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Directo al corazón. No había sitio para ellos

Ana Mª Sánchez García. Presidenta de Escuelas Católicas

La Navidad nos brinda una oportunidad privilegiada para trabajar este objetivo de educar en la acogida

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La narración del nacimiento de Jesús en el Evangelio de Lucas nos dice que María “dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos…” (Lc 2,7). El evangelista nos transmite un mensaje claro: el Hijo de Dios entró en la historia, en nuestra historia, identificándose, solidarizándose profundamente con aquellos que “no tienen sitio”. Y nos va a seguir mostrando a lo largo de su Evangelio que toda su vida fue coherente con esta dinámica inherente a la encarnación: Jesús se sitúa al lado de los débiles, los pobres, los marginados, los que no cuentan, y es para ellos “Buena Noticia”.

No tenemos más que salir a la calle y mirar para hacernos un poco conscientes de cuántos, en nuestra sociedad, no tienen sitio, o que leer las noticias para darnos cuenta de que el número de los “sin sitio”, lejos de disminuir, aumenta cada día en nuestro mundo. Y no entro en detalles ni enumeraciones que siempre se quedarían cortas; seguramente, cada uno será capaz de construir su propia lista. También en el interior de nuestros colegios, nuestras instituciones, puede haber quienes no tengan sitio, por múltiples causas, que normalmente tienen que ver con lo que les diferencia respecto a la mayoría o a los que son más fuertes.

Uno de los retos que nos propone el Pacto Educativo Global es “educar y educarnos en la acogida, abriéndonos a los más vulnerables y marginados”. Se nos llama a crear una “cultura de la inclusión”, a cultivar la atención a las periferias sociales y existenciales y a curar las heridas más profundas de la persona y de la sociedad.

La educación recrea, transforma, libera y humaniza. Es también un acto de rebeldía, de insumisión ante las lógicas y las dinámicas que operan entre nosotros, otorgando sitio a unos y negándoselo a otros.

La Navidad nos brinda una oportunidad privilegiada para trabajar este objetivo de educar en la acogida. Ojalá sepamos aprovecharla para que nuestras comunidades educativas pongan en práctica la acogida y la inclusión, para ayudar a nuestros alumnos a aprender, vivencialmente, a reconocer en el diferente a un hermano.

No puede haber celebración auténtica de la Navidad si no nos comprometemos a hacer sitio a los que no lo tienen, como tampoco puede haber educación si no generamos con ella procesos de cambio profundo en nuestro entorno, que hagan posible la construcción de un mundo nuevo, donde haya sitio para todos.

Que Aquél que no encontró sitio para nacer lo encuentre esta Navidad en nuestros corazones. ¡FELIZ NAVIDAD!

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