A PALOS SUPLEMENTO JOVEN DE MIRADAS AL SUR Domingo 28 de octubre de 2012 Buenos Aires, Argentina. Año 2 Número 185
Todos los Néstor
el Néstor
De pingüino a Nestornauta: ocho formas posibles de una vida intensa
2 NI A PALOS / Domingo 28 de octubre de 2012
EL LUGAR
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Metrópolis
En la nueva saga, lanzada esta semana en USA, Clark Kent renuncia a su puesto de periodista estrella del Daily Planet y se abre un blog, cansado de los “grandes conglomerados mediáticos”. La batalla cultural llegó a Metropolis.
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EL OBJETO
La pelota
Cuesta creerlo pero esta semana se cumplieron ¡15 años! del partido de despedida de Diego Armando Maradona. Y se cumplieron 15 años también de una de sus más recordadas frases: “La pelota no se mancha”. Salud.
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EL PERSONAJE
Charly García
El gran García festejó esta semana su cumpleaños número 61. Muchos años de rock y magia para un personaje fundamental de nuestras últimas décadas. Que siga cumpliendo.
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EL TWEET
@HAmeijeiras Nos enseñó a respirar; luego, a andar en bicicleta. ¿No es hora de que Macri nos enseñe a mascar chicle?
Vetocracia Se denomina vetocracia a los gobiernos cuyos poderes ejecutivos utilizan la herramienta del veto como forma primaria de llevar adelante su programa de gobierno. El veto es una herramienta de los poderes ejecutivos que permite frenar la promulgación de una ley de acuerdo al grado de y alcance que se le otorgue al Presidente dicha facultad en las respectivas constituciones. El poder de veto que poseen los ejecutivos es un poder reactivo debido a que permite al presidente defender el statu quo reaccionando al intento del Poder Legislativo por alterarlo, pero no permite conseguir más que lo previamente existente. El poder de veto se mide, también, de acuerdo a qué tipo de mayoría necesita el legislativo para insistir con la legislación vetada, siendo más fuerte el poder de veto mientras mayor sea dicha mayoría.
WHISKYPEDI A La enciclopedia ebria Contenido [ocultar] 1. Definición 2. Vetocracia 3. Disciplina partidaria 4. El extraño caso del macrismo
Vetocracia El término vetocracia fue acuñado por el periodismo argentino luego del 2009, cuando en las elecciones de junio de ese año el kirchnerismo perdiera la mayoría propia en el Poder Legislativo. Dicha situación generó un cálculo que, si bien era juzgado como una potencial violación de los principios republicanos, era racionalmente correcta. Tomando los principios de la elección racional y bajo el supuesto de que todo gobierno actúa de acuerdo al paradigma de que es necesario avanzar en la implementación de la agenda propia, el periodismo supuso que, de no contar con mayoría propia, el oficialismo rechazaría a través del veto las propuestas de la oposición que surgirían del Poder Legislativo. Transformado en un debate sobre principios, como suelen abordarse las discusiones sobre el funcionamiento parlamentario en la Argentina, la discusión se trasladó al ámbito de la política y la denuncia mediática de una futura “vetocracia”, donde el Gobierno limitaría su accionar a resistir las propuestas de la oposición. Dicha situación no llegó a concretarse y los números arrojan, de hecho, que Cristina Kirchner lidera el ranking en democracia de presidentes que menos leyes vetaron. Entre 2007 y 2010, por ejemplo, vetó de manera total sólo el 0,66% de las leyes aprobadas y no vetó totalmente ninguna ley mientras tuvo mayoría legislativa en contra.
Disciplina partidaria A pesar de haberlo transformado en un debate moral y, especialmente, carente de sustentación empírica debido a que los sucesos jamás ocurrieron, la suposición tenía un sustento racional: los ejecutivos que tienen mayorías legislativas en contra, naturalmente tienden a utilizar la herramienta del veto en más oportunidades que aquellos ejecutivos que cuentan con mayoría propia. Esto se debe fundamentalmente a que contar con una mayoría propia permite obtener mayor influencia sobre los outcomes del Congreso, es decir, sobre las leyes que se tratan y aquellas que son aprobadas y pasan al Poder Ejecutivo.
El extraño caso del macrismo A pesar de lo dicho anteriormente, surgió en la Argentina, más específicamente en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, un caso que aún hoy desvive a la ciencia política toda: contando con mayoría legislativa propia durante todos sus períodos de gobierno, el macrismo utilizó la herramienta del veto contra las leyes votadas por sus propios legisladores en 107 oportunidades. La vetocracia macrista aún se encuentra en proceso de estudio en las prestigiosas universiades de ciencia política norteamericana frente a la inexistencia de explicaciones que echen luz sobre este nuevo fenómeno.
Domingo 28 de octubre de 2012 / NI A PALOS
ESTEREOTIPOS
HOY: El hipster que dice que siempre bancó a Messi • Le dice Lío y en Facebook: L10nel. • También le dice “El Messías”. • Es un poco fanático de Quique Wolf. • Desde hace una semana empezó a
subir videos de Falcao para mostrarse indiferente. • Si se levantó canchero puede tirar un: “vamos, dónde están los que lo discutían”. • Agradece no haber tenido Facebook durante el mundial de Sudáfrica. • Alguna vez escribió un editorial en Ni a Palos matándolo y bancando mucho al Diego. • Hoy dice “qué bestia el enano” y se traga enterito un Barcelona 6 Levante 0. • Ultimamente prefiere hablar más de Jorge Messi, el padre. • Dijo mucho: “qué querés, no ves que es un pibe hecho en un laboratorio”. • Siempre le molestó que no haya jugado un minuto en el fútbol argentino. • Durante los últimos 4 meses estuvo buscando una camiseta de Newells del 2000 por Mercadolibre. • Dice que Gago es la mejor compañía que puede tener Messi en la Selección porque, en el fondo, le gusta más Gago que Messi. • Le encanta imitar a Mariano Closs cuando dice “¡Gagoaaa!”. • Se estudió el promedio de goles por partido y la cantidad de kilómetros que corre Messi sólo para tirar un dato “con autoridad” en cada discusión. • Es antirriquelmista. • Es bielsista fundamentalista y su máxima es que el día que el Loco dirija a Messi, la Argentina sale campeona del Mundo. • Odia El Programa de Fantino. • Jura que a Campagnaro lo sigue desde que estaba en Deportivo Morón. • Y que a Barcos lo tenía calado desde las inferiores de Talleres de Bell Ville. • Juega muy mal al Winning. • Antes jugaba siempre con el Barcelona. • Ahora elige al Inter de Porto Alegre para jugar con D’Alessandro • Desde que todos dicen que el mejor es Messi dice que la clave es Iniesta y Xavi. • Mira los resúmenes de la reserva en ESPN de los sábados a la mañana para descubrir el próximo Lío. • Tira de a diez descubrimientos de nuevas promesas por semana, de hecho así descubrió a Messi. • Cuando el Ogro Fabbiani llegó a River, dijo que era el próximo 9 de la Selección. • Lo mismo dijo del Indio Vega, pero al arco. • Su indumentaria deportiva es: anteojos, camiseta del ascenso, medias de traje y zapas de lona. • Usa auriculares grandes, en los que escucha música rara.
estereotipo del domingo que viene El que cuando no tiene razón dice “celebro el debate” Si se te ocurre cómo describirlo, mandá tus ideas a contacto@niapalos.org o vía Twitter a @niapalos así lo publicamos.
