Recuerdos de la Prensa en Chile

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RECUERDOS DE LA PRENSA EN CHILE 1800-1900

Antonio Mรกrquez Allison

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Indice Presentación………………………………………………………………… 6 A manera de reseña…………………………………………………… 9

Capítulo I…………………………………………………………

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· Del origen de las primeras imprentas · Johannes Gutenberg

Capítulo II………………………………………………………… 16 · En América

Capítulo III………………………………………………………… 18 · En Chile · 1696 · 1747 · 1776 · 1777 · 1789 · 1780-1807 · 1780-1783 · 1800 · 1807 ·Conclusión

Capítulo IV……………………………………………………

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La prensa en la Patria Vieja · 1810 · 1811 · La Aurora de Chile Samuel B. Johnston, “artista” · 1812 · 1813 · 1814

Capítulo V…………………………………………………… · La prensa en la Reconquista · 1814 2

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· 1817 · La imprenta y el impulso de la revolución industrial

Capítulo VI……………………………………………………

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La prensa en la Patria Nueva · 1818 · 1819 · 1820 · 1821 · 1822

Capítulo VII………………………………………………………… 39 El periodismo en tiempos de inestabilidad política · 1823 · 1824 · 1825 · 1826 · 1827 · 1828 · 1829 · 1830 · Un enfrentamiento especial

Capítulo VIII………………………………………………………… 51 La república autoritaria · 1830 · 1832 · 1834 · 1835 · 1836 · 1837 · 1840 · 1842 · 1845 · 1847 3


· 1848 · 1849 · “El Amigo del Pueblo” un periódico de combate político · El poeta de la canción nacional · La breve pero intensa vida de “El Amigo de Pueblo”

Capítulo IX……………………………………………………………… 67 · 1851: Guerra Civil · 1854 · 1855 · 1856 · 1858 · Se aproxima la crisis · 1859: La otra guerra civil · 1862 · 1863 · 1864 · 1865 · 1868-1869

Capítulo X………………………………………………………………… 78 · La década de la guerra · 1870 · 1871 · 1872 · 1874 · 1875 · El primer periodista mártir · 1877 · 1878 · 1879 · La Guerra del Pacífico · Los corresponsales de guerra · Eloy Temístocles Caviedes 4


· Daniel Riquelme Venegas · 1880 · 1881 · 1883

Capítulo XI…………………………………………………………………… 93 · La última crisis del siglo · 1886 · 1881

Capítulo XII…………………………………………………………………. 95 · La Guerra Civil de 1891 en la prensa · Eduardo Phillips Huneeus · El Ají · El padre de la prensa humorística · 1894 · 1897

Colofón……………………………………………………………………… 101 Referencias……………………………………………………………….. 102 Bibliografía………………………………………………………………… 103

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Presentación El periodista, escritor y novelista, Premio Nobel de Literatura, José Saramago dijo en su momento una frase que viene al caso al presentar “RECUERDOS DE LA PRENSA EN CHILE. 1800 y 1900”, que apunta a convertirse en una relación cronológica de ciertos hitos del periodismo escrito en Chile: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”. Para algunos de las nuevas generaciones, el periodismo empieza con la transformación analógica en digital. Sin embargo, hay ciertos principios básicos que se mantienen inalterables. Un hecho es noticia cuando es un acontecimiento nuevo, no conocido por la audiencia. Entre más clara sea la forma de representar la realidad, con datos precisos y en pocas palabras, el suceso informativo será más eficaz y verosímil para quien busca enterarse de la actualidad. Hay que decir que en los albores del siglo XIX la difusión de ideas políticas y religiosas fue predominante en la representación escrita. Era la lucha por la Independencia. El gran artífice de la época fue un valdiviano, religioso, escritor y periodista: Fray Camilo Henríquez, a quien se le considera el padre de la prensa escrita, ya que desde La Aurora de Chile, luchó por la libertad del país contra los realistas. En su afán de promover un Congreso Nacional con hombres de ideas independentistas, escribió bajo el pseudónimo de Quirino Lemáchez: “Vosotros no sois esclavos: ninguno puede mandaros contra vuestra voluntad ¿Recibió alguno patentes del cielo que acrediten que debe mandaros? La naturaleza nos hizo iguales, y solamente en fuerza de un pacto libre, espontánea y voluntariamente celebrado, puede otro hombre ejercer sobre nosotros una autoridad justa, legítima y razonable...” Sin duda que en el siglo XIX, la precariedad de los medios en comparación con los momentos actuales resulta sideral. En las páginas siguientes se podrá apreciar el sentido colonial, dependiente de nuestro país, dado que la mediación técnica vino desde el viejo mundo. 6


Como dato referencial importante, Chile tenía algo más de 850 mil habitantes y la masa de analfabetos era descomunal. Para entender esa realidad basta comparar con 1900, en que el país llegó a los 3 millones de habitantes. El fin de siglo, nos muestra a un 68,3% de la población que no sabía leer ni escribir y más del 57% de los habitantes, vivía en el sector rural. Sin embargo, entre los gobernantes existía clara conciencia que había que avanzar con fuerza a una alfabetización sustantiva. En junio de 1813, el primer Senado que tuvo la República de Chile, bajo el alero del Reglamento Constitucional impulsado por José Miguel Carrera, promulgó la Ley de Instrucción Primaria. En el siglo XIX se funda el Instituto Nacional (agosto de 1813). En 1842, la Escuela Normal de Preceptores se transforma en Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez. Ese mismo año, la Universidad de Chile abre sus puertas. La Escuela de Medicina había nacido en 1833. Gran influencia proyectan los protagonistas del movimiento literario del 42, todo un fenómeno cultural que se expresa en varias publicaciones. Andrés Bello, José Victorino Lastarria y el argentino Domingo Faustino Sarmiento, figuran entre las plumas notables con ideas liberales, en el contexto de una sociedad oligárquica. En el siglo que aborda la cronología del profesor Antonio Márquez, se podrá observar cómo destacados profesionales de distintas disciplinas participan en la creación de medios escritos, que alcanzan gran influencia entre élites que toman decisiones en la sociedad. Es posible distinguir el tono liberador para zafarse de la dominación española, por ejemplo, o la defensa de la propiedad privada por sectores de la sociedad dominante. Es evidente la pugna entre quienes ostentan poder político y económico y aquellos que miran el bien común para la sociedad con un sentido social. 7


El siglo XIX fue rico en acontecimientos noticiosos. La Revolución de 1851, la Guerra Civil, fue una rebelión para impedir que Manuel Montt alcanzara la presidencia y derogar la Constitución de 1833, impuesta por los conservadores. En el campo de las comunicaciones se pone en marcha el ferrocarril Copiapó-Caldera y comienza a funcionar el telégrafo eléctrico entre Santiago y Valparaíso. Uno de los momentos más dramáticos, de los cien años de la cronología, lo constituye la Guerra del Pacífico, también denominada Guerra del Guano y del Salitre. La actividad periodística fue intensa en este conflicto armado que enfrentó a Chile contra los aliados Bolivia y Perú, que dejó varios miles de muertos. La iniciativa de la presente obra “RECUERDOS DE LA PRENSA EN CHILE. 1800 y 1900”, escrita por el profesor Antonio Márquez, bajo el alero de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Central de Chile, pretende ilustrar a las nuevas generaciones de futuros periodistas, de ciertos hitos en el desarrollo del ejercicio informativo escrito durante cien años. Esperamos que este trabajo se pueda complementar en el futuro con el siglo XX y lo que va del siglo XXI.

Sergio Campos Ulloa Decano Facultad de Comunicaciones Universidad Central de Chile 8


A manera de reseña El periodismo es la historia narrada día a día por los periodistas, testigos privilegiados de las noticias. Periodismo e historia avanzan juntos hace ya más de medio milenio, desde que el papel impreso con tinta circuló ampliamente, ganándose un lugar único en el comportamiento de la sociedad, naciendo el hábito de la lectura, del comentario, del debate. La creación de los tipos móviles, los primeros impresos con información del siglo XV, o el invento de la linotipia por Ottar Margenthaler en 1884, que va a dominar las salas de impresión del mundo por casi un siglo. En nuestros tiempos, la modernidad de las cintas perforadas y la computación, han cambiado completamente el acceso a las noticias. Una era digital que nos hace compartir instantáneamente la información, entregando no solo a los periodistas su rol esencial, sino a todo aquel que posea un aparato digital para entregar la noticia en forma inmediata. Los años que vienen hacia adelante irán definiendo cómo será el periodismo. Lo que permanece inalterable en el tiempo, y con ansias de ser estudiada en profundidad, es la Historia del Periodismo, especialmente, en nuestro país donde ya se han desarrollado destacadas investigaciones, que consignamos en la bibliografía, pero aún queda tanto por hacer. Lo que faltaba, al plantearnos este desafío, era una Historia que sirviera casi como un manual para los estudiantes de la profesión, y en este propósito se han escrito estas líneas, y ordenando en forma cronológica el desarrollo de nuestra prensa escrita. Han quedado numerosos vacíos que nos impulsan a seguir en este camino. En el presente libro hemos incorporado el desarrollo de la prensa escrita durante el siglo XIX, periodo de grandes convulsiones, de guerras internacionales y civiles, donde el periodismo ha informado profusamente los hechos, tomando siempre un partido para entregar una visión de esos hechos a sus lectores. En una introducción breve hemos establecido algunos hitos previos al nacimiento de nuestro periodismo, y luego, en apretadas síntesis, hemos intentado contextualizar los sucesos que fueron marcando esa época.

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¿Quiénes hacían el periodismo y quiénes leían la prensa? Según estudios realizados en nuestro país, al promediar el siglo XIX, en 1854, teníamos un 86,5% de analfabetismo, y cerramos ese siglo con un 68,3%(1). Solo una élite, la pequeña burguesía funcionaria y comercial, estaba en condiciones de tener acceso y comprender los contenidos de la prensa y su genial influencia. Y si agregamos que desde un comienzo fue un medio de combate, donde los pensamientos se enfrentaron sin piedad, estaremos frente a un escenario complejo, de abundante información, a lo que sumamos entre otras formas periodísticas el humor, la sátira y la ironía hiriente. Fue una realidad en los tiempos de la consolidación de la República, especialmente a partir de 1830, y alcanzando su mayor virulencia en tiempos de la Guerra Civil de 1891. Incluso, en este último conflicto, alcanzará destacada participación la caricatura periodística en su más cruda expresión. Si esa guerra civil aparece como una crisis dentro de la élite dividida entre balmacedistas y congresistas, no fue menos relevante la participación popular a través de los poetas y cantores, lo que muestra la incorporación de nuevas expresiones a la tradicional alta burguesía. Ese material tan rico no se incorpora a este trabajo, dado a su objetivo de historiar el periodismo en el siglo XIX, pero no por eso, deja de ser interesante asumir la incorporación de estas nuevas formas de opinión pública. Lugar especial hemos dedicado a los corresponsales de guerra durante el conflicto de 1879. Y si bien son varios los profesionales que recorrieron el frente de batalla enviados por los distintos medios periodísticos del país, nos hemos concentrado en dos de ellos por cuanto representan al prototipo de los hombres que mantuvieron a nuestra población informada de esos sucesos, debiendo enfrentar en más de alguna oportunidad el rechazo de los altos mandos de la guerra. Y no menos relevante es el papel jugado por los periodistas en los dos bandos que se enfrentaron en la Guerra Civil de 1891. Es por ello que hemos incluido una información más completa sobre ese episodio. Dado el carácter académico y formativo de este libro, esperamos que sirva a su propósito de dar a conocer su contenido entre las nuevas generaciones, y 10


sea un incentivo para futuras investigaciones dedicadas, especialmente, al estudio en mayor profundidad de la prensa escrita en nuestras provincias durante este período. Lo mencionamos pero a lo mejor no profundizamos lo suficiente. Solo esperamos que estos párrafos sirvan de aliciente para que los colegas de profesión investiguen en ese pasado que está esperando en los estantes de la Biblioteca Nacional, en las universidades y en muchos hogares para así conocer más de nuestra historia, tan rica en sucesos, pero tan desconocida. Agradezco al decano y Premio Nacional de Periodismo, señor Sergio Campos Ulloa, y a las autoridades de nuestra Facultad, la posibilidad de ofrecer esta investigación a los periodistas, mediante este libro que ha nacido a la velocidad de las noticias. El autor

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Capítulo I Del origen de las primeras imprentas Cuando en los tiempos antiguos se quería imprimir, se utilizaba un sistema llamado de “plancha plana”. Consistía en grabar signos en una placa de madera, aplicarle un elemento colorante y presionar sobre ella un papiro o pergamino. Los romanos ya lo usaban en el siglo III de la era actual, los árabes ponían caracteres en bloques de madera en el siglo IX, mientras las viejas tradiciones agregan que ya en el año 1041, en China, existían las imprentas de tipos móviles, inventadas por un personaje llamado Phi Sing (según otros el autor sería Fong in-Wan), que fabricaba los signos en bloques de arcilla tallados con “letras” y que colocaba en orden para usarlos en la impresión. Una vez hecha la impresión, se armaba un nuevo juego de “letras” para imprimir la página siguiente. Pero tuvo que enfrentar un serio problema, ya que en chino se usaban entre 2.000 y 40.000 caracteres, los que complicó en exceso el procedimiento. Más tarde, en la Edad Media, se aplica la xilografía, y en el siglo XV ya se leen libros impresos con esta técnica. Algunas investigaciones dicen que este sistema lo aplicaban también los mongoles y los turcos, utilizando trozos de madera o terracota, pero se echaban a perder con el uso excesivo. Hay constancia que la primera imprenta de tipos móviles es del año 9 de la era de Xiantong, durante la dinastía Tang (alrededor del año 868 d. C.). Como antecedente concreto, se conserva la Sutra del Diamante, primera obra impresa, guardada en la Biblioteca Británica. Por su parte, los estudiosos coreanos inventaban los caracteres móviles de metal. Hacia el 1100 se calcula que entraba el papel en Sicilia y España, conocido desde mucho antes en Oriente.

Johannes Gutenberg Cuando Johannes Gutenberg aplicaba el sistema de los elementos móviles para imprimir sobre un papel, su mundo está en pleno de proceso de profundas transformaciones. La llamada Alta Edad Media comenzaba a cerrar su existencia a través del feudalismo político y el dominio sin contrapeso del catolicismo. El fin de siglo XIV, con sus epidemias, 12


hambrunas, pestes y guerras, a lo que se sumaba la amenaza de un nuevo y poderoso enemigo, el Imperio Otomano, aparecía como una pesadilla a los ojos asustados de los europeos. Pero la metamorfosis iba a ser profunda. Caía el antiguo imperio Bizantino y se cerraba el comercio hacia las maravillas de oriente, que había descubierto Marco Polo, y con ellos se despertaba el espíritu descubridor. Nuevas rutas, nuevos mundos que se incorporan a los mapas, nuevas tecnologías en la navegación y en la observación dl espacio. Una época en que el anonimato de los conventos, el silencio de los claustros, la voluntad divina que todo lo domina, va a dar paso a mentes nuevas, a un renacer del arte, la ciencia y la tecnología, la política y las reformas religiosas. Era el Renacimiento, el puente necesario entre la Edad Media y la Edad Moderna. Entonces urgen los Vasco da Gama, los Cristóbal Colón, los Kepler y los Galileo, en este incesante avanzar a una nueva realidad. Y es en ese marco de profundos cambios, entre la caída de Constantinopla, en 1453, y el descubrimiento de América, en 1492, cuando Gutenberg aplica la técnica de los tipos móviles en la impresión. Desde comienzos del siglo XV, los elementos móviles ya se usaban en Europa para imprimir telas, hasta que Gutenberg desarrolla la idea de aplicarla en la escritura.

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En 1438 intenta convencer a otros personajes para desarrollar este proyecto secreto, hasta que en 1449 se asocia con el prestamista Johann Fust y entrega ese año el “Misal de Constanza”, el primer libro impreso del mundo occidental. Como todo genio creativo se le van terminando los dineros, entonces comienza a imprimir la “Biblia de 42 líneas” (1452), pero la gloria será de Fust, quien va a financiar y terminar la obra. El final de Gutenberg no será diferente al de otros iluminados: Gutenberg fallece en la más completa miseria en 1468. Veinticuatro años más tarde Cristóbal Colón encontraba el Nuevo Mundo. El desarrollo de la imprenta será explosivo, como ocurre en Venecia, donde se funda la primera imprenta en 1469 y en 1500, ya existen 417 de ellas funcionando. Y comienza a aplicarse en distintas áreas del conocimiento: en 1476 se publica en Milán una gramática griega y, además, con tipografía griega. Ese mismo año, el impresor William Caxton fundaba la primera imprenta en Inglaterra, y el francés Arnoldo de Brocar lo hacía en España componiendo la “Biblia Políglota Complutense” en seis tomos, a pedido del cardenal Cisneros. Recordemos por un momento al fanático Inquisidor. Francisco Jiménez de Cisneros había nacido en 1436, y alcanzó los más altos cargos del reino español, siendo regente a la muerte de Isabel la Católica. La heredera, Juana, peregrinaba en esos días por la campiña hispana con el cadáver de su esposo, en medio de las pestes y conflictos que aterraban a su país. La historia la conoce como Juana la Loca. Cisneros solicitó al viudo rey Fernando de Aragón regresar de las guerras de Italia ante la amenaza de los hombres de Maximiliano de Austria. Por su lealtad, Fernando lo eleva a la categoría de cardenal y lo nombra tercer Inquisidor General del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, que había sido creado precisamente por los Reyes Católicos. En 1504 Cisneros iniciaba su magna obra, la impresión de la Biblia Políglota, trabajo monumental que solo se publicaría en 1517, el mismo año de su muerte. Y para cerrar este tema, recordemos que en 1488 se imprimía por vez primera el Antiguo Testamento, en hebreo, en la localidad italiana de Soncino, Lombardía.

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Pero la cultura no se desarrolla en forma homogénea en Europa. Algo va a diferenciar el mundo del norte con el del sur, luego de las dramáticas guerras de religión, originadas por el surgimiento del protestantismo con Lutero y su Reforma. Mientras los países sajones y germanos imprimen básicamente obras religiosas, en Italia se inicia la impresión y difusión de los autores clásicos, tanto griegos como romanos, en un claro ejemplo del renacimiento cultural que se iniciaba. Y si de datos vive el hombre, digamos que la primera revista semanal que se registra es de 1609, impresa en Estrasburgo, y el primer periódico nace en Alemania en 1622, a comienzos del siglo XVII.

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Capítulo II En América A nuestro continente llegaba la primera imprenta en 1539, la que era instalada en México. La había traído el italiano Juan Pablos (Giovanni Paoli), nacido en Brescia, Italia, hacia el año 1500. A su empleador, el sevillano Juan Cromberger, se le había encargado la instalación de una imprenta en América y enviaba a su empleado Pablos al nuevo continente. Ese mismo año Juan Pablos imprimía su primer trabajo, la Breve y más compendiosa doctrina Christiana en lengua Mexicana y Castellana, de Juan de Zumárraga, primer arzobispo de nueva España. La prolífica labor de Pablos, con 37 publicaciones, dio vida además, a la primera generación de imprenteros de México. Cromberger, famoso ya en España, era además un exitoso comerciante y joyero, pero jamás visitó América. Medio siglo más tarde, en 1580, se instalaba en Perú una primera prensa, traída después de un largo periplo desde España, Italia y México, por el italiano Antonio Ricardo (Ricciardi), quien había conocido en esos días al yerno de Juan Pablos, el impresor Pedro Ocharte. En México, trabajó hasta 1579, preferentemente textos de los jesuitas, hasta que viaja a Perú donde se dedica a cumplir el encargo de imprimir un Catecismo Trilingüe, en español, quechua y aymara. Eran tiempos de censura religiosa, y Ricardo no tenía la autorización eclesiástica para poder imprimir. Más tarde va a dar vida a la Doctrina Christiana, primer libro en ser impreso en América del Sur. Entre 1584 y 1605 entrega desde sus prensas más de 40 trabajos, hasta que finalmente fallece al año siguiente. Y en esos días se publica, además, una noticia. No sabemos si fue la primera en la historia americana: la prensa destacaba la captura del corsario inglés Richard Hawkins en 1584, bajo el virreinato de nuestro conocido García Hurtado de Mendoza, anterior gobernador de Chile. Por fin nacían las noticias en Perú. En 1715 se fundaba la “Gaceta de Lima”, siempre bajo la mirada implacable de la censura. Y cerraba el siglo cuando, en 1790, se publicaba el primer periódico propiamente tal, obra de un español europeo que antes había trabajado en el “Diario de Madrid”. Se trata de Jaime Bausate y Meza, y su “Diario de Lima”. 16


Bausate, cuyo verdadero nombre era Francisco Cabello y Meza, vivió intensamente, siendo soldado, periodista e impresor. Enviado como militar al virreinato del Perú en 1790, edita el primer periódico de Sudamérica, El Diario Curioso, Erudito y Comercial de Lima. Viaja a Buenos Aires y edita el primer periódico argentino, El Telégrafo Mercantil Rural, Político, Económico e Historiográfico. Durante las invasiones inglesas (1806) apoya a los británicos, y al ser derrotados es detenido, y enviado a España donde muere fusilado por traidor a la Patria. En Perú, hay una importante Escuela de Periodismo que lleva su nombre. Su diario limeño fue de corta existencia, ya que cerró en 1793; y como siempre ocurre, junto al “Diario” nacía su competencia, “El Mercurio Peruano” (1791-1793), donde se publicaban artículos de “Historia, Literatura y Noticias Públicas” de interés, como aquellos aportados por la “Sociedad de Amantes del Perú”, con la destacada pluma del intelectual ariqueño Hipólito Unanue. Aquí debemos detenernos un instante para recordar a este personaje trascendental en los primeros años de la vida independiente del Perú. Antes había destacado por su inteligencia y sus profundos conocimientos de medicina, de meteorología, aparte de ser un gran naturalista. Con el triunfo patriota, desde 1821 hasta 1826 desempeñó los distintos cargos de ministro de Hacienda, de Relaciones Exteriores y Presidente del Consejo de Gobierno. En Montalbán frecuentó a su vecino, el desterrado general Bernardo O’Higgins. Ahora, vamos a nuestro país.

