivel (entre 1848 y 1854) y Emilio Caraffa que luego de estudiar en Nápoles y Roma durante cuatro años, lo hace durante 18 meses en Madrid.

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PEDRO BLANES VIALE

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“Mallorca” (c.1910)

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EL GRUPO NEXUS E L PA I S A J E D E L A PAT R I A En la noche del miércoles 24 de julio de 1907 Fernando Fader dictó una conferencia en el Salón de la Sociedad Científica Alemana, a la que denominó “Sobre las metas de un arte nacional (especialmente en el campo de la pintura)”. En la tercera parte de su exposición, al referirse a las posibilidades de lograr un arte nacional, planteó lo que habría de convertirse unos meses más tarde en el basamento ideológico del Grupo Nexus. Dijo entonces Fader: “...No miréis lo que se pinta en otros países y no os F a d e r, C o l l i v a d i n o , Ly n c h , Rossi, Dresco y Ripamonte.

dejéis sobornar por el triunfo (...) No necesito decirles qué debéis pintar, artistas; sólo abrid los ojos y ved vuestra patria. (...) Sed tan fuertes que vuestras obras representen aquello que sólo es posible en vuestra patria. Eso es arte (...) las raíces y nuestra fuerza están en cultivar lo propio...” Los pintores Pío Collivadino, Justo Lynch, Carlos P. Ripamonte, Cesáreo Bernaldo de Quirós, Alberto M. Rossi, Fernando Fader, y el escultor Artu ro Dres co, de ci die ron reu nir se, en tu sias ma dos por el áni mo que ha bía in fun dido la con feren cia de Fader, bajo el nombre de Nexus. No buscaban una coincidencia en la técnica, ya que cada uno man tu vo e in clu so poten ció su propio derrotero. El deseo de intentar reflejar lo autóctono, de ser realmen-

C A R L O S R I PA M O N T E

“Parvas” (c.1919)

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te artistas argentinos, les bastaba para sentirse unidos. El grupo realizó tres exposiciones: La primera, inaugurada el 23 de setiembre de 1907, y la segunda,


F E R N A N D O FA D E R

en 1908, fueron de pin tu ra y escultu ra, y se realizaron en el Salón Costa.

“ To m a n d o M a t e ” ( 1 9 0 8 )

La tercera (1908), en la que so lamen te se presentaron obras en blan co y negro, fue en la Galería Witcomb. Nexus paralizó su accionar grupal frente a los preparativos del Centenario de 1910. Y se disolvió en la práctica inmediatamente después de la Exposición Internacional, debido al surgimiento del Salón Nacional en 1911. Y si bien no subsistió como grupo ya que la organización del Salón Nacional resultó la concretización de los anhelos de muchos artistas, en particular de los integrantes de Nexus, que se habían agrupado pre ci sa men te pa ra fo men tar un Sa lón Anual de Ar tis tas argen ti nos so bre las hue llas del Ateneo, los principios que orientaron su creación se profundizaron e influyeron en muchos artistas de la llamada Generación del ‘20. Estos jó venes artistas -tanto los reunidos en 1907 y creado res de este primer grupo de Arte Nacional con el pro pósito de reemplazar a los maestros fatigados, combatir la apatía oficial y hacer un arte con rasgos pro pios, así como sus seguido res-, concretaron el deseo ex presado en las palabras de Fader cuando insistía en la necesidad de cultivar lo pro pio. Quirós, Fader, Lynch, Rossi, Collivadino, Ripamonte y Dresco volvieron los ojos hacia las entrañas de la Patria y miraron hacia adentro, porque para ellos lo propio estaba en el paisaje argentino.

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P I O C O L L I VA D I N O

“Suburbio” (c.1908)

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EXPOSICION INTERNACIONAL DE ARTE DEL CENTENARIO EL IMPRESIONISMO EN BUENOS AIRES

A pesar de que su inauguración estaba prevista para el 25 de mayo, en la conmemoración exacta del Centenario, la Exposición Internacional de Arte del Centenario se habilitó al público oficialmente el 12 de julio de 1910 y permaneció abierta más de cuatro meses, instalada en la Plaza San Martín, con entrada sobre la calle Arenales, en el enorme pabellón desmontable, de hierro, vi drio y ce rá mi ca, que ha bía si do cons trui do al mis mo tiem po que la To rre Eiffel y uti li za do pa ra la mues tra re pre sen ta ti va de la Argen ti na en la Ex po si ción In ter na cio nal de Pa rís en 1889, rea li za do por el Ar qui tec to fran cés Ro ger Ba llu. La exposición, que constituyó sin dudas la muestra de pintura y escultura más importante realizada en el país en todo el siglo, estuvo integrada por 43 salas en las que se exhibieron las 2142 obras que integraron la muestra. De este total de obras, 1515 fueron pinturas, 339 piezas escultóricas y 288 obras de dibujo, grabado y otras obras de arte decorativo y medallística. La Pabellón de la Exposición Internacional del Centenario

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delegación más nu mero sa fue la de Fran cia, país que además de su representación en los ocho salones que le fueron asig nados en la Exposición,


Festejos del Centenario

pidió y obtuvo el espacio para la construcción de un pabellón especial en Palermo para promocionar la industria y el comercio francés. Sin duda, entre las 480 obras francesas, las más destacadas fueron las piezas de pintura que representaban al triunfante Impresionismo que -tal como el mismo Comisario General de selección de Francia lo destacó en la presentación oficial- influyó a toda la escuela francesa moderna. En ese texto, H. Horteloup refiriéndose al desarrollo del movimiento en Francia, destacó elogiosamente el nombre de Manet como el gran precursor, y puntualizó algunas de las características diferenciadoras del Impresionismo, señalando el empleo de los tonos puros y el coloreado de las sombras, la renuncia a la iluminación convencional de los talleres y la transcripción, en la tela, del esplendor vivificante del pleno día. Habló también del abandono de la mezcla de colores en la paleta y de la yuxtaposición de los tonos puros que engendra una frescura y una vibración innegables. Y, por supuesto, a continuación declaró el triunfo del impresionismo, puesto en evidencia por el hecho incontestable de que casi la mayoría de los artistas llamados a exponer en Buenos Aires han sacado provecho de las revelaciones que les han precedido. Los paisajes, retratos y pinturas costumbristas de Jacques-Emile Blan che y de Pierre Laurens, de Maurice Denis (cu ya in fluencia se verá después en Fray Butler), Charles Co tet, de Jean Raffaelli, de Paul Chabas y Hen ri Le Sidaner, de Paul Mathey, Henri Martin y Emile Menard -que tan ta in fluen cia ejercerían después en Cesáreo Bernaldo de Quirós-; las dos pintu ras de Claude Mo net “La Barca del Se na en Argue teuil” y “Ori llas del Se na en Gi verny”; la es ce na re tra ta da en “Una jo ven en un Ta ller” de Edouard Vuillard; “Mujer Sentada” de Renoir y “Mujer con Rosa” y “Joven Mujer Escribiendo” de Pierre Bonnard, representaron con dignidad al movimiento impresio nista y a corrientes cercanas a él.

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HENRI MARTIN

“Puerto de Collioure” (1923)

Hasta ese momento, jamás habían expuesto impresionistas en América y fue durante la Exposición Internacional del Centenario la primera vez que el público argentino pudo tomar contacto directo con los maestros franceses. Y esta presencia de la pintura francesa, tan claramente diferenciada del academicismo oficial tan en boga y del tímido naturalismo, impactaron a los jóvenes artistas argentinos deseosos de un cambio en la pintura. Y si bien en 1901 y 1902, Brughetti y Malharro respectivamente habían puesto a consideración del público -con escaso éxito- obras influidas por el Impresionismo, no fue sino hasta después de la Exposición del Centenario que el Impresionismo, unido a diversas variantes postimpresionistas, preponderó en la expresión de los pintores argentinos, especialmente en la década del '20. La delegación francesa, además de esta llamativa presencia de los vanguardistas del color y la luz, presentó la obra de otros artistas reconocidos. Entre las esculturas, se destacaban nítidamente las dos piezas de Emile Bourdelle y las de Auguste Rodin. Este último presentó también 16 acuarelas y estudios preparatorios a la consideración del público. Otra de las delegaciones con gran representación fue la de España, que a través de las 260 obras presentadas, exhibió durante el evento internacional lo más destacado de la pintura y la escultura. Ignacio Zuloaga y Hermenegildo

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Anglada Camarasa, ambos especialmente invitados, con 36 y 18 telas cada uno respectivamente, dominaban el conjunto y escapaban del academicismo y el naturalismo convencional de las demás obras españolas presentadas. En las 108 telas de la representación de Italia predominaban las tendencias de mayor aceptación en la segunda mitad del siglo XIX, y resaltaban de manera particular la originalidad del neo-clasicismo de Félix Casoratti, el puntillismo y las divisiones de tono de Gaetano Previatti y el brillo

CESAREO BERNALDO DE QUIROS

“Carrera de Sortijas en Día Patrio” (1900)

del color y la riqueza de la materia en la obra de Antonio Mancini. Otras delegaciones numerosas fueron las de Gran Bretaña, con 269 obras;Estados Unidos, con 161; Suecia con 132 y Alemania con 111 piezas entre pintura y escultura. Los países limítrofes y latinoamericanos que concurrieron con artistas fueron Uruguay, donde sobresalían las seis pinturas de Juan Manuel de Blanes y las piezas escultóricas de Zorrilla de San Martín. Chile, donde impactó la obra de Benito Rebolledo Correa, y Paraguay, presente con obras de Alborno y de Samudio. La 236 obras de la representación argentina se distribuyeron en cinco salas, de acuerdo a la diagramación diseñada por Pío Collivadino y Carlos Ripamonte. Tomaron parte en la Exposición cincuenta y cinco pintores y dieciséis escultores, además de otros artistas del dibujo y el grabado. Entre los más destacados, puede nombrarse a Cesáreo Bernaldo de Quirós (con 26 obras, y que obtuvo el Gran Premio de la Exposición con su tela “Carrera de sortija en día patrio”), Ceferino Carnacini, Alberto María Rossi y An to nio Ali ce (que ob tu vie ron Me da lla de Oro); Cu per ti no del Cam po, Jus to Lynch y Eu ge nio Da ne ri (los tres con Me da lla de Bron ce); Ati lio Ma lin ver no (que lo gró Men ción de Ho nor); Pío Co lli va di no, Rei nal do Giu di ci, Car los Ri pa mon te, Eduar do Sí vo ri, Faus to Eli seo Cop pi ni, Giu sep pe Qua ran ta, Jus to Lynch; y a los es cul to res Ar tu ro Dres co, Luis Fal ci ni y Ro ge lio Yrur tia, quien obtendría el Gran Premio en Escultura.

CESAREO BERNALDO DE QUIROS

con las modelos de “Corrida de Sortija”

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E L PA I S A J E A R G E N T I N O Con los últimos años del siglo XIX, el crecimiento urbano y la inmigración habían ido modificando la imagen del país y generado una auténtica crisis cultural que requería la búsqueda de respuestas inmediatas. Los pintores no estuvieron ausentes de esta búsqueda de sentido de la "argentinidad" y el pionero de entre ellos fue Angel Della Valle, quien desde 1895 realizó pinturas inspiradas en la tradición gauchesca. También Eduardo Sívori incursionó en este tipo de pintura, aunque sin detenerse en ella, ya que habrá de encontrarse años después relacionado con los Pintores de Villa Ballester y sus salidas en bicicleta para pintar al aire libre el paisaje suburbano. Sin embargo, esta fascinación por el paisaje de las quintas ya se había iniciado con el pintor italiano Decoroso Bonifanti quien, instalado en el barrio de JUSTO LYNCH

“La Desembocadura del Riachuelo” (1903)

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Belgrano, recorría Núñez y Saavedra en busca de motivos para reflejar en sus obras. Martín Malharro, alrededor de 1890, después de pin tar el paisaje de


la provincia de Buenos Aires, partió hacia Tierra del Fuego don de su des-

P I O C O L L I VA D I N O

“Playa Anchorena” (1916)

lumbramiento con el mar, las costas y los hielos del sur habrán de quedar plasmados en sus telas. En los primeros cinco años del siglo XX, otro pintor italiano, Salvador Zaino, instalado en Ro sario to ma al río Paraná como referencia de su pin tura y se convierte en un verdadero cronista del desarrollo de la ciudad santafecina. Lo mismo hace, pero en Buenos Aires, Alfredo Lazzari, quien convierte al Riachuelo, los barcos, el puerto y la isla Maciel en protagonistas de sus telas, una tarea que había iniciado Justo Lynch y que, continuó luego Benito Quinquela Martín, el pintor de La Boca. Mientras Pío Collivadino salió a las calles a pintar y retrató la ciudad en su obra. En 1910 Antonio Alice, viajando a Salta quedó fascinado con el paisaje del nororeste argentino y volcó en sus pin tu ras esta plenitud de la tierra. Pero no fue sino hasta que la Primera Guerra Mun dial se desató, que la concepción de Europa como centro de la cultu ra se modificó y an te este desmoro namiento, llegó el momen to de “mirar hacia aden tro...” Sin du da,

El carro-taller de Pío Collivadino

el maestro de Ischilín, Fernando Fader, fue quien le pu so palabras a este momento de la pintura argentina. Y fue, además, quien desde su taller ins talado en Loza Corral, en las serranías de Córdoba, mo tivó a mu chos jóvenes pintores que en esos años pintaron el paisaje con emocionado fervor. Así, por ejemplo, Walter de Navazio, Fray Guillermo Butler, Fausto Eliseo Coppini, Luis A. Cordiviola, Italo Argentino Botti, Atilio Malinverno, Luis

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QUINQUELA MARTIN

“Barcas en el Riachuelo” (c.1930)

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de Aquino, Angel Vena y otros que hicieron una pintura luminosa del paisaje rural, en el que Córdoba, La Rioja, Mendoza y sus umbrías serranías estuvieron presente a la manera particular de cada uno de los artistas. Jo sé Ma lan ca, ade más de pin tar Cór do ba y el agres te pai sa je argen ti no, re fle jó en sus obras to do el pai sa je de los paí ses amer ci ca nos que re co rrió in ten sa men te. En 1919 Cesáreo Bernaldo de Quirós mostró sus pinturas inspiradas en el paisaje de la selva de Montiel en Entre Ríos, su provincia natal. Y también Jacques Witjens aunque nacido en Holanda, adoptó como paisaje vital al F E R N A N D O FA D E R

pintando en las sierras de Córdoba

Delta del Paraná y lo plasmó en su obra. lo mismo que otro extranjero, el inglés Stephen Koek Koek que pintó el Tigre. Carlos De la Torre y Cupertino del Campo pintaron especialmente el paisaje de la provincia de Buenos Aires, mientras que Carlos Ripamonte y Ceferino Carnacini, instalados en Villa Ballester, reflejaron las quintas de la zona. Los pintores del paisaje marino y del Río de la Plata fueron, además de los artistas del Riachuelo, Mal ha rro que pintó en Tierra del Fuego y Faustino Brughetti, bautizado por Antonio Alice como “el pintor del río”.

F E R N A N D O FA D E R

“La Nube Blanca ” (1917)

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CESAREO BERNALDO DE QUIROS

“Rincón de Ensueño” (1916)

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EL IMPRESIONISMO Y EL ARTE ARGENTINO HOY

“Descubrí a Monet, realmente, en L'Orangerie, París y dsepués decidí trasladarme a Giverny. Y eso fue como un enamoramiento a primera vista. Me enloqueció la luz, los jardines, los talleres, todo... Allí, traté básicamente de descubrir el espíritu de Monet. Y me encontré con que para él, todo pasa por el color, por la factura de la pintura. Y por la luz. Entonces trabajé mucho tiempo, sacando bocetos. Y un día decidí que sería una buena idea hacer una muestra de homenaje a Monet. Trabajé casi un año y medio, y creo que el resultado fue satisfactorio.

Lo que más me impresionó de la obra de Monet es descubrir que su gran aventura como artista de la pintura, es la pintura misma, aunque suene redundante. Por eso, busco através del paisaje expresar situaciones de luz, espacio y color; crear un lenguaje propio, y lo logro algunas veces con más felicidad que otras. Pero más allá del paisaje observado hallar mi paisaje interior es definitivamente, mi preocupación.

Eduardo Audivert, 1996.

EDUARDO AUDIVERT

“El Camino hacia el Sol” (1996)

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EDUARDO AUDIVERT

“La Visita del Maestro” (1998)

CLAUDE MONET

en Giverny

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"Sin tener conciencia real del significado de la naturaleza como fuente gestora de propuestas estéticas, comencé a transitar pictóricamente por ella, seguramente cargado por un entorno con fuerte presencia, que estaba -indudablementeprendida en mi interior y sirviendo estéticamente como una propuesta pictórica, no sólo como escenario o como escenografía. En ese momento me encuentro con los impresionistas. Junto con ellos voy descubriendo la importancia de sentir la carga de la naturaleza.

Y a medida que avanzo, me sale al paso una pintura más profunda, proponiéndome que vea más adentro, que sienta las profundidades del paisaje, como marcando más claramente su espíritu, la estimulante naturaleza. Ahí es cuando me topo con Pissarro, el querido maestro. Siguiéndolo de cerca, tratando de no perderle el paso y concentrándome en el camino, Pissarro me dejará en las manos de Cézanne, me dejará en la más pura y profunda naturaleza." CAMILLE PISSARRO

“Berneval, Sena Inferior” (1900)

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Néstor Villar Errecart 1998


NE STOR VILLAR E RR ECART

“ Av a n t M a i t r e s s e ” ( 1 9 9 8 )

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“A Monet lo descubrí cuando era chico... Tenía 16 años y fui a una biblioteca de la Unión Ferroviaria a buscar un libro para leer, donde encontré un libro de Claude Monet. Y entonces pensé: Si se llama como yo, Claudio, y es pintor como yo, entonces él me va a tener que guiar. Fue una fantasía de chico, pero a partir de allí, a Monet lo tengo grabado dentro de mí. Mi predilección por los girasoles también viene de mis recuerdos de infancia, porque en casa de mi abuela y de mi tío se ponían los girasoles contra el cerco, para adornarlo. Y yo crecí impregnado de esa imágen. Pero a diferencia de Van Gogh, cuyos girasoles están llenos de esa carga trágica, mis girasoles tienen el sabor de la infancia. Y después de vivir en Buenos Aires; después de haber pasado por todos los 'ismos' pictóricos, cuando entré en esta etapa campesina de mi pintura, lo primero que apareció fueron los girasoles de mi infancia. Allí, en mis recuerdos, estaban contra el cerco de la casa de mi familia. Aquí, en mi pintura, están en la inmensidad de toda nuestra Pampa argentina.” RIKELME

“Mirasol” (1994)

V I N C E T VA N G O G H

“Girasoles” (1888)

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RIKELME

“Girasol” (1997)

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E E

L IMPRESIONISMO Y EL ARTE DE LOS ARGENTINOS

L O S P R O TA G O N I S TA S


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S S

“Paisaje” - c.1900

IVORI

EL POETA DE LA PAMPA (1847-1918)

“Nadie como él interpretó la llanura salvaje extendida hasta el infinito. Nadie como él cantó al silencio enorme que parece aguardar en la madrugada... Amaba el campo abierto. Y cuando pintó un rancho criollo, no lo hizo como otros; le concedió vida interior.” (Diario La Prensa, 12/10/1947).

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Sívori nació en Buenos Aires el 13 de octubre de 1847 y murió en la misma ciudad el 5 de junio de 1918. Y a pesar de haberse iniciado en la pintura ya adulto (comenzó a estudiar dibujo a los 27 años), pintó alrededor de 1000 obras, entre acuarelas y óleos. Se dedicó también al grabado. Por el aguafuerte “Tropa de carretas en la Pampa”, realizado en 1880, es considerado uno de los iniciadores del grabado en la Argentina, dado lo poco difundida que estaba entonces esta técnica en el país. Hijo de una familia de sólida posición económica, pasó su juventud dedicado al comercio junto a su padre y su hermano, actividad a la que consagró gran parte de su vida por la presión familiar y que, al decir de autores de su época, constituyó uno de los motivos más importantes para que su inclinación al arte no se concretara sino en la edad adulta. Y aún, cuando ya volcado de lleno al estudio del dibujo, la oposición de su familia impidió que usufructuara una beca de perfeccionamiento en Europa para la que había sido seleccionado con otros tres artistas: De La Cárcova, Boneo y “El Bañado” 1902

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Agrelo en 1880. No obstante, esta dedicación a las actividades comerciales le permitió consolidar una pequeña fortuna personal, lo que facilitó su dedicación


“Rancho con Ombú” c.1900

permanente al arte. “Cuando me dediqué a la pintura, había formado en el comercio un capital de relativa importancia, cuya renta percibía en Europa, permitiéndome el lujo hasta de viajar con frecuencia”. (Plus Ultra Nº 23, 1918), y de manera paradójica, fue en el transcurso de labores vinculadas al negocio familiar que nació su vocación por la pintura. Cuando tenía 27 años, debió viajar a Europa a realizar trámites relacionados con el comercio. Y fue durante este viaje que, visitando museos y pinacotecas en Roma, Florencia y París, se despertó “...en mí una gran inclinación al arte de la

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“En el Corral” c.1900

pintura.” (Plus Ultra Nº 23, 1918). Corría el año 1874. Motivado por esto, de regreso en Buenos Aires tomó clases de dibujo con Francesco Romero en la Academia de Dibujo de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. Este maestro, modesto pintor italiano y gran retratista que llegó a ser director de la Academia en 1878, le enseñó las técnicas del dibujo naturalista utilizando como modelos calcos de obras clásicas traídas de Florencia. En el mismo período y hasta 1882, también tomó clases con Ernesto Charton de Treville, paisajista francés de paleta cálida y sugerente y notable retratista. Además, fue discípulo de José Aguyari, acuarelista y litógrafo italiano, maestro del paisaje y las escenas costumbristas del interior del país.

En 1875, tomó parte del concurso de dibujo organizado por la revista francesa Feussain con una obra tomada del natural en los bosques de Palermo y obtuvo una Mención de Honor, que se constituyó en el primero de sus galardones en la plástica. En 1882, a la edad de 35 años, finalmente decidió embarcar a Europa y se radicó en París donde además de pasar “...años de bohemia como toda la juventud de aquel tiempo...”, tomó contacto con los artistas más importantes de la época, frecuentó el grupo de los simbolistas y conoció a los impresionistas, lo que contribuyó sin duda a la transformación de su ar te por que, si bien no adop tó en su to ta li dad los pos tu la dos de la es té ti ca im pre sio nis ta, a par tir de aquel mo men to la elec ción de sus te mas, la ma ne ra de pin tar y los co lo res de su pa le ta evi den cian la in fluen cia que tu vo su pa so por los ta lle res de los ar tis tas eu ro peos.

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“Quinta Pueyrredón” 1883

En París fue discípulo de Camarosi, con el que trabaja el realismo potente de los desnudos. Luego, entre 1883 y 1888 pasa a estudiar con Jean Paul Laurens, a quien reconoce como un gran pintor, de quien tomó la solidez y el vigor constructivo que caracterizan toda esa primera etapa europea. Posteriormente, al intimar con Puvis de Chavannes, este rigor formal se suavizó y el contacto con este pintor fue decisivo para que Sívori se expresara como un colorista sobrio y armonioso, tal como puede apreciarse luego en las obras pintadas en la Argentina, que le merecieran el título de “poeta de la pampa y maestro de las juveniles apariencias” tal como lo señalara el diario La Prensa el 12 de octubre de 1947, en el centenario de su nacimiento. Cuan do re gre sa a Bue nos Ai res, en 1891 y has ta el mo men to de su muer te en 1918, de sa rro lla la in ten sa ac ti vi dad de pro mo tor y ani ma dor ar tís ti co que le per mi ti ría ser lla ma do años des pués uno de los pio ne ros del de sa rro llo de la pin tu ra argen ti na y cons truc to res del am bien te ar tís ti co na cio nal de fi nes del si glo XIX, cuan do és te na cía sin an te ce den tes his tó ri cos ni re fe ren cias, y en mo men tos en que to do lo ati nen te al ar te era mi ra do de reo jo y su je to de in di fe ren cia y has ta in com pren sión.

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Se incorporó al grupo de artistas integrado por su maestro José Aguyari, Carlos Gutiérrez, Eduardo Schiaffino y Alfredo París que, desde 1873, venían impulsando la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y la Academia de Dibujo de la Sociedad. En 1896 integró la primera Comisión de Bellas Artes, presidida por Eduardo Schiaffino y continuó formando parte de ésta bajo la presidencia de José Semprún, fundador del Salón de Bellas Artes. Fue vicedirector y director interino de la Academia (en ausencia de De la Cárcova) por dos años; director interino del Museo; jurado y profesor de la Academia. Cuando Semprún fundó el Taller Libre de Dibujo y Pintura con la dirección de Raúl Mazza, Sívori fue su director espiritual. Bajo su inspiración, los artistas podían reunirse en el Taller Libre y trabajar con modelos vivos o pintar al aire libre. Fi nal men te, en 1905, lue go de 29 años

de tra ba jo co mo en ti dad pri va da y ha bien do ob te ni do re co no ci mien to y pres ti gio, los ar tis tas que in te gra ban la Aca de mia de ci die ron ofre cer la al Go bier no Na cio nal pa ra que se con vier ta en es pa cio ofi cial y pú bli co de for ma ción de ar tis tas plás ti cos. Junto con Carlos Ripamonte y Ceferino Carnacini compraron un rancho en Villa Ballester, donde pintaban los fines de semana. Fue un gran di bu jan te y su obra pic tó ri ca -que en una de sus úl ti mas en tre vis tas él mis mo cal cu la ba en unos mil cua dros, en tre acua re las y óleos- se ca rac te ri za por re fle jar el pai sa je y el ser argen ti no.