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D.R.E.A. Diccionario de la Regeneración del Español Argentino Por Sonny Corleone
Mago. m. Apelativo, forma de confianza para referirse al receptor. // Es verdad que existió un Houdini y un Copperfield, es verdad
que existe Black y Emanuel pero si hablamos de magos, el premio al más mago de los magos mágicos se lo lleva Néstor “Mago del Pueblo” Kirchner.
Ponerse la camiseta. loc. verb. Asumir una tarea o un asunto con mucho ahinco y pasión, correr riesgos y sacrificar cosas por una causa. // Después del golpe, el único que se puso la camiseta de los DD.HH. fue el compañero Néstor Kirchner. Nos toca a todos nosotros levantar esa bandera.
Me la sube.Vulg. Dícese del momento de quiebre del ánimo en el que se pasa de una situación neutra/negativa a una postiva. // Podría estar triste porque hace dos años se nos iba Néstor pero me la sube tanto estar rodeado de los compañeros que él sembró que hasta me pongo cursi y la drea deja de cumplir su función de diccionario. Gracias Néstor, gracias a vos ME LA SUBE SER ARGENTINO. >
TUMOR GRÁFICO
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FECHITISMO
por Julián Eyzaguirre
Un paseo en el tiempo con el Pingüino 2 años y un día se cumplen de la partida de Néstor. Este número de Ni a Palos es un homenaje a este pingüino gigante que vino del sur a cambiar nuestro norte y el Fechitismo no puede desentenderse del asunto. Por eso hoy recorreremos la historia en estas líneas fechitistas acompañados por el pingüino que, efectivamente, es el único en su especie capaz de volar. Como sabemos, Néstor fue un fumador empedernido durante años. De hecho, tenemos en mente algunas fotos de sus actividades como intendente o gobernador con pucho en mano. En conclusión, fumar, esa costumbre social con la que nos cagamos los pulmones se remonta al 1492, a un día exactamente como el de hoy, en que un gallego, Rodrigo de Jerez, no tuvo mejor idea que copiar a los indios que fumaban tabaco… Un amigo Jerez. Pero saltemos unos siglos y vayamos al 1922 que hoy se cumplen 90 años de la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini y sus camisas negras. ¿Qué magia habría tirado el Pingüino si hubiera vivido
en aquel entonces en Italia? Seguramente lo hubiéramos encontrado al sur, como siempre, posiblemente con el “cabeza” Gramsci y Amadeo Bordiga planeando alguna contraofensiva contrahegemónica ante el avance del fascismo. O, también, ¿qué le habría dicho a Picasso en 1931 cuando ganó, un 28 de octubre, el premio internacional de pintura Carnegie? “Che, Pablito, pero esos dibujosh shon muy raros… ¿Por qué no te pintás unosh descamisadosh en la Plasha?” También el 28 de octubre nos recuerda otros episodios de la historia a los que, seguramente, Néstor le hubiera gustado estar presente… Uno, el triunfo de Fangio en Cataluña, en 1951, cuando obtuvo su primer título mundial de F1, pero ahí el pingüino sólo tenía un año de edad. O, también, haber podido estar acompañando al pueblo cubano en 1959 cuando moría, sin dejar rastro, el “señor de la vanguardia”, Camilo Cienfuegos. Pero corriendo las décadas imaginemos
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la voz de Néstor: “¡Huguiiiito querido! ¡Felishitashiones compañero! Ahora shí que no nosh para nadie, eh!” pudo haber sido el posible saludo de alegría que le diera a Chávez, allá por 2005, un día como hoy, cuando el presidente bolivariano declaraba a Venezuela como territorio libre de analfabetismo, a pocos días del entierro del ALCA en Mar del Plata. O, sino, con más nostalgia y un lagrimón asomando, veámoslo agitando al ritmo de “¡Cristina, Cristina, Cristina corazón; acá tenés los pibes para la liberación!”, como cantó un 28 de octubre de 2007 cuando el pueblo argentino eligió por primera vez a una mujer como Presidenta… Era el inicio del segundo mandato del kirchnerismo que vino a prender más luces en medio de la orgía neoliberal y Néstor se convertía en… ¿Primer caballero? Nunca supimos bien cuál era el título que le correspondía por ser el marido de la Presidenta, pero sí nos quedo grabado el que él ostentaba y nos invitaba a copiar: el de ser un soldado de Cristina.
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4 NI A PALOS / Domingo 28 de octubre de 2012
El mito argentino Néstor Kirchner es un actor central de este siglo XXI latinoamericano. Presidente, militante, ícono pop, su perfil atraviesa el pulso político, social y cultural de estos años. Pero en un país mitológico y complejo, que vio transformarse al compás de la música nestorista, la sombra de Kirchner deja ver algo más que una construcción monolítica. ¿Hubo un sólo Néstor? ¿Cuántas representaciones, cuántas Argentinas caben en su figura desgarbada? A dos años de su muerte, retratamos ocho facetas posibles del hombre y del mito. El joven setentista, el pingüino anidado en el Sur, el presidente inesperado, el hilo invisible de las tradiciones progresistas, el referente latinoamericano, el militante conurbano, el punk lanzado sobre el mosh popular y el mito futurista del Néstornauta. Ocho de muchas representaciones que hablan de Kirchner pero también de una época y de una gran biografía generacional.
