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¿Estamos cuidando la salud mental de los menores?

Silvia Álava Sordo. Doctora en Psicología Clínica y de la Salud. Colegiado M16238
Desde la pandemia las noticias sobre salud mental están cada vez más presentes y nos hemos hecho más conscientes de la importancia que tiene cuidar nuestras emociones. Esta tendencia se ha agudizado aún más en el caso de los niños y los adolescentes.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud no es solamente la ausencia de afecciones o enfermedades, sino que es un estado de completo bienestar físico, mental y social. La “Salud Mental” es un estado de bienestar, en el cual, la persona es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

¿Qué nos está ocurriendo?

Las tensiones normales del día a día se han incrementado. Las situaciones que viven los niños y los adolescentes cada vez son más complicadas, pero, sin embargo, no les hemos dotado de estrategias que les permitan sentir que pueden manejar con éxito ese día a día.

Como hemos comentado, la pandemia ha sido un acelerador de muchos cambios sociales, sin embargo, cuando hablamos de salud mental, no todo es culpa suya. Antes de la COVID-19 los trastornos mentales afectaban al 25% de la población, y con la pandemia y las restricciones este dato se ha incrementado. El confinamiento y las restricciones, además de pasarnos factura emocionalmente, ha destapado muchos de los problemas de salud mental que estaban invisibilizados en la sociedad. Según la OMS (2022), el número de personas con estados ansiosos y depresivos aumentó en más de un 25% solo durante el primer año de pandemia, observándose un claro repunte de los niveles de ansiedad y estrés, con alrededor de un tercio de las personas adultas reportando altos niveles de angustia. Para el segmento de población más joven, esa cifra llega a 1 de cada 2 personas.

Según los datos que aporta la Sociedad Española de Pediatría, la pandemia ha provocado un aumento de hasta el 47% en los trastornos de salud mental de los menores.

Es importante conocer que la prevalencia de los trastornos mentales en adolescentes europeos de 15 a 19 años es del 20%, siendo lo más común trastornos del estado del ánimo como ansiedad y depresión. También encontramos trastornos de la conducta, TCA (trastornos de la conducta alimentaria), TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), TEA (trastorno del espectro autista), consumo de sustancias y entre un 8% y un 10% de suicidio e ideación suicida. En estos momentos más del 20% de los adolescentes se autolesionan, muchos de ellos porque no tienen estrategias para gestionar el dolor emocional. Solo el 50% de los chicos y chicas que se autolesionan tienen un trastorno mental. Este dato es especialmente grave, poque el 50% de los adolescentes que se autolesionan tienen ideas de suicidio y cuanta más recurrencia, mayor frecuencia, variedad e intensidad de la autolesión, más riesgo hay para el suicidio.

La felicidad es un estado en el que caben todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables

¿Qué ha cambiado en la sociedad para que los datos de trastornos mentales se hayan disparado de esta forma?

Estos datos nos hacen preguntarnos ¿qué ha sucedido en la sociedad para que la salud mental de los menores se haya visto tan afectada? La sociedad está cambiando, muy deprisa, se trata de un cambio rápido y global, que empezó en el ámbito económico en los años 60 del siglo pasado, pero que la pandemia ha acelerado con la revolución que ello ha conllevado. 

Ha cambiado mucho cómo lidiamos con el malestar. La idea de que nuestra meta en la vida es ser felices y esa confusión entre la emoción de la alegría y la felicidad no ayuda a tener una visión realista de nuestra vida. La alegría es una emoción agradable, en la que se incrementa nuestra energía y que a todos nos gusta experimentar. Sin embargo, la felicidad es un estado en el que caben todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables. Si pensamos que ser feliz implica estar bien, alegres, contentos, haciendo cosas divertidas 24 horas al día, los siete días de la semana, vamos por muy mal camino. Con esta definición, ninguna persona en el planeta Tierra sería feliz. Estar experimentando alegría, o emociones agradables todo el tiempo, sencillamente es imposible.

La felicidad tiene más que ver con estar en paz, en calma, a gusto con nosotros mismos, aceptando nuestra vida, nuestra realidad y entendiendo todas las emociones, tanto las agradables como las desagradables. Se trata de trabajar la idea de “felicidad eudaimónica”. La felicidad, desde esta perspectiva, no está reducida al placer, sino que atiende a todo el potencial del ser humano, al crecimiento personal, a las relaciones positivas, a la autoaceptación, a la autonomía personal…

Esta perspectiva de felicidad promueve educar a los hijos y a los alumnos en valores, en principios, hacerles seguros, autónomos y responsables, enseñándoles a disfrutar del crecimiento personal y dotándoles de esas herramientas necesarias tanto para enfrentarse con éxito a su día a día, como para proteger su salud mental.

También ha cambiado cómo lidiamos con las expectativas. El modelo que tienen los jóvenes ha cambiado. No solo educan sus padres y sus profesores, la influencia ya no solo viene de su grupo de amigos, las redes sociales tienen mucho que ver en este aspecto. Y es que en muchas ocasiones les muestra un mundo que no corresponde con la realidad. Les hace sentirse frustrados por ser los únicos que no tienen algo o que no hacen cosas divertidas. El “algoritmo” solo les muestra lo que quieren ver, lo que unido a su poca experiencia vital hace que muchas veces sientan la frustración de no poder alcanzar lo que quieren y sienten que lo merecen porque lo ven en los demás a través de las redes.