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Capítulo III En Chile Los estudios iniciados en el siglo XIX por el bibliógrafo e historiador José Toribio Medina y continuadas por el investigador Eugenio Pereira Salas, permiten establecer que ya en el siglo XVII se imprimían barajas en nuestro país, proceso más simple y breve que los libros, pero con iguales requerimientos técnicos. Y como en todo juego se esconde el vicio, las autoridades terminaron por prohibir su impresión en 1698, apenas dos años después de su autorización, como lo asevera don José Toribio Medina (3). Habrá que esperar hasta 1818, cuando Bernardo O’Higgins, a la sazón Director Supremo, autorice que “toda persona podrá fabricar naipes en el territorio nacional” (4). Con lo que hemos revisado hasta aquí, podemos concluir que, antes que libros o periódicos, la primera pasión de nuestros antepasados fue la impresión de naipes. Veamos algunos antecedentes. 1696 Recordemos algunas historias de esos días coloniales. En 1696 ya existe en Chile una imprenta donde se fabrican naipes en moldes de madera, lo que quedaba consignado en un oficio de la Real Audiencia de Santiago de fecha 24 de marzo de 1696, donde se autorizaba su funcionamiento. Pero la madera se gastaba al poco tiempo de uso, por lo que se encargó al tallador José de los Reyes la fabricación de los caracteres, pero esta vez en bronce. Como dato complementario, el oficial y alférez de esta imprenta fueron los impresores españoles Marco Rodríguez y Cristóbal de Castro, respectivamente. La solución llegaba desde Alemania, cuando un grupo de jesuitas es establecía en nuestra capital. 1747 El bávaro Carlos Heimhaussen (Karl von Heimhaussen. 1692-1767), había sido “nombrado procurador de la Compañía de Jesús en la congregación provincial que se llevó a cabo en Santiago de Chile”, según nos relata Raúl Silva Castro (5). Al darse cuenta de la carencia de trabajadores especializados, obtiene la autorización para regresar a Europa a fines de 1740 junto al sacerdote Pedro Illanes, recorriendo durante 18


siete años España y Alemania hasta encontrar un equipo de artesanos suficientemente preparados y regresar con ellos a Chile. Como una manera de evitar ser impedidos de viajar, Heimhaussen e Illanes convirtieron a los artesanos en hermanos misioneros coadjutores, evitando así las trabas de aquella época para ingresar a las colonias. Era un grupo de variadas especializaciones, incluyendo carpinteros, relojeros, ebanistas, fundidores boticarios, plateros y otras especialidades, algunas absolutamente nuevas en la colonia. Y llegaron 45 hermanos en total trayendo las herramientas necesarias para trabajar en sus oficios. Al descender de la nave, el “Setúbal”, bajaron más de 385 cajones, los que no fueron revisados por las aduanas por tener los jesuitas el privilegio de ser protegidos por la corona. Poco les duraría. Habían llegado primero al puerto del Río de la Plata al cerrar el año 1747. Traían 32 fardos de papel y cinco cajones con implementos para armar una imprenta, más los tipos y prensa. Al llegar a Chile fueron instalados en Calera de Tango, en las afueras de la capital, donde desarrollaron una destacada acción cultural. Sin lugar a dudas, uno de los momentos más brillantes del trabajo colonial en Chile. ¿Qué fue de la imprenta de Heimhaussen? Veinte años después de su llegada, en 1767, los jesuitas eran expulsados de todos los territorios del imperio español. Al parecer, los materiales de la imprenta, que no eran muchos, fueron guardados en la Universidad de San Felipe, “pero ese material habría sido insuficiente para imprimir un libro o un opúsculo”(6). Había que comenzar de nuevo. 1776 De acuerdo a lo señalado en la “Memoria” de la Biblioteca Nacional, el primer impreso nacional fue un “pequeño folleto de seis páginas llamado Modo de Ganar el Jubileo Santo”. 1777 Nos pide Raúl Silva Castro que no olvidemos a José Miguel Lastarria, quien llegaba ese año desde el Perú acompañando al nuevo regente de la Real Audiencia Tomás Álvarez de Acevedo. El joven Lastarria, 19


de escasos 18 años, traía una caja de tipos, lo que pomposamente llamaba imprenta. De acuerdo a lo establecido en la Memoria para optar al título de profesor de Estado en Historia y Geografía, de Lorenzo Sazié, el joven José Miguel Lastarria nunca trajo una imprenta a Chile, y la que traía desde España en 1810 se perdió en el sitio de Montevideo, en tiempos de la independencia. Era el año 1777, y se une a este proyecto de fundar una imprenta un talentoso personaje, José Ignacio Gutiérrez, experto creador de estampitas y esquelas. Y debemos sumar, en estos recuerdos del origen de la imprenta en Chile, la que trajo el año siguiente, también de Lima, el oidor José de Rezábal y Ugarte, para imprimir la tesis que presentaría su hijo ante los doctores de la Universidad de San Felipe. Digamos aquí que en aquel entonces el grabador e impresor de la Casa de Moneda era Rafael de Nazábal, quien también contaba con una pequeña imprenta para entregar, entre otros trabajos, las Guías de Aduanas. 1789 Mientras en Francia se viven días de revolución, ese año será una fecha frustrante para nosotros. El 4 de agosto de 1789, ante las permanentes dificultades que debe enfrentar para imprimir sus documentos, el Cabildo de Santiago manda una solicitud de adquisición de una imprenta, por correo, al reino de España. Pero la respuesta fue un manual de mala burocracia. Debían hacer la solicitud primero a la Real Audiencia en nuestro país para solicitar la autorización, y aunque se cree que se cumplió con el trámite en esta lejana colonia, la españolísima audiencia jamás lo autorizó. 1780- 1807 Recuerda el investigador Luis Montt (7) que los primeros documentos, que aún se conservaban en nuestro país eran 14 piezas impresas en Santiago entre 1780 y 1807, entre ellas la invitación que hace “el Ministro Protector del Real Colegio Carolino para asistir a la misa y función que se realizará el domingo del corriente a las 9 de la mañana” ceremonia a la que estaba invitado, y quien además sería 20


el homenajeado, el Gobernador General del Reino don Agustín de Jáuregui, ascendido a Teniente General de los Reales Ejércitos. La ceremonia a la que se invitaba en la esquela sería el 5 de marzo de 1780. Esta pieza es considerada por el investigador Luis Montt como la más antigua impresa en Chile. Luego figura un documento escrito en latín, “Hesperiae Monarche Indiarum Que Imperator”, además de otros títulos referidos al rey Carlos III de España, también del mismo año de 1780, llevando de portada el escudo real tallado en cobre, obra que se atribuía a Rafael Nazábal, el tallador de la Casa de Moneda en ese tiempo. Luis Montt llega a esta conclusión, agregando que de este impresor son las dos medallas de plata fundidas en la capital para conmemorar el ascenso al trono del rey Carlos IV el 3 de abril de 1779. Solo para dar una referencia acerca de este personaje, el investigador Luis Montt Montt era hijo de presidente Manuel Montt Torres y hermano del futuro presidente Pedro Montt Montt. 1780-1783 Una nueva serie, de 1780 en adelante, incluye una “esquela de convite para concurrir al acto de unas conclusiones que en la Real Universidad de San Felipe sostendrá el alumno del Convictorio Carolino don José Ignacio de Gutiérrez”. A continuación, los investigadores mencionan la “Distribución de las Oras del día”, que cierra la portada con la frase “Observancias de Predicadores de Chyle 1783”, y firmado por “fray Sebastian Diaz”, de una página de 39 líneas como señala el impreso. En quinto lugar las “Leyes instructivas del Deposito”, con el mismo cierre de la anterior: “Observancias de Predicadores de Chyle 1783”, y firmado también por fray Sebastián Díaz. Y del mismo estilo son los siguientes documentos, firmados de igual manera: “Leyes instructivas de la Portería”,” Leyes instructivas de la Ropería”, y “Modo de abstinencia de este Convento”. Todos estos trabajos llevan la firma del entonces famoso provincial dominicano Sebastián Díaz, que no solo había traído desde Lima su pequeña imprenta sino que además él era quien hacía las impresiones en el convento de la Recoleta Dominica. Seguramente ese pequeño instrumento sirvió para oraciones y otras piezas que no se conservan, 21


porque Chile entraba en guerra con España y ese claustro se convirtió en cuartel de la artillería en 1813. A estas piezas que aquí señalamos debemos agregar dos documentos impresos anteriores para el establecimiento de la orden y sus “reglas para conservar el feliz y floreciente estado de dicho convento”, hecho ocurrido en 1753, fecha que aparece en dichas actas. No existe seguridad alguna que esos impresos hayan sido hechos en Chile. Al parecer, fray Sebastián Díaz había nacido en Chile en 1741, fue dos veces prior de la Recoleta Dominica y falleció en 1813. Díaz sería además un sabio y erudito gramático de su tiempo, autor de una “Idea general de las cosas del mundo” y una “Reforma ortográfica de 1783”. Para realizar este inmenso trabajo había traído a Chile una imprenta, como afirma el historiador Blanchard Chessi. Y para completar un mejor cuadro de la existencia de este culto sacerdote, anotemos las palabras de José Toribio Medina: “Gozó durante su vida la reputación de ser uno de los hombres más sabios que jamás existieran en Chile” (9) Era bueno recordarlo. 1800 De esos días de 1800 hay constancia de dos “Directorios” religiosos con mejor tipografía que los documentos mencionados antes pero, misteriosamente, desapareció la imprenta que los hizo, quedando solo algunos tipos sueltos que fueron aprovechados en la imprenta de Nazábal instalada en la Casa de La Moneda, y que sirvieron de base para confeccionar mejores esquelas que aparecieron a partir de 1802 en adelante, como deja escrito Luis Montt en su Bibliografía Chilena, ya citada. Con la llegada, ese año de 1802, del nuevo gobernador de Chile, Luis Muñoz de Guzmán (1735-1808), las esquelas de invitación nuevamente dan vida a la pequeña imprenta y al discurso pronunciado por el doctor Mariano Zambrano, una singular pieza histórica expuesta el 24 de agosto de 1802, donde el sacerdote hace una irónica referencia a los filósofos “Hobes” (Thomas Hobbes) y Rousseau: “Vuestra imaginación exaltada sueña divisar en las naciones salvajes la absoluta independencia y una extrema barbarie”, mientras exclamaba un desmesurado elogio a Napoleón Bonaparte, en donde veía atada a su carro a la fortuna, el 22


valor y la sabiduría militar de esa nación. Poco imaginaba el buen sacerdote que Napoleón terminaría invadiendo España, tomaría prisionero a su rey, y como consecuencia, comenzaría el proceso de independencia nacional. 1807 Cuenta José Zapiola, en sus “Recuerdos de treinta años”, que en 1807 se distribuyó en forma manuscrita el primer periódico que tuvo nuestro país. Su autor era el norteamericano Procopio Pollock y que llevaba por título “La Gaceta de Procopio”. Era un Bostonés, como se conocía entonces a los habitantes de ese país, presbiteriano y había sido sobrecargo de la fragata “Warren”. Zapiola dice que era médico y asesor personal del que fuera poco después vocal de la Junta de gobierno Juan Martínez de Rosas. En sus pocas páginas “La Gazeta de Procopio” acusaba fuertemente a los realistas basándose para ello en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos. “A poco de haber llegado a Chile la noticia del cautiverio del rey Fernando VII por obra de Napoleón Bonaparte, el gobernador García Carrasco se enteró que un bostonés conocido como Procopio Pollock se ocupaba en divulgar informes desfavorables a España, y en propagar doctrinas revolucionarias, recomendando las excelencias del sistema republicano” nos relata el historiador Diego Barros Arana, y señala además que el gobernante español Antonio García Carrasco lo mandó fuera de Chile, “pero llegado a Buenos Aires siguió siempre en sus primeras ideas, manteniendo correspondencia con los más afectos de esta capital” (Santiago). Carrasco le pide al Virrey de Buenos Aires que lo expulse nuevamente. Esas cartas que llegaban a Chile fueron las famosas “Gacetas de Procopio” (10). Conclusión A manera de cierre conceptual podemos señalar que el largo periodo colonial en Chile nos dejó muy poca producción impresa, la mayoría esquelas de invitación y documentos religiosos o protocolares. Pero, como ya hemos visto, surgen nuevos nombres para recordar, como José Miguel Lastarria, fray Sebastián Díaz y Procopio Pollock, personajes a quienes debemos una investigación más profunda, en reconocimiento a la deuda que tenemos con ellos por haberlos olvidado durante tanto tiempo. Desde ya iniciamos la búsqueda de la información necesaria 23


para elaborar una biografĂ­a de estos periodistas y asĂ­ dar a conocer sus aportes a la profesiĂłn.

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Capítulo IV La Prensa en la Patria Vieja 1810 Las noticias se sucedían rápidamente. El gobernante español García Carrasco era destituido y asumía como nueva autoridad del país el anciano brigadier chileno el Conde de la Conquista, don Mateo de Toro y Zambrano. Fue entonces cuando Juan Egaña, decidido patriota nacido en Lima, hijo de chileno que estudiaba en esa ciudad, presenta un proyecto en 1810 para traer una imprenta desde Buenos Aires. “Un pueblo sin mayores luces, y sin arbitrios de imponerse en las razones de orden, puede seducirlo el que tenga más verbosidad y arrojo”, escribe Egaña. 1811 Como todos recordamos - desde el 18 de septiembre del año anterior - Chile había elegido una Junta Nacional de Gobierno en ausencia del “Bienamado rey Fernando VII”, detenido por los franceses. Pero la modorra de esos primeros días había sido sobresaltada por un intento de golpe realista encabezado por el coronel Tomás de Figueroa, el 1 de abril de 1811. El país se preparaba para la elección de un primer congreso nacional ese mismo día, acto suspendido por el intento de golpe realista. Lamentablemente para el movimiento encabezado por Figueroa y ocultamente respaldado por la Real Audiencia el intento terminó en un dramático fracaso y con el fusilamiento del coronel realista. Solo una frase de ese triste desenlace. Amarrado a una silla para escuchar la sentencia que le condenaba a la muerte, y al notar el nerviosismo del oficial que lo ataba, le dijo con una sonrisa: “aprieta fuerte, capitancito”, mientras recibía los sacramentos de fraile de la Orden de la Buena Muerte, Camilo Henríquez, el futuro padre del periodismo chileno. Y cuando, finalmente se instala ese primer congreso, el día 4 de julio, será Camilo Henríquez quien va a leer el sermón de la Solemne Apertura del Supremo Congreso Nacional de Chile. La Aurora de Chile El insigne bibliógrafo José Toribio Medina precisa que el 22 de julio de 1811 salía desde el puerto norteamericano de Nueva York la fragata 25


mercante Galloway, trayendo a bordo una imprenta encargada por el sueco Mateo Arnoldo Hoevel, comerciante residente nuestro país. El viaje demoró 122 días de navegación, arribando a Valparaíso el 21 de noviembre de ese año 1811. Tan pronto como el Congreso se entera de la llegada de la Galloway, con las mercaderías que traía, y tomando conocimiento que además venían varios “artistas”, solicitó seis días más tarde, por nota a Hoevel, que “diese razón de la profesión y designios de dichos artistas, de los objetos conducidos relativos a la utilidad pública” - especialmente de la imprenta, a la que de inmediato apuraron para su traslado a Santiago - “y de proponerle los medios que haya más asequibles, atendidas nuestras actuales circunstancias, para proteger y aliviar en cuanto sea posible a los individuos cuyas profesiones sean útiles al reino”. Samuel B. Johnston, “artista” Nos vamos a detener por unos instantes para conocer la trama de la llegada de la imprenta a Santiago, basándonos en la memoria escrita por José Toribio Medina en 1917, hace un siglo. El texto dice que Samuel Burr Johnston permaneció diez días en Valparaíso después de llegar y luego viajó a caballo a la capital, saliendo el 1 de diciembre y llegando en la noche del día 2 “habiendo hecho el trayecto a caballo en 24 horas. Se instaló el taller tipográfico en un departamento del edificio de la Universidad de San Felipe (a los pies del actual Teatro Municipal) y el primero de febrero del año inmediato siguiente, la Junta Gubernativa, compuesta de don José Miguel Carrera, de Cerda y Portales, dictaba un decreto señalando a los tres tipógrafos norteamericanos un sueldo de mil pesos anuales, que debía comenzar a contárseles desde el veintiuno de diciembre anterior, esto es, según es de presumirlo, desde el día en que la imprenta quedó instalada. El contrato no fue por más de doce meses. Hoevel se obligaría a satisfacerles otros doscientos pesos más a cada uno, de las utilidades que produjese la imprenta, sin perjuicio de añadir el Estado, por su parte, una gratificación, que se sacaría de las mismas utilidades, caso de haberlas: ‘y estando ellos, se añadía en ese decreto, recién venidos de países extranjeros, sin conocimientos ni rentas para su sustento, la Junta ha tenido a bien adelantarles el sueldo de un tercio de año’, previa la fianza de Hoevel” (Barros Arana).

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Antes de seguir con el relato, es bueno recordar que ese año 1811 - el de la instalación del primer congreso nacional de mayoría moderada – la capital había sido conmovida el 4 de septiembre por un golpe encabezado por la familia Larraín o de los “Ochocientos”, apoyado por los hermanos Carrera; y luego el 15 noviembre un golpe nuevamente encabezado por ellos, instalaba a José Miguel Carrera en el mando de la nación, dando un violento impulso a la causa independentista. Es por eso que gobernaba Carrera cuando llega la imprenta el 21 de noviembre. Aclaradas las circunstancia, sigamos con el relato de José Toribio Medina: “Bajo estas condiciones iniciaron, pues, sus tareas tipográficas, cuya primera muestra fue el prospecto de la Aurora, que comenzó a circular con extraordinarias manifestaciones de júbilo de todo el pueblo de Santiago el día doce de febrero de ese año”. Aquí, el investigador nos recuerda que ese 12 de febrero, el día del prospecto de la Aurora, coincide con el día de la fundación de Santiago, de la batalla de Chacabuco y de la declaración de la Independencia, fecha por lo tanto cuatro veces célebre. De inmediato Carrera llama al fraile de la Orden de la Buena Muerte, el valdiviano Camilo Henríquez y lo nombra director del futuro periódico. Cuentan que la imprenta tardó casi un mes en quedar instalada, hasta el 21 de diciembre, y que al día 12 de febrero de 1812 se imprimía un Prospecto, donde se planteaban los principios filosóficos de la publicación y el día siguiente, 13 de febrero, salía a la circulación el periódico la Aurora de Chile, fecha histórica del periodismo nacional. 1812 Camilo Henríquez ya era un conocido personaje, perseguido y detenido por la Inquisición en Perú por tener lecturas prohibidas, y que había regresado a Chile, poniéndose de inmediato a disposición de las autoridades nacionales. De su puño y letra había escrito proclamas inflamadas de patriotismo bajo el seudónimo de Quirino Lemáchez, publicadas también en Londres y en Buenos Aires. Entre sus párrafos se leía: “La naturaleza nos hizo iguales, y solamente en fuerza de un pacto libre, espontáneo y voluntariamente celebrado, puede otro hombre ejercer sobre nosotros una autoridad justa, legítima y razonable” (citado en auroradechile.cl). 27


Y se hizo cargo del primer periódico, semanario en este caso, que se publicaba los días jueves en cuatro páginas y a dos columnas, con artículos de clara orientación política. A sus páginas se sumaron las plumas del limeño Juan Egaña, de Manuel José Gandarillas, Manuel de Salas y el guatemalteco Antonio José de Irisarri, este por insinuación de la familia de los Larraín. En sus artículos se leían conceptos como elección de autoridades, gobierno propio y soberanía popular. Era una siembra de principios que daban sentido a la Patria Vieja. De su segunda hoja extractemos un párrafo: “Diximos que era uno de los derechos del pueblo reformar la constitución del estado. En efecto la constitucion debe acomodarse á las actuales circunstancias y necesidades del pueblo; variandose pues las circunstancia, debe variarse la constitucion. No hay ley, no hay costumbre que deba durar, si de ella puede originarse, incomodidad, inquiétud detrimento al cuerpo politico. La salud del pueblo es la ley suprema”. (sic) 28


Pero un hecho lamentable empañó la historia de los tipógrafos. El 4 de julio, día de la Independencia de los Estados Unidos, el gobierno de Carrera presentaba solemnemente el primer escudo nacional y la nueva bandera, la de las tres franjas azul, blanco y amarillo. Sigamos el relato de José Toribio Medina: “...hasta que el cuatro de julio de ese año, con motivo de la fiesta que se celebró en el consulado de su nación para conmemorar el aniversario de la Independencia de los Estados Unidos, después de las libaciones del día, en el baile que allí tuvo lugar en la noche, (los tipógrafos) comenzaron a molestar a la concurrencia y se descomidieron con las señoras que a él asistían, y hubieron de ser sacados de la sala por orden del cónsul Mr. Poinsett para ser conducidos por una escolta a cargo de un sargento a la casa en que posaban, que probablemente sería el mismo local de la imprenta. Profundamente irritados de tal desaire, en el camino insultaron a la guardia, la que hizo fuego sobre ellos y los que los acompañaban, entre quienes se contaban algunos oficiales chilenos, de lo que resultó quedar ocho personas gravemente heridas, incluso Burbidge, que falleció cuatro días más tarde”. Un dato para la pequeña historia: con dos tipógrafos detenidos y uno muerto, asumió la emergencia el joven Manuel José Gandarillas (17891846) como improvisado tipógrafo. Era tal la habilidad de Gandarillas en este oficio que tras la derrota en el desastre de Rancagua (1814) huye a Mendoza como gran parte de los patriotas, y monta en Buenos Aires y después en Montevideo, una imprenta y un taller de naipes con planchas de madera que sabía fabricar a la perfección. Vueltos a su trabajo los dos tipógrafos que quedaban vivos, siguieron entregando nuevos impresos, “además de la Aurora, todos los papeles que vieron la luz pública en Santiago en aquel tiempo (...) el Reglamento Constitucional, primer ensayo de nuestro régimen político independiente, al cual Johnston atribuía, con razón, tanta importancia, que lo tradujo al inglés y lo insertó íntegro en sus Cartas; el Prontuario del Ejercicio y Evoluciones de la Caballería, base de la instrucción militar de las noveles tropas independientes; y la Carta de un Español al Americano, que es, propiamente, el primer libro impreso en Chile: todos del año de 1812”. (José Toribio Medina. op.cit.)

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1813 Chile tenía bandera, escudo y Ensayo Constitucional, y aún más, se declaraba libre de leyes extranjeras. La amenaza que se presentía desde el muy español virreinato del Perú se hacía realidad. En el sur desembarcaban las fuerzas realistas del brigadier Antonio Pareja. El virrey del Perú, Fernando de Abascal había enviado una expedición militar para terminar con los insurgentes, y los tambores de guerra avanzaban hacia la capital tras invadir Chiloé, Valdivia y Concepción. En el mes de abril llegaba la noticia que Concepción había caído y el ejército chileno al mando de José Miguel Carrera descendía a enfrentar la emergencia bélica. Ese 1 de abril dejaba de existir la Aurora de Chile para ser reemplazada el día 6 por el Monitor Araucano, de un formato menor, también bajo la dirección de Camilo Henríquez, y teniendo a Samuel B. Johnston como impresor. La guerra en el sur entre patriotas y realistas ocupa la mayor parte de las páginas del Monitor, pero siempre hay un espacio para los versos satíricos de Camilo Henríquez, como éste en que el autor cambia su nombre por el de Canuto Handini: “¿Que te estés tomando mate/ muy descansado y tranquilo,/cuando la patria luctuosa/ se halla entre tantos peligros;/cuando está en riesgo tu hacienda,/tu pescuezo y tus amigos,/tus hijas y tu mujer!/Alabo tanto saber”. Texto dedicado a Irisarri, según algunos cronistas. Pronto las disputas entre Henríquez e Irisarri, también redactor de la Aurora, llenarán los corrillos y páginas, especialmente cuando Irisarri saca a luz el Semanario Republicano a partir del 7 de agosto de 1813, con claros ataques al gobierno de Carrera. En este periódico también aparece Camilo Henríquez, con artículos irónicos y desenfadados bajo el seudónimo de Cayo Horacio, mientras Irisarri firmaba como Dionisio Terraza y Torrejón. El periódico se imprimía en los talleres de José Camilo Gallardo, el mismo que se había hecho cargo de la Aurora. En cuanto a Samuel B. Johnston, su nombre desaparece del colofón el día 15 de abril, donde ahora figuran Garrison y Benítez, quien era un tipógrafo inglés a pesar de su apellido tan hispano. ¿Qué fue de Johnston? Muchos investigadores coinciden en la incorporación de Johnston al ejército patriota de Carrera en su marcha a Concepción, pero algo cambia sus planes. Los escasos ingresos recibidos le empujan a viajar 30


aceleradamente a Valparaíso, donde se está armando una escuadrilla para bloquear la retirada de los realistas derrotados. Tripula la Potrillo con el cargo de teniente de fragata, barco cuya tripulación está compuesta exclusivamente de norteamericanos e ingleses. No nos vamos a quedar en esta historia, que ya escapa del tema de nuestro trabajo. Solo diremos que el proyecto fracasó por la traición de algunos, cayendo prisioneros Johnston y otros marinos fieles al gobierno chileno, siendo encerrados en los calabozos del Callao, mientras otros señalan que estuvo en el combate naval de Valparaíso entre ingleses y norteamericanos, cayendo prisionero. 1814 En julio de 1814, los enfrentamientos entre carrerinos y o’higginistas coloca al país en la más grave de las situaciones. Camilo Henríquez abandona la dirección del “Monitor” y Carrera es destituido y entregado a los españoles, los que lo liberan para provocar una crisis en el mando chileno. Sin entrar en detalles, solo recordemos el enfrentamiento militar entre O’Higgins y Luis Carrera que se produce en las Tres Acequias, junto al río Maipo. O’Higgins es derrotado, pero llega la noticia de una segunda invasión al mando nuevamente del general Mariano Osorio. A pesar de las diferencias entre ambos líderes chilenos, resuelven combatir al enemigo común, pero el 2 de octubre de 1814 muere la Patria Vieja en la plaza de Rancagua.

