Los premios Nobel de la literatura en español
Créditos
Edición revisada 2013
© Editorial Panamericana, Inc.
Edición: Profa. Luz Amarilis Ramos
Guillermo E. Mora G.
Diseño de portada: Michelle Acevedo
2ºedición: marzo 2011
Textos: Anselmo J. García Curado y Berta Inés Concha
Supervisión general de la obra: Adriana Silvestri y Berta Inés Concha
Colaboración especial: Pedro Lastra
Correctora primera: Yara-Hunza García Ramos
Maquetación y Diseño: Erick D. Velasco Dávila
Fotografías: José Enrique Molina, Anselmo García, Erick D. Velasco y fotos archivo Alcali
Foto de portada: Mario Molina
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C/ Presa Santa Teresa 178, int.2
Colonía Irrigación. Del. Miguel Hidalgo
México D.F.
ISBN 978-1-61725-140-5 DEPÓSITO LEGAL
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro sin el permiso por escrito de Editorial Panamericana, Inc.
Los autores
Berta Inés Concha es chilena, pero ha vivido largos y enriquecedores años en México, Estados Unidos y España. Estudió Derecho y Estética y se ha dedicado en todas partes a los diversos oficios del quehacer editorial como editora, traductora, comentarista de libros, consultora y librera. Actualmente dirige Liberalia Ediciones y la librería Prosa & Política, en Santiago de Chile.
Anselmo J. García Curado nació en Barcelona (1948). Realizó estudios de Biología y Psicología. Posteriormente, Sexología en la Universidad de Lovaina en Bélgica. Ha viajado por más de cien países de los cuatro continentes y publicado medio centenar de obras sobre antropología, viajes, psicología y sexualidad.
Es un entendido de Latinoamérica, por la que viaja de forma continua desde hace treinta años. De algunas sus obras ha vendido más de 150,000 ejemplares en varias ediciones y editoriales. Enciclopedia de la sexualidad, La Revolución mexicana, La Virgen de Guadalupe y los libros sobre Panamá, Nicaragua, El Salvador, Ecuador y México son sus principales referencias. En la actualidad se dedica a viajar y a escribir.
Introducción........................6
Acerca del español como lengua literaria..........8
Antecedentes......................14
24
José Echegaray España
46
Gabriela
Chile
76
Miguel Ángel Asturias Guatemala
36
España
62
España
86
100
Vicente Aleixandre España
130
España
158
114
Gabriel
Colombia
144
Octavio
México
Cronologías y mapas....176
Curiosidades en torno al Nobel........................182
Mario
Perú
Bibliografía..................184
Introducción
El Premio Nobel se entrega todos los años, desde 1901, a quienes se hayan destacado por su contribución a la sociedad en su área de trabajo: la Física, la Química, la Medicina, la Paz, la Economía, y la Literatura, el campo que nos ocupa. Esta distinción se ha convertido en un sinónimo de excelencia indiscutida y es el único –entre los miles de prestigiosos premios literarios que se otorgan anualmente–que suscita expectación universal desde el momento mismo de las nominaciones. A su vez, es el Premio Nobel de mayor cobertura mundial en las primeras planas de todos los diarios importantes y, como galardón literario, tiene inmediato impacto en la industria y el comercio editorial.
¿Por qué razón se ha convertido el Premio Nobel en la distinción por antonomasia? Tal vez por la romántica historia de su origen, como última voluntad de Alfred Nobel, industrial sueco inventor de la dinamita. Nobel imaginó originalmente un objetivo pacífico para su invento, la minería, pero acabó sus días como acaudalado empresario, tras amasar una fortuna enorme, gracias a los usos de la dinamita en la guerra. Más que la trascendencia de su nombre al morir, probablemente haya sido el remordimiento el que indujera a Nobel a prescribir, en su célebre testamento, que destinaba el premio a quienes “durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad” (1). De hecho, en el área de Literatura, Alfred Nobel demanda expresamente que se premie a quien “haya producido la obra más sobresaliente de tendencia idealista” (2).
Otra de las razones del prestigio del Premio Nobel es, sin duda, la importante retribución económica que recibe el premiado, destinada a asegurarle un futuro sin preocupaciones económicas que puedan obstaculizar su trabajo. Lo cierto es que la polémica no ha estado ausente en las premiaciones, sobre todo en las literarias: a veces se ha ignorado a autores mundialmente reconocidos y otras veces se
ha distinguido a escritores que hoy día se consideran menores. Pero, más allá de la polémica, ningún premio ha resultado tan significativo como el Nobel.
En su testamento, Nobel consignó que “no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio, sean escandinavos o no” (3) . Así, diez de los cien autores galardonados en el siglo XX y uno en el siglo XXI con el premio literario han escrito en español, la cuarta lengua en la historia del Nobel de Literatura luego del inglés, el francés y el alemán. A estos once autores se dedica este libro.