“Paisaje” c.1900

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El decano de los pintores argentinos en su estudio, 1915

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S I V O R I “En París había visto cuadros impresionistas. Y aún cuando no cediera él a las conquistas del plein air, ni se aproximara deliberadamente a los decididos maestros del aire libre, algo llegó a su consciencia de hombre sensible.” J o s é

L e ó n

P a g a n o


G G

“Paisaje Sureño” - C. 1916

IUDICI EL FORMADOR DE ARTISTAS (1853-1921)

El 13 de junio de 1853, a orillas del lago de Como en el pueblo de Lenno, Italia, nació Reinaldo Giudici. Y como tantos otros habitantes de la pe nín su la, sus pa dres emi gra ron en bus ca de me jo res ho ri zon tes, así el pe que ño Rei nal do, a los ocho años, de sem bar có con su fa mi lia en Mon te vi deo pa ra com par tir la suer te de otros in mi gran tes ita lia nos en es tas tie rras.

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Poco se sabe de la infancia y la adolescencia de Giudici. Sólo se sabe que en algún momento entre 1862 y 1869, impulsado por su inclinación hacia el arte, el joven italiano se ofrece -y es aceptado- como aprendiz en el taller del pintor uruguayo Juan Manuel de Blanes. Este artista, que había completado su formación en Italia, con el maestro neoclásico y académico Antonio Ciseri, con quien había aprendido el dibujo y la composición, era famosos en ambas orillas del Plata por sus obras que documentan el pasado histórico de charrúas y argentinos. En 1870, la familia decide instalarse definitivamente en Buenos Aires y allí Reinaldo se integra rápidamente al reducido pero emprendedor grupo de artistas porteños, integrado también por extranjeros radicados en la ciudad desde tiempo atrás. Con ellos, y cuando tiene solamente 23 años, funda en 1876 la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, entidad que tendría gran importancia en la formación y el desarrollo de la mayoría de los artistas de las llamadas generaciones del '80 y del '90. Al año siguiente el gobierno de la Provincia de Buenos Aires le otorga una beca para que viaje a Roma a estudiar, donde hasta 1879 trabaja y aprende con Césare Maccari, el famoso muralista italiano. Regresa a Buenos Aires al concluir el período de su beca, pero la ven ta de al gu nos cua dros le per mi te re gre sar ca si de in me dia to a Eu ro pa. Es ta vez, se ins ta la en Ve ne “Lavando, Italia” c.1895

cia, en un palacio a orillas del Gran Canal, y trabaja bajo la orientación y la guía del gran maestro veneciano Giácomo Favretto durante muchos años, hasta 1886, cuando regresa a la Argentina.

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El período veneciano de Giudici está marcado por el triun fo y el recono cimiento, tanto en Italia, como en Alemania y, un po co más tar de, en la

“Dique San Roque” 1904

Argen ti na. Es tan do allí pin tó su obra más fa mo sa, “La so pa de los po bres”, que en vió a la Exposición Internacional de Berlín de 1884 con el títu lo de “Sguazetto”. La tela fue premiada por unanimidad del jurado, y un año después, mien tras la obra estaba expuesta en el Salón de París, fue ad quirida por el gobierno argentino.

Cuando regresó a Buenos Aires, su empeño artístico adquirió gran vigor, ya que luego de realizar tres exposiciones individuales, el éxito obtenido con la venta de sus obras le posibilitó adquirir dos propiedades que le permitirían vivir sin mayores sobresaltos económicos. Al mismo tiempo, desaparecido el maestro Francesco Romero, Giudici asumió la labor docente en la Academia de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y durante muchos años junto a Angel Della Valle compartieron la dura labor de maestros de dibujo y pintura, trabajando de manera altruista, sin recibir ninguna remuneración más que la satisfacción de ver a sus discípulos crecer y desarrollar su vocación artística. Si se tiene en cuenta que Quirós, Lynch, Victorica y tantos otros pasaron por sus aulas, debe concluirse que la recompensa obtenida después de la esforzada tarea no fue menor. Sin embargo, la tarea educativa en Estímulo implicó que su actividad pictórica sufriera interrupciones prolongadas, ya que

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“Mar del Plata” 1888

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la labor docente lo absorbía. No obstante, participó del envío de obras a la Exposición Internacional de Saint Louis en 1904 y en 1910 seis obras suyas integraron la Exposición del Centenario. En el mismo año, una vez concluida la Exposición del Centenario, viajó por última vez a Italia, residiendo en la ciudad de Como, pero debió regresar cuando estalló la primera guerra mundial. Y en 1915, recién vuelto de Europa, expuso 73 cuadros, en la que habría de ser su última expósición individual.

Giudici pintó retratos y paisajes, y en los últimos años de su vida el paisaje de las sierras de Córdoba, las costas de Mar del Plata y los campos cercanos de Pacheco constituyeron el centro de su interés pictórico. Tanto en los retratos como en los paisajes del natural, son notables el vigor constructivo y la energía cromática que caracterizaron a su obra. Algunas de ellas constituyen parte importante del acervo pictórico nacional y como tal permanecen expuestas en lugares destacados. Tal el caso de la tela “La presentación de San Martín al Soberano Congreso de 1818” que él donara al país en 1899 y hoy se exhibe en el Senado Nacional y “La sopa de los pobres” que integra la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Sus últimos años de vida los dedicó a la docencia y, cuando contaba con 68 años de edad, el 30 de agosto de “ P a i s a j e d e Ve n e c i a ” c.1910

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1821, murió en la ciudad de Buenos Aires.


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Reinaldo Giudici, 1884


G I U D I C I “ L o a b s o r b í a n l a s t a re a s d o c e n t e s . F u e y s u p o s e r u n m a e s t ro . L a s re n u n c i a s d e l a r t i s t a f r u t e c e n e n l a c u l t u r a d e s u m e d i o y de su hora. En este sentido el país está en deuda con él”. J o s é

L e ó n

P a g a n o


D D

“Atardecer en la Laguna” - c. 1889

ELLA VALLE EL GRAN MAESTRO

(1855-1903)

Della Valle es pionero en la empresa de poner raíces nacionales a la labor plástica de nuestro medio. La búsqueda de un lenguaje propio, con el que expresar temas igualmente propios, reconoce como hitos fundamentales obras como “La vuelta del malón” y “Corrida de sortija”. Y ello sin renegar, por cierto, de la sólida formación técnica adquirida en la Academia Florentina de Antonio Ciseri.

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Este laborioso y honesto artista argentino, dotado de un excelente oficio de dibujante y pintor, nació en Buenos Aires el 10 de octubre en 1855, hijo de un inmigrante lombardo, uno de los tantos que ayudaron a edificar la gran ciudad con su oficio de constructor. Y si bien el destino parecía indicar que el joven Angel sería un eximio ayudante de albañilería, la prosperidad económica alcanzada en el desarrollo de su tarea permitió que el padre enviara a su hijo, de apenas 15 años, a completar en Italia la que se evidenciaba como una marcada inclinación hacia el arte. Y fue así que en 1870 Angel Della Valle ingresó a la Academia Florentina, también conocida como Sociedad Cooperativa de Estudiantes, por la modalidad revolucionaria de costear los gastos que había desarrollado la Academia, donde recibió las más estrictas normas y rigurosos conocimientos de di bu jo y pin tu ra de los maes tros Ni co lo Ba ra vi no y es pe cial men te de An to nio Ci se ri, cul tor de la pin tu ra his tó ri ca, de la or to do xia aca de mi cis ta, lla ma da por ese en ton ces "el ar te no ble". Pe ro en la mis ma ciu dad de Flo ren cia brillaba entonces Giovanni Muzzioli, artista enrolado en las filas rupturistas de “los macchiaioli”, que habría de inquietar al mundo de la plástica italiana como un claro precedente del impresionis mo. De lla Va lle, si bien cul ti vó siem pre ri gu ro sa men te las in di ca ciones de Ciseri, no pudo sustraerse a la influencia de éste, quien fuera condiscípulo y ami go su yo, y de su pin tu ra. Es pe cial men te sus pai sa jes, mos tra rían años des pués la pro fun da hue lla que de jó en el es ti lo del pin tor “La Estación de Lomas de Zamora” c.1893

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argen ti no es te con tac to con los man chis tas ita lia nos.


Mientras estuvo en Florencia, y a modo de sufragar sus gastos de estudio,

“Frente a Buenos Aires” c. 1895

enviaba periódicamente a su familia acuarelas, mu chas de ellas sin fir ma, obras pe que ñas que su ma dre des pués ven día. Tam bién, en 1882, con mo ti vo de la Ex po si ción Con ti nen tal que se rea li za ba en Bue nos Ai res, De lla Va lle en vió des de Flo ren cia la obra “Pro me teo en ca de na do”, con el ob je to de ges tionar una beca que le permitiera permanecer un tiempo más estudiando en Europa. Cuando ya casi había obtenido la aprobación de esa beca, una enfermedad imprevista lo obligó a retornar al país en 1883 y se instaló nuevamente en la casa paterna del barrio de San Telmo y se dedicó especialmente a la realización de retratos, con la técnica consumada aprendida de sus maestros florentinos. Hacía siete años se había fundado la Sociedad Estímulo de Bellas Artes y cinco que la Academia de Dibujo de la Estímulo estaba en funcionamiento. Sus aulas reunían a quienes serían, tiempo después, los más destacados artistas del país. Recién llegado al país después de un largo periplo por la academia italiana, el joven pintor Angel Della Valle, se abocó intensamente a la docencia artística en este centro de formación. Y cuando en 1888 Francesco Romero dejó la dirección de la Academia de Estímulo para regresar a su patria, Della Valle lo reemplazó. Ejercer la labor de director de la entidad -que aún siendo privada expedía títulos que el Estado reconocía como oficiales para la enseñanza del dibujo y la pintura en establecimientos

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“Incendio en la Pampa” 1900

públicos- no le impidió seguir dictando su cátedra de pintura en la Academia, que contaba también con otro maestro de excepción: Reinaldo Giudici. En 1891, estimulados por ambos maestros, los alumnos más destacados de la Academia expusieron sus trabajos en el Bazar de Ruggero Bossi. Y en el mismo año, la Sociedad Benéfica “Nuestra Señora del Carmen” propició la exposición colectiva de artistas argentinos recién llegados de Europa en un local de la calle Florida. Algunos de los expositores fueron Ballerini, Giudici y Mendilaharzu, además de Della Valle, quien expuso dos obras: “Juan Moreira” y “Paisanos a Caballo”, pinturas que reflejaban de manera elocuente el movimiento cultural de reivindicación del gaucho. La influencia de Juan Manuel de Blanes, con quien trabajó en Florencia, es notable, tanto en las formas como en los temas. Un año después, Della Valle pintó y expuso en Roggero Bosi la obra “La vuelta del malón”, obra con la que habría de obtener un éxito resonante de crítica y público, suceso que lo alentó a pintar y exponer una nueva obra el 15 de mayo de 1893. “Corrida de sortija” fue presentada con un inusitado éxito en el Primer Salón organizado por el Ateneo, que reunió 136 pinturas de artistas nacionales en la casa de Carlos Vega Belgrano, en la calle Piedras y Av. de Mayo, anima dor prin ci pal de la fla man te ins ti tu ción. El maes tro De lla Va lle vol vió a pre sen tar “La vuel ta del Ma lón” y otras dos obras iné di tas: “La cap tu ra del ban di do” y “Los dos ami gos” en el se gun do Sa lón del Ate neo en 1894; y al año si guien te, ob tu vo una recompensa con una obra que representaba a dos mujeres. Posteriormente, su centro de actividad fue la docencia. Con su estudio instalado en el segundo piso del

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Bon Marché, donde también funcionaba la Academia, centró su esfuerzo en la labor pedagógica, cuyos frutos más notorios son sus célebres alumnos Collivadino, Lynch, Quirós y Thibon de Libian. En ese lu gar, cuan do estaba por ini ciar una cla se noc tur na, falleció de un problema cardíaco el 16 de julio de 1903, a los 48 años. Su alumno, Thibon de Libian, tomó apuntes del momento y estaban presentes, azorados por el acontecimiento, Giudici, De la Cárcova y Schiaffino.

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A n g e l D e l l a Va l l e e n F l o r e n c i a , a l o s 2 3 a Ăą o s


DELLA VALLE “La nitidez del dibujo, la captación de los hombres y sus cabalgaduras, dicen del fino observador de los tipos y del notable animalista que, bajo el signo del verismo, maneja con maestría y soltura todo el repertorio de la gran pintura.” R a f a e l

S q u i r r u


D D

“A todo galope” - 1916

E LA TORR E

EL ESCRIBANO (1856-1932)

De la Torre es un pintor que no ama las estridencias. Su arte nos da una versión amable de nuestra campaña, una actitud frente a la misma, de respeto por las formas de la naturaleza, sin dejar por eso de imprimirle su propio sello. La originaidad de De la Torre como toda autenticidad no es algo buscado. Es, como diría Picasso, algo que supo encontrar. (Rafael Squirru).

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El 6 de mar zo de 1856 Car los de la To rre na ció en Bue nos Ai res y a los 18 años in gre só a la Uni ver si dad, de don de egre só como es cri ba no (ac ti vi dad en la que se des ta ca ría co mo uno de los más re nom bra dos no ta rios de la ciu dad) cuan do tan só lo con ta ba con 24 años de edad. Fue du ran te ese tiem po de es ta día en las au las uni ver si ta rias que se de sa rro lló su afi ción por la pin tu ra. Y, de ma ne ra ex tra ña pa ra la épo ca, no con cu rrió a nin gún ta ller ni to mó cla ses con maes tros re co no ci dos. Fue siem pre, tal co mo a él mis mo le gus ta ba de fi nir se, un “pin tor afi cio na do”, un au to di dac ta en el más ple no sen ti do de la pa la bra, sen si ble a su en tor no y a las raí ces de su pa tria. De la Torre era un hombre de ciudad. Sin embargo, las periódicas y breves visitas al campo de su primo Li san dro o -más tar de- a las pro pie da des cam pes tres de sus yer nos, fue ron im preg nan do sus re ti nas con imá ge nes que re fle ja ban la esencia de nuestra tierra. No se conoce que haya tomado apuntes en estos períodos de paseos por el campo. Sin embargo, y tal como

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“Día de Cuadreras” 1919


su obra lo expresa, en los paisajes plenos de luminosidad a los que dedicó gran parte de su producción, la llanura criolla, las sierras, las iglesias de campo, los ranchos, los carros, las galeras, el paisaje agreste y las escenas de la vida gauchesca, adquirieron vida y pusieron de manifiesto el gran entusiasmo que en De la Torre despertaba el tema. Nunca pintó obras de gran tamaño. Su pintura, resultado de su experimentación constante con barnices y técnicas originales, se plasmaba en pequeños cartones o telas, cuyo formato respondía quizás a la comodidad de poder ser llevados -u ocultados, quizás- a cualquier punto de ese campo criollo que fue la pasión de su vida... No pensaba en mostrarlos, menos en carácter de exhibición. Recién en 1911, a los 55 años de edad, siendo ya un pintor maduro e impulsado tal vez

“Carreta en viaje” C. 1915

por sus amigos Fader, Sívori y Ripamonte (de quienes coleccionaba obras y quienes lo alentaban en su pintura), se atrevió a presentar una obra al Primer Salón Nacional. La obra de De la Torre fue aceptada, así como fueron aceptados todos sus envíos en cada una de las oportunidades en que concurrió con paisajes y otros motivos, a la muestra nacional citada. Y aunque nunca obtuvo ninguna distinción en este círculo de la plástica nacional, su arte conoció el éxito del reconocimiento masivo y de la aceptación del público desde su primera exposición individual de 51 obras en la Galería Witcomb, en el año 1913. También concurrió con paisajes y escenas del campo a dos exposiciones internacionales notables: la de Saint Louis en 1914 y la de San Francisco en 1915. De la Torre vivió en la época en que los pintores argentinos atravesaban la euforia del impresionismo. Y si bien él hizo pintura de aire libre, siempre se mantuvo fiel a sus propios principios iluministas perfectamente adaptados a la pequeñez de sus cartones y telas. Admiraba la obra de Eugene Boudin y se inspiró en él, cuando en los veranos pintaba vistas de Mar del Plata. Sus miniaturas -cuadros del tamaño de una tarjeta postal la mayoría-, cuidadosamente elaboradas en el sótano de su ca sa de la ca lle Are na les, no im pi den que el ran cho y el om bú, la ca rre ta, los pues tos pue ble ri nos y las par vas es tén en vuel tos en un cli ma de lu mi no si dad, en el que el es tu dio del aire y del cielo resultan inigualables. Carlos De la Torre murió en Buenos Aires el 11 de mayo de 1932, a los 76 años de edad.

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“ D e Vu e l t a a C a s a ” , c . 1 9 1 5


DE LA TORRE “Era hombre de mundo, muy exitoso en su profesión, pese a lo cual la pintura fue ganando espacio en su vida hasta convertirse de un escribano que pintaba, en un pintor que preparaba escrituras” Rafael Squirru


Z Z

“La casa en la loma” - c.1930

AINO EL MACCHIAIOLI DEL PARANA

(1858-1942)

En la bre ve dad del es pa cio de sus cua dros, en esos pe que ños car to nes de pa le ta vi bran te, se re pi ten los en can ta do res atar de ce res del río Pa ra ná, un gui ño de luz so bre la on da ina ca ba da que ani da en las aguas del río, un pliegue sensual que acusa la solidez corpórea de una figura alegórica.

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Salvador Zaino nació en 1858 en Italia, frente al Mar Adriático, en la ciudad de Pópoli. Y cuando sólo tenía diez años de edad, se trasladó a Génova para ingresar a la Academia Ligustica Di Belli Arti, en la que permanecerá hasta 1875. Después, viajó a Roma y Nápoles donde estudió bajo la atenta orientación de Antonio Mancini, Teófilo Patini y Francisco Michetti, aprendiendo también la técnica de decoración de murales, hasta 1888. Todos su maestros pertenecían, en alguna medida, al movimiento pictórico nacido en Florencia y que despectivamente en 1862 sería bautizado como macchiaioli (“manchistas”), por las características de su manera de pintar: Vi“ Ta r d e d e P r i m a v e r a ” detalle

gorosos contrastes de luz y oscuridad, y densos empastes que ante la pintura academicista hacía parecer a los cuadros de este estilo como bocetos inconclusos. Pero también fueron llamados de ese modo, tal vez, por haber abandonado los motivos literarios e históricos tradicionales y haber vuelto su mirada hacia el paisaje y la vida cotidiana. Macchia quiere decir, también, “rebelde”... Finalizado su período de formación en Roma y Nápoles, en el año 1889 Zaino decidió visitar a un hermano suyo radicado en América, y se embarcó hacia la tierra de promisión sin pensar que habría de establecerse para siempre allí, en la creciente ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe, a orillas del río Paraná. El deleite que le produjo el contacto con la entonces pequeña ciudad y sobre todo, con el río que la baña, se vio reflejado en su obra pictórica, desde el primer momento. Sus cuadros, en los que se traslucen sus años de aprendizaje con los macchiaioli italianos, son cartones de reducidas dimensiones en los que registra y sueña los paisajes de su nuevo territorio. Pero Zaino fue, además del cronista plástico de Rosario, un auténtico protagonista del crecimiento de la ciudad. Como artesano, se dedicó a la decoración de lujosos edificios de la ciudad y en 1904 realizó los murales del foyer del Teatro Opera. Fue también un aventajado retratista, y siguiendo las influencias de sus maestros neoclásicos, hasta la década del 20 se dedicó a pintar retratos al pastel y unos blancos desnudos. Desde su llegada, se dedicó a la labor docente. Al año siguiente de su instalación en Rosario, comenzó a dictar cursos de dibujo artístico en el Club Industrial y en 1900 obtuvo por concurso la cátedra de dibujo en la Escuela Normal de Profesores. Pero fue en 1895 que su afán docente lo llevó a organizar y fundar la Academia Estímulo de Bellas Artes de Rosario, centro de formación por el que pasaría la mayoría de los artistas de esa ciudad y sus alrededores de la época y de generaciones posteriores, y que pocos

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años después -en 1914- fue oficializada. Pero sus logros en estos campos del arte empalidecen ante su obra mayor: su labor como paisajista. Zaino enfocó su mirada sobre el paisaje del río y de las barcas que lo surcan, los pescadores, las barrancas, las calles de tierra, las casas que crecían en la nueva ciudad. Pero en sus óleos, pasteles, témperas y acuarelas está presente no sólo el paisaje, sino también -y de manera esencial- los hombres que lo habitan. Y aunque este hombre no suele verse con frecuencia en sus pinturas, está implícito en las construcciones que se integran a la vegetación, y en las barcas que descansan embarrancadas en las riberas, dos de sus temas recurrentes. La principal característica de los cuadros pintados por este macchiaioli arraigado en la Argentina, que logró conciliar la técnica y la inspiración proveída por sus maestros italianos con el lenguaje que en su nueva patria le impuso la geografía exuberante y la plenitud del cielo argentino, es la particular luminosidad que supo imprimir en la tela, utilizando vigorosas pinceladas en las que condensó las distancias; la fuerza de esa luz cruda y directa de las llanuras, y los reflejos tornasolados del río, que lo cobijaron en esta tierra extraña que él hizo suya. El 17 de mayo de 1943 murió Zaino en su casa ubicada en Alberti, a orillas del Paraná, en medio del paisaje que lo había seducido y que tan magistralmente retratara en su obra.

“ Ta r d e d e P r i m a v e r a ” c. 1940

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“Autorretrato”


Z A I N O “Los cuadros de Zaino son de pequeño formato y alientan en algunos de ellos algo de esa calidad cromática del Impresionismo, aunque, en rigor, su carácter dominante sea más bien plasmar el color con un sentido sensorial, de mancha.” E r n e s t o

B .

R o d r í g u e z


B B

“Campiña Suiza” - 1914

ONIFANTI EL PINTOR DE LAS TABLITAS (1860-1941)

“Se le veía siem pre con su ca ja de pin tu ra, acom pa ña do por su pi pa y su cé le bre pe rri to ‘Des ti no’. Y así, co mo el que per si gue el oro, el maes tro iba bus can do los de li cio sos mo ti vos que más tar de in mor ta li za ra su pin cel, fi jan do en el lien zo lo pin to res co de aque llos pai sa jes su bur ba nos. Bo ni fan ti fue uno de los pri me ros ar tis tas que co lo có su ca ba lle te fren te a aque llos rin co nes hu mil des de la gran me tró po li”.(Antonio Alice)

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El maestro genovés Decoroso Bonifanti, nacido en Chiavari el 24 de junio de 1860, vino al país después de haber estudiado y haberse recibido con todos los honores en la prestigiosa Academia Albertina de Turín, siendo discípulo de Andrea Gastaldi y Enrico Gamba. Un contrato del ingeniero belga Maurice Lettelier lo trajo al país, en 1884, “Monte Carlo da Bordighera” detalle

para realizar una enorme tela de 2400 metros cuadrados en el entonces famoso Hotel de los Inmigrantes de Buenos Aires. La obra, llamada “La defensa de Roma del año 1849” y que había comenzado a pintar a los 19 años recién terminados sus estudios en la Academia, debía ser instalada y Bonifanti pensaba regresar de inmediato a su tierra natal. Pero este hombre generoso, de un corazón grande como un palacio (como lo recuerdan algunos de sus discípulos más notorios), que era toda una institución: Pintor, músico, poeta, prestidigitador aficionado y, sobre todo, un famoso cocinero, cuya mesa estaba siempre alegre y concurrida, se quedó en el país. Y su estadía en la Argentina duró exactamente 20 largos años, en los que su natural bohonomía le acarrerían innumerables satisfacciones y no pocas contrariedades. Su entusiasmo lo llevó a integrar el grupo de artistas que impulsaron y fundaron, por una parte, la Colmena Artística y, por otra, la Sociedad Estímulo de Bellas Artes en 1876. Y muy poco tiempo después, Bonifanti organizó su propia academia, en la que -años más tarde- se destacarán de entre todos sus discípulos, dos grandes pintores nacionales, Cupertino del Campo y Antonio Alice, quienes serán sus más entrañables amigos. Alice, además, se transformó prácticamente en su hijo y su acompañante dilecto en sus recorridas por los barrios de Belgrano, Nuñez y Saavedra en busca de motivos para pintar. Si bien su presentación al público argentino fue a través de la inmensa tela del Hotel de los Inmigrantes, Bonifanti pintó especialmente en pequeñas maderas, por lo que fue co nocido co mo el pintor de las tablitas. Su manera de pintar los paisajes, a los que se consagró de manera casi exclusiva y que realizó preferentemente en pequeñas tablas de tamaño apenas un poco más grande que una postal, llevó a su amigo y discípulo Cupertino del Campo a afirmar que mucho antes de que Malharro trajera de Europa la novedad del impresionismo, Bonifanti ya pintaba cuadros claros, vibrantes, envueltos en atmósfera, obras que reflejaban con impresionante realismo y ágil pincelar la transparencia y luminosidad del ambiente argentino. ¡Y qué hombre infatigablemente trabajador fue Bonifanti! Diariamente en la tarea, casi siempre fuera de su taller, pintando del natural, entre figuras y paisajes, pintó miles de cuadros y realizó también miles de dibujos, descriptivos y nerviosos, valiéndose de todas las técnicas conocidas (grafito, carbón, plumilla,

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lápiz de color). En 1904, veinte años después de haber llegado al país, con una familia ya formada en la Argentina, Bonifanti decidió regresar a Italia. Vendió todas sus pertenencias y acompañó a su discípulo y entrañable amigo Antonio Alice, quien había obtenido una beca para estudiar en Italia. El maestro convence a Alice de trasladarse a Turín, su ciudad de adopción, y allí se instala él también con toda su familia. En los próximos años, Bonifanti expondrá obras en múltiples salones europeos, entre ellos en el Salón de París y en varias otras muestras Bienales y Cua trie na les de Eu ro pa, rea li zan do al mis mo tiem po otros tra ba jos por en cargo, tales como la decoración en el Teatro Politeama Charella de Turín y el Castillo Lembach en Aspen, Suiza. Mientras tanto, en Buenos Aires, su influencia y su talento no son olvidados. Cupertino del Campo y Antonio Alice se encargaron de organizar una exposición homenaje de la obra de su maestro en 1937, exhibiendo 102 obras de Bonifanti en la Galería Witcomb. La sensible visión que tuvo siempre sobre el paisaje, le permitió a Bonifanti brindar, en el exiguo espacio de sus “tablitas”, la atmósfera y el liris mo tan pe cu liar que ca rac te ri za ron a su pin tu ra. Sin efec tis mos ni im pos ta ciones, el maestro penetró en la médula de la naturaleza y recreó los paisajes de los suburbios que recorría y reflejaba en sus pequeñas realizaciones. Su manejo elaborado del color, de tonos temperados, le sirvió para crear las sutiles atmósferas que, en algunas de sus obras, adquieren el clima de los impresionitas, las manchas de color y la intensidad de la luz. Este maestro de oficio consumado, paisajista de gran vuelo poético, murió en Turín mien“Monte Carlo da Bordighera” 1890

tras preparaba su última exposición, a los 81 años, el 14 de octubre de 1941.

