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Directo al corazón. Es tiempo de escuchar

Ana María Sánchez García. Presidenta de EC

Nos acercamos de nuevo a la Navidad. Un tiempo que nos ofrece, no solo el disfrute de las vacaciones que probablemente estamos deseando, los encuentros con familiares y amigos y tantas otras cosas que nuestra sociedad consumista ha ido añadiendo, sino también, y ojalá fundamentalmente, la oportunidad de encontrarnos con el misterio más asombroso: Dios encarnado en un niño.

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Este niño, en su fragilidad y silencio, nos trae una buena noticia, una palabra de parte de Dios: que nuestro mundo tiene arreglo, tiene salvación, que Dios sueña para nosotros un futuro diferente. Si nos ponemos a la escucha, si nuestro corazón conecta con el suyo, este niño nos habla de paz, de amor, de justicia, de fraternidad… y en esta escucha se renueva nuestra esperanza.

Este niño, nacido hace tantos siglos, nos conecta también con las generaciones más jóvenes de nuestro mundo en el presente. Niños y niñas, adolescentes y jóvenes que, desde la diversidad de situaciones que viven, tienen algo, o más bien mucho, que decirnos.

“En nuestra sociedad envejecida, en la que la proporción de jóvenes disminuye sin cesar, corremos el riesgo de acallar sus voces, de no darles suficiente espacio para expresarse”

Uno de los compromisos que nos propone el Pacto Educativo Global es este: “Escuchar la voz de los niños, adolescentes y jóvenes, para construir un futuro de justicia y de paz, y una vida digna”. Como nos señala el Instrumentum Laboris del mismo Pacto, “es el momento de escuchar el grito que surge de lo profundo del corazón de nuestros jóvenes. Es un grito de paz, un grito de justicia, un grito de fraternidad, un grito de indignación, un grito de responsabilidad y de compromiso para cambiar con respecto a todos los frutos perversos generados por la actual cultura del descarte” (IL3).

Las generaciones más jóvenes nos están dando repetidas muestras de su sensibilidad ante determinados temas en los que la humanidad se juega su futuro: la paz, la defensa de los derechos humanos, la ecología, la igualdad de género… Sus voces nos hablan de un deseo profundo de un nuevo modelo de sociedad. El papa Francisco nos repite insistentemente: “Debemos escucharlos con el corazón abierto… son sabios a pesar de su edad”.

En nuestra sociedad envejecida, en la que la proporción de jóvenes disminuye sin cesar, corremos el riesgo de acallar sus voces, de no darles suficiente espacio para expresarse. La educación puede y debe ser ámbito privilegiado para el diálogo intergeneracional, en el que acojamos los deseos y aspiraciones que habitan el corazón de los jóvenes y les ayudemos a conectarlos con los valores que queremos transmitirles, en el que los dotemos de herramientas adecuadas para que puedan elegir y comprometerse, en el que aprendan a encarnar sus sueños en una transformación real del mundo en que viven.

Es tiempo de escuchar… con ternura, con asombro, con apertura de corazón. De esta escucha surgirá, sin duda, vida nueva. Escuchemos en esta Navidad al Niño, y escuchemos cada día -de corazón a corazón- a los niños y niñas, a los adolescentes y jóvenes a los que acompañamos en su camino de crecimiento.

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