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Algo sucedió aquella noche, y dura hasta hoy, hacia un mañana

Arantza Jaka. Departamento de Pastoral de Kristau Eskola

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Algo sucedió aquella noche. Algo diferente. Algo nuevo. Algo inimaginable, pero que, sin querer y sin esperarlo, aunque alguien sí que lo esperaba, una sencilla mujer de Nazaret llamada María y también el mismo Dios, dio origen a una diferente manera de tejer humanidad.

No se dio de manera esplendorosa, pero sí generó un esplendor que nadie imaginaba. No obstante, hubo que esperar a uno de los turnos de la noche para descubrirlo, porque la noche cerrada, precisamente en la intensa oscuridad, facilitaba mucho mejor percatarse de la luz; de una luz diferente, envolvente, cercana, gloriosa, portadora de Mensaje, alegre, guía, capaz de dar valor y audacia. Incluso, a veces, juguetona porque se permitía jugar al escondite según quien lo mirara. Aunque, quizá, más que quién lo mirara era cuestión de saber mirar, de saber captar, de permanecer, de estar atento, de acoger la noche, de disponibilidad, de sencillez, de estar al raso. Comenzaba a resonar una posibilidad diferente.

Sí, una luz en abierto y suspendida de la bóveda celeste, que, una vez percatada o captada, además, conducía a un escenario extremadamente sencillo, pero en el que, sin saber por qué -o, ¿quizá sí?-, después de encontrarse con lo que allí estaba plasmado, generaba un proceso de ida y de vuelta, sin quedarse ensimismado o definitivamente deslumbrado, abriendo nuevas opciones de caminar. Pareciera hubiera una determinada pedagogía escondida y descrita desde el principio y en todo ello; y que, incluso, se diera una unión cósmica, en esa conjunción de cielo y tierra, astros y animales, Humanidad y Divinidad, que emana un mensaje de Vida auténtica.

Un relato, una historia, un acontecimiento que es tejido poéticamente en red creando vínculos entre los primeros capítulos de los evangelios de Lucas, Mateo y Juan, además de con algunos otros libros del Antiguo Testamento, cada uno de ellos aportando sus pinceladas particulares, para dejarnos constancia, de manera renovada e inusual, se diría que de manera totalmente innovadora, del pacto inicial y vínculo actualizado de Vida de Dios con la humanidad, con cada persona, con la Creación, a través de la fragilidad de un niño pequeño pero, al mismo tiempo, robusto al calor de su familia, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, con luz, nombre y voz propia: Jesús, Emmanuel, Cristo Señor. Por cierto, que, con el tiempo, daría mucho que hablar por su estilo rompedor de entender y vivir la misma vida; y, sobre todo, por su expresión concreta de Dios, al que incluso se atrevería a llamarle Abba. ¡Verdaderamente, todo bastante desconcertante para determinadas lógicas!

Sería importante en esta Navidad dejarnos sorprender por esa Luz diferente que reclama ser captada a través de una mirada atenta y audaz para poder ser llevados a un escenario diferente y aprehender lo ahí acontecido

Navidad, vivencia de luz esplendorosa

Y, en esta Navidad, en la de este año, es a lo que, de manera nueva, ingeniosa y con fuerza se nos invita: a desconcertar determinadas lógicas. O, precisamente, eso es la Navidad, mucho más allá o mucho más aquí de bombillas encendidas, compras desenfrenadas, comidas copiosas y extras, regalos previstos... Todas ellas pueden ser luces efímeras y no vivencia de Luz esplendorosa transformante, a la que realmente somos invitados cada uno de nosotros junto con el resto de la humanidad y en esta Casa común, hoy y aquí y cada día, “para cultivar juntos el sueño de un humanismo solidario que responda a las esperanzas del hombre y de la mujer y al diseño de Dios”(*).

