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Algunos recuerdos de “un partido que había que jugar”

José Mª Alvira Duplá secretario general de Escuelas Católicas de 2012 a 2020

“Este partido hay que jugarlo, aunque llueva, haga mucho viento o el campo no esté en condiciones”. Utilizando un símil deportivo, me repetía con frecuencia esta frase en septiembre de 2012 cuando, al empezar mi tarea como Secretario General de Escuelas Católicas, se me hacía ver que la situación en el ámbito educativo no era, ni mucho menos, favorable.

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En efecto, estaba en marcha la elaboración de una nueva Ley educativa (¡otra más!); había encuentros y desencuentros con el equipo ministerial de aquel momento, precisamente a causa de algunos aspectos del Proyecto de ley ; todavía persistían las consecuencias de una crisis económica que afectaba a amplias capas de la población; estaba en marcha una dura campaña -las “camisetas verdes”- promovida por varios sectores sociales, que no solo defendían la escuela pública, sino que atacaban directa y frontalmente a la concertada… No eran tiempos fáciles, ni tampoco se presentía que fueran a ser mejores a corto o medio plazo.

Pero, en realidad, ¿cuándo han sido fáciles los tiempos para la enseñanza concertada y, en particular, la católica? Ni antes ni después hemos conocido períodos de bonanza o, al menos, de serenidad y calma.

Ahora, al echar la vista atrás y rememorar el período en que ostenté aquella responsabilidad en Escuelas Católicas, creo poder decir que fueron ocho años -desde 2012 hasta 2020- intensos y apasionantes. Sería imposible recoger en unas pocas líneas todo lo vivido en aquellos años. Vienen a mi mente recuerdos de muchos encuentros y vivencias, así como de las numerosas personas e instituciones con las que mantuve contacto en todo ese tiempo. Escuelas Católicas se mueve en muy diferentes ámbitos y en todos ellos procuré tener una presencia activa y significativa, consciente de lo que representaba.

Espíritu de diálogo de Escuelas Católicas

Uno de los principales lugares de presencia y actividad fue el sector político. Escuelas Católicas siempre se ha mostrado abierta a dialogar con todas las agrupaciones políticas y ha querido preservar su independencia respecto a ellas. No siempre resulta cómoda esta postura, que a nosotros siempre nos ha parecido la más responsable.

En 2012 había una nueva ley educativa en ciernes (la LOMCE) y en el proyecto sobre el que se estaba trabajando había varios aspectos que no nos convencían. Mientras otros sectores criticaban de manera frontal y sin matices la nueva ley, en nuestra organización fuimos haciendo un análisis serio y detallado de sus contenidos más novedosos. Veíamos aspectos positivos y otros no tanto, y así lo hicimos saber, tanto en los despachos ministeriales como en nuestras comparecencias públicas. Algo parecido sucedió pocos años después, cuando (¡de nuevo!) se estaba gestando otra Ley de educación (LOMLOE). También mantuvimos contactos con el equipo ministerial del momento, de distinto signo político que el anterior. Lo curioso es que en este segundo caso la relación era más cordial, pero las diferencias de fondo eran mucho mayores.

La pluralidad de escuelas en la sociedad, con la presencia de centros de iniciativa social junto a las del sector público, siempre ha contado con defensores y detractores. El consenso alcanzado en el artículo 27 de nuestra Constitución parecía haber dejado zanjada la cuestión al resolver el enfrentamiento de posturas históricas excluyentes. Es decir, sentaba las bases para un necesario Pacto Educativo. Pero pudimos ver que en estos años volvían a plantearse polémicas que creíamos superadas, resucitando viejos enfrentamientos sobre la cuestión educativa. Había quien parecía empeñado en volver a controversias seculares en España y establecer antagonismos entre igualdad y libertad de enseñanza; entre escuela pública y escuela privada; entre educación confesional y escuela laica…

Defensa de la libertad de enseñanza

Por eso, a lo largo de los ocho años, la defensa de la libertad de enseñanza fue, junto con otras personas e instituciones, una constante en nuestro trabajo. Esa defensa, con argumentos que me siguen pareciendo sólidos, probablemente no sería necesaria si en algún momento la sociedad española hubiera llegado a un Pacto Educativo. Esta ha sido siempre una aspiración y una demanda de nuestra organización que, más allá del acuerdo al que se llegó con la redacción del artículo 27, no se han visto cumplidas.

