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Princi P io y fin D el tiempo

En la mayor parte de las sociedades primitivas, el Año Nuevo equivale al levantamiento del tabú de la nueva cosecha; es decir, cuando se proclama que es comestible e inofensiva para toda la comunidad. Aunque hace ya mucho que dejamos de ser una comunidad agrícola, en todas partes existe aún una concepción cíclica del tiempo, de la existencia de un inicio y una terminación de periodos temporales. Estos ciclos, aunque están basados en las observaciones de los ritmos biocósmicos en general, se encuadran en un marco cultural mayor: el de las purificaciones periódicas y la regeneración, también periódica, de la vida.

Estas prácticas culturales tienen por objeto abolir el tiempo transcurrido, restaurar el caos primordial y repetir el acto cosmogónico. Así, mediante la repetición del acto de la creación, se regresa al momento en que tanto el mundo como el tiempo fueron creados. Haciendo coincidir el instante mítico y el momento actual, se pretende abolir el tiempo profano, anulando así los errores y pecados —alejamientos del arquetipo— que producen sufrimiento, para empezar de nuevo. Esto trae consigo la posibilidad de la regeneración continua del mundo y el acceso a la eternidad. En lo que se refiere a restaurar el caos primordial existente antes de la creación, los intentos generalmente se encausan a la celebración de orgías, bacanales, y cualquier fiesta que suponga excesos.

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Al conferir al tiempo una dirección cíclica, se anula su irreversibilidad. Todo puede recomenzar por su principio. El pasado pasa a ser sólo una prefiguración del futuro. El tiempo se limita a hacer posible la aparición y la existencia de las cosas. No tiene ninguna influencia decisiva sobre esta existencia, puesto que también él se regenera sin cesar. La repetición del tiempo tiene el sentido de conferir realidad a los acontecimientos.

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