JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
ATENCO: LA GANADERÍA DE TOROS BRAVOS MÁS IMPORTANTE DEL SIGLO XIX ESPLENDOR Y PERMANENCIA TOMO I
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MÉXICO, 2007
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En universidades famosas y adonde ay varones eminentes en letras y de grande consciencia, quando recibe alguno las insignias y grado de Doctor (...), se corren los dichos toros... Francisco de Alcocer. Tratado del juego (Salamanca, 1558), p. 295 1
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Deseo hacer una aclaración: este trabajo, que era en sí mismo mi tesis doctoral en historia no pudo concretarse, de ahí que lo comparta con los lectores, conservando su esencia en tanto investigación, pero sin que ostente el deseable propósito de quedar “arropado” por la insigne U.N.A.M. Incluso, el lector encontrará semejanzas entre el presente trabajo con el anexo N° 7, elaborado “a posteriori”, por lo que esta advertencia viene al caso para cualquier aclaración al respecto.
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ÍNDICE pág. INTRODUCCIÓN
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CAPÍTULO I. LA HACIENDA GANADERA DE ATENCO. ORÍGENES DE LA HACIENDA DE ATENCO Y DE LA GANADERÍA EN MÉXICO.
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Su ubicación geográfica y población. Encomienda. Los Gutiérrez Altamirano y su descendencia. Desarrollo y actividades al interior de la ganadería de toros bravos de Atenco Ganados que se establecieron en la Nueva España. La tesis de Nicolás Rangel Agricultura y ganadería de 1821 a 1900. Conclusiones. CAPÍTULO II. ALGUNOS ASPECTOS DEL ESPECTÁCULO TAURINO EN EL MÉXICO DEL XIX.
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a)El toreo antes y después de la independencia. b)El toreo a partir de “su” Independencia. c)Otras manifestaciones del espectáculo. d)La presencia de Atenco: aliento fundamental en la fiesta taurina decimonónica. e)Conclusiones. CAPÍTULO III. ESPLENDOR Y PERMANENCIA DE ATENCO, BAJO LA INFLUENCIA DE BERNARDO GAVIÑO.
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a)Esplendor y permanencia en Atenco: 1815-1900. Volumen, método y eficacia: tres instrumentos que calibran La dimensión de esta hacienda en cuanto a ganado bravo se refiere. b)Bernardo Gaviño: Influencia definitiva. c)Los aspectos cualitativos y cuantitativos que garantizaron la presencia de esta hacienda en el espectáculo taurino durante el siglo XIX. d)Participación del ganado bravo de Atenco durante el siglo XIX mexicano (de 1814 a 1901). e)Conclusiones CAPÍTULO IV.
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a)Criterios para la selección del ganado. La crianza: nueva palabra en las tareas campiranas. b)Diestros influyentes en la selección del ganado atenqueño. c)El toro español y su influencia en Atenco. .5.
d)Surgimiento de una ganadería “profesional” bajo el control de la familia Barbabosa a fines del siglo XIX. e)Cambios y perspectivas para la ganadería de Atenco en el siglo XIX. f)Conclusiones generales.188 BIBLIOHEMEROGRAFÍA
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ANEXOS Anexo Nº 1: Archivos y colecciones particulares. Biblioteca Nacional (Fondo Reservado). Fondo: Condes Santiago de Calimaya. Anexo Nº 2: 1.-documentos proporcionados por el Sr. Jaime Infante Azamar. 2.-datos sobre la última etapa de control de la familia Cervantes en sus principales propiedades. 3.-datos sobre la “cerca” o el “cercado” que se levantó en Atenco a mediados del siglo XVI. 4.-algunas ideas e imágenes sobre los latifundios en México. Anexo Nº 3: Semblanza de San Diego de los Padres y entrevistas.
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Anexo Nº 4: Glosario de términos especializados. Anexo Nº 5: Apuntes anecdóticos de Juan Corona, picador en la cuadrilla de Bernardo Gaviño cuando este se asomaba a la gloria. Anexo Nº 6: Las primeras lecturas llegadas a México desde España. La irrupción de la prensa taurina. Otras tauromaquias reeditadas en México. Domingo Ibarra. El centro taurino "Espada Pedro Romero", las obras de Rafael Medina.
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Anexo Nº 7: Participación del ganado bravo de Atenco durante el siglo XIX mexicano. (de 1815 a 1915). 1ª PARTE
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Anexo Nº 7: Participación del ganado bravo de Atenco durante el siglo XIX mexicano. (de 1815 a 1915). 1ª PARTE
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INTRODUCCIÓN El valle de Toluca, territorio generoso, fue espacio desde el siglo XVI para el asentamiento y desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas, recién establecidas por los españoles, en los años inmediatamente posteriores a la conquista. En 1526 Hernán Cortés revela un quehacer que lo coloca como uno de los primeros ganaderos de la Nueva España, actividad que se desarrolló en el valle de Toluca. En una carta del 16 de septiembre de aquel año Hernán se dirigió a su padre Martín Cortés haciendo mención de sus posesiones en Nueva España y muy en especial "Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos..." Dos años más tarde, y por conducto del propio Cortés, le fueron cedidas en encomienda a su primo el licenciado Juan Gutiérrez Altamirano, los pueblos de Calimaya, Metepec y Tepemajalco, lugar donde luego se estableció la hacienda de Atenco.2 Flora Elena Sánchez Arreola: “La hacienda de Atenco y sus anexas en el siglo XIX. Estructura y organización”. Tesis de licenciatura. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia. México, 1981. 167 p. Planos, grafcs., p. 15. El 6 de diciembre de 1616 don Fernando Altamirano y Velasco obtuvo del Rey Felipe III el título de Conde de Santiago Calimaya. Los Condes estuvieron emparentados con la oligarquía novohispana, heredaron varios Mayorazgos “y llegaron a ser probablemente los más poderosos hacendados del virreinato, con vastas propiedades diseminadas por todo el país”. Por su parte, Vicente Villanueva, estudioso de la génesis en Atenco, menciona lo siguiente: 2
Ponencia sobre el origen de la Hacienda de Atenco por Vicente Villanueva A finales de 1520, año de la caída de Tenochtitlan, el conquistador Hernán Cortés dio inicio a la repartición entre sus huestes del botín obtenido en sus campañas militares contra el imperio azteca. En virtud de que las riquezas logradas mediante las armas no fueron suficientes para satisfacer las demandas de sus hombres (socios del capitán extremeño en la empresa de la Conquista), la Corona española instituyó las Encomiendas, a fin de premiar a los conquistadores y encomenderos tanto con mercedes de tierras (solares de los pueblos, caballerías de tierras o estancias de ganado menor y mayor), como con otro tipo de concesiones tributarias. Por su parte, Cortés se resistió cuanto pudo a la repartición de la tierra, pero tuvo buen cuidado de adjudicarse grandes extensiones de terreno y de cobrar -además del Quinto Real- otro tanto para él, en su calidad de Capitán General. Entre las tierras que Cortés se adjudicó, destacaron las localizadas en la zona de Matlatzinco (sometida por los conquistadores Andrés de Tapia y Gonzalo de Sandoval), que destacaba por su abundancia en pastos y agua e idónea para la crianza de todo tipo de ganado. Dio comienzo entonces en la zona un proceso intensivo de población animal con especies tanto mayores (bovinos y equinos) como menores (aves, ganado caprino y porcino), que a instancias de Cortés fueron traídos a México procedentes de la isla La Española por el jerezano Gregorio de Villalobos. Durante los años de 1521 y 1523 -previos a la accidentada expedición de Cortés a las Hibueras-, el conquistador permaneció en la región de Matlatzinco ocupado en tareas tanto de ordenamiento administrativo de las tierras conquistadas, como en las labores de poblamiento tanto humano como pecuario de la región, en la que se establecieron muchos pobladores de origen portugués, poseedores de una considerable tradición agrícola y ganadera, así como una abundante mano de obra vaquera, compuesta en gran medida por esclavos negros, ante la negativa de la población indígena a trabajar con los ganados de origen europeo.
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Es a Gutiérrez Altamirano a quien se le atribuye, haber traído las primeras reses con las que se formó Atenco, la más añeja de todas las ganaderías “de toros bravos” en México, cuyo origen se remonta al 19 de noviembre de 1528, la cual se conserva en el mismo sitio hasta nuestros días y ostenta de igual forma, con algún cambio en el diseño el fierro quemador de la
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En la hacienda de Atenco se pusieron en práctica las nuevas condiciones de crianza. La propiedad cambió a lo largo de los siglos de una familia a otra, inicialmente de los Antes de enfrentar las muchas vicisitudes políticas que caracterizaron sus últimos años de su vida, Hernán Cortés –convertido ya en un hombre muy rico por su genio personal y en Marqués por la gracia real-, tuvo la previsión de arreglar su situación testamentaria a fin de legarle a sus parientes y sus muchos hijos (tanto legítimos como naturales, a los cuales legalizó para incluirlos en su herencia) sus grandes propiedades territoriales. La segunda oleada de españoles llegados a la Nueva España estuvo compuesta por españoles dispuestos a poblar y colonizar los nuevos territorios conquistados; entre los recién llegados destacó un personaje que resultaría crucial para la historia de la ganadería en el Valle de Toluca: el licenciado Juan Gutiérrez Altamirano, un abogado extremeño educado en Salamanca y nombrado corregidor de Texcoco, quien se ocupó de la defensa legal de Cortés en su disputa con Diego Velázquez contra cuya autoridad Cortés se había rebelado al fundar el Ayuntamiento de Veracruz, para recibir de éste el nombramiento de Capitán General y poder así desconocer al entonces gobernador de Cuba y recurrir directamente y sin la intermediación de Velázquez, a la protección del rey Carlos I. El pleito con Diego Velázquez dejó de ser una preocupación para Cortés cuando el conquistador de Cuba falleció en 1524, sin embargo, el licenciado Gutiérrez Altamirano continuó muy allegado al futuro Marqués, merced a su casamiento con una prima suya, doña Juana Pizarro Altamirano. Más tarde, en 1529, la segunda esposa de Cortés, la marquesa Juana Ramírez de Arellano, en combinación con el licenciado Gutiérrez Altamirano, consiguieron despojar de su herencia a Catalina Pizarro, hija de Cortés y de su primera esposa, Catalina Suárez, cuñada de Diego Velázquez. Por este y otros servicios, la marquesa benefició al licenciado con la cesión de la estancia de Atenco, que Gutiérrez Altamirano acrecentó con otras adquisiciones de tierras y con algunas donaciones del primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, con lo cual el primo político de Cortés se convirtió en el propietario de una enorme extensión de tierras en el Valle de Toluca, integrada no solo por la hacienda de Atenco sino también por varias estancias anexas, que desde 1558 integraron el Mayorazgo de la familia. Años más tarde, Fernando Altamirano y Velasco, nieto de Juan Gutiérrez Altamirano, contrajo nupcias con la nieta del virrey Luis de Velasco, enlace por el que obtuvo una merced real de Felipe III por la que se le otorgó el título de conde de Santiago de Calimaya, que comprendía las haciendas de Atenco, Cuauhtenco y Almoloya, así como los ranchos de Tepemaxalco, San Agustín, San Nicolás y Santiaguito. La hacienda de Atenco como se conoce desde el siglo XIX fue el resultado de posteriores deslindes de tierras y nuevas titulaciones (denominadas “composiciones”) mediante las cuales se introdujeron ajustes en la propiedad de la enorme extensión de tierra que integraba el condado de Santiago de Calimaya. A partir de esta recomposición territorial se incorporaron a esta importante región agrícola y ganadera nuevas familias que se vieron beneficiadas por este proceso, como los Pliego y los Barbabosa, estos últimos íntimamente ligados a la historia taurina nacional como propietarios de las haciendas de San Diego de los Padres, Santín, San Agustín Calimaya, Tepemajalco, Santiaguito y por supuesto, la legendaria hacienda de Atenco, fundadora de la ganadería nacional. Tomado de: La Bitácora de Rafael Medina de la Serna. Secretario de actas de Bibliófilos Taurinos de México, A.C. http://www.bibliofilostaurinos.com.mx/public_7.html / 30.07.2008 3 Isaac Velázquez Morales: “La ganadería del Valle de Toluca en el siglo XVI”. Ponencia presentada a la Academia Nacional de Historia y Geografía el 28 de agosto de 1997. En dicho trabajo, su autor muestra una relación de los fierros quemadores de ganaderías del Valle de Toluca, registrados ante escribano real a fin del siglo XVII, cuando el de Atenco, ni siquiera tenía el rasgo que hoy día caracteriza a esa marca de fuego con la que se distinguen a los toros de esta ganadería.
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Gutiérrez Altamirano, pasó a la familia Cervantes y para el siglo XIX a la de los Barbabosa. Cada una de las familias contribuyó al fortalecimiento de la hacienda y a aumentar su extensión a lo largo de cuatro siglos. Durante la segunda mitad del siglo XIX la hacienda contaba con 3,000 hectáreas y 2,977 en 1903 cuando esta propiedad se convirtió en una gran hacienda,4 cuya actividad central fue la de la crianza de ganados diversos, del que sobresale el destinado a la lidia (motivo este que merece una atención especial en el presente trabajo), así como de actividades agrícolas, la producción de cera y los derivados de la leche, sin olvidar el hecho que también hubo una producción lacustre, ya que se aprovechó el paso del río Lerma. Actualmente se administra bajo el concepto de ex–ejido y cuenta sólo con 98 hectáreas, por lo que sorprende el hecho que esté vigente después de un historial de 479 años. A través de esta tesis se pretende conocer en forma por demás precisa, la actividad que desarrolló Atenco a lo largo del siglo XIX, alcanzando un lugar destacado en la crianza de toros bravos. De ahí que se considere el presente como un estudio de caso. 5 Se busca mostrar en este trabajo como se dio en Atenco la reproducción y crianza de ganado bravo, mismo que fue aprovechado para estimular la fiesta brava, sobre todo en el centro del país. La hacienda de Atenco como muchas otras de la época era agrícola y ganadera, pero para el caso particular de esta tesis interesa destacar el desarrollo de todos aquellos quehaceres relacionados con la reproducción y crianza de toros para la lidia. No obstante, debe decirse que los toros de Atenco fueron en buena medida la base en los ingresos de la hacienda. Pero ante todo, deberá entenderse el significado de Atenco como el nutriente principal de la fiesta taurina decimonónica, ya que no hubo, en una buena cantidad de años, otro hacienda que se le comparara en la dinámica que podremos comprobar de manera gráfica, misma manera que sintetiza el importante volumen de ganado que tan peculiar unidad de producción fue capaz de aportar.
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En asuntos de dimensión, no puede compararse con una de las de mayor formato en el propio estado de México. Me refiero a La Gavia la que, en sus mejores momentos, llegó a tener hasta 165 mil hectáreas. 5 En una nota que apareció en El Siglo XIX del 24 de enero de 1852 se lee: “Atenco, (es) productora de la mejor raza de ganado en la República...”
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En segundo lugar interesa explicar los cambios que se dieron en la fiesta brava y la manera en que la Hacienda de Atenco y sus propietarios influyeron en ella. Para comprender mejor estos cambios introducidos en la cría de ganado así como en la fiesta brava, es menester iniciar el presente estudio con los antecedentes inmediatos, es decir la manera en como se desarrolló en sus orígenes esta fiesta en la Nueva España, para luego analizar los más de quinientos encierros6 de toros enviados a diversas plazas y desde Atenco, entre 1815 y 1897, en donde la hacienda muestra su potencial. Sabemos que se corrieron públicamente toros de los Condes de Santiago en 1652, 7 pero es de suponer que en los años anteriores, los hacendados se dieron a la tarea de traer toros de diversas castas, las cuales con el tiempo se mezclaron y dieron origen a otras nuevas y diversas, cuyo hábitat se generó en medio de una “trashumancia”, tarea que tuvo por objeto la obtención de pastos naturales para el ganado. Pocos escritores se han ocupado tanto del tema específico de la hacienda atenqueña en lo general, así como de los asuntos relacionados con la crianza de ganado bravo en lo particular. Entre ellos se encuentra Flora Elena Sánchez Arreola y su tesis ya anotada en esta introducción, así como el seguimiento hecho por el señor Antonio Briones Díaz, actual propietario de la ganadería española de Carriquiri, quien ha manifestado gran interés acerca de los orígenes de la casta navarra a través de varias investigaciones. 8 En correspondencia que mantengo con él afirma que “no cabe duda que el envío de España a través de Francisco Javier Altamirano de las primeras reses bravas de casta Navarra que fueron
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Acto de traer los toros o encerrar en el toril. En España ha constituido desde muy antiguo una manifestación popular en la que los mozos corren delante de los toros, que van arropados por los cabestros, hasta la plaza de toros. 7 La primera aparición pública de ganado atenqueño se remonta al 3 de septiembre de 1652, por motivo del cumpleaños del virrey Luis Enríquez Guzmán, noveno conde de Alba de Liste, y con toros, que “se lidiaron en el parque, con tablados que se armaron, y dieron los toros los condes de Santiago de Calimaya y Orizaba y fr. Jerónimo de Andrada”, provincial de la orden de la Merced. En Gregorio Martín de Guijo: DIARIO. 1648-1664. Edición y prólogo de Manuel Romero de Terreros. México, Editorial Porrúa, S.A., 1953. 2 V. (Colección de escritores mexicanos, 64-65)., T. I., p. 199-200. Además: Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 79-80. 8 Véase en bibliografía autores como Joaquín López del Ramo o Vicente Pérez de Laborda.
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proporcionadas por el Marqués de Santacara o por sus descendientes”, dio lugar al comienzo del toro bravo de Ultramar. Al citar a Francisco Javier Altamirano, debe referirse al sexto conde de Santiago, Juan Javier Joaquín Altamirano y Gorráez Luna, Marqués de Salinas VII; Adelantado de Filipinas, quien, de 1721 a 1752 detentó el control –entre otras propiedades- de la hacienda de Atenco. Es, el sexto conde de Santiago el posible responsable de la negociación de la compra de una punta de ganado que ha causado confusión acerca del verdadero origen de la simiente que dio fundamento a la ganadería de toros bravos que aquí se estudia y que no deberá perderse de vista. Como contraparte, existe la tesis manejada por el historiador Nicolás Rangel, a partir de un documento revisado, en Historia del Toreo en México (Época colonial: 1529-1821). Dice que en el año de 1552 llegaron al valle de Toluca “doce pares de toros y de vacas, que sirvieron como pie de simiente...” lo que contrasta con el dicho del periodista taurino Servolini, publicado en El Arte de la Lidia en 1887, del cual veremos más adelante cómo se descubre curioso pasaje que aclara, en parte el enigma sobre la integración original que tuvo el ganado de lidia en Atenco. En el siglo XIX mexicano, las fiestas requerían ganado cada vez más propicio para el toreo tanto a pie como a caballo que entonces se practicaba, por lo que fue común solicitarlo a diversas haciendas, no todas especializadas en el ramo. Estaban El Cazadero, Santín o Parangueo; más tarde, se sumarán Piedras Negras, de Tlaxcala o San Mateo de Zacatecas. Una tauromaquia híbrida que predominó durante ocho décadas, hasta que se generó a partir de 1887 un nuevo concepto evolutivo en la tauromaquia en nuestro país, como lo veremos en los capítulos II y IV de esta tesis, fue el detonante que provocó no sólo entre los hacendados, sino en administradores y vaqueros identificarse con tareas de selección del ganado, tal vez, de una manera arcaica o intuitiva, pero todos ellos convencidos en obtener un toro que embistiera conforme a los nuevos esquemas que iba exigiendo el espectáculo que tuvo particulares manifestaciones en cuanto a su libre y abierta expresión técnica y estética, respecto de la tauromaquia española, lo cual generó, no sólo entre sus .11.
protagonistas, sino en el pueblo mismo, manifestaciones de orgullo eminentemente nacionalistas, evidenciadas en diversas demostraciones que, las más de las veces, terminaban a golpes, con plazas semidestruidas o incendiadas, entonando el grito de batalla: “¡Ora Ponciano!”,9 justo en el tiempo en que este torero mexicano estaba convertido en el ídolo popular de la afición. La mayoría de aquellas expresiones taurinas surgieron desde el campo y fueron a depositarse en las plazas, en una convivencia entre lo rural y lo urbano que dio a todo ese bagaje un ritmo intenso, que disfrutaron a plenitud por los aficionados y espectadores de ese entonces. Evidentemente, las raíces españolas no se perdieron con la emancipación, pues la presencia en el escenario del torero gaditano Bernardo Gaviño y Rueda, garantizó este aspecto, aún cuando Gaviño fue el único español en México entre 1835 y 1886 que hizo del toreo una expresión mestiza, lo que dejó una ruta que se convirtió en modelo; y aunque algunos diestros nacionales hicieron suyo ese esquema, también prefirieron seguir toreando con creatividad propia, al amparo de invenciones permitidas tarde a tarde. La tauromaquia en México a partir de 1887 llegó a ser profesional cuando quedó establecido el toreo a pie, a la usanza española en versión moderna, misma que desplazó prácticas del toreo híbrido y “a la mexicana” que ya resultaban inapropiadas, tanto en el campo como en la plaza. El concepto criollo e intuitivo de la crianza del ganado se elevó entonces a niveles nunca antes vistos. Superados los primeros problemas de consanguinidad, e incluso los de adquisición de sementales viejos e impropios para los fines de selección y cruza que se fijaron aquellos nuevos criadores de toros de lidia, se tuvo oportunidad de conseguir una absoluta definición en el juego, estilo, presencia y rasgos particulares de los toros que 9
Grito de exaltación que se refiere a Ponciano Díaz Salinas. Nació en la hacienda de Atenco, el 19 de noviembre de 1856. Ponciano, torero mandón, el primero que realmente tiene México. Diestro con la reata y como jinete, de lo mejor. Viaja a España para recibir la alternativa en Madrid el 17 de octubre de 1889. El “torero con bigotes” levantó su propia plaza: Bucareli, estrenada el 15 de enero de 1888. La afición de varios países pudo comprobar su paso por los ruedos. Tras una exhaustiva investigación, podemos concluir que llegó a torear 352 corridas, no solo en México. También en España, Portugal, Cuba y Estados Unidos. Muere el 15 de abril de 1899.
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buscaba cada uno de los recientes ganaderos, para distinguirse en medio del enorme escenario con el que se daría recepción a las nuevas formas de expresión en el toreo mexicano, que, como quedó dicho, a partir de 1887 logró obtener un mayor nivel, lo que dio garantía para seguir el paso de la tauromaquia desarrollada en España que muy pronto se le declaró la “guerra” en los ruedos, con la presencia de diestros tan importantes como Rodolfo Gaona o Fermín Espinosa Armillita, quienes se “levantaron en armas” en los primeros cincuenta años del pasado siglo XX. Lo más destacado al pretender hacer una investigación de la hacienda de Atenco es entender el ritmo de su actividad interna y verlo reflejado después en la externa para colocarla como una de las haciendas ganaderas más importantes en el siglo XIX, independientemente de su historia iniciada tres siglos atrás y que, por fortuna, ha llegado hasta nuestros días. No debe olvidarse que la importancia de ésta radica en el enorme esfuerzo aplicado en la crianza de ganado de lidia cuya práctica, en diferentes épocas, logró que se efectuaran diversas pruebas en el campo como la tienta, selección de sementales, afortunadas en su mayoría porque ello permitió ir dando lustre a la gandería de bravo en México donde la intuición jugó un papel destacado que incluso resultó tan benéfica para la propia hacienda de Atenco, ya que sus toros fueron demandados permanentemente para cientos y cientos de corridas, tal y como lo apunta el administrador Román Sotero en Atenco, el 22 de enero de 1847 cuando afirmó: (...) De ganado del cercado contamos hoy con 3000 cabezas, entre ellas hay muchos toros buenos para el toreo.10 La crianza y sus diversos resultados en la plaza de toros se convierten en la parte medular del trabajo, por tratarse de actividades cotidianas realizadas al interior de Atenco, por lo menos en el período de este estudio. Por lo tanto, la participación de diversos toreros, significó un punto de referencia para mejorar la casta entre el ganado atenqueño. De ahí que en el espacio decimonónico 10
Biblioteca Nacional. Fondo Reservado. Fondo: Condes Santiago de Calimaya, en adelante: [B.N./F.R./C.S.C.] Caja núm. 39, documento núm. 67. (Véase anexo número uno). Es preciso recordar que, desafortunadamente en el transcurso de 1847 no se celebraron corridas de toros en la Ciudad de México, debido a la invasión norteamericana. Desconozco hasta ahora, si en otros estados del centro del país las hubo aprovechando la garantía expresada por Román Sotero, administrador de la hacienda en esa época.
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mexicano se desarrolló una actividad taurina muy intensa, en la cual los toros de Atenco tuvieron una permanente participación de gran importancia en el espectáculo, sin que por ello se menosprecie el papel de otras haciendas. Entre los años 1815 y 1897 Atenco tuvo su época de máximo esplendor, ya que se han podido documentar más de 500 diferentes encierros enviados a las plazas; también es importante destacar la permanencia de esta ganadería, que pasó del terreno informal de la intuición al profesional, por lo que durante esos 82 años, la hacienda fue muy solicitada por varias empresas tanto de la capital como del interior del país por tener un estilo definido en cuanto a las actividades destinadas a la selección y cría de toros bravos. Quienes se han ocupado de este tema hasta hoy, no han investigado cuáles fueron las razones por las cuales Atenco pudo ser capaz de satisfacer las múltiples solicitudes hechas por las diversas empresas capitalinas y foráneas para celebrar corridas de toros durante el siglo XIX; tampoco es claro cuál fue el pie de simiente que definió las características de casta del toro bravo atenqueño para el siglo XVI. La presente investigación tiene como fin aclarar estos aspectos de manera puntual, con base en documentos como los consultados en el fondo: Condes de Santiago de Calimaya localizado en la Biblioteca Nacional, custodiado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Este acervo ha sido consultado por el señor Alejandro Villaseñor y Villaseñor, a principios del siglo XX; la doctora Margarita Loera Chávez, así como el maestro Ignacio González-Polo y la licenciada Flora Elena Sánchez Arreola. De igual forma hemos consultado archivos como los de la Sucesión Barbabosa, de José Ignacio Conde, el Histórico del Distrito Federal, o el Archivo Geeral de la Nación que fueron y han sido de enorme utilidad. En cuanto a la bibliografía más pertinente a este tema hemos revisado los trabajos de Nicolás Rangel, Armando de Maria y Campos o Heriberto Lanfranchi, así como auténticos estudios de fondo como los de Benjamín Flores Hernández, Pedro Romero de Solís, Carlos Cuesta Baquero, Vicente Pérez de Laborda, Cesáreo Sanz Egaña y Juan Pedro Viqueira Albán. .14.
También, hemos consultado otras fuentes bibliográficas para analizar a las haciendas mexicanas y su funcionamiento, particularmente desde la perspectiva de unidades de producción agrícola y ganadera. En este sentido están las obras de Narciso Barrera Bassols, Frank Tannenmbaum, François Chavalier, Margarita Loera, Margarita Menegus, Manuel Miño Grijalva, George MacCutchen, Herbert Nickel, y la tesis de licenciatura de Flora Elena Sánchez Arreola –de bastante utilidad-, entre otras muchas. En cuanto a la hemerografía, simplemente era una condición revisar paso a paso el comportamiento de la hacienda de Atenco en los diversos avisos que, sobre diversiones públicas registraron, no siempre de forma periódica o consuetudinaria. En todo caso es posible percibir una serie de ausencias obligadas por los constantes cambios de dirección o de alianza política, que no en todos los casos eran convenientes, pues ello obligaba a la aplicación de ciertas mordazas o restricciones que limitaban a sus directores a cambiar el rumbo de línea periodística, que repercutía en asuntos –probablemente vagos-, como el del registro constante de las diversiones mismas, que solo en circunstancias bastante convulsas, dejaban de darse. La investigación requirió del sustento del trabajo de campo, que consistió en permanentes visitas a la hacienda y sus alrededores, debido a que los pocos documentos localizados en esa labor, fueron proyectando una historia fragmentada que ahora plantea esta hacienda, causada, entre otras razones, por la administración de tres familias en más de cuatro siglos y medio, pero también a robos, incendios e incluso, hasta indiferencia, lo que ha provocado que muchos papeles se hayan dispersado a lo largo de 478 años, lo que ha dado origen a fantasías, por lo que fue difícil reunir la información de varias fuentes y que ha servido de soporte a este trabajo. En el capítulo uno de este trabajo, después de una visión general sobre el entorno geográfico, histórico y de las operaciones internas y externas, se explicará la importancia de Atenco durante el siglo XIX debido a la constante crianza de cabezas de ganado a partir de una selección autóctona, de la que se aprovechó sobre todo el origen criollo de los toros .15.
multiplicados en la región del valle de Toluca. Esto también fomentó el esplendor de Atenco por la frecuencia con que se enviaron los encierros, fundamentalmente a plazas del centro del país, nutriendo y enriqueciendo de forma consistente aquella fiesta taurina decimonónica. Serán protagonistas permanentes Bernardo Gaviño, torero español radicado en nuestro país y muy cercano a Atenco, además de los Cervantes y los Barbabosa, propietarios de la mencionada hacienda. El torero de origen gaditano tuvo un papel determinante, puesto que a lo largo de su prolongada trayectoria se enfrentó en 391 ocasiones al ganado de Atenco; esto representa un elemento con el que se demuestra no sólo el vínculo amistoso con José Juan Cervantes, Michaus, Ignacio Cervantes Ayestarán y Rafael Barbabosa Arzate respectivamente. También en el momento de intervenir en las decisiones para elegir un ganado que era propicio al ejercicio tauromáquico puesto en práctica por el diestro hispano. Atenco respondió a lo largo de casi cuatro siglos, cubriendo las necesidades planteadas por el espectáculo taurino, por lo que estaba presente una buena organización, a pesar del dispendio y banca rota, propiciado por Martín Ángel Michaus,11 tío de Juan José, último conde de Santiago de Calimaya, a quien le sucedió Ignacio Cervantes Ayestarán. La administración se reforzó con la ayuda de los caporales, de ahí que la ganadería asegurara el intenso movimiento de toros en las plazas donde eran lidiados. El capítulo número dos es una extensa revisión del espectáculo taurino durante el siglo XIX, para ofrecer una visión de conjunto acerca de lo que era antes y después de la independencia. También se hará una revisión de lo que significó la misma “independencia” como propiedad exclusiva del espectáculo al emanciparse del control que había impuesto el proceso técnico y estético de origen español en los tres siglos anteriores, así como la fuerte carga de costumbres, consecuencia de ese entretejido, lo que dio como resultado una tauromaquia tanto urbana como rural, ricamente aderezada que le otorgaron otro estilo, sin faltar la predominante participación de Atenco. [B.N./F.R.]: “Martín Angel Michaus ladrón y poseedor de mala fé de las haciendas de Atenco, ha usurpado los terrenos de los infelices naturales y despojandolos con violencia de sus hogares”. México, Oficina de la testamentaría de Ontiveros, 1828. 8 p. 11
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En el capítulo número tres se hará saber la forma en cómo Bernardo Gaviño desempeñó un papel protagónico dentro y fuera del ruedo. Este torero influyó de manera muy particular en los destinos de la hacienda ganadera de Atenco. Personaje de interesantes características alrededor de la tauromaquia fue protegido por el último conde de Santiago de Calimaya con quien efectuó gran parte de los cambios registrados no sólo en Atenco, sino también dentro de la fiesta brava en México. 12 Una parte atractiva es la que surge al analizar el rico espectro de testimonios propios del “Fondo Conde Santiago de Calimaya”, de ahí que bajo “Volumen, método y eficacia” se valoran estos tres instrumentos para medir la importancia de la hacienda de Atenco, en cuanto a ganado bravo se refiere. Por lo que este capítulo se convertirá en la idea básica de la presente investigación. Volumen, método y eficacia representan tres factores de evaluación para interpretar casi 100 documentos del mencionado fondo, los cuales arrojaron una información que sustenta los datos elaborados por los administradores de la hacienda. El criterio no lo expresan ellos, es consecuencia de buscar su explicación después de diversas coincidencias relacionadas con el comportamiento mismo del ganado, tanto en el campo como en la plaza. Estas permitieron reflexionar acerca de la posibilidad para adecuar criterios muy concretos. De ahí que los tres conceptos propuestos, resultarán convenientes para tratar de entender, finalmente, la crianza de toros de lidia al interior de la hacienda. La tesis de la tesis o idea básica pretende poner de relieve la técnica desarrollada para la crianza de toros bravos en Atenco, que pasó de lo meramente intuitivo a lo profesional por medio de la aplicación de métodos y experiencias acumulados a lo largo de la centuria en que se desarrollaron tales prácticas llevadas a cabo por administradores y vaqueros experimentados, que se amalgamaron a las valiosas sugerencias que aportaron los propios toreros que, con notoria frecuencia, se enfrentaron a aquellos toros. Con toda seguridad, Bernardo Gaviño de tanto encontrarse con el ganado atenqueño logró entenderlos
José Francisco Coello Ugalde: “Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX” (1998). 292 p. Ils., retrs., grabs. (Inédito). Dicho personaje se convirtió en figura protagónica esencial desde 1829 hasta 1886. Por la importancia de este trabajo, se hará una revisión pormenorizada de su labor más adelante. 12
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mejor que nadie. Su buena amistad con los propietarios, los administradores y hasta con los mismos vaqueros, debió haberle permitido sugerir valiosos comentarios para corregir y mejorar las condiciones ofrecidas en las plazas a donde eran enviados. Vale mencionar hasta aquí que todo este estudio se encuentre fundado en la exitosa empresa que dedicó un tiempo muy importante a la crianza de toros bravos que, como se comprobará con otros datos, fue una actividad cotidiana desde los siglos virreinales y se consolidó durante el XIX, etapa de su mejor período de producción. Para llegar a todas las consideraciones anteriores ha sido necesario enfrentar el uso indebido de ciertos historiadores o aficionados a la historia que lograron, con muy pocos elementos, convencer a una mayoría importante de aficionados al espectáculo taurino, al grado de aceptar “a pie juntillas” varias suposiciones sin sustento o que adolecen del mismo cuando tratan de explicar origen y desarrollo de una hacienda que comenzó su actividad pocos años después de concluida la Conquista y de la que se tienen noticias más claras en el año de 1557.13 Sin embargo, fue durante el siglo XIX cuando ocurrieron acontecimientos importantes para el estudio de la hacienda. De ahí que en esta tesis se pretenda desmitificar el argumento de la génesis de la hacienda de Atenco con pocos documentos mal interpretados. En el capítulo número cuatro se analizará el surgimiento de una ganadería “profesional” bajo la égida y control de la familia Barbabosa, en la que Rafael jugó un papel determinante, al enfrentar diversos cambios que se dieron en la ganadería de Atenco en el último cuarto del siglo XIX. Se debe recordar que en 1911 se incorpora un nuevo pie de simiente que propició otras condiciones en el devenir de esta hacienda en por lo menos, los cuarenta años siguientes, para lo cual la obra de Luis Barbabosa Olascoaga es importante. 14 Se incluyen asimismo, imágenes de importante valor histórico e iconográfico y varias gráficas que respaldan algunos de los argumentos expuestos en los ANEXOS, sección del 13
Archivo General de la Nación. (En adelante, [A.G.N.] Ramo Vínculos, vol. 276, exp. 4: "Autos fechos a Pedimento de D.a Catalina Pizarro hija natural de D.n Hernán Cortés Marqués del Valle contra D.a Juana de Zúñiga marquesa del Valle sobre ciertas escrituras y donación". 14 Luis Barbabosa Olascoaga: Atenco y don Manuel. Toluca, Estado de México, 1988. 292 h. Fots., retrs., cuadros. (obra inédita).
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trabajo de investigación que reúne significativa concentración de datos, para entender que Atenco fue la ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX, poseedora además de dos atributos que consolidan su enorme peso histórico: el esplendor y la permanencia. Éste es un breve referente de la magnitud de producción de ganado de la hacienda de Atenco en el mejor de sus períodos, 1815-1900, que abordaré en la presente investigación. El período en estudio podría resultar en consecuencia muy largo: 82 años cabales. Sin embargo, se puede afirmar que, el ritmo de vida específico al interior de Atenco fue respondiendo a un patrón de comportamientos irregulares pero no radicales. Las altas y bajas en su producción de cabezas de ganado, sobre todo entre los años 1850-1860; 18631867 y 1885-1888 nos dan una lectura favorable. Los otros años reflejan las irregularidades a que quedan expuestas este tipo de unidades de producción tan específica como la de crianza de ganado de casta, o ganado para la lidia. Finalmente, quiero agradecer la valiosa recomendación que emitió a lo largo de la discusión de esta tesis todo el sínodo mismo que dirigió, revisó, cuestionó y sugirió los cambios convenientes para conseguir el mejor resultado posible con el que ahora este trabajo sale al “ruedo”. Con tales argumentos, creo estar en posibilidad para “recibir el doctorado”15 con todos los honores. México, Ciudad Universitaria, enero de 2007.
En el lenguaje taurino, “doctorarse” significa recibir la alternativa. Es decir, cuando el novillero ha logrado cubrir diversos requisitos en cuanto a la acumulación de experiencias en un número determinado de actuaciones que lo ponen en condiciones de asumir el grado de matador de toros, para lo cual ocurre una ceremonia en la que un matador de toros con alternativa –el de mayor antigüedad en este caso-, concede simbólicamente el “doctorado”, atestiguando el acto un segundo espada. Tal acontecimiento se realiza durante la temporada mayor de la plaza de toros “México” o durante las ferias más importantes celebradas en Madrid o Sevilla, plazas de mayor reconocimiento para dicho ceremonial. 15
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CAPÍTULO I: LA HACIENDA GANADERA DE ATENCO.
Orígenes de la hacienda de Atenco y de la ganadería en México (visión hasta el siglo XIX). SU UBICACIÓN GEOGRÁFICA Y POBLACIÓN Atenco pertenece a los actuales municipios de Tenango del Valle y Santiago Tianguistenco, en el corazón del Valle de Toluca. Es posible ubicarla según los criterios que establece la División territorial del Estado de México (1810-1995), en: Almoloya del Río, Atizapán, Calimaya, Chapultepec, Lerma, Mexicaltzingo, Tepemaxalco, Metepec, Ocoyoacac, San Mateo Atenco, Tenango del Valle y Tianguistenco que entran en la delimitación que tuvo en sus orígenes esta hacienda. Ahora bien, afirma Margarita Menegus repecto al valle de Toluca Se encuentra al oeste del valle de México. Está situado a 2500 metros de altura y lo divide del valle de México una cordillera montañosa. En el centro del valle se sitúa Toluca-Calixtlahuaca, que fue cabecera de los matlatzincas. Desde la época prehispánica esta región central del valle de Toluca fue propicia para el cultivo de maíz y otros granos. Los suelos eran muy fértiles y había agua en abundancia, lo que facilitó en el período colonial la introducción del ganado (...) El valle de Toluca se encuentra en el Estado de México; al sur colinda con el valle de Cuernavaca y al norte con los estados de Hidalgo y Querétaro. El clima entre una zona del valle y otra varía mucho; al sur la zona de Malinalco y Ocuila se asemejan al clima cálido del valle de Cuernavaca, mientras que los poblados asentados en la cordillera montañosa que divide el valle de México del de Toluca, así como los pueblos cercanos al Nevado son de temperamento boscoso y frío, alcanzando algunas poblaciones los 2800 metros de altura sobre el nivel del mar. El norte del valle tiende a ser frío y árido.16
Por su parte, Beatriz A. Albores Zárate apunta: El Valle de Toluca cubre 4,500 km2, extendiéndose en la actualidad sobre la superficie aproximada de los siguientes municipios: Acambay, Aculco, Almoloya de Juárez, Atlacomulco,
El
Oro,
Ixtlahuaca,
Jiquipilco,
16
Jocotitlán,
San
Felipe
del
Progreso,
Margarita Menegus Bornemann: Del señorío indígena a la república de indios (el caso de Toluca, 15001600). México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994. 266 p., maps., grafs. (REGIONES)., p. 31.
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Temaxcalcingo, Temoaya, Villa Victoria y Zinacantepec. La zona está compuesta por una llanura central que se sitúa entre los 2,237 y los 2,600 metros sobre el nivel del mar (msnm) y por una franja montañosa circundante que se abre en el extremo noroeste “puerta de salida para el río Lerma”, donde la zona finaliza. El Valle de Toluca, en opinión de la autora, se divide en dos subregiones o zonas: la norte o serrana, y la sur. La última cuenta con un régimen de lluvias más abundante, determinado por la presencia del principal macizo sagrado de los pobladores regionales de antiguo origen otomiano: el volcán Nevado de Toluca (4,578 msnm), por lo que hace que la subregión sur goce de factores necesarios para la existencia de condiciones geohidrológicas excelentes, a saber, el alto índice de permeabilidad de su suelo y subsuelo. Consecuentemente gracias a la presencia del Nevado de Toluca, es en el sur donde se origina el río Lerma, el cual formaba la ciénega, “lago” o “laguna” del mismo nombre. La temperatura media varía de 9º C a 27º C en la parte norte del valle y de 8º C a 16º C en la parte sur. La temperatura máxima se incrementa entre 23º C y 31º C en el sur y de 22° C a 37º C en el norte, descendiendo, la temperatura mínima, de –7º C a 8º C en el sur, y de –6.5º C a 10º C en el norte. En cuanto a las condiciones extremas, en el sur se presentan 137 días con heladas al año en Lerma y 27 días con granizo en Tianguistenco; en cambio en el norte, Aculco con 55 días con heladas y 4 días con granizo al año. Dice la autora que hasta 1942, año en que iniciaron los trabajos del acueducto al Distrito Federal, existían tres vasos principales en donde se movía intensa actividad de producción lacustre pesca, caza y recolección, que abarcaba hasta la antigua hacienda de Atenco, por la cual pasaba una parte importante del río Lerma. 17 Entre los grupos que habitaron la zona del valle de Toluca, estaban los matlatzincas, mazahuas, otomíes y nahuas. Después de la conquista, fueron integrados en pueblos con su propio gobierno.
17
Beatriz A. Albores Zárate: Tules y sirenas. El impacto ecológico y cultural de la industrialización en el alto Lerma. Toluca, Edo. de México, El Colegio Mexiquense, A.C. Gobierno del Estado de México. Secretaría de Ecología, 1995. 478 p., ils., facs., maps., p. 70.
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ENCOMIENDA
La encomienda es una institución de origen castellano con raíces medievales, que pronto adquirió en las Indias perfiles propios que la hicieron diferenciarse plenamente de su precedente peninsular. La encomienda le permitió al rey recompensar a los conquistadores que acompañaron a la Corona en esta empresa, mediante la cesión que hacía el monarca de los tributos reales. Se obligaba éste jurídicamente a proteger a los indios que así le habían sido encomendados y a cuidar de su instrucción religiosa con los auxilios del cura doctrinero. Adquiría el derecho de beneficiarse del tributo real compuesto en un principio por un tributo en especie y otro en trabajo que luego fue suprimido en 1549. La “encomienda” de Juan Gutiérrez Altamirano, estuvo compuesta por los tributos provenientes de los siguientes pueblos: Calimaya, Metepec y Tecamachalco. Así, Alonso de Estrada el 19 de noviembre de 1528, declaraba: “Por cuanto al tiempo que el General don Fernando Cortés, gobernador que fue de esta Nueva España, partió de ella para los Reinos de Castilla, dejó a vos el licenciado Altamirano el pueblo de Calimaya, que es la provincia de Matalcingo, con sus sujetos, para que os sirviesedes de ellos, según y en la manera que él los tenía y se servía. Por ende yo en nombre de S. M. deposito en vos los dichos pueblos, para que os sirváis de todo ello...”18 Posteriormente, el 30 de septiembre de 1558 se fundó el mayorazgo de los Altamirano y luego la familia obtuvo la concesión del título de condado de Santiago de Calimaya, otorgada en Madrid el 6 de diciembre de 1616. Entre las rentas que quedaron adscritas al mayorazgo estaba precisamente el tributo indígena de los pueblos de su encomienda. En 1721, la encomienda de Calimaya fue reclamada por el representante de la corona el señor duque de Terra-Nova, por lo que Joseph Lebrón Cuervo, contador general de tributos del reinio, pidió y 18
Joseph Lebrón Cuervo: Apología jurídica de los derechos que tiene el señor conde de Santiago del pueblo de Calimaya (...) para percibir los tributos del mismo pueblo y sus anexos, contra la parte del Real Fisco, y la del señor duque de Terra-Nova, marqués del Valle de Oaxaca. México, Nueva Madrileña de D. Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1779. 124 p., p. 9.
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obtuvo de la audiencia que las propiedades del vínculo pertenecientes al mayorazgo de los Altamirano fuesen embargadas para responder con sus rentas y aprovechamiento de los tributos acumulados desde que entró en posesión del tercer conde de Santiago, Fernando Altamirano y Albornoz (1661-1684). No habiendo más remedio, resultaron embargadas las rentas de Calimaya y Tepemajalco, Chapultepec, Santiago Tianguistenco y Metepec, así como las haciendas de Atenco, San Nicolás y Santa Inés. Dicha afectación alcanzó al séptimo conde, Juan Lorenzo Altamirano Urrutia (1752-1793) quien tuvo que pagar cerca de 300,000 pesos que debía la casa de Santiago de Calimaya, acumulación de casi dos siglos, tiempo que duró en resolverse el pleito legal a que fueron sometidas dichas propiedades.
LOS GUTIÉRREZ ALTAMIRANO Y SU DESCENDENCIA.
¿Quién era el licenciado Juan Gutiérrez Altamirano? “(...) hijo legítimo de Hernán Gutiérrez Altamirano y de Da. Teresa Carrillo, vecino de la villa de Paradinas de la orden de San Juan en España, después de haber gobernado la isla de Cuba, vino a México recién conquistada esta ciudad y casó con Da. Juan Altamirano que acaso era su parienta y a la cual dotó al tiempo de su casamiento el Conquistador D. Fernando Cortés que era primo de ella. Previa la licencia que se concedió al Lic. En Aranda a 24 de julio de 1551 por el Emperador Carlos V y Da. Juana su madre, fundó en su testamento que otorgó en México a 30 de septiembre de 1558 ante el Escribano Francisco Diez un mayorazgo en favor de su hijo mayor Hernán Gutiérrez Altamirano, vinculando las casas de su morada y otras anexas, sitas todas en esta ciudad frente al portal llamado entonces de la Concepción de N. S. y hoy de Jesús Nazareno, y unas estancias en términos de los pueblos de Metepec y Calimaya, cuyas estancias forman hoy la hacienda de Atenco (...)”.19
El Lic. Altamirano, hacia 1536 demandó ante la audiencia sus posesiones en el Valle de Toluca. En febrero de 1531 pareció el dicho Licdo. Juan de Altamirano e presentó un escrito de demanda contra el dicho nuestro fiscal, en que dijo que Nuño de Guzmán, e los licenciados Matienzo e Delgadillo, nuestro Presidente, e oidores que fueron de la dicha nuestra Audiencia, le habían despojado de hecho, e contra derecho de la posesión e aprovechamiento de los dichos pueblos de Calimayan, e Metepeque e Tepemachalco que en el estaban encomendados, e depositados por Alonso de Estrada nuestro Gobernador que fue de esta la Nueva España. (...) Yo el lic. Alonso de Estrada, Gobernador de esta Nva. España por su Majestad: Por cuanto al tiempo que Don Fernando Cortés Gobernador que fue de esta N. España partió de ella, para ir a los reinos de Castilla, dejó a Vos el lic. Juan Altamirano el pueblo de Calimaya que es en la provincia de Matalsingo con sus sujetos para que os sirviesedes de ellos, según en la manera que el contenía, o servirá. Por ende, Yo en nombre de su Majestad deposito en vos el dicho Licdo. Altamirano el dicho pueblo de Calimaian con su 19
A.G.N.: Fondo José María Ágreda y Sánchez, caja 1, exp. 1, f. 80.
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sugeto, e las estancias de Metepeque e Tecamachalco (sic), que son junto a dicho pueblo de Calimaian, para que os sirváis de todo ello, en vuestras haziendas e granjerías conforme a las ordenanzas; e con cargo que tengais de los industrias en nuestra santa fe católica, fecha a diez e nueve de Noviembre de mill, e quinientos e veinte e ocho años. Alonso de Estrada.20
Juan Gutiérrez Altamirano, por razón de las conexiones familiares con el conquistador, pronto estableció su poder en la zona, mismo que continuó su hijo Hernando Gutiérrez Altamirano, quien se casó con Francisca Osorio de Castilla, hija de Juana Sosa y don Luis de Velasco y Castilla, noble caballero que había fundado el mayorazgo de Castilla que después pasó a manos de los Altamirano. De este matrimonio nacieron dos hijos, Juan y Pedro Altamirano. Si bien la pretensión de Cortés fue establecer en su propiedad de Atenco la crianza de ovejas, el interés del Lic. Altamirano fue el siguiente: “[la] estancia en término de Calimaya la hice desde el principio y cimientos para tener mis ganados mayores y menores y la poblé con ella teniéndolos en ella y un español y gente los guardase el año de mil quinientos veinte y ocho habite mío e poseído la tengo y poseo y siempre a la continua la he reparado...”.21
Este documento nos refiere con precisión las intenciones del licenciado Altamirano de establecer desde fechas muy tempranas una estancia para la cría de ganados. Y con toda seguridad, dichos ganados procedían tanto de las Antillas como de la Española. En los "Autos fechos a pedimento de Da. Catalina Pizarro, hija natural de Dn. Hernán Cortés, Marqués del Valle, contra Da. Juana de Zúñiga, Marquesa del Valle sobre ciertas escrituras de donación"22 se registra una valiosa información sobre las relaciones que mantuvieron los indios de la región con Altamirano; sus propiedades así como la manera de usarlas y distribuirlas.
20
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja número 11, expediente 16, 9 f. Además: María Teresa Jarquín Ortega: Formación y desarrollo de un pueblo novohispano. H. Ayuntamiento de Metepec, El Colegio mexiquense, A.C., 1990. 367 p., fots., maps., p. 162-163: Posteriormente Cortés debió enfrentarse con la segunda Audiencia a raíz de la posesión de ciertas tierras. En tanto duraba este litigio, Altamirano no podía hacer uso de su encomienda en el valle de Toluca, en virtud de que los pobladores españoles de esa zona reclamaban para sí los pueblos que Cortés había otorgado. Estas disputas comenzaron en 1530 y no terminaron hasta 1534, cuando se resolvió cercenar de las posesiones del marqués del Valle algunos pueblos, entre ellos Metepec y Tepemajalco. El 17 de julio de 1536 se dio a Altamirano la posesión de su encomienda a través del alguacil mayor Ruy López Villalobos; el 30 de mayo de ese mismo año el conquistador declaró que la jurisdicción de Calimaya, Metepec y Tepemajalco era de su primo, en virtud de que él se lo había otorgado. 21 A.G.N. Ramo: Vínculos, Vol. 276, exp. 4, f. 347. 22 Véase reproducción del documento en Anexo número cinco.
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En tal documento queda asentado que para 1557 Gutiérrez Altamirano es poseedor de la estancia de Chapultepec. Pero es aún más concisa la declaración de Juan Nagualquen o Naguati, indio natural de Calimaya que sabe y proporciona datos sobre Chapultepeque: cabe en término del dicho pueblo de Calimaya la cual conoce desde el día que se asentó se pobló se ubicó estancia hasta cerca de hoy a más de treinta años (...) la segunda pregunta dice lo que sabe de esta pregunta es que puede haber treinta años poco más o menos a este habiendo bido (sic) que el dicho Licenciado Altamirano puso asiento la dicha estancia de Chapultepeque sitio este lugar donde al presente estamos hizo en ella las casas y corrales de que se han servido hasta el día de hoy y bido luego y las pobló de obejas y después de vacas y otros ganados y los tuvo allá que este y pacíficamente y viéndose de todo ello como cosa suya propia bido luego puso en ella un calpisque español que se decía Francisco (¿de Praves?) y es verdad y bido como dicho tienen que el dicho Licenciado Altamirano fue el primero edificador de la dicha estancia como muy cosa suya del dicho Licenciado(...).23
Lo anterior nos dice que Altamirano se fijó tareas concretas de un ganadero en potencia, sin que ello permita asegurar que dichas actividades hayan tenido principios específicos de un compromiso dirigido hacia la crianza de toros bravos, aspecto que tomará visos de lo profesional hasta finales del siglo XIX cuando los Barbabosa tuvieron bajo su control la hacienda de Atenco. De ahí que El interés por retener indígenas en su zona radicaba en asegurar por una parte mano de obra barata para sus propias empresas y por otra contar con un tributo en especies que luego intercambia en la ciudad de México. Asimismo intentaba obtener más tierras mediante compra de propiedades privadas que los naturales caciques y principales, lo que contribuiría a disminuir el poder de éstos y a engrandecer sus posesiones. Otra manera de obtener terrenos fue solicitar mercedes reales, como la que se obtuvo en 1590 al contraer matrimonio el primogénito de esta familia con doña María, hija del virrey Velasco II.24
Desde luego que la estancia de Atenco se convirtió en una empresa de grandes alcances, intensiva y dirigida al incremento del capital familiar. En 1594 las ventas de animales representaban un fuerte ingreso: Hernando Altamirano, vecino de San Miguel Chapultepeque y posteriormente vecino de Zinacantepec vendió a Sebastián Goya mil novillos a tres pesos siete tomines cada cabeza, como mil vacas a dos pesos cuatro tomines cada cabeza y dos mil vecerros mitad machos y mitad hembras a doce tomines y cuartillo cada cabeza los cuales se entregaron en la estancia de Atenco.25
A.G.N. Ramo: Vínculos, Vol. 276, f. 361 v. Jarquín Ortega: Formación y desarrollo…, op. cit., p 164-168. Este matrimonio tuvo dos hijos, don Fernando y don Lope Altamirano y Velasco. El primero aumentó el capital con la merced hecha por su abuela de una estancia para ganado menor y cuatro caballerías de tierra de Tepemajalco. En 1594 la extensión territorial de la encomienda se incrementó con cinco caballerías de tierra en el área de Xalatlaco, además de otras que su padre había comprado por terceras personas. 25 Archivo de Notarías de Toluca. Notaría No. 1, leg. No. 3, cuad. 1 exp. 79, ff. 156-157. 23 24
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Nótese que Atenco es conocida ya como estancia, capaz de proveer a compradores en el mercado de abasto, o mayordomos encargados de satisfacer las demandas en las fiestas de la capital o de las provincias de Nueva España. Considerando el hecho de saber cómo se constituyó al cabo de los años la familia Gutiérrez Altamirano, identificada en la nobleza novohispana, gracias a ciertos sustentos endogámicos, es oportuno incluir a continuación el cuadro número uno que explica perfectamente dicha integración. CUADRO Nº 1 Claves y abreviaturas n m c = + // Cursivas Versalitas
: : : : : : : :
Nació Murió Casado (casó con) Hijos Nietos hijos ilegítimos Consortes Nobles
SANTIAGO DE CALIMAYA, CONDE DE, 1616. Otorgado a Fernando y a su madre, María de Velasco, por los servicios de su padre, Marqués de Salinas. 1.-FERNANDO DE ALTAMIRANO Y VELASCO (criollo) n. Ciudad de México 1589, m. 1657 c. su prima María de Velasco (criolla) 2.-JUAN ALTAMIRANO Y VELASCO (criollo) n. Ciudad de México 1616 c. Luisa de Legaspi, Adelantada de Filipinas = Fernando, 3er. Conde 3.-FERNANDO ALTAMIRANO Y LEGASPI c. Isabel de Villegas = Juan, 4º Conde = Nicolás, 6º Conde 4.-JUAN ALTAMIRANO Y VILLEGAS (criollo) n. Puebla 1669, m. 1698 c. Teresa Hurtado de Mendoza. Su hermano José c. Graciana, Condesa del Valle de Orizaba V = Fernando, murió a los cinco años. 5.-FERNANDO JOSÉ ALTAMIRANO Y HURTADO DE MENDOZA (criollo) n. 1697. Adelantado de Filipinas. 6.-NICOLÁS ALTAMIRANO Y VILLEGAS (criollo) 1677-1721. Marqués de Salinas VI, Adelantado de Filipinas c. (1) María Gorráez Luna y Arellano (criolla) m. 1712, hija de la Mariscala de Castilla VIII = Ana = Juan, 6º Conde c. (2) Micaela de Padilla y Estrada (criolla), hija del Marqués de Guardiola II = José, m. 1768 = Inés 7.-JUAN JAVIER JOAQUÍN ALTAMIRANO Y GORRÁEZ LUNA, Marqués de Salinas VII; Adelantado de Filipinas
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c. (1) 1732 Ana Urrutia de Vergara (criolla) 1715-1739 = Juan Lorenzo, 8º Conde = José Mariano (1735-1789) = Ana Rita c. (2) Jacinta Núñez de Villavicencio y Dávalos (criolla) = Josefa = Mariano José n. 1742 = gemelas: María Gertrudis, María Ignacia 8.-CORONEL JUAN LORENZO ALTAMIRANO Y URRUTIA (criollo) n. Ciudad de México 1733. m. 1793. Marqués de Salvatierra III; Marqués de Salinas VII c. (1) Bárbara Ovando = María Isabel, 10ª Condesa = Ana María, 11ª Condesa c. (2) 1773 Ignacia Calvo de la Puerta 9.-CORONEL JOSÉ MANUEL GUTIÉRREZ ALTAMIRANO Y CASTAÑEDA (criollo) n. Ciudad de México, m. Jalapa 1797 = Joaquina Velasco, m. 1796 10.-MARÍA ISABEL ALTAMIRANO Y OVANDO (criolla) 1763-1802. Marquesa de Salvatierra IV 11.-ANA MARÍA ALTAMIRANO Y OVANDO (criolla) n. Ciudad de México 1766, m. 1809. Marquesa de Salinas IX c. 1784 Ignacio Gómez de Cervantes y Padilla (criollo) 1762-1812; Caballero de Ronda = Rita c. Mariano Primo de Rivera = José María, 11º Conde de Salinas = Miguel, Marqués de Salvatierra V = Ignacia c. José María Obando = Pascuala c. (1) Joaquín Obando c. (2) Manuel Gómez de las Casas = Francisco de Paula = Rafael c. Manuela de Ozta y de la Cotera, hija de la Marquesa de Rivas Cacho III; hermana de la 12ª Condesa-consorte = Josefa = Ana c. José María Cacho. 12.-(1810) GENERAL JOSÉ MARÍA GÓMEZ DE CERVANTES Y ALTAMIRANO (criollo) Marqués de Salinas X, Maestrante de Ronda; Caballero de Carlos III, Isabel la Católica; Caballero de la alcoba; Coronel, Regimiento de Infantería Provincial, Ciudad de México; Comandante, Patriotas de Caballería; Familiar, Inquisidor; Regidor, Alcalde de México; Ministro, Suprema Corte Militar; Junta Soberana c. (1) 1809 Mariana de Michaus (criolla) 1787-1811 = José Juan, 12º Conde = Guadalupe c. Conde del Peñasco IV c. (2) 1812 Ana María Ozta y de la Cotera (criolla) hija de la Marquesa de Rivas Cacho III = Ignacio m. 1838 = José c. Magdalena Ayestarán = Ana María c. Ignacio Algara Gómez 13.-(1817) JOSÉ JUAN GÓMEZ DE CERVANTES Y Michaus (criollo) n. Ciudad de México 1810, m. 1874 Conde de Santiago XII. Fuente: Doris M. Ladd: La nobleza mexicana en la época de la independencia. 1780-1826. Traducción de Martha Martínez del Río de Redo. México, Fondo de Cultura Económica, 1984. 353 p., p. 305-307.
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José Juan Cervantes y Michaus se convirtió en el último y efímero conde de Santiago de Calimaya, en virtud de que sobrevino la desvinculación de los bienes, con fecha del 27 de septiembre de 1820, así como que muy pronto fueron cancelados también todos los títulos nobiliarios (1825); recibió en herencia el vínculo de Santiago de Calimaya, y entre otras propiedades la hacienda de Atenco en 1819. A Ignacio Cervantes Ayestarán tocó ser el último reducto de la familia Cervantes sobre la hacienda de Atenco, de 1874 a 1879, al morir José Juan Cervantes y Michaus. Por su parte, Ana Ma. Lebrija -su primera esposa-, fue la heredera universal de los bienes. La hacienda de Atenco con todos sus llanos, cosechas, etc., sería entregada a Ignacio Cervantes y Ayestarán, en 1874. Con esa transacción quedarían absolutamente terminadas cuantas cuestiones se habían suscitado y pudieran suscitarse sobre quien, después de muerto José Juan fue el inmediato sucesor de los Vínculos de Altamirano, Arévalo y Legaspi. Firmaron esta transacción en esta ciudad de México en 26 de agosto de 1875.26 La sucesión no pasó a José María Cervantes y Osta -medio hermano-, sino directamente a su hijo Ignacio Cervantes Ayestarán, al recibir la herencia transversal de la testamentaría de la señora Doña Ana María Lebrija. Esto en 1874.27 En 1879 la propiedad, que entonces vive el abandono, es enajenada a Rafael Barbabosa Arzate, a través de una compra, cuya hipoteca alcanzó la suma de $33,013 pesos y 2 reales. Fue hasta el 9 de julio de 1917 en que la Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores tiene, como de su absoluta propiedad la mencionada hacienda de Atenco,28 luego de que se diera finiquito al adeudo contraído entre Rafael Barbabosa Arzate con las Sras. María de Jesús Bastida, Cecilia Esnaurrizar, María de Jesús Merced Santa Anna, Soledad Bastida y María de Jesús Vázquez, señoras religiosas
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Véase el Anexo número dos de esta tesis, donde aparecen en detalle, los datos recogidos tanto de los TÍTULOS / DE UN CRÉDITO POR $12,000 A FAVOR DEL SR. D. MARIANO YLZARBE, Y A CARGO DEL SR. D. RAFAEL BARBABOSA, CON HIPOTECA DE LAS HACIENDAS DE ATENCO Y ANEXAS. 1876, como del fondo “Agreda y Sánchez”, en el Archivo General de la Nación, relativos a la transacción (...) que celebraron la Señora Amada Pliego como albacea de Don José Juan (...) aplicada a la Hacienda de Atenco y sus anexas, por el valor de ciento ochenta mil pesos, con la carga de sesenta y cinco mil pesos (...)., etc. 27 Véase Anexo número dos, Documento Nº 1. 28 Es preciso recordar que hasta el año de 1917, pudo liberarse el contrato de compra-venta, por lo que hasta ese momento, la hacienda de Atenco fue propiedad absoluta de la sociedad “Barbabosa Sucesores”.
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exclaustradas de la extinta “Comunidad de la Encarnación Refugio de San Ignacio Vázquez”, adquiriendo Rafael Barbabosa la escritura de compra-venta que el señor Ignacio Cervantes y Ayestarán le otorgó el treinta de junio de mil ochocientos setenta y nueve.29 Se sabe también, que al enlazarse Ignacio Leonel Gómez de Cervantes Padilla con Ana María Altamirano de Velasco y Ovando, se unieron, entre otros, los títulos del condado de Santiago de Calimaya y el Mayorazgo de la Higuera. En la descendencia, Ignacio y Guadalupe Cervantes y Ayestarán, heredaron ese gran conjunto de propiedades y tierras (en Jalapa, Veracruz). Padecieron, al igual que con las pertenencias existentes en el valle de Toluca y en lo particular con la hacienda de Atenco, el agobio de las deudas, (deudas originadas por el dispendio que ocasionó en gran medida, y como ya vimos en la introducción, Martín Ángel Michaus, tío de José Juan Cervantes y Michaus), por lo que en
29
Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II, p. 742-743. A continuación, y por ser muy extenso el historial de esta ganadería, sólo se indican las personas que han disfrutado de ella: 1.-Lic. Juan Gutiérrez Altamirano (primo de Hernán Cortés): de 1528 a 1558. 2.-Hernando Gutiérrez Altamirano: 1558 a fines del siglo XVI. 3.-Juan Gutiérrez Altamirano: fines del siglo XVI a principios del siglo XVII. 4.-Fernando Gutiérrez Altamirano y Velasco, primer conde de Santiago de Calimaya: hasta 1657. 5.-Juan Altamirano y Velasco, 2º conde de Santiago: 1657-1661. 6.-Fernando Altamirano y Albornoz, 3er. Conde de Santiago: 1661-1684. 7.-Juan Altamirano Villegas, 4º conde de Santiago: 1684-1698. 8.-Nicolás Altamirano Villegas, 5º conde de Santiago: 1698-1721. 9.-Juan Javier Altamirano Gorráez, 6º conde de Santiago: 1721-1752. 10.-Juan Lorenzo Altamirano Urrutia, 7º conde de Santiago: 1752-1793. 11.-José Manuel Altamirano, 8º conde de Santiago: 1798-1798. 12.-María Isabel de Altamirano, condesa de Santiago: 1798-1802. 13.-Ignacio Gómez de Cervantes, 9º conde de Santiago: 1802-1809. 14.-José María Cervantes y Michaus 10º conde de Santiago: 1809-1835. 15.-José Juan Cervantes y Michaus, último conde de Santiago: 1835-1875. 16.-Ignacio Cervantes Ayestarán: 1874-1879. 17.-D. Rafael Barbabosa Arzate: 1879-1887. 18.-Sucesores de D. Rafael Barbabosa Arzate (Aurelio, Herlinda, Antonio, Concepción, Juan de Dios, Rafael y Manuel Barbabosa): 1887-1945. 19.-D. Manuel Barbabosa: 1945-1958. 20.-Hijos de D. Manuel Barbabosa: 1958-1965. 21.-D. Juan Pérez de la Fuente: 1965-1988. 22.-Sucesores de D. Juan Pérez de la Fuente (Mari Carmen y José Antonio Pérez de la Fuente): 1988 en adelante.
.29.
1879 tuvieron que vender al abogado Rafael Dondé, la hacienda e Ingenio de Mahuistlán, que era la última gran posesión vinculada a la región de Jalapa.30 El cuadro número dos indica la transición entre las familias Cervantes y Barbabosa, respecto a la hacienda de Atenco en 1879.
30
Gilberto Bermúdez Gorrochótegui: El mayorazgo de la Higuera. Xalapa, 1987. 158 p. (BIBLIOTECA UNIVERSIDAD VERACRUZANA), p. 12; 112-113; 149 y 150.
.30.
LOS PROPIETARIOS EN LA HACIENDA DE ATENCO HACIA 1879: TRANSICIÓN ENTRE LA FAMILIA CERVANTES Y LA FAMILIA BARBABOSA. José María Cervantes y Velasco fue el décimo primer Conde de Santiago de Calimaya, penúltimo de ésta línea. Casó dos veces. Del primer matrimonio, con María Ana de Michaus nacieron Guadalupe y José Juan Cervantes y Michaus, quien se convirtió en el último y efímero conde de Santiago de Calimaya, en virtud de que sobrevino la desvinculación de los bienes, con fecha del 27 de septiembre de 1820, así como que muy pronto fueron cancelados también todos los títulos nobiliarios (1825). Recibió en herencia el vínculo de Santiago de Calimaya; entre otras propiedades la hacienda de Atenco. Esto en 1819. En el segundo matrimonio de José María Cervantes y Velasco con Ana María Osta y Cotera procreó tres hijos: Ignacio, Ana María y José María. Este a su vez se enlazó con Magdalena Ayestarán Castro con quien tuvo dos hijos: Ignacio y Guadalupe. A Ignacio Cervantes Ayestarán tocó ser el último reducto de la familia Cervantes sobre la hacienda de Atenco (sin ostentar ya ningún carácter nobiliario), de 1874 a 1879, al morir José Juan Cervantes y Michaus su primer esposa, D. Ana Ma. Lebrija, fue la heredera universal de los bienes. La sucesión no pasó a José María Cervantes y Osta -medio hermano-, sino directamente a su hijo Ignacio Cervantes Ayestarán, al recibir la herencia transversal de la testamentaría de la señora Doña Ana María Lebrija. Esto en 1874. En 1879 la propiedad, que entonces vive el abandono, es enajenada a Rafael Barbabosa Arzate, a través de una compra, cuya hipoteca alcanzó la suma de $33,013 pesos y 2 reales. Fue hasta el 9 de julio de 1917 en que la Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores tiene, como de su absoluta propiedad la mencionada hacienda de Atenco, luego de que se diera finiquito al adeudo contraído entre Rafael Barbabosa Arzate con las Sras. María de Jesús Bastida, Cecilia Esnaurrizar, María de Jesús Merced Santa Anna, Soledad Bastida y María de Jesús Vázquez, señoras religiosas exclaustradas de la extinta “Comunidad de la Encarnación Refugio de San Ignacio Vázquez”, adquiriendo aquel la escritura de compra-venta que el señor Ignacio Cervantes y Ayestarán le otorgó el treinta de junio de mil ochocientos setenta y nueve. José María Cervantes y Velasco y María Ana de Michaus Primer matrimonio con Ana María Lebrija, el 02.11.1848. Segundo matrimonio, por lo civil, el 04.08.1874 con Amada Pliego González. Muere Hacia 1874.