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D e c o r o s o B o n i f a n t i p i n t a n d o e n L i g u r, I t a l i a . 1 9 2 7


B O N I FA N T I “Sin lle gar a las de li cias del im pre sio nis mo, sal vo al gu nas ex cep cio nes (re fle jos acuá ti cos), sus pai sa jes cap tan la luz que gol pea ár bo les o cons truc cio nes sin rom per las ar mo nías de un fi no y só li do di bu jo”. R a f a e l

S q u i r r u


M M

“Las Parvas” - 1901

ALHARRO

EL LUCHADOR (1865-1911)

Una rápida estada en la estancia de Ramos Mejía y una excursión a Tierra del Fuego le llevan a sentir la presencia de la luz. Es un inquieto, un sensible. Y en París comprende que el pintar claro sobre claro es situarse en el camino de la modernidad. Admira la pintura de Monet, Renoir, Pissarro y Sisley, que lo incita a dar el paso decisivo...

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Martín Malharro, fue según sus pocos amigos y sus muchos enemigos, un hombre apasionado, un espíritu libre, de sinceridad alucinante; un hombre íntegro y un verdadero luchador. Romualdo Brughetti (crítico, hijo de Faustino) dice que si bien su padre expuso por primera vez pintura impresionista, el que luchó para difundir y defender el ideario estético del impresionismo en el país fue Martín Malharro. Había nacido en Azul, provincia de Buenos Aires, el 25 de agosto de 1865, en medio de una familia acomodada, a la que abandonó cuando debió enfrentarse con su padre debido a su vocación por el arte; y el rompimiento con su familia habría de ser total y absoluto: Modificó su apellido y de Mailharro, pasó a utilizar para siempre el Malharro con que se dio a conocer. Partió a Buenos Aires, y comenzó allí una vida que se caracterizaría, casi hasta el final de su existencia, por la soledad, la extrema pobreza y la incomprensión generalizada. Desde 1882 y hasta 1889 aproximadamente, tomó clases de dibujo y pintura en “Estímulo” con el maestro Francesco Romero, pintor italiano que había sido el iniciador de varios otros artistas de la época. Pero debía sobrevivir, por lo que se dedicó entonces a diversas tareas con ese fin. Dos de ellas son las más conocidas: Una, la ilustración de etiquetas para cigarrillos, membretes y tarjetas comerciales. La otra tarea, que él mismo denominaba “trabajos forzados”, era la ilustración de sucesos policiales “ P a i s a j e - Ve r a n o ” 1910

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que se publicaban diariamente en la prensa.


Hombre de espíritu libre, viaja al interior del país. Vá a Rosario, después a Cór-

“Paisaje” c.1910

doba y vuelve a Rosario otra vez, ciudad en la que consigue un trabajo rentado que le garantiza una cierta seguridad monetaria, pero que él abandona poco tiempo después convencido que esa seguridad económica desnaturalizaba su arte. Regresa a Buenos Aires, donde el Dr. José Ramos Mejía decide apoyarlo y lo envía a su estancia para que permanezca allí y pueda dedicarse libremente a pintar, olvidado de las preocupaciones materiales. En medio de la pampa, pinta al aire libre, estudia la naturaleza y realiza una serie de estudios paisajísticos. La pobreza lo asediaba de manera constante por lo que, en 1891, sus amigos intentan conseguirle apoyo oficial y particular. Ambas tentativas fracasan y Malharro decide entonces salir de Buenos Aires. Viaja a Tierra del Fuego y a Punta Arenas, lugares en los que descubre la inmensidad y la fuerza del mar, lo que lo lleva a pintar febrilmente. De regreso a la capital, ilustra con 50 dibujos el libro “Recuerdos de la Tierra” de Martiniano Leguizamón y colabora en el Diario La Nación, ambos trabajos conseguidos por intermedio de su amigo Roberto Payró. Pero Malharro, inquieto y luchador, seguía buscando su identidad artística por lo que decide en 1895 ir a París sin dinero, sólo con una piedra litográfica y sin familia. Su mujer María Luisa Laborit y a sus dos hijos, María

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“Amanecer” c.1910

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“Crepúsculo” c.1910

Amelia y Martín, lo seguirían un tiempo después. En París, Malharro lucha y sufre, pero vive y pinta, según el mismo confesaría más tarde, en medio del apogeo del impresionismo que vivía su plena madurez en ese momento. Y si bien Manet ya había desaparecido (corría el año 1895), puede conocer a Pissarro, Sisley, Renoir y especialmente a Mo net, a quien fre cuen ta con asi dui dad. Mal ha rro se in cor po ró sin re ser vas al im pre sio nis mo. Adop tó sus téc ni cas, asi mi ló sus prin ci pios y apli có sus in no va cio nes, aun que nun ca fue un or to do xo de la ma ne ra im pre sio nis ta. En su obra, di so ció los co lo res cuan do lo cre yó ne ce sa rio y, de bi do tal vez a su pro pia per so na li dad, la no che fue una pre sen cia cons tan te en sus cua dros, cargán do los de una cier ta me lan co lía en la que los im pre sio nis tas fran ce ses nun ca in cur sio na ron.

En 1902, de regreso en Buenos Aires, expuso en la Galería Witcomb el producto de su trabajo en Europa, concretando la segunda muestra de pintura impresionista argentina, que había sido iniciada en la exposición de Brughetti en 1901. Los resultados que obtiene son desalentadores. La mayor parte de la crítica lo ataca, lo niega o lo descalifica. Pero Malharro fue siempre un luchador perseverante y apasionado. Continúa trabajando denodadamente en el desarrollo de su estética y en 1908, en la misma Galería Witcomb, realiza

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una segunda exposición con nuevas obras. Sólo que esta vez no se limitó a mostrar su obra, sino que dictó una serie de conferencias, escribió artículos en El Diario y en la revista Ideas, a los efec tos de ex pli car al pú bli co los prin ci pios im pre sio nis tas bá si cos de la yux ta po si ción de la luz, la com ple men ta rie dad de co lo res y los efec tos vi bra to rios de la luz.

A par tir de ese tiem po, se de di có ca si de lle no a la ac ti vi dad do cen te. Fue nom bra do Ins pec tor de Di bu jo de es cue las pri ma rias y, a par tir de su ex pe rien cia en el área, en 1910 pu bli có “El di bu jo en la es cue la pri ma ria” y co la bo ra con otras pu bli ca cio nes es cri bien do so bre el te ma. La pe da go gía ar tís ti ca ocu pa to do su tiem po. En los úl ti mos años de su vi da, si bien se re la cio nó con Yrur tia (a quien ha bía co no ci do en Pa rís) y con Gut te ro, per ma ne ció ais la do de la ma yo ría de los ar tis tas de su épo ca, con quie nes no man te nía vín cu los cor dia les, y se ro deó de jó ve nes en tu sias tas co mo Ra món Sil va, quien se ría su con ti nua dor, Giam bia gi, Fal ci ni, Vi via ni y Ca na le. Mal ha rro rea li zó só lo dos ex po si ciones de sus obras, ya que la muerte lo sorprendió en 1911, mientras preparaba la tercera muestra en Witcomb. Sus amigos organizaron, a pocos meses de su fallecimiento, una “Nocturno”

exposición póstuma de sus cuadros.

c.1901

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Malharro pintando al aire libre, 1903


MALHARRO “Pin tó las co sas de la tie rra: el pai sa je de aquí, el nues tro, de los pue blos pró xi mos, ca si ur ba no, y el de las cha cras me nos dis tan tes y el de la pam pa abier ta. Pin tó efec tos aso lea dos, tardes gri ses y no ches es te la res.” J o s é

L e ó n

P a g a n o


D D

“Naturaleza en Silencio” - 1912

E LA CARCOVA EL PRECURSOR

(1860-1941)

Nació en Buenos Aires el 3 de marzo de 1866, a mediados del siglo XIX cuando el ambiente artístico se caracterizaba por su pobreza conceptual y su indecisión, Ernesto fue el emprendedor que en 1891, junto con Collivadino, Della Valle, Ballerini, Giudici, Malharro y Correa Morales, secundó a Eduardo Sívori, Schiaffino, Aguyari y Gutiérrez, en la organización del Primer Salón Anual de “Estímulo”, que encontró en él a su más entusiasta impulsor y ejecutor.

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A partir de 1885, terminado el bachillerato, decide estudiar dibujo y pintura con Francesco Romero, también maestro de Sívori, en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes.Viajó a Italia en 1892 e ingresó a la Real Academia Albertina de Turín. Mientras estudiaba allí, participó con tres obras en la XXXI Exposición de Artistas Turinenses y una de ellas fue adquirida por el Rey Humberto I de Italia para el Palacio del Quirinale de Roma. También estudió en Florencia y en el Real Instituto de Bellas Artes de Roma, como Brughetti.Sus maestros en Italia fueron Ciseri, Mancini y principalmente Giácomo Grosso. Durante un tiempo residió también en París, donde fue discípulo de Jean Lhermitte, artista admirado por Vincent Van “En el Jardín”

Gogh, y aunque la rigurosidad de este pintor francés lo influyó notablemente, no sucumbió a este concepto tal vez por contacto con los impresionistas que por aquel momento ocupaban el centro de la escena pictórica francesa. En 1894, al año de haber regresado de Europa, participó en el segundo Salón del Ateneo con su obra “Sin pan y sin trabajo”, la que produjo en los críticos y artistas de la época un inusitado fervor admirativo... La presentación de la obra fue una fulguración y un eclipse, porque fue el cuadro excluyente en el Salón de ese año y su presencia opacó la obra de otros artistas presentes. “Sin pan y sin trabajo” fue considerada una obra excepcional, en nada acorde con la pintura argentina del momento. (La Nación, 8/3/36), obra de marcado acento social, que denuncia el peor castigo para un hombre: la falta de trabajo. De la Cárcova había nacido en el seno de una familia distinguida de la época y en un medio social en el que ser pintor no otorgaba distinción; la ocupación de pintor (como la de escritor o arquitecto) era considerada un oficio, una artesanía, no una carrera. Tal vez por ello, durante una época de su vida la pintura dejó paso a otras actividades. Militó brevemente en el socialismo y fue miembro del Concejo Deliberante de la ciudad. Mientras tanto, no produjo obras o bien, las pintó a desgano y sin continuidad. Cuando un tiempo después retomó la labor pictórica, luego del resonante éxito obtenido con “Sin pan y sin trabajo”, la impronta estética la marcaba el grupo Nexus, con otra visión y otro concepto. Fader, Collivadino, Quirós, habían abandonado la anécdota como centro de sus obras y pintaban sin un tema compuesto, como habían enseñado los impresionistas. Pero además de este alejamiento temporal de la pintura, motivado por compromisos netamente políticos, otros múltiples cargos que cumplió en aspectos organizativos, directivos e incluso diplomáticos a lo largo de su madurez, por una parte, y los compromisos emanados del ejercicio de estos cargos, impidieron

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a Ernesto de la Cárcova pintar con continuidad. Entre la cantidad verdaderamente grande de compromisos directivos que asumió en su vida, puede mencionarse que fue fundador y primer director de la Academia Nacional de Bellas Artes, en la que también dictó clases, siendo algunos de sus alumnos Miguel Carlos Victorica, Cesáreo Bernaldo de Quirós, Carlos Ripamonte. En 1899 fue también vicedirector de la Comisión de Bellas Artes. Fue fun dador del Museo de Calcos y de la Escuela Nacio nal de Arquitectura. En 1901, fue el curador de la primera exposición nacional de pintura impresionista, realizada por Brughetti. En 1902 fue director del Patronato de Becados Argentinos que estudiaban en Europa, y dejó la dirección de la Escuela Nacional de Bellas Artes. En París fue nombrado Secretario General y Tesorero del Hospital Argentino de Asistencia a Heridos. Sin embargo, nunca abandonó del todo la pintura. Y si bien no consiguió pintar siempre y cuanto quiso, en los últimos años de su vida, con brío ágil, de manera sorprendente por el vigor de su fresca espontaneidad, el viejo maestro pintó algunas de sus mejores obras. Murió en Buenos Aires el 28 de diciembre de 1927, siendo director de Escuela Superior de Bellas Artes “ S i n P a n y s i n Tr a b a j o ” 1892/93

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Ernesto de la Cรกrcova en su despacho. 1917


DE LA CARCOVA “He asistido a las tres etapas de su evolución. Lo he visto afirmarse, detenerse y ascender nuevamente en los años postreros de su vida fecunda. El éxito artístico le hace olvidar la aridez de nuestro ambiente. Trabajaba y producía con entusiasmo: retratos y cuadros al pastel. Era un pródigo.” J o s é

L e ó n

P a g a n o


C C

“Los Sauces” - c.1930

OLLIVADINO

UN ALMA ABIERTA

(1869-1945)

En una vieja ambulancia, tirada por un caballo, recorría las calles de Buenos Aires, estacionando donde el paisaje lo atrapaba. Y en aquel extraño carromato, pintaba por una ventanita que era como su alma, abierta a todas las sensaciones.

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La primera obra al óleo de Pío Collivadino fue La Muerte del Rey Alfonso XII, escena copiada de una caja de fósforos que expuso en una vidriera de un almacén de San Telmo, que despertó la admiración del barrio. Era el año 1885 y tenía entonces 16 años. Había nacido el 20 de agosto de 1869 en el mismo barrio, donde su padre había instalado una carpintería, lugar en el que Collivadino aprendió el oficio y se dedicó a ayudar a su padre después de que una afección en la vista le impidiera ingresar a la escuela Normal de Profesores. Mientras ayudaba a su padre como carpintero, se despertó su inclinación por la pintura viendo a un decorador de techos que pintaba un cieloraso, quien sería poco después su primer maestro en el oficio de pintar. Más tarde ingresó a la Societa Nazionale Italiana de Buenos Aires para estudiar con el maestro Luzzi y, un tiempo después, solicitó ser admitido en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, donde ingresó y fue discípulo de Francesco Romero. Al mismo tiempo, trabajaba como pintor relámpago en los circos (en los que, vestido de payaso, con diestros y rápidos brochazos realizaba retratos históricos) y se dedicaba al teatro, llegando a actuar en la Compañía Battaglia. De esa época de juventud ya es destacable su gran simpatía y sentido del humor, que serían las características más notables de su personalidad hasta el fin de sus días. Su padre, persuadido del gran talento de Pío para el dibujo y la pintura, decidió enviarlo a perfeccionar sus estudios a Italia y Collivadino se incorporó entonces a la Real Academia de Bellas

“ Vi s t a d e l S e n a ” 1900

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“La Hora del Almuerzo” c.1903

Artes de Roma, de donde egresó en 1895 con el título de Profesor de Dibujo y al año siguiente regresó a su país. Pero su inquietud y su afán de saber lo impulsaron a buscar nuevas posibilidades de continuar su perfeccionamiento en Europa. En 1898 realizó una exposición en el Bon Marché con la que consiguió una beca del gobierno que le permitió regresar a Roma a estudiar las técnicas de la pintura mural con Cesar Mariani y con el maestro César Maccari. Tan veloz fue su aprendizaje y tan notorios sus avances técnicos que Maccari, deslumbrado con los resultados del aprendizaje de su alumno argentino, lo nombró su ayudante y lo asignó en un lugar privilegiado a su lado para la realización de los frescos del nuevo Palacio de Justicia de Roma. La Bienal de Venecia de 1901 recibió, por primera vez, una obra de pintor argentino enviada por Pío Collivadino. Se trató del díptico “La Vida Honesta”, obra que debió integrar el pabellón español junto con cuadros de Zuloaga y Sorolla, ya que los organizadores de la Bienal no habían previsto la participación de ningún pintor sudamericano. El éxito de esta obra de Collivadino fue inmediato: Durante la misma exposición, la galería Marangoni, de Údine, Italia, adquirió la pintura. Dos años después, presentó a la misma Bienal de Venecia su obra “La hora del almuerzo”, con la que también participó en la Louisiana Purchase Exposition de Saint Louis (EEUU), en la que la pintura obtuvo Medalla de Oro en 1905. Esta pintura, acaso su más célebre obra, enmarcada dentro de las normas revolucionarias del impresionismo, tenía sin embargo, un rasgo característico en el manejo de la luz. Collivadino abandonó en “La hora del almuerzo” los tonos bajos y grises de sus obras anteriores e impregnó a la escena pintada con una luminosidad tal que la tela parecía irradiar alegría de vivir.

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“Playa de Quilmes” c.1925

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En esta obra todo es diafanidad, al punto que por la claridad de colores la obra parece pintada al agua, resabio tal vez de su conocimiento de la pintura al fresco. Su regreso al país, en 1907, después de los años de maravillosa bohemia vividos en Europa, tuvo dos notas destacadas: La primera de ellas, fue su nombramiento como Director de la Academia Nacional de Bellas Artes, labor que ocuparía los siguientes treinta y cinco años de su vida con cargo oficial -y otros diez como voluntario en la dirección, reemplazando a Centurión a cambio de un modesto y simbólico pago- y a la que dedicaría sus más grandes esfuerzos y desvelos, dándose de lleno a la tarea docente ante alumnos tan destacados como Enrique Larrañaga, Lino Enea Spilimbergo, Victorica y Raquel Forner. Pero la tarea docente lo absorbió de tal manera que en un momento llegó a decir que “me eclipsé un poco por dedicarme a la enseñanza. De haber sido más libre como artista habría producido ya mi obra maestra. Estoy en deuda en este sentido conmigo mismo”. El otro acontecimiento que marcó su regreso al “Usina”

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país fue la creación del activo Grupo Nexus, de existencia breve pero


fecunda, que formó con Fader, Rossi, Ripamonte y Dresco. Su impacto en

“Calle de Arrabal”

las artes plásticas fue notable, ya que sin duda las exposiciones organizadas por Nexus contribuyeron a orientar la imagen pictórica del país. A lo largo de su vida, quizás por no haber olvidado totalmente nunca su paso y amor por el teatro, también dedicó tiempo a la escenografía y durante varios años fue miembro y luego Presidente del Directorio del Teatro Colón. Inspirado en los principios impresionistas, Collivadino explicaba que su motivo de inspiración era la naturaleza, pero intentaba reproducirla a partir de su emoción. Durante los más productivos años de su vida en la Argentina, su pintura había ido abandonando la rigidez académica del realismo y se había modernizado un tanto bajo el influjo del neo-impresionismo, llegando incluso a coquetear discretamente con la técnica luminosa del puntillismo. El 26 de agosto de 1945, a los 76 años, murió en Buenos Aires este gentil pintor, abnegado maestro y exigente director de Bellas Artes que, al decir de los críticos de su época, buscó siempre trasladar al lienzo la misteriosa poesía que guardan en su seno las cosas de la tierra.

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Collivadino pintando una escena callejera en Nueva Pompeya. 1920


C O L L I VA D I N O “Procuro siempre inspirarme en la naturaleza que contemplo, tratando de fijar en el lienzo las emociones que esa misma naturaleza me produceâ€? P Ă­ o

C o l l i v a d i n o


C C

“ Vi e j o C a s c o ” - c . 1 9 2 0

OPPINI

EL EXIMIO PAISAJISTA (1870-1945)

El 15 de febrero de 1870 en Milán, Italia, se produjo el nacimiento de quien habrá de ser reconocido -años más tarde- como uno de los grandes maestros del Arte de los Argentinos, Fausto Eliseo Coppini, quien conservó hasta su muerte la nacionalidad suiza que le correspondía por el origen de sus padres y el derecho de sangre.

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Su infancia y primera juventud transcurrieron junto a sus abuelos paternos ya que, a poco de nacer, sus padres debieron emigrar a la Argentina. Coppini ingresó a la Real Academia de Brera, donde estudió con Girólamo Induno y egresó con todos los honores en 1887, año en que viajó a la Argentina y se reencontró con sus padres. Visitó Chile y Perú, pero al cumplir 21 años, en 1891 se radicó definitivamente en nuestro país, donde comenzó a vincularse con el incipiente mundo artístico. Participó en la creación de La Colmena Artística, agru“ D í a To r m e n t o s o ” detalle

pación integrada mayormente por artistas extranjeros como Vicente Nicolau Cotanda, Decoroso Bonifanti y Nazareno Orlandi. La Colmena, junto con El Ateneo (fundado en 1893) y la Sociedad Estímulo de Bellas Artes (en 1876), fueron los centros desde donde se impulsó la vida cultural de Buenos Aires de fin de siglo. En 1898 comenzó su vinculación con la tarea docente, dando clases de dibujo en el Colegio Inglés y -por 24 años- en la Sociedad Industrial, labor que habría de intensificarse en 1920, cuando en el local del Bon Marché abrió su propio taller, por el que pasaron en carácter de estudiantes primero y luego amigos y colegas, pintores de la talla de Ceferino Carnacini, Atilio Malinverno, Gastón Jarry, Francisco Lavecchia, David Heynemann, Indalecio Pereyra, Angel Vena y Rodolfo Franco. Su participación en muestras y exposiciones, tanto del país como del extranjero, fue constante desde 1910, año en que obtuvo Medalla de Plata en la Exposición Internacional del Centenario. También participó en el Salón Nacional. En 1912, una obra suya tomó parte del famoso Salón de París y en el año 1915 obtuvo Medalla de Plata por su participación en el envío argentino a la Exposición Internacional de San Francisco, en Estados Unidos. Tres exposiciones individuales fueron las más importantes de las que realizara durante su vida: La primera, “Paisajes Argentinos”, realizada en 1920 en Witcomb luego de un extenso recorrido por el país; la segunda, una retrospectiva de su obra realizada por Witcomb en 1941 como homenaje a sus bodas de oro con el arte, en la que mostró 35 obras representativas de diversas etapas de su trayectoria. Y finalmente la que sería su última exposición se efectuó en 1943 en la Galería Van Riel. Coppini poseía una técnica y un oficio sólidos, que le permitieron cultivar todos los géneros pictóricos, retrato, naturalezas muertas, pintura histórica. Pero sin duda, su capacidad expresiva se desarrolló plenamente en el paisaje, en los que alcanzó sus cotas más altas, según afirma Adrián Gualdoni Basualdo.

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Su talento y su calidad artística fueron ampliamente respetados. Los discípulos, los colegas y la crítica especializada reconocían por igual la soltura y la destreza de quien, sostenido por una práctica de muchos años, procede con el vigor y la agilidad de los años mozos. De igual manera, y a diferencia de lo sucedido con otros artistas de la época, el maestro Coppini gozó siempre de una equilibrada valoración respecto a su manejo del color y de la armonía cromática que imperaba en sus obras.

La crítica le fue favorable a menudo. Al respecto, se puede señalar lo que el El Diario La Nación expresaba, a propósito de una de sus exposiciones en Witcomb: “…el con jun to es ri co y va ria do, (...) re pro du ce mo ti vos de Cór do ba, San Isi dro, Ti gre y Bue nos Ai res. (...) en to dos (los cua dros) em plea Cop pi ni una pas ta den sa y ju go sa, (...) Allí es una ex ten sa va rie dad de ver des , aquí un en la ce de gri ses; lue go la opo si ción de un efec to aso lea do, don de los to nos brillantes contrastan con los planos sumidos en la sombra. El colorista diversifica los registros de su paleta y los ajusta a un sentido pictórico, evidenciado a lo largo de una carrera proba y fecunda”.

Coppini, maestro de una brillante generación de artistas y consagrado paisajista, murió a los 75 años, en la ciudad a la que había dedicado todos “ D í a To r m e n t o s o ” 1920

sus esfuerzos artísticos, el 7 de junio de 1945.