Hubo un momento, entre los años 2017 y 2018, en que parecía que se podría alcanzar ese Pacto. Pero, después de más de un año de trabajos en una subcomisión parlamentaria y de más de 80 comparecencias en la misma por parte de diversas personas e instituciones, incluida la nuestra, se truncó esa posibilidad; esta vez por la retirada de partidos y sectores educativos que, en el fondo, no deseaban ningún pacto. Fue, en cierto modo, la crónica de un final anunciado. En aquellos momentos me sentí, como otros muchos, engañado y estafado por la actitud irresponsable de algunos políticos y diversos grupos significativos del ámbito educativo. Por eso, probablemente en estos momentos nos bastaría -aunque soy consciente de que para algunos ya sería mucho con que todos los sectores implicados asumieran y reafirmaran cordialmente el pacto constitucional, con todas sus consecuencias.

Misión evangelizadora de la escuela

La escuela católica contribuye desde su perspectiva particular a la misión evangelizadora de la Iglesia. Por eso, somos Iglesia y nos sentimos parte de la misma. Siempre experimenté la cercanía y el apoyo de la inmensa mayoría de la jerarquía de nuestro país y de los sectores católicos de la sociedad. Los contactos que mantuve con ellos fueron frecuentes y estimulantes. En muchas ocasiones tuve la fortuna de sentir una sintonía personal, que iba más allá de la institucional. Desgraciadamente, también hubo excepciones y percibí en ocasiones cierta desconfianza de parte de algunos miembros de la jerarquía y de algunas organizaciones eclesiales. Fueron la excepción, pero constituyó la parte más dolorosa de mi experiencia durante aquellos años. Naturalmente, no atribuyo ese desapego a la mala voluntad, sino al desconocimiento de nuestra organización, de la escuela católica y del mundo escolar en general.

Con otras asociaciones de titulares o patronales mantuvimos, en general, una relación amistosa y de entendimiento mutuo. Las relaciones con las organizaciones sindicales me proporcionaron una experiencia muy interesante. Las interminables negociaciones sobre las cuestiones laborales daban lugar a muchos quebraderos de cabeza, mucho tiempo que en ocasiones no me parecía tan necesario y, también, algunas satisfacciones. Por medio de los encuentros y los desencuentros que comportaban esas negociaciones llegué a comprender mejor los entresijos que lleva consigo toda negociación “política”. Debo decir que mi relación personal con los representantes de los principales sindicatos de la enseñanza fue -y creo que sigue siendo- excelente. Otra cosa distinta era cuando nos sentábamos a negociar, aunque supongo que eso forma parte de la normalidad…

Relación con los medios de comunicación

Escuelas Católicas ha estado siempre presente en los medios de comunicación y enseguida comprendí que así debía ser. No siempre me resultó cómoda esa presencia; pero debo decir que me fui acostumbrando a asumirla con naturalidad y una buena disposición. Llegué a comprender que el mundo de la comunicación juega un papel fundamental en nuestro mundo. Las numerosas solicitudes que se nos hacían desde los más variados medios de comunicación eran un índice de la relevancia que se le concedía a nuestra organización. Para nosotros, era importante dar a conocer a la sociedad nuestros puntos de vista sobre las cuestiones educativas. Confieso que, por otra parte, no soy muy amigo de las redes sociales; no estoy en ellas a título personal (a pesar de las insistencias…), pero ahí también debe estar Escuelas Católicas, y lo hace con solvencia.

EC, referente de la educación católica fuera de nuestras fronteras

La dimensión internacional constituye otro escenario en el que se mueve nuestra organización. La relevancia y valoración positiva de la escuela católica española que se hace desde otros sectores va más allá de nuestras fronteras. He podido comprobar que, en muchos aspectos, Escuelas Católicas es un referente para la educación católica en Europa e, incluso, fuera de ella. Por otra parte, siempre hemos mantenido una labor de cooperación con otros países menos favorecidos en el campo educativo. Desgraciadamente, esta labor, con la consiguiente reducción del departamento correspondiente de nuestra sede, ha ido a menos a lo largo de los últimos años, debido a los recortes de los fondos públicos destinados a ese fin. Ha permanecido, a pesar de todo, la estrecha colaboración con la educación en Guinea, siguiendo una tradición empezada por la ONGD de Escuelas Católicas, FERE-CECA, hace muchos años.