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Capítulo V La prensa en la Reconquista 1814 Conocida la noticia de la derrota patriota en el me de octubre, todos buscan la salvación huyendo hacia Mendoza para encontrar refugio. Los responsables de la imprenta la inutilizaron, pero el general español Mariano Osorio, victorioso y nuevo gobernador de Chile, encargó el arreglo de la máquina para imprimir un manifiesto bajo el pomposo título de “Conducta militar y política del general en jefe del ejército del rey, en oposición con la de los caudillos que tiranizaban el reino de Chile”. La imprenta quedaba así en manos godas, y de su prensa salía ahora la “Gaceta del Gobierno de Chile” bajo la dirección del fraile dominico José María de la Torre. Desde el primer momento fue violenta detractora de las anteriores publicaciones patriotas, como el “Monitor”, la “Aurora” o el “Semanario”. Según lo consigna Barros Arana, “La Gaceta” fue recibida fríamente por los ciudadanos, que la consideraban una pieza de defensa del absolutismo contra las nuevas ideas que antes publicara la “Aurora”. Como una pequeña información, digamos que el docto dominico invitaba a otros realistas a colaborar en la edición “para ilustrar a los pueblos y disipar la espesa niebla que en ellos había esparcido la oscura Aurora de Chile, el falaz Monitor Araucano, el sedicioso Semanario Republicano y demás papeles que hasta entonces habían afeado nuestra imprenta y que serían eternamente proscritos”. Ya tendrá tiempo de arrepentirse de sus dichos. 1817 Poca vida tuvo la reconquista española, si pensamos que solo se instauró entre octubre de 1814 y febrero de 1817, cuando las fuerzas realistas de Marcó del Pont fueron derrotadas en Chacabuco. En cuanto a fray José María de la Torre, editor de la muy realista “Gaceta del Gobierno de Chile”, se refugió en Mendoza y en 1819 solicitó del gobierno de O’Higgins la autorización para regresar al país, usando 32


como defensa el haber “tenido la debilidad de hacer a los tiranos el infame servicio que exigieron. Procedí contra mi inclinación, y les obedeció mi mano, pero jamás mi corazón”. A no dudarlo, uno de los primeros ejemplos de “vuelta de carnero” ideológica que recordamos. Agreguemos que en 1824 obtuvo la secularización, siendo elegido diputado por Santiago, declarándose fanático federalista y falleciendo años más tarde, en 1841, con más de ochenta años de edad, como nos informa Raúl Silva Castro en su completo estudio Prensa y Periodismo en Chile. En su libro, Silva Castro se sorprende al ver que, con tan escasos materiales, sin embargo surgía un gran número de impresos en esos días de la Patria Nueva. Durante su permanencia en Argentina, a partir de 1814, Camilo Henríquez, exiliado, edita “La Gaceta de Buenos Aires” desde abril a noviembre de ese año. En su contrato debía hacer una segunda publicación, la que realiza entre mayo y septiembre del mismo año, llamada “Observaciones acerca de algunos asuntos útiles”, debiendo abandonar ambos trabajos simultáneamente al asumir la redacción de “El Censor” en Buenos Aires. Tras la victoria de Chacabuco el 12 de febrero de 1817, el nuevo gobierno chileno al mando de O’Higgins, le pide a Camilo Henríquez regresar, pero éste solo volverá en 1821. La imprenta y el impulso de la revolución industrial La aplicación de los nuevos principios de la mecánica transformó la lenta y monótona tarea de armar, entintar y perder el trabajo por fatiga de los primeros materiales, va a ser reemplazada y masificaba por nuevos sistemas de impresión. A fines del siglo XVIII, Louis Nicolas Robert, trabajaba en una imprenta en la ciudad de Essones, pero las continuas paralizaciones del trabajo por parte de los distintos gremios llevó a Robert a diseñar un rollo de papel continuo. Y finalmente, en 1797, desarrollaba el modelo de tamaño más grande, con un papel de 24 pulgadas de ancho, el popular “Colombier” que marcó una época.

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Capítulo VI La Prensa en la Patria Nueva El primer periódico será “La Gaceta del Supremo Gobierno de Chile”, cuyo número uno es del 26 de febrero de 1817, a pocos días de haber asumido el gobierno patriota. Su redactor es Bernardo de Vera y Pintado junto a otros colaboradores. Y sobre el título del periódico se escribió “¡Viva la Patria!”, reemplazando así el “¡Viva el Rey!” que caracterizaba el impreso de fray José María de la Torre. En su corta existencia avisaba el regreso de los patriotas confinados en la isla de Juan Fernández, la reapertura del Instituto Nacional fundado en 1813, y un aviso solicitando información sobre papeles, libros y apuntes que habían pertenecido a Mateo Arnoldo Hoevel. “La Gaceta” va a desaparecer el 16 de junio de ese mismo año. Comenzaba un nuevo impulso editorial: “El Amigo de la Ilustración”, que sólo alcanzó dos ediciones, y a “La Gaceta de Santiago de Chile”, entre 1817 y 1818, en la que encontramos una vez más las plumas de Vera y Pintado, Camilo Henríquez, Irisarri y Bernardo de Monteagudo, personaje de triste recuerdo, entre varios otros. Extraña la presencia del cura de la Buena Muerte ya que, como recordábamos, aún se encontraba en el exilio en Buenos Aires, mientras durase - para él - la dictadura de O’Higgins. Uno de los grandes aportes documentales de “La Gaceta de Santiago de Chile” fue incluir en su número 33 la declaración de la independencia con el acta respectiva. En este resumen cronológico vamos a incluir un extraño grupo de impresos, los dos primeros que ostentan un título similar: “Clamor de la Justicia e Idioma de la Verdad”, un tercero cuyo encabezamiento era “El Patriotismo” y un cuarto, “La justicia en Defensa de la Libertad”, donde se hace un verdadero panegírico sobre la república, el gobierno y la revolución. Su redactor fue el presbítero Manuel José Verdugo a quien, dos años después, O’Higgins va a nombrar director del Instituto Nacional cuando éste fue reabierto. Y reaparece en esos días nuestro conocido Mateo Arnoldo Hoevel, nombrado por el gobierno Intenden34


te de Santiago y Juez Mayor del Tribunal de Alta Policía, quien publica “El Semanario de Policía”, saliendo de la prensa el 3 de agosto de ese año. La guerra continuaba en los campos de batalla del sur. En diciembre de ese año de 1817 el ejército patriota atacaba las fortalezas levantadas por los realistas en Talcahuano. La inicial inmovilidad militar, al no perseguir a los fugitivos de Chacabuco, había permitido el rearme realista. Al saberse de una nueva invasión encabezada por el general Mariano Osorio, el mismo que derrotara a los chilenos en Rancagua, el ejército patriota abandona el sitio de Talcahuano y apresura su marcha para defender la capital. 1818 En una edición especial del 22 de marzo, “La Gaceta de Santiago” daba a conocer la noticia de la derrota del ejército patriota en Cancha Rayada, ocurrida el día 19. Se hablaba que San Martín y O’Higgins estaban muertos y el ejército destruido. Estalla la crisis en la capital, y todos solo piensan en emigrar una vez más a Mendoza, tal como ocurriera en 1814. Ese día Manuel Rodríguez lanza su famoso grito ¡Aún tenemos Patria, ciudadanos! y asumía el poder como Director Supremo Delegado para defender la nación ante la amenaza. Regresaban San Martín y O’Higgins, este último herido en un brazo, y quince días después, el 5 de abril, el ejército se sobreponía a la derrota y en los campos de Maipo lograba una victoria total sobre el general español Mariano Osorio. Pero la crisis golpeaba al interior de la sensibilidad nacional. El 8 de abril, tres días después de la victoria de Maipo, los hermanos Juan José y Luis Carrera eran fusilados en Mendoza. Un mes después, el héroe de la reconquista, el guerrillero Manuel Rodríguez, era asesinado en Til-Til, en el camino hacia Valparaíso. Una tensa resistencia se incubaba contra el régimen o’higginista. Volvamos a la prensa y recordemos que el 22 de abril se publicaba “El Duende de Santiago”, bajo la dirección de Antonio José de Irisarri, convertido en fiel asesor de O’Higgins y acérrimo enemigo de los hermanos Carrera. No olvidaba el guatemalteco que en 1814, durante la campaña en el sur, una junta había destituido del mando a Carrera, y O’Higgins había delegado el poder en Francisco de la Lastra, quien 35


debió viajar desde Valparaíso hacia la capital. Y en esos días en que el gobierno quedaba acéfalo, él, Antonio José de Irisarri el enemigo de los Carrera, se convertía en Director Supremo interino de Chile. Y cómo se enfureció cuando Carrera, en un golpe de audacia, recuperaba el poder de la nación. Él, Irisarri, el enconado adversario, partía ahora a Mendoza, Buenos Aires y Europa. En mayo de 1818 nacía “El Argos de Chile”; y en julio “El Chileno” cuyo autor era el mismo presbítero Manuel José Verdugo que señalábamos antes al ser nombrado director del Instituto Nacional, y “El Juguete”, también de julio de ese año. De este último digamos que solo sacó a circulación el prospecto, pero el periódico nunca se publicó, lo que acarreó la burla de “El Argos” que lo atacó en el siguiente párrafo: “La historia del ‘Juguete’ es corta. Apareció, insultó, hizo ofertas que no ha cumplido y murió sin que nadie lo matase” 1819 Debe reconocerse en Bernardo de Vera y Pintado el título de principal periodista durante el gobierno de Bernardo O’Higgins. Fue periodista y director de la Gaceta Ministerial de Chile, trabajo que se prolongó desde el 17 de julio de 1819 hasta el 7 de julio de 1821, cien ediciones en total, donde se consignaron todas las campañas militares contra el Virreinato del Perú. Recordemos que a este destacado patriota argentino y periodista se le encargó la letra del primer himno nacional de Chile, con música de Manuel Robles ese mismo 1819.

Bernardo de Vera y Pintado, autor de la letra de la primera canción nacional 1780-1827.

También se publican “Las Cartas Pehuenches” de Juan Egaña, ocho en total, donde dos mapuche intercambian correspondencia hablando sobre la libertad de publicar las ideas. Y en mayo aparecía “El Telé36


grafo”, cuyo redactor era Juan García del Río, que destacaba por sus análisis críticos y recomendaciones literarias “para llamar la atención de las personas que en este país tenían algún interés por el estudio”. (Id. Raúl Silva Castro)

1820 Irisarri contaba con la plena confianza del Director Supremo O’Higgins, quien lo nombra Ministro de Interior y de Relaciones Exteriores, y es en ese momento cuando le encarga que viaje por segunda vez a Europa a conseguir el reconocimiento de la independencia por Francia y Gran Bretaña y a negociar un préstamo para proseguir con la guerra de la independencia. Como resultado de esta gestión, Gran Bretaña le facilita un crédito por un millón de libras esterlinas. Con esos fondos O’Higgins financia la escuadra nacional y la expedición al Perú, que zarpa desde Valparaíso el 20 de agosto, aniversario del natalicio del director supremo. Bernardo de Monteagudo, involucrado en los crímenes a los opositores del régimen, publica en ese tiempo “El Censor de la Revolución”, entre el 20 de abril y el 10 de julio, completando un total de siete ejemplares. Monteagudo debe descontinuar su trabajo al ser nombrado secretario del general San Martín al partir en la expedición naval al Perú. Al menos consignemos que en sus escritos plantea que fue un error reemplazar el viejo despotismo por un régimen de absoluta libertad, y deja vagando la idea de preferir una monarquía a la británica, muy parecido a lo que pensaban los otros dirigentes de la revolución. En todo caso, abogaba por una completa independencia del régimen español. Lo de “Censor” se reflejaba en la permanente exigencia de impulsar al gobierno a cumplir con los gastos para los aprestos militares de la expedición y las cobranzas para financiarla. 1821 Mientras la campaña libertadora en Perú sufre altibajos, demoras y frustraciones, en Mendoza es fusilado el general José Miguel Carrera, el mismo año en que fallecía en el destierro quien fuera el amo de Europa, Napoleón Bonaparte. En esos días se editaba “La Miscelánea de Chile o Memorias del Tiem37


po y la Revolución” redactada por uno de los hermanos de los Egaña Fabres, Joaquín, quien era además profesor de filosofía en el Instituto Nacional desde 1819 hasta 1821. Falleció a los 28 años. Otro frustrado intento, como lo había sido “El Juguete” dos años antes, fue el prospecto de “El Independiente”, que alcanzó a sacar solo una primera edición. Su editor era un sueco, al decir de José Zapiola, que el mismo día que lo publicó fue encarcelado y enviado preso y relegado a la isla de Juan Fernández. 1822 Y para cerrar este período de los años de independencia, recordemos que el 1 de mayo de 1822 se publicó “El Mercurio de Santiago”, teniendo como redactor a Camilo Henríquez y de colaboradores a José Ignacio Zenteno, Manuel de Salas, Bernardo de Vera y otros, quienes se repetían en distintos artículos y en varias publicaciones, como lo hemos recordado. Alcanzó a sacar 25 números, el último el 21 de abril de 1823. Surgen también otras publicaciones ese año, como “El Cosmopolita” de Santiago Blayer, con prospecto y 16 números, “El Diario de la Convención de Chile”, con Camilo Henríquez, en relación al llamado de O’Higgins a una convención para analizar la futura constitución chilena, y finalmente “El Observador Chileno”, con escasas 7 publicaciones. Ese año, en el mes de agosto, llegaba a Santiago, procedente de Valparaíso, la viajera María Graham, destacada cronista e ilustradora de esos días, dejándonos sus impresiones escritas e ilustradas en su “Diario de mi residencia en Chile”. En medio de la crisis política generada por las decisiones del gobierno, por la tensión económica y social, y la posibilidad de una guerra civil, Bernardo O’Higgins renunciaba al poder el 29 de enero de 1823. Se iniciaba una nueva era.

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Capítulo VII El periodismo en tiempos de inestabilidad política Para comprender este fascinante periodo de nuestra Historia nacional recordemos que en esos comienzos de 1823 Bernardo O’Higgins, héroe de Chacabuco y Maipú, dejaba el cargo de Director Supremo. Tras su abdicación delegaba el poder en una junta integrada por Eyzaguirre, Errázuriz e Infante, ante la fuerte presión de la aristocracia de la capital, el avance de las fuerzas rebeldes encabezadas por Ramón Freire desde Concepción, y las graves acusaciones de corrupción y malversaciones financieras de sus colaboradores. Solo pensemos un instante en la zona central-sur chilena de aquellos días: los campos destruidos por una guerra que se había prolongado dramáticamente por diez años; el país sin un centavo en sus arcas fiscales para cancelar sueldos de funcionarios y soldados que aún luchaban en el sur contra los realistas; endeudado por empréstitos europeos para financiar las campañas latinoamericanas de O’Higgins, como la Expedición Libertadora del Perú, o para exterminar el bandidaje sureño de los Benavides y los Pincheira. Y con la indignación de saber que mucho de ese dinero destinado a las campañas militares se decía que quedaba en las faltriqueras del ministro Irisarri y sus colaboradores. 1823 La caída del duro O’Higgins dejaba un espacio de profundo temor en la sociedad agotada por tanta inseguridad. El ambiente se había vuelto en contra del gobierno, con acusaciones contra los funcionarios extranjeros, especialmente argentinos. Nada podía salvar, en verdad, la caída del todopoderoso Bernardo O’Higgins, ya que su mejor amigo y confidente, el general San Martín, había partido al destierro francés el año anterior. Se inicia así una etapa de intensa vida política, donde nacen los partidos que expresan sus pensamientos en los medios de comunicación. La aristocracia se llama a sí misma conservadora, porque se convierte en la defensora de las costumbres y tradiciones nacionales. Para los 39


liberales, serán los pelucones, recordando los viejos tiempos del colonialismo español y sus pelucas empolvadas. Parte de esa aristocracia, la más juvenil, la más urbana y menos terrateniente, la más exaltada y rupturista con el pasado, se integra en los movimientos liberales, llamados despectivamente pipiolos por sus adversarios. Lo van a integrar especialmente los jóvenes extranjeros llenos de ideales liberal-democráticos, como el francés Chapuis, el boliviano Padilla y los argentinos Navarra y Orjera, todos personajes de destacada participación en el nacimiento de nuestro periodismo en los tiempos de la anarquía. En medio de ese caos llega Ramón Freire desde Concepción, recordemos que venía a sacar derrocar a O’Higgins del poder- y antes que se organice el nuevo gobierno, es nombrado Director Supremo y Jefe Supremo Provisional de la Nación por la Junta de Gobierno. Como vamos a hablar del periodismo de aquella época, primero digamos que Freire no es el personaje que nos ha dejado una tradición demasiado intencionada, mostrándolo como un inepto en política. Freire se rodeó de distintos bandos, recuperó Chiloé para el territorio de Chile y firmó el decreto que abolía la esclavitud en nuestro país, y con eso basta para elevar su imagen en nuestra Historia. Pero, volvamos a los angustiosos y dinámicos tiempos de la anarquía o mejor llamado periodo de la consolidación de la república. Raúl Silva Castro, en su completa obra Prensa y Periodismo en Chile, señala que el periodismo va a mostrar una gran expansión, que van a aflorar nuevos escritores, pero menos ponderados que antes; y quedará confirmado en las palabras de Barros Arana, el gran historiógrafo chileno: “El desbordamiento de la prensa, la publicación de periódicos, de pequeños opúsculos o de simples hojas sueltas, escritas muchas de ellas con una destemplanza desconocida hasta entonces, y en que a pretexto de censurar el pasado se lanzaban injurias y calumnias... el escándalo fue mayor cuando comenzaron a injuriarse entre los propios periodistas”. Ejemplos: “El Tizón Republicano”, redactado por Santiago Muñoz Bezanilla, carrerino, ligado a la familia del héroe, en uno de cuyos artículos llamaba “pluma divina” los textos de Camilo Henríquez. Manuel de Salas desde “El Tizón” hace estragos y lanza sus peores diatribas en 40


contra del régimen o’higginista. Más allá aparecía “El Clamor de la Patria”, redactado por Miguel Zañartu y diez días después aparecía una contrapropuesta, el periódico “El Imparcial de Chile”, con el ya regresado Camilo Henríquez a la cabeza. “El corresponsal del Imparcial”, del propio Zañartu publicaba su contrarréplica, y le seguía “El Apagador”, pomposo nombre destinado a sofocar el fuego de “El Tizón Republicano”. Lamentablemente para sus aspiraciones, este último despareció “El Registro Oficial de la Suprema Junta Interior Gubernativa”, teniendo como redactor a José María Astorga; “El Redactor de la Educación”, bajo la dirección del destacado profesor Ambrosio Lozier, contratado por el gobierno de O’Higgins para la enseñanza de la química, la física, las matemáticas y la geometría descriptiva. Lozier se desempeñaba como director del Instituto Nacional. A estos nombres debemos agregar tres más, un “Diario de los Documentos del Gobierno”, una “Litografía del proceso verbal del cuerpo nacional formado por los representantes de la provincia de Santiago”, y “El Patriota Chileno” de Juan Francisco Zegers. 1826 Las primeras publicaciones de ese año son más bien comerciales y de documentación, como “El Registro Público”, de escasos cuatro meses de vida; el” Registro de Documentos del Gobierno”, de más de un año de existencia; el “Correo Mercantil e Industrial”, cuyos redactores eran Melchor José Ramos y Bruno Larraín, especialmente este último que veremos aparecer como diputado en el conflicto de 1851. Y también un periódico del cual daremos, a continuación, una leve reseña. Ese año 1826 la ciudad de Quillota se convertía en el nuevo frente de combate. En esa localidad tan cercana a la capital, un grupo de intelectuales tuvo la idea de crear una sociedad de amigos del arte, una Academia, pero el gobierno central entró en sospechas y obstaculizó en lo que pudo su formación. Quillota quedaba así con “prohibición” de convertirse en el Ateneo de la cultura nacional, y la respuesta no se iba a demorar. Algunos de sus socios fundaban “El Volcán Chileno”, de corta como virulenta existencia. Su objetivo: atacar la prepotencia del gobierno y lamentar la muerte de tan feliz iniciativa. Ahora bien, podemos establecer que su primer número se publicó el 25 de abril de 1826 y el tercero, y último, el 18 de mayo de ese mismo año, por lo que su trascendencia no impactó demasiado al porvenir cultural que 41


sus redactores auguraban. También nace “La Estrella de Chile” y se publican las “Sesiones del Congreso Constituyente”. Pero sí fue trascendente ese año, porque un grupo de intelectuales editaba en Valparaíso “El Telégrafo Mercantil y Político”, nacido en las Imprenta del Comercio, y cuyo principal redactor fue el insigne Pedro Félix Vicuña, con solo 21 años. Este mismo grupo publicaría más tarde “El Mercurio” de Valparaíso. Por esos años, el pensamiento federalista había logrado increíbles avances políticos, llegando incluso a implantar una constitución federal en 1826. La eterna lucha entre Santiago y las provincias del norte y del sur era factor más que suficiente, a lo que se sumaba la imagen exitosa del federalismo norteamericano. Freire, aburrido de tanto conflicto, entregaba el mando al almirante Manuel Blanco Encalada, quien se convertía en el primer Presidente de la República de Chile en llevar ese título, pero era tal el caos que Blanco renuncia y asume el vicepresidente Agustín de Eyzaguirre. Situación política y financiera más que difícil: Inglaterra exigiendo el pago del crédito, y el enfrentamiento en todo el país entre federalistas y antifederalistas, entre candidatos a párrocos y militares sin sueldo. En fin, la anarquía total. 1827 Y más grave aún, los federalistas exaltados entusiasman al coronel Enrique Campino para dar un golpe militar. En enero de 1827 se apoderan del Congreso, toman preso a Diego Portales y a los estanqueros, pero al final el jefe revolucionario es traicionado y detenido, y el propio Eyzaguirre debe entregarle el mando – nuevamente - al general Ramón Freire, el único árbitro respetado, o algo respetado, del mundo político. Y vamos a insertar en este momento una historia única. Poco más arriba mencionábamos entre los liberales al francés monsieur Pierre de Chapuis, que lo era hasta la médula de los huesos, y publicista impenitente de su periódico “El Verdadero Liberal”. Su llegada era ansiosamente esperada por los círculos políticos locales, que ya habían anunciado su presencia en nuestro país desde el número 11 del “Patriota Chileno”, publicado el 20 de diciembre de 1826. Tan pronto entra en contacto con sus seguidores, y saca un prospecto don42


de anuncia que su pluma estará al servicio de la libertad. Fue un amor inmediato de los liberales chilenos. Pero sus nuevos amigos le hacen una sana recomendación: él es extranjero, y debe tener cuidado de no mezclase en disputas políticas, porque aquí aún no “habíamos madurado” lo suficiente, y que incluso entre los mismos chilenos aún quedaba la sombra de la antigua mentalidad inquisidora desde los tiempos coloniales respecto a los extranjeros. Chapuis sacó a la luz su periódico “El Verdadero Liberal”, como ya hemos señalado. Bastó que el vicepresidente de la República Francisco Antonio Pinto ojeara los primeros ejemplares del nuevo periódico para que ordenara la inmediata captura del editor, la formación del debido proceso y la aplicación de todas las diligencias contra los perturbadores del orden público. El pobre Chapuis fue condenado a prisión, en medio de las más estruendosas protestas de todos los periodistas, más allá de sus posiciones ideológicas, al considerar el acto de gobierno un atentado a la libertad de expresión. Presionado por la oposición y los ciudadanos, el gobierno de ese año de 1827 terminó absolviendo de toda culpa al indignado Chapuis, quien resolvió viajar a Europa a buscar a un grupo de profesionales para fundar un colegio en Chile. Y, como era de esperar, nunca más volvió a nuestro país. Estas circunstancias señaladas llevan al Director Supremo Ramón Freire a dictar el 13 de marzo de 1827 un decreto señalando que “los periodistas, despreciando las indicaciones de la suprema autoridad, continúan en el odioso empeño de exhibir personalidades”, dando término al apoyo económico que se otorgaba a la prensa.