Imágenes de lo que fue, tan bueno como lo que es por marisol de ambrosio
E
n el listado de frases hechas de jóvenes-viejos, con más de 35 primaveras en su haber, suele aparecer la afirmación por demás falaz de que todos los “pendejos” (compréndanse las comillas) que hoy somos militantes, estábamos en cualquiera en nuestra pubertad tardía. Esas imagenes que rondan el imaginario colectivo, de la birra en el cordón, del boliche y la música comercial, no sirven para explicar el fenómeno de la juventud actual y la reivindicación de la militancia del Néstor setentista. Tampoco eramos la latente potencia revolucionaria, o una utopía corporalizada a los 14 años: los vestigios de la crianza noventista atravesaron y atraviesan nuestro cúmulo de sentidos. Aceptemos un punto medio: muchos de nosotros dividiamos el tiempo entre la gilada adolescente (sí, birra, boliche, música comercial) pero también aprendíamos, quizás con la potencia de la crisis política que recorrió nuestra cotideaneidad, a querer al país, o dicho menos románticamente, a buscar una integración simbólica con nuestros compatriotas y con nuestro pasado: condensar la historia argentina en imágenes, tomar como propias algunas creencias que se ignoran en la infancia, adquirir símbolos de lo colectivo, configurar un bien y un mal con sus respectivos protagonistas. Muchos de nosotros leíamos sobre nuestra historia ya no con la Billiken (o Anteojito, o Genios), sino con las otras miradas, las intensas, que nos contaban una historia sin palabras. Y ahí estaban las Madres
y Abuelas de Plaza de Mayo, estaba la dictadura, estaban los 30000 desaparecidos y la militancia que fue torturada hasta desaparecer. La juventud militante de los 70 que se resumía en una fotografía en blanco y negro con pantalones oxford y discos de vinilo, aparecía en un pedestal idílico, perfecto, sin fisuras, inmaculado por la muerte violenta e injusta, porque los 30000 se hicieron uno: la imagen de lo que pudo ser y no será completaba el pentagrama de la música nacional. En 2003, todas esas imágenes de un pasado perfecto se resumían, por oposición, en carcamanes de traje y corbata que ocupaban el poder (que ya se aceptaba como intrinsicamente mafioso, corrupto, que se codeaba con la muerte y la represión), y brotaban de los poros de una juventud nueva que no se veía como tal: durante 30 años el relato nos condujo a la más rancia
y chata estupidez, con el objetivo de segregarnos para siempre. Entonces un tipo con cara graciosa se lastima la frente con una cámara de fotos mientras abraza a la multitud. Hacía un rato había asumido como presidente y en su discurso inaugural se asumió parte de “una generación diezmada”. Y así llenó de sangre lo que creíamos petrificado en el recoveco más tremendo de nuestra historia: esa sangre que salía de la frente de Néstor el 25 de mayo de 2003 significaba el retorno de la militancia que nunca se murió, aunque todos nosotros pensábamos lo contrario. Entonces las fotografías se reconstruyeron a color, y así también aparecieron otros trazos: la risa, el amor, la cotidianidad, el humor eran parte de la radiografía setentista. Las utopías profundamente políticas y profundamente plebeyas de la Juventud Peronista que Néstor, y también Cristina, reincorporaron al relato, agregaban puntos, comas y notas al pie a esa generación que la juventud nueva leía en hojas gastadas. Fue ese plebeyismo tan propio de lo cotidiano, el de ese Néstor que usaba anteojos culo de botella, que tomaba en vasito de plástico, que jugueteaba con su novia ante una improvisada cámara, pero que también supo vestir mocasines con traje, que no tuvo problemas en abalanzarse ante una, dos, muchas multitudes, que nunca ostentó más que poder simbólico, nos permitió entender que, al fin de cuentas, las convicciones políticas siempre se viven en tiempo presente, sean los 70 o el siglo XXI, y nunca se mueren; en todo caso, se ocultan y aparecen con una fuerza arrolladora en otro momento de la historia. Por eso hoy existimos y aquí estamos, reescribiendo.
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Con la tiza, el carbón y el cuaderno y los grasitas que estamos agrupados en El Ateneo, con la tiza y el carbón”. La tiza y el carbón como símbolo, por entonces, de quienes disputaban una interna sin aparato de propaganda, ace poco más de un año comenzó a circular un video con militancia y sacrificio. que, vía redes sociales, no tardó en llegar a todos El recorrido desde entonces hasta convertirse en Presidente lados. Era 1983 y Néstor Kirchner daba un discurso de la Nación es harto conocido: el paso por la intendencia y en su unidad básica “El Ateneo Juan Domingo Perón”, en Santa luego la gobernación de Santa Cruz, donde a aquél militante Cruz. El video tenía un valor histórico, un aire de intimidad de la tiza y el carbón se le agrega otro objeto, del orden del y el peso del anacronismo biográfico, de lo pequeño mirado útil escolar también, a la formación del político: el cuaderno con los ojos del que ya leyó el diario del lunes. Ese hombre que Gloria, el famoso cuaderno donde, se decía, Néstor anotaba decía esas cosas después había sido presidente, había Por muerto, las variables económicas que hacían a la balanza del país. Un José Natanson había generado tanto en tantas personas. Pero, sobre todas las cuaderno que era, después del 2001, los vestigios de un Estado cosas, el video tenía un significado político, ahí donde venía que intentaba volver a serlo, y que simbolizaba también los a darle un golpe definitivo a un argumento de esos muy de cometidos contra este pueblo”. La sentencia era definitiva y años de aprendizaje en el Sur, donde gobernó diez años con redes sociales, de preguntas retóricas y cadenas de mails, que daba paso a otras chicanas. equilibrio o superávit fiscal. Si el mito originario de Néstor rezaba así: ¿ahora se preocupan por los derechos humanos? Pero ese recorte provocó que el resto del video pasara Kirchner se construyó en el Sur, puede decirse que fue allí donde Néstor respondía desde esa cinta del `83 casi como conociendo algo más desapercibido. Porque, además del compromiso su carácter militante se encontró con su enorme capacidad para la pregunta: “nosotros, compañeros, siempre repudiamos a con la memoria, la cinta demostraba otro compromiso: el de la gestión y la administración de las cuentas públicas. Fue ese la dictadura militar, siempre dijimos que Massera, Videla y la militancia, pero también, el compromiso con la política aprendizaje el que llevó a ese pingüino del Ateneo de denunciar Agosti y todos los sinvergüenzas que vinieron después iban a democrática. Era 1983, era el inicio de la recuperación de los las injusticias a hacerse cargo de ellas y subsanarlas. Primero, ser sentados en el banquillo de la justicia constitucional para derechos políticos y se respiraba en esa unidad básica el clima de en su intendencia, luego en la gobernación y finalmente en el que respondan ante tantos abusos y ante tantos crímenes una interna que, aseguraba Néstor, la iban a ganar “los negritos país.
