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Navidad, el gran encuentro inspirador del nuestra vida

¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia!

Isaías (52,7-10)

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Departamentos de Administración, Comunicación, Cooperación, Innovación Pedagógica y Pastoral de Escuelas Católicas

En este momento histórico en el que estamos y situándonos en nuestro ser Escuela Evangelizadora, acogemos la llamada a ser signos de paz que anuncien la Buena Noticia que tanto necesita nuestra realidad. Partimos del gran regalo que nos ha hecho Dios encarnándose en nuestra historia cotidiana para proclamar FELIZ NAVIDAD y compartir con vosotros lo que este encuentro suscita en nosotros: alegría, esperanza e impulso para construir un mundo mejor en el que toda persona tenga cabida.

Como escuela católica, somos espacio de encuentro de distintas realidades: profesorado y el PAS, padres y madres, alumnado, realidades del entorno… Somos lugar privilegiado para poder anunciar el gran encuentro del Dios-con nosotros. Normalmente los equipos de pastoral de nuestros colegios son los encargados de dinamizar todas las acciones, campañas, eucaristías, comisiones, representaciones y reflexiones del inicio del año litúrgico. Pero, ¿qué pasaría si el Departamento de Pastoral de EC, en lugar de escribir el artículo de la Navidad, en lugar de hablar y llevar la voz cantante, fuera el que planteara una dinámica para escuchar a los otros departamentos y desde otras perspectivas? Al entrar en ese establo de nuestra sociedad y contemplar al Dios niño, pequeño y frágil, ¿qué les saldría compartir a los departamentos de Comunicación, Cooperación, Administración e Innovación Pedagógica de Escuelas Católicas?

Esta ha sido la propuesta que les hicimos y su respuesta ha venido enriquecida con la originalidad y riqueza de su mirada. Así, nos han recordado la Gran Historia del Dios con nosotros que nos ha sido regalada y, por ello, nos pide ser contada. Una buena historia a narrar en lo cotidiano de la vida, ya sea en nuestra esencia educativa o en la gestión económica doméstica, tan necesaria en estos días. Así, desde lo pequeño y cotidiano, podremos descubrir y narrar la Navidad real que se encarna en tantas situaciones actuales necesitadas de justicia y esperanza.

Una Gran Historia a contar con la vida…

Tyrion Lannister, en un momento crucial de “Juego de tronos”, clama que “no hay nada más poderoso en el mundo que una buena historia. Nadie puede detenerla, ningún enemigo vencerla”. La misma serie que acoge a este épico personaje es un ejemplo de su arenga; no cabe duda de que “Juego de tronos” es en sí misma una gran historia que ha atraído a millones de espectadores en todo el mundo.

El mundo de la comunicación, y sobre todo del marketing, han entendido a la perfección la importancia de contar con una buena historia y se han arremangado para buscarla como el zahorí busca agua en el desierto. Así, Campofrío vende jamón york apelando a las niñas seguras de sí mismas, o Coca-Cola vende sus botellas de negro brebaje ilusionando con “la magia de creer” en la victoria en el Mundial de fútbol de Qatar.

Si “Juego de tronos”, Campofrío y Coca-Cola tienen buenas historias que contar… ¿qué podemos decir de nuestra HISTORIA? Dios se encuentra con la humanidad encarnado en un niño que en cada paso de su vida nos cuenta una historia, una parábola para comprenderlo y comprender. Pero va más allá de la mera historia, del storytelling, del arte de contar una buena historia, avanza hacia el storydoing. Esta es una nueva estrategia de marketing que trata de implicar al consumidor haciendo que deje de ser un espectador pasivo para convertirse en protagonista de la historia de la marca. Lo que es nuevo para el marketing es lo que hizo hace más de 2.000 años ese niño en el pesebre, transmutarnos en protagonistas activos de su historia desde el momento en que es anunciado. Qué gran inspirador ese Dios que se abaja a caminar con nosotros con humildad. La misma humildad con la que nosotros debemos contarle, la misma sencillez con la que debemos aprender a transmitirle. Porque si parte de la esencia de nuestra misión es comunicar la buena noticia, en la esencia de nuestra misión está la comunicación. Y por eso es importante que aprendamos a hacerlo bien, a cuidar los detalles, a transmitir, a entusiasmar, a inspirar. Es nuestro deber y nuestra responsabilidad honrar la gran Historia que nos ha sido regalada contándola con la grandeza que merece.

"Navidad en Belén era rodearse de aquellos que eran los últimos para los que mandaban, política o religiosamente. Lo mismo tenían que soportar impuestos que diezmos… sangría, sangría…"

…traducida en nuestra esencia

En este tiempo, queremos pensar que una corriente de aire esperanzado recorre otra vez nuestra vida educativa, a pesar de todas nuestras urgencias y quebrantos. Creemos firmemente en el poder de la educación para construir una sociedad más fraterna y queremos ser escuela evangelizadora, innovadora y creativa, que sepa afrontar los cambios necesarios para educar en clave de futuro sin perder nuestra identidad. Sabemos que la llave está en servir mejor a las personas que nos rodean, generando el compromiso de trabajar por la justicia y la paz. ¡Qué magnífica tarea tenemos encomendada!

¡Sabemos que tenemos y podemos hacer cosas maravillosas! La tarea es ardua, pero tenemos que poner manos a la obra. Hagamos un Pacto fundado en el valor de cada persona, como hizo el buen samaritano, basado en el amor, el respeto, el servicio mutuo y el desvelo de los unos para con los otros.