Los autores propondrán a los lectores un itinerario para profundizar y ampliar sus conocimientos sobre estos escritores ilustres premiados con el Nobel –cinco españoles y seis latinoamericanos– y, en general, sobre la versatilidad del español como lengua literaria. Por lo mismo, el libro se ha organizado como obra de consulta, destinado a quienes se inician en la literatura y la lectura, ya sea jóvenes estudiantes o adultos interesados en conocer algo más de las letras de España y América Latina. Esperamos que en estos textos sencillos nuestros lectores encuentren una panorámica amplia y concreta de la letras hispanoamericanas en torno al Premio Nobel, y que su lectura despierte en todos el deseo de seguir conociéndolas y de disfrutar a nuestros grandes autores. Ojalá que así sea.
Adriana Silvestri (1), (2), (3), Citas del testamento de Alfred Nobel, http://nobelprize. org/index.html. El testamento figura en http://nobelprize.org/ alfred_nobel/will/index.html.
Acerca del español como lengua literaria
La reflexión a la que invita el título propuesto podría extenderse a todas las lenguas modernas, en las cuales abundan los estudios históricoculturales y filológicos que dan cuenta de los respectivos procesos que han llevado a esas lenguas a su estado actual, desde sus orígenes remotos.
En el caso del castellano, contamos con una bibliografía vasta y valiosa, al alcance de todos los estudiosos, pero no de todos los lectores: el grado de especialización requerido por esas lecturas puede ser mayor o menor, pero es una exigencia siempre algo intimidante para quien aspira a un acercamiento más bien familiar, que sin abrumarlo contribuya a enriquecer esas nociones recibidas por todo el mundo a lo largo de su educación. Nadie ignora, por ejemplo, las grandes manifestaciones fundacionales de la época medieval denominadas “Mester de Juglaría” y “Mester de Clerecía”: se hayan frecuentado o no, todo hablante de la lengua ha oído mencionar el Cantar de Mío Cid o las obras de Gonzalo de Berceo. A todos les resulta conocido el nombre de Celestina, figura emblemática de un libro famoso desde fines del siglo XV. Para no decir más del Quijote, ni detallar desde ahí el caudal de obras y autores constituyente de la tradición de nuestra cultura y nuestra lengua.
Suele hablarse del río de la tradición literaria, y esa metáfora describe inmejorablemente el fluir continuo del quehacer humano llamado literatura: los distintos momentos de la historia encuentran su figuración más cabal en ese quehacer, que conjuga todas las formas, conflictos y transformaciones de la vida. Es por la palabra y gracias al arte de la palabra que podemos imaginar cómo fue la vida en el pasado, así como vemos el presente y hasta las posibilidades del futuro expresados en los poemas, dramas y novelas de las épocas más distintas y distantes.
El estudio de esas manifestaciones es, desde luego, inseparable de la historia de la lengua. En este punto encuentran su sitio los
Acerca del español como lengua literaria
esclarecedores libros de Ramón Menéndez Pidal (Orígenes del español) y Rafael Lapesa (Historia de la lengua española), para citar solo a dos de las autoridades más reconocidas en la materia. Pero no es esa dimensión (la de los libros profesionales dirigidos a profesionales) la que interesa destacar en esta oportunidad, sino aquella que importa al “lector general”; digamos, nuestro semejante.
A ese lector me apresuro a recomendarle un libro ejemplar, que es al mismo tiempo una guía y una invitación para toda persona más o menos preocupada por estas cuestiones. Su autor es el escritor y filólogo mexicano Antonio Alatorre y su título es Los 1001 años de la lengua española, publicada por Fondo de Cultura Económica. No se trata solo de una historia de la lengua, sino que el autor sustenta esa historia en las diversas plasmaciones literarias que atestiguan, mejor que ninguna otra prueba, su evolución , sus transformaciones y su incesante enriquecimiento. El lector –todo lector- encontrará en esas páginas, al mismo tiempo amenas y sabias, cuantiosos datos importantes y reveladores de cómo el castellano llegó a ser la lengua literaria que ahora es.
Dicen bien los editores al presentar esta obra maestra de divulgación, que lo es en el sentido más apreciable de la palabra: “Lector ideal de Los 1001 años de la lengua española es todo aquel que alguna vez se ha preguntado cómo nació ‘nuestra lengua’, cómo se expandió, cómo se ha diversificado”.
Empresas como la llevada a cabo con tanto éxito por Antonio Alatorre se originan y crecen, desde luego, como un acto de amor, y así lo indica el autor en su prólogo: “El español es la lengua en que fui criado, la de mi familia y mi pueblo, la de los muchos libros y revistas que leí en mi infancia (...) El español es una lengua que me gusta. Y ese gusto, exactamente ese, es el que he supuesto en mis imaginarios lectores”.
Acerca del español como lengua literaria
Esta cita me ha parecido ideal para presentar a mi vez el libro que el lector tiene en sus manos. Después de ese proceso cifrado por Alatorre en “Los 1001 años” de su título, considerando las razones que motivaron su escritura y que, cambiando lo que hay que cambiar, podrían fundamentar también la historia de otras lenguas modernas, se puede entender plenamente que diez autores principales del siglo XX, escritores en lengua castellana, hayan merecido el consagratorio reconocimiento significado por el Premio Nobel de Literatura. Con el agregado de que son varios más los autores de nuestra lengua que podrían haberlo recibido igualmente, con justicia; pero esta es otra cuestión.