por Salvador Salinas
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Domingo 28 de octubre de 2012 / NI A PALOS
Encontrar a Néstor por diego sánchez
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i se trata de elegir una imagen mítica, nunca me gustó la reencarnación. A su modo, implica empezar totalmente de nuevo, cambiar de biografía. Prefiero algo más cristiano y lineal, algo muy común entre calvinistas y texanos. El renacimiento. Según ciertas interpretaciones, los “renacidos” son aquellos que tuvieron acceso a una Revelación, a algo que los hizo nacer otra vez. Pero siguen siendo los mismos. Habitan su cuerpo, arrastran su pasado y conviven con su Historia. Son contemporáneos a sí mismos. Lo que los diferencia, quizás, es que en algún momento tuvieron la hermosa posibilidad de cortar con la naturaleza. Y elegir un camino. El 27 de abril de 2003, sin saber muy bien por qué, voté a Néstor Kirchner. Puro azar. Toda la gente que quiero y aprecio y con la cual solemos coincidir más o menos electoralmente, ese día votó cualquier cosa. Carrió era de centroizquierda. Todo daba lo mismo. Si me lo preguntan, creo que lo hice porque había algo en mi entropía post 2001 que lo permitió. Hijo de clase media antimenemista, que había caceroleado y corrido el 19 y 20, cursaba la carrera de Comunicación Social en la UBA. Creía que había que ser como Lanata y no como Monica y César, que había que cambiar la Ley de Radiodifusión y pugnar por una comunicación popular y diferente. Un kirchnerista de probeta en medio de la pax armada duhaldista. En la búsqueda de un camino, había empezado a militar en una agrupación independiente donde perduraba, como un loop, el viejo rapeo contra “el gorila musulmán” y los pies en el desierto del peronismo realmente inexistente. Los más jóvenes, a veces, impulsados por ese viento de cola, practicábamos la segunda estrofa de la Marcha como si fuera una vieja canción prohibida mientras
repartíamos aforismos del Subcomandante Marcos en los pasillos. Habíamos heredado este lema: votá lo que puedas, construí lo que quieras. La frase era todo lo horizontal y autónoma que exigía el momento pero con un recordatorio subliminal: hay que votar cada dos años. Hoy cuando alguien dice que Néstor Kirchner fue un emergente del 2001, creo que está hablando de eso. Una mezcla delirante de las parábolas de izquierda, de los peronistas que se habían quedado sin partido ni bandera, del sonidero selvático y del ruido blanco de nuestra generación perdida. De los movimientos sociales y de la clase media que quería volver, también. Un presidente de ciencia ficción, un cyborg hecho a base de todas esas experiencias residuales que no parecían ir a ningún lado. Y que un poco involuntariamente concluyeron ahí. Un pastor electrónico
que, como buen exégeta, llegó de la nada e interpretó esas escenas crípticas para resumirlas en una frase precisa y bíblica: hay que salir del infierno. Un tipo desconocido que lo primero que hizo al asumir la presidencia fue presentarse. Decir quién era, de dónde venía y hacía dónde quería ir. A Kirchner le tocó ser el primer presidente elegido democráticamente del siglo XXI. Un siglo tuitero que se encuentra permanentemente en estado de narración. Todos estamos todo el tiempo contando su historia. En ese magma, es probable que haya sido el presidente más adecuado. Alguien para quien salir del infierno era también fundar una épica y una época en un momento gris que reclamaba institucionalidad y donde la liberación, quizás, pasaba por medir el rendimiento de los bonos atados al PBI. Pero que había que conquistar todo el tiempo. Ahí está la cadena nacional denunciando las presiones de la Corte Suprema de Nazareno. Nuestro discurso del rey. Después vendría el cuadro de Videla, el acto en la ESMA, la Cumbre de Mar del Plata, algunas cosas que inclusive nadie le pedía... El inicio de una historia que nuestros hijos revivirán una y otra vez en YouTube. Kirchner fue una figura institucional. Alguien que políticamente “cayó del cielo” pero que reconocía a una Argentina que venía del pasado y que había que cambiar, no de cero, no de sus cenizas, sino en base a un programa político, a ese deseo -como dijo en aquel histórico mensajede “reconciliar a las instituciones con la sociedad”. Así fue como comenzó todo. Pero en esa historia anidaba también un fuego fundacional, una revelación que no es exclusiva de este presente mitológico, de aquellos que hoy encuentran a Néstor y “renacen” por la fuerza de su mito, sino que ya estaba en el origen, en la foja cero de estos años que hicieron de su figura la cara visible donde todos apoyamos nuestras biografías.
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La edad de la inocencia por federico scigliano
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o encuentro otra forma de hablar de Néstor que usando la primera persona. Arriesgo una hipótesis: el kirchnerismo volvió a poner la relación entre politica y vida otra vez en el centro, como hacía mucho no sucedía. “De Ferifiesta a Tecnópolis” he ahí una genealogía posible para contar el recorrido de aquel niño soviético que fui. Me acuerdo de esa Feria de las Naciones bolche organizada anualmente con el pulso sensible del frente cultural comunista de los 80; y de mi viejo, puteando sordamente porque empezaba a sospechar que los libros sobre los jóvenes búlgaros o rumanos traídos por un compañero de militancia y amigo, dirigente de la burocracia partidaria en el enésimo viaje al este europeo, empezaban a parecer la cifra de una fantasía en descomposición. Para mí, en esas broncas paternas empezaron los 90. Mi primera plaza, esa que uno siempre se acuerda, fue con mi padre, un gran stalinista argentino en ese entonces. Julio de 1989. La plaza del no a las privatizaciones de Menem. Ahí arranqué. No sé si recuerdan, unos días después Neustadt organizó la Plaza del Sí, acaso más masiva. De ahí en más fue decir que no mil veces. Somos la generación que se crió políticamente diciendo que no: a las privatizaciones, a los indultos, a la ley Federal primero, a la de Educación Superior luego; a la Alianza, a sus ajustes; y que llegó al 2001 con la antipolítica a cuestas, su momento Manu Chao, su rush Indymedia, su campamento en el Foro Social. No voté a Kirchner en 2003, me ganó el cinismo y las
ganas de leer Barcelona, cuyo primer número había salido esa misma semana con una tapa que decía “Ahora dicen que Yabrán es Piñón Fijo”. Estaba en la cola para votar, había que esperar como una hora, no había demasiado como para quedarme ahí. Y me fui a leer la revista que prometía una sensibilidad más convincente. Entendía, creo, que había más verdad ahí que en cualquier candidato. No me faltaban argumentos. Ese es el último recuerdo de cuando éramos los campeones del cinismo. Lo demás fue ser kirchnerista. “Néstor no se murió”, grita la monada, y grita, además, que no se murió porque vive en el pueblo. Néstor como espectro y cifra de la más radical novedad de la política argentina contemporánea. La política y los fantasmas de la patria. Néstor con Perón, decía el pasacalle. “El fantasma de la Tendencia que vuelve volando sobre los techos” decía Nicolás Casullo en 2002 con una lucidez que abruma. Y al mismo tiempo, la agenda progresista, la otra pata del barro kirchnerista: la política de derechos humanos, el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y las que vendrán.