Os ofrecemos tres obsequios para que Él, que renace cada Navidad, resuene con más fuerza dentro de nosotros: la misericordia, para afrontar los tiempos difíciles; la reflexión para la acción, a la hora de crear un mundo mejor; y la esperanza viva que vuelve a nacer para cada uno de nosotros.

Jesús, nuestro gran inspirador, nos alienta con su presencia y sigue dándonos los ojos del corazón para vislumbrar y cuidar a nuestro prójimo, y la luz de la razón para llevar a buen término nuestra tarea pedagógica. Ahora, en Navidad, y ¡siempre!

… y “los dineros” que gestionamos cada día…

En muchos ambientes de comunidades eclesiales o grupos de fe es fácil percibir un axioma que flota en el ambiente: el dinero lo ensucia todo. Pensamos así, y lo decimos, y además creemos que ese pensamiento refleja un mejor trasfondo evangélico del corazón de quien lo dice.

Pensamos, imbuidos de un cierto toque profético, que lo importante es salir a las periferias, que la pobreza es el lugar donde mejor nos podemos encontrar con Dios. No pocas veces se han hecho opciones de inserción entre los pobres, que deben ser sostenidas por el trabajo y la economía de otros. ¿Qué nos pasa con la economía y el dinero?

En Navidad celebramos que Dios se humaniza, toma nuestra carne, se hace uno de los nuestros. Por lo tanto, Jesús trabajaría con su padre que hoy diríamos era autónomo. Haría sus buenas jornadas de trabajo en la carpintería hasta que le dio por las cosas de su Padre… Y comprarían trigo para comer pan, y María iría a comprar algún pescado, y quizás además de la vaca y el buey primigenios tuvieran alguna gallina ponedora… No lo sabemos porque nadie anexó a los evangelios el inventario patrimonial.

¿Alguien puede pensar que Jesús nuestro Redentor, y su Sagrada Familia no tuvieron que gestionar su economía doméstica y su actividad económica? Algunas veces el exceso de incienso nos nubla la vista. Hoy encontramos en la economía y en la dimensión y sentido de los recursos una plataforma privilegiada para hablar de Jesús, para evangelizar de forma integral.

La Navidad también nos enseña que en la abundancia o en la carestía siempre hay detrás personas, sueños, proyectos. Que una justa distribución no lo es solo de la riqueza, sino primera y especialmente una justa distribución de las oportunidades, y lo otro vendrá solo.

No me gusta quien demoniza la economía, porque quizá lo hace desde la seguridad de un plato en la mesa y ropa en el armario (por no alargar la lista). A Cristo recién nacido le regalaron oro, siempre interpretado como símbolo de “realeza y majestad”. Pero quisiera yo saber qué buen uso le dio María… “un poquito para unas sandalias para José, otro poco para la educación del niño, otro poco para un perfumito para mí que me lo merezco…”.

… para vivir la Navidad real, aquí y ahora.

En un mundo como el que nos toca vivir hoy, parece una insolencia hablar de la Navidad. Guerra muy cerca de nuestras puertas, gente ahogada en nuestras playas (en las mismas en las que tomamos el sol y cervecitas), millones de personas que comerían hasta hartarse con el desperdicio de lo que nosotros tiramos a la basura… ¡Qué mundo! ¿Estamos para Navidades?

No pocas veces pienso que el mayor problema no es el mundo, sino lo que pensamos cuando oímos hablar de “Navidad”. Cuánto daño ha hecho determinado tipo de “cine americano” que nos ha atrofiado el concepto de la Navidad.

Navidad en Belén era nacer en un territorio ocupado y sujeto a tensiones, revueltas, incluso había grupos que hoy diríamos terroristas. Navidad en Belén es hablar de pobreza y necesidad para muchos. Navidad en Belén es hablar de que una enfermedad te marginaba porque era castigo de Dios… para ciegos, cojos, mudos… “si no pecó él, pecaría su madre”…

Navidad en Belén era rodearse de aquellos que eran los últimos para los que mandaban, política o religiosamente. Lo mismo tenían que soportar impuestos que diezmos… sangría, sangría…

Pero qué nos pasa que nos olvidamos de la realidad de lo que fue, y que sigue siendo hoy. Por eso SÍ merece la pena celebrar la Navidad: porque en un mundo no tan distinto en el fondo, Dios sigue apostando por la dignidad y la redención para todos, para todos y cada uno. Hoy, como cada día, sigue siendo necesario el encuentro salvador que solo Jesús puede regalar al corazón de cada hombre y mujer. Ayer en Galilea, hoy en Ucrania. Ayer en las puertas de Jerusalén, hoy en una valla que no se abre. Ayer en una barca que se hundía en el mar de Galilea, hoy en una barca que se hunde en el Mediterráneo.

Hoy de una forma especial el encuentro único de Dios con los hombres y mujeres es una invitación constante a agrandar nuestra tienda, a acoger a todos. Hacer de nuestra tienda un espacio de encuentro: “Agranda tu tienda de campaña, extiende sin miedo el toldo bajo el cual vives; alarga las cuerdas, clava bien las estacas, porque te vas a extender a derecha e izquierda” (Isaías 54, 2-3).

Piénsalo bien… ojalá pudiéramos con una cooperación justa regalar a cada hombre, a cada mujer, y a cada niño este susurro antes de dormir: “Tendrás seguridad en la esperanza, te sentirás protegido y dormirás tranquilo” (Job 11, 18).

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