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Tal como lo señaláramos más arriba, había que pagar las deudas del Estado, que ya eran muchas, incluyendo los préstamos internacionales, y cuyos dividendos eran muy altos. Apremiado por los acreedores, el gobierno había resuelto entregar a una empresa comercial el pago de la deuda a cambio del monopolio del tabaco, los naipes, del té y los licores, cediendo ese derecho a la Casa Portales, Cea y Compañía. Tanto Portales como Cea venían llegando de Perú donde los negocios no habían andado como ellos habían querido, y aceptan el negocio. Pero el horno no estaba para bollos y los negocios van de mal en peor. Y como la situación es cada vez más tensa, comienza a formarse una silenciosa alianza entre conservadores, aristócratas pelucones, o’higginistas y el grupo que empieza a seguir a Portales, que se llaman a sí mismos estanqueros, los que comienzan a pensar en el futuro cercano. Como lo destacábamos antes, del “Correo Mercantil e Industrial” saldrían los mismo periodistas que darían vida a “El Mercurio” de Valparaíso, decano de la prensa chilena que verá la luz el 12 de septiembre de 1827 convirtiéndose en el periódico más antiguo de habla hispana en América. Su primer artículo editorial contaba el grave incidente entre un oficial británico de la fragata “Doris” con un sargento que intentó reducirlo en el teatro del puerto. La muerte del suboficial chileno y el juicio entablado por la gobernación, se convierte en la primera noticia del nuevo periódico. Con el avance de los años, en 1900, el diario se trasladará a la capital y nacerán más tarde sus hijos “Las Últimas Noticias” y “La Segunda”. Importante dejar establecido que “El Mercurio” de Valparaíso tenía como impresores al chileno Ignacio Silva Medina, y al norteamericano 44


Thomas Wells, quien tan pronto ganó lo que había calculado que iba a ganar, regresó a su patria. Pero, el alma de la publicación era el escritor y hombre público Pedro Félix Vicuña, padre del gran Benjamín Vicuña Mackenna. Se viven tiempos de inquietud y en las calles circulan “El Indicador”, de Francisco Fernández; “El Insurgente Araucano”, de Martín Orjera y José Ignacio Izquierdo; “El Cometa”, de Melchor José Ramos; “El Pipiolo”, con las plumas de Santiago Muñoz Bezanilla y José María Novoa; “La Gaceta Mercantil y de Anuncios de Santiago” que efectivamente solo publicaba avisos comerciales y, finalmente, “El Observador de Valparaíso”, que algunos atribuyen a Diego Portales. Recordemos que Portales, el comerciante y ya agudo periodista se había retirado a Valparaíso, pero su interés estaba en la capital, y regresa para asumir la defensa de sus ideas a través de la prensa, y funda “El Hambriento”. Es momento de presentar a Diego Portales, el periodista de la anarquía. El 20 de diciembre de 1827 salía de las prensas el número 1 de “El Hambriento”, con el siguiente subtítulo: “papel público sin periodo, sin literatura, impolítico, pero provechoso y chusco”. Se constituía desde ese primer número en uno “de los periódicos más cáusticos y deslenguados”, al decir de Silva Castro. Portales fue el alma del periódico - señala Vicuña Mackenna - cuyos “tipos eran dardos para zaherir la honra de sus enemigos”. Excelente humorista, satírico y mordaz, fue el autor de la parte más chistosa e hiriente de los diez números que se publicaron. Portales se entretenía poniéndole sobrenombre a los pipiolos destacados, de dar jocosas noticias “marinas” donde los barcos eran reconocidos liberales y su “carga” eran sus defectos. Pero “El Hambriento” encontró rápida respuesta en “El Canalla”. Manejando un humor e ironía similares, escribían en él “tres soldados”, como su autodefinían: “un fraile, Juan Fariñas, un letradillo leguleyo, Martín Orjera y un aprendiz de boticario, Francisco Fernández, todos gente de humor y buen gusto que han arrojado las espadas, los breviarios, el Febrero y la Espátula, para empuñar la pluma i daros buenos ratos, ilustrísima mosquetería”. 45


Y lo más gracioso era que desde “El Canalla” disparaban sin misericordia en contra de los personajes Benavente, Gandarillas y Rengifo, creyendo que ellos eran los autores de loa venenosos artículos de “El Hambriento”, sin saber que su verdadero autor era Portales, quien seguía incursionando en la prensa y en la política, apoyando a los grupos conservadores para enfrentar la crisis. Pero la anarquía se esparcía en forma acelerada. 1828 Al año siguiente salen más hojas impresas, con distintos nombres, pero con los mismos redactores: “El Rol de Policía”, con Martin Orjera; “El Descamisado”, de Muñoz Bezanilla; “La Clave” con Melchor Ramos y Bruno Larraín; “La Aurora”, con Benavente y Gandarillas, quienes tributan así un homenaje a Camilo Henríquez y debemos recordar que fue uno de los periódicos que defendió a Chapuis cuando fue detenido, acusando al gobierno de coartar la libertad de prensa. Ese año de 1828 es abundante en publicaciones, y un resumen dejaría muchos títulos fuera, pero al menos mencionemos “El Monitor Imparcial”, donde una vez más aparece Muñoz Bezanilla, en una publicación anticlerical y donde pide fomentar la industria nacional; “El Independiente”, de Francisco Fernández y Juan Fariñas, “El Mercurio Chileno”, con la exquisita pluma de José Joaquín de Mora, quien dio vida a esta revista mensual donde volcó su saber, con colaboradores de gran nivel en temas de Economía Política u Hacienda Pública, y a quien el gobierno del presidente Pinto entregó su absoluto apoyo. Y si el año anterior se atribuía a Portales la existencia del “Observador”, ahora adquiría la imprenta del antiguo “Telégrafo”, que según Vicuña Mackenna había comprado en 2.400 pesos, y ponía en la calle “El Vigía”, editado en Valparaíso, donde dispara sus dardos contra los liberales y los gobiernos pipiolos. Apenas duró entre el 3 de junio y el 5 de julio de ese año 1828. Hemos separado de los otros periódicos la publicación de “El Valdiviano Federal”, escrito con toda la fe y vocación federalista de José Miguel Infante. Y nos vamos a detener en “El Valdiviano Federal” porque su 46


autor es una de las figuras patricias más importantes de la independencia. José Miguel Infante nació en 1778, había sido personaje de primera línea de combate, pero con el pasar de los años sus ideas dejaban de ser seguidas, según lo anota su biógrafo, Domingo Santa María. Y agrega: “En las instituciones nuevas veía amagos contra la libertad, descubría las cábalas del despotismo; y para los males que podían afligir al país, no encontraba otro remedio que la federación”. El periódico del federalismo duró mientras vivió Infante, es decir, hasta 1844. 1829 “El Avisador de Valparaíso”, atribuido a Portales en plena crisis política, es uno de los tantos periódicos que se reparten las preferencias de una sociedad que ya se prepara anímicamente para la crisis final. Y si en Valparaíso se publican más y más periódicos, en febrero aparece “La Laucha” en La Serena, siendo su redactor Hipólito Belmont, y “El Observador Político de Aconcagua” en el mismo mes de febrero, editado en la imprenta de F.P.B. (solo aparecen sus siglas), que funcionaba en San Felipe. A continuación solo daremos nombre de periódicos y no de autores porque generalmente son los mismos quienes se repiten en los distintos medios de esos días, para comprender la verdadera invasión de publicaciones al cerrar el periodo de la anarquía: “El Fanal”, “El Cura Monardes”, “La Lechuza”, “El Sufragante”, “El Crisol”, “La Voz del Comercio”, “El Espectador Chileno”, “El Republicano”, “El Céfiro de Chile”, “El Crepúsculo”, “El Vengador”, “El Botiquín”, “El Refutador”, “El Constitucional” y varios más. La inútil como intervenida elección de 1829, realizada bajo la nueva Constitución de 1828, termina con posiciones irreconciliables entre los bandos que pugnan por el poder. Gana Francisco Antonio Pinto, liberal, y como vicepresidente Joaquín Vicuña Larraín. Agobiado por la compleja situación, Pinto renuncia y asume Vicuña Larraín en medio del total rechazo de los electores, quienes desconocen la validez de su designación. Los o’higginistas presionan al comandante del ejército del sur, el general Joaquín Prieto, para levantarse en contra del gobierno. Ante tanta desintegración social y política se resuelve entregar el mando de la nación y del ejército, una vez más, al general Ramón 47


Freire. Los pipiolos y liberales se unen a Freire, pero los conservadores deciden terminar los enfrentamientos en los campos de batalla, en la primera guerra civil que vivirán los chilenos. 1830 Primero en Ochagavía, en las cercanías de Santiago, y finalmente en Lircay, al llegar a Talca, se desencadenan los más sangrientos combates de este enfrentamiento. Los liberales han sido derrotados y sobre ellos cae el peso de la cárcel, la expatriación, la deshonra y la muerte. En un acto de dolorosa xenofobia, los oficiales extranjeros son asesinados, entre ellos el coronel De Vic Tupper, esposo de la música Isidora Zegers. Comenzó con Francisco Ruiz Tagle y luego José Tomás Ovalle, acceden a la presidencia de la nación, y como nadie quiere asumir los ministerios en tan caótico momento, es el momento de Portales: “Si nadie quiere ser ministro, yo estoy dispuesto a hacerlo, de cualquier cosa. Hasta de ministro salteador”. Portales será el poder en las sombras, como Ministro del Interior, de Relaciones Internacionales, y de Guerra y Marina. Este hombre, bueno para la vihuela y las mujeres alegres, que no dejaba de lado ni el mate ni los cigarrillos, fue el forjador del nuevo estado chileno que nacía tras la guerra civil, basado en el estado de derecho, de la impersonalidad en el poder y en el respeto de una república fuerte, centralizadora y dominada por hombres “verdaderos modelos de virtud”. Un dato sobre las imprentas de esos años. En 1829, al cerrar el periodo de consolidación de la república, existían varias imprentas en Santiago: la de Ramón Rengifo; “La Federación” de José Miguel Infante; la del gobierno, del senador pipiolo Francisco Fernández, y la imprenta “La Independencia”. Una vez que asume el poder, Portales simplemente elimina la prensa opositora, y en 1830 funda “El Araucano”, donde escribirán personalidades como Andrés Bello, Manuel Carvallo, José Antonio Alemparte y otros. Es el año de la tensión militar, sin embargo las prensas no se detienen. “La Antorcha de los Pueblos” abre el año, publicándose el 1 de enero 48


de 1830, bajo la dirección de Diego Antonio Elizondo, para ser seguido el día 26 por “El Amigo de la Constitución”, con Bruno Larraín en la firma. También en enero, en La Serena aparece otra publicación, “El Avisador Imparcial”, y cierra enero Ramón Rengifo con su “Periodisquito”, con el humor ácido reconocido del redactor y ministro. En el inquieto norte, en las provincias del Limarí, en febrero se editaba “El Coquimbano”, en la imprenta de la Academia en La Serena; en el centro “El Estafeta de Santiago”, de Antonio Garfias; y “El Azote de la Mentira”, que se publica en Valparaíso, en la Imprenta del Comercio. Y se siguen sumando más publicaciones, sobre las más variadas situaciones incluyendo, en “El Criticón Médico”, un ataque de dos médicos españoles - José Passamán y Juan Miquel - contra el Protomedicato que dirigía el médico irlandés Guillermo Blest Meyben, padre de los destacados hermanos Blest Gana. Un enfrentamiento especial Caso especial nos merece la publicación de “El Defensor de los Militares denominados constitucionales”, en la Imprenta Republicana, y que lleva las firmas de Ventura Blanco Encalada, José Joaquín de Mora, Pedro Godoy y Francisco Gana, entre varios más, donde se plantea la inocencia de los oficiales asesinados, dados de baja o detenidos por el solo hecho de haber defendido la constitución, en la guerra civil. En uno de sus artículos compara al Cardenal Richelieu con lo que ha ocurrido en Chile, donde “muchos ministros sumamente ignorantes y necios, no pudiendo imitar sus brillantes cualidades, han sido perfecto modelo de sus crímenes”, en una clara alusión al ministro Portales. En su prospecto del 29 de junio, “El Defensor” daba la lista de los oficiales caídos en la batalla de Lircay, de los que habían sido dados de baja en el ejército y los que se encontraban detenidos, defendiéndolos a todos por haber sido los defensores de la constitución. Nos recuerda Barros Arana que el periódico fue condenado por la pena de “sedicioso en tercer grado”, recayendo la sanción de cuatro años de presidio o destierro a un individuo de escasa importancia y modesta vida, don Anacleto Lecuna, quien apareció como editor del periódico “El Defensor”. El impreso desaparecía el 2 de octubre de 1830. Y en este enfrentamiento que hemos señalado, se integra un nuevo elemento, la publicación en diciembre de 1830 de “El Trompeta”, con 49


los mismos redactores del Defensor, pero esta vez con mayor agresividad. Su último número aparece en febrero de 1831, luego que fueran detenidas cinco personas, entre ellas José Joaquín de Mora y el impresor, Antonio Gundián. Dos de ellos, uno fue Mora, debieron salir al exilio en Perú, contraviniendo incluso la sentencia de la Corte Suprema. A través de las páginas de El Araucano, el ministerio acusaba a la Corte de estar mezclándose en asuntos que no eran de su incumbencia.

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Capítulo VIII La república autoritaria

Portales va a marcar el siguiente periodo con su astucia e inteligencia. En septiembre de 1830, meses después del triunfo conservador, como lo decíamos más arriba, editaba el primer número de “El Araucano”, vocero del nuevo gobierno, en estilo ponderado y solemne. Periódico semanal, su redacción quedó en manos de Manuel José Gandarillas, quien sumaba a su inteligencia una redacción pulcra. Y “El Araucano” se prolongó en el tiempo, desapareciendo solo en 1877, cuarenta y siete años después de su nacimiento, dando origen al “Diario Oficial”, que viviera hasta no hace mucho. 1831 Luego de entregar los antecedentes que marcaron ese periodo, vamos a nuestro tema. Ese año de 1831 en La Serena nacía un nuevo periódico, “La Bandera Tricolor”, editado por Hipólito Belmont. Este personaje poco conocido fue acusado el 30 de julio por las poderosas familias de los Matta, Gallo Herreros y Campaña, de “estar publicando injurias y a quien sindicaban, en el escrito ante la Intendencia, que era de origen incógnito, casado en esta ciudad, hombre mal entretenido, sin oficio ni profesión alguna útil de que pueda subsistir, y se entretiene en poner papeles públicos que son libelos infamatorios”. (Manuel Concha. Crónica de La Serena)

Vicente Claro Montenegro

Volvamos por un momento hacia el pasado. Entre los antiguos amigos de Bernardo O’Higgins destaca Vicente Claro Montenegro, fiel al general, y siempre añorando el regreso del héroe. Había estado desterrado en Juan Fernández, y dejó más tarde a una familia en precarias condiciones. Ese año 1831 publica “El O’Higginista”, el día 18 de enero. Y en sus páginas se dedica a exaltar la vida y campañas militares del anterior Director Supremo. Está seguro que lo único que puede devolver tranquilidad al país es 51


el regreso de O’Higgins y busca precisamente exaltar su figura. Diez días más tarde aparecía en el número 24 de “La Opinión” una furibunda respuesta, en uno de cuyos párrafos se lee: “Él no se mezcla en la guerra de opiniones que se sostiene en Chile por algunos, y sin duda se avergonzará de que media docena de imbéciles se asilen de su nombre para cubrir sus desvaríos”. Claro Montenegro fue padre del fundador del Cuerpo de Bomberos de Santiago, José Luis Claro (1863). 1832 En “El Correo Mercantil”, periódico que lleva el mismo nombre de aquel de 1826, se incluye entre sus páginas varios temas importantes, como el descubrimiento del rico mineral de Chañarcillo, en sus números 93 y 94, y la violenta disputa en Lima entre Mora, que defiende a O’Higgins y Carlos Rodríguez, antiguo ministro y hermano del guerrillero Manuel Rodríguez. Los amigos de Portales editaban un nuevo periódico, “El Hurón”, y en julio nacía de la pluma de Fernando Urízar Garfias y Juan Francisco Meneses “La Lucerna”. Enemigo declarado de Mora, en sus páginas se publicaron las sesiones de los Cuerpos Legislativos que redactaba Valentín Letelier. Pero el tema del retorno de O’Higgins aún obsesionaba a Vicente Claro, que en agosto anunciaba la impresión de un nuevo periódico, el “Correo Mercantil e Industrial” para acelerar el regreso del héroe exiliado. Pero aquí intervino el propio presidente de la república para detener la publicación. Cual historia sin fin, en septiembre Vicente Claro y Nicolás Pradel editan “El Celador”, reiterando el tema del retorno de O’Higgins, hasta que se produce un nuevo enfrentamiento, ahora con “La Lucerna”, se produce la intervención de la Corte de Apelaciones y finalmente el abandono obligado de su proyecto por parte de Claro Montenegro. Debido a la política financiera del gobierno, Chile vive un momento de aseguramiento de sus mercados comerciales, de ahí el nacimiento de periódicos como “La Aduana de La Serena”, o “El Correo Nacional” y “El Cosmopolita”. Como una mirada más cultural, en Concepción un 52


grupo de destacadas personalidades que incluye entre otros a Juan José Arteaga, José Antonio Alemparte y Luis Boche, sacaban “El Faro del Bío-Bío” enfocado al estudio de la educación pública, y señalando que una prensa periódica en Concepción sería de gran apoyo. 1834 Está marcado por la aparición del “Filántropo”, de escasas dos ediciones en septiembre, “El Minero del Año 34”, de mayor existencia ya que su última publicación es de 1840, alcanzando 115 números. A contar del número 15, de junio de 1836, pasó a llamarse “El Minero de Coquimbo”, y ya que estamos en el norte chileno, vamos a incluir el “Boletín de la Intendencia de Coquimbo”, publicado en la imprenta del Instituto de La Serena, el 1 de septiembre de ese año. Interesante anotar que el intendente era el prestigioso general José Santiago Aldunate, el mismo que había recuperado y gobernado la isla de Chiloé para integrarla al territorio nacional 1835 Los espíritus se han calmado luego de la guerra civil de 1829-1830. Pero la intranquilidad tiene otras razones. En ese año 1835 se desataría uno de los terremotos más violentos de nuestra Historia. La ciudad de Concepción es arrasada el 20 de febrero a las 11:30 horas. Su magnitud es de 8,5 Richter, con una duración de dos minutos, generando un maremoto que destruyó las costas desde el Cachapoal, a Rancagua y hasta Valdivia. Testigo del hecho es el naturalista Charles Darwin que se encuentra en la zona en esos momentos. Ese año estaba, también, el científico francés Claudio Gay haciendo una investigación mandado por el gobierno a la isla de Chiloé. Ajeno a todo esto, se va a producir una disputa religiosa entre fray José Tadeo Roca, quien había dejado de ser sacerdote, y la Orden de la Merced que elimina su cátedra por no ser ya un religioso, que va a derivar en una sucesión de publicaciones nominadas “El Cántaro contra la Piedra”, sobre la competencia del sacerdote mencionado para ejercer las cátedras que antes tenía. En mayo aparecía “El Día y el Golpe”, publicación que no se editaba 53


todos los meses y donde, curiosamente, los redactores que figuran en sus páginas desmienten, a través de otros medios, sus participaciones en el periódico que mencionamos. El único que al parecer escribía en él era Pedro Chacón, quien hiciera famosa su tienda en calle Atravesada de la Compañía, que comenzó a llamarse calle de la Bandera, cuando él izaba una bandera nacional, cada vez que se producía un triunfo militar chileno. Son varias las publicaciones que aparecen ese año 1835; recordemos “El Philopolita”, de Gandarillas, Ramón Rengifo y Diego José Benavente; “El Chileno”, que dedica sus páginas a atacar al gobierno que desea restablecer sus relaciones con España. “El Farol” con la redacción de Victorino Garrido, Francisco Meneses y Fernando Urízar Garfias, todos integrantes del círculo portaliano; “El Defensor del Philopolita” y “El Voto Público”, todos de escasas reediciones. 1836 El país se mantiene bajo el fuerte control conservador, y Portales es su más clara expresión. Entre los varios periódicos vamos a rescatar “El Barómetro de Chile”, nacido el 3 de febrero de ese año, que presenta como redactores a José Victorino Lastarria y a Nicolás Pradel, con artículos de este último “que provocaban ardientes contestaciones y que el gobierno aprovechaba para suscitarle juicios de imprenta, en que siempre le hacía condenar, Pedro Félix Vicuña hasta que tuvo la ocasión de encarcelarle y de relegarle a Juan Fernández”, nos recuerda José Victorino Lastarria. Pradel había sido contrario a la reelección de Prieto en la Presidencia, y Portales lo acusa de ser agente de la Confederación Perú-boliviana de Santa Cruz, el gran proyecto “incásico” rechazado por el ministro hasta que por fin mandó preso a Pradel a las islas de Juan Fernández, siendo embarcado en septiembre de ese año de 1836. Las opiniones disidentes se pagaban con cárcel. En un intento más conciliador, en marzo aparecía “Paz Perpetua a los Chilenos”, cuyo redactor y editor era Pedro Félix Vicuña, el fundador 54


de “El Mercurio de Valparaíso”, declarado opositor a Portales. Y como incansable publicista, Pedro Félix Vicuña sacaba un nuevo periódico en junio llamado “El Republicano” con solo dos ediciones. Y un caso muy especial que merece ser recordado: la presencia en Chile del peruano Felipe Pardo y Aliaga, quien fuera representante del gobierno de su país, hasta el ascenso del mariscal Andrés de Santa Cruz, pero las revoluciones y guerras civiles le llevaron a asilarse en Chile y colaborar con nuestro país en la guerra contra la confederación peruano-boliviana. Creador del “Intérprete”, de pulcra redacción y cultura literaria, consagrado a la defensa de los intereses peruanos, rechazó la aventura política del mariscal boliviano, enfrentándose con el “Eventual”, editado por el ministro representante de la Confederación de Santa Cruz, Juan de la Cruz Méndez. pesar del orden establecido - a la fuerza - por los gobiernos conservadores, nada fue obstáculo a una naciente conspiración en contra del sistema instaurado. Que esta breve explicación permita entender el tema: Al asumir el poder en Perú el mariscal boliviano Andrés de Santa Cruz, creaba la Confederación Perú-Boliviana. Portales vio en sus intenciones la restauración del antiguo imperio de los incas, que había abarcado Ecuador, Perú, Bolivia, norte de Argentina y el territorio chileno hasta el Maule. Y solo pensó en destruir la confederación, a pesar de existir una opinión contraria al conflicto, como también declaradamente contraria al todopoderoso ministro.