Néstor fue potente porque fue un outsider, el que mejor leyó, el que supo que el regreso del pueblo a las calles en 2001, después de décadas de desmovilización y parálisis, ponía al peronismo otra vez ante su historia, el que se dejó llenar por los discursos de las mejores tradiciones emancipatorias argentinas pero condujo, al mismo tiempo, un proceso político todavía jaqueado por la crisis. El kirchnerismo, entonces, como invención, como resultante de la dinámica política y cultural de una época. Néstor y Cristina como forma de esa asunción, lejos de genealogías predeterminadas o imposturas o engaños. Y el gran desafío generacional: ser oficialistas, lo que implica, de algún modo, recuperar la inocencia. Inocencia y deseo, como dicen los amigos filósofos que piensan bien estos años. Inocencia como tesoro imprescindible de todo entusiasmo de los buenos; deseo como condición de la vuelta de la política, deseo de Estado y retórica del amor (Cristina habla mucho del amor, no sé si se fijaron). Néstor fue condición imprescindible de esta época. Se fue mucho antes de lo debido. Se hizo mito inmediatamente. Por eso los pibes le cantan.
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6 NI A PALOS / Domingo 28 de octubre de 2012
Néstor y el racionalismo utópico por fede vázquez
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abía en los discursos de Néstor una palabra en repetición, casi constante: “racionalidad”. En su decir atolondrado, muchas veces se detenía justo en esa palabra para pronunciarla pausadamente, como subrayada: ra-cio-na-li-dad. Después, podía venir el anuncio más rupturista posible, el enfrentamiento con el grandote del barrio, los famosos frentes de batalla simultáneos, pero el envoltorio lingüístico no se modificaba. La diferencia con el resto de los dirigentes políticos, fue evidente al toque: mientras que la mayoría usan ese tipo de léxicos para advertir las autolimitaciones que se impondrán a la hora de pensar los cambios, una forma elegante de decir: “mucho no se puede hacer”, en Néstor era casi lo contrario. El discurso de la racionalidad estaba puesto en función de ir hasta la orilla más lejana posible. Jugar en el borde, pero sin mostrar lo que cuesta hacer equilibrio. Tranquilos muchachos, somos ra-cio-na-les. Esa intersección tan nestorista entre la racionalidad y el cambio tuvo, en la política internacional, una de sus formas más acabadas. Porque, convengamos: no hay nada más racional, lógico y mesurado que decir “me junto con los países que tengo cerca, porque comparto una geografía, porque comparto intereses en común, porque vivimos en un mundo que va a la regionalización”. O sea: lo que suele ser presentado como una aventura latinoamericanista de mochila al hombro, casi guevarista, con una carga ideológica acusada como adolescente, no es más que el camino obvio para un país como el nuestro en este contexto internacional. Y sin embargo, esa racionalidad extrema con la que puede definirse sin problemas la política exterior del gobierno de Kirchner, fue percibida por todos (los que la consideraron un avance y los que la rechazaron) como un cambio abrupto, radical, un “giro de 180 grados”. Esa característica de un cambio profundo y
veloz desde la idea de “racionalidad” aparece como unos de los grandes secretos del manual de conducción nestorista. Desde ese sentido racional y rupturista, Néstor construyó un acercamiento a los países de la región, pero nunca está de más señalar que la poética de la unidad latinoamericana tenía (y tiene) un reverso concreto y palpable. Lo mejor es ejemplificarlo con algunos casos conocidos. La alianza con Brasil y Lula consolidó un margen de acción indispensable para lograr que el slogan del “no al Alca” se pudiera traducir en una decisión política en la cumbre de Mar del Plata de 2005. El proyecto del Alca ponía en peligro, antes que el sueño bolivariano, el intercambio constante y sonante del comercio con Brasil: una bola de 22 mil millones de dólares que también pueden medirse en puestos de trabajo, impuestos para el Estado, etc. El acercamiento a Chávez fue antes que retórico, económico: de un intercambio comercial marginal de 140 millones de dólares en el 2003, se pasó a un comercio bilateral de más de 1.400 millones, a lo que habría que sumar la compra de deuda argentina
por parte de Venezuela y la asistencia de combustible para superar la estrechez energética local desde 2006. El gran tema de conversación con Evo no fue la filosofía del “buen vivir” indígena sino la ampliación de la venta de gas y la construcción de un nuevo gasoducto que la posibilite. Y así. Si elegimos resaltar estos aspectos de la obra del Néstor internacional antes que otros (como su rol en la secretaría general de la Unasur, o las intervenciones en las Naciones Unidas, etc) es porque no estaría bien olvidar que la molestia profunda de los sectores conservadores con el kirchnerismo es su condición de viabilidad numérica, de proyecto anclado en hechos palpables. Lo que jode, al final de cuentas, es el “robo de los trapos” de los números de la economía, para sustentar un modelo interno y regional muy distinto al que tenían en la cabeza los que directa o indirectamente habían gobernado hasta el 2003. Digámoslo así: Néstor agarró su lápiz de almacenero, sacó las cuentas y dijo, racionalmente utópico: América latina ahora, o nunca.