Vuelvo a las razones ya apuntadas de la historia de Alatorre. Ellas me remiten a otras figuraciones y juicios acerca de la importancia literaria de nuestra lengua. A Antonio de Nebrija, por ejemplo, autor de la primera gramática del castellano -y también primera gramática de una lengua moderna-, aparecida en agosto de 1492 en Salamanca, en fecha tan próxima al comienzo de la empresa que llevaría a Cristóbal Colón al encuentro con el Nuevo Mundo.
No sin razón menciono a Antonio de Nebrija en esta nota, poco después de haber calificado el trabajo de Alatorre como un acto de amor por la lengua española: un famoso grabado –talvez de comienzos del siglo XVI- muestra al sabio gramático Nebrija dictando una lección ante don Juan de Zúñiga, maestre de Alcántara, y un grupo de cortesanos. Impresiona ver ese grabado, porque hoy lo entendemos también como un acto de amor por la lengua que ellos hablaban y que sentirían, sin duda, como “compañera del Imperio, según el decir del mismo Nebrija, quien no dejó de señalar a la reina Isabel la Católica lo que significaría la expansión del idioma en tierras entonces desconocidas.
Así fue, en efecto: numerosos grupos humanos que poblaban las enormes extensiones del Nuevo Mundo recibieron esa lengua, que pronto fue la dominante, como suele suceder en las empresas de
Acerca del español como lengua literaria
conquista y colonización. Pero a su vez las lenguas indígenas, que eran centenares y muy diversas, enriquecieron el español en una medida extraordinaria. Decenas de esas lenguas han desaparecido, y tal ocurrencia es una pérdida irreparable para la humanidad; pero la verdad es que son muchas las voces de ese mundo originario que animan nuestros diálogos cotidianos en toda la América hispana, sin que nos demos cuenta cabal de su presencia. Un rápido registro del aporte americano al español peninsular remite, como sabemos, a familias lingüísticas tan influyentes y extendidas en su hora como el taíno, el náhuatl, las numerosas lenguas mayas, el quechua, el aymara, el mapudungun y el guaraní, por citar solo algunas de ellas.
En tiempos muy próximos a Nebrija, el gran humanista Hernán Pérez de Oliva (sabio preocupado también por los viajes colombinos) le encarecería a su sobrino Agustín de Oliva “usar bien la lengua en que naciste. Porque sabrás que en el hombre discreto es parte principal de la prudencia saber bien su lengua natural. Y además de esto, ella es atadura de amistades, testigo del saber y señal de la virtud...”.
Acerca del español como lengua literaria
Nebrija y Pérez de Oliva dijeron, pues, en su hora, la preocupación y el amor por la lengua castellana.
Los ejemplos como estos son muchos y podrían multiplicarse, pero no es inoportuno atraer precisamente esos dos nombres y esos momentos a esta breve nota de presentación de un libro que registra y expone lo que en el siglo XX ha sido una expresión mayor del reconocimiento universal a los valores y a los bienes artísticos conquistados en nuestra lengua, esos bienes que Pablo Neruda describió certeramente en los versos finales de su poema Los libros:
Los libros tejieron, cavaron, deslizaron su serpentina y poco a poco, detrás de las cosas, de los trabajos, surgió como un olor amargo con la claridad de la sal el árbol del conocimiento.
Esta exaltación de la palabra escrita en los versos nerudianos me ha parecido la mención necesaria para cerrar estas fugaces reflexiones sobre un asunto de larga y permanente actualidad, pues la literatura y los libros son todavía el espacio en el cual puede sobrevivir lo mejor del pensamiento y de la sensibilidad humanas.
Pedro Lastra Santiago de Chile, julio de 2009
Biblioteca Nacional de España (Madrid). La escultura de Nebrija fue ejecutada por Anselm Nogués.
Antecedentes
Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Federico García Lorca, poetas de la Generación del 27.
LOS PREMIOS LITERARIOS
Competir en el arte de crear con el lenguaje oral y escrito ha sido una constante desde la Antigüedad. Los ejemplos más conocidos son probablemente los certámenes de Teatro que se organizaban en la Grecia clásica (se dice que en ellos Sófocles triunfó veinticuatro veces). Asimismo, las “Floralia” romanas, festividades en honor a la diosa Flora, que dieron origen a los “Juegos Florales” en Francia, a fines de la Edad Media, famosos por la amplia concurrencia de trovadores y por los premios con que se reconocían las mejores poesías. A pesar de tan larga historia, el siglo XX puede considerarse el momento de auge de los premios literarios. Solo en España se entregan anualmente más de ochenta, que provienen tanto de instituciones estatales y públicas en general, como de entidades privadas, es decir, fundaciones literarias o empresas editoriales.
Para los escritores en el idioma español, el de mayor importancia es el Premio Cervantes, reconocido por su panhispanismo, en virtud del cual se ha otorgado, desde 1976, tanto a escritores de España como de Hispanoamérica. A su vez, el Premio Planeta de novela, otorgado desde 1952 a escritores en castellano, es uno de los galardones privados más reconocidos en el género, porque, a pesar de duras críticas contra algunas de sus adjudicaciones, resulta muy apetecido debido a que entrega la suma más cuantiosa de dinero después del Nobel. Otro premio muy reconocido es el Nadal de novela que, instaurado en 1944, funda su prestigio en el hecho de ser el más antiguo de España. Por su parte, la mayoría de los países de Hispanoamérica ha establecido, desde hace décadas, premios nacionales y/o internacionales de novela, cuento, teatro,
Antecedentes
ensayo o poesía, los que en muchos casos han devenido en prestigiosos referentes.