A

1837 Chile declaró la guerra a la Confederación (1837-1839), decisión que encontró el rechazo en parte de la población y del ejército. La prensa se divide, incluyendo a los exilados que viven en Chile, como ocurre con “La Bandera Bicolor”, en clara alusión al emblema peruano, lleno de noticias de la guerra. Al organizarse la expedición militar, al mando de Blanco Encalada, se sublevó parte de la guarnición estacionada en la ciudad de Quillota, deteniendo al todopoderoso ministro Portales. Al iniciarse el combate entre las fuerzas rebeldes y la división expedicionaria, en cerro El Ba55


rón, el engrillado ministro fue fusilado el 6 de junio de 1837. El 6 y 7 de junio se publican solo dos números del “Boletín Oficial”, con las noticias del alzamiento y del crimen del ministro. Resuelta la emergencia, el ejército partió al norte, fracasando en su primer intento pero logrando una completa victoria en Yungay, en enero de 1839 bajo el mando del general Manuel Bulnes Prieto. Durante el conflicto que se prolongó de 1837 a 1839, en sus inicios aparece “El Perrero”, redactado por el presbítero José Ignacia Víctor Eyzaguirre y un intento de José Victorino Lastarria, a través de “El Nuncio de la guerra”, periódico que aun siendo contrario al gobierno de Prieto, se sumó al clima de guerra para lograr como objetivo el retorno a las libertades anteriores al triunfo conservador. Logrado el éxito en la batalla de Yungay, según Lastarria, “el gobierno del general Prieto trató de humanizarse, volviendo al orden legal. En junio de aquel año terminó el estado de dictadura recobrando la Constitución su imperio y en septiembre fueron abatidos los tribunales excepcionales de consejos de guerra permanente” (13) 1840 Una de las más destacadas personalidades del régimen de Prieto había sido su ministro de Hacienda, Tocornal. Pero al clima bullente, tenso, y las acusaciones cruzadas entre Manuel Montt, Mariano Egaña y el propio Joaquín Tocornal, venía a sumarse el mordaz periodismo que emanaba de las páginas de la “Guerra a la Tiranía”, redactada por dos plumas de profunda ironía: Pedro Godoy y José Joaquín Vallejo. No se han reunido en otro escritor chileno el agudo sentido del ridículo, la causticidad del ingenio, la audacia, la malevolencia y la fuerza convincente de la expresión en igual medida que en Godoy” (14)

Pedro Godoy

En cuanto a José Joaquín Vallejo, según relata el mismo texto mencio56


nado, desplegó “una malignidad apenas inferior a la de Godoy, aventajándolo en grosería”. Siempre burlándose de las máximas autoridades, a quienes les llamaba “El tío Abraham Asnul” y “Bulke Borrachey”, finalmente, los mencionaron por sus verdaderos nombres, esto es, Joaquín Prieto y Manuel Bulnes. En las elecciones de 1841 asumía la presidencia de la república el general Manuel Bulnes, hombre más dado a vivir en campamentos y combates, pero que sin embargo imprimió a su gobierno un profundo sello cultural. Durante su gestión nacía la Universidad de Chile, se creaba el movimiento literario de 1842, en un ambiente de cambios importantes para el desarrollo del país, incluyendo el descubrimiento de ricos yacimientos de plata en Chañarcillo. Chile se convertía en un destacado centro comercial, con Valparaíso como el más importante puerto de América del sur. 1842 Desde Argentina continuaba el flujo de intelectuales que escapaban de la dictadura de Manuel de Rosas. En 1841 volvía por segunda vez el argentino Domingo Faustino Sarmiento a nuestro país. Su aptitud para la enseñanza, a pesar de sus pocos estudios, y su pasión por el periodismo, le habían integrado anteriormente al equipo de “El Mercurio” de Valparaíso, y ahora con el auspicio de Manuel Montt, se integraba a “El Nacional” para crear opinión favorable a la candidatura de Manuel Bulnes a la presidencia. Con el triunfo de Bulnes, Sarmiento recibe el encargo de crear la primera Escuela Normal. Más tarde, Sarmiento es convocado a trabajar en “El Progreso”, periódico destinado a la potencial candidatura del ministro Manuel Camilo Vial para suceder a Bulnes. Es incansable, y escribe “El silabario Sarmiento” para los escolares y es llamado a la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile. Barros Arana señala que, a pesar de lo escaso del erario nacional, el gobierno sí invertía en educación, imprimiendo entre otros el “silabario” del que hacíamos mención. Ese mismo año nacía en Valparaíso “La Gaceta del Comercio”, desde el día 1 de febrero hasta el 1.572 en marzo de 1847, diario fundado por Nicolás Pradel, junto a Demetrio Rodríguez Peña, Juan Nepomuceno Espejo y otros. 57


1844 Pero la prensa no había decaído en esa década, y nacían “El Siglo”, en 1844, diario político, comercial y literario, entre cuyas plumas están los jóvenes Jacinto Chacón, José Victorino Lastarria, Marcial González, Francisco Bilbao y destacados integrantes de la generación del ‘42. Solo nos cabe consignar la exquisita disputa entre los redactores chilenos de “El Siglo” y los argentinos de “El Progreso”. Solo un pequeño párrafo, escribe Sarmiento: “Los del Siglo se abandonaron a todo el furor que es costumbre entre estos canallas cuando les aprieto los callos. Dijéronme caballo cuyano y qué se yo”; y cuenta Sarmiento que fue al mesón de “El Siglo”, y agredió violentamente al ofensor. Eran años de una prensa beligerante, y de mucha publicación, como “El Tiempo” que alcanzó los 109 ejemplares desde 1845, y “El Diario de Santiago”, nacido en igual fecha y que sobrevivió 208 números. Recordemos que en este último diario, escrito, impreso y dirigido por el coronel Pedro Godoy, se atacaba directamente al nuevo ministro del interior de Bulnes, el abogado Manuel Montt, acusándole que conducía al país un absoluto despotismo. El 31 de octubre la ciudad de Talca amanecía con los niños vendiendo a gritos “El Alfa”, que llenaría sus páginas hasta 1849. Fue la presión del diario “El Siglo” lo que promovió el nacimiento de “El Alfa” de Talca. Y su principio editorial fue ser independientes de todos, del gobierno y de los financistas, y su editor fue Juan de la Cruz Donoso. Raúl Silva Castro Incluye un texto del historiador talquino Francisco Hederra quien asegura que “El Alfa fue el primer periódico publicado en Talca y posiblemente en toda la gran zona de Santiago a Concepción”. Agreguemos que llegó a tener corresponsales en Curicó y en Chillán. (Crónicas y anécdotas talquinas, Francisco Hederra Concha).

1845 Como respuesta surgía una nueva publicación, “El Orden” donde el amigo de Montt y también ministro, Antonio Varas, junto a jóvenes conservadores (pero futuros revolucionarios liberales) como Domingo Santa María, Fernando Urízar Garfias y otros, “defendieron a Montt ante los ataques del coronel Godoy”. 58


Y se sumaba, en Copiapó, el primer número de “El Copiapino”, a contar del 10 de abril de ese año. Su mentor era el ya conocido José Joaquín Vallejo Borkoski, “Jotabeche”, un personaje que se convertía en el gran aporte a la historia costumbrista de la literatura chilena. Y estuvo además entre los grandes críticos de los exiliados argentinos que atacaban a su vez y sin conmiseración, a los chilenos. Aparece en ese tiempo una publicación también atribuida a Vallejo: “La Guerra a la Tiranía”, con fuertes ataques al gobierno de Joaquín Prieto, hasta alcanzar un sillón como diputado. 1847 En Valparaíso se editaba un nuevo periódico, “El Comercio”, a partir del 20 de noviembre de ese año 1847. Extraña mezcla de pensamientos, ya que entre sus redactores figuran Juan Nepomuceno Espejo y los argentinos Juan Bautista Alberdi y Bartolomé Mitre (incorporado al año siguiente) y teniendo por objetivo apoyar al multiministro Camilo Vial, y así enfrentar a “El Mercurio” de Santos Tornero 1848 En el campo político, el máximo referente es el ministro Manuel Montt, pero los jóvenes liberales sueñan con terminar con el dominio conservador. En esos días de fines del gobierno de Bulnes han regresado Santiago Arcos y Francisco Bilbao desde las barricadas de París de 1848, y sus pensamientos son hacer una revolución contra la candidatura de Montt. En “El Progreso” se llamaba abiertamente a la revolución, como lo hace en su editorial del 24 de octubre de 1848. “La revolución es una necesidad en Chile. Si el gobierno no revoluciona desde lo alto del poder, si el gobierno reprime el vuelo atrevido de la revolución pacífica (…) ha de venir más tarde o más temprano porque un pueblo no puede permanecer estacionario”. 1849 Como el clima político seguía aumentando en efervescencia, el año 1849 se fundaba “La Crónica”, un periódico semanal que a diferen59


cia del resto, se dedicaba a atacar la dictadura de Manuel de Rosas, en Argentina. Su redactor, una vez más, Domingo Faustino Sarmiento, planteaba caminos de solución a la crisis de su país para cuando el tirano fuera derrocado. Y cuando Chile establece sus derechos sobre el estrecho de Magallanes, ante el rechazo de la cancillería argentina, será Domingo Faustino Sarmiento, quien desde “La Crónica”, va a defender a nuestro país, desatando un fuerte conflicto periodístico con el gobierno trasandino. Un incendio de grandes proporciones en el puerto de Valparaíso, al cerrar el año 1850, destruía la imprenta de “El Mercurio”, mientras las llamas hacían desaparecer gran parte del Plan de la ciudad. Y como consecuencia se fundaba el primer Cuerpo de Bomberos Voluntarios del país, al que se integraría la juventud de todos los bandos políticos de la ciudad. “El Amigo del Pueblo” un periódico de combate político Para mejor comprender el momento, recordemos que Arcos y Bilbao, luego de regresar del exilio en la revolucionaria Francia de 1848, habían fundado la Sociedad de la Igualdad, club destinado a educar a los obreros y a la vez enfrentar al gobierno. Este grupo había editado el periódico “El Amigo del Pueblo”, el mismo título que usara Marat en la revolución francesa. En él habían declarado la guerra a Manuel Montt, donde en su editorial del primer ejemplar, de abril de 1850, señalaban: “Bien aventurados los que han hambre i sed de justicia, porque ellos serán hartos”. Y agregaban: “Queremos que el pueblo se rehabilite de veinte años de atraso y de tinieblas. Queremos que los que hoy representan los principios de esos fatales veinte años caigan de rodillas ante el pueblo que se levanta a recobrar su puesto. Queremos que don Manuel Montt, fatal a las libertades públicas, fatal a la república, se anule para siempre”. Los jóvenes rebeldes deciden llevar como candidato, en oposición a Manuel Montt, a Ramón Errázuriz Aldunate, en ese entonces senador liberal por Valparaíso: “Nosotros tenemos por candidato al hombre que con lealtad i franqueza ha puesto su firma bajo el programa de una oposición liberal y reformista. Este hombre es el ciudadano D. Ramón Errázuriz” (“El Amigo del Pueblo”, N° 1) 60


Y en el número 2, en medio de un análisis cáustico en contra del partido de gobierno, señalan: “Hai en Chile una facción liberticida compuesta de unos pocos hombres cuyo espíritu y cuyos intereses están ahora representados por don Manuel Montt. Se atribuye los siguientes nombres: 1- partido ministerial, 2- partido conservador, 3- partido del orden, 4- partido pelucón. 1- No caracteriza a un partido, sino a los amigos del gobierno, 2.- Lo usan para ennoblecerse. Cuando en Europa se ha levantado el partido radical que ha querido variar la forma de gobernar y reformar la Constitución, ha aparecido también otro partido que se ha llamado conservador. Pero en Chile, cuál es el partido radical que ha aparecido? Ninguno! Entonces, por qué se llama conservador, esa facción hipócrita?” Hemos transcrito estas líneas para mostrar algo del estilo agresivo de la prensa. Agregan: “Desde cuando son pelucones los Gallos, Gaticas, Albanos, Reyes, Garcías, Cerdas, Álvarez, Mujica, Varas y otros Retrógrados (...) La suerte del pais se está jugando ignominiosamente entre el jeneral Bulnes y d. Manuel Montt.La primera representa los intereses de una dinastia caduca de mandatarios aborrecidos. Y el segundo los intereses del despotismo, la tiranía más feroz e infame. ¡ALERTA CIUDADANOS! “ Cuando el Presidente Bulnes decide nombrar a Antonio Varas en el gabinete, “El Amigo del Pueblo” lanza su feroz andanada, seguramente con la pluma de Eusebio Lillo: “Ayer 3 de abril del año del Señor 1850 salió el jeneral Bulnes de su terrible, monstruoso y estupendo embarazo. Quince días ha durado la crisis. Los montes han parido un ratón, pero ¡Qué ratón, Dios mío! Es don Antonio Varas. Este discípulo y amigo y satélite predilecto de Montt es llamado al ministerio en reemplazo de (Joaquín) Pérez, quien se retira porque su calma i prudencia servían de obstáculo a los planes liberticidas de la pandilla”. En el número 6, del 6 de abril, “El Amigo del Pueblo” planteaba este desafío: “¿Cuándo tendremos un presidente del pueblo elegido voluntariamente por la nación, sin fraude ni violencia? ¡Cuando queramos!”. Y como tanto revolucionario junto es peligroso, la autoridad ordena el asalto del Club y el exilio de sus principales cabecillas, entre ellos el poeta Eusebio Lillo, José Miguel Carrera y Fontecilla - hijo 61


del héroe de la independencia - y el músico José Zapiola, entre muchos otros. Es entonces cuando el ministro Antonio Varas advierte el peligro de sublevación y la abierta participación de los editoriales periodísticos. “La prensa, con actividad incansable, ha aumentado día a día la virulencia de sus ataques no solo contra las bases de nuestra organización política sino también contra aquellas en que repoEl músico José Zapiola san todas las sociedades humanas”. Más adelante señalaba: “Se ha provocado a la revolución, se ha proclamado el derecho de insurrección y como si esto aun fuese poco, se ha enseñado en la prensa la manera de conspirar”. Antonio Varas lograba que el Presidente Bulnes implantara el estado de sitio en Santiago y Aconcagua, donde también se había formado una Sociedad de la Igualdad propia.

Eusebio Lillo, ya mayor, cuando era ministro de Balmaceda en 1891

El 20 de abril de 1851 se gestaba una revolución, más bien un motín como lo llamó Vicuña Mackenna, que terminó con un fusilado y el exilio de los principales dirigentes políticos. “El Progreso” siguió exis62


tiendo, como un diario, al igual que “El Mercurio” de Valparaíso. Volvamos a la guerrilla interna. En días de grandes enfrentamientos, dos conocidos políticos y economistas, Antonio García Reyes y Manuel Antonio Tocornal, daban vida a “La Tribuna” en 1849. García Reyes ocupa, en esos días, el cargo de Ministro de Hacienda del Presidente Bulnes. Sus páginas serán un impulso al estudio de la economía, “al bienestar material del pueblo y a cultivar con fruto los intereses primordiales de su condición intelectual y moral”. A este periódico se va a sumar nuestro conocido Sarmiento y varios jóvenes emergentes como Pedro León Gallo, Barros Arana, Manuel Blanco Cuartín. Partidarios pero críticos de la soberbia gobiernista, el periódico agregaba artículos históricos de Barros Arana y Vicuña Mackenna, entonces de escasos veinte años. Extraño universo el de esos días. Mientras algunos revolucionarios escribían en periódicos atacando al gobierno, además eran funcionarios de la oficina de estadísticas también de la administración Bulnes. Un año más tarde estarían en bandos absolutamente enfrentados. Para cerrar la década de los 1840, recordemos a lo menos “La República”, de José Victorino Lastarria; “El Corsario”, también de García Reyes, Santiago Lindsay y Francisco de Paula Matta, que va a entrar en violenta polémica con “El Timón” que acusa a sus redactores de haberse “prostituido” y aprovechar la riqueza de los Gallo y su familia. José Victorino Lastarria, creador de “El Timón”, de corta pero dura existencia, se defiende de los ataque de “El Comercio”, al recordar que “me llamaba huacho, roto, picante y se lamentaba que se me hubiera dado educación de balde”. En sus memorias, Lastarria recuerda que los más violentos ataques en contra suya y de “El Timón”, venían no solo de “El Comercio” sino que se sumaba también “La Tribuna”, de Tocornal y García Reyes. A comienzos de septiembre se cerraba el periódico “El Timón”, el mismo que en sus páginas había llamado “orangután” a Sarmiento, “mamarracho” a Tocornal, “bombástico” a García Reyes y “usurero” a Garrido, entre otros partidarios de Montt.

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1849 El poeta de la canción nacional En medio de la vorágine que hemos intentado ordenar, comienza a figurar un poeta de aguda ironía, funcionario del gobierno en la Oficina de Estadísticas recién creada por Bulnes, como tanto revolucionarios que se ganaban el sustento trabajando por el gobierno. Su nombre era Eusebio Lillo (1826-1910), con una infancia de escasos recursos, ávido lector e inspirado poeta, a los 18 años ya había comEusebio Lillo, ya mayor, cuando puesto un homenaje “A la muerte de don José era ministro de Bal-maceda en 1891 Miguel Infante”, luego se desempeña como corresponsal de “El Mercurio” de Valparaíso, y en 1847, a los 21 años, escribe los versos de nuestra canción nacional por encargo del propio gobierno, y un par de años después es incorporado a “El Timón” por Lastarria. Aquí sus versos satíricos van a acompañar las ediciones hasta desaparecer de la circulación en el número 37, donde Lastarria comunica el cierre por “haber llenado su misión en la escena periodística” y ante la igual desaparición de su oponente “El Corsario”. El ambiente es de pre revolución. Dos chilenos que se habían encontrado en el París de las barricadas y de la revolución de 1848, Santiago Arcos y Francisco Bilbao, regresaban al país inflamados de ideales revolucionarios. Uno funda el “Club de la Reforma” y el otro “La Sociedad de la Igualdad” que al final se fusionan. Será el centro revolucionario por excelencia y a él se integra Eusebio Lillo, el compositor José Zapiola, Manuel Recabarren, Federico Errázuriz que ya era diputado, y gran parte de la intelectualidad surgida de los jóvenes liberales que habían abandonado las filas conservadoras. Y el 1° de abril de 1850 nacía un nuevo periódico, “El Amigo del Pueblo”, con el nombre que recordaba los escritos de prensa de Marat durante la revolución francesa. La breve, pero intensa vida de “El Amigo del Pueblo” “El Amigo del Pueblo” es un periódico decididamente político, enemigo declarado desde su primera editorial al gobierno conservador, y a la posibilidad que Manuel Montt sea el sucesor del general Bulnes.Ya en 64


su ya famoso epígrafe saluda: “bienaventurados los que han hambre y sed de justicia porque ellos serán hartos”. “El Progreso” anunció la aparición del periódico de Lillo en los siguientes términos: “Ayer ha aparecido el primer número de este periódico, escrito con un vigor que revela convicciones profundas de sus redactores. Eco de la Sociedad Reformista, que se reinstalará bien pronto, de las opiniones del Amigo del Pueblo son solidarios todos y cada uno de los miembros que la componen”. (Eusebio Lillo. 1826-1910. Raúl Silva Castro. Editorial Andrés Bello. 1964)

Será la voz de la revolución que se está gestando en los ocultos salones de la “Sociedad de la Igualdad”, donde un grupo de iluminados como Bilbao, Vicuña Mackenna y otros se dedican a dar clases de matemáticas, ciencia política, geografía, historia y geometría a los obreros, mientras preparaban su acción política. Y no solo en Santiago, sino que también en San Felipe y otras localidades nacían sucursales de la “Sociedad de la Igualdad”. En el número 22, del 23 de abril, se lee: “La prensa de los absolutistas nos sigue llamando anarquistas y pobres. Hemos rechazado el primer epíteto, arrojando sobre él ese desprecio que se merece una palabra colgada de los labios de la tiranía y a la sombra de la cual pretende escudarse de las exigencias de la libertad. El segundo título con que se pretende mancillarnos, lo aceptamos como un honor, y no tenemos vergüenza de confesar que nuestro trabajo personal es el único medio con que contamos para vivir; y lo tenemos a mucha honra”. Como se puede apreciar, revolucionario pero de cuidado lenguaje y estilo. La prensa es el medio para acrecentar la virulencia. Y el 22 de mayo, “El Verdadero Chile”, bajo el seudónimo de “Un artesano”, acusaba de pipiolo al redactor de “El Amigo del Pueblo”: “El futre pipiolo, sin perder nada del futre simple añade a sus vicios otros de marca mayor. Por ejemplo, es cobarde porque compromete al artesano honrado en sus locuras, dejándolo en la estacada cuando se acerca el peligro; es egoísta, porque abandona al artesano que tuvo la desgracia de verse mezclado en sus planes de revolución y lo deja perecer a él en la cárcel y a su pobre familia en la miseria”. 65


La guerrilla entre y contra de “El Amigo del Pueblo” daría para toda una investigación, sumando al debate a “La Revista Católica” y al mismísimo arzobispo de Santiago, don Rafael Valentín Valdivieso, que prohibió a los fieles siquiera acercarse al periódico de Eusebio Lillo. Solo le faltó aplicar la excomunión. Y para evitar las furias católicas, “El Amigo” salió de la circulación, dando origen a “La Barra” a partir del 4 de junio de 1850. Y agreguemos un dato curioso: hasta esa fecha Eusebio Lillo seguía trabajando en la Oficina de Estadística del gobierno, como oficial 2°, junto a Miguel Luis Amunátegui. Alertado el gobierno del peligro que representaba la “Sociedad de la Igualdad”, ordena la intervención policial en el local, siendo detenidos y deportados gran número de los igualitarios. A Eusebio Lillo, junto a José Zapiola y otros se les envió a Chiloé. Cuenta José Zapiola en sus Recuerdos de Treinta Años, que el intendente de Ancud era Ramón Lira. Al presentarse ante la autoridad, Eusebio Lillo le señaló que era el autor de la canción nacional, y Zapiola que había compuesto el Himno de Yungay, pero Lira no les creyó, los consignó en su lista de detenidos y los mandó a Castro. Lillo solo alcanzó a cerrar con un “mire lo que son las cosas; quién diría que una autoridad tan seria como usted llevaría un apellido tan musical”.