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No tan distintos por zappa
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odos recuerdan una de las primeras imágenes de Néstor Kirchner como presidente: él en la plaza, con su cara en primerísimo primer plano y un corte en la frente. Era una foto rara, que a su manera representaba y al mismo tiempo clausuraba el clima particular de esos años post-2001: un presidente que bajaba a la plaza, se mezclaba con la gente y se lanzaba sobre ellos, tosco e inconsciente, aún con la posibilidad de que el filo de una cámara lo tajeara. Un tipo desconocido que sintetizaba la perplejidad del momento: nadie sabía muy bien hacia dónde íbamos ni qué era lo que venía después. Esa imagen famosa, vista desde hoy, condensa toda la atmósfera de aquellos meses: la política todavía no sabía cómo moverse entre la gente. El país aún estaba repleto de bordes filosos. Un presidente herido, en un país lastimado por todos los wines. Pero en un par de horas el tipo había hecho una serie de gestos que lo distinguían. Lo volvían una rara avis en la gris historia presidencial. El juego con el bastón, la potencia de su discurso. Su imagen, la forma de vestirse también. Luego de años de Armani llegaba un presidente con traje cruzado y mocasines. Casi un adolescente tardío. Alguien que no tenía tiempo de dedicarse a la ropa. Eso y la particular sigla de su apellido derivó inmediatamente en una marca: el Estilo K. Pero esa construcción visual pronto demostró que estaba lejos de ser una simple estética. El Estilo K -o para decirlo de una manera menos marketinera y televisiva: la forma de actuar y moverse de ese temprano Néstor- se
reveló desde el primer momento como una forma muy particular de sentir la política, una manera, también, y entendiéndolo en el contexto caótico y apocalíptico del 2003, de recuperar la autoridad presidencial. Porque el pueblo, que se había acostumbrado a ver a los presidentes de lejos, que había aceptado como verdad esa cantinela adolescente y noventista de los “poderosos”, de los complots palaciegos que hoy nos parece una imagen infantil y chistosa pero que en algún momento fue real, vio de golpe cómo el presidente de la nación se le tiraba literalmente encima. En un inmenso mosh popular.
Para las fantasías del asambleísmo autonomista toninegrista full full, diciembre de 2001 se cierra –ay del peronismo, siempre tan conserva- con un gobierno que reconstruye el sistema político argentino. En ese sentido, el kirchnerismo representa para la política –para los políticos de toda laya- la posibilidad elemental de volver a caminar por las calles del suelo patrio. Néstor entendió que para que eso empezara a ser había que tirarse de cabeza a la gente. Ser el último punk, o el primero. Confundirse con la multitud, como diciendo: “acá estoy”. Acá estamos. Como esa canción de Sumo: no tan distintos.
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Domingo 28 de octubre de 2012 / NI A PALOS
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El tamaño de una nación por martín rodríguez
V
oté a Néstor Kirchner en abril de 2003 porque creía que era la continuidad de Eduardo Duhalde. Era ambiguo: la decisión de votarlo cargaba incertidumbre y conservadurismo en sus rizos. Lo votaba sabiendo más o menos quiénes eran él y Cristina por lo que se conocía de sus desempeños en televisión o entrevistas a diarios. Eran lectores de Página/12, se notaba, pero no eran el elenco predilecto de Página/12. También se notaba. Kirchner fue “traducido” en ese tiempo previo por Torcuato Di Tella y Miguel Bonasso, dos potabilizadores por izquierda que lo conocían y le confiaban. Y uno promediaba esto: Kirchner había gobernado una provincia lejana, sin conflictos expuestos, era crítico al disco rígido de los 90’s y negociaba como perro las regalías (en esa vehemencia se “entendía” con Cavallo) y había estado (como Cristina en el parlamento) en actitud de “rebeldía orgánica” con el peronismo de Menem. Duraron en el PJ sin ser menemistas, amén de los roces y tejidos a los que toda relación política e institucional somete. Pero no rompieron: sus posturas incluyeron un cierto consenso a las políticas de esos años. Tonto negarlo. En definitiva la fe de la crisis decía que lo nuevo tenía que venir del fondo de la olla donde hervía lo social. Pero vino de ahí, de un ignoto gobernador justicialista. Lo nuevo tenía que venir de la innovación de formas democráticas en el fracaso de la representación. Pero vino de ahí. Lo voté a Kirchner contra la opinión de la mayoría de los compañeros de militancia que me rodeaban, quienes asumieron diversas actitudes ante el deber cívico: algunos miraban con indiferencia el proceso electoral, otros desde la “contra-campaña” y otros -con cierto temor- preferían las opciones de Carrió, Rodríguez Saa o Izquierda Unida. La CTA se había blindado en un llamado fantasma a formar un
movimiento político. ¿Por qué había gobernado Duhalde el país en crisis? Porque era el peor de todos y eso garantizaba sólo gestión sin futuro estelar. Era el que más conocía el territorio indomable del conurbano, el viejo y querido Gran Buenos Aires. Vía Lavagna y el “sacrificio devaluador” la recuperación había tibiamente comenzado, pero NK le dio volumen y sentido histórico. Fue un Roosevelt criollo, lector voraz de la economía del mundo, pero más titubeante sobre cómo reconstruir la política. Se ofreció frágil y rebelde para esperar el socorro social de un pueblo que venía de comerse la crisis. Supo hacerlo con prepotencia de trabajo, pero no
encontró la fórmula para reordenar un sistema de partidos. Tiró “transversalidad” hasta que en la crisis de 2008 tuvo que asumir el control directo del peronismo, de quien dependió, con figuras como las de Moyano o Scioli. En la crisis de la 125 ningunas de las primera líneas del progresismo estaban jugadas en la defensa del proyecto, la clase media (en promedio) se había apartado del consenso. Pero tuvo un sino: nunca literalmente ganó con la estructura del peronismo sus elecciones. Ni la del 2003, ni las “testimoniales” del 2009. Por eso siempre tuvo el malestar inusual de un caudillo: con el peronismo no alcanza. En resumen, Kirchner nunca ganó sólo con el PJ. Y la estrella electoral de Cristina se encendió en 2005 enfrentando a un sector duro del peronismo, encarnado por Chiche Duhalde. Por lo tanto, siempre hubo algo de anti-peronismo, no en un sentido esencial pero sí de anti aparato en la línea ideológica del kirchnerismo. ¿Cuál era la obsesión? Gobernar los saqueos y las cacerolas, ese malón de Caballito y Matanza. AMBA. Para la clase media encabezó los primeros gestos de impronta simbólica (Corte, DDHH, etc.). Y con una “ayudita” de la mano invisible del mercado se iban a reubicar los humores sociales. Pero al pobrerío hay que administrarlo. ¿Qué le estorbó a Néstor? La mediación provincial. Su trato directo con intendentes fue prioritaridad esencial. La leyenda del helicóptero rumbeando hacia el lejano oeste del conurbano es inapelable. Kirchner vivió obsesionado por ese terreno para el que diseñó obras, subsidios, alianzas. Era de una provincia enorme y desértica por eso era comprensible la obsesión por ese espacio de hacinamiento y contaminación del conurbano. Para el país tuvo su gestión un brío roquista ambicioso: llegar con el caballo del Estado a los confines. Pero su obsesión estuvo ahí en los nombres de esos políticos (el japonés, Cacho, el Barba), en las tramas territoriales de esa frontera. Cómo gobernar esos metros cuadrados era la pregunta del hombre del sur, del mar y del desierto.