Así, el premio cubano de Casa de las Américas que se entrega desde 1960 en diversos géneros; el Premio Rómulo Gallegos de Venezuela, instituido en 1964; el suculento premio anual que entrega la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, a la obra completa de un escritor en el idioma español; el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, también entregado en México a la obra literaria de una mujer escritora en nuestra lengua. Finalmente, casi todos los países hispanoamericanos reconocen e incentivan con sus premios nacionales la calidad de los creadores locales.
En los usos universales, algunos premios literarios se conceden a autores noveles o inéditos, poco conocidos por el gran público y precisamente para apoyarlos en los desafíos de la creación y en la difusión de sus obras. Otros, en cambio, se destinan a autores ya consagrados, como reconocimiento a una obra literaria madura y a la trayectoria como artista de la palabra escrita.
Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel 1956
En todos los casos, los premios son documentos inestimables para conocer las tendencias predominantes y la orientación del gusto en una época. En este último sentido, el Nobel de Literatura resulta un valiosísimo testigo de los siglos XX y XXI, porque encarna una tradición de más de cien años y porque, entre los premios literarios de importancia universal, es el más antiguo y más popular en la actualidad.
Antecedentes
Pablo Picasso, pintor y escultor español creador, junto con Georges Braque y Juan Gris, del movimiento cubista.
LA LITERATURA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XX
A pesar de las innegables influencias del resto de Europa en el arte y la literatura de España durante el siglo XX, su profunda tradición, su religiosidad a ratos contradictoria y una historia divergente, profundizaron un cierto aislamiento nacional y originaron un ritmo propio, que marcaron a la literatura española y a sus escritores con rasgos de una fuerte y peculiar identidad.
El paso del siglo XIX al XX se anunció en España con la presencia de un grupo renovador de intelectuales conocido como “La Generación del 98”. Fue en esos años que España sufrió la pérdida de sus últimas colonias: Cuba y Puerto Rico en América y las Filipinas en el Pacífico. El gran Imperio español se desintegró definitivamente y sus intelectuales y artistas abordaron la tarea de analizar la depresión en que se había sumido el país, cuestionando todo, incluso la propia idea de ser una “generación”. Entre los miembros más destacados de esta élite estaban Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Antonio Machado, Pío Baroja y Jacinto Benavente, este último premiado posteriormente con el Nobel.
Las vanguardias europeas de principios de siglo, los llamados “ismos” como el dadaísmo o el surrealismo, tuvieron escasos representantes en esta España aislada, pero su influencia inspiró novedosas ideas estéticas, que luego serían retomadas por la “Generación del 27”, año en que se celebrara el tricentenario del gran poeta barroco Luis de Góngora.
Antecedentes
Los miembros de este último grupo intelectual, aunque no definieron cánones explícitos, impulsaron la creación artística en España hacia los altos niveles que alcanzaría décadas después, especialmente en poesía, con personalidades excepcionales como Pedro Salinas, el Premio Nobel Vicente Aleixandre, Federico García Lorca y Rafael Alberti, entre muchos. En otras áreas de la creación artística, España descolló con grandes creadores como Buñuel en el cine y, en las artes plásticas, Salvador Dalí y Pablo Picasso.
El distanciamiento del contexto europeo durante más de la mitad del siglo XX libró a España de verse involucrada en las dos guerras mundiales. Sin embargo, no se libró del choque de las poderosas corrientes ideológicas, políticas y sociales de la época: se desencadenó internamente un dramático proceso político que culminó con la asoladora Guerra Civil, seguida de una desoladora posguerra. La escritura de esos tiempos, sobre todo la novela, permaneció encerrada dentro de España en cánones anticuados; en cambio, los artistas y pensadores que debieron exiliarse en México y otros países latinoamericanos, pudieron desarrollarse e interactuar con los creadores locales, dando y recibiendo valiosos aportes en todas las áreas de la cultura, la creación y el pensamiento. Como ejemplo, baste citar a María Zambrano, a José Gaos, a Ramón Xirau, Tomás Segovia, José Bergamín y Luis Buñuel, entre otros. Muchos de los creadores del exilio se han conocido y han sido “recuperados” en la España después del franquismo; simultáneamente, su influencia sigue viva en diversos aspectos de las literaturas hispanoamericanas.
(1902-1999) escritor español, reconocido como poeta de la Generación del 27. Está considerado uno de los mayores literatos españoles de la llamada Edad de Plata de la literatura española.
Antecedentes
Antonio Machado (1875-1939) Poeta español, miembro tardío de la Generación del 98. Entre su obra poética más conocida por ser musicalizada por el cantante español Joan Manuel Serrat se destaca: “Caminante no hay camino”.