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Capítulo IX 1851: Guerra Civil El 19 de abril aparece “El Cazador”, teniendo como redactores a Santiago Lindsay, Manuel Blanco Cuartín y Juan Pablo Urzúa. Tan pronto se escabullen de la prisión virtual en que se encuentran, Zapiola y Lillo regresan a Santiago, donde alcanzan a participar en el motín del 20 de abril de 1851. La revolución fracasa en los campos de batalla de la Alameda, encabezada por Bilbao, el coronel Pedro Urriola, Manuel Recabarren, Benjamín Vicuña Mackenna y los igualitarios. Y aunque la guerra civil continuó en La Serena y en Concepción, nada impidió que Manuel Montt fuera elegido Presidente de la República. En el número 2 del “Cazador”, se publica la noticia del motín del 20 de abril y la portada se imprime con una orla negra de luto a su alrededor, adhiriendo al gobierno. “El Diario de Avisos”, de Pedro Godoy, aparecía un día después del motín de los igualitarios y en junio se publicaba en Valparaíso un periódico de escasa vida, tan solo dos números, nombrado “El Pescador”. 1854 En Talca, nuevamente, asumía un rol en el desarrollo de la prensa nacional, publicándose “El Eco de Talca” a partir del 7 de septiembre, con las plumas de Juan de la Cruz Donoso, Manuel Chaparro y Toribio Hevia. A partir del número 20 pasó a llamarse solo “El Eco”, y se va a enfrascar en un enfrentamiento con el diario “El Motor”, que nace en Talca al año siguiente y donde se atacaba sin misericordia al intendente talquino, Cayetano Astaburuaga. 1855 Nacía en Talca, efectivamente, “El Motor”, el 2 de junio de 1855, editado por los hermanos Andrés y Juan de la Cruz Donoso, apareciendo interrumpidamente, y donde las noticias más destacables eran una inundación por la crecida del Maule, el abandono de los servicios públicos o el ataque inmisericorde en contra del intendente Astaburuaga. En medio de un periodo tan inquieto, ese año nacía otro de los grandes periódicos de nuestra historia. El 22 de diciembre de 1855 se funda67


ba “El Ferrocarril” en Santiago, teniendo como objetivo el apoyo total al gobierno de Manuel Montt, siendo su director el ya conocido Juan Pablo Urzúa, que abandonaba el “Mercurio” de Santos Tornero para embarcarse en una nueva aventura editorial. Un elemento novedoso aportado por Urzúa fue incluir en el diario los avisos comerciales, lo que generó su rápido desarrollo. Su ponderación, su amplia cobertura y la seriedad con la que enfrentaba los temas, generó la confianza de su público. Su primer redactor y editorialista fue el joven Ramón Valdés Subercaseaux y, cuatro años después, asumía el puesto el poeta Justo Arteaga Alemparte, antiguo oponente a Manuel Montt, pero que se había sentido seducido por el lema monttino “libertad dentro del orden”, concepto absolutamente apropiado para un periodista que amaba sobre todo la libertad. El diario había cambiado con su llegada: “La prensa ganó en cultura lo que había perdido en corrección”. (Prensa y Periodismo en Chile. Raúl Silva Castro). Justo Arteaga va a dejar “El Ferrocarril” para unirse a su hermano Domingo y fundar entre ambos “La Libertad”. Pero era imposible competir con El Ferrocarril y, a pesar del apoyo de los radicales, cierra la publicación en octubre de 1871. 1856

En Vallenar aparece “El Huasquino”, con fecha 29 de marzo, de pro-

piedad de los hermanos David y Domingo Arturo Sanderson, donde se publican poesías y dramas en tres actos de Pedro Díaz Gana, y textos de Román Fritis, otro de los redactores. En total 292 ediciones hasta su cierre, el 26 de marzo de 1857. Poco antes, en enero, se publicaba en Chillán el diario “El Ñuble”, que se editaría durante un solo año. Difícil trabajo costó su implementación por carecer de los fondos necesarios, pero la iniciativa de Clodomiro de la Cruz encontró eco en los principales vecinos, cuyas erogaciones permitieron el nacimiento y mantención de la publicación. Clodomiro de la Cruz era hermano de Anacleto, uno de los redactores de El Mercurio de Valparaíso.

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El motín del 20 de abril de 1851, desde el cerro Santa Lucía hacia la Alameda.

Las provincias seguían incorporándose al mundo periodístico. En octubre de ese año 1857 salía en Curicó el primer ejemplar de un periódico para la amplia provincia de Colchagua: “El Curicano” Su historia tienen varios percances que vale la pena recordar. Se encargó una imprenta a Santiago, y cuando llegó descubrieron que no había ningún cajista en la zona. La impaciencia de los inversionistas crecía, y resuelven imprimir un solo aviso que decía “¡Viva Chile!” porque se acercaba el 18, que fue repartido profusamente al pueblo reunido en la pampa, siendo sus redactores Filidor Olmedo, Hermógenes Labbé y Antonio Méndez. Se convertirá en un nuevo frente de conflicto entre la provincia y el gobierno central.“El País”, en Santiago, saca su primer número el 27 de julio hasta cerrar en el 82 el 31 de octubre. Su financista fue Domingo Santa María y su redactor Diego Barros Arana. En su interior va a publicar artículos históricos, como así también furibundos ataques al gobierno de Manuel Montt. Solo al asumir en el gabinete ministerial Jerónimo Urmeneta, candidato de Barros Arana, “El País” silenció sus máquinas. Ese mismo año Ramón Valdés Subercaseaux editaba “La Actualidad”, quien antes había fundado “El Conservador” junto a Manuel Blanco Cuartín. Libre de la redacción de “El País”, incorpora a sus amigos Justo Arteaga Alemparte, Rafael Vial, Nepomuceno Espejo 69


y Diego Barros Arana. Van a recibir las permanentes denuncias de “El Ferrocarril”. 1858 En febrero se publica un nuevo periódico, “La Actualidad”, también de Ramón Valdés Subercaseaux, donde su colaborador será Manuel Blanco Cuartín, pero va a desaparecer en diciembre. En sus páginas escribieron varios destacados periodistas como Justo Arteaga, Juan Nepomuceno Espejo y Barros Arana, José Victorino Lastarria y Guillermo Blest Gana. Diario destinado, al igual que los anteriores, a atacar sin misericordia al gobierno de Manuel Montt. Será Barros Arana quien ejerció la más destacado influencia, hasta que el gobierno ordenó su detención. Poco después el juez decretaba su libertad. Se aproxima la crisis A pesar del fracaso del movimiento revolucionario de 1851, encabezado por Francisco Bilbao, Vicuña Mackenna y otros liberales, sus ideales se acrecentaban con el regreso de los deportados. Opositoress decididos al gobierno de Manuel Montt, y apoyados por la riqueza de Chañarcillo, se alzaban nuevos caudillos, los que incluso en las elecciones de 1858 llegaban a ocupar puestos en la Cámara de Diputados. Ángel Custodio Gallo, Manuel Antonio Matta y Tomás Gallo representaban el nuevo espíritu revolucionario. A comienzos de 1859 darían impulso a una nueva guerra civil. Poco antes, el 29 de octubre de 1858, circulaba por las calles de la capital “La Asamblea Constituyente”. Aquí, los redactores eran Vicuña Mackenna, Justo Arteaga, Isidoro Errázuriz y Guillermo Matta. Alberto Edwards describe desde el bando opuesto a los redactores de “La Asamblea”: “Un misticismo nebuloso, soberbias, tiradas de retórica, vacías de sentido exacto; anhelos y esperanzas mal definidas; he allí todo lo que se encuentra en esa hoja... La Asamblea significaba la abdicación de todos los poderes legítimos, Cámaras, Presidente, Tribunales, Municipios; el fin de del régimen constitucional trabajosamente afianzado en un cuarto de siglo”. Para Edwards, “la revolución se preparaba a la luz del día”. 70


1859: La otra Guerra Civil Fue a comienzos de 1859 cuando se iniciaba el movimiento revolucionario en Copiapó, encabezado por Pedro León Gallo, Manuel Antonio y Guillermo Matta. La rebelión tenía por causa su rechazo ante la posibilidad que el ministro Antonio Varas postulara a la presidencia. Se generaron alzamientos políticos en Copiapó, Valparaíso, San Felipe y Concepción. Un grupo de conservadores se había desprendido del antiguo grupo pelucón y se unía a los liberales, formando una nueva agrupación: la fusión liberal-conservadora, con serias aspiraciones al poder. Jugarán un papel decisivo en los tensos días que venían. Declarado el conflicto, primero en el congreso y luego en los campos de batalla, Pedro León Gallo inicia su avance militar logrando la victoria contra el ejército del gobierno el 14 de marzo en la batalla de Los Loros, en las afueras de La Serena. Pero sin apoyo del centro del país, y el silencio de la fusión liberal-conservadora, Pedro León Gallo fue derrotado en la batalla de Cerro Grande y debió partir al exilio. Su ideario se plasmó en el nuevo partido radical, que nacería poco después. Antonio Varas retiró su candidatura y la fusión llevó a José Joaquín Pérez, de 51 años, quien triunfó en las elecciones de 1861. 1862 Manuel Antonio Matta, al igual que otros políticos derrotados en la guerra civil de 1859, regresaba al país gracias a la amnistía de 1861 y fundaba “La Voz de Chile” el 12 de marzo de 1862, siendo sus redactores el mismo Matta, Roberto Souper, Ángel Custodio Gallo, Isidoro Errázuriz y otros liberales radicalizados, o figuras como Carlos Walker Martínez, que años más tarde será cabeza del movimiento conservador contra Balmaceda. Diario concentrado en el pensamiento, en el desarrollo más académico que periodístico, y ante el progresivo rechazo de sus posiciones por quienes aspiraban a ingresar al gobierno, llevaron a Matta y sus seguidores a fundar el Partido Radical. Recordemos que tanto “El Ferrocarril” como varios otros periódicos mantenían su presencia en la ciudadanía. El 1 de enero se publica en Copiapó, “El Constituyente”, cuya vida 71


se prolongará hasta 1888, donde colaboran destacados intelectuales como Pedro León Gallo, Elías Marconi, Valentín Letelier, Manuel Antonio Matta y varios más. En Valparaíso nacía “La Patria”, el 1 de agosto, fundada por Isidoro Errázuriz, quien había renunciado a “El Mercurio”, por discrepancias políticas con el administrador de ese diario Santos Tornero. “La Patria” de Errázuriz se va a enfrentar con la gran mayoría de los periódicos santiaguinos. En tiempos del Club de la Reforma, entre 1868 y 1872, los liberales se hacen cargo del diario, entre ellos José Manuel Balmaceda, Eusebio Lillo, y más tarde por Julio Bañados Espinoza entre muchos destacados intelectuales chilenos. Ese año se fundaba también “El Pueblo” en Curicó, “El Constituyente” en Copiapó, teniendo a la cabeza a Ramón Fritis y en la redacción a Pedro León Gallo, Elías Marconi y varias conocidas personalidades de la ciudad. 1863 En agosto se publicaba el primer número de “La Patria” en Valparaíso, por el reconocido hombre público Isidoro Errázuriz, quien se había desvinculado de “El Mercurio” de esa ciudad por considerar que ese periódico, dirigido por Santos Tornero, se le impedía expresarse libremente. “La Patria” fue un diario de combate, donde se declaró abiertamente en favor de la libertad de reunión, de culto, de matrimonio, de reforma a la ley electoral, y de sanciones penales a las autoridades que abusaban de su poder. En la campaña presidencial de 1876 sostuvo la candidatura de Benjamín Vicuña Mackenna. El 9 de septiembre se publicaba “El Bien Público”, dirigido por Manuel José Irarrázaval con la participación de Abdón Cifuentes, José Manuel Orrego y el obispo Joaquín Larraín Gandarillas, defensores del mundo conservador y católico, destacando entre sus filas el mejor periodista católico de su tiempo, Zorobabel Rodríguez. Durante ese año de 1863 Isidoro Errázuriz editaba en Valparaíso “La Patria”, de marcada orientación política, donde le ayuda Eusebio Lillo. El 4 de octubre salía a la circulación “La Prensa” de Chillán editada por Diego Alemparte, desapareciendo en diciembre del año siguiente. Pero un hecho doloroso obligaría a cambiar la estrategia pública del catolicismo. El 8 de diciembre se declaraba un horroroso incendio en el Templo de la Compañía de Jesús de Santiago. No existiendo fuerza 72


pública para apagar el fuego, ese atardecer perdieron la vida más de dos mil personas, en su gran mayoría mujeres y niños.

Incendio en el Templo de la Compañía de Jesús Y estalló el enfrentamiento entre la autoridad eclesiástica y el pensamiento liberal laico. Toda la prensa se convierte en campo de batalla. “El Mercurio”, “El Ferrocarril” y “La Voz de Chile” claman por la democión del templo y el fin de ese tipo de ceremonias que ponían en riesgo la vida. “La Voz de Chile”: “Santiago está bajo la terrible impresión del incendio ocurrido anoche, que ha venido a sembrar la desolación y el espanto en todos sus habitantes”. “El Mercurio”: “Toda la capital está muda de dolor y de angustia. Lamentamos la más horrible, la más indescriptible catástrofe que Santiago de Chile haya sufrido jamás”. 73


“ElFerrocarril”. “El incendio principió y terminó en la iglesia. ¡El estrago es, sin embargo, tan enorme que equivaldría a la ruina de la mitad de la población!” 1864 El 1 de marzo se terminaba de editar “El Bien Público”, como consecuencia de la catástrofe relatada, y nacía “El Independiente”, que permanecerá en circulación hasta el 1 de enero de 1891, a comenzar la última guerra civil del siglo XIX. Más bien conservador y católico, encontró dificultades en armar su equipo de redactores, recuperando a varios de los anteriores de “El Bien Público” pero aceptando incluir a los liberales Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui, que aunque de posturas algo diferentes gozaban de ecuanimidad en sus opiniones. Valparaíso se hacía presente con un diario polémico, “el San Martín”, que silenciará sus prensas dos días antes del bombardeo de Valparaíso por la escuadra española. Director y principal redactor fue Santiago Godoy, quien ya había cumplido igual papel en el “Mercurio” del puerto. Fue el diario que más satirizó a la reina española y batalló en la defensa de los intereses del Perú en el conflicto. El ministro representante de España, Salvador de Tavira, reclamó reiteradamente a nuestro gobierno en contra del diario, a lo que el ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Covarrubias, señaló que en Chile existía completa libertad de prensa. Agreguemos solo que la imprenta se ubicaba en la Plazuela de la Aduana, y era de propiedad de José Tomás Ramos. Durante el bombardeo del 31 de marzo de 1866, fue destruida por los cañonazos españoles. En la zona mapuche aparecía el 1 de noviembre de 1864 “La Guía de Arauco”, editada en Los Ángeles por el activo vecino Ruiz Aldea. Los Ángeles es en ese momento un centro activo tanto comercial como militar. Se está en plena campaña conocida por la Historia como “pacificación de la Araucanía” , lo que implicaba en movilizaciones de tropas y comercio. Apenas vivió un año y sobre su ruina económica se levantó en 1866 un nuevo periódico, “El Meteoro”, dirigido por el propio Ruiz Aldea.

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1865 Pero el impulso editor no se detiene, y en Parral aparece “El Iris”, que se publica entre 1865 y 1872, bajo la dirección de José Miguel Arce y con la redacción de Pedro Ángel Urrutia y Francisco Benigno Rodríguez. En Chillán se publica “El Voto Libre” en diciembre de 1866, políticamente radical, ataca cada cierto tiempo al presidente José Joaquín Pérez Mascayano. Y en este rápido caminar por los diarios de provincia, el año 1867 se publica en Valparaíso el “Valparaiso and West Coast Mail”, de habla inglesa cuyo redactor fue Carlos Lathrop, entre 1868 y 1869. El diario finalmente desaparece en noviembre de 1875. Guerra con España 1865-1866 Europa vive exitosamente el colonialismo en el mundo, era de imperialismos profundos y universales. Desde la caída de Napoleón Bonaparte, Europa, sin conflictos graves internos aparte de los procesos revolucionarios liberales, expandía sin contrapeso sus intereses en Asia y África. México mantenía deudas anteriores, lo que lleva a la creación de una alianza tripartita entre Gran Bretaña, España y Francia (1861), que envía una fuerza expedicionaria, pero Benito Juárez logra postergar el pago. Es el momento de Napoleón III quien establece un imperio en México. La alianza tripartita desembarca tropas en Veracruz (1862). España y Gran Bretaña se retiran. Santo Domingo, antigua colonia española, lucha por su soberanía con Haití y la reina Isabel II manda una expedición de 30.000 hombres en su apoyo. Isabel II, tenía solo 22 años, y su país vivía una fuerte crisis política. Es entonces cuando surge la idea de enviar una expedición científica a América del Sur. En agosto de 1862 salía la expedición científica cuya vanguardia son las fragatas “Resolución” y “Triunfo”, y las goletas cañoneras “Covadonga” y “Vencedora”, naves a vapor, y con un poder total de 86 cañones y 1.400 hombres. Al mando, el general Luis Pinzón, que odiaba a Chile por la muerte de su padre en nuestras guerras de la independencia. A bordo, un grupo de seis connotados científicos, que estudiarían la flora y fauna de la región. 75


En mayo de 1863 la expedición es recibida con una gran fiesta en el Teatro de la Victoria del puerto de Valparaíso, que estaba indefenso y con dos pequeñas naves sin sus cañones. Pinzón continúa su viaje hasta México, regresa a Perú que está en conflicto con Ecuador. Chile está en conflicto con Bolivia, que declara la guerra a nuestro país por el tema de las fronteras. Pinzón le exige al Presidente peruano Pezet, el pago por 3 millones de duros por los gastos de la guerra de independencia. En represalia, en abril de 1864 se apodera de las Islas Chinchas, grandes depósitos guaneros, principal fuente de ingresos del Perú. Ante esto, los chilenos llaman a la guerra contra España. La escuadra española se ha incrementado en cinco naves y 209 cañones más, incluyendo la nave de combate más poderosa de su tiempo, “La Numancia”. En el mar, Chile captura la nave “Covadonga” a España. La respuesta final llega en marzo de 1866. El mando español comunica que Valparaíso será bombardeada y, ese día 31, la escuadra española ataca desde las nueve y media de la mañana hasta el mediodía al indefenso puerto, dejando caer más de dos mil seiscientas balas de cañón. Solo el telégrafo es el medio de comunicación más rápido, en esos días, y no descansa de mandar las noticias a los diarios de la capital que publican de inmediato la información en grandes pizarras, donde una multitud se reúne para ser testigos de la tragedia. “Los godos a esta hora (8:45) están tocando a zafarrancho y echando vivas a su execrable reina. Esperamos por momentos el primer bombazo”. Otro señalaba: “Militares, bomberos y demás se pasean despreciando las balas de los miserable”. Y le seguía este otro: “La gente del pueblo recorre las calles con las balas en las manos y juega a la pelota con ellas, desafiando la muerte”. Como resultado de la acción, Valparaíso perdía su flota mercante, 151 bodegas quemadas en su totalidad, la mitad de los almacenes fiscales destruidos con 14 millones de pesos en pérdidas, dos muertos y algunos heridos. Finalmente, la escuadra española regresaba a su país sin haber obtenido ni tesoro ni gloria. 76


El 7 de junio de ese año 1866 aparecía un influyente periódico, “La República”, que agrupaba a los liberales integrados por el antiguo periodista de “El Progreso”, Rafael Vial, que logró integrar a sus páginas a Diego Barros Arana, Melchor Concha y Toro, Álvaro Covarrubias, Miguel Luis Amunátegui y Eulogio Altamirano. Una de sus más destacadas plumas será la de Ramón Sotomayor Valdés. Algunos de ellos se retiraron en 1872 por discrepancias políticas durante el gobierno de Federico Errázuriz (1871-1876). Poco después se publicaba el primer ejemplar de La Libertad, que circuló desde el 8 de diciembre de 1866 hasta el 31 de octubre de 1871, fundado por los hermanos Arteaga Alemparte, solo alcanzó a sobrevivir económicamente por tres años. En sus páginas se publicaron diversos artículos de José Victorino Lastarria, especialmente dedicados a la reforma política. Cuando los hermanos Arteaga dejaron la dirección de La Libertad, asumió José Francisco Godoy, hijo del polémico general y editor, y que, según Raúl Silva Castro “necesitaba vivir junto a la imprenta, aspirando el perfume de las cajas tipográficas y sintiendo el ruido de la maquinaria”. 1868-1869 En la ciudad de Ancud se daba comienzo a la publicación de “El Chilote”, que informó a su seguidores entre 1868 y 1886, siendo primer redactor José María Mujica y más tarde Enrique Chartterton. Le sigue “La Reforma”, La Serena, en junio de 1869; “El Censor”, en San Felipe, también en 1869 que cerrará en 1871, pero reabrirá sus páginas en 1879, bajo la dirección de Clemente Suárez, quien había sido redactor en su anterior periodo.

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Capítulo X La década de la guerra 1870 El 5 de febrero nacía en Chillán uno de los periódicos de más larga data en la prensa chilena y que hasta hoy sigue entregando su producción. Nos referimos a “La Discusión” fundada por Juan Ignacio Montenegro, con una destacada participación de cronistas y redactores entre los que cabe mencionar a Alberto Escala, Abelardo Contreras, Waldo Díaz Ugarte, Ángel Cruchaga Santa María, Salvador Smith y muchos otros conocidos personajes de la zona. 1871 Un caso interesante de estudiar es la prensa en la ciudad de Linares, donde se va a generar una importante producción periodística. Y personaje central de la redacción y edición será Nicomedes Pincheira Rodríguez, con tan solo 19 años. Con su familia fundó una imprenta a la que le puso de nombre “Hermanos”, así, sin apellido para no ser confundidos con la banda de asaltantes. Y el 31 de octubre de 1871 en Linares entregaba a la circulación un nuevo periódico, “La Idea”, con la firma de Nicomedes Pincheira. Durante cinco años dará vida a los comentarios y notas, pero su incansable espíritu y a pesar de su débil contextura física, va a crear nuevos periódicos en los años siguientes en su misma imprenta, como “La Voz de Linares”, cuyo objetivo fue apoyar la candidatura a presidente de Aníbal Pinto. Cerraba en 1876. Pero en 1877, y con tan solo 25 años, falleció el insigne editor que diera el mayor impulso al desarrollo del periodismo de Linares. Pero la imprenta no cesó sus funciones, y aparecía el diario “El Aviso”, entre 1877 y 1879, y así, sucesiva e incansablemente, aparecían “El Conservador” (1876-1880), “El Cóndor” (1880-1901), “La Convención” (1885), “La Alianza Liberal” (1886), para apoyar la candidatura de José Manuel Balmaceda, y varios más. Es hora de reconocer la importancia del trabajo realizado por este joven periodista, cuya corta vida es tan apasionante como la pasión por su profesión.

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1872 En Talca nacía el diario “La Opinión”, que permanecerá hasta la el inicio de la campaña terrestre de la guerra del Pacífico, en noviembre de 1879. En su prospecto definía el carácter del diario: “La Opinión ofrece la hospitalidad de sus columna a todos los que teniente una pluma en la mano abrigan una idea en el cerebro o un sentimiento en el corazón. Quiere ser la verdadera opinión de esta provincia, y pide y aguarda el concurso material e intelectual de todos sus hijos”. (Citado por Raúl Silva Castro, en Prensa y Periodismo). En este repaso por la Historia de nuestro periodismo debemos recordar que ese año nacía en Copiapó “El Amigo del País”, para defender la causa católica. De ser un periódico semanal, va a ir creciendo. Compra las imprentas de “El Constituyente” y de “El Radical”, y en 1873 aparece dos veces a la semana. Será el baluarte de la lucha de la curia católica en contra de la designación de Francisco de Paula Taforó como arzobispo de Santiago, a quien acusan de liberal y de ser hijo ilegítimo. En los años que van de 1866 a 1874 en Santiago hay pocos registros de nuevas publicaciones, manteniéndose alguna de las ya conocidas, pero será en 1874, cuando se publique el primer número de “El Estandarte Católico”. 1874 “El Estandarte Católico” nace el 20 de julio de 1874, órgano oficial de la Curia, dirigido por el presbítero Crescente Errázuriz y en cuya redacción figuran destacados presbíteros como Jorge Montes y Rafael Fernández Concha y el propio Errázuriz. Artículos culturales y de reflexión aportan a la sociedad con su conocimiento. Crescente Errázuriz va a centrar la dirección del diario en áreas absolutas: trabajos de investigación histórica, campañas eclesiásticas contra los que atacan a la iglesia, y una tercera línea de “rectificación histórica”, donde critica las investigaciones de algunos historiadores como “la Crónica de 1810”, de Miguel Luis Amunátegui. Crescente Errázuriz renunciaba a la dirección de Estandarte al fallecer el arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso, pues era quien había confiado en él la realización del diario. 79


1875 Valparaíso daba a la luz un diario creado por José Francisco Vergara, quien muy pronto se convertirá en una de las figuras más descollantes del período. El político radical contrata a otro correligionario, Daniel Feliú quien será el principal redactor de la publicación. La edición se suspende definitivamente en enero de 1879, previo al conflicto militar. Un año después, en Valdivia, Carlos Acharán Adriasola daba vida a “La Libertad”. El primer periodista mártir Este año debe quedar grabado para siempre en la historia del periodismo chileno. Esta es la historia de un periodista asesinado por defender la libertad de expresión. Su nombre era Manuel Castro Ramos y había nacido en Santiago el 3 de enero de 1843. Luego de estudiar en la Escuela de Preceptores se convirtió en director de la escuela fiscal de Santiago (1859) con tan solo 16 años. Y será director en Quillota y en Copiapó, secretario municipal en Caldera, y en 1873 se va a Antofagasta, donde es redactor del diario “El Caracolito”, una vida de aventuras, pero sin riesgos mayores, hasta que decide viajar a Iquique. Fotografía de la época, que muestra al periodista Castro Ramos agonizando.