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“Mañana Gris” 1920

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“Los Duraznos de la Quinta”, 1907


C O P P I N I “Persiguió la luz en las campiñas hasta las últimas consecuencias, y no se arredró ante las más intrincadas vegetaciones para extraerles los tonos que las tradujeran en toda la pureza de una primera intención.” E d u a r d o

B a l i a r i


L L

“Oros del Plata” - 1924

YNCH

EL PRIMER MARINISTA (1870-1953)

Justo Lynch, un apasionado por el mar, el agua y la navegación, nació el 18 de noviembre de 1870 y su fascinación con el tema se inició en la más tierna infancia, mientras escuchaba antiguas historias familiares acerca de sus antepasados, una verdadera dinastía de marinos irlandeses, alguno de los cuales combatió en Trafalgar a las órdenes del Almirante Nelson. Y con su hermano, en la casa familiar en Martínez, transformaron esos relatos en una verdadera labor artesanal, construyendo veleros y embarcaciones pequeñas que echaban a navegar en las aguas del Río de la Plata, a cuyas orillas se encontraba la vivienda familiar.

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“Entrada al Riachuelo” 1907

Pero esta pasión por el mar se transformaría en el centro de su vida artística cuando, años más tarde y ya desarrollada su vocación por la pintura, conoció al maestro italiano Eduardo de Martino, eximio marinista, autor de una serie sobre la Guerra de la Triple Alianza, con quien se convirtió a su vez en destacado pintor de temas en los que el mar y las naves constituyeron el centro temático de mayor interés. Y aunque antes de este periodo con De Martino, había estudiado en la Academia de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, en la que -desaparecido Francesco Romero- sus maestros fueron Della Valle, Giudici, Sívori y De la Cárcova, cuando en 1905 viajó a Europa y residió en París y en Madrid, la actividad principal de esa etapa fue visitar los Museos Navales de ambas ciudades y tomar apuntes de la escuadra italiana en operaciones navales, estudios que después utilizaría en sus composiciones históricas. Una vez de regreso en Buenos Aires, junto a Fader, Quirós, Collivadino, Ripamonte, Rossi y Dresco integró el núcleo fundador del Grupo Nexus, que habría de renovar totalmente el panorama artístico nacional. Con sus compañeros de Nexus, expusieron sus obras en las muestras colectivas, del año de la fundación del grupo (1907) y al año siguiente, en el Salón Costa. Su primera exposición individual la realizó en 1904 en la Galería Witcomb, pero sus cuadros participaron de varias otras importantes muestras, además de las muestras conjuntas con los integrantes de Nexus y obtuvo distinciones de consideración en varias oportunidades. Ya en 1893 participó con

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sus obras en el primer Salón organizado por el Ateneo y siguió enviando sus cuadros a los Salones de los tres años siguientes. En 1910 obtuvo Diploma y Medalla de Oro con una de sus obras enviadas al Salón Argentino durante la Exposición del Centenario. En 1911, cuando se organizó el Primer Salón Nacional de Bellas Artes, Lynch envió sus obras en una participación que habría de repetir durante 28 ediciones del Salón, hasta 1948, cinco años antes de su muerte. Con paleta luminosa e impecable técnica, recreó en sus obras los más importantes episodios de la historia naval argentina. Son destacables la magnífica serie dedicada al Almirante Guillermo Brown y entre sus cuadros más célebres, se destacan particularmente la “Primera Escuadrilla Argentina” y el “Combate de San Nicolás”, obra realizada en 1910 por encargo del Museo Histórico Nacional. Y con estas obras vinculadas al mar y a la historia naval de la nación, obtuvo reconocimiento y también importantes distinciones, entre ellas el Premio Liga Naval Argentina obtenido en 1941, durante el XXXI Salón Nacional de Artes Plásticas; y el Premio Adquisición Ministerio de Marina con el que fue distinguido durante el XXXVIII Salón Nacional de Artes Plásticas, llevado a cabo en 1948. Además de su labor artística, Lynch fue un gran maestro -uno de cuyos discípulos más importantes fue Oscar Vaz- y un inquieto Inspector Técnico del

“Día de Fiesta” 1922

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Consejo Nacional de Educación, cargo para el que había sido nombrado y durante el ejercicio del cual comenzó a desarrollar métodos específicos para la enseñanza del dibujo y la pintura en las aulas de la escuela primaria y secundaria, en 1914. Con el correr de los años, la pintura de Justo Lynch se fue alejando del mar y, tornándose más íntima, se acercó al río, que logró pintar como pocos. Siempre fue un colorista sensible y refinado, a quien le gustaba detenerse en la pintura de los cielos y en los efectos dorados del sol en el agua.

En el último período de su vida, le atraían de sobremanera los astilleros, los grandes vapores anclados, con las notas de color de los cascos destacados en la atmósfera vaporosa del puerto; el barrio de La Boca se definió en sus obras como un motivo pictórico fuerte y original, y su interés por los rincones pintorescos de las orillas del Riachuelo lo llevó a instalar su estudio en la ribera.

Años después, otros grandes pintores del Arte de los Argentinos, como Eugenio Daneri, Fortunato Lacámera, Víctor Cúnsolo, Miguel Carlos Victorica y Benito Quinquela Martín -quien reconoció que Lynch era uno de los artistas que orientaba su pintura- tomarían también al histórico Riachuelo como fuente y motivo de su pintura, recreando los colores y la atmósfera del Puerto y del barrio de la Boca. Justo Lynch murió en Buenos Aires el 14 de abril de 1953.

“ L a Vu e l t a d e R o c h a ” 1917

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L a l l e g a d a a l p a í s d e l p r e s i d e n t e A l v e a r e n 1 9 2 2 l e i n s p i r ó a Ly n c h s u o b r a “ D í a d e F i e s t a ” .


LY N C H “Sin llegar al impresionismo no sería exagerado ver en la luz una de sus principales preocupaciones. Tienen una gran captación del cielo y de los efectos solares sobre el mar y las embarcaciones.” R a f a e l

S q u i r r u


L L

“Alred ed ores del Riachuelo” - 1 9 4 1

AZZARI EL MAESTRO DE LA BOCA

(1871-1949)

Tenía una rara condición, rara en los profesores de academia: Dejaba en libertad al alumno para que explayara su temperamento, buscara su propia expresión y hasta su propia técnica. Este respeto por la libertad en el arte es uno de los mayores beneficios que saqué de sus enseñanzas. (Quinquela Martín)

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El 12 de marzo de 1897 llegó a Buenos Aires un joven pintor italiano de 25 años, que había sido contratado para proyectar y ejecutar unos vitrales con motivos religiosos para una iglesia en La Plata. Su propósito era permanecer pocos días en el país, efectuar el trabajo para el que había sido contratado y regresar a su patria. Pero al llegar, se enteró que el proyecto de vitrales había fracasado, por lo que debió buscar trabajo como docente de dibujo y pintura en varios establecimientos educativos. Nunca más regresó a Italia, donde había nacido (en Diecimo, en la provincia de Lucca), un 25 de mayo de 1871. Establecido ya en Buenos Aires, se mudó a una casa en el barrio de Barracas alrededor del año 1898 y se dedicó a la docencia y a pintar al aire libre, tomando contacto con el paisaje suburbano de la ciudad, lo que lo llevó a transformar radicalmente su paleta y a abandonar su academicismo por un estilo donde los colores vibran a través del uso de rojos y amarillos intensos. En 1903, impulsado por su deseo de vivir en soledad y en medio del paisaje, se mudó a Lanús, que en ese entonces era campo despoblado. Pero su vocación docente lo llevó a aceptar, ese mismo año, el ofrecimiento de los maestros Pezzini y Stiatessi para dar clases en la ahora mítica Academia dirigida por ellos, que funcionaba en el local de la Unión de la Boca, sobre la calle Olavarría, y que todos conocían como “El Salón Unión”.

“Calles Las Heras y Cnel. Díaz” detalle

Los alumnos eran casi todos obreros que trabajaban en el puerto o en actividades vinculadas a las tareas portuarias o de navegación. Y en el instituto, Lazzari ocupó la cátedra de arte, aplicando lo que había aprendido de sus maestros en el Real Instituto de Bellas Artes de Lucca, donde inició su formación, que prosiguió años más tarde en Roma y culminó en la Real Academia de Florencia. Y si bien durante sus años de estudiante se había destacado particularmente en el dibujo, la rigurosa formación artística que recibió bajo la influencia de los macchiaioli -los manchistas italianos que habían indagado en las búsquedas lumínicas y desarrollado la pintura a "plein air" años antes que los impresionistas franceses- había incluído todas las nociones acerca de la figura, el paisaje y la composición, no cio nes que Laz za ri se ocu pó de trans mi tir a sus nu me ro sos dis cí pu los del Sa lón La Unión, en tre quie nes se con ta ron -en tre otros-, Be ni to Quin que la Mar tín, For tu na to La cá me ra, Ar tu ro Ma res ca, Ca mi lo Man de lli, Ven to, Luis Fe rri ni y Stag na ro. Sus clases no se limitaban a la sesión semanal en el encierro de El Salón Unión. Muchas veces reunía a sus discípulos los días domingo y los llevaba a la Isla Maciel, cruzando el Riachuelo, y allí, al aire libre, los hacía pintar descubriendo el entorno y valorando la naturaleza. Enseñaba, tal vez sin proponérselo, de una manera revolucionaria. Trabajando, hablaba a sus alumnos de los principios estéticos, de lo aprendido por él en la formación académica recibida en Italia. Pero también les hablaba de sus convicciones en lo político y en lo social, de sus encendidas ilusiones republicanas. Y ya sea en

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el estudio, en las caminatas que hacían por las calles ado qui na das de La Bo ca o en las se sio nes al ai re li bre en la Is la Ma ciel, Laz za ri orien ta ba,

“Calles Las Heras y Cnel. Díaz” c.1940

co rre gía e in si nua ba, pe ro de jan do siem pre es pa cio pa ra que el ger men de in di vi dua li dad crea do ra se ex pre sa ra. En estos años, Lazzari conoció y entabló amistad con Decoroso Bonifanti y Angel Della Valle, y también se relacionó con Thibon de Libian y Victorica. Pero estos contactos nunca lograron convencerlo para que expusiera sus creaciones. Solamente expuso en la Galería Witcomb en 1935, porque Quin que la y La cá me ra le in sis tie ron. La otra única exposición de su vida la rea li zó en el Con ce jo De li be ran te de la ciu dad en 1937. En 1911, se casó con Ana Zaino, a quien había conocido mientras ella estudiaba música en el Salón de La Unión, y se mudó a San Telmo, dejando su casa de Lanús. Para entonces, se había afirmado en él el gusto por pintar callecitas y rincones de La Boca, los patios del populoso barrio poblaban sus telas. Y si bien se dedicó también a la cerámica y al grabado, su mayor producción se concentra en las pinturas, de paleta armoniosa y algo melancólica, que servirían como inspiración de todos los artistas que más tarde se harían conocidos como los Pintores del Riachuelo o los pintores de La Boca. Murió el 26 de junio de 1949 en Buenos Aires, a los 78 años de edad.

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“El Parque”, c.1930


L A Z Z A R I “Por las características de su estilo, el modesto y desinteresado pintor, cuyo nombre sin duda saldrá de la oscuridad que injustamente lo ha envuelto en el pasado, merece figurar al lado de aquellos artistas que aportaron efectivas realizaciones al esfuerzo de renovación de la pintura argentina”. J u l i o

P a y r ó


R R

“Barcas” - c.1920

IPAMONTE

EL ULTIMO ROMANTICO

(1874-1968)

“Su visión del gaucho es nostálgica y evocativa. Es el último romántico, pintó el gaucho como es y como debió ser, enlazados por la emoción del Arte. Lo criollo y sólo eso envía a las fibras sensibles del pintor las más sutiles resonancias, pocos artistas son y quieren ser tan argentinos. Argentino por sobre todo.” (José León Pagano).

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“El Boyero” detalle

Carlos Ripamonte, pintor argentino que tradujo como nadie la expresión campestre en sus tipos y escenas, nació hijo de padre italiano y madre cordobesa, en Buenos Aires el 4 de mayo de 1874. Desde muy joven se inició su formación en el dibujo y la pintura. El retratista Juan Bautista Cenet fue su primer instructor; años más tarde, en 1892, tomó clases con el pintor Miguel Cármine; La Sociedad Estímulo de Bellas Artes lo contó también entre sus alumnos y asistió (a instancias de Cármine) al taller de Ernesto de la Cárcova. En la Estímulo, de la cual egresó en 1896, fueron sus maestros también Giúdici y Della Valle, además de De la Cárcova. En 1899 participó en el Certamen para obtener la Beca Roma instituída por el Ministerio de Instrucción Pública de la Nación y ganó la beca en el rubro “Figura”, por lo que al año siguiente, junto con Yrurtia, Dresco, Quirós y Pagano, se embarcó en el vapor Orione rumbo a Italia, donde conoció a quien llamó su verdadero maestro: Arístides Sartorio, pintor que ejerció enorme influencia en el arte de Ripamonte. En Roma permaneció hasta 1905 y durante los dos años posteriores viajó por distintos países de Europa, regresando al país recién en 1907 para integrarse a los artistas con los que fundó el grupo Nexus y contribuyó a la renovación del arte argentino durante la corta existencia del grupo. Su tarea como pintor no le quitó tiempo para apoyar todo lo que ayudara a jerarquizar el panorama artístico del país, ni para dedicar gran parte de su tiempo a la docencia y a la labor directiva en establecimientos educativos. En 1909 ocupó la cátedra de pintura y la vicedirección de la Academia Nacional de Bellas Artes; en 1912 asumió la cátedra de dibujo en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Buenos Aires y entre 1928 y 1931 fue director de la Escuela Superior de Bellas Artes. En 1918, como resultado de sus conocimientos sobre la evolución del arte nacional, publicó su libro “Datos de historia artística argentina”, material que profundizaría en 1930 con la publicación del libro “Vida”, en el que planteaba la evolución del arte argentino desde 1900. En 1928, buscando un lugar tranquilo y solitario para dedicarse a pintar, se instaló definitivamente en Villa Ballester. En ese lugar de las afueras de la ciudad de Buenos Aires ya vivían otros tres artistas prominentes: Eduardo Sívori, el decano; el español Peláez y Carnacini, discípulo predilecto de Ripamonte. La confluencia de tantos artistas en el lugar hizo que los cuatro fueran conocidos como “los pintores de Villa Ballester”. Peláez, Carnacini y Ripamonte acostumbraban realizar salidas en bicicleta por los alrededores de la zona buscando lugares adecuados para pintar al aire libre, para lo cual acondicionaban sus vehículos con parasoles y portaequipajes que les permitieran trasladar sus cajas de pintura y telas. Sívori no los acompañaba, debido a su avanzada edad. Sin embargo, los cuatro se reunían, en especial los fines de semana para compartir un churrasco en la quinta de Ripamonte a la sombra de unos sauces llorones. El gran aporte de Ripamonte, además de su labor como catedrático y escritor, fue la pintura, en la que se destacó por su preferencia por los motivos camperos. El paisaje con figura fue el motivo predilecto de su arte y en una identificación completa con las cosas y seres

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del campo, Ripamonte llegó a reflejarlos de tal manera que ya en su época fue reconocido como el pintor de “lo argentino”. Color, luz, horizonte, cielo, todo está en la paleta de este gran intérprete del campo argentino y de la tradición nacional... Los paisajes lustrosos como campos lavados por las lluvias; las luminosas mañanas, bajo el ardiente sol de diciembre, como llena de cantos y rumores; vigorosos paisanos sobre fuertes y cosquillosos redomones; y así tantas cosas aparecen en los lienzos robustos de nuestro gran pintor... decían las crónicas de su tiempo acerca de su obra. En la invitación a su exposición “Tipos y Paisajes”, Ripamonte añadió el texto “impresionados en la vida campera argentina”, frase que Rafael Squirru interpretó como referida a que los tipos camperos han sido tomados del natural, “sorprendidos” en la vida campera y sorprendidos a través de una actitud que cabe calificar de impresionista.

“El Boyero” c.1920

El uso del color en la pintura de Ripamonte resultó siempre un dato llamativo para sus críticos y colegas. La lozanía de su frescura y la poesía del color, donde hallamos vibrátil y dinámica, la alegría y la belleza de la gracia en el empaste, hecho con soltura, libremente manifestado cons ti tuían un da to dis tin ti vo de su pa le ta, de fi ni da co mo de co lo res es pontáneos, tanto en la suavidad como en la intensidad, por lo que la obra de Ripamonte adquirió prestigio y personalidad propia. La frescura cromática que se le atribuyó siempre puso en evidencia esa típica característica de lo que se logra cuando las cosas han sido hechas con na tu ra li dad, no for za da men te. Es te maes tro que, al igual que otros com pa ñe ros de su generación, se enamoraron de lo argentino y lo tradujeron en sus pinceladas, murió en Buenos Aires a los 94 años, el 14 de abril de 1968.

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“Jornaleros” c.1940

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C a r l o s R i p a m o n t e e n s u t a l l e r, 1 9 5 8 .


R I PA M O N T E Personificando el espíritu de la tierra en el gaucho, en su poesía plástica, Ripamonte logró tornar sensible lo inefable... En su visión, lo bravo se atempera, lo áspero se atenúa, lo hostil se amansa. Se disuelve la luz en sus efectos vibratorios, convirtiéndola en puro fluir cromático. R a f a e l

S q u i r r u


B B

“Paisaje de Italia” - 1900

R UGHETTI

EL PINTOR DEL RIO (1877-1956)

“Esas man chas de co lor, esos to nos ver des, azu les, ro jos, ama ri llos, to da vía no pue den ser com pren di dos por nues tro pú bli co. Es ta pin tu ra se ade lan ta a su tiem po”.(Eduardo Sí vo ri).

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Las pa la bras de Sí vo ri ex pli can cabalmente lo que fue la vida de Faustino Brug het ti. Este pintor, a quien se debe la primera exposición de pinturas impresionistas en el país y a quien Antonio Alice bautizara “el pintor del río”, fue un adelantado de su época y como tal, debió sufrir la incomprensión de la que fue objeto su obra. Nació en Dolores el 6 de setiembre de 1877 y falleció en La Plata el 6 de junio de 1956. Y fue pin tor, se gún él mis mo ex pli ca en sus no tas au to bio grá fi cas, por que su pa dre, que ha bía asis ti do a la fun ción de la ópera Faust de Char les Gou nod, en los sa lo nes de la So cie dad de So co rros Mu tuos, des lum bra do por lo que ha bía vis to en el es ce “Paisaje de Dolores”

na rio, de seó “...ar dien te men te que el que de bía na cer de aquel abra zo fue -

detalle

ra hi jo va rón dotado de las exquisiteces y del talento para confeccionar hermosas obras de pintura... Un creador de armonías, un pensador, un artista”. Sobrevivió a una tos convulsa que lo llevó al borde la muerte a los pocos días de nacido, por la intervención casi milagrosa de una mujer, mulata y vieja que le dio de beber un té preparado por ella con hierbas extrañas. Y a los tres años, la presencia de un cometa en el cielo de la pequeña ciudad del sur bonaerense, lo deslumbró de tal manera que pasó a formar parte de sus recuerdos más perdurables durante su larga vida. No amó la escuela. Al contrario, la detestó. Eran las épocas de “la letra con sangre entra”, y el generalizado uso de los castigos físicos como parte de la rutina escolar aterrorizaron a Faustino Brughetti. Por lo que a los 11 años, abandonó la escuela y comenzó a trabajar en una imprenta. Con los ingresos que percibía, estudió música y aprendió a tocar la guitarra; también, en varios talleres distintos, estudió dibujo y pintura. Uno de sus maestros más destacados fue Mazzuchi, pintor turinés radicado en el país, dedicado a pintar letreros y afiches para sobrevivir. Fue él quien le enseñó dibujo y pintura con una excelente técnica y quien convenció a su padre que lo dejaran viajar a Italia para estudiar. En junio de 1896, antes de cumplir 20 años, llegó a Génova después de 19 días de viaje en alta mar y los primeros meses de su estadía, acompañado de su guitarra, se dedicó a recorrer ciudades, cantar y admirar la deslumbrante Italia. “¡Qué bellos días!”, dice años después recordando esos momentos. En enero de 1897 rinde examen e ingresa en el Regio Instituto de Bellas Artes de Roma, en el que profundiza sus conocimientos de dibujo y pintura, al mismo tiempo que traba amistad con artistas europeos con quienes aprende a vivir en la bohemia y la rebeldía de la época. Con uno de ellos, Franz Locatelli, se instala en un estudio en Roma para trabajar con modelo vivo y pintar el paisaje de los suburbios romanos. De ese período data su primera obra muy famosa, “El fanatismo”, tela expresionista encuadrada en lo que por entonces se definía como “simbolismo dramático” y que le mereciera elogios y reconocimientos diversos entre su círculo de amistades y que fuera admirada también por el entonces embajador argentino en Italia.

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En 1900 viaja a París y se inscribe en la Academia Julián, en la que permanece durante pocos meses ya que una enfermedad lo obliga a regresar a Italia. De esa época, además de la seducción que sobre él ejerce la ciudad luz, quedan su amistad con Rogelio Yrurtia con quien visita el estudio de Auguste Rodin y las constantes visitas que ambos realizan a la Exposición Universal con la que se conmemoraba el ingreso al siglo XX, donde el joven Brughetti toma contacto con las obras de los más grandes pintores impresionistas de la época. Sin duda, este impacto de las obras impresionistas modifica su trabajo posterior. Su paleta, que hasta ese momento fuera de colores severos, se transforma con colores claros. Y sus pinturas inician una marcada inclinación hacia un impresionismo rico en luz y en color. En 1901 regresa a Buenos Aires con tres cajones cargados con sus obras y expone 22 de ellas en el Salón del Diario La Prensa. Esta primera exposición en el país, que podría afirmarse constituye la primera exposición de pintura impresionista nacional, sufre la más absoluta falta de receptividad. Debe suponerse que es esta desilusión lo que lleva a Brughetti a viajar nuevamente a Europa al año siguiente. De vuelta en La Plata en 1904, decide participar con diez obras del Salón de Pintura organizado por el Diario Buenos Aires. El jurado de la muestra, integrado por “Paisaje de Dolores” 1905

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Malharro, Sívori, de la Cárcova y Mateo Alonso, pondera su obra elogiosamente, pero otorgan la medalla de oro, como acto de caridad, a un pintor español muy enfermo. Brughetti no se desanima por ello y continúa trabajando. Viaja dos veces más a Italia y en 1914 se instala definitivamente en la ciudad de La Plata. Ese mismo año fun da una Academia de Bellas Artes con su nombre, con el apoyo de Almafuerte, Vu cetich y Alejandro Korn, desde donde difunde su arte. En 1931, cada vez más convencido del valor de su arte, redescubre la belleza del paisaje ribereño y comienza a pintar el río, su vegetación silvestre, sus verdes, el inmenso Río de la Plata, el color del cielo. Se instala en una casa en la ribera y pinta (principalmente al aire libre) desde el amanecer hasta la noche, fascinado con el río; y en 1936 expone el resultado de esta etapa, con 50 óleos en la Galería Nordiska. Y fue en esta ocasión que Alice lo denominó el pintor del río. Brughetti continuó pintando hasta el final de su vida, no obstante la sensación de fracaso que le acometió ante la indiferencia de la que fue objeto su pintura en multiples ocasiones. Lo hizo casi siempre al aire libre, obsesionado por la necesidad de crear, y su pintura de los últimos años fue de colores claros, casi transparentes. El río se adueñó temáticamente de su obra; un río “Estudio de Paisaje” c.1900

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manso, casi como un reflejo de la paz en su alma.


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“Autorretrato”, 1905


B R U G H E T T I “En el p a isa je oto rga valid ez a l puro co lo r, a lo s toq u es vivos y vib rá tiles, a lo s efectos de sol, y es fiel a la g ama cla ra qu e cu lt i v a ro n

los

i m p re s i o n i s t a s , R o m u a l d o

y

fiel

a

su

B r u g h e t t i

p ro p i a

visión.”


Q Q

“ B o t e l l ó n Ve r d e ” - 1 9 3 2

UIROS

EL PINTOR DE LA PATRIA (1879-1968)

“La pintura de Quirós lo coloca entre las más altas cumbres que alcanzó el arte de la pintura en nuestro país. La noble factura de su empaste, recrea a la luz de los impresionistas las formas clásicas de la figura y del paisaje. Sus cielos, a menudo iluminados por el atardecer, bañan con espíritu romántico las visiones quijotescas de este auténtico genio de la pintura”. (Rafael Squirru).