A partir de la década del sesenta, España comenzó a abrirse a la influencia de otras corrientes estéticas y literarias.El desarrollo de una industria editorial nacional y los aires refrescantes permitieron la traducción y publicación de autores que, como James Joyce, habían estado prohibidos durante la larga dictadura de Francisco Franco.
A fines de esa década y en los setenta se consolidó la edición en España con numerosos escritores nacionales y con lo que se daría en llamar “el boom latinoamericano”, integrado por escritores hasta entonces desconocidos procedentes de las nuevas letras de América Latina.
En general, la segunda mitad del siglo XX resultó prolífica en autores y géneros en España. Además de las literaturas regionales y en lenguas como el catalán, el vasco y el gallego, que encontraron su propia trayectoria, en español aparece una amplísima producción. Es difícil abordar esta prolífica literatura desde una perspectiva histórica y sugerir conclusiones, porque muchos autores continúan escribiendo y cada día aparecen nuevos e innovadores poetas o novelistas. No obstante, pueden citarse nombres indiscutidos como Miguel Delibes, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Manuel Vázquez Montalbán, Terenci Moix, Eduardo Mendoza, Javier Marías y Arturo Pérez Reverte .
El sostenido y vigoroso desarrollo de la industria editorial española, que sentara las bases materiales para esta nueva etapa de la creación literaria dentro del país, también desencadenó la consolidación de una literatura “panhispana” en el mundo, con sus secuelas de traducciones a otros idiomas y el estímulo al conocimiento de las
Antecedentes
letras y la lengua castellana. Desde entonces hasta el momento, la literatura en español ha recibido nada menos que 8 premios Nobel: Juan Ramón Jiménez, Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, Vicente Aleixandre, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.
LA LITERATURA EN HISPANOAMÉRICA DEL SIGLO XX
Los escritores hispanoamericanos fueron encontrando una voz propia luego de la emancipación de España, proceso que ocurrió a principios del siglo XIX en casi todos los países, con la excepción ya señalada de Cuba y Puerto Rico, que fueron perdidas por España a raíz de la Guerra Hispanoamericana en 1898.
No obstante la búsqueda de una identidad continental y de la definición de identidades nacionales mediante voces, retóricas y cánones propios, Hispanoamérica siguió siendo influenciada por las tendencias literarias que se originaban en Europa y que cruzaban el Atlántico y los Andes, para ser retomadas con temáticas nacionales, con estéticas mestizas o criollas y situadas en geografías muy distintas de las originales. No solo España siguió influyendo en las letras hispanoamericanas; también las corrientes inglesas, alemanas y francesas llegaron a América. Tal fue el caso, por ejemplo, del romanticismo, movimiento de enorme fuerza a ambos lados del océano.
Debió aguardarse hasta fines del siglo XIX para que surgiera un movimiento y un poeta que recorrieran la trayectoria inversa, es decir, que originados en América extendieran su influencia hacia Europa, particularmente hacia España: el nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío.
Jorge Luís Borges (1899-1986)
Escritor argentino, uno de los autores más destacados del siglo XX.
Antecedentes
Mario Vargas Llosa, Premio Nobel 2010
A Darío se le considera el origen y la máxima expresión del modernismo, aunque numerosos críticos han encontrado antecedentes en otros escritores hispanoamericanos, como el cubano José Martí.
La peculiar escritura del nicaragüense, tanto en poesía como en prosa, propuso una profunda renovación de la poética en español y fue fuente de inspiración para grandes escritores como los mexicanos Amado Nervo y Alfonso Reyes, para el argentino Leopoldo Lugones y para los españoles Ramón del Valle Inclán y Juan Ramón Jiménez, en especial en sus obras tempranas.
Una vez saciada la necesidad histórica e ideológica de distanciarse de España, los escritores hispanoamericanos comenzaron a revalorizar la literatura clásica española y a sentir como propia la lengua común, en la que se habían formado y a través de la cual habían conocido a los grandes autores del Siglo de Oro. El diálogo abierto por Rubén Darío se prolongó de ida y vuelta a lo largo del siglo, consolidando vínculos profundos entre la poesía española y la hispanoamericana, pero sobre todo, entre la lengua compartida por ambos mundos. En uno y otro lado del océano proliferaron y se intercambiaron las revistas literarias, a falta de empresas editoriales que publicaran las obras.
Es importante señalar que, en el caso particular de la narrativa, Hispanoamérica produjo en la primera mitad del siglo XX una prosa de teñidos tonos criollistas, en ocasiones obsesionada por la geografía descomunal del continente en contraste con la vulnerabilidad del ser
Antecedentes
humano, así como por la diversidad de sus pueblos indígenas, por el misterio de la historia prehispánica, por la denuncia del dolor de los oprimidos y por luchas sociales contra los resabios del colonialismo, del racismo y las desigualdades sociales.
Jorge Isaacs en Colombia; Baldomero Lillo o Manuel Rojas en Chile; Mariano Azuela, Rosario Castellanos y Juan Rulfo en México; José María Arguedas en Perú son, entre muchos otros, ejemplos inolvidables de ese extenso periodo de la narrativa hispanoamericana.