Lo que encuentra en la ciudad es una sumatoria de permanentes abusos contra la población chilena y funda un nuevo diario, “La Voz del Pueblo”, donde inicia una secuencia de denuncias, especialmente, contra el comisario de la policía peruana, Ricardo Chocano. En su último artículo planteaba la duda sobre las platas del presupuesto, bajo el título “El presupuesto del comisario”. Un funcionario policial, el teniente Nicomedes Valdivia, alcanzado por un artículo del periodista, lo persiguió por las calles, le disparó dejándole gravemente herido y, finalmente, procedió a enterrarle por la boca, con ayuda de un yatagán (bayoneta) un ejemplar del periódico. Sobrevivió seis días hasta morir. 80


El teniente Valdivia fue detenido, procesado y condenado a quince años de presidio. En Iquique se levanta la lápida que recuerda su martirio (lo hemos redactado a partir del relato publicado por Alerta Austral, el 5 de febrero de 2007, y del folleto Historia del asesinato del periodista chileno Manuel Castro Ramos en Iquique, en 1874, por Pedro Garrido Concha, Antofagasta, 1904). 1877 “Los Tiempos”, de Santiago, desde el 27 de diciembre de 1877 al 28 de febrero de 1882, será la última publicación de los brillantes hermanos Arteaga Alemparte. Unidos en los artículos, en la vida política, en la literatura, entregaron sus mejores pensamientos en este diario. De Justo Arteaga digamos que se las arreglaba para escribir dos o tres editoriales cada día, siendo destacado representante del Cuerpo de Bomberos de Santiago y brillante orador en el Congreso. Pero la vida entregada a la acción y rara vez al descanso, va minando la vida de los hermanos. Primero fallece Domingo y dos años más tarde Justo Arteaga. Sin ellos, el diario desaparecía. Al comenzar la Guerra del Pacífico en 1879, “Los Tiempos” va a dedicar sus páginas al conflicto, especialmente al recordar que tanto Justo como Domingo Arteaga Alemparte eran hijos del general que comandó al ejército chileno en las primeras campañas. Y será Justo Arteaga Alemparte quien levante la candidatura presidencial del general Baquedano, seguramente molesto por la destitución de su padre en la guerra. En las páginas de “Los Tiempos” destacaron grandes personalidades de esos días, como José Manuel Balmaceda, Miguel Luis Amunátegui, Julios Bañados Espinosa y varios más, que pocos años más tarde serían los protagonistas de la guerra civil de 1891. Ese año se fundaba en Angol el periódico “El Malleco”, que va a existir entre 1877 y 1884. De irregular aparición, “se vendía el número del precio de quince centavos, en circunstancias que la subscrición anual valía cinco pesos”. Es importante como testimonio de los días en que se desarrolla la mal llamada “Pacificación de la Araucanía”.

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1878 Dos periódicos llevarán el nombre de “La Libertad” en esos días. El primero, en Ancud, que se prolongará entre diciembre de 1878 y abril de 1885 y que cambiará su nombre al de “El Imparcial”; y el segundo, en Talca, dos años más tarde, en 1880. 1879 No habían pasado ni siquiera quince años desde el conflicto con España, cuando nuevamente los clarines de combate resonaban en todas las provincias, llamando a los jóvenes a la guerra. Los complejos problemas fronterizos con Bolivia, país nacido en 1825, en el Alto Perú, que ese año se tomaba el puerto de Cobija y creaba una provincia litoral, llevó a ambos países a permanentes roces fronterizos, de límites y de pagos de impuestos que finalmente desencadenan la toma por parte de Chile del puerto de Antofagasta. En febrero la escuadra chilena ejercía el dominio. En abril Perú reconocía la existencia de un pacto secreto ofensivo y defensivo con Bolivia y el día 5 de ese mes, Chile declaraba la guerra a la Alianza. “Los periódicos, santiaguinos y provincianos, cumplieron un papel fundamental en la Guerra del Pacífico. Esto ocurrió no solo por la calidad del sistema comunicacional que floreció a partir de 1879, sino porque los hombres de prensa definieron lo público como instancia de socialización y mediación de lo individual y al mismo tiempo confeccionaron un mapa cognitivo de la guerra que Chile enfrentaba con sus vecinos” (Guerreros civilizadores, Carmen Mc Evoy, Ediciones Universidad Diego Portales, 2011, página 138). La prensa chilena fue la expresión del sentimiento popular, convirtiéndose así, en el centro de la información, en tribuna de la sociedad ensimismada con el conflicto, vocera de las victorias militares y de acerada crítica a la dirección de la guerra. Tal como lo señala la investigadora peruana Carmen Mc Evoy, la avanzada informativa en Valparaíso la lideran el “Mercurio” y “La Patria”, y en Santiago destaca “El Nuevo Ferrocarril”, dedicado in extenso a los avatares de la lucha en el norte. Su crítica diaria y constante contra La Moneda, contra la inactividad de la marina, primero, y del ejército después, mostrando públicamente 82


(y peligrosamente en tiempos de guerra) las debilidades del mando chileno. Los diarios se expanden por todo el país, y las provincias adquieren un rol determinante. Son sus hijos los que han partido al frente de batalla, y cada victoria se celebra en las ciudades con campanas al vuelo, misas de acción de gracia, artículos y crónicas de las acciones, los llamados a las celebraciones y a las honras fúnebres. La prensa es la voz de la guerra, llamando a los ciudadanos a partir al frente de combate “sin temerle a la muerte” (“La Juventud”, de San Fernando, 8 de junio de 1879). En Copiapó, “El Constituyente”, fundado en 1862, tiene ahora a Alejandro Villegas Julio como redactor. Se abren así, dos frentes de combate: una en las arenas del norte, donde cada victoria o derrota llenan las primeras planas y hojas interiores de la prensa y la otra, entre el periodismo chileno y el peruano. Centrémonos en nuestro país. Chile siente que su guerra es una “cruzada civilizadora” (Mc Evoy), despreciando en sus discursos y páginas la calidad de los enemigos de ese momento. Frases como “pueblo inquieto, turbulento y envilecido” se repiten con diferentes palabras durante el conflicto. Y cada victoria eleva la vara de la soberbia editorialista. Y en provincias se expande el periodismo bélico a través de nuevas publicaciones como “La Voz Chilena”, “La Actualidad”, “La Situación”, “La Esmeralda” y otros más. Raúl Silva Castro, en su documentado libro Prensa y Periodismo en Chile 1812-1956 señala: “La Guerra del Pacífico dio vida a no pocos periódicos que así en Santiago como en otras ciudades dedicaron gran parte de sus columnas a dar cuenta de las acciones bélicas y a discutir las medidas que tomaba el gobierno para la dirección de las operaciones”. Consolidados con el triunfo en los campos de batalla en 1879 y 1880, todos piensan que la guerra será breve. Pero se prolongará por más años, en medio del optimismo nacional. Agrega Silva Castro: “Algunas de las ideas consiguientes a esa impresión se registran precisamente en los diarios, que una vez más prueban ser los más sensibles instrumentos de todas las vibraciones del alma de la nación” (id.). 83


La Guerra del Pacífico El país entero se moviliza, electrizado por esta cruzada. Aquellos que al comenzar la guerra no visten el uniforme militar, pasan a prestar su colaboración en las múltiples organizaciones de apoyo a las tropas. Las ambulancias, la Intendencia del ejército y otras de beneficencia, como “La Sociedad de Socorros La Protectora”. Dejemos constancia, al menos, de la importancia de esta última organización, encargada de recaudar fondos en todo el país para ir en socorro de los heridos, inválidos y enfermos que llegaban desde la guerra, y paliando en la medida de lo posible el dolor de las familias que iban quedando desamparadas al perder a sus padres, esposos y hermanos en el campo de batalla. Quien otro que Benjamín Vicuña Mackenna podría haber creado algo así. Y en su directorio incluyó a las más destacadas personalidades de su tiempo. El 5 de abril se declaraba la guerra con la alianza peruano-boliviana, y el 15 de mayo La Protectora realizaba su primera sesión, funcionando permanentemente hasta el año 1885. Podemos imaginar a ese grupo de destacados personajes apoyados por voluntarios de todos los rangos sociales, para cobrar los sueldos de los fallecidos en combate y entregarlos a sus deudos; representando ante las autoridades las exigencias de los que no habían recibido sus pagos; concentrando la distribución de correspondencia; despachando las encomiendas que los parientes enviaban a sus soldados en el norte. Un trabajo fundamental que encontró inmediato eco en las provincias. Y en cada oficina de La Protectora había bomberos, civiles de distintos trabajos y, por supuesto, periodistas. Uno de ellos, Ramón Pacheco, se convierte en secretario de La Protectora en la ocupada ciudad de Antofagasta y, desde allí, obtiene de las iglesias los certificados de defunción de los caídos para respaldar los derechos de pensión de sus deudos. Entre 1879 y 1881 distribuye sobre cien mil cartas a los combatientes y a sus familiares. Enorme proeza nacida de la nueva mentalidad protec84


tora y benefactora fruto de la sociabilidad chilena iniciada veinticinco años antes con la Sociedad de la Igualdad de Francisco Bilbao. A contar de 1879, Chile es un país totalmente volcado al servicio de la guerra, no solo a sus soldados, sino a las víctimas y sus familias. Y eran cifras gigantescas si solo recordamos, a manera de ejemplo, que en la batalla de Chorrillos -primer encuentro en la campaña de Lima- Chile hizo entrar en combate una fuerza superior a los 20.000 soldados. Para comprender este fenómeno que convirtió a cada chileno en un combatiente, recordemos que desde el púlpito se llamaba a esta cruzada, convirtiéndola en una verdadera guerra santa. La prensa creaba nuevos héroes cada día, y las tropas respondían con triunfos implacables. Arturo Prat era el símbolo del valor a toda prueba, y en cada batalla nacía un héroe al cual Vicuña Mackenna insertaba en su “Álbum de la Gloria de Chile”, pero a la vez hacía suyo el dolor de los abandonados, de las mujeres sin pan que llenaban los patios de “La Protectora” pidiendo justicia. A un año y medio de iniciada la guerra, las tropas chilenas enfrentaban la capital peruana, movilizándose desde Lurín hacia la primera línea de defensa de Chorrillos, y una segunda línea en Miraflores, dos líneas inexpugnables, donde debía decidirse el destino de la guerra. Entre las publicaciones que se repartían entre las tropas en los campamentos destacaba “El Pequén”, redactado por el periodista Juan Rafael Allende, escritor satírico quien alcanzará su mayor popularidad en tiempos de la guerra civil de 1891. Con la caída de Lima, en enero de 1881, la tranquilidad vuelve al país, y los temas más importantes van a ser, a partir de ese momento, las candidaturas presidenciales y el correspondiente debate político. Una sensación de orgullo, seguridad y superioridad envuelve a una población, que sin embargo, ha sufrido la pérdida de miles de combatientes. Hasta el término de la campaña de Lima, la cifra se eleva a 9.161 soldados, entre muertos y heridos. La desmovilización acarrea nuevos problemas, como la reinserción laboral y el hacinamiento en poblaciones. Nacían los conventillos. 85


Los corresponsales de guerra Al comenzar la guerra, las páginas de la prensa son el faro de la discusión nacional, y los periodistas inician su viaje hacia el frente de combate. Son muchos los redactores y fotógrafos que envían los distintos medios de comunicación, entre ellos, Eloy Caviedes del “Mercurio” de Valparaíso, y Daniel Riquelme, del “Heraldo” de Santiago. Es aquí donde las plumas de nuestros corresponsales van dejando su impronta, convertidos en los ojos y oídos del pueblo chileno. Comenzaremos este relato recordando a dos corresponsales de fuste en ese periodo bélico. Eloy Temístocles Caviedes El primero de ellos, Eloy Temístocles Caviedes, había nacido en Rancagua en 1849. De escasa preparación educacional, ya que solo alcanzó la enseñanza básica, en 1860 se traslada a Valparaíso a casa de su hermana Sinforosa. Ahí consigue trabajo como tipógrafo en el Mercurio del puerto, que dirige en ese entonces Ricardo Santos Tornero. Eloy T. Caviedes Previamente, mientras vivía en Rancagua, había incursionado con piezas literarias para el diario “El Fénix”, demostrando dotes especiales para la redacción, lo que lleva a sus superiores a entregarle trabajos más cercanos al texto que a la mecánica, en su nueva ocupación. Convertido en reportero y más tarde corresponsal, al producirse la declaración de guerra con Perú y Bolivia, “El Mercurio” lo envía al frente de combate. Eloy Caviedes tiene treinta años. Pero, al igual que muchos otros civiles, se va a encontrar con la resistencia y molestia del alto mando militar. Periodistas, administrativos y corresponsales eran menospreciados, considerándolos un verdadero estorbo para las operaciones militares, recibiendo el apodo de “cucalones”. El origen de esta palabra en el teatro de las operaciones militares que estamos recordando, nace del apellido de un periodista peruano, Antonio Cucalón. 86


Presente en el combate naval de Iquique, el 21 de mayo, Antonio Cucalón participa a bordo del “Huáscar” en las correrías y enfrentamiento que realiza el monitor durante el periodo en que Chile aún no logra dominar el mar. En junio de ese año de 1879, aparece en la línea del horizonte el blindado “Blanco Encalada” de la armada chilena. Viene en persecución del “Huáscar”, y comienza a hacer fuego con sus piezas de artillería. El almirante Miguel Grau ordena descender a toda la tripulación bajo cubierta y alimentar las calderas con carbón inglés, para dar mayor velocidad a la nave y escapar del asedio. La mayor velocidad frustra los intentos del “Blanco Encalada” de alcanzar a su presa. Es en esos momentos que el periodista Cucalón comienza a saltar y bailar en el castillo de popa, mientras la nave es golpeada por el oleaje, hasta que pierde el equilibrio y cae al mar. Los intentos por rescatarlo son inútiles y desaparece, finalmente, entre las olas. Eloy T. Caviedes manejaba buenas fuentes de información, especialmente, del coronel de milicias nacionales José Francisco Vergara, quien más tarde sucederá al Ministro de Guerra en Campaña Rafael Sotomayor, fallecido en Tacna. Su primer trabajo de importancia lo obtiene al cubrir las acciones del Combate Naval de Iquique, el 21 de mayo de 1879. Históricas van a ser sus entrevistas a los sobrevivientes del enfrentamiento naval, pero el caudal de noticias que va entregando sobre los movimientos de la escuadra nacional preocupa a nuestras autoridades navales. Luego de publicar un artículo sobre la salida del transporte a vapor “Rímac”, que llevaba unidades militares chilenas hacia el frente de combate, la nave es capturada por el “Huáscar” y nuestras tropas son tomadas prisioneras. Su pluma es crítica, mostrando la realidad del frente de batalla, y luego de la victoria chilena en Tacna (1880), hace una descarnada relación de la forma en que Baquedano ordenó el ataque a pecho descubierto y la cantidad de vidas que se perdieron en el combate. Sus artículos sirven de fuente para criticar al mando militar. Baquedano se enfurece y ordena la captura de Eloy Martínez y su encierro en la corbeta “Abtao”, donde va a permanecer detenido para ser juzgado dos meses 87


más tarde. Como resultado de este juicio se le prohibió acercarse a las dependencias militares y enviar informaciones a su diario. El diario envió un nuevo corresponsal en su reemplazo, y Eloy Caviedes fue obligado a retornar a Valparaíso. Digamos que de regreso continúa sus labores periodísticas hasta que comienza la dramática guerra civil de 1891. El diario es clausurado por orden del gobierno y Eloy Caviedes parte a Iquique a trabajar como corresponsal en el bando congresista. Triunfante la revolución cívico-militar, Caviedes se mantiene en sus labores hasta que, en 1900, el nuevo dueño Agustín Edwards Mac-Clure, llama al periodista a dirigir como jefe de noticias el nuevo diario “El Mercurio” que se ha fundado en la capital, pero los tiempos han cambiado y su estilo no está al ritmo del nuevo periodismo internacional. Finalmente, jubila a los 53 años, pero continúa entregando sus artículos hasta que un infarto termina con su vida el 26 de diciembre de 1902, en momentos en que se dirigía al edificio de calle Compañía y Morandé a entregar uno de sus textos. Moría uno de los más ácidos, como mejor informado, corresponsal de la Guerra del Pacífico. Vamos al segundo ejemplo que hemos seleccionado para estas líneas dedicadas a los corresponsales de guerra. Daniel Riquelme Venegas Había nacido en Santiago en 1855. Su padre José Riquelme había sido el primer taquígrafo del congreso, y su madre Bruna Venegas, tenía un colegio desde 1853. En el aviso publicado el 7 de febrero de ese año, en “El Progreso”, anunciaba que en su colegio el profesor Fernando Zegers impartía los cursos de francés, gramática castellana, aritmética y geografía; que Gregorio Victor Amunátegui los de cosmografía e historia; de caligrafía José Riquelme, y señalaba que el colegio estaba ubicado en calle Huérfanos número 11. El hijo mayor fue Ernesto Riquelme, poeta y bombero, que ingresa a la marina al iniciarse la guerra y será uno de los héroes del combate naval de Iquique. Su hermano, el joven Daniel Riquelme ingresa al Instituto Nacional, pero fracasa en su deseo de ser abogado. 88


En esos días publica el periódico estudiantil “El Alba” (1871) junto a futuros críticos literarios, y poco después una revista literaria, “El Sud América” (1873) y un periódico teatral, de crítica y sátira, “El Entreacto”. Poco después, al igual que su hermano Ernesto, ingresa al Cuerpo de Bomberos de Santiago, llevado por el ideal del servicio voluntario, y entre otras acciones debe hacer la guardia en la cárcel pública, en remplazo de la policía. Y al observar a las mujeres que llevan la comida desde grandes distancias a sus hombres presos, escribe un artículo de costumbres, “La Ollita”. Esta capacidad de observación y de transcribir sus impresiones en textos llenos de vida, va a ser su mejor preparación para su futuro trabajo como corresponsal de guerra. En 1876 ingresaba al Ministerio de Hacienda como oficial auxiliar en la administración del presidente Aníbal Pinto (1876-1881). Al iniciarse la guerra tiene 24 años y es enviado con otros funcionarios administrativos al frente de combate, y es en 1880 cuando se convierte en corresponsal del diario “El Heraldo”, fundado en agosto de ese año. Así describe el diario este suceso el día 23 de noviembre: “En el tren de las ocho de esta mañana ha partido camino de Lima nuestro amigo Daniel Riquelme, redactor de la sección crónica de El Heraldo. Va con el cargo de corresponsal de nuestro diario en el ejército. Con motivo de este viaje, varios amigos suyos de la 2a. compañía de bomberos le ofrecieron anteayer una comida en el salón privado del Club de Septiembre”. A pesar de ser un funcionario civil debe acompañar al ejército en las campañas militares, y cubrir las noticias de la guerra, participando en las grandes batallas de Chorrillos y Miraflores. En las acciones bélicas forma parte del servicio de ambulancias de la Cruz Roja, y dos días después, el 17 de enero de 1881, ingresaba a Lima junto al ejército. El 20 de enero fundaba en la capital peruana un periódico con el título de “La Actualidad”. Debía ser un buen intérprete del trabajo asumido por el gobierno de ocupación, al mando de Patricio Lynch. “En colaboración con Isidoro Errázuriz escribió una relación de los sucesos políticos y militares y de los episodios de guerra ocurridos en las batallas finales de esa campaña y en la ocupación de Lima” (En Intro89


ducción a la Revolución del 20 de abril de 1851, Raúl Silva Castro, Ed. Andrés Bello, 1966).