Primer matrimonio. En la ciudad de México, el 21 de mayo de 1809.
Guadalupe n. en México el 15.03.1811
José Juan n. 18.03.1810 José María Cervantes y Velasco y Ana María Osta y Cotera
Ignacio n. 06.11.1812
Ana María n. Atlixco, el 09.12.1817
Casa en México con José Mariano Sánchez Espinosa y Flores, el 28.10.1830.
Segundo matrimonio. En la ciudad de México, el 11 de febrero de 1812.
Matrimonio en México, el 24.10.1841
José María n. ca. 1818
José María Cervantes y Osta y Magdalena Ayestarán Castro
Matrimonio con Carmen Cauz y Agrazar
1879
Ignacio n. 09.05.1840
Guadalupe n. 02.12.1843
Matrimonio en Febrero de 1837.
Matrimonio con Francisco Cauz y Agrazar.
Rafael Barbabosa Arzate Sociedad “Rafael Barbabosa, Sucesores”
1917
______ Línea familiar. - - - - - - Línea de sucesión por herencia transversal de propiedades.
CUADRO Nº 2 .31.
DESARROLLO Y ACTIVIDADES AL INTERIOR DE LA GANADERÍA DE TOROS BRAVOS EN ATENCO.
De los primeros ganados establecidos, el mayor manifestó una multiplicación lenta en un principio, debido a que se trajeron pocas reses. Más tarde su aumento fue notable “pues el medio americano era particularmente favorable a la ganadería”. Durante el virreinato, Atenco gozó de enorme importancia debido a sus amplias extensiones, desarrollándose una gran explotación de sus recursos agrícolas y ganaderos, gracias a la mano de obra movidos por los ingresos que provenían de las propias carnicerías de la hacienda, que realizaban gran venta de carne de los propios ganados. En primer lugar de producción estuvo la del ganado vacuno, seguido del lanar y en menor medida de cabras y cerdos. Sus operaciones se apoyaron del ganado caballar, mular y asnal, actividades desarrolladas en los potreros ya mencionados. Las principales ventas de ganado vacuno de bravo se concentraban no solo en la ciudad de México. También fueron vendidos diversos encierros para las plazas de Toluca, Tenango, Tlalnepantla, Metepec, Santiago Tianguistenco, Puebla, Tenancingo, Cuernavaca, El Huisachal y Amecameca. Atenco como ganadería se apoyaba enviando toros a diversas plazas, sirviendo la venta de estos para su propio beneficio, dinero con el cual salvaban deudas o pagaban rayas. Entre el ganado la mortandad se debía a diversas causas tales como: de flaco, de enfermedad, de piojo (denominado también carbón, roncha, antrax o fiebre carbonosa, que consiste en la existencia en diversas partes del cuerpo del animal de tumores de distinto tamaño), de capazón, ahogados, porque se mataban entre sí, porque los hubiese matado un rayo, de sangre en las tripas, de torzón de sangre, etc.) En la contabilidad y pago del ganado se estiman algunos criterios que serán analizados en el inciso (c): Los aspectos cualitativos y cuantitativos que garantizaron la presencia de esta hacienda en el espectáculo taurino durante el siglo XIX, del capítulo III de esta tesis.
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Atenco y sus anexas estuvo arrendada hasta principios del siglo XIX de manera total o parcial, sobre todo los pastizales para dar servicio a ganados. Más tarde se manejó en sociedad31 o mediería32 con diversas personas. Económicamente no era positivo porque había pérdidas debido a la no explotación adecuada de sus instalaciones, cosa que sí pudo darse en 1874, al morir José Juan Cervantes, aunque les era más conveniente a los hacendados preferir el sistema mixto, administrando la zona central de su propiedad y restando las secciones restantes. Aunque no hay clara evidencia documental de este asunto en los archivos del condado, es un hecho que se tomaran en cuenta factores como calidad del suelo, existencia de agua, monte, etc. Entre quienes usufructuaron los pastos del cercado de Atenco en el siglo XIX, se encuentran las siguientes personas: CUADRO Nº 3 D. Miguel Castro Juan Esquivel D. Fernando González Raymundo Ortega Emeterio Pliego Andrés Hernández G. Alamo M. C. Estévez J. Santana Guilebaldo Alamo J. Díaz
Jesús García D. José Castro Andrés Albarrán Jesús Blando Canuto Salas J. Mondragón J. Mejía Vicente Camacho J. Manzo J. Mesa Escalona
31
D. José Sotres D. Toribio Aguilar Vicente Palomares José Collolé Casimiro Alba José Serna J. Albarrán J. Peña Trinidad Blando Valdez Maya
SOCIEDAD. Fue hasta 1868 en que la hacienda de San Agustín fue explotada en sociedad con D. José María Garduño durante 7 años. Se obligó durante ese tiempo entregar a la Principal la mitad de las semillas que cosechara, así como proporcionar aperos para labranza, caballos para la trilla y pagar la cuarta parte de raya del tiempo de cosecha y la mitad de los gastos. 32 MEDIERÍA. Un método muy parecido al de la “sociedad”, solo que el mediero tenía la obligación de entregar la mitad de las semillas cosechadas, por lo que la Principal cumplía iguales condiciones como en el término de la Sociedad. La hacienda Principal también arrendó el rancho de San Agustín Aramburó entre 1833 y 1834. Más tarde en 1837, siendo el responsable del alquiler el Coronel Antonio Icaza, administrador del vínculo. Pero fue hasta el tiempo en que el propietario José Juan Cervantes se encargó de la administración, el mismo se hizo responsable de mandamiento y pago de alquiler, que se pactó en 33 pesos, 2 ½ reales por mes, cubiertos por adelantado. La mencionada propiedad era del Sr. Ignacio Cervantes, hijo de José Juan. Otras tierras arrendadas estuvieron ubicadas en Coatepec, Edo. de México, usadas para alimentar ovejas. Tal arrendamiento tuvo que darse quizá por el agotamiento de pastos, en tanto se recuperaban los que se usaban para dicho fin.
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José Pánfilo Candanosa y Sánchez Cuenca J. Mutia Albino D. Rafael Castro Julio Hernández
J. Trinidad Rojas Vázquez Ballesteros Suárez y Vara D. Plácido Castro D. Francisco Ortega Cayetano Ferreira Fuente: Sánchez Arreola, Ibidem., p. 147-148.33
Romero González Juárez Nava Abundio Andrade Epitasio Cuenca Martín Diego
Dicho arrendamiento pudo haberse dado a partir de 1855, debido a la existencia de alguna ley sobre baldíos, misma que obligaba a ocupar y usar los terrenos, o haberse previsto alguna seguridad para las tierras, a fin de que estuvieran ocupadas por ganados aunque fueran de arrendatarios. Tampoco pueden ignorarse actividades de gran importancia como la de corte de “zacate” acuático o “pastura” que marcan un excelente desarrollo ganadero. Corte de zacate y cría de ganado se integraban perfectamente, pues, insistiendo: la pastura acuática representó la base principal del desarrollo ganadero en la zona lacustre del Alto Lerma. Entre los principales forrajes se encuentran: yerbas verdes (silvestres y propiciadas), el rastrojo de la milpa (integrado por los restos secos de la planta de maíz), y por los cultivos de cebada, alfalfa y el mismo maíz en grano y la planta verde.34
Por supuesto, como gran propiedad, debió gozar de una mano de obra suficiente para trabajar según apunta Mario Ramírez Rancaño, “con eficacia y generar excedentes agrícolas colocables en el mercado interno (...)”35 tal y como operaron las grandes haciendas. Así también, es un hecho que “aquella aventura emprendida por los hacendados tendiente a reimplantar el viejo estilo de gobierno y de dominio oligárquico, terminó con la revolución de 1910.36
33
Además: David A. Brading: Haciendas y ranchos del bajío. León 1700-1860. México, Grijalbo, 1988. 400 p., grafs., maps (Enlace/Historia)., p. 45: Aún cuando muchas haciendas se dedicaban a la ganadería y al cultivo de otros granos para complementar su actividad principal, la fuente más evidente de ingresos eran las rentas pagadas en efectivo por los arrendatarios. Estos ingresos o, en algunos casos, los servicios laborales, eran los que mantenían a las haciendas en operación hasta que la temporada inevitable de malas cosechas traía la debida recompensa. 34 Albores: Tules y sirenas..., op. cit., p. 141 y 150 35 Mario Ramírez Rancaño: El sistema de haciendas en Tlaxcala. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990. 292 p., p. 49. 36 Op. cit., p. 57.
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GANADOS QUE SE ESTABLECIERON EN LA NUEVA ESPAÑA
Fue en el segundo viaje del almirante genovés, el de 1493 y en noviembre cuando llegó a la isla de la Dominica "todo género de ganado para casta" como lo apunta Enrico Martínez. 37 Y el término “para casta” fue manejado con el sentido de explicar que aquel género de ganado” serviría simple y llanamente para la reproducción. Establecidos aquí una serie de elementos básicos sobre el traslado de ganado de Europa a América, pasemos ahora a observar la manera en que se fomenta el desarrollo de diversas variedades de plantas y animales, obra realizada por quienes comenzaban a convertirse más en colonizadores que en conquistadores. Aunque ni una ni otra labor se olvidó. Se pregunta Sonia Corcuera: ¿Por qué no recordar en Cortés al pionero que introdujo desde las Antillas semillas, caña de azúcar, moreras, sarmientos y ganado para iniciar su labor ya no de conquista, sino de colonización?38
Hacia 1512, al fundarse en la isla de Cuba la ciudad de Baracoa, Hernán Cortés sigue, con mayor éxito que en la Española (Santo Domingo), sus pacíficas tareas de escribano y granjero. Emprende paralelamente el cultivo de la vid, cría vacas 39 y toros, ovejas y yeguas; explota minas de oro y se entrega al comercio. 40 Luego de la conquista, ha dicho Fernando Benítez: “Tenochtitlán no murió de muerte natural sino violentamente, por la espada, único final digno de una ciudad guerrera”, 41 por lo que para 1524 se encontraban establecidos algunos factores para llevar a cabo el proceso de la agricultura y el de la crianza de ganados, mayores y menores. Así se cuenta con bestias de carga y de leche (bestias de carga y arrastre: caballo, mula y buey; de carne y de
37
Enrico Martínez: Repertorio de los tiempos e historia de Nueva España (1606). México, SEP, 1948. (Testimonios mexicanos, 1), cap. XXVI, p. 141. 38 Sonia Corcuera: Entre gula y templanza. Un aspecto de la historia mexicana. UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1981. 261 p. Ils. (COLEGIO DE HISTORIA, Colección: Opúsculos/Serie: Investigación), p. 51. 39 Antiguamente, referirse a las vacas era generalizar -en cierto sentido- al ganado vacuno, ya que sólo se hablaba de la posesión de los vientres. Por añadidura estaban los machos que, como elemento de reproducción no podía faltar en una ganadería. 40 “El Cronista A”, Hernán Cortés. En: “El Albatros” N° 4, 1971. Revista de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Julio-Agosto, 1971. 41 Fernando Benítez: La ruta de Cortés. México, Cultura-SEP, 1983. 308 p. Ils. (Lecturas mexicanas, 7), p. 288.
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leche: vacas, cerdos, ovejas y cabras. Por otro lado de gallinas y pavos de castilla sin contar otras especies de menor importancia), cosas tan provechosas como necesarias a la vida. Sin embargo, el 24 de junio de 1526 que fue de San Juan..., estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas..." 42
se corren toros en México por primera vez. Entonces ¿qué se lidió al citar el término "ciertos toros", si no había por entonces un concepto claro de la ganadería de toros bravos? ¿No serían cíbolos? Recordemos que Moctezuma contaba con un gran zoológico en Tenochtitlán y en él, además de poseer todo tipo de especies animales y otras razas exóticas, el mismo Cortés se encargó de describir a un cíbolo o bisonte en los términos de que era un "toro mexicano con pelaje de león y joroba parecida a la de los camellos". El bisonte en época de la conquista ascendía a unos cincuenta millones de cabezas repartidas entre el sur de Canadá, buena parte de la extensión de Estados Unidos de Norteamérica y el actual estado de Coahuila. Si bien los españoles debían alimentarse -entre otros- con carnes y sus derivados, solo pudieron en un principio contar con la de puerco traída desde las Antillas. Para 1523 fue prohibida bajo pena de muerte la venta de ganado a la Nueva España, de tal forma que el Rey intervino dos años después intercediendo a favor de ese inminente crecimiento comercial, permitiendo que pronto llegaran de la Habana o de Santo Domingo ganados que dieron pie a un crecimiento y a un auge sin precedentes. Precisamente, este fenómeno encuentra una serie de contrastes en el espacio temporal que el demógrafo Woodrow W. Borah calificó como “el siglo de la depresión”, 43 aunque conviene matizar dicha afirmación, cuando Enrique Florescano y Margarita Menegus afirman que 42
Hernán Cortés: Cartas de Relación. Nota preliminar de Manuel Alcalá. Décimo tercera edición. México, Porrúa, 1983. 331 p. Ils., planos (“Sepan cuántos...”, 7), p. 275. 43 Woodrow, W. Borah: El siglo de la depresión en la Nueva España. México, ERA, 1982. 100 p. (Problemas de México). El autor apoya su tesis en las actividades de la economía durante la colonia para conocer los comportamientos demográficos que se dieron en forma agresiva a causa de nuevas enfermedades, la desintegración de la economía nativa y las malas condiciones de vida que siguieron a la conquista. Este fenómeno tuvo su momento más crítico desde 1540 y hasta mediados del siglo XVII, mostrando bajos índices
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Las nuevas investigaciones nos llevan a recordar la tesis de Woodrow Borah, quien calificó al siglo XVII como el de la gran depresión, aun cuando ahora advertimos que ese siglo se acorta considerablemente. Por otra parte, también se acepta hoy que tal depresión económica se resintió con mayor fuerza en la metrópoli, mientras que en la Nueva España se consolidó la economía interna. La hacienda rural surgió entonces y se afirmó en diversas partes del territorio. Lo mismo ocurrió con otros sectores de la economía abocados a satisfacer la demanda de insumos para la minería y el abastecimiento de las ciudades y villas. Esto quiere decir que el desarrollo de la economía interna en el siglo XVII sirvió de antesala al crecimiento del XVIII.44
El estudio de Borah publicado por primera vez en México en 1975, ha perdido vigencia, entre otras cosas, por la necesidad de dar una mejor visión de aquella “integración”, como lo apuntan Andrés Lira y Luis Muro, de la siguiente manera: Hacia 1576 se inició la gran epidemia, que se propagó con fuerza hasta 1579, y quizá hasta 1581. Se dice que produjo una mortandad de más de dos millones de indios. La fuerza de trabajo para minas y empresas de españoles escaseó entonces, y las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para racionar la mano de obra y evitar el abuso brutal de los indígenas sobrevivientes. Por otra parte, la población mestiza había aumentado a tal grado que iba imponiendo un trato político y social que no se había previsto. Mestizos, mulatos, negros libres y esclavos huidos, al lado de criollos y españoles sin lugar fijo en la sociedad concebida como una organización de pueblos de indios y ciudades y lugares de españoles, alteraron el orden ideado por las autoridades españolas, en cuyo pensamiento sólo cabía una sociedad compuesta por “dos repúblicas, la de indios y la de españoles”.45
En cuanto a la tesis de cíbolos o bisontes, ésta adquiere una dimensión especial cuando en 1551 el virrey don Luis de Velasco ordenó se dieran festejos taurinos. Nos cuenta Juan
de población, entre los indígenas y los españoles (hacia 1650 se estiman 125,000 blancos en Nueva España y unos 12,000 indígenas). La población indígena alcanzó una etapa de estabilidad, luego de los efectos señalados, a mediados del siglo XVIII “aunque siempre a un ritmo menor que el aumento de las mezclas de sangre y de los no indígenas”. Es interesante observar una de las gráficas (AHT24RF541, véase anexo número cinco) donde vemos valores de cabezas de ganado mayor y menor muy disparados contra un decremento sustancial de los indígenas y blancos, lo cual originó, por otro lado, un estado de cosas donde dichos ganados mostraron no solo sobrepoblación sino que el hábitat se vulneró y se desquició lo cual no permite un aumento de la producción, pues los costos se abatieron tremendamente. Esta tesis ha perdido fuerza frente a otros argumentos, como por ejemplo los que plantea la sola trashumancia habida en buena parte del territorio novohispano, o aquel otro que propone Pedro Romero de Solís en su trabajo denominado “Cultura bovina y consumo de carne en los orígenes de la América Latina” (véase bibliografía). Pero también se ha desdibujado por motivo de que el autor nunca consideró que habiendo una crisis demográfica de las dimensiones analizadas en su estudio, estas nunca iban a permitir que la economía creciera. Por supuesto que la economía colonial creció desde finales del siglo XVI, se desarrolló durante todo el siglo XVII y se consolidó, en consecuencia hasta que operaron abiertamente las reformas borbónicas. 44 Enrique Florescano y Margarita Menegus: “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico (1750-1808)” (p. 363-430). En HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 365-6. 45 Andrés Lira y Luis Muro: “El siglo de la integración” (p. 307-362). En HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 311. Además, véanse las páginas 316 y 317 del mismo texto que abordan el tema de “La población”.
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Suárez de Peralta que don Luis de Velasco, el segundo virrey de la Nueva España entre otras cosas se aficionó a la caza de volatería. Pero también, don Luis era “muy lindo hombre de a caballo”, jugaba a las cañas, con que honraba la ciudad, que yo conocí caballeros andar, cuando sabían que el virrey había de jugar las cañas, echando mil terceros para que los metiesen en el regocijo; y el que entraba, le parecía tener un hábito en los pechos según quedaba honrado (...) Hacían de estas fiestas [concretamente en el bosque de Chapultepec] de ochenta de a caballo, ya digo, de lo mejor de la tierra, diez en cada cuadrilla. Jaeces y bozales de plata no hay en el mundo como allí hay otro día.46
Estos entretenimientos caballerescos de la primera etapa del toreo en México, representan una viva expresión que pronto se aclimató entre los naturales de estas tierras e incluso, ellos mismos fueron dándole un sentido más americano al quehacer taurino que iba permeando en el gusto que no sólo fue privativo de los señores. También los mestizos, pero sobre todo los indígenas lo hicieron suyo como parte de un proceso de actividades campiranas a las que quedaron inscritos. El torneo y la fiesta caballeresca primero se los apropiaron conquistadores y después señores de rancio abolengo. Personajes de otra escala social, españoles nacidos en América, mestizos, criollos o indios, estaban limitados a participar en la fiesta taurina novohispana; pero ellos también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones estuvieron abanderadas por la rebeldía. Dicha experiencia tomará forma durante buena parte del siglo XVI, pero alcanzará su dimensión profesional durante el XVIII. El padre Motolinía señala que “ya muchos indios usaran caballos y sugiere al rey que no se les diese licencia para tener animales de silla sino a los principales señores, porque si se hacen los indios a los caballos, muchos se van haciendo jinetes, y querranse igualar por tiempo a los españoles”. Lo anterior no fue impedimento para que naturales y criollos saciaran su curiosidad. Así enfrentaron la hostilidad básicamente en las ciudades, pero en el campo aprendieron a esquivar por parte del ganado vacuno embestidas de todo tipo, obteniendo con tal
46
Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias (Noticias históricas de Nueva España). Compuesto en 1589 por don (...) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos. Historiadores, 3), p. 100.
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experiencia, la posibilidad de una preparación que se depuró al cabo de los años. Esto debe haber ocurrido gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte de nuestro territorio, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Muchos de ellos eran indígenas. Ejemplo evidente de estas representaciones, son los relieves de la fuente de Acámbaro (Guanajuato), que nos presentan tres pasajes, uno de los cuales muestra el empeño de a pie,47 común en aquella época, forma típica que consistía en un enfrentamiento donde el caballero se apeaba de su caballo para, en el momento más adecuado, descargar su espada en el cuerpo del toro ayudándose de su capa, misma que arrojaba al toro con objeto de “engañarlo”. Dicha suerte se tornaba distinta a la que frecuentó la plebe que echaba mano de puñales. Sin embargo esto ya es señal de que el toreo de a pie comenzaba a tomar fuerza. Otra escena de la fuente de Acámbaro nos presenta el uso de la "desjarretadera", instrumento de corte dirigido a los tendones de los toros. En el “desjarrete” se lucían principalmente los toreros cimarrones, que habían aprendido tal ejercicio de los conquistadores españoles. Un relieve más nos representa el momento en que un infortunado diestro está siendo auxiliado por otro quien lleva una capa, dispuesto a hacer el "quite". En la continuación de la reseña de Suárez de Peralta se encuentra este pasaje: Toros no se encerraban [en Chapultepec] menos de setenta y ochenta toros, que los traían de los chichimecas, escogidos, bravísimos que lo son a causa de que debe haber toro que tiene veinte años y no ha visto hombre, que son de los cimarrones, pues costaban mucho estos toros y tenían cuidado de los volver a sus querencias, de donde los traían, si no eran muertos aquel día u otros; en el campo no había más, pues la carne a los perros. Hoy día se hace así, creo yo, porque es tanto el ganado que hay, que no se mira en pagarlo; y yo he visto, los días de fiesta, como son domingos y de guardar, tener muchos oficiales, alanos, que los hay en cantidad, por su pasatiempo salir a los ejidos a perrear toros, y no saber cuyos son ni procurarlo, sino el primero que ven a aquél le echan los perros hasta hacerle pedazos, y así le dejan sin pagarle ni aún saber cuyo es, ni se lo piden; y esto es muy ordinario en la ciudad de México y aún en toda la tierra.48
Volviendo al buen caballero don Luis de Velasco, él tenía la más principal casa que señor la tuvo, y gastó mucho en honrar la tierra, como apunta Suárez de Peralta. Tenía de 47
Empeño de a pie. Obligación que, según el antiguo arte de rejonear, tenía el caballero rejoneador de echar pie a tierra y estoquear al toro frente a frente, siempre que perdía alguna prenda o que la fiera maltrataba al chulo. 48 Suárez de Peralta, Op. cit.
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costumbre, todos los sábados ir al campo, a Chapultepec, y allí tenía de ordinario media docena de toros bravísimos; hizo donde se corriesen (un toril muy lindo); íbase allí acompañado de todos los principales de la ciudad, que irían con él cien hombres de a caballo, y a todos y a criados daba de comer, y el plato que hacían aquel día, era banquete; y esto hasta que murió. Al referirse Juan Suárez de Peralta a los “toros de los chichimecas”, nos está dando elementos para comprobar que en aquel tiempo era común traer esos animales desde aquellas regiones que hoy ocupan los estados de Coahuila y hasta el norte de Guanajuato. Dicho ganado no es sino el bisonte ó cíbolo, como se le conoce al mamífero, animal cuadrúpedo, del orden de los rumiantes, llamado en Europa toro de México o mexicano, por parecerse a un toro ordinario, con la diferencia de que sus astas están echadas hacia atrás, y el pelo largo y parecido a la lana de un perro de aguas ordinario: es montaraz, poco domesticable, y andan en manadas en las espesuras de los bosques, especialmente en la provincia de Texas. Por lo tanto, este tipo de ganado específico fue utilizado en alguna otra ocasión, como fue el caso ocurrido en 1734.49 En 1526 Hernán Cortés revela un quehacer que lo coloca como uno de los primeros ganaderos de México, actividad que se desarrolló en el valle de Toluca. En una carta del 16 de septiembre de aquel año Hernán se dirigió a su padre Martín Cortés haciendo mención de sus posesiones en Nueva España y muy en especial "Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos..." 50 De ese modo Las primeras especies de ganado mayor traídas de la península pertenecían a la “serrana, cacereña, canaria y retinta”, animales de gran rendimiento cárnico y laboral. Dichas especies se reprodujeron en Salvador García Bolio: “Plaza de Toros que se formó en la del Volador de esta Nobilísima Ciudad: 1734. [Cuenta de gastos para el repartimiento de los cuartones de la plaza de toros, en celebridad del ascenso al virreynato de esta Nueva España del el Exmo. Sor. Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta]”. México, Bibliófilos Taurinos de México, 1986. XX + 67 p. Ils., facs., p. XIV: “Dies y Ocho pesos que tubo de Costo el armar Vn toril, para las Cibolas, que Se trajeron a lidiar…”, “...Síbolos, que se traxeron del R.l Alcazar de Chapultepeque, para lidiarse en la plaza, el último día dela Segunda Semana de la lidia de Toros (justo el jueves 10 de junio). 50 Isaac Velázquez Morales: “La ganadería del Valle de Toluca en el siglo XVI”. Ponencia presentada a la Academia Nacional de Historia y Geografía el 28 de agosto de 1997. 49
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grandes hatos en el territorio virreinal que tuvieron buena adaptación al clima y a los terrenos más difíciles. Las primeras vacas dieron origen a las distintas clases de “razas criollas”, resultado de las diferentes cruzas entre las razas puras de origen, de las cuales se obtuvo el tipo “mestizo”. Aquella gran población de ganados se estableció materialmente en todo el Valle de Toluca, por lo que las comunidades indígenas se quejaban del abuso cometido por los dueños de las vacadas, quienes dejaban libres sus animales para pastar, entrando estos a las sementeras destruyendo los sembradíos. Los naturales al verse rebasados por tal circunstancia no tuvieron más remedio que alejarse de sus asentamiento, desapareciendo en consecuencia los pueblos de indios. Y en ese sentido era tal el volumen y multiplicación del ganado, por lo que hubo algunos propietarios que llegaron a marcar anualmente hasta treinta mil becerros, quedando fuera un buen número de cabezas que por falta de control y cuidados se hacían cerreros. 51
Es entonces el valle de Toluca uno de los primeros sitios donde se aprovechan las excelentes condiciones de tierras para la siembra y mejor espacio para pastoreo de ganado mayor y menor. Cortés decide instalarse de forma provisional en Coyoacán mientras la ciudad de México-Tenochtitlán es modificada sustancialmente a un nuevo entorno, propio de concepciones renacentistas. Al poco tiempo, Cortés decide salir hacia el valle de Toluca en compañía del señor de Jalatlaco Quitziltzil, su aliado; y ello ocurre aproximadamente entre 1523 y 1524, antes de su viaje infructuoso a las Hibueras (1524-1526). En esa ocasión, Cortés introdujo desde muy temprana fecha ganado porcino (entre 1521 y 1522) y poco más tarde, hacia 1525 y 1528, en compañía de Juan Gutiérrez Altamirano establecieron ganado mayor, tan luego pudo levantarse la prohibición del tránsito de animales de las Antillas, apoyados por cédula real.52 Es en 1528 cuando se hace notoria la presencia de ganado vacuno en la región del valle de Toluca, por lo que para 1531, “el tributo que los indios de la
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TOLUCA: SU HISTORIA, SUS MONUMENTOS, SU DESARROLLO URBANO. COMPILACIÓN: Programa de investigación cultural. Toluca, edo. de México, H. Ayuntamiento de Toluca. Universidad Autónoma del Estado de México, 1996. 331 p., ils. “La ganadería en el Valle de Toluca durante el siglo XVI y principios del XVIII” por Guadalupe Yolanda Zamudio Espinosa (p. 53-70), p. 59-61. 52 Cedulario de la Nobilísima Ciudad que puso en orden el licenciado José Barrio Lorenzot, abogado de la real audiencia y contador de propios y rentas de México, 1768. Real Cédula del 24 de noviembre de 1525. La crianza del ganado implicaba un intercambio comercial muy importante, por lo que, para medir su expansión y sus excesos, se hizo expedir una cédula rubricada por EL REY Nuestros gobernadores e oficiales y otras justicias de las islas españolas, san Juan de Cuba, e Santiago, por parte de los procuradores de la Nueva España fue (h)echa relación que algunas veses, quieren sacar ganados, cavallos e lleguas e vacas, puercos e ovejas e otros ganados para la dicha tierra. Como no se podía hacer tal cosa, El Rey dice que: "Me fue suplicado, y pedido, por merced que no les pusieren impedimento en el sacar de los dichos ganados e cavallos, e yeguas para la dicha Nueva España, o como la mi merced fuese: Por ende yo voi mando, que agora de aqui adelante debeis e concintais vacas de esas dichas a cualesquier personas, para la dicha Nueva España, los cavallos, e yeguas, e puercos, e vacas, e ovejas e otros ganados que quisieren e por bien tuvieren, libre y desembargada... Se firmó en Toledo a 24 de noviembre de 1525.
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localidad de Toluca y de sujeto Atenco daban al marqués del Valle de Oaxaca ya incluía el mantenimiento de sus “hatos de vacas”.53 Es importante destacar la apreciación que en su momento dejó marcada el padre jesuita José de Acosta, en el sentido de las diferencias encontradas en los tipos de ganados que se establecieron en la Nueva España: De tres maneras hallo animales en Indias: unos que han sido llevados por españoles; otros que aunque no han sido llevados por españoles, los hay en Indias de la misma especie que en Europa; otros que son animales propios de Indias y se hallan en España.54
El ganado caballar se reprodujo tanto, que dio origen a grandes manadas de caballos salvajes, que se tornaron por naturaleza cerreros, montaraces y mostrencos. Lo mismo ocurrió con los toros salvajes que los hubo en grandes cantidades en diversas regiones de la Nueva España. Por otro lado, es un hecho que Los primeros toros (no bravos entonces), llegaron a México en 1521 en un lote de becerros transportados a Veracruz, desde Santo Domingo. Cuatro años más tarde llegaron otras remesas de ganado de diversas especies y en 1540 la introducción se hizo en gran escala y así fueron poblados de ganado Texas, Arizona y Nuevo México, por el norte de la Nueva España, donde ya había ganado desde hacía 20 años. Los primeros toros bravos [si es que así se les puede calificar] llegaron a México entre 1540 y 1544, fray Marcos de Niza y fray Junípero Serra llevaron más tarde al noroeste de México la especie llamada cornilarga, formada por ejemplares fuertes, fieros y semisalvajes. Las reses bravas se establecieron primero en la región que es hoy de San Nicolás Parangueo (Guanajuato y Michoacán).55
En la permanente búsqueda por aclarar orígenes del toreo en México, durante los primeros años de la Nueva España, un tema que por sí mismo constituye un gran reto es el de la ganadería. Hasta hoy, veo que ha sido muy difícil conmover la idea generalizada en buena parte, ya no digo de historiadores, sino de los aficionados taurinos, en el sentido de que Atenco, como hacienda ganadera establecida en estas tierras contuvo desde su génesis misma una raza específica: la navarra. Cuando el historiador Nicolás Rangel tuvo a su cargo el Archivo General de la Nación allá por los años 20 del siglo pasado, lo que hoy son los Fondos y ramos que lo constituyen formalmente aún no gozaban de catalogación precisa. En forma muy especial manejó 53
Albores: Tules y sirenas..., op. cit., p. 154. Diego López Rosado: Historia y pensamiento económico de México. Agricultura y ganadería. Propiedad de la tierra. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 1968. (Textos Universitarios)., p. 49-52. 55 Op. Cit. 54
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documentos del hoy ramo "Historia" (Diversiones públicas) del cual formó su Historia del toreo en México. Época colonial (1521-1821). Esta, ha sido durante más de 80 años libro de consulta indispensable, aunque algunos de sus datos son de dudosa procedencia (la obra por falta del aparato erudito debe salvarse debido a la falta de catalogación que entonces tenía el Archivo General de la Nación). Sobre una apreciación del autor en torno a la forma en que se constituyó la mencionada hacienda, este dice que El conquistador, Lic. Juan Gutiérrez Altamirano, primo de Hernán Cortés, había obtenido de éste, como repartimiento, el pueblo de Calimaya con sus sujetos; y con otras estancias que había adquirido en el valle de Toluca, llegó a formar la hermosa Hacienda de Atenco, llamada así por ser el nombre del pueblo más inmediato. Para poblar sus estancias con ganado bovino, lanar y caballar, hizo traer de las Antillas y de España, los mejores ejemplares que entonces había, importando de Navarra doce pares de toros y vacas seleccionados que sirvieron de pie veterano a la magnífica ganadería que ha llegado a nuestros días. 56
Datos de esa magnitud merecen el descubrimiento mismo de la ganadería de bravo en México y por muchos años así se le ha considerado. ¡Grave error! Varios motivos que contradicen este asunto, forman un abigarrado expediente que sirve de evidencia y muestra certera de que la historia en cuanto tal tiene mucho por ofrecer en el plano de las precisiones. Precisamente, en su oportunidad agregaré algunos nuevos datos que se enfrentan a estos argumentos. Aconseja Jacob Burckhardt "No regañemos a los muertos. Entendámoslos". Si bien Nicolás Rangel se desempeñó mejor en la crítica literaria (véase la Antología del Centenario) que como historiador, su obra Historia del Toreo en México pasa a ser un texto muy interesante, aunque me parece -en lo personal-, una historia positivista, que solo registra pero sin navegar en profundidades del fundamento. Es decir no se compromete. Que es útil, lo ha sido, aunque en partes deja que desear por la ligereza de su construcción salvada por los conocimientos literarios y taurinos del leonés.
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Nicolás Rangel: Historia del toreo en México, 1521-1821. México, Imp. Manuel León Sánchez, 1924. 374 p. fots., p. 10.
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Con el planteamiento anterior manifiesto mi desacuerdo, en virtud de que ese dato pone en entredicho no sólo el origen de esta hacienda (y no es que lo niegue, y por consecuencia pretenda liquidarlo de un plumazo), sino también la procedencia del pie de simiente, en unos momentos en los que, la cantidad de ganado mayor o menor establecido para entonces en la Nueva España, va incrementándose rápidamente, sobre todo entre las nuevas propiedades territoriales, donde los señores encomenderos van fijándose ese propósito. Haya o no llegado dicho “pie de simiente”; se encuentre o no el documento del que se valió Rangel para sustentar su hipótesis, hace que se cuente también con otros testimonios, con el suficiente peso para dar otro entorno a ese origen y desarrollo, ocurrido en la hacienda que ahora se propone para su estudio. Si Nicolás Rangel nos dice que los doce pares de toros y de vacas "raíz brava para Atenco", fueron traídos para un fin específico: crear un pie de simiente, su aseveración está lejos de toda realidad. La profesionalización de la ganadería llegó mucho tiempo después (últimos años del siglo XVIII en España; fines del XIX en México). En España, hacia 1732 se fue haciendo común la práctica impuesta por la Maestranza en dos vertientes: una, que sus empleados salían a buscar los toros asilvestrados o bien, encargaba a un varilarguero de su confianza la compra de reses en el circuito de abastos). En tanto el ganado que se empleaba para las fiestas poseía una cierta casta, era bravucón, y permitía en consecuencia el lucimiento de los caballeros y las habilidades de pajes y gentes de a pie. El abasto, disponiendo de la coyuntura del rastro, y la plaza son los únicos destinos del ganado, aunque al parecer no fue posible que mediara entre ambos aspectos alguna condición particular. Por lo tanto, durante buena parte del siglo XVI, no había evidencia clara en la crianza y búsqueda específica de bravura en el toro. Ahora bien, ¿qué hay sobre las reses navarras? Ni Carriquiri ni Zalduendo existían para entonces. Los toros navarros y su acreditada fiereza son bien reconocidos desde el siglo XIV pues no faltaban fiestas, por ejemplo en Pamplona, lugar donde se efectuaron con frecuencia. Posibles descendientes de don Juan .44.
Gris y ascendientes del marqués de Santacara (Joaquín Beaumuont de Navarra y Azcurra Mexía) pudieron haber tenido trato con alguno de los descendientes de Juan Gutiérrez Altamirano directamente en el negocio de compra-venta de los ganados aquí mencionados, y que pastaron por vez primera en tierras atenqueñas.57 Presuponen algunos que los toros navarros eran de origen celta. Gozaban de pastos salitrosos en lugares como Tudela, Arguedas, Corella y Caparroso dominados por el reino de Navarra. En el curso de la Edad Media, fiestas y torneos caballerescos abarcan el panorama y nada mejor para ello que toros bravos de indudable personalidad, cuyo prestigio y fama hoy son difíciles de reconocer en medio de escasas noticias que llegan a nuestros días. Es cierto también que con anterioridad a los hechos de 1528, inicia todo un proceso de introducción de ganados en diversas modalidades para fomentar el abasto necesario para permitir una más de las variadas formas de vivir europeas, ahora depositadas en América. Se sabe que entre octubre y noviembre de 1522, época del escándalo de llegada y muerte de doña Catalina Xuárez "la Marcayda", efímera esposa de Hernán Cortés, cuyas nupcias ocurrieron en la isla de Cuba, había en el palacio de Texcoco caballos y vacas de las cuales se aprovechaba su leche como alimento. El mismo Bernal Díaz del Castillo nos dice que los indios se dedicaban a la agricultura; así, antes de 1524 son labradores, de su naturaleza lo son antes que viniésemos a la Nueva España, y agora (ca. 1535) crían ganados de todas suertes y doman bueyes y aran las tierras.58
Un tema que se asocia con estas circunstancias es el de los mayores propietarios que podían repartir ganado (mayor y menor) a las carnicerías. Ellos eran: 57
Alejandro Villaseñor y Villaseñor: Los condes de Santiago. Monografía histórica y genealógica. México, “El Tiempo”, 1901. 392 p. 64-65. En 1711, el conde Don Nicolás salió electo alcalde ordinario de la Ciudad de México, noticia que encontramos en la obra del Padre Cavo. Fue casado dos veces, la primera con D.a María de Gorráez, Beaumont y Navarra hija de Don Teobaldo de Gorráez Beaumont y Navarra, descendiente del célebre condestable de Navarra, de ese apellido, y de Don Juan de Luna y Arellano, primer Mariscal de Castilla que ya vivía en México en 1578, pues en enero de ese año fue, en compañía de don Luis de Velasco, uno de los testigos en la escritura del mayorazgo fundado por don Diego de Ibarra y su esposa. La familia de Luna y Arellano, provenía del célebre don Álvaro, Condestable de Castilla. 58 Silvio Zavala: El servicio personal de los indios en la Nueva España - I (1521-1550). México, El Colegio de México/El Colegio Nacional, 1984. 668 p. (Centro de Estudios Históricos)., p. 51, nota Nº 58.
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-Indudablemente Hernán Cortés. -Alonso de Villaseca, minero y negociante, el hombre más rico en su tiempo de la Nueva España (hacia la década de 1560).59 -El doctor Santillan, oidor de México. -Antonio de Turcios, escribano de la audiencia. -Juan Alonso de Sosa, tesorero real. Se suma a esta lista un número importante de encomenderos, alcaldes de mesta, miembros del cabildo de la ciudad de México y grandes propietarios de ganado como: -Juan Gutiérrez de Altamirano. -Jerónimo López. -Juan Bello. -Jerónimo Ruiz de la Mota. -Luis Marín -Villegas (¿Pedro de?) -Juan Jaramillo. -Doña Beatriz de Andrada.60 -Juan de Salcedo.61 Como ya vimos, fue en 1551 y por orden del primer virrey don Luis de Velasco, se organizaron algunos festejos, para lo cual se dispuso de 70 toros de los chichimecas. Como dato curioso se dice que en ellas salieron toros bravísimos y, alguno, ¡hasta de veinte años...! Tales sucesos ocurrieron en el año de 1551, 25 años después de los hechos del día de San Juan de 1526, en que por primera vez se corren "ciertos toros" en la Nueva España, registro histórico plasmado en la quinta carta-relación de Hernán Cortés. Al adentrarse en la historia de una ganadería tan importante como Atenco, el misterio de los "doce pares de toros y de vacas"62 con procedencia de la provincia española de Navarra 59
Guillermo Porras Muñoz: El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI. UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, 1982. 515 p. (Historia novohispana, 31), p. 307. 60 Gregorio Martín de Guijo: DIARIO. 1648-1664. Edición y prólogo de Manuel Romero de Terreros. México, Editorial Porrúa, S.A., 1953. 2 V. (Colección de escritores mexicanos, 64-65)., T. I., p. 130. Es curioso que este diarista registre la muerte, no de Beatriz, pero sí de Leonor (quien fallece de 110 años), del mismo apellido, y madre del maestro Fr. Jerónimo de Andrada, provincial del orden de la merced quien, en 1652 proporcionaría ganado para unas fiestas celebradas el 3 de septiembre. 61 François Chevalier. La formación de los latifundios en México. Tierra y sociedad en los siglos XVI y XVII. 1ª. reimpr. México, Fondo de Cultura Económica, 1982. 510 p. ils., fots. (Sección de economía, 1348)., p. 127. 62 Acaso habría que plantear si dentro de la intensa labor de evangelización, era necesario establecer una figura en el grupo no de “doce pares de toros y de vacas”, sino de los “doce apóstoles” que parecen ser recordados por aquellos doce misioneros franciscanos que llegaron a México el 13 de mayo de 1524, enviados por el Papa Clemente VII: fray Martín de Valencia en calidad de Custodio, nueve frailes sacerdotes: Francisco de Soto, Martín de la Coruña, Antonio de Ciudad Rodrigo, García de Cisneros, Juan de Rivas, Francisco Jiménez, Juan
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y que Nicolás Rangel lo asentó en su obra Historia del toreo en México, es imposible aceptarla como real. El mucho ganado que llegó a la Nueva España debe haber sido reunido en la propia península luego de diversas operaciones en que se concentraban cientos, quizás miles de cabezas de ganado llegados de más de alguna provincia donde el ciclo de reproducción permitió que se efectuara el proceso de movilización al continente recién descubierto. Claro que una buena cantidad de cabezas de ganado murieron en el trayecto, lo cual debe haber originado un constante tráfico marítimo que lograra satisfacer las necesidades de principio en la América recién conquistada y posteriormente colonizada. De siempre ha existido la creencia de que Atenco es la ganadería más antigua. Efectivamente lo es puesto que se fundó en 1528 pero no como hacienda de toros bravos. Seguramente la crianza del toro per se tiene su origen en el crecimiento desmesurado de las ganaderías que hubo en la Nueva España al inicio de la colonia. Los primeros afectados fueron los indios y sus denuncias se basaban en la reiterativa invasión de ganados a sus tierras lo cual ocasionó varios fenómenos, a saber: 1)A partir de 1530 el cabildo de la ciudad de México concede derechos del uso de la tierra llamados "sitio" o "asiento", lo cual garantizaba la no ocupación de parte de otros ganaderos. 2)Tanto Antonio de Mendoza como Luis de Velasco en 1543 y 1551 respectivamente, ordenaron que se cercaran distintos terrenos con intención de proteger a los indígenas afectados, caso que ocurrió en Atenco el año de 1551.63 3)Se aplicó en gran medida el "derecho de mesta". 64 A causa de la gran expansión ocurrida en las haciendas, en las cuales ocurría un deslizamiento de ganados en sus distintas modalidades, los cuales ocupaban lo mismo cerros que bosques, motivando a un repliegue y Juárez, Luis de Fuensálida y Toribio de Benavente (Motolinía), más dos legos fray Juan de Palos y fray Andrés de Córdoba. Un año antes se habían instalado Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Aora. En conjunto, se dedicaron a la conversión y defensa del indio. 63 Véanse datos relacionados con la “cerca” levantada en Atenco hacia 1550-1555, en el Anexo número dos. 64 HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 267-268. Dice Bernardo García Martínez: Los criadores llevaban consigo los principios de la tradición ganadera peninsular. No tardaron en reproducir aquí su organización gremial de allá, la mesta, fue la encargada de formar ordenanzas que regularan la actividad y que por ende defendieran costumbres y privilegios. Esa organización no se mantuvo en Nueva España, pues sus funciones fueron absorbidas por los ayuntamientos, pero dejó vigentes varias ordenanzas y contribuyó a dar sustento legal a la actividad pecuaria.
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al respectivo deslinde de las propiedades de unos con respecto a otros. Como se sabe la mesta herencia del proceso medieval, fue un organismo entregado al incremento de la ganadería en la Nueva España que favoreció por mucho tiempo a los propietarios, quienes manifestaron los severos daños a movimientos fraudulentos dirigidos a los agricultores y a la propiedad territorial, siendo los indígenas los principalmente afectados. 4)Bajo estas condiciones nace por lógica de los necesarios movimientos internos de orden y registro un quehacer campirano ligado con tareas charras. Esto es, lo que hoy se considera una actividad de carácter netamente de entretenimiento, ayer lo fue en su estricto sentido rural una labor cotidiana. Me refiero a quehaceres como el rodeo, el jaripeo e incluso las montas a caballo que derivaron en un espectáculo taurino del que tan luego se dio la oportunidad, se incorporaron al espectáculo urbano. De ahí que delimitada la ganadería se diera origen involuntariamente a un primer paso de lo profesional y que Atenco, por lo tanto deje una huella a lo largo de 300 años por la abundancia de toros criollos no criados específicamente (es decir, con los criterios puntuales que se ponen en aplicación, usando para ello registros en libros y cruzamientos bien razonados) como toros de lidia, concepto este que se va a dar en México hasta fines del siglo XIX. La ganadería novohispana se orientó hacia el concepto del abasto y en parte, debido a la grande y rápida reproducción registrada, a una colateral de la vida cotidiana: las fiestas caballerescas. El mucho ganado existente permitió el desarrollo de infinidad de estas demostraciones no sólo en la capital, también en sus provincias y en poblaciones tan lejanas como Durango65 o Mérida.66 65
Guillermo Tovar de Teresa: Bibliografía novohispana de arte (Segunda parte) Impresos mexicanos relativos al arte del XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 1988. 414 p. Ils., facs. (p. 47).Orozco (Juan Felipe de): RELACIÓN De la plaufible Real folemnidad con que efta Ilustre, y Leal Ciudad de Durango, Caveza del Reyno de efta Nueva Vifcaya, celebró la Jura de nueftro Principe de las Afturias (+) el Señor (+) D. LUIS FERNANDO, Como heredero de los Reynos de Efpaña por Primogenito de nueftro Monarcha, señor PHILIPO QVINTO Emperador de efte Nuevo-Mundo, á quien Dios profpere, y guarde dilatados años. Sacala a luz, Don Jvan Phelipe de Orozco, y Molina Fator, y Contador de la Real hazienda, y Caja de efte Reyno, Alferez Real de efta Proclamación, echa á 20 de Henero de 1711. Y la dedica al Exc. Sr. D. Fernando de Alencafter Noroña, y Silva Duque de Linares, Marques de Valde-fuentes y de Govea, Conde de Portoalegre, Comendador mayor de la Orden de Santiago en el Reyno de Portugal, Gentilhombre de la Camara de fu Mageftad, y de fu Confejo, fu
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Lo que es un hecho es que la ganadería como concepto profesional y funcional se dispuso con ese carácter, y en España hacia fines del siglo XVIII. México lo alcanzará hasta un siglo después. Que el ganado embestía, era la reacción normal de su defensa; y obvio, entre tanta provocación existía un auténtico y furioso ataque de su parte. Ganado vacuno lo había en grandes cantidades. Su destino bien podía ser para el abasto que para ocuparlo en fiestas, donde solo puede imaginarse cierta bravuconería del toro que seguramente, nada debe haber tenido de hermoso, gallardo o apuesto como le conocemos en la actualidad. Quizás eran ganados con cierta presentación, eso sí, con muchos años y posiblemente exhibiendo una cornamenta extraña y espectacular. Entre las primeras participaciones de ganado de Atenco, destinado a fiestas durante el siglo XVII, está la de 1652, 11 de noviembre de 1675 cuando se corrieron tres toros con motivo del cumpleaños del Rey, donde además se presentó el Conde de Santiago, auxiliado de 12 lacayos. También el 11 de mayo de 1689, fiestas en el Parque del Conde, terreno aledaño a la primitiva construcción de la casa principal de los condes en la capital (cuya casa señorial es el actual Museo de la Ciudad de México, la cual fue construida bajo dimensiones señoriales hasta el siglo XVIII, al cuidado del arquitecto Francisco de Guerrero y Torres). Otras tres corridas en junio de 1690 y en el mismo escenario. El 28 de mayo de 1691 el Conde de Santiago, don Juan Velasco, actuó junto a Francisco Goñe de Peralta, quienes se lucieron en esas fiestas. Y dejando estas historias, llegamos a 1824, año a partir del cual la hacienda de Atenco nutrió de ganado en forma por demás importante a las plazas de toros más cercanas a la Virrey lugar Theniente, Governador, y Capitan General defta Nueva-Efpaña, y Prefidente de su Real Audiencia. Con licencia de los Superiores, en México, en la Imprenta de Miguel de Ortega, y Bonilla. Año de 1711. José Pascual Buxó: Impresos novohispanos en las bibliotecas públicas de los Estados Unidos de América (1543-1800). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1994. 285 p. Ils., facs. (Serie Guías)., p. 147: Francisco del Valle y Guzmán. Relación de las fiestas... con que la... Ciudad de Durango... celebró la Regia Proclamación de... Luis Primero... México: José Bernardo de Hogal, 1725. 66 Manuel Romero de Terreros (C. De las Reales Academias Española, de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando): APOSTILLAS HISTÓRICAS. México, Editorial Hispano Mexicana, 1945. 236 p. Ils., retrs., p. 120. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa: Descripción expresiva de la plausible pompa y majestuoso aparato con que la Muy Noble y Leal Ciudad de Mérida de Yucatán dio muestras de su lealtad en las muy lucidas fiestas que hizo por la exaltación al throno del muy Católico y muy poderoso monarca el señor don Fernando VI..., 1748.
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capital del país (aunque existan informes desde 1815 donde está ocurriendo dicha situación). Es desde esa fecha en la que concretaré las principales observaciones con las que este trabajo de investigación adquirirá mayor trascendencia en los capítulos posteriores. El peso específico de la ganadería brava en México va a darse formalmente a partir de 1887 año en que la fiesta asume principios profesionales concretos. Mientras tanto lo ocurrido en los siglos virreinales y buena parte del XIX no puede ser visto sino como la suma de esfuerzos por quienes hicieron posible la presencia siempre viva de la diversión taurina. Mientras un toro embistiera estaba garantizado el espectáculo. Quizás, el hecho de que las fiestas en el virreinato se sustentaron con 100 toros promedio jugados durante varios días, o era por el lucimiento a alcanzar o porque un toro entre muchos corridos en un día permitiera aprovechársele. Tomemos en cuenta que se alanceaban,67 es decir su presencia en el coso era efímera. Ya en el siglo XIX la presencia de decenas de ganaderías 68 refleja el giro que fue tomando la fiesta pero ningún personaje como ganadero es mencionado como criador en lo profesional. Es de tomarse en cuenta el hecho de que sus ganados estaban expuestos a degeneración si se les descuidaba por lo que, muy probablemente impusieron algún sistema de selección que los fue conduciendo por caminos correctos hasta lograr enviar a las plazas lo más adecuado al lucimiento en el espectáculo. Los concursos de ganaderías que se dieron con cierta frecuencia al mediar el siglo XIX, son el parámetro de los alcances que se propusieron y hasta hubo toro tan bravo "¡El Rey de los toros!" de la hacienda de Sajay (Xajay) que se ganó el indulto en tres ocasiones: el 1 y 11 de enero de 1852; y luego el 25 de julio siguiente, triple acontecimiento ocurrido en la Real plaza de toros de San Pablo. 69 La bravura, lejos de ser una simple estimación de la casta que los hace embestir en natural defensa de sus vidas, fue el nuevo concepto a dominar con mayor frecuencia. En 1887 67
Alancear: Suerte del toreo a caballo consistente en matar los toros con lanza. Se usó por los caballeros españoles desde la Baja Edad Media hasta los siglos XVI-XVII, en que comenzó a ser substituido por el rejoneo. Además del valor demostrado servía a los caballeros como ejercicio físico de adiestramiento para la guerra. 68 Véanse en el capítulo tres de esta tesis del desglose documentado, los cuadros de actuaciones de Bernardo Gaviño y Rueda (1835 y 1886) y de Ponciano Díaz Salinas (1876 y 1899), relacionados con toros y ganaderías que lidiadon en México en sus respectivos periodos. 69 Lanfranchi: La fiesta brava en..., op. cit., T. I, p. 146.
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comenzó la etapa de la exportación de ganado español a México con lo que la madurez de la ganadería de bravo se consolidó en nuestro país. Ahora surge la pregunta: ¿cómo es posible que el ganado de Atenco en una determinada época comenzó a manifestar características afines con las ramas de Carriquiri y Zalduendo que es en donde cabe la reflexión más cercana a las relaciones con esta casta definida en España y por ende con una profesionalización que marcaron en algún momento los dueños de la ganadería? De ello me ocuparé en el siguiente apartado.
LA TESIS DE NICOLÁS RANGEL SOBRE EL ORIGEN DE ATENCO TOMA UN SESGO.
Tal parece que la historia puede corregirse cuando ciertos datos considerados como infalibles, se les descubre en medio de un mal manejo e interpretación. Es de sobra conocido entre aficionados y lectores a los toros, el planteamiento expuesto por Nicolás Rangel acerca del pie de simiente con el que se formó la hacienda de Atenco desde la segunda mitad del siglo XVI. Argumentaba la incorporación de doce pares de hembras y machos que habían sido adquiridos en la provincia española de Navarra. Personalmente era difícil creer tesis tan arriesgada si entonces no estaba constituida ninguna hacienda ganadera, de modo profesional, tanto en la península como en la Nueva España. Tal cual ocurrió hasta fines del siglo XVIII con la de Aleas en España, y un siglo después en México con las de Atenco, Cazadero o Tepeyahualco, donde se estableció un esquema de actividades ganaderas muy concretas que afirmaron el concepto. Sin embargo, frente a todo esto, ha aparecido una nueva luz en el panorama que desplaza cierto opacamiento de la que proyectó Rangel desde 1924. No es un descubrimiento en cuanto tal, pero llama la atención por el hecho de que es una información publicada 37 y 40 años respectivamente antes que la famosa HISTORIA DEL TOREO EN MÉXICO mostrara las conclusiones sobre el origen incierto en cuanto al pie de simiente de la hacienda de Atenco. Bajo ese nuevo brillo veremos que el pasado tiene encerrado un misterio que ahora .51.
nos ofrece generoso para explicarlo cada vez con mayor facilidad y seguir así, la ruta más adecuada. Otro apunte que también crea un interesante territorio de dudas, es el que nos proporciona datos sobre una actuación de Bernardo Gaviño en Puebla, allá por 1858. Dice la nota recogida de la obra de Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y España. 1519-1969: PLAZA DEL PASEO NUEVO, PUEBLA, PUE. En 1858 fue nuevamente reedificada dicha plaza, estrenándola -así fue anunciado- Bernardo Gaviño, llevando de segundo espada a Pablo Mendoza, con toros de Atenco, “entonces ganadería recientemente fundada”. Fueron los festejos, para celebrar los Días de Todos Santos, la primera semana del mes de noviembre.70
Todo esto, nos presenta un amplio panorama de exploración, mismo que queda sujeto a los avances considerados en esta tesis doctoral. El dato que contrasta con lo dicho por Rangel 71 apareció en El Arte de la Lidia, año III, Nº 32 del 12 de junio de 1887: LAS GANADERÍAS ATENCO La muy acreditada ganadería de Atenco, existente en el estado de México, se debe al conde de Santiago, desde el siglo pasado, que por su cuenta se trajeron de España, procedentes de la provincia de Navarra, los primeros doce pares de machos y hembras, siendo la segunda remesa de cincuenta pares. Estas reses tienen las condiciones de la ganadería de Pérez Laborda, distinguiéndose y principalmente por su color, que es colorado, josco y en general por su figura aleonada, sobre todo en los cuartos delanteros y musculación de las piernas. Aunque chicos de cuerpo, son bravos, de mucho poder, ligeros codiciosos y francos, distinguiéndose en particular de las demás ganaderías, en el primero y tercer tercio de la lidia, pues como se ha visto siempre el toro de Atenco, aunque se sienta bastante herido, se engarrota para no caer, viéndose muchas veces que por coger a su adversario se le ve llorar por no poder vengarse, y algunos toros exhalan el último suspiro casi en pie. Todas estas condiciones las tienen, como se ha dicho, la ganadería de Pérez Laborda, en España, por lo que se cree, son hermanos. La época buena en México, de los toros de Atenco, fue en los años de 1830 a 1866, en que la ganadería estaba en todo su apogeo, existiendo de 4 a 6000 reses bravas, pudiéndose sacar entonces para lidiarlos de 400 a 600 toros, el menor de 6 años. Razón por qué en aquella época fueron tan notables los toros de Atenco en varias plazas de la república, principalmente en los circos taurinos de San Pablo y Paseo Nuevo de esta capital. En varias épocas, los toros de Atenco han jugado en competencia con algunas ganaderías de bastante nombre, como la del “Cazadero”, pero hasta ahora no se ha dado el caso de que se les haya superado en ley y bravura. Es muy raro el toro de Atenco que no recibe seis varas con voluntad y muchas veces se ha visto caer a los toros en medio del ruedo, acalambrados por su condición y ley. En varios apuntes que hemos visto en la hacienda, aparece que en una corrida que se verificó en la plaza del Paseo, a beneficio de la misma hacienda, se lidió un toro llamado “El León” de magnífica estampa y de una bravura a toda prueba. Este toro dejó tres veces la plaza limpia de picadores y toreros, ocasionó 20 caídas, y mató 18 caballos, 70
Ibidem., T. I, p. 163. Esta afirmación periodística podría no ser la más confiable, pero sí una de las pocas con las cuales se puede conseguir un contraste, pero también más luces al respecto del andamiaje que se fue construyendo en torno a la ganadería de Atenco, por lo menos durante la segunda mitad del siglo XIX. 71
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llegando después con muchísimas facultades al último tercio en que fue muerto por el renombrado espada, Bernardo Gaviño. Sería muy largo dar a conocer otros muchos hechos semejantes, que con razón le han dado tanta fama a la ganadería de Atenco. SERVOLINI
La sorpresa invadió mi quehacer, y en el afán de confirmar el dicho, fuí a consultar diversos documentos que ahora pongo a la disposición, pero que también someto a discusión. Entre esas fuentes se encuentran las obras de F. G. de Bedoya,72 la de Vicente Pérez de Laborda Villanueva73 y finalmente la de Alejandro Villaseñor y Villaseñor.74 ¿A cuál de los condes que manejaron o administraron la hacienda de Atenco durante el siglo XVIII se refiere Servolini? Recordando las notas incluidas en la “Introducción”, una primera respuesta la encontramos en lo que menciona Antonio Briones Díaz acerca de Francisco Javier Altamirano, que no es sino el sexto conde de Santiago, Juan Javier Joaquín Altamirano Y Gorráez Luna, Marqués de Salinas VII; Adelantado de Filipinas. Ahora bien, aunque la ganadería de Pérez Laborda surge hasta finales del siglo XVIII, y comienza a tener una intensa actividad al comenzar el XIX, sí en cambio existía la de don Antonio Ibarnavarro, mismo que en 1768 declaró poseer 120 vacas y 50 toros (con la que después seleccionó Felipe Pérez Laborda el pie de simiente para su propia ganadería). Casualmente, Antonio Ibarnavarro ya está vendiendo toros para las fiestas que se efectuaron en Pamplona hacia el año 1789, pagándosele 50 duros por toro y 30 por novillo. Ya en 1818, al formarse la sociedad Juan Antonio Lizaso-Felipe Pérez de Laborda, declara este último “que las Bacas [seleccionadas para formar aquella ganadería] son de las más antiguas y mejor casta que se encuentran en el país”. También debe apuntarse que Juan Antonio Lizaso formó sociedad con don Francisco Guendulain en los últimos años del décimo octavo siglo, que terminó disolviéndose al comenzar el siglo XIX. En las postrimerías del XVIII, Guendulain compra a su vez un lote de ganado a don Antonio Lecumberri que formó 72
F. G. de Bedoya: Historia del Toreo, y de las principales ganaderías de España. Madrid, 1850. (Véase bibliografía). 73 Vicente Pérez de Laborda: Historia de una Ganadería Navarra de Toros bravos en el siglo XIX de Tudela (Navarra). Véase bibliografía. (p. 158 y 192). 74 Villaseñor y Villaseñor: Los condes de Santiago..., op. cit.
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con bastante buena suerte una ganadería con toros de la región, trayéndole muy buenos resultados, tal y como lo hizo también Zalduendo de Caparroso y Arnedo, toros que se corrían en todas las fiestas de Pamplona y Zaragoza. Así que tanto Antonio Ibarnavarro, como Antonio Lecumberri, antes que Lizaso-Pérez Laborda, Guendulain y Zalduendo, son los dueños que tienen establecida una ganadería en la región vasca, y con aquellos toros y vacas las formaron entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, como también pudo ocurrir con el sexto conde de Santiago de Calimaya, que, probablemente entró en negociaciones no tanto con Sánchez Laborda, sino con Ibarnavarro o con Lecumberri. No se sabe si cuando Felipe Pérez Laborda, al finalizar la guerra de independencia en España, al evitar cierto inconveniente en la afinidad de sangre, fue eliminando hasta 38 vacas y entre 7 y 8 sementales de la ganadería de Ibarnavarro, hasta dar con lo que después fue su pie de simiente fundacional. La guerra de independencia concluyó en 1814. No perdamos de vista ese “desecho”, si lo podemos considerar también como parte de la “segunda remesa”, formada por otros cincuenta pares, pero que no se menciona si llegaron a la hacienda atenqueña. Desde luego, todo desecho es condenado al matadero. Otro asunto que destaca aquí, es que en cuanto Servolini refiere las características del ganado de Atenco, tan afín al de Pérez Laborda, no lo hace tomando en cuenta la propia experiencia de dicho ganado en las plazas mexicanas de mediados del siglo XIX. Se apoya en lo anotado por Bedoya, libro que ya circulaba en México hacia 1882, según afirma el periodista Carlos Cuesta Baquero.75 TOROS DE LA SEÑORA VIUDA DE PÉREZ LABORDA (TUDELA NAVARRA) A propósito hemos dejado esta ganadería para semblazarla después que a las demás de Navarra [refiriéndose, desde luego a los toros de Guindulain y de Zalduendo], porque los toros que de ella proceden, tienen además de las cualidades comunes a los toros bravos, otra tan especial, que merece se haga de ella particular mención. Parece excusado analizar la condición de estas reses cuando desde luego confesamos que son las mejores de todas las castas conocidas hoy en aquel país: bravura, dureza, juego, ligereza y todas las demás dotes que constituyen el verdadero mérito de un ganado, todas las poseen estos toros, y además la particular de vérseles llorar cuando se consienten muertos de la estocada, y no 75
Carlos Cuesta Baquero (Roque Solares Tacubac): Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905. México, Tipografía José del Rivero, sucesor y Andrés Botas editor, respectivamente. Dicha circunstancia, aparece citada en varias ocasiones en los volúmenes I y II.
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pueden coger al lidiador. Ciertamente que esto acredita su bravura, pero no es esta la última prueba que dan de sus bríos; en los momentos de expirar no buscan terreno para echarse, al contrario, se engarrotan, digámoslo así, y en pie exhalen el último aliento. Es todo cuanto en honor de la verdad podemos decir en obsequio de la primer ganadería de España, cuyo título no creemos se lo dispute nadie, tratándose de toros puramente bravos.76
Si el colaborador de El Arte de la Lidia al describir a los toros atenqueños lo hace con conocimiento de causa, y si encuentra semejanzas entre estos y los de Pérez Laborda, no se trata más que de una mera coincidencia que reúne condiciones de juego que entre unos y otros terminan siendo iguales. Destaca por otro lado características de pelaje y juego, así como el apunte anecdótico que da a la nota un interés particular. Sin embargo, ¿se gana algo al pretender desviar la afirmación rangeliana? Podría decir que cambia el espacio temporal y se agrega un nuevo valor con relación a la segunda remesa. También de que su semejanza con los toros de Pérez Laborda es tan cercana, que de alguna manera termina haciéndolos “hermanos” de raza y casta. Ante todo lo anterior se puede concluir que se trata de un novedoso argumento, débil en su solidez, si no olvidamos que en 1884 y 1898, Un corresponsal del propio semanario El Arte de la Lidia y José Julio Barbabosa, ganadero de Santín decían de Atenco respectivamente lo que sigue: Cierta tarde, allá por noviembre de 1884, los espadas José María Hernández El Toluqueño y Juan Jiménez Rebujina andaban haciendo ruido por Toluca, quien reseña la corrida lo hace en estos términos: Las reses que se lidiaron en la plaza de Toluca fueron de la acreditada hacienda de Atenco, y al mentar esta ganadería, no se puede decir nada de elogios, porque la verdad, la cosa está probada con hechos muy grandes. Son toros de origen de raza navarra, de buena ley, listos, valientes y de mucha gracia y renombre en la República (...) “Los toros que se jugaron en esta corrida, fueron como vulgarmente se dice, de rompe y rasga, es decir, que se prestaron con brío, ligereza y empuje a todas las suertes de los diestros. 77
Como se ve, este párrafo es una réplica casi exacta de la apreciación hecha por F. G. de Bedoya, lo que indica primero, que era una lectura recién conocida por algunos periodistas de aquella época, cuyo quehacer comenzaba a cimentarse a partir de la llegada de diversos 76 77
Bedoya: Historia del toreo..., op. cit., p. 339-340. El Arte de la Lidia, año I, Nº 4, del 7 de diciembre de 1884.
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libros provenientes de España, justo en momentos en los que la tauromaquia comienza a tomar rumbos más definidos. Por otro lado, existía la necesidad de mostrar panoramas diferentes que enfrentaran y cuestionaran el predominio de un espectáculo detentado por diestros “aborígenes” que hicieron de su quehacer una auténtica demostración de control regional, misma que no evolucionaba. Antes al contrario. Se reducía a un círculo vicioso que, aunque seguía siendo del gusto de muchos espectadores, pronto hubo necesidad de modificar esa condición consiguiendo la escala de aficionados mismos que se separan de los públicos asistentes a las plazas de toros. Con la consolidación e integración de este espectáculo público –sobre todo en la ciudad de México, y a partir de 1887-, maduraron plenamente aquellos propósitos establecidos por la prensa que también se profesionalizó acudiendo a lecturas como la de Bedoya y otras más, las cuales se constituyeron en obras fundamentales.78 Por su parte José Julio Barbabosa, anota en sus memorias: (era la (Antigua de Atenco, mezclada con S. Diego de los padres, (y (Atenco con Navarro (ví jugar este toro, p.a mi cualquier cosa) con Miura, Saltillo, Benjumea, Concha y Sierra y con toro de Ybarra, (feo pero buen torito), además, las cruzas de estos toros con vacas de S. Diego, por tanto no bajan de tener 12 clases diferentes de toros en el repetido Atenco, ¿cuál de tantas razas será la buena? (incluyendo, evidentemente lo “navarro”. Notas escritas en noviembre de 1886).79
Aunque surge un nuevo dilema que más adelante desarrollaré en amplitud. Se trata de explicar hasta donde me sea posible la hipótesis de que Bernardo Gaviño haya sido el encargado de sugerir y hasta de traer el ganado español con el fenotipo del navarro. 80 O lo que es lo mismo, los toros de Zalduendo o Carriquiri como un pie de simiente moderno a la hacienda de Atenco, propiedad por entonces de José Juan Cervantes y Michaus, último conde de Santiago de Calimaya y con el que Bernardo guardó profunda amistad. Asimismo
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Véase el Anexo número siete de esta tesis: Las primeras lecturas llegadas a México desde España. La irrupción de la prensa taurina. Otras tauromaquias reeditadas en México. Domingo Ibarra. El centro taurino "espada Pedro Romero", las obras de Rafael Medina. 79 José Julio Barbabosa: “Nº 1 Orijen de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(...) J(...) B(...). Santín Nbre 1º/(18)86”. 178 p. Ms., p. 7. 80 Lamentablemente no se ha encontrado una sola referencia al respecto, lo que me hace pensar que, en todo caso, debió ponerse especial atención a la crianza o selección, tal y como estas dos circunstancias se planteaban en aquella época. Es decir, bajo un principio eminentemente intuitivo que, como veremos en el Capítulo tres de esta tesis, parece confirmarse este aspecto.
