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El cuidado de la salud mental una necesidad creciente

Eline Lund, Ana Díaz-Güernes y Rafa Molina

Asesores pedagógicos del Dpto. de Innovación Pedagógica de EC

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En la actualidad nuestros centros se enfrentan a retos nuevos o ya existentes, pero amplificados por el efecto de la pandemia. Uno de ellos tiene que ver con la atención al desarrollo emocional del alumnado y con la necesidad de incorporar, en diferentes ámbitos, el diseño e implementación de actuaciones para la gestión de las emociones, y la prevención y detección de los trastornos y desajustes emocionales y del estado de ánimo en el alumnado.

"En los centros educativos se hace cada vez más patente la necesidad de una formación específica y especializada en el área de la salud mental" L

a pandemia supuso un auténtico punto de inflexión en la toma de conciencia y consideración en torno a la salud emocional y mental de todos los miembros de la comunidad educativa. En los centros hemos podido ver muchos cuadros de miedos, ansiedad, dolor y angustia, y para atajarlos es necesario actuar y comenzar un proceso de acompañamiento emocional para los alumnos, con especial atención a los más desfavorecidos y vulnerables, a través de acciones de toda la comunidad educativa.

Las cifras son alarmantes en España. Dos millones de jóvenes de 15 a 29 años (30%) han sufrido síntomas de trastorno mental en el último año. Según el barómetro juvenil de vida y salud elaborado por la FAD y Mutua Madrileña, los trastornos mentales más frecuentes han sido los relacionados con la ansiedad (pánico, fobias…), con el estado de ánimo (depresión, bipolaridad…), con el desarrollo (TDA, TEA…), o con la conducta alimentaria (anorexia, bulimia…).

Los trastornos mentales y de conducta no han afectado igual a niños, niñas y adolescentes de distintas edades durante la pandemia. Los primeros son más frecuentes entre niños y niñas mayores de 12 años, mientras que los segundos aparecen más temprano. Por otro lado, también hay diferencias por sexo. Cuando son más pequeños, los niños y niñas presentan problemáticas similares, con idéntica distribución de trastornos mentales y de conducta, pero luego se observan más divergencias. A partir de los 8 años, los trastornos mentales se concentran más en las niñas, y los de conducta en los niños.

Todos estos trastornos se expresan a través del miedo, la sensación de soledad, externalización de la ira y la agresividad, obsesiones, trastornos del sueño, aislamiento o fobias.

Desde la Fundación ANAR también señalan en sus informes la preocupación por el aumento de los casos concretos en los que esos trastornos se traducen en situaciones de ideación suicida, intentos autolíticos o autolesiones. La ideación suicida no aparece de manera explícita en estas edades desde el principio, sino a través de pequeñas preocupaciones diarias detrás de las que puede haber situaciones mucho más complejas como el acoso escolar, el abuso sexual, el maltrato físico, etc.

Las relaciones sociales se fundan cada vez más en un nuevo entorno social, el virtual. Debemos tenerlo en cuenta ya que son espacios donde falta control y en los que se ofrecen, sin ningún tipo de filtro, información, juegos, retos y métodos que pueden llegar a ser muy peligrosos para los alumnos, sobre todo los más influenciables o vulnerables.

La infancia y la adolescencia son etapas en las que se desarrolla el cerebro, las emociones, la personalidad y en las que paulatinamente se van adquiriendo herramientas para hacer frente a situaciones y condiciones emocional y psicológicamente complejas. Las personas adultas estamos obligadas a acompañar a niños, niñas y adolescentes en estas etapas y a atender a sus necesidades psicológicas. Por ello es esencial dar una respuesta temprana y adecuada cuando aparece cualquier tipo de trastorno mental o conductual.

Una necesidad creciente en los centros educativos

En los centros educativos se hace cada vez más patente la necesidad de una formación específica y especializada en el área de la salud mental, que les ayude a actuar de la manera más adecuada de acuerdo a su formación y responsabilidad.

Ayudar a los alumnos, y a los propios docentes, a saber gestionar las emociones se traducirá en la resolución de muchos de los conflictos donde la falta de control sobre la ira o la frustración se traduce en reacciones violentas o desmesuradas sobre el otro o sobre sí mismos. Implicar al profesorado y dotarlo de herramientas se convierte en un paso crucial.

No podemos proteger a los niños y niñas de todo –hay trastornos mentales y de conducta difíciles de prevenir–, pero desde todos los sectores de la sociedad estamos obligados a dotarles de las herramientas y recursos más adecuados para enfrentarse a los problemas emocionales o psicológicos que les puedan afectar. No podemos

olvidar que el derecho fundamental a la salud, recogido en todas nuestras cartas de derechos, incluye, irreductiblemente, el derecho a la salud mental.

Esta preocupación cada vez más global en los distintos estamentos educativos se plasma en actos como el celebrado el pasado 10 de octubre, donde tres ministerios (Sanidad, Educación y Formación Profesional y Universidades) se unieron para tratar este tema a través del testimonio de escritores, estudiantes y del Presidente de la Plataforma de la Infancia que compartieron preocupaciones e iniciativas en el campo de la salud mental.

Junto a esas exposiciones también se contó con Ana Freire, Rafael Tabares, Gemma Filella Cristina Larroy o Miquel Munarriz, todos ellos relacionados con el ámbito de la salud mental y la gestión emocional. Se habló de prevención a través de inteligencia artificial, de la necesidad de aprender a manejar las emociones, la incidencia en los centros universitarios, la prevención de la ideación suicida como una carrera de fondo o escuchar la voz de los jóvenes en todo este proceso.

"El sentimiento de seguridad es un factor indispensable para el bienestar mental"

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