Un repaso de la literatura de Hispanoamérica en el siglo pasado, aunque sea somero, no puede omitir la referencia a las grandes voces poéticas que surgieron a lo largo y ancho del continente. Son poetas de diversas inspiraciones y estilos muy diferentes, que lograron rescatar y renovar el inagotable caudal poético del castellano desde los más diversos ángulos expresivos. En una enumeración parcial, antojadiza y panamericana, baste con citar a César Vallejo, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Roque Dalton, Ernesto Cardenal, Octavio Paz, Nicanor Parra y Gonzalo Rojas.
Finalmente es necesario referirse al momento central en las letras hispanoamericanas registrado en la narrativa de los años sesenta y setenta del siglo XX con el denominado “boom”, al que aludíamos en párrafos anteriores. El desarrollo de las comunicaciones y el transporte, la intensa circulación de ideas liberales y la esmerada educación que recibían las clases medias de la época en Hispanoamérica, habían agregado a la tradición literaria continental elementos de universalidad y, sobre todo, una sólida conciencia de poseer una peculiar identidad que les autorizaba a revolucionar las formas narrativas, las temáticas y el uso de la lengua común.
Autores de la talla de Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Donoso, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Alejo Carpentier trascienden las fronteras nacionales y continentales y son publicados en España por editoriales con buen oficio y sentido estratégico.
Antecedentes
Carlos Fuentes (1928-2012)
Uno de los escritores mexicanos más conocidos de finales del siglo XX. Entre sus obras destacan: Aura , La muerte de Artemio Cruz y Terra Nostra
Desde Barcelona y Madrid viajan ediciones de miles de ejemplares hacia los países de América, inclusive hacia Estados Unidos, y hacia Francia o Alemania, en donde el castellano y sus expresiones literarias comienzan a ser estudiadas en las principales universidades.
Por otro lado, la fuerza y la originalidad de esta narrativa hispanoamericana despierta el interés de editores ingleses, alemanes, franceses, italianos, norteamericanos o japoneses, que organizan nutridos catálogos hispanoamericanos en sus propias lenguas.
El nuevo diálogo literario entablado entre España e Hispanoamérica no se ha vuelto a interrumpir hasta nuestros días. Todos los países que comparten la lengua y que la viven como patrimonio literario, forman un todo de rica complejidad indisoluble, conscientes de ser, en el español, una diversidad única en el mundo y una unidad diversa gracias a la riqueza de sus matices particulares.
Stockholm Konserthuset. Aquí se presenta el Premio Nobel de Literatura.
José Echegaray (1904)
José Echegaray y Eizaguirre nació en Madrid el 19 de abril de 1832 y murió en septiembre de 1916, también en Madrid. Se casó con Ana Perfecta Estrada.
Fue hombre de muy completa formación y fundado prestigio: estudió ingeniería y matemáticas, y se graduó como el número uno de su promoción en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, en donde luego ejerció como catedrático de Matemáticas y Física.
También tuvo tiempo para ser uno de los dramaturgos más populares de su época y para desempeñarse en altos cargos como político de ideas republicanas y liberales: fue diputado por Asturias, Director de Obras Públicas, ministro de Fomento, ministro de Hacienda, fundador del Partido Radical, creador del Banco de España, presidente del Ateneo de Madrid, presidente de la Real Academia Española, en 1886, y presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturaleza entre 1901 y 1916.
En 1904, Echegaray se convirtió en el primer español en recibir un Premio Nobel, que compartió con el poeta francés provenzal Frédéric Mistral. El Rey de Suecia y la comisión sueca organizadora le entregaron el premio al año siguiente en Madrid.
“En reconocimiento por las numerosas y brillantes composiciones que han revivido de manera propia y original las grandes tradiciones del drama español”.
Obra
Estrenó 67 obras de teatro, 34 de ellas en verso, con gran éxito entre el público de la época. Entre ellas podemos mencionar:
La hija natural (1865)
La esposa del vengador (1874)
El libro talonarion (1874)
En el puño de la espada (1875)
En el pilar y en la cruz (1878)
Conflicto entre dos deberes (1882)
En el seno de la muerte (1879)
De mala raza (1886)
Mariana (1892)
El hijo de Don Juan (1892)
Mancha que limpia (1895)
El loco de Dios (1900)
La crítica considera que las siguientes son sus mejores obras:
O locura o santidad (1876)
El gran galeoto (1881-1908)
En el campo científico produjo obras de divulgación como Ciencias populares (1905) y Vulgarización científica (1910) y dedicó los años finales de su vida a escribir varios tomos de Física Matemática.
Acerca de su obra
La distinción del Premio Nobel otorgado a Echegaray fue muy discutida en su época. Él mismo mantuvo siempre una actitud distante con sus obras, aunque contaba con la admiración de importantes autores coetáneos y gozaba de gran prestigio en la España de principios del siglo XX, en los campos de la literatura, la ciencia y la política.
Echegaray enfrentó la crítica de las vanguardias literarias y, en particular, de los escritores reunidos en la “Generación del 98”, como José Martínez Ruiz “Azorín”, Pío Baroja, los hermanos Manuel y Antonio Machado, Miguel de Unamuno. Estas elites consideraban que sus obras teatrales eran falsas, efectistas y que culminaban con finales patéticos. Por el contrario, sus escritos científicos se caracterizan por una infalible lógica matemática en sus estructuras, considerando planteamiento, desarrollo y desenlace.