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no debemos descuidar otro aspecto probable, el que se relaciona con el hecho de que en 1894 la “Sociedad Barbabosa Sucesores” adquieren un semental de Zalduendo, típico de la línea navarra, poniéndolo a padrear en terrenos atenqueños. Ganado criollo en su mayoría fue el que pobló las riberas donde nace el Lerma, al sur del Valle de Toluca. Y Rafael Barbabosa Arzate que la adquiere en 1879, al ser el dueño total de tierras y ganados atenqueños, debe haber seguido como los Cervantes, descendientes del condado de Santiago de Calimaya, con las costumbres de seleccionar toros cerreros, cruzándolos a su vez con vacas de esas regiones. Si bien, reanudadas las corridas de toros en 1887, algunos toros navarros ahora sí, fueron establecidos por aquí, fue a principios del siglo XX cuando en Atenco se selló una mezcla con simiente de la ganadería española de Pablo Romero, consistente en cuatro vacas y dos sementales. Quedan como ejemplo de haciendas que lidiaron toros en forma regular hasta el siglo XVIII las siguientes:
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CUADRO Nº 4 HACIENDA El Jaral La Goleta
Yeregé
DUEÑO
UBICACIÓN Cerca de San Miguel Cerca de Querétaro
Marqués de la Villa del Villar Del Águila (Administra Gabriel Joaquín del Yermo). Juan Fco. Retana Antonio José Serratos Conde de Regla Pedro Antonio de Acevedo y Calderón Antonio María del Hierro Antonio Rotonda
San Nicolás San Pablo El Salitre Enyegé Astillero Atenco Tenería Tlahuelilpan Xaripeo Bocas Gogorrón y Zavala Pila Bledos
José González Rojo Conde de la Torre Cossío
Real de Minas de Temascaltepec (hoy Estado de México) Nueva Galicia, jurisdicción de Guadalajara
Querétaro
Sierra de Pinos, (Zacatecas) Real de Minas de Temascaltepec (Hoy Estado de México)
Pedro de Macotela Conde de Santiago (administra Felipe Pasalles) Ignacio García Usabiaga Conde de la Cortina Miguel Hidalgo y Costilla Juan N. Nieto Juan Antonio Fernández de Jáuregui
Valle de Toluca (Hoy estado de México)
Cerca de Tula, (Hoy estado de Hidalgo) Distrito de Irimbo (Michoacán) Cerca de San Luis Potosí Cerca de San Luis Potosí
María Antonia Arduengo Manuel de Gándara José Florencio Barragán
Cerca de San Luis Potosí Cerca de San Luis Potosí Ríoverde (San Luis Potosí) Rincón Guanajuato Bellas Fuentes Valladolid Tenango Tenango (Hoy estado de México) Fuente: Benjamín Flores Hernández: “Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII", México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 225-7.
Que más de alguna de estas haciendas comenzara durante el siglo XVIII o el XIX un proceso de modificación en su concepto de reproducción, selección y crianza de toros destinados con fines concretos a las fiestas, no ha sido posible encontrar el testimonio directo que así lo compruebe. Ya en el siglo XIX, Atenco mantuvo un sistema de producción relacionado con la “crianza” de sus toros, orientado tanto a la ciudad de México como para su aprovechamiento interno. La “hacienda principal”, conocida así desde 1722 junto con sus anexas que no eran sino ranchos, cuya sección perimetral podrá observarse en el anexo número cinco (AHT24RF4), que ilustra la más primitiva versión que se tiene sobre las extensiones de esta hacienda y .58.
que incluía la mayor cantidad de instalaciones, herramientas y aperos para el desempeño de diversas actividades agrícolas (cerealeras), como el cultivo de maíz, ganadera (ganado mular, caballar, ovino, vacuno y porcino), actividad esta que a partir de 1830 hace que “La Principal” se dedique de lleno, lo cual causó que se criaran numerosos ganados, sobre todo para la lidia, mismos que tuvieron que distribuirse en las demás haciendas. Una de sus instalaciones básicas, que sigue en pie es la plaza de tienta, reseñada en la “Noticia que de el que suscribe (...) al señor don Manuel Terreros” como sigue: Frente a la fachada de la finca se encuentra un toril de mampostería bastante grande, que tiene comunicación con otros dos chicos, y éstos con el soltadero para los toros de juego. Tienen dos miradores estos toriles. Entre estos y la casa pasa el camino real que conduce de Santiago Tianguistenco a Toluca y Tenango; bastante transitado.81
Quiere decir que, según inventario de 1836, se construyó un mirador en los toriles, “por haberse inutilizado el que había” ya que después de ese año no se hace construcción alguna, por lo que solo se procuró mantenimiento a las ya existentes que el uso y el tiempo deterioraban. Por lo tanto, el mencionado toril, parece ser una construcción ya existente en 1836 (toril de cuya existencia ya se tienen datos desde 1823), y como tal, una instalación apropiada a las tareas que tienen que ver con la selección del ganado en lo que ya puede considerarse la tienta, debido a los fines que desde entonces tuvo y ha tenido tal instalación, no sólo en esta, sino en otras haciendas. En “La principal” se concentraba la mano de obra, como es el caso del caudillo, o jefe de la cuadrilla de vaqueros, el calador, el carrocero, el caballerango, etc. Otra de las haciendas era la de Zazacuala donde el cultivo principal era la cebada y el maíz. La de Tepemajalco, cuya actividad agrícola se destinaba a la cebada, haba y nabo. En cuanto a la Vaquería de Santa María, una de las de la “Principal”, concentraba actividades dedicadas a diversos productos lácteos, tales como el queso, mantequilla, requesón y leche. En la propia hacienda se estableció una tienda para su venta y distribución, así como para el consumo interno. La hacienda de Quautenango, pasó al rango Flora Elena Sánchez Arreola: “La hacienda de Atenco y sus anexas en el siglo XIX. Estructura y organización”. Tesis de licenciatura. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia. México, 1981. 167 h. Planos, grafcs., p. 25. 81
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de vaquería para luego desaparecer como fruto de los constantes problemas de tierras con los pueblos limítrofes. En sus extensiones hubo cultivos de maíz, haba y cebada, además de que se mantuvieron cabezas de ganado bovino y de manso, caballar (para labores y servicio de los ayudantes) así como ganado porcino. Semejantes condiciones se dieron en la hacienda de Santiaguito. La de San Agustín contaba con la peculiar cosecha de trigo así como de los otros productos agrícolas. En su superficie de 296 hectáreas, ubicada en la actual población de Calimaya, por donde pasaba el camino real que iba de Tenango a Calimaya, se concentró la mayor actividad de crianza de ganado vacuno. Atenco también contaba con las haciendas de San Antonio, misma que no aporta grandes datos, solo el de 1836 que nos habla de que a ella pertenecía el rancho de Santa María y se dedicaba a labores agrícolas. San Joaquín (rancho que en 1722 tuvo el nombre de Quautenango), en 1755 su nombre cambió al de Señor San Joaquín. Tuvo una curiosa transformación de concepto de rancho, elevándose a hacienda. Su actividad principal era la labor agrícola, cultivándose maíz, trigo, haba, papa y alberjón. En 1837 se separó de las extensiones de Atenco quedando en propiedad de Jesús Garduño y Garduño, posesión que fue refrendada a Carlos Garduño Guzmán con fecha 26 de enero de 1889. En 1836 se tuvo el cálculo de que las sementeras de maíz entre las haciendas de San Antonio Zazacuala, Tepemajalco, San Agustín, Santiaguito, Cuautenango y San Joaquín tenía un rendimiento de 9000 fanegas de maíz limpio que descartaba el “maíz de suelos ni de mazorca podrida, porque debe resultar de muy mala calidad por el hielo o las lluvias”. En todas ellas, se mantuvo un grupo de trabajadores controlados por un mayordomo. Además había rancheros, coleros, porqueros, boyeros, semaneros, cuerveros, orilleros, zacateros, aguadores, peones y ayudantes.82 Cada una de dichas labores estaba bajo el mando del mayordomo quien a su vez informaba de todos los acontecimientos al administrador general mismo que tomaba las
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Op. Cit., p. 48-51.
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decisiones más relevantes. Este, a su vez, ejerciendo la distribución de recursos de manera idónea; debía hacerlo pensando, una parte para la raya la otra para gastos. Claro, las diversas administraciones variaron su función dependiendo de condiciones tales como: arrendamiento, sociedad o mediería que hicieron cambiar de modo recíproco las relaciones entre las anexas y la Principal. Hubo para ello que comunicar los hechos relevantes directamente a los propietarios que habitaban la casa principal en la ciudad de México a través del correo en forma constante, y ello se comprueba por la infinidad de documentos de tal característica, concentrados en el Fondo: Condes Santiago de Calimaya que además acumula estados semanarios, libranzas, certificaciones y hasta recados. En la tienda de raya, proveída de víveres y otros artículos se efectuaba la compra en abonos, lo que ocasionaba pérdidas pues la deuda no se cubría ya fuera por falta de pago, ya fuera por insolvencia. Resulta curioso que otros conceptos de deuda, el del pago de la raya o de ciertas contribuciones tuviese que ser solucionado vendiendo alguna parte de las tierras o resolviendo un embargo con “39 reses a la hacienda de Atenco para cubrir un adeudo de 1,000 pesos”, asunto que ocurrió el 3 de diciembre de 1860.83 Por lo demás, y dada la intensa actividad ganadera se percibe, por lo menos en el período que va de 1815 a 1878, la mano de obra, junto con la de carácter agrícola, hacen que se mueva sobre todo población indígena que habitaba la región y los alrededores. Con el tiempo, la hacienda de Atenco también se le llamó “La Principal”, por ser la que ejerció el control administrativo durante el siglo XIX. Tenía como anexas las haciendas de San Antonio, Zazacuala, Tepemajalco, San Agustín, Santiaguito, Cuautenango, San Joaquín,
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[B.N./F.R./C.S.C.] Caja número doce, documento 13 BIENES-EMBARGO. Notificación de C. Márquez al Sr. José Juan Cervantes transcribiendo un oficio del general Bruno Aguilar de 3 de diciembre de 1860, sobre procedimiento de embargo de 39 reces a la hacienda de Atenco, para cubrir adeudo de mil pesos por concepto de contribuciones, México. Cuartel General del Ejército Mexicano. Diciembre 7 de 1860. 1f. (Véase Anexo N° 1).
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así como la vaquería de Santa María, y los ranchos de San José, Los Molinos y Santa María”.84 Con el paso de los años, y fundamentalmente con lo ocurrido en la hacienda de Atenco, se presentó un mercado que aprovechó la amplia proliferación del ganado, básicamente del que se destinaba para lidia, lo que representó un renglón confiable. 85 En ese orden, el ganado vacuno, el lanar y en menor cantidad cabras y cerdos, representaron los sustentos de una explotación que generó constantes ingresos, que evidentemente intervenían en la operación agrícola, misma que contaba para su desarrollo con ganado caballar, mular y asnal. Volviendo al caso de Atenco, debe recordarse que la hacienda “La Principal” era la dedicada a la ganadería, estando integrada por los potreros Bolsa de las Trancas, Bolsa de Agua Blanca, Puentecillas, Salitre, Tomate, Tiradero, Tejocote, Tulito, San Gaspar y La Loma, en los que en general se concentraba el ganado, mientras que en otras haciendas solo había los animales necesarios para la labranza y transporte de los productos. Al igual que la producción de semillas, el ganado vacuno y el bravo se vendían en su mayor parte a la ciudad de México, aunque éste también era vendido en Toluca y Tenango (1873), en Tlalnepantla, Metepec, Puebla y Tenancingo (1874). En esos años los toros muy contados, solo se alquilaban.86 Bajo la nueva administración, por parte de Rafael Barbabosa Arzate (hasta 1887) y después de sus hijos, quienes formaron la “Sociedad Rafael Barbabosa, Sucesores”, la hacienda atenqueña recuperaría el viejo pulso de actividad interna y externa que le caracterizó durante las décadas anteriores, sin olvidar que los siglos XVI al XVIII representaron el enorme cimiento donde se estableció y se afirmó ese conjunto de tareas y negocios.
AGRICULTURA Y GANADERÍA DE 1821 A 1900 Sánchez Arreola: “La hacienda de Atenco..., op. cit., p. 10. Ello podrá comprobarse precisamente, en lo relativo a “volumen, método y eficacia”, análisis que se realiza en el capítulo tres de esta tesis. 86 Sánchez Arreola, Ibidem., p. 113. 84 85
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Un primer fenómeno que alteró el curso de la hacienda en su conjunto fue el movimiento independiente, del que Atenco no quedó a salvo.87 Fue así como en la jornada de la batalla del Monte de las Cruces (30 de octubre de 1810), hubo un violento paso por el territorio atenqueño, del que pudo recuperarse diez o quince años después. Precisamente, el documento a que me refiero, dice en su contexto, lo siguiente: CAJA Nº 11 14)11/12 Testimonio de D. Martín Ángel de Michaus sobre los productos y beneficios de la hacienda de Atenco, 1818. Legajo 15f. (...) Los administradores que la han manejado en este tiempo, y a quienes les consta todo lo que llevo dicho, han sido Dn. Agustín Peña, el R.P. Fr. José Moncayo y D. José Mariano Guadarrama Castañeda tuvo la desgracia de ser preso por los insurgentes muriendo entre ellos (en conjunto todos los mencionados fueron víctimas de los insurgentes). Tenango del Valle agosto trece de 1818. Don José Mariano Guadarrama, teniente de los realistas de esta hacienda declara: (ser) vecino de esta hacienda y responde: Preguntado por los particulares de este (...) dijo: que le consta de oídos y de público y notorio que cuando se acercó a estas inmediaciones el cabecilla cura Hidalgo sufrió esta hacienda una extracción considerable de reses pues una partida acaudillada por un tal Camacho que fue sirviente en esta misma hacienda, en una vez se llevó ochocientas reses, quantos caballos, yeguas y mulas manzas había en los macheros y en el campo de esta hacienda que con motivo de que los yndios así arrendatarios y circunvecinos se insurgentaron, sabe el que declara que cada uno se tomó la cabeza que pudo, destruyendo zanjas y haciendo cuanto perjuicio pudieron (...).
Las tropas del Rey se llevaron muchos caballos, unos en calidad de prestados, y otros quitándoselos á los sirvientes a donde los encontraban. Continuó el saqueo (y) hasta las verjas de las ventanas de la principal, con la existencia de fierro y acero lo levantaron. (...)Don Manuel Colina, Alférez de Realistas, y previa venia de su Jefe, en su persona que conozco le recibí juramento que hizo puesta la mano derecha sobre el puño de su espada bajo su palabra de honor ofreció decir verdad; y siéndolo al tenor del escrito dijo: que habiendo venido a ésta hacienda de dependiente en abril de ochocientos catorce, halló primeramente interceptado todos los lugares en este distrito y ocupados por los rebeldes, y luego fue sabedor que desde que se acercó a esta finca el cabecilla Hidalgo tuvo que lanzar la exacción de todo su ganado vacuno y lanar, (...) posteriormente que vino a presenciar no tenía un caballo en que montar los vaqueros, y que también se impuso porque lo vio en las cuentas, y comprobantes de los administradores que habían sido de aquí, las varias exhibiciones de reales que estos había hecho a los facciosos pedidas con violencia y amenazas, y ya estando sirviendo su destino de amanuense, empezó a ser testigo de vista de la multitud de ocasiones que ya Bargas, ya González, ya Rosas, ya qualquiera otro insurgente a nombre de estos o por sí solos, venían a pedirle reales, reses, caballos, borregos, semillas y todo género de esquilmos de estas fincas, a los administradores desde D. Mariano Piña á el presente señor y tenían que darlos forzosamente porque si no eran amenazados de muerte (...)88
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[B.N./F.R./C.S.C.], Caja número 11, documento Nº 12 Testimonio de D. Martín Ángel de Michaus sobre los productos y beneficios de la hacienda de Atenco, 1818. Legajo 15 f. 88 Véase Anexo número uno, misma referencia como documento completo.
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De este aspecto, se ha ocupado Eric Van Young, cuando apunta que la mayoría de los mexicanos que tomaron parte activa en el movimiento insurgente entre 1810 y 1821 fueron indígenas. En su estudio denominado La otra rebelión: Violencia popular, ideología y lucha para la independencia mexicana, 1810-1821, reitera que: Durante los diez años que duró el movimiento insurgente, la configuración de la violencia política en el medio rural mexicano fue un reflejo fiel de esta visión del mundo. La lucha entre insurgentes y el régimen colonial adoptó formas muy diversas, desde batallas a gran escala y la toma de ciudades fortificadas (por ejemplo, Cuautla en 1812), hasta una continua actividad guerrillera, pasando por un cierto bandidaje político y la simple criminalidad oportunista. Pero la expresión quizás más común de la violencia colectiva indígena fue el tumulto rural, muy arraigado en el campo mexicano como parte del repertorio de las formas de resistencia que los indígenas desarrollaron contra el régimen colonial, aunque ahora inserto en un contexto político distinto. Un ejemplo de la violencia extrema que caracterizó a estos episodios fue el tumulto que tuvo lugar a principios de noviembre de 1810 en el pueblo de Atlacomulco, ubicado al noroeste de Toluca, cuando el improvisado ejército rebelde del padre Hidalgo avanzaba hacia la capital. El linchamiento sumamente violento de cuatro españoles (dos de ellos europeos) a manos de la gente del lugar y de los indígenas del pueblo vecino de San Juan de los Jarros tuvo como antecedente una larga historia de concentración de tierras, tensiones étnicas y luchas internas.89
Todo lo anterior, apunta hacia un severo ataque, donde los yndios así arrendatarios y circunvecinos se insurgentaron, ocasionando los desmanes ya conocidos, como una muestra fehaciente de esa forma de resistencia, no solo ocurrida en Atlacomulco. También en Atenco, tal y como lo dice el documento del fondo de los Condes Santiago-Calimaya traído hasta aquí. Ganadería y agricultura sufrieron un atraso que se vio magnificado aún más por vías de comunicación deterioradas, y ni el propio consumo interno pudo remontar fácilmente este acontecimiento. En efecto, la inseguridad de los campos y caminos, obligó a los propietarios a refugiarse en las ciudades, dejando abandonadas sus posesiones; las levas en masa entre los campesinos, para engrosar las filas de los combatientes, la destrucción de sementeras y graneros para cortar víveres al enemigo y la penosa situación económica general del país, fueron condiciones que explican el estado de regresión y casi completo abandono de la agricultura (al que se sumó el de la ganadería. N del A), que produjo un panorama de grandes extensiones de terreno, que antes habían sido cultivadas, sin rastro de labores, así como haciendas deshabitadas y otros indicios del estado raquítico en que la agricultura había quedado. 90
89
Eric Van Joung: La otra rebelión: Violencia popular, ideología y lucha para la independencia mexicana, 18101821, fragmento del estudio que se publicó en NEXOS, Nº 297 “Delirios de la Independencia” en septiembre de 2002, con un avance de la obra, bajo el título de “Los indígenas monárquicos... eran mayoría” (p. 47-49). En dicha publicación se indica que la editorial Fondo de Cultura Económica, publicará en 2003 la traducción al español de esta obra. 90 López Rosado: Historia y pensamiento económico de México..., op. cit., p. 57-58.
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Así que, desde la independencia, pasando por ese otro proceso de guerras intestinas, la presencia de bandoleros, e incluso la afectación extrema de la naturaleza (en sequías, inundaciones y heladas) fueron creándose condiciones a las que tuvieron que adaptarse los nuevos propietarios, sus administradores y gentes que destinaron su mano de obra para superar ese ciclo reiterado de crisis. Sin embargo, Atenco consiguió distanciarse de tal condición, y ostentar en consecuencia, una etapa de esplendor permanente, durante los años que van de 1821 a 1870 aproximadamente, para decaer nuevamente entre 1871 y 1880. Todo esto, bajo el criterio de ganadería en cuanto tal. De 1881 en adelante y hasta 1900, bajo la égida de Rafael Barbabosa Arzate (hasta 1887), y más tarde de sus hijos, la hacienda recuperó el tiempo perdido, que se magnificó y potenció en 1911 con la incorporación de sangre brava mucho más definida, procedente de la de Felipe de Pablo Romero, luego de que se sucedieron diferentes pruebas con otras tantas castas que no permitían observar una estabilidad en cuanto al encaste que ya se mantendría como el representativo. Ello no nos hace olvidar que para lograrlo, se tuvo que dar una armónica actividad agrícola que permitiera confianza en el mercado interno, que luego se hizo externo, seguro de estas circunstancias perfectamente afirmadas. Jesús Silva Herzog, tuvo forma de perfilar a la hacienda durante el porfiriato, señalando que estas contaban con el casco, centro de la propiedad rústica, que estaba compuesto por la gran casona del propietario, la casa del administrador y de los empleados, las oficinas, la tienda de raya, la iglesia y la cárcel. Además, las trojes, los establos y la huerta. A unos quinientos o mil metros del casco de la hacienda se levantaban los jacales de los peones, casuchas que comúnmente consistían en una sola habitación construidas en adobe y piso de tierra, y a dos, cinco, o diez kilómetros estaban los potreros para los cultivos del ganado.91
El régimen del porfiriato sirvió como elemento de consolidación para la hacienda, instancia productora para el consumo interno y externo. Recurre a la propiedad territorial como medio para tener otro alcance: el del mercado de sus productos y a la utilización de la tierra y la
91
Margarita García Luna: Haciendas Porfiristas en el Estado de México. Toluca, edo. De México, Universidad Autónoma del Estado de México, 1981. 109 p. Ils., fots., cuadros., p. 12-13. Cfr. Jesús Silva Herzog: Breve historia de la Revolución Mexicana. 6ª reimpresión. México, Fondo de Cultura Económica, 1970. 2 Vols.).
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fuerza de trabajo, por su abundancia y menor costo, por encima de la inversión de capitales destinados a mejorar los instrumentos de trabajo y las técnicas de cultivo. La Revolución Mexicana y la reforma agraria han hecho desaparecer en gran medida el sistema de la hacienda. Por eso, desde 1940, aproximadamente, la estructura mexicana está determinada más bien por el ejido, el minifundio privado y el rancho de tamaño mediano. Allí donde aún existían grandes explotaciones agrícolas, fueron obligadas a abandonar las características típicas de la hacienda.92 Y es que la Revolución tuvo que enfrentarse a la gran suma de consecuencias que la hacienda representó durante el período virreinal y del México independiente, o del estado nacional mexicano respectivamente. Tal confrontación generó una fractura entre lo que privaba en las haciendas y los pueblos, y la propia economía de estas mismas propiedades.93 Hacia 1937, según lo confirma un plano proporcionado por el Arq. Luis Barbabosa Olascoaga, se dio en Atenco un fraccionamiento entre los hermanos Barbabosa Saldaña, producto de las afectaciones ocurridas en diversas poblaciones tanto aledañas, como al interior de la propia superficie de la hacienda, con objeto de cuidar, en la medida de lo posible esas posesiones, mismas que, al fin y al cabo fueron invadidas. A la vuelta de algunos años, sus antiguos propietarios, recuperaron parte de esos terrenos que habían quedado improductivos. Entre otras: San Antonio la Isla, San Bartolito, Santa María Rayón, San Lucas Tepemajalco, Santiaguito Cuauxustenco, San Juan la Isla, San Miguel Chapultepec, La Concepción Coactipac, Santa Cruz Atizapán, San Pedro Tlaltizapán y San Sebastián. El reparto fue hecho de la siguiente manera: Herlinda Barbabosa, 513.45 Has.; Juan Barbabosa, 615.92 Has.; Antonio Barbabosa, 521.05 Has.; Rafael Barbabosa, 598.04 Has., y Manuel Barbabosa, 615.05 Has., lo que da un total de 2863.53 hectáreas. Sin embargo, y como lo declara el propio Luis Barbabosa Olascoaga, en donde por motivos de la cuestión agraria, porque como lo tengo escrito en mi libro (llamado “ATENCO Y DON MANUEL”),94 de recuerdos familiares, mi padre sufrió cuatro amputaciones: 92
Herbert J. Nickel: Morfología social de la hacienda mexicana. 2ª ed. México, Fondo de Cultura Económica, 1996. 491 p., ils., fots., cuadros. (Sección de obras de Historia)., p. 10. 93 Juan Felipe Leal: “Campesinado, haciendas y Estado en México: 1856-1914·. En: SECUENCIA, revista americana de ciencias sociales. México, Instituto Mora, mayo/agosto 1986 (SECUENCIA, 5) (p. 5-32)., p. 30. 94 Véase bibliografía.
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La primera fue la de sus dos hijos mayores, en distintas épocas. Luego de la muerte de sus dos hijos, le amputan y le quitan en la época del presidente Lázaro Cárdenas, le quitan todo lo que era la ganadería por un gran error agrario. Entonces me enseñó dónde habían errado los ingenieros ejidales. Habían hecho el cierre del polígono de las tierras y dijo: “Aquí está cerrado en este punto, en un lugar que se llamaba como la “puerta de en medio” -uno de los cascos de la hacienda-, ahí creían que ya con eso habían cerrado el reparto. Pero mi papá que conocía perfectamente los terrenos, vio que no se habían repartido, abriéndose en este punto una cuña que yo no sabría decirle cuantos metros tendría la cuña ésta. Entonces, se quedaron como 130 ó 140 hectáreas, de las cuales, también por errores de colocación se habían adjudicado nombre a cada uno de los terrenos. Una parte se le quedó a un hermano de mi tío Juan, que aparecía a su nombre de él, diciendo: “esto es mío...” Y entonces lo que quedaba a una hermana, que era mi tía Herlinda, que también nos lo repartieron, entonces él (mi papá) como se lo había heredado mi tía Herlinda a mi papá, entonces metió el ganado, el poco ganado que tenía en ese pedazo de cuña, que eran como treinta y tantas hectáreas, al grado que un día, estando en la hacienda (y aquí no recuerda el Arq. Barbabosa si fue Carlos Quiroz “MONOSABIO” o Rafael Solana “VERDUGUILLO”) le comentaron a Don Manuel: “¡Cómo es posible que usted siga criando toros en una maceta!”95
Todo lo anterior, nos indica que tuvieron que enfrentarse a condiciones señaladas por los certificados de inafectabilidad, asunto que, por tratarse de un aspecto eminentemente del siglo XX, ya no fue revisado con la misma atención en esta tesis. En el caso de San Diego de los Padres, y como lo menciona Jorge Barbabosa Torres: El casco de la hacienda y las fracciones de tierra que pudieron conservar los Barbabosa Ballesteros en la Hacienda de San Diego de los Padres, quedaron al final en manos del gobierno, el resto fue invadido desde 1933 por los agraristas.96
UN CASO DE LUCHA POR EL PODER Y EL CONTROL DEL GANADO BRAVO EN ATENCO ENTRE 1862 Y 1863: TOMÁS HERNÁNDEZ vs AGUSTÍN LEBRIJA.
A mediados de 1862 comenzó a darse en el cercado de Atenco un conflicto que alcanzó proporciones bastante delicadas, debido a que Tomás Hernández El Brujo97 era el Caudillo, o jefe de los chilcualones, encargados en las tareas de la vaquería. 95
Véase Anexo número tres: Entrevistas. Jorge Víctor Barbabosa Torres: “La familia Barbabosa, la hacienda de Atenco y otras más del valle de Toluca”, en: Separata de las memorias de la Academia mexicana de genealogía y heráldica. México, 1991. p. 131-265. Ils., retrs. 97 Tomás Hernández “El Brujo”. De don Tomás se cuentan muchas cosas increíbles que parecen sobrenaturales, y por eso le llamaban “El Brujo” con sobrada razón. Hechizaba a los toros con sólo verlos; en el campo se metía entre ellos para darles de comer y, como mansos borregos se dejaban coger por el lomo. Don Tomás les pasaba su áspera mano haciéndoles caricias en la frente y en el hocico. Casi a diario hacía esta operación entre el espanto de los vaqueros y nunca sufrió el menor incidente porque siempre lo respetaron los toros. Mucha gente recuerda las hazañas de don Tomas, y por ejemplo una de ellas es contada así: En las plazas de toros del rumbo, bajaba al ruedo -vestido de civil- y entre el azoro de los espectadores comenzaba a dar gritos a los toros, aunque estuviera picado y banderillado, y caminando poco a poco en dirección del animal este se le arrancaba como 96
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Tomás es en esos momentos un maestro consumado, porque sabe y conoce todos los secretos, todos los movimientos que ocurren en los cercados de la hacienda atenqueña. Esto le garantiza cierta inmunidad, en tanto privilegio que lo llevó a ser impune. Por eso Agustín Lebrija, entonces administrador de la hacienda, le dice a su hermana Da. Ana María Lebrija de Cervantes, a la sazón, esposa de José Juan Cervantes, en carta fechada en Toluca el 29 de noviembre de aquel año lo siguiente: Toros, han ido y no he tenido razón ninguna así es que, si Tomás ha de hacer lo que quiere avísamelo para mi gobierno y dese mi responsabilidad en lo que hago el nuevo administrador esto solo a tí te lo digo de estos procederes estoy cansado, pues en el cercado han hecho prodigio y medio con los pastos, en fin pronto te escribiré largo sobre este asunto. Si consideras que hay incomodida por lo que no hables nada, pones en la misma tarde recibido que tu Conde escribió a Tomás para que le mandara la corrida y lo cierto es que yo no he visto tal carta y solo me avisó el Caudillo que se llevaban para Méjico seis toros que pedía el amo.98
Leyendo entre líneas, se percibe una lucha por el poder entre Lebrija y Hernández (aunque este último garantizaba para sí mismo un coto de poder cuyas barreras fueron sus amplios conocimientos que podía ocultar o condicionar, bajo el respaldo absoluto del “l´amo”). De ahí que Agustín estuviese preocupado en buscar un “nuevo administrador”, que más adelante podrá verse a quien se le designó dicha responsabilidad. Lebrija en cuanto tal, se siente rebasado, desplazado inclusive por un círculo de poder y control adquirido por el Caudillo. Derrama gotas de hiel, tiene coraje de los hechos que viene causando el Brujo, entre otros, los de prodigio y medio con los pastos. El prodigio como tal no existe. En todo caso se refiere a que cometió barbaridad y media, estropeando “los pastos”. Y puede afirmarse a partir de la carta que el mismo Lebrija fechó el 8 de marzo de 1863, analizada párrafos adelante. Por el demonio para ensartarlo; entonces la muchedumbre lanzaba un grito de terror, pero intempestivamente quedaba la plaza en completo silencio, hasta poderse oír el zumbido de una mosca, cuando el toro se quedaba enfrente de don Tomás, quien sin mostrar nada de miedo, sino al contrario con la sonrisa en los labios y con valor inaudito, se acercaba más al toro para acariciarle el hocico y la frente; sacaba un puño de yerba que llevaba en la bolsa del pantalón y le daba de comer. Luego regresaba paso a paso a la barrera, brincaba las trancas y subía a las gradas entre los abrazos y la gritería del público que lo aclamaba con delirio. Tomás Hernández salvó la vida del general don Manuel González y también al coronel Limón en una situación crítica cuando se vieron perseguidos por el general Ugalde. Fuente: REVISTA DE REVISTAS (s.a. y s.n. Méx., ca. 1935). 98 [B.N./F.R./C.S.C.], Caja número 22, documento Nº 94: Lebrija, Agustín, carta a D. Ana Ma. Lebrija de Cervantes en la ciudad de México le informa de las dificultades para vender maíz, de la cosecha de cebada y de toros para corridas. Toluca, 29 de noviembre de 1862.-2f.
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momento, me concretaré a terminar con este asunto. Ahora bien, el manejo independiente pero compartido de la correspondencia, sostenida entre Lebrija y Tomás con don José Juan Cervantes causaba “incomodida” al angustiado Agustín, porque El Brujo podía arreglar cualquier asunto con el propietario, dejando con un palmo de narices al administrador de la hacienda, que le pide a su hermana lo tenga al alba en tanto se entere de una carta que envió Tomás Hernández a don José Juan, concretándose aquel a mandar una corrida bajo su conducción y custodia, asunto que con toda seguridad era una tarea común, donde Tomás consumaba el privilegio de “hacer lo que quiere”. De esa forma hizo lo que quiso y se fue a la ciudad a dejar los toros para el Paseo Nuevo,99 y de paso visitar al señor Cervantes, con quien existía completa libertad para platicar con él, darle su propia versión y sentirse protegido. Era pues, el “favorito” de don José Juan. Las cosas se complicaron aún más en marzo de 1863. Agustín Lebrija vuelve a escribirle a su hermana Da. Ana María el día 8 de aquel mes en estos términos: Muy querida Gordita: con ancia de saber de Uds. y por saber hoy de un nuevo robo grande, dime y pongamos (sic) de acuerdo por lo que pueda suceder. Los toretes por fin no salieron porque hubo enfermedad en la corriente del Gral. Beltrán y ni así se fue Tomás y sin embargo de que Gregorio le dio tu recado desde hoy hace ocho días, pues como te dije, tu carta la recibí después de 8 días sin embargo en el acto dispuse se fuera. Te hablaré claro respecto a Tomás y familia que todos los mozos están muy disgustados con ellos, principalmente Guadalupe el Caudillo que es el responsable del cercado, y como a este le pido cuentas de los partes y muchas partidas las recoje José Ma. (Hernández) y solo Dios sabe lo que se vuelve, pues aunque este dice lo que recibe ya ha cojido varias denuncias como el que tu sabes. A Tomás respecto de esa nota te diré nada en su obsequio porque estoy satisfecho de su manejo, pero como tu sabes no es para nada de eso, y todo lo enreda, así es que José María es el bravo. Hace ocho días que se queja un vaquero de que José María le pegó y por tal asunto se sacaron prodigios. Las circunstancias me contienen para correjir sin embargo te lo aviso para que sepas y no te cuenten chismes, lo que hice fue regañarlos a todos. El sueldo de José María es nocivo a la raya porque ya no trabaja cosa en los corrales, así es que solo está ya de cuidador que con Tomás sobre pues ya las cobranzas ni caso hacen y todos los días digo que cobren, en esto hay mucho enmiendo como te diré en otra vez. 99
Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y..., op. Cit., tomo I pág. 166. No hubo corridas de toros en todo el año (de 1862) en la ciudad de México, excepto una que se organizó en la Plaza del Paseo Nuevo el domingo 9 de noviembre, a beneficio de los hospitales militares, así como una de aficionados, también en la misma plaza, a fines de año. De enero a octubre, la plaza de toros del Paseo Nuevo sirvió primeramente de local para un circo ecuestre norteamericano y luego para que el profesor de la misma nacionalidad, Samuel Wilson, efectuara ascensiones en globo.
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Con disimulo no dejes de preguntarle a Tomás sobre cobros y si hay animales de pastos que paguen. 100
Dicha carta nos acerca a varios pasajes de vida cotidiana que bajo la historia de las mentalidades101 nos arrojaría vertientes interminables y muy ricas. Por otro lado, Atenco era botín de constantes robos. En un documento fechado en1818 se decía que [en 1810] se acercó a estas inmediaciones el cabecilla cura Hidalgo sufrió esta hacienda una extracción considerable de reses... Además los yndios así arrendatarios y circunvecinos se insurgentaron (y) cada uno se tomó la cabeza [de ganado] que pudo, destruyendo zanjas y haciendo cuanto perjuicio pudieron.102
La corriente del Gral. Beltrán debe haber sido algún atajo o sitio donde se manifestaron condiciones epidémicas o de insalubridad que impidieron el paso de los toretes de un lugar a otro dentro de los mismos cercados, motivo suficiente para que Tomás no saliera de Atenco como era el deseo de Agustín. ¿Qué alboroto armaría Tomás que “todos los mozos están muy disgustados” con él y su familia? En esos momentos, El Brujo no era más que El Brujo y no ostentaba el grado de Caudillo que sí tuvo Guadalupe, o sea José Guadalupe Albino Díaz, además, padre del famoso torero Ponciano del mismo apellido y que habría de convertirse en esos momentos en el nuevo administrador. Guadalupe era un personaje de amplios conocimientos, pero incómodo al movimiento de rebeldía que encabezaban los Hernández, sobre todo Tomás y José María su hijo que está interviniendo e interfiriendo en los reportes que Guadalupe prepara para informar al administrador que va a enfrentar el conflicto. Es decir, Agustín
100
[B.N./F.R./C.S.C.], Caja número 22, documento Nº 100 Lebrija, Agustín, carta a Da. Ana Ma. Lebrija de Cervantes en la ciudad de México, le informa de toretes que no salieron y sobre disgustos con Tomás y familia y problemas con el sueldo de José María. Toluca, 8 de marzo de 1863.-2f. 101 Sergio Ortega Noriega, et. al.: “Introducción a la historia de las mentalidades” (p. 87-95). En: El historiador frente a la historia. Corrientes historiográficas actuales. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1992. 129 p., (Serie Divulgación/I)., p. 89-90. La historia de las mentalidades se ocupa principalmente de las formas ordinarias de la vida humana, de lo cotidiano, porque son los comportamientos corrientes los que mayor relación tienen con la percepción del mundo que se forjan las personas. La historia se ocupa de la sociedad, y lo cotidiano forma parte inseparable de la vida social. Al historiador de las mentalidades le interesa averiguar la manera como los hombres del pasado percibieron los hechos que vivieron. En otros tipos de historiografía se analizan los hechos –y se analizan muy bien- pero en historia de las mentalidades además de conocer los hechos, interesa saber algo más sobre los actores de los hechos: se pretende conocer de qué manera los actores percibieron lo que hicieron; de que manera entendieron su mundo, y cómo esa preocupación influyó sobre sus comportamientos, ya estimulándolos, ya inhibiéndolos. El objeto de estudio es un trinomio: una representación mental, un comportamiento y la relación entre ambos. 102 [B.N./F.R./C.S.C.], Caja número 11, documento Nº 12 Testimonio de D. Martín Ángel de Michaus sobre los productos y beneficios de la hacienda de Atenco, 1818. Legajo 15 f.
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Lebrija. El Caudillo y Lebrija sabían en esos reportes que existieron varias denuncias (lógicamente perdedizas) “como el que tu sabes” refiriéndose abiertamente a Tomás, que no es El Brujo, sino el Rebelde. “A Tomás (...) te diré nada en su obsequio”. No hay elogios abiertos a quien se ha convertido en un insurrecto, en el personaje que no llega a ningún acuerdo con Lebrija pero en relación al trabajo “estoy satisfecho de su manejo”. Lamenta Agustín que Tomás “todo lo enreda, así es que José María es el bravo”. Si Tomás “mete cizaña” y origina con ello un ambiente de intrigas, pues resulta que José María emplea la fuerza y hasta es capaz de golpear a un vaquero y decirse ambos lindezas y “prodigios” echando mano de un amplio repertorio de “palabrotas” que se “sacaron” cada quien enturbiando el ambiente. Lebrija se enfrenta a una situación crítica, la cual tiene un remedio: la reprimenda, el engaño: “lo que hice fue regañarlos a todos”, le escribe a su hermana. Mantener a José María que ya no trabaja más que como cuidador es un conflicto, pero su paga y la de Tomás se quedan “y todos los días digo que cobren” sin que se acerquen a cumplir con ese derecho, apunta Lebrija. Agustín le pide a su hermana esté atenta en cuanto vea a Tomás para preguntarle “sobre cobros y si hay animales de pastos que paguen”. Poco después El Brujo desapareció intencionalmente y el caos se hizo presente con el ganado que pastaba pero no podía beber agua, porque ahí el papel de los vaqueros es indispensable para conducir los toros de un lugar a otro, por lo que esto debe haber puesto las cosas al rojo vivo. ¿Vino la solución? Tal vez. ¿Qué quería Tomás demostrando con todo lo que hemos visto? ¿La antítesis de sus conocimientos? Probablemente: a)Operar con absoluta independencia, tomando acuerdos exclusivamente con el Sr. José Juan Cervantes. b)Desconocer con todas esas acciones ya referidas al “administrador”. c)Encabezar y hacer destacar a un grupo de expertos con amplios conocimientos quienes, en la posibilidad de verse bloqueados o frenados, los que ponen a funcionar la rebeldía como bandera. .71.
Al comenzar estas notas se habló de la génesis y desarrollo del conflicto. ¿En qué terminó? Varios años después (1875)103 encontramos que Tomás Hernández ostenta el cargo de Caudillo
jubilado,
cargo
vitalicio
que
le
garantizó
permanencia
(de
15
años
aproximadamente), así como el derecho de mantenerse firme en una función que nunca quiso perder, a costa incluso de rebeliones y levantamientos de él o con él y su familia. Aquí pongo fin a un caso de lucha por el poder manifestado abiertamente entre Tomás Hernández El Brujo y El Caudillo al mismo tiempo, en contra del representante del Sr. José Juan Cervantes, Agustín Lebrija. Esa lucha es por el control en el cercado, del ganado de bravo, de las tierras de que se nutren los toros. Y ambos personajes no aspiran más allá que a esto. El Conde sigue siendo, para uno y para otro “su” protector y quizá, se sirva de ambos, aunque ambos entren en conflicto. El caso es que el ritmo de producción en Atenco no sea entorpecido, puesto que los toros siguen enviándose a las plazas con la periodicidad acostumbrada. Atenco es una hacienda que durante esos años en particular alcanza proporciones muy importantes en producción de cabezas de ganado vacuno en general, y toros bravos o para la lid, en particular. En esto último, se puede comprobar la afirmación de Charles A. Gibson en el sentido de que los hacendados actuaban ya como protector, ya como abogado, 104 función mediadora que operaba del mejor modo posible para evitar insurrecciones. En el caso de Atenco, de la revisión hecha a los documentos del fondo Condes Santiago de Calimaya, no se desprende ninguna actitud intolerante por parte del hacendado. En todo caso, se podría encontrar algún 103
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja número 34, documento s/n Pormenor de Chilcualones de la had.a. principal en la semana Nº. 22 del 23 al 29 de mayo de 1875 Caudillo: Vaquero: “ : “ : “ : Carrocero: Caballerango: Caudillo jubilado:
Felipe Hernández Luis Díaz José Díaz Toribio Díaz Miguel Díaz José Ma. Díaz Qurino López Tomás Hernández
$1,00 $1,00 $1,00 $1,00 $1,00 $5,50 $0,50 $2,00 $13,00 104 Charles Gibson: Los aztecas bajo el dominio español (1519-1810). Traducción de Julieta Campos. México, Siglo XXI, 1967. 531 p., fots., maps., grafs., p. 288: El hacendado actuó como protector y abogado de sus indios contra las presiones del exterior. El encomendero debió haber desempeñado las mismas funciones según la ley, pero nunca lo hizo.
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ejemplo en el papel desempeñado por los administradores. El ejemplo anterior deja ver que quien más intervenía en la toma de decisiones in situ, era el propio administrador, quien reportaba estos acontecimientos en la permanente correspondencia habida con los propietarios. En el caso de los grandes propietarios que se establecieron en el rumbo del valle de Toluca, encontramos los siguientes datos: En el distrito de Toluca se localizaban importantes propietarios de haciendas, algunas de gran extensión territorial. En 1893 aparecen en los censos oficiales propietarios, los Riba y Echeverría, propietarios de la Gavia, en Almoloya de Juárez, con una extensión de 64,500 hectáreas; Trinidad Pliego, propietario de la hacienda de Suchitepec, en Villa Victoria, con una extensión de 17,136 hectáreas; Vicente Pliego, la hacienda de Ayala, también en Villa Victoria, con 8,361 hectáreas de superficie; los hermanos Henkel, propietarios de la hacienda de la Huerta, en Zinacantepec, con 4,138 hectáreas; Joaquín Cortina, dueño de las haciendas de Mestepec y San Cristóbal, en Almoloya de Juárez, con 3,440 hectáreas; Ramón Díaz, la hacienda de Salitrillo en Almoloya que tenía 3,096 hectáreas; Antonio Pliego, propietario de la hacienda de Cano, en Zinacantepec, 2,580; Josefa Arias, dueña de la hacienda del Río en Almoloya; y Luis Pliego y Pliego que poseía la hacienda de Tejalpa en Zinacantepec, de 2,150 hectáreas.105
Por alguna razón se omitió el dato de la hacienda de Atenco, propiedad, en ese mismo año de 1893 de la sociedad Rafael Barbabosa, Sucesores, que poseían cerca de las 3,000 hectáreas, lo que les da la condición de hacendados en potencia. Dentro de las propias características de la hacienda, se dio el fenómeno de la retención de los peones acasillados mediante el sistema de deudas aplicado a través de la tienda de raya.106 Sin embargo, como un contraste a este típico sistema que comprometía a las partes, María Eugenia Romero Ibarra: “Manuel Medina Garduño: Entre el porfiriato y la revolución en el estado de México. 1852-1913”. Tesis de doctorado en Historia. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1996. 373 p. Ils., retrs., p. 120. 106 García Luna: Haciendas Porfiristas..., op. cit., p. 27-28. (Francisco) López Cámara consigna la apreciación que este respecto describe Ambroy en una carta que dirige al Ministerio de Asuntos Extranjeros en Francia en el año de 1854: “...para reducir a los indios a un estado próximo al de la servidumbre, los medios que se ponen en práctica son sumamente simples. En cada hacienda el propietario posee una tienda provista con todos los objetos que pueden necesitar sus trabajadores... El indio... no resiste el deseo de procurarse inmediatamente de las mil baratijas que impresionan su vista y excitan su codicia. No tiene dinero para satisfacer este deseo irresistible, pero el mayordomo le abre un crédito en la tienda del hacendado, y hace uso de él con la despreocupación del niño que no se da cuenta que de este modo enajena su libertad. Jamás se le hacen observaciones a este respecto. Se le deja tomar a discreción todo aquello que desea, todo aquello que cae en su mano. La liberalidad del amo, sin embargo, tiene límites trazados de antemano: no va más allá de 60 a 80 pesos. Tan pronto como esta cifra ha sido alcanzada, se detiene su magnificencia, y a partir de este momento, la persona del indio le queda comprometida para siempre; pues la ley acuerda al propietario el derecho de regresar por la fuerza a su hacienda al trabajador que la abandona sin haber sido previamente liberado por él. En: Francisco López Cámara, La estructura económica y social de México en la época de la Reforma. 2ª ed. México, Siglo XXI Editores S.A., 1973. 236 p.). 105
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se encuentra un contraste que apunta hacia otra dirección en cuanto al hecho de que independientemente de la existencia de dicha “tienda”, el trabajador en la hacienda de Atenco era beneficiado con sueldos pagados, a pesar de ciertos momentos críticos. 107 En la documentación que se revisó del Fondo: Condes Santiago de Calimaya, puede observarse un particular interés de los administradores por ejercer su mando en cuanto al tipo de quehaceres cotidianos vinculados con la cosecha o el cuidado del ganado, del que emanaban diversos reportes dirigidos permanentemente al propietario, comunicación de la que esperaban respuestas contundentes, mismas que acataban, dando desenlace a diferentes propósitos, sobre todo cuando mediaba un negocio constante, del que generalmente sobresalía la venta de encierros de toros de lidia enviados a las diferentes plazas con las cuales se generaba un contrato seguro.
107
[B.N./F.R./C.S.C.] Véanse documentos relacionados con los números: 32, 34, 40, 53, 98, 115, 143 y 147 registrados en el anexo número uno de esta tesis.
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CONCLUSIONES
Un escenario como el que se presenta en este primer capítulo, permite entender el entorno, el contexto general de la hacienda de Atenco en todos sus sentidos, para comprender el estado de cosas propio de la unidad de producción agrícola y ganadera en estudio, con el propósito de ubicarnos en tiempo y espacio y asistir así a cada uno de los segmentos del siglo XIX, luego de una indispensable pero breve visita por los siglos virreinales. El enfoque que he querido perfilar a esta tesis, tiene como objeto circunscribirnos a la interesante actividad empresarial primero; de manejos y aplicación de criterios de selección después (es decir la crianza en su sentido más claro) de los ganados que allí se reprodujeron para enviarlos a las plazas de toros, cubriéndose perfectamente la negociación establecida entre el administrador y el empresario o asentista. Lo demás, como veremos más adelante, quedaba supeditado al azar o a la forma en como los ganados eran desplazados de un lugar a otro, tratando de aprovechar los pastos que allí se daban, lo cual se reflejaba en el comportamiento directo durante su lidia. Debe quedar claro que Juan Gutiérrez Altamirano, como todos los estancieros de la Nueva España, trajo sus animales de las Antillas. A los pocos años se reproducían desorbitadamente haciendo imposible todo control y selección, requisito indispensable para la crianza del toro bravo, fenómeno que no se dio inmediatamente como se ha dicho de manera equivocada. Para ello fue necesaria la presencia de ganado criollo y mostrenco que fue el que se lidió a lo largo del virreinato. Como ya se especificó, no es sino hasta el siglo XVIII cuando surge el concepto de ganadería de toros bravos en España, y en México hasta finales del siglo XIX. Bastaba con que los astados tuvieran cierta disposición para embestir, para organizar con éstos interminables festejos taurinos. En este capítulo se tuvo necesidad de apuntalar el significado del toro dentro del espectáculo no solo durante el virreinato, sino en el siglo XIX, gracias a toda esta estructura que logra incentivar un mercado desde la ganadería misma, para entender la cuestión capitalista del toreo, la cual quedó bajo el control de empresarios y hacendados quienes, junto al gobierno cuando se trataba de apoyar obras públicas, fueron quienes se encargaron de estimular dicho sistema. .75.
Fue necesario aprovechar este espacio para desmitificar un aspecto que, como dogma ha cundido sin fundamento alguno entre los “aficionados” a los toros, pero no entre los historiadores, al respecto del origen incierto del pie de simiente que se formó en Atenco, a raíz de la tesis de Nicolás Rangel. Gracias a dos textos periodísticos tanto de 1884 como de 1887, nos enteramos de que la idea dominante en esas épocas no estaba tan alejada de la mencionada “tesis”, pero mostraban otros elementos que contrastaron definitivamente con lo dicho por el autor de la Historia del toreo en México. A todo lo anterior, se suma una profunda reflexión hecha a partir de otras lecturas indispensables. El caso que enfrentaron Tomás Hernández y Agustín Lebrija es una clara muestra de los intereses de control que uno y otro manifestaron no solo en el campo. También en el constante intercambio epistolar, única forma de comunicación habida con el propietario, que parece optar por uno y por otro, en función de sus personales habilidades, pero mediando de la mejor manera posible para no perder su apoyo. Contar con hombres experimentados era uno de los secretos que seguramente mantenía la elite para afianzar sus intereses. Por lo demás, no podemos olvidar una afirmación que sostengo nuevamente aquí: Es entonces el valle de Toluca uno de los primeros sitios donde se llevó a cabo la revolución agrícola inicial en toda Mesoamérica. Tierras aptas para la siembra y mejor espacio para pastoreo de ganado mayor y menor. O lo que es lo mismo, allí es donde da comienzo tan importante actividad que luego se extendió a territorios propicios, tanto en la Nueva España como en el México independiente, lográndose una condición de mercado que se estableció en el propio valle de Toluca o Guadalajara, permitiendo transacciones que consolidaron otras instancias.
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CAPÍTULO II: ALGUNOS ASPECTOS DEL ESPECTÁCULO TAURINO EN EL MÉXICO DEL XIX.
a)El toreo antes y después de la independencia.
Durante el siglo XVI, criollos, plebeyos y gente del campo enfrentaban o encaraban ciertas leyes que les impedían montar a caballo.108 Aunque impedidos, se dieron a ejecutar las suertes del toreo ecuestre de modo rebelde, sobre todo en las haciendas. En pleno siglo XVIII, los que llegaron a ejecutar el repertorio de suertes tuvieron que hacerlo ocultándose detrás de una máscara. Por eso, a muchos de los festejos que todavía se daban durante la época del virrey Bernardo de Gálvez, uno de ellos descrito por Manuel Quiroz y Campo Sagrado, autor de la obra: Pasajes de la Diversión de la Corrida de Toros por menor dedicada al Exmo. Sor. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, 1786,109 a la sazón, un muy buen aficionado, comenta que se les llegó a conocer como “tapados y preparados”. Pero el toreo a pie ya dominaba el panorama. Lo anterior, se suma al universo de contrastes que comenzaron a surgir en tanto la nueva casa reinante los Borbones sustituían a los Austrias. Esto ocurrió exactamente en 1700. Es conocido el hecho de que Felipe V manifestó un abierto desprecio a ciertas costumbres comunes en la España. El toreo fue víctima de aquel desaire y aunque los nobles se mantuvieron erguidos montando briosos corceles y ejecutando lo mejor que hasta ese momento era la tauromaquia de a caballo, 108
Fue así como el Rey instruyó a la Primera Audiencia, el 24 de diciembre de 1528, para que no vendieran o entregaran a los indios, caballos ni yeguas, por el inconveniente que de ello podría suceder en “hazerse los indios diestros de andar a caballo, so pena de muerte y perdimiento de bienes... así mesmo provereis, que no haya mulas, porque todos tengan caballos...”. Esta misma orden fue reiterada por la Reina doña Juana a la Segunda Audiencia, en Cédula del 12 de julio de 1530. De hecho, las disposiciones tuvieron excepción con los indígenas principales, indios caciques. 109 Salvador García Bolio y Julio Téllez García: Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado. México, s.p.i., 1988. 50 h. Edición facsimilar.
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hacia 1730 eran ya muy pocos los caballeros que defendían una causa vigente desde siglos atrás, y una multitud de plebeyos arribaban al escenario poniendo en funciones el toreo de a pie, el cual partía de su expresión más primitiva pero que, al cabo de los dos siglos inmediatos, dicho quehacer, como lo vemos hoy, alcanza ya lo mejor de su expresión, luego de que durante varias generaciones este fue motivo de constantes cambios y rutas que lograron ponerlo en el sitio que, como ya se apuntó, ocupa esplendoroso hasta el día de hoy. Como dice Juan Pedro Viqueira Albán en su libro ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el Siglo de las Luces: Las corridas dejaron de realizarse exclusivamente para festejos políticos o religiosos y se organizaron temporadas que no tenían otro objeto que recabar fondos para las cajas del Estado.110
Esto es, que también el aspecto administrativo y de organización tomó otro sentido, el cual durante algún tiempo no se pudo controlar, por lo que de pronto los asentistas (o empresarios), quedaban sujetos a la especulación de los precios. Estos asentistas, para lograr atraer al público que poco interesado estaba, comenzaron a añadir a sus espectáculos “multitud de pequeñas diversiones que le hicieron perder por completo su carácter original de ejercicio de caballería”.111 A esto, debe agregarse el hecho de que siendo la plaza de toros del Volador la única en que se permitían corridas para celebrar la entrada de los virreyes o por fiestas reales, aparecieron otros cosos en donde ese nuevo tipo de manifestaciones poco a poco fue adquiriendo fuerza y presencia. Así, surgieron plazas efímeras como: la Plaza Mayor, Chapultepec, la de Don Toribio, San Diego, San Sebastián, Santa Isabel, Santiago Tlatelolco, San Lucas, Tarasquillo, Lagunilla, Hornillo, San Antonio Abad y la Real Plaza de toros de San Pablo, escenario este, de la mayor representatividad en aquella época, que va de 1788 a 1864 con sus respectivos cortes, motivo de incendios, suspensiones, desmantelamientos o por su mal estado. El significado de que una casa como la de Borbón -francesa de formación- sirva para crear una reacción de choque con el pueblo español, está en entredicho. Felipe de Anjou plantea a
110
Juan Pedro Viqueira Albán: ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la ciudad de México durante el siglo de las luces. México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 40. 111 Op. cit., p. 47.
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Luis XIV112 su tío, que si bien es francés de origen, reina un pueblo como el hispano con el que tendrá que adaptarse a su circunstancia, afrancesándose las costumbres sí, pero sin que desencadenara aquello en un disturbio de orden antinacional, por motivo de sentido monárquico. Con la diversión de los toros, España, que vive intensamente el espectáculo sostenido por los estamentos, va a encontrar que estos no tienen ya mayor posibilidad de seguir en escena, pues el agotamiento que acusa el toreo barroco se vio, desde los primeros años del siglo XVIII, acentuado por el desdén con que Felipe V, el primer rey español de la dinastía francesa de los Borbones trató a la fiesta de toros.113
De tal suerte que lo mencionado aquí, no fue en deterioro de dicho quehacer; más bien provocó otra consecuencia no contemplada: el retorno del tumulto, esto es, cuando el pueblo se apodera de las condiciones del terreno para experimentar en él y trascender así su absoluta y definitiva posesión. Sin embargo José Alameda (Carlos Fernández Valdemoro) dice que el carácter que Felipe V tiene de enemigo con la fiesta es refutable. Refutable en la medida en que La decadencia inevitable de la caballería y el cambio social con que la clase burguesa va desplazando a la aristocrática bajarán pronto al toreo del caballo.114
Sobre esta transformación, Néstor Luján ofrece factores testimoniales de acentuado interés al tema. Señala como una de las causas principales el cambio de manera de montar: pues se pasó de la ágil "a la jineta" a la lenta brida, con lo cual era difícil quebrar rejones. Con este sistema, es lógico que, refrenados los caballos se usase la vara de detener, que es la de los picadores. Sea como fuere, el caso es que las fiestas de toros a caballo empezaron a desaparecer. Con la gran fiesta de 1725 (del 30 de julio de 1725), afirma Moratín que se "acabó la raza de los caballeros". Y entonces, como paralelamente a esta desgana de los 112
Antonio Domínguez Ortiz: Sociedad y estado en el siglo XVIII español, p. 33. En 1709, la situación en Francia era demasiado crítica al grado que Luis XIV estaba ya resuelto(...)a renunciar a la lucha, sacrificando, si era preciso, a su nieto. No conformes con esto, los aliados exigían que el rey francés, con sus propias tropas, expulsara a Felipe V de España, suprema humillación a la que se negó. Por su parte, Felipe, ya por iniciativa propia, ya por impulsos de la reina y de la princesa de los Ursinos, mostró una determinación poco común en él y ofreció a sus pueblos luchar hasta el fin, con la ayuda francesa o sin ella, para mantener la Corona de España en su integridad. 113 Pedro Romero de Solís, et. al.: Sevilla y la fiesta de toros. Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla, 1980 (Biblioteca de temas sevillanos, 5). 158 p. ils., p. 62. Una idea de corte totalmente opuesto pero que es interesante considerarla, la ofrece Enrique Gil Calvo en Función de toros. Una interpretación funcionalista de las corridas. Madrid, Espasa-Calpe S.A., 1989. 262 p. Ils. (La Tauromaquia, 18)., p. 144. 114 José Alameda: El hilo del toreo. Madrid, Espasa-Calpe, 1989. 308 p. ils., retrs. (La Tauromaquia, 23)., p. 41.
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próceres por lo español, se desarrollaba un movimiento popular totalmente contrario, empiezan a tener éxito las corridas de a pie.115
Por su parte Alameda aduce que a Felipe de Anjou se le achaca el haber puesto fin a las fiestas del toreo a la jineta por despreciables, contribuyendo a su inmediata liquidación. Indudablemente esto último es cierto. Pero ahí se detienen sus críticos, a quienes se les olvida o desdeñan el resto de la cuestión, su contrapartida.116
Justifica este autor una serie de razones como el amanecer ilustrado que fue dándose en el curso de esa centuria, la más revolucionaria en el sentido de la avanzada racional. Pero estamos en el tramo comprendido entre 1725 y 1730. Ha pasado ya un cuarto de siglo luego de la toma del poder monárquico en España por parte del quinto Felipe. La caballería se halla en quiebra. El toreo a la jineta es un muerto en pie, que sólo necesita un empujón para derrumbarse. Pero el toro, raíz de la Fiesta, sigue ahí plantado en el plexo solar de España. Y frente a él está el pueblo. Pueblo y toro van a hacer la fiesta nueva. No el monarca(...).117
Y ese pueblo comienza por estructurar el nuevo modo de torear matando los toros de un modo prehistórico, con arpones y estoques de hoja ancha, y torean al animal con capas y manteos o con sombreros de enormes alas, que promovieron, al ser prohibidos, el grotesco y sangriento motín de Esquilache. Benjamín Flores Hernández acierta en plantear que El arte taurómaco se revolucionó: la relación se había invertido y ya no eran los de a pie los que servían a los jinetes sino estos a aquellos.118
Todavía llegó a más el monarca francés: apoyó por decreto de 18 de junio de 1734 al torero Juan Miguel Rodríguez con pensión vitalicia de cien ducados. Apoyó asimismo la construcción de una plaza de madera para el toreo de a pie, cerca de la Puerta de Alcalá, que se inauguró el 22 de julio de 1743. Y todo ello ¿con qué propósito? (...) halagar al pueblo y mostrarle que está con él. No es permisible que Felipe realizara aquellos actos por lo que llamamos afición a los toros, por taurinismo, sino para ganarse su simpatía y su apoyo. Ello parece obvio.119 115
Néstor Luján: Historia del toreo. 2a. edición. Barcelona, Ediciones Destino, S.L. 1967. 440 p. ils., retrs., grabs., p. 13. 116 Alameda, Op. cit. 117 Ibidem. 118 Benjamín Flores Hernández: La ciudad y la fiesta. Los primeros tres siglos y medio de tauromaquia en México, 1526-1867. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1976. 146 p. (Colección Regiones de México)., p. 31. 119 Alameda, Ibidem., p. 43.
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Lo anterior fue causando desórdenes mayores y la arena se fue convirtiendo en auténtica congregación no solo de público. También se podían ver limosneros, aguadores, vendedores de frutas, dulces y pasteles, por lo que la autoridad tuvo que poner fin a los desmanes promulgando bandos como los que aplicaron en 1769, 1787 y 1794 respectivamente. Llegó momento en que las corridas, o remedo de estas solo cumplían la lógica de la ganancia y el consumo, lo cual se tradujo en protesta popular, a fines del siglo XVIII. ¿Qué trajo consigo todo esto? En opinión de los ministros de las cajas reales, era necesaria ya una plaza fija, capaz de servir y funcionar en cuanta corrida se organizara. Dicha realidad se daría hasta 1815, año en el que la plaza de San Pablo adquirió el carácter correspondiente para cubrir con aquellas nuevas necesidades. Hipólito Villarreal en su libro Enfermedades políticas que padece la capital de esta Nueva España... ya manifiesta, como lo hicieron algunos funcionarios, que las fiestas de toros ocasionaban que oficinas de gobierno dejaran de trabajar en los días de corridas; el gasto familiar se veía mermado por las fuertes cantidades que se gastaban en el espectáculo; que los subalternos exigían todo a sus patrones, que les costearan la entrada a la plaza, amenazándoles con dejar el trabajo si no satisfacían sus deseos. Va a ser importante referir las maneras en que los novohispanos de fines del XVIII reciben y aplican las alternativas de la "reacción castiza" propia del pueblo español, reacción que aquí se incrementó junto a otra de similares condiciones. Me refiero a la reacción criollista, 120 que enfrentó los ataques de parte de ilustrados europeos entre algunos de los cuales opera un cambio de mentalidad irracional basado en la absurda idea que tuvieron sobre América. George-Louis Buffon, Guillaume-Thomas Raynal, Cornelius de Pauw se encargan de despreciar dicha capacidad a partir de puras muestras de inferioridad, de degeneración. Para
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Edmundo O' Gorman: Meditaciones sobre el criollismo. Discurso de ingreso en la Academia Mexicana correspondiente de la Española. Respuesta del académico de número y Cronista de la Ciudad, señor don Salvador Novo. México, Centro de Estudios de Historia de México, CONDUMEX, S.A., 1970. 45 p., p. 24. El criollismo es, pues, el hecho concreto en que encarna nuestra idea del ser de la Nueva España y de su historia; pero no ya entendido como mera categoría racial o de arraigo domiciliario, ni tampoco como un "tema" más entre otros de la historia colonial, sino como la forma visible de su interior dialéctica y la clave del ritmo de su desenlace.
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ellos, el Nuevo Mundo es equivalente a una subcategoría, basada concretamente en 3 elementos: 1)la sed de oro de los conquistadores, 2)la brutalidad contra los recién conquistados y 3)la imposición terrible de la religión católica. Y el fondo de la crítica era muy claro: España había triunfado ante pueblos bárbaros sin pulimento ni civilización. Ese conjunto de diatribas sirve para mover al criollo a su natural malestar y a preparar respuestas que comprueben no solo igualdad sino un hondo deseo de mostrar toda su superioridad, lo cual le permite descubrirse a sí mismo. Ese modo de comportarse da al mexicano sellos originales de nacionalismo criollo, un nacionalismo que no se significará en cuanto tal para el toreo, aunque este va a asumir una propia y natural expresión. Y si natural llamamos al estado de cosas que se anunciaba, es decir, la independencia, ésta se enriqueció a partir de factores en los que A pesar de encontrar oposición, España continuó con la extensa reorganización de su imperio durante los últimos años del siglo XVIII, proceso al que comúnmente se le conoce como las Reformas Borbónicas. 121 Estableció un ejército colonial, reorganizó las fronteras administrativas y territoriales, introdujo el sistema de intendencias, restringió los privilegios del clero, reestructuró comercios, aumentó los impuestos y abolió la venta de oficios. Estos cambios alteraron antiguos acuerdos socioeconómicos y políticos en detrimento de muchos americanos.122
Luego, con el relajamiento van de la mano el regalismo y un centralismo, aspectos estos importantísimos para la corona y su política en América desde el siglo XVI, de los cuales se cuestiona si favorecieron o contrariaron el carácter americano. Ello es posible de confirmar en las apreciaciones hechas por Hipólito Villarroel en su obra de 1769, "Enfermedades políticas..." donde se acusa una total sociedad desintegrada, tal y como puede comprobarse a continuación: El desorden de todas las instituciones era responsable de la despoblación y destrucción de los habitantes y el gobierno debía remediarlo mediante una nueva legislación para todo. Las grandes ciudades como la de México, se cargaban de maleantes y de lupanares y todo sucedía a la vista de las autoridades, porque también representaban otra carga de personas varias, ostentosas e insoportables. Todos vivían como se les antojaba y llegaban a perturbar hasta el reposo, de día y de noche, y no se atendía a los reglamentos que existían para uno de los corregidores.123
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Las Reformas Borbónicas en México son los cambios propiciados por el gobierno español y las medidas que se tomaron para llevarlos a cabo. 122 Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México. Septiembre, 1991. "El proceso político de la Independencia Hispanoamericana" por Jaime E. Rodríguez O., p. 10. 123 Carlos Bosch García: La polarización regalista de la Nueva España. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1990 (Serie Historia Novohispana, 41). 186 p. , p. 155.
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De nuevo, frente a nosotros, el relajamiento, respuesta dispersora de la sociedad,124 misma que encuentra oposición de parte de los ilustrados, quienes definen al toreo como un entretenimiento tan cruel y sangriento como éste, [que] era indigno de una nación culta. ¿Qué podía pensarse, decían ellos, de un pueblo que gozaba viendo cómo se sacrificaba a un animal que no hacía más que defenderse y cómo un hombre arriesgaba su vida, y a veces la perdía, sin razón alguna?125
Ellos mismos se encargaron de encontrarle muchos males sociales. Así, con sus observaciones detectan oficinas de gobierno vacías; padres que gastan sumas elevadas para ir a ellas (a las corridas), privando de necesidades vitales a sus familias lo cual, en concreto ocasionaba el empobrecimiento de la población. Y en otros términos caían en la tentación del dispendio. Por su parte Gaspar Melchor de Jovellanos, uno más de los ilustrados hispanos, plantea en su obra Pan y Toros el estado de la sociedad española en el arranque del siglo XIX. Es una imagen de descomposición y relajamiento al mismo tiempo. Cuando vierte sus opiniones sobre los toros es para satirizarlos diciendo que estas fiestas "ilustran nuestros entendimientos delicados, dulcifican nuestra inclinación a la humanidad, divierten nuestra aplicación laboriosa, y nos prepara a las acciones guerreras y magnánimas". Pero por otro lado su posición es subrayar el fomento hacia las malas costumbres cotejando para ello a culturas como la griega con el mundo español que hace suyo el espectáculo, llevándolo por terrenos de la anarquía y la barbarie, sin educación también que no tienen los españoles -a su juicio- frente a ingleses o franceses ilustrados. Y así se distingue para Jovellanos España de todas las naciones del mundo. Pero: "Haya pan y toros y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo, y pan y toros es la comidilla de España y pan y toros debe proporcionársele para hacer en los demás cuanto se te antoje". La crítica jovellaniana recae en opiniones casadas con la civilización y el progreso, tal y como hoy día ocurre con grupos ecologistas o antitaurinos. Sin duda, existen personajes 124
Viqueira Albán, Relajados y reprimidos..., Op. cit., p. 16. No está de más señalar que esta idea de un "relajamiento" generalizado de las costumbres forma parte de una caracterización más bien positiva de la situación económica, social y cultural de la Nueva España en ese siglo: penetración del pensamiento ilustrado, de la filosofía y de las ciencias modernas, múltiples reformas con el "fin de promover el progreso espiritual y material del reino novohispano" (reformas administrativas, medidas estatales filantrópicas y de beneficencia social), todo eso acompañado y sostenido por un "auge de la riqueza" debido al enorme aumento de la producción minera. 125 Ibidem., p. 43.