Quizá es el momento de que empecemos a revisar qué mensajes estamos dando como sociedad, son mensajes que no son realistas y que no ayuda a cuidar la salud mental de nadie, ni de niños, ni de adolescentes, ni tan siquiera de los adultos.

“Tú puedes con todo”. Cuidado con este eslogan, porque no es del todo cierto. Tenemos que ser conscientes de cuáles son nuestros puntos fuertes, pero también nuestras limitaciones y el esfuerzo que tendremos que estar dispuestos a realizar, para de esta forma, ser realistas en los objetivos que nos marcamos.

Cuidado con una sociedad que patologiza la normalidad y normaliza la patología. El sufrimiento no es patológico, no se medica, forma parte de la vida y el sufrimiento cero no existe. Trabajemos enseñando a los menores a manejar y gestionar las expectativas y las emociones desagradables.

A todo esto, se añade el cambio en el soporte familiar. Y es que hoy en día a las familias les falta lo más importante para poder proteger la salud mental de sus hijos: tiempo. Los niños y los adolescentes necesitan que sus padres estén ahí, que estén con ellos por las tardes, durante el fin de semana, para poder proporcionar ese apoyo emocional, para poder “sostener” a sus hijos.

La realidad es que las dificultades en la conciliación no lo hacen posible, dado que muchos padres y madres directamente no pueden estar. A esto se añade la invasión de las pantallas, ya que muchas veces los adolescentes están en su habitación encerrados con sus dispositivos electrónicos, reduciéndose así la convivencia y la vida familiar. Los que me conocéis sabéis que yo soy “fan” de las cenas en familia, y siempre digo que hay que propiciar tanto el espacio como el tiempo para el encuentro. Y esto no hay que hacerlo solo cuando llega la adolescencia, sino que la confianza y el clima familiar se trabaja desde pequeños, si no lo hemos hecho antes, intentarlo en la adolescencia puede ser demasiado tarde…

El 50% de los primeros síntomas de una enfermedad mental aparece antes de los 14 años. Además, las enfermedades mentales pueden generar una gran incapacidad y llegar a tener una alta mortalidad (suicidio). Por eso es tan importante conocer qué podemos hacer para cuidar la salud mental tanto de nuestros alumnos, como de nuestros hijos. Los padres y profesores tienen un papel activo e importante en la salud mental de los hijos y alumnos.

Los padres y profesores tienen un papel activo e importante en la salud mental de los hijos y alumnos

¿Cuáles son los factores de riesgo que pueden potenciar un problema de salud mental en los menores?

Los trastornos mentales tienen un componente genético muy alto, por lo que es importante conocer si hay familiares cercanos (principalmente padres y abuelos) con trastornos mentales, dado que debe ser un dato a tener en cuenta. Estos niños podrían tener una mayor fragilidad y es aún más necesario cuidar su salud mental para que esta no se rompa.

La familia puede ser un elemento protector de la salud mental, pero también un elemento de riesgo. No todos los padres y madres han sabido construir un vínculo de seguridad con sus hijos, y también nos encontramos casos de familias con realidades muy complicadas donde los niños son incluso víctimas de abuso.

Las dinámicas familiares patológicas, con discusiones, o con procesos de separación y divorcio complicados, también pueden ser otro de los factores que quiebren la salud mental de los menores. Cuando el odio hacia la expareja es mayor que el amor hacia los hijos, las posibilidades de que estos sufran, lo pasen mal, e incluso desarrollen un problema de salud mental, crecen exponencialmente. En mi trabajo como psicóloga, estos son de los casos que más me duelen: adultos que están viviendo procesos de separación muy complicados, o que rompieron con sus parejas y se llevan mal, y que meten a sus hijos en medio de la ruptura, contándoles “lo malo que es papá o lo mala que es mamá”. Eso solo quiebra la seguridad de los menores, que necesitan sentirse seguros y queridos. Y muchas veces cuando llegan a la adolescencia debutan con trastornos mentales, en ocasiones muy graves.

La sobreprotección es otro de los factores de riesgo. Cuando no les permitimos que se desarrollen correctamente, que hagan las cosas para las que sí están preparados, no les estamos enseñando las herramientas necesarias para desenvolverse con éxito en la vida. Detrás de estos padres con un estilo educativo sobreprotector, muchas veces está el mal entendimiento del amor maternal o paternal. “Es que es pequeño, ya tendrá tiempo para hacer esas cosas el resto de su vida… si a mí no me cuesta nada…”. El problema es que con esta actitud les estamos impidiendo que se desarrollen correctamente. Además, muchos progenitores llevan muy mal que sus hijos lo pasen mal, verlos experimentar emociones desagradables. Sienten que se les parte el corazón cuando ven sufrir a sus hijos y por eso les evitan cualquier tipo de malestar. Desde entretenerles con cualquier cosa, cuando dicen “me aburro” a permitirles todo para que no se frustren. ¿Y esto qué consecuencia tiene? Que no han aprendido a convivir con las emociones desagradables, y cuando sienten enfado, tristeza, frustración, miedo… no saben cómo manejarlas y piensan que les va a ocurrir algo terrible.