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El lugar de la Historia por ni a palos
L
a historia es conocida. En marzo de 2010 circuló por Buenos Aires una imagen del Eternauta caminando entre la nieve de una ciudad siempre apocalíptica. El personaje, tan conocido por varias generaciones, tenía sin embargo algo distinto. Bien mirado, no era el mismo de siempre. Efectivamente, el que estaba dentro del traje no era el mítico Juan Salvo sino Néstor Kirchner y su mirada desviada. Era un afiche blanco con el Néstornauta en negro y a sus pies, con la tipografía clásica de la revista Fierro, se leía “Ferro”. Era el 11 de marzo y tamaña intervención servía para convocar a un acto en el viejo estadio de Caballito, por un nuevo aniversario del triunfo de Héctor J. Cámpora. Pocos lo vieron, de hecho tuvo una circulación más bien acotada, centralmente en las redes sociales, pero acababa de nacer una marca gráfica de este tiempo. Después vino otro acto muy grande, donde el Néstornauta ocupó esta vez sí un lugar central. El 14 de septiembre de ese mismo año, cuando se realizó el ya mítico acto de las juventudes políticas kirchneristas en el Luna Park, con Néstor aún convaleciente tras una operación y Cristina como oradora central, el ingenioso diseño se impuso, entre otros candidatos, como marca del encuentro. Después murió Kirchner y desde aquel 27 de octubre, el Néstornauta se convirtió en el sello iconográfico indiscutible de una generación de nuevos militantes políticos que no dudan en llevarlo a todos lados, como si fuera un talismán. Pero ese talismán no llegaba de casualidad, desde
algún giro azaroso del presente: estaba ahí, en el aire. Años de capas y capas de representaciones habían ido construyendo una iconografía. Sólo faltaba que alguien hiciera el link. Porque no es cierto que la imagen de
Néstor adentro del traje de goma de Salvo sea una lectura que conecta linealmente al Eternauta con Kirchner. El Néstornauta opera sobre una representación más basta, sobre un Eternauta que, desde mediados de los 80, al calor también de la historia trágica de su autor, de la centralidad que Oesterheld comienza a ganar en el sistema literario, de los modos nuevos con que la historieta es leída (la historieta en general y El Eternauta muy en particular), había sido cubierto por un barniz que casi identificaba la significación de la obra con la significación de la biografía de su autor. Así, la figura del Eternauta como símbolo de un graffiti callejero que en plena época de los indultos rezaba “Juicio y castigo” empezó a ser parte del repertorio de imágenes políticas de la lucha por los derechos humanos. Y si bien es cierto que es posible leer la aventura de Juan Salvo y sus amigos como una metáfora alucinada y cruel de los años de la Resistencia peronista, no es menos cierto que el Eternauta modelo 2010, sobre el que se construye la imagen de Néstor detrás de la escafandra, es un objeto de la cultura argentina con más capas que las de 1959. ¿Qué representa entonces el Néstornauta? Probablemente una apropiación doble. Una apropiación del personaje de Oesterheld -tantas veces apropiado- pero también del propio Kirchner, una forma de extender su figura, de recubrirlo de un halo generacional que lo aleje del frío marmóreo del homenaje para mantenerlo vivo, en la calle. Pero la imagen es también, en esa primera apropiación, una continuidad de muchas otras representaciones históricas, de luchas y de consignas. Una de las formas que tiene el presente de actualizar sus viejas querellas, esas banderas eternas que hacen a la experiencia biográfica de un país. Pasado, presente y futuro de una larga historia.
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8 NI A PALOS / Domingo >
28 de octubre de 2012
LA MALA LECHE
Yahvé habló a Moisés
TRASVASAMIENTO CULTURAL
Por Leila Luna
U
na de las aristas menos desarrolladas sobre la posibilidad de legalización del aborto está en la cuestión religiosa y con ello, particularmente en una dogmática inabordable desde la lógica racional. La fe representa un terreno complejo desde que el mundo es mundo y es piedra de toque de cuanta querella argumental sin cuartel se plantee. Quizás el mayor peligro en discutir desde ese lugar esté dado por el temor a herir susceptibilidades o calar en espacios suficientemente íntimos donde anida un sistema de creencia que los no creyentes creen inexistente, algo así como una paradoja. Sin embargo hay algunos puntos que conviene tener en cuenta antes de vociferar una posición y entre ellos tener en claro cuál es la bajada de línea que la propia fe católica profesa. Si es la Biblia la fuente de toda razón y bien que guía el accionar de los creyentes, un pasaje del Antiguo Testamento negaría rotundamente la idea que establece el momento de la concepción como comienzo de la vida de la persona. En el apartado “Ley de Sanidad” desarrollado en el Levítico, existe una posible respuesta a la imperecedera pregunta “¿cuándo nace la vida?” y dice: “Porque el alma de todo ser viviente está en su sangre, y yo les di la sangre para que la lleven al altar para el rescate de sus almas, pues esta sangre paga la deuda del alma.” (Lev. 17,11) Está de más aclarar -aunque no para quienes no tuvieron que pasar años en escuelas católicas haciendo estudio bíblico- que quien se erige en enunciador de la frase citada anteriormente es el propio Yahvé que le habla a Moisés para que les transmita a “los hijos de Israel” (Lev. 1,1) y que el Libro denominado Levítico no es más que uno de los cinco que componen “la ley (…) la cual nos dice lo que el Dios Santo exige de su pueblo que tiene el honor de pertenecerle, tanto con respecto al culto como a su vida diaria.1” No son pocas las relaciones dentro del texto bíblico que se van a fundar en este pasaje, incluso la razón por la que la eucaristía propuesta en el Nuevo Testamento se realiza en un ritual de “cuerpo y sangre de Cristo” pero en caso de que hubiera quedado algún hilo suelto respecto de la vida, el Génesis dice: “Lo único que no deben comer es la carne con su alma, es decir, con su sangre” (Gen. 9,4). Posiblemente en la época en que Yahvé dicta estos principios poco se sabía de los tiempos de fecundación pero está claro que no era a partir de la unión entre el espermatozoide y el óvulo que había sangre o alma allí, que valga recordarlo, son sinónimos en el texto sagrado. La ley estaba para ser cumplida, una convención más que tiene por objeto resguardar la salud pública del pueblo de Dios…igual que la prohibición de comer carne de cerdo ante el peligro de una plaga de triquinosis. Lo que se pretende al establecer la analogía entre el alma y la sangre, lo intangible e imperecedero tomando forma en el cuerpo es justamente “inculcar el sentido del carácter sagrado de la vida” porque a partir de allí sería importante protegerla. Aunque parezca ingenuo y para evitar disputas ontológicas acerca de las normas –que la hay y siempre son necesarias- las leyes, artificios culturales del deber ser, se crean y recrean para que “vivamos mejor”. En el fondo se trata de organizar una sociedad y dotarla de sentido pero no por la mera observación de una regla, sino para comprender la propia reproducción social. Otra vez, vale no perder de vista el objetivo: los tecnicismos y las voces de los expertos no pueden sobreponerse al espíritu de las leyes, quizás el mismo espíritu con el que se establecieron las normas de convivencia del Antiguo Testamento donde la tarea de ordenar que llevaron a cabo los sacerdotes judíos del Siglo V antes de Cristo, necesitó justificarse en una “revelación” del propio Yahvé a Moisés para el pueblo de Israel.