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públicos en suma bien preparados que lo mismo aceptan o rechazan los toros como espectáculo o como fiesta. Esto siempre ha ocurrido, aunque no ha sido así cuando pretenden ir más allá y atentar contra la fiesta de toros. Pocas iniciativas han prosperado. En algunos países latinoamericanos, luego de definirse sus respectivas formas de gobierno casi siempre militarista, centralista, dictatorial, fueron liquidadas las demostraciones taurinas. Que hubiera en Nueva España algunos virreyes poco afectos a los toros es natural, pero una prohibición de gran alcance no se dejó notar. En 1801 el virrey Marquina, el de la "famosa fuente en que se orina" prohibió una corrida ya celebrada con mucha pompa, a pesar de la gota del simpático personaje. En el ambiente continuaba ese aire ilustrado que por fin encontró modo de coartar las diversiones taurinas, por lo menos de 1805 a 1809 cuando no se sabe de registro alguno de fiestas en la ciudad de México. Y es que fue aplicada la Novísima Recopilación, cédula que aparece en 1805 bajo el signo de la prohibición "absolutamente en todo el reino, sin excepción de la corte, las fiestas de toros y de novillos de (sic) muerte". En el fondo se pretendía Abolir unos espectáculos que, al paso que son poco favorables a la humanidad que caracteriza a los españoles, causan un perjuicio a la agricultura por el estorbo que ponen, a la ganadería vacuna y caballar, y el atraso de la industria por el lastimoso desperdicio de tiempo que ocasionaban en días que deben ocupar en sus labores.126
Y bien, bajo todo este panorama, ¿qué era del toreo ya no tanto en el curso del siglo XVIII, tan ampliamente conocido; sino el que se desarrolla en el siglo XIX? El toreo va a mostrar una sucesión en la que los protagonistas principales que fueron los caballeros serán personajes secundarios en una diversión casi exclusiva al toreo de a pie, mismo que adquiría y asumía valores desordenados sí, pero legítimos. Es más, En una corrida de toros de la época, pues, tenía indiscutible cabida cualquier manera de enfrentarse el hombre con el bovino, a pie o a caballo, con tal de que significara empeño gracioso o gala de valentía. A nadie se le ocurría, entonces, pretender restar méritos a la labor del diestro si éste no se ceñía muy estrictamente a formas preestablecidas.127
Hasta antes y durante el movimiento de independencia, pocos son los festejos celebrados en 126
Benjamín Flores Hernández: "Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII", México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 263. 127 Flores Hernández: La ciudad y la fiesta..., op. cit., p. 111.
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tiempos que ya son turbulentos. Pero la guerra dio paso al ocio y entre batalla y batalla, los más importantes caudillos encabezaban este o aquel espectáculo, siguiendo la lógica del Fiscal de la Real Hacienda quien, en noviembre de 1813 estaba de acuerdo con los espectáculos públicos, por la razón “política de llamar la atención del pueblo a objetos indiferentes, que ocurran en su consternación e impidan que su imaginación se corrompa”. Con la salida de los ejércitos invasores de España y la asunción al trono de Fernando VI en 1814 fue motivo para que una vez más se lidiaran toros, a pesar de que el virrey Félix Ma. Calleja no muy afecto a tales divertimentos los autorizó, encargando al cabildo del ayuntamiento la organización de los mismos. Dicha orden iba en sentido contrario a la costumbre del Ayuntamiento que se ocupaba de esto. Pero el hecho es que, al darse la orden era una forma de humillar a quienes habían apoyado las reformas liberales. Todos ellos, los criollos liberales, formaban el cuerpo oficial y representativo del corazón político de una Nueva España sumergida en la transición por la independencia. Aunque tal fue la pugna entre esto y aquel, que Calleja pronto decretó la desaparición del ayuntamiento electo, para reinstalar al anterior un grupo más nutrido de españoles, por lo que les evitó la carga molesta a que se enfrentaban. Lo anterior se convirtió en el soporte en que las corridas de toros y sus aderezos se desarrollaron durante el siglo XIX. A su vez, las fiestas en medio de ese desorden, lograron cautivar, trascender y permanecer en el gusto no sólo de un pueblo que se divertía; no sólo de los gobernantes y caudillos que hasta llegó a haber más de uno que se enfrentó a los toros. También el espíritu emancipador empujó a lograr una autenticidad taurómaca nacional. Y se ha escrito "desorden", como resultado de un feliz comportamiento social, que resquebrajaba el viejo orden. Desorden, que es sinónimo de anarquía, resultado de comportamientos muy significativos entre fines del siglo XVIII y buena parte del XIX. Vale la pena detenernos un momento para explicar que el hecho de acudir a la expresión "anarquía", no es bajo calificación peyorativa. Es más bien, una manera de explicar la condición del toreo cuando este asume unas características más propias, alejándose en consecuencia de los lineamientos españoles, aunque su traza arquitectónica haya quedado .85.
plasmada de manera permanente en las distintas etapas del toreo mexicano; que también supo andar solo. Así rebasó la frontera del XIX y continuó su marcha bajo sintomáticos cambios y variantes que, para la historia taurómaca se enriquece sobremanera, pues participan activamente algunos de los más representativos personajes del momento: Hidalgo, Allende, Morelos o el jefe interino de la provincia de México Luis Quintanar. Años más tarde, las corridas de toros decayeron (un incendio en la plaza San Pablo causó larga espera, desde 1821 y hasta 1833 en que se reinauguró). Prevalecía también aquel ambiente antihispano, que tomó la cruel decisión (cruel y no, ya que no fueron en realidad tantos) de la expulsión de españoles; justo en el régimen de Gómez Pedraza y que Vicente Guerrero, la decidió y enfrentó. De ese grupo de numerosos hispanos avecindados en México, había comerciantes, mismos que no se podía ni debía lanzar, pues ellos constituían un soporte, un sustento de la economía cabizbaja de un México en reciente despertar libertario. En medio de ese turbio ambiente, pocas son las referencias que se reúnen para dar una idea del trasfondo taurino en el cambio que operó en plena mexicanidad. Con la naciente “mexicanidad” de nuestros antepasados era posible sostener un espectáculo que caía en la improvisación más absoluta y válida para aquel momento; alimentada por aquellos residuos de las postrimerías dieciochescas ya relatadas atrás con amplitud. Y aunque diversos cosos de vida muy corta continuaron funcionando, lentamente su ritmo se consumió hasta serle entregada la batuta del orden a la Real Plaza de San Pablo, y para 1851 a la del Paseo Nuevo. Escenarios de cambio, de nuevas opciones, pero tan de poco peso en su valor no de la búsqueda del lucimiento, que ya estaba implícito, sino en la defensa o sostenimiento de las bases auténticas de la tauromaquia.
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b)El toreo a partir de “su” independencia.
Sorprende -de entrada-, una afirmación hecha por Leopoldo Vázquez128 en el sentido de que Bernardo Gaviño “el más ilustre y afamado de los lidiadores de México, era español, pues nació a los 20 días de Agosto del año 1812, en el lindo pueblo de Puerto Real, distante dos leguas de Cádiz”. Lo destacado de esta cita es que lo afirma con una doble nacionalidad, más mexicana que española, que fue ganándose lentamente hasta su muerte misma. Este seguramente se pelea las palmas con dos diestros que luego fueron grandes en su patria. Me refiero a Francisco Arjona Cúchares129 y Francisco Montes Paquiro,130 alumnos sobresalientes de la Real Escuela de Tauromaquia en Sevilla. Asimismo, encontramos, entre otros a: Juan León, a Manuel Parra, Manuel Romero Carretero, Antonio Calzadilla, Pedro Sánchez, Roque Miranda, Jorge Monge “El Negrillo”, Antonio de los Santos, entre otros muchos con quienes debe haber alternado, antes de su viaje definitivo a América, que se decidió en 1828. Durante aquellos años España sufría el embate de varias nuevas naciones americanas que logran su independencia, desligándose del control político y económico que impuso la corona 128
Leopoldo Vázquez: América Taurina por (...) Con carta-prólogo de Luis Carmena y Millán. Madrid, Librería de Victoriano Suárez, Editor, 1898, 191 p., p, 9 y ss. 129 Francisco Arjona “Cúchares”. En: José Antonio Medrano: TOREROS. 1726-1965. Prólogo del Excmo. Sr. Conde de Colombí. Libro biográfico de todos los matadores de toros, ordenados por antigüedad de alternativa. Concebido, editado y propiedad de Antonio Carrascal Rodríguez. Madrid, Editorial Carrascal, 1965. 277 p. Ils., retrs., fots., p. 30-31. Aunque nacido en Madrid, el 19 de mayo de 1818, se le considera sevillano, pues de Sevilla eran sus padres, sus abuelos, etc., y en Sevilla se crió y en Sevilla nació al toreo. A los doce años –precocidad que no debe extrañarnos, dado el ambiente en que hubo de moverse-, ingresó como alumno en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, y a los catorce ya figuraba en la cuadrilla de Juan León, quien dispensó al sobrino parecida protección a la que él recibiera años antes de su tío “Curro”. En su vida particular se distinguió por su amor a la familia, su honradez y su generosidad, tanta ésta que le impidió llegar a la madurez con el merecido desahogo económico, por lo que, en 1868, aceptó un contrato para torear en La Habana; pero, sólo llegar a Cuba, fue atacado por el vómito negro y murió el 4 de diciembre de dicho año. Sus restos mortales fueron trasladados a España en 1885. 130 Francisco Montes “Paquiro”. Medrano, op. cit., p. 28-29. Es tanta la gloria de este matador de toros que la relación de fechas, puntualizando circunstancias particulares y hechos profesionales que en otros es necesaria incluso a veces para dar fe de su existencia, sobran en la ocasión, salvo en lo que se refiere a las tres que podemos llamar fundamentales, por imprescindibles en toda biografía: la de su nacimiento, el 23 de enero de 1805, en Chiclana, (Cádiz); la de su presentación y alternativa en Madrid (padrino: Juan Jiménez, “El Morenillo”), el 18 de abril de 1831, y la de su muerte, el 4 de abril de 1851, en la misma ciudad que le había visto nacer.
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en similar número de colonias durante tres siglos. Todo esto creaba en América un nuevo espíritu de libertad y pensamiento bajo un deseo de emancipación que permitió el desarrollo de destinos en sus más diversas variedades de carácter político, social y económico. México no fue la excepción. Tuvo que morir Fernando VII (1833) para que el gobierno español finalmente reconociera la independencia de México. Cuando esto ocurrió, el 28 de diciembre de 1836, la actitud hacia España en los discursos conmemorativos cambió radicalmente. La península no sólo dejaba de ser una amenaza sino que pasaba a ser motivo de aflicción debido a las cruentas luchas internas por la sucesión del trono (guerras carlistas).131
Por eso, una opinión que nos define el sentir de aquella nueva experiencia, es la de José María Lafragua, quien el 27 de septiembre de 1843 afirma ...la España de Isabel III... no es la España de Carlos V; y hartas desgracias ha sufrido y sufre esa nación heroica, en expiación tal vez de sus antiguos errores, para que nosotros, hijos de la libertad y del progreso, echemos en rostro a nuestros hermanos de hoy las faltas de nuestros padrastros. 132
El espíritu de aventura hizo emprender en Bernardo el proyecto de embarcarse a una América rica en posibilidades. La decisión que toma para hacer un viaje que se tornó definitivo, puesto que ya no volvería a ver nunca más su Cádiz maternal, está sustentada en dos posibilidades que a continuación se enuncian. Una de ellas es la de que encontrándose dispuesto a abrazar tan difícil profesión, ésta se hallaba fuertemente disputada por otros tantos diestros que, además, alcanzaban renombre a pasos agigantados. ¿Cómo poder lograr un lugar de privilegio frente a Paquiro o frente a Cúchares, si ambos toreros gozaban del apoyo del pueblo al verlos este como parte de la Real Escuela de Tauromaquia de Sevilla; y todavía más: como alumnos favoritos del longevo torero, Pedro Romero? Otra es la que se fundamenta en el espíritu de conquista que Bernardo Gaviño decide, con la certeza de que América es un “filón de oro” y en ella no abundan los toreros españoles, menos aún cuando están ocurriendo los acontecimientos que cimbran el alma toda de poblaciones en reciente estado de independencia. 131
Enrique Plasencia de la Parra: Independencia y nacionalismo a la luz del discurso conmemorativo (1825-1867). México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991. (Regiones), p. 70 132 Op. cit., p. 71.
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Al despertar el siglo XIX, la fiesta taurina está convertida en un caldo de cultivo, en el que caben todas las posibilidades de invención, mismas que acompañaron durante un buen número de años al espectáculo hasta que este adquiere una personalidad propia, más profesional y venturosa frente a las nuevas generaciones que van haciendo suyo un divertimento al que matizan de un carácter propio gracias a todas esas formas de expresión que se vivieron en épocas del esplendor goyesco, pasando a manos de Bernardo Gaviño quien desde Montevideo y Cuba las transporta a México, sitio en el que compartirán la tauromaquia -con todo su dejo de relajamiento e invención- luego de su llegada, en 1835, hasta su muerte misma, en 1886. Un dato que debe quedar sentado, es que de 1829 a 1886, Bernardo Gaviño estuvo activo en América 57 años, 31 de los cuales al menos, los consagró a México. Un espectáculo taurino durante el siglo XIX, recoge los elementos del siglo XVIII, y concentraba los siguientes valores: -Lidia de toros "a muerte", como estructura básica, convencional o tradicional que pervivió a pesar del rompimiento con el esquema netamente español, luego de la independencia. -Montes parnasos,133 cucañas, coleadero, jaripeos, mojigangas, toros embolados, globos aerostáticos, fuegos artificiales, representaciones teatrales,134 hombres montados en zancos,
Flores Hernández: “Con la fiesta nacional...”, op. cit., p. 101. El llamado monte carnaval, monte parnaso o pirámide, consistente en un armatoste de vigas, a veces ensebadas, en el cual se ponían buen número de objetos de todas clases que habrían de llevarse en premio las personas del público que lograban apoderarse de ellas una vez que la autoridad que presidía el festejo diera la orden de iniciar el asalto. 134 Armando de María y Campos: Los toros en México en el siglo XIX (1810 a 1863). Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, Acción moderna mercantil, S.A., 1938. 112 p., ils., facs. En la mayoría del texto encontramos diversas referencias y podemos ver ejemplos como los siguientes: -Los hombres gordos de Europa; -Los polvos de la madre Celestina; -La Tarasca; -El laberinto mexicano; -El macetón variado; -Los juegos de Sansón; -Las Carreras de Grecia (sic); -Sargento Marcos Bomba, todas ellas mojigangas. 133
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mujeres toreras. Agregado de animales como: liebres, cerdos, perros, burros y hasta la pelea de toros con osos y tigres.135 Forma esto un básico. Ese gran contexto se entremezclaba bajo cierto orden, esquemáticamente hablando. La reunión popular se encargaba de deformar ese proceso en un feliz discurrir de la fiesta como tal. A continuación, uno de los múltiples versos que la musa popular prodigó en su honor, y que aparecieron en un cartel que registra una más de sus actuaciones, que tuvo verificativo el domingo 2 de mayo de 1858, en la plaza de toros del Paseo Nuevo. Veamos:
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Flores Hernández: Op. cit., p. 47 y ss. Basto es el catálogo de "invenciones" que se instalaron en torno al toreo. -Lidia de toros en el Coliseo de México, desde 1762 -lidias en el matadero; -toros que se jugaron en el palenque de gallos; -correr astados en algunos teatros; -junto a las comedias de Santos, peleas de gallos y corridas de novillos; -ningún elenco se consideraba completo mientras no contara con un "loco"; -otros personajes de la brega -estos sí, a los que parece, exclusivos de la Nueva España o cuando menos de América- eran los lazadores; -cuadrillas de mujeres toreras; -picar montado en un burro; -picar a un toro montado en otro toro; -toros embolados; -banderillas sui géneris. Por ejemplo, hacia 1815 y con motivo de la restauración del Deseado Fernando VII al trono español anunciaba el cartel que "...al quinto toro se pondrán dos mesas de merienda al medio de la plaza, para que sentados a ellas los toreros, banderilleen a un toro embolado"; -locos y maromeros; -asaetamiento de las reses, acoso y muerte por parte de una jauría de perros de presa; -dominguejos (figuras de tamaño natural que puestas ex profeso en la plaza eran embestidas por el toro. Las dichas figuras recuperaban su posición original gracias al plomo o algún otro material pesado fijo en la base y que permitía el continuo balanceo); -en los intermedios de las lidias de los toros se ofrecían regatas o, cuando menos, paseos de embarcaciones; -diversión, no muy frecuente aunque sí muy regocijante, era la de soltar al ruedo varios cerdos que debían ser lazados por ciegos; -la continua relación de lidia de toros en plazas de gallos; -galgos perseguidores que podrían dar caza a algunas veloces liebres que previamente se habían soltado por el ruedo; -persecuciones de venados acosados por perros sabuesos; -globos aerostáticos; -luces de artificio; -monte carnaval, monte parnaso o pirámide; -la cucaña, largo palo ensebado en cuyo extremo se ponía un importante premio que se llevaba quien pudiese llegar a él. Además encontramos hombres montados en zancos, enanos, figuras que representan sentidos extraños.
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La cuadrilla de Bernardo Gaviño Para concluir temporada va pues la última corrida que será en verdad cumplida y no habrá que desear nada; con tiempo está preparada, toros de Atenco muy fieros, Picadores y toreros, todo es escogido, todo: será la función de modo, que agrade al público entero. Bernardo, de gozo lleno, está resuelto este día a mostrar su bizarría como en el día del estreno Caralampio [Acosta] y compañeros, dicen que a cada piquete se doblegará al torete por más que tenga bravura; y todo, en fin, todo augura una función de chupete. Nadie en asistir se duerma, vengan los de Tacubaya, también los de Santa Anita, los barrios todos asistan, no haya en el dinero merma; apronten todos dos reales, que así serán más cabales, el contento y la boruca, y que vengan con peluca todas y todos puntuales.
La relación directa con Bernardo Gaviño en Cuba hace ver que sus influencias en México son muy amplias. Bernardo debe haber sido para entonces una figura importante en Cuba y el nombre de México no fue ajeno a sus aspiraciones. Quizá vio en todo esto la posibilidad de incorporarse a un esquema de actividades estrictamente taurinas, a las que el pueblo mexicano no mostraba demasiada aversión, a pesar de su origen hispano. Recordemos las razones de la expulsión de los españoles de México a finales de la segunda década del siglo XIX. Según Reyes Heroles acepta que dicha expulsión fue antieconómica y repugnante para el modo de pensar de la presente generación. México se encontraba desgarrado entre los dos polos de su realidad: el orden colonial, del cual los españoles eran un recuerdo vivo, y el nuevo orden republicano. La expulsión de los españoles, según Reyes Heroles, tuvo
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entonces el objetivo de impedir la consolidación de una oligarquía económica, política y hasta social. Pero Bernardo Gaviño no afectaba estas condiciones. España reconoce la independencia de México hasta 1836. Gaviño es, en todo caso un continuador de la escuela técnica española que comenzaba a dispersarse en México como consecuencia del movimiento independiente, pero no un elemento más de la reconquista, asunto que sí se daría en 1887, con la llegada de José Machío, Luis Mazzantini o Diego Prieto "Cuatro dedos". Y no lo fue porque su propósito fundamental fue el de alentar –y aprovechar en consecuencia- el nacionalismo taurino que alcanzó un importante nivel de desarrollo, durante los años en que se mantuvo como eje de aquella acción.
c)Otras manifestaciones del espectáculo.
Como una constante, el conjunto de manifestaciones festivas, producto del imaginario popular, o de la incorporación del teatro a la plaza, comúnmente llamadas “mojigangas” (que en un principio fueron una forma de protesta social), despertaron intensas con el movimiento de emancipación de 1810. Si bien, desde los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX ya constituían en sí mismas un reflejo de la sociedad y búsqueda por algo que no fuera necesariamente lo cotidiano, se consolidan en el desarrollo del nuevo país, aumentando paulatinamente hasta llegar a formar un abigarrado conjunto de invenciones o recreaciones, que no alcanzaba una tarde para conocerlos. Eran necesarias muchas, como fue el caso durante el siglo antepasado, y cada ocasión representaba la oportunidad de ver un programa diferente, variado, enriquecido por “sorprendentes novedades” que de tan extraordinarias, se acercaban a la expresión del circo lo cual desequilibraba en cierta forma el desarrollo de la corrida de toros misma; pues los carteles nos indican, a veces, una balanceada presencia taurina junto al entretenimiento que la empresa, o la compañía en cuestión se comprometían ofrecer. Aunque la plaza de toros se destinara para el espectáculo taurino, este de pronto, pasaba a un segundo término por la razón de que era tan amplio el catálogo de mojigangas y .92.
de manifestaciones complementarias al toreo, -lo cual ocurrió durante muchas tardes-, lo que para la propia tauromaquia no significaba peligro alguno de verse en cierta media relegada. O para mejor entenderlo, los toros lidiados bajo circunstancias normales se reducían a veces a dos o tres como mínimo, en tanto que el resto de la función corría a cargo de quienes se proponían divertir al respetable. Desde el siglo XVIII este síntoma se deja ver, producto del relajamiento social, pero producto también de un estado de cosas que avizoró el destino de libertad que comenzaron pretendiendo los novohispanos y consolidaron los nuevos mexicanos con la cuota de un cúmulo de muertes que terminaron, de alguna manera, al consumarse aquel propósito de independencia. Durante el siglo XIX, y en las plazas de San Pablo o el Paseo Nuevo hubo festejos taurinos que se complementaban con representaciones de corte teatral y efímero al mismo tiempo que ya conocemos como “mojigangas”. También puede decirse: en ambas plazas hubo toda una representación teatral que se redondeaba con la corrida de toros, sin faltar “el toro embolado”, expresión de menores rangos, pero desenlace de todo el entramado que se orquestaba durante la multitud de tardes en que se mostraron estos panoramas. Ambos escenarios permitían que las mencionadas representaciones se complementaran felizmente, logrando así un conjunto total que demandaba su repetición, cosa que los empresarios Mariano Tagle, Manuel de la Barrera, Javier de las Heras, Vicente del Pozo, Manuel Gaviño y Jorge Arellano garantizaron permanentemente, con la salvedad de que entre un espectáculo y otro se representaran cosas distintas. Y aunque pudiera parecer que lo único que no cambiaba notablemente era el quehacer taurino, esto no fue así. El siglo XIX mexicano en especial, reúne un conjunto de situaciones que experimentaron cambios agresivos para el destino que pretende alcanzar la nueva nación. Ya sabemos que al liberarse el pueblo del dominio colonial de tres siglos, tuvo como costo la independencia, tan necesaria ya en 1810. Lograda esta iniciativa y consumada en 1821 pone a México en una condición difícil e incierta a la vez. ¿Qué quieren los mexicanos: ser independientes en .93.
absoluto poniendo los ojos en Estados Unidos que alcanza progresos de forma ascendente; o pretenden aferrarse a un pasado de influencia española, que les dejó hondas huellas en su manera de ser y de pensar? Este gran conflicto se desata principalmente en las esferas del poder, el cual todos pretenden. Así: liberales y conservadores, militares y hasta los centralistas pelean y lo poseen, aunque esto fuera temporal, efímeramente. Otra circunstancia fue la guerra del 47´, movimiento que enfrentó en gran medida el contrastante general Antonio López de Santa Anna, figura discutible que no sólo acumuló medallas y el cargo de presidente de la república varias veces, sino que en nuestros días es y sigue siendo tema de encontrados comentarios. Esa lucha por el poder y la presencia de personajes como el de Manga de Clavo fue un reflejo directo en los toros, porque a la hora en que se desarrollaba el espectáculo, las cosas se asumían sin afán de ganar partido, y no se tomaban en serio lo que pasara plaza afuera, pero lo reflejaban -traducido- plaza adentro, haciendo del espectáculo un cúmulo de creaciones y recreaciones, como ya se dijo. Desde la antigüedad, la fiesta como entretenimiento y diversión ha sido el remedio, atenuante de crisis sociales, emocionales probablemente, y hasta existenciales (basta recordar el caso del Rey Felipe V y su encuentro con el castrato Farinelli). Por fortuna, existen diversos estudios relacionados con la historia de este género. Entre otros se encuentran Johan Huizinga,136 Josep Pieper,137 Jean Duvignoud138 que lo han hecho con inusitada y sorprendente lucidez. Este es un género que emerge de lejanos tiempos, siempre acompañando el devenir de las culturas como una forma de escape, espejo sintomático que no se desliga de la razón de ser del pueblo, soporte cuya esencia va definiendo a cada una de esas sociedades en cuanto tal. Como por ejemplo, recordar a la que se consolidó en el imperio romano. En la actualidad, la
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Johan Huizinga: Homo ludens. Traducción Eugenio Imaz. 2a. reimpresión. Madrid, Alianza/Emecé, 1984. 271 p. (El libro de bolsillo, 412). 137 Josep Pieper: Una teoría de la fiesta. Madrid, Rialp, S.A., 1974 (Libros de Bolsillo Rialp, 69). 119 p. 138 Jean Duvignaud: El juego del juego. México, 1ª ed. en español, Fondo de Cultura Económica, 1982. 161 p. (Breviarios, 328).
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sociedad mexicana encuentra un abanico rico en posibilidades, donde entre sus fibras más sensibles, divertirse pasa a ser parte vital de sus rumbos cotidianos. En lo que a fiesta de toros se refiere, desde el siglo XVI y hasta nuestros días se nos presenta como un gran recipiente cuyo contenido deja admirar multitud de expresiones, unas en desuso total; otras que en el ayer se manifestaron intensas, y que hoy, evolucionadas, perfeccionadas siguen practicándose. Pero más allá del contenido explícito que la fiesta de toros nos da en este depósito, vemos otras manifestaciones que en su mayoría desaparecieron y algunas más, como el toreo de a caballo y a pie pero a la mexicana, muy de vez en vez solemos verlas en alguna plaza. De todo aquello desaparecido, pero de gran valor son las mojigangas, representaciones con tintes de teatralidad en medio de un escenario donde lo efímero daba a estos pequeños cuadros, la posibilidad de su repetición, la cual quedaba sometida también a una renovación, a un permanente cambio de interpretaciones, sujetas muchas veces a un protagonista que no se “aprendía” el guión respectivo. Me refiero al toro, a un novillo o a un becerro que sumaban a la representación. ¿El teatro en los toros? Efectivamente. Así como alguna vez, los toros se metieron al teatro y en aquellos limitados espacios se lidiaban reses bravas, sobre todo a finales del siglo XVIII, y luego en 1859,139 o en 1880;140 así también el teatro quiso ser partícipe directo. Para el 139
Cartel del Gran Teatro PRINCIPAL para el viernes 4 de febrero de 1859. José María de Cossío. Los toros. Tratado técnico e histórico. T. 4, p. 153. GRAN TEATRO / NACIONAL / Magnífica, sorprendente y variada función / extraordinaria / PARA EL / VIERNES 4 de febrero de 1859, / A BENEFICIO DE / JUAN ZAFRANE / Primer actor y director de la Compañía. (...) IV.-En esta parte variará el espectáculo completamente, y por final se pondrá en escena una graciosa pieza en un acto, titulada EL APRENDÍZ DE TORERO. / En esta pieza aparecerá una vistosa PLAZA DE TOROS, en la que se lidiará / UN VALIENTE TORO DE ATENCO, / por el simpático actor D. JOSÉ MIGUEL, acompañado del acreditado torero D. BERNARDO GAVIÑO y su cuadrilla, los que han tenido la amabilidad de prestarse generosamente en mi obsequio para amenizar esta función. De la misma Plaza se elevará hasta el público / UN BONITO GLOBO, / el que ha su tiempo se transformará en / UN VISTOSO TEMPLETE, / del que saldrán DOCE PALOMAS, llevando en el cuello cada una de ellas UN BILLETE DE LA LOTERÍA, para obsequiar a los que tengan la suerte de cogerlas. / RIFA DE UN TORO. / Se efectuará de uno expresamente escogido para esta rifa, el que estará adornado, y no será el que se lidie. Con cada boleto de entrada se dará un número de la rifa, siendo el agraciado el que se extraiga delante del público. TIP. DE N. CHÁVEZ, CALLE DE LA CANOA N. 5. 140 Cartel para la función de CIRCO DE LA INDEPENDENCIA, para la tarde del domingo 4 de enero de 1880.
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siglo XIX el desbordamiento de estas condiciones fue un caso patente de dimensiones que no conocieron límite, caso que acumuló lo nunca imaginado. Lo veo como réplica exacta de todo aquel telúrico comportamiento político y social que se desbordó desde las inquietas condiciones que se dieron en tiempos que proclamaban la independencia, hasta su relativo descanso, al conseguirse la segunda independencia, en 1867. Ahora bien, el sello de todas esas manifestaciones “plaza afuera” no fueron a reflejarse “plaza adentro” como ya lo hemos visto. En todo caso, fue aquello que hizo comunes a la fiesta y a la pugna por el poder: lo deliberado, lo relajado. Sustentos de la independencia en cuanto tal; separados, pero siguiendo cada cual su propio destino, sin yuxtaponerse. “Plaza adentro” el reflejo que la fiesta proyectaba para anunciar también su independencia, fue entre muchas, una de las condiciones que la enriquecieron. Fulguraba riqueza en medio de un respiro de aires frescos, siempre renovados; acaso reiterados, pero siempre consistentes. Así como el toreo se estableció en el siglo XVI bajo las más estrictas reglas de la caballería a la brida o a la jineta, para alancear y desjarretar toros, también debe haber habido un síntoma deseoso de participación por parte de muchos que sintiéndose aptos lo procuraron, atentando contra ciertas disposiciones que les negaban esa posibilidad. Sin embargo, el campo, las grandes extensiones de tierras que sirvieron al desarrollo de la ganadería debe haber permitido en medio de esa paz y de todo alejamiento a las restricciones, la enorme posibilidad que muchos criollos y naturales deseaban para desempeñar y ejecutar tareas con una competente habilidad que siendo parte de lo cotidiano, poco a poco fueron arribando a las plazas, quedándose definitivamente allí, como un permanente caldo de cultivo que daba la posibilidad de recrear y enriquecer una expresión la cual adquirió un sello más propio, más nacional, a pesar de que el control político, y social estuviera regido en el núcleo que resultaba ser la Nueva España. Esta como entidad de poder, aunque vigilada desde la vieja Fuente: CENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA DE MÉXICO (CONDUMEX). FONDOS VIRREINALES. Fondo: LXI-I (1710-1958) 2,217 documentos recopilados por Armando de María y Campos. Programas de teatro, comedias, y óperas. Se detallan funciones, actores, bailes de máscara para carnaval, homenaje a artistas, invitaciones, corridos, ilustraciones sobre el circo y versos alusivos a costumbres populares.
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España manifestaba una serie de reacomodos, de adaptaciones a la vida cotidiana, necesarios en ésta América colonizada, continente cuya población conformó un carácter propio. De no ser así, la rebelión era la respuesta a ese negarse a entender el propósito del destino que se construía de este lado del mundo. El complejo pluriétnico era ya una realidad concreta en el México del siglo XIX. La fiesta novohispana fue portadora de un rico ajuar, cuyo vestido, en su uso diario y diferente daba colorido intenso a un espectáculo que se unió a multitud de pretextos para celebrar en “alegres demostraciones” el motivo político, social o religioso que convocaban a exaltar lo mediato e inmediato durante varias jornadas, en ritmo que siempre fue constante. De nuevo, y al analizar lo que ocurrió en el siglo XIX taurino mexicano, exige una revisión exhaustiva, reposada, de todo aquello más significativo para entender que la corrida, la tarde de toros en cuanto tal, no era el marco de referencia conocido en nuestros días. La lidia de toros se acompañaba, o las mojigangas solicitaban el acompañamiento de actuaciones y representaciones de compañías, que como ya se dijo párrafos atrás, produciéndose la combinación perfecta del ”teatro en los toros”, o “los toros en el teatro”, dos circunstancias parecidas, pero diferentes a la hora de darle el peso a la validez de su representación. Dejemos pues, por la paz todas estas disquisiciones que buscan explicar la razón de aquel comportamiento, para conocer con los testimonios al alcance lo que se ha pretendido explicar hasta aquí, en intenso afán por reencontrarnos de nuevo con lo que fueron y significaron las Mojigangas: aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX. Con todo y que Bernardo era español, pero un español avecindado de por vida en México, y quizá habituado a la forma de ser del mexicano, escuchó, de parte de los asistentes a varias de las corridas donde actuaban paisanos suyos, el grito intolerante de “¡Mueran los gachupines!” como una muestra de rechazo hacia el intruso, pero de afecto y apoyo hacia un torero que el mismo público -de su lado- terminó haciéndolo suyo, al grado de semejantes demostraciones de pasión extrema. .97.
Hubo un acontecimiento de importancia significativa derivada del festejo ocurrido el 26 de septiembre de 1852. Veamos de qué se trata. Heriberto Lanfranchi califica a la crónica de aquella tarde, como la primera de carácter taurino publicada en México. Dada la importancia del acontecimiento que se reseña, trasladamos aquí tal testimonio. En él, vamos a encontrarnos con características muy particulares de los toros lidiados aquella ocasión, y que cumplen con el fenotipo navarro. Enseguida de traer hasta aquí la reseña, necesaria para entender algunos factores sobre el tipo de toro de lidia criado en Atenco, me ocuparé abordando un tema en el que la influencia del gaditano pudo dejarse ver en dicha situación. PLAZA DEL PASEO NUEVO.-Domingo 26 de septiembre de 1852. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Toros de Atenco. Deseando la empresa proporcionar cuanto antes a sus numerosos favorecedores, la diversión de toros de que han carecido por tanto tiempo tres meses, N. del A., ha dispuesto comenzar sus corridas en este día. “Se lidiarán 6 toros de Atenco. En el intermedio se echarán dos toros para el coleadero, concluyendo la función con el toro embolado de costumbre. La función comenzará después de las cuatro, si el tiempo lo permite. (EL SIGLO XIX. No 1367, del sábado 25 de septiembre de 1852). PRIMERA CRÓNICA TAURINA PUBLICADA EN MÉXICO: “FIESTAS DE CUERNOS.-...En la tarde de antier se presentaron seis animalitos de la famosa raza (Atenco), chicos, vellosos en la frente y cuello, y ligeros como todos los de la hacienda de don J. J. Cervantes (el dueño de Atenco en 1852. N. del A.). La concurrencia fue numerosísima en la sombra; en el sol, como pocas veces la hemos visto; y la azotea bien coronada de gente. El interior de la plaza no ha presentado novedad alguna, ni la necesita, pues se conserva tan primorosa como el día que se estrenó; más el exterior que tiene el soberbio adorno en su frontis de una hermosísima casa, que según sabemos, se destina para café, billares, etc... “A las cuatro y cuarto de la tarde comenzó la corrida con asistencia del Exmo. Sr. Presidente. La cuadrilla de Bernardo se presentó formada de dos espadas, cuatro banderilleros, dos chulillos, dos locos, cinco picadores y dos coleadores, todos bien vestidos, como se acostumbra siempre en esta plaza. “Antes de comenzar nuestros artículos de cuernos, suplicamos a los peninsulares no establezcan comparaciones entre sus cuadrillas y las nuestras; pues en España, en primer lugar, se hace un estudio especial y detenido de Tauromaquia, y en segundo, allá los grandes toreros tienen sueldos que equivalen a una fortuna, cosa que aquí no podría proporcionarse. Así, pues, huyendo de toda comparación y concretándonos a México, es como haremos nuestras calificaciones. “El primer toro que se presentó a la lid era colorado, muy velloso en la frente, corni-cerrado, muy bien armado, ligero y entrador: tomó cuatro varas de Ávila y tres de Magdaleno, una de éstas sobresaliente; y habiendo quedado muy mal herido su caballo, creemos que habrá muerto. Delgado y “El Moreliano” quisieron poner sus dos pares de banderillas adornadas, y sólo pusieron una cada uno; después puso el primero un par de corrientes bien, y otro regular, e igualmente “El Moreliano”, aunque el par que éste puso bien, nos gustó más que el de Delgado. La espada la tomó Bernardo Gaviño y mató al animal de un mete y saca regular. “Segundo toro. Colorado retinto, corni-cerrado, muy velloso, poco ligero y recelosísimo, pues rara vez se puso en suerte. Recibió cinco varas de “Champurrado” y dos de Cruz; del primero dos buenas, y una del segundo. El andaluz Joaquín le puso una banderilla muy adornada y dos corrientes, éstas bastante regular:
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al saltar este banderillero la valla, el toro quiso brincar tras él, y aunque no lo salvó, le rompió el calzón: repetidas desgracias de éstas le han sucedido y seguirán sucediendo a este andaluz por demasiado confiado al saltar la valla; mientras olvide que los toros de Atenco se distinguen por su tenacidad en seguir al bulto, recibirá más y más golpes, que algún día lo inutilizarán para siempre. Un nuevo banderillero que no conocíamos, José María, puso un par de banderillas adornadas y otro de corrientes bastante regular. Lo mató Mariano González de un mete y saca, que si hubiera sido un poco más alto habría recibido nuestros aplausos. “Tercer toro. Color oscuro, vulgarmente conocido bajo el nombre de hosco, y para que nos entiendan los rancheros, josco, corniabierto, el más grande de la corrida, muy ligero y entrador. Ahora es tiempo de hacer advertir a los picadores la ventaja que hay en esperar a los toros, sobre ir a buscarlos; cuando el animal sale del chiquero con toda su ligereza, corre por el circo deslumbrado, y si se le sigue, además de cansar al caballo, el toro se acostumbra a huir. Si nuestros picadores no abandonan esta manía de correr tras el bicho, y la de coger la pica larga, no saldrán nunca de chapuceros. Recibió cuatro varas de Ávila y ocho de Magdaleno, casi todas éstas buenas, una sobresaliente. “Champurrado” le dio un buen pinchazo, pero habiéndole derribado del caballo, el toro jugaba por el suelo con éste y su jinete; Bernardo, que nunca pierde de vista a toda su cuadrilla, cuando vio en tamaño conflicto al picador, tomó la cola al bicho, el que dando vueltas, hizo tropezar a aquél, y se vieron por algunos segundos a ambos toreros ser el juguete de los cuernos del animal. Sin embargo, se pararon ilesos, cosa que produjo un aplauso y entusiasmo en toda la concurrencia, difíciles de referir. Cruz dio dos piquetes, y en segundo hizo la barbaridad que otras veces, y que se le aplaude mucho en el sol, y por la que merece un mes de cárcel. El toro ensartó al caballo, y el picador se bajó de éste y cogió al bicho de los cuernos, queriendo dominarlo, como otras veces ha hecho con toros más chicos; el presente, que era grande y fuerte, no permitió el desacato, y a no ser por Bernardo, el bárbaro Cruz es víctima de su temeridad. No nos cansaremos en reclamar contra este acto de barbarie, digno de los comanches y apaches, ni de suplicar al empresario y a las autoridades que presiden, corrijan esta audacia imprudente que hará morir algún día a ese picador a la vista de todo el público. Delgado y “El Moreliano” pusieron cada uno su par de banderillas adornadas, y un chulillo, Manuel, clavó un par medio regular; no dudamos que llegue a ser un buen banderillero con el tiempo. Llevó la espada el capitán, y después de un golpe en hueso, le dio un buen mete y saca. “Toro cuarto. Del mismo color que el anterior, cornigacho y entrador. Recibió siete varas de “Champurrado” y seis de Teodoro: este muchacho acaba de salir de una larga enfermedad, así que nada extraño es que la falte pujanza para sostener a su cornudo antagonista; entre los piquetes del primero hubo tres buenos, y en uno de éstos dejó dentro la garrocha al toro por más de dos minutos; este bárbaro accidente, que llaman desabotonarse la pica, es visto con mucho desagrado por el público de la sombra, y quisiéramos que se tratara de corregir a toda costa. También vimos otra cosa que mucho nos desagrada, y es picar y poner banderillas al mismo tiempo. Esto fatiga mucho al animal y no le deja entrar bien para la muerte: hágalo enhorabuena Bernardo con el toro que ha de matar; pero no con los ajenos. Si este toro no hubiera sido por sí tan bueno, estamos seguros que Mariano habría degollado al bicho; Bernardo fue el único que puso banderillas, y fueron dos pares de adornadas con lujo y cinco pares comunes, todas bien puestas. El señor de la corrida fue Mariano González, que a la primera estocada en los rubios, o sea en la cruz, mató con gran primor al animal. Bien, muy bien don Mariano; si en las tres corridas siguientes dais la misma estocada, os ofrecemos llamarla, ya que hoy está de moda ese nombre, “la estocada Mariana”. ¿No veis el entusiasmo que produce en el público este modo de matar, mientras que da náuseas y horripila ver derramar bocanadas de sangre al pobre cuadrúpedo? Aplicaos a repetir la estocada de hoy, y contad con nuestros aplausos. “Toro quinto. Del mismo color que los dos anteriores; estaba muy corneado; recibió cuatro varas de Ávila, cuyo caballo murió; Magdaleno dio seis pinchazos, uno de ellos buenos, y otro Cruz; Delgado saltó bastante bien al trascuerno Pusieron regular su par de banderillas muy adornadas, “El Moreliano”, Joaquín y José María; éste, además, par y medio comunes, y Joaquín dos pares. Lo mató Bernardo a la segunda, de un bonito mete y saca. “Ultimo bicho. De color que llaman colorado bragado; era muy corniabierto y algo cansado: fue el único de la corrida que nos gustó poco. Las nueve varas que tomó de “Chapurrado” y Teodoro, no tuvieron nada de particular. “El Moreliano” puso muy bien su par de banderillas con esa audacia con que se mete al toro, y que al fin le ha de costar caro; además clavó cinco comunes; Delgado puso dos bien, cinco regular, todas de las comunes. El bicho pasó a mejor vida de manos de Magdaleno a caballo, del tercer pinchazo.
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“Entre el tercero y cuarto toros, hubo dos de cola muy mal servidos, a pesar de que el segundo era muy retrechero. Hablando en su idioma a los coleadores, les decimos que no refuerzan mucho el rabo, pues por esto se les queda en la mano, y ya no tienen modo de colear; que espíen el momento en que el toro queda parado en las cuartos delanteros, que es cuando más fácilmente va al suelo el animal. De siete veces que cogieron antier la cola los rancheros, sólo una tiraron al bicho. “Preciso es confesar que no obstante la tarde nublada y desagradable, la corrida estuvo muy bonita y animada, y si continúa el esmero por parte de la cuadrilla y de la empresa, las entradas seguirán en aumento. Se nos asegura que pronto será el beneficio del señor don José Juan Cervantes, dueño del ganado, y es de creerse que el de esa tarde sea de lo más bravo y escogido que haya pisado la plaza de Bucareli, pues además de que lo exige el honor de la persona, lo merecerá la concurrencia, que aseguramos ha de ser numerosísima”·. (El Orden. No 50, año I, del martes 28 de septiembre de 1852).141
En seguida comentaré las referencias más destacables de esta crónica. Al mencionar dos toros para el coleadero y además, el toro embolado de costumbre, ello nos refleja el carácter de mezcolanza habido durante buena parte del siglo antepasado, anejo indispensable y complementario de las diversas corridas efectuadas tanto en la Real Plaza de toros de San Pablo, como en la Plaza de toros del Paseo Nuevo, que tanto gustaban al público de entonces. No concebían una corrida si no llevaba como uno más de sus actos, el coleadero y el toro embolado. Como vemos, la cuadrilla de Gaviño, independientemente de la que presentara Mariano González “La Monja”, esta constituida por: dos espadas, cuatro banderilleros, dos chulillos, dos locos, cinco picadores y dos coleadores. Es decir, un auténtico grupo formado con los elementos que por entonces exigía la tauromaquia concebida y realizada en México. Ávila y Magdaleno Vera eran, entre otros los picadores. Para la fecha en que ocurre este festejo, el primero de ellos, puede ser uno de los famosos hermanos Ávila, ya fuera Luis, Sóstenes o José María. En cualquiera de los casos, y si esto resultara verídico, encontramos que los toreros mexicanos aprovechaban cualquier circunstancia para poder actuar en la plaza, sobre todo cuando Gaviño aparecía anunciado en los carteles. Bernardo, en algún momento debe haber representado un centro de atención muy especial, puesto que la cantidad de festejos donde participó marcan la línea de un “mandón” de los ruedos, influyente en todo sentido y capaz de tener controlado todo el sistema que se movía alrededor de las corridas de toros. En cuanto a José Delgado y “El Moreliano”, de este último
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Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I, p. 147-8.
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puedo decir que podría tratarse de Jesús Villegas, más tarde conocido con el remoquete de “El Catrín”. Era un torero de Morelia que se entusiasmó tanto cuando vio actuar a Gaviño en alguna plaza michoacana, que dejó a la familia y se fue a hacer la legua con el gaditano. Sin embargo, es Francisco Soria el verdadero “Moreliano” quien pertenece a la cuadrilla del torero español. En todo esto no hay más que una coincidencia y casualidad al mismo tiempo. La suerte del mete y saca era tan común que hasta hubo manera de identificar a cada torero a la hora de ejecutarla. No es casualidad que a grandes estocadas, como las de Mariano González “La Monja” se le conocieran con denominaciones como la “estocada Mariana”. Adjetivos de grandeza y “eficiencia” también. Siguiendo con las referencias señaladas, es ahora el “Champurrado”, picador de toros y Joaquín, banderillero español, a quienes dedico estas líneas. “Champurrado”, aparte de ser el popular atole de masa de maíz con chocolate, leche, canela y azúcar, también es una denominación para calificar un mestizo a otro mestizo. En la época que nos detiene para su revisión el “Champurrado” debe haber sido un picador cuyas características nos pueden ser reveladas por esos maravillosos apuntes de costumbre, recogidos en Astucia de Luis G. Inclán. Joaquín López, banderillero andaluz, quizá estuvo integrado a la cuadrilla de don Bernardo, como un subalterno más. Ya vimos que Gaviño no aceptaba “intrusos” que empañaran su trayectoria artística, sobre todo a la hora de las ganancias, pero también del renombre que tenía de sobra, ganado por nuestro torero español y mexicano al mismo tiempo. José María, otro de los picadores, Pilar Cruz, el bárbaro Cruz, es uno más de los varilargueros, temerarios y valientes como el que más, y Manuel Lozano García, banderillero. José Juan Cervantes, es nada más y nada menos, que el dueño de la hacienda de Atenco, dehesa que nutre de toros y más toros a las corridas efectuadas por aquel entonces. A propósito, existe un documento de gran importancia que se relaciona con la presencia e influencia que pudo haber mostrado el gaditano. Se trata, precisamente de una
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correspondencia dirigida a José Juan Cervantes a la hacienda de Atenco en el mismo año de 1852. Dice el documento: Sr. D. José Juan Cervantes Méjico, enero 25 de 1852 e Mi muy Apr. amigo y Sor. 20 Con su enviado Francisco Recillas he recibido ayer su muy grata fha. y con ella los trece toros (13) de mi pedido inclusos (sic) los siete que había separado Bernardo. Hoy deben jugar 6 según verá V. por el anuncio adjunto y habría tenido una verdadera satisfacción si V. hubiera podido venir para verlos lidiar. Espero que será otro día, y mientras tanto me repito de V. afmo. amigo y S.S Q.S.M.B. Vicente Pozo (rúbrica).142
Como podemos ver, son dos las situaciones que encierra la epístola de Vicente Pozo, a la sazón, empresario de la plaza del Paseo Nuevo, a su amigo don José Juan Cervantes. Una de ellas es que menciona a “Bernardo” quien “había separado” los toros, es decir, gozaba el gaditano de libertad absoluta para escoger el ganado fuera en la plaza o en el campo. En cuanto a la segunda situación, ésta tiene que ver con un verbo y un propósito que comienzan a figurar con mayor fuerza en el ambiente taurino de aquel entonces: “lidiar”. La tauromaquia en cuanto tal, lleva implícito este significado que se enriquece con cada época, y para la que revisamos, resulta sumamente objetivo el propósito en el que se aprovechaban las embestidas de los toros que dieran en consecuencia, con un conjunto de lances o de pases que iban concretando los primeros pasos de un arte de lidiar reses bravas en nuestro país.
¿FUÉ BERNARDO GAVIÑO QUIEN INFLUYÓ EN ATENCO AL ESTABLECER LOS TOROS NAVARROS DE QUE TANTO SE HABLA: LOS ZALDUENDOS O CARRIQUIRIS?
Bernardo Gaviño arribó a México en 1835. Su primera actuación en la plaza de San Pablo fue el 19 de abril de ese mismo año. En 1844 un 6 de octubre se enfrenta por primera vez (al menos esa es la primer noticia) a toros de Atenco en la plaza de San Pablo.
142
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja Nº 18 18/1 Pozo, Vicente, carta desde la ciudad de México, le comunica que ha recibido 13 toros de un pedido. Méjico, enero 25 de 1852, 1 f.
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Se desconocen las reacciones que pudieron darse por parte del pueblo, si de resentimiento hacia lo español apenas pasados algunos años del logro de la independencia, o de aceptación que no era más que presenciar la continuidad del espectáculo taurino. Continuidad que se dio como lógica respuesta frente a unas condiciones de recuperación puesto que las corridas de toros se habían visto afectadas por el incendio de la plaza de San Pablo en 1821 (plaza que se reinauguró hasta 1833) que también se extendieron en plazas efímeras como la Nacional, la de la Alameda, o la de don Toribio. Por ese entonces dominaban el ambiente los hermanos Luis, Sostenes, Mariano y José María Ávila concretamente, en medio de otros personajes tan fugaces como etéreos. En ese estado de cosas, un año después España reconoce la independencia de México lo cual pudo haber abatido el carácter antihispánico de algunos nuevos y recalcitrantes partidarios del liberalismo, amen de muchos otros que sin tanto principio político de por medio, impusieron su propio y natural rechazo en cuanto al significado del paso de tres siglos coloniales en nuestras tierras. Bernardo Gaviño contaba en 1835 con 23 años de edad. Gaditano de origen decidió establecerse en México luego de haber hecho un alto temporal en la isla de Cuba. En España fue contemporáneo de Francisco Montes, de Juan León "Leoncillo" y quizás hasta pudo estar muy cerca de aquella influencia que ejerció la Escuela de Tauromaquia auspiciada por Fernando VII y dirigida por Pedro Romero en coordinación con el conde de la Estrella. Allí se aplicaron muchos jóvenes toreros de entonces. El inicio que tuvo esta escuela de tauromaquia parte de 1830, cuando Bernardo cuenta con 18 años, edad mas que propicia para comenzar una profesión tan arriesgada y apasionante como la de ser torero. Durante el lustro que va de 1830 a 1835 se aglutinaron en España los miembros de una generación formada bajo la égida de Pedro Romero que ya gozaba de principios formales de profesionalización en una primera etapa regida por fundamentos establecidos en la Tauromaquia de José Delgado. La segunda etapa se cubrió con el alumno más destacado de .103.
Romero: Francisco Montes, quien en 1836 publica su propia Tauromaquia, sustento técnico que se proyectará vigoroso más de 50 años, hasta el surgimiento de una diversidad de doctrinales taurómacos o la Tauromaquia de Guerrita aparecida en el crepúsculo del siglo XIX. Sin embargo, las doctrinas técnicas de Delgado y de Montes, siguen siendo hasta nuestros días base y afirmación del toreo. Por su parte, el papel que jugó el gaditano en México fue muy importante, puesto que estaba regido por comportamientos de marcada tendencia a monopolizar el control que poco a poco fue ganando y dominando. Su señorío monopólico quedó perfectamente instalado en la capital del país, por lo que el centralismo ayudó a fortalecer su influencia convirtiéndose en cierta medida, en árbitro, en juez de las decisiones que debían tomarse o ejecutarse. Algo que comprueba esto es la forma en que Gaviño sumó actuaciones, convirtiéndose en primera figura por muchos años, atentando hasta con sus propios paisanos a quienes les impidió las posibilidades de actuar ante el público mexicano durante el invierno de 1851 y 1852. y es que, tanto "El Chiclanero" como "el Cúchares" que así se hacían llamar Francisco Torregosa y Antonio Duarte, eran un par de advenedizos. Ante todo esto, Gaviño como se dice, tenía la sartén por el mango. Dueño de la situación la dominaba y la conocía como el mejor por lo que no es nada difícil que su fuerza llegara a controlar a algún grupo de ganaderos. En concreto se puede apuntar que guardó fuertes relaciones con el señor José Juan Cervantes y Michaus, último conde de Santiago de Calimaya y dueño de Atenco. En el Fondo de los Condes de Santiago de Calimaya, se hallaron documentos del año 1858 donde se anotan los gastos, pero también las ganancias en esas corridas.143 Fue muy interesante llegar hasta la parte en que se distribuyen el saldo a favor y donde cada uno se llevaba la mitad. Esto señala la formación de una sociedad que durante muchas tardes gozó de ventajas económicas seguras. Pero también del claro y evidente acuerdo que pudo darse entre ambos, entendido como la participación directa del torero en otros conceptos propios de la hacienda atenqueña. ¿Cuáles, por ejemplo? Ser el 143
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja Nº 18/181.-Productos y gastos de la corrida de toros del 5 de octubre de 1858. 1 f. (Véanse detalles en el Anexo número uno).
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responsable en las tientas, en la selección y elección de ganado para las muchas tardes que Gaviño enfrentó en plazas como San Pablo y Paseo Nuevo. Asimismo, conocedor de unas características propias del ganado, bien pudo darse cuenta de las condiciones y del juego que ofrecían en las corridas, los toros del conde. ¿Con qué ganado de Atenco se encontró Gaviño? y ¿de qué forma decidió la transformación para lograr del mismo un concepto novedoso y distinto? ¿Incorporó el ganado de casta navarra en Atenco? Son las preguntas difíciles que se plantean para definir su participación. A mitad del siglo XIX, los toros navarros gozaban de reconocimiento y popularidad en España. Era ya una casta definida y conocida, con características propias. Con este argumento es posible creer y pensar en la posibilidad de que en la segunda mitad del siglo XVIII, con la intervención del sexto conde de Santiago de Calimaya; o luego de la independencia llegaran a México, bajo custodia de Bernardo Gaviño (o de sus hermanos Manuel o José Ramón) esos toros que durante siglos se atribuyeron a la decisión que tomó Juan Gutiérrez Altamirano de establecer ganado con características de la línea navarra, desde la segunda década del siglo XVI. Otra posibilidad es que habiendo multitud de ganados procedentes de varias provincias españolas, en México se hayan reproducido enormemente con la alternativa que la casta navarra fuera la que, por su fenotipo, predominara en el valle de Toluca por encima de otras.144 Gaviño fue dueño de una hegemonía y de un control que durante poco más de 50 años quedaron como marca de ¿dictadura? o de ¿manejo de la situación? El único torero que estuvo fuera de sus dominios fue Ponciano Díaz, el que, luego de una alternativa apócrifa
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6TOROS6, Nº 573, 21 de junio de 2005, p. 13. En la presentación del borrador para el reglamento que se aplicará en la zona de Andalucía, España, ha sido puesto a discusión un concepto relacionado con el término “trapío”, muy cercano al fenotipo, que representa los caracteres aparentes comprobados por el reconocimiento exterior; aunque llevado más allá, y atendiendo al lenguaje coloquial entre los aficionados a los toros, que por tal, entienden el trapío, sin más. Pero en dicho reglamento se suprime el concepto “trapío” y se incide en atender al “prototipo racial” de las reses, sin confundir en cualquier caso el toro apto para una plaza o el toro “en” o “fuera” de tipo.
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otorgada por el propio diestro gaditano en Puebla allá por 1879, rompe relaciones con el maestro. Por cierto, las lecciones que imparte Gaviño a Ponciano se originan bajo una normatividad técnica que el español no pudo olvidar, combinando este propósito con una muy bien cimentada idea del estilo mestizo puesto que Bernardo entendió el ambiente en que se desarrollaba, y esto fue favorable porque por muchos años, gozó de segura y fuerte popularidad, difícil para los del gremio y extraordinaria por el largo tiempo en que se mantuvo sujeto a ella. Bernardo Gaviño ante muchos mexicanos fue un mandón que potenció la fiesta de los toros en México, que la hizo suya, la asimiló correctamente en beneficio y conveniencia personal para dar continuidad a su importante papel hegemónico.
d)La presencia de Atenco: aliento fundamental en la fiesta taurina decimonónica.
Ha venido demostrándose desde la primera parte de esta tesis, el significado que tuvo en el espectáculo taurino una hacienda que, independientemente de sus actividades cotidianas en cuanto tal, se comprometió con el devenir de infinidad de funciones donde su presencia era aliento fundamental en la fiesta taurina decimonónica. Queda claro que frente a los toros del Cazadero, Huaracha, Tlahuililpa, Queréndaro, San José del Carmen, estancia del Tejocote, San Jerónimo, San Diego de los Padres, Santín, Piedras Negras o Ayala, los de Atenco sobresalieron de tal forma, que por ejemplo, en las 532 actuaciones de Bernardo Gaviño que se localizaron entre 1835 y 1886, Atenco ocupa un porcentaje cercano al 50% (Gaviño lidió en ese período de tiempo 313 encierros de la hacienda de Atenco, entre 1844 y 1885), lo que refleja el grado de importancia; también la preferencia que tuvo este torero que se desempeñó en aquel período. Pero además, fueron toros que lidiaron con bastante frecuencia Mariano González, Lino Zamora, Ignacio Gadea, Ponciano Díaz, o que también sirvieron para el lucimiento de las constantes mojigangas145 celebradas en las plazas 145
José Francisco Coello Ugalde: “Mojigangas: aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo
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capitalinas, como el Volador, la Real Plaza de Toros de San Pablo, el Paseo Nuevo, y aquellas otras inauguradas a partir de 1887, luego de la reanudación de las corridas de toros, al derogarse el decreto que las prohíbe en 1867. Como se verá en el capítulo siguiente, y durante el período que va de 1815 a 1900, Atenco se encargó de nutrir con infinidad de corridas, mismas que fueron enviadas a diversas poblaciones de la provincia mexicana, sin ignorar a las plazas capitalinas, lo que representó, por un lado el reflejo de una actividad intensa; por el otro, la posibilidad de satisfacer la demanda, dadas las garantías que ofrecía esta hacienda en cuanto a la calidad del ganado que se lidió en período tan significativo. No puede ignorarse el pulso que se registró en los siglos anteriores, ni tampoco en el inmediato, pero ese espacio temporal de 85 años representa un punto culminante de la que, a mi juicio resulta ser la mejor época, tanto de esplendor como de permanencia de una hacienda ganadera, cuyas condiciones estuvieron perfectamente articuladas, contando para ello, con una organización dentro y fuera del espacio territorial donde se desarrollaron, donde además hubo otro tipo de actividades, implícitas en un sistema de producción como este, refiriéndome específica y particularmente a la cosecha de diversos cultivos, al aprovechamiento de los afluentes del río Lerma y muy en especial, con el manejo de otros ganados, de los que se obtuvieron importantes resultados.
en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX”. México, 2000. 170 h. Ils., retrs., grabs. (Inédito).
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CONCLUSIONES
Al tiempo que se activó la independencia de nuestro país, el toreo se comportó de igual forma y se hizo nacional perdiendo cierto rumbo que solo recuperaba al llamado de las raíces que lo forjaron. Esas raíces eran las españolas, desde luego. Sin embargo, un análisis clásico para entender el profundo dilema por el que navegó México como nación en el siglo XIX, es México. El trauma de su historia, obra de Edmundo O' Gorman. Su planteamiento sobre la confrontación ideológica entre la tesis conservadora y la liberal es genial. Resumiendo: Los conservadores quieren mantener la tradición, pero sin rechazar la modernidad. Los liberales quieren adoptar la modernidad, pero sin rechazar la tradición.146 Es decir, en ambos la tradición es común denominador, y para los dos, el sentido de la modernidad juega un papel muy interesante que no es momento de desarrollar. Solo que en el toreo la modernidad llegó tarde, fue quedándose atrás y la tradición mostró nuevos ropajes. Si bien, durante el siglo XIX, el género de la diversión taurina se hallaba provisto de elementos intensamente ricos, la estructura no perdió su esencia hispana, el vestido para la escena se colmó de mexicanidad y fue así como encontramos una fiesta sustentada en innovaciones e invenciones que permiten verla como fuente interminable de creación cuya singularidad fue la de que aquellos espectáculos eran distintos unos de otros, dada su creatividad, desde luego. Ello parece indicar la relación que se vino dando entre los quehaceres campiranos (ámbito rural) y los vigentes en las plazas de toros (ámbito urbano). Sociedad y también correspondencia de intensidad permanente, con su vivir implícito en la independencia, fórmula que se dispuso para el logro de una autenticidad taurómaca nacional. De ese modo el toreo guardó condiciones semejantes, aceptándolo nuestros antepasados, haciéndolo suyo y luego, enriqueciéndolo en abundancia. Así fue como el toreo se integró a 146
Edmundo O´Gorman: México. El trauma de su historia. México, Universidad Nacional Autónoma de México (Coordinación de humanidades), 1977. XII-119 p., p. 32.
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la forma de ser de los mexicanos y ha llegado hasta nosotros contando a lo largo de sus más de cuatro siglos y medio con apenas algunas interrupciones de orden legal, administrativo o incluso, por capricho de algunos gobernantes declaradamente antitaurinos. Como ya vimos, el espectáculo taurino decimonónico concentró valores en los que, además de la lidia de toros "a muerte", como estructura básica, convencional o tradicional que pervivió a pesar del rompimiento con el esquema netamente español, luego de la independencia, se sumaron otras representaciones del más vivo e intenso carácter tales como: Montes parnasos, cucañas, coleadero, jaripeos, mojigangas, toros embolados, etc. En conjunto, aquel cúmulo de cuadros o escenas significaron una viva e intensa manifestación de lo que representaba no solamente lo nacional, sino la mezcla perfecta de dos latitudes comunes a un género de diversión como el taurino, cada una con su muy particular expresión. A pesar de que los documentos revisados en este capítulo no insinuan el papel de influencia que pudo haber tenido Bernardo Gaviño al interior de las decisiones que se tomaron en Atenco, es muy claro el hecho de su constante relación habida tanto con sus propietarios y administradores, así como con el enfrentamiento sostenido con ganados que salieron de sus diversos potreros. Eso sí se encuentra documentado. Sin embargo, puede deducirse que, de la frecuente asociación de elementos habidos en esta triangulación: propietarios-administradores, con Gaviño y el propio ganado de Atenco, se pueden estimar los fuertes vínculos que surtieron efecto en la mejora respecto a la crianza que supone la enorme cantidad de encierros lidiados no sólo por Bernardo (313 en total); sino los 532 que se jugaron en el período comprendido entre 1815 y 1897. Todo ello demuestra que los propietarios y administradores se preocuparon en enviar a las plazas un tipo de toro propicio al estilo que impusieron las diferentes épocas del toreo que se desarrollaron durante buena parte del siglo XIX en nuestro país. Desde luego, dicha actividad tuvo resultados concretos en algo que evolucionó satisfactoriamente a favor de la ganadería de bravo.
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CAPÍTULO III: ESPLENDOR Y PERMANENCIA DE ATENCO, BAJO LA INFLUENCIA DE BERNARDO GAVIÑO.
a)Esplendor y permanencia en Atenco: 1815-1900.
Al decidir la delimitación del espacio temporal que se indica: 1815-1900, es bajo el criterio de la más notoria presencia de esta hacienda en el desarrollo de las diversas corridas de toros, efectuadas, tanto en la capital del país como en algunos sitios del interior. Es decir, que antes y después de este período, aunque no deja de aparecer en escena, es en el rango de esos 85 años (incluso, tal aspecto lo extendería hasta 1915, con motivo de cerrar el ciclo temporal a un siglo) donde alcanza su mejor etapa: la de esplendor y permanencia, sustentada en una garantía muchas veces confirmada por empresarios y toreros que apelan al buen estilo de los atenqueños. ¿Cuál es ese buen estilo? ¿Cómo se desarrolla la actividad concreta de la crianza que les asegura a los diversos propietarios de la hacienda en ese espacio de tiempo, gozar de privilegios para hacer frente a la constante solicitud de empresarios y toreros? ¿Cuáles son los medios más comunes que se emplearon al interior de la hacienda para garantizar que las condiciones del ganado se hicieran óptimas en el ciclo antes descrito? El “esplendor y permanencia” en Atenco, desde mi perspectiva, se generó en una etapa que podría ser vista como de larga duración. Sin embargo, esos 85 años representan para esta ganadería un siglo redondeado. Está comprobado que algunos períodos seculares no se someten al rigor temporal que supone esa delimitación. Por ejemplo, para Eric Hobsbawm, el siglo XX empieza desde su perspectiva en 1914 y termina en 1991.147
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Eric Hobsbawm: Historia del siglo XX. Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1998. 612 p. (Biblioteca E. J. Hobsbawm de Historia Contemporánea)., p. 7. Creo que en este momento es posible considerar con una cierta perspectiva histórica el siglo XX corto, desde 1914 hasta el fin de la era soviética (…)
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Y Atenco, en tanto espacio geográfico inmediato al centro neurálgico del país, tuvo el privilegio de contar algunas historias como el paso de los insurgentes en 1810, antes de la discutida batalla del monte de las Cruces,148 o el hecho de que sus habitantes se adaptaran al nuevo sistema del registro civil, sin dejar de seguir bautizando a la población en templos y parroquias del rumbo. Esto último ocurrió durante el año de 1857, cuando fue sancionada la Ley Orgánica del Registro Civil, por instrucciones de José María Lafragua, entonces ministro de gobernación de Ignacio Comonfort, decretando esta ley la creación del registro civil y quitar esas funciones a la iglesia. No queda claro si aquella población, eminentemente indígena, haya tenido una idea clara sobre las permanentes crisis no solamente generadas en el arrebato de las fuerzas políticas que pugnaban alrededor del poder. También de aquellas otras sostenidas entre el estado y la iglesia, justo cuando la Constitución de 1857 no solo incorpora la Ley Orgánica del Registro Civil sino también la Ley Juárez y la Ley Lafragua de 1855; la Ley Lerdo de 1856, o la Ley Iglesias de 1857. Sin embargo, esa misma constitución ignoró la separación entre la iglesia y el estado, y entre los amagos de qué era la intolerancia de cultos y cual la tolerancia religiosa, la iglesia condenó aquel instrumento e incluso excomulgó a quienes la juraran. De ese modo, aquella carta magna terminó siendo antidemocrática. Ahora bien, y entrando en materia, en el cuadro número cuatro del primer capítulo se ha podido comprobar que, aunque existe un número importante de haciendas ganaderas en el territorio mexicano durante los siglos virreinales y el XIX, muy pocas son proclives a destinar parte de sus actividades a la crianza del toro de lidia. ¿Cuáles podrían ser las causas? Es posible que algunas unidades de producción contaran con un propósito bien definido por cubrir expectativas eminentemente comerciales, fundadas en aprovechar la presencia de un ganado cuya crianza esta dirigida a unos fines que las ponían en lugar de privilegio, para ser llamadas a atender demandas establecidas por empresarios taurinos que buscaban entre 148
Ocurrida el 30 de octubre de 1810, pero con el paso previo de las fuerzas encabezadas por el Brigadier D. Torcuato Trujillo y Chacón, el que dispuso que se engrosara la Caballería a su mando por lo que dispuso, que de las haciendas adyacentes, que lo son, la de Atenco, S. Nicolás Peralta, Sta. Catarina y D.ª Rosa, se le remitieran montados los dependientes, aptos de armas tomar que en ella hubiese; lo que así se verificó (…)
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las haciendas ganaderas, toros que sirvieran para los múltiples espectáculos programados durante el siglo XIX. A este complejo, se suma la infraestructura y los objetivos perfectamente definidos que pudieron mostrar ciertos propietarios al estimular, gracias a sus bien fincadas relaciones empresariales, la mencionada crianza, como un elemento que apoyó durante mucho tiempo las irregulares condiciones económicas padecidas al interior de haciendas con este perfil. Crianza en cuanto tal, como concepto y actividad modernas (ya lo veremos en el cuarto capítulo de esta tesis), no se dará sino hasta finales del siglo XIX, justo en el momento de la incorporación masiva del pie de simiente español, que alentó la reproducción con fines que se tornaron profesionales. Antes de esto, simplemente existe un concepto donde la intuición de muchos de los vaqueros y administradores, junto con los consejos de los toreros en boga, se sumaron con objeto de buscar el mejor prototipo de ganado para la fiesta que entonces se practicó. Las diversas fuentes a las que he acudido, registran con notoria frecuencia el nombre de la hacienda ganadera de Atenco, por encima de otras que también gozaron de la predilección de toreros y aficionados. Al menos, desde el mes de abril de 1815 en que se detecta un AVISO AL PÚBLICO149 hasta un cartel de 1901,150 las apariciones del nombre de Atenco son Aunque de hecho ya existe otro “aviso al público” con fecha del 2 de febrero de 1815. AVISO AL PÚBLICO. No habiendo habido tiempo para forrar las Lumbreras y Tendidos a causa de los días de fiesta, se reservarán las primeras corridas de Toros para los días Jueves y Viernes de la presente Semana. En ellos y en todos los subsecuentes, se partirá la Plaza por la tropa con evoluciones diversas. Se correrán en cada día diez y seis Toros, los diez de Atengo escogidos y descansados, con la divisa de una roseta encarnada, y seis de Tenango que son de muy buena raza, también escogidos, y se señalarán con roseta blanca. Los Toreros se han elegido entre los que trabajaron en las corridas pasadas con aplauso, desechando los malos y reemplazándose con otros de habilidad. Todos los días por la mañana y tarde, será el último Toro embolado, por lo que agradan al Público los lances de los aficionados, procurándose en todo la diversión más completa sin perdonar gasto. El Jueves por la tarde al quinto Toro, figurarán los Toreros un convite ó merienda para plantar banderillas sentados, y concluida la corrida habrá fuegos artificiales de gusto e invención. El Viernes al quinto Toro, se echarán Cerdos para que los enlazen varios Ciegos, y á las seis se inflará un Globo para que todos lo vean elevar. La víspera de las demás corridas, se anunciará al Público la diversión extraordinaria que ha de haber en cada uno. -Comenzarán los Toros por la mañana á las once, y por la tarde a las cuatro, advirtiéndose al Público, que la Superioridad ha prohibido a los Toreros que echen saludos y pidan galas, para que no haya emulación ni gravamen en los concurrentes, a menos que alguno quiera voluntariamente darlas, con cuyo objeto se les han 149
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frecuentes (que ya las veremos en el inciso “c” de este capítulo). Lo que ha sido una constante: la del esplendor y la permanencia se reflejan no sólo en el número de encierros lidiados, sino también en el juego o desempeño durante la lidia, lo que favorece en buena medida los factores del comportamiento del toreo decimonónico, pues deben haber sido toros que pudieron ofrecer mejores condiciones, aprovechadas por los diestros que, como Bernardo Gaviño se inclinaron por su notoria predilección. En la crónica a la corrida del 26 de septiembre de 1852 revisada en detalle en el capítulo anterior, pueden observarse características que fueron común denominador entre esos toros, tal y como lo confirma el siguiente documento, que corresponde a unos meses antes: Cervantes, José Ma. le informa a su hermano del éxito de una corrida de toros y del entusiasmo de su afición a esa clase de diversión. Méjico, enero 26 de 1852. 1f. “Con mucho gusto te participo que la corrida de toros ayer ha sido tan sobresaliente que por voz general se dice que hacía mucho tiempo que no se veía igual: los toros jugaron como unos leones y á cual mejor, diez y ocho caballos hubo entre muertos, heridos y lastimados Magdaleno y otros dos picadores”. (...)Tu hermano José María.151
Fueron labores comunes y cotidianas durante aquellos años y en la hacienda de Atenco las de la vaqueada, así como los herraderos. Por otro lado, se tenía la creencia de que ciertos toros a pesar de su mal color, se podía disponer de ellos para jugarlos. Además, otros factores que influyeron a la buena “crianza” son los de las tierras donde pastaban dichos ganados, para lo cual los grupos de vaqueros contaban con la ventaja de desplazar de un sitio a otro para optar por este o aquel, lo cual era un factor para decidir cuáles toros se enviaban a las plazas. El río Lerma también influyó en estos aspectos, pues existían
aumentado los salarios. México 4 de Abril de 1815. Ramón Gutiérrez del Mazo (Rúbrica). Fuente: Colección Julio Téllez García. 150 Cartel taurino. Características principales: PLAZA DE TOROS “MÉXICO”, D.F. Domingo 22 de diciembre de 1901. 6a. corrida de la temporada 6 toros de Atenco. Matadores: Antonio Moreno “Lagartijillo” y Antonio Fuentes. Estado de conservación: Malo. Imprenta: Tip. José del Rivero. Victoria 8. Colección: Diego Carmona Ortega. 151 Véase Anexo número uno [B.N./F.R./C.S.C.] CAJA 18, referencia 18, 18/2.