Por lo tanto, después de más de 2.000 años de este reto de tejer humanidad de manera diferente, novedosa y pedagógica, sigue estando vigente, muy vigente, y se podría decir, incluso, que la necesidad se ha hecho muy y más urgente. Por eso mismo, sería bueno, sería importante en esta Navidad dejarnos sorprender por esa Luz diferente que reclama ser captada a través de una mirada atenta y audaz para poder ser llevados a un escenario diferente y aprehender lo ahí acontecido. Quizá, para ello, resulte necesario como aquellos pastores, dormir al raso y vigilar (cf. Lc. 2,8); o, salir de la comodidad de nuestro Oriente hacia Belén, tierra de Judá, pueblo humilde de Israel, como aquellos magos para encontrar lo que buscaban (el Rey de los judíos), y que, posteriormente, además, no resultó lo que habían plasmado en su imaginación, pues se encontraron con un sencillo niño recién nacido, para más colmo, en extrarradio, en extramuros, en un chamizo (Mt 2), porque para esta familia peculiar no había sitio en la posada (cf. Lc 2,7; Jn 1,11). Probablemente demasiado ejercicio para Navidad. Pero, no hay tiempo que perder, la oportunidad es única y apremia, como la prisa ágil o ágil prisa que sintieron aquellos humildes pastores (cf. Lc 2,16), para que, de una manera sencilla, discreta, pero convencida, sosegada, mirada y horizonte amplio, y junto con los demás y en el día a día, nos pongamos manos a la obra en “reconstruir el tejido de relaciones por una humanidad más fraterna”(*).

La Navidad nos recalca que tenemos un mensaje, un relato de humanidad fraterno y sororal, hondo, consistente y con sentido que contar, transmitir, construir, y que, además, lo debemos hacer de manera pedagógica

Navidad, relato de humanidad

Precisamente la Navidad nos recalca que tenemos un mensaje, un relato de humanidad fraterno y sororal, hondo, consistente y con sentido que contar, transmitir, construir, y que, además, lo debemos hacer de manera pedagógica. Incluso, cuando resulte necesario, abriendo nuevas rutas para no encontrarnos con lo de siempre y con los de siempre, como lo percibieron los Magos (cf. Lc 2,12). Para ello, es necesario estar atentos y permitirnos un encuentro en el Belén que nos descoloca, pero ofrece Vida como nadie ni nada más lo da (cf. Jn 1,11).

Una Vida que estaba ya en el origen, pero que pide ser Encarnada, a cada momento, al estilo de la vida que llevó y expresó el pequeño nacido en Belén. Por eso mismo, es tan necesario ese encuentro con Él, en el sosiego, el silencio, la luz de la desnuda posada, sin ornamentos que nos despisten y desconcentren. Y a nuestras instituciones surgidas, precisamente, de y en un Encuentro, con la misión de evangelizar, de sembrar la Buena Noticia empezando en nuestras comunidades educativas, pero con el horizonte de la humanidad, esta Navidad se nos invita a encontrar al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre mientras escuchamos y acogemos en una nueva sintonía esa multitud de voces de nuestro entorno, empezando por el más cercano, que reclaman, aunque no pronuncien o no puedan o no perciban, que hoy también sea posible ‘gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres en quienes Él se complace’, sabiendo que cada creatura es en quien se complace (cf. Lc 2,14); en esa estela que apuntaba San Ireneo: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”.

Navidad necesitada de ‘gloria’

No podemos negar que, realmente, hay necesidad de ‘gloria’ en este hoy que vivimos tan convulso, de tanta incertidumbre, tan cambiante y cada vez menos enraizado, tan fragmentado y despistado, tan interconectado pero tan poco comunicativo de humanidad, con apariencia de apertura pero constantemente delimitando fronteras de todo tipo que crean mayor vulnerabilidad, con recursos suficientes pero con cálculos matemáticos que inciden y ahogan un poco más al siempre y al más frágil... Y toda necesidad, teniendo puesta nuestra mirada en el pequeño de Belén, es llamada al corazón e invitación a responder creativamente y con extrema calidez humana.

Ciertamente, son momentos nuevos y complejos porque es una época de grandes cambios, y como el papa Francisco, subrayamos que cada cambio requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora y, por ello mismo, la necesidad de dialogar entre todos el modo en que estamos construyendo el futuro del planeta y sobre la necesidad de invertir los talentos de todos. En esa intención de formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones, poniendo en valor propio a cada criatura para rechazar la cultura del descarte(*). Y, quizá, esta sea la renovada sintonía educativa del ‘gloria’ de esta Navidad que se nos da a celebrar.