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Nadie en los ancestros familiares de Cesáreo Bernaldo de Quirós había mostrado inclinación por la pintura o el dibujo, ni por parte de su padre, un procurador español que llegó a ser intendente de la ciudad de Gualeguay (Entre Ríos) ni por parte de su madre, descendiente de portugueses. Sin embargo, el niño nacido a orillas del río, en la ciudad entrerriana de Gualeguay un 27 de mayo de 1879, muy pronto comenzó a mostrar una marcada vocación por el arte, a tal punto que se despreocupó muy temprano de sus obligaciones escolares, con la consiguiente contrariedad paterna. Este niño, que se pasaba el tiempo copiando caricaturas de la Revista Don Quijote y cuya habilidad despertaba la admiración de vecinos y conocidos, y que había posibilitado que la policía apresara a un ladrón (de cuyo delito Cesáreo fue involuntario testigo) por medio del dibujo que realizara de sus ras gos, encontró la oportunidad de recibir sus primeras lecciones de arte con la llegada del pintor italiano Brignole a su ciudad natal para decorar el teatro local. En 1895, cuando contaba con 16 años de edad, el joven Cesáreo se trasladó a Buenos Aires, lugar en el que estudió dibujo con Eduardo Sojo y

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“ L a Ta p e r a d e l o s R o b l e s ” 1943


“La Alameda de los Enamorados” 1908

luego conoció al pintor español radicado en el país, Vicente Nicolau Cotanda quien, al ver los dibujos del joven, lo tomó bajo su protección y le impartió clases. Unos años después, en 1897, ingresó a la Academia de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, donde fueron sus maestros Della Valle, Giudici, Correa Morales y De la Cárcova. En este período integró el grupo El Bermellón, con el que expuso su primer cuadro y con la agrupación La Colmena Artística, a la que se incorporó luego, obtuvo su primera distinción en una muestra colectiva en la que alcanzó el segundo premio. En 1900 se embarcó en el vapor Orione junto con Dresco, Yrurtia, Pagano y Ripamonte, ya que había ganado el año anterior -con un paisaje tomado del natural en los bosques de Palermo- la Beca Roma del Ministerio de Instrucción Pública. Con los tres compañeros de viaje y otros artistas argentinos que estaban en Roma, tales como Lynch, Collivadino y Rossi, vivió en Italia momentos de “maravillosa bohemia” (según lo expresara Collivadino) y compartió con ellos los anhelos de un futuro promisorio en el arte, reunidos en las largas tertulias que sostenían en el Café Cassiano de Roma. Durante ese período de estudio y aprendizaje en Europa, obtuvo dos reconocimientos importantes por su obra: En 1901 la Bienal de Ve ne cia le otorgó un Pre mio Men ción por su obra “La vuel ta de pes ca” y en 1904 con si guió la Me da lla de Bron ce y Di plo ma de Ho nor en la Loui sia na Pur cha se Ex po si tion de Saint Louis, Es ta dos Uni dos. Una vez aca ba da su be ca, de ci dió pro lon gar su es ta día en Eu ro pa y se tras la dó a Ná po les,

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“Los Patitos” 1919

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don de pa ra man te ner se trabajó junto al pintor Amadeo Teleschi. Más tar de se mu dó a Mi no ri, Sa ler no, don de vi vió de ma ne ra sen ci lla en tre los pes ca do res de la zo na. Tiempo después viajó a Es pa ña, co no cien do a los gran des maes tros Zu loa ga, An gla da Ca ma ra sa, So ro lla, So to ma yor y Ber na reg gi. En 1906 re gre só a la Argen ti na y ex pu so de ma ne ra in di vi dual en el Sa lón Cos ta, re ci bien do el ha la go de que el Go bier no Na cio nal ad qui rie ra tres de las obras expuestas. El Grupo Nexus lo contó entre sus fundadores, con el que expuso en Witcomb y en el Salón Costa. Pero su estadía en el país no se prolongó demasiado. Unido todavía a sus compañeros de Nexus, con quienes compartía idénticas aspiraciones y principios, volvió a Europa y vivió en Pollensa y luego en Mallorca, enviando obras para exponer con Nexus en 1908 en el Salón Costa. Des pués de ha ber se ne ga do a pre sen tar obras en una sa la in di vi dual du ran te la Bie nal de Ve ne cia (por no es tar con for me con lo que ha bía pro du ci do pa ra tal efec to) y lue go de una bre ve es ta día en Pa rís sin su fa mi lia, re gre só a Bue nos Ai res en 1910. Se instaló en Gualeguay y preparó 26 obras que ocuparon una sala especial de la Exposición del Centenario, en la que obtuvo Medalla de Oro y el Gran Premio con su tela “Carrera de Sortija”. Después de esta participación y de realizar una nueva exposición individual, regresó a Florencia y viajó por Londres, Venecia, Amsterdam, Berlín y otros lugares de Europa, en una estadía que se prolongó hasta 1915, en el que los estruendos de la Guerra se imponían en Europa. A su regreso, se instaló en Entre Ríos y comenzó a pintar inspirándose en los tipos locales para realizar su magnifica serie que tiene al

“ N a c i m i e n t o e n e l Vi a j e ” 1949

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gaucho como protagonista. La grandiosidad del paisaje local, la fuerza de las tradiciones pueblerinas y campestres y el vigor de los personajes criollos se

“La Doma” 1925

imponen en su obra nacida en esta época y se plasma la que sería una de sus más grandes realizaciones pictóricas: La serie conocida como “Los Gauchos”, una treintena de pinturas de gran tamaño cuya realización concluyó recién en 1928 después de cinco años de trabajo, y que luego de ser expuesta en Amigos del Arte, con todo éxito de público y de crítica, le valiera ser bautizado por el gran escritor y poeta Leopoldo Lugones como “El pintor de la Patria”. El suceso obtenido en su país con Los Gauchos lo lleva a un nuevo viaje, en el que a lo largo de ocho años, recorrerá Europa, Estados Unidos y Canadá presentando su obra y obteniendo numerosas distinciones y halagos, regresando al país recién en agosto de 1936. Al año siguiente se instaló en una vieja casona de la ciudad de Paraná, de cuya arquitectura y entorno dejó constancia en varios cuadros. Pero en 1950, impulsado por su gran amigo Florencio Molina Campos, decidió comprar una propiedad en Vicente Lopez y allí se instaló con toda su familia hasta el fin de sus días. Su muerte ocurrió el 29 de mayo de 1968, cuando tenía 89 años.

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Su prolífica labor, las exposiciones de su obra y las distinciones que obtuvo dentro y fuera del país, lo convierten en uno de los más altos exponentes de la pintura nacional. Pero toda su trayectoria artística y su periplo por diversos lugares del mundo empalidecen ante la que habría de ser su más generosa decisión: La donación de su consagrada serie “Los Gauchos” a los argentinos. Recién en 1962, cuando el artista había rechazado innumerables ofrecimientos de compra de la serie por parte de re pre sen tan tes de go bier nos y co lec cio nis tas de to do el mun do, el go bier no na cio nal -trás un len to y pro lon ga do trá mi te- san cio nó la ley por la que se de ci dió acep tar la do na ción de las obras que in te gran la se rie “Los Gau chos”, de Ce sá reo Ber nal do de Qui rós.

Las telas fueron recibidas por el Museo Nacional de Bellas Artes y expuestas brevemente, para luego ser olvidadas injustamente durante mucho tiempo. Recién pudieron volver a ser admiradas por el público en 1991, en la mega exposición que en su homenaje se realizara en el Palais de Glace, a 29 años “Rincón de mi Estudio” 1913

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de aceptada la donación por parte del gobierno argentino.


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“Autorretrato”, 1904


Q U I R O S “El impresionismo llegó a descubrirme cosas originales, que antes no había podido comprender. Hoy creo tener ya formada mi paleta, excluyendo en absoluto los colores grises y los sienas. El negro tampoco lo uso para nada. Dentro de la escuela luminista, trato de llegar en la figura a un modelado que tenga valor y consistencia. Esta es mi ilusión por ahora…”

C e s á r e o

B e r n a l d o

d e

Q u i r ó s


B B

“Invierno” - 1927

UTLER

EL CORAZON SERENO (1880-1961)

“Imitar la naturaleza sería una tentativa no solo vana sino ridícula, pues jamás llegaremos a reproducir la luminosidad de un rayo de sol o la blancura de la nieve”. (Fray Guillermo Butler).

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Es te frai le do mi ni ca no, que unió sa bia men te sus dos vo ca cio nes, la re li gio sa y la ar tís ti ca, po nien do al ser vi cio del Ar te el mis mo amor y la mis ma vo lun tad con que sir vió a Dios, nació en el barrio de los ingleses en Córdoba el 14 de diciembre de 1880 y fue bautizado como Juan Butler, hijo de padre irlandés y madre italiana. Sin embargo, su admiración por la vida y la obra de Giovanni da Fiésole, “El Beato Angélico” lo acercó a la Orden de los Predicadores de Santo Domingo cuando tenía 16 años y, al ingresar al Noviciado de la Orden de Predicadores en 1896, el joven Butler cambió su nombre por el de Guillermo, con el que habría de ser conocido a partir de entonces. En los años de Noviciado y de Seminario inició su formación artística, bajo la orientación de los maestros Emilio Caraffa y Honorio Mossi. En 1907, después de ordenarse sacerdote e inmediatamente después de celebrar su primera misa, la Orden lo envió a Roma para doctorarse en De re cho Ca nó ni co. Año ra ba tan to la pin tu ra que pi dió a sus su pe rio res tras la dar se a Flo ren cia pa ra de sa rro llar su vo ca ción y, acep ta da su so li ci tud por los su pe rio res de la Or den, in gre só en la Aca de mia de Bellas Artes de Florencia donde, en la simplicidad y la profunda religiosidad del arte florentino del Cuatrocientos, halló su ideal estético, contemplando con profunda admiración la obra de Fra Angélico. “La intensa y sincera emoción de aquel fraile “El Camino” 1938

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ingenuo había pe ne tra do en mi al ma”, re cor da rá años des pués.


En 1911, be ca do por el go bier no argen ti no, ingresó a la academia de Lucien y Desirée Lucas, en París en la que, junto a Miguel Carlos Victorica, trabajó y

“El Solitario” 1951

aprendió. De estos años data su admiración por los pintores simbolistas -en especial Puvis de Chavannes- y su amistad con los artistas argentinos Pablo Curatella Manes y Alfredo Guttero, además de su admirado Maurice Dennis, que influyó definitivamente en su obra . A su regreso en 1915, realizó su primera exposición en Galerías Witcomb y se presentó al Salón Nacional por primera vez, evento que contará con su participación en 27 oportunidades a partir de entonces, y en el que obtuvo -en 1925- el Primer Premio. Su vida en esos años está signada por una producción artística muy grande, manera en la que concretaba su amor a Dios y su servicio a los hombres. Viajó en varias oportunidades a Estados Unidos y Europa, ex po nien do sus obras en Nue va York, Flo ren cia, Ve ne cia y en el Cír cu lo de Bellas Ar tes de Ma drid. Rea li zó in con ta bles ex po si cio nes in di vi dua les a lo largo de to do el país y en sa lo nes del ex tran je ro y re ci bió nu me ro sas dis tin cio nes por su obra. Co mo los mo sai cos que ad mi ró en las iglesias de Europa, los cuadros de Fray Butler están hechos con una fina

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“Capilla de la Estancita” 1932

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“ C a m i n o a l Va l l e ” 1934

trama de pequeños toques de color, en una pintura diáfana y armoniosa que incorpora las enseñanzas de los puntillistas Georges Seurat y Paul Signac. Conocía también las técnicas de la pintura mural y el vitraux y soñó con una gran obra decorativa religiosa, que no pudo concretar. Los ocho paneles dedicados a la Virgen en la Iglesia de la In ma cu la da Con cep ción, en Vi lla Ma ría, Cór do ba, cons ti tu yen el con jun to más re pre sen ta ti vo de su pro duc ción re li gio sa. Pero su espiritualidad y su alma de contemplativo, el misticismo de Butler, está presente especialmente en los paisajes que recrean las sierras de su provincia natal. Con paleta de suaves tonos pastel, Fray Butler recreó los claustros conventuales, las capillas escondidas en la sierra y una visión particular del paisaje, que parece insuflada de un hálito espiritual que va bastante más allá del dato que brinda la naturaleza, como afirma Rafael Squirru. Las suaves gamas de lilas y verdes que pueblan sus cuadros y que hacen de su pintura una realización íntima, refinada, y armoniosa, logran transmitir una agradable sensación de descanso y placidez, por lo que al gu nos crí ti cos no du da ron en ca li fi car su obra co mo lle na de una pu re za que no des de ña el can dor, si no que más bien lo adop ta fiel al man da mien to evan gé li co de “Ha céos co mo los ni ños”. “El artista tiene una misión sagrada que debe cumplir con respeto y humildad”, decía Butler y por eso, en la Academia Beato Angélico -que había fundado en 1939-, enseñaba a sus alumnos que el arte no es más que la plasmación de emociones fuertemente sentidas y solía repetirles su credo artístico, que recordaba un viejo proverbio alemán: “Lo que no sale del corazón, no llega al corazón”. Y allí, en el lugar en el que solía recibir a sus amigos luciendo sobre el hábito el delantal de pintor, terminó sus días al cabo de una larga vida, el 17 de julio de 1961.

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“Autorretrato”


B U T L E R “Entre las barbas castañas, crespas, fuertes y tupidas, es una suave luciérnaga su tenue y larga sonrisa. Infantiles ojos claros entre las pestañas miran ¡ojos los de Fray Guillermo, dos pilas de agua bendita!” A l f r e d o

B u f a n o


W W

“ Av o n d s t e m m i n g ” - 1 9 2 8

ITJENS

EL HOLANDES DEL DELTA (1881-1956)

El pintor Adrianus Hendrikus Witjens nació en La Haya (Holanda) el 11 de abril de 1881. Años más tarde, al firmar sus obras agregando a su nombre el apellido de su esposa, será conocido como Jacques Witjens Stephan. Y en la última década de su vida, será conocido por el sencillo “Jacques Witjens”.

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Desde el año 1895 Witjens comenzó sus estudios de dibujo y pintura bajo la dirección del pintor y litógrafo holandés August Allebe, quien le brindó los fundamentos de una sólida formación técnica. En 1901, concluída su etapa de formación con Allebe, abrió su primer taller en La Haya y participó en exposiciones y muestras en su país natal, obteniendo el Primer Premio en el afamado concurso Bignall. Hasta 1919 trabajó y residió en Utrecht y Harlem y en el año 1920, después de casado, decidió realizar un largo viaje de bodas que lo trajo hasta la lejana ciudad de Buenos Aires. Witjens tenía un gran prestigio ganado en su patria y su intención al venir a la Argentina fue, sencillamente, conocer el país y no supo en aquel momento que esta nación, a la que arribó cuando contaba con 39 años de edad, habría de ser no solamente un puerto en su luna de miel. Al conocer el Tigre y sus alrededores, fascinado con el entorno, en un impulso, decidió quedarse definitivamente, y de ese modo la Argentina fue el espacio vital en el que nacerían y crecerían sus dos hijos, en el que realizaría lo más significativo de su obra pictórica y el lugar en el que su arte se desarrollaría totalmente. Al año siguiente, se instaló con su esposa en una vivienda de El Tigre, a escasos 900 metros de la estación del ferrocarril, y a partir de entonces, Witjens

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“ P a i s a j e d e Ti g r e ” c.1940


“Caballo Blanco” 1931

realizó una gran tarea como paisajista. En el principio de su labor, sus obras se vendieron a través de la Embajada de Holanda en Buenos Aires y de amigos, extranjeros residentes la mayoría de ellos. Pero al mismo tiempo, sus paisajes que, por una parte, recreaban con nostalgia las imágenes de su tierra natal y, por otra, las visiones asombradas de la nueva tierra que lo recibió, comenzaron a ser expuestos en diversos lugares y momentos.

La primera vez que muestra sus obras, de la que se tiene conocimiento, lo hace en el marco de una exposición colectiva en el Círculo Belga en 1925; en 1928 participa en dos exposiciones colectivas en la Galería Naumans, lugar en el que habrá de realizar su primera exposición individual de 50 cuadros en el mes de octubre del mismo año. Tres años después, en agosto de 1931, realizó una nueva muestra individual con 31 cuadros en Galería Clayton y desde 1932 hasta 1936 es Nordiska, la galería que habrá de recibir tres exposiciones individuales de Witjens y donde el artista habrá de presentar sus obras en siete oportunidades más. Rosario, Córdoba, Santa Fe y algunas localidades de la provincia de Buenos Aires son también escenarios de muestras del pintor en diversas ocasiones. En la Galería Renom de Rosario, por ejemplo, las obras de Witjens fueron expuestas con frecuencia desde 1936. Obtuvo en 1946 el “Premio al Mejor Paisaje del Delta”

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“ C a m p o d e Tu l i p a n e s ” c . 1 9 3 0

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“Río Los Reartes,Córdoba” c.1930

otorgado por el Consejo Permanente de Productores Isleños en el V Salón de San Fernando, provincia de Buenos Aires, y en el Salón Nacional de Artes Plásticas de 1948 le es concedido el Premio Unico para Extranjeros por su obra “Transición”. Su amor por el paisaje argentino, especialmente el del Tigre y las islas del Delta del Paraná, han quedado registrados en muchos de sus cuadros, con la rigurosidad y maestría técnica que le había sido marcada por los cánones de la Escuela de La Haya.

Cuando los artistas extranjeros recrean el entorno, la naturaleza agreste, ocurre lo que Squirru describe al señalar que los artistas extranjeros “saben ver” de una manera diferente el paisaje... La razón de que esto ocurra, señalada por el mismo Squirru, es que en la mirada que los artistas foráneos posan sobre la naturaleza que les rodea, aplican una visión como (...) desde una atalaya, desde un punto de vista que les permite reparar en aquello que, por cotidiano para nosotros, no sabemos distinguir o apreciar... En Witjens esta particular manera de abordar el paisaje argentino tradujo la vibrante emoción que le produjo su romance de treinta y cinco años con el litoral y el campo argentino. El pintor holandés argentino murió en Buenos Aires el 7 de diciembre de 1956.

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J a c q u e s Wi t j e n s e n A t l รก n t i d a , U r u g u a y, 1 9 3 9


W I T J E N S “Pintó en el escenario ilimitado de esta geografía monumental, plena de espacios abiertos, proclive al empequeñecimiento de la figura humana... Y durante treinta y cinco años repartió sus afanes de artista entre el descubrimiento permanente de esta tierra nueva y la nostalgia del paisaje perdido, canales, puertos, molinos e iglesias de las tierras bajas de la Holanda que había dejado atrás”. A l b e r t

N o o i j


G G

“Naturaleza Muerta” - 1927

UTTERO EL ARTISTA INDEPENDIENTE

(1882-1932)

“-¿Dónde estudió usted pintura?- me preguntó (Malharro). Yo tuve que decirle la verdad; nadie me había enseñado. Era un autodidacta como lo fui toda mi vida. Esto lo sorprendió mucho y aumentó el interés por mí”. (Revista Máscaras, febrero 1931).

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Guttero nació el 26 de mayo de 1882 en Buenos Aires, y tal vez porque su padre era arquitecto, Alfredo Guttero manejó lápiz y pincel desde muy niño y ya a los 10 años pintó un lienzo -que no era más que la copia ampliada de alguna postal, de dudosa calidad- en el que ya se insinuaba el prodigioso artista que sería. Pero su familia, de origen burgués y de acuerdo a las convicciones de la época, impulsó al joven artista autodidacta a estudiar una verdadera carrera, ya que el arte no era considerado una ocupación digna y mucho menos, rentable. Ingresó entonces a la Facultad de Derecho pero no duró allí más que veinte meses. Su verdadera vocación era el arte. Continuó dedicándose al dibujo y a la pintura y en el conservatorio Williams estudió con apasionamiento canto y música. Cuando en 1905, se anunció el concurso para obtener una beca de estudio en Europa por dos años, sin el patrocinio de nadie más que su afán, Guttero presentó un cuadro que llamó la atención de Malharro y de De la Cárcova, dos de los jurados de selección. Esta obra le valió obtener la beca, por lo que -con la ayuda de ambos pintores consagrados, sus ilusiones y una carta de presentación para el escultor Rogelio Yrurtia- en noviembre de 1904 partió a Europa, en un alejamiento que habría de durar veintitrés años. “Figura Sentada con Sombrero” 1915

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“Suburbio” c.1920

Cuando se instaló en Montparnasse, el alma de París, tenía 22 años, buena técnica en el manejo del óleo y un conocimiento del oficio de pintor que había obtenido en sus largos años de experimentación autodidacta en la Argentina. Pero aún estaba en plena etapa de formación y París era el escenario privilegiado para afianzar su arte: El arte académico y tradicional vivía allí; Cézanne (que moriría en dos años más), Monet y Renoir mantenían vigente el impresionismo; los jóvenes cubistas preparaban el clima de revolución que habría de imponerse años más tarde; y artistas de todo el mundo compartían la pobreza, modestas pensiones y sus deseos de crear la gran obra de arte. Hasta 1914, año en que se declaró la primera gran guerra, Guttero no estudió sistemáticamente con ningún maestro y aunque la beca que había ganado se suspendió antes de completar un año de su estadía, por motivos nunca aclarados, con alguna ayuda esporádica de su familia y realizando algunos trabajos por encargo en París, prolongó su estadía en Europa por largo tiempo. Durante esa etapa, trabajó intensamente en figuras y retratos. Guttero siempre fue impermeable a las influencias externas. Su obra no recuerda a ningún maestro en particular ni responde a una escuela específica, aunque pueda advertirse alguna tendencia estética en sus telas. Sin embargo, entre 1914 y 1923 se produjo en su arte una transformación profunda que compartió con todo el arte europeo que se gestó durante el horror de la guerra. Durante tres años estudió con Maurice Denis en la Academia Ranson y comenzó a indagar en la estilización de las figuras y en las profundidades de la síntesis menos frívola y alejada de lo decorativo y abandonó las pinceladas despreocupadas, la sensualidad de las pastas y la pintura analítica que había desarrollado hasta entonces. En 1917, junto con Butler y Curatella Manes entre otros, organizó en Madrid una Muestra de Pintura y Escultura Argentina

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en la que expuso algunos de los resultados de esa transformación de su paleta y su concepción estética. Pero el verdadero corte y el cambio se concretarían en la decisión que lo llevó a dejar definitivamente París e instalarse en Florencia, Italia, entre 1923 y 1925. Allí, el dibujo y la línea sutil se impusieron en sus obras y abandonó la explosión de colores que había utilizado hasta entonces. Dibujó, con carbonilla, tinta china y aguada, imágenes depuradas y sintéticas, a las que a veces les agregaba color emulando las enseñanzas de la escuela florentina del Quatrocento. Después su destino fue Génova, el único lugar de Europa tal vez en el que el artista se sintió acompañado y respetado, por lo que hubiese permanecido allí indefinidamente si es que su amigo el maestro José André no lo hubiera convencido, en 1927, de que ya era tiempo de regresar al país. La Argentina en 1928 contaba ya con un nutrido grupo de jóvenes artistas entusiastas y esforzados, al que Guttero se agregó con facilidad. Curioso y actualizado, fue espectador asiduo de conciertos y espectáculos teatrales, lector voráz e incansable organizador de muestras de arte joven, además de trabajar en la creación y muestra de sus obras individuales sin decanso. Junto a Raquel Forner, Alfredo Bigatti y Pedro Domínguez Neira, con quienes estaba unido por el afecto y las ideas, fundó el Taller de Arte Plástico, con el propósito de formar una generación de pintores y escultores avanzados, ofreciéndoles la facilidad de un local y de modelos y brindándoles una gran independencia para desarrollar sus dotes personales. Pero también conoció el rechazo, lo que lo llevó a decir en 1931 que en el ambiente artístico de Buenos Aires había una desesperada resistencia contra los “La Dama del Espejo” detalle

jóvenes de parte de aquellos que encaramados en las posiciones oficiales artísticas dirimen los asuntos con un criterio puramente personal. Tal vez por eso, se dedicó a trabajar intensamente y el Taller constituyó el centro de su vida de tal manera que, sintiéndose ya muy enfermo, pidió que a su muerte lo velaran allí. Murió el 1˚ de diciembre de 1932, a los cincuenta y un años. En los cuatro años que vivió y enseñó en Buenos Aires, los últimos de su vida, Guttero produjo lo más significativo de su obra monumental. Su “Autorretrato”, considerado su obra maestra y “Naturaleza Muerta con Paloma”, ambos de 1932, evidencian el carisma de un artista maduro, de extremo modernismo, avezado en el oficio del pintor, vasto conocedor de teorías estéticas.

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“La Dama del Espejo” 1911

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“Autorretrato”, 1932


G U T T E R O “En el límite ineludible y presentido, a la hora en que no se miente, pintó al óleo un autorretrato que es acaso su obra maestra. La mano del artista fue detenida por el destino, cuando prometía llegar más lejos todavía.” J u l i o

P a y r ó


F F

“ To r m e n t a ” - 1 9 0 8

ADER

PA I S A J I S TA S I N PA R (1882-1935)

“Yo he querido ser pintor, más bien, lo quiso algo que hablaba muy hondo en mi alma. Y por este imperativo, creo haber sido pintor antes de pintar. Con todo, empecé muy pronto a emborronar lienzos y a empastar colores”. (Fernando Fader).