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procedimientos para hacer pasar por sus afluentes las puntas de ganado, primero para aprovechar su necesaria limpieza; segundo para evitar en cierta medida la presencia de insectos y sus posibles infecciones, asuntos que fueron atenuándose con la desecación del río Lerma, intentos que tuvieron lugar entre los años de 1757, 1857, 1870, 1907 y 1926. En cuanto al estilo que fue peculiar en los toros de la hacienda de Atenco, hubo caso en 1864, año en el que siendo José Juan Cervantes su propietario, establece un compromiso con el entonces empresario de la plaza de toros del Paseo Nuevo, ofreciéndole garantías en cuanto al ganado de su propiedad se refiere.152 Las 10 cláusulas representan la síntesis de la capacidad que para entonces ya había alcanzado una dedicada atención a la crianza (todavía sin el sentido profesional que comenzó a darse a finales del siglo XIX) de toros para la lidia, misma que se encuentra por encima de las otras haciendas que de igual forma nutren a las plazas para la celebración de festejos. El trabajo conjunto de vaqueros y toreros que están formados dentro del propio territorio atenqueño, o que visitan la hacienda elevan notablemente los índices de calidad que presentó el ganado. Entre esos toreros locales se encuentran Tomás Hernández “El Brujo”, junto con su hijos Felipe y José María “El Toluqueño” que, al lado de Bernardo Gaviño, Mariano González o Pablo Mendoza, y más tarde Ponciano Díaz seguramente influyeron, aportando ideas, interviniendo directamente en tareas selectivas como por ejemplo: el apartado y arreo, el enchiqueramiento o la tienta, preparación de la corrida, el traslado y embarque e incluso el desembarque en la plaza a donde eran destinados los toros. Dice el Manual del ganadero mexicano “que todas las grandes mejoras que han llegado a constituir distintas razas, se han alcanzado por el medio fundamental de la selección, que es la reunión de los tipos más selectos en que se encuentran especificadas las calidades que se procura desarrollar, hasta fijarlas en condiciones permanentes, como tipo característico de una raza”.153 La selección aplicada en el siglo XIX debió traer consigo excelentes resultados,
152
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja 34, referencia 60, documento s/n). MANUAL DEL GANADERO MEXICANO. Instrucciones para el establecimiento de las fincas ganaderas, por el Dr. C. Dillmann. Obra revisada y aumentada por el comisionado de la Secretaría de 153
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independientemente de que la catalogue como autóctona, para diferenciarla de la que a partir de 1887 elevó aquella “selección” a su nivel profesional, respecto al hecho de la introducción masiva de ganado español a las haciendas mexicanas, mismas que se aliaron a la vanguardia que se practicaba en España. Antes de esta época los métodos eran meramente intuitivos, como resultado de la cotidiana experiencia alejada de fundamentos dirigidos a buscar una selección más rigurosa que arrojara balances satisfactorios, mismos que servían seguramente para establecer principios que luego derivaban en sistemas aplicados, a los cuales se agregaban otras prácticas que, en conjunto, se utilizaban para lograr mejores resultados. En función de los documentos consultados en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional, cuya reseña completa aparece en el Anexo número uno de este trabajo, se encuentran datos concretos que revelan la magnitud y el volumen que se llegó a tener en ciertos años en Atenco, demostrándose un cumplimiento cíclico que superaba los años críticos, al grado de igualarlos o mejorarlos. Por razones que se desconocen, es hasta el año de 1848 en que comienzan a registrarse diversos reportes por parte más de los administradores que de los propietarios.
Fomento Miguel García, Médico Veterinario. México, Imprenta y Litografía Española, San Salvador el Seco núm. 11, 1883. 419 p., p. 146. Además: María Eugenia Romero Ibarra: “Manuel Medina Garduño..., op. cit., p. 120.
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VOLUMEN, MÉTODO Y EFICACIA: TRES INSTRUMENTOS PARA CALIBRAR LA DIMENSIÓN DE ESTA HACIENDA EN CUANTO A GANADO BRAVO SE REFIERE.
Bajo los criterios de volumen, método y eficacia, la información recabada totalmente en el Anexo número uno, pero con una selección especial, permitirá encontrar en las siguientes tres condiciones específicas de este apartado, la afirmación que indica la presencia de los toros de Atenco tanto en las corridas como en actividades realizadas al interior de la hacienda, durante el período señalado al principio de este tercer capítulo. La lectura de todos estos documentos que fueron escogidos con sumo cuidado, refleja una amplia experiencia de los administradores y vaqueros que se tradujo no solo en esas prácticas cotidianas ya conocidas, sino también en la contabilidad, métodos de administración, etc. Por lo tanto, todo ello nos permitirá entender mejor la lógica del uso de los pastos en los diversos terrenos conocidos como “estancia”, “potrero” y “cercado”. Aquí veremos qué piensan, cómo actúan; cuál es la lógica empleada por todos aquellos trabajadores y la forma en que lo hacían. Y es alrededor de los toros, donde también encontraremos una importante actividad económica, con la cual garantizaban los ingresos, pero también el movimiento de dinero para poder resolver diversos imprevistos (pago de raya, deudas o embargos), o para mantener la constante actividad agrícola de la que dependía en buena medida la hacienda. Los criterios de volumen, método y eficacia, (que establezco de modo no arbitrario sino concreto, que se desprenden de toda la materia de elementos que ahora son útiles para entender una gran parte de las formas de operación al interior de la hacienda) son una manera de establecer parámetros capaces de explicarnos, a partir de los documentos citados y consultados, la diversa capacidad que se manifiestó en la hacienda de Atenco, a través de su concreta actividad ganadera, de la cual se pueden conocer datos específicos que permiten argumentar estos principios, los cuales responden a estímulos cíclicos basados en nacencias, destetes, herrajes, así como la rigurosa preparación de encierros dispuestos para ser enviados a distintas plazas de toros, básicamente en la ciudad de México, y los estados .116.
de México, Querétaro y Puebla. Es más, hasta hace relativamente poco tiempo, se tenía una idea no muy clara del significado que detentó Atenco, sobre todo para entender cómo se decantaron esos toros en una diversión popular que, en buena medida mucho le debe a esta hacienda. Los años son muy claros: ya por lo destacado, ya porque los administradores escribieron y reseñaron las actividades, dándose cuenta de la dimensión que tuvieron enfrente; ora por el hecho de que entre los años de 1830 y hasta 1874 se tiene un informe que aunque no continuo ni constante, refleja el estado de cosas y los síntomas a que se vio sujeta esta hacienda, para lo cual el factor de lo que la naturaleza condicionaba, se comportó en altibajos o períodos de prosperidad y abundancia. Otro conjunto de datos recabados, y que serán motivo de detenida revisión en el inciso “c” de este capítulo, nos hablan de una muy importante actividad del ganado que se envió a las plazas, puesto que entre 1815 y 1897 se contabilizan más de 500 encierros154 que van de 2 y hasta 10 toros por tarde, lo que en promedio, daría una cantidad aproximada a los 2000 toros, (contabilidad que resulta de sumar todos los datos localizados, no solo en la Biblioteca Nacional. También en la hemerográfica, bibliográfica, manuscritos y hasta testimonios orales). Cerca de 90 documentos, resultado de la revisión al Fondo Condes Santiago de Calimaya, serán utilizados en esta parte del trabajo, con objeto de que nos dejen ver la forma en que volumen, método y eficacia estuvieron al servicio de los intereses de esta peculiar unidad de producción agrícola y ganadera, que ahora es motivo de estudio.155 Aunque ha quedado perfectamente establecido el período que se desea analizar: 18151900, solo se encontraron en este instrumento documental, noticias contundentes que van de los años de 1830 a 1874. Es importante mencionar que esta hacienda sufrió mermas importantes en dos direcciones: una, causada por el paso de los insurgentes en octubre de
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Encierro: Acto de traer los toros o encerrar en el toril. En España ha constituido desde muy antiguo una manifestación popular en la que los mozos corren delante de los toros, que van arropados por los cabestros, hasta la plaza de toros. 155 Véase Anexo número cinco: PLANOS ATENCO1 - 7.
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1810,156 con lo que, al ser motivo de saqueo en buena parte de sus bienes, tuvo que entrar en un lento período de recuperación. Y si bien no quedó colapsada del todo, la demanda al interior y al exterior de su territorio dejan ver que no se descuidaron ni su estructura organizativa, ni el elemento que atendía las necesidades dentro o fuera de ella, por lo que en algunas ocasiones, particularmente entre 1815 y 1824, el ganado de Atenco reaparece en plazas de toros como las del Volador, Necatitlán y la Plaza Nacional de Toros. Sin embargo, para 1830 se encuentra prácticamente recuperada. Otro elemento que afectó su ritmo lo encontramos en la época en que José Manuel Gutiérrez Altamirano y Castañeda es propietario de la hacienda entre 1752 y 1793, la cual quedó en crítica situación por sus notorios dispendios, circunstancia que vino a tomar un respiro importante con la presencia de María Isabel de Altamirano, condesa de Santiago (1798-1802), quien murió a temprana edad. Sin embargo, su hermana, Ana María Altamirano y Ovando, casa con Ignacio Gómez de Cervantes y Padilla, con lo que las condiciones mejoraron notoriamente, lo que generó una recuperación sin precedentes en sus actividades cotidianas, misma que enfrentó –no podía ser peor la desgracia, y como ya se dijo-, el paso de las fuerzas insurgentes, al mando de Miguel Hidalgo y Costilla en octubre de 1810. Es bueno recordar los apuntes del periodista Servolini, quien el 12 de junio de 1887 anotaba en El Arte de la Lidia: LAS GANADERÍAS ATENCO La época buena en México, de los toros de Atenco, fue en los años de 1830 a 1866, en que la ganadería estaba en todo su apogeo, existiendo de 4 a 6000 reses bravas, pudiéndose sacar entonces para lidiarlos de 400 a 600 toros, el menor de 6 años. Razón por qué en aquella época fueron tan notables los toros de Atenco en varias plazas de la república, principalmente en los circos taurinos de San Pablo y Paseo Nuevo de esta capital.
A partir de los documentos mencionados, se realizará un desmenuzamiento para cada una de las condiciones, ubicándolas en su exacta dimensión, desprendiendo de los documentos seleccionados la parte que sugiere volumen, método y eficacia, indicando el número
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[B.N./F.R./C.S.C.] CAJA Nº 11, referencia 14)11/12.
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correspondiente que resultó del levantamiento en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional, mismas referencias que podrán verse completas en el Anexo número uno.
Interpretación a los documentos expuestos.
Volumen
Por encima de todos los valores ya mencionados, es el volumen quien da mayor consistencia y dinámica a las actividades correspondientes al flujo de ingresos y egresos generados en Atenco. Dentro de la notoria capacidad que alcanzó la hacienda en determinados años, viene a continuación un ejemplo de ello, contrastado con el fenómeno que representó la guerra con los Estados Unidos de Norteamérica. En 1848, se reportan 2735 cabezas de ganado Ese ganado es el bravo de que absolutamente no se puede disponer, ni se puede sacar porque no hay quien lo compre y solo tiene uno para las corridas, cuando las hay, de que resulta como ha dicho, ilusoria la providencia y es de absoluta necesidad (...) Octubre 21 de 1848.157
Debe recordarse que en el centro del país, se registra una lenta recuperación con motivo de la invasión norteamericana que ocasionó grandes perjuicios no solo en el orgullo nacional, sino también en el orden económico y social. La ciudad de México se convirtió en cierta medida en la gran trinchera para la resistencia. Por tanto, el maderamen de la plaza de toros de San Pablo sirvió como elemento de apoyo, por lo que entre el domingo 17 de enero de 1847 en que se celebró un festejo, “organizado por el regimiento Hidalgo, de la Guardia Nacional, para proporcionar recursos para auxilio de los gastos de la presente guerra contra los Estados Unidos del Norte”,158 y el domingo 15 de diciembre de 1850, la mencionada plaza no pudo servir para funciones taurinas. 157
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja 35 s/n (f. 12v. y 13). Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 136. 158
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Por otro lado, la hacienda de Atenco fue escenario de invasiones y robos, embargadas diversas extensiones; heladas que arrasaron las sementeras de maíz, y que elevaron los índices de mortandad entre los ganados. Por ejemplo, en 1860 hay un procedimiento de embargo de 39 reses a la hacienda de Atenco para cubrir un adeudo de 1,000 pesos por concepto de contribuciones,159 lo que confirma el mal estado en que se encontraron las haciendas durante el período de 1860 a 1864. Por su parte Bernardo Gaviño de manera muy particular, se sirvió del ganado de Atenco para frecuentes beneficios, que no se limitaron a la sola ganancia del diestro español. También la propia hacienda atrajo ganancias con este método, bastante frecuente, cuyo dinero servía para paliar los diversos gastos que no podía resolver por ciertos momentos al atravesar por crisis y falta de solvencia, reflejadas en los embargos o en el pago de la raya a los trabajadores, o para cubrir casos como el de la “Aduana de Tenango”.160 Los cuadros cinco y seis presentan la concentración de datos acerca del comportamiento que tuvo Atenco como ganadería, al enviar encierros de toros para la lidia, entre los años de 1815 y 1897. En semejante lapso de tiempo, sumamente amplio, pueden apreciarse las variables de comportamiento no definitivas, en virtud de que resultan ser los datos localizados por un lado; registrados por otro y que no deben tomarse como totales, porque la prensa en diversas épocas simplemente omitió el nombre de la hacienda o el dato preciso de la o las corridas que, por consecuencia es imposible incluir. De igual forma, otros registros como el de los documentos del fondo Condes Santiago-Calimaya, luego de confrontar ciertos datos también excluye otros al cotejar dichos papeles con el de la prensa, básicamente entre los años de 1851 a 1867; y más tarde entre 1884 y 1897.
159 160
[B.N./F.R./C.S.C.] Caja Nº 12, referencia 16)12/13. [B.N./F.R./C.S.C.] Caja Nº 18, referencia 48)18/263.
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BALANCE DEL ANÁLISIS: VOLUMEN, MÉTODO Y EFICACIA: TRES INSTRUMENTOS PARA CALIBRAR LA DIMENSIÓN DE ESTA HACIENDA EN CUANTO A GANADO BRAVO SE REFIERE. CUADRO Nº 6
VOLUMEN 5)9 BIS/8 (1854) Estado general de la hacienda de Atenco en el año económico de 1854 Ganado cerrero Existencia del año anterior 2510 Nacidos en el año 654 Toros comprados á la empresa 4 Muertos 20 Vendidos 189 Fiada 59 Remitidos a México p.a una corrida qe dio S. D. José Juan 6 Importa el Cargo 3168 274 Id la data 0274 Existencia para el año 1855 2894 6)9 BIS/9 (1854) Cuenta gral. de la hac.a de Atenco. Enero 24 de 1854. De el valor de 3/4 partes del valor de 19 toros a 71 p.s qe entiº Pozo deduciendo la parte correspondiente a el adelanto y 22 p.s 7 r.s de gastos de 3 corridas, Marzo 7. De 6 toros vendidos a Bernardo Gaviño de los que bolbió uno y queda p.r s/c De 4 toros id. a Mariano González á 70 p.s Noviembre 4. Haber por el importe de 7 toros a 60 p.s Noviembre 11. Yd. por el id. de 3 id. a id. Noviembre 18. Haber por el importe de 3 toros y 1 novillo. Noviembre 25. Haber por el importe de 3 toros a 60 p.s Debe por 80, valor de 2 toros que se metieron por mal juego. Diciembre 3. Haber por el importe de 3 toros a 60 p.s Debe por el valor de un toro que se devolvió por mal juego. Diciembre 10. Haber por el importe de 4 toros a 60 p.s Diciembre 17. Haber por el importe de 3 toros y 1 novillo. Debe por 40 importe de un toro que se devolvió por mal juego. Diciembre 25. Haber por el importe de 7 toros a 60 p.s Diciembre 30. Haber por el importe de 3 toros. 7)9 BIS/12 (1856) Estado general de la hacienda de Atenco en el año económico de 1856. Ganado cerrero. Existencia del año anterior 3136 Cargo 484 becerros producto de la nacencia en el año 484 Yd. 10 toros debueltos de la empresa de México 10 Data 302 cabezas vendidas 302
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Yd. 54 id. muertos 54 Yd. 150 id fiadas 150 Yd. 8 toros que se remitieron á México para la corrida que se dio a beneficio de esta hacienda en 10 de enero p p.o y de la cual no se sabe el resultado, por cuya razón se hace solamente la data del ganado 8 Ymporta el cargo 3630 514 Yd. la data 514 Existencia para el año de 1857 3116 8)9BIS/13 (1865) Estado general de la hacienda de Atenco en el año económico de 1865 Ganado cerrero Cargo Data Ymp.s Existencia Sem. antr. 2403 4 toros vendidos para jugarlos el día 30 en Toluca 4 1 toro viejo fiado 1 Suma el cargo 2403 4 1 Yd. la data 5 Quedan existentes 2398 9)9 BIS/17 (1874) Estado número 19 que corresponde a la semana número 19 del 3 al 9 de mayo de 1874 Ganado bravo Cabe Existencia anterior 1282 Nacidos 4 Existencia 1286 11)10/21 (1865) ESTADO GENERAL DE LAS CORRIDAS DE TOROS VERIFICADAS ENTRE LOS MESES DE FEBRERO Y DICIEMBRE DE 1865, EN LA PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO. Día Fecha Utilidad Ganancia Repartido entre: Domingo 12.02.1865 $564.00 $282.00 Sr. Conde y Gaviño. Domingo 19.02.1865 $ 32.30 $ 16.50 “ Domingo 26.02.1865 $173.20 $ 86.50 “ Martes 28.02.1865 $929.00 $464.40 “ Domingo 05.10.1865 $ 78.40 $ 39.20 “ Domingo 15.10.1865 $702.40 $351.20 “ Domingo 22.10.1865 $638.10 $319.50 “ Domingo 29.10.1865 $657.10 $328.05 “ Domingo 05.11.1865 $523.10 $261.05 “ Domingo 12.11.1865 $400.20 $200.20 “ Domingo 19.11.1865 $515.70 $257.35 “ Domingo 26.11.1865 $307.60 $153.70 “ Domingo 03.12.1865 $288.20 $144.10 “ Domingo 31.12.1865 $425.30 $212.15 “ 12)10/22 (1866) ESTADO GENERAL DE LAS CORRIDAS DE TOROS VERIFICADAS ENTRE LOS MESES DE ENERO Y DICIEMBRE DE 1866, EN LA PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO. Día Domingo Domingo Domingo Domingo Martes (Toluca) Domingo
Fecha 07.01.1866 14.01.1866 21.01.1866 11.02.1866 13.02.1866 01.04.1866 16.09.1866
Utilidad $ 491.00 $ 629.60 $1242.50 $ 794.70 $1105.00 $ 388.40 $ 732.60
Ganancia $245.50 $314.50 $621.25 $397.50 $552.50 $194.20 $366.30
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Repartido entre: El Sr. Conde y Gaviño “ “ “ “ “ “
Domingo 30.09.1866 $1017.00 $508.40 “ Domingo 07.10.1866 $ 979.70 $489.35 “ Domingo 14.10.1866 $ 793.40 $395.25 “ Domingo 21.10.1866 $ 570.10 $285.05 “ Domingo 28.10.1866 $ 733.10 $366.05 “ Domingo 04.11.1866 $ 889.40 $444.60 “ Domingo 14.11.1866 $ 547.20 $273.50 “ Domingo 18.11.1866 $ 572.00 $286.00 “ Domingo 25.11.1866 $ 439.60 $219.50 “ Domingo 09.12.1866 $ 386.20 $193.10 ” Domingo 16.12.1866 $ 165.00 $ 82.40 “ Domingo 23.12.1866 $ 18.60 $ 9.30 “ 13)10/24 (1867) ESTADO GENERAL DE LAS CORRIDAS DE TOROS VERIFICADAS ENTRE LOS MESES DE ENERO Y MAYO DE 1867, EN LA PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO. Día Fecha Utilidad Ganancia Repartido entre: Domingo 20.01.1867 $ 400.00 $200.00 El Sr. Conde y Gaviño Domingo 27.01.1867 $ 57.40 $ 28.60 “ Domingo 03.03.1867 $ 265.60 $132.70 “ Martes 05.03.1867 $ 587.30 $293.50 “ 16)12/13 (1860) BIENES-EMBARGO. Notificación de C. Márquez al Sr. José Juan Cervantes transcribiendo un oficio del general Bruno Aguilar de 3 de diciembre de 1860, sobre procedimiento de embargo de 39 reces a la hacienda de Atenco, para cubrir adeudo de mil pesos por concepto de contribuciones, México. Cuartel General del Ejército Mexicano. Diciembre 7 de 1860. 1f. 17)18/1 (1852) Pozo, Vicente, carta desde la ciudad de México, le comunica que ha recibido 13 toros de un pedido. Méjico, enero 25 de 1852. 1f. 27)18/47 (1857) Ortiz y Arvizu, Antonio, Carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México (...) de 65 toros (sin contar con los que ha devuelto la empresa y los embolados) que se tienen en un potrero.-Atenco, enero 21 de 1857, 1f. 30)18/113 (1857) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa de la remisión de 10 toros para una corrida que son de lo mejor según Cresencio, y que espera contestación con Zacarías.-Atenco, 9 de diciembre de 1857, 1f. 32)18/124 (1858) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa que hoy salen los toros para la corrida del domingo, que ojalá dedicara a las rayas su importe (...) Atenco, febrero 4 de 1858, 1f. 35)18/149 (1858) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa de una corrida de toros formada por cinco toros-, que produjo a esta hacienda $78.00) en Toluca.-Atenco, 11 de junio de 1858, 12f. 37)18/172 (1858) ESTADO GENERAL DE LA CORRIDA DE TOROS VERIFICADA EL 22 DE AGOSTO DE 1858 EN PUEBLA. Día
Fecha Utilidad Ganancia Repartido entre: 22.08.1858 $187.40 $143.60 El Sr. Conde y Gaviño. 38)18/176 (1858) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa de los herraderos que hizo al ganado.-Atenco, 8 de septiembre de 1858, 1f. “El lunes y martes hize los herraderos que se compusieron de 114 vezerros incluso 18 de media señal y todo el vecerraje muy bonito y grande como nunca se había hecho sin duda alguna en razón de no haberse ordeñado. El de los potros ascendió a 37 cabezas y además 6 mulitas”. 41)18/184 (1858) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa del envío de algunos toros (mañana salen 5 toros y dos novillos para la plaza del Paseo). Atenco, octubre 13 de 1858, 1f.
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42)18/197 (1858) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa que le solicitaron 12 toros para una corrida (...). Atenco, diciembre 20 de 1858, 1f. 44)18/213 (1859) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa del herradero en la vaquería. Atenco, agosto 23 de 1859, 1f. “Hoy hice el herradero de la vaquería y ascendió a 171 cabezas de fierro y 11 de media señal, todo el becerraje grande y muy gordo, de modo que me acordé mucho de U. y sentí que no lo hubiera visto”. 45)18/234 (1860) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa de la entrega de cuatro toros a razón de cincuenta pesos.-Atenco, mayo 24 de 1860, 1f. 46)18/237 (1860) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa que el jueves envía los (nueve) toros (y el embolado) que le pidió. Atenco, junio 5 de 1860, 1f. 47)18/260 (1861) Lebrija, Joaquín carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa que le remite 6 toros para una corrida. Atenco, noviembre 14 de 1861, 1f. 48)18/263 (1862) Díaz, G. Albino carta a José María Suvieta en la ciudad de México, le avisa de la existencia de ganado bruto enviando un cuaderno con registros; y de las reces que se vendieron para pagar la Aduana de Tenango.Atenco, abril 16 de 1862, 1f. 50)21/24 (1857) Ortiz y Arvizu, Ramón. Carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le dice que remite 6 toros y un novillo. Atenco, 12 de noviembre de 1857. 2 f. 51)21/26 (1859) Sr. D. Vicente Pozo Muy Señor mío Remito a Y. con D. Isidro Cartagena ocho toros de lid y un becerro para embolado(...). De U. afmo. Sr.. que B.S.M. / Atenco, enero 27 de 1859 / José Puente. 52)21/28 (1859) Puente, José, envía 6 toros, un becerro y 7 bueyes el 30 de noviembre de 1859. 57)22/118 (1864) Lebrija, Agustín, carta a Ana Ma. Lebrija de Cervantes le informa sobre la venta de (20) toros y corridas que se realizarán.-Atenco, 15 de noviembre de 1864.-2f. “Dile a Pepe Juan que ba a ber funciones en Tenancingo y que ya vendía 20 toros que no tenga cuidado por la existencia de estos animales pues para Toluca si los hay en Tenango y para México que bien pueden darse en esa de 10, a 12 corridas. 64)s/n (f. 12v. y 13) (1848) Demanda que ha instruido D. José Hernández contra D. José Juan Cervantes respecto a una sentencia de remate sobre ganado embargado, a lo que Cervantes mismo justifica que sí son razonables los elementos que le benefician, es decir, en los cargos a su favor. (José Hernández) Fundado en el derecho que tenía para designar los bienes, en que debía hacerse el embargo, señalo en ganado bacuno que tiene en la hacienda de Atenco de su propiedad y esperando que lo o
hacía del que se halla en el nombrado cercado de dicha finca, de cuyo ganado según el estado u 38, último, que había recibido de las existencias de la mencionada hacienda, y que puso de manifiesto, había en 23 de septiembre próximo anterior, dos mil, setecientas, treinta y cinco cabezas (2,735), que a la fecha podían estar aumentadas, y el ministro ejecutor hizo y trabó la ejecución en el mencionado ganado en lo que bastare a cubrir la suerte principal y las costas. Pues bien cualquiera que no tenga inteligencia ni conocimiento en este ramo creerá que con esta ejecución se ha hecho algo, cuando en realidad no se ha adelantado nada. Ese ganado es el bravo de que absolutamente no se puede disponer, ni se puede sacar porque no hay quien lo compre y solo tiene uno para las corridas, cuando las hay, de que resulta como ha dicho, ilusoria la providencia y es de absoluta necesidad (...) Octubre 21 de 1848. Sr. D. Francisco J. de Heras Casa de U. Nov. 30 de 1848 Mi apreciable amigo
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Estimaré a U. tenga la bondad de decirme al Juez de esta 1º Si en las varias épocas que ha tenido U. da
negociación de Toros, es cierto que me ha comprado para las corridas ganado de la hac de Atenco pagándome desde 29 hasta 407 cabezas. 2º Si así lo ha verificado no solo en corto número sino comprándome partidas hasta de 200 toros. 3º Si esta se (tran) sin dificultad a los potreros q. U. ha tenido en las inmediaciones a
de México y se conserban en ellas del mismo modo interin no se necesitan p. las corridas. 4º Si por esto y por el conocimiento que las expresadas compras le han dado del ganado creo que sea de fácil realisación. Agradeceré a U. se sirva manifestarme sobre cada una de las anteriores preguntas mandando la que guste a o
su afmo. am. q. B.S.M. José Juan Cervantes. Sor. Dn José Juan Cerbantes. Casa de U. y Dic. 1º/1848 Muy Sr. mío y apreciado amigo: en contestación a la que antecede debo decirle: que no solo lo gasté en la plaza de toros de mi propiedad en Necatitlán, sino también en la de San Pablo pagándole a U. pr. cada cabeza hasta el precio de 45 p.s En cuanto a la 2ª hemos contratado todo el ganado del cercado de Atengo que he necesitado para mis corridas, y espero de su amistad que me facilitare muy pronto cuanto necesite. En cuanto a la 3ª es cierta en todas sus partes. Respecto de la 4ª no solo tiene estimación preferente a otro ganado. p.a la lid, sino aun p.a el tajón por el incomparable sabor de su carne. Queda de U. afmo. y Atto S. Q.S.M.B. Francisco Javier de Heras (Rúbrica). Demanda que ha instruido D. José Hernández contra D. José Juan Cervantes respecto a una sentencia de remate sobre ganado embargado, a lo que Cervantes mismo justifica que sí son razonables los elementos que le benefician en los cargos a su favor. 65)s/n (1830) Sr. Coronel D. Antonio de Ycaza Atenco, octubre 26/830 (1830) (...) En cuanto á que ha parecido al muy corto el número de Becerraje, herrado en los días 11 y 12 del corriente, que fueron 258 cabezas, solo diré a V. que estas son las que hay, escepto diez cabezas que por estar demasiadamente flacas sin herrarse, y si se lograre que se reformen, se herraran y de ello daré a V. parte, pues de los que se recibieron como estaban las vacas picadas de enfermedad murieron algunas de ellas y de consiguiente las crías, y a más de estas otras que en razón de lo expuesto perecieron. 66)s/n (1842) Sr. D. José Juan Cervantes Atenco, Dic. 14 de 1842 Quedo entendido en que la venta de ganado del brabo solo se hará de novillos, toros y vacas viejas. Román Sotero (Rúbrica) 67)s/n (1847) Señor D. José Juan Cervantes Atenco, 22 de enero de 1847 (...) De ganado del cercado contamos hoy con 3000 cabezas, entre ellas muchos toros buenos para el toreo. Román Sotero (Rúbrica) 68)s/n (1849) Señor José Juan Cervantes. Tenango. Diciembre 6 de 1849 Mi apreciable amigo y Sor. Mi compadre Dn. José María Garduño pasa a esa para cerrar definitivamente el trato de los quince toros escogidos de que le hablé a U. en mi anterior; bajo la inteligencia de que quieren los vecinos de este lugar que se pastoreen por cuenta de la hacienda, quince o veinte días antes de la fiesta, y que su condición hasta esta villa sea por cuenta de la misma hacienda. No puedo menos de reiterar a U. la misma súplica que le hice en mi anterior; y de recordarle que ahora un año me ofreció U. darme toros a veintiocho pesos. También me tomo la libertad de llamar la atención de U. a que no son los mismos los gastos y el maltrato de los bueyes para traerlos a esta población; que me parece indudable que el cercado tiene los toros bastantes para cumplir los compromisos de U. que para vender la corta partida de quince más; pues de lo contrario estoy persuadido de que no vendería U. un solo toro aunque le dieran por el quinientos pesos. Recivale U. mis repetidas molestias que disponga como gasto de la inutilidad de su sincero amigo y seguro
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servidor Q.S.M.B. Feliciano Sierra y Rosso (Rúbrica) 75)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes Atenco 18 de junio de 1855 El ganado del cercado está ya pariendo con fuerza; llevamos hasta hoy 198 cabezas de nacencia todo y generalmente está ya muy bonito. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 77)s/n (1855) s/n Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 19 de setiembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Tengo a la vista la siempre grata de U. 17 del corriente así como igualmente la copia que se sirve acompañarme de la cuenta que ha pasado a U. el S. Pozo (Vicente Pozo, era a la sazón, empresario en la plaza del Paseo Nuevo) concerniente a los toros en la que siertamente no estamos de conformidad y por lo mismo remito a U. nota de los toros remitidos a la empresa en el presente año así como igualmente los justificantes respectivos que se servirá U. debolverme cuando se haya terminado esa liquidación. Tampoco estamos conformes en los toros debueltos porque el novillo que aparece en el apunte que U. me manda si lo debolbió la empresa, no aparece apunte ninguno de que si lo haya remitido y mal podía devolver una cosa que no había recibido. Hubo en efecto un novillo remitido a esta pero correspondiente a la corrida que mandé el 4 de junio para U. y cuyos toros están pendientes por datarse así como igualmente lo que remití en 9 y 16 de mayo y 9 de junio. En el apuntito que U. se sirbe remitirme y de que queda hecha mención, aparecen 9 toros para la corrida del veneficio de Febrero, y no fueron de aquí más que 7 y 2 vacas las cuales se debolbieron, y de los 7 toros indicados quedó uno sobrante que se le cargó a la empresa. De esta partida no remito a U. justificantes porque como no hera por cuenta de la empresa no se le exigió el recibo á Isidro. Las aguas no sesan un momento y todo el día de hoy nos ha sido imposible vaquear los toros que hande comenzar a entrar al potrero; haber si mañana ya amanece siquiera medio escurrido el llano y los comensamos a meter en número siquiera de 20 para que formen el pie con los bueyes cabestros, y si es que se da la corrida para el 27 tendré que vaquear los toros también mañana, de modo que si no tiene efecto sirbace U. mandarme avisar para soltarlos en el potrero. Ojalá y todas las corridas sean de esta fines así le sacaremos mas producto al cercado y sobre todo U. se auxiliará con su importe para los compromisos que me manifiesta U. tener, pues solamente U. puede desear mas que yo que se vea libre de ellos a cuyo fin hago y hede hacer cuanto me sea posible por no librarme un peso. Los toros que hay en el cercado son 266 pero he de rectificar la cuenta porque hay probabilidades de haberse equibocado al llegar contando por S. Gaspar. Abisaré a U. pues el resultado del recuento. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 79)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 26 de setiembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Ayer se hizo el herradero de los beserros que ascendió a 212 cabezas con inclusion de 54 de media señal. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 80)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 17 de octubre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Mañana salen los 7 toros y un novillo que se sirve pedirme en la grata de U. de ayer que me entregó D. Francisco Togno. Los toros que están en el potrero son 32 y el viernes vaquearemos 14. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 84)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 15 de noviembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Contesto la siempre grata de U. 12 del corriente diciendo que sin contar con los toros que haya en el potrero y
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deducidos los toros padres tenemos en el cercado 160 de los cuales serán cosa de 60 de cuatro años y el resto todos toros mansos lo que servirá a U. de gobierno para que se sirba formar el cálendo respectivo si es que piden de Puebla. Ayer han solicitado de Tenancingo 20 toros para las fiestas del mes entrante y contesté que para resolverles sobre el particular me era preciso escribir a U. como lo verifico para que se sirbiera comunicarme si se les podían dar y el precio al que los han de pagar ($60.00) así como igualmente me he comprometido en abisar el resultado el lunes próximo sin falta ninguna por lo que espero la contestación de U. sobre el particular al regreso de Zacarías. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 86)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 7 de enero de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Tengo a la vista la siempre grata de U. 5 del corriente en la que se sirve comunicarme que para el 13 deberá darse una corrida de toros a nombre de esta finca y en la que por consecuencia deberá U. llevar parte, por cuya causa no se ha vaqueado hoy para que toda la corrida vaya de los toros del potrero, tanto por lo expuesto tanto porque el moso que U. me anuncia vendría hoy, no ha llegado y si vaqueamos los toros y por determinación piensa Ysidro llevar toda la corrida del llano resulta que los toros sobrantes tenemos que meterlos al potrero y en la época presente no se reponen del maltrato pues así lo he visto con tres o cuatro que ha cambiado el expresado Ysidro a lo que se agrega también que si como usted se sirva indicarme que no se dan corridas en la temporada chica nos alarman entonces los toros del potrero para la temporada actual que los del llano nos servirán para atender a la plaza de Toluca. La nasencia del cercado fue de 563 cabezas por supuesto deducidas las que se malograron y ratificando la cuenta en general resultó de conformidad con la existencia y la nasencia lo que aviso a U. para su satisfacción. En cuanto a los recursos de este ramo no pueden ser otros por ahora más que la extracción que haya de toros porque vacas no es conveniente estraer hasta el mes de julio en razón de que están entonces en mejor estado pues en la época presente bamos saliendo de una que otra fiada por muy flacas y viejas lo mismo sucede con los bueyes del desecho que están actualmente en los rastrojos para que concluidos estos entren a la volsa de Tepemajalco reservada con ese objeto. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 87)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 11 de enero de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Fueron por fin para el veneficio 6 toros del potrero, dos del cercado, uno acerrado de los que jugaron en Santiago, y un torete, no habiendo remitido novillo en lugar del toro acerrado porque los que hay están delgados. Por razón de no haberse metido los toros en el potrero en la cantidad competente para las corridas de la temporada, se está notando una diferencia conciderable entre los toros del cercado y los del potrero pues que los vimos con motivo de haber adelgasado se ven chicos, y por lo mismo se juegan de poca edad en comparación de los del potrero, que como mantenidos en pastos reservados se han conservado en el mismo estado y aun mejores de lo que entraron; estas circunstancias hacen creer a la vista de menos edad los toros del cercado, pero la nacencia del ganado la cuenta de los toros que se hizo cuando se amarraron los del potrero, y la ratificación de la existencia del ganado brabo, son pruebas ebidentes de que tenemos ganado para dar las corridas del que se sirve U. ablarme en su siempre grata de ayer, y lo único que sí no debe esperarse es que los toros del cercado tengan la vista que los del potrero. Por lo que respecta a los toros que podremos tener para el año entrante sería muy difícil calcularlo ahora si para ello nos sirbiera de dato la simple vista del ganado, pero tomando en consideración la nacencia del año de 53 puede colegirse que deberemos tener de 240 a 250 toros de cuatro años, y como la separación para el potrero se ha de hacer cual corresponde y la experiencia indica, tendremos sin duda alguna mejor ganado que ahora. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 93)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 9 de marzo de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Tenemos en el potrero diez y seis toros buenos y me parece que no debemos meter en la época presente
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porque es indudable que se han de maltratar pues el ganado está delgado pero se sin embargo de esta reflección, estima U. combeniente hasta el completo de los cincuenta de que se sirve Y. ablarme prosedería a verificarlo. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 98)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 23 de mayo de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Ayer se lidiaron en Toluca 5 toros cuyo importe me sirve de grande auxilio para la raya de mañana. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 99)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 5 de junio de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. En la actualidad cuento con 250 p.s de los toros del domingo próximo pasado pero también tengo encima la cuenta de la aduana y la raya del próximo sábado. Probablemente el inmediato domingo habrá otra corrida y ya me servirá de auxilio para la entrante semana. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 100)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 18 de junio de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Tubo efecto la corrida del domingo en Toluca que como manifesté a U. me dijo Bernardo que hera en compañía de esta hacienda y todavía no se el resultado pues quedó de traer la cuenta el viernes pero me supongo que el resultado no ha de ser nada favorable por razón de que la corrida se hizo lloviendo y la entrada dicen que fue pésima. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 102)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 14 de septiembre de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. No pidieron ayer toros ningunos para lidiarse en Toluca hoy, como esperábamos por lo que sin duda alguna se dará la corrida el 16. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 103)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 1 de octubre de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Los únicos toros que han llevado p.a Toluca son nueve p.a las dos corridas que dio Trevilla y el producto de la primera sirvió p.a D. Agustín el mes p.do lo que indique a U. la última vez que estube en esa pues pida doscientos p.s p.a entregarlos en Toluca: ahora también tengo que pagar la Cta. de la aduana que aun no he visto pero debe importar cuando más 180 p.s. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 104)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 16 de octubre de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Con esta fecha remito al Sr. D. Vicente Pozo siete toros para lidiarlos a muerte y uno para envolado, lo que se servirá U. quedar impuesto para su inteligencia, así como que al regreso de los vaqueros se sirba U. abisarme los que vengan devueltos y de la manera que formo aquí los apuntes correspondientes, esencialmente con relación a los emvolados y de esta manera las mismas cartas de U. me serbirán de norma para que caminemos de total conformidad con la cuenta del Sr. Pozo. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 105)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 23 de octubre de 1856.
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Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Con esta fecha remito al Sr. D. V.te Pozo siete toros p.a lidiarse a muerte y uno p.a embolado lo que servirá a U. de gobierno. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 106)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 30 de octubre de 1856. Remito con D. Ysidro Cartagena siete toros y un veserro a la corrida á veneficio a Bernardo Gaviño lo que servirá a U de gobierno. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 107)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 5 nov.e de 1856. Con esta fecha remito al Señor D. Vicente Pozo seis toros y un veserro lo que pongo para su conocimiento para su inteligencia. Ramón Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 108)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco noviembre 12 de 1856. Con esta fecha remito al señor D.n Vicente Pozo con D. Ysidro Cartagena seis toros, lo que participo a U. para su conocimiento. Ramón Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 109)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco noviembre 19 de 1856. Muy señor mío de mi Respeto. Con esta fecha remito al señor D. Vicente Pozo seis toros p.a lidiarse en la plaza del Paseo lo que aviso a U. para su conocimiento. Por Ausencia del admor. Ramón Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 112)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 1 de diciembre de 1856. De Yautepec dicen que el teatro no tiene más que 25 varas de diámetro y que está algo viejo por lo que creo que no será posible dar las corridas cuando aún las funciones no pueda uno realizarse por lo alarmado que está aquello. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 113)s/n (1860) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco enero 4 de 1860. Ya escribiendo esta y en la noche recibí la de U. en que me pide la corrida de toros p.a D. Miguel y la cual sale mañana temprano y yo regreso también p.a Tenango. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 116)s/n (1860) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco abril 11 de 1860. Mañana salen los seis toros que se sirvió U. mandar pedir, y los dos embolados. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 117)s/n (1860) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco mayo 10 de 1860. Conforme con lo que se sirva U. ordenarme en su at.a de 3 del presente, entregué a Pablo Mendoza cuatro toros que jugaron el domingo en Toluca y cuyo importe, a razón de 50 p.s cada uno, lo pagó después de la corrida: también se le mandaron los cuatro caballos de los cuales solo volvió tres, porque uno murió en la plaza. Ramón Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 121)s/n (1863) Sr. D. A. M.
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Hacienda de Atenco y febrero 8 de 1863 Muy señor mío y amigo. En contestación a su esquelita que acabo de recibir le digo que necesita me mande U. una carta dirijida a mi hermano Agustín en la que le diga a U. que siendo depósito puesto por 8 haga presente al Jefe supr. de Toluca, que el ganado de la Hacienda de Atenco está embargado por el gobierno así como también los demás llanos de la referida finca, haciendo mérito de que si llevan a efecto la orden del Ministro equivaldría a cobrarle a U. lo que Pepe Juan debe lo cual es contra toda justicia. Joaquín Lebrija (Rúbrica) 123)s/n (1867) Atenco, Diciembre 19 de 1867 Por esta no tengo novedad alguna, y en las (...) sigo piscando con poca gente según me lo tiene ordenado para ir tanteando la existencia de (...); pues hoy solo de los toros, tengo disponible; pues los de Tenancingo me lo han puesto, en Tenango y Santiago de cuya corrida, creo que Bernardo Gaviño ya habrá hablado a U. como también, el arreglo que tuvo con los de Tenango para las fiestas, de lo que espero se sirva U. comunicarme lo que disponga y para mi gobierno y para que cuando vengan a verme los empresarios de las corridas les conteste y arregle; respecto al precio y demás cosas de la corrida, pues Bernardo en Tenancingo habló con Sosa, que fué (o es) el comisionado, y cuando estuve en Tenango con Bernardo a mi y (...) nos dijo que ya estaba todo arreglado con dicho señor de manera que ya cuentan con las corridas y están haciendo la plaza. (...) Va Luis Díaz encargado de la corrida y quedan José Ma. para salir el Domingo con los otros dos para el 25 y 29 según U. lo dispone, y con él mandaré la suma que por ocupación no he cumplido. José Fuentes (Rúbrica) 124)s/n (1868) Atenco, enero 9 de 1868 (...) Hoy han estado conmigo los señores de Tenango y quieren se les ponga en la Baquería los toros la semana entrante y que han de ir dos embolados y dos toretes. U. me dirá lo que en el particular hay para mi gobierno. José Fuentes (Rúbrica) 126)s/n (1868) Tenancingo, septiembre 12 de 1868 Sr. Dn. José Juan Cervantes México/Mi muy estimado amigo El mes de diciembre va acercándose: el día 8 del mismo comienzan las fiestas de este pueblo; y como para hacer toros este año a el erario conseguí madera para la plaza porque no hay existencia de ella que puedan grabar (...) vendrán los toros de Atenco y juicio de cada toro, bajo el concepto de que han de ser como los que vinieron el año anterior y de que se permitan por lo menos veinte. Nos ha dicho que fuera Calimaya vendieron toros a 25.00 pesos y no se si será el precio que le hayan fijado a todos los que salgan para el toreo (...) Tomás Madariaga (Rúbrica) 127)s/n (1868) Cuernavaca, septiembre 14 de 1868 Sr. Dn. José Juan Cervantes Apreciable Sr. respecto de lo que habló con D. Antonio Camacho respecto del ganado para jugarlo en Cuernavaca respecto a ello estoy en esta y solo deseo saber a que precio me puede U. dar una corrida de toros puestos en esta pues me he arreglado con la empresa y solo deseo me considere U. comodida que U. considere proporcionándomelo respecto del dinero que importe el ganado lo haré como U. me contestó con mi compadre Camacho dicho dinero lo tendrá U. después de jugado a los ocho días por no tener un conducto más biolento cuanto antes será puesto en casa de U. Suplico a U. indique por quien es dirigirme sus letras a la panadería del Vapor. Soy y Sr. grato Rafael Alvarrán (Rúbrica) 128)s/n (1868) Tenancingo, octubre 11 de 1868 Sr. Dn. José Juan Cervantes Puestas recibí tus dos gratas de fecha 17 y 22 del próximo pasado y no te había contestado porque aguardaba que nos reuniéramos todos los empresarios de corridas de toros para manifestarles tu determinación en cuanto a precio de cada animal, y como uno de aquellos señores estaba ausente, fuí para aguardarlo, de manera que la reunión se verificó últimamente. Se consideró muy alto el precio de cincuenta por cada toro y es seguro que si no se funde ser otro, tendremos que conseguir del ganado de Camacho o de otro de los Molinos,
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pues aquí la empresa de toros no es negocio de ganaderías y lo grava el hecho de que ningún empresario lo ha sido por dos años, sino solo por uno, porque los gastos han reportado pérdidas. Se han repartido las pérdidas por animación a la feria, teniendo siempre cada nueva empresa la idea de conseguir que no haya pérdidas; pues lo cierto es que todos han salido mal. Lo del año pasado perdió, porque son gastos fuertes, pues los toros costaron mil y tantos pesos: los caballos de la puerta de plaza, nunca se hizo ascender los gastos a una cantidad que no era posible cubrir con las entradas, aunque fueron regulares. Ninguno como tu sabe lo que cuestan estos negocios y por no puedes calcular los rentados, de suerte misma, ahora que quien vale mal serán las entradas, cuando hay una pobreza muy notable. Antes de echarte mérito vi a Bernardo en Toluca y hablando de corridas de toros me animó para que diéramos las de diciembre, asegurando que el ganado varía a menos precio y que la cuadrilla haría alguna baja. La circunstancia me obligó a reconocer la función y apuraba que por tu parte hubiera baja, atendiendo a la circunstancia que no van a ser las mismas que los del año pasado (...) Tomás Madariaga (Rúbrica) 129)s/n (1870) Atenco, Diciembre 4 de 1870 Sr. Dn. José Juan Cervantes El día 1 del actual vino a esta el Sr. D. Tomás Madariaga y un enviado de la Señora Alvear por los toros para Tenancingo los que se escogieron los días dos y tres, y hoy han salido veinte toros de juego, dos embolados y un torete para el Sr. Madariaga y 4 toros y un embolado para la Sra. Alvear. Respecto a los embolados, el Sr. Madariaga nada ha querido pagar porque dizque siempre han ido prestados, y solo pagaré diez pesos por el alquiler del torete y como el arreglo lo tiene con U. directamente, suspendí la resolución hasta consultar con U. En la vaqueada de los toros para Tenancingo no estuvimos muy felices pues hubo algunos lastimados aunque no todos de gravedad, pues solo un tal Pablo Morales, está bastante grave y temo que se muera, pues el golpe lo recibió en la cabeza al caer con el caballo encima, de una altura como de dos varas en donde levantó el toro al caballo. Lo mandé llevar a Zazacuala punto más inmediato al lugar donde sucedió la desgracia, y ha creído conveniente se cure y sea por cuenta de la hacienda. El ganado está muy bravo, muy bonito y muy gordo. José Suárez (Rúbrica) 130)s/n (1871) Amecameca, Febrero 28 de 1871 Sr. Dn. José Juan Cervantes De los 13 toros que binieron de Atenco 4 de estos eran becerritos y ni parecían de la Hda. por ser muy ordinarios creo me deberá U. de considerar algo atendiendo a la justicia. Con los toros mansos he mandado un toro, que no jugó, para que mereciendo el favor de U. se quede en la hacienda a mi disposición mientras se traen otros. Si U. puede hacer alguna baja, se piensa dar en la Pascua una corrida haber si se gana algo, con esta se han perdido como 400 pesos. De U. su afmo. Fco. Noriega Mijares (Rúbrica) 131)s/n (1874) Sr. Dn. José Juan Cervantes México Puebla, enero 31 de 1874 Muy Sr. mío y estimado amigo: Casi he concluido la presente temporada y aunque para las venideras chica y grande tengo la torada de Sn. Diego que se ha lidiado, deseo sin embargo que se juegue el de Atenco si U. puede y está en disposición de procurar venderme su ganado de manera que yo (estile) algo, pues con tal fin me he metido a la empresa hace algún tiempo: en tal virtud, y con la garantía de la calidad, suplico a U. me de su favor contestando a su afmo. amigo y servidor que lo estima M. Aspiróz (Rúbrica) 132)s/n (1874) San Juan del Río, Qro. Marzo 6 de 1874 Sr. Dn. José Juan Cervantes México Mi muy apreciable Pepe Juan: Te pongo estos cuatro renglones para saludarte, y decirte que teniendo en esta ciudad la Plaza de Toros hace
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un año, y habiendo sufrido grandes pérdidas por el mal ganado de las cercanías, quiero dar dos corridas de toros de tu hacienda de Atenco, el próximo mes de mayo en que ba a tener lugar una feria, y creo que por el alboroto que hay estará esto concurrido. Se por varias personas que tienes rezago de ganado de mas de mil y quinientos toros, y por lo mismo se puede sacar una cada fiesta. En cuanto al precio me parece que no debemos hablar de él pues la plaza apenas rinde de 200 a 250 pesos que no alcanzará para pagarte los toros por lo mismo sale más que me los regales y para ti diez toros mas o menos nada significan. Espero me contestarás luego, pues quiero hacer unos anuncios muy pomposos y con bastante anticipación, y también para mandar mozos y bueyes para que se traigan los diez toros. Román S. Michaus (Rúbrica) Balance de volumen en la hacienda de Atenco, según los datos recogidos en el Fondo: Condes Santiago de Calimaya. Universidad Nacional. Fondo Reservado.
Continuando con la interpretación documental, a la que se han incluido diversos valores vaciados en los cuadros cinco y seis, de los que también se requieren algunas otras apreciaciones, es preciso decir que volumen refleja las cantidades de aquellos ganados de bravo –específica y particularmente- que nacieron y se herraron, por lo que hasta hubo necesidad de contratar peritos contadores, como ocurrió en 1754.161 Pero también de aquel otro que fue vendido con notoria frecuencia, como se observa en la concentración de datos ya mencionada, habiendo casos como el que Francisco Javier de Heras, empresario de la plaza principal de toros de San Pablo, quien declaró para resolver un juicio de embargo que sostuvo José Juan Cervantes en 1848, aclarándose las cantidades de cabezas de ganado compradas por aquel a este en términos seguramente de un año, llegando a ser de 29 y hasta 407, como queda dicho en el documento 64 de 1848. Justo en ese año, las actividades taurinas se encuentran suspendidas, a consecuencia de la invasión norteamericana que culminó al ser tomada la ciudad de México en septiembre de 1847, por lo que la afirmación del empresario de la plaza de San Pablo, debe corresponder a negociaciones hechas entre 1842 y 1846 aproximadamente. De igual forma, se pueden notar todos aquellos datos que refieren las cantidades de encierros enviados a plazas de toros como la Plaza Principal de toros de San Pablo, la del Paseo Nuevo (en la capital del país). Así como las de Puebla; Toluca, Tenancingo, Tenango de Valle, Amecameca, Santiago Tianguistenco en el estado de México o la de San Juan del Río, Querétaro, sitios a los que con frecuencia eran vendidos los lotes negociados. 161
Véase anexo número uno, documento Nº 59.
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El volumen refleja en apuntes como el de la referencia 67 de 1847, una de las mayores escalas referidas por un administrador al propietario de la hacienda, lamentablemente desaprovechado por las circunstancias recientes que se vieron afectadas con la presencia “yanqui”. De ahí que esas “3000 cabezas” fueran prácticamente desaprovechadas en aquellos momentos. Desde luego encontramos también los diversos precios por cabeza de ganado, así como las utilidades generadas (véanse documentos: 11, 12, 13 y 37, entre otros). No faltan las apreciaciones elogiosas que también son una forma concreta de ofrecer y vender ganados. En el contexto de lo que considero volumen, se menciona constantemente la condición del beneficio para la hacienda misma, cubriéndose así varios factores como adeudos, pago de raya, el propio favor para el propietario, cuenta de la aduana. Incluso, en las devoluciones se pueden notar las cantidades de toros, novillos o becerros que regresaron a la hacienda, y hasta es posible conocer la depreciación o la pérdida total si en el camino, alguno de ellos moría, como ocurrió con frecuencia. El conjunto de documentos reseñados es apenas un parámetro de comportamientos que, ampliado con los resultados obtenidos en los cuadros cinco y seis, nos proyecta condiciones hegemónicas que alcanzaron cifras notables entre los años de 1851 y 1859, por un lado; después entre 1864 y 1868. De igual forma, vino a darse un síntoma parecido hasta 1887, año en el que la administración de la hacienda ya se encuentra bajo el control de Rafael Barbabosa Arzate, quien murió ese mismo año. El reflejo de los datos levantados no es un factor cien por ciento seguro, en virtud de que se ha contado con la información disponible o al alcance que es apenas parcial, debido, entre otras cosas a la dispersión documental y hasta a la irreparable pérdida, puesto que a pesar de la constante búsqueda de papeles durante 20 años de trabajo, los resultados son los que pueden conocerse en el conjunto de esta tesis.
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Método Para los términos de método, se conocen varias situaciones, interesantes todas ellas, y que tienen que ver con las actividades ligadas al quehacer campirano, que no es exclusivo de esta hacienda, sino que se extendió en muchas que registraban a su interior comportamientos como los ocurridos en Atenco.
BALANCE DEL ANÁLISIS: VOLUMEN, MÉTODO Y EFICACIA: TRES INSTRUMENTOS PARA CALIBRAR LA DIMENSIÓN DE ESTA HACIENDA EN CUANTO A GANADO BRAVO SE REFIERE. CUADRO Nº 7
MÉTODO 4)9/17 (1838) Sor. Lic.do D. José Urbano Fonseca. Atenco 1 de octubre de 1838. Muy S.or mío qe aprecio: En uno de los días de la semana anterior ha pasado el Juez de Tenango acompañado de porción de vecinos del Pueblo á reconocer los terrenos del litigio, y ayer reunido con más de 30 hombres vino a la vaquería de Sta. María, en donde estuvieron coleando el ganado de esta; y mandando el Caporal á un vaquero para q´suspendieran el estropeo de los animales, mandó un recado dicho S.or Juez de q.e se le permitiera licencia para colear y la dió el caporal para que colearan algunos toros: pero ya metido el sol y encerrando los vaqueros sus ganados volvieron algunos de aquella reunión á querer seguir coleando el ganado, y reconvenidos por los vaqueros, resultó que hirieron á uno gravemente, a otro un machetazo en la cabeza y muy cintareado otro cuñado de uno de los heridos, cuyo hecho es de extrañar en un Juez por quien han delineado tales desordenes, debiendo V. inferir que á la vez me expondría yo mismo a los dependientes, impidiéndoles su objeto. D. Luis López a quien conocieron los heridos podrá declarar quienes fueron la segunda vez, y dudoso de si dirijiría esta queja al mismo Juez a elevarla al S.or Prefecto, lo comunico a V. para que tome medidas que halle por convenientes, sirviéndose V. comunicarme lo q.e en el particular me convenga a hacer. Es de V. afmo. y S. José Ma. González de Pliego. 19)18/3 (1852) Cervantes, José María, Sr., a su hijo (José Juan Cervantes) informándole de la venta de 8 toros para una corrida.-Méjico, enero 19 de 1852. 1f. “Mi querido hijo Varias veces me han visto algunas personas con el fin de que me interesara contigo para que bendieras toros; más yo siempre me he escusado de tomar parte en estos negocios para dejarte obrar con toda libertad que es necesario, pero anoche no he podido excusarme en un compromiso de esta especie, pues el ministro Ynglés y el Español personas apreciables y con quienes llevo relaciones me han sorprendido pidiéndome ocho toros de Atenco para una corrida particular que van a dar próximamente los toreros españoles (...)” “Al Sr. D. José Juan Cervantes. “Muy estimado amigo y Sor. Escribo a V. en la misma plaza, al mismo tiempo de concluir la corrida, para manifestar a U. la notabilísima diferencia que ha habido en la corrida de hoy, comparada con la del domingo pasado en términos de haberse metido el último toro por no haber jugado absolutamente. No sabemos si será
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porque este estuviera enfermo, o porque tal vez se haya traído equivocadamente sin ser de los del juego del cercado. “Pero lo que si no tiene duda es que la permanencia aquí de una corrida los ocho días que pasan después de su llegada los rebaja de tal manera que perdemos el crédito U. y yo, y solo lo podemos remediar trayéndose corrida por corrida aun cuando sea para U. más molesto, y que tengamos que erogar algún gastito en los baqueros conductores. Ese es el objeto de la presente que llegará a manos U. a tiempo de que pueda dar sus órdenes para que solo venga ahora una corrida de seis toros en lugar de los 12 pedidos. Creo que en esto además de hacernos a nosotros un servicio muy particular que agradeceremos a U. debidamente el crédito del ganado se conservará intacto, como hasta aquí y no volveremos a tener otro disgusto como el de esta tarde”. Vicente Pozo. 29)18/93 (1857) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa que él no cree que falten toros que el ganado se está corriendo aún (...). Atenco, 8 de septiembre de 1857. “Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto: “Digo a la siempre grata de V.E. que no creo que nos falten toros como está U. informado por el Sr. Pozo; lo único que hay es que el ganado no ha descoyado con la prontitud de otros años en razón de el maltrato del pasto por el yelo y por eso apruebo que se metan por ahora al potrero en los términos que usted me indica tanto por lo dicho cuanto porque todavía están corriendo con las vacas”. 31)18/122 (1858) Ortiz y Arvizu, Antonio, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa que la mortandad de los animales amenaza porque no han cesado las heladas. Atenco, 1 de febrero de 1858, 1f. “La mortandad de animales de toda clase, está amenazando mucho con las heladas que no sesan aún”. 38)18/176 (1858) CITADO EN “VOLUMEN” 44)18/213 (1859)
CITADO EN “VOLUMEN”
49)18/163-B (1862) Tomás Hernández, carta a José Juan Cervantes en la ciudad de México, le avisa sobre la existencia de unos toros que a pesar de su mal color se puede disponer de ellos.-Atenco, abril 29 de 1862, 1f. 65)s/n (1830) CITADO EN “VOLUMEN” 67)s/n (1847)
CITADO EN “VOLUMEN”
68)s/n (1849)
CITADO EN “VOLUMEN”
74)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 16 de mayo de 1855 (...) Me informó el conductor de los toros lo mal que habían jugado y la poca concurrencia, de manera que antes que llegara a mi poder la última apreciable de U., ya tenía malas noticias de la corrida, quizás en la próxima corrida se servirá la perdida porque efectivamente como U. dice no salen nunca las cosas tal cual se desean. Los toros se vaquearon el lunes y salen mañana conducidos según U. me encarga, no habiendo salido hoy porque ayer arrancaron todos para el cercado no fue posible contenerlos y como los noté tan briosos me pareció oportuno darles otro día de pastoreo. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 75)s/n (1855) CITADO EN “VOLUMEN” 76)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 2 de setiembre de 1855 Hoy se vaquearon nueve toros de lo más brabo que U. quiere ver; mañana se pastoriarán para que entren al potrero. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 77)s/n (1855) CITADO EN “VOLUMEN” 78)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 24 de setiembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto.
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En vista de que hasta hoy no he recibido razón alguna de si hay corrida el día 27 he mandado soltar los toros al potrero los que están allá bien; no habiendo sucedido lo mismo con los que se trajeron directamente del llano para el referido potrero, pues en el momento de soltarse persiguieron a la gente de a caballo y después se hecharon dentro de la zanja, de modo que tuvimos trabajos para sacarlos no habiendo logrado que ninguno quedase en el potrero, no obstante que puce un pie de más de veinte bueyes mansos, razón por la que juzgo que para meterlos es preciso vaquearlos primero, soltarlos en el corral como lo hacemos y después de pastoriarlos dos días en el llano de Santa Cruz ya pueden entrar arriándose con los bueyes como ha sucedido con la corrida que estaba prebenida para el 27. (...) He dispuesto hacer mañana el herradero de los beserros y el jueves el de los potros para que yobiéndoles después desechen el maltrato que reciben por esta causa. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 79)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 26 de setiembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Ayer se hizo el herradero de los beserros que ascendió a 212 cabezas con inclusion de 54 de media señal. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 80)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 17 de octubre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Mañana salen los 7 toros y un novillo que se sirve pedirme en la grata de U. de ayer que me entregó D. Francisco Togno. Los toros que están en el potrero son 32 y el viernes vaquearemos 14. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 81)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 25 de octubre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Por la siempre grata de U. 23 del corriente quedo impuesto de que los toros de la corrida del domingo salieron flojos y que se atribuye al pastoreo que tuvieron en el potrero por cuya razón llevó Bernardo seis del llano y uno del potrero para hacer comparación en la plaza; sea lo que fuere suspendo con arreglo a las ordenes de U. la introducción de toros al potrero. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 82)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 6 de noviembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Me he impuesto también de que la corrida de los toros del potrero fue muy buena lo que me hace confirmar mi opinión que le manifesté a Bernardo de que lo malo de la corrida anterior del potrero no era más que una de tantas rarezas que se ven en este ganado. Quedaron ayer vaqueados los toros para el próximo domingo y se ha procurado que sean de lo mejor quizás corresponderán con el empeño con que se escogieron. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 85)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 2 de diciembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Ysidro no ha visto el cercado mas que el día que vino Bernardo y por consiguiente no sabe la clase de toros que hay, puede U. creer que no se ha jugado uno en la presente temporada que no tenga cinco años para arriba: han sido si, chicos de cuerpo los de las últimas corridas por ser de S. Gaspar y que los más corpulentos del llano los metimos al potrero. La corrida que debe haber jugado hoy salió en el soltadero muy buena, especialmente un toro pando compañero del tapatío pero sufrieron mucho maltrato en el potrero porque dos ocasiones se pasaron todos al cercado; sin embargo de esto espero que hayan salido buenos aunque para este ganado no hay regla fija y lo que uno espera mejor sale peor. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 86)s/n (1856) CITADO EN “VOLUMEN”
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87)s/n (1856)
CITADO EN “VOLUMEN”
91)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 30 de enero de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Tengo el sentimiento de manifestar a U. que en los cercados se nos han enfermado un toro y un novillo de mal de lengua, los cuales mandé matar en el acto, porque si los dejamos era muy probable que se contagiase el ganado, y como que á este no se le puede atender con la eficacia que a los bueyes mansos, la perdida sería segura. U. calculará con el cuidado que estaré con el temor de que esta enfermedad no vaya a invadir el cercado. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 93)s/n (1856) CITADO EN “VOLUMEN” 94)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 15 de marzo de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Digo a la siempre grata de U. 9 del corriente que conforme á lo que en ella se sirbe prebenirme he vaqueado los ocho toros para introducirlos en el potrero y esperimentar con ellos si se vajan o no por razón de la época presente pues aunque el pasto del potrero está mejor que el del cercado tenemos en contra el maltrato que reciben en la vaqueada y U. mismo ha visto en este que al siguiente día de vaqueados se ven ya estragadísimos y los pastos en este tiempo por buenos que sean se logra cuando más mantener a los animales en el estado que entran en ellos; sin embargo de lo dicho me parece hacertado la medida de esperimentar con los ocho toros ya referidos. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 95)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 3 de abril de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Hoy salen los nueve toros que se sirve U. pedir en su esquelita de antier, y suplico a U. Que en lo sucesivo se sirva decirme; que sucede con los toros que debuelben pues unos regresan por mal juego y otros porque ni entran a la plaza y estos últimos no se si debo cargar algo por ellos a la empresa lo mismo que por los embolados que también devuelven. También suplico a U. se sirva decirme si pagó a Togno los 14 p.s que pidió para gastos de la primer corrida y si también ha cubierto a U. la empresa veinte y cinco p.s porque se ministraron para gastos de la corrida que con criados de esta hacienda mandé el 27 de diciembre y cuyos gastos no han mandado a esta. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 96)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 22 de abril de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. El beneficio de Bernardo se desgració por haber tenido él la desgracia de que se clavó una banderilla en el empeine y entró la púa bastante acia abajo por poco le cuesta la vida pero ya está fuera de riesgo. Solo 4 toros jugaron y de ellos, dos dice que son suyos aunque yo no tengo en mis apuntes semejante constancia, porque un bragado que bolvió por mal juego en su último veneficio y otro que no entró a la plaza en el penúltimo los rebajé de los que remití pero el dice que se los pagó a U. y por lo mismo debe 2 que me dice ajustó con U. a 50 p.s El 5º toro no jugó porque dicen que es una fiera y orrorisados ya de los cuatro anteriores y con la desgracia de Bernardo y de uno de los mejores picadores que está bastante mal herido se suspendió la corrida. Cuyos toros dicen que salieron extraordinariamente bravos. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 101)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 6 de julio de 1856. Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. Digo a la siempre de U. 3 del corriente que aun no se meten ningunos toros al potrero porque si lo verificamos tan temprano quedaría el pasto tan bueno como es debido y por otra parte sería por ahora inútil en razón de
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que en el cercado hacen bastante y por consiguiente creo que deberemos a empezar a meterlos desde mediados del que entra pues las primeras corridas empezarán cuando más temprano en septiembre y por último reservando el pasto hasta la época citada nos durará más y en las estaciones del invierno y seca conserbaremos los toros bien tratados: este es mi parecer y creo que el de U. también lo será pero en caso contrario U. tendrá la bondad de indicarme lo que sea de su agrado para comenzar a meterlos. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 110)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco noviembre 26 de 1856. Aun no parece el aviso del Sr. Pozo y no se si ande vaquear, o no los toros p.a el domingo en cuya virtud mando al portador violentamente p.a que se sirva decirme lo que haya sobre el particular porque de lo contrario no habría tiempo de conducirlos. Ramón Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 111)s/n (1856) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco noviembre 26 de 1856. Quedo impuesto de lo que se sirbe U. indicarme con respecto a los toros: hoy se vaquearon 20 y de hoy en ocho vaquearemos otros tantos para que den en el potrero todos los necesarios para la plaza del Paseo. De Yautepec no he recibido razón ninguna pero la tendré porque mañana tengo que mandar un propio y sin dilación avisaré a U. si por fin la localidad del teatro de lugar p.a dar las corridas de toros. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 126)s/n (1868) Tenancingo, septiembre 12 de 1868 Sr. Dn. José Juan Cervantes México/Mi muy estimado amigo El mes de diciembre va acercándose: el día 8 del mismo comienzan las fiestas de este pueblo; y como para hacer toros este año a el erario conseguí madera para la plaza porque no hay existencia de ella que puedan grabar (...) vendrán los toros de Atenco y juicio de cada toro, bajo el concepto de que han de ser como los que vinieron el año anterior y de que se permitan por lo menos veinte. Nos ha dicho que fuera Calimaya vendieron toros a 25.00 pesos y no se si será el precio que le hayan fijado a todos los que salgan para el toreo (...) Tomás Madariaga (Rúbrica) 128)s/n (1868) CITADO EN “VOLUMEN” 129)s/n (1870)
CITADO EN “VOLUMEN”
130)s/n (1871)
CITADO EN “VOLUMEN”
Balance de método en la hacienda de Atenco, según los datos recogidos en el Fondo: Condes Santiago de Calimaya. Universidad Nacional. Fondo Reservado.