Un diálogo que supone generar una red de relaciones humanas y abiertas, en actitud de escucha, reflexión y apertura, y que involucre a todos, que sea portadora de una alianza entre todos los componentes de la persona, de una alianza entre los habitantes de la Tierra y la casa común, acogida entre todos los pueblos, diálogo entre las religiones(*). ¡Qué mejor escuela para aprender que contemplar los diversos personajes que aparecen en torno a la escena de Navidad! Unas pinceladas: María y José buscando salida creativamente y con audacia a una situación complicada; los Magos que se mueven de sus posiciones de siempre en Oriente para acercarse a lo desconocido, o que son capaces de preguntar a diferentes para ir contrastando, o con valentía abren nuevos caminos para transitar; los pastores que se ponen a la escucha de algo que no entienden pero ha sucedido y llegan a reconvertir el miedo en agilidad y prontitud para encontrar respuestas, o que una vez descubierto son capaces de contar a los demás el valor de lo encontrado; María que guardaba todos y cada uno de los encuentros en su corazón y los meditaba para darles valor de Vida y resultar fuerza en el caminar; José que aporta su estar y ser con discreción confiada, a pesar de sus incertidumbres…

El Dios de Jesús, empezando ya en aquel pesebre en extrarradios, sigue interpelando y apelando a mirar amorosamente, que es mirar pedagógicamente, que es mirar vinculativamente

Navidad, "Encuentro de Vida"

Es evidente, por lo tanto, que acoger, entender y celebrar con sinceridad, sentido y hondura la Navidad nos pone en posición de Iglesia (instituciones/comunidad educativa) en salida, en actitud de sinodalidad, en clave de red que, de distintas maneras, teje vínculos consistentes y nuevos. ¡Atrevámonos, intentémoslo, busquémonos, lancémonos a encontrarnos en un Encuentro de Vida! Dios nos espera, y el mundo de hoy y la creación nos apremian a encarnar la Palabra que Humaniza de manera comunitaria.

Algo sucedió aquella noche. Algo diferente. Algo nuevo. Algo inimaginable. Y tiene que seguir sucediendo en el cada día de hoy. Por eso, como entonces, también hoy, debemos aprender a saber mirar para encontrar esa Luz que se renueva constantemente y nos lleva a la manera diferente de tejer Humanidad que nos plasmó el niño envuelto en pañales en Belén, el adolescente perdido y hallado en el Templo, el adulto que recorrió los caminos de Galilea, Judea, Samaria… el maduro Jesús que fue crucificado en Jerusalén porque molestaba, importunaba o cuestionaba en exceso, y el Cristo plenificado en la Resurrección.

El Dios de Jesús, empezando ya en aquel pesebre en extrarradios, sigue interpelando y apelando a mirar amorosamente, que es mirar pedagógicamente, que es mirar vinculativamente. Renovemos nuestro compromiso de seguir aprendiendo a mirar, como Dios lo hace, para más y mejor conocer y servir en nuestra misión educativa, porque hoy también es Navidad.

(*) Mensaje del Santo Padre Francisco para el lanzamiento del Pacto Educativo

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Mirar como Tú miras, con ojos claros y limpios, comprendiendo siempre al hermano...

Saberse discípulo, no tenerse por maestro y gozar del aprendizaje diario…

Conocer a los árboles por su fruto, no esperar higos de las zarzas, ni uvas de los espinos…

Almacenar bondad en el corazón, cultivar una solidaridad real y sentir que nos desborda el bien…

Reconocer que no todo es tierra firme, construir sobre roca nuestra casa, no tener miedo a huracanes y riadas…

Admitir la pequeñez y los fallos propios, quitar pronto la viga de nuestro ojo, no humillar al hermano por no ser como nosotros...

Abrir nuestros ojos al mundo, alegrarse por sus pasos y proyectos, no caer en trampas y hoyos como ciegos…

Poner por obra tus palabras, hablar con el lenguaje de los hechos, olvidarse de máscaras y apariencias, coherencia.

Coherencia, Señor, de un aprendiz de discípulo que, a veces, se atreve a tenerte como maestro.

(Florentino Ulibarri)

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