NARRATIVA
Usurpación Plácido Romero
A
l meter la llave en la cerradura, me di cuenta de que algo no iba bien. Lo volví a intentar, pero no había manera. En un primer momento pensé que me había equivocado al pulsar el botón en el ascensor; soy muy despistado y ya me había ocurrido antes. Pero allí estaba el felpudo que había comprado a principios de otoño. Pulsé el interruptor del timbre. Al otro lado de la puerta se escuchó un ruido de pies que se calló instantes después. Supuse que estaban observándome a través de la mirilla. Al abrirse la puerta escuché el chirriar de los pernos, pensé que tenía que haberlos engrasado. —¿Sí? Era una mujer de unos treinta años. Llevaba puesta mi camiseta de Amnistía. Por la puerta entreabierta del salón pude ver la tele, mi tele, que sintonizaba un programa del corazón. Y la cocina: el extractor de humos estaba encendido y toda la estancia olía a sofrito. —Perdón, debí equivocarme —le dije sin convicción. Nos miramos durante breves instantes. —Perdone —repetí. Me di la vuelta hacia el ascensor. A mis espaldas escuché un portazo. Decidí bajar por las escaleras.
REVISTA ESPEJO HUMEANTE #5 / CIUDADES
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