Empezamos por la vaqueada, que es una acción de desplazar ganado de un sitio a otro, como se puede comprobar en documentos como 78, 81, 82, 86, 87, 94 o 101, donde además de todo, se pueden apreciar ciertas características muy peculiares que tienen que ver con los tipos de pastos, o los potreros a donde se ubicaban los ganados, siendo en buena medida circunstancial, aunque también casual para aquellos que entendían y creían en las bondades de aquellos sitios, de los que se obtenían resultados satisfactorios reflejados en la plaza. Existe incluso el lado opuesto, cuando los toros no jugaron correctamente, asunto que era motivado como lo dice la referencia 19, “o porque estuvieran enfermos, o porque se hayan traído equivocadamente sin ser de los del juego del cercado...” .138.
Hay otro tipo de factores que tienen que ver con las condiciones de la naturaleza, que se vivían en el valle de Toluca en sentidos a veces extremos, como por ejemplo las heladas, que terminaban con cosechas o con el maltrato del pasto, lo cual obligaba a desplazar el ganado a otros potreros o, en su defecto (doc. 29), “dejarlos con las vacas, con las que todavía están corriendo”. A todo lo anterior, se agregan el pastoreo de los ganados, las vaqueadas (o rodeo y selección de las partidas destinadas para la venta), sin faltar el obligado destete, el herradero y el apartado, tareas que ocurren de manera permanente. No faltan aquí las citas sobre vacas picadas por enfermedad que, a consecuencia de ello murieron las crías (doc. 65), o aquella otra en donde el ganado sufre padecimientos como el “mal de lengua” (mal de garganta o úlcera de la boca), según se apunta en la referencia 91. Un aspecto peculiar (doc. 49), nos habla de la existencia de unos toros que, a pesar de su mal color “se puede disponer de ellos”. En Atenco predominó mucho el toro de pelaje color rojo: colorados, colorados retintos, colorados bragados u oscuros (castaño, se dice en la jerga actual). Aquel “mal color” pudo haber sido el de los toros berrendos, berrendos en castaño, berrendos en negro, (que es la combinación y predominancia de pelo blanco, con los de color rojo o negro), o también cárdenos (oscuros o claros, pelaje donde se combina el pelo negro y las tonalidades grises y blancas), sin faltar los de pelaje sardo (que llevan los tres pelos: blanco, negro y colorado). En lo que desembocaba finalmente todo este conjunto de consecuencias es el resultado en la plaza misma, y el documento 96 nos dice que el 5º toro ya no pudo salir al ruedo, la tarde del 20 de abril de 1856 en la plaza de toros de Toluca, debido al tremendo juego de los primeros cuatro, evitándose así más desgracias (la de tantos caballos destripados), así como aquella otra ocurrida a Bernardo Gaviño que sufrió una herida clavándose una banderilla, y la del percance de un picador, por lo que se suspendió el festejo. Los toros salieron extraordinariamente bravos, o como se anota en la referencia 18, de que “por voz general se dice que hacía mucho tiempo que no se veía igual: los toros jugaron como unos leones y á cual mejor, diez y ocho caballos hubo entre muertos, heridos y lastimados...”, que ya se pueden ubicar en el criterio de la eficacia, al que paso en seguida. .139.
Eficacia.
BALANCE DEL ANÁLISIS: VOLUMEN, MÉTODO Y EFICACIA: TRES INSTRUMENTOS PARA CALIBRAR LA DIMENSIÓN DE ESTA HACIENDA EN CUANTO A GANADO BRAVO SE REFIERE. CUADRO Nº 8
EFICACIA 18)18/2 (1852) Cervantes, José Ma. le informa a su hermano del éxito de una corrida de toros y del entusiasmo de su afición a esa clase de diversión. Méjico, enero 26 de 1852. 1f. “Con mucho gusto te participo que la corrida de toros ayer ha sido tan sobresaliente que por voz general se dice que hacía mucho tiempo que no se veía igual: los toros jugaron como uno leones y á cual mejor, diez y ocho caballos hubo entre muertos, heridos y lastimados Magdaleno y otros dos picadores”. (...)Tu hermano José María. 26)18/31 (1852) Lebrija, José Manuel, le avisa no haber concluido lo pendiente (...) le comenta una corrida de toros con algunos incidentes.-Méjico, noviembre 28 de 1852, 1f. “(...) los toros de esta tarde han estado más que buenos y el 5º como no había visto en mi vida pues volava los caballos como reguiletes, en una de estas piruetas safó a Àvila de la silla le dio dos vueltas en el aire y cuando cayó ya tenía dos heridas en las piernas, a otro picador lo lebantó con todo y caballo y cayó contra la vaya muy lastimado, a vos populi lo indultaron (...)” 38)18/176 (1858) CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO” 49)18/163-B (1862) CITADO EN “MÉTODO” 67)s/n (1847) CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO” 68)s/n (1849)
CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO”
74)s/n (1855)
CITADO EN “MÉTODO”
75)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes Atenco 18 de junio de 1855 El ganado del cercado está ya pariendo con fuerza; llevamos hasta hoy 198 cabezas de nacencia todo y generalmente está ya muy bonito. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 76)s/n (1855) CITADO EN “MÉTODO” 77)s/n (1855)
CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO”
78)s/n (1855)
CITADO EN “MÉTODO”
81)s/n (1855)
CITADO EN “MÉTODO”
82)s/n (1855)
CITADO EN “MÉTODO”
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83)s/n (1855) Sr. D. José Juan Cervantes. Atenco 10 de noviembre de 1855 Muy señor mío de todo mi aprecio y respeto. No va el estado semanario porque me ha ocurrido la duda del precio a que debo abonar los dos toros que vinieron indultados de los cuales uno murió ayer y también que U. se sirba decirme lo que hay sobre el otro toro indultado que me abisaron los vaqueros haber quedado en esa por cuenta de U. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). 85)s/n (1855) CITADO EN “MÉTODO” 86)s/n (1856)
CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO”
87)s/n (1856)
CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO”
91)s/n (1856)
CITADO EN “MÉTODO”
94)s/n (1856)
CITADO EN “MÉTODO”
95)s/n (1856)
CITADO EN “MÉTODO”
96)s/n (1856)
CITADO EN “MÉTODO”
101)s/n (1856)
CITADO EN “MÉTODO”
110)s/n (1856)
CITADO EN “MÉTODO”
123)s/n (1867)
CITADO EN “VOLUMEN”
125)s/n (1868) Atenco, enero 23 de 1868 Aprovecho la ida de Bernardo para escribirle a U. y él dirá a U. respecto de las corridas de Tenango y la cuarta que la cuenta de la corrida la entregará a U. el mismo y verá U. su producto. José Fuentes (Rúbrica) 126)s/n (1868) CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO” 129)s/n (1870)
CITADO EN “VOLUMEN” Y “MÉTODO”
131)s/n (1874)
CITADO EN “VOLUMEN”
132)s/n (1874)
CITADO EN “VOLUMEN”
Balance de eficacia en la hacienda de Atenco, según los datos recogidos en el Fondo: Condes Santiago de Calimaya. Universidad Nacional. Fondo Reservado.
Precisamente, el juego que ofrecían los toros en las diversas plazas a donde eran lidiados, nos habla de unas extraordinarias condiciones, muy bravos (doc. 26), al extremo de que el quinto de la tarde (festejo ocurrido el 28 de noviembre de 1852 en la plaza de toros del Paseo Nuevo, D.F.), después de haber ocasionado serios estragos entre los picadores y sus cabalgaduras, “a vox populi lo indultaron...” La eficacia se manifiesta con herraderos masivos de hasta 114 becerros, incluyendo 18 de media señal. El conjunto era “muy bonito y grande como nunca se había hecho sin duda alguna en razón de no haberse ordeñado” (doc. 38). Es curioso observar que por no haberse ordeñado ese conjunto de 114 becerros, se debe de seguro, al hecho de que pudo haber ocurrido inmediatamente después del destete, momento de separación entre las vacas y sus crías, justo a los nueve meses de la nacencia del ganado. .141.
Como ya quedó dicho con anterioridad, se buscaba que antes de que el ganado llegara a la plaza se pastoreara previamente 15 o 20 días antes de la fiesta (doc. 68), labor que corría por cuenta de la hacienda misma, lográndose de alguna manera que el ganado se presentara en la plaza más vigoroso y con mejor presentación, puesto que era costumbre por esos años el trasladar los encierros a pie, actividad que debe haber durado de dos a tres días. La ruta que se tomaba era: salida de la hacienda, Ocoyoacac, Cuajimalpa, Olivar de los Padres162 y finalmente concentrados en los corrales –si es que contaban con dicha instalación-, tanto en la plaza de San Pablo como en la del Paseo Nuevo. Se vuelve a advertir la presencia de quehaceres como la vaqueada, en señal del propósito u objetivo por alcanzar mejores resultados (doc. 74) tantos que, teniéndose preparada una punta de ganado, “ayer arrancaron todos para el cercado... y como los noté tan briosos –dice Antonio Ortiz y Arvizu el administrador- (que) me pareció oportuno darles otro día de pastoreo”, labor esta última muy ligada a la de vaquear. Las lluvias abundantes en septiembre de 1855 (doc. 77) obligaron a retrasar la vaqueada. En caso de que no fuera posible, se veían forzados a soltar el ganado en el potrero y no en el llano, pero no como la solución más correcta –aunque era lo conveniente- por razones de que el terreno permaneciera encharcado y por ende no permitiera las normales labores. Así que entre el potrero,163 el llano164 y el cercado165 estaba supeditada la posibilidad de 162
Incluso, hoy día, existe una calle en la delegación Álvaro Obregón y que desmboca a la Av. de los Constituyentes, la cual lleva el nombre del “Paso de los toros”. Es posible que por ese punto fueran desplazados de la etapa anterior, Olivar de los Padres, para luego acceder de manera más expedita al centro de la ciudad de México, llegando por lo que hoy es Av. Chapultepec, a un costado del entonces acueducto, para terminar en los corrales más próximos, tanto en la de San Pablo como en el Paseo Nuevo, plazas que no contaban con instalaciones de esta naturaleza al interior. 163 Potrero. (Terreno destinado al pastoreo de ganado caballar y mular). La hacienda de Atenco y sus anexas: Zazacuala, Tepemajalco, la Vaquería y Santiaguito, contaban con 23 diferentes potreros, a saber: del Rincón de Atizapán, de la Ventanilla o de San Francisco, de San Diego, de la loma del Salitre, de las Puentecillas, de la Puerta de Tepemajalco, del Rincón del Tomate, del Tiradero. También los del: Pastoreo, del Tejocote, de las Tablas, del Rincón del Tular de San Gaspar y de la puerta de San Gaspar. En otros espacios estaban: el de la Vaquería, de la Loma, de Santa María, de San Lucas, de la Pastoría, del Xacamol, del Hospital, de la Cruz y el del Agua Bendita. 164 Llano. (Campo llano, llanura). Espacio probablemente considerado entre los siguientes potreros: del Rincón de Atizapán, de la Ventanilla o de San Francisco, del Pastoreo, del Tejocote, de las Tablas, del Rincón del Tular de San Gaspar y el de la puerta de San Gaspar. 165 Cercado. Área perimetral de la hacienda principal y que estaba delimitada por la hacienda de Atizapán, la laguna del pueblo de San Pedro Tlaltizapán, el pueblo de Santa Cruz, la laguna de San Antonio la Isla, el
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mejores resultados (doc. 81), lo cual iba a compararse en la plaza directamente. Sin embargo ocurrían circunstancias como la mencionada en carta del 6 de noviembre de 1855, cuando los toros que estuvieron en el potrero fueron muy buenos, a pesar de un encierro lidiado con anterioridad que no salió tan bueno en la plaza y que si embargo estuvo también en el potrero. Si bien predominaban toros de cinco años para arriba, los del anexo de San Gaspar en esos momentos salieron chicos, aunque había más corpulentos que procuraron meterlos al potrero (doc. 85). Todos aquellos movimientos generaban maltrato en el ganado, por lo que solo se esperaba que salieran buenos, “aunque para este ganado no hay regla fija y lo que uno espera mejor sale peor”. En el siglo pasado, otro importante criador de reses bravas, Antonio Llaguno González, propietario de la hacienda de San Mateo, en el estado de Zacatecas, tenía para esta circunstancia otra idea, de similares circunstancias. Decía Llaguno que “los toros no tienen palabra de honor”, por lo que todo o nada se podía esperar luego de varios años de dedicación, en una situación azarosa en si misma. Así que toros del potrero servían mejor para la temporada permanente, en tanto que los del llano se destinaban a plazas como las de Toluca (doc. 86), en busca, seguramente de no tener que privarse de los buenos resultados que esperaban todos los involucrados en las tareas de vaquear, sobre todo porque la atención de aquellas labores era reflejo en los resultados o el balance en las plazas capitalinas, principal referente que encontraba eco en el resto de las plazas del centro del país a donde llegaban los buenos o malos rumores. Los documentos 87, 94 y 101 son muy evidentes a la hora de mostrarnos la serie de labores realizadas de modo cotidiano en la hacienda de Atenco, respecto al movimiento de los ganados. El 87 nos dice que “por razón de no haberse metido los toros en el potrero en la cantidad competente para las corridas de la temporada, se está notando una diferencia
pueblo de San Lucas Tepemajalco, el de San Antonio la Isla, el de la Concepción. También por San Bartolito, el pueblo de Chapultepec y el rancho de San Cristóbal. Todos estos datos, los obtengo directamente del plano denominado “Perímetros linderos de las haciendas de Atenco y sus anexas, pertenecientes a los Sres. Rafael Barbabosa Sucs. Distrito de Tenango, Estado de México. México, mayo de 1903, proporcionado gentilmente por el Arq. Luis Barbabosa Olascoaga.
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considerable entre los toros del cercado y los del potrero pues que los vimos, con motivo de haber adelgazado se ven chicos, y por lo mismo se juegan de poca edad en comparación de los del potrero, como mantenidos en pastos reservados se han conservado en el mismo estado y aun mejores de lo que entraron; estas circunstancias hacen creer a la vista de menos edad los toros del cercado, pero la nacencia del ganado la cuenta de los toros que se hizo cuando se amarraron los del potrero, y la ratificación de la existencia de ganado bravo, son pruebas evidentes de que tenemos ganado para dar las corridas... y lo único que sí no debe esperarse es que los toros del cercado tengan la vista que los del potrero. “Por lo que respecta a los toros que podremos tener para el año entrante sería muy difícil calcularlo ahora si para ello nos sirviera de dato la simple vista del ganado, pero tomando en consideración la nacencia del año de 53 puede colegirse que deberemos tener de 240 a 250 toros de cuatro años, y como la separación para el potrero se ha de hacer cual corresponde y la experiencia indica, tendremos sin duda alguna mejor ganado que ahora” (doc. 87). En toda esta primera exposición, encontramos la urgencia, pero también la necesidad por parte del administrador por establecer los mejores criterios establecidos más por la costumbre, por la experiencia de que era el potrero y sus pastos el sitio adecuado para conseguir que los toros tuvieran una mejor presencia, evitando así enviarlos con menor presencia, como estaba ocurriendo en el cercado. Aún así, contaban con excedentes para responder a cualquier solicitud, como quedó apuntado en cuanto a tener de 240 a 250 toros de cuatro años (edad que no establecía precisamente un reglamento, sino más bien la costumbre, dado que a esa edad los toros estaban alcanzando buena presentación, signo favorable para ser enviados a las plazas), que “sin duda alguna (será) mejor ganado que ahora”, es decir que, para 1856 los resultados estaban por encima de la camada anterior, si entendemos como “camada” al conjunto de reses nacidas en la misma parición. El documento 94, nos habla de un caso particular en el que se vaquearon ocho toros, siendo introducidos al potrero (para) “experimentar con ellos si se bajan o no por razón de la época presente (corre el mes de marzo de 1856) pues aunque el pasto del potrero está mejor .144.
que el del cercado, tenemos en contra el maltrato que reciben en la vaqueada... Al día siguiente de (ser) vaqueados se ven ya estragadísimos 166 y los pastos en este tiempo por buenos que sean se logran cuando más mantener a los animales que entran en ellos; sin embargo de lo dicho me parece acertado –dice Ortiz y Arvizu- la medida de experimentar con los ocho toros ya referidos”, con lo cual se comprobaba una vez más sobre las “bondades” ofrecidas por aquellos pastos del potrero, un sitio que resultaba absolutamente confiable a las expectativas planteadas por quienes esperaban logros de semejante magnitud. Por lo que respecta al documento 101, este apunta de “que aun no se meten ningunos toros al potrero porque si lo verificamos tan temprano quedaría el pasto tan bueno como es debido y por otra parte sería por ahora inútil en razón de que en el cercado hacen bastante y por consiguiente, creo que deberemos a empezar a meterlos desde mediados del que entra pues las primera corridas empezarán cuando más temprano en septiembre y por último reservando el pasto hasta la época citada nos durará más y en las estaciones del invierno y seca conservaremos los toros bien tratados: este es mi parecer...”, apunta el administrador Antonio Ortiz y Arvizu. Una vez más, se comprueba que en buena medida, se esperaban notables garantías a partir de las características de los pastos, del buen agostadero que pudiera realizarse en épocas pertinentes en las que ese mismo pasto (se encuentra) “tan bueno como es debido”. Es posible percibir que dicha condición estaba por encima de labores complementarias, tan importantes como las de vaquear, colear, pastorear que en conjunto, son labores propias del original jaripeo, antes de que este se convirtiera en una demostración artística. Finalmente, meses como el de julio eran los mejores para garantizar que las vacas estuvieran más reposadas, quizá porque se acercaba el momento de parir las crías, como queda dicho en el documento 86. Para ello debe haber existido, como existe en cualquier
Baja súbita de peso que se aprecia mejor en los ijares –cuartos traseros-. Esto se puede determinar cuando el ganado es manejado de forma violenta y no tiene una buena alimentación. Observación hecha por Jaime Infante Azamar. 166
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hacienda, ganadería o rancho donde se crían toros, un período de tiempo más o menos localizado para esperar nacencias masivas, ya que en ese sentido los ganaderos, tras las labores de tienta y selección efectuadas en cierto momento, disponen de vacas y sementales para iniciar de manera programada dicho proceso, siendo inevitable y fuera de control todos aquellos casos de nacencias no previstas, pues en territorios tan extensos, el apareamiento y posteriormente el nacimiento de cría o crías ocurre en sitios que no alcanza a contemplar ni el ganadero o sus administradores o vaqueros. Como un primer balance que se puede obtener de los cuadros 5, 6, 7 y 8 es oportuno proponer la posibilidad de confrontar dichos resultados con los números de cualquier otra ganadería mexicana o del extranjero para encontrar factores de comportamiento que permitan: Comparar superficie, cabezas de ganado (machos y hembras), cantidad de animales herrados, cantidad de encierros lidiados por año, y otros no previstos. En conjunto, nos permitiría tener una mejor visión para afirmar primero si volumen, método y eficacia se convierte en un sólido elemento o referente para justificar sin ninguna dificultad el esplendor y permanencia de la hacienda de Atenco. En las diversas lecturas que han estado a mi alcance, no he encontrado hasta ahora algo que permita llevar a cabo tal comparación, por lo que ahora el planteamiento de mi tesis se mantiene como una referencia concreta disponible para efectuar posteriormente dicho cotejo.
Como una manera de recordar los perfiles y significados que proyectó la hacienda de Atenco, incluyo a continuación algunas de sus consideraciones principales, en momentos en los que se desarrolla el período que he considerado como de esplendor y permanencia. La hacienda de Atenco, además de dedicarse a las cuestiones eminentemente ganaderas, como una manera de complementar y diversificar sus actividades, incluía la labor agrícola: .146.
siembra de maíz, trigo, haba y en menor escala otras semillas. Atenco era llamada también El Cercado (tal vez este nombre se originó por la cerca que levantaron para deslindar y controlar los ganados, evitando así que éstos invadieran terrenos aledaños: “En Toluca y Tepeapulco, donde se oponían densamente indígenas y ganados, se levantaron cercas para impedir la entrada de los animales en las sementeras”). También se le llamó La Principal, por ser la que ejercía el control administrativo. Tenía como Anexas las haciendas de San Antonio, Zazacuala, Tepemajalco, San Agustín (donde por cierto se dedicaba a la cría de ganado vacuno), Santiaguito, Cuautenango, San Joaquín, así como la vaquería de Santa María, y los ranchos de San José, Los Molinos y Santa María. Tanto la hacienda Principal como las Anexas pertenecían al distrito de Tenango del Valle y a la municipalidad de Santiago Tianguistenco, del Estado de México. Debido a cambios efectuados en la organización territorial, para fines del siglo XVIII las haciendas de Atenco (pues no se diferenciaba La Principal de las Anexas) pertenecían unas a la jurisdicción de Metepec y otras a la de Tenango del Valle. La hacienda Principal era la que ejercía el control, distribuía y vendía la producción y debía destinar cierta cantidad semanal para las rayas y gastos de las fincas. La forma de ejercer dicho control varió a lo largo del siglo XIX, en relación no solo con las necesidades existentes, sino también con relación al administrador en turno. Funcionaron en bloque hasta 1870-1875 en que debido a las condiciones de arrendamiento, sociedad o mediería, cambiaron las relaciones de las Anexas con La Principal y ésta con aquellas. El Administrador era el responsable de la buena marcha de las haciendas y quien debía mantener informado sobre las mismas al propietario, sobre todo en nuestro caso, en el que por la documentación de Atenco y Anexas aparentemente éste último no llegó a visitarlas, no obstante su cercanía con la ciudad de México. El mismo Administrador era la máxima autoridad en las haciendas y quien resolvía los problemas que pudieran presentarse. En las Anexas era representado por el mayordomo, quien en la documentación analizada aparece que percibía un salario de 20 ps. al mes. Por su conducto se efectuaban préstamos a los .147.
gañanes. “El administrador carece de todo poder para transformar las posesiones que le son encomendadas; se limita a conservarlas en depósito como un precioso legado de cuya integridad responde ante el dueño; su función se reduce a usufructuar los haberes en beneficio ajeno”. Entre los trabajadores permanentes podemos mencionar los siguientes: El administrador, sus dos ayudantes, el médico, los vaqueros, el carrocero, los sirvientes de casa, los mayordomos de las otras haciendas, el caudillo, los porteros, el velador, el mozo, y el caballerango. En la Vaquería había caporal, vaquero y pastero. Debe señalarse que de estos trabajadores no todos estuvieron empleados simultáneamente, pero los reportamos como permanentes porque durante un determinado período sí fueron estables. El caudillo, los vaqueros, el velador, el carrocero, el caballerango y un caudillo jubilado figuraron de 1870 a 1875. Había cinco vaqueros y a partir de 1875 se eliminó uno. Aparte del caudillo en turno, en Atenco figura un caudillo jubilado, quien a pesar de ya no desempeñar completo su oficio, tenía asignada y se le pagaba semanalmente una cantidad inferior del sueldo real, por jubilación. Entre los trabajadores temporales mencionamos los siguientes: el mayordomo de atajos, trojero, bueyeros, milperos, ayudantes, carretoneros, peones de a pie, colero, puerqueros, aguador,
galopina,
carpinteros,
pastores,
jornaleros,
orilleros,
gañanes,
albañiles,
techadores, herreros, peones en la ordeña, peones sueltos, en las zanjas, juntando majada y en la presa. El número de trabajadores temporales fue aumentando considerablemente. Según un inventario de 1755, las haciendas cultivaban maíz, haba y trigo, pero a partir del siglo XIX se incluye cebada, nabo, papa, alberjón y eventualmente frijol y alfalfa. Fue hasta 1830, luego de la recuperación de la hacienda tras el paso de los “insurgentes” en 1815, cuando La Principal se dedicó de hecho solo a la ganadería, de tal suerte que en la misma se llegó a criar un número considerable de ganado mayor y menor, del que se dotaba a las demás haciendas. La Principal estaba integrada por los potreros Bolsa de las Trancas, Bolsa de Agua Blanca, .148.
Puentecillas, Salitre, Tomate, Tiradero, Tejocote, Tulito, San Gaspar y La Loma, en lo que en general se concentraba el ganado, mientras que en otras haciendas solo había los animales necesarios para la labranza y transporte de los productos. Al igual que la producción de semillas, el ganado vacuno y el bravo se vendían en su mayor parte a la Ciudad de México, aunque éste también era vendido en Toluca y Tenango (1873), en Tlalnepantla, Metepec, Puebla y Tenancingo (1874). En esos años los toros muy contados, también solo se alquilaban. De acuerdo con las cifras de los inventarios, el ganado vacuno era el que ocupaba el primer lugar en cuanto al número y comprendía desde la cría hasta la engorda. Figura registrado como cerrero, manso, boyada y de más importancia el ganado bravo. Del ganado se hacía el máximo aprovechamiento, ya que o se vendía en pie, enviándose preferentemente a México. En caso de muerte, se comercializaba su carne, las pieles y el sebo que se procesaba. También se vendía su boñiga. Por lo que toca a la venta de ganado bravo, en la contabilidad de Atenco figuran, en una época, envíos semanales a México y Toluca, aunque además se anotan remesas a Tlalnepantla, Puebla, Cuernavaca, Tenango, Tenancingo, etc. Datos como estos son los que se analizaron bajo los criterios de volumen, método y eficacia. Las reses bravas poco se vendían en la región para su lidia, y excepcionalmente se vendían para alguna celebración, como fue el caso de la venta efectuada en mayo de 1857 de 23 toros y 3 novillos para las fiestas que se dieron en Santiago Tianguistenco y Tenango, vendidos en $956.00. Se sabe que también se efectuaban corridas a beneficio de alguna causa en especial, como se deduce de lo siguiente: “Siempre fueron, y siguen siendo, las corridas de toros recurso seguro para obtener rendimientos pecuniarios con qué atender a obras de beneficencia pública y privada, mejoras materiales o para otras erogaciones de índole diversa.167
167
Nicolás Rangel: Historia del toreo en México. Época colonial (1529-1821). México, Imp. Manuel León Sánchez, 1924. 374 p. fots., p. 361.
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También se llevaban a cabo “corridas en beneficio de la ganadería de Atenco”, ya que según una anotación en los libros, al no concederse el resultado económico de la efectuada el 10 de enero de 1856, en el inventario de reses bravas se da salida a “8 toros remitidos a México para la corrida que se dio a beneficio de la hacienda”, cargándose a $60.00 cada uno; lo anterior debido quizá a la bravura y nobleza del ganado criado en Atenco, pues hay anotación que dice que en 1874 en Tenancingo fue indultado un toro de esta ganadería. Además dicho ganado aún era lidiado en la plaza de toros de México por los años de 1940 y hasta nuestros días, reducida su presencia hasta lo más mínimo. 168 También se manejaba el ganado manso, en la Vaquería de Santa María donde se realizaba la ordeña. Se contaba para ello con vacas, pero también con toros padre, terneras, toretes y becerros. El ganado manso se dedicaba en su mayor parte al tiro de arados y carretas y un número limitado para engordarse y venderse como carne, puesto que se contaba con ingresos al existir varias carnicerías al interior de Atenco. Entre otros ganados se contaba con el caballar, mular y asnal. Lanar, porcino, caprino, y desde luego el vacuno en dos variedades: manso y de lidia. En los años de 1855, 1856 y 1874 el precio de cada toro vendido para las corridas era generalmente de $50.00 y $60.00, aunque eventualmente en el segundo año de los mencionados se llegaron a cobrar hasta $74.00. En ese mismo año las vacas bravas se vendían entre $13.00 y $18.00 y el novillo, si estaba flaco, en solo $10.00. En 1873 los toros vendidos para lidiar en Tenango se cotizaron al mismo precio que los vendidos a Toluca. Los animales que se devolvían de las plazas de toros, por mal juego, figuran reingresados en la contabilidad, en 1854 y 1855, en $40.00, y en 1856 y 1857 en 36 pesos 2 reales y hasta en $56.00 cada uno. En la misma contabilidad de 1854 aparece un cargo de 22 pesos y 7 reales, del gasto que originaron 3 corridas de toros.
168
El último encierro de Atenco que se ha lidiado hasta el momento, se envió a la plaza de San Miguel de Allende, Guanajuato, el 31 de diciembre de 2005. Cinco ejemplares para: José Ignacio Corral, rejoneador. A pie: Marcial Herce y Víctor Martínez.
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Durante el siglo XVIII antes de ser autorizado el arrendamiento debía levantarse un inventario, que era presidido por el administrador general del Vínculo y posteriormente con la presencia de varios representantes de Su Majestad se efectuaba el cambio de arrendatario. Para el siglo XIX ya no fue tan riguroso el trámite indicado. En ese siglo se tenía que destinar cierta cantidad para los alimentos que se servían a las personas que presenciaban el cambio. A partir de 1855 se incrementó el arrendamiento de pastos, lo que pudo deberse a la existencia de alguna Ley sobre Baldíos, que obligara a ocupar y usar los terrenos, o haberse previsto alguna seguridad para las tierras, a fin de que estuvieran ocupadas por ganados aunque fueran de arrendatarios.169
b)Bernardo Gaviño: Influencia definitiva.
Gobernaba el General don Miguel Barragán, Presidente Interino, del 28 de enero de 1835 al 27 de febrero de 1836. Se vivía en nuestro país un nuevo estado de cosas: los bandazos y la confusión más absoluta regida de la lucha encontrada por el poder, eran clima y ambiente. El divisionismo era patente. Todos ambicionaban un mando que pronto se les iba de las manos al enfrentarse dos tremendas fuerzas: los liberales y los conservadores (en medio de ellos los centralistas y los militares) que contaron, cada uno de ellos, con sus propios correligionarios, que eran legión en cada bando. Con un panorama de tales condiciones se encontró Bernardo Gaviño a su llegada a nuestro país en 1835, aunque se presume que ya estaba desde 1829. El diestro Manuel Bravo, en compañía del Cónsul mexicano en Orleans, José Álvarez contratan a Gaviño en la Habana. El gaditano se presenta ante el público mexicano el 19 de abril de 1835 en la plaza de toros de “San Pablo”. De hecho no vino a inaugurar la Real Plaza de Toros de San Pablo (lo cual tuvo ocasión el domingo 7 de abril de 1833) como se Flora Elena Sánchez Arreola: “La hacienda de Atenco y sus anexas en el siglo XIX. Estructura y organización”. Tesis de licenciatura. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia. México, 1981. 167 h. Planos, grafcs., p. 8-146. 169
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ha afirmado por ahí. El viajero francés Mathieu de Fossey en su Viaje a México describe cuanto ocurrió aquella tarde inaugural.170 Por circunstancias muy particulares, el quehacer taurino no tuvo, para la prensa que abarca buena parte de la tercera década del siglo XIX una importancia sustancial, y casi pasa desapercibido todo aquel acontecimiento ocurrido entre los años de 1836, 1837, 1838, y 1841.171 En 1842 encontramos que la “Compañía de gladiadores” encabezada por Gaviño, había cosechado muy buenos triunfos en Puebla luego de actuar en 14 tardes. 172 Esto quiere decir que no habiendo una actividad constante en la capital del país, el gaditano comenzó a buscar un medio donde desarrollarse, puesto que descubre que México posee un terreno sumamente fértil en el cual sienta sus reales logrando que su quehacer comience a gustar entre el público afecto a una diversión sui géneris como es la de los toros. A su llegada a nuestro país se encuentra con que los hermanos Ávila (José María, Sóstenes y Luis) son quienes sostienen el andamiaje del toreo mexicano, un toreo que vive con ellos relativas transformaciones que fueron a darse entre los años de 1808 y 1857, largo período en el que son dueños de la situación. La figura torera nacional alcanza en aquellas épocas un significado auténtico de deslinde con los valores hispanos, al grado de quedar manifiesto un espíritu de autenticidad misma que se da en México, asumiendo significados que tienen que ver con esa nueva razón de ser, sin soslayar los principios técnicos dispersos en el ambiente. No sabemos con toda precisión el tipo de aspectos que pudieron desarrollarse en la plaza. Esto es, de las maneras o formas en que pusieron en práctica el ejercicio, en por lo menos la fase previa a la presencia del torero gaditano Bernardo Gaviño y Rueda.
170
Mathieu de Fossey: Viaje a México. Prólogo de José Ortiz Monasterio. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994. 226 p. (Mirada viajera). 171 Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en..., Op. cit., T. I., p. 132-33. 172 Op. cit., p. 134.
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Debemos recordar de pasada, el todavía fresco carácter antihispano que prevalece en el ambiente. Pero después de él -a mediados del siglo XIX- va a darse una intensa actividad no solo en la plaza, también en los registros de plumas nacionales y extranjeras. Si bien, como en España se mostraron intentos por ajustar la lidia de los toros a aspectos técnicos y reglamentarios más acordes con la realidad, en México este fenómeno va a ocurrir y seña de ello es la aplicación de un reglamento en 1822,173 y luego en 1851 cuando sólo se pretende formalizar de nuevo la fiesta, pues el reglamento se queda en borrador. 174 Todo ello ocurre bajo un cierto desaire, nada peyorativo, que es lo que va a darle al espectáculo un sello de identificación muy especial, pues la fiesta175 cae en un estado de anarquía, de desorden, pero como tales, legítimos, puesto que anarquía y desorden que pueden conducir al caos, no encaminaron a la diversión pública por esos senderos. De pronto el espectáculo empezó a saturarse de modalidades poco comunes que, al cabo del tiempo se aceptaron en perfecta combinación con el bagaje español. No resultó todo esto un antagonismo. Antes al contrario, ese mestizaje se consolidó aun más con la llegada de Bernardo Gaviño en 1835, conjugándose así una cadena cuyo último eslabón fue Ponciano Díaz. Parece todo lo anterior fruto de permanentes confusiones. Y sí, efectivamente se dio tal fenómeno, como resultado de sacudirse toda influencia hispánica, al grado de llevar a cabo representaciones del más curioso tono tales como cuadros teatrales que llevaron títulos de este corte: "La Tarasca", "Los hombres gordos de Europa", "Los polvos de la Madre Celestina", "Doña Inés y el convidado de piedra", “El macetón floreado”, entre muchos otros, que se trasladaron del teatro a la plaza. A esta circunstancia se agregan los hombres fenómenos, globos aerostáticos y hasta el imprescindible coleo,176 todo ello salpicado de
173
El jefe superior interino de la provincia de México Luis Quintanar expidió el 6 de abril de 1822 un AVISO AL PUBLICO que pasa por ser uno de los primeros reglamentos (aunque desde 1768 y luego en 1770 ya se dispusieron medidas para el buen orden de la lidia). 174 Archivo Histórico del Distrito Federal. En adelante: [A.H.C.M.] Ramo: Diversiones Públicas, Toros Leg. 856 exp. 102. Proyecto de reglamento para estas diversiones. 1851, Reglamento de toros, 5 f. 175 Josef Pieper: Una teoría de la fiesta. Madrid, Rialp, S.A., 1974 (Libros de Bolsillo Rialp, 69), p. 17. Celebrar una fiesta significa, por supuesto, hacer algo liberado de toda relación imaginable con un fin ajeno y de todo "por" y "para". 176 Lanfranchi: La fiesta brava..., Op. cit., T. I., p. 128. Para la definición de “coleo”, véase ANEXO Nº 5.
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payasos, enanos, saltimbanquis, mujeres toreras sin faltar desde luego la "lid de los toros de muerte". Esto como base y fundamento del toreo español, que finalmente no desapareció del panorama. Con toda la mezcla anterior -que tan solo es una parte del gran conjunto de la "fiesta"-, imaginemos la forma en que ocurrieron aquellos festejos, y la forma en que cayeron en ese desorden y esa anarquía auténticamente válidos, pues de alguna manera allí estaban logradas las pretensiones de nuestros antepasados. Por otro lado, los hermanos Ávila –también toreros- pasan por ocupar un decanato de alrededor de cincuenta años es decir, no hay una precisión al respecto debido a que existen noticias que los remontan a 1808177 y otras a 1819178 en Necatitlán, así como en la plaza del Boliche respectivamente; y hasta 1857, tanto Luis como Sóstenes son quienes ocupan la atención.179 177
Armando de María y Campos: Ponciano El torero con bigotes. México, ediciones Xóchitl, 1943. (Vidas mexicanas, 7)., p. 23. "...los hermanos Ávila que el día en que fue inaugurada la plaza provisional, de madera en la plazuela de Necatitlán, el 13 de agosto de 1808, se presentaron a torear por primera vez en México...: "Capitán de cuadrilla que matará toros con espada por primera vez en esta muy noble y leal Ciudad de México, Sóstenes Ávila.-Segundo matador, José María Ávila. Si se inutilizara alguno de estos dos toreros por causa de los toros, entonces matará Luis Ávila, hermanos de los anteriores y no menos entendido que ellos." Cfr. Lanfranchi, Op. cit., T. II., p. 767. Plaza de "Necatitlán". De madera, funcionó aproximadamente de 1826 a 1834 [aunque Gabriel Ferry que es seudónimo de Luis de Bellamare la describe en una visita que hizo en 1845 y queda registrada en sus Escenas de la vida mexicana. N. del A.], cuando fue desmantelada. Estaba situada cerca de la actual cerrada de Necatitlán, a un lado de la calle Cinco de Febrero. 178 Armando de María y Campos: Imagen del mexicano en los toros. México, "Al sonar el clarín", 1953., p. 167-9. El 1º de marzo de 1819 tomaron parte los hermanos Ávila en una corrida en la plaza de "El Boliche" con toros de Puruagua. 179 Fue la tarde del 26 de julio de 1857 en que la historia les registra por última vez, pues a partir de ese momento se les pierde todo rastro. Sin embargo, vid. Armando de María y Campos: Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, Acción moderna mercantil, S.A., 1938., p. 73. El 13 de junio de 1858 y en la plaza de toros del Paseo Nuevo participó la cuadrilla de Sóstenes Ávila en la lidia de toros de La Quemada. Para esa época actúan, de 1819 a 1867 las siguientes figuras: (T) Torero;
(B) Banderillero;
(P) Picador;
-Felipe Estrada (T) -José Antonio Rea (T) -José María Ríos (B) -Guadalupe Granados (B) -Vicente Soria (B) -José María Montesinos (B) -Joaquín Roxas (O) (Loco)
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(O) Otros.
-José Alzate (O) (Loco) -Xavier Tenorio (P) -Ramón Gándara (P) -Ignacio Álvarez (P) -José Ma. Castillo (P) -Luis Ávila (T) (desde 1819) -Sóstenes Ávila (T) (desde 1808) -José María Ávila (T) (desde 1808) -Basilio Quijón (T) (ca. 1820) -Bernardo Gaviño y Rueda (T) (desde 1835) -José Sánchez (T) (español) -Victoriana Sánchez (T) -Caralampio Acosta (P) -Pablo Mendoza (T) -Andrés Chávez (T) -Victoriano Guevara (T) -Vicente Guzmán (P) -José González "Judas" (B) -Juan Corona (P) -Dolores Baños (T) -Soledad Gómez (T) -Manuela García (T) -Mariano González "La Monja" (T) -Antonio Duarte "Cúchares" (T) (español) -Francisco Torregosa (T) -Ignacio del Valle (B) -José Delgado (B) -Antonio Campos (B) -Manuel Lozano García (B) -José Arenas, de Chiclana (P) -Juan Trujillo, de Jeréz (P) -Pilar Cruz (P) -Diego Olvera (P) -Tomás Rodríguez (B) -Magdaleno Vera (P) -Refugio Macías (Picadora) -Ignacio Gadea (O) (banderilleaba desde el caballo) -Serapio Enríquez (P) -Antonio Cerrilla (O) (desde el caballo) -Fernando Hernández (T) -Lorenzo Delgado (B) -Joaquín López "El Andaluz" (B) -Lázaro Sánchez (B) -Francisco Soria "El Moreliano" (B) -Tomás Rodríguez (B) -Manuel Gaviño (B) (hermano de Bernardo) -Esteban Delgado (P) -José Ma. Castillo (B) -Lázaro Caballero (P) -Antonio Escamilla (P) -Antonio Rea (P) -Cenobio Morado (P) -Francisco Cuellar (B) -Joaquín Pérez (B)
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Gracias a los testimonios de la Marquesa Calderón de la Barca quien en la novena carta de La vida en México deja amplísima relación de una corrida presenciada a principios de 1840, empezamos a conocer parte de aquel ambiente que priva por entonces en la fiesta. 180 Esta mujer, Frances Erskine Inglis, escocesa de nacimiento, con unas ideas avanzadas y liberales en la cabeza acepta el espectáculo, se deslumbra de él y cumple narrando el desarrollo, al menos, de dos festejos que atestigua, tanto en la ciudad de México, como en Zempoala, Hidalgo. Madame Calderón de la Barca nos presenta un perfil sobre la personalidad de Bernardo Gaviño, quien vuelve a aparecer en la escena, considerando que las cartas de La vida en México fueron redactadas durante 1840 y 1842 fundamentalmente. Ambos deben haberse conocido en los constantes encuentros tenidos gracias a invitaciones de los hacendados de la época, quienes no podían dejar de incluir a personajes de tal estatura. Un segundo encuentro se tuvo en la hacienda de Santiago, del señor José Adalid, por los rumbos de Zoapayuca, estado de Hidalgo “viejo caserón que se levanta solitario en medio de grandes campos de magueyes. Junto tiene
-Alejo Garza, "El hombre fenómeno" (O) (se le llamaba así por faltarle los brazos y realizar durante sus participaciones una diversidad de actos y de suertes inverosímiles). -Ireneo Méndez (B) -Ángeles Amaya (T) -Mariana Gil (T) -María Guadalupe Padilla (T) -Carolina Perea (T) -Antonia Trejo (T) -Victoriana Gil (T) -Ignacia Ruiz "La Barragana" (T) -Antonia Gutiérrez (O) (de a caballo) 70 figuras -de una lista que puede aumentar- son las que conforman el espacio ya indicado y en el cual podemos apreciar la participación directa de mujeres y aquellas consecuencias del quehacer campirano que encontró extensión en los ruedos. Fuentes como la de Lanfranchi: La fiesta brava en..., Op. cit., T. I. p. 119-72; Benjamín Flores Hernández: La ciudad y la fiesta. Tres siglos y medio de tauromaquia en México, 1526-1867. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1976. 146 p. (Colección Regiones de México). p. 81-124 y María y Campos: Ponciano el..., Op. cit., p. 27-87, suministran la información reunida bloques arriba. 180 Flores Hernández: Op. cit., p. 98. Cfr. Madame Calderón de la Barca: La vida en México, durante una residencia de dos años en ese país. 6a. edición. Traducción y prólogo de Felipe Teixidor. México, Editorial Porrúa, S.A., 1981. ("Sepan Cuántos...", 74)., p. 58-9. Carta IX, fechada en enero 5 de 1840. 6. Esta mañana temprano, día de la corrida de toros extraordinaria [a efectuarse en la Real Plaza de toros de San Pablo], aparecieron unos carteles en todas las esquinas, anunciándola, junto con ¡un retrato de Calderón! El Conde de la Cortina [don José Justo Gómez de la Cortina y Gómez de la Cortina] vino poco después del almuerzo, acompañado de Bernardo, el primer matador, a quien nos trajo a presentar. Os envío el convite impreso en seda de color blanco, orla de encaje de plata y unas borlitas colgando de cada esquina, para que veáis con qué primor suelen hacer aquí estas cosas. El matador es un hombre guapo, pero de exterior torpe, aunque dicen que es de una gran agilidad y muy hábil.
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un jardín abandonado, y entre su enmarañada espesura retozaba un cervatillo domesticado que nos miraba asombrado con ojos salvajes”.181
Desde Tulancingo, y al estremecimiento de otra corrida (en la que seguramente también participó Bernardo Gaviño), madame Calderón lanzó una famosa sentencia que luego se convirtió en complacencia que va así: ¡Otra corrida de toros ayer (8 de mayo, en Tulancingo) por la tarde! Es como con el pulque, al principio le tuerce uno el gesto, y después se comienza a tomarle el gusto (...).182
Estas dos cartas, la N° IX y XVI aportan datos significativos sobre la personalidad de Bernardo Gaviño, pero fundamentalmente nos dan elementos sobre un torero que no se ha perdido del panorama. Antes al contrario, se está afianzando en nuestro país y si se ha perdido en el lustro que va de 1835 a 1840 es por razón de que no se encuentran noticias en la prensa de aquellos momentos. Por azar y por fortuna, madame Calderón de la Barca vuelve a ponerlo en circulación, manifestando que se trata de un matador que ocupa un sitio con estatura similar a la que tienen los hermanos Ávila, de Andrés Chávez o de Manuel Bravo, por entonces los diestros más connotados del momento. Además, Gaviño como se ve, está siendo acogido por la créme de la sociedad. Es amigo de personajes como el conde de la Cortina, de hacendados como los Adalid, los Cervantes, entre otros. Su participación en fiestas destinadas a exaltar a presidentes, generales o situaciones patrióticas, a pesar de ser español, pero tan mexicano por avenirse a tales circunstancias sin ningún recato, lo van colocando en lugar privilegiado, situación que debe haber aprovechado de manera inteligente, puesto que su influencia en un medio que le permitía tal condición por haber muy pocas opciones, y ser él quien encabezara al pequeño grupo de toreros encumbrados, fueron moldeando un sistema que le beneficiaba, al grado de convertirse, sin quererlo o no, en un diestro que pudo ostentar el control del toreo en México. Si en Aguascalientes el “cacique” taurino (el término no pretende ser peyorativo) era Gregorio González, el centro del país estaba dominado por el diestro gaditano, quien no encontraba mayor amenaza en los hermanos Ávila, puesto que cada quien tenía establecido
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Calderón de la Barca: Op. cit., p. 116-19. Ibidem., p. 119.
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su territorio y, al fin y al cabo, todo estaba convertido en un enorme conjunto de feudos o monopolios perfectamente delimitados, reconocidos y respetados por sus propios públicos. Con toda seguridad, el ambiente que dominaba a México “caló” en Gaviño, al grado de que su presencia en los ruedos estará determinada por un conjunto delimitado de espectáculos donde el pretexto a celebrar era el político. Buena cantidad de corridas de toros organizadas durante el esplendor de Bernardo fueron de este corte; también muchas las que se efectuaban por el simple hecho de cumplir con una temporada. Además se integra al todo de la fiesta, puesto que es uno más de los actores de la escena maravillosa y fascinante de aquella “armonía de la invención”, irrumpiendo en formas que llegan a tocar los excesos de espectáculos que materialmente lindan con lo teatral y lo efímero puestos en escena en la Real Plaza de toros de San Pablo, o más tarde en la del Paseo Nuevo, pero sin perder su encanto. Bernardo Gaviño y Rueda ya solo tendrá que salir al extranjero a cumplir algún contrato convenido con “empresas” del Perú, fundamentalmente o de Cuba también. Incluso, muchos nos hacemos la pregunta: ¿Regresa a España? En realidad no lo sabemos. Carlos Cuesta Baquero (1865-1951) es un reconocido periodista taurino que desarrolla su quehacer entre los años de 1886 y 1951. Le toca vivir la etapa más variable de la fiesta mexicana, que deja de serlo, para convertirse en española. Esto es, el propio Cuesta Baquero escribió que “nunca ha existido una tauromaquia positivamente mexicana, sino que siempre ha sido la española practicada por mexicanos”. No es nada más un espectador del acontecimiento. Lo narra y lo interpreta a tal grado, que leyendo sus incontables notas, nos damos cuenta del giro radical que sufrió el espectáculo taurino mexicano entre la influencia de Gaviño y más tarde, con la del nuevo grupo de españoles que sentaron sus reales desde 1885, con la llegada de José Machío, mismo que dejará sembrada la semilla que más tarde, en 1887 vendrán a cultivar Luis Mazzantini, Ramón López, Diego Prieto o Saturnino Frutos. Roque Solares Tacubac, anagrama de Carlos Cuesta Baquero nos da una visión que comprende perfectamente a Bernardo Gaviño con el siguiente perfil: .158.
Gaviño estaba educado en la hoy anticuada escuela del toreo, en aquella que requería valor, pero escasísimo arte y ningún plasticismo -acéptese como apropiado este vocablo- y conforme a ella hay que estudiarle y censurarlo o elogiarlo. En parangón con matadores de su misma escuela no era una nulidad. Si vivieran pudieran atestiguarlo el Barbero (Juan Pastor), el Lavi (Manuel Díaz) y el Salamanquino (Julián Casas) a quienes acompañó en los redondeles de Cuba y Lima. Cuando Gaviño estaba en su apogeo era igualmente diestro o más que los citados y entonces fue cuando dio en la plaza del Paseo de Bucareli corridas que produjeron en los espectadores alborozo (...) He dicho lo bueno, también tengo que decir lo malo; aquello en que justamente ha sido censurado. Bernardo no fue un corruptor del toreo, pero sí un obstruccionista que retardó la evolución. Luego que llegaban toreros españoles, hacía todo lo posible porque no toreasen. Ponía en juego influencias e intrigas para que no los contratasen y si no lograba su propósito mandaba a las plazas de toros chusmas que llevaban la consigna de lapidar y decir insultos a los nuevos toreros. Por esta temible enemistad no toreaban sino escaso número de corridas y se marchaban descorazonados. Con mucha razón, muy justamente, los diestros españoles no apreciaban a su paisano y le daban el título de renegado. Es muy severo y denigrante el cargo que lanzo al decano, pero está comprobado. Antes que yo, a raíz de aquellos escándalos, se lo hicieron, con datos fidedignos, periódicos bien informados. Recórranse las colecciones de El siglo XIX y de El Monitor Republicano y en ellas se hallarán los comprobantes.183
A Gaviño no le convenía prestarse a la apertura. Tenía bien controlado el sistema de la fiesta que ocurría en nuestro país, sobre todo porque su centralismo era avasallador. 184 Dicha actitud despótica, propia de un tirano, descubre el lado oscuro del gaditano, quien además de todo, quiere apropiarse del panorama en su conjunto, sin dar lugar a las concesiones. De nuevo reaparece actuando en la Plaza Principal de toros de San Pablo el 2 de febrero de 1842, en una función en obsequio del Exmo. Sr. general presidente, benemérito de la Patria, D. Antonio López de Santa Anna en la que, según dato recogido en El Siglo XIX, Nº 117, del martes 1º de febrero de 1842. Mes y medio más tarde se registra otra actuación del gaditano.185
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Carlos Cuesta Baquero (Roque Solares Tacubac): Historia de la tauromaquia en el Distrito Federal. 18851905. México, Tipografía José del Rivero, sucesor y Andrés Botas editor, respectivamente. Tomos I y II. T. I., p. 368. 184 [B.N./F.R./C.S.C.] Caja 18, referencia 18/267. (Véase Anexo número uno). Este documento es una clara evidencia de la actitud feudal de Bernardo Gaviño quien se negó rotundamente a que se surtieran de toros a cuatro corridas, en el fondo, programadas por José Ma. Hernández "El Toluqueño" quien se remontó a hacer empresa en Puebla, fallando en el intento, por el bloqueo de Bernardo. 185 Lanfranchi: La fiesta brava en..., Op. cit., T. I., p. 134. PLAZA PRINCIPAL DE TOROS. Para esta tarde: Función a beneficio de la Cía. de gladiadores (la cuadrilla de Bernardo Gaviño). Habiendo sido contratada esta compañía para dar 14 funciones en la ciudad de Puebla, ha dispuesto para esta tarde su última corrida en esta capital, dedicada al público mexicano Los toros que se han de lidiar son escogidos a toda prueba. Se ejecutarán varios lances, difíciles y peligrosos; los coleadores darán más realce a la función, ejercitando su destreza con dos toros que se tienen separados para el efecto. Un toro
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Ambos, Gaviño y Santa Anna parecen conducirse por semejanzas que los pone tan cerca de unos parámetros solamente separados porque uno era presidente; el otro, torero. Los dos, al fin y al cabo, personajes públicos de alta resonancia por entonces. Bernardo va a emprender su memorable, trágico y heroico viaje a Chihuahua en 1844. Es contratado para actuar en la remota Villa de Allende del Valle de San Bartolo, Chihuahua para torear los días de feria (en febrero), a mañana y tarde. Echaremos mano de un folleto de suma rareza: RECUERDOS DE BERNARDO GAVIÑO 186 que apareció dos años después de la muerte del diestro escrito por el TÍO PUNTILLA. (...)sale el diestro de Durango con su cuadrilla compuesta de jóvenes valientes, hábiles en la tauromaquia, de buen personal y con vestuario riquísimo al lugar donde fueron llamados, se acompañaron con un convoy de comerciantes de la misma ciudad y después de algunos días de camino, fueron asaltados en el punto llamado “Palo Chico” por un crecido número de bárbaros de la tribu Comanche, con quienes se batieron exasperadamente desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde, que huyeron los bárbaros, porque vieron el auxilio que de la hacienda de la Sarca [Durango] les fue á los asaltados [gracias a el “sota” que guiaba la diligencia], que casi todos fueron muertos, quedando únicamente en pié y herido, el valiente Bernardo Gaviño y dos de los de su cuadrilla, Fernando Hernández, banderillero y Vicente Cruz, notable picador. Los tres que sobrevivieron á los sesenta y cuatro que sucumbieron, continuaron su camino con pérdida de cuanto poseían; llegaron al punto de su destino, Bernardo Sana de su herida, completa provisionalmente su cuadrilla con algunos toreros que se le presentaron, y queda listo para cumplir su compromiso, lo cual verificó de una manera sorprendente, como se verá por el siguiente lance que ocasionó la muerte repentina de un anciano entusiasta, que vino desde Paso del Norte con solo la curiosidad de ver torear á su paisano, el diestro y valiente Bernardo Gaviño.187
Por el acto de valentía demostrado en tan agitados momentos, el gobierno lo condecoró con la cruz del “Héroe de Palo Chino” en recompensa a su denuedo.188 Se pueden entresacar algunos comentarios de la cita anterior, diciendo que el torero español había salido de Durango, lugar al que fue a torear y sitio al que llegó después de haber visitado otros tantos en los que cumplió varios contratos de actuación, puesto que el trayecto a lugares tan lejanos, obligaba a permanecer algún tiempo, el razonadamente indispensable, pero aprovechado para contraer compromisos propios de la profesión. Giras luchará con los perros que se le echen; y ocho figurones montados en burro y a pie, picarán, banderillearán y matarán otro toro... (El Siglo XIX, No 171, del dom. 27 de marzo de 1842). 186 RECUERDOS DE BERNARDO GAVIÑO. Rasgos biográficos de su vida y trágica muerte por el toro CHICHARRON en la plaza de Texcoco el 31 de enero de 1886. Versos de su testamento y canción popular a PONCIANO DIAZ. Orizaba, Tip. Popular, Juan C. Aguilar, 1888. Véase: Lecturas taurinas del siglo XIX. México, Bibliófilos Taurinos de México-Socicultur, INBA, Plaza-Valdés, 1989. (p. 97-114). 187 Op. cit, p. 100. 188 El Por qué de los toros y arte de torear de a pie y a caballo por el Bachiller Tauromaquia. Habana, imprenta de Barcina, 1853, (p. 142-3).
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de esa magnitud comprendían un cúmulo importante de días o hasta de semanas, recorriendo caminos como recorrer aventuras y estando, como estuvo, a expensas de los bandidos. Además de promoverse, ganaba muy buen dinero. La crónica de una de estas tardes, aparece íntegra en el mismo folleto consultado, por lo que me parece importante reproducirla. Tercer día por la tarde, sexta corrida en el redondel levantado para las fiestas. Comienza la lidia con toros de la hacienda del Terrón; primer toro, grande alzada, achampurrado, fogoso, bien cornado, fue picado, tomó seis varas, dio muerte á tres jamelgos, recibió tres pares de banderillas y le dio fin Bernardo con un mete y saca, después de dos pases de muleta: segundo toro, del mismo color que el anterior, matrero y buscador, tomó cuatro varas, tres pares de banderillas y una flor en la frente que después se la quitó el loco que se la había puesto; le dio muerte con dos estocadas, una alta y otra baja á volapié Fernando Hernández; tercer toro, ceniciento ahumado, soberbio bicho, cargado, revoltoso y barrendero; tomó seis varas, pero se llevó igual número de bucéfalos por lo que se paralizó la escena, la fiera se enseñoreaba con sus víctimas, el público gritaba frenéticamente, ¡picadores! ¡picadores! y no se presentaban porque ya no había caballos; por fin sale el intrépido Vicente Cruz en un rocinante pedido á un particular, y favorecido por Bernardo con la capa, se le presenta al bicho, lo hace tomar dos varas con la pica á la puente del freno; pero á la tercera fue tan feroz la embestida de la fiera, que á la cabalgadura y al ginete los levantó y echó fuera de la barrera, quedando otra vez paralizada la lid; pero el ágil Bernardo le parte con la capa al terrible animal que la recibe muy bien, juega con ella, lo emborracha, lo persigna, y le da una fuerte palmada en el hocico, gritándole ¡Quite ute de aquí! y el soberbio bicho obedeció con la mayor humildad; tomó después tres pares de banderillas que le puso de frente Bernardo, con aquel salero y gracia propia de Andalucía, siguió el lance ó suerte de la muerte por el mismo gladiador, la ejecutó de la manera sorprendente, pues no hizo más que un pase de muleta, estocó en la trasnuca a la fiera, cayó á sus pies con la cabeza levantada á donde inmediatamente le puso Bernardo la planta de su pié derecho y saludó al público: cuarto y último toro de muerte, grande, capirote, de juego á plomo y rascador, tomó cuatro varas sin matar ni herir a ningún caballo, recibió tres pares de banderillas, y Vicente Cruz le dio fin á caballo con el auxilio de la capa de Bernardo, le entró bien el toro, y recibió éste un limpio mete y saca con lo que cayó muerto. ¿Podrán los mexicanos ver otra cosa mejor? puede ser que sí, pero es muy difícil.189
Llama la atención una serie de términos empleados por el “cronista” quien además de todo nos da una reseña completa de la actuación de Bernardo en Villa de Allende del Valle de San Bartolo, Chihuahua. Sabemos que por aquellos rumbos existió una hacienda, la del Terrón que suministraba toros para fiestas como las de esa ocasión. Que achampurrado es una pinta semejante al castaño o berrendo en castaño. Que ese toro salió matrero porque era astuto y desconfiado. Y si probablemente la pinta del tercero era la de un cárdeno oscuro, por eso los denominaban ceniciento ahumado. Además resultó cargado, revoltoso y barrendero, cargado, porque era un animal mañoso que se obstina en salir de donde se le tiene encerrado, es decir “aquerenciado”; revoltoso por su lidia incierta y barrendero, por ser
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RECUERDOS DE..., Op. cit., p. 101-2.
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un animal asustadizo o manso. “...á la puente del freno”, peligrosa forma de picar al toro, frente a frente del caballo del picador. Suerte de colear, actualmente en desuso. Además, el término nos lo amplía Luis G. Inclán con la siguiente explicación: SUERTES A CABALLO. A PUENTE DE FRENO Cuando se tiene ya la pica asegurada en la arca y solo se alza un poco, para que prendiéndola al humillar, quede cuando más, cosa de media vara de pica distante del puente del freno ú hocico del caballo.190
Estocó en la trasnuca es un descabello simple y sencillamente. Capirote que se distingue por tener entre cabeza y cuello pelo más oscuro que el de la capa. Y por último rascador, comportamiento de un toro que se duele de alguna herida y rascando la arena hace que esta llegue al sitio donde quedó divisa, banderillas o los boquetes de los puyazos. El apunte nos dice que Bernardo ponía banderillas “con aquel salero y gracia propia de Andalucía”, que la “faena” consistía en uno, o dos pases de muleta, suficientes para ejecutar la “suerte suprema” o estocada, y que Bernardo se lucía en desplantes aplaudidos a rabiar por los espectadores. Bernardo Gaviño contaba entonces con 31 años de edad y 9 de estar actuando en tierras mexicanas. Su fama crecía como la espuma del mar, gozando así del favor popular. La forma en que se difundía la trayectoria de un personaje como este se dejaba en manos de una prensa que apenas da cierta idea, gracias a que incluyen crónicas austeras, pero suficientes para enterarnos donde andaba el “ídolo” y si toreaba, a qué fecha correspondía la actuación y dónde. Pero la musa popular hizo lo que no logró la prensa en muchas ocasiones. En la vida y en la muerte le fueron dedicados buen número de versos al gaditano, como el que a continuación presento, y que guarda relación con los hechos ocurridos en Durango, en 1844: Caminabas tranquilo y muy gozoso Acompañado de Bernardo y buena gente, Cuando fuiste acometido de repente por el indio feroz y tenebroso Pero tú, Bernardo, firme y valeroso Aunque a tus compañeros muertos visteis, 190
Luis G. Inclán: ESPLICACIÓN DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Edición facsimilar presentada por la Unión de Bibliófilos Taurinos de España. Madrid, 1995., p. 36.
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El comanche rapaz lo combatiste Con afán profundo y asombroso. Eterna sea siempre tu memoria, Consignando tu nombre nuestra historia.191
En octubre de 1845, Bernardo Gaviño se involucró en una más de aquellas incursiones que eran permitidas por un espectáculo a la sazón, dinámico y novedoso. El día 15 de aquel mes solicita, en sus primeros pasos como empresa, una licencia para presentar la lucha de un león africano y un toro en la plaza de San Pablo. Luego de pasar a revisión el oficio enviado por Gaviño, determinó la comisión de diversiones no estar de acuerdo en que se presenten espectáculos de ferocidad, pero que aprueba la petición y propone pague el interesado la cuota de 8 pesos.192 El espectáculo se efectuó el domingo 26 de octubre. De esa forma, Bernardo emprende una modalidad cercana a la de su profesión: la de irse convirtiendo poco a poco en empresario, actividad compartida con la tauromaquia. Ahora bien, y como apunta Heriberto Lanfranchi en su obra La fiesta brava en México y en España, 1519-1969, para 1846 la plaza de toros de San Pablo debe haber sido escenario para una cantidad importante de festejos, pero solo de dos programas uno tiene a Bernardo Gaviño como protagonista. Veamos. PLAZA DE TOROS DE SAN PABLO. Domingo 19 de abril de 1846. “La satisfacción que me acompaña al ver en parte cumplidos mis desvelos, que sólo tienden a divertir completamente a este público tan respetable como bondadoso, me obliga a manifestar que los toros de la corrida de hoy se presentarán, sin duda alguna, con más arrogancia y bravura que los de la anterior, por haberse desechado ya el cansancio del camino “Se lidiarán esta tarde por la compañía cinco arrogantes toros de la muy acreditada vacada de ATENCO, y un toro embolado para la chistosa mojiganga del Chasco de los Viandantes, o la Entrega del Criado. “Concluyendo la función con un gran coleadero de cuatro toros a la competencia. Bernardo Gaviño. “La función comenzará después de la cuatro y media”.193
Lo que nos dice el gaditano en esta “dedicatoria” es que él mismo tuvo una actuación anterior en la que los toros no fueron del todo buenos para lucirse. Además, era común 191
María y Campos: Ponciano, el..., Op. cit., p. 70. Raquel Alfonseca Arredondo: Catálogo del Archivo Histórico del Distrito Federal: ramo “diversiones públicas en general”. Las diversiones públicas en la ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX, un espejo de la sociedad. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1999. 125 + 403 p. [A.H.C.M.] Ramo: Diversiones Públicas en General, T. III, Núm. inventario 798, expedientes 110 al 203, 1843-1850 (N.R. 1263 a 1285). 193 Lanfranchi: Op. cit., p. 135. El Espectador. No 23, año I, del sáb. 18 de abril de 1846. 192
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traerlos luego de haber sido comprados en las haciendas sin más recurso que a pie, echando mano de los mejores jinetes, porque con toda seguridad, el arribo de los toros a la plaza invertía algunos días de trayecto. Generalmente llegaban en horas de la madrugada para no entorpecer la vida citadina. Además era ya toda una costumbre que el festejo no era exclusivamente una “corrida de toros” como es común en nuestros días. Se incorporaban pequeñas representaciones de carácter teatral en las que participaba un grupo de personajes quienes, con toda seguridad vestían acordes a la temática presentada. Si bien, en la corrida del 19 de abril fueron lidiados 5 de Atenco, hubo uno más “embolado” para la mojiganga o representación que ya he citado. No conformes con todo aquello, además hubo un coleadero de cuatro toros. Esta parte del festejo, con una fuerte carga de lo nacional, era complementaria. Sin embargo nos deja entrever que la presencia del quehacer en el campo podía filtrarse a las plazas y compartir con toda una inventiva, fenómeno cotidiano digo, porque los festejos organizados no esperaban el domingo. Cualquier día de la semana, excepto las fiestas religiosas, podían contener un espectáculo de esta naturaleza. Además, en aquellas corridas era común el “payaso o el loco”, grotescamente vestido, no con traje de torear sino con alguno diverso. Llevaba la cara enharinada y con manchas rojas de color bermellón sobre los carrillos y labios. Cubría la cabeza con un sombrero de forma cónica, terminado en una borla, o bien con una boina. El cometido de ese bufón taurino, era hacer gracejadas que no tenían ingeniosidad, pero eran suficientes para provocar risotadas en muchos bobalicones concurrentes. Desempeñaba su tarea luego que el toro estaba muerto, mientras que era arrastrado por los lazadores, pues tampoco eran empleados los tiros de mulas, utilizados posteriormente, cuando las corridas eran ya una réplica del modelo español. Para los años de vigencia del gaditano el “paseo de las cuadrillas” no tenía el fascinante colorido que luego adquirió. No era pincelada de tan extraordinaria belleza como la describen todos los relatores de la fiesta taurina. “Pincelada que cautiva a los extranjeros y que emociona siempre agradablemente a los nativos de los países donde hay tauromaquia. El .164.
paseo de las cuadrillas ha sido asunto para infinidad de descripciones literarias y para multitud de cuadros pictóricos” (Carlos Cuesta Baquero). Es de lamentar el poco interés dedicado por la prensa a las corridas de toros. No había entonces un consenso formal o hasta profesional del “cronista” por lo que dejaron escapar buenas oportunidad de reseñar una especie de fascinación permanente, asunto que entendieron algunos viajeros extranjeros y plumas del país que, pretendiendo descubrir esencias de una nación enfrascada en demasiadas utopías, logran retratar al “ser” del mexicano en la segunda mitad del siglo XIX.194 Ahora bien, la insistencia de mencionar este “descuido” de la prensa en varias ocasiones es porque buena parte del transitar de una fiesta tan intensa no podía quedar tan menospreciado. Si bien, Heriberto Lanfranchi menciona que la primera crónica taurina publicada en México data de la corrida efectuada el jueves 23 de septiembre de 1852, y que apareció en El Orden Nº 50 del martes 28 de septiembre siguiente, es una evidencia clara de que hasta ese momento, quizá bajo una proyección más relevante, demuestra que ya interesaba el toreo como espectáculo más organizado o más atractivo en cuanto forma de su representación. A lo largo de la trayectoria taurina de Bernardo Gaviño sí quedan registrados diversos testimonios, aunque áridos y apenas suficientes para entender el acontecimiento que era en sí cada corrida, la cual, por lo que nos dicen los carteles, era una propuesta de suyo increíble, generadora de multitud de cuadros representados en una misma función; y todo por un mismo boleto. Estamos en 1847, año que tuvo su momento más desagradable cuando el 15 de septiembre y en la plaza de armas (hoy de la Constitución) los mexicanos, entre admirados y heridos en su patriotismo veían izada la bandera de las barras y las estrellas. Poca actividad, diría que nula se registró durante ese año, puesto que el maderamen de la Real Plaza de 194
El mestizaje como fenómeno histórico se consolida en el siglo antepasado y con la independencia, buscando “ser” “nosotros”. Esta doble afirmación del “ser” como entidad y “nosotros” como el conjunto todo de nuevos ciudadanos, es un permanente desentrañar sobre lo que fue; sobre lo que es, y sobre lo que será la voluntad del mexicano en cuanto tal. Históricamente es un proceso que, además de complicado por los múltiples factores incluidos para su constitución, transitó en momentos en que la nueva nación se debatía en las luchas por el poder. Sin embargo, el mestizaje se yergue orgulloso, como extensión del criollismo novohispano, pero también como integración concreta, fruto de la unión del padre español y la madre indígena.