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1 La Biblia Latinoamericana, Edición Pastoral
Literatura y kirchnerismo Después de dedicarle un número entero a las múltiples figuras y representaciones de Néstor Kirchner a lo largo de estos años, sería ingenuo y condescendiente insistir en esa relevancia. Resumamoslo así: alrededor del perfil dylanesco de Kirchner gira el cúmulo de obsesiones, sueños y pesadillas de esta época. Y uno de los campos de maniobras de ese accionar es, sin dudas, la literatura. O mejor, las múltiples narraciones de esta época digital e hipercomentada. Con esa certeza encima, Juan Terranova y Nicolás Mavrakis, dos de los más notables escritores jóvenes de este bendito país, se decidieron a dictar el taller Literatura y Kirchnerismo – Primera parte. En la página del CEC, el espacio que los cobija, los docentes explican: “Lo que proponemos aquí es simple y ambicioso, a la vez que imposible e incompleto: ¿Qué se narró del kirchnerismo? ¿Cómo, cuándo y desde dónde se lo narró? Sin demoras discutiremos el pasado reciente pero también el presente, preguntándonos siempre qué es lo que falta contar y cómo recordaremos y escribiremos esta etapa de la historia de la Argentina en el futuro”. El corpus del taller abarca desde jóvenes autores de una ficción nimbada por el espíritu de época (Incardona, Bruzzone, Kohan) hasta escribas de una no ficción obstinada con la interpretación voraz del presente (Asís, Sarlo), sin olvidarse, por supuesto, del gran espacio narrativo del kirchnerismo: internet. El taller arranca el 7 de noviembre y para inscripciones o más información pueden visitar la web del CEC: https://sites.google.com/site/centrodeestudioscontemporaneos/
> Falsa escuadra
POR romina sánchez
el, mi nona y yo
C
omo que se llamaba Nelly Edith, mi abuela era peronista. Era una tana gorda de ojos verdes y nariz de bruja que me llamaba nena. Nena vení, nena, mirá lo que te traje, nena, quedate quietita, nena. Trabajaba limpiando casas y vidrios en panaderías. Su mapa político no reconocía otras figuras que no fueran Evita y Perón, en ese orden. La oposición, el resto del mundo, no tenía entidad, para ella era una suerte de holograma. Cuando aún no superaba el metro de altura, de su boca algo desdentada conocí esa Argentina que en los ochenta me resultaba prehistórica. Mi abuela no era de las que leían cuentos o llevaban a la calesita. Que me hablara de Perón y de Eva, ¡ay, Eva!, en la familia se leía como un gesto cariñoso. Entonces, no me tejía pulóveres aunque conociese todos los puntos: me hablaba del peronismo. Y mi abuelo, un tucumano de Monteros, eterno peón de albañil dado su alcoholismo, siempre la interrumpía en su relato para que cocinara huevos revueltos. A la hora que fuese. Así de tajante se truncaban entonces la historia de la lluvia del trabajo o la felicidad omnipresente de la gente como ellos, tanos y cabecitas
Staff A PALOS suplemento joven de miradas al sur
Director/
Federico Scigliano
Editor/
Diego Sanchez
negras. Nela, yo la llamaba así, me contó que el día que Evita murió fue uno de los más tristes de su vida, que solo podía compararse con la muerte de su primera hija, a la que ningún curandero pudo salvar de la pata de cabra. Mi abuela conoció a Eva, acarició su mano. Terminó sus días más senil que Aleandro como mamá de Darín. A mí me confundía con mi vieja y a mi hermana directamente no la registraba. Qué lindos ojos, qué lindo pelo, ¿vos tenés novio?, pero no sé quién sos. Deliraba con los buenos tiempos de la Singer y el puchero para todos. Deliraba mientras tomaba de la mano a mi vieja con mucha ternura. Pero a ella no la confundía con Eva. Eva era inconfundible. Mi abuela siempre estuvo un poco loca, siempre fue la antinona. Tenía más de setenta y votaba igual. Vivió la dictadura medio de costado, medio de ignorante. Vio la esperanza alfonsinista con escepticismo, tanto, que terminó quedándose con una bolsa de nylon llena de billetes que luego fueron mis juguetes por los constantes cambios de moneda. Le paso una, dos, tres veces. Siempre tropezaba con la piedra
Redactores /
Julia Mengolini Martín Rodríguez Zappa Fede Vázquez Benito Messina Tomás Aguerre Salvador Salinas Franco Dorio Laila Manubes Paz
Julián Eyzaguirre
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Diego Paladino
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de la reconversión monetaria. Y con la híper, el azúcar a un precio a la mañana, otro a la tarde y así. Lo único que le gustaba de ese gobierno era la Caja PAN. Después, vio el menemismo y su desquicio. Vio la Alianza y su parodia de La Liga de la Justicia. Y más tarde, aunque veía, ya no vio más nada. No pudo ver a Néstor. Ni pudo ver a Cristina. Ya no se levantaba un domingo cada tanto a las 7 para ir a votar a los peronistas, como decía. Mi tristeza por la muerte de Néstor no tuvo esa impronta de orfandad que sí sintió mi abuela, aún con Perón vivito y coleando, cuando Evita la dejó. Cuando me enteré de lo de Néstor, en plena tarea de censo, pensé que quizás sería 28 de diciembre, pero no, era verdad. Néstor estaba muerto. Con el tiempo, hacer conciente que Cristina seguía ahí y que era fuerte, me tranquilizó. Así las cosas, yo sin mi abuela, mi abuela sin ella y yo con ella. Yo sé que a Nela le hubiera gustado mucho la idea de una mujer en el poder, en nuestro país. Y de un tipo como Néstor. Le hablé de ella pero más le hablé de él, el que me hizo salir del letargo del 2001. Creo que algo le quedó.
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