Congresos de EC como lugar de encuentro

Había asistido en numerosas ocasiones a los congresos de Escuelas Católicas, pero tuve la fortuna de vivir desde dentro cuatro de ellos a lo largo de esos ocho años. Ha sido toda una experiencia: de trabajo intenso en la sede durante meses, de reflexión y aprendizaje para todos los que participábamos en su organización, de convivencia con muchas personas y entidades, de algunos momentos complicados, pero también de muchos gratificantes. También, y sobre todo, los congresos de Escuelas Católicas han sido y siguen siendo una muestra de la vitalidad de la organización, así como de la competencia y entrega de las personas que trabajan en la sede nacional.

Acompañamiento a nuestros centros

Pero no todo son ocasiones “especiales”. La actividad fundamental de Escuelas Católicas es la que se realiza día a día por medio de los diferentes departamentos de la sede. Gracias a su trabajo y dedicación, hemos tratado siempre de apoyar a los centros y a sus titulares, de dar orientaciones, de colaborar en la resolución de situaciones críticas, de estimular y proporcionar medios de formación, de representar con solvencia a nuestros centros y titulares ante otros muchos estamentos. En ese trabajo cotidiano he encontrado, como he tenido ocasión de repetir muchas veces, un grupo profesional y humano excelente. Es el aspecto fundamental de mi experiencia como Secretario General.

Últimos meses al frente de la Secretaría General de EC

Y, casi al final, llegó la pandemia. Los últimos meses de mi trabajo en la sede nacional coincidieron con los primeros momentos de la pandemia, quizá los más duros y desconcertantes. Como en otros muchos sectores sociales, la escuela tuvo que reinventarse. Los centros católicos supieron estar a la altura y dieron muestras evidentes de creatividad, disponibilidad y cercanía a los alumnos y a sus familias. Nuestra organización supo estar ahí, apoyando, orientando y animando. A pesar de las dificultades -o quizá, precisamente a causa de ellas- la escuela católica salió fortalecida. Hemos aprendido mucho de cómo afrontar de manera positiva situaciones complicadas e inéditas, como la que todos hemos vivido en esa época.

Al final, y más allá de errores y aciertos en mi actuación personal -ha tenido que haber, sin duda, de unos y de otros- me quedo con el ejemplo de las entidades titulares y con la comprensión y apoyo que de ellas recibí. Lo mismo puedo decir de cuantos formaban parte de los diversos órganos de gestión y gobierno de Escuelas Católicas, tanto en la sede central como en las autonómicas. Y, por supuesto, con el sentido de equipo -de trabajo y, sobre todo, humano- de quienes compartieron conmigo el trabajo y la dedicación en la sede nacional a la tarea de enriquecer la magnífica aportación de la escuela católica a nuestra sociedad y a la Iglesia.

JOSÉ Mª ALVIRA, RECONOCIDO CON LA ENCOMIENDA DE LA ORDEN CIVIL DE ALFONSO X EL SABIO

El pasado 20 de diciembre de 2022 José Mª Alvira, secretario general de Escuelas Católicas de 2012 a 2020, recibió en el Ministerio de Educación y Formación Profesional la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, una condecoración que el religioso marianista acogió como “un reconocimiento a Escuelas Católicas, y al importante papel que siempre ha jugado al frente de la institución”. A lo largo de su mandato, y a través de un proyecto coordinado, de calidad, coherente y dialogante, José Mª Alvira se mantuvo siempre firme y fiel a sus principios en defensa de la libertad de enseñanza y de la escuela católica, representó a la institución en los ámbitos internacionales, nacionales y autonómicos, en los eclesiales, en los institucionales… reforzó el valor de la institución y fue garante de la importancia de su acompañamiento a las entidades titulares y los centros afiliados, conduciendo a la escuela católica por los caminos de la coherencia, la constancia, la solidez y la resiliencia. Con este galardón, que reconoce los méritos contraídos en el ámbito educativo, José Mª Alvira ingresa en la Orden Civil de Alfonso X, y como colofón a la labor desempeñada en Escuelas Católicas, le hemos pedido que haga memoria y nos cuente en este artículo cómo vivió esos ocho años al frente de la Secretaría General de Escuelas Católicas.

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