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toros de San Pablo fue empleado para servir como trinchera en los distintos lugares donde la estrategia militar así lo requería. Se cuenta con una nota escrita por Juan Corrales Mateos, biógrafo del gaditano por entonces, quien afirma que Gaviño era un “torero genial y de una gracia singular”, luego de verlo actuar en la Habana en el año de 1848, acompañándose con una cuadrilla formada por mexicanos. Y no es sino hasta el domingo 15 de diciembre de 1850 en que se reestrena la Real Plaza de toros de San Pablo, misma que tuvo que ser reformada para que la asistencia, incluyendo al Exmo. Sr. Presidente de la República, general de división D. José Joaquín Herrera, presenciaran una corrida en la que se lidiaron “seis arrogantes toros del famoso cercado de ATENCO... por los diestros discípulos de Bernardo Gaviño”.195 Lo anterior deja ver a Gaviño convertido en tutor, en maestro de un grupo de toreros que, próximos a él, desean seguir sus pasos, los cuales no se pueden dar si no hay detrás de todo esto una verdadera formación, la cual está legando Bernardo. Dicho legado lo proporcionó a los toreros mexicanos bajo la convicción de que era más útil a los mexicanos que a intrusos con intenciones de desplazarlo del protagonismo. Con esto se promovía el aspecto del discutido “nacionalismo taurino” que, como todo principio novedoso, permitía el que se establecieran reglas al estilo del más puro sentido mexicano, sin ignorar que era el propio espada español quien aportaba estos aspectos apoyado en su formación y su aprendizaje antes de venir definitivamente a América. Esto es, el toreo era la representación de una fiesta española a la mexicana. O lo que es lo mismo: 195
Op. cit., p. 136-7. “PRIMERA CORRIDA DE TOROS”.-En el antiguo local se ha levantado una vistosísima plaza bajo las mismas proporciones de la antigua, la cual se halla adornada con un hermoso palco de presidencia, que fue ocupado por la primera autoridad de la República y algunos de los Sres. ministros. Los bichos fueron generalmente buenos, aunque algo jóvenes. La cuadrilla trabajó bastante bien, aunque los coleadores no fueron de los muy diestros, y los espadas, ya sea por la flojera de los animales, ya por el endeble temple de las hojas, mataron con bastante desgracia; y los picadores y chulillos fatigaron demasiado a los toros. “La concurrencia fue numerosísima, y tan sólo hubo que extrañarse la multitud de frutas y objetos arrojados durante la corrida en la plaza, lo que podía muy bien ocasionar algún desagradable lance a los lidiadores; y lo más digno de censura fue la lluvia de cojines que se arrojaron en el palenque mientras se lidio la última bestia, ocurrencia que debe tanto más extrañarse por hallarse presente el Presidente de la República”. (El Universal. Nº 761, del lunes 16 de diciembre de 1850).
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“Nunca ha existido una tauromaquia positivamente mexicana, sino que siempre ha sido la española practicada por mexicanos”. (Carlos Cuesta Baquero), sentencia que ofrece un valor interpretativo de lo que ha sido la evolución del toreo en nuestro país.
c)Los aspectos cualitativos y cuantitativos que garantizaron la presencia de esta hacienda en el espectáculo taurino durante el siglo XIX.
EL TORO DE LIDIA EN EL SIGLO XIX
Iniciada la segunda mitad del siglo que nos congrega, puede decirse que las primeras ganaderías sujetas ya a un esquema utilitario en el que su ganado servía para lidiar y matar, y en el que seguramente influyó poderosamente Gaviño, además de Atenco, fueron San Diego de los Padres y Santín, propiedad ambas de don Rafael Barbabosa Arzate, enclavadas en el valle de Toluca. En 1835 fue creada Santín y en 1853 San Diego que surtían de ganado criollo a las distintas fiestas que requerían de sus toros. Sin embargo, el toro mexicano fue apropiado para que Gaviño desarrollara sus aptitudes artísticas preparadas por una enseñanza adecuada recibida en España y América respectivamente. La frecuencia con que toreaba igual en las plazas de toros, que en los corrales de las “haciendas” donde había ganado bravo, fue factor para que Gaviño conociera a la perfección las condiciones de lidia que tuvo entonces el toro mexicano. Menores en pujanza, impetuosidad y bravura que las del toro español, pero siendo el nacional menos bronco y más bravo que el sudamericano que Bernardo había toreado en plazas de toros como Montevideo, la Habana o Venezuela. Durante el período de 1867 a 1886, tiempo en que las corridas fueron prohibidas en el Distrito Federal, y con la ventaja de que la fiesta pudo continuar en el resto del país, el ganado sufrió un descuido de la selección natural por parte de los mismos criadores, por lo que para 1887, al inicio la etapa de profesionalismo entre los ganaderos de bravo, llegaron .167.
procedentes de España vacas y toros gracias a la intensa labor que desarrollaron diestros como Luis Mazzantini y Ponciano Díaz. Fueron de Anastasio Martín, Miura, Zalduendo, Concha y Sierra, Pablo Romero, Murube y Eduardo Ibarra, los primeros toros españoles que llegaron por entonces. La familia Barbabosa, poseedora de Atenco, inicia esa etapa de mezcla entre su ganado criollo adquiriendo un ejemplar de Zalduendo para la reproducción y selección, que fueron entre otras las obligadas tareas de un ganadero de toros bravos. Por una curiosidad, puede decirse que retorna a Atenco el honor de ser la ganadería de toros con el privilegio de poner en práctica el concepto profesional para la crianza y todos sus géneros del toro bravo,196 como se verá en el Capítulo número cuatro. Flora Elena Sánchez Arreola: “La hacienda de Atenco y sus anexas en el siglo XIX. Estructura y organización”. Tesis de licenciatura. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia. México, 1981. 167 h. Planos, grafcs., h. 24-28. La organización de las haciendas dependía de la zona, de las condiciones climatológicas y de la administración impuesta por el administrador en turno. En nuestro caso, Atenco era La Principal y era la que controlaba directamente a las Anexas. Las haciendas, cuya producción se orientaba tanto a la ciudad de México como al consumo interno, se encontraban distribuidas de la manera siguiente: 1.-Hacienda Principal. Tenía como límites: por el norte la hacienda de Atizapán; por el sur su Anexa de Tepemajalco; al oriente la laguna -de la cual disfrutaban los pueblos de San Antonio la Isla, Almoloya y Santa Cruz- y de ahí hasta llegar al primer puente del río Lerma que estaba situado a unos cuantos pasos de la casa de la finca y desde ahí en adelante servía de límite el mismo río; por el poniente colindaba con el rancho de San Cristóbal, el cerro de Chapultepec, hacienda Anexa de Zazacuala, ahijaderos de La Concepción y llano de San Antonio la Isla (...) 2.-Hacienda de Zazacuala. Colindaba por el oriente con El Cercado de Atenco, por el norte con el pueblo de Chapultepec, por el sur con el camino real de Tenango y por el poniente con el pueblo de San Bartolito. 3.-Hacienda de Tepemajalco. Tenía como linderos al norte La Principal, al sur el llano del pueblo de San Lucas, al oriente la ciénaga de dicho pueblo y al poniente tierras del pueblo de San Antonio la Isla. 4.-Vaquería de Santa María. Era parte de La Principal. Limitaba al norte con el llano del pueblo de Santa María, al sur con San Juan la Isla, pueblo y hacienda de Cuautenango, al oriente con la ciénaga del pueblo de Techuchulco y al poniente con casa de los López, potrero de Maximiliano Martínez y potrero de los Ortiz. 5.-Hacienda de Cuautenango. Sabemos de su existencia desde 1722. Limitaba con la Vaquería de Santa María. 6.-Hacienda de Santiaguito. Sus linderos eran, al sur, Cuautenango y potreros de Tenango, al norte la Vaquería y pueblo de San Juan la Isla, al oriente la ciénaga del pueblo de Santa María Jajalpa y al poniente el pueblo de Santiaguito y camino real para Tenango. 7.-Hacienda de San Agustín. Tenía como límites por el norte el camino real de Tenango, por el sur las tierras de don Joaquín Cortina, por el oriente la hacienda de Guadalupe y tierras de Tenango y por el poniente el pueblo de Santiaguito y San Juan la Isla. 8.-Hacienda de San Antonio. De esta hacienda casi no existe información, sólo sabemos que en 1836 pertenecía a ella el rancho de Santa María y que se dedicaba al cultivo de cebada, trigo y nabo. 9.-Hacienda de San Joaquín. Esta hacienda presenta características especiales, pues sabemos que en 1722 era un rancho llamado Quautenango, que estaba situado en el Cerro y en jurisdicción y doctrina de Tenango del Valle; sin embargo, a partir de 1755 cambió su nombre por el de Señor San Joaquín y lo más importante fue que se transformó de rancho a hacienda (se desconoce qué características se requerían para pasar de una categoría a otra, pero se considera importante hacer hincapié en dichas transformaciones); aparentemente la misma suerte corrieron el resto de las haciendas. Sus cultivos eran trigo, maíz, haba y papa. 196
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Día a día se mostraba un síntoma ascendente cuya evolución era constante. Quedaron atrás las manifestaciones propias de aquel toreo sin tutela, clara muestra por valorarse así mismos y a los demás por su capacidad creativa como continuidad de la mexicanidad en su mejor expresión. Tras la prohibición a las corridas de toros (de 1867 a 1886) puede decirse que veinte años no significaron ninguna pérdida, puesto que la provincia fue el recipiente o el crisol que fue forjando ese toreo, el cual habría de enfrentarse en 1887 con la nueva época impuesta por los españoles, quienes llegaron dispuestos al plan de reconquista (no desde un punto de vista violento, más bien propuesto por la razón). De ahí que el toreo como autenticidad nacional haya sido desplazado definitivamente concediendo el terreno al concepto español que ganó adeptos en la prensa, así como por el público que dejó de ser un simple espectador en la plaza para convertirse en aficionado, adoctrinado y con las ideas que bien podían congeniar con opiniones formales de españoles habituados al toreo de avanzada. Las nuevas alternativas solo se disponían a su indicada explotación, por lo cual el destino del toreo en México tuvo por aquellos primeros años del siglo sus mejores momentos. El ganado lo había español y nacional ya cruzado de nuevo con aquel y dándole en consecuencia gran esplendor a la fiesta. Ahora bien: ¿Qué es de Atenco? Esta ganadería tuvo épocas brillantes durante los siglos XIX y XX, pero poco a poco fue cayendo en el olvido, luego en decadencia y más tarde en una casi pérdida total. Hoy ya solo la sostienen el recuerdo y un gran entusiasmo de los sucesores de Juan Pérez de la Fuente en coordinación con el Señor Jaime Infante Azamar, su actual administrador. Su nombre ha dejado de escribirse en carteles; en la historia misma. Sus recuerdos solo forman un abigarrado conjunto de acontecimientos que han podido estar a nuestro alcance. Por otro lado la adquisición de ese semental de Zalduendo que llegó a Atenco el año de 1894, pudo haber sido suficiente motivo para originar la leyenda de los toros navarros en campo bravo mexicano. Para Carlos Cuesta Baquero, el semental de Zalduendo (entonces .169.
ya de su viuda la Señora Cecilia Montoya) era desperdicio. La venta de aquel “toro” fue una estafa que les hizo a los Señores Barbabosa un espada, de quien no digo nombre y apodo porque ya es fallecido y hay que respetar a los muertos, como apunta Carlos Cuesta Baquero. Sin embargo estoy casi seguro de que quien efectuó dicha transacción fue el diestro Diego Prieto de apodo Cuatro dedos, mismo que se encargó de dicho negocio al verle jugosa ventaja en unos momentos en que muchos ganaderos mexicanos de nuevo cuño necesitaban inyectar aquella sangre a toros que manifestaban nacencia criolla, siendo el dicho señor Prieto, uno de los pocos que, además se ocuparon de fomentar a trvés de las mencionadas transacciones la primera época de la ganadería profesional de casta o de bravo que se desarrolló en nuestro país, desde 1887. Más tarde llegó al campo bravo mexicano ganado no de “casta” de Vistahermosa, sino de antigua y bastante acreditada de Cabrera y de don Rafael Laffite y Castro, bases directas, inmediatas de la ganadería del Señor Felipe de Pablo Romero. Por lo tanto ya no tienen ni el tipo ni las cualidades de lidia que tuvieron los ancestrales. Nos dice Joaquín López del Ramo que: Los menudos bichos de la ribera del Ebro eran tan chicos como codiciosos y ágiles, y su personalidad diferenciada de las distintas razas bravas, las hizo gozar del máximo cartel a mediados del siglo XIX. 197
Por otro lado la hacienda de Santín, administrada por don José Julio Barbabosa desde 1847 mantiene su ganado sin cruza española, por lo que en las épocas del auge poncianista (la de Ponciano Díaz, torero vigente entre los años de 1877 y 1899) se le denominada como la ganadería "nacionalista". Por lo tanto, eran toros de los llamados criollos. El toro "Garlopo" de Santín, lidiado el 28 de marzo de 1880 en Puebla por Bernardo Gaviño, es recordado por su bravura al tomar 9 puyazos, hiriendo de muerte a 6 caballos. Al parecer lo conserva don Salvador Barbabosa García en Toluca. Dicho toro fue criado por don Jesús María Barbabosa Arzate.
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Joaquín López del Ramo: Por las rutas del toro. España, Espasa Calpe, 1993. (La Tauromaquia, 38) p. 507.
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Carlos Cuesta Baquero apunta: Haber consultado viejos papeles del Ex-Ayuntamiento con los nombres de los ganaderos españoles y el lugar de su residencia en la Madre Patria, por haber sido los vendedores de las primeras reses con las que se formaron las ganaderías establecidas en nuestro siglo (puede tratarse de las actas de Cabildo). Prácticamente, para el conocimiento del origen de las ganaderías mexicanas, esos documentos no tienen mayor importancia, pues no especifican cuáles camadas eran de reses bravas y cuáles no lo eran. Fueron todas globalmente enviadas con la finalidad de utilizarlas en el abasto de la Nueva España y en los servicios agrícolas. No hicieron elección de algunas para destinarlas a la diversión tauromáquica, a ser lidiadas en las plazas públicas. Las reses que llegaron a nuestro suelo procedieron, en su mayoría, de las regiones de Castilla, Salamanca y Navarra, y algunas también de Andalucía. Esa es la única deducción exacta y cierta, que hice por la lectura y estudio de esos legajos. Ni aún en la propia España había en esa época ganaderías exprofesamente dedicadas a la cría de toros de lidia; pues la tauromaquia, entonces, era un arte embrionario, concretándose a las suertes de rejonear a caballo. El toreo a pie aun no era establecido. Y esta manera fue la que originó la especialización de las castas de reses bravas, de ganaderías dedicadas a criar toros de lidia en México.198
Coincido con el recordado Roque Solares Tacubac puesto que, como ya se ha dicho, el concepto de la ganadería en cuanto sentido profesional aún no forma parte de la vida común en la fiesta de los toros. Para España va a comenzar a fines del siglo XVIII. En México, ocurrirá un siglo después. Es un hecho de que el ganado se desarrolló de maneras muy distintas en nuestro territorio y habiendo un carácter específico para las fiestas, en todo caso, los señores dedicados a la posible selección, pudieron aplicar un criterio en el que se aprovechara cierta "bravuconería" de toros que finalmente embestían en las plazas. A continuación presento un balance que recoge las diferentes apariciones de los toros de Atenco, desde 1815 y hasta 1900, para entender precisamente el factor en el que radicaba su importancia, al grado de influir no tanto en la evolución del toreo de esos años, sino en la consolidación de un quehacer que acentuó el carácter nacionalista que se desprendió en período tan destacado. Dicho balance se debe a tres levantamientos y un registro de carteles realizados ex profeso. Uno, tiene que ver con las actuaciones de Bernardo Gaviño en México, que van de 1829 a 1886, otro de Ponciano Díaz, en el período 1876-1899; en tanto que el tercer elemento se refiere a datos tomados de la publicación El Arte de la Lidia entre 1884 y 1887. mismos que incluyo más adelante. De los dos primeros, el balance es el siguiente:
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La Lidia Nº 53 del 6 de noviembre de 1943.
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De 532 actuaciones de Bernardo Gaviño, entre 1829 y 1886, 313 fueron con encierros de Atenco. En tanto que Ponciano Díaz se enfrentó a 32 encierros de la misma hacienda, entre 1877 y 1899. Asimismo, he trabajado en otro levantamiento de información sobre carteles del siglo XIX mexicano, y en él, aparece registrado el nombre de Atenco en 47 diferentes documentos, varios de ellos, pertenecientes a las actuaciones de Gaviño y Ponciano Díaz. Independientemente de estos dos personajes, también encuentro nombres y fechas que van de 1815 y 1824 (en estos dos años no se cita el nombre de los espadas). 1857 (para Ángela Amaya y Mariana Gil); 1858 (Ignacio Gadea y Serapio Enríquez); 1861 y 1863 (Pablo Mendoza); 1863 (Mariano González); 1893 (Vicente Navarro y Antonio Arana); 1895 (José Durán). Me parece que todo lo anterior, es la justificación más evidente para confirmar la influencia ejercida, primero por Bernardo Gaviño y luego por Ponciano Díaz, quienes dieron un impulso sin precedentes a la hacienda ganadera de Atenco, por lo que me permito incluir a continuación un par de balances que establecen la síntesis de las actuaciones que tuvieron ambos toreros. Uno, que va del período 1835 a 1886 y el otro, de 1877 a 1899.
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DESGLOSE* DOCUMENTADO DEL CUADRO DE ACTUACIONES DE BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA, ENTRE LOS AÑOS DE 1829 y 1886. PLAZAS Y OTROS ESCENARIOS DONDE ACTUÓ BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA, TANTO EN MÉXICO COMO EN EL EXTRANJERO.
1)REAL PLAZA DE TOROS DE SAN PABLO, D.F. 2)PASEO NUEVO, Y PASEO VIEJO DE SAN FRANCISCO, PUEBLA, PUE. 3)TULANCINGO, HGO. 4)ZEMPOALA, HGO. 5)MORELIA, MICH. 6)DURANGO, DGO. 7)VILLA, ALLENDE, CHIHUAHUA, CHIH. 8)PLAZAS DE LA ISLA DE CUBA. 9)PLAZA DEL PASEO NUEVO, D.F. 10)TOLUCA, EDO. DE MÉX. 11)TACUBAYA, D.F. 12)GRAN TEATRO NACIONAL, D.F. 13)TENANGO DEL VALLE, EDO. DE MÉX. 14)TENANCINGO, EDO. DE MÉX. 15)SANTIAGO TIANGUISTENCO, EDO. DE MÉX. 16)CUERNAVACA. 17)PLAZAS DEL PERÚ. 18)SAN AGUSTÍN DE LAS CUEVAS. 19)VENEZUELA. 20)TLALNEPANTLA, EDO. DE MÉX. 21)EL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. 22)TEXCOCO, EDO. DE MÉX. 23)ORIZABA, VER. 24)PLAZA DE TOROS DE LA HACIENDA DE SANTÍN, EDO. DE MÉX. 25)PUERTO DE VERACRUZ 26)CUAUTITLÁN, EDO. DE MÉX. 27)AMECAMECA, MÉX. TOTAL
39 90 1 1 25 2 6 32 320 44 4 1 21 5 2 4 21 1 2 15 33 8 6 1 27 11 2 ± 725
Tabla 4.1 * Esta cifra no es definitiva. La omisión de la prensa, la pérdida de documentos o la aparición de nuevas fuentes, hace que no se convierta en un valor cuyo criterio llegara a considerarse como una cantidad total.
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DESGLOSE* DOCUMENTADO DEL CUADRO DE ACTUACIONES DE BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA, ENTRE LOS AÑOS DE 1829 y 1886. TOROS Y GANADERÍAS LIDIADOS POR BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA, ÚNICAMENTE EN MÉXICO (CONSIDERÁNDOSE COMO ENCIERROS).
1)HUARACHA 2)TLAHUILILPA 3)LA GOLETA
2 1 1
4)ATENCO
380
MOLINOS DE CABALLERO (FRACC. DE ATENCO) ATONGO Y/O ATENGO199 SANTA RITA DEL FUERTE (ESTANCIA DE ATENCO) LA FLORIDA (ESTANCIA DE ATENCO) EL CAPULÍN (ESTANCIA DE ATENCO) EL TEJOCOTE (ESTANCIA DE ATENCO) 5)TASCOLPA 6)XAJAY o ZAJAY 7)EL CAZADERO 8)QUERÉNDARO 9)SAN JOSÉ DEL CARMEN 10)SAN CRISTÓBAL 11)TEJUSTEPEC 12)LA CAÑADA 13)SAN JERÓNIMO 14)EL SALITRE 15)SANTÍN 16)SAN DIEGO DE LOS PADRES 17)PIEDRAS NEGRAS (HIDALGO) 18)AYALA 19)PURUOAGUA 20)HACIENDA DE LA H 21)HACIENDA DE LA SIERRITA 22)TERRÓN 23)LA QUEMADA 24)TENGUEDÓ 25)NOPALAPAM 26)ASTILLERO 27)GUATIMAPÉ
5 2 1 1 1 1 1 4 43 5 8 3 1 2 1 1 19 21 4 2 1 2 1 6 1 1 3 4 1
199
Atongo, Atengo no son otra cosa que Atenco. Algún equívoco en la pronunciación debe haber creado desde principios del siglo XIX las erratas ya indicadas.
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28)SAN DIEGO CASPE 29)COMALCO 30)CAÑADA 31)EXISTE EL CARTEL PERO NO SE MENCIONA LA PROCEDENCIA TOTAL
1 1 1 100 ± 632
NOTA: DE ESTA CANTIDAD SE DESPRENDE LA DE 391 ENCIERROS, QUE PERTENECIERON AL GANADO SÓLO PROCEDENTE DE LA HACIENDA DE ATENCO Y SUS DIVERSAS ESTANCIAS, CONJUNTO AL CUAL SE ENFRENTÓ BERNARDO GAVIÑO. Tabla 4.2 * Esta cifra no es definitiva. La omisión de la prensa, la pérdida de documentos o la aparición de nuevas fuentes, hace que no se convierta en un valor cuyo criterio llegara a considerarse como una cantidad total Por otro lado, el resto de las haciendas o ganaderías, o no se menciona o son festejos en el extranjero.
.175.
VALORES PARA EL CUADRO DE ACTUACIONES DE BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA, ENTRE LOS AÑOS DE 1829 y 1886. AÑOS
CANTIDAD
1829 1831
1 1
1835 1836 1839
1 1 1
1840 1841
3 1
1842 1843 1844
30 12 22
1845 1846 1848
1 6 3
1849 1850
2 13
1851 1852 1853
37 43 45
1854 1855
31 35
1856 1857 1858
35 29 31
1859 1860 1861
15 7 8
1862 1863
3 11
1864 1865 1866
22 30 28
1867 1868 1869
21 7 16
1870 1871
6 9
1872 1873 1874
5 4 10
1875 1876 1878
8 4 5
1879 1880
10 16
1881 1882 1883
5 16 22
1884 1885 1886
16 20 1
TOTAL
± 725
.176.
.177.
DESGLOSE* DOCUMENTADO DEL CUADRO DE ACTUACIONES DE PONCIANO DÍAZ SALINAS, ENTRE LOS AÑOS DE 1876 Y 1899. 1)ATENCO 2)SAN DIEGO DE LOS PADRES 3)COMALCO 4)CILA 5)SANTÍN 6)PIEDRAS NEGRAS 7)BACHIMBA 8)HACIENDA DEL PASTOR 9)ALTONGA 10)RAMOS 11)GUATIMAPÉ 12)LA SAUCEDA 13)PALMAREJO 14)OCOTENGO 15)SAN ISIDRO 16)EL PLAN 17)HACIENDA DEL CABEZÓN 18)PARANGUEO 19)COPAL 20)MEZQUITE GORDO 21)CAZADERO 22)TENGUEDÓ 23)CRUCES 24)TORREÓN DE CAÑAS 25)ATOTONILCO 26)LA CONCEPCIÓN 27)ULUAPAM 28)EL TULIPAN 29)JALPA 30)EL ÁGUILA 31)EL COPAL 32)SAN SIMÓN 33)SANTA LUCÍA 34)ESTANCIA GRANDE 35)MARAVILLAS 36)HACIENDA DE LA H 37)SAN PEDRO PIEDRA GORDA 38)EL CANARIO 39)MONTE NEGRO 40)NORIA DE CHARCAS 41)EL CUBO 42)SOLEDAD 43)ARANDAS 44)ORTEGA 45)CIENEGUILLA 46)GUANAMÉ 47)VENADERO 48)MIURA 49)SAN TADEO 50)NAYCHA 51)PALHA 52)PABLO ROMERO 53)DUQUE DE VERAGUA
79 18 1 1 10 2 1 1 1 15 2 2 2 1 3 2 2 23 2 13 11 1 3 13 1 3 2 10 12 1 1 1 1 4 6 3 2 5 3 2 1 9 7 9 13 4 3 1 1 1 1 1 1
.178.
54)OROZCO 55)FORTÍN 56)ESPÍRITU SANTO 57)EL FRESNO 58)PARAMUÉN 59)LA HUERTA 60)DEL RINCÓN 61)ATAPANEO 62)IRAPEO 63)COAPA 64)ZEMPOALA 65)ANDOCUTÍN 66)SANTA ANA CHICHICUAUTLA 67)AYALA 68)MESA DE CARTUJANOS 69)ZALDUENDO 70)CONCHA Y SIERRA 71)LA NORIA 72)CORRAL DE PIEDRAS 73)CASCO DE LA CONCEPCIÓN 74)EL ESPEJO 75)LA BARRANCA 76)SANTA ISABEL 77)NOPALAPAM 78)SALITRE 79)ASUNCIÓN MEXTEPEC 80)BOXIMO 81)SAN MARCOS 82)SANTA ANA LA PRESA 83)HUEYAPAM 84)EL PALMITO 85)SAN CLEMENTE 86)EDUARDO IBARRA 87)LA LABOR 88)TAPIAS 89)TOROS DEL SEÑOR GONZÁLEZ PAVÓN (SIC) 90)MORTEROS 91)ARROYO DE EN MEDIO 92)PUERTO NIETO 93)TEPEYAHUALCO 94)CHARCAS 95)LA GOLETA 96)SIN DATOS
1 4 5 6 1 3 3 1 1 1 1 1 1 3 1 1 1 1 1 1 2 1 1 3 1 1 1 1 1 2 1 1 1 8 3 1 1 1 2 1 1 1 413
TOTAL
722
* Esta cifra no es definitiva. La omisión de la prensa, la pérdida de documentos o la aparición de nuevas fuentes, hace que no se convierta en un valor cuyo criterio llegara a considerarse como una cantidad total. Por otro lado, el resto de las haciendas o ganaderías, o no se menciona o son festejos en el extranjero.
.179.
VALORES PARA EL CUADRO DE ACTUACIONES EN QUE PARTICIPÓ EL DIESTRO MEXICANO PONCIANO DÍAZ SALINAS, DE 1866 A 1899. AÑOS
CANTIDAD
1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885 1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1898 1899 TOTAL
1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 2 1 1 8 19 23 6 32 51 51 52 61 85 56 51 52 32 38 35 25 17 17 3 1 722
.180.
En el siguiente cuadro, presento un interesante conjunto de datos, detectado en El arte de la Lidia, volumen que abarca los años de 1884 a 1887, y con una información que nos habla de un buen número de corridas registradas en esos 4 años, cuyo balance es el siguiente: FECHA
PLAZA
26.10.1884 23.11.1884 07.12.1884 14.12.1884 21.12.1884 04.01.1885 18.01.1885 19.01.1885 20.01.1885 21.01.1885 25.01.1885 01.02.1885 08.02.1885 15.02.1885 15.02.1885 22.02.1885 01.03.1885 12.04.1885 19.04.1885 03.05.1885 24.05.1885 05.05.1885 04.10.1885 18.10.1885 18.10.1885 18.10.1885 25.10.1885 25.10.1885 25.10.1885 15.11.1885 15.11.1885 22.11.1885 29.11.1885 29.11.1885 06.12.1885 06.12.1885 20.12.1885 21.02.1886 21.03.1886 28.03.1886 25.04.1886 10.10.1886 17.10.1886 24.10.1886 31.10.1886 07.11.1886 07.11.1886
HUISACHAL TOLUCA HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL TENANGO, MÉX TENANGO, MEX TENANGO, MEX HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL TOLUCA TOLUCA HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL HUISACHAL TOLUCA TOLUCA HUISACHAL TOLUCA PUEBLA HUISACHAL TOLUCA PUEBLA HUISACHAL TOLUCA TOLUCA HUISACHAL TOLUCA HUISACHAL TOLUCA HUISACHAL TLALNEPANTLA HUISACHAL TLALNEPANTLA TLALNEPANTLA TOLUCA TLALNEPANTLA TLALNEPANTLA TLALNEPANTLA TOLUCA PUEBLA
CARTEL Bernardo Gaviño, Genovevo Pardo, “Rebujina” y “Cuquito” José María Hernández, “Rebujina”, “Frasquito” y “Cuquito” Bernardo Gaviño y cuadrilla “Rebujina”, “Cuquito” y “Frasquito”, dirección de B. Gaviño. Cuadrilla hispano-mexicana, dirección de Bernardo Gaviño Cuadrilla mexicana Felícitos Mejía y Genovevo Pardo José María Hernández José María Hernández José María Hernández José Machío Gabriel López “Mateíto” Ponciano Díaz Ponciano Díaz José Machío José Machío, Felipe Hernández (a caballo), “Frasquito” y “Cuquito” José Machío y “Rebujina” Ponciano Díaz e Ignacio Gadea (corrida suspendida) Ponciano Díaz Juan León “El Mestizo” e Ignacio Gadea (a caballo) Ponciano Díaz José María Hernández Juan León “el Mestizo” y José María Hernández Francisco Gómez “El Chiclanero” Juan León “El Mestizo” y José María Hernández Bernardo Gaviño Francisco Gómez “El Chiclanero” José María Hernández y “El Mestizo” Bernardo Gaviño y Carlos Sánchez Francisco Gómez “El Chiclanero” y Francisco Jiménez “Rebujina” Nueva cuadrilla. José María Hernández y “El Mestizo” Juan Moreno “El Americano” Francisco Gómez “El Chiclanero” ¿José María Hernández? Francisco Gómez “El Chiclanero” ¿José María Hernández? Francisco Gómez “El Chiclanero” José Machío y Antonio González “Frasquito” Ponciano Díaz y Felícitos Mejía Ponciano Díaz “El Mestizo”, “Rebujina” y “Frasquito” Manuel Díaz Labi “El Habanero” y Francisco Jiménez “Rebujina” Ponciano Díaz Ponciano Díaz Ponciano Díaz “El Mestizo” Juan Moreno “El Americano”
.181.
TOROS Santín Atenco S. D. de los Padres S. D de los Padres Atenco S. D de los Padres S. D de los Padres S. D. de los Padres Ayala Santín S. D de los Padres S. D de los Padres Santín Piedras Negras Atenco Atenco S. D de los Padres S. D de los Padres S. D de los Padres S. D de los Padres Atenco Atenco Atenco Santín Atenco S. D de los Padres Santín Atenco S. D de los Padres Santín Atenco San Diego y Atenco Santín Atenco Santín Atenco Santín Atenco, Venadero Santín Santín Atenco y Trujillo Atenco Atenco Atenco Atenco Atenco y Ayala Atenco
21.11.1886 21.11.1886 09.01.1887 17.01.1887 18.01.1887 19.01.1887 30.01.1887 06.02.1887 13.02.1887 20.02.1887 22.02.1887 27.02.1887 06.03.1887 10.04.1887 17.04.1887 28.04.1887 01.05.1887 02.05.1887 08.05.1887 29.05.1887 09.06.1887
TLALNEPANTLA PUEBLA PUEBLA TENANGO, MEX TENANGO, MEX TENANGO, MEX TOLUCA TOLUCA TOLUCA S. RAFAEL, D.F. S. RAFAEL, D.F. PUEBLA PUEBLA COLÓN, D.F. COLÓN, D.F. COLÓN, D.F. COLÓN, D.F. TOLUCA COLÓN, D.F. COLÓN, D.F. S. RAFAEL, D.F.
Fernando Gutiérrez “El Niño” y “El Mestizo” Juan Moreno “El Americano” José Machío Antonio González “Frasquito” Antonio González “Frasquito” Antonio González “Frasquito” Juan León “El Mestizo”, Antonio González “Frasquito” “El Chiclanero”, “Mestizo” y “Frasquito” “El Chiclanero”, “Mestizo” y “Frasquito” Ponciano Díaz Ponciano Díaz Luis Mazzantini y Diego Prieto “Cuatrodedos” Luis Mazzantini y Diego Prieto “Cuatrodedos” “Mestizo” y “Frasquito” “Mestizo” y “Frasquito” “Cuatrodedos” y “El Mestizo” “Cuatrodedos”, “El Mestizo” y “El Americano” “El Mestizo” y José María Hernández “Cuatrodedos” y “El Americano” “El Niño” y “Rebujina” Ponciano Díaz
S. D de los Padres S. D de los Padres S. D de los Padres Atenco Atenco Atenco Atenco Atenco Atenco Parangueo Parangueo S. D de los Padres S. D de los Padres Atenco Atenco Atenco Atenco Atenco, La Vaquería Santín Santín Tulipán
Actuaciones de los espadas mexicanos y españoles entre 1884 y 1887 en las principales plazas del centro del país.
Desde luego, este cuadro merece una interpretación, que enseguida presento. Los 68 festejos relacionados, tienen la particularidad de haberse celebrado en plazas foráneas, cercanas a la capital de la república, y en algunos casos (9), en el propio Distrito Federal. En todas ellas, destacan varios factores, uno de ellos, el de los toros jugados. Por ejemplo: Atenco envió toros en 32 ocasiones; San Diego de los Padres, (19); Santín (13); Ayala y Parangueo (2); y una respectivamente: Piedras Negras, Venadero, Trujillo, La Vaquería (propiedad de Atenco) y El Tulipán. El otro caso interesante, es el balance de cada uno de los carteles, formado por espadas nacionales o españoles, pues de los 68: 77 puestos fueron para diestros hispanos y 34 para mexicanos, lo cual señala más del 70 % de ventaja de aquellos sobre estos, lo cual nos dice que la apertura al nuevo mercado estaba dándose de manera intensa. Seis de esos carteles presentan a Bernardo Gaviño, convertido más en figura decorativa que en un interesante fenómeno que pudiera atraerle a las empresas las ganancias respectivas.
.182.
El cuadro anterior es prueba fehaciente del significado que adquirió la tauromaquia en nuestro país, por lo menos desde que apareció el 25 de enero de 1885, y en la plaza de toros del Huisachal, el diestro español José Machío, a quien considero como el depositario original de la nueva expresión tauromáquica que ya puedo denominar “reconquista vestida de luces”. El papel de “Rebujina”, “Cuquito” y “Frasquito” es meramente relativo, pues no pasaban de ser acompañantes de la cuadrilla de Bernardo Gaviño, quien finalmente los dirigía, uniéndose más tarde en carteles donde actuaron el propio Machío, “El Mestizo” y “El Chiclanero” cuando el “decano de los toreros en México” había muerto, víctima de una cornada, que recibió en Texcoco, la tarde del 31 de enero de 1886. Por otro lado la quinta y sexta décadas reflejan el mejor momento, donde seguramente la influencia no solo de Bernardo Gaviño sino de otros diestros como Pablo Mendoza y Tomás Hernández elevaron el índice de encierros preparados, a sabiendas de que al interior de la hacienda, el número de cabezas de ganado era notable, tal y como ocurrió en 1847 cuando se llegó a tener en “el cercado” hasta 3000 cabezas, “entre ellas muchos toros buenos para el toreo”, como afirmaba el administrador Román Sotero al señor José Juan Cervantes. Ya para 1887, otro torero, también influyente y nacido en Atenco, Ponciano Díaz representó uno de los momentos más destacados, quizá el último que se dio bajo el notable volumen de encierros, cantidad que tampoco es definitiva, pero sí la que se obtuvo tras la consulta a las fuentes disponibles. Por lo tanto, es casi seguro que el número sea mayor. Sin embargo, se trata de un número de suyo importante, clara evidencia de la intensa actividad que alcanzó la hacienda de Atenco, por lo menos en el período comprendido entre 1815 a 1897.
.183.
CONCLUSIONES Ya en el siglo XIX la presencia de decenas de ganaderías, refleja el giro que va tomando la fiesta, pero ningún personaje como ganadero es mencionado como criador en lo profesional. Es de tomarse en cuenta el hecho de que sus ganados estaban expuestos a degeneración si se les descuidaba, por lo que muy probablemente, estos o sus administradores y vaqueros impusieron algún sistema de selección que los fue conduciendo por caminos correctos hasta lograr enviar a las plazas lo más adecuado al lucimiento en el espectáculo. Los concursos de ganaderías que se dieron con cierta frecuencia son el parámetro de los alcances que se propusieron varios empresarios en acuerdo con otros tantos hacendados. La bravura fue el nuevo concepto a desarrollar, la casta que hace embestir al toro en natural defensa de su vida. En 1887 comenzó la etapa de la exportación masiva de ganado español a México con lo que la ganadería de bravo se consolidó en nuestro país. Para entender de una mejor manera el manejo y control de los ganados, me permití establecer de manera bastante libre los tres criterios que sustentan buena parte del presente capítulo, por lo que “volumen, método y eficacia”, se convirtieron asimismo en espejo de la realidad que se vivió en la hacienda de Atenco durante los años que van de 1815 a 1897. Ganado criollo en su mayoría fue el que pobló las riberas donde nace el Lerma, al sur del Valle de Toluca. Y Rafael Barbabosa Arzate, que la adquiere en 1879, al ser el dueño total de tierras y ganados atenqueños, debe haber seguido como los Cervantes, descendientes del condado de Santiago de Calimaya, las costumbres de seleccionar toros cerreros, cruzándolos a su vez con vacas de esas regiones. Si bien, restablecidas las corridas de toros en el Distrito Federal de 1887 en adelante, algunos toros navarros -ahora sí, plenamente comprobados- llegaron a Atenco, aunque dicha ganadería adquirió importancia a comienzos de nuestro siglo mezclándose con sangre de la ganadería de Pablo Romero, consistente en cuatro vacas y dos sementales.
.184.
En 1888 la familia Barbabosa, propietaria de las haciendas de Atenco, San Diego de los Padres y Santín, adquiere un semental de Zalduendo, típico de la línea navarra, poniéndolo a padrear en terrenos atenqueños, aunque sin resultados satisfactorios. Ante este panorama Atenco siguió lidiando en cantidades muy elevadas, según los registros con que dispone la historia del toreo en México. Justo es recordar que la ganadería desde sus inicios estuvo en poder del lic. Juan Gutiérrez Altamirano y de su descendencia, conformada por la encomienda, mayorazgo y más tarde condado de Santiago de Calimaya; esto desde 1528 y hasta 1879, año en que es adquirida por la familia Barbabosa. Iniciada la segunda mitad del siglo que nos congrega, puede decirse que las primeras ganaderías sujetas ya a un esquema utilitario en el que su ganado servía para lidiar y matar, y en el que seguramente influyó poderosamente Bernardo Gaviño, fueron San Diego de los Padres y Santín, enclavadas en el valle de Toluca. En 1835 fue creada Santín y en 1853 San Diego que surtían de ganado criollo a las distintas fiestas que requerían de sus toros. Durante el período de 1867 a 1886, el ganado para la lidia sufrió un descuido de la selección natural hecha por los mismos criadores, por lo que para 1887 dio inicio la etapa de profesionalismo entre los ganaderos de bravo, llegaron procedentes de España vacas y toros gracias a la intensa labor que desarrollaron diestros como Luis Mazzantini y Diego Prieto. Fueron de Anastasio Martín, Miura, Zalduendo, Concha y Sierra, Pablo Romero, Murube y Eduardo Ibarra los primeros que llegaron por entonces. Por lo tanto, el concepto de la ganadería en cuanto sentido profesional aún no formaba parte de la vida común en la fiesta de los toros en México. Para España comenzó a fines del siglo XVIII. En nuestro país ocurrió un siglo después. Es un hecho de que el ganado se desarrolló de maneras muy distintas en nuestro territorio y que habiendo un carácter específico para las fiestas, en todo caso, los señores dedicados a la posible selección, pudieron aplicar un criterio en el que se aprovechara cierta "bravuconería" de toros que finalmente embestían en las plazas.
.185.
Parte central de este capítulo fue haber podido concentrar una información relacionada con el número de encierros de Atenco lidiados en el período elegido, mismo que ascendió a la cantidad de 523. Dicho número es apenas un referente inicial de la verdadera dimensión alcanzada durante el siglo XIX, misma que no pudo comprobarse, debido fundamentalmente al hecho de la omisión de la prensa, a la pérdida de documentos o la aparición de nuevas fuentes, lo cual hizo que no se convirtiera en un valor cuyo criterio llegó a considerarse como una cantidad total, aunque sí de la importancia requerida para los fines del estudio. Finalmente, el prestigio de Atenco, mismo que se descubre en este capítulo con más detalle, fue posible entenderlo luego de revisar toda una documentación que no fue de fácil acceso. Más bien por la complicada manera en que tuvo que articularse, haciendo de cada uno de ellos el uso debido en la interpretación, la cual nos entrega como resultado un despliegue maravilloso sobre los significados de una hacienda no siempre próspera, que vive las múltiples tribulaciones a que estaban sometidas este tipo de unidades de producción. Pero eso sí, siempre constante en sus resultados, lo que nos lleva a entender una vez más, que el período perfectamente delimitado aquí, fue el de mayor esplendor y permanencia. Debo hacer notar que el alcance de esta tesis doctoral, gira en torno al caso particular de esta unidad de producción agrícola y ganadera de Atenco, con una revisión en sus actividades específicas y cotidianas, deteniéndose fundamentalmente en aquella vinculada a la crianza de toros para la lidia. Esta, es una actividad que parte de la cruza y selección sin más, que fue patrón de comportamiento en los primeros tres siglos virreinales. Ese primer espacio temporal, permitió que los toros de Atenco, junto con los de otras haciendas, fueran utilizados en fiestas o torneos caballerescos, cuya finalidad última estaba sustentada en el alanceamiento de los toros, lo que no exigía más que las condiciones de bravuconería que demostraba el ganado para defenderse del ataque y acoso de nobles caballeros, mismos que detentaron por cerca de 300 años el predominio y control protagónico en el espectáculo. Sin embargo, una recomposición obligada en estos espectáculos públicos, cuyo origen se dio en el momento de la asunción al control y poder de la corona por parte de los Borbones, y su .186.
consiguiente desarrollo y evolución, mostraron un escenario distinto. Ahora era el pueblo el que se apoderaba del control, demostrando esa nueva tauromaquia, que se bajó del caballo, con unos procedimientos que fueron mejorando al cabo del tiempo. El toreo a pie, en consecuencia, necesitaba otro toro, para lo cual los hacendados, pero sobre todo sus administradores y vaqueros se empeñaron en poner en práctica métodos de crianza los que, en un principio fueron eminentemente líricos o intuitivos. La práctica y la costumbre de esas rutinas les permitió acercarse a actividades más profesionales, cuyo sentido devino selección adecuada, búsqueda de una casta más definida en función del juego que debían dar en las plazas de toros, así como la bravura, ese factor que viene por añadidura cuando se tienen bien consolidados los propósitos en una hacienda o ganadería que pretende cumplir con esos principios. Durante el siglo XIX, Atenco logró conseguir destacados alcances con bastante buena notoriedad y resultado. No en balde, el balance que se ha visto en el presente capítulo donde, a diferencia de otras haciendas ganaderas, estas quedaron rebasadas por el importante volumen de ganado que Atenco envió a las plazas en diversos años o períodos, contra otros donde, a raíz de diversos motivos (invasión de gavillas y asaltantes, heladas, inundaciones, enfermedad en el ganado, inestabilidad política y otros) se perciben fuertes caídas. Esta es, en esencia, parte de la presente investigación. Por consecuencia no se trata de un estudio que se acerque a conocer, entender y explorar a la hacienda o ganadería en su conjunto. Los argumentos de la panorámica anterior dan idea sobre el desempeño de la hacienda de Atenco en su parte de crianza de ganado para la lidia, en período específico que va de 1815 a 1897.
.187.
CAPÍTULO IV: PRESENCIA Y ESENCIA DEL GANADO DE CASTA EN LA HACIENDA DE ATENCO.
a)Criterios para la selección del ganado. La crianza: nueva palabra en las tareas campiranas.
La empeñosa misión de los hacendados, que dirigieron sus propósitos a la crianza de toros bravos, tuvo momentos de señalada evolución, aplicando criterios selectivos que iban de la sencilla intuición, a complejos cruzamientos que actualmente han llegado al empleo de la moderna técnica donde se utilizan factores genéticos, apoyados por la ciencia, médicos veterinarios y el uso de la computadora. Al mediar el siglo XIX, con el abundante despliegue de encierros que Atenco envió a las diversas plazas donde eran requeridos esos toros, deben haber existido principios cuya especificidad
estaba
sustentada
en
la
experiencia,
sobre
todo
de
vaqueros
y
administradores, más de aquellos que de estos, debido al principio natural del contacto permanente y cotidiano que esos hombres del campo tuvieron, compartiéndola de seguro con el propietario, como es el caso en Atenco, pero también en haciendas inmediatas como Santín y San Diego de los Padres, en cuya historia encontramos datos de notable interés. José Julio Barbabosa Saldaña, primo de Rafael Barbabosa Arzate, escribió entre 1886 y 1930 tres cuadernos, de los cuales existen dos, intitulados: ...al que leyere Nº 1 Orijen [sic] de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(osé) J(ulio) B(arbabosa). Santín, Nbre 1º/(18)86, y Nº 3 Orijen [sic] de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(osé) J(ulio) B(arbabosa). Santín, Nbre 2 de 1914.
que son dos documentos esenciales para conocer el origen y desarrollo de esta hacienda, enclavada en el hermoso valle de Toluca, cuya historia arrancó con fuerza durante el segundo tercio del siglo XIX, adquiendo verdadero esplendor durante el curso de los siguientes 100 años. .188.
Entre las páginas 3 y 16 del primer “Cuaderno”, hay una amplia narración sobre cómo fue la formación de la mencionada hacienda, y más aún, de la selección “autóctona” con la que se constituyó la esencial característica de la casta en el ganado, así como los primeros encierros escogidos y quienes de aquellos toreros tuvieron a bien adquirir diversos lotes para enviarlos a las plazas, apuntando también el juego que dieron en las mismas. Veamos algunos de estos pasajes: (Pág. 3)
Al que leyere
Hay recuerdos que el S. mi abuelo D. José Julio Barbabosa dueño que fue de esta hacienda de Santín, se divirtió muchos días viendo a sus gañanes torear beserros q.e llenos de cólera y ley, hasian volar por los aires y vailaban sobre aquellos que enardesido su arrojo con pulques y licores q.e apropósito mandaba darles, entraban a un redondel perfectamente cubierto de estiercol y dispuesto de manera, que jamás una desgracia pudiera venir á apartar de mi alegre abuelo y sus amigos las estrepitosas risas y alegría con q.e festejaban á los fieles hijos de Baco, que llenos de arrogancia lidiaban cual Juan Panadero con los calzones al beserro, dando con toda su humanidad en el suelo, y parándose (o parándolos) muchas veses bañados con los /(p. 4) perfumados y fragantes orines de sus pequeños, pero bravos adversarios, la continuación de estos espectáculos despertó en mi abuelo el deseo de tener mayor número de bravos, a cuyo efecto mandaba poner de padres a los beserros q.e con mayor empeño y decisión, lidiaban puesto por los suelos a los movibles alambiques, hé aquí en mi concepto el orijen de esta raza, la que ciertamente estuvo a punto de concluir, pues las épocas calamitosas por que pasó esta hacienda de Santín (origen aproximado: 1836) por los años de 1840 ó 1845, hizo que se hubiera vendido todo el ganado con excepción de unas cuantas beserras escojidas entre lo más bonito del ganado, las q.e fueron suficientes para conservar aquella raza que por pura diversión propagó mi expresado abuelo; así fue ciertamente, pues luego q.e pasaron aquellos asiagos tiempos en /(p. 5) algunos combates, bendición de la capilla, y algunas otras veces, jugaron los dependientes algunas corridas de toretes, los que siempre manifestaron algunas condiciones propias para lid, hasta que en Toluca, el 2 de septiembre de 1866 compró Mariano la Monja cinco beserros para jugar en la plaza de toros de Toluca, los q.e ciertamente jugaron bien. Esta circunstancia despertó aunque todavía con frialdad el deseo de mejorar el ganado para lid, el año de 1868 Pablo Mendoza jugó varias corridas en la misma plaza de Toluca, en las que jugaron algunos toros bastante bien, esto unido á la compra de la plaza de toros del referido Toluca, que fue el año de 1870, hizo más enardeser el deseo de mejorar la raza, pues como he dicho, varios de los toros de Santín q.e en ella jugaron, no dejaron que desear, pero sucedió, /(p. 6) lo que generalmente pasa en la mayor parte de los negocios, que concluidos los toros de primera calidad, siguieron los de segunda que dieron poco juego, y a estos los de tercera, que no teniendo las condiciones necesarias, el público se disgustó y... hechemos un velo sobre pasos que nos causan disgustos y prosigamos nuestra historia; concluyó la plaza de Toluca para evitar disgustos, y el año de 1872, José M. Hernández dependiente de la hacienda de Atenco, se presentó en solicitud de toros para Puebla los llevó efectivamente, y tuvimos la suerte de q.e agradara su juego en aquella población, hasta el grado de q.e sin embargo de que los toros se cobraban a cuarenta y cinco pesos cada uno, D. Bernardo Gaviño que fue quien después de Hernández /(p. 7) los siguió toreando, mandó uno de nuestros toros después de jugado a no se que hacienda de las inmediaciones de Puebla para raza por cuyo toro nos dieron 60 pesos, y así siguió el ganado jugando en la mencionada Puebla, que como tenía demanda, el S. mi padre tomó empeño he hizo cuanto pudo para mejorarlo, pero no sé que pasó, en aquella época el ganado de Santín iva unido con el de S. Diego de los Padres q.e pertenese al S. mi tío y padrino D. Rafael Barbabosa, pero sea la maledisencia de algunas personas, o lo q.e se quiera, el caso es q.e en Puebla, se desía q.e todos los toros que de la plaza se desechaban por malos, eran de Santín, y viceversa, los que salían buenos pertenesían a S. Diego, esta circunstancia obligó al S. mi padre a no continuar mandando ganado, lo que ciertamente /(p. 8) produjo un gran decaimiento en la raza, pues como en esa fecha los toros estaban prohibidos en Toluca dejaron por largo tiempo de salir a
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jugar, con esepción de una o dos corridas cada año; este estado de postración hizo q.e el ganado bravo se descuidara algún tanto, hasta que volvieron a demandar toros para Puebla en Diciembre de 1878, época en la q.e estaba el ganado en tan bajo consepto con los empresarios de aquella plaza, que el primer (anuncio) de esta época, que se conserva en el despacho de esta Hacienda, ni menciona de que finca es el ganado q.e va a lidiarse, solo dise “Del valle de Toluca”. El Ser supremo dispuso q.e el ganado diera buen juego, y cada día se hizo de más crédito en Puebla, donde jugó hasta que se prohibieron en aquella poblasión las funciones, siendo en to- /(p. 9) das ellas, o mejor diremos en muchas de ellas, aplaudido el ganado, no solamente por la mayoría del público, sino también por los ganaderos de por ahí, como lo demuestra la pretención y ofresimiento q.e a mi personalmente hizo el S. González dueño de la ganadería de Piedras Negras, (q.e dicho sea de paso en mi humilde consepto es la mejor de las que por ahí se encuentran) en una corrida en que jugó y fue indultado un toro q.e tenía por nombre “Veneno” repito, el mismo S. González me ofresió ciento cincuenta pesos por él, no quise dárselo sin embargo de q.e me hasia ver q.e lo muy maltratado que quedó el toro, le impediría llegar a Santín por lo muy largo del camino; como sucedió efectivamente, en Lerma murió el toro, y no tuve el gusto de volverlo a ver en Santín. Ningún resentimiento tuvo la raza de Santín a causa de /(p. 10) las prohibiciones en Puebla pues como ya de alguna reputación gozaba el ganado (se dise vulgarmente que vale más caer en gracia, que ser desgraciado) todos los años subsecuentes, jamas han sido suficientes los toros q.e en Santín ha habido p.a cubrir los pedidos; sin embargo de habérseles ido subiendo gradualmente el precio hasta llegar al de cien pesos toro, que es el precio en que hoy vendemos. Desde el año de 1881 poco más o menos yo fui quien quedó únicamente encargado de esta hacienda, así pues desde esta fecha siguiendo los pasos de mis antepasados, he procurado mejorar la raza cuanto me ha sido posible comprendo q.e ciertamente no tengo la pericia y capasidad necesarias para ello; siendo esto así, sirvame lo dicho como escusa si mis posteriores el que leyere /(p. 11) o escuchare me culpan por el atraso en que encuentren al ganado, les recuerdo q.e si la Divina Providencia no me ha dado la inteligencia suficiente para ello, no soy culpable de esta falta y que “el que hase lo que puede, hace lo que debe”. er
Al escribir el libro lo hago con el único objeto en 1 . lugar de que la posteridad sepa el origen de la raza, y en 2º de dejarle también recuerdos de alguno q.e otro toro que sea notable por alguna circunstancia referiré las peripecias que tengan lugar con la sencilles que aparezcan; precisamente por haberme propuesto haserlo así, me abstengo de escribir sobre varias reses cuyos nombres han quedado gravadas en nuestra memoria, pues no deseo escribir azañas ni escribir de los toros como mis deseos son, sino como son en sí, la /(p. 12) idea de que dentro de algunos años se haga comparación de las notabilidades de esta época con las de aquellos, p.a notar el progreso o degeneración q.e en el ganado haya habido, me ha hecho disidirme a escribir una fiel narración q.e ciertamente me resguarda y creo que con razón ¿quien no nos conose a los hombre que ciertamente estamos siempre dispuestos a murmurar y a pensar mal de nuestros semejantes? ¿quien de nosotros los hombres repito no acostumbra enalteser lo suyo y denigrar lo ageno? ¿y quien de los hombres pregunto por última vez no cree q.e los mismos defectos de que él adolese están más abultados en su hermano? Lejos, sí, muy lejos de mi pluma estarán las adulaciones de los hechos, por las siguientes razones, es una /(p. 13) verdad q.e varias personas que leen las presentes narraciones han visto jugar, han conosido, y saben tanto como yo lo ocurrido con tal o cual vez q.e se menciona en la espresada narración, por que el actual caporal, Jesús Mercado y demás vaqueros y dependientes de esta hacienda que son quienes primero leen lo escrito, saben repito, tanto como yo lo ocurrido con la vez a que alude la narración; es probable q.e algunas personas (eseptuadas las dichas) de las que lean lo presente hayan visto también jugar los toros que se mencionan en el presente libro, en vista de esto: ¿sería yo tan falto de vergüenza que actos públicos cuyo color es negro yo los pintara blanco, y quisiera contrarestar a sentenares por no decir a millares de personas? Convensido de que el honor /(p. 14) del hombre es su prenda sagrada, no quiero apareser ante las personas que hasta hoy sin méritos me honran con su aprecio, como jactancioso y embustero. ¿que honor resultaría a la ganadería de mi dicho aunque yo pusiese hasta las nuves a un toro, si dos mil (estoy seguro q.e más) desian q.e no había ido sino una cosa mala o cualquiera? Siendo una verdad que la mentira dura mientras la verdad llega con la adulteración de los hechos al fin resultaría deshonrado, mientras que usando la verdad pura, podría resultarme un honor, pues siendo los toros actuales nada más que una medianía, si la Divina providencia /(p. 15) haré que se mejoren, sobre mi pobre persona resultaría el honor de haberla algún tanto mejorado. En vista de las razones espuestas que son las que prevalesen en mí, me contraigo repito haser una fiel
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narración de lo que ocurra, circunscribiéndome a mencionar los hombres de toros antiguos y los nombres de varios toreros que han sido heridos por ellos, no diciendo nada sobre su juego aunque el de todos ellos fue notable, por no recordarlo, y encargando muy especialmente sea el pte. libro muy particular y de familia, por evitar criticar si por acaso alguien murmura sobre este proceder; llevese y tenga fijo en la memoria este mi consejo, “Desprecie los defectos y faltas agenas, pues son peque-/(p. 16) ñas, y sobre todo no le interesan, conosca y sobre todo evite las suyas que ciertamente son grandes y le importan. Santín Nbre. de 1886. José Julio Barbabosa (Rúbrica)
Tan importantes son estas notas, que decidí hacer la trascripción completa, en virtud de tratarse de la génesis y primera edad de Santín, que, como vemos, se señala el año de 1836, mismo en el que se pone punto de partida al historial de dicha hacienda, la cual vivió estragos entre 1840 y 1845, superados con el interesante asunto que tiene que ver con la forma de seleccionar al ganado, en medio de curiosos procedimientos, lejos de otras prácticas tradicionales, aunque muy a la manera de los dos José Julio Barbabosa, el padre quien comenzó un registro de notas sobre los acontecimientos ocurridos en Santín, desde 1853. Por su parte el hijo, hizo lo mismo a partir de noviembre de 1886. En torno a ciertos datos sobre el desarrollo de Atenco, también José Julio Barbabosa, nada ajeno a estos avances, refiere lo siguiente: (Pág. 132) Mayo de 1898 Aunque no es cosa q.e atañe a Santín, por ser cosa notable asiento en el pte libro lo siguiente: Juan Jiménez (Exijano) hizo venir de España los meses de Obre ó Sbre de 96 varios toros Españoles, y como no llamaron la atención del público de México los primeros q.e se lidiaron, y perdió el dinero en las corridas q.e dió con ellos, los dejó en Atenco padreando desde esa fecha hasta el 5 del pte. mayo q.e se resolvió a lidiarlos, tenía curiosidad de saber la clase de toros q.e serían, y aunque no fuí a la corrida supe por persona verídica q.e se pueden calificar de bueno uno, otro malo, y otro remalo, el bueno fue toro de Miura, bueno p.a la vara p.o mañoso como los diablos, tuvieron q.e matarlo a paso de banderilla, y desde el primer par de banderillas ya sabía leer y escribir, /(p. 133) el toro de Benjumea, q.e disen era precioso y esperaban un gran toro, motivo por el q.e anunciaron q.e no se mataría; malo, no se huyó á la vara, p.o era más blando q.e una mantequilla, en seis varas q.e resibió, no solo no mató ningún cabayo, p.o ni derribó ni tocó un pelo a los cabayos, lástima de las 28 @ de carne q.e tenía el animalito; y remató el del Saltillo, q.e con trabajos resibió 4 varas. En la actualidad tienen raza en Atenco de las siguientes: Antigua de Atenco, mesclada con S. Diego de los padres, Atenco con Navarro (ví jugar este toro, p.a mi cualquier cosa) con Miura, Saltillo, Benjumea, Concha y Sierra y con toro de Ybarra, (feo pero buen torito), además, las cruzas de estos toros con vacas de S. Diego, por tanto no bajan de tener 12 clases diferentes /(p. 134) de toros en el repetido Atenco, ¿cuál de tantas razas será la buena?
Es decir, hubo dos toros, uno de Miura y otro de Benjumea que dejó padreando Juan Jiménez “El Ecijano” en fecha que corresponde al mes de mayo de 1898, cuyo resultado en la lidia deja perfectamente sentados. Además, destaca que Atenco en esos momentos, era el producto de una mezcla entre sangres de San Diego, Atenco con Navarro, Miura –desde .191.
luego-, Saltillo, Benjumea también; Concha y Sierra y un toro de Ibarra, así como la mezcla de toros atenqueños con vacas de San Diego, lo que daba por resultado un ámbito ecléctico, que hacia notar la presencia de hasta “12 clases diferentes de toros en el repetido Atenco, ¿cuál de tantas razas será la buena?” Sus datos son una aportación importante, pues en las postrimerías del siglo XIX, la hacienda de Atenco estaba buscando una mejor opción, independientemente de la intensa mezcla presente, aunque para Santín no significara ningún tipo de insinuación, puesto que los toros de don José Julio seguían siendo “criollos”, y lo serían hasta el 8 de septiembre de 1924, referidos en su tercer cuaderno. Antes y durante el movimiento de emancipación de 1810 la actividad taurina alcanzaba niveles de gran importancia. Incluso hasta en los protagonistas de los hechos revolucionarios como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende o José María Morelos se les veía como criador, torero y vaquero respectivamente. Con la presencia de toreros en zancos, de representaciones teatrales combinadas con la bravura del astado en el ruedo; de montes parnasos y cucañas; de toros embolados, globos aerostáticos, fuegos artificiales y liebres que corrían en todas direcciones de la plaza, la fiesta se descubría así, con variaciones del más intenso colorido. Los años pasaban hasta que en 1835 llegó procedente de Cádiz, Bernardo Gaviño y Rueda a quien puede considerársele como la directriz que puso un orden y un sentido más racional, aunque no permanente a la tauromaquia mexicana. Y es que don Bernardo acabó mexicanizándose; acabó siendo una pieza del ser mestizo. Ante este panorama Atenco siguió lidiando en cantidades muy elevadas, según los registros con que dispone la historia del toreo en México. Justo es recordar que la ganadería desde sus inicios estuvo en poder del licenciado Juan Gutiérrez Altamirano y de su descendencia, conformada por el condado de Santiago de Calimaya; esto desde 1528 y hasta 1879, año en que es adquirida por la familia Barbabosa. Otras ganaderías que lidiaron durante el XIX -en su primera mitad- fueron: .192.
-El Cazadero -Guanamé -Huaracha -Tlahuelilpan -Del Astillero -Sajay -Queréndaro -Tejustepec -Guatimapé
GANADO CRIOLLO EN SU TOTALIDAD.
