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Leonard Cohen
“Casi un cuarto de milenio cumplido exige una evolución en las formas del conocimiento humano", dice el comunicado emitido en la página oficial de la enciclopedia. El hecho de trasladar completamente del papel a los medios digitales una de las instituciones más importantes de la cultura occidental, me ha parecido uno de los actos simbólicos más representativos en lo que va del milenio: la apertura a lo nuevo y a lo futuro.
Cambiando de tema, aunque manteniendo la idea, trataba de recordar cuándo fue la primera vez que al oír a Leonard Cohen me convencí de estar escuchando las letras de un escritor superior. Seguramente fue hace dos o tres años, cuando estuve obsesionado con algunos de sus discos, particularmente con I’m your man y The Future. El caso es que por aquella época transcribí algunas de sus letras para intentar traducirlas. Siempre profundo en su forma de hablar de lo religioso, lo sentimental y lo social —tres factores importantes en su creación—, me encanté al descubrir que su lectura lineal y sin música soportaba cualquier ritmo y cadencia.
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Exento las más de las veces de ripios y de metáforas imposibles, iba manejando el lenguaje igual o mejor que algunos de los considerados grandes, y cuando hablaba desde el ámbito de lo personal y sus letras pudiesen devenir vulgares, se advertía enseguida una metáfora referida a lo social —casi siempre en forma de crítica— que justificaba aquello que podría parecer soez o falto de sensibilidad a los lectores superficiales. Con esto, me atrevo a decir que algunas de sus mejores letras pueden ser consideradas como verdadera poesía y debieran ser leídas como tal.
Pues bien, investigando más sobre este autor, me enteré de que mi postura no era tan original, pero tampoco tan descabellada, por suerte. Descubrí que fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias y que ha sido nominado para contender por el Nobel de Literatura.
He llegado a pensar que la razón por la que no se le ha entregado dicho premio es ante todo, una cuestión de canon. Creo que la Academia Sueca no se ha detenido a considerar a los cantautores como verdaderos escritores, y ha limitado su concepción de alta literatura a lo exclusivamente escrito. No sé si los suecos han advertido todo lo que Cohen o Dylan — quien, según aquellos que saben, tiene incluso mayor probabilidad de ganar el Nobel— han hecho por el lenguaje.
Decía Borges que son inútiles los diccionarios, que uno no puede hacer literatura usando todas las palabras contenidas en él. La literatura debe ser —y de hecho, lo es— el lenguaje vivo, el que se habla en las escuelas, en la televisión, en las universidades, en los bares; embellecido, ordenado y sublimado, el lenguaje de la literatura no es otro que el nuestro.
El sentimiento que me causó aquel acto simbólico de dejar de imprimir la gran enciclopedia habrá de ser similar al que sentiré si algún día le otorgan el Nobel a Cohen. Y digo simbólico porque no sé si a Cohen o a Dylan les interese ganar tan prestigioso galardón. No sé si he estado diciendo un montón de barbaridades y si los que de verdad saben de literatura estén convencidos de que, a fin de cuentas, Cohen no es Günter Grass y no merece recibir el mismo premio que han recibido grandes como Hemingway, Pearl S. Buck, Hesse o García Márquez. No sé tampoco si lo que dije tiene algún sentido, pero es lo que uno se pone a pensar cuando tiene mucho tiempo libre; además, necesitaba un pretexto para compartirles esta joya:
Destino
Quiero que tu cálido cuerpo desaparezca educadamente y me deje solo en la bañera, porque quiero considerar mi destino.
¡Destino! ¿Por qué me encuentras en esta bañera ocioso, solo, sin lavar, sin siquiera la intención de lavarme, excepto en el último momento?
¿Por qué no me encuentras en lo alto de un poste de teléfonos, reparando las líneas que van de ciudad a ciudad?
¿Por qué no me encuentras cabalgando a través de Cuba, un hombre gigantesco con un machete rojo?
¿Por qué no me encuentras explicando máquinas a pupilos poco privilegiados, españoles negroides, contentos de que no sea un cursillo sobre escritura creativa?
Vuelve aquí pequeño y cálido cuerpo, es la hora de otro día. El destino ha huido y yo te elijo a ti, que me encontraste mirándote fijamente en un almacén, una tarde hace cuatro años, y has dormido conmigo desde entonces.
¿Qué te parecen mis ojos de pescador después de todo este tiempo?
¿Soy lo que esperabas?
¿Acaso estamos demasiado tiempo juntos?
¿Acaso se avergonzó el destino ante la doble toalla turca, nuestro conocimiento de nuestras pieles, nuestro amor que es proverbial en todo el bloque, nuestro acuerdo de que en cuestiones espirituales yo debo ser el Hombre del Destino y tú, la Mujer de la Casa?
Traducción Antonio r esines