A la caza de la víctima: los intelectuales orgánicos y los indígenas en Ecuador
Y se hizo el verbo: la víctima y los intelectuales* La elección de la víctima ha corrido a cargo de los intelectuales. Estos, sobre la base de condiciones reales de inequidad y pobreza, y, especialmente, de información acerca de situaciones de explotación ya superadas, han elaborado la idea de los indígenas como víctimas. Idea que en sus rasgos más generales y en sus contenidos ideológicos básicos no ha tenido mayores cambios desde, al menos, los años treinta del siglo pasado. Estos intelectuales tienen un rasgo común: no son, casi nunca, parte de la población a la que han victimizado. Miembros de la clase media, y hasta de la clase alta, comparten, además de su condición social, ciertos rasgos psicológicos e intelectuales. El sentimiento de culpa por actos no cometidos personalmente, pero que atribuyen a su clase o grupo, es, quizá, su rasgo psicológico más importante. Se sienten, ellos, herederos de una deuda histórica colectiva, que asumen que debe pagarse con la incondicionalidad. Esta se corresponde con el carácter ideal de la víctima, es decir, con su perfección. La víctima –como Dios– es perfecta y, siéndolo, es incontestable. Su palabra, que se expresa como queja o ira, es siempre creadora. Esa palabra que, en muchos casos, no es sino la de los intelectuales que la tutelan. La incondicionalidad del intelectual se basa en su voluntad de creer, voluntad que, al cumplirse, lo anula como tal. Esta guía *
Este capítulo fue publicado en el No. 6 de La Revista, publicación de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador.
Fernando López Milán
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