Iniciada la segunda mitad del siglo que nos congrega, puede decirse que las primeras ganaderías sujetas a un esquema utilitario en el que su ganado servía para lidiar y matar, y en el que seguramente influyó poderosamente Gaviño, fueron San Diego de los Padres y Santín, enclavadas en el valle de Toluca. En 1836 fue creada Santín y en 1853 San Diego que surtían de ganado criollo a las distintas fiestas que requerían de sus toros. Junto a esta célebre ganadería de Atenco, y para 1874, don José María González Fernández adquiere todo el ganado criollo de San Cristóbal la Trampa, y lo ubica en terrenos de Tepeyahualco, en el estado de Tlaxcala. Catorce años más tarde este ganadero compra a Luis Mazzantini un semental de Benjumea y es con ese toro con el que de hecho toma punto de partida la más tarde famosa ganadería de Piedras Negras la que, a su vez, conformó otras tantas de igual fama. Por ejemplo: Zotoluca, La Laguna, Coaxamaluca y Ajuluapan. Día a día se mostraba un síntoma ascendente cuya evolución era constante. Quedaron atrás aquellas manifestaciones propias de aquel toreo sin tutela, clara muestra por valorarse así mismos y a los demás por su capacidad creativa como continuidad de la mexicanidad en su mejor expresión. De ahí que el toreo como autenticidad nacional haya sido desplazado definitivamente concediendo el terreno al concepto español que ganó adeptos en la prensa, por el público que dejó de ser simple espectador en la plaza para convertirse en aficionado, adoctrinado y con las ideas que bien podían congeniar con opiniones formales de españoles habituados al toreo de avanzada. Las nuevas alternativas solo se disponían a su indicada explotación, por lo cual el destino del toreo en México tuvo por aquellos primeros años del siglo sus mejores momentos. El .193.
ganado lo había español y nacional ya cruzado de nuevo con aquel y dándole en consecuencia gran esplendor a la fiesta. Por otro lado es evidente el hecho de la adquisición de un semental de Zalduendo que llegó a Atenco el año de 1894, suficiente motivo para originar la leyenda de los toros navarros en campo bravo mexicano, aunque el dato manejado en el capítulo I de esta tesis, abunda en aquellas circunstancias de compra-venta de reses bravas de casta Navarra que se verificaron entre Francisco Javier Altamirano y el Marqués de Santacara o sus descendientes entre los años de 1721 y 1750, con lo que se tiene otro soporte contundente, como lo es también el dato sobre ciertas actuaciones que tuvo Bernardo Gaviño en Puebla hacia 1858, quien junto con Pablo Mendoza lidiaron toros de Atenco, “entonces ganadería recientemente fundada”. Como ya pudo verse en el capítulo anterior, bajo el análisis de volumen, método y eficacia, allí se encuentran perfectamente establecidas las condiciones que prevalecieron durante una buena parte del siglo XIX, espacio temporal en el que una hacienda tan peculiar como Atenco, cuyas principales tareas estaban dirigidas a la crianza de ganado bravo, actividades de las que se obtuvieron índices bastante notables, que sobre todo se destacan al mediar ese siglo, como puede observarse en el cuadro número cinco. Otras ganaderías que aparecían con frecuencia eran: Xajay o Sajay, Tlahuelilpa, El Cazadero. Entre 1815 y 1850 las noticias, mas que los datos son escasas, por lo que es imposible conocer los ámbitos de desarrollo en cuanto a las actividades en las que se involucraron administradores, vaqueros, caballerangos, “chilcualones” y otros. Una idea aproximada sobre que pudo ocurrir en ese período de 1815 a 1850, la encontramos en importantes apuntes que nos proporciona José Julio Barbabosa, dueño de Santín, que ya vimos párrafos arriba, acerca de sucedidos que se remontan al año 1836. Ya sabemos también, gracias a la correspondencia entre propietario y administradores qué pasaba en Atenco en el período que se ha escogido para el análisis de este trabajo, por lo que ahora mismo ya es posible tener una perspectiva mucho más amplia de circunstancias sobre el manejo del ganado destinado para la lidia. Más tarde, y cuando Rafael Barbabosa Arzate es responsable en esta hacienda (entre 1879 y 1887, año este último en que fallece) .194.
no se tienen datos muy evidentes, salvo una reseña periodística recogida en La Muleta que se revisará más adelante, precisamente en los momentos en que la fiesta de toros y en la ciudad de México fue a recuperarse luego de que fue derogado el art. 87 de la Ley de Dotación de Fondos Municipales del 28 de noviembre de 1867 que impuso la prohibición a las corridas de toros.200 En aquella época, sobrevino una condición absolutamente renovadora: el establecimiento del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. En la ganadería surgieron alternativas muy importantes, pues se llegaba el momento de crear nuevos escenarios fundados en la posibilidad de cruzar ganado criollo, “toros nacionales” se les llegó a denominar, con toros españoles recién llegados al mismo tiempo de los diestros hispanos, encabezados por Luis Mazzantini, José Machío, Diego Prieto, Valentín Martín, Ramón López y otros. Las castas de origen español que arribaron por primera vez a territorio nacional, y de las que se aprovecha sangre y simiente son las siguientes, según el balance que aporta Heriberto Lanfranchi en su obra: El toro bravo mexicano. 201
José Francisco Coello Ugalde: “Cuando el curso de la fiesta de toros en México, fue alterado en 1867 por una prohibición. (Sentido del espectáculo entre lo histórico, estético y social durante el siglo XIX)”. México, 1996 (tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 238 p. 201 Heriberto Lanfranchi: Historia del toro bravo mexicano. México, Asociación Nacional de criadores de toros de lidia, 1983. 352 p. ils., grabs., p. 85, 87 y 88. 200
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GRร FICA Nยบ 2
En el caso particular de Atenco sucedió un primer y fallido intento al cruzar un semental de Zalduendo, hecho que ocurrió en 1894, de extraña procedencia, vendido con toda seguridad a Aurelio y Manuel Barbabosa Saldaña, quienes representaban, junto con sus hermanos Juan de Dios, Antonio y Herlinda la sociedad “Rafael Barbabosa, Sucesores”. No olvidemos el pasaje en el que Juan Jiménez tuvo que dejar el año de 1896 tres toros españoles en Atenco: de Miura, Benjumea y Saltillo, los que seguramente no estuvieron aislados; es posible que hasta hayan sido aprovechados por los señores Barbabosa para padrearlos con vacas de la propia hacienda. Parece que en ambos casos, los resultados fueron desastrosos, por lo que decidieron continuar con actividades convencionales, al margen de la mezcla con ganado español, de las cuales no se tuvieron frutos, conforme a los estándares de años atrás. Incluso se notó un declive, donde el juego ofrecido por los toros atenqueños fue a menos. Existe una crónica de 1895, cuando 5 toros de Atenco fueron lidiados en la plaza de San Bartolo Naucalpan202 y en ella puede observarse el estado de decadencia en que se encontraba una hacienda aparentemente abandonada o descuidada en la crianza de ganado, lo cual nos señala que entre esos cinco últimos años del siglo XIX, y los primeros diez del XX, se mantuvo en medio de una situación bastante crítica, recuperada con la adquisición de simiente española en 1911; confiable de suyo, y que vino a convertirse en un importante respiro. Tras los años de natural espera, sumados a los que tuvieron que soportar la prohibición impuesta por el Gral. Venustiano Carranza, de 1916 a 1920; y luego la presencia de una reñida competencia con otras ganaderías ya no permitió recuperar los años gloriosos de que fue dueña en el período de esplendor y permanencia de amplia revisión hecha aquí.
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EL DIARIO. Político, informativo, jocoso e ilustrado. Año I, N° 14. México, lunes 9 de diciembre de 1895. Resumen: La tarde buena; la entrada bastante regular y tuti cuanti. León Cortés, en la cogida que sufrió, recibió un golpe contuso con la pala del cuerno, en el vientre al ser enganchado y volteado, un puntazo en el pliegue glúteo de la pierna izquierda, y una fuerte contusión en la frente. La corrida, en general, resultó muy mala. REHILETE.
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Volviendo a la aplicación de los criterios para la selección del ganado, es posible entender que se dio continuidad a los que la experiencia y la cotidianidad establecieron durante los años de mayor resonancia en la hacienda, donde se agregan todas aquellas influencias ejercidas por matadores de toros. Tal es el caso de Bernardo Gaviño, Tomás, José María y Felipe Hernández, Ponciano Díaz desde el punto de vista de una primera etapa evolutiva que se consolidó plenamente. En la etapa que corresponde a la aparición masiva de toreros españoles, a partir de 1887 se va a presentar un período de transición que buscaba redefinir ciertas trayectorias entendidas como comportamientos uniformes con tendencias a la baja, sobre todo si se trataba de ponerlas al servicio de ese nuevo capítulo español en México, que no cuadraba con los esquemas del toreo nacional, tipificado en diversas condiciones por un lado uniforme, pero por otro bastante desgastadas que posiblemente no establecían exigencias más allá de lo que en condiciones normales necesitaban para cubrir los requisitos o estándares bajo los cuales se movió esa expresión, que adquirió enorme influencia entre los años de 1850 a 1890, tiempo este último en el que comienzan a registrarse cambios radicales en cuanto a lo que representaba la novedosa expresión incorporada algunos años atrás, y lo que para públicos y prensa representó en sus cambios de opinión. Todo ello representó un vuelco, un giro de 360º por lo que se manifestaron preferencias definitivas que favorecieron ese nuevo capítulo de la tauromaquia en México. Parece pertinente incluir aquí el testimonio del periodista Eduardo Noriega “Trespicos”, quien tuvo oportunidad de estar en la hacienda de Atenco en diciembre de 1888 para comprobar los procedimientos puestos en práctica por el señor Aurelio Barbabosa, quien junto con Antonio y Manuel, hermanos suyos estaban encargados de esta ganadería, así como de la de San Diego de los Padres, en la que seguramente se realizaban similares actividades. A continuación reproduzco el texto. LA GANADERÍA DE ATENCO ¡Está de plácemes la afición!
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La Muleta, que no tiene más fin ni ha tenido jamás otro deseo que coadyuvar, por cuantos medios tenga de su parte, para fomentar el buen gusto por el toreo, tiene hoy una buena noticia, una excelente noticia que comunicar a todos los aficionados de verdad al arte que inmortalizara a Salvador Sánchez Frascuelo. En diferentes ocasiones hemos tenido la satisfacción de decir lo que ahora repetimos y afirmamos. En México, no existen más que tres o cuatro ganaderías que propiamente lo sean y una de estas es la de Atenco. Sabido es que los dueños de esta finca y de la de San Diego de los Padres, son los Sres. Aurelio Barbabosa y hermanos, que tantos esfuerzos han hecho por demostrar que únicamente con afición y trabajo, puede llegar a tenerse excelente ganado de lidia. Pues bien, estos señores tuvieron la bondad de instarnos a pasar unos días en la hacienda, para que por nuestros propios ojos viéramos lo mucho y bueno que allí hay que ver y por nuestro propio criterio juzgáramos de las condiciones de sus reses y elementos con que cuentan, y oímos de boca del expresado Sr. Barbabosa, D. Aurelio, la invitación hecha en esta o parecida forma: -Yo deseo que usted y todos los buenos aficionados que me conocen, vean por sus propios ojos, cuáles son los procedimientos que pongo en práctica para el apartado y cultivo de las reses bravas. Pretendo demostrar con hechos y no con argumentos, las condiciones de mi ganado, porque si yo digo a usted lo que fácilmente puede ver, podría creerse que exagero. Venga usted a la hacienda, vea, juzgue y en seguida, ya con lo que usted haya podido ver y juzgar, podrá tener una clara idea de hechos que yo ni puedo ni debo relatar porque pudieran creerse hijos de mi afán por encomiar mi ganado y no hijos de la verdad. Esta confesión tan explícita y llana, me sedujo ¿a qué negarlo? Fijamos día, convenimos la marcha y en la fecha convenida nos trasladamos a la Hacienda. La Hacienda de Atenco fue adquirida por D. Rafael Barbabosa en Julio de 1878. El Sr. Barbabosa, gran aficionado y conocedor había formado ya con inauditos esfuerzos y trabajos la ganadería de San Diego de los Padres, y como era lógico y natural al tomar posesión como propietario de la Hacienda de Atenco, cuyo ganado tiene la fama que merece y es conocido con ventaja en todo el país y aun fuera de él, lo primero que procuró fue el cuidado de las reses bravas. En el cercado de la Hacienda estaba unido el ganado manso con el de lidia y ambos con las reses extrañas que allí estaban a pupilo. Además de este inconveniente horrible, existía este otro no menos perjudicial. Desde los puntos denominados Chapultepec y Chiconauatengo hasta la Hacienda no había carretera, en consecuencia todo transeunte atravesaba el llano en toda esta longitud (una legua y un cuarto aproximadamente) por donde mejor le parecía y por en medio de los ganados. La reunión de estos y el constante tráfico de pasajeros habían producido lo que era natural: que la raza bajara en clase y que los toros estuvieran constantemente molestados. El Sr. Barbabosa, que vio esto, lo primero que procuró hacer e hizo, fue una carretera para que los viajeros cruzaran con libertad y su ganado estuviera aislado. Esta carretera parte de la Hacienda y en un punto conveniente se bifurca, una bifurcación termina en Chapultepec y la otra en Chiconauatengo y como consecuencia natural, resultó dividido el inmenso llano en dos porciones: la del Sur denominada Chiconauatengo y la del Norte conocida por Chapultepec. En esta parte del llano queda la famosísima estancia denominada El Rincón de San Gaspar. Hecha esta división, inmediatamente se procedió a la separación de los ganados. El manso pertenece a la Hacienda y el ajeno llevado allí a pastos, quedaron en la estancia de Chiconauatengo tantas veces nombrado y el ganado de lidia quedó en la parte llamada Chapultepec. Hecha esta separación importantísima, se procedió desde luego al refinamiento del ganado; desde luego comenzaron a tentarse las reses de ambos sexos y de dos años de edad, dejándose de desecho las que no acudían al castigo con voluntad. Hoy existen siete piaras de ganado bravo en aquel inmenso llano; cada piara tiene sementales de reconocida bravura y casta y anualmente se hace el apartado con toda escrupulosidad. Hasta hoy no puede decirse que haya toros de pura sangre, porque si bien es verdad que hace diez años que con afanoso empeño y constante asiduidad se trabaja en el mejoramiento de la ganadería, también es cierto que en este no es tiempo suficiente para lograr la perfección de la raza, además, debido al Sr. Barbabosa, D. Aurelio, y solo desde hace dos años, está llevándose a cabo este procedimiento. Hoy por hoy se tienen allí un buen número de ganado que antes de tres años habrá alcanzado su completo desarrollo y de este ganado ya se puede responder de una manera casi segura.
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El ganadero nos indicó, en frente de una de las piaras, y creemos, si mal no recordamos, que fue la de Chapultepec, que eligiéramos una becerra cualquiera para que fuera apartada y probada. Nosotros procuramos fijarnos en una que tuviera indicios de poca sangre y poca pureza de raza, y así lo hicimos. La marcamos a los vaqueros y el Sr. Barbabosa dio orden de que fuese apartada la res que indicábamos. Cuando los vaqueros se alejaron a cumplir esta orden, el ganadero nos dijo: -He conocido la intención de usted al elegir esa res. Quiere usted ver si esa becerra de poca clase carece de bravura; pero muy pronto quedará usted convencido de que ni a los animales tan corrientes como ese les falta sangre. En efecto, el ganadero había alcanzado nuestras intenciones. Derribada la becerra y puesto el picador en suerte, comenzó la prueba. El animal tomó tres varas con voluntad; pero sin codicia y aunque no acudía a la vara, tampoco huía. Visto lo anterior, la res fue nuevamente derribada y marcado con la señal de desecho. En seguida fueron apartados al azar tres becerros, de dos años cada uno. El primero que se probó tomó siete puyazos, recargando y con mucha codicia y fue necesario que todos los allí presentes nos alejáramos para que el animal pensara en ir a unirse con la piara de reses de su edad que están ya con los mansos y que no vuelven a ser manejados en lo absoluto sino es para ser conducidos al chiquero de la plaza de toros. Al anterior animal se le puso por nombre El aficionado. El segundo becerro que se probó, tomó seis varas recargando, aunque no fue tan voluntario como el anterior, y el ganadero lo designó como de segunda clase, haciéndolo marcar en esta categoría a pesar de nuestras protestas. El tercer becerro, aunque tomó ocho varas lo hizo sin recargar y volviendo la cara; este fue marcado de desecho. Después de esta prueba que a nuestro modo de creer nada deja que desear, si se atiende a que se hizo en campo abierto, a una distancia sumamente corta de la piara, a que ninguno de estos tres animales huyó ni intentó irse, ni manifestó miedo; se apartaron dos novillos más y éstos manifestaron una dureza y una sangre que nos entusiasmaron, obligándonos a tributar al ganadero las más cordiales, ardientes y francas felicitaciones. Sería necesario que los aficionados pudieran haber visto lo que nosotros, para que como nosotros, vean en los Sres. Aurelio Barbabosa y hermanos a una de las más fuertes columnas de la afición en México. Invitados nuevamente por el Sr. Barbabosa para elegir una nueva becerra, accedimos a la invitación con todo gusto. Señalada la que fue elegida, quedó apartada en pocos instantes así como otra designada por uno de los Sres. Barbabosa, por ser del ganado manso y estar usurpando un lugar que no le correspondía. Cuando el Sr. Barbabosa vio la becerra que habíamos elegido, nos dijo sonriendo: -Alabo la elección de vd., pues de este animal respondo con mi cabeza. Si da la prueba que espero, llevará por nombre: La Muleta. Dimos las gracias con reconocimiento y con entusiasmo fijando toda nuestra atención en el animalito. La becerra tomó nueve varas con mucha voluntad, con mucha codicia y sin volver la cara ni una sola ocasión. En seguida fue toreada de capa con tenacidad y el animal acudía siempre con bravura y nobleza. Uno de los vaqueros la llamó para banderillas y la becerra continuó siempre noble y siempre acudiendo, por último, fue toreada de muleta con insistencia y sin descanso y con la muleta fue también bastante castigada; pero ni un momento volvió la cara. Cuando ya no faltaba nada mas que el hecho material de hundirle el estoque, el animalillo fue vuelto a su estancia con el nombre de La Muleta. Esto, todo esto lo hemos palpado, lo hemos visto con nuestros propios ojos y hemos sentido el pecho henchido de entusiasmo. Pocos, muy pocos años se necesita que transcurran para que veamos en nuestros redondeles toros que hayan dado la prueba que le vimos dar al aficionado: para entonces aplazamos a la afición. Por ahora, nos limitamos a felicitar calurosamente a los Sres. Aurelio Barbabosa y hermanos, manifestándoles que ese y no otro es el único modo para tener ganado de lidia. No evitando la entrada a los corrales de la plaza de toros a los aficionados, no queriendo poner la divisa en la puerta del chiquero, no reclamando la longitud de las puyas un cuarto de hora antes de la función es como se adquiere el dictado de ganadero inteligente no, y mil veces no.
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Cuidando el ganado desde que nace, mejorando su raza y cultivando su sangre es como se consigue tener reses bravas, en una palabra, teniendo afición y amor propio. Lo repetimos: reciban los ganaderos tantas veces citados nuestros más sinceros plácemes. Para concluir nos queda un deber y es el de dar públicamente a los Sres. Barbabosa las más expresivas gracias por el trato fino y delicado de que nos hicieron objeto, en la finca de su propiedad. Trespicos.203
El mensaje que puede percibirse tiene dos importantes aristas, a saber: 1.-La participación directa de una tribuna periodística, la cual apeló como dice Eduardo Noriega a “fomentar el buen gusto por el toreo”. La Muleta tuvo una peculiar línea, sustentada en promover y exaltar la expresión taurina recién instalada en México, convencida de que era el mejor procedimiento técnico y estético, por encima de la anarquía sostenida por todos los diestros mexicanos, la mayoría de los cuales entendió que seguir por ese camino era absolutamente imposible; por lo tanto decidieron asimilar y hacer suyos aquellos novedosos esquemas. Eso les tomó algún tiempo. Sin embargo, pocos fueron los que se pudieron adaptar al nuevo orden de ideas, en tanto que el resto tuvo que dispersarse, dejando lugar a los convenientes reacomodos. Solo hubo uno que asumió la rebeldía: Ponciano Díaz Salinas, torero híbrido, lo mismo a pie que a caballo, cuya declaración de principios no se vio alterada, porque no lo permitió ni se permitió tampoco la valiosa oportunidad de incorporarse a ese nuevo panorama. Y precisamente La Muleta, al percibir en él esa actitud lo combatió ferozmente. Y si ya no fue La Muleta, periódico de vida muy corta (1887-1889), siguieron esa línea El Toreo Ilustrado, El Noticioso y algunos otros más. 2.-Nos permite contemplar la situación presente de una hacienda ganadera que dejó de expresarse bajo los métodos intuitivos aprobados por Juan Cervantes Ayestarán quien, al frente de administradores y vaqueros destinaron sus intereses buscando la bravura de los toros a partir de los beneficios otorgados por maniobras como la vaqueada y/o el rodeo en medio del aprovechamiento de pastos en tres lugares específicos de la hacienda: el cercado, el potrero y el llano. Desde 1879, año de la adquisición de Atenco por parte de Rafael Barbabosa Arzate es posible observar una reestructuración, conforme a los resultados que este venía 203
La Muleta, año II, México, enero 13 de 1889, N° 14.
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consiguiendo en otra de sus propiedades: la hacienda ganadera de San Diego de los Padres la cual, y por esos años, ya era requerida para satisfacer diversos compromisos que todavía eran de menor calibre, aunque suficiente soporte para demostrar su funcionalidad.204 Ya para 1889, Atenco es espejo de peculiares innovaciones, a las que todavía tenían que sumarse con el paso de los años una serie de nuevas experiencias, resultado de todo el trabajo que dedicaron para ello los señores Barbabosa. Llama la atención aquello que apunta Trespicos de esta manera: “...la Hacienda de Atenco, cuyo ganado tiene la fama que merece y es conocido con ventaja en todo el país y aún fuera de él...”. Esto nos dice que para ese año de 1889 seguía gozando de los mismos privilegios, de la misma fama logrados desde muchos años atrás (el parámetro temporal de 1815 a 1897 ya analizado respalda el presente argumento). Noriega apunta claramente que tanto el ganado manso como el de lidia se encuentra junto, lo cual no era adecuado porque en esas condiciones la clandestinidad, como resultado probable de dicha mezcla, era el mejor resultado. A esa inconveniencia se agregó otra que también fue perjudicial. La falta de una carretera entre Chapultepec y Chiconauatengo y hasta el casco de la Hacienda, originaba que los lugareños tuviesen que atravesar el llano en todo ese recorrido (una legua es igual a 5,572.7 m, por lo que aquella distancia es aproximadamente igual a 8,358.05 m) muchas veces por entre el ganado, el cual se veía constantemente molestado. Superado aquel problema, y separados los ganados: el manso en Chiconautengo y el bravo en los rumbos de Chapultepec, se realizaba la tienta entre las reses de ambos sexos y de dos años, edad propicia para dicha operación con el consiguiente desecho de aquellas que no cumplieran con las condiciones establecidas por los ganaderos. Menciona el periodista la existencia de sementales, resultado de aquellas tareas permanentes, aunque no asegura que entre ese ganado hubiese sangre o simiente confiables, por llevarse 10 años de labor bajo principios autóctonos. Se sobrentiende que
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Para ello, véase el Anexo número tres: Semblanza de San Diego de los Padres y Entrevistas.
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entre 1867 y 1879 la hacienda sufrió descuido pues, por lo menos en esa década están detectados 51 encierros (recuérdese que en 1852 se lidiaron hasta 35 encierros). Luego, entre 1880 y 1888 se jugaron 59 corridas, lo cual indica contrastes muy significativos entre lo que fueron los años de descuido, los de receso y posteriormente entre los del renacimiento, enfrentado de nuevo a un ciclo negativo, que va de 1890 a 1897, donde se solicitaron por parte de las empresas 27 corridas de Atenco. Tras la múltiple tienta a campo abierto, quedó demostrado el criterio de los ganaderos, porque “cuidando el ganado desde que nace, mejorando su raza y cultivando su sangre es como se consigue tener reses bravas...” Por otro lado, se cuenta con un documento que nos permite entender la práctica de la tienta, como medio y vía de conocimiento y reconocimiento, propicios para el hacendado y también para el ganadero que en esos momentos cruciales, los del retorno de las corridas a la ciudad de México, está poniendo en práctica para sumarse lo más pronto posible a las actividades comerciales que estaba generando el espectáculo taurino no solo en la capital del país. También en el resto de la república. A continuación incluyo un escrito, elaborado por Carlos Cuesta Baquero y que tituló LA TIENTA La decidida afición que desde niños hemos tenido por las fiestas de toros y que nos ha hecho preferirlas a cualquiera otro espectáculo, contando aun con la contrariedad de buscarlas lejos del Distrito Federal, donde por tanto tiempo estuvieron prohibidas, hace que hayamos visto lidiar muchas reses de distintas ganaderías. Últimamente hasta de Estados muy distantes y aprovechando las ventajas de la conducción fácil por la vía férrea, se han lidiado en nuestra plaza de toros de los Estados de Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato, Michoacán y Aguascalientes. Pues trayendo a la memoria nuestros recuerdos, y pudiendo hoy apreciar un poco más los accidentes de la lidia, nos sorprende verdaderamente el número de toros bravucones y de sentido que en distintas ocasiones se han soltado a la arena. Hemos procurado con afán de darnos cuenta de este resultado y creemos haber encontrado la explicación satisfactoria. En nuestro país, con excepción de los toros de Atenco, y se nos ha asegurado también para los de Guanamé y Cazadero, no hay toros de casta y las ganaderías de toros buenos proceden de animales remontados y feroces, dada la extensión de las fincas de campo, sobre todo en el interior de la República. Claro es que estos animales no pueden servir ni son apropiados para la lidia. Dejemos a un lado la malísima impresión que produce su viciosa lámina en la que descuella como punto saliente su mala y desairada armadura, fijémonos simplemente en que en los primeros momentos embisten con ferocidad y breve, muy breve, en cuanto sienten el castigo se huyen y hacen imposible toda brega. Pues este resultado es el menos malo; peor, mucho peor es aquel en que conservando cierta bravura y facultades, se hacen las reses recelosas y de sentido porque además de deslucir toda faena, tienen en
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peligro constante la vida de los diestros y registrando la historia de todas las desgracias habidas en los redondeles, se encuentra que han sido originadas por toros de estas condiciones; allí están los recuerdos de la cogida del famoso Pepe Hillo, de José Cándido, Pepete, Manuel Domínguez, etc., etc. ¿A qué es debido entre nosotros este gravísimo mal? Ya indicamos antes que no hay toros de sangre ni ha habido afán por formar ganaderías de reses bravas con todas las condiciones que se requieren. Otra de las causas principales, consiste en el modo de hacer la elección del ganado. Por regla general, luego que se trata de apartar una corrida o varias, se arropa con bueyes una punta de ganado de cierta edad y trapío, se encierra en un corral y después se hacen salir a otro más pequeño uno por uno los toros, colocando en dicho lugar un muñeco o mingo ("dominguejo" se decía en esa época también N. del A.) u otro objeto cualesquiera. Si el animal hace por él varias veces, es separado y ya se le da patente de toro bravo, y así con los demás. ¿Qué resulta de esto? Que los animales desechados en esta vez, se van al campo y vuelven a traerse en otra y otra y después de tres o cuatro pruebas, cuando menos, son conducidos a la plaza y lidiados dando el resultado de hacerse de sentido, según dicho queda. El toro es un animal muy noble, ejecuta casi siempre los mismos movimientos y de aquí han nacido preceptos y reglas fijas para lidiarlo y burlas sus embestidas, pero es también muy inteligente y aprende con suma facilidad lo que se le enseña. Nuestros lectores se habrán fijado en la frecuencia con que los toros cortan terreno cerca de los burladeros, luego que se aperciben del viaje de los toreros. Es necesario pues que nuestros ganaderos se empeñen en mejorar sus razas y esto no se consigue reformando una casta brava por casualidad, sino con buenos padres. Antes, pudo detenerlos la consideración comercial de la falta de mercados, ahora tienen en perspectiva campo muy abierto. Pero interin pueden llegar a este resultado, les aconsejamos con toda lealtad que acepten la tienta tal como se ejecuta en España. Es cierto que sujetándose a sus preceptos no tendrán muchos toros, pero los que resulten, prestigiarán la ganadería y serán pagados a buen precio. Dice un autor muy reputado que la tienta es una de las operaciones más importantes que todo ganadero entendido tiene que practicar con el ganado bravo. Como consecuencia de esta operación, conoce el ganadero cual de sus reses es la más a propósito para la multiplicación de su ganadería, para la conservación de la más pura raza y para destinarla a la lidia en la plaza de toros. Varios son los sistemas conocidos para tentar las reses bravas y varias las opiniones de los ganaderos. Unos creen oportuno tentar solamente las hembras otros los machos, casi todos a unos y a otros y algunos ni a las hembras ni a los machos. Cúchares creía que no debían tentarse más que las hembras, pero esto es inconveniente porque puede uno verse expuesto a que los toros pierdan la bravura porque no se sabe si el ganado que se destina para semental es bravo y lo mismo puede decirse de los que solo tientan los machos. Por supuesto que no tentar ninguno confiando solo en antecedentes, es un disparate. Tentar unos y otros es lo racional y lo que produce mejores resultados. Desde luego debemos decir que la tienta de machos y hembras por el sistema de acoso es mejor que la que se hace en el toril. Es indudable que acosada una res en una llanura, podrá demostrar su bravura y condiciones, con más libertad que encerrada en un corral o toril. En el primer caso si la res es mansa huirá del tentador en razón directa de su miedo y sin que nada se lo impida. Por el contrario, si es brava, hará por el tentador sin aprovechar la ventaja que le proporciona la extensión del terreno. En el segundo caso, o sea tentada en toril, la res se encuentra encerrada en pequeño espacio, rodeada de tapias y como tiene muy cerca al tentador puede demostrar cualidades que no tiene. Ahora no es fácil determinar ciertas condiciones que forman la clasificación de bravura y consiste en las arrancadas más o menos largas, en el modo de meter la cabeza, recargar, ser pegajoso, etc., etc. (P.P.T.).205
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La Muleta, año 1, México, diciembre 4 de 1887, N° 14.
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La tienta, junto con otros procedimientos, finalmente se involucra con el aspecto de la crianza, aspecto que en el Manual del hacendado mexicano queda perfectamente definido, de la siguiente manera: TOROS Debe tenerse un cuidado esmerado en la elección de los animales que han de dejarse para padres, a fin de mejorar por ese medio la calidad del ganado, o por lo menos, evitar que degenere. Todas las grandes mejoras que han llegado a constituir distintas razas, se han alcanzado por el medio de la selección, que es la reunión de los tipos más selectos en que se encuentran especificadas las calidades que se procura desarrollar, hasta fijarlas en condiciones permanentes, como tipo característico de una raza. A ese resultado se llega favoreciendo constantemente el desarrollo de las tendencias propias de la naturaleza y no contrariarlas nunca. El toro que se elija para reproductor, debe tener la conformación siguiente: esqueleto amplio y ligero; cuerpo largo más bien que corto; cilíndrico, lomo ancho y horizontal; cruz ancha y no saliente; costillas redondeadas y prolongadas hacia atrás; pecho ancho; flanco corto; vientre poco desarrollado; cabeza pequeña; miembros bien a plomo, gruesos arriba y delgados en sus extremidades; espaldas carnosas; grupa o anca amplia provista de músculos fuertes; cola gruesa en su nacimiento y delgada en su extremidad; piel suave; pelo fino; cuernos pequeños y lustrosos y en general una hermosa presencia. El número de toros padres que se debe tener en una hacienda, es el de dos por ciento, si el año es bueno y hay pastos en abundancia; pero si hay escasez, entonces se debe aumentar hasta cuatro por ciento. Luego que estos lleguen a la edad de cinco o a los más de seis años, deben separarse del común de las vacas, pues a esa edad, generalmente se hacen muy pesados y perjudican a las hembras. Entonces se despuntan y se pueden aprovechar para el arado o castrarlos para engordarlos.206
b)Otros diestros influyentes en la selección del ganado atenqueño.
Ya sabemos de la enorme participación, así como de las decisiones que representaron por parte de Bernardo Gaviño ese notable conjunto de ventajas para la hacienda de Atenco debido al radio de influencia que supo trazar el diestro gaditano para lograr objetivos muy concretos en cuanto al tipo de lidia que se estaba buscando, si no el más adecuado, sí el que se acomodaba respecto a los patrones impuestos por el espectáculo mismo, del que Gaviño fue importante soporte entre los años de 1844 y 1885, entre los cuales, la relación de este diestro con el ganado atenqueño queda marcada gracias a los registros existentes en la prensa y otros documentos. 206
MANUAL DEL GANADERO MEXICANO. Instrucciones para el establecimiento de las fincas ganaderas, por el Dr. C. Dillmann. Obra revisada y aumentada por el comisionado de la Secretaría de Fomento Miguel García, Médico Veterinario. México, Imprenta y Litografía Española, San Salvador el Seco núm. 11, 1883. 419 p., p. 143-4.
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El torero español, habituado a un ejercicio permanente, alguna idea debe haberse forjado sobre el toro propicio para la fiesta de su momento. Gaviño logró articular un fino tejido donde maniobró e intrigó a sus anchas para imponer o deponer al torero o enemigo de su gusto, o se vinculó con personajes que van de presidentes de la república, a intelectuales como José Justo Gómez de la Cortina o con hacendados tales como los Torres Adalid o los Cervantes y los Barbabosa entre otros. Bajo este perfil, hubo otros personajes muy cercanos a la hacienda de Atenco, tales como Mariano González, Pablo Mendoza; los diestros locales Tomás, José María y Felipe Hernández, conocidos así mismo como “El Brujo”, “El Caudillo” y “El Toluqueño”, que deben haber nacido en Atenco, o llegaron a la hacienda y ahí sentaron sus reales. A ellos siguió Ponciano Díaz, de quien se tiene la veracidad de haber nacido en la hacienda y hasta se lo pelean seis cunas diferentes.207 Todos ellos en su cercanía con Atenco, construyeron una obligación muy particular: escoger y/o seleccionar el ganado que más tarde lidiarían en plazas tales como: las del Distrito Federal, Puebla, Toluca, Tlalnepantla, el Huisachal, y otras. Siendo Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz los más representativos, y quienes dominan en períodos significativos: 1835-1886 y 1876-1899 respectivamente. Como se demostró en el capítulo anterior, se puede comprobar la enorme influencia ejercida en el ámbito taurino de cada uno de sus períodos, apreciándose tanto el número de actuaciones, como el de las plazas a donde fueron a torear y los diversos ganados que enfrentaron, destacando –no puede ser la excepción-, sus vínculos particulares con los toros de Atenco. Al escoger, desde luego que lo hacían partiendo de criterios en donde buscaban una buena presentación del ganado, los toros de Atenco durante el siglo XIX no se caracterizaron por ser grandes, más bien medianos, tamaño al que fácilmente se acostumbró público, prensa, toreros y empresarios, hasta que en necesaria depuración, y coincidiendo con la llegada de los toreros españoles a partir de 1885, cambiaron gustos y patrones, modas y vicios. Pero 207
El nacimiento de Ponciano Díaz ocurrió el miércoles 19 de noviembre de 1856 (y se atribuyen seis sitios de nacimiento; a saber: Tepemachalco, Santa Cruz Atizapán, San Juan la Laguna, Zazacuala, la Vaquería, -dos de los anexos de la hacienda- y “la covacha”, pequeño cuarto que se encuentra a la entrada del casco de la hacienda de Atenco, donde eran atendidas las mujeres durante el parto).
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también las condiciones que operaron en beneficio de unos y tuvieron nueva resonancia en otros. Desde luego que en armonía con los administradores y vaqueros se inclinaba por otros factores tales como: una posible nota de tienta, el comportamiento que mostraron en labores como la vaqueada, su paso por el cercado, el potrero o el llano, e incluso lo que pudo haber sucedido en el traslado y llegada a las plazas de toros. Todos estos factores en nada se parecen a los métodos actuales, un mismo propósito tiene diferentes sentidos. ¿Por qué ruta pusieron estos toreros al ganado, no solo de Atenco, sino de otras haciendas que, por otro lado, aunque muestran ser eminentemente ganaderas, no lo son todavía para el ganado de lidia? Para finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, el toreo en España alcanzó el rango de profesional en los momentos en que un tratado técnico conocido como la Tauromaquia de José Delgado “Pepe Hillo”208 permeó en el espectáculo, junto al sentido crematístico y la nueva forma en que los ganaderos se comprometieron a criar un toro aprovechando la presencia de castas bastante bien definidas. Todo eso, en conjunto permitió el curso de una fiesta que volvió a pasar por una nueva etapa correctiva, al aparecer la Tauromaquia de Francisco Montes en 1836,209 la que, al igual que la de José Delgado, establecen en algunos de sus capítulos lo referente a las condiciones del toro de lidia. Ese estado de cosas no resultó ser el mismo en México. Una distancia geográfica con los dictados del viejo mundo, la emancipación y logro del nuevo estado de gobierno causaron cierto y relativo aislamiento con España. Cierto y relativo, porque de nada valió en el espectáculo la expulsión de españoles impulsada en 1833 justo en el régimen de Gómez Pedraza, y que Vicente Guerrero, la decidió y enfrentó. De ese grupo de numerosos 208
José Delgado ("Pepe-Illo"): en LA TAUROMAQUIA acompañada de LA TAUROMAQUIA de Francisco de Goya y de LAS FIESTAS DE TOROS EN ESPAÑA de Nicolás F. de Moratín. Prólogo de Arturo del Hoyo. Madrid, Aguilar, 1971. 334 p. Ils., facs. (Crisol, 032). 209 Francisco Montes: Tauromaquia completa. O sea: El arte de torear en plaza tanto a pie como a caballo. Escrita por el célebre lidiador (...) y dispuesta y corregida escrupulosamente por el editor. Va acompañada de un discurso histórico apologético sobre la fiesta de toros, y una tercera parte en que se proponen las mejoras que debería sufrir el espectáculo. Madrid, 1836. Madrid, Ediciones Turner, 1983. 170 p. (Turner, 60).
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hispanos avecindados en México, había comerciantes, mismos que no se podía ni debía lanzar, pues ellos constituían un soporte, un sustento de la economía cabisbaja de un México en reciente despertar libertario. En medio de ese turbio ambiente, pocas son las referencias que se reúnen para dar una idea del trasfondo taurino en el cambio que operó en plena mexicanidad. Ya para 1835 se encuentra en México Bernardo Gaviño el que, dicho sea de paso llegó a este continente con apenas vaga idea de las nuevas y frescas condiciones propuestas desde el tratado de “Pepe Hillo”, aunque eso sí, absolutamente ajeno a las de Francisco Montes, quien alentado por Santos López Pelegrín “Abenámar” o por Manuel Rancés Hidalgo allá por 1836, decidieron en conjunto la aparición de esa importante doctrina. Por eso Gaviño, se instala en tres diferentes épocas compartiendo honores con: 1ª Luis, Sóstenes, Mariano Ávila, José María Vázquez, Manuel Bravo y Andrés Chávez; 2ª Jesús Villegas, Mariano González, Pablo Mendoza e Ignacio Gadea, y 3ª Ponciano Díaz, Pedro Nolasco Acosta, Lino Zamora, Gerardo Santa Cruz Polanco y Timoteo Rodríguez, los que, en conjunto tuvieron que ejercer un acuerdo común para establecer criterios que permitieran el desarrollo de una lidia, la más adecuada. Para ello, es preciso apuntar que entre 1836 y 1842, José Justo Gómez de la Cortina logró adquirir un ejemplar de la Tauromaquia de “Pepe Hillo”, la que debe haber puesto al alcance del gaditano. Lo mismo ocurrió en 1862, momento en el que de la imprenta de Luis G. Inclán está saliendo una edición de la de Francisco Montes, con la peculiar compañía de una hoja ilustrada, donde aparecen 36 diferentes pasajes de la lidia, misma que refleja el espíritu mexicano imperante al inicio de la sexta década del siglo XIX. En dicho escenario las distancias tuvieron que acortarse, así que poco a poco el encuentro de las rutas o los caminos entre España y México, en términos más concretos, se daría a partir de 1883, cuando ya están en México Andrés Fontela, Juan Moreno “El Americano”, Francisco Gómez “El Chiclanero” y Francisco Jiménez “Rebujina”; luego 1887, con Luis Mazzantini, Diego Prieto y otros, para culminar en el arranque del siglo XX, momento en que toda la estructura alcanzó rango de madurez. .208.
Lo anterior permite contemplar aspectos que parecen no tener una relación directa con el ganado, pero influyen y mucho. Simplemente por el hecho de que tantas y nuevas condiciones estaban imponiendo también un nuevo estado de cosas, aunque todavía en los últimos 15 años del siglo XIX siguieron manifestándose inestabilidades y anarquías, fruto de aquella pugna entre la anacrónica expresión mexicana y la fresca llegada del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Esa “reconquista vestida de luces” contó con el apoyo de la prensa que extendió sus influencias en número importante de títulos, siendo cada vez menos los de filiación o tendencia nacionalista. Todo este comportamiento responde a la simple y sencilla razón de la presencia inesperada de la modernidad, que vino a ocupar el lugar de un toreo mexicano en franco agotamiento y que, por razones desconocidas seguía sosteniéndose en un círculo vicioso el cual parecía no tener fin.
c)El toro español y su influencia en Atenco.
A lo largo de este trabajo se ha mencionado con notoria frecuencia la casta de toros bravos de Navarra, sustento que, en teoría se encuentra establecida desde 1552, dato que sigue sin confirmarse, a pesar de búsquedas permanentes y a pesar, muy a pesar de que sigue siendo un argumento que enraizó tanto, por lo que se tiene de él una ciega y dogmática credibilidad. Desde la primera edad de Atenco, año de 1528, el ganado de casta se ha hecho presente en los potreros. El hecho es que al paso del tiempo, las condiciones mejoraron gracias al apoyo de administradores y vaqueros que labraron un estilo que fue definiéndose, hasta resultar el de la preferencia para muchos lidiadores, tanto de a caballo como de a pie. La casta Navarra de algún modo se perpetuó, pero también de algún modo se degeneró. La falta de un refresco en la mejora de la simiente para la cabaña brava, marcan algunos períodos claves donde la hacienda resintió severas agresiones en este particular aspecto: 1810-1820, paso de los Insurgentes y período de recuperación; .209.
1847-1851: invasión norteamericana y su consiguiente recuperación; 1874-1878; 1879-1887: inicio de una serie de etapas donde los altibajos fueron sustancia permanente. Los sementales de Zalduendo, Miura, Benjumea y Saltillo que llegaron entre 1894 y 1898 no fueron tampoco el aliciente necesario para remontar al hato ganadero de casta que seguía lidiándose, solo que ya no en las mismas condiciones como las registradas en la quinta, sexta y octava décadas del siglo XIX, que evidentemente fueron los mejores momentos para Atenco, sin olvidar que otras décadas también mostraron una regular actividad. El siglo XIX terminó con un balance bastante malo para esta hacienda ganadera. Sus propietarios, la “Sociedad Barbabosa, Sucesores” tuvieron que dejar pasar diez años para que se registrara la llegada de una nueva casta: la de Don Felipe de Pablo Romero, misma que arribó a Atenco el 10 de febrero de 1911, con la que habrá que esperar los primeros resultados de 3 a 5 años después, en medio de una esperanza que no se concretó. La Revolución, la reforma agraria, el fraccionamiento y la nueva personalidad ejidal, así como la afectación provocada por la fiebre aftosa (1946) y un crecimiento notable de la ganadería de bravo en México, apoyada por el soporte fundamental surgido del esfuerzo realizado por Antonio Llaguno González, quien adquirió casta del marqués del Saltillo, misma que llevó a su hacienda de San Mateo, en Zacatecas, convirtiendo esta ganadería en una de las favoritas entre los mejores toreros de la primera mitad del siglo XX. Todos estos factores en su conjunto, fueron causantes del desplazamiento definitivo para Atenco, hacienda que ya no recuperará su esplendor y su permanencia.
d)Surgimiento de una ganadería “profesional” bajo el control de la familia Barbabosa a fines del siglo XIX.
Independientemente de los factores en contra, Atenco fue de alguna manera rescatada por Rafael Barbabosa en 1879 el que, por su parte puso un empeño muy especial, con el .210.
conocimiento de causa tras su experiencia acumulada en San Diego de los Padres, así como por la asociación con José Julio Barbabosa, dueño de Santín, y de seguro con otros hacendados del rumbo. El testimonio de Eduardo Noriega, publicado en 1888, da idea de las ventajas alcanzadas en esos momentos. Era un esfuerzo contundente, aunque con resultados poco alentadores. Bernardo Gaviño había muerto en 1886. La última ocasión que Gaviño lidió ganado de Atenco fue el 25 de octubre de 1885. Por su parte Ponciano Díaz continuó por ese sendero, aunque sin el brillo de los toros atenqueños, que por esa razón se tuvieron que buscar otras alternativas, no las mejores pues el ganado que lidió provenía de “haciendas” desconocidas, emparejándose en calidad que en ese sentido era mínima. El ganado español no tuvo los niveles recuperados y la espera tuvo que darse, en el caso de San Mateo en 1908 y Atenco en 1911, con la experiencia de otras haciendas ganaderas tales como: San Nicolás Peralta, San Cristóbal la Trampa, Piedras Negras, Guanamé, Santín, San Diego de los Padres, Tepeyahualco, y otras. El concepto “profesional” se lo asigno en el momento en que las haciendas ganaderas y sus propietarios, fijaron su atención en el ganado importado que vendría a servir como un elemento novedoso para efectuar diversas cruzas entre el mucho ganado criollo que entonces existía, conveniente para el tipo de espectáculo que se desarrolló con fuerza en la segunda mitad del XIX, pero que ya había perdido su capacidad de interés en los últimos quince de la misma centuria, debido a la razón fundada en la presencia del grupo de diestros españoles quienes dieron sustento a los cambios representativos con los que la tauromaquia en México tomó un curso absolutamente renovado en todas sus estructuras. De todo eso fueron conscientes, tanto Rafael Barbabosa Arzate como sus hijos, quienes a su muerte, en 1887, constituirían la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores”, columna vertebral que habría de continuar con el proyecto emprendido por quien desde 1879 adquirió la hacienda de Atenco, corrigiendo, mejorando en todo sentido los aspectos específicos respecto al ganado de lidia. Por razones que se desconocen pero que saltan a la vista, esta hacienda no pudo recuperar el ritmo contundente que tuvo décadas atrás, y todo, debido a la .211.
reestructuración primero. A la serie de mejoras que pusieron en práctica después, lo que significó un buen número de años, porque entre las haciendas dedicadas a la crianza de toros de lidia, los resultados deben esperarse pasado un buen tiempo, y si lo experimentado no trae consigo un buen balance, hay que dedicarse a las enmiendas obligadas. Veamos cual fue la imagen que tenía Atenco para 1921. Carlos Quiroz “Monosabio”, importante periodista de finales del siglo XIX, y primeros 30 años del XX, va de una posición privilegiada, hasta llegar a la del desprestigio total, debido a sus métodos poco honestos de manejarse en un medio que le descubre inclinaciones descaradas, al escribir infinidad de notas en función del ingreso percibido, creando verdaderos elogios en algo que no lo merecía, y notas discriminatorias si el aludido no era espléndido o capaz de soltar dinero conforme a la exigencia del redactor. Así pasó con el Sr. José Julio Barbabosa, quien tuvo que soportar una lapidaria reseña de sus toros, los toros de Santín, en la crónica de la corrida del 11 de septiembre de 1921. Pero por otro lado, quienes se vieron halagados con sus apuntes, fueron los señores Barbabosa, dueños de Atenco, hacienda que visitó el periodista en el mismo mes patrio, que además estaba revestido con la magna celebración del centenario de la consumación de la independencia. Desgraciadamente, en vez de hacerles un favor, provocó con sus apreciaciones desafortunadas y poco precisas en su mayoría, un desconcierto en lo que a información verídica se refiere. Esto tiene que ver con la nota titulada: “Atenco: Nuestra ganadería brava de más lustre abolengo”. De hecho, el señor Carlos Quiroz incurre en serios errores, como mencionar de entrada que “Atenco se formó (en 1550) gracias al patrimonio de un noble señor, don José María Altamirano, Conde de Santiago y Marqués de Calimaya”. Al respecto, el Condado lo asumió la familia Gutiérrez Altamirano hasta el 6 de diciembre de 1616, tiempos de Felipe III. Entusiasta aficionado a la fiesta brava, -sigue apuntando Carlos Quiroz- no podía resignarse a perder su espectáculo favorito. Y como para hacer guisado de liebre lo primero precisa tener es la liebre, el Excmo. Sr. Conde de Santiago pensó el la crianza de toros bravos. Y como lo pensó lo hizo: compró en la ganadería Navarra de Pérez de la Borda (sic) (es correcto, en todo caso Pérez Laborda) doce pares de becerros y becerras bravos, que formaron la simiente de la famosa vacada.
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Junto con aquellos doce pares de becerros y becerras, S.E. El Conde hizo traer las crías del magnífico pescado blanco, que surca las aguas del Lerma para regalo del paladar de los moradores de la hoy infortunada Toluca.
La zona lacustre del valle de Toluca desde tiempos prehispánicos proporcionaba alimento a sus pobladores y no veo como pudo ocurrir esta citada reproducción pesquera, habiendo una variedad importante, como la que cita Bernardino de Sahagún en su “Códice Florentino” (L. XI, f 67r): Peces de rio o lagunas” como: Topotli.”pececillos, anchuelos... son pardillos: críanse en los manantiales: son buenos de comer y sabrosos”. Amilotl. Por la información que vierte Sahagún parece que aquél era el principal pez blanco, pues indica que los “peces blancos llaman amilotl, o xouili; su principal nombres es amilotl: especialmente de los grandes y gruesos”, y luego añade que los “peces blancos que se llaman amilotl tienen comer delicado”. Xouili. Otro pez que el autor describe como “bogas pardillas que se crían en el cieno y tienen muchos huevos”. Xalmichi, “pececillos pequeñuelos”. Cuitlapetotl, “pececillos barrigudillos, que se crían en el cieno... son medicinales para los niños”. Michzaquan, “pecesitos muy pequeños”. Tenzonmichi, “críanse en los ríos y en los manantiales... tienen escamas y... barbas”. De acuerdo con el etnohistoriador Gabriel Espinosa, cabe la posibilidad de que se trate del pez llamado bagre, el cual parece no ser lacustre sino de lugares con agua corriente y emergente, tal como lo puntualiza Sahagún. 210
En la continuación de los apuntes de Carlos Quiroz, tenemos que Con gran beneplácito empezaron a lidiarse los toros de Atenco de pura sangre Navarra. Fueron declarados invencibles. Y desde entonces se dijo: Bravo, como un toro de Atenco. CÓMO ERAN LOS TOROS DE ATENCO. Yo todavía alcancé a ver lidiar los antiguos atenqueños: 211 en su pelo imperaba el color castaño en todas sus entonaciones; desde el castaño claro, tirando a albahío, hasta el retinto. Sus armas eran cortas y apretadas. Su cuello rizado, corto y ancho. De no aventajada talla. Enjutos de los cuartos traseros: “culisecos”· que les llamaba el veterano Manuel Hermosilla. Todos los toreros de la larga etapa de 1800 a 1890 los impusieron por doquier, seguros de que los toros de Atenco eran los mejores factores para conquistar señalados triunfos. A partir de 1896, hasta 1904, la ganadería de Atenco entró en una era de franca decadencia. “Ya los triunfos venían registrándose muy de tarde en tarde. Y, en cambio, menudeaban las desilusiones, y era de ver con desconsuelo que los pequeños atenqueños volvían la cara, dolíanse al castigo y muchos declarábanse en inequívoca fuga. (...) Todo es de todos. Por ello, algunos agraristas trasnochados ya han creído ver en Atenco un latifundio que debe repartirse entre los pueblos de la comarca. Y cuando se les ha dicho que no pertenece a un solo individuo, y que de hacerse la repartición entre los cinco hermanos (Juan, Antonio, Rafael, Manuel y Herlinda) a cada quien tocaríale pequeña parcela –porque Atenco no es de grande extensión- no han querido creerlo”. 210
Beatriz A. Albores Zárate: Tules y sirenas. El impacto ecológico y cultural de la industrialización en el alto Lerma. Toluca, Edo. De México, El Colegio Mexiquense, A.C.-Gobierno del Estado de México. Secretaría de Ecología, 1995. 478 p., ils., facs., maps., p. 107. 211 Al referirse a los “antiguos atenqueños” debe estarlos ubicando en aquellos toros que fueron lidiados por lo menos en la última década del siglo XIX.
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Por otro lado, “Monosabio”, se ocupó de mencionar algunos datos al respecto de la ganadería de San Diego de los Padres LA GANADERÍA DE SAN DIEGO. En realidad la existencia de la ganadería de San Diego de los Padres es metafísica. Los toros de San Diego pastan en la hacienda de Atenco, en franca camaradería con los de esta vacada. Sin embargo: unos y otros están perfectamente definidos y no se mezclan. Porque San Diego fue la ganadería que formó por sí mismo don Rafael Barbabosa. Atenco ya existía mientras que San Diego fue el producto de la entusiasta afición que animó al extinto don Rafael. El propietario de la hacienda de San Diego de los Padres quiso tener toros bravos. Y a ese fin procuró cuidadoso seleccionar entre las vacas mansas que tenía y aquellas que dieron muestra de bravura, y las cruzó con toros bravucones adquiridos en la hacienda del Salitre. Esto ocurrió en 1863. Del producto de esta simiente, fue separado lo que diera mejor “cala” y quedaba para propia diversión, hasta que llegó el día de la fiesta de la hacienda, en que se corrieron los toros ya en el redondel, por Epigmenio Moreno”.212
Carlos Quiroz dispuso en esa ocasión de una plana completa, dentro del enorme tabloide bajo el cual estaba concebido “El Universal”. Gastó mucha tinta “inventando” cosas que lamentablemente deben haber sido tomadas como válidas, yo no sé si recogiendo testimonios orales o aplicando ficción a sus apuntes, pero el hecho es que deben haber producido una falsa creencia sobre la génesis de Atenco, como la ganadería de toros bravos, que en esos años, por lo menos la segunda década del siglo XX, recobraba importancia, luego de haber caído en crisis durante los primeros años de dicha centuria, superada a partir del 10 de febrero de 1911, fecha en que llegó un pie de cría procedente de las dehesas de Don Felipe de Pablo Romero (las vacas: “Chaleca”, “Nevada”, “Gitana”, “Fierecilla” y “Triguera”. Los toros: “Beato”, “Colmenero” y “Nevado” formaron aquel pie de simiente fundamental). Para terminar, no me resta sino recomendar que con este tipo de análisis debe tenerse mucho cuidado, primero para no creerlo como dogma, y segundo para no dejarse fascinar por un contenido que, teniendo muchos recursos de elocuencia literaria, no tiene el suficiente peso histórico, sino el de carácter especulativo que deforma la conciencia de todo aquel sano lector.
212
“El Universal”, año VI, T. XX, domingo 18 de septiembre de 1921, Nº 1796, 3ª sección, p. 4.
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e)Cambios y perspectivas para la ganadería de Atenco en el siglo XIX.
En pocas palabras, lo que puede decirse aquí es parte de lo ya dicho en otro momento: Al finalizar el siglo XIX, la hacienda ganadera de Atenco pasó por un receso o un paréntesis que significó dejar a un lado los viejos esquemas en el uso y comercialización de ganados que, aunque dieron lustre a la hacienda, estos habían pasado por una etapa de descuido entre los años que van de 1867 a 1879, años que quedan dentro del período de prohibición que se impuso a las corridas de toros en el Distrito Federal (1867-1886), y que de alguna manera alteraron el ritmo que se registró en lo que respecta al número de encierros. En la Gráfica número uno que corresponde al capítulo tres de esta tesis, queda muy claro cual fue ese comportamiento. Evidentemente no puedo afirmar que se trate de los datos más completos, pero sí de una importante mayoría, lo cual revela oferta y demanda habidas para con Atenco. Al concluir el siglo XIX, la prensa para entonces mucho más objetiva y ajustada a los principios del toreo moderno reprocha severamente el malo y a veces pésimo juego que ofrecieron los toros atenqueños, lo cual refleja la dura crisis que no pudieron estabilizar todos los esfuerzos impuestos por los señores Barbabosa, quienes por otro lado, son el modelo de los hacendados que se hicieron ganaderos, vaciando todos sus conocimientos y sus experiencias en un período que para ellos solo dio algunos buenos resultados. Es de lamentar que de ellos no se tenga información precisa, al respecto del tipo de actividad que desempeñaron en los años que tratamos. Pero a no dudar, lo hicieron con elementos basados en la experiencia, tanto la suya como la que aportaron todos aquellos vaqueros y caballerangos que prestaron sus servicios para el bien de aquel propósito establecido en la hacienda de Atenco. El cambio de mentalidad y toda la recomposición que sufrió el toreo en los últimos quince años del siglo XIX, junto con esa etapa del terrible descuido en que quedó el ganado, fue la suma de consecuencias a las que se enfrentó esa nueva época en esta hacienda ganadera, la cual habría de recobrar algo del brillo apenas unos años después de 1911, momento en el que es incorporada nueva simiente que llegó procedente de España. Es preciso decir que los mejores años ya habían pasado.
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CONCLUSIONES GENERALES.
A lo largo de toda la investigación, misma que se realizó en un término aproximado de 20 años, la parte fundamental del estudio fue entender el intenso movimiento representado en el manejo de ganado vacuno para la lidia, el cual ocurrió en medio de perfecta armonía de administradores con vaqueros y otros empleados, sin que faltaran casos aislados de rebelión como el de Tomás Hernández y Agustín Lebrija (1862-1863), donde aquel quiso apoderarse del control, habida cuenta de su profunda experiencia como vaquero por una parte; como torero por otra. Lo demás se concentra en los frecuentes altibajos que sometieron a dicha hacienda, lo mismo desde el punto de vista de los resultados que presentaba el ganado en la plaza, como por el conjunto de factores naturales que hicieron mella en las cosechas, o por el efecto ocasionado por enfermedades en el ganado. Dije en la “Introducción” que: durante el siglo XIX se manifestó una actividad taurina muy intensa, en la cual los toros de Atenco participaron permanentemente, siendo importantes para el desarrollo del espectáculo, sin que por ello se menosprecie el papel de otras haciendas. Esta tesis afirma de manera contundente el esplendor y la permanencia de Atenco, mismos que quedan perfectamente comprobados a lo largo de la misma, con el rico sustento documental que en buena medida fortalece lo dicho hasta aquí. De esa manera, el fundamento de Método, volumen y eficacia se convirtió en la parte central de la tesis, debido a que la lectura de diversos documentos, cuya fuente central fue el Fondo Condes Santiago de Calimaya, expresó una serie de líneas en las que pudo entenderse el diferente comportamiento de los ganados a partir de importantes apreciaciones hechas por los administradores de la hacienda de Atenco, con lo que fue posible determinar varios patrones de actividad que decidieron no solo los términos cuantitativos. También cualitativos en cuanto a los fines con los cuales pretendieron sustentar una “casta” adecuada para que los toros fueran lidiados en diversas plazas, bajo el principio de que resultaran apropiados para el tipo de tauromaquia puesta en práctica durante el período 1815-1897, en .216.
el cual se detecta el mayor índice del comportamiento de los ganados atenqueños destinados a las plazas de toros. Existió un espíritu sólo respaldado por la intuición, pero movido por la condición comercial que significaba la venta permanente de toros y encierros a las plazas que los requirieran. Nada fue motivo de la casualidad. Ojalá que la lectura de todo aquel que se acerque a entender el comportamiento de la hacienda de Atenco en período tan específico, permita valorar su significado, con el cual se puso en marcha el resultado de actividades tan específicas al interior de esta hacienda ganadera. Ya desde mi tesis de maestría213 la que, en compañía de otros trabajos de investigación 214 que corresponden a la biografía de dos toreros singulares, pero no por ello ajenos al tema de esta investigación doctoral. Me refiero a Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz, se presentaron fuertes vínculos de información que dieron en consecuencia con la tesis doctoral, pues entre ellos se encontraban diversas circunstancias de lo que significó el siglo XIX mexicano, espacio temporal por el que siento especial atractivo. En definitiva, estamos frente al caso específico de una hacienda ganadera que, en tanto unidad de producción perfectamente articulada, se convirtió para las empresas taurinas y los diestros entonces en ejercicio, en la de mayor solicitud, por lo menos entre el período 18151897, donde encontramos comportamientos verdaderamente admirables, por lo que el balance supera el medio millar de encierros, entendiéndolo bajo el criterio que va de 2 y hasta 10 toros por tarde, ya que era muy variable este síntoma, aunque 5 o 6 son los valores promedio. Como ya se vio, al surgir esta unidad de producción agrícola y ganadera en 1528, pronto se estabilizó en ella todo un esquema capaz de aprovechar los recursos naturales, bastante generosos por cierto, independientemente de los diversos episodios de crisis naturales, o 213
Véase bibliografía. José Francisco Coello Ugalde: "Ponciano Díaz, torero del XIX" A cien años de su alternativa en Madrid. (Biografía). Prólogo de D. Roque Armando Sosa Ferreyro. Con tres apéndices documentales de: Daniel Medina de la Serna, Isaac Velázquez Morales y Jorge Barbabosa Torres. México, 1989 (inédito). 391 h., y “Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX.O XIX (Biografía). México, 1998. 319 p. Ils., retrs., grabs. (Inédito). 214
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aquellos surgidos por motivo de invasiones, como la de 1810 en que la hacienda sufrió una merma considerable. Sin embargo, con el apoyo de algunos de sus propietarios, la recuperación encontró estabilidad, en tanto que al mando de otros, sólo mostraron indiferencia y todo ello, en conjunto nos habla de una notable capacidad donde Atenco volvía por sus fueros. Esta no fue una extensión territorial de grandes extensiones (3,000 hectáreas en sus mejores momentos y durante el siglo XIX). Independientemente
de los balances bastante
positivos que
se
dieron
en el
aprovechamiento de las diversas cosechas, así como de la explotación de los afluentes del río Lerma; o de los derivados de la leche, entre otros; el comercio con ganado vacuno de casta se convirtió en un factor preponderante para la manutención de la hacienda. Para ello fue necesaria la aplicación de diversos métodos intuitivos primero; de los más adecuados y convenientes después, y en medio ya de manejos de selección más apropiados, con los que administradores y vaqueros fundamentalmente pusieron en práctica labores con vistas a elegir el ganado que habría de enviarse a las diferentes plazas. Como pudo verse, se llegó a dar el caso de encontrar un comparativo de los toros que pastaban ya sea en el cercado, el potrero o el llano, tres diferentes espacios dotados de pastos que marcaban diferencias específicas, con las cuales esperaban tener el balance de la lidia, para entonces ubicarlos en el más conveniente, sin que para ello faltaran los ejercicios cotidianos de la vaqueada o el rodeo y otros, como el de escoger el ganado en función de su pelaje. Aunque no dudo que estuvieran considerados aquellos otros aspectos que fueron propios del resultado en la plaza, fuera porque alguno muy bravo sirviera como factor influyente de línea sanguínea o “reata” para poner los ojos en la vaca que parió ese animal y las otras crías. Eso, de alguna manera debe haber servido como un elemento decisivo en la “selección” del ganado, junto con detalles como los de su presencia en conjunto. En el proceso de investigación con el que culmina esta tesis, hubo necesidad de precisar un período representativo en la dinámica que mostró Atenco: 1815-1897. Estos 82 años, .218.
señalan el tiempo de mayor actividad, lo cual no quiere decir que antes o después de ese espacio no hayan ocurrido otros acontecimientos, quizás igual o más documentados. Sin embargo, y a título personal, me parecen los más contundentes a partir de la participación ejercida por dos toreros fundamentales en toda esta historia: Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz, los que dieron un auge sin precedentes, por lo que el esplendor y la permanencia quedan perfectamente demostrados. No hay duda: Atenco, habiendo surgido en 1528, y hasta hoy que aún permanece en su condición de ex – ejido, tuvo durante el siglo XIX sus momentos de mayor brillo, los cuales fueron sometidos a una profunda interpretación, de la cual espero la serena, fría y cerebral crítica de sus posibles lectores. Es probable que estas “Conclusiones” no sean suficientes. Para ello, considero que todo el trabajo de tesis se ve complementado con siete anexos que hacen de este trabajo no necesariamente un documento inaccesible, sino atractivo en sí mismo, dado que en dicha parte se incluyen una importante cantidad de imágenes, cuadros, gráficas, tablas y otros elementos que lo consolidan como una investigación a fondo, sobre el curso y comportamiento que manifestó esta hacienda durante el siglo XIX mexicano. Explicada desde las condiciones que adquirió como “Encomienda” en el siglo XVI, hasta quedar sometida a los diversos vaivenes políticos, económicos y sociales del siglo XIX, es posible entender estos y otros complejos fenómenos en los que se vio involucrada. De igual forma, la fama que adquirió en los años que van de 1815 a 1897 hace verla como una hacienda ganadera poseedora de unas capacidades notables, gracias al tipo de toros que allí se criaron; gracias a la participación de personajes tan notables como Bernardo Gaviño, Ponciano Díaz; José Juan Cervantes y Michaus, o Juan Cervantes Ayestarán, lo mismo que los señores Barbabosa y los diversos administradores que controlaron ese importante centro de actividades agrícolas y ganaderas. De otra forma sería imposible entender todo el movimiento que se dio con el ganado en plazas de la capital del país, así como de otras tantas en los estados alrededor del corazón político de México, donde los .219.
toros de Atenco simbolizaron y constituyeron un emblema representativo en el capítulo de la evolución sobre la crianza del ganado destinado a la lidia, crianza que supone una intuición deliberada por parte de administradores, pero también de vaqueros que estuvieron a la búsqueda del toro “ideal” para momentos tan representativos como los del siglo XIX, donde el toreo “a la mexicana” se elevó a alturas insospechadas de una independencia taurina tan cercana pero también tan ajena a la que se desarrollaba al mismo tiempo en España, país del que llegaban los dictados de la moda. Solo que, el aislamiento producido por la emancipación de México y España hizo que uno y otro concepto artístico se desarrollaran por separado, durante los años que van, más o menos de 1810 a 1880, momento este último en que comenzó a registrarse un síntoma nuevo y necesario también: Me refiero a la reconquista vestida de luces, que debe quedar entendida como ese factor el cual significó reconquistar espiritualmente al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole eso sí, una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera, chauvinista si se quiere, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos absolutamente renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. Y no solo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos, tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados básicamente entre los últimos quince años del siglo XIX, tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento afortunado del primer y gran torero no solo mexicano; también universal que se llamó Rodolfo Gaona.
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De esa forma dicha reconquista no solo trajo consigo cambios, sino resultados concretos que beneficiaron al toreo mexicano que madurĂł, y sigue madurando incluso un siglo despuĂŠs de estos acontecimientos, en medio de perĂodos esplendorosos y crisis que no siempre le permiten gozar de cabal salud.
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ARCHIVOS Y COLECCIONES PARTICULARES ARCHIVO DE LOS HEREDEROS DE JUAN PEREZ DE LA FUENTE MI AGRADECIMIENTO A LOS SEÑORES JOSÉ ANTONIO Y MARI CARMEN PÉREZ DE LA FUENTE, ACTUALES PROPIETARIOS DE LA EX - HACIENDA DE ATENCO. SR. JAIME INFANTE AZAMAR DE IGUAL FORMA AL SEÑOR JAIME INFANTE AZAMAR POR TODAS LAS ATENCIONES .241.
QUE TUVO PARA CONMIGO, AL PERMITIRME EL ACCESO A DATOS DE PARTICULAR IMPORTANCIA SOBRE LA HISTORIA DE ATENCO. ARCHIVO HEREDEROS DE LA SUCESION BARBABOSA AL LIC. JUAN DE DIOS BARBABOSA KUBLI, QUIEN LUEGO DE VARIAS JORNADAS DE PLÁTICA, SE PUDO TENER UN MEJOR ESCENARIO SOBRE EL PAPEL QUE JUGARON SUS ANTEPASADOS EN LA GANADERÍA DE TOROS BRAVOS. ARCHIVO HEREDEROS DE LA SUCESION BARBABOSA AL ARQ. LUIS BARBABOSA OLASCOAGA, CUYO TRABAJO “ATENCO Y DON MANUEL”, SIRVIÓ DE ENORME SUSTENTO A LA PRESENTE INVESTIGACIÓN. ARCHIVO DE JOSE IGNACIO CONDE AL LIC. JOSÉ ANTONIO CONDE, DESCENDIENTE DE LA FAMILIA CERVANTES, CON QUIEN LA EXPLORACIÓN POR ENTRE SUS PREDECESORES PERMITE ENTENDER OTRA PARTE ESENCIAL DE SIGNIFICADOS SOBRE SU PAPEL PROTAGÓNICO AL FRENTE DEL LINAJE CONOCIDO COMO EL CONDADO DE SANTIAGO-CALIMAYA. ARCHIVO HISTORICO DEL DISTRITO FEDERAL (AHDF) Ramo: Diversiones Públicas, leg. 855. Toros. BIBLIOTECA NACIONAL. Fondo: CONDES SANTIAGO DE CALIMAYA. ARCHIVO GENERAL DE LA NACION: -Ramo: VÍNCULOS -Ramo: TIERRAS -Ramo: HISTORIA -Ramo: ÁGREDA Y SÁNCHEZ -Ramo: MERCEDES CENTRO DE ESTUDIOS DE HISTORIA DE MÉXICO (CONDUMEX). FONDOS VIRREINALES. Fondo: LXI-I (1710-1958) 2,217 documentos recopilados por Armando de María y Campos. Programas de teatro, comedias, y óperas. Se detallan funciones, actores, bailes de máscara para carnaval, homenaje a artistas, invitaciones, corridos, ilustraciones sobre el circo y versos .242.
alusivos a costumbres populares. BIBLIOTECA Y HEMEROTECA DEL MUSEO DE LA CIUDAD DE MÉXICO. Archivo de Notarías de Toluca. Notaría No. 1, leg. No. 3, cuad. 1 exp. 79. BIBLIOTECA DEL LIC. JULIO TELLEZ GARCIA. BIBLIOTECA DEL LIC. LUIS RUIZ QUIROZ. BIBLIOTECA DEL AUTOR.
PUBLICACIONES PERIODICAS DIARIO DE AVISOS (1858-1860) EL PAJARO VERDE (1861, primera época;-1866, tercera época) LA TOS DE MI MAMÁ (1864) DIARIO DEL IMPERIO (1865) EL SIGLO DIEZ Y NUEVE (1841-1896) LA ORQUESTA (1861-1877) EL CORREO DE MÉXICO (1867) EL BOLETÍN REPUBLICANO (1867) MONITOR REPUBLICANO (1844-1896) EL ARTE DE LA LIDIA (1884-1887) EL MONOSABIO (1887-1888) EL CORREO DE LOS TOROS (1887) EL TOREO ILUSTRADO (1895-1898) EL NOTICIOSO (1894) COSMOS. MAGAZZINE MENSUAL (1913) EL UNIVERSAL TAURINO (1922-1925) EL ECO TAURINO (1936-1942) LA LIDIA (1942-1946) SOL Y SOMBRA. SEMANARIO TAURINO NACIONAL (1943) LA FIESTA (1946-1951) CHARRERÍA NACIONAL (1963) ARTES DE MÉXICO (1967 Y 1988) MULTITUDES (1991-1994) MÉXICO EN EL TIEMPO (1999) CAMPO BRAVO (1998) ALQUIMIA (1998-2003) ARQUEOLOGÍA MEXICANA (2000) NEXOS, Nº 297 “Delirios de la Independencia”, septiembre de 2002.
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