Más allá de las críticas de las élites contemporáneas, ya con distancia histórica, hay que reconocer que las obras de Echegaray insisten en los temas del honor ultrajado y la venganza, en el contexto de situaciones inverosímiles. Mientras que los autores franceses, como Alejandro Dumas, preferían incursionar en la realidad social y tratar temas tales como el alcoholismo, el engaño a las mujeres o la estafa, Echegaray se encerraba en una temática “hispana” centrada en la culpa y el pecado, la conciencia religiosa y la toma de la justicia por mano propia ante el temor a la deshonra.
Otro aspecto que provocaba ironías explícitas contra la dramaturgia de Echegaray era el el tipo de verso elegido en varias de sus obras. Comentaba un crítico teatral de la época que hacer hablar en verso rutilante a don Álvaro o al Manrique de El Trovador, puede estar bien, pero que un financiero que se arruina o que un pobre padre burgués, vestido de levita y chaqueta, razonen en octosílabos va contra la propia esencia de su carácter.
Acerca de su obra
La obra dramática de nuestro primer Premio Nobel en español no ha resultado trascendente para las letras ni para el teatro de este idioma; sin embargo,resulta muy reveladora para conocer la sociedad adormecida y las modas culturales más divulgadas de una época en la que, paradójicamente, España vivía experiencias políticas, económicas y sociales de gran trascendencia. El discurso pronunciado en 1886 por don José Echegaray en la Real Academia de las Ciencias de España no corresponde a su obra dramática ni literaria; sin embargo, revela su solvencia intelectual y nos transmite su compromiso crítico como científico y político liberal.
Fragmento
“Si prescindiendo de aquellos siglos en que la civilización arábiga hizo de España el primer país del mundo en cuanto a la ciencia se refiere, solo nos fijamos en la época moderna, y comenzamos a contar desde el siglo XV, bien comprenderéis que no es esta, ni puede ser esta, en verdad, la historia de la ciencia en España, porque mal puede tener historia científica, pueblo que no ha tenido ciencia. La imperfecta relación que habéis oído, es resumen histórico de la ciencia matemática, sí, pero en Italia, en Francia, en Inglaterra, en Holanda, en Alemania, en Suiza es donde renace la geometría cartesiana, la teoría de ecuaciones, el análisis algebraico, la teoría de los números, los cálculos del infinito, el análisis indeterminado, el cálculo combinatorio, la moderna geometría trascendente y la teoría de las curvas: es la historia de la ciencia allá donde hubo un Viete, un Descartes, un Fermat, un Harriot, un Wallis, un Newton, un Leibnitz, un Lagrange, un Cauchy, un Jacobi, un Abel. No es la historia de la ciencia aquí, donde no hubo más que látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo”. *
* Nota: Discurso leído ante la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en la recepción pública de José Echegaray, 1886.
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El gran galeoto Fragmento
JULIÁN
TEODORA
JULIÁN
Mira, Teodora: nosotros pagamos lo que debemos al amparar a ese joven desdichado como a deudo, y a la obligación se agregan exigencias del afecto: que vale tanto por sí como por hijo de Acedo. Pero en toda acción humana siempre hay algo de complejo, siempre hay dos puntos de vista, y siempre tiene un reverso la medalla. Con lo cual, decirte, Teodora, quiero que en este caso, son casos más que contrarios, diversos, el de dar y recibir protección, y que me temo que al fin le sepan mis dones a humillación por lo menos. Él es noble y es altivo, y casi, casi, soberbio, y a su situación, Teodora, es forzoso hallarle término. Hagamos por él aún más, y finjamos hacer menos.
¿De qué modo?
Vas a ver... Pero él viene. (Mirando hacia el fondo.)
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TEODORA
JULIÁN
ERNESTO
JULIÁN
ERNESTO
JULIÁN
Pues silencio. […]
Con el caso que tratamos ¿qué tiene que ver todo eso?
Que al verme, señor, aquí, amparado y recogido, lo que he pensado, he creído que piensan todos de mí: que al cruzar la Castellana en el coche con ustedes, con Teodora o con Mercedes al salir una mañana, al ir a su palco al Real, al cazar en su dehesa al ocupar en su mesa de diario el mismo sitial, aunque a su optimismo pese, el caso es, señor, que todos, con estos o aquellos modos, se preguntan: - ¿Quién es ese?
- ¿Será su deudo - . - No tal. - ¿Su secretario? - Tampoco.
- ¿Su socio? - Si es socio, poco trajo a la masa social. Eso murmuran.
Ninguno. Eso sueñas.
Por favor...
Pues venga su nombre.
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ERNESTO
JULIÁN
ERNESTO
JULIÁN
ERNESTO
JULIÁN
ERNESTO
Señor...
Me basta solo con uno.
Pues lo tienen a la mano: en el piso tercero.
¿Y se llama?
Don Severo.
¿Mi hermano?
Justo: su hermano.
