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"Ser, estar, edcuar... con nombre propio". La intrahistoria

Victoria Moya. Directora del XVII Congreso y del Departamento de Comunicación de EC
Corría el mes de julio de 2023 cuando la Comisión de Contenidos del XVII Congreso de Escuelas Católicas comenzaba su andadura. Un equipo de personas de muy distinta formación, de muy distinto “pelaje”, se reunía para empezar a pensar en el tema del Congreso de EC de noviembre de 2024. Cada uno con su sueño, cada uno con su mochila… cada uno con una misma idea: ser capaces de dar con los mejores contenidos, con el mejor tema y el mejor lema para aportar a la escuela católica las mejores herramientas, la reflexión más acertada y las ideas más claras para seguir moldeando su misión con los mejores barros.

Así comienza la intrahistoria de este nuevo Congreso de Escuelas Católicas. Miguel de Unamuno acuñó el término ‘intrahistoria’ para referirse a esta otra historia, menor, cotidiana, que sirve de fondo a la otra historia más visible y notable que cuentan los libros. Así, en la historia del Congreso llegarán los ecos del lema, de los ponentes de primera línea, del relumbrón de las actuaciones… pero quedarán ensordecidos los relatos de cómo se llegó hasta allí, de las horas de reuniones, de los documentos infinitos, de la investigación profunda o incluso de lo que fue descartado por falta de tiempo, de acuerdo o de idoneidad. Sin embargo, sin esta intrahistoria no habría historia, y por eso me empeño en dedicarle unas palabras a esa historia que no por cotidiana es menor, ya que sin ella lo mayor no sería posible.

No es fácil enfrentarse al folio en blanco. De hecho, una de las grandes aportaciones que la IA ha hecho al común de los mortales es precisamente ayudarle a manchar el folio con algunas ideas básicas de las que partir para avanzar. Como digo, no es fácil enfrentarse al folio en blanco y la intrahistoria de esa Comisión de Contenidos de la que hablaba al principio lo hacía con la presión de cada Congreso y con la misma pregunta amenazando la reflexión: ¿seremos capaces de reinventarnos, de mejorar lo ya logrado, de ser fuente de inspiración renovada para los nuestros? Cada vez parece más difícil, y siempre nos exigimos un poco más, así que la respuesta nunca se tendrá hasta que el nuevo congreso sea ya pasado y podamos evaluarlo con franqueza.

No es fácil enfrentarse al folio en blanco… pero esta vez pareciera que todos estuviéramos inspirados por una misma fuente; una que, habláramos de lo que habláramos, acababa arrastrándonos con su corriente sutil hacia un mismo tema: las personas. Si alguien ponía encima de la mesa el compromiso y la identificación con la identidad de la escuela católica, enseguida nos surgía que el compromiso era el de las personas, y que desde ellas debía tratarse. Hablábamos de educar con esperanza y desde la esperanza, obviamente había de ser desde las personas y para las personas; que aparecía la ya trillada IA, pues nos nacía trabajarla desde la humanización frente a la despersonalización. Y así con cada tema que iba surgiendo: el futuro de la escuela católica y por tanto de su sentido de acompañamiento a las personas desde una apuesta social; la escuela para la acción que transforma, genera cambio y piensa… en las personas; el cuidado integral de profesores y alumnos, las personas otra vez; las familias, la pertenencia, incluso la felicidad, educar desde la FElicidad como termómetro de la fe… siempre las personas.

Si alguien ponía encima de la mesa el compromiso y la identificación con la identidad de la escuela católica, enseguida nos surgía que el compromiso era el de las personas

Entonces nos rendimos a la evidencia y por eso este año, las personas que dan vida a la comunidad educativa son las protagonistas, y lo son en el plano individual y en el de conjunto, resaltando los valores y la identidad de la educación católica.

“SER, ESTAR, EDUCAR… CON NOMBRE PROPIO”, tres verbos verbos que son clave en el proceso educativo. “SER” enfatiza en la identidad y los valores fundamentales, “ESTAR” implica presencia activa y compromiso, y “EDUCAR” hace alusión a la misión de la escuela. Una misión que se centra en la individualidad y la atención personalizada, destacando la importancia de reconocer a cada persona “CON NOMBRE PROPIO” y de manera única en la comunidad educativa. Conocer sus necesidades, intereses y capacidades; ofrecer acompañamiento personalizado; y respetar la diversidad y singularidad de cada persona.

Así, en nuestro Congreso, exploraremos la profunda conexión entre el ser, el estar y el educar; y descubriremos cómo nos quiere Dios, no como una masa homogénea, sino como individuos con una historia única que contar. Pero también como un todo, como un ser que solo con otro ser cobra todo su sentido.

Queremos reconocer y honrar la labor de quienes conforman la comunidad educativa, destacando lo especial de cada persona; fomentar un sentido de cuidado y acompañamiento a cada maestro, cada alumno, cada familia; promover la construcción de relaciones cercanas y significativas dentro de la comunidad educativa; resaltar la importancia de la dignidad humana en la labor educativa; celebrar la identidad de la educación católica; comprender, promover y resaltar los valores fundamentales que subyacen en nuestra labor educativa católica y en la formación integral de las personas; impulsar la responsabilidad personal y social en la promoción de una comunidad educativa basada en los valores del Evangelio. Ahí es nada… Y volvemos a la intrahistoria. Con todo esto armado, ahora toca que nos ayuden a representarlo en un cartel que reúna en una sola imagen todo eso que queríamos transmitir. Pepe Montalvá ha sido el artífice, el artista, el creador. Nos conoce bien, ¡cómo no!, si es una parte de nosotros. El nos ofreció, como siempre, opciones de fondo, huyendo de la superficialidad, porque apuesta siempre por un trabajo reflexivo, deconstruido para construir en cada mente y en cada corazón según su manera de percibir. Optamos por una de sus propuestas más sencillas, porque nos parecía que transmitía con toda sencillez ese protagonismo que tienen las personas en este congreso. Un rostro que pone expresión humana a un congreso y que se transmuta en lema para ser reconocido. Un rostro que puede ser intercambiado por muchos rostros que representarán distintas realidades. Un rostro que es, está y educa, un rostro que podría ser el de cualquiera de nosotros, porque cada uno somos con nombre propio y tenemos un sitio privilegiado y responsable para ser, estar y educar.  El Congreso de Escuelas Católicas ha conseguido en sus anteriores ediciones anticiparse al futuro de la educación en cada momento, a lo que iba a venir, a los retos que era necesario vislumbrar desde lejos y que nuestros centros deben acabar afrontando. Con esa vocación de mirada hacia el futuro, apostamos en este momento por poner en el centro a las PERSONAS, seguros de que en ellas está la fuerza de la escuela.

Fomentaremos la interacción de manera significativa a través de sesiones de preguntas y respuestas, encuentros y diversas actividades diseñadas para nutrir un diálogo enriquecedor. Este no será solo un escenario para compartir ideas, sino un espacio donde las sinergias florecerán, donde las expectativas de los asistentes, los ponentes, patrocinadores y stands se convertirán en realidades palpables.

Os invitamos a sumergiros en esta experiencia educativa única. Contamos con vuestra participación en este evento que transformará la forma en que entendemos y vivimos la educación. ¡Únete a nosotros para celebrar y potenciar a las PERSONAS que dan vida a la educación católica en España!

Os invitamos a sumergiros en esta experiencia educativa única. Contamos con vuestra participación en este evento que transformará la forma en que entendemos y vivimos la educación
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