Daniel Riquelme Venegas

El gobierno convirtió esa relación en un documento que tradujo a seis idiomas y repartió en otros países bajo el título “La campaña del ejército chileno en Lima”, pero el inquieto Daniel Riquelme recibía un nuevo desafío: la fundación de un nuevo periódico titulado “La Situación” que en 1883 recibirá el nombre que le correspondía: “Diario Oficial”

“Testigo joven, alerta, de sensibilidad simpática, captó de esos hechos una imagen viva, que vibra aún en sus páginas comunicando a los lectores, a través de los años, el mismo entusiasmo, el mismo orgullo patriótico que él experimentara”. Así lo describe la Editorial del Pacífico en el prólogo a su obra “Bajo la tienda”. Terminado el conflicto regresó a Santiago, incorporándose a “La Época” y “La Libertad Electoral”, además de publicar su libro “Chascarros militares”. En 1895, Riquelme era enviado como secretario de la Legación en Bolivia, y a su regreso es nombrado subsecretario del Ministerio de Relaciones Exteriores. Pero Daniel Riquelme sufre una afección a la garganta, que le mantiene casi afónico. El gobierno colabora con su situación y lo envía a Europa como inspector de consulados, y en Lausana, Suiza, fallece el 9 de agosto de 1912. Tenía 57 años. Como un merecido homenaje, vamos a recordar a algunos de los periodistas de los diarios de esos días que partieron a la guerra a cumplir distintas funciones. De El Ferrocarril se dirigen al norte Enrique Espinoza, de la administración del diario, asumiendo como guardalmacenes de la Aduana de Arica y Tesorero Municipal en Tacna. Eduardo Hempel, cronista, corresponsal de guerra y bombero. Eusebio Lillo, el revolucionario de 1851, y ahora secretario de la escuadra en la guerra, es corresponsal en Antofagasta. Francisco Pardo Duval, bomberos y periodista, había sido antes corresponsal en la Guerra de Arauco en 1881, junto a otros que no logramos incorporar en este recuento. 90


1880 Durante los tiempos de la guerra, tal como lo hemos explicado, se publica “El Heraldo”, el 12 de agosto hasta el número 362, en agosto de 1881, que envía a Daniel Riquelme como corresponsal de guerra a la campaña a Lima. Y participa en ese medio un selecto grupo de colaboradores, como Valentín Letelier, Abraham König, Guillermo Puelma Tupper, Vicente Grez, Guillermo Matta y Juan Nepomuceno Espejo, entre los más conocidos. Es de destacar el apoyo que entregó a la candidatura de Domingo Santa María a las elecciones presidenciales de 1881, y de fuerte rechazo a la de Benjamín Vicuña Mackenna, ácido censor del mal manejo del ejército en la campaña en el norte. 1881 El dominio editorial lo ejercía desde 1855 “El Progreso”, diario fundado por Juan Pablo Urzúa. “La Guerra del Pacífico dio vida a no pocos periódicos que en Santiago como en otras ciudades, dedicaron gran parte de sus columnas a dar cuenta de las acciones bélicas y discutir las medidas que tomaba el gobierno para la dirección de las operaciones” (Prensa y Periodismo en Chile, Raúl Silva Castro, 1958)

Agustín Edwards Ross era, desde 1880, propietario de “El Mercurio”, y con claros intereses políticos decide comprar el diario “La Época”, que había fundado Puelma Tupper, quedando ambos en el directorio, más Benjamín Dávila Larraín, siendo redactores Domingo Amunátegui Solar, Adolfo Murillo, Ambrosio Montt, Augusto Orrego Luco, Fernando Paulsen y varios más. La opinión pública estaba sorprendida de esta publicación, que mostraba un diseño exquisito, demostración de una fuerte inversión económica, y de un personaje cuyo fuerte era la banca, la agricultura y la industria. “La Época” se convertía en el diario más culto, con sus artículos literarios, siendo además centro de importantes tertulias en sus amplios y decorados salones. Como muestra, un recuerdo escrito por Rubén Darío, que durante su residencia en Chile fuera un destacado articulista de arte: “Ahí departíamos de asuntos de letras y arte, de un último libro ... y ahí se escribía, se hablaba en voz alta hasta muy entrada la noche”. 91


Ese año, “La Época” convierte en folletín impreso los “Recuerdos del Pasado” de Vicente Pérez Rosales; Puelma Tupper resuelve fundar un suplemento literario, “Los Lunes”, para los lectores del diario. El suplemento se convierte en un importante aporte a la cultura, donde los mejores articulistas y escritores aportaron su talento. Cerrado por orden del gobierno de enero de 1891, la “Época” reabría sus puertas en septiembre de ese año, luego del triunfo congresista sobre Balmaceda, pero la traumática experiencia del enfrentamiento nacional terminará por cerrar definitivamente el diario en 1892. 1883 En diciembre de 1883 nacía un diario eminentemente popular, “El Chileno”, de las manos del presbítero Esteban Muñoz Donoso, el mismo que había participado en “El Estandarte Católico”. El periódico fue conocido vulgarmente como el “diario de las cocineras”, por la cantidad de avisos económicos dirigidos al personal doméstico. Será el más leído en Chile. En 1892 vendieron la propiedad a un grupo de jóvenes católicos, en pugna con el viejo tronco conservador. Este grupo, encabezado por Juan Enrique Tocornal, Silvestre Ochagavía y Alfredo Undurraga, entre otros, eran seguidores de un pensamiento socialcristiano, a partir de la “Reforma Social”, de Federico Leplay. Este pensamiento había sido reforzado en 1891 cuando el papa León XIII publicó la encíclica “Rerum Novarum”, sobre la cuestión social. La imprenta estaba instalada en el interior de un estrecho almacén de calle Bandera, acera oriente, casi esquina de Catedral. Del ingenio de su director, Enrique Delpiano, nació una “Biblioteca de El Chileno”, una colección de novelas baratas para la lectura de los colegios y de la población.

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Capítulo XI La última crisis del siglo 1886 “La Libertad Electoral”, aparecido el 11 de marzo, será un diario de combate, surgido para enfrentar el intervencionismo presidencial de Domingo Santa María en las elecciones de ese año. Entre sus colaboradores más destacados estaban Daniel Riquelme, José Francisco Vergara, Diego Barros Arana, y otros. Ellos y sus financistas Augusto y Eduardo Matte Pérez, apoyan primero la candidatura a presidente de José Francisco Vergara, pero la campaña fracasó con el triunfo absoluto de José Manuel Balmaceda. A partir de ese momento, “La Libertad Electoral” se convirtió en decidida opositora al nuevo gobierno. Famosas fueron las “Cartas Políticas” de Severo Perpetua, que ponían en entredicho todo lo que ocurría en interior del palacio de gobierno, generando el desconcierto del ya ex presidente Santa María. Pensó que era Lastarria el autor de tan precisa información, pero eran José Francisco Vergara, más Diego Barros Arana y Enrique Valdés Vergara, quienes se reunían “en las alturas de Viña del Mar” (Prensa y Periodismo en Chile, Raúl Silva Castro) para realizar su labor opositora. “La Libertad Electoral” dejó de publicarse el 31 de diciembre de 1901.

En 1886 se celebraban elecciones presidenciales y nadie dudaba que el candidato liberal José Manuel Balmaceda sería el próximo presidente de Chile. El anterior mandatario, Domingo Santa María, había dominado con su personalidad todo el ambiente político, generando grandes polémicas por sus decisiones. Recordemos que bajo su mandato nacía el Registro Civil, asumiendo la legalidad de los matrimonios y bautizos que antes eran de dominio eclesiástico, y generando un conflicto que se prolongaba ya varios años. Ejemplo de esta situación era la indecisión de no poder nombrar como arzobispo de Santiago al candidato del gobierno, don Francisco de Paula Taforó, y en cada una de las medidas tomadas por Santa María aparecía la figura de su ministro del Interior, José Manuel Balmaceda. 93


Presidente José Manuel Balmaceda (1886-1891)

Poco a poco los negros nubarrones del enfrentamiento fueron oscureciendo el panorama político. Tras asumir, Balmaceda había iniciado un profundo cambio para aprovechar el triunfo económico, luego de la Guerra del Pacífico. Sin embargo, se le acusa de malgastar los grandes ingresos del salitre en colegios, puentes y obras públicas. Y algunos dicen que pretende nacionalizar las salitreras.

Desde Inglaterra, el rey del salitre John Thomas North regresa a Chile. Sus abogados, todos ellos parlamentarios, le avisan de las “locuras administrativas del Presidente”. Por un momento se vive una cierta unidad en Chile, a raíz de la epidemia del cólera morbo, que cruza la cordillera desde Argentina, a fines de 1886 y comienzos de 1887. Dejaba un triste recuerdo: alrededor de treinta mil víctimas. Como una forma de bloquear al gobierno, las cámaras rechazan la ley de presupuesto para el año siguiente. Un intento de declarar al Presidente Balmaceda “incapacitado para gobernar”. Fracasa, y el 7 de enero de 1891 se alzaba la escuadra, iniciándose la guerra civil. “Ya llegará el día… en que el pueblo contemple… y entonces verá cuántos y quiénes son los verdaderos mercenarios… los verdaderos rufianes de esta mascarada” publicado en “La Nación”, el diario del gobierno, a fines de 1890. “¡Qué demencia! ¡Qué imbecilidad!”, escribía “La Época”. 1888 En 1888, un incendio había destruido en Valparaíso la imprenta de “La Patria”, luego de 17 años de sólida existencia. Pero, tal como lo señalara en esos días el redactor de “El Nuevo Ferrocarril”, Rafael Egaña, “El hogar ha sido destruido, pero la inteligencia queda, y los trabajadores están en su puesto, siempre vigorosos, siempre decididos” (Citado por Raúl Silva Castro en “Prensa y periodismo en Chile”).

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Capítulo XII La Guerra Civil de 1891 en la prensa El 1° de enero de 1891 el Presidente se dirigía a la nación. Enterado de la salida de la escuadra, informa: “Desde esta fecha asumo el ejercicio de todo el poder público necesario para la administración y gobierno del Estado y el mantenimiento del orden interior (…)”. Lo anterior, significaba el cierre de todas las imprentas, y con ello la gran mayoría de diarios de oposición. Dejaban de aparecer “El Ferrocarril”, “El Independiente”, “La Época” y muchos más, en la capital. Mientras que en Valparaíso ocurría lo mismo con “El Heraldo”, “El Mercurio” y “La Patria”, y al igual en las demás provincias. También cerraban “El Estandarte Católico”, y “La Libertad Electoral”, pero la oposición a Balmaceda no tardaría en reaccionar. Así surgen, en la clandestinidad, los suplementos con las noticias del día. Nunca se sabrá cuántos diarios o impresos clandestinos aparecieron entre enero y agosto de 1891, periodo en que se desarrolló la guerra civil. Por ejemplo, “El Constitucional” se imprime entre el 16 de enero y el 21 de agosto, en la imprenta de “El Amigo del Pueblo”, que nadie sabía dónde funcionaba. Entre sus redactores figura el destacado político conservador Carlos Walker Martínez, quien actuaba desde la clandestinidad. El 24 de enero aparecía “La Revolución”, cerrando el 13 de agosto, y que se autodenominaba “periódico montonero”, editado por Alfredo Irarrázaval Zañartu, quien más tarde presentaría una acusación constitucional en contra del ministro del Interior Claudio Vicuña. Como un antecedente interesante, uno de los repartidores clandestinos de “La Revolución” era el joven Arturo Alessandri Palma, futuro Presidente de Chile, quien además redactaba una hoja política, “La Justicia”, desde el 4 de abril al 20 de agosto. Periódicos que salían una sola vez, como “El Boletín de la Revolución”, o los cuatro que se publicaron del “Boletín del Maipo”, son una mues95


tra de la gran proliferación de títulos. “La Dictadura”, “La Legalidad”, “El Patriota”, “El Patriota Chileno”, “El Revolucionario”, “El Boletín de la Noche” de Valparaíso, son algunos de los ejemplares que se distribuyen en medio de las sombras. Para entender mejor lo que fue la guerrilla periodística que marcó la crisis de 1891, vamos a quedarnos con dos personajes claves de este proceso. Eduardo Phillips Huneeus En el bando abiertamente enemigo de José Manuel Balmaceda va a destacar Eduardo Phillips Huneeus. Integrante de una destacada familia, donde los hermanos se dividieron en ambos bandos, era jorobado, pequeño, mordaz y de odios profundos. Contrario a Balmaceda, le va a dedicar sus más dolorosos versos. Redactor en varios periódicos de su tiempo, como “La Época”, “El Heraldo”, “La Ley” y “La Libertad Electoral”, va a firmar sus artículos bajo el seudónimo de Fígaro, hasta que en 1890 funda su propio periódico, “El Fígaro”, donde va a desahogar toda su furia contra el Presidente Balmaceda. Y ahí publicaba este sainete, el 23 de julio de 1890: “Soy Balmaceda el Quijó/ Por sobrenombre el Champú/ El hombre más melenú/ Y maricueca famó”. Apoya sin duda alguna a las más destacadas figuras antibalmacedistas, como Máximo Ramón Lira, en este verso: “Orador de inmensa talla / E ilustre periodista, / Hoy libra ruda batalla / Contra la inmunda canalla / De la tropa gobiernista” (Citado en “¿Quiénes fueron los vencedores?” de Maximiliano Salinas, Tomás Cornejo y Catalina Saldaña).

Terminada la conflagración, Huneeus se reintegra al cuerpo diplomático y más tarde, será diputado por el partido radical, convirtiéndose en mortal enemigo del gobierno de Pedro Montt (1906-1910). Fallece por serios problemas de salud en 1904. Eduardo Phillips Huneeus

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Sólo para dejar testimonio de su ironía, recordemos un par de versos publicados en “El Fígaro” el 5 de noviembre de 1890, en el viaje presidencial hecho por Balmaceda para inaugurar el impresionante viaducto del Malleco: “Para inaugurar/ Del Malleco el gran viaducto/ Hizo mil preparativos/ El maricueca Champudo”. “Una vez todo dispuesto / En la noche de la víspera/Balmasiútico a su pieza/A rezar fue de rodillas”. Phillips Huneeus falleció a los 41 años.

Juan Rafael Allende

“El Ají” ”El Ají”, órgano del Partido Democrático editado por Malaquías Concha, permanecerá en circulación entre agosto de 1889 y noviembre de 1893. Su objetivo era la defensa de la clase trabajadora y bajo el lema “¡Al que le pique que se rasque!” se editó en los talleres de “La Igualdad” en calle San Pablo, entre Bandera y Puente. Siguiente su particular estilo, sus redactores eran La Cebolla, La Zanahoria, La Coliflor, El Rábano y otros. Su director era el tipógrafo Hipólito Olivares Meza, miembro destacado del partido democrático, y llevaban con orgullo el título de “rotos” como les llamaba la aristocracia.

El 4 de noviembre de 1890 escribían: “¿Cuándo tendremos representantes verdaderos del pueblo, que velen por nuestro intereses? Eso sucederá cuando suba al poder un presidente enérgico y de ideas democráticas. ¿Lo conseguiremos? ¡Las esperanzas nos quedan!” (cit. en ¿Quiénes fueron los vencedores? Elite, pueblo y prensa humorística de la Guerra Civil de 1891. Por Maximiliano Salinas, Tomás Cornejo y Catalina Saldaña)

La guerrilla entre “El Ají” y la “Libertad Electoral”, representante de los intereses financieros de los Matte, va a marcar esos días de tensión. Incluso Balmaceda es visto en los inicios del conflicto como parte de 97


esa aristocracia todopoderosa y le llaman “Su Sacra Real...” y “Su Majestad Champudo”. El padre de la prensa humorística Uno de los redactores más destacados de “El Ají”, Juan Rafael Allende (1848-1909), ha sido reconocido como el padre de la prensa humorística de Chile. Fue un prolífico escritor, director y actor de teatro, periodista, autor de obras satíricas y costumbristas, quien al inicio del conflicto se lanzó en contra de Balmaceda, acusándolo de gobierno de aristócratas, pero a medida que avanzaba la crisis fue derivando a la defensa del Presidente. He aquí una secuencia que explica lo que hemos señalado: Agosto 1889: “Balmaceda, un rico al servicio de los ricos de Chile”. Agosto 1890: “Balmaceda y la oposición son ricos aristócratas que se empeñan en asesinar al pueblo”. Febrero 1891:“Toda la oligarquía del dinero y de la política hacen contra el señor Balmaceda un fuego tremendo de injurias y de cargos”. Marzo de 1891: “El cuadrilátero es la cuadrilla de ambiciosos despechados que pelean la túnica de Chile para repartírsela”. (“Cuadrilátero” es el nombre que se le daba a la oposición política al presidente Balmaceda)Diciembre 1891: (Balmaceda denunció a los ricos y aristócratas que sumieron) “al país en la más espantosa de las miserias a causa de la guerra civil de la que ha librado desangrado y hambriento”. Miembro fundador del partido democrático, considerado comunista en esos tiempos, va a ser un defensor declarado de la clase trabajadora. Al terminar la guerra fue detenido con su hermano y ambos condenados a muerte, a petición del conservador Carlos Walker Martínez. La intervención del intendente de Valparaíso, Eulogio Altamirano, le permitió partir al destierro. “Nunca podremos arrepentirnos lo bastante de no haber fusilado a Juan Rafael Allende”. Señaló Carlos Walker Martínez. 98


La suerte de los hermanos Juan Rafael y Pedro Allende no la tuvieron todos. Un personaje que había dedicado su vida a la medicina, que había regresado de la Guerra del Pacífico lleno de medallas, que había sido un liberal de tomo y lomo y diputado del Cauquenes hasta 1888, decidió funda el diario “EL Comercio” en Valparaíso para defender sus ideales. Se llamaba Rodolfo León Lavín y fue detenido en el Valparaíso luego de los triunfos congresistas de Concón y Placilla. Fue escarnecido en plena plaza pública y fusilado el 30 de agosto de 1891. Espantado por lo sucedido, el prestigioso político Eulogio Altamirano intervino para evitar el crimen de Juan Rafael Allende y su hermano, que pedía Carlos Walker Martínez. 1894 Cerraba el siglo, y en 1894 aparecía el primer número de “La Ley”, fundado por Juan Agustín Palazuelos, con un pensamiento absolutamente contrario a “El Estandarte Católico”, y a su sucesor “El Porvenir”, como lo habíamos recordado anteriormente. Palazuelos era un antirreligioso empedernido, por cuyas opiniones fue excomulgado en 1871, y de nuevo en 1895. Aunque parezca increíble, ese año se realiza un Auto de Fe, quemándose en la puerta del palacio arzobispal los ejemplares del diario condenado. Palazuelos había declarado en su primer editorial que serviría los intereses del liberalismo y tenía la autorización para representa el pensamiento del Partido Radical. Con el triunfo de la revolución congresista, volvía a flamear la bandera de los viejos monttvaristas: “la libertad dentro del orden” y nacía la dinastía de los Edwards en “El Mercurio”: Agustín Edwards Ross (18801997), ministro de Balmaceda, será más tarde financista de los revolucionarios. Agustín Edwards Mc-Clure (1897-1899), será quien reclute a los mejores redactores. Luego se sumarán Agustín R. Edwards (18991956) y, el último, Agustín Edwards Eastman (1956-2017) 99


1897 Una de las últimas expresiones de la prensa será el nacimiento del diario “La Tarde”, creación de los hermanos Galo y Alfredo Irarrázaval Zañartu, donde sus páginas entregaban abundante información política y social, en un nuevo tipo de periodismo, más grato pero a la vez más incisivo, con profundas críticas a los tratados y protocolos chileno-bolivianos de 1895, denunciando el peligro de guerra con Argentina en 1898, y el protocolo Billinghusrt-Latorre con Perú. Grandes plumas colaboraron con el proyecto editorial, pero solo alcanzó a vivir hasta el 15 de diciembre de 1903.

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Colofón Cerramos así esta mirada cronológica para conocer, de una manera simple y esperamos didáctica, la historia de nuestro periodismo durante el siglo XIX. Aún queda mucho por investigar, pero pensamos que este trabajo, al menos, deja una base para iniciar otros estudios de un tema tan apasionante como el periodismo chileno. Dedicamos este trabajo a los alumnos de las escuelas de periodismo, para despertar en ellos la pasión por nuestra prensa, por su historia y sus periodistas. La prensa en Chile ha sido de opinión, ha debido enfrentar censuras y dictaduras, ha dejado espacio a renunciamientos en periodos de crisis que muestran su lado oscuro, pero toda verdad tiene ese imperativo: investigar, investigar. Solo así estaremos legando a los nuevos periodistas el amor por esa verdad. Al cerrar estas líneas vemos que se abre ante nosotros el más amplio escenario para seguir conociendo la apasionante historia de nuestra profesión. Ahora queda en manos de las nuevas generaciones comprender y respetar ese pasado histórico para así iniciar un nuevo recorrido, ya no con las linotipias, ni las máquinas de escribir. Las técnicas van a cambiar permanentemente pero ellas estarán siempre al servicio de la ética y la verdad. Quizás quedaron fuera algunos personajes y periódicos que no entraron en este recuerdo, o quizás nos apasionamos con más de algún episodio, donde Historia y Periodismo marchan juntos. Pero recién estamos mirando el pasado y descubriendo a tantos hombres y mujeres que hicieron noble a nuestra profesión.

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Referencias (1)

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Evolución de la Tasa de Analfabetismo 1854-1992.Fuente: elaboración propia en base a EH-Clio. Lab. UC en Educación ¿para qué? ¿Para que los Rotos se insolenten? Rodrigo Fernández y José Miguel Sanhueza, Investigadores CEFECh- Publicado el 9 de octubre de 2013. Prensa y Periodismo en Chile. Raúl Silva Castro. Biblioteca América, José Toribio Medina. Prensa y Periodismo en Chile. Raúl Silva Castro. Prensa y Periodismo en Chile. Raúl Silva Castro. Historia General de Chile, Barros Arana. Bibliografía Chilena, tomo 2, Luis Montt, 1904 Revista Zig Zag año III número 104. Blanchard Chessi. Diccionario Biográfico colonial de Chile Historia General de Chile, Diego Barros Arana. Id. Id. T XIV, p.383, Recuerdos Literarios (1878-1886), José Victorino Lastarria. Resumen de la Historia de Chile, Antonio Encina, Tomo II, Leopoldo Castedo. p. 951. Zig Zag. 1954.

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Bibliografía Lorenzo Sazié (1920). Don Miguel José Lastarria. Memoria para optar al título de profesor de Historia y Geografía. Imprenta Universitaria. Samuel B. Johnston. Fuentes Documentales y bibliográficas para el estudio de la Historia de Chile, Diarios, memorias y testimonios. Luis Montt (1918). Bibliografía Chilena, Tomo 1 1780-1811. Imprenta Universitaria. Raúl Silva Castro (1958). Prensa y periodismo en Chile 1812-1956. Ediciones de la Universidad de Chile. Raúl Silva Castro (1964). Eusebio Lillo 1826-1910. Editorial Andrés Bello. Francisco Antonio Encina (1984). Historia de Chile Tomo 23. Editorial Ercilla. Benjamín Vicuña Mackenna (1971). El Incendio del templo de la Compañía de Jesús. Ed. Francisco de Aguirre. Daniel Riquelme (1966). La revolución del 20 de abril de 1851. Editorial Andrés Bello. Maximiliano Salinas, Tomás Cornejo y Catalina Saldaña (2005) ¿Quiénes fueron los vencedores? Elite, pueblo y prensa humorística de la Guerra Civil de 1891. LOM Ediciones. Carmen Mc Evoy (2011). Guerreros civilizadores, Ediciones Universidad Diego Portales. Pedro Garrido Concha (1904). Historia del asesinato del periodista chileno Manuel Castro Ramos en Iquique en 1874, Antofagasta. José Zapiola (1970). Recuerdos de Treinta Años. Francisco de Aguirre. Revista Aurora de Chile (2012)https://es.wikisource.org/wiki/Biograf%C3%ADa_ de_Bernardo_Vera_y_Pintado. Recuperado: [9 de abril de 2018].

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1era ediciรณn, mayo de 2018 Escuela de Periodismo Facultad de Comunicaciones Universidad Central de Chile Ilustraciones de Antonio Mรกrquez Impreso en Santiago de Chile

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El presente libro obedece, en lo esencial, a la vocación pedagógica de su autor y de la Facultad de Comunicaciones de Universidad Central de Chile, UCEN, a través de su Escuela de Periodismo. La obra del profesor Antonio Márquez Allison “RECUERDOS DE LA PRENSA EN CHILE. 1800 Y 1900” conducen al lector por una cronología de hechos que dan cuenta del protoperiodismo o el nacimiento de las primeras expresiones del trabajo informativo, en un viaje al pasado lleno de datos y sucesos que hilvanan los anales del ejercicio profesional del siglo XIX. Desde estas páginas brotan de manera espontánea, decenas de episodios, ricos en información que con agudeza Márquez Allison expone en forma clara y directa. En doce capítulos recorre los primeros inventos tecnológicos para reproducir la palabra; destaca la imprenta traída a nuestro país por el jesuita bávaro Carlos Heimhaussen; recuerda la llegada de la imprenta de la Aurora de Chile, en el gobierno de José Miguel Carrera; y luego, desemboca en un recuento de luchas, encuentros y desencuentros político-sociales que registra y también protagoniza el periodismo de la época y, por cierto, contribuyen a forjar a Chile como nación. Algunos de los aportes relevantes del trabajo académico, están centrados en el reconocimiento y rescate de la memoria del primer mártir de la prensa chilena y de los esfuerzos de los primeros periodistas -teñidos por la pasión de las ideas- para conseguir una vida más justa y buena, en la naciente República. Este texto, está dedicado a las y los estudiantes de periodismo de UCEN y, del mismo modo, a los jóvenes que abrazan nuestra hermosa vocación, en otras universidades. Queremos aportar a sus formaciones profesionales, en el contexto del Día Mundial de La Prensa, convocado por Naciones Unidas, bajo el lema “LOS FRENOS Y CONTRAPESOS AL PODER: MEDIOS DE COMUNICACIÓN, JUSTICIA Y ESTADO DE DERECHO”. José Miguel Infante Sazo Director Escuela de Periodismo


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