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Nació en la casa de su abuela materna, en Burdeos (Francia) el 11 de abril de 1882, pero se consideró siempre mendocino, a pesar de este origen francés y llegó, en ocasiones, a mentir con tal de afirmar que había nacido en la provincia cuyana. Pero en Mendoza realmente pasó toda su infancia y su juventud. De allí fue a Europa a realizar sus estudios primarios y secundarios y allí regresó una vez concluido el bachillerato. Su vocación por el dibujo y la pintura se despertó temprano, testimoniada por numerosos dibujos y acuarelas, en su mayoría apuntes rápidos realizados al aire libre que reflejaban las calles de Mendoza, la fábrica de gas, la estación del ferrocarril trasandino; algunos retratos y su primer óleo conocido, “Danza Típica”. Contrariando el deseo paterno de verlo convertido en ingeniero, y después de mucha insistencia, obtuvo de su padre la autorización para retornar a Europa e ingresar en la Academia de Bellas Artes de Munich en 1901, de donde egresó en 1904 premiado con Medalla de Plata por su obra “La Comida de los Cerdos”. Su maestro fue Heinrich Von Zügel, impulsor de lo que sería conocido como Impresionismo alemán y prestigioso pintor animalista, quien le inculcó el vigoroso modelado de los animales. De allí provino, tal vez, la predilección que Fader habría de sentir por los caballos como tema central de muchos de sus cuadros y adquirió tal destreza en ello, que años después era capaz de realizar la figura de un caballo con sólo ocho pinceladas. También a este maestro y a la metodología de la Academia le debe Fader el haber adquirido los principios de la pintura al aire libre. En las fotos de la “Blancos” 1921

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época se puede ver al grupo de estudiantes trasladando caballos y bueyes, caballetes y cajas de colores para pintar a campo abierto. En 1904 regresó

“Ruinas, Mendoza” 1908

a la casa paterna, donde instaló su estudio de pintura y realizó una muestra de sus dibujos y bocetos. Al año siguiente inauguró una exitosa Academia de dibujo y pintura en Mendoza y expuso 70 obras en la Casa España. El prestigio adquirido por el pintor motivó a Don Emiliano Guiñazú a contratarlo para decorar con pinturas murales su casa de Luján de Cuyo y en esa ocasión Fader conoció a la hija de su contratante, Adela, con quien se casó dos años más tarde. En 1905 realizó la primera exposición de sus trabajos en Buenos Aires, en el Salón Costa de la calle Florida, obteniendo un éxito inmediato, testigo de lo cual es la crítica consagratoria que le dedicó Cupertino del Campo en el diario La Nación, augurándole un futuro brillante. En 1907 fundó junto a Cesáreo Bernaldo de Quirós, Justo Lynch, Alberto María Rossi, Pío Collivadino, Carlos Ripamonte y Arturo Dresco, el Grupo Nexus. Con Nexus realiza exposiciones en la Galería Witcomb en 1907 y 1908; y una muestra individual en la misma galería en 1908. Durante estos años, debido a la muerte de su padre en 1905, tuvo que concentrar su mayor esfuerzo en dedicarse a la empresa hidráulica de su familia, lo cual atemperó un tanto su producción artística. Sin embargo, realizó tres exposiciones más en Buenos Aires. Antes de vincularse a Nexus, se

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“Paisaje, Mendoza” C.1907

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de di có bre ve men te a la es cul tu ra y, en 1907, fue nom bra do se cre ta rio de la So cie dad Es tí mu lo de Be llas Ar tes. Pe ro, al ha cer se cargo de la em pre sa fa mi liar, de bió lle var ade lan te una ti tá ni ca lu cha con tra po de ro sas em pre sas in ter na cio na les, in te re sa das en la ex plo ta ción del Río Mendoza, y es ta con tien da in jus ta y de si gual lo lle vó a la rui na. Tras una larga y pe no sa his to ria de em bargos y re ma tes, la obra y la for tu na de la fa mi lia se eva po ra ron. Tras la ruina de la empresa hidráulica, en 1914, Fader con su esposa Adela y sus dos hijos se trasladó a Buenos Aires, donde vivió en una casa muy humilde en la calle Olleros, en Belgrano, y pintaba en un taller de la calle Rivadavia que alquilaba desde 1913. Pero esta etapa en su modesto taller habría de ser fructífera en demasía. Como lo menciona G. Carbalho: “De allí salieron obras cuya significación máxima estriba en marcar un jalón en la conquista de la personalidad (...) Sus interiores de estudio rojo y azul, prueban la incontenible sensualidad de su colorido, que atempera con las leyes de la intimidad”. A fines de 1915 enfermó de tuberculosis, y siguiendo el consejo de los médicos se radicó en Córdoba, ya que aún no existían los antibióticos, y el clima de las sierras aparecía como la única esperanza de alivio para su salud. Se alejó entonces definitivamente de Mendoza, provincia que con tanto

“Mina de Petróleo, Mendoza” 1908

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“En el Pajonal” 1919

amor había reflejado en los paisajes de Cacheuta, Mina de Petróleo, Agua de Corral, Pichiciego y Nacuñán pintando sus serenas puestas de sol, caballos descansando en los corrales, una tropilla al galope, paisanos mateando bajo el alero de un rancho, arrieros solitarios y la nieve plateada de la cordillera. En Córdoba realizó la obra que lo consagró como el gran maestro del paisaje argentino y se dedicó definitivamente a pintar la naturaleza que lo rodeaba. Y fue allí donde encontró el tono justo y la materia límpida para recrear todo el esplendor de la naturaleza, con paleta luminosa y su inconfundible técnica, pequeños toques de pincel y espátula con los que cubría la superficie de la tela con densos empastes. Uno de sus temas predilectos fue el pueblo de Ischilín, que se había convertido en una verdadera obsesión pictórica, afirmando que cada día lo es más, según él mismo lo confesaba en cartas a su amigo y marchand Federico Müller. “Quería reflejar -dice- el poblado visto desde diferentes puntos a diferentes horas”. De su estadía en la provincia mediterránea es también la “serie de tardes”, realizada en 1920, bautizada así por la crítica, que fue unánime en reconocer en estas obras el momento de plenitud y madurez del artista, y el comienzo de la gran época de Fader, el periodo de su mayor esplendor luminoso. Una de las obras de esta serie -Tarde triste- es un paisaje

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“ D e Ta r d e ” 1926

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otoñal, que muestra de manera elocuente esa “...época de las grandes suntuosidades del paisaje, (en la que) pocas hojas quedan, pero no hay paleta que pueda decir sus colores”. Fader amaba esa atmósfera seca y diáfana, y la luminosidad otoñal en la que la luz, “...a fuerza de clara y sencilla es de una complejidad asombrosa, luz que impresiona y emociona", como decía en una carta a Müller. En 1923, Fader reunió sólo 14 obras para una mues-

“ D e Ta r d e ” detalle

tra ya que fue “un año casi sin otoño” -se lamentaba en sus cartas a Müller-, y “los arboles se helaron aún verdes”, por lo cual presentó desolados paisajes invernales, pintura que había realizado al aire libre, rodeado de fogatas para evitar el entumecimiento de los dedos y con la tela amarrada al caballete para que el viento no se la lleve. Debido al mal tiempo y al deterioro de su ya precario estado de salud, su producción de 1924 fue muy escasa y sólo pintó 4 obras. Pagano describe que en una visita lo vio “como encogido en un sillón de mimbre, (...) Habla lentamente, en voz baja (...) Las manos (...) apenas si guardan la natural distinción”. En 1928 el mismo Fader reconocía que “...no me siento tan fuerte como para emprender demasiado” y tampoco resistía los rigores del invierno, razón por la cual a partir de entonces sólo pintaría en los meses verano.

No obstante, cuando en octubre de 1924, con el auspicio de Enrique Prins, se inauguró su primera exposición retrospectiva en la recientemente inaugurada Asociación Amigos del Arte, las cuarenta y tres obras expuestas, realizadas entre 1915 y 1924, mostraron su madurez creativa y contribuyeron a ubicarlo definitivamente como el gran maestro del paisaje argentino. En 1933, después de negarse mucho tiempo, pasó una temporada en un sanatorio de Ascochinga y su salud mejoró notablemente. Pero los médicos le prohibieron subir a Loza Corral, en Ischilín, lo que el pintor lamentaba dolorosamente. Quería “salir por esos campos”, ya que sentía “la naturaleza como mi propia sangre, (...) y aunque no pudiera pintar, desearía estar frente a mis cielos de Ischilín”. Y finalmente, en ese lugar escondido en la sierra cordobesa en el que había vivido los últimos veinte años, descansó para siempre bajo el amado cielo de su pueblo el 28 de febrero de 1935.

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“Autorretrato” - 1914


FA D E R “Mis casas son ranchos blancos, que a la hora del crepúsculo recojen los últimos rayos de luz para irradiarlos luego del modo más fantástico. Mi taller luce un piso de tierra y en la chimenea arden de noche troncos de coco y quebracho” F e r n a n d o

F a d e r


A A

“ Ve r a n o , B r a s i l ” - 1 9 1 8

LICE H U M I L D E S E N S I B I L I D A D (1886-1943)

Antonio Alice, tercer hijo de una familia de inmigrantes italianos, nació el 23 de febrero de 1886 en Buenos Aires. Su infancia, al igual que la de la mayoría de los hijos de inmigrantes, transcurrió en medio de grandes y acuciantes necesidades económicas, razón por la cual desde pequeño debió ayudar a su padre para el sostén de la familia y salió a trabajar, lustrando zapatos en un salón y barbería de la Avenida de Mayo.

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Siempre dibujó. Su vocación lo llevaba a plasmar en papeles y cartones, pequeñas figuras y escenas que observaba o copiaba. Uno de sus clientes, el doctor Cupertino del Campo, tu vo opor tu ni dad de ver los di bu jos del jo ven Ali ce (en ton ces de 14 años de edad) y, en tre vien do el ta len to del mu cha cho, de ci de pre sen tar lo a su maes tro, De co ro so Bo ni fan ti, pin tor ita lia no con quien Ali ce ha bría de desarrollar una larga y entrañable amistad a lo largo de toda su vida. A los 16 años ga na una be ca pa ra es tu diar en Eu ro pa, pe ro de bi do a su cor ta edad no pue de rea li zar el via je. No obs tan te, dos años des pués se pre sen ta pa ra el Pre mio Eu ro pa, y ob tie ne el se gun do lu gar con su obra “Re mor di mien to”, lo que le po si bi li ta via jar a Ita lia y per ma ne cer allí es tu dian do du ran te cua tro años. Por sugerencia de su maestro Bonifanti (quien lo acompañó en el viaje) ingresó a la Real Academia Albertina de Turín y tomó clases con Giacomo Grosso (su profesor principal) y tam bién con Ta ver nier. Su pa so por la Al ber ti na no pu do ser más aus pi cio so ya que al fi na li zar el cur so, Ali ce ha bía ob te ni do en tres opor tu ni da des la co di cia da Me da lla de Oro, ga lar dón otorga do a los alum nos des ta ca dos. Su regreso al país, en 1910, estuvo marcado por la presentación de la obra “La Muerte de Güemes” -tema que le había sugerido su amigo José León Pagano en Turín- en la Exposición de Arte del Centenario, con la que obtuvo Diploma y Medalla de Oro y que, además, fue adquirida luego por el gobierno de la Provincia de Salta. Ali ce via jó a Sal ta pa ra la en tre ga del cua dro a las au to ri da des. Y fue du ran te es te via je que su re ti na que dó im pre sio na da por la na tu ra le za y na ció su amor por el pai sa je del nor te argen ti no, que des pués co bró vi gor en su obra pic tó ri ca. La obtención “Niño en el Jardín” 1936

del Primer Premio en el 1º Salón Nacional de Bellas Artes en 1911 con el retrato de una dama de la sociedad porteña le valió convertirse en el retratista más solicitado del país y le obligó a dedicarse casi por entero a esta labor. En 1913 volvió a Europa y se instaló en Boulogne Sur Mer, para realizar una pintura del Gral. San Martín, documentándose en los datos que le brinda la nieta del prócer. Durante su estadía en Francia, su obra Confesiones obtiene importantes galardones en Italia, en el Salón de Artistas Franceses y con ella se hace acreedor de la Medalla de Oro en el Salón de San Francisco, Estados Unidos. Pero la guerra que se desató en Europa lo obligó a salir de Francia e instalarse en Turín, y después, en 1916, a regresar a la Argentina. En este año se festeja el centenario de la Independencia Nacional y con ese motivo, Alice expone sesenta obras en la Galería Philipón, en la que se muestra el Retrato del Gral. San Martín por primera vez al público argentino, y es adquirida por el Concejo Nacional de Educación. Dos años más tarde pinta “Argentina Tierra de Promisión”, obra inspirada en el Preámbulo de la Constitución Nacional que integra la colección de la Secretaría de Comunicaciones de la Nación.

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Ese mismo año viaja a Petrópolis (Brasil) junto con su amigo Benito Quinquela Martín. Allí permanecen seis meses pintando paisajes, que expone en 1919 en la

“ Ta r d e c i t a e n P e t r ó p o l i s ” 1918

galería Witcomb en la muestra titulada “De la Argentina al Brasil”. En 1922 inicia la elaboración de la que será su obra de mayor aliento, tanto por el tiempo y la dedicación que le supone realizarla como por sus dimensiones. “Los Constituyentes del '53”, que estará finalizada recién después de diez años y que solamente un poco antes de la muerte de Alice fuera adquirida por el Congreso Nacional, donde hoy preside el Salón de los Pasos Perdidos. Es un óleo monumental que reproduce la histórica sesión de los Constituyentes el 20 de abril. La escena ocurre en medio de la noche, y la pintura de Alice reflejó con precisión de artesano la atmósfera del momento, recreando para ello la sesión, a escala reducida, utilizando muñecos y muebles en miniatura iluminados con velas. Alice había aprendido mucho de Bonifanti. Sus recuerdos para el maestro siempre fueron elogiosos. Tal vez por ello se dedicó también a la enseñanza. La Escuela Nacional de Bellas Artes y la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de La Plata lo contaron entre sus maestros. “Este testigo épico de lo nuestro”, tal como lo bautizara Rafael Squirru, murió a los 57 años, el 24 de agosto de 1943 en Buenos Aires. .

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“ A r g e n t i n a , T i e r r a d e P r o m i s i ó n ” 1 9 11

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A n t o n i o A l i c e e n s u t a l l e r, 1 9 0 8


A L I C E “Se asomó al paisaje. Vibró intensamente ante la luz del aire libre y convirtió en atmósfera los colores de su paleta. Más tarde observó atentamente la figura humana. Y por último, se asomó al amplio panorama de la historia con el fervor de un patriota pero también con la sensibilidad de un artista”.

C u p e r t i n o

D e l

C a m p o


D D

“Paisaje” - 1909

E NAVAZIO

EL PINTOR DE LOS SAUCES

(1887-1921)

Nació en Bell Ville, Córdoba, el 18 de setiembre de 1887. Vivió triste y pobre, y murió joven en Buenos Aires en 1921, a los 34 años. Entre 1907 y 1908 estudió en la Academia Nacional de Bellas Artes y años después, en 1916, ganó por concurso una beca oficial para salir a estudiar al exterior. Sin embargo, a la ho ra de hacerse efectiva la ayu da eco nó mica, no pudo ser por haberse suprimido los fondos correspon dien tes del presu puesto nacional.

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Su corta vida fue signada por una ex trema po breza, caren cia que compartió con otros gran des pin to res del siglo. Y a pesar de ello, dirían de él que su presen cia ostentaba el porte orgu lloso y enérgico de quienes pueden sobrepo nerse a las pesadumbres eco nó micas. Su participación en salones le significaría recibir galardones importantes, que si bien no contribuyeron a alivianar la pesada carga que le impuso siempre su condición financiera sino hacia el final de su vida, pudo hacerle merecedor del elogio y el reconocimiento de sus pares y del público. Su primera participación en eventos colectivos de prestigio fue en 1910, cuando envió la obra “Tarde Gris” para la Exposición Internacional del Centenario. En el Salón Nacional de 1913 obtuvo el Primer Premio con su cuadro “Fresco Vespertino” y en el Salón Nacional de 1919 ganó el segundo “ Pa isa je d e Córd o ba ” c.1915

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premio con la obra “Tarde en San Alberto”.


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En 1917, acompañando a Thibon de Libian, Lamanna, López Naguil y Raúl Mazza, expuso en la sala de la Comisión Nacional de Bellas Artes una luminosa serie de “impresiones” de Córdoba, paisajes serranos pintados en los departamentos de San Alberto y San Javier de la provincia de Córdoba. lo que lleva a algunos a definirlo como un vigoroso paisajista. Y tal denominación parecía ajustarse a cabalidad con su pensamiento de entonces, ya que afirmaba que en la pintura, “...lo único moderno es el paisaje”. Y coherente con esta idea, la mayor parte de su producción artística gira en torno a él. Los sauces de la costa del río y los bosques de Palermo, y seguramente también los paisajes de su niñez cordobesa, fueron los protagonistas ineludibles de sus obras. Admiraba a Regoyos, el pintor español que había introducido en España el impresionismo. Pero su verdadero inspirador y maestro fue Martín Malharro, quien trajo de Europa todas las cuestiones de la luz y el color, propias del impresionismo, cuestiones a las que De Navazio adhirió y que concretó en una pintura de sello muy personal. Persiguió siempre la perfección técnica, a la que sin duda se dirigía, de acuerdo con las obras que realizó en sus pocos años

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“Paisaje” c.1907


de vida. Ya en su misma época, algunos críticos afirmaban que sus obras ponían de manifiesto un colorido suave pero vigoroso, una pincelada certera, un sentido profundo de la composición y una sincera emoción de belleza... Su paleta era luminosa y clara. Había desterrado por completo las coloraciones oscuras, ya que su gran preocupación fue no ensuciar el color, por lo que le daba al paisaje una limpieza cromática que excluía absolutamente el negro, sustituyéndolo por azules y violáceos, complementarios de los naranjas y amarillos. Con esta manera de pintar conseguía, además de efectos de gran luminosidad, que su creación se insertara dentro de los principios estéticos establecidos por la escuela impresionista, por lo que De Navazio fue reconocido siempre como uno de los más grandes neo-impresionistas argentinos. Pueden distinguirse tres etapas en el desarrollo de su obra: Un predominio de las gamas delicadas marca la pintura en su primera época. Más tarde, se impondrán los grises nostálgicos y finalmente, en las postrimerías de su vida, adquieren total relevancia los verdes, azules y violetas que caracterizarían para siempre su trabajo. Las crónicas de la época lo describen como un joven taciturno, de agradable carácter, pero marcado por una enfermedad, que le costaría la vida a muy corta edad. Sin embargo, y tal vez debido precisamente a una conciencia certera acerca de su destino, De Navazio se caracterizó por una gran contracción al trabajo y un sentido de la responsabilidad admirable. Trabajaba mucho, con ahínco. Y en los últimos años de su vida, en plena maduración de sus capacidades técnicas, con el impulso que había ido tomando su obra pic“Naturaleza”

tórica, su producción artística fue notable.

1911

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“Sauce”, c.1930


D E

N AVA Z I O

“Se lo ha calificado de romántico. Lo era, sin duda, en la medida en que se entienda por romanticismo la efusión emotiva, la poética expresión de las reacciones más delicadas del espíritu ante la realidad de mundo.” C ó r d o b a

I t u r b u r u


K K

“En la Costa” - 1918

OEK-KOEK PERPETUO TRANSGRESOR

(1887-1934)

Perpetuo transgresor de la prudencia y del método como recursos creativos, Koek Koek elaboró un mundo artístico cuya única regla fue su autenticidad y cuya única norma fue, precisamente, no sujetarse a ninguna.

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De madre inglesa y padre holandés, descendiente de toda una generación de pintores que se remonta al siglo XVIII, de la cual su propio padre fue un alto exponente, Stephen Robert Koek Koek nació en Londres el 15 de octubre de 1887. Poco se sabe acerca de su infancia, su juventud y su formación académica en Holanda, país en el que vivió durante su infancia. Los datos más cercanos se inician con un tiempo de estadía en Perú, luego en Valparaíso, Chile, el inicio de su amistad con el poeta colombiano Claudio Alas, su posterior paso a Mendoza -donde hacia 1914 realizó una exposición de pinturas-, un nuevo tiempo de residencia en Chile y el comienzo de su relación de amistad y negocios con Carlos Orero, su amigo incondicional y marchand. En enero de 1918, los diarios de Montevideo recogen el testimonio de su estadía en la capital charrúa, a la que “el joven y ya célebre pintor inglés, (...) Mr. Stephen Koek Koek, habilísimo dibujante, colorista robusto y temperamento amante de las composiciones audaces...” llegó para presentar una exposición de 30 óleos en el Salón Moretti, según escribió el cronista del Diario El Día. Un año después, a propósito de su primera exposición en Buenos Aires, la prensa argentina afirma que “las impresiones brumosas de Koek Koek provocan en el espectador una sensación que sólo algunos músicos

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“La Hora del Descanso” c.1921


pueden dar...” (La Nación), y que, “evidentemente, este pintor extraordinario cuyo talento sorprende y cuya vida asombra, ... ha heredado de sus antepasados el talento pictórico que exterioriza en cuadros impresionistas de rara originalidad” (Caras y Caretas); juicios consagratorios que fueron avalados por el rotundo éxito de la exposición, en la que vendió los 53 cuadros que la integraban. Personaje misterioso, inasible para el común de la gente, extranjero en tierra extraña, entre 1920 y 1926 llevó una vida aventurera, en la que alternó los viajes por ciudades del interior del país y salidas a los países limítrofes, con largos paseos por la calle Florida, con traje blanco, clásico som-

“La Hora del Descanso” detalle

brero Stetson gris ceniza con ribete gris perla, grueso bastón de legítima caña, grueso habano en la boca y el paso firme, erguido como un roble. En 1926 fue internado en el Hospicio de las Mercedes, etapa a la cual su discípulo y biógrafo Adolfo Maeder denomina como la época de brumas, en la que intuye, “debe haber sido tremenda y horrible su soledad en esa prisión, entre muros y verjas (...) sin medios, recursos ni elementos con que pintar, sin ecos ni resonancias...” Pero antes y después de este hecho, su obra pictórica, numerosa y explosiva, participó del mismo desenfreno que caracterizó a muchos momentos de su vida. Pintó, expuso, vendió y regaló sus obras. O las canjeó por objetos o servicios que necesitaba para sobrevivir: Comida, alojamiento, pintura... Koek Koek pintó con fruición, con apasionamiento, con desmesura: En un hotel de Montevideo, en 1922, encerrado en un cuarto, pintó 35 cuadros en menos de un mes e inmediatamente los expuso. Maeder describe una sesión de trabajo de la siguiente manera: “Se quitaba los zapatos y las medias... el saco, los chalecos y los pantalones. Necesitaba estar cómodo, sin que nada le impidiera sus ágiles movimientos (...) Chorros de pintura cubrían su paleta. Ni su mente sabía lo que iba a pintar, pero luego de los primeros brochazos, fuertemente vigoroso, podía advertirse su pensamiento puesto sobre la tela que rá pi da men te co lo rea ba, tra zo tras tra zo. Su des tre za era sor pren den te. Ha cía bru mas den sas, cie los nu bla dos, gri ses, sol, luz, con tra luz, au ro ras, apo geos, oca sos, cre pús cu los sin fin...” La valoración de su obra fue desigual, tal como lo fue el aprecio o el rechazo que experimentó su personalidad y los rasgos de su comportamiento en los círculos con los que el pintor se relacionó. La ca li fi ca ción de su

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“La Oración” c.1934

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pin tu ra -im pre sio nis ta pa ra al gu nos, ex pre sio nis ta pa ra otros; que pro vo có re cha zo o ad mi ra ción, ca si nun ca tér mi nos me dios- por par te de la crí ti ca de su épo ca ca si siem pre reu nía los dos as pec tos con tra dic to rios que mar ca ron su pro pia exis ten cia. De ese mo do, en las mis mas cró ni cas se se ña la ba lo alu ci na do y tor men to so (...te nía la an gus tia del co lor y se es for za ba en ni ve lar la di fe ren cia que exis tía en tre su pa le ta y sus vi sio nes...) jun to con lo su bli me y lo in su pe ra ble de sus lo gros (...De esa pa té ti ca lu cha de ar tis ta surgían sus ro jos noc tur nos y sus ama ri llos de al ba. El cla ro so cu ro te nía en el pin tor in glés una ca te go ría po cas ve ces su pe ra da...) Y, como siempre, es su amigo Adolfo Maeder quien mejor lo define: “Era un pintor bohemio, un filósofo, un poeta. Un poeta de la luz y del color, de la sombra y la penumbra, de la soledad y la tristeza”. Después de salir del Hospicio, realizó innumerables exposiciones en La Plata, en Bahía Blanca, en Buenos Aires, en varias galerías (Cooperativa Artística, Salón Nicolás, Salón Florida 660, Ungaro y Barbará) y en Rosario, donde participó del Salón de Otoño en 1930 y expuso en la Galería La Artística en 1932. Incapaz de limitar su afán, incursionó también en la dramaturgia. En Rosario, junto con Parravicini -de quien dice “...somos grandes amigos. Pasa horas enteras conmigo en el hotel, viéndome pintar...”- se dedicó a escribir una obra de teatro en 1933. Stephen Koek Koek, el pintor de ensueños, el poeta imaginativo con manos de arcángel murió a los 47 años, solo, en un cuarto de hotel en Santiago de Chile, el 20 de diciembre de 1934, presumiblemente de “Sacando la Barca” c.1928

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un ataque al corazón.


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Stephen Koek-Koek, a los 33 aĂąos.


K O E K - K O E K “Nunca saciĂł su avidez de luz y contraluz, de sombras y misterios. Su angustia era no tener elementos con que pintar. Era su sed insaciable. Morir de sed debe ser espantoso, tan espantoso como la sed del sediento que bebe sin poder apagarla. Pintar era su sed y su agua. El color, la imagen de su vidaâ€?.

A d o l f o

M a e d e r


C C

“ C a l l e d e Vi l l a B a l l e s t e r ” - c . 1 9 4 5

ARNACINI EQUILIBRIO Y ARMONIA

(1888-1964)

Le jos de to do efec tis mo, más allá de to da re tó ri ca, sos te ni do siem pre por su ofi cio aca ba do y su ex ce len te di bu jo, su po lo grar ese di fí cil equi li brio en el que re si de el se cre to de la ar mo nía.