Además, este estilo educativo, correlaciona con un menor desarrollo de habilidades socioemocionales, con niños más inseguros, dependientes emocionalmente, más infelices, e incluso hay autores que lo relacionan con una mayor probabilidad de ser víctimas de acoso escolar. También está relacionado con tener un mayor número de trastornos tanto “internalizantes” (como, por ejemplo, depresión, ansiedad, problemas psicosomáticos…), como “externalizantes” (problemas de conducta, respuestas agresivas…). Cuando los niños crecen con un padre o una madre sobreprotector, que está “sobrevolando encima” (esos famosos “padres helicóptero”), para que no les pase nada, para que no sufran… pueden desarrollar la idea de que el mundo es un lugar peligroso, por eso papá y mamá están siempre a mi lado. Eso puede influir en su correcto desarrollo socioemocional y puede propiciar la aparición de trastornos como los comentados.

La falta de límites les genera inseguridad y no les ayuda a controlar sus impulsos. Y las recompensas inmediatas les impide desarrollar la capacidad de auto regulación.

Que los niños y adolescentes estén expuestos a situaciones traumáticas es otro de los grandes factores de riesgo para su salud mental. Por desgracia tenemos muchos menores que sufren abuso físico y sexual. Maltrato por parte de sus familiares o maltrato por parte de sus compañeros. Ser víctima de bullying es otro factor de riesgo que tiene consecuencias psicológicas más allá del período escolar. Los problemas sociales y el trauma asociado, están detrás de muchas conductas autolíticas e ideación suicida de los adolescentes. Es importante que detectemos situaciones como el acoso escolar, fracaso escolar, abuso sexual, maltrato físico o emocional, negligencia, familias disfuncionales, maltrato… por el peligro que tienen en el correcto desarrollo de los menores.

Hay que propiciar tanto el espacio como el tiempo para el encuentro

El aislamiento: no tener un grupo de apoyo, una buena red social que permita sentir a ese niño o a ese adolescente que alguien le sostiene, le apoya… es otro de los factores de riesgo. Lo que nos dice la evidencia científica, es que no es tan importante el número de personas que forman ese grupo, sino la percepción que la persona tiene de él. Es decir, lo importante es que el sujeto sienta que, si le ocurre algo, puede llamar a alguien, un familiar o un amigo que le va a escuchar y le va a apoyar. Por eso en todas las formaciones en los centros educativos, insistimos tanto en que es importante que los niños y adolescentes tengan una persona de apoyo en el centro escolar. Que sientan que si les sucede algo, pueden acudir a un docente a contarle lo que les ocurre, también es un factor protector de su salud mental.

La generación actual de adolescentes es la generación que más “soledad no deseada” está sintiendo. Y esto es paradójico, dado que están más conectados que nunca, pero, sin embargo, poco integrados. No sienten que pertenezcan a un grupo, a una realidad. Tienen muchas fotos en sus redes incluso muchos “likes” y seguidores, pero pocos amigos verdaderos y pocas conversaciones significativas.

El consumo de tóxicos, como alcohol, tabaco, THC…  afecta al correcto desarrollo del cerebro. El cerebro no termina de madurar hasta en torno a los 25 años. Por lo que sustancias tóxicas que socialmente están aceptadas, como el alcohol o el tabaco, afectan a su correcto desarrollo.

Podemos hacer mucho para mejorar la salud mental de los niños y de los adolescentes. Es una tarea de todos, tanto de las familias, como de los centros educativos. Sin olvidarnos de que como sociedad, también debemos de cambiar muchos de los mensajes que estamos compartiendo.

Se trata de dotarles de herramientas y recursos, para que aprendan a conocer sus emociones, a reconocer por qué se sienten así, a entender la información que les dan esas emociones, y a saber cómo manejarlas. Es clave trabajar las habilidades socioemocionales y dejarles espacio para el autoconocimiento, que se conozcan a ellos mismos.

Podemos hacer mucho para mejorar la salud mental de los niños y de los adolescentes

Señales de alarma

Si eres padre, madre o docente, seguro que estás preocupado por la salud mental de los menores. Es importante conocer cuáles son las señales de alarma que podemos ver tanto en las aulas como en casa, que nos pueden hacer sospechar que este menor necesita ayuda para poder proporcionársela:

  • Alteraciones en el sueño (insomnio o somnolencia).

  • Falta de concentración y de atención.

  • Baja el rendimiento escolar.

  • Comportamientos de riesgo.

  • Cambios en la conducta alimentaria.

  • Irritabilidad. Ataques de ira. Cuidado porque la irritabilidad es un indicador de depresión en los niños.

  • Preocupaciones constantes (niños obsesivos o rumiativos).

  • Sensibilidad a la crítica.

  • Retraimiento y aislamiento familiar y social.

  • Falta de disfrute. Está triste.

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