(acto I, escena II)
O locura o santidad
Fragmento
LORENZO
ÁNGELA TOMÁS
¿Cuál es su enfermedad? ¿Qué nombre tiene?
¿Cómo se cura? Porque debe curarse de algún modo. Es preciso, don Tomás, es preciso que usted salve a mi hija.
¿Cuál es su enfermedad? Una de las que causan más estragos entre los vivientes. ¿Qué nombre tiene? Amor le llaman los poetas; nosotros, los médicos, le damos otro nombre. ¿Cómo se cura? Hoy por hoy, con el cura; y es tan probado específico, que al mes de haberlo usado, ni memoria queda en ambos cónyuges de la fatal dolencia.
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ÁNGELA
TOMÁS
LORENZO
ÁNGELA
TOMÁS
¡Qué bromas tiene usted, don Tomás! Me ha dejado usted sin gota de sangre en las venas.
(Con seriedad.) Ello es que, hablando seriamente, y dadas las condiciones de esa niña, su temperamento nervioso, su sensibilidad extrema y ese su romántico amor, la dolencia es grave; y si no se busca pronto remedio en la dulce calma de la vida conyugal, Ángela, amigo mío, me duele decirlo, pero el deber me lo ordena: no cuenten con Inesita.
¡Tomás!
¿Usted cree?...
Creo que lnés ha heredado la imaginación exaltada y fantástica de su padre, que hoy la fiebre del amor circula por todas sus venas en olas de fuego. Y si no la casan ustedes, y muy pronto, con Eduardo; si ella llega a comprender que sus esperanzas no han de realizarse, los delirios de su fantasía y las violencias de su pasión, aunque no sé en qué forma, sé por desdicha que han de herirla de muerte.
(acto I, escena I)
Curiosidades en torno al autor
No empezó a escribir hasta los cuarenta años. Luego compuso más de sesenta comedias y dramas. De él dijo el matemático navarro, García de Galdeano, que “tuvo que dirigir sus envidiables y universales dotes intelectuales hacia la literatura, por lo que obtuvo más gloria y más provecho que el que le hubieran seguramente dado las elucubraciones científicas”.
Defendió las ideas liberales y las libertades individuales, fue un leal y excelente gestor, buen científico y político, llegando en cuatro ocasiones y en gobiernos diferentes, a ser ministro.
Ganó más dinero con sus obras literarias y de teatro, que hacía por divertimento, que con el ejercicio de las ciencias. Su primer libro de Física, Termodinámica, una breve reseña sobre lo que entonces era una novísima ciencia, fue editado por él mismo y, aunque se agotó enseguida, perdió con él sus ahorros. A los 83 años, después de haber escrito más de 25 tomos sobre Física Matemática, comentaba: “No puedo morirme, porque si he de escribir mi Enciclopedia elemental de Física Matemática, necesito por lo menos 25 años”.
Ramón del Valle Inclán, talentoso autor teatral, detestaba a José Echegaray. Cuando este recibió el premio Nobel, le pusieron su nombre a una calle de Madrid. Allí justamente vivía un amigo de Valle Inclán quien, cada vez que debía enviar una carta a su amigo, en lugar de escribir en el sobre “calle José Echegaray”, ponía “calle del viejo imbécil”. Los carteros, que conocían su aversión, llevaban la carta a la dirección correcta.
Valle Inclán no perdía un solo estreno de las obras de Echegaray, porque disfrutaba criticándolas con saña. En una ocasión, cuando un personaje afirmó en escena que una señora tenía “nervios de acero bajo una piel de seda”, se dice que Valle Inclán se levantó de la butaca y gritó: “¡Eso no es una mujer, es un paraguas!”
Frases para recordar
“Máxima admirable: no hablar de las cosas hasta después de que estén hechas”.
“El descubrimiento es el fruto del sentido común trabajando a alta tensión”.
“¡La belleza! Lo que es no lo sabemos ahora con certidumbre matemática; quizá no lo sepamos nunca, pero que la belleza es algo que existe, que palpita en la naturaleza y que, así como la ola que llega a la playa, rompe en espuma...”.
“Adula el que requiere de amores a la mujer a quien no ama, y aunque la ame; adula el que va a pedir un favor, y la humanidad se pasa el día pidiendo favores; adula el humilde al poderoso y el cortesano al monarca; y los emperadores adulan a sus pueblos”.
En cierta ocasión fue preguntado sobre sus tres actividades, aparentemente distintas, la ciencia matemática, la literatura y la política, a lo que contestó así:
“Las matemáticas forman una salsa que viene bien a todos los guisos del espíritu. Las matemáticas armonizan con la música y con el arte en general. Ocasiones hubo en que el afán y la necesidad de ganar dinero me animaron a cultivar la dramática. Pero mi afición a las matemáticas fue constante, era más desinteresada, más pura, más honda, más grande, en una palabra”.
“La política está por debajo de estas otras aficiones. Nunca encontré en ella ese placer íntimo que las matemáticas y la literatura me producían. Reconocí siempre que la política era necesaria en las sociedades modernas, porque con todas sus impurezas es elemento de progreso. Pero nada más. Fui político leal y sincero, y a veces político ardiente, pero la fiebre pasaba pronto y me quedaba tan tranquilo”.