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Ce fe ri no Car na ci ni na ció en Bue nos Ai res el 10 de Abril de 1888, en el ba rrio de La Bo ca. A los tre ce años, via jó con sus pa dres a Ita lia, y en Ve ro na re ci bió sus pri me ras lec cio nes de di bu jo. De vuel ta al país en 1906, in gre só a la Aca de mia Na cio nal de Be llas Ar tes don de fue ron sus maes tros Rei nal do Giu di ci, Er nes to de la Cár co va y Car los Ri pa mon te, y con es te úl ti mo in te gró el gru po fun da dor de Ne xus, en el que tam bién se en con tra ban Fa der, Qui rós y Ros si. En 1908 re ci bió el tí tu lo de Pro fe sor de Di bu jo y Pin tu ra de la Aca de mia Na cio nal y en el Sa lón In ter na cio nal del Cen te na rio, en el que pre sen tó 8 obras, ob tu vo su pri mer re co no ci mien to al ga nar Me da lla de Oro por su obra “A la Que ren cia”. Al ga nar el Pre mio Ro ma, con sis ten te en una be ca pa ra se guir es tu dios en Eu ro pa, par tió a Ro ma en 1911, don de fue discípulo de Giulio Arístide Sartorio durante tres años, lapso en el cual también visitó Francia e In gla te rra. Al es ta llar la Pri me ra Gue rra Mun dial, re tor nó al país y, pocos meses después, realizó su primera exposición individual en la Galería Witcomb, sala en la que habrá de exponer regularmente su producción artística duran te ca si 25 años a par tir de en ton ces. Des de 1914 al ter nó la pin tu ra con la do cen cia y se ins ta ló de fi ni ti va men te en Vi lla Ba lles ter, lo ca li dad del gran Bue nos Ai res, pró di ga en pai sa jes, don de com par tió jor na das de tra ba jo con sus ve ci nos Juan Pe láez y Car los Ri pa mon te y el de ca no de nues tros ar tis tas, Eduar do Sí vo ri. Allí dio rien da suel ta a su vo ca ción de pai sa jis ta, pa ra lo cual no era só lo cues tión de tras la dar el ca ba lle te y po ner se a

“Del Antigal, Humahuaca” 1927

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pin tar. Ha bía que sen tir el pai sa je, y pa ra ello era ne ce sa rio ha cer la vi da del pai sa no. Lo lla ma ban “pin tor de la pam pa”, y “la pam pa - de cía-

“Puerto de Buenos Aires” 1948

se en con tra ba ahí no más a po co de sa lir de la vi lla, a una ho ra de via je es tá el río y una hi le ra de om búes que ha cen sen tir el al ma de la pa tria”. En su Historia del Arte Argentino, Jo sé León Pagano, define a Carnacini co mo uno de los ar tis tas que “pu sie ron ma yor em pe ño en con se guir un arte propio, inconfundiblemente argen tino”. Y lo hizo, recrean do nuestra geo gra fía y nues tra his to ria, con só li do ofi cio y pa le ta lu mi no sa. Pa ra ello, re co rrió el país en to da su ex ten sión pin tan do pai sa jes: Cór do ba, La Rioja, Esquel, Mar del Plata, la Quebrada de Hu mahuaca y dejó, además, memorables vistas de La Bo ca y el Riachuelo. Autor de mag níficas reconstruccio nes histó ricas, co mo “El Pueblo quiere saber de que se trata”, -reproducida en los billetes de cin co pesos du ran te la dé ca da del cin cuen ta-, Car na ci ni fue un pin tor sen si ti vo, un co lo ris ta de riquísimos matices, un dibujan te ex cep cio nal, que cap tó la luz y pintó la at mós fe ra has ta ha cer res pi ra ble el am bien te que plas mó en la tela. En algunas de sus obras, las primeras sensaciones que sugieren son el estatismo y

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“Playa Chica” 1951

la quietud. Sin embargo la quietud es sólo aparente, porque el paisaje vibra, se palpa, se puede percibir el aroma y hasta el frescor del aire de la mañana. Pero, con la misma maestría, pintó también motivos urbanos y dejó en sus telas retazos de la ciudad: Las calles de Buenos Aires, la torre de los Ingleses en Retiro, las barcas del Riachuelo, los rincones de La Boca.

Su amor por la enseñanza se concretó en los 35 años durante los cuales fue docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires; en la Academia de Bellas Artes y en las Escuelas Prilidiano Pueyrredón y Manuel Belgrano, cátedras de las que se jubiló en el año 1949.

Carnacini murió el 18 de marzo de 1964, cuando tenía 76 años, en Villa Ballester, su querido lugar donde hoy se encuentra el museo que lleva su nombre, y cuyas calles solía recorrer en bicicleta, buscando motivos para sus obras y de la que dijo “Aquí he pintado los más hermosos paisajes... la Villa es maravillosa por su variedad; posee bañados, lagunas, y ruinas evocadoras de las prisiones del tiempo de Rosas”.

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Ceferino Carnacini en su estudio, 1917.


C A R N A C I N I “Cuando salgo al interior, todo lo que veo es de una grandeza ilimitada, por eso mis vistas son siempre panorámicas y no podrían ser de otro modo, quiero que cada uno de mis cuadros sea una ventana abierta sobre la inmensidad.” C e f e r i n o

C a r n a c i n i


V V

“Bosque Sureño” - 1926

ENA

FIDELIDAD A LA LUZ

(1888-1983)

An gel Do min go Ve na na ció el 17 de abril de 1888 en Bue nos Ai res, por lo que fue un hom bre de la Ge ne ra ción del Cen te na rio, co mo Fer nan do Fa der y Ce sá reo Ber nal do de Qui rós, y co mo ellos pin tó el pai sa je argentino con pa le ta lu mi no sa y vi bran te.

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Gran par te de su his to ria per ma ne ce en el mis te rio, ya que es po co lo que se ha con ser va do fue ra de los ca tá lo gos de sus ex po si cio nes, con ta dos re tra tos y una sem blan za de Jo sé León Pa ga no, que lo in cor po ró en su obra cum bre “El Ar te de los Argen ti nos”. Hi jo de in mi gran tes ita lia nos, se de di có des de muy pe que ño a ayu dar a su pa dre en los tra ba jos de or fe bre ría que es te pla te ro si ci lia no rea li zaba en su ta ller, don de le trans mi tió su ofi cio y lo in tro du jo en el mun do de las for mas. De jó el ta ller de su pa dre en 1908 pa ra in gre sar a la Aca de mia Nacional de Bellas Artes, donde Fausto Eliseo Coppini fue uno de sus maestros. Sin embargo, Vena sólo reconocía como sus guías al pintor andaluz Gustavo Bacarisas, quien estuvo radicado unos pocos años en Buenos Ai res an tes de vol ver a Se vi lla, y a su ami go el ro sa ri no Al fre do Gui do. En 1915 egre só de la Aca de mia con el tí tu lo de Pro fe sor de Di bu jo y ese mis mo año re ci bió el Ter cer Pre mio en el Sa lón Na cio nal, even to al que se pre sen tó des de 1912 y lo si guió ha cien do en 42 opor tu ni da des has ta 1960, ob te nien do numerosas dis tin cio nes. Se ini ció pin tan do los su bur bios de Bue nos Ai res, pe ro pron to se re ti ró al in te rior del país. Vi vió y tra ba jó en Ro sa rio, don de in te gró el Gru po de los Cinco, jun to a Ita lo Bot ti, Al fre do Gui do, Ar tu ro Ga llo ni y el es cul tor To vat ti. Y, en la dé ca da del ´20, jun to con Bot ti co men zó a pintar en Córdoba, adonde llegaban muchos jóvenes desde que el maestro Fader se radicó en las sierras, quiza para contagiarse de la genialidad del maestro. Pe ro sin du da, lo más sig ni fi ca ti vo de su obra son sus pai sa jes del sur, nuestra Patagonia. En las pri me ras dé ca das del si glo nu me ro sos pin to res jó “Primavera en el Sur” 1928

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ve nes re co rrían nues tro país pin tan do al ai re li bre.


“ P i e d r a s y Ve r d e s ” 1951

Ve na fue uno de ellos, pe ro en él, es te tu ris mo pic tó ri co, le jos de ser una sim ple aven tu ra res pon día a su pro fun da con vic ción de que pin tan do nues tro pai sa je da ría por fin con la cla ve de un len gua je pro pio, que lo di fe ren cia ría de los ar tis tas eu ro peos. Ve na eli gió las ori llas del Lago Na huel Hua pi, la cor di lle ra ne va da, y los bos ques de pi nos y de arau ca rias, respetando como nadie la luz pura y diáfana de Bariloche y San Martín de los Andes.

Lo que más le atra jo fue la at mós fe ra trans lú ci da, cris ta li na al pun to tal de vol ver per cep ti bles los de ta lles de la mis te rio sa na tu ra le za, que re creó mi nu cio sa men te en sus obras, cap tu ran do la luz del pai sa je del sur con pin ce la da am plia y pa le ta cla ra y fría. Y en su pintura buscó dilucidar el misterio de la naturaleza, reflejando el paisaje sureño con sentidas notas poéticas que le permitieron ir más allá del oficio académico que manejó con soltura. Sus obras de Córdoba respetan la luz dorada de la provincia mediterránea.

Des de 1951, Ve na se fue ale jan do del am bien te ar tís ti co por te ño y aun que con ti nua ba dictando cla ses en la Escuela Ma nuel Bel gra no, su vi da per so nal se ca rac te ri za ba en esa épo ca por el re trai mien to y la so le dad, acre cen ta dos por una sor de ra pro gre si va que fue pro fun di zán do se en las úl ti mas dé ca das de su vi da. En 1960 se mu dó a Ro sa rio y allí fa lle ció en 1983, a los 94 años, ol vi da do y en el ma yor de los si len cios, como los cielos de sus obras.

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“Nubes sobre el Lago” 1936

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A n g e l Ve n a p i n t a n d o e n l a p r o v i n c i a d e R í o N e g r o .


V E N A “Ve na se pierde en sus pai sa jes, (...) bus can do tra du cir la na tu ra le za con la ma yor fi de li dad po si ble, un dic ta do al que se so me te con la mis ma hu mil dad con que un cien tĂ­ fi co mi ra por su mi cros co pioâ€?. R a f a e l

S q u i r r u


B B

“Rancho entre los Arboles” - 1924

OTTI

DELICADO COLORISTA (1889-1974)

Humildad y silencio son las características de este hombre sensible y fino. Por la humildad no halló menoscabo en alternar la práctica de su arte con menesteres opuestos a la índole de su espíritu. Y por silencio ha sabido contraerse ante el misterio de la naturaleza y penetrarlo en algunas de sus partes... (José León Pagano).

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Junto a las grandes figuras consagradas durante las primeras décadas del siglo, como Fernando Fader y Cesáreo Bernaldo de Quirós, nuestro país ha dado paisajistas excepcionales, cuyas obras no han tenido una difusión acorde con su calidad. Es el caso de Italo Argentino Botti, autor de una obra lamentablemente muy poco conocida, que nació en Buenos Aires el 6 de enero de 1889. Su historia no cuenta con el clásico viaje a Europa -tradicional en la formación de nuestros artistas-. Botti nunca salió del país; cursó estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes, que estaba entonces bajo la dirección de Pío Collivadino, con los maestros Gustavo Bacarisas, Jorge Bermúdez y Alberto María Rossi. Todavía siendo alumno de la Academia, de la que egresó en 1916, Botti se presentó al IV Salón Nacional de Bellas Artes de 1914, y lo siguió haciendo durante muchas ediciones del Salón. Además, sus obras engalanaron otros importantes eventos de su época, tales como el Salón de Acuarelistas, los Salones de Otoño de la ciudad de Rosario, el Salón Municipal de Buenos Aires, el Salón de Santa Fe, entre otros. Botti fue un artista que obtuvo numerosas distinciones en Salones y Muestras oficiales. Entre los múltiples galardones que recibió pueden destacarse los que recibió en 1922 (Premio Cecilia Grierson) en el Salón Nacional; en 1924 (Premios Eduardo Sívori y 2° Premio Municipal) en el Salón Nacional; en 1925 Primer Premio en el Salón de Otoño de Rosario y el mismo año, Premio Rosa Galisteo de Rodríguez en el Salón de Santa Fe (premio compartido con Larrañaga y Victorica); Premio del Salón Municipal de Buenos Aires en 1928; Primer Premio en la Exposición del Policlínico de Bahía Blanca en 1929; en 1930 recibió el 2° Premio Nacional y el 1° Premio Municipal en el Salón Nacional; Primer Premio del Salón de Bahía Blanca y Premio del Salón de Santa Fe, ambos en 1931; Medalla de Oro en el Salón Círculo de Aeronáutica de 1937; Medalla de Bronce en el Salón de Rosario de 1938; el Premio Jockey Club del Salón “Una Feria” detalle

Nacional de Artes Plásticas de 1944 y el Primer Premio en la Exposición Internacional de París en 1961. Expuso su obra en tradicionales salas porteñas, tales como Witcomb, Nordiska y Müller, pero no se limitó a la Capital. Rosario, Bahía Blanca, Mar del Plata y Santa Fe fueron algunas de las ciudades en las que su obra fue exhibida al público. Desde la década del '60 hasta su muerte en 1974, expuso preferentemente en Galería Velázquez y a partir de ese momento, se realizaron muy pocas exposiciones de sus obras. Se dedicó exclusivamente al paisaje. Y pintó con igual pasión los motivos urbanos y los rurales, ya que tenía su estudio en Parque Patricios, pero pasaba largas temporadas en Los

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Cocos -Córdoba-, donde pintó magníficos paisajes serranos. Con dominio técnico y exquisita sensibilidad reflejó como pocos la atmósfera

“Una Feria” 1915

nostálgica y brumosa del riachuelo, las callecitas porteñas y el clima de placidez y descanso que se respira en las sierras cordobesas. Y aunque muy poco se ha escrito sobre él, José León Pagano le dedicó un largo estudio en El Arte de los Argentinos, donde lo define como un creador intimista, de afinada sensibilidad y destaca, además, el carácter emotivo de su obra. Esta característica, si bien resulta común a la mayoría de los grandes paisajistas, adquirió en Botti un matiz particular, también señalada en el estudio de Pagano: “Botti pintó el paisaje modificado por su emoción, respetando como pocos la luz, la atmósfera y las peculiaridades de cada lugar”. Rafael Squirru dice al respecto que en su obra el paisaje es mucho más nítido en sus escenas de las sierras cordobesas y, por el contrario, es mucho más difuso cuando capta el aire de Buenos Aires. Tuvo dos temas principales en su pintura: Sus clásicas vistas del Riachuelo y sus románticos paisajes cordobeses. Sin embargo, también dejó deliciosas vistas de las calles de La Boca y otros lugares de Buenos Aires, además de algunos paisajes de Bariloche. Italo Argentino Botti, a quien la crítica no dudó nunca en definir como un poeta, falleció en Buenos Aires a los 85 años, el 8 de febrero de 1974.

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“Mañana Otoñal” 1925

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I t a l o B o t t i e n s u t a l l e r, 1 9 4 6


B O T T I “Frente a sus cuadros, no cabe discurrir de técnica ni de materia ni de procedimientos. Pertenece Botti a los que pintan las cosas por dentro. Arte de pura intimidad, hecho de amor silencioso, y de poesía.” J o s é

L e ó n

P a g a n o


S S

“Parvas Doradas” - 1913

I LVA

E L P O S T I M P R E S I O N I S TA (1890-1919)

La carrera artística de Silva fue muy breve y se desarrolló bajo el signo de la adversidad constante. Nació en Buenos Aires el 8 de agosto de 1890 y falleció el 17 de junio de 1919, cuando contaba sólo 29 años.

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Desde muy pequeño comenzó a dibujar y pintar sin maestros. Soñaba con ir a Europa donde intuía podría encontrar los estímulos que determinarían su modo de expresión, por lo que en 1910 solicitó una beca nacional, pero dado que él no había cursado ninguna academia, los trámites ante el Congreso Nacional se dificultaban enormemente. Un año después, finalmente y gracias a los oficios del Dr. Luis Agote, su anhelo pudo concretarse y partió a Europa donde permaneció hasta 1915, recorriendo y conociendo Bélgica, Holanda, Francia, Suiza, Italia y España. Durante este periodo de conocimiento y aprendizaje hizo grabados y pintó, especialmente paisajes, género al que era particularmente sensible. Y de las tendencias que a la sazón dominaban el escenario pictórico europeo, prefirió la escuela de los postimpresionistas, que con su manejo de la luz viva y el color intenso, se adecuaba mejor a su temperamento. A su regreso, en 1915, entusiasmado con los logros alcanzados en Europa y convencido de haber encontrado su manera propia de expresión, expuso en los salones de la Comisión Nacional de Bellas Artes y participó en otras exposiciones colectivas con el grupo de acuarelistas. En el catálogo de su primera exposición individual, explicó la razón de su pintura y la motivación de su manera de hacerlo: “He tenido este precepto fundamental, enaltecer una emoción, un sentimiento, o simplemente un conjunto armónico de color, con la realidad como punto de partida y en los medios plásticos de expresión una entera independencia”. Pero el éxito no lo acompañó y pocos amigos comprendieron su obra, que para la mayoría de la gente eran sólo telas pintarrajeadas. Su pintura, de colores puros y densos empastes, resultó demasiado innovadora para una sociedad que recién comenzaba a asimilar el impresionismo. Tan grande fue la negación de su obra, que incluso tres años después de su muerte, en 1922, cuando Lozano Mouján publicó sus “Apuntes para la historia de nuestra pintura y escultura” -que habría de convertirse en la primera y modesta historia del “Paisaje”

arte argentino-, no incluyó a Silva entre los artistas reconocidos de la época.

detalle

El fracaso de esta primera exposición individual desanimó de tal manera a Silva, que no quiso volver a exponer en vida. Los amigos lo convencieron de volver a intentarlo, pero el resultado fue el mismo: Su pintura no despertaba ningún interés. Después de eso, sólo hizo dos envíos al Salón de Acuarelistas. A fines de 1919 y en 1925 sus amigos organizaron exposiciones en la Cooperativa Artística; en 1927 Leonardo Estarico presenta una exposición en el Boliche de Arte y en 1936, sus obras integraron la muestra “Un siglo de arte en la Argentina”. Tres años más tarde (1939), al analizar la exposición de 44 obras del artista reunida y expuesta por el Museo Municipal de Bellas Artes, Ro me ro Brest di jo que Sil va se ha bía de fi ni ti va men te in cor po ra do al

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movimiento postimpresionista, por la sensibilidad con la que abordaba el análisis puro, casi espectral de los colores, en las que los verdes, los rojos

“Paisaje” 1917

o los blancos ya no eran sólo esos colores, sino un color enriquecido de matices, de profundidad en el tono, de pastosidad en la materia propia de cada objeto. Y en eso, precisamente, veía Romero Brest que Silva había cumplido en su obra el ideal postimpresionista, aquello que Cézanne pregonaba cuando decía que pintar es registrar sensaciones coloreadas. En los últimos años de su vida, el joven Silva frecuentó a Malharro. Junto a Falcini, de Navazio, Canale, Giambiagi, visitaba al maestro en su casa taller de Belgrano los domingos. Allí intercambiaban ideas, Malharro exponía sus ideas sobre el color y la luz y, probablemente, sin poder afirmarse que fueran sus discípulos estrictamente, cada uno de estos jóvenes visitantes, trabajaba sus obras bajo la orientación del maestro y siguiendo sus principios. Silva fue el continuador más directo de Malharro, quien le reveló el mundo exultante del color. Pero Silva pintó con co lo res aún más vio len tos. Y su uso del co lor, que ad mi tió siem pre la ela bo ra ción de ga mas de de li ca dos ma ti ces, no se li mi tó a los prin ci pios es té ti cos apren di dos: Enar de ció los co lo res o los es fu mó, ca da vez que su im pre sión de la na tu ra le za se lo exi gió.

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“Naturaleza Muerta” 1912

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“Bosque” , 1912


S I LVA “Se sa le del pa trón común de la escuela impresio nista, por el sordo anhelo de una plasticidad más honda. Lo que más to ma de ella son la libertad con cep tiva - a veces un tanto desordena da y confusa- y la factu ra libre” A l f r e d o

C h i a b r a

A c o s t a


M M

“ P u e s t a d e S o l e n Ta n d i l ” - c . 1 9 2 4

ALINVERNO EL PINTOR DE LOS ARBOLES

(1890-1961)

Si la obra de un ar tis ta nos da un re fle jo de su sen si bi li dad, sus ár bo les nos dan el más com ple to re tra to de Ati lio Ma lin ver no, quien te nía un al ma fuer te y bien tem pla da, el al ma de sus eu ca lip tos. (Emi lio Pet to ru ti).

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El 20 de Abril de 1890, nació en Buenos Aires, uno de los grandes paisajistas del Arte de los Argentinos, Atilio Malinverno. Se formó en los ta lle res de la So cie dad Es tí mu lo de Be llas Ar tes con los maes tros Rei nal do Giu di ci y Eduar do Sí vo ri. En 1910 obtuvo una beca para viajar a Europa, pero la falta de presupuesto del Ministerio de Instrucción Pública frustró el viaje. En 1914 ganó una nueva beca para viajar a Europa y esta vez, fue el estallido de la Pri me ra Gue rra Mun dial lo que im pi dió el via je. Re cién en 1917 pu do via jar a Es pa ña, vi si tan do mu seos y pi na co te cas. En 1915, dos años an tes de via jar a Eu ro pa, jun to a Ita lo Bot ti, Au gus to Mar teau, Adán Pe de mon te, Fer nan do Pas cual Ay llón y Raúl Prie to, in te gró el Gru po “I po rá” y ex pu so en Mar del Pla ta. Y en ese mismo año inició su labor docente, abriendo una Academia de Dibujo y Pintura en Mercedes, y otra en Capital. Fue asiduo concurrente a salones y muestras y realizó numerosas exposiciones, las más exitosas en la Galería Müller y la Asociación Amigos del Ar“Ultimos Rayos” 1927

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te. Expuso también en varias ciudades del interior del país. Su muestra de 1930 en la Galería Witcomb de Rosario, fue presentada por Emilio Pettoruti, gran


“Melancolía Serrana” 1927

amigo y admirador de su obra. Malinverno fue contemporáneo y de la misma talla que Fernando Fader y Cesáreo Bernaldo de Quirós. Pero apegado por su temperamento a la meditación y la soledad se dedicó exclusivamente al paisaje. Tenía una casita en Quilmes, y allí se re ti ra ba a pin tar en las ho ras que le de ja ba li bre su tra ba jo co mo ins pec tor de es cue las, cargo que ocupaba desde 1930 y una agen cia de pu bli ci dad, que le per mi tie ron dar un buen pa sar a su fa mi lia. Por es ta ra zón, los crí ti cos lo lla ma ban “el buen fran cis ca no de la pin tu ra”, ha cien do re fe ren cia a su in tros pec ción y su so le dad. Cuando en 1922 viajó por primera vez a Córdoba, quedó deslumbrado por el paisaje serrano y a partir de entonces se incorporaron a su temática los valles serranos, los ranchos y capillas, los algarrobos y los álamos. Pero aunque pintó las serranías de Córdoba y Tandil, fue ante todo un pintor de Buenos Aires: Los lagos de Palermo, las quintas de los alrededores porteños, la costa del río, especialmente la zona de Hudson y Quilmes dónde tenía una quinta, los cercos de sauces y eucaliptos, las lomas que quiebran la uniformidad del terreno, fueron motivos que lo inspiraron y que tuvieron en su obra una magnífica interpretación. El paisaje costero de Buenos Aires le brindó, en particular, innumerables motivos para sus cuadros. Disfrutaba recreando las arboledas de sauces y eucaliptos, con sus follajes densos, en los que se filtra la luz del sol. Los críticos lo bautizaron el “pintor de los árboles”, un título más que mercido ya que nadie pintó árboles con tal variedad de matices, recreando la luz del sol en los follajes con pincelada suelta y materia rica. En especial el eucalipto era

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“El Parque” c.1922

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para Malinverno una síntesis perfecta de gracia y proporción. Con pincelada jugosa y una paleta rica en gamas de verdes, que se tornan cálidos a la luz del sol, pintó estos árboles, que protagonizan muchos de sus cuadros. En su turismo pictórico buscando paisajes, lo acompañaban su mujer y sus hijas, una de las cuales recuerda todavía la mano de su padre moviéndose grácil para formar, en pocos trazos, un árbol, el leit motiv de su pintura. La suya es pintura luminosa realizada al aire libre, con notable poder de síntesis y un dibujo firme que sostiene las masas cromáticas, donde despliega una riquísima gama de tonos, y alcanza los matices más delicados. Y tal vez debido a su temperamento solitario y sensitivo, su obra es una renovada lección de sencillez y espontaneidad. Entre los galardones obtenidos figuran el Primer Premio del Salón del Centenario de Tandil, obtenido en 1923; la Medalla de Bronce en la I˚ Exposición

“ R í o L o s Ta l a s ” 1928

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“Sol en el Parque” c.1928

Comunal de Artes Industriales de Buenos Aires en 1924 y el Premio Estímulo en el Salón Nacional de Artes Plásticas de 1927. Por otra parte, obras de su autoría fueron adquiridas por el Museo Provincial de Bellas Artes de Tandil (“Alba”); la Municipalidad de Tandil; el Museo Nacional de Bellas Artes (“Serranía cordobesa”); la Comisión Municipal de Rosario (“El Lago de los Cisnes Negros”); el Concejo Deliberante de Buenos Aires (“Sol en el Parque”). Entrañable amigo de Emilio Pettoruti, la muerte lo sorprendió el 21 de junio de 1936, a los 46 años, cuando preparaba una exposición a inaugurarse en el mes de Julio. Sus amigos más íntimos formaron entonces una comisión de homenaje presidida por su discípulo predilecto, el actor y pintor Enrique Muiño, para organizar una exposición póstuma. La muestra reunió un conjunto de setenta obras que eran, tal como reza el catálogo, "los últimos cuadros de Malinverno".

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Atilio Malinverno pintando en las sierras


M A L I N V E R N O “Calor, alegría, sentimiento enorme de las horas y de las cosas representa el alma de este buen franciscano de la pintura que se llama Malinverno...” R i c a r d o

G u t i é r r e z


Q Q

“En Pleno Sol” - c.1931

UINQUELA

EL COLOR DE LA BOCA

(1890-1977)

“El único pintor moderno susceptible de comparación con Benito Quinquela Martín es Van Gogh... (Y en Quinquela) las imágenes de los obreros del puerto debieron evocar en el artista asociaciones de sufrimiento y de trabajo, (...) sin embargo, no constituyen para él sujetos de terror sino fuerzas maravillosas de creación”. (James B. Mason, Director de la Tate Gallery de Londres).

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Benito Quinquela Martín nació en Buenos Aires aproximadamente el 1º de Marzo de 1890, ya que su fecha real de nacimiento es incierta, debido a que fue abandonado en la Casa Cuna a pocos días de haber nacido, envuelto con la mitad de un pañuelo bordado y con una nota que decía simplemente “Este niño fue bautizado y se llama Benito Juan Martín”. Cuando cumplió seis años fue adoptado por un carbonero genovés de apellido Chinchella (apellido con el que firmó sus primeros cuadros). Trabajó desde niño repartiendo carbón entre los vecinos, y cuando tuvo edad suficiente, cargando y descargando carbón de los barcos. En el tiempo libre leía en las bibliotecas del barrio donde llegaron a sus manos algunos libros de arte. Su vocación de pintor sigue siendo un misterio. Sus primeros cuadros fueron retratos, que cambiaba por un par de zapatos o un café con leche, datos que consignaba detrás de las obras, junto con su firma. El primer encuentro fundamental en su destino de pintor fue con su maestro, Alfredo Lazzari. De él aprendió el dibujo y la pintura. En ese entonces buscaba sus motivos en Palermo y en el Parque Lezama. El puerto llegó más tarde, junto con su amistad con el pintor, escultor, orador y militante obrero, Santiago Stagnaro, con quien comenzó a pintar en los muelles. En esta etapa de su pintura, sucedió el encuentro con el gran maestro argentino Pío Collivadino, entonces director de la Academia Nacional de

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“Río de Janeiro” 1920


“Paisaje” 1928

Bellas Artes, quien entusiasmado con sus trabajos, le dió el empujón necesario para realizar su primera exposición individual en 1918. A partir de 1920 Quinquela comenzó a viajar. En enero de ese año subió por primera vez a un avión que lo llevó a Mar del Plata; en 1921 arribó a Río de Janeiro para inaugurar su primera exposición en el exterior, y en 1923 fue a Europa, para presentar una muestra en Madrid. Después vendrían París en 1926, New York en 1928, Roma en 1929. En 1930 expuso con todo éxito en Londres y museos ingleses y neozelandeses adquirieron obras para sus colecciones. En estos años el pintor consolidó su personalidad y cambió su firma Chinchella Martín por Quinquela Martín ó Benito Quinquela Martín. Así aparecieron firmadas sus obras a partir de 1920 y con ese nombre se anuncia su muestra en galería Witcomb de Mar del Plata realizada ese mismo año. Quinquela pintaba con sus personales empastes trabajados a espátula -no la espátula fina de pintor, sino la “cuchara de albañil”, más adecuada a la amplitud y la energía de su trazo vigoroso- y en los dramáticos contrastes de rojos y negros se reveló como un colorista excepcional. Los colores de su paleta -se dice- nacieron de la vieja costumbre “xeneize” de pintar las

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“Impresión” 1923

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“Paisaje de San Javier, Córdoba” 1915

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casas con los restos de pintura de los barcos. No se sabe si es verdad. Pero en su obra, se muestran en verdes, rojos y amarillos, los colores brillantes de los buques y los remolcadores iluminados, tiñendo el agua y contrastando con las barcas en sombras, unidas al humo negro de las chimeneas que obscurecen el cielo. El puerto, el trabajo y los atardeceres en el Riachuelo (característicos estos últimos de su producción de los años sesenta) han sido temas fundamentales en su obra, porque su identificación con el barrio en el que vivió toda su vida y al cual reflejó como nadie en la pintura, fue total. Por eso Quinquela decía “La realidad puede ser para mí un punto de partida pero no de llegada. Frente a ella no me considero un copista sino un intérprete”. Tal vez por eso también, en su pintura, alegría y tristeza parecen estar presentes en la misma medida, en una dualidad que se funde armoniosamente. Este gran maestro del Arte de los Argentinos, sin duda uno de los más populares; este generoso benefactor que donó a su barrio escuela, lactario, auditorio y escuela de artes gráficas; este genial creador de La Orden del Tornillo -con la que distinguía a los afortunados “que se salvaron de la cordura” y se habían preservado de perder la locura luminosa de cultivar la verdad, la belleza y la bondad-, murió en Buenos Aires el 28 de enero de 1977, y cumpliéndose su voluntad, su cuerpo fue depositado en el ataúd que el mismo decoró con los colores de su barrio. “Reflejos” 1965

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Quinquela en el balcรณn de su taller en La Boca, 1937.


Q U I N Q U E L A “ Pintor d e la Bo ca, ese es el título que me co rrespo n de. La

Boca es mi pa isa je y yo le soy abso lu tamen te fiel en mi o bra. Mi pin tura y mi ba rrio se h an iden tificado p ara siemp re. ”

B e n i t o

Q u i n q u e l a

M a r t í n


C C

“Cabras Serranas” - 1942

ORDIVIOLA

NOBLE ESTILO (1892-1967)

“Dibuja para pintar, para dar consistencia al organismo plástico. En sus cuadros, la luz no disuelve la solidez corpórea en un vivo temblor de partículas cromáticas. La atmósfera envuelve las cosas, pero no las absorbe quitándoles peso, restándoles volumen, tomándoles áreas...” (José León Pagano).

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Refinado y sensible, dueño de un excelente oficio y del vuelo poético que caracteriza a los auténticos creadores, Luis Cordiviola nació en Buenos Aires el 1˚ de julio de 1892. Fue un artista de talento precoz. No bien iniciados sus estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes, participó en el primer Salón Nacional de 1911 y un año más tarde obtuvo una beca para continuar su formación en Europa. Allí frecuentó las academias parisinas Colarossi y la Grande Chaumière y el estudio del pintor Auquetin. De este periodo han quedado sus deliciosos paisajes de París, realizados con una magnífica gama de grises, que sorprendieron a Don José León Pagano pues le recordaban las obras de Maurice Utrillo. En 1914, ante el clima incipiente de hostilidades que se respiraba en Europa, se trasladó a Mallorca para volver a la Patria seis meses después, frente el estallido definitivo de la guerra europea. Inició entonces una brillante trayectoria, coronada con el Primer Premio en el Salón Nacional de 1922, cuando contaba sólo treinta años. Realizó numerosas exposiciones en las más prestigiosas salas porteñas, Galería Müller, Witcomb y Wildenstein. Representó al país en la Exposición Internacional de Venecia de 1924 y en la Bienal Hispanoamericana de Arte de Madrid en 1942. Paisajista de tono intimista, virtuoso animalista, y autor de exquisitas naturalezas muertas, fue dueño de un amplio registro temático, que abordó con maestría. En los años ‘20 viajó a Córdoba, y enamorado del paisaje compró unas tierras en Cabalango, un paraje de Tanti, cerca del Dique San Roque, donde pasaba largas temporadas pintando al aire libre, como todos los impresionistas, pero en sus cuadros la luz jamás disolvió la corporeidad de las figuras, sino que sirve para reforzar su solidez y su volumen. Y ante la atmósfera translúcida de la sierra, su paleta abandonó los grises para volverse clara y brillante, además, allí descubrió uno de sus motivos “Rancho Serrano” detalle

predilectos: los animales serranos. Y sin duda, Luis Cordiviola fue el más brillante de los pintores animalistas. Observador minucioso de la anatomía y el comportamiento de los animales, supo plasmarlos con dibujo ajustado y vigoroso. Vacas y terneros, cabras, chivos, bueyes y caballos, modelados con fuerte relieve, se destacan sobre los cielos diáfanos de la sierra. Más allá del tema, son obras de excelente factura, de las que José León Pagano dijo “pintura de noble estilo, que evoca otros tiempos mejor disciplinados”. Su obra “Yegua Serrana” -realizada en Córdoba en 1922 y presentada en el XII Salón Nacional inaugurado el 21 de Septiembre de 1922, donde obtuvo el Primer Premio- motivó al crítico Fernán Félix de Amador de la Revista Plus Ultra

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de septiembre de 1922, a referirse a Cordiviola como el único animalista pre-

“Rancho Serrano” 1957

sente en el Salón, quién “logra en sus dos envíos, (“Ye gua se rra na” y “La Yun ta”), afian zar aún más su per so na li dad, to da hon ra dez y con se cuen cia”. Via jó dos ve ces más a Eu ro pa, en 1930 y en 1962. En am bas oca sio nes, su in quie tud por per ma ne cer en con tac to con las fuen tes for ma ti vas del ar te, lo lle vó a re co rrer Ale ma nia, Aus tria, Bél gi ca, Fran cia, Ho lan da e Ita lia. En 1937, al cumplir sus bodas de plata con la pintura, se inauguró en el Palais de Glace, una gran muestra retrospectiva que reunió 180 óleos, además de sus dibujos y aguafuertes. Dedicó muchas de sus obras a su barrio, San Isidro, plasmando las viejas esquinas y el arroyo Sarandí con sus sauces costeros y sus lanchas. En su larga vida, Cordiviola recibió una gran cantidad de reconocimientos y galardones por su obra, entre las que se destacan (además del ya mencionado Primer Premio del Salón Nacional del ‘22) el Premio Estímulo del Salón Nacional de 1916 con su obra “Vaca en el Corral”; Medalla de Plata en el III Salón de Otoño de Rosario (1918) por “Overa”; y el Premio Municipal en el Salón Nacional en 1921. Con elementos rescatados de las demoliciones construyó la casa que compartió con su familia. Vigas del viejo Tigre Hotel sostenían las paredes y en homenaje al rancho criollo, la cubrió con techos de paja y chorizo. Y en esa misma casa murió el 20 de junio de 1967, unos pocos días antes de cumplir 75 años.

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Luis Cordiviola en su casa de San Isidro, 1966.


C O R D I V I O L A “ Se ría erra do ver en Cor di vio la tan só lo el pin tor de los ani ma les... El re gis tro de su ta len to era am plio, co mo lo era el de su in te li gen cia plás ti ca, siem pre pues ta al ser vi cio de su fi na sen si bi li dad.” R a f a e l

S q u i r r u


A A

“ Ta r d e ” - 1 9 4 0

QUINO

EL AUSTERO (1895-1968)

Las obras de Aqui no nos mues tran, li bre de to da anéc do ta, la be lle za in com pa ra ble de la na tu ra le za, res tán do le to do ar ti fi cio. El ar tis ta re sul ta así un in tér pre te fiel, un me dio pa ra la exal ta ción de la gran de za de Dios.

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El 8 de julio de 1895 nació en Buenos Aires Luis Isabelino de Aquino y Busquets. Había cursado estudios de Medicina en la Universidad de Buenos Aires y siempre fue un apasionado por la biología. Ya siendo alumno del Colegio Nacional Buenos Aires publicó su primer estudio sobre el citoplasma y tras su ingreso a la Facultad de Medicina, sus condiciones para la investigación hizo que lo elijan como colaborador los doctores Alois Backman y el Premio Nobel, el Dr. Houssay. No obstante, abandonó la Facultad en 1920 para dedicarse al arte (aunque continuó colaborando en las investigaciones científicas) y comenzó a pintar durante sus estadías en verano en Entre Ríos, en la zona de Concepción del Uruguay. Fue autodidacta, reconocía como únicos maestros a los clásicos y la naturaleza, y aprendió viendo obras de los artistas consagrados. De entre ellos, se interesó en principio en los paisajistas y consideró como maestro indiscutido a Fernando Fader, cuya primera retrospectiva en Amigos del Arte (realizada en 1924) seguramente Aquino pudo ver. Tam bién ad mi ró a Jorge Ber mu dez co mo rea li za dor de ti pos ver ná cu los y co pió al gu nos de sus cua dros, co mo por ejem plo el va so de ce rá mi ca rús ti ca de un cua dro de Ber mu dez que apa re ce en una de sus pri me ras na tu ra le zas muer tas. Presentó, en 1925, su primera muestra individual en la Asociación Amigos del Arte. La exposición estuvo integrada por 16 paisajes realizados durante el viaje que había realizado el año anterior a la provincia de Córdoba. En esa oportunidad el Dr. Houssay se refirió a Aquino como “un desertor de la ciencia que nos honra”, orgulloso de ver a su colaborador ingresando al camino del arte.

“Sauces” c.1947

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Al igual que su admirado Fader, Aquino quiso pintar “el carácter del paisaje en su emoción” y, al igual que su inspirador, empleó la espátula lo-

“ L a To r r e d e l o s I n g l e s e s ” 1934

grando una gran riqueza tonal en planos aparentemente uniformes, en una forma de pormenorizar el tono indudablemente iniciada por Fader. Y como él, Aquino fue también un pintor pleinairista. El cuadro se iniciaba y se terminaba al aire libre, esperando que se repitan las condiciones atmosféricas para que la luz fuera la misma. Y para concretar aún más su identidad con el genio, en sus paisajes de Córdoba de la década del cuarenta, abandonó el campo desierto y los árboles para pintar arquitecturas, como Fader en sus últimos años. Pero además del paisaje, en la naturaleza muerta descubrió la posibilidad de reproducir fielmente los objetos y le permitió desarrollar su capacidad como dibujante y su preciosismo como claroscurista, reproduciendo brillos y texturas. Pintó especialmente bellos objetos antiguos. Fue coleccionista ya que las antigüedades lo apasionaban y en la mayoría de sus naturalezas muertas pinta piezas que adquiría con verdadero sacrificio. Conoció la obra de los impresionistas franceses a través de lecturas y quizas pudo ver algún cuadro impresionista en Buenos Aires, como “Las Ninfeas” de Monet, que

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en 1921 se expusieron en Witcomb. Su interés por esta obra de Monet le inspiró su propia serie de ninfeas, las primeras de las cuales son de 1936. Pintó las ninfeas de un estanque de la casa de un amigo en la provincia de Buenos Aires. Estos son sus primeros cuadros donde el agua tiene protagonismo, y con el tiempo el río será el tema central de su obra. Su otra gran pasión fue la escultura. Admiraba a Bourdelle y también la escultura gótica y románica. Su primer trabajo fue una placa para la bóveda del poeta Hector M. Irusta en la Recoleta, en 1932. Realizó también algunas esculturas de bulto, pero muy pronto se orientó hacia la medallística, dejando obras de gran valor. Pintó retratos, algunos en la década del '40, pero la mayoría son de la década del '60. En los primeros da gran importancia al entorno del retratado. Luego va cambiando. Sus últimos retratos son figuras despojadas que a veces sostienen entre sus manos su objeto favorito. A partir de su nombramiento como director del Museo Fernández Blanco en 1946, viajó menos y pocas veces volverá a Córdoba. El río pasó a ser, a partir “El Algarrobo de la Candelaria” 1941

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de entonces, su tema favorito. Lo pintó desde el puerto hasta el Tigre, pasando


por Oli vos y San Isi dro. Son ca rac te rís ti cos sus pai sa jes de La Bo ca, el Ria chue lo con sus aguas quie tas, los bar cos, las nu bes que se con fun den

“Desola ción d e la Ca ndelaria” 1944

con el hu mo. Y un año an tes de su muer te, se mu dó a Acas su so, cer ca de San Isi dro, te nien do al río co mo su úl ti mo pai sa je. Un via je que rea li zó a Es pa ña en 1960 pro du jo un pro fun do cam bio es pi ri tual en él. En ese via je des cu brió la pin tu ra del Gre co y el ar te me die val es pa ñol, por lo que en sus úl ti mos años hay un notable misticismo, se acentuó su inclinación hacia el catolicismo y ésto se reflejó en su pintura. Aquino era meditativo y exigente, por lo que no tuvo una producción numerosa, y aunque abandonó definitivamente la ciencia, llevó al arte la minuciosidad y el orden del científico. Era notable la prolijidad con que distribuía los colores en la paleta, y estaba dispuesto a demostrar que podía pintar un cuadro al óleo vestido de frac, sin que una sola gota de pintura cayera sobre su ropa. Este paisajista convencido, que en su pintura luminosa incorporó los hallazgos del impresionismo con empastes jugosos trabajados a espátula y logró una gran riqueza de matices dentro de un mismo tono, murió en Acassuso, a orillas del río, el 12 de febrero de 1968.

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Luis Aquino en su taller de Acassuso, 1965


A Q U I N O “El p a isa je h a bla a mi sen sibilid ad y me esfuerzo por llevarlo a la tela ta l co mo lo ven mis ojos y lo a simila mi temp eramento. � L u i s

A q u i n o


M M

“Plaza de las Nazarenas” -1928

ALANCA

EL AMERICANISTA (1897-1967)

“El viajero posee en Malanca un mirar ávido, un ver penetrante, un modo de cap ta ción am plio y mi nu cio so a la vez. Co mo otros es cri ben, Ma lan ca do cu men tó sus via jes en lien zos”. (José León Pa ga no).

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Hijo de inmigrantes italianos, José Malanca nació en San Vicente, provincia de Córdoba, el 10 de diciembre de 1897. Movido por su inclinación a la pintura, que se había despertado en contacto con la naturaleza de su suelo natal y el entorno de viejas quintas de su barrio, en 1917 ingresó a la Academia Provincial de Bellas Artes, donde el entonces director de la Academia, Emiliano Gómez Clara, descubrió su gran talento y se abocó a orientar su capacidad y ayudar su crecimiento artístico, hasta su egreso del instituto en 1920. Durante su etapa de formación, Malanca realizó dos exposiciones con sus obras. La primera de ellas, en conjunto con sus condiscípulos y amigos Pedone y Valazza, recibió favorables comentarios; y la segunda es su presentación en el Salón Retiro, evento en el cual recibe un gran espaldarazo al ser uno de sus trabajos adquirido por la Comisión Nacional de Bellas Artes. En 1922 recibió el Tercer Premio en el Salón Nacional con su obra “Huertos de la Sierra” y, probablemente, esta sucesión de triunfos y reconocimientos, posibilitaron que en 1923 decidiera viajar a Europa, acompañado por sus amigos Antonio Pedone, Francisco Vidal y Héctor Valazza. En Europa, donde permaneció entre 1923 y 1926, pintó en Avila y la Toscana y obtiene -en 1925- el Primer Premio de la Mostra Regionale Toscana, recibiendo simultáneamente elogiosas críticas de los estudiosos europeos. Poco

“Calle de Cuzco” 1937

360


después, viajó nuevamen te, esta vez a Zu rich don de se en con tró con la obra del puntillista Giovanni Segan tini, cuya influencia será notoria en la

“Capilla Romántica” 1925

obra de Malanca en el curso de los próximos años. Después de recorrer Austria y Francia, regresó a Córdoba en 1926. El año de su regreso fue pródigo en exposiciones: Tres ciudades, en distintos lugares del país, reciben obras suyas: Buenos Aires, su Córdoba natal y Rosario. Y al ganar una beca del Gobierno provincial para perfeccionar su arte en el exterior, decide invertir lo obtenido en realizar un viaje por América. Entre 1927 y 1930, recorrió, pintó y expuso en Bolivia, México, Panamá, Cuba, Chile, en Nueva York por una corta temporada y en Perú, pintando especialmente en Cuzco y Arequipa, donde conoce a la poetisa Blanca del Prado, con quien se casará. Después de tres años de experiencias por América, regresó a Córdoba y expuso en el Salón Fasce los resultados de su periplo. En 1931 participó con su obra “Mañana de Baxco, México” en el Salón Nacional, con

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la que obtuvo el Premio Mención, galardón que habría de ser el único que ganaría en el Salón Nacional a pesar de sus envíos periódicos al evento por más de 16 años. A partir del año siguiente, distintas localidades del país reciben muestras de su obra, que habían adquirido en esa etapa una modalidad particular: Las exposiciones están integradas por pinturas de Malanca y poemas de su esposa, Blanca del Prado. Después de un nuevo viaje a Perú, con su familia ya extendida por el nacimiento de su hija Alicia, regresó una vez a Córdoba y pudo concretar el sueño de adquirir un campo en las sierras y trabajar la tierra él mismo. Bau ti zó a es te lu gar co mo “La es tan ci ta”, y a par tir de en ton ces fue su re fu gio pa ra pin tar. La pin tu ra de Ma lan ca, que es el re gis tro en lien zo de sus múl ti ples via jes, por su con te ni do de fuer te rai gam bre ame ri ca nis ta y por su es ti lo, de co lo res cru dos y res ta llan tes, se ins cri be en un pos tim pre sio nis mo de ne to sa bor ame ri ca no, afir ma Rafael Squi rru. En sus motivos de reverberación solar en Potosí y La Paz, efectos de nieve en Los Alpes, lagos tranquilos en Italia, valles umbríos y sierras luminosas en Córdoba, Malanca documentó cada instante de su recorrido por distintas geografías, con una pintura de firme consistencia, en la que la constante es la propensión descriptiva tanto del conjunto como del detalle. Pero al respecto, José León Pagano dice que, “si bien Malanca es descriptivo con frecuencia, ceñido al rigor de la forma, (y) le place dar de ella una imagen precisa, enérgica, clara, nada de eso le impide traducir, con el tema exterior, un estado de ánimo (ni) poner un matiz de sentimiento muy íntimo en sus óleos”.

“La Fuente Huaylas” c.1963

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J o s é M a l a n c a p i n t a n d o e n e l L a g o Ti t i c a c a , B o l i v i a .


M A L A N C A “ Vi e j o s y h u m i l d e s c a s e r í o s h e c h o s s i l e n c i o e n l a q u i e t u d , c o m o p e rc i b i d o s e n l e j a n í a s i d e a l e s . . . P o r e s t e s e n t i d o d e l a s c o s a s transcurridas, Malanca logra dotar de poesía a sus paisajes.” J o s é

L e ó n

P a g a n o


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E EE E E E

L IMPRESIONISMO COLOR Y OPTIMISMO

L IMPRESIONISMO Y EL ARTE DE LOS ARGENTINOS

LOS ACONTECIMIENTOS

L IMPRESIONISMO Y EL ARTE DE LOS ARGENTINOS

L O S P R O TA G O N I S TA S


1- Orígenes y Características. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 2- El Salón Oficial. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 3- Los Marchands. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 4- Las Exposiciones Impresionistas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34 - MANET, Edouard (1832-1883). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 - MONET, Claude (1840-1926). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 - CEZANNE, Paul (1839-1906). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 - DEGAS, Edgar (1834-1917). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 - GAUGUIN, Paul (1848-1903). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 - PISSARRO, Camille (1830-1903). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 - RENOIR, Pierre-Auguste (1847-1918). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 1- La Pintura Argentina a Principios de Siglo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 2- 1901-Exposición de Faustino Brughetti. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 3- 1902-Exposición de Martín Malharro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 4- Mallorca, La Isla Dorada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 5- El Grupo Nexus. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 6- La Exposición Internacional del Centenario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80 7- El Paisaje Argentino. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84 8- El Impresionismo y El Arte Argentino Hoy. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90

- SIVORI, Eduardo (1847-1918). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 - GIUDICI, Reinaldo (1853-1921). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109 - DELLA VALLE, Angel (1855-1903). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 - DE LA TORRE, Carlos (1856-1932). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 - ZAINO, Salvador (1858-1942). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135 - BONIFANTI, Decoroso (1860-1941). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 - MALHARRO, Martín (1865-1911). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 - DE LA CARCOVA, Enesto (1866-1927). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 - COLLIVADINO, Pío (1869-1945). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 - COPPINI, Fausto Eliseo (1870-1945). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 - LYNCH, Justo (1870-1953). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 - LAZZARI, Alfredo (1871-1949). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 - RIPAMONTE, Carlos (1874-1968). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 - BRUGHETTI, Faustino (1877-1956). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 - QUIROS, Cesáreo Bernaldo de (1879-1968). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213 - BUTLER, Fray Guillermo (1880-1961). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225 - WITJENS, Jacques (1881-1956). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 - GUTTERO, Alfredo (1882-1932). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245 - FADER, Fernando (1882-1935). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253 - ALICE, Antonio (1886-1943). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265 - DE NAVAZIO, Walter (1887-1921). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273 - KOEK-KOEK Stephen (1887-1934). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281 - CARNACINI, Ceferino (1888-1964). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291 - VENA, Angel (1888-1983). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299 - BOTTI, Italo (1889-1974). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307 - SILVA, Ramón (1890-1919). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315 - MALINVERNO, Atilio (1890-1936). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323 - QUINQUELA MARTIN, Benito (1890-1977). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 - CORDIVIOLA, Luis (1892-1967). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343 - AQUINO, Luis de (1895-1968). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351 - MALANCA, José (1897-1967). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359

INDICE


Esta obra se terminó de imprimir el 8 de diciembre